“Estratificación social y desigualdad durante diferentes procesos económicos: 1980 – 2010”.

July 15, 2017 | Autor: Daniel Nieto | Categoría: Estudios Sociales, Condiciones materiales de vida, Desigualdad Y Estratificación Social
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Descripción

X Jornadas de Sociología Mesa 43: La desigualdad social desde la perspectiva de la movilidad socio laboral y de la heterogeneidad estructural en las primeras décadas del siglo XXI Eje 1: Análisis de la estructura social y el mercado de trabajo en el período 1976-2012. Cambios, continuidades y especificidades de la década. Título de la ponencia: Estratificación social de hogares en Argentina, 1980-2011 Autores: Daniel Nieto Michel, Emanuel Agú, Santiago Boffi, Camila Chicón Resumen En esta ponencia proponemos evaluar los cambios de la estructura social argentina tomando como unidad de análisis los hogares, agrupados en tres estratos según nivel de ingresos respecto de la mediana. Hacia adentro de los estratos, identificamos como hogares vulnerables a aquellos cuyas fuentes de ingreso principal provienen del sector no asalariado. Tomamos como fuente los microdatos de la EPH en un período de análisis que ocupa entre 1980 y 2011 para el aglomerado Ciudad Autónoma y Gran Buenos Aires. La definición de los estratos sociales en relación a las varianzas de las medianas del ingreso en distintos momentos del tiempo es una medida relativa que tiene consistencia técnica para resolver el problema de las definiciones absolutas, directas o indirectas, que no proveen de las diferencias relativas entre los ingresos de las unidades de estudio y de la estratificación por deciles que no muestra los cambios relativos de la cantidad de hogares que compone cada estrato. Aplicamos cortes cronológicos para concluir acerca del efecto del régimen económico. Esta aproximación metodológica ayuda a comprender los motivos por los cuales en los últimos treinta años se expandieron las proporciones de los estratos de ingresos altos y bajos a expensas de los estratos medios, y en consecuencia, resultó incrementada la incidencia de la vulnerabilidad social en los hogares del estrato de ingresos más bajo.

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Introducción En el presente trabajo se propone evaluar el impacto de los procesos económicos ocurridos sobre la estructura social argentina en las últimas tres décadas. Por procesos económicos se comprenden las transformaciones en la estructura productiva, en las formas de organización del trabajo y en la distribución primaria del ingreso. Estas dimensiones del análisis social se corresponden con variables del entorno económico de una sociedad y son las que definen en gran medida los niveles de bienestar de los hogares, sus oportunidades de promoción y progreso social y el grado de seguridad (o vulnerabilidad) económica. Estas variables, sin ser los únicas, son relevantes para entender la cómo se organiza y cómo se modifica la estructura social de un país. El trabajo recorre los principales hechos económicos organizados desde una perspectiva cronológica-interpretativa. Los años 80s se caracterizan como “la década perdida” en términos de crecimiento económico, etapa en la cual se manifiesta la prolongada crisis del modelo de industrialización de importaciones. Los años 90s son representativos de procesos de modernización económica en el contexto de ajuste estructural del aparato productivo. La etapa actual se propone resolver los problemas económicos y sociales derivados del ciclo anterior pretendiendo re-industrializar el sistema productivo y mejorar significativamente la distribución del ingreso. Nuestro trabajo se organiza en cuatro secciones. En la primera sección del trabajo se reseñan los hechos estilizados que caracterizan estas etapas. En la segunda sección se presenta un modelo de estratificación social en dos dimensiones: ingresos y afiliación al sistema de protección socio-laboral. La estrategia de identificación de nuestro problema de investigación reúne las explicaciones que formulan una relación entre los cambios en la estructura social y la evolución del sistema de protecciones sociales que reporta el empleo asalariado. La tercera sección presenta los resultados de las observaciones empíricas sobre los cambios en la estratificación social, interpretadas en relación a los procesos económicos descriptos en la sección previa. También se analiza la relación que guardan ciertas características de los hogares y sus miembros con la posición que estos ocupan en la estructura social. Finalmente, se plantean las conclusiones y nuevos interrogantes para alimentar futuras investigaciones. 1. Hechos estilizados que caracterizan la estructura social argentina de las últimas tres décadas Durante estas últimas tres décadas, los estudios sobre la estructura social argentina trataron fundamentalmente cuestiones tales como la “exclusión social” o “vulnerabilidad económica” (Minujin Z and Lopez 1993, Beccaria and López 1996, Minujin Z 1998, Monza 1999) y con una atención menos vigorosa revisaron los mecanismos de funcionamiento por clases sociales. Más recientemente, la atención se orientó hacia el estudio de las clases sociales, en particular sobre la “clase media” (Easterly 2001, Castellani and Parent 2011). En este sentido, puede decirse plantearse que el estudio de la cuestión social ha recuperado el optimismo perdido en los años noventa. Este optimismo es regionalmente compartido: estudios recientes demuestran el ensanchamiento de los sectores medios latinoamericanos y una mejora persistente en las condiciones de vida (Kharas 2010, Ravallion 2010). Un fenómeno similar se observó en los países asiáticos desde los años ochenta en adelante.

