Espacio Público y Violencia Urbana: La situación de CIudad Juárez frente a la violencia globalizada

September 1, 2017 | Autor: E. Aguirre-Ramírez | Categoría: Espacio Publico, Seguridad Ciudadana, Violência Urbana
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Descripción

ESPACIO PÚBLICO Y VIOLENCIA URBANA La situación de Ciudad Juárez frente a la violencia globalizada

Eje temático: Globalización y territorio Mtro. Edwin Aguirre Ramírez Arquitecto por la Universidad Nacional de Colombia sede Manizales Especialista en Diseño Urbano por la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín Maestro en Desarrollo Regional por el Colegio de la Frontera Norte Candidato a Doctor en Ciencias Sociales del Colegio de la Frontera Norte, promoción 2010-2014 Teléfono de contacto: 664 4128603 Email: [email protected] 5° Congreso Internacional de Sociología. Espacios contestatarios. UABC Ensenada, Baja California, México, del 25 al 28 de septiembre de 2012.

Resumen En la época contemporánea se está viviendo una urbanización de la violencia que ha visto su expansión debido a fenómenos de alto impacto como el narcotráfico. A pesar de la existencia de múltiples definiciones y formas de la violencia, así como la diversidad de conceptos existentes acerca de lo urbano y, en particular, de lo que denominamos espacio público, en este trabajo se busca la interrelación conceptual de ambas cosas para una comprensión más integral. El fenómeno de la violencia es de escala global y posee a su vez, repercusiones locales particulares (como sucede en el caso de Ciudad Juárez), manifestadas éstas en las diversas formas de habitar el espacio urbano, pero sobre todo, en las formas en que es usado y percibido por sus habitantes. Se pretende mantener una discusión de carácter conceptual que permita la reflexión y la construcción constante de nuevos significados para esta realidad tan acuciosa. Palabras clave: Espacio público, violencia urbana, usos y percepciones del espacio urbanizado. 1   

ESPACIO PÚBLICO Y VIOLENCIA URBANA La situación de Ciudad Juárez frente a la violencia globalizada Introducción Este artículo está en concordancia con los planteamientos teóricos y los resultados presentados en la tesis de maestría denominada “Escenarios de violencia urbana. Usos y percepciones del espacio público relacionado con la vivienda en Ciudad Juárez, Chihuahua”, elaborada en el período 2008-2010 en el Colegio de la Frontera Norte (COLEF). Los objetivos de dicha tesis buscan una comprensión del uso y la percepción de los espacios públicos relacionados con la vivienda, esto, mediante un diálogo entre metodologías y variables de análisis para comprender desde distintas perspectivas la configuración, estructura e importancia de los espacios públicos dentro de un contexto opacado por la violencia urbana. En concordancia con lo anterior, el objetivo de este artículo es ampliar el marco de referencia conceptual de dicha temática, entablando que el fenómeno de la violencia es de escala global y que posee a su vez, repercusiones locales particulares (como sucede en el caso de Ciudad Juárez), manifestadas éstas en las diversas formas de habitar el espacio urbano pero sobre todo, en las formas en que es usado y percibido por sus habitantes. La estructura de este texto se da entonces de la siguiente manera. La primera parte presenta algunas anotaciones y conceptualizaciones básicas sobre las formas en que puede ser entendida la violencia como fenómeno global y sus repercusiones a escalas locales. De otro lado, en la segunda parte se presenta una relación teórica entre los conceptos del espacio público y la violencia urbana, con esto se pretende acotar con mayor precisión el escenario donde actualmente la violencia tiene su nicho, las ciudades. Por último, se presentan algunas consideraciones acerca del estado que posee la relación del espacio público y la violencia urbana en Ciudad Juárez, con lo que se pretende caracterizar las formas de usar y percibir el contexto habitable de la ciudad. 2   

