\"Estudio de los géneros literarios y literatura comparada.” Liceus. E-xcelence (2005). http://www.liceus.com/cgi-bin/aco/index.asp

September 23, 2017 | Autor: M. Morales-Ladrón | Categoría: Comparative Literature, Literary Genres
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ESTUDIO DE LOS GÉNEROS LITERARIOS Y LITERATURA COMPARADA

ISBN: 84-9822-074-2

MARISOL MORALES LADRÓN [email protected] THESAURUS: Género narrativo, dramático, lírico, mimesis, antinovela, reescritura,

OTROS ARTÍCULOS RELACIONADOS CON EL TEMA EN LICEUS Géneros literarios de la antigüedad y la modernidad Géneros literarios en la literatura española Intertextualidad y géneros literarios en el renacimiento hispánico.

RESUMEN O ESQUEMA DEL ARTÍCULO

1. Introducción 2. El origen de los géneros literarios 3. La construcción de los géneros literarios: perspectiva histórica 4. Conceptualización del género literario 5. Género literario y literatura comparada

E-excellence - www.liceus.com 1. Introducción

Hablar de la construcción de los géneros literarios a lo largo de la historia de la literatura, y especialmente si se pretende abordar desde un marco supranacional comparativo, supone atender primero al mismo desarrollo de la teoría y crítica literarias. Los términos “teoría de la literatura”, “historia de la literatura”, “literatura general”, “literatura comparada”, “crítica literaria” y demás actividades de análisis y evaluación del fenómeno literario no permiten definiciones estrictas y delimitadoras, pues sus ámbitos de estudio en muchos casos se solapan. Además, cuando se sobrepasan límites nacionales, se observa que la relación que se establece entre “teoría de la literatura” y “crítica literaria” dentro de marcos tan distintos como el alemán, el británico, el francés o el español ofrece soluciones que difieren en gran medida. Esto es algo que también se relaciona con el hecho de que la historia de la teoría literaria nos muestra que la literatura es una manifestación estética tan flexible y sujeta al cambio que debe estar siempre en continua revisión. Por eso, ha explicado A. Owen Aldridge, los libros más clásicos e inmortales de teoría literaria son la Poética de Aristóteles, el Ars Poetica de Horacio y L’Art poétique de Boileau, cuyos títulos curiosamente se basan en una forma gramatical de la palabra poet, que en su sentido etimológico griego significa “hacedor”. Y es que, en realidad, hasta la mitad del siglo XVIII todos los trabajos escritos con pretensiones estéticas se clasificaban generalmente como pertenecientes a la poesía, mientras que el término literatura todavía no se había utilizado con el sentido de belles lettres (Aldridge, 1969: 7). Por todo ello, y como se verá a lo largo de las siguientes páginas, establecer los inicios del género literario y estudiar su evolución posterior supone remontarse a los orígenes de la teoría literaria. Y para empezar por el principio, se podría decir que el estudio sistemático de la literatura comienza con Platón. Antes, lo único que conservamos son breves fragmentos de algún tratado filosófico que alude a ciertos aspectos literarios, pero sin profundizar en cuestiones críticas con el sentido que se le otorga a partir de este filósofo (Hall, 1963: 1). Irónicamente, Platón quiso expulsar a los poetas de su República ideal porque consideraba que la imaginación y la creatividad podían resultar peligrosas para la búsqueda de la verdad y la virtud. Atacó así las implicaciones de la mímesis, por cuanto que significaba imitación o representación de la realidad, y esto era algo que él consideraba equivocado dadas las limitaciones de nuestras percepciones de la realidad misma. Según su Teoría de las Ideas o Formas, todo lo que hay en el mundo es una copia imperfecta de un objeto “ideal” que existe fuera de la sustancia y de la dimensión temporal. Por lo tanto, las creaciones de los poetas y artistas, al ser meras copias de las copias de la realidad “ideal”, son terceras