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Si bien el caso argentino presenta algunas similitudes con los procesos de otros países latinoamericanos, una evaluación de más largo plazo expone dos elementos singulares que distinguen el caso argentino. En primer lugar, durante gran parte del siglo pasado la dinámica social había estructurado una amplia clase media, resultado de un proceso de movilidad social ascendente impulsado por el funcionamiento del mercado de trabajo y del sistema educativo (Groisman 2013). Esta dinámica permitió que la sociedad argentina tuviera reducidos niveles de inequidad en el escenario latinoamericano y altos niveles de integración social. En segundo lugar, este “pasado social” sigue siendo el referente desde el cual se evalúa el lugar que ocupan en la sociedad los sectores populares. Por lo tanto, una evaluación del caso argentino con ejercicios comparativos debe ser cauta y precisa con respecto a los períodos de tiempo de referencia, si se persigue la comprensión de los procesos de integración/exclusión o de movilidad social. Desde la perspectiva histórica, a mediados de los años setentas se inició un largo ciclo de declinación en los niveles de vida de los sectores populares, que tuvo su punto culmine con la crisis económica de fines de 2001(Beccaria, Groisman et al. 2008). Durante estas tres décadas y media, la desigualdad en la distribución del ingreso incrementó de modo constante y se expandió la pobreza por ingresos en sectores urbanos tradicionalmente considerados como no pobres. El deterioro persistente en las condiciones de vida de los sectores populares fue la consecuencia de las sucesivas crisis económicas y de las transformaciones profundas en la estructura productiva, que a su vez, alteraron el funcionamiento del mercado de trabajo y las oportunidades laborales de amplios sectores de población activa. Los mecanismos de integración social partían desde el mercado de trabajo hacia el sistema de protección social, compuesto de seguros sociales y de beneficios legales al trabajador que trasladaban garantías y seguridades económicas a las familias trabajadoras. Por lo tanto, la crisis del mundo del trabajo fue la crisis de un “modelo de bienestar” centrado en la relaciones laborales formales. Este escenario fue abordado desde la perspectiva de la crisis de la “sociedad salarial”, es decir, la pérdida de centralidad del trabajo asalariado de tiempo completo en un contexto de cada vez más heterogéneo de las trayectorias ocupacionales (Castel 1995, Feldman and Murmis 1996). En sentido complementario, se estudiaron los efectos de los cambios en el mercado de trabajo sobre la distribución del ingreso, constatando niveles crecientes de desigualdad (Beccaria and Altimir 1999). Ambos enfoques señalaron los cambios profundos en la estructura social argentina, caracterizados por la reducción relativa de la clase media y por la creciente desprotección social de los sectores asalariados. Desde entonces, se produjo un cambio significativo en el comportamiento de la economía y del mercado de trabajo que se prolonga hasta la actualidad. El crecimiento sostenido del PBI, del empleo y de los salarios reales se correspondió con un retroceso importante en los niveles de pobreza y de desigualdad, con registros similares a los observados a comienzos de la década del noventa. Este trabajo se propone documentar y discutir la evolución de la estructura social durante 1980-2011, con un doble propósito. Primero, se intenta determinar en qué medida el cambio de tendencia en el funcionamiento del mercado de trabajo y en la distribución del ingreso en la primera década del siglo XXI está reconfigurado la estructura social, incrementando el peso relativo de la clase media y reduciendo los niveles de

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vulnerabilidad de los sectores populares. Segundo, en función de los resultados obtenidos en el punto anterior, se plantean algunos temas de interés para la política social. 2. Metodología El estudio de la estructura social argentina ha sido abordado desde dos perspectivas teóricas complementarias. Por un lado, la sociología del trabajo vincula la posición de los individuos en el mercado de trabajo con las redes de socialización que determinan la posición de los individuos en la sociedad. Estos trabajos tienden a clasificar a la población activa sobre la base de la condición ocupacional y las características del puesto de trabajo. La teoría sociológica, en sus corrientes marxistas o weberianas, procedió ordenando la estructura social sobre la base de la organización del mundo del trabajo (Goldhorpe and Mc Knight 2006). Aquí son inmediatamente reconocidos en Argentina los trabajos pioneros de (Germani 1963) en los años sesenta, los análisis históricos sobre la estructura socio-ocupacional de (Villarreal 1978, Torrado 1994 y 1998). En los años noventa, los estudios de Robert Castel (1995) y Pierre Rosanvallon (Rosanvallon 1995) sobre la crisis de la “sociedad salarial” inspiraron la producción local de investigaciones sobre el debilitamiento de los mecanismos de integración social basados en el mundo laboral y la ampliación de las “zonas” de vulnerabilidad económica en la estructura social. En esta línea, la figura del empleo asalariado regulado y protegido por la legislación laboral constituye la célula básica del ordenamiento social. Las situaciones de precariedad laboral que derivan en trayectorias laborales inestables de grupos significativos de la población ponen de manifiesto la fragilidad social de las sociedades modernas. Por otro lado, la teoría económica considera a los ingresos monetarios como la variable principal para construir sistemas de estratificación por clases sociales. Estos análisis utilizan usualmente estadísticos como el coeficiente de Gini, indicadores de “brecha de ingresos” para comparar el peso relativo en la participación del ingreso de los extremos de la escala distributiva y la mediana del ingreso para delimitar grupos de sociales por intervalos de ingresos fijos. En particular, los estudios basados en la mediana permiten estudiar las variaciones relativas en el tamaño de las clases sociales en el tiempo, algo que el enfoque tradicional basado en deciles o quintiles de ingreso no permite (Levy 1988, Solimano 2009). Tanto el enfoque sociológico como el económico se complementan bien porque que los resultados distributivos tienen una relación estrecha con las características de la estructura de ocupaciones de la sociedad. Habitualmente los modelos de estratificación social son apreciados por su capacidad explicativa sobre la dispersión de la distribución del ingreso. En este trabajo se presenta un modelo de estratificación social que combina el criterio económico de las clases sociales con el criterio sociológico sobre la inserción ocupacional de los individuos. En la siguiente sección se discuten los detalles metodológicos de los indicadores utilizados, la fuente de información considerada y la justificación de los años seleccionados para realizar el análisis. Fuente de datos y periodización La fuente de información proviene de la Encuentra Permanente de Hogares (EPH) que desde 1974 elabora el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). El operativo de relevamiento comenzó sobre el Área Metropolitana del Gran Buenos Aires (AMBA) y fue ampliado paulatinamente al resto de los principales aglomeraos urbanos del país.

