Estrategias de poblamiento entre la Edad del Hierro y el inicio del dominio romano a través de dos casos del occidente zamorano

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FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

Estrategias de poblamiento entre la Edad del Hierro y el inicio del dominio romano a través de dos casos del occidente zamorano Damián Romero Perona* - [email protected] Alejandro Beltrán Ortega* - [email protected] F. Javier Sánchez-Palencia* - [email protected] Luis Hernández Hernández** Luis Francisco López González*** Yolanda Álvarez González*** *Grupo de investigación Estructura Social y Territorio – Arqueología del Paisaje. Instituto de Historia del CSIC **Área Arqueología ***Terra Arqueos RESUMEN Se presentan dos estudios sobre las murallas y sistemas defensivos de dos castros zamoranos, La Ciguadueña en Pino del Oro y Peña Redonda en Villardiegua de la Ribera. Se realizó una intervención arqueológica en el año 2010 permitiendo documentar en ambos casos parte de la muralla. En este artículo se incidirá en la funcionalidad social de ésta y su papel como cohesionador de la comunidad que habitó el castro. ABSTRACT In this paper we present two studies about the defensive systems of two hillforts of Zamora (Spain), La Ciguadueña in Pino del Oro and Peña Redonda in Villardiegua de la Ribera. Both were excavated in 2010, what allowed us to discover the walls that surround the hillforts. In this paper we focus on the social functionality of the defensive systems and how they united the community that lived in the hillfort. PALABRAS CLAVES Zamora occidental, Edad del Hierro, Castros, Sistemas Defensivos, Conquista Romana. KEYWORDS Western Zamora, Iron Age, Defensive System, Hillfort, Roman Conquest.

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SITUACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN DE LOS CASTROS DE LA CIGUADUEÑA (PINO DEL ORO) Y PEÑA REDONDA (VILLARDIEGUA DE LA RIBERA)1 En este artículo se presentan los resultados obtenidos por el equipo de investigación Estructura Social y Territorio-Arqueología del Paisaje (EST-AP) del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones

Este trabajo forma parte del proyecto de investigación «Paisajes de Dominación y Resistencia. Procesos de apropiación y control social y territorial en el Noroeste hispano» (PADORE) del Plan Nacional de Investigación (HAR 201233774), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (MinECO).

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Científicas (IH-CSIC) en las excavaciones de los yacimientos de La Ciguadueña, en Pino del Oro y Peña Redonda, en Villardiegua de la Ribera (Zamora). Estas intervenciones se realizaron en el año 2010 dentro de los proyectos «Investigación y patrimonialización de la Zona Minera de Pino del Oro» (ZoMiPO), los convenios de colaboración entre el CSIC y la Junta de Castilla y León «Zonas mineras antiguas de Castilla y León» y el proyecto del Plan Nacional «Paisajes de Dominación y Resistencia. Procesos de apropiación y control social y territorial en el Noroeste hispano» (PADORE) (HAR 2012-33774). Estos dos castros se sitúan en el occidente zamorano, concretamente en los Arribes del Duero, en el punto donde este río se convierte en frontera entre España y Portugal, si bien