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E-excellence - www.liceus.com distorsiones de la verdad, erróneas y carentes de valor. Es entre el final del segundo libro de su República y el comienzo del tercero donde Platón, partiendo de la premisa de que por definición Dios es perfecto e inmutable, critica a los poetas por sugerir lo contrario. De aquí deriva que la literatura sea moral y teológicamente dañina, pues representa incorrectamente a los dioses como hacedores de la discordia y del mal. Finalmente, en el décimo capítulo de su mencionada obra alude a la incompetencia, inutilidad e irresponsabilidad de los poetas, argumentando que, como la poesía es un arte que imita, no es verdadera, convirtiéndose así en un objeto peligroso que se aleja de la búsqueda de la verdad (1996: 457 –398a-). Pero Platón no echa realmente a todos los poetas –recuérdese el amplio sentido del vocablo–, pues considera que debe seguir escribiéndose poesía aunque, claro está, bajo el control de los dirigentes. Y lo mismo ocurre con la música, que veía como una ayuda para la instrucción militar y la disciplina, a través de los himnos dirigidos a los dioses, y de las alabanzas dedicadas a los hombres buenos y valerosos. Sí añade, desde luego, que incluso este tipo de poesía no podía ser escrita por cualquiera sino sólo por los que fuesen dignos de confianza, que entonces se deberían circunscribir a la poesía “oficial” (Hall, 1963: 4). A Platón le interesa fundamentalmente el contenido de la literatura y su efecto en la audiencia, especialmente en los más jóvenes, que son también los más fácilmente influenciables. Aunque reconoció el poder de la poesía de inspiración divina, como la de Homero y Hesiodo –que fueron los poetas griegos de épica y didáctica más tempranos–, cuanto más la apreciaba, más desconfiaba de ella. Por esta razón, hay que situar las ideas de Platón en el contexto de su verdadero objetivo, que es el de la educación de los Guardianes, los futuros dirigentes de su República ideal, aclarando que su acercamiento a la poesía es esencialmente utilitario. Aunque hoy día este argumento está más que superado, hay todavía quienes piensan que, por ser la literatura un vehículo transmisor de información, de ideologías y de valores, debe ser controlada. Esto es algo que ha ocurrido en diferentes etapas de la literatura, especialmente en el pasado con las mujeres, marginadas por haber sido consideradas más débiles y más fácilmente influenciables y, en general, con todo tipo de minorías. En cualquier caso, no todo el mundo coincide en otorgar el mismo tipo de valor a la literatura ni en situarla en la misma escala de importancia que otras disciplinas como las Matemáticas, la Química o el Conocimiento del medio. Mientras Platón se había preocupado por la función y por el valor mismo de la literatura, su discípulo Aristóteles se dedicó a profundizar más y a dar respuesta a muchos de los interrogantes planteados por su maestro. Sus ideas se materializaron en su tan celebrada Poética, de la que se puede decir sin exagerar que es uno de los

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E-excellence - www.liceus.com estudios más influyentes de crítica literaria, al que todavía hoy en día se acude para aplicar o comentar muchas de las ideas planteadas. Aristóteles comienza señalando que su teoría no se basa en las concepciones de Platón y, a partir de la mímesis o de la aplicación de diferentes modos o medios de imitación de la realidad, diferencia tres tipos de poesía:

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la épica,

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la poesía dramática, trágica y cómica;

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y el ditirambo o la poesía lírica.

Para él, toda poesía –excepto la música– imita a través del lenguaje, aunque lo hace de diferente modo, según su forma, contenido y manera de imitar. Así, Aristóteles amplía el sentido de imitación de Platón, e incluye el elemento de la creación, la poiesis; algo que posteriormente ha dado lugar a la dialéctica entre la imitación y la creación. De este modo, Aristóteles divide los géneros de poesía atendiendo a:

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las formas como se realiza la mimesis, en poesía ditirámbica, tragedia y comedia

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los objetos de la mimesis, en tragedia y comedia;

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o a los modos de la mimesis, en modo narrativo y modo dramático, con lo que forma y contenido quedan estrechamente ligados. (Amorós, 1980: 177)

El principal interés de Aristóteles es la tragedia, que considera una forma superior al imitar acciones serias de cierta magnitud, y al apuntar que todos los elementos de la épica se encuentran en la tragedia, pero que no todas las cualidades de la tragedia se encuentran en la épica. De Platón a Quintiliano, la crítica literaria floreció en Grecia y Roma en un cuerpo de teorías sobre literatura que los estudiosos renacentistas más tarde incorporaron a la doctrina del Neoclasicismo. A pesar de las abundantes referencias a nombres como Cicerón, Quintiliano e incluso Longino, en realidad fueron Aristóteles y Horacio quienes suministraron el volumen de ideas del que se hizo eco el Renacimiento. Cicerón y Quintiliano se habían preocupado más de la oratoria que de la literatura imaginativa y Longino era casi desconocido hasta que Boileau le rescató del olvido en 1674. El resurgimiento de la Poética de Aristóteles y la reinterpretación del Ars Poética de Horacio, contenida en su Epístola a los Pisones, suministró a los críticos renacentistas una teoría sobre la naturaleza de la poesía que podían emplear para combatir el prejuicio