Anotaciones sobre la violencia globalizada El efecto de la globalización en el tejido social se ve representado de distintas maneras y, todas las manifestaciones de este fenómeno tienen repercusiones visibles no solo a nivel global, sino en escalas regionales y locales. De esta forma las representaciones de la violencia provocadas por múltiples factores tendrán facciones y representaciones distintas dependiendo del contexto en el que ocurran. En palabras de Wallerstein (2006:9) “Los medios, así como también los científicos sociales, repiten constantemente que hay dos cosas que dominan el mundo en el que vivimos desde los últimos decenios del siglo XX: la globalización y el terrorismo. Ambos se nos presentan como fenómenos sustancialmente nuevos: el primero rebosante de esperanzas y el segundo, de peligros temibles”. Estas palabras legitiman la idea de entablar una discusión acerca de las formas globales más características de la violencia y, así mismo, reconocen que una gran parte de la sociedad está referenciando y reconociendo el proceso de globalización no sólo como una posibilidad benéfica para la humanidad, sino que puede traer de la mano consecuencias perjudiciales para todos. Son múltiples las formas de violencia, pero en una simplificación básica se puede hablar de aquellas formas que se dan por la hegemonía del poder o la soberanía, y las que surgen de un impulso desconcertante de la condición del individuo. Cualquiera que sea, tendrán incidencias directas en los contextos donde se manifiesten y claro está, en los grupos sociales que hacen parte de dicho contexto. En el mundo contemporáneo, es en la ciudad, en los contextos urbanos, en donde las formas de violencia son más evidentes, debido a que contienen grandes cantidades de población y a la vez, en donde las múltiples interacciones de individuos y grupos tienen cita. Es necesario anotar que la fragilidad de la interacción entre los mismos es sin duda, uno de los elementos que permite la existencia de expresiones de violencia. Las grandes guerras del mundo moderno, son una de las expresiones más feroces de la violencia globalizada. La primera y la segunda guerra mundial, trajeron consigo además de la destrucción de ciudades completas y la muerte de 3   

millones de seres humanos, la consolidación de los modelos económicos y políticos sobre los cuales se estructuró la delimitación de los países envueltos en las mismas. De esta manera, y de la mano de los estado-nación más representativos, el mundo empezó a conocer la soberanía de las grandes empresas (en principio la de la guerra), que trajeron consigo el establecimiento del mercado y su hegemonía. A partir de aquí, los estado-nación alejados del poder, o alejados de lo que estaba establecido como un camino triunfal, el de ser potencia del mundo, empezaron su carrera contra el reloj en búsqueda de los mismos beneficios económicos que poseían las grandes victoriosas de los conflictos armados. Como la misma historia lo ha escrito, ha sido el sistema capitalista el gran vencedor (y con él las naciones abanderadas de su doctrina), con la casi extinción total del sistema comunista a finales de la década de los ochenta. Pero la guerra, como tal, sirvió de motor para la propulsión de estos sistemas, y más aún, sirvió de plataforma para que los países más desarrollados dominaran no sólo militarmente, sino también en términos económicos la totalidad del globo. Los estado-nación dominantes no necesariamente se apoderaron del territorio físico espacial o político de las naciones vencidas. El premio estaba anticipando resultados futuros más importantes, generados a partir del establecimiento y el dominio de los mercados de los vencedores, para de esta forma, consolidar el sistema económico que poseían y que aún hoy mantienen. Joseph Stiglitz (2006:44) señala que las “Naciones Unidas se creó para prevenir esas guerras que habían resultado tan dañinas en la primera mitad del siglo XX (…) Se crearon dos nuevas instituciones económicas: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (…) estas instituciones eran clubes de países ricos y así quedaba reflejado en la forma de dirigirlas”. Podemos ver cómo empieza a mediar el poder y el direccionamiento de las potencias vigentes a partir de la creación supuestamente imparcial de instituciones que se encargaran de controlar y apoyar las circunstancias económicas de las naciones emergentes. Pero el trasfondo de esto es menos alentador, ya que el control de las instituciones antes mencionadas, se da de manera unilateral, permitiendo a estos países fuertes aumentar su soberanía más allá de sus fronteras y logrando lo que 4   