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Actualmente la EPH es representativa del 70% de la población urbana. Entre 1974 y 2003 la EPH se conformaba por relevamientos puntuales en mayo y octubre de cada año. A partir de 2003, el trabajo de campo fue reformulado en un relevamiento continuo que produce estimaciones trimestrales para algunas variables y semestrales para otras. Estos cambios en el diseño de la encuesta permiten que los datos sean comparables para cumplir con los objetivos aquí propuestos de informar sobre la distribución del ingreso según deciles de ingreso per cápita familiar para el área metropolitana del Gran Buenos Aires (AMBA). Se seleccionaron para el estudio años con registros positivos en la tasa de variación interanual del PBI y de estabilidad macroeconómica para referir a buenos momentos económicos de cada una de las etapas bajo observación. El cuadro 1 presenta información sobre el ciclo económico: nivel del PBI con base 1974 y sus variaciones anuales, la tasa de variación anual del índice de precios al consumidor 1 y como información sobre el sector industrial se presenta la evolución del Valor Agregado Bruto Industrial con base 1993 y como porcentaje del valor agregado bruto total de la economía. Se puede observar que los años seleccionados reflejan bien la situación de “estanflación” de la economía argentina durante los años ochenta y los dos ciclos de expansión económica: el período 1991–1998 de la convertibilidad y el ciclo de crecimiento de esta última década. Esta periodización tiene por objeto poner en perspectiva histórica la magnitud de los cambios en la estructura social acontecidos en esta última etapa, al compararlos con los buenos años de “la década perdida” y con el período de crecimiento económico de la etapa “neoliberal”. Cuadro 1. Argentina: Indicadores Económicos 1980

1986

1991

1998

2003

2008

2010

2011

PBI per cápita, 1974 = 100

101

88

86

112

94

133

141

150

Tasa anual de variación del PIB

1,5

5,7

10,6

3,9

8,8

6,8

9,2

8,5

% Industria / VAB

21,7

20,1

18,3

18,8

17,5

17,6

17,5

17,9

VAB Industrial, 1993 = 100

101

94

88

115

97

143

157

174

Tasa anual de inflación

101

90

172

1

13

16

18

20

Fuente: elaboración propia sobre datos de la EPH

En general se espera que los buenos momentos económicos coincidan con procesos de integración social y que los problemas sociales se profundicen con las crisis económicas. Resulta menos obvio explicar procesos de desarticulación de lo social en contextos de expansión económica, como tampoco es evidente que la dinámica de la recuperación económica actual configure una nueva articulación estable de protecciones. Seleccionando un periodo de tiempo largo e identificando la estructura social en años no afectados por dinámicas de crisis, colabora en la tarea de evaluación de los cambios estructurales en la estratificación social. Con la información provista por la EPH para el AMBA, se construyen dos indicadores de clase social: 1

A partir del año 2006 se utiliza un IPC basado en las estadísticas provinciales.

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(1) El ingreso per cápita familiar ajustado por adulto equivalente. En relación a la distribución en intervalos fijos, se toman los deciles 1-2 como clase baja, 3-8 como clase media y 9-10 como clase alta. Con respecto a una distribución relativa, se estipula que la clase media ocupa el intervalo entre 0,50 y 1,5 veces de la mediana del ingreso. Por debajo de 0,5 y por encima de 1,5 quedan comprendidas las clases bajas y altas, respectivamente. (2) Se considera que todos los miembros de un hogar se encuentran cubiertos por las prestaciones del sistema de seguridad social si el jefe del hogar y/o su cónyuge es: (a) empleado asalariado registrado; (b) inactivo clasificado como pensionado; (c) desocupado que percibe la prestación por desempleo,. Ambos criterios se pueden combinar para estudiar la relación entre clase social y vulnerabilidad económica desde la perspectiva de la seguridad social. Para completar una caracterización de la estructura social en el mismo sentido, se puede combinar la estratificación por ingresos según la mediana con tasas de pobreza absoluta por ingresos como las que estima el INDEC para completar. Es importante notar que la relación entre clase social y protecciones sociales debería ser más estrecha en las clases bajas compuestas por trabajadores asalariados que en las altas, porque la clase alta está integrada por patrones, profesionales liberales y trabajadores por cuenta propia de ingresos altos, quienes por definición no pertenecen al régimen típico de la seguridad social. Nuestro método de análisis incorpora de los cambios en la distribución del ingreso a través de las variaciones del coeficiente de Gini respecto de 1980 explicadas en combinación con un estudio de para identificar en dónde ocurrieron los cambios. Este es un método "distribución relativa" definido como el ratio entre la cantidad de hogares de un año de interés que se ubican en cada decil de la distribución del ingreso definida para un año de referencia (Handcock y Morris, 1999). Por ejemplo, tomemos como año de referencia 1980 y como año de interés 2011. En primer lugar, distribuimos a los hogares de 1980 en deciles del ingreso familiar per cápita. Luego deflactamos los ingresos de 2011 por la relación entre la mediana de 1980 y la mediana del 2011. Por último, distribuimos la cantidad de hogares de 2011 según los límites de los deciles de 1980. Si no hay cambios en la distribución relativa, los hogares de 2011 se distribuyen de a diez por ciento en cada decil expresado en valores de 1980. Por lo tanto, la razón entre las cantidad de hogares en cada decil en cada uno de los años es igual a uno. Un posible patrón de cambio de la distribución del ingreso es la polarización. El índice de polarización relativa hacia la mediana (MRP) varía entre -1 y 1 y toma el valor de 0 cuando no cambió la distribución del ingreso de los hogares en relación al año de referencia. Valores positivos del índice indican crecimiento en las colas de la distribución (mayor polarización) y valores negativos significan convergencia hacia el centro de la distribución (menor polarización). Aquí presentamos además una descomposición del índice MRP para estudiar la contribución al cambio en la distribución proporcionado por los segmentos por debajo (LRP) y encima de la mediana (URP).

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3. La distribución del Ingreso en estructura social y la vulnerabilidad económica La polarización del ingreso y la desigualdad social En el cuadro 2 se observa que durante las últimas tres décadas, punta a punta, la mediana del ingreso per cápita familiar (IPCF) disminuyó aproximadamente en un 16%, mientras que la distribución empeoró en 0.08 puntos del coeficiente de GINI y se incrementó 7,5 veces la brecha entre las colas. Sin embargo, encontramos que la erosión del poder adquisitivo y el cambio de la distribución ocurrieron a diferentes velocidades. El cuadro también muestra que actualmente los indicadores representan una recuperación respecto del período más agudo de desequilibrios socioeconómicos que se experimentó entre 1991 y 2003. En general podemos concluir que no existe una relación proporcional entre la mejora del nivel adquisitivo y una reducción de la desigualdad. Cuadro 2. Indicadores distributivos del IPCF en el AMBA 1980

1986

1991

1998

2003

2008

2010

2011

Mediana en pesos de 2010, 1980 = 100 Brecha e/medianas D1 y D10

100 10,8

88 11,6

62 14,0

69 23,4

49 35,0

73 16,8

79 17,5

84 17,5

Gini Índice de polarización, base 1980 MRP desde el medio hacia las colas LRP hacia la cola inferior URP hacia la cola superior