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E-excellence - www.liceus.com escolástico que se había fomentado contra ella durante la Edad Media (Friederich y Malone, 1954: 25-6). Por ello, además de la herencia de Platón y Aristóteles, no se debe pasar por alto la influencia de Horacio en la historia de la crítica literaria y de la teoría del género, especialmente durante el Renacimiento y el Neoclasicismo. Su Ars Poetica fue escrita como una epístola en verso a una familia, los “Pisones”, pues uno de sus hijos aspiraba a convertirse en artista. Horacio, por lo tanto, ofrece consejos prácticos más que propuestas teóricas, en un tono más informal que el de Aristóteles, aunque de modo más dogmático. Horacio se centra en el papel que ocupan la naturaleza y el arte en la literatura y transforma el concepto de la literatura como imitación. Por un lado señala que el artista tiene que imitar la vida, que debe ser el modelo, pero por otro remite a la imitación de los mejores modelos griegos de la antigüedad, citando a Homero y a los principales escritores de tragedias. Central en su poética es el decoro literario, la equivalencia apropiada de la forma y el estilo de una obra a su contenido. Según esto, cada aspecto del poema debe seguir la naturaleza de la obra como un todo, con un proceder normativo más que descriptivo: el género tiene que elegirse cuidadosamente para que se ajuste a su tema, y los personajes también deben adecuarse al género. Como resume Hall, al poeta le corresponde encontrar:

… the middle path between terseness and obscurity, grandeur and bombast. The choice of the right theme will help the poet in finding the proper words and a lucid arrangement. His vocabulary should be moderate. He may coin words but sparingly and then only if he draws from a Greek source. (1963: 12-13)

[... el punto intermedio entre el laconismo y la oscuridad, entre la grandeza y la grandilocuencia. La elección del tema apropiado ayudará al poeta a encontrar las palabras adecuadas y una disposición coherente. Su vocabulario debería ser moderado. Puede acuñar palabras, pero con moderación, y sólo si provienen de una fuente griega.] (La traducción es mía)

En cuanto al propósito mismo de la literatura, Horacio considera que es tanto el entretenimiento como la utilidad para la vida, reconociendo que el equilibrio se encuentra en combinar ambos. A pesar de su carácter prescriptivo, estableciendo reglas para tratar el tema de forma adecuada y ofreciendo normas de composición,

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E-excellence - www.liceus.com sus teorías sobre el decoro, la enseñanza y la imitación de modelos clásicos influyeron decisivamente en el Renacimiento. Después de esta sucinta exposición de los tres grandes filósofos y “poetas” de la antigüedad sobre cuyas teorías del género literario se ha apoyado la crítica contemporánea, es necesario explicar ahora que el mismo término “crítica” también ha sufrido una transformación semántica desde su origen etimológico como capacidad de juicio, que fomentaba una apreciación normativa. Hoy día, aunque la crítica literaria ha dejado de lado su poder normativo para convertirse en una tarea puramente descriptiva, sujeta al contraste e incluso a la contradicción, no se debe desestimar su poder para establecer dónde se encuentran las leyes del prestigio, y para orientar y dirigir la formación del canon. Una problemática ésta, directamente relacionada con la tendencia de apertura que muestra la crítica en sus últimas décadas y que se relaciona con el rechazo que manifestó René Wellek hacia un tipo de análisis basado en datos, hechos y conceptos mecanicistas, pidiendo que se aportara verdadera crítica literaria comparativa. Para él:

Criticism means a concern for values and qualities, for an understanding of texts which incorporates their historicity and thus requires the history of criticism for such an understanding, and finally, it means an international perspective which envisages a distant ideal of universal literary history and scholarship. (1970: 36)

[La crítica supone preocuparse por los valores y las cualidades, por un entendimiento de los textos que tenga en cuenta su historicidad y requiera así la historia de la crítica para tal comprensión, y finalmente, significa adoptar una perspectiva internacional que conciba un ideal lejano de la historia literaria universal y su investigación.] (La traducción es mía)

En resumen, podríamos recordar simplemente que la historia de la crítica literaria se remonta a las teorías de Aristóteles sobre la mímesis –al definir el arte como imitación de la Naturaleza– y sobre la relación que se puede establecer entre la creación literaria y la realidad –especialmente en lo que concierne a la teoría de la ficción. Es por ello por lo que una gran parte de la crítica ha intentado explicar las relaciones que existen entre realidad y ficción. Este tipo de orientación, que hoy en día denominamos tradicional, ha sido suplantada por una concepción más acorde con las teorías actuales, que interpretan el texto sin hacer referencia a la realidad externa a él sino como entidad

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E-excellence - www.liceus.com autónoma que se puede estudiar a sí misma a partir de su propia autorreferencialidad, como se tendrá oportunidad de ver en los apartados que siguen.