podríamos denominar una hegemonía global de sus mercados. ”Una gran parte del Tercer Mundo ha sido constantemente marginada, a medida que el comercio y los flujos de inversión tecnológicos se han ido concentrando crecientemente en el núcleo OCDE de la economía mundial. La división del mundo en centro y periferia, norte y sur, sigue siendo en gran medida un rasgo estructural del sistema global contemporáneo” (Held & Mcgrew, 2002:100); en otras palabras, se crean instituciones descentralizadas que son controladas por los integrantes de los países centrales y dueños de los mercados más importantes. Y a partir de la difusión o la derrama de este sistema en un gran porcentaje de países, el modelo no necesariamente se convierte en una medida del éxito, por el contrario, podemos entender que la globalización golpea, y golpea fuerte a aquellos que no están preparados para su llegada1, mientras que aquellos ya establecidos como fuertes dentro del sistema (los mismos que lo han promovido), se ven beneficiados una y otra vez por el aparente éxito de algunas naciones y en espacial, por el fracaso de la gran mayoría. Desde otra perspectiva (aunque similar al fenómeno de la guerra), aparece en escena la violencia generada por el narcotráfico cuya incidencia puede ser entendida también como un fenómeno global. Es es el narcotráfico el promotor de muchas manifestaciones, particularmente, aquellas que son más cruentas y cercanas a la población civil. Si pensamos entonces en dónde está el origen de la violencia que es generada por el narcotráfico, debe decirse primero que su fundamento está íntimamente relacionado con las condiciones de desigualdad y pobreza de la población. Este otro motor de violencia tiene también escenarios precisos, entre los que se destaca de nuevo a la ciudad como tablero en donde se juegan sus intereses la diversidad de agentes que tienen el control del negocio del tráfico de drogas, afectando directa e indirectamente a el resto de la población. Bauman (2005:99) plantea que “Podríamos decir que las fuentes del peligro se han trasladado al corazón mismo de la ciudad. Los amigos, los enemigos y, sobre                                                              1

Como ha sido el resultado de aquellos países que aplicaron casi que al pie de la letra lo estipulado por el Consenso de Washington y que a la fecha, no han logrado superar los índices de subdesarrollo necesarios para ser considerados dentro de la lista de países desarrollados.

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todo, los extraños (esos seres esquivos y misteriosos que tan pronto pueden ser amigos como enemigos nuestros), se mezclan actualmente en las calles de la ciudad y las comparten codo a codo. La guerra contra la inseguridad, los peligros y los riesgos, se libra ahora en el interior de la ciudad y es dentro de ella donde se definen los campos de batalla y se trazan las líneas del frente”. Las formas de violencia tienen representaciones singulares en cada contexto cultural, son como firmas con las que se quiere denotar el poderío y la desfachatez que implica la búsqueda del respeto, así como la hegemonía del nombre y del negocio. Desde otra perspectiva, Concha-Eastman (2000) clasifica la violencia en distintos tipos a partir de la motivación. Es así entonces que la motivación interpersonal o social puede generar un tipo de violencia doméstica o intrafamiliar. De otra parte la motivación económica puede generar riñas, heridas u homicidios. La motivación económica y poder, junto con la política, pueden generar homicidios, magnicidios, secuestros, entre otros tipos de violencia. Este autor, en su texto denominado Violencia Urbana en América Latina y el Caribe concibe también a la violencia como un fenómeno generado a partir de las interrelaciones entre factores estructurales, institucionales, directos o facilitadores y sus distintos niveles de multicausalidad. Dicho lo anterior podemos agregar que la violencia como fenómeno global tiene un nicho singular en las ciudades y, en palabras de Martin-Barbero (2000:29) podemos ver que “Muchas ciudades hoy parecieran también maldecidas por los dioses, al menos por la abundancia de huellas criminales que las pueblan y lo mucho que tienen de confusión. Pero lo que ha convertido a algunas de nuestras ciudades en las más caóticas e inseguras del mundo no es sólo el número de asesinatos o de atracos sino la angustia cultural en que vive la mayoría de sus habitantes. Pues cuando la gente habita un lugar que se siente extraño, porque des-conoce los objetos y las personas, cuando no se reconoce a sí misma como de ese lugar, entonces se siente insegura, y esa inseguridad, aún a la gente más pacífica, la vuelve agresiva”.