0,39

0,42

0,46

0,51

0,55

0,44

0,43

0,44

0.026 0.032 0.020

0.053 -0.002 0.108

0.171 0.181 0.161

0.541 0.674 0.408

0.123 0.137 0.108

0.134 0.148 0.120

0.111 0.131 0.091

Fuente: elaboración propia sobre datos de la EPH

El aumento de la desigualdad fue acompañado por un proceso de polarización de los ingresos, con el tránsito de hogares de clase media hacia las colas de la distribución. Este proceso está caracterizado por dos momentos: primero, durante la década de los 80s, la proporción de hogares de clase alta aumenta más que la proporción de hogares de clase baja y en el gráfico 1 observamos para 1991 que el coeficiente de UPR es mayor a LRP. Luego, desde los 90s hasta la actualidad la polarización se profundizó por el incremento de los hogares de clase baja del 1er decil, mientras que se sostuvo la concentración de ingresos en el 10mo decil. En los períodos de mayor incremento de la desigualdad predominó el traslado de los hogares hacia el grupo de ingresos debajo de la mediana. En el gráfico 1 se nota que siempre el movimiento ocurre desde el centro hacia las colas porque el coeficiente de MRP es mayor a LRP y URP. Es decir, el proceso de transformación de la estructura social argentina muestra movilidad descendente de la clase media y acumulación de hogares de la clase baja en los estratos inferiores del ingreso y concentración de la clase alta del decil más rico.

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Gráfico 1. Variación del Gini y coeficientes de polarización respecto de 1980, AMBA

Fuente: elaboración propia sobre datos de la EPH-INDEC.

Los cambios en la estructura social En el cuadro 3 se expone la composición de la estructura social de acuerdo a los criterios explicados en la sección anterior. En primer lugar se muestran los cambios en la participación relativa en el ingreso total de los estratos de ingresos fijos según su ubicación en la distribución del ingreso. Los resultados son consistentes con los obtenidos en la sección anterior. Entre 1980 y 1998 se reduce la participación en el ingreso de la clase baja y la clase media y se incrementa sustantivamente la participación de la clase alta. En la etapa 2003-2011 se revierte parcialmente esta tendencia, con valores para el año 2011 similares a los de la segunda mitad de los años ochenta. Cuadro 3. Estructura Social en el AMBA 1980

1986

1991

1998

2003

2008

2010

2011

Participación en el ingreso según cuantil de ingreso de pertenencia Clase Alta Clase Media Clase Baja

45,6 47,2 7,0

48,1 46,2 5,6

52,9 42,2 4,8

54,0 42,2 3,6

54,4 42,8 2,9

50,3 45,2 4,5

48,8 46,4 4,7

50,6 44,9 4,5

29 49 22

28 51 21

28 51 21

Hogares comprendidos en intervalos de acuerdo a la mediana Clase Alta Clase Media Clase Baja

27 59 14

27 56 17

31 52 17

33 46 21

32 42 26

Participación en el Ingreso total según estrato de ingresos respecto de la mediana Clase Alta Clase Media Clase Baja

54,6 41,7 3,8

56,8 38,8 4,4

64,4 31,6 3,9

Fuente: elaboración propia sobre datos de la EPH

8

69,4 26,7 3,9

73 23 4

60,5 34,3 5,2

58,6 36,5 4,9

59,4 35,6 4,9

Es notable remarcar la magnitud de la caída del 50% en la participación relativa de la clase baja entre 1980 y 1998 como rasgo fuertemente regresivo del estancamiento económico de los años ochenta y del proceso de reformas estructurales que le sucedieron durante los años noventa. Si se considera el modelo de estratificación determinado en función de la mediana, se puede evaluar la evolución del tamaño de las clases sociales. En particular, se puede comprender mejor el fenómeno de la polarización social, y su contrario, la expansión de la clase media. Los datos parecen confirmar la hipótesis de la polarización social como característica de la dinámica social en los años noventa, porque entre 1980 y 2003 se observa el movimiento de hogares de clase media hacia las colas inferior y superior de la distribución del ingreso. El incremento de la clase alta en la participación del ingreso durante los años de la convertibilidad acentuó el fenómeno de polarización social. En la última década la clase media se expandió hasta recuperar el tamaño relativo que tenía en el comienzo de la década del noventa. También hay que señalar que toda la recuperación de la clase media se dio en la primera mitad de la década del 2000 a expensas tanto de la clase alta como de la clase baja, manteniéndose constante la estructura de clases en los últimos años. Durante el período completo de análisis, se observa que el principal cambio relativo es el achicamiento de la clase media y una expansión de la clase baja que para el año 2003 se había casi duplicado. En la primera mitad de la década pasada el tamaño de la clase baja disminuye su peso relativo al mismo nivel que tenía en el año 1998. La distribución del ingreso total entre las clases sociales definidas en función de la mediana aporta un elemento clave para analizar el grado de empobrecimiento de los sectores de clase baja: entre 1980 y 2003 su participación en el ingreso se mantiene constante en torno al 4% de ingreso total pero su tamaño relativo se duplicó. En efecto, la clase baja está integrada por un número relativo mayor y sus ingresos per cápita son menores. A partir de 2003 la clase baja recupera participación el ingreso hasta alcanzar un máximo en el año 2008. En la clase media ocurre un fenómeno de similar empobrecimiento ya que su tamaño relativo cae menos que su participación en el ingreso total. Entre el 1980 y 2003 se observa un proceso de concentración del ingreso en la clase alta que permite completar la caracterización de este periodo de polarización de la estructura social. Se observa que este proceso se revierte parcialmente entre 2003 y 2008, pero desde entonces no se observan cambios relevantes. Clases sociales y vulnerabilidad económica El estudio de la relación entre las clases sociales y la vulnerabilidad económica ha sido una preocupación permanente en las reflexiones sobre la sociedad. La cuestión de la vulnerabilidad económica en las sociedades capitalistas es la cuestión de la distribución desigual de las situaciones de riesgo de existencia social entre los grupos sociales. Los riesgos de existencia son definidos como la imposibilidad de acceder a los servicios y bienes necesarios para la vida en sociedad. La dependencia del mercado de trabajo para obtener ingresos ha sido la determinación crucial para entender el problema de la vulnerabilidad de masas trabajadoras en las sociedades capitalistas. El desarrollo del aparato de la seguridad social en las sociedades capitalistas tuvo como razón específica

