Estrategia familiar y prestigio cortesano en los retratos de Don Manuel de Moura y Corte Real, II marqués de Castel Rodrigo

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Descripción

Actas do IV Congresso de História da Arte Portugesa em Homenagem a José-Augusto França

23 NOVEMBRO SESSÃO TEMÁTICA 10 – O RETRATO

Estrategia familiar y prestigio cortesano en los retratos de Don Manuel de Moura y Corte Real, II marqués de Castel Rodrigo David García Cueto Universidad de Granada, Espanha La figura de don Manuel de Moura y Corte Real (Madrid, 1592-1651), II marqués de Castel Rodrigo, empezó a emerger en la historiografía gracias a su papel como mecenas del genial arquitecto Francesco Borromini y agente de la decoración del palacio del Buen Retiro, sumando desde hace unos cuarenta años un creciente interés por parte de la comunidad científica1. Tal recuperación de su memoria se hizo aparejada de la consideración de un magnífico retrato, con dificultosa atribución a Velázquez y en el pasado en manos de los descendientes del aristócrata, en el que supuestamente se representaba la persona de don Manuel. Ya en 2007 tuve ocasión de expresar mis reticencias ante tan admitida identificación, tanto por la vestimenta anacrónica del retratado como por el escaso parecido físico entre el mismo y otros retratos seguros del marqués2. La revisión de esta pequeña controversia se presenta ahora como un punto de partida idóneo para considerar la totalidad de los retratos conocidos del aristócrata, al tiempo que para valorar qué papel jugaron éstos en la estrategia de legitimación desarrollada por los Castel Rodrigo desde tiempos de Felipe II de Castilla y I de Portugal. En efecto, esta estirpe fue protagonista de un vertiginoso ascenso en la Monarquía hispánica durante la unión de ambas coronas, llegando a convertirse en una de las familias más influyentes y poderosas de Portugal durante los reinados de los Felipes3. Pese a acompañarle una inscripción que le identifica como marqués de Castel Rodrigo, lucir las armas de la familia y ostentar la insignia de la orden de Cristo –de la que don Manuel fue comendador mayor desde 1624– no parece convincente la tradicional propuesta de identificar al marqués con el personaje retratado en el lienzo procedente de la colección Pío de Saboya de Madrid, herederos de los Castel Rodrigo (Fig. 1). El retratado no sólo presenta una fisonomía del todo distinta a la de sus retratos seguros, sino que luce una moda del todo anticuada para finales de la década de 1640, cuando el marqués podría si acaso haber alcanzado la edad que aparenta ese personaje. No sería

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El estudio pionero de su acción como mecenas se debe a Rudolph WITTKOWER, “Il Marchese di CastelRodrigo ed il Borromini”, en Studi sul Borromini: Atti del Convegno promosso dall’Accademia Nazionale di San Luca, Roma, Accademia di San Luca, 1967, vol. I, 40-43. La más actual visión de esta faceta de su personalidad es la de Santiago MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, “Don Manuel de Moura Corte Real, marqués de Castelo Rodrigo: propaganda, mecenazgo y representación en la Monarquía Hispánica de Felipe IV”, en Oliver N. WOOD y otros, Poder y saber: Bibliotecas y bibliofilia en la época del conde-duque de Olivares, Madrid, CEEH, 2011, 97-120, con bibliografía previa. 2 David GARCÍA CUETO, “Mecenazgo y representación del marqués de Castel Rodrigo en Roma”, en Carlos José HERNANDO SÁNCHEZ (director), Roma y España: Un crisol de la cultura europea en la Edad moderna, vol. II, 695-716. Creí entonces que el retratado podría ser el padre de don Manuel, el I marqués don Cristóbal de Moura, pero a la vista de nuevos retratos de éste, resulta harto improbable que ésta sea la identidad del personaje. 3 Véase al respecto Santiago MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, “Fineza, lealtad y zelo. Estrategias de legitimación y ascenso de la nobleza lusitana en la Monarquía Hispánica: los marqueses de Castelo Rodrigo”, en Manuel RIVERO RODRÍGUEZ (ed.), Nobleza hispana, nobleza cristiana: La orden de San Juan, Madrid, Polifemo, 2009, vol. II, 913-960.