Fig. 1: mapa de situación de La Ciguadueña y Peña Redonda. © EST-AP. 521

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el primero se encuentra en la orilla derecha, dentro de la comarca de Aliste, mientras que el segundo se sitúa en la orilla izquierda, dentro de Sayago. La cronología protohistórica de ambos asentamientos se ha ido ajustando gracias a las diferentes campañas de excavación. Así, en La Ciguadueña, se ha documentado una ocupación que se inicia entre los siglos VI/V a.C. y que continúa hasta, al menos, el siglo II a.C.; mientras que en el caso de Peña Redonda se ha confirmado una ocupación durante la Edad del Hierro, aunque, de momento, tan solo se ha podido confirmar la fase final de la misma y la consiguiente amortización de la muralla del castro, ya en un momento de control romano de esta región, un fenómeno que no parece suceder en el caso de La Ciguadueña. La Edad del Hierro en los territorios occidentales zamoranos y orientales trasmontanos se caracteriza por una ocupación de tipo castreña. El principal investigador que ha trabajado sobre los castros zamoranos ha sido A. Esparza (1987; 1989; 1995; 2009; 2012; Esparza et al. 1999), quien llevó a cabo un inventario de la ocupación de la Edad del Hierro en el occidente zamorano, realizó una serie de intervenciones arqueológicas en varios castros y estableció las bases para el análisis de la Edad del Hierro del occidente zamorano. Para el área portuguesa F. S. Lemos (1993) llevó a cabo un estudio, tanto de la ocupación castreña como de la transición a época romana, en el que se puso de relieve la existencia de numerosos puntos en común en ambas zonas, especialmente entre el Planalto Mirandês y el área alistana, así como ambas márgenes del río Duero. A estos estudios se le pueden sumar una serie de intervenciones arqueológicas, como las llevadas a cabo en el Castillo de Manzanal de Abajo (Escribano 1989 y 1990), en el Alto de la Luz de Moveros (Misiego et al. 1992), en el Castro de las Labradas de Arrabalde (Delibes et al. 1996; Balado 1999) y, ya más recientemente, en las Peñas de la Cerca en Rionegrito de Sanabria (Rodríguez y Sastre 2008; 2013). A grandes rasgos, la ocupación castreña documentada en la zona se caracteriza por la 522

existencia de pequeños asentamientos fortificados, que centraban sus actividades en la explotación agropecuaria de su entorno directo, disponiendo de los diferentes recursos necesarios para un desarrollo autosuficiente, sin que se observe una subordinación entre los diferentes castros (Esparza 2009: 34; 2012: 41). El modelo social y económico que regía estas comunidades era de tipo campesino, al igual que el que se ha definido para otras áreas próximas como el Bierzo (Fernández-Posse y Sánchez-Palencia 1998; Sánchez-Palencia 2000) o la Valduerna (Orejas 1992; 1996). Una de las principales señas de identidad de estos asentamientos es la existencia, en todos los casos, de un sistema defensivo que delimita el espacio habitado y que puede presentar multitud de soluciones según las circunstancias de cada asentamiento. Así puede constituirse por una o varias líneas de muralla, a las que pueden añadirse uno o varios fosos así como campos de piedras hincadas. La enorme variedad de soluciones detectadas indica que no existía un patrón único sobre la colocación de las diferentes defensas (Esparza 1987: 241), adaptándose de diferentes maneras a la morfología del lugar elegido. En nuestra opinión, la función de estas murallas, más allá de las estrictamente defensivas, era fomentar la cohesión social de la comunidad que habitaba el castro. Como se verá en este texto, desde un punto de vista espacial, los elementos defensivos son los que marcan el inicio de la vida del yacimiento, pero a la vez también su desarrollo, permaneciendo activos durante toda la ocupación del mismo, siendo modificados o reparados en los momentos en los que fuese necesario, y desapareciendo tan solo ante el abandono del yacimiento o un cambio social y estructural completo, como el que se produjo tras la conquista romana. LA CIGUADUEÑA El castro de La Ciguadueña se sitúa en un pequeño teso enclavado en una horquilla fluvial formada por el río Duero y su afluente, el arroyo Fuentelarraya. A. Esparza es quien lo

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Fig. 2: fotografía del castro de la Ciguadueña desde el este. © EST-AP.

identifica y describe (1987: 103-104) y aunque existen referencias más antiguas a yacimientos en Pino del Oro (Quirós 1782-1789; Fernández Duro 1874; Fita 1885; Gómez Moreno 1927: 35-37), éstas se refieren al cerro de San Gil, que corresponde al yacimiento romano de El Picón, y en cuanto al “Pago de Sedilla”, mencionado por los anteriores autores, no se puede confirmar que se trate de La Ciguadueña, pudiendo corresponder al mismo Picón. En lo que se refiere a las actuaciones del grupo de investigación EST-AP los primeros trabajos, efectuados en 2007, consistieron en realizar un reconocimiento sobre el terreno y una fotointerpretación del yacimiento, en la que se detectó el trazado de la muralla, a pesar de que su morfología se encontraba bastante alterada por las cercas de piedra que delimitaban el parcelario actual. En esa fotointerpretación ya se observó cómo la muralla rodea el castro al norte y al este, mientras al sur y al oeste se aprovechan las fuertes caídas de los Arribes, lo que no hizo necesaria la construcción del recinto defensivo en estos flancos. En la prospección se confirmó este trazado de la muralla, al mismo tiempo que se detectó la existencia de dos grandes derrumbes semicirculares, situados al noreste, a ambos lados del actual acceso. A par-