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reducir la inseguridad económica de los trabajadores por medio de la implementación de un conjunto de dispositivos de protección social. En nuestro país el desarrollo de la seguridad social tiene origen en las primeras décadas del siglo XX, a partir de 1945 se completa el acceso de todas las categorías laborales a la seguridad social y desde entonces el sistema de protección social constituye un elemento estructural en el funcionamiento de la sociedad argentina. La racionalidad que estructuró el sistema se basa en el “principio contributivo”, que establece como mecanismo de financiación de los beneficios sociales un impuesto sobre la nómina salarial del trabajador pagado en parte por el empleador y en parte por el empleado. Tienen derecho a los beneficios del sistema los trabajadores que realizan el aporte. Por lo tanto, el sistema de seguridad social es básicamente un sistema que se limita a proteger a los trabajadores asalariados registrados en la seguridad social y sus núcleos familiares. Las prestaciones del sistema incluyen el beneficio previsional, prestación por desempleo, cobertura de riesgo laboral, un sueldo anual complementarios, vacaciones remuneradas, indemnización por despido, asignaciones monetarias por cargas de familia y todos los beneficios que estuvieran contemplados en la ley de contrato de trabajo, en las leyes específicas sobre la seguridad social o por el propio convenio colectivo de trabajo que regule la actividad del trabajador. En este sentido, la registración es el certificado de ciudadanía plena para el trabajador en relación de dependencia. En esta sección se explora el grado de cobertura del sistema de seguridad social según las clases sociales definidas previamente. Adicionalmente, se estiman las tasas de pobreza por ingresos que estima el INDEC para cada clase baja y la clase media, ya que como se observa en el cuadro siguiente, en el año 2003 la tasa de pobreza por ingresos en hogares era de 35% superando el tamaño de la clase baja, es decir que una porción de la clase media era pobre por ingresos. Consideramos a partir de aquí a la tasa de pobreza por ingresos como un estimador aproximado de la insatisfacción de necesidades, del grado de riesgo social al que se encuentran expuestos los hogares, sobre todo los pertenecientes a los estratos bajos de la sociedad. El cuadro 5 expone el porcentaje de hogares cubiertos por la seguridad social y la tasa de pobreza por hogares y población. La tasa de cobertura social cae constantemente entre 1980 y 2003, del mismo modo que en para ese período la pobreza se incrementa notablemente. Entre 2003 y 2010 la pobreza se reduce y la cobertura social se incrementa. A partir del 2008 la pobreza sigue cayendo y la cobertura social se incrementa pero a un ritmo más moderado que en los años previos. Sin embargo, mientras que el nivel de cobertura de la seguridad recupera los niveles de 1980, las tasas de pobreza sólo retroceden hasta los niveles de 1991. Cuadro 4. Indicadores de vulnerabilidad económica en el AMBA 1980*

1986*

1991

1998

2003 2008** 2010** 2011**

Hogares cubiertos por Seg Social (%)

71

70

69

59

54

65

70

70

Línea de Pobreza Hogares

7,0

12,0

16,2

18,2

34,9

16,1

16,0

13,3

Línea de Pobreza Personas

10,0

14,5

21,5

25,9

46,2

22,9

21,9

19,7

Fuente: elaboración propia sobre datos de la EPH * La tasa de pobreza fue tomada de Beccaria (1991). ** La tasa de pobreza fue estimada siguiendo la metodología del INDEC, tomando los valores de la canasta básica alimentaria y coeficientes del Engel alternativos.

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Los cuadros 5 y 6 muestran los resultados de cruzar los indicadores de pobreza y cobertura social con los dos modelos de estratificación social discutidos previamente. El primer elemento que surge del análisis es la fuerte caída de la cobertura, particularmente en la clase baja. En el periodo 1980 - 2003 la cobertura cae del 70% al 22%. En segundo lugar se observa que esta situación de la clase baja se revierte muy parcialmente en los años posteriores a 2003. En tercer lugar, la clase media y la clase alta mantienen una alta tasa de cobertura social que inclusive se incrementa en los últimos años respecto de los valores históricos. Esta cuestión sugiere que los problemas del mercado de trabajo, que se expresan en la persistente informalidad de una sección importante de la fuerza de trabajo, estarían cada vez más correlacionados con la estratificación social. Es decir, que la informalidad laboral se estaría constituyendo en un determinante importante de la clase social. Cuadro 5. Cobertura de la seguridad social en hogares AMBA 1980

1986

1991

1998

2003

2008

2010

2011

Según estrato de ingresos respecto de la mediana Clase Alta 69 71 70 69 Clase Media 72 72 71 64 Clase Baja 70 62 61 34

73 60 22

78 72 34

80 75 40

85 75 37

78 72 32

80 75 40

84 76 38

Según estrato de ingresos según cuantil de ingreso de pertenencia Clase Alta Clase Media Clase Baja

66 73 74

69 72 67

68 72 65

66 66 37

72 61 20

Fuente: elaboración propia sobre datos de la EPH

El análisis de las tasas de pobreza por ingresos y por clase social muestra la incidencia de la pobreza entre la clase baja. Sin embargo, el año 2003 indica que un cuarto de la clase media también era pobre por ingresos. Esta situación indica el grado de intensidad que tienen las crisis macroeconómicas en nuestro país ya que el mismo fenómeno observado con la crisis de la convertibilidad se manifestó con la crisis hiperinflacionaria de 1989 y 1990, el empobrecimiento de la clase media fue uno de los datos sociales de estos últimos treinta años. En relación a la clase baja, se observa que el nivel de pobreza absoluta se incrementó sustancialmente entre 1980 y 2003 y que se reduce desde entonces hasta caer a su punto más bajo en 2011. Con todo, en 1980 el 35% de la clase baja era además pobre y 36 años después es pobre el 66%. Se puede afirmar que durante el período 1980-2003 en la sociedad argentina se constata un proceso de polarización social y de concentración del ingreso. La clase media se contrae y disminuye la participación en el ingreso tanto de la clase baja como de la clase media, para la clase baja la caída es más fuerte. Desde 2003 el proceso comienza a revertirse pero se detiene en 2008 y desde ahí en más la estratificación social se mantuvo relativamente estable. Entre los extremos del periodo el cambio más importante es la reducción de la clase media y el crecimiento de la clase baja que se mantiene en torno al 20% de los hogares del AMBA. En este sentido, el caso argentino no es un ejemplo exitoso de “expansión de la clase media” como ocurre actualmente en otros países de América del Sur. Aun así, desde el año 2003 la tendencia general muestra resultados similares a las tendencias regionales.