2. El origen de los géneros literarios

Como se ha pretendido mostrar en la sección anterior, la clasificación de las obras de literatura en distintos tipos, subtipos o formas, a las que se ha denominado “géneros literarios”, es una herencia del gran legado clásico. Desde Platón, Aristóteles y Horacio hasta bien entrado el siglo XVIII, los géneros −con sus tipos y formas− se definían a partir de criterios normativos, pues el hecho literario se concebía de un modo estático y permanente. Siguiendo a Andrés Amorós, primero se hizo una distinción entre la poesía, la didáctica y la oratoria. La primera servía para crear belleza, la segunda tenía como finalidad enseñar y la última buscaba convencer. Cada una, además, podía subdividirse en clases. Así, dentro de la poesía teníamos la épica −que podía ser heroica, caballeresca, religiosa, filosófica o alegórica−, la lírica −con subgéneros como el himno, la oda, la canción, la elegía, el soneto, el madrigal o la anacreóntica− y la dramática −entre las que estaban la tragedia, la comedia y el drama, a su vez subdividido en monólogo, loa, entremés, auto sacramental, sainete, ópera y zarzuela (1980: 175). Pero para empezar por el principio, habría que referirse a La República de Platón, que es donde se inicia este largo debate en torno a la concepción del género y especialmente a su clasificación en diferentes tipos. Platón se centró únicamente en los géneros mayores –tragedia, poema lírico y epopeya–, que distinguía de acuerdo a su forma de exposición (1996: 116 –394b-c-). Pero, como se ha sugerido previamente, su obra se hizo célebre no por su división genérica sino por haber expulsado a los poetas de su República ideal, a quienes consideraba vulgares inventores. A Platón, ya lo sabemos, le siguió Aristóteles, quien ya en el primer capítulo de su Poética parte de la mímesis para dividir la poesía según la forma en que se aplica esta imitación de la realidad, en epopeya, poema trágico, comedia y poesía ditirámbica, estableciendo una distinción clara entre dos géneros literarios: el modo narrativo y el dramático (1986: 1107-1109). Se acepta así la conocida división tripartita de los géneros:

1) lírico, 2) épico 3) y dramático

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E-excellence - www.liceus.com Estos, a su vez, poseían sus respectivos subgéneros clasificados en distintos niveles, que permitían que, por ejemplo, la tragedia o la epopeya fueran superiores a la farsa o la comedia. Todos ellos estaban sujetos a temas propios y a reglas fijas e inmutables que el escritor debía seguir, como ocurría con la de las tres unidades del teatro. Según Amorós, esto explica que la tragedia se centrara en cuestiones que afectaban a la clase alta y que incluyera a personajes que representaban a “superhombres”, reyes o nobles, mientras que la comedia trataba lo que atañía a la clase media, y la farsa a la clase baja. De este modo, las leyes del decoro establecían que los estilos se dividiesen en altos, medios o bajos (1980: 178). Pero como esta clasificación que arrancaba de características comunes resultaba prescriptiva y reguladora, más tarde llegaron otros críticos que, partiendo del filósofo griego, han ido contribuyendo a la formación de la tradición de los géneros literarios a lo largo de la historia, según iban triunfando formas más novedosas que se iban acomodando a diferentes gustos literarios.