tir de la delimitación del castro y de la realización de una topografía de detalle mediante GPS se estableció que el tamaño del yacimiento es de 1’08 ha, aunque su espacio habitable se reduce a 0’76 ha una vez descontados los afloramientos de roca y canchales. Ya en el año 2010 se realizó una intervención arqueológica en dos áreas del yacimiento, llevada a cabo por parte de la empresa Terra Arqueos2, que permitió descubrir dos tramos de la muralla. En el área 2, situada al noreste del asentamiento, se realizó una limpieza del derrumbe exterior de la muralla permitiendo la documentación de más de 7 m de paramento, con una altura conservada de 2 m, así como parte de un bastión circular correspondiente a uno de los derrumbes semicirculares que se habían detectado en la topografía. El lienzo descubierto está realizado con lajas de esquisto de tamaño diverso aunque de tendencia rectangular, colocadas a hueso y creando hiladas irregulares. El bastión, de forma semicircular como se ha señalado, se encuentra adosado al lienzo de la muralla.

2 La excavación fue realizada por Luis Francisco López González y Yolanda Álvarez González bajo la dirección científica de Javier Sánchez-Palencia Ramos y Damián Romero Perona.

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Fig. 3: ortofoto del PNOA 2011, del castro de La Ciguadueña.

Fig. 4: fotointerpretación del castro de La Ciguadueña. © EST-AP. 524

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Tanto éste como el segundo bastión, situado a 60 m al noroeste, presentan una función principalmente estructural, al encontrarse en puntos donde la muralla hace un cambio de orientación. Así el bastión del área 2 se construyó justo en el punto donde la muralla presenta una inflexión, pasando de un trazado noroeste-sureste hacia otro norte-sur, creando un ángulo al cual se adosa este cuerpo de mampuesto, de aproximadamente 7 m de radio, que actúa como contrafuerte, evitando así que el lienzo colapse. El segundo bastión documentado parece idéntico al anterior y también está situado en un punto donde el

lienzo realiza un cambio de orientación. No parece que tuvieran una función defensiva ya que, aunque actualmente el camino de entrada cruza entre ambas estructuras, es muy posible que éste no fuera el acceso original, sino que se encontrase en el extremo occidental del castro, teniendo que recorrer todo el lienzo norte de la muralla para acceder al yacimiento, por lo que los bastiones serían rápidamente superados. La Ciguadueña no es el único castro donde estas construcciones presentan como función el apoyo estructural de toda la muralla. Así en la excavación del Castro de Borrenes,

Fig. 5: área 2 antes de la limpieza del derrumbe exterior. © Terra Arqueos.

Fig. 6: área 2 después de la limpieza del derrumbe exterior. © Terra Arqueos. 525

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en el Bierzo, se descubrió un cubo macizo en el ángulo noroeste del recinto, muy próximo a un portillo de acceso, levantado para contrarrestar los empujes que podían producirse por el desnivel del terreno, elemento que además tuvo que ser reforzado con la construcción de un segundo paramento en su base exterior (Fernández Posse y Fernández Manzano 2000: 83). Otro ejemplo más cercano es el caso del castro de São João das Arribas, en Aldeia Nova (Miranda do Douro), donde hay una estructura similar que se encuentra en la esquina noroeste, coincidiendo con un cambio de orientación del lienzo (Sánchez-Palencia et al. 2012). Por su parte la otra zona excavada se sitúa en la plataforma norte del castro, donde se realizó un pequeño sondeo de 17 x 3 m que también afectó parcialmente a la muralla. En este sondeo se puso documentar tanto el