11

Esta situación permite pensar que el cambio más profundo de estas últimas tres décadas -no revertido aún durante la última etapa de crecimiento económico- ocurrió en las condiciones de vida de los hogares de clase baja. El crecimiento de la vulnerabilidad económica de la clase baja, más numerosa, más pobre y menos protegida que en el pasado pone en cuestión la eficacia de los dispositivos de protección social y la capacidad del mercado de trabajo para insertar en el empleo registrado a un segmento importante de la fuerza de trabajo. Cuadro 6. Tasa de pobreza por ingresos en hogares AMBA 1980

1986

1991

1998

2003

2008

2010

2011

0 22 100

0 0 73

0 0 77

0 0 64

0 0 81

0 0 80

0 0 66

Según estrato de ingresos respecto de la mediana Clase Alta Clase Media Clase Baja

0 0 49

0 0 71

0 0 94

0 0 87

Según estrato de ingresos según cuantil de ingreso de pertenencia Clase Alta Clase Media Clase Baja

0 0 35

0 0 60

0 0 81

0 0 91

0 25 100

Fuente: elaboración propia sobre datos de la EPH

4. Mercado de Trabajo, Estructura Social y Políticas Sociales El funcionamiento del mercado de trabajo en el AMBA En el mercado de trabajo durante el periodo de estancamiento económico en los años ochenta la situación fue la de un equilibrio signado tasas de actividad y empleo relativamente constantes para el total del país (ver cuadro 2). En la región del AMBA, sin embargo, se evidenció una caída más profunda en la tasa de empleo y por lo tanto el incremento en la tasa de desocupación (y de la sub-ocupación), fue más notable que para el conjunto del país (ver cuadro 7). Sin embargo, no sería hasta el período de la convertibilidad que el comportamiento del mercado de trabajo provocará tasas de desocupación record. La paradoja de la situación laboral durante los años de la convertibilidad fue que la creación empleo se mantuvo estancado a pesar del fuerte crecimiento de la economía. En este contexto, la combinación del incremento en la tasa de actividad con el empleo estancado, derivo el crecimiento de la desocupación. Además, la enorme mayoría de los empleos creados en esa década fueron de naturaleza informal o precaria, sin estabilidad ni protección social para los trabajadores. En el cuadro 7 se presentan tres indicadores de informalidad o precariedad laboral: 1. la tasas de registración de los asalariados, 2. la suma de empleos no regulados (asalariados no registrados, empleo por cuentapropia no profesional, servicio doméstico, trabajadores familiares y planes de empleo) y 3. el empleo no regulado que además es de menos de 35 horas de trabajo semanal. Además se presenta el porcentaje de empleos de tiempo parcial excluyendo planes y servicio doméstico. Como se observa, la calidad del empleo se deterioró de manera continua entre 1980 y 2003. A partir del 2003 la tendencia se revierte, pero nunca logra volver a los niveles de 1980. El alto índice de empleo informal, puede explicar parcialmente el incremento en la desigualdad de en los ingresos laborales de los trabajadores durante la década del noventa, ya que los empleo informales pagan

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menos que empleo equivalentes pero registrados en la seguridad social y adecuados a las normas laborales. Cuadro 7. Indicadores del Mercado de Trabajo AMBA 1980

1986

1991

1998

2003

2008

2010

2011

Tasa de Actividad

39,3

40,0

40,8

45,4

47,5

48,1

48,2

49,0

Tasa de Empleo

39,1

36,9

38,6

39,4

40,1

43,8

44,5

44,6

Tasa de Desocupación

2,7

5,2

5,3

13,4

15,4

7,5

8,0

7,7

Tasa de Sub-ocupación

4,5

6,1

7,0

14,0

17,4

9,0

10,3

11,6

Tasa de Actividad s/ planes

45,5

48,0

47,9

48,0

Tasa de Empleo s/ planes

38,0

44,3

44,0

44,2

Tasa de registración de los asalariados (excluye servicio doméstico)

83,4

80,2

71,8

68,0

63,9

71,3

74,7

73,9

14,2

16,3

15,3

20,8

25,2

26,5

23,6

24,6

37,7

41,2

45,5

46,3

53,1

42,3

39,5

40,3

Empleo parcial no regulado %

13,4

18,0

16,9

21,8

28,9

22,2

19,1

20,4

Gini ingreso laboral de empleados

0,39

0,38

0,39

0,43

0,46

0,39

0.40

0,40

Empleo de tiempo parcial % (excluye servicio doméstico y planes) Empleo no regulado % (incluye servicio doméstico y planes)

Fuente: elaboración propia sobre datos de la EPH

Durante el período 2003-2011 se produce una caída abrupta en la tasa desocupación como consecuencia del espectacular crecimiento en la tasa de empleo que pasa del 38% en 2003 al 42% en 2008. Desde entonces la tasa de desocupación se mantiene estabilizada en el entorno del 7% de la población activa. En este sentido, el comportamiento constante durante estos años de la tasa de actividad (aún si se excluyen los planes sociales), ayudó a bajar rápidamente la desocupación. El crecimiento del empleo también se vio acompañado con mejoras generalizadas en las condiciones de trabajo, revertiendo el nivel de todos los indicadores de precariedad a niveles similares a los de principios de los años noventa. A diferencia de la tasa de empleo que se no se modificó demasiado desde 2008, la caída en la informalidad laboral continuó mejorando hasta el año 2010 o incluso 2011, dependiendo el indicador. De todas formas, el nivel de empleo no regulado se encuentra todavía en un nivel superior al de 1980, lo cual sugiere que existen problemas que persisten a pesar de buen desempeño de la economía durante esta última década. Es interesante destacar que el porcentaje de empleo de tiempo parcial se mantiene desde el 2003 en torno al 25% del total de empleo, casi el doble que el nivel de 1980. Este dato podría estar indicando tanto cambios por el lado de la demanda (empleos de tiempo parcial propios de una dinámica de expansión del empleo de servicios), como de la oferta (empleo femenino y de jóvenes) que tienden a buscar este tipo de trabajos.