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extraño por tanto que la inscripción que acompaña este retrato fuese apócrifa, o incluso un añadido de época contemporánea. El avance de los estudios sobre los marqueses de Castel Rodrigo ha permitido conocer una serie de tres grabados, todos flamencos, en los que se representa con seguridad a don Manuel de Moura. Dos de ellos presentan al marqués con levísimas diferencias entre sí, salvo por su inversión especular, identificando al retratado de forma inequívoca en sus respectivas inscripciones. El primero (Fig. 2) fue grabado por Antoine van der Does e impreso por Peter de Jode II en Amberes, mientras en el segundo (Fig. 3) figura el excudit de Frans van der Wyngaerde (1614-1679)4. El mismo retrato que reproducen ambos grabados, aunque con variaciones algo más apreciables, fue utilizado en una composición alegórica de exaltación de la casa de Castel Rodrigo, centrada por la figura de don Francisco, el III marqués, y acompañada por la su padre don Manuel y su abuelo don Cristóbal, el I (Fig. 4). Tan notable calcografía se debió a Erasmo y Huberto Quellinus, y salió igualmente de las prensas antuerpienses. Se ha afirmado en diversas ocasiones que la efigie de don Manuel en estos grabados partía de un retrato hecho por Rubens, aunque este extremo parece harto complicado por haber muerto el pintor en 1640, por tanto antes de la llegada del II marqués a Centroeuropa como embajador extraordinario en la Dieta de Ratisbona. Partiendo de la certeza de este modelo de retrato representado en los tres grabados, resulta posible reconocer a don Manuel sin dudas en un lienzo subastado en fechas recientes5 y que se halla ahora en el mercado anticuario lisboeta (Fig. 5, 122 x 97 cm). Aparecen en él las armas de su título, mostrando el retratado la cruz de la orden de Cristo y la llave de mayordomo mayor, así como una inscripción que le identifica. El parecido físico con los grabados en este caso es incuestionable. Pese a su apreciable calidad, no es posible por el momento proponer una autoría para el mismo, aunque es probable que se deba a algún taller madrileño. Ambos retratos, el que sirve de base a los grabados flamencos y el pintado sobre lienzo, hubieron de hacerse en un momento avanzado de la vida del marqués, como pone de manifiesto no sólo su aspecto físico, sino también la llave de oro que luce en el cinto, símbolo del cargo de mayordomo mayor, el cual le fue concedido por Felipe IV en 1649. También su padre don Cristóbal gozó de semejante distinción, mostrando por igual la llave en varios de sus retratos conocidos. Al elenco de efigies de don Manuel ha de añadirse una más. Se trata de un singular busto en bronce, que procedente de las colecciones artísticas de sus herederos en Madrid se conserva hoy en Italia en manos privadas (Fig. 6). En este caso, el marqués aparece con armadura, luciendo un colgante con la insignia de la orden de Cristo. Vistos cuáles son los retratos hasta ahora conocidos del personaje, puede procederse a un intento de identificarlos en las fuentes documentales relativas a los bienes artísticos de los Castel Rodrigo. A falta de localizar un inventario de las obras de arte atesoradas por don Cristóbal y don Manuel en su impresionante residencia lisboeta, es posible remitirse a un documento de 1630 referido al patrimonio del último. Cuando Felipe IV encomendó al II marqués hacerse cargo de la embajada de Roma, éste condujo desde Lisboa hasta Madrid una parte de sus pertenencias más preciadas, principalmente plata de mesa y valiosas joyas. En aquella ocasión, fueron también transportados “quatro Retratos de Su Excelencia y de sus hijos chiquillos”6. Parece no obstante que el grueso de las pinturas que los Castel Rodrigo poseían por entonces –incluyendo obviamente los demás retratos de familia– se quedó en Lisboa. Ninguno de estos retratos de juventud ha sido por el momento localizado. 4

Sobre la obra gráfica de su autor, véase Jeroen DE SCHEEMAKER, Dutch and Flemish Etchings, Engravings and Woodcuts, 1450-1700: Joachim Wtewael to Frans van der Wyngaerde, Rotterdam, Sound and Vision, 2000. 5 Fue subastado en Christie’s Londres el 29 de octubre de 2010, venta 5493, lote 48. 6 Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHN), Consejos, Libro 636, fols. 128 y ss, Relacion de la plata labrada, joyas de diamantes, colgaduras y otras cossas que el Marqués de Castel Rodrigo a quien Su Magestad ha nombrado por embaxador en Roma trae de Portugal, noviembre de 1630.