Fig. 7: lienzo exterior de la muralla en el área 1. © Terra Arqueos. 526

lienzo interior como el exterior. En el caso de la cara exterior se conservan cerca de 2 m de alzado, aunque el desnivel del suelo al exterior de la muralla con respecto al interior es de más de 3’5 m. Esta cara exterior es muy similar a la del área 2, aunque en este caso la base presenta una primera hilada formada por grandes bloques de esquisto que se apoyan sobre un nivel de grava y arenas naturales. Al interior la estructura presenta más dificultades de interpretación, debido a la existencia de una reparación o refuerzo. Esta reparación amplía el ancho de la muralla de 4’5 a 6 m aproximadamente. El paramento interior original se encuentra completamente perdido y alterado por la construcción de esta estructura, sin que se pueda conocer su factura original, mientras que la cara de la reparación presenta una ejecución más irregular que la exterior. El cuerpo de la muralla se realizó por medio de un relleno formado principalmente por piedra muy heterogénea y vertida a modo de echadizo, sin argamasa. La muralla fue levantada paralelamente a la ocupación de este espolón sobre el río Duero. La roca natural que aflora en él fue recortada en varios puntos con dos objetivos: la obtención de material para la construcción de la propia estructura delimitadora y la creación de un escalón artificial sobre el que se apoyaba la muralla, estableciendo al mismo tiempo una plataforma donde se desarrolló parte de la ocupación. La datación más antigua del castro procede de un nivel de uso de un hogar situado a poco más de 2 m de la cara interna original de la muralla, correspondiendo a un 2400 ± 303. La datación calibrada a dos sigmas corresponde a un 731-69 a.C. (7’4%), 660-651 a.C. (1’4%) y 544-399 a.C. (86’6%). Esta fase se data, por lo tanto, entre la mitad del siglo V a.C. y el siglo IV a.C., ya que el nivel inmediatamente superior, correspondiente a dos cabañas circulares realizadas con materiales

Beta-318631, material empleado semilla de Triticum aestivum/durum. La datación procede de la UE 16.

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vegetales, se han fechado también por radiocarbono en el 2280 ± 304, que calibrado a dos sigmas aporta una cronología de 403-352 a.C. (60’1%), 297-228 a.C. (33’5%), 221-211 a.C. (1’8%). Una tercera datación se tomó del nivel situado inmediatamente bajo al refuerzo, la UE 8, que sellaba a su vez a las cabañas anteriores. Esta unidad aportó una cronología del 2220±305, que calibrada a dos sigmas aporta una fecha de 375-203 a.C. (95’4%), momento tras el que se realizó la reparación. Así pues, las tres dataciones obtenidas en la Ciguadueña permiten establecer de forma clara la cronología del castro, al tratarse de una secuencia estratigráfica y cronológica bien establecida y coherente.

Beta-318630, material empleado Querqus ilex. La datación procede de la UE 11, el interior de la cabaña 1. 5 Beta-318629, material empleado semilla de Hordeum vulgare/desnudo. 4

PEÑA REDONDA Peña Redonda es un pequeño castro situado sobre los Arribes del Duero, dentro del término municipal de Villardiegua de la Ribera, a bastante distancia del casco urbano actual. La primera mención procede de M. Gómez Moreno, quien lo recoge como San Mamede (1904: 148 y 151; 1927: 27-29). Se debe destacar que, pese a que tradicionalmente se ha identificado como yacimiento castreño, siempre se ha señalado que no había evidencias de un recinto claro (idem 1904: 148 y 1927: 27). Tan solo su ubicación presenta las características del resto de castros de los Arribes del Duero, al encontrarse sobre una pequeña elevación destacada y con un control visual sobre su entorno inmediato. Los trabajos iniciales desarrollados por el equipo EST-AP se centraron en una prospección tanto del yacimiento como de su entor-

Fig. 8: excavación en el área 2. Se observa en primer plano el refuerzo, levantado directamente sobre la sedimentación existente junto a la muralla, en segundo plano un relleno de tierra y piedras y detrás la muralla original sin una cara claramente conservada. © Terra Arqueos. 527