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Estos datos del comportamiento del mercado de trabajo explican bien porque, en promedio, la tasa de cobertura social volvió a los niveles de 1991. El problema surge cuando comparamos las tasas de cobertura por niveles de ingreso (ver cuadro 5), en 1991 los valores no diferían sustantivamente, pero en 2011 la diferencia entre la clase alta (85%), la clase media (7%) y la clase baja (37%), expresa un patrón distributivo de inserción laboral claramente segado hacia la clase alta y media en ese orden. En este sentido, la dinámica laboral no parece modificar la pauta regresiva en la distribución del empleo que se origina en la década del noventa. Por ejemplo, estudios recientes (Groisman 2011 y 2013) muestran que la condición de registración en los asalariados es un elemento significativo para predecir la ubicación de los individuos en la escala social. Es decir que a pesar de un situación laboral mejor que la década del noventa, la segmentación del mercado de trabajo sigue determinando fuertes asimetrías sociales se expresan tanto en las oportunidades de empleo cómo en la estratificación por ingresos de los hogares. Por lo tanto, la cuestión de la reconfiguración de la clase baja cómo un segmento de la sociedad expuesto especialmente a condiciones de vulnerabilidad económica representa una interpelación de fondo al sistema de protección social basado en elaciones laborales formales y al principio contributivo como organizador de las protecciones. La política social después de la Convertibilidad: la estratificación de las protecciones Dado el contexto discutido en la sección anterior, se pueden poner en perspectiva las opciones de política social abiertas para dar cuenta de esta situación en la última década. En el cuadro 8 se muestra relación entre clases sociales y mecanismos de protección social. Como se observa los hogares de ingresos bajos sin acceso a la seguridad social y por lo tanto sujetos de los programas de asistencia social, se han incrementado del 4% al 13%. En una dirección inversa entre la clase alta se observa un incremento de los hogares cubiertos por el sistema de seguridad social. Las características más sobresalientes de los hogares de ingresos bajos sin seguridad social son el bajo nivel educativo de los jefes de hogar (secundario incompleto), la presencia de menores de 18 años e inserciones laborales informales. Esta dinámica obliga a reflexionar en dos sentidos. Por un lado sobre los límites del modelo de protección socio-laboral, y por otro, sobre cómo interpretar las iniciativas más novedosas de la política social en esta década: la ampliación de la cobertura del sistema previsional y de las asignaciones familiares. Es decir, se hace nuevamente necesario reflexionar, tal vez en términos menos apocalípticos que en los noventa, sobre las posibilidades de la sociedad salarial en el capitalismo contemporáneo y en el marco de este debate evaluar si la ampliación de la población cubierta por los programas sociales es una indicación de un proceso hacia la universalización del sistema de protecciones sociales. La cuestión de la crisis del sistema contributivo de protección social está en debate desde su mismo origen y desarrollo en el siglo pasado. Desde siempre hubo consideraciones sobre las inconsciencias económicas y financieras del sistema previsional en relación a sus recursos genuinos (las contribuciones) y sus promesas de beneficios a pagar. Las tendencias demográficas también son un factor que pone presión sobre el futuro de los sistemas de pensiones. Y sobre todo esto hay y habrá muchas discusiones. Sin embargo, la cuestión de la crisis del sistema contributivo se entiende acá en un modo más amplio y

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profundo. Se trata de discutir sobre la capacidad de organizar la cohesión social sobre la base de financiar beneficios sociales a partir de la masa salarial y de restringirlos sólo a quienes pagan contribuciones. Cuadro 8. Seguridad social por clases sociales AMBA 1980 1986 1991 1998 2003 2008 2010 2011 Hogares según estrato de ingresos y protección social Altos con Seguridad Social

19

19

21

23

24

22

23

24

8

8

9

10

9

6

6

4

Medios con Seguridad Social

42

40

37

29

25

36

39

39

Medios sin Seguridad Social (mercado)

16

16

15

17

17

14

13

13

Bajos con Seguridad Social

10

11

11

7

6

7

8

8

4

6

7

14

20

15

12

13

Alto sin Seguridad Social (mercado)

Bajos sin Seguridad Social (asistencialismo estatal) Fuente: elaboración propia sobre datos de la EPH

La centralidad del principio contributivo de la seguridad social como el principio regulador del contrato social es fácil de percibir en el imaginario de la sociedad. Por ejemplo, todo aquello por debajo del seguro social contributivo es percibido por la sociedad como “la asistencia” a quienes se ha caído del contrato social y todo aquello que existe por encima del seguro social contributivo es percibido cómo el precio (privado) a pagar para acceder a protecciones diferenciadas, de mejor “calidad”. Si la seguridad social pierde por arriba suele tener problemas para financiar sus prestaciones pero no pierde legitimidad sus mecanismos de protección. Pero si pierde por abajo la cuestión es más compleja. Ya que si bien no se pone en cuestión la solvencia del sistema, si se vuelve problemático poner en discusión mecanismos de protección alternativos lo que implica rediscutir los términos del derecho social. Si durante los años noventa la crisis del empleo había obligado a reflexionar sobre la necesidad de reformular el sistema de protección social en la última década se enfatizó en la capacidad de la dinámica laboral para revertir la situación y reincorporar por la vía del empleo formal a los hogares pobres a la seguridad social. En este sentido, la reflexión es tratar de comprender si seguimos estando involucrados con la(s) problemática(s) social(es) de la década del noventa o sí por el contrario la figura social del asalariado registrado recupera la centralidad en la dinámica social y política. Los datos discutidos en la sección anterior no permiten ser muy optimistas sobre esta cuestión. A pesar del crecimiento económico, de los puestos de trabajos generados y de la mayor formalidad en las relaciones laborales, los hogares de clase baja se mantienen expuestos a duras condiciones de vulnerabilidad económica. En este sentido, habría buena evidencia sobre el efecto desparejo que el ciclo económico ascendente en la pos convertibilidad habría tenido las oportunidades laborales de la población activa. Para una parte importante de la población urbana, el mercado de trabajo sigue siendo un territorio tan árido como en los años noventa. Con el estallido de la crisis social en 2001 se habían ampliado exponencialmente los beneficiarios con asistencia monetaria directa al implementarse el Programa Jefes y Jefas