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Es más que probable que durante su larga embajada en Roma y durante sus años de servicio en Viena y Bruselas, don Manuel se hiciese retratar en alguna ocasión. Aún así, no se tiene constancia documental de este extremo, ni tampoco se conoce por ahora ningún retrato que pueda relacionarse sin reservas con aquellas etapas de su biografía. Resulta bastante significativo que su hijo y heredero, don Francisco de Moura, el III marqués de Castel Rodrigo, declarase en 1651, pocos meses después del fallecimiento de don Manuel, no poseer más que un retrato de su padre, que además no era “muy excelente”. Prometía entonces al marqués de la Fuente, embajador de España en Venecia y a quien declaraba no tener más que este retrato de don Manuel, hacerle una copia del mismo “para remitirle a V.E. haciendo yo mucho aprecio de la memoria que conserva”7. Pero tal carestía de retratos de su progenitor habría sido paliada a lo largo de las siguientes décadas, en las cuales los Castel Rodrigo lograron recomponer holgadamente su hacienda tras el secuestro de sus bienes portugueses en 1640. Así lo manifestaba la espléndida villa suburbana que don Francisco poseyó en Madrid, La Florida, sin duda una de las residencias más suntuosas de la aristocracia madrileña en la segunda mitad del siglo XVII8. Allí, a la muerte del III marqués de Castel Rodrigo en 1675, se inventarió una importantísima colección de pinturas, en la que se encontraban numerosos retratos de la estirpe9. Se contaban en la colección pictórica de La Florida un total de cinco retratos de don Manuel, siendo así el miembro de la familia con mayor protagonismo en aquella pinacoteca. Cuatro de ellos presentaban un formato análogo, de vara y media de alto por vara de ancho (unos 120 x 83 cm), estando tres de los mismos sin enmarcar10. Resulta también de gran interés constatar cómo sus familiares siguieron una tradición de notable arraigo en la corte española, por más que no era privativa de ella, la de hacerle retratar ya fallecido en el lecho de muerte o antes del sepelio11. Este quinto retrato tenía, como el asunto representado exigía, un formato más reducido y apaisado que los demás. Las estimaciones de estos cinco retratos oscilaron entre los 40 y los 110 ducados, siendo mucho más bajas que las merecidas por algunos lienzos de asuntos mitológicos de la misma colección, que llegarían a alcanzar incluso varios miles de ducados. Por desgracia, el inventario de las pinturas de La Florida es muy parco en descripciones de los retratos, por lo que no incluyen ningún elemento que permita una segura identificación entre sus distintos registros y los retratos hoy conocidos. Tampoco hay, en ningún caso, menciones a los autores de los mismos. No obstante, es más que probable que el lienzo en el mercado anticuario lisboeta fuera uno de los inventariados en La Florida tras la muerte de don Francisco, siendo además 7

Fernando BOUZA, “Por qué pintado: Usos intencionales de las imágenes en la Alta Edad Moderna”, en Actas de la XI Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna: Ponencias y conferencias invitadas, Granada, 2012, 27-44, en especial p. 38. La carta se conserva en AHN, Estado, Libro 115. Viena, 11 de noviembre de 1651. 8 María Teresa FERNÁNDEZ TALAYA, El Real Sitio de la Florida y la Moncloa. Madrid, Fundación Caja Madrid, 1999, especialmente en las 371-382, donde la autora publica cuidadosamente el inventario de los bienes artísticos de don Francisco de Moura. Sobre el edificio y las demás promociones arquitectónicas de los marqueses, véase Paulo VARELA GOMES, Arquitectura, religião e política em Portugal no Século XVII: A planta centralizada. Porto, Faculdade de Arquitectura da Universidade do Porto, 2001, en especial 173-197, y del mismo autor “Damnatio Memoriae. A arquitectura dos marqueses de Castelo Rodrigo”, en José Luis COLOMER (dir.), Arte y diplomacia de la Monarquía hispánica en el siglo XVII. Madrid: Fernando Villaverde, 2003, 351-376. 9 José Luis BARRIO MOYA, “Las colecciones de pintura y escultura de don Francisco de Moura, tercer marqués de Castel Rodrigo (1675)”, Academia, 82, 1996, 295-332. 10 FERNÁNDEZ TALAYA, op. cit., 371-382: “Otra sin marco del mismo tamaño [vara y media de alto y vara de ancho] del señor Marques don Manuel de Moura en 8 ducados 88 reales”; “Otra del marqués don Manuel de el mismo tamaño [vara y media de alto y vara de ancho] en 4 ducados 40 reales”; “Otra pintura del dicho Marques don Manuel de una bara de ancho y bara y media de alto sin marco en 8 ducados 88 reales”; “Una pintura del señor Marqués de Castel Rodrigo Don Manuel sin marco ni bastidor de vara y media de alto algo menos de ancho en 10 ducados 110 reales”. 11 Ibidem, “Otra pintura del Señor Marques de Castel Rodrigo don Manuel muerto de tres quartas de ancho y mas de media vara de alto en 8 ducados 88 reales”.