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no, documentándose principalmente materiales cerámicos romanos y algún fragmento que podía adscribirse a la Edad del Hierro. También se documentó la existencia de un conjunto minero aurífero de época romana a 700 m al noreste, junto al camino que cruza el arroyo del Pontón, así como dos grupos de terrazas de cultivo al noroeste y sureste de Peña Redonda cuyas características hicieron pensar que se tratarían de estructuras agrarias antiguas de época romana, punto que fue confirmado durante su excavación (Sánchez-Palencia et al. 2014: 209-213). Por otro lado, en el año 2010 se realizó por parte de la empresa Área Arqueología6 una excavación que permitió documentar parte de la muralla de la Edad del Hierro. Concretamente se descubrieron cerca de 2 m de alzado del paramento interno, aunque era evidente que la estructura continuaba hacia abajo, tras una serie de niveles cuya excavación no pudo completarse. La anchura es al menos de 3’2 m y no puede precisarse mejor porque la cara exterior del lienzo se encuentra completamente alterada por su reutilización como bancal moderno, algo que se produce de forma continua a lo largo de todo el recinto. La muralla fue realizada con mampuesto de granito irregular, colocado a hueso, y presenta una estructura en dos cuerpos escalonados al interior. En la intervención se pudo documentar hasta 40 m lineales de muralla en planta, lo que ha hecho posible una propuesta de reconstrucción del trazado total del lienzo. El recinto que delimita el yacimiento tiene una morfología irregular, que se adapta a las condiciones naturales de la colina donde está emplazado. Así, la muralla aprovechaba los diferentes afloramientos de granito para completar su trazado y a la par servirse de ellos como puntos de apoyo estructurales. A partir de este trazado se ha establecido que el tamaño del castro sería de 0’96 ha, aunque

La excavación fue realizada por Luis Hernández Hernández y Lidia Virseda Sanz bajo la dirección científica de Javier Sánchez-Palencia Ramos y Damián Romero Perona.

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el espacio habitable, restando los afloramientos y canchales de granito, se reduce a 0’78. Este tamaño contrasta con las 13 ha que se le otorga en el inventario de la JCyL, que sólo es comprensible si tal dimensión corresponde a la dispersión de materiales romanos, bastante amplia en el entorno del asentamiento castreño. Uno de los aspectos más interesantes de la documentación de esta estructura es que fue amortizada en época antigua, lo que ha facilitado su conservación. El nivel que documenta esa amortización, que casi llegaba a los 2 m de potencia, se encontraba formado por gran cantidad de piedra suelta y material constructivo, así como cerámicas y restos de fauna. Se trata de un nivel cuya composición y morfología es muy irregular, esto es, no presenta una horizontalidad clara describiendo todo el paquete una forma ataludada. Se trataría de un nivel formado por diferentes echadizos sucesivos arrojados intencionalmente para formar el relleno a lo largo de un periodo de tiempo relativamente breve, tal y como se observa por la homogeneidad de la cultura material, así como por las dataciones existentes. El proceso de amortización se ha datado en el siglo I a.C. a partir del 14C. El nivel inmediatamente inferior, correspondiente a la destrucción y abandono de una cabaña circular con zócalo de piedra, se ha fechado en 2070 ± 407, que calibrado a dos sigmas corresponde al 195 a.C.-16 d.C. (95’4%). Mientras que del potente nivel de amortización formado por las UEs 253, 252, 251B y 251A se han conseguido fechas para el estrato 251B, del 2070 ± 308 que corresponde a una datación calibrada a dos sigmas de 174-19 a.C. (92’65) y 13-1 a.C. (2’8%), y para el estrato 251A, una fecha de 2020 ± 309 que calibrado a dos sigmas da una cronología de 107 a.C.-59 d.C. (95’4%).

7 Beta-318626, material empleado Hordeum vulgare/desnudo. La datación procede de la UE 259. 8 Beta-318628, material empleado falange 1 de Bos. 9 Beta-318627, material empleado metatarso proximal de Bos.

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Fig. 9: curvas radiocarbónicas de La Ciguadueña.

Fig. 10: Ortofoto del PNOA 2011 de Peña Redonda.

Fig. 11: fotointerpretación del castro de Peña Redonda © EST-AP.