3. La construcción de los géneros literarios: perspectiva histórica

A lo largo de los siglos, los críticos y teóricos han ido (des)construyendo los géneros literarios, primero de forma normativa y luego descriptiva, pero flexibilizando cada vez más categorías antes estancas. Así, la tradición clásica consideraba los géneros como formas permanentes e invariables sujetas a aspectos definitorios y delimitadores. Desde entonces, la historia ha ido alternando épocas en las que se respetaba la clasificación en boga y periodos en los que triunfaba una mayor libertad creadora, que traía consigo nuevos cauces de innovación y experimentación genérica. En realidad, se podría decir que la primera reacción contra la base normativa de los géneros, o más bien contra la jerarquización literaria y, por ende, social, vino así con el Romanticismo, que impuso la necesidad de la libertad creadora, a partir de la cual se podían hacer combinaciones entre distintos géneros, tipos y estilos. El positivismo, junto a las teorías evolucionistas de Charles Darwin, propició también la adopción de una nueva concepción de los géneros, basada en conceptos como los de evolución, adaptación o transformación según los requerimientos de las nuevas realidades. Así, fue Ferdinand Brunetière, miembro de la Academia francesa y editor de la Révue des deux mondes, quien, en L’Évolution des genres dans l’histoire de la littérature française (1890), consideró que los géneros literarios estaban regidos por los mismos principios que otros organismos vivos o especies biológicas, que nacen, crecen, envejecen y se transforman o mueren. Según las leyes de la selección natural, los géneros más “fuertes” serán los que sobrevivan, mientras que los más “débiles” se extinguirán. La aplicación de las teorías evolucionistas de Darwin al estudio de la

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E-excellence - www.liceus.com literatura también se puso de manifiesto en el estudio de Brunetière L’Évolution de la poésie lyrique, donde señalaba que los géneros literarios evolucionan como las especies animales, y que sus elementos desintegrados entran a formar parte de un género nuevo (1973: 157). Sin entrar a debatir cuestiones sobre si se puede comparar la literatura con las ciencias naturales, puesto que las normas que rigen ambas disciplinas son distintas, debe reconocerse que la relación que se estableció influyó positivamente en la literatura comparada, al concebirse ésta de una forma más universal, abierta y plural. La teoría del género literario ha ido evolucionando a través de su historia porque cada época se hace partícipe de un sistema, de un conjunto de peculiaridades contextuales que marcan diferentes formas de escritura. Es un sistema que puede seguir al anterior u oponerse a él, y que sólo se comprende en cuanto a sus interrelaciones presentes y a su vinculación con la evolución de formas anteriores. De todos los géneros literarios, la novela parece ser el menos antiguo, aunque es el más desarrollado en cuanto a complejidad y pluralidad de formas. Guillén lo resume del siguiente modo:

Escindida, estrellada, desde finales del siglo XVIII, la literatura se reparte, se dispersa, se disgrega y hasta cierto punto, a pesar de los pesares, se reconstituye; y con las generaciones, los sistemas, las teorías, las historias, las antologías, tiende una y otra vez a reordenarse. Pues –tela de Penélope– sin cesar se procura reunir lo que fue separado, lo que la lectura y el estudio restauran y reconstruyen. Vaivén primordial, este doble movimiento entre la descomposición y la recomposición, la incoherencia y la integridad. (1985: 35)

4. Conceptualización del género literario

Son muchas las aproximaciones que han intentado conceptualizar el fenómeno del género literario. Dentro de la crítica inglesa, el término “género” se ha utilizado a veces como sinónimo de tipo –kind, type, mode– o de forma. Roger Fowler, en su A Dictionary of Modern Critical Terms, señala que el hecho de que no haya un equivalente exacto explica algunas de las confusiones que giran alrededor del desarrollo de la teoría de los géneros (1973: 82). Para Aldridge, “genre means a kind or species”, señalando que el género se relaciona con una agrupación de obras de acuerdo a su estilo, forma, tipo y propósito (1969: 158). También Jack Myers y Michael Simms, en su Longman Dictionary and Handbook of Poetry, indican que el término “género” viene del francés, que hace referencia a “kind, type” y que originariamente representaba a cualquier tipo literario basado en un modelo abstracto ideal que describía a un grupo de obras con una

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E-excellence - www.liceus.com forma común, método de presentación, técnica, tema o tono (1985: 127). René Wellek y Austin Warren, en su Theory of Literature (1949), establecen su propia clasificación de los géneros, pero basándose no sólo en la forma externa sino también en la interna. Para ellos, hay una serie de estructuras específicas, aunque también diferentes actitudes, tonos y propósitos, que son los que conforman la historia de forma internacional (1985: 51). Sin embargo, más adelante, reconocen que la evolución del género presenta el mismo dilema que todas las historias, ya que para describir el género hay que acudir a la historia, aunque no se puede analizar la historia sin partir de algún esquema de selección (1985: 260). En general, a lo largo del siglo XX, y empezando con algunos formalistas rusos, ha habido un esfuerzo continuado por unir tipos literarios a estructuras lingüísticas. Una de las contribuciones modernas más originales y significativas a la teoría del género ha sido la de Northrop Frye, en su Anatomy of Criticism, que presenta una tipología de mito y arquetipo, y asocia cada género con una estación. Frye parte de la base de que la teoría de los géneros se quedó estancada con Aristóteles y señala que el rechazo de muchos estudiosos hacia cualquier forma de esquematización en poética es el resultado de no saber distinguir la actividad crítica como conocimiento, de la gran experiencia de la literatura en la que cada acto es único y donde no caben clasificaciones (1957: 13 y 29). Desde otra perspectiva, Todorov ha defendido la legitimidad del estudio de los géneros pues afirma que, como éstos se originan en otros géneros por transformación, inversión o combinación, no se puede concebir la literatura sin ellos. Al tratarse de un sistema en continuo cambio, la cuestión de los orígenes no se puede disociar históricamente del campo de los géneros mismos. Todorov define el género como una clase de texto que se ha percibido como tal en el curso de la historia. Es decir, es la recurrencia