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sus medidas del todo coincidentes. Entre los varios retratos de personajes no identificados en esta villa del III marqués se encontraba uno inventariado como “Otro de un biejo con cuello de pliegues y avito de Cristo sin marco de vara y media de alto y vara de ancho en 36 reales”. Tal registro muy probablemente se refería a la supuesta efigie del marqués recordada al principio de este trabajo (Fig. 1), que seguramente había de representar a algún miembro de la familia de tiempos de don Cristóbal. El III marqués de Castel Rodrigo se hizo rodear en su residencia de La Florida de los mayores lujos existentes en el Madrid de su tiempo. Al mismo tiempo, la instalación de las obras de arte que poseía revistió en algunos casos un claro sentido de exaltación dinástica, como ocurría en el cuarto del marqués. En él dispuso ocho retratos en busto vaciados en bronce, que fueron tasados en su testamentaría en 32.000 reales12. Cinco de ellos, que representan a don Cristóbal y su esposa doña Margarita, a don Manuel –el antes recordado– (Fig. 6), don Francisco y el rey Felipe IV se conservan en una colección privada italiana13. Un sexto figuraba al emperador Carlos V14, y los otros dos habrían de ser más miembros de la familia Castel Rodrigo, posiblemente las consortes de don Manuel y don Francisco, desconociéndose el paradero de estos tres últimos bustos. La factura de éstos, técnicamente correcta pero dura de modelado, remite con gran probabilidad a los talleres flamencos de mediados del siglo XVII. Ha de tenerse en cuenta que don Francisco pasó largos años de su vida al servicio de la corona en Centroeuropa, primero en la corte de Viena, adonde acudió en 1648, y años más tarde, desde 1664 hasta 1668, en los Países Bajos españoles, donde fue gobernador y capitán general. En estos territorios reunió un considerable número de pinturas y tapices, y bien podría también haber encargado allí esta interesante y original serie escultórica. Don Francisco concedió en efecto gran importancia a la representación y difusión no sólo de su propia imagen, sino también a la de su padre y su abuelo, contribuyendo así a la continuación de la estrategia legitimadora de su familia. La reivindicación que hizo de la figura paterna hubo de estar justificada, al menos en parte, por el deseo de limpiar las manchas que sobre don Manuel se vertieron en la década de 1630, cuando fue acusado desde las altas instancias de la monarquía de sodomita y traidor15. Don Manuel salió indemne de aquel humillante proceso, pero su prestigio habría quedado, al menos en la órbita cortesana, seriamente dañado. Puede que en un deseo de rehabilitar la memoria paterna, don Francisco hiciera difundir desde Flandes algunos de los retratos grabados del II marqués antes considerados, que le mostraban ostentando el prestigioso cargo de mayordomo mayor. La imagen de don Manuel de Moura fue forjada dentro de un proyecto dinástico, por lo que presentó unos apreciables rasgos de continuidad de la que había exhibido su padre don Cristóbal. Al mismo tiempo, buscó exaltar su prestigio cortesano en el entorno de Felipe IV, mostrando una cierta emulación de la imagen de su más acérrimo rival, el conde-duque de Olivares, quien ya se hizo representar en la década de 1620 de forma análoga a como lo haría años más tarde don Manuel (recuérdese por ejemplo el importante retrato del conde-duque debido a Diego Velázquez que conserva el Museo de Bellas Artes de São Paulo).

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Ibid., 95. Ibid., 95-97. 14 BARRIO MOYA, op. cit., 304. 15 Santiago MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, “Aristocracia y anti-olivarismo: el proceso al marqués de Castel Rodrigo, embajador en Roma, por sodomía y traición (1634-1635)”, en José MARTÍNEZ MILLÁN y otros, La Corte en Europa: Política y Religión (siglos XVI-XVIII), Madrid, Polifemo, 2012, vol. II, 1147-1196. 13

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Los retratos del II marqués de Castel Rodrigo fueron un elemento más en una amplia campaña de propaganda de su persona y su estirpe16, tanto en el contexto del Portugal de los Felipes como en la España posterior a la Restauración portuguesa. Sirvieron además para mostrar su identidad híbrida, portuguesa y castellana a la vez. Fueron igualmente, después de su muerte, un eficaz medio para exaltar a una familia que no abandonó el servicio de Felipe IV en la más difícil encrucijada de la Monarquía hispánica durante el siglo XVII.

Fig. 1 – Anónimo, anteriormente atribuido a Diego Velázquez, Supuesto retrato de don Manuel de Moura y Corte Real, II marqués de Castel Rodrigo. Madrid, colección particular.