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de Hogar. El plan alcanzo en el segundo semestre de 2002 a tener dos millones y medio de beneficiarios, siendo el programa más importante de su tipo en Americe Latina. El plan se proponía se al mismo tiempo focalizado y universal ya que si bien estaba dirigido a jefes o jefas de hogar desocupados con hijos a cargo, dentro de esta amplia categoría todos los que lo solicitarían sería incorporados al programa. A partir del año 2003, el gobierno de Néstor Kirchner congela el acceso al plan y segmenta a la población beneficiaria del mismo en varios programas alternativos, entre ellos el antecedente cercano de la AUH, el Plan Familias. En esta dirección durante primera mitad de la década posterior a la convertibilidad se asumió como un hecho tanto por el gobierno como por la opinión pública que en el corto plazo, el mercado de trabajo permitiría revertir la situación de vulnerabilidad de los sectores de ingresos bajos. Las políticas sociales intentaban ser políticas “pro” empleo ofreciendo capacitaciones laborales y apoyos variados a “emprendedores” de la economía social. Sin embargo, cuando a partir del año 2006 y más claramente desde el año 2007 la situación laboral se estanca, el gobierno parece modificar su enfoque sobre la política social. En el año 2009 se anuncia el programa ingreso social con trabajo (conocido como Argentina Trabaja) y se pone en marcha la asignación universal por hijo. Estas dos iniciativas junto con la moratoria previsional suelen ser presentadas como un paquete coherente de programas que pretende complementar el sistema de seguridad social generando un sistema de protecciones sociales universal (ver Ministerio de Trabajo). Sin embargo cabría preguntarse si articular subsistemas de protección social implica construir un sistema universal o si por el contrario implica segmentar la protección social en función de clases sociales, es decir más que un sistema articulado con protecciones homogéneas, tendríamos un sistema segmentado según clases sociales con beneficios igualmente diferenciados. 5. Conclusiones En el presente trabajo se expusieron los hechos estilizados que caracterizan las transformaciones sociales de la población urbana de la Argentina en los últimos 30 años. El objetivo del trabajo fue estudiar la relación entre los cambios en el mercado de trabajo y la distribución del ingreso y la estratificación de la sociedad según grupos de ingreso establecidos según deciles de ingreso familiar (per cápita) y según su posición relativa respecto de la mediana del ingreso familiar (per cápita). Desde el punto de vista de la distribución del ingreso de los hogares se puede observar a partir de los diferentes indicadores utilizados que el patrón distributivo que emerge en esta década ha implicado una reversión de la tendencia regresiva que desde mediados de los años setenta caracterizaba la dinámica de la distribución del ingreso. Sin embargo, los niveles actuales de los indicadores distributivos son semejantes a los de principios de la década del noventa lo que estaría indicando que la regresividad distributiva que emergió durante la crisis de la ISI no estaría siendo revertida por el actual modelo de crecimiento económico. El funcionamiento del mercado de trabajo en la última década se puede dividir en dos momentos bien marcados. Durante el período 2002-2007 se produce una recuperación

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notable en la tasa de empleo que permite reducir significativamente la tasa de desocupación respecto de los niveles alcanzados en la década del noventa. Este proceso de creación de puesto de trabajo ha sido motorizado por empleos asalariados, registrados por el sistema de seguridad social y localizados en empresas formales. Sin embargo, la estructura del empleo mantiene muchas características adquiridas en la década del noventa: un tercio de los empleos asalariados no se encuentran registrados en el sistema de seguridad social, uno de cada cuatro empleos es de tiempo parcial y en el segmento informal del empleo los ingresos laborales son un 50% inferiores a los el sector formal. La segmentación del mercado de trabajo que se terminó de configurar durante los años de ajuste estructural de la economía, sigue teniendo una influencia importante en la distribución de las oportunidades ocupacionales de la población activa. Esto no debería ser sorprendente ya que no hay demasiadas evidencias que permitan sostener algún cambio significativo en la estructura productiva o en la composición y calificación de la fuerza de trabajo urbana. Es decir, que si bien las mejores condiciones económicas permiten el uso más intensivo de mano de la mano de obra urbana, esta utilización se daría en el marco de un proceso atravesado por importantes desigualdades en el aprovechamiento de las oportunidades laborales generadas en esta última década. La combinación del patrón de distribución del ingreso y de las condiciones ocupacionales actuales se expresa en una estructura social que se caracteriza por la vulnerabilidad económica del segmento de ingresos bajos. La vulnerabilidad económica, en este enfoque denota una combinación de bajos ingresos y exclusión de la seguridad social, características que exhiben mayormente hogares integrados por familias trabajadoras de bajo nivel educativo con ocupaciones en el sector informal del empleo. La sociedad argentina contemporánea aparece atravesada la desigualdad en dos dimensiones superpuestas: en los ingresos y en las protecciones sociales. El sistema de seguridad social reglado por el principio contributivo ya no contiene a los sectores trabajadores de bajos ingresos para los cuales se han generado dos programas masivos de transferencia directa de ingresos. Estas iniciativas, si bien implican cierta relación del principio contributivo como ordenador del sistema de protección social, no logran articular una lógica diferente al de los programas asistenciales focalizados de los años noventa. La existencia de criterios de focalización para diferenciar los beneficios y las condicionalidades en los programas para trabajadores con hijos y la precariedad y excepcionalidad de la moratoria previsional son datos que dan cuenta de una mayor diferenciación en el sistema de protección social. Desde el gobierno suele argumentarse que los diferentes componentes se articulan y complementan para construir un sistema universal. Sin embargo, los criterios de acceso a los componentes del sistema se basa en jerarquías ocupacionales cada vez más definidas en un mercado de trabajo más segmentado que en el pasado. En este sentido, la política social podrían estar tomando un diseño cada vez más “clasista”.

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