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Los materiales cerámicos aparecidos son, en su gran mayoría, producciones realizadas a torno lento o torneta, aunque también hay producciones a mano y a torno. Se trata de un tipo de producción que se debe identificar con una fase de transición entre la Edad del Hierro y época romana, momento en el que se introducen nuevas técnicas productivas como el torno. Estas producciones no siguen las formas tradicionales que existen en otros castros excavados, como las cerámicas de La Ciguadueña o los mismos niveles de Peña Redonda asociados al uso de la cabaña de zócalo de piedra. Se trata de hombros y bordes facetados, algunos de los cuales terminan con engrosamientos bien perfilados. A grandes rasgos es una fase muy similar a la detectada en la excavación de Sejas de Aliste por A. Esparza, que el investigador definió como Sejas Ib (1987: 189), que corresponde al momento de transición en la que se producen los primeros cambios tipológicos y que culminará con su sustitución por los materiales a torno detectados en los niveles superiores. LAS MURALLAS Y SU PAPEL SOCIAL EN LOS CASTROS ZAMORANOS Tradicionalmente se ha insistido en el valor defensivo de las murallas, fosos y campos de piedras hincadas de los castros del Noroeste. Aunque también se ha planteado la existencia de otras funciones para estas estructuras las cuales sirven para delimitar y definir el espacio habitado por una comunidad, monumentalizando el asentamiento y apropiándose al mismo tiempo del territorio circundante, estableciéndose generalmente en lugares con cierta prominencia y disponiendo de un control visual del entorno inmediato (Fernández-Posse y Sánchez-Palencia 1988; Sánchez-Palencia 2000) Al mismo tiempo se debe destacar que las defensas también jugaban un papel fundamental para el conjunto de individuos que forman la comunidad que habita el castro, ya que su construcción servía para crear y fomentar la cohesión social de todo el grupo 530

(Fernández-Posse y Sánchez-Palencia 1998). Así el análisis de la Zona Arqueológica de las Médulas (ZAM), donde existe un registro comparable en cierta medida al occidente zamorano, permite afirmar que los elementos defensivos tendrían como principal función la social, al crear lazos de cohesión social, activos por un lado, ya que seguramente toda la comunidad participaba en su construcción, y pasivos, por así decirlo, puesto que la muralla ejerce una función delimitadora que toda la comunidad conviene en respetar. Los resultados de las excavaciones de Peña Redonda y Ciguadueña apoyan esta visión. Por un lado se confirma su construcción desde el inicio de la ocupación del castro, como se ha podido documentar en el caso de La Ciguadueña, aunque el caso paradigmático es el Castro de Borrenes en el Bierzo, cuyas defensas fueron levantadas antes de la ocupación del interior del castro, acción que no se pudo realizar a causa del proceso de conquista romano (Fernández Posse y Fernández Manzano 2000: 82-85). Pero la comunidad no solo colaboraría en su construcción, sino que también participaría en las labores de mantenimiento, reparación o modificaciones durante la vida de los castros. El mejor ejemplo de estas actividades es la reparación del recinto de La Ciguadueña de Pino del Oro, al que podría añadirse la muralla de El Cerco de Sejas de Aliste (Esparza 1987: 189). En ambos casos se ha documentado la realización de labores de reparaciones o ampliaciones de la muralla, confirmando

Fig. 12: curvas radiocarbónicas de la amortización de la muralla de Peña Redonda.

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que la comunidad mantiene su interés en conservar y mejorar estas estructuras pese a que hayan pasado varias generaciones desde su construcción original. Además, la datación obtenida de la reparación de la muralla de La Ciguadueña, que corresponde a un siglo IV-III a.C., muestra que ésta no se tiene que vincular necesariamente a un conflicto concreto, sino que posiblemente se trata de un colapso puntual de la estructura, que es reparado, lo que necesitaría posiblemente de la aquiescencia y colaboración de toda la comunidad. A estas labores de mantenimiento se le debe añadir también el respeto de una franja de espacio de la muralla por parte de las estructuras domésticas cercanas. De esta manera las viviendas no se apoyan en el lienzo, dejando siempre un espacio de libre circulación. Este fenómeno se ha observado en numerosos casos aunque en Peña Redonda se produce un adosamiento de la estructura de la vivienda a la muralla, pero sin que se emplee ésta como pared o muro de la construcción, si bien no se conserva el espacio de paso. Este pasillo no debe confundirse con los clásicos caminos de ronda de los grandes oppida o asentamientos fortificados de otras áreas, ya que se trata de un área irregular formada por el propio desarrollo de las viviendas al interior del castro, y no un espacio resultado de una planificación previa o con una funcionalidad concreta (Fernández-Posse 2000). La íntima relación entre los recintos defensivos y las comunidades castreñas supone que la muralla se convierte en el símbolo de toda la comunidad y su seña de identidad. Esta relación sólo se rompe a partir de la conquista romana, que implicó la destrucción del sistema social de estas comunidades y la imposición de las relaciones de sometimiento y desigualdad propias de los nuevos dominadores romanos. En este nuevo paisaje es cuando la muralla pierde todo su sentido, tanto defensivo como social. El mejor ejemplo de este proceso se ha documentado en Peña Redonda, donde la inclusión de esta po-