de

determinados

patrones

discursivos

que

posteriormente

se

institucionalizan, lo que hace que se perciban y produzcan los textos en relación a la norma que se ha constituido por esta codificación. Un género no es más que esta codificación de propiedades discursivas. Para él, los géneros son unidades que se pueden describir desde dos puntos de vista diferentes: la observación empírica y el análisis abstracto:

In a society, the recurrence of certain discursive properties is institutionalized, and individual texts are produced and perceived in relation to the norm constituted by this codification. A genre, literary or otherwise, is nothing but this codification of discursive properties. (1976-77: 162)

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E-excellence - www.liceus.com [En una sociedad, la recurrencia de ciertas propiedades discursivas se institucionaliza y los textos individuales se producen y perciben en relación con la norma constituida por esa codificación. Un género, literario o de otro tipo, no es más que esta codificación de propiedades discursivas.] (La traducción es mía)

Al existir los géneros como una institución, éstos funcionan a modo de horizontes de expectativas en los lectores y como modelos de escritura para los autores. Por una parte, éstos escriben dentro de la función del sistema genérico existente –que no quiere decir necesariamente de acuerdo con él. Por otra parte, los lectores leen dentro de la función del sistema genérico con el que están familiarizados a través de la crítica, la educación, el sistema de distribución de los libros o simplemente por conocimiento general, sin que sea necesario que sean conscientes de este sistema. Los géneros se comunican con la sociedad donde se desarrollan a través de la institucionalización. De hecho, como cualquier otra institución, revelan los trazos constitutivos de la sociedad a la que pertenecen, porque ésta elige y codifica los actos de habla que van más en consonancia con su ideología. De aquí se explica por qué hay unos géneros que triunfan más en una sociedad que en otra. Todorov llega incluso a afirmar que, como el género es el punto de intersección de la poética general y la historia literaria, es un objeto privilegiado, suficiente para convertirse en tema principal de los estudios literarios. Asimismo, añade, las propiedades discursivas del texto surgen no sólo del aspecto semántico del texto, del sintáctico en sus relaciones entre sí o del verbal, en cuanto a la materialidad de los signos, sino también del pragmático, porque la diferencia entre un género y otro se puede situar en cualquiera de estos niveles del discurso (1976-77: 162-64). Por otra parte, se puede considerar la orientación dialógica de Mikhail Bakhtin, para quien los principios que rigen la novela la distancian de los demás géneros −la épica, la lírica y la tragedia−, en que en ésta hay un sistema de lenguajes o voces en continuo diálogo que no sólo representa sino que se convierte en objeto de representación:

All the direct means of representation and expression used by these genres, and the genres themselves, when they enter a novel, become in it an object of representation. In the conditions of the novel, every direct word –epic, lyric, strictly dramatic– is made more or less into an object, itself becomes an image that is limited and –very frequently, because of its limitations– ridiculous. (1980: 219)

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[Todos los medios directos de expresión y representación empleados en estos géneros, y los géneros mismos, cuando entran en una novela, se convierten en objeto de representación. Según las condiciones de la novela, cada palabra directa –épica, lírica, drama– se convierte más o menos en un objeto, se vuelve una imagen que es limitada y –con frecuencia, por sus limitaciones– ridícula.] (La traducción es mía)