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Aproximaciones conceptuales al espacio público y la violencia urbana A través de la historia, han sido múltiples las interpretaciones y significaciones que se le han dado al concepto de espacio público, desde aquellas que hablan de su estructura y significado político en términos de la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones, hasta las que lo definen únicamente como el escenario de las interrelaciones urbanas o en otras palabras, como hecho físico, como vacío entre edificios que sirve para dirigirse de un lugar a otro en la ciudad. Si bien, el espacio es un concepto que denota un lugar, que define una localización específica, el espacio público está más allá de esta simple concepción y determina inevitablemente una relación directa que es a la vez diferenciación entre lo público y lo privado. Es así entonces que para entender el espacio público como concepto y como hecho físico de las realidades urbanas, es necesario entenderlo primero desde su concepción filosófica y desde su diferenciación con lo privado. Es posible entonces encontrar posiciones que conciben el espacio público como un ámbito de libertad (Habermas, 1991) o como un lugar de poder (Foucault, 1980). Entendiendo el espacio público planteado por Habermas, se puede decir que éste, como espacio de libertad permite el debate entre los sujetos y el Estado, así, vemos que la condición de libertad es explícita y característica del espacio público, aunque la realidad sea otra distinta. De una u otra manera, el espacio público es el escenario de libertades individuales y colectivas, a pesar de que éstas estén coartadas por una normativa común que es necesaria, por unas reglas de juego que determinan el grado o nivel de libertad permitido. De otro lado, el espacio como lo plantea Foucault, como lugar de poder, significa explícitamente la posibilidad de ver constantemente, de ejercer presión y acción sobre el espacio por medio del dominio total del mismo. En otras palabras, el espacio público para Foucault determina un control inherente de los individuos, por los grupos sociales y por el Estado. De esta manera, preguntarse qué es lo público será la primera etapa de aproximación al entendimiento mismo del concepto. Así pues, puede entenderse lo público como la esfera global, una situación de todos, una representación del ser colectivo, de la socialización; a diferencia de esto lo privado 7   

se ha caracterizado por pertenecer al sujeto, a la esfera de lo personal, una representación del interés del ser individual. Pueden entenderse estos dos conceptos como antagónicos y relacionados. Si llevamos ambos a la caracterización física que les puede ser inherente podemos ver entonces que el espacio privado, como espacio individual, tiene una referencia única y exclusiva: la casa (el adentro). Mientras que el otro será lo opuesto: la calle (como mínima expresión del espacio público urbano, el afuera). En esta observación veremos entonces que la forma de habitar en cada uno de los espacios requiere una forma de comportamiento coherente con el mismo. La casa, el escenario del individuo, del sujeto, del YO; lugar de refugio; hábitat independiente y nicho ecológico del sujeto, permite una expresión completamente independiente del exterior, es el lugar por excelencia donde se puede ser uno mismo. Mientras que el espacio público y su representación básica: la calle, es fundamentalmente el escenario donde YO puedo ser escuchado, es el escenario donde la gente habita ya no su casa sino la ciudad, es el afuera; lugar de convivencia más que de supervivencia; lugar en el que se es uno entre muchos, donde se puede ver y se puede ser visto; lugar social y a la vez lugar de anonimato. Si adentro está lo propio, lo que nos pertenece, lo que es de nuestra propiedad, afuera en el espacio público está lo que no nos pertenece en su totalidad, lo que es ajeno, lo que no tiene dueño. Adentro estamos seguros, conocemos el lugar en el que estamos; afuera estamos desamparados, el lugar es desconocido y está habitado por otros, lo que impide nuestra seguridad y libre expresión. En conclusión podemos decir que el espacio público es inherente a la construcción misma de la ciudad: “El espacio público es ante todo un concepto urbano, es decir que está y ha estado relacionado con la ciudad, pues es allí donde surgió” (Gamboa, 2003:13). Por otro lado a violencia es un hecho histórico que ha acompañado a la humanidad y se ha transformado junto con ella a través del tiempo. Así mismo, es evidentemente necesario entender la transformación que este fenómeno le ha dado a las distintas esferas sociales, las esferas del poder, las esferas medias y las esferas de la pobreza, condicionando de una u otra manera la participación de 8   