blación dentro del sistema provincial romano produjo profundos cambios en la estructura social, cuya materialización más visible es sin duda la amortización de la muralla. La creación de este vertedero, intencionado o no, altera el respeto y mantenimiento que existía durante la Edad del Hierro de las estructuras defensivas comunitarias, rompiéndose la vinculación de la comunidad con esta estructura. Por tanto estos profundos cambios producidos a partir de la dominación romana tienen uno de sus mayores exponentes en esta amortización de la muralla de Peña Redonda, pero también en otros aspectos que se han documentado. Así, en este mismo asentamiento se producen dos circunstancias que reflejan la profundidad de los cambios en las nuevas estructuras socioeconómicas impuestas por Roma. Uno de esos cambios es la transformación de las estructuras de explotación agrícolas con la realización de una serie de terrazas de cultivo al pie del asentamiento con el fin de obtener una agricultura mejorada (Sánchez-Palencia et al. 2014: 209-213), lo que refleja el cambio en los objetivos económicos, dirigidos ahora a producir excedentes agrícolas, lo que se relaciona con la aparición de unas elites aristocráticas. Estos nuevos grupos, cuya consolidación y formación fue favorecida por Roma, se caracterizaran y diferenciarán del resto a través de la epigrafía (Beltrán et al. 2009), el desarrollo de pactos como el Bronce del Picón (Sastre et al. 2009), la cultura material y la construcción de viviendas como la domus de El Picón en Pino del Oro (Romero Perona 2010). Pero la nueva situación también es reflejo de la introducción de estas poblaciones bajo una tributación fiscal impuesta por el Estado Romano. Así se ponen en marcha unas labores mineras auríferas en primario a poca distancia del asentamiento. Estas explotaciones son directamente impuestas por la administración romana, quien se encarga de su gestión directa por ser las minas auríferas de propiedad estatal (ager publicus). Esta misma estrategia se observa en las cercanas labores de Pino del Oro, donde las poblaciones locales, ubicadas en el asen531

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tamiento de nueva planta de El Picón, serán las encargadas de trabajar en esta explotación intensiva de los recursos auríferos del entorno (Sánchez-Palencia y Currás 2010; Sánchez-Palencia et al. 2014). Así pues, los trabajos efectuados en estos yacimientos de Villardiegua de la Ribera y Pino del Oro han puesto de manifiesto las importantes transformaciones que sufrieron estas comunidades a partir de su conquista por el Imperio romano, que supusieron la amortización de elementos de tanta importancia social para las poblaciones castreñas como la muralla en el caso de Peña Redonda o incluso el abandono total del yacimiento como en el caso de La Ciguadueña, desarrollándose a partir de este momento una nueva serie de estructuras socioeconómicas basadas en la desigualdad. BIBLIOGRAFÍA A. BALADO PACHÓN “Intervención arqueológica en las murallas del castro de las Labradas en Arrabalde (Zamora)” Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos “Florián Ocampo”, nº 16, (1999), 17-42. A. BELTRÁN ORTEGA; G. REHER; F. ALONSO BURGOS; D. ROMERO PERONA; B. CURRÁS REFOJOS; J. L. PECHARROMÁN FUENTE; I. SASTRE PRATS “Inscripciones funerarias y votivas de Villardiegua y Pino de Oro: Arqueología y epigrafía latina en Zamora”, Conimbriga, 48 (2009), 123-180. G. DELIBES DE CASTRO; A. ESPARZA ARROYO; R. MARTINS VALLS Los tesoros prerromanos de Arrabalde (Zamora) y la joyería celtibérica. Fundación Rei Afonso Henriques. Zamora, 1996. C. ESCRIBANO VELASCO “El castro de “El castillo”, Manzanal de Abajo. Planteamiento y resultados de la campaña de 1988” Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, 5, (1988), 71-78. - “Contribución al estudio de la Edad del Hierro en el noroeste de Zamora: “El Castillo”, Manzanal de Abajo” en Primer Congreso de Historia de Zamora. Tomo II. Prehistoria-Mundo Antiguo. Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo”, Diputación de Zamora, Zamora: 1990a, 211-224.

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