También Bakhtin alude al hecho de que las imágenes del lenguaje no se pueden separar de las imágenes de las ideologías que lo representan porque una novela no puede definirse a partir de un único lenguaje o estilo, ni por lo tanto se puede incluir dentro de un único sistema. La novela como género reproduce diferentes formas lingüísticas y estilísticas que remiten a los diversos sistemas que la componen, y que se interrelacionan y definen mutuamente. Pero aunque en la novela no hay un único lenguaje o estilo, sí hay un centro lingüístico verbal y/o ideológico. No se puede buscar al autor en un plano del lenguaje sino en el centro organizativo, en la intersección de los diversos planos. Y estos planos diferentes están separados del centro autorial en diferentes grados (1980: 218-19). Claudio Guillén ha explicado que esta concepción del género de los formalistas rusos es la que más ha influido en la crítica, al interpretar que cada época va agotando modelos anteriores, mientras que van surgiendo géneros que antes eran secundarios o periféricos, aunque también admite que esta teoría no explica todo el conjunto de la literatura occidental (1985: 142). El género literario, de naturaleza proteica y flexible en su continua transformación, ha ido generando diferentes modos de escritura e identidad, por lo que no resulta exagerado afirmar que los géneros sí tienen la capacidad de ir muriendo a la vez que van naciendo otras formas, que no son más que transformaciones nuevas de las mismas bases que las produjeron. En esta línea, Alastair Fowler, en “The Life and Death of Literary Forms”, considera que los géneros evolucionan pasando por al menos tres fases principales, que son orgánicas e invariables en secuencia, aunque no siempre se pueden distinguir fácilmente. En la primera fase se unen una serie de elementos hasta que surge un tipo con forma regular. Cuando hay regularización, los lectores pueden responder haciéndose sensibles al género. En la segunda fase aparece también una segunda versión del desarrollo del género, una forma que el autor basa conscientemente en la primera versión, variando sus temas y motivos, adaptándose a propósitos diferentes, pero manteniendo las características principales de su estructura formal. La tercera fase de desarrollo se puede apreciar en muchos géneros cuando, por ejemplo, un autor utiliza una forma secundaria de un modo radicalmente nuevo (1973: 213).

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E-excellence - www.liceus.com A pesar de que, como se ha venido diciendo, los géneros se van construyendo a través de la historia y de que una de las tendencias actuales es precisamente la de revisar y reescribir patrones aceptados tradicionalmente, expongo de forma breve una clasificación tradicional de los mismos aunque incidiendo de nuevo en la flexibilidad de su aplicación, pues a veces resulta difícil distinguir entre subgéneros, subtipos y subclases. En cualquier caso, partiendo de la división tripartita que ya expusiera Aristóteles –épica, lírica y dramática–, se podría hablar de género narrativo, poético y dramático. Estos tres géneros “mayores” pueden incluir a su vez diferentes subgéneros como, por ejemplo, los que incluyo a continuación:

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Género narrativo, dentro del que se puede incluir la novela, el relato o la “novella”, aunque también incluye otros subgéneros que han pervivido en épocas anteriores de forma más plena como la epopeya, el cantar de gesta, la leyenda, el romance, el mito, la fábula o la parábola, entre otros.

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Género lírico o poético, en el que incluiríamos la poesía propiamente dicha, la oda, la elegía, el himno o el epigrama, así como otras versiones más populares como la copla, la cancioncilla, o el madrigal.

-

Género dramático, que incluye la tragedia, la comedia, la farsa, el sainete o los mismos entremeses.

En definitiva, como Miguel A. Garrido Gallardo ha explicado, dentro de la teoría de la literatura, el papel de los géneros literarios resulta fundamental, pues es el referente tanto de los escritores como de los lectores y de la sociedad en general. Esto es así porque

el género se nos presenta como un horizonte de expectativas para el autor, que siempre escribe en los moldes de esta institución literaria aunque sea para negarla; es una marca para el lector que obtiene así una idea previa de lo que va a encontrar cuando abre lo que se llama una novela o un poema; y es una señal para la sociedad que caracteriza como literario un texto que tal vez podría ser circulado sin prestar atención a su condición de artístico (1992: 20)

5. Género literario y literatura comparada

La teoría de los géneros es una de las más relevantes dentro del ámbito de la literatura comparada, ya que en la ficción contemporánea los géneros literarios se