todas ellas en la configuración de la realidad contemporánea y determinando al miedo como el motor de la vida actual, de la vida urbana y a la desintegración social como su característica irresoluta. El espacio público, es el espacio por excelencia de la sociedad, él le pertenece pero a la vez la codifica y la condiciona a comportamientos establecidos que deben ser tenidos en cuenta para evitar el desfallecimiento de las estructuras que la soportan. De otra forma, el espacio público reacciona a las acciones de los grupos sociales y las contiene, pero condiciona el comportamiento de estos grupos y el de los individuos por medio de reglas de convivencia cohibiendo de una u otra manera sus libertades. En un análisis que Guzmán (2007:40) hace acerca de las teorías de Soja, se pone en evidencia que el espacio público ha perdido sus facultades integradoras debido a los fenómenos de fragmentación que se han dado en la ciudad, “Esta situación también llevó (…) a la eliminación de los espacios públicos y, finalmente a la resistencia social por parte de los más protegidos”. Conocer y reconocer en el espacio público es un acto de valentía; reconocer a otro implica estar en disposición de respetarlo, aún sin compartir sus ideas; pero ser reconocido es perder esa cualidad que el espacio público nos otorga al adentrarnos en él: ser anónimos. Pero dentro de esa estructura de comportamiento existe una inexplicable realidad que es fundamental para que el funcionamiento de las relaciones sociales se mantenga cohesionada, el espacio público como escenario de expresión es el lugar de la alegría, de la violencia, de la vitalidad y la fatalidad de los individuos y la sociedad hasta donde se lo permitan los derechos que la misma sociedad ha estructurado. A este respecto plantea Goycoolea

(2006:14) que “Los lugares que habitamos, el espacio en que se

desenvuelve una comunidad, por su configuración y gestión posibilita cierto tipo de actividades e impide otras, definiendo así el marco en que el hombre actúa y comprende el mundo”. En el espacio público se refleja también la necesidad de legitimación violenta, esto es, ponemos en evidencia de los grupos sociales los actos violentos para infundir miedo y a la vez, cohibir la utilización del mismo como medio de expresión individual. 9   

En un estudio sobre los desafíos de la seguridad para Iberoamérica se afirma que “…en América Latina, el espacio público es un lugar cada vez menos apropiado por la ciudadanía, siendo percibido como un territorio de exposición y vulnerabilidad. Esto último tiene una directa relación con la percepción de inseguridad y temor que experimenta la mayoría de los latinoamericanos” (Dammert, Alda y Ruiz, 2008). Estos mismos autores sostienen que existe una necesidad imperativa de dar soluciones a los problemas de inseguridad de manera integral, y uno de los niveles en el que es necesario encontrar soluciones es justamente el que está relacionado con el diseño urbano y las condiciones del espacio público: “Prevención situacional del crimen y la violencia, tales como mejor iluminación en áreas públicas, instalando mejores sistemas de seguridad o mediante un mejor diseño urbano. (Otros factores relacionados con el ambiente físico como el deterioro de la infraestructura urbana, presencia de áreas desiertas y descuidadas; espacios públicos que no toman en consideración la seguridad; ausencia de transporte público)” (Dammert et al. 2008). Lo que reafirma la importancia de este aspecto en las estrategias para solucionar los conflictos que la violencia urbana ha provocado en el general de las ciudades latinoamericanas. A partir de la definición explícita que posee el espacio público, de su esencia vital que lo ha convertido en un sistema de unicidad social, podemos ver en él la evidencia de la desigualdad y de la inequidad que adolece la sociedad. Sí, en el espacio público todos somos iguales, somos anónimos; transeúntes; ciudadanos; turistas; vándalos o simplemente habitantes, la realidad es múltiple en este escenario. El espacio público tiene ya varias significaciones, pero su significado más común en la actualidad en el de ser lugar de miedo para el individuo y refugio del delincuente. En este orden de ideas, tener una única definición de lo que significa espacio público puede ser inoperante a la vez que un intento fallido, como lo propuso la modernidad, por determinar las cosas por su nombre y su significado2. Lo que sí es claro, es que el espacio público no sólo es                                                              2

El urbanismo moderno planteó la zonificación de la ciudad, dividiendo la misma a partir de las actividades urbanas que debían desarrollarse, nombraron entonces a las áreas residenciales, a las zonas industriales, a las zonas de comercio y de servicios, a la infraestructura para el transporte, a

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una representación simbólica y física de las múltiples relaciones y circunstancias que poseen los grupos sociales, tendrá siempre tantos significados como individuos y tantas expresiones como usos posibles. Vemos entonces que en nuestras ciudades se dan formas de segregación en el espacio público, que están latentes y a la vez, altamente relacionadas con la situación de violencia urbana. Un ejemplo de esto es la apropiación y el dominio territorial que algunos grupos sociales (como las pandillas) le dan al espacio, generalmente para desarrollar actividades al margen de la ley o simplemente para lograr “reconocimiento” por parte de la comunidad o la población de la que hacen parte. De otra manera, pero no menos irrelevante, la segregación se puede dar por la no utilización del espacio público, esto lo podemos ver expresado por ejemplo, en los sectores urbanos de clases altas, que ha cambiado la utilización de los parques para su disfrute (y los ha cerrado, impidiendo que otros los utilicen), por los malls o los centros comerciales; en concordancia con esto, Marcuse y Kempen (2000:260) afirman que “…los espacios públicos han sufrido un cambio significativo en su forma, uso y control (…) irónicamente, la privatización del espacio público ha traído consigo la oferta de espacios semi públicos…”.3 El espacio público hoy por hoy es el ring en donde se enfrentan distintos luchadores; es una arena de conflictos individuales y grupales; y a la vez es desierto, carece de la presencia de sus habitantes. Por otro lado, los conceptos de convivencia y violencia a pesar de ser completamente disímiles pasan a ser sinónimos en el espacio público (se convive con la violencia y esto de entrada es inaceptable), y el escenario tiende a ser contingente si los actores de este escenario urbano y social no empiezan a hacer de sus actuaciones algo verdaderamente remarcable, proponiendo y promoviendo un retorno a la armonía, al reconocimiento y al respeto del otro, del que es distinto, de ese que es un reflejo y una construcción paralela de nosotros mismos.                                                                                                                                                                                       las áreas institucionales y al espacio público. A cada una de estas zonas le dio un lugar específico en la ciudad y en particular, el espacio público fue visto como elemento de conexión entre lo edificado. 3

Traducción libre 

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Ciudad Juárez: una mirada desde las dimensiones de la vivienda, el espacio público y la violencia urbana Desde principios de la década de los noventa Ciudad Juárez captó la atención nacional e internacional por la alta incidencia y la impunidad con la que se han cometido asesinatos de mujeres (Monárrez y Fuentes, 2004). Estudios desde diversos enfoques teóricos y metodológicos se han realizado para entender dicho fenómeno.

Desde el enfoque de los estudios de género, se ha abordado el

problema desde la categoría teórica del feminicidio (Monárrez, 2006), desde donde se argumenta que las mujeres son asesinadas por el hecho de ser mujeres. Por su parte, desde un enfoque urbano, se ha estudiado la probabilidad de que las mujeres sufran algún hecho delictivo como resultado del déficit de equipamiento urbano (infraestructura) (Monárrez y Fuentes, 2004; Fuentes, 2008). El primer enfoque se concentra en estudiar la violencia de pareja en el espacio privado y el segundo se ha centrado en estudiar las características del medio urbano que pueden incrementar la violencia que se genera en el espacio público. Ciudad Juárez vive un constante problema de inseguridad pública. Ciudad Juárez históricamente ha experimentado una de las más altas tasas de crecimiento poblacional y de la superficie urbana del todo el país. Entre 1960 y el año 2005 la población de la ciudad se quintuplicó, es decir, pasó de 276,995 a 1’313,338 habitantes. Por su parte