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Fig. 2 – A. van der Does, Retrato de don Manuel de Moura y Corte Real, II marqués de Castel Rodrigo. Grabado calcográfico. Londres, British Museum, AN980000-1-I.

Se refiere a esta campaña Fernando BOUZA, “El pintor en la luna: Un episodio de la fama de Rubens en la cultura internacional del barroco”, en In sapientia libertas: Homenaje al profesor Alfonso E. Pérez Sánchez, Madrid/Sevilla, Focus Abengoa, 2007, 349-352.

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Fig. 3 – F. van der Wyngaerde, Retrato de don Manuel de Moura y Corte Real, II marqués de Castel Rodrigo. Grabado calcográfico. Madrid, Biblioteca Nacional, R4394.

Fig. 4 – Erasmo y Huberto Quellinus, Composición alegórica con los tres marqueses de Castel Rodrigo. Madrid, Biblioteca Nacional, IH-6275/5.

Fig. 5 – Anónimo, Retrato de don Manuel de Moura y Corte Real, II marqués de Castel Rodrigo. Óleo sobre lienzo. Lisboa, Galería Marcos & Marcos.

Fig. 6 – Anónimo, Busto de don Manuel de Moura y Corte Real, II marqués de Castel Rodrigo. Vaciado en bronce. Italia, colección particular.

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BIBLIOGRAFIA

BARRIO MOYA, José Luis, “Las colecciones de pintura y escultura de don Francisco de Moura, tercer marqués de Castel Rodrigo (1675)”, Academia, 82, 1996, 295-332. BOUZA, Fernando. “El pintor en la luna: Un episodio de la fama de Rubens en la cultura internacional del barroco”. En In sapientia libertas: Homenaje al profesor Alfonso E. Pérez Sánchez. Madrid/Sevilla: Focus Abengoa, 2007, 349-352. —. “Por qué pintado: Usos intencionales de las imágenes en la Alta Edad Moderna”. En Actas de la XI Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna: Ponencias y conferencias invitadas. Granada: Universidad de Granada, 2012, 27-44. DE SCHEEMAKER, Jeroen. Dutch and Flemish Etchings, Engravings and Woodcuts, 1450-1700: Joachim Wtewael to Frans van der Wyngaerde. Rotterdam: Sound and Vision, 2000. FERNÁNDEZ TALAYA, María Teresa. El Real Sitio de la Florida y la Moncloa. Madrid: Fundación Caja Madrid, 1999. GARCÍA CUETO, David. “Mecenazgo y representación del marqués de Castel Rodrigo en Roma”. En Roma y España: Un crisol de la cultura europea en la Edad moderna, dirigido por Carlos J. Hernando Sánchez. Madrid: Seacex, 2007, vol. 2, 695-716. MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, Santiago. “Fineza, lealtad y zelo. Estrategias de legitimación y ascenso de la nobleza lusitana en la Monarquía Hispánica: los marqueses de Castelo Rodrigo”. En Nobleza hispana, nobleza cristiana: La orden de San Juan, editado por Manuel Rivero Rodríguez. Madrid: Polifemo, 2009, vol. 2, 913-960. —. “Don Manuel de Moura Corte Real, marqués de Castelo Rodrigo: propaganda, mecenazgo y representación en la Monarquía Hispánica de Felipe IV”. En Poder y saber: Bibliotecas y bibliofilia en la época del conde-duque de Olivares, dirigido por Oliver N. Wood y otros. Madrid: CEEH, 2011, 97120. —. “Aristocracia y anti-olivarismo: el proceso al marqués de Castel Rodrigo, embajador en Roma, por sodomía y traición (1634-1635)”. En La Corte en Europa: Política y Religión (siglos XVI-XVIII), dirigido por José Martínez Millán y otros. Madrid: Polifemo, 2012, vol. 2, 1147-1196. VARELA GOMES, Paulo. Arquitectura, religião e política em Portugal no Século XVII: A planta centralizada. Porto: Faculdade de Arquitectura da Universidade do Porto, 2001. —. “Damnatio Memoriae: A arquitectura dos marqueses de Castelo Rodrigo”. En Arte y diplomacia de

la Monarquía hispánica en el siglo XVII, dirigido por José Luis Colomer. Madrid: Fernando Villaverde, 2003, 351-376. WITTKOWER, Rudolph. “Il Marchese di Castel-Rodrigo ed il Borromini”. En Studi sul Borromini: Atti del Convegno promosso dall’Accademia Nazionale di San Luca. Roma: Accademia di San Luca, 1967, vol. 1, 40-43.

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