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E-excellence - www.liceus.com caracterizan por su carácter trasgresor y subversivo, tanto en su temática como en lo que concierne a la forma. Este factor ha hecho que, para muchos críticos, la novela haya perdido la identidad por la que se la ha reconocido tradicionalmente. Es decir, muchas novelas postmodernas, por ejemplo, podrían verse fácilmente como ejemplos de “antinovelas” en el sentido de reacción contra el discurso lineal anterior e inclusión de todo tipo de recursos metafictivos, interertextuales, autoparódicos o autorreflexivos. Desde esta perspectiva, se podría decir que hoy en día el concepto de género es más un método arbitrario de etiquetar una obra, que un recurso funcional universalmente válido para reconocer una estética. La literatura, como discurso de la pluralidad, requiere una labor de clasificación constante, de modo que se pueda lograr su mejor comprensión. No sólo los géneros han estado sujetos históricamente a un cambio continuo, sino que en la época actual se llega incluso a cuestionar la validez de este mismo término por la falta de una base definitoria común. Pero no hay que olvidar que cuando se habla de un determinado género se está aludiendo a una clasificación relativa y convencional, que cumple un mero propósito tipológico para el que se han tenido que considerar cuestiones de método, técnica, temática, tono o estilo. Al tratarse de una ordenación funcional y temporal, cuyo objetivo es poder incluir una solución estética determinada dentro de un orden, es susceptible de ser modificada. Además, cada obra, movimiento o producción artística forma parte de un sistema que permite interrelacionar toda esta concatenación de elementos que constituye la historia literaria. En este sentido, la historia literaria se construye a partir de la comunicación dialéctica de formas. Si cada obra es producto de la lectura de otras y se comprende en su propio contexto, también hay que tener en cuenta su autonomía, en el sentido de que es un todo que se explica a sí mismo. De esta manera, la obra literaria se manifiesta en un cruce entre su entidad autónoma y su significado relativo a otras que la anteceden. Dentro de cada literatura nacional, los estudios de géneros suelen ser descriptivos y analíticos mientras que, dentro del marco comparativo, estos se contrastan con literaturas diferentes arrojando algo de luz sobre el modo en que se configuran las relaciones literarias a partir de la conjunción de coordenadas espacio-temporales. De hecho, como señala Siegbert S. Prawer, los estudios de género ofrecen un marco de actuación importante para el comparatista, puesto que combinan la historia de la literatura con la teoría literaria dentro de un contexto internacional. Generalmente estos estudios van en dos direcciones:

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hacia la abstracción, es decir, ver qué une a obras diferentes en un tipo único, como ocurriría por ejemplo en la tragedia o la sátira;

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o hacia la diferenciación, que puede adoptar muchas formas, por ejemplo, estudiar la historia de la tragedia en dos países diferentes del mismo periodo para ver cómo cambia la noción de tragedia o examinar diferentes conceptos de la “novella” según la usaban diferentes escritores como Boccaccio o Cervantes (1973: 114-15).

Asimismo, añade que el estudio de géneros debe ser histórico, analizando la evolución y sus modificaciones en un contexto internacional o interlingüístico porque cada obra nueva enriquece la tradición y la cambia. Finalmente, debe ser teórico, al tratar de definir las características formales que permiten que una obra pueda pertenecer a un determinado género (1973: 114 y 118). También Aldridge añade que cada género se puede y debe comparar con un arte distinto como la pintura, la escultura o la misma ópera, porque así el conocimiento será más amplio y cada género aparecerá con su propia unidad artística y de carácter (1969: 159). En este marco se podrían estudiar, por ejemplo, los géneros que tradicionalmente se han venido marginando por considerarse dentro de una concepción literaria tradicional como “poco serios” y el fenómeno que ha facilitado su inclusión dentro de la corriente literaria en vigor. Esto no sólo se puede aplicar a los géneros populares tradicionales, sino a perspectivas marginales o a la relación que las artes visuales y otros medios de comunicación mantienen con la literatura facilitando la propagación de una entidad cultural. En definitiva, la historia de la literatura y de sus géneros, como manifestación de un diálogo inter e intracultural, se puede concebir así, de forma más rica, desde un presupuesto comparativo que localice el hecho literario en un tiempo y un espacio, y que explique además el proceso de comunicación que se establece desde la convergencia y la divergencia, desde la unidad y la diversidad. Y para acabar, citaré a Garrido Gallardo cuando expone que

el género, al situarse en una zona intermedia entre la obra individual y la literatura toda como institución, nos permite indagar las relaciones entre estructura y temática, forma (del contenido y de la expresión) e historia. ¿Cuáles son las realidades sociales que en un momento dado invitan a unas formas y prohíben otras? ¿Cuáles son los temas que pueden ser tratados en una determinada estructura o cuáles aquellos que, de hecho, no se han intentado nunca o sus intentos han resultado fallidos? [...] Parece que no debe caber duda acerca de que el estudio de los géneros literarios es una encrucijada privilegiada para otear los principales

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E-excellence - www.liceus.com problemas de la teoría de la literatura atendiendo a la vez a la creación individual, al componente lingüístico y al factor social (1992: 25-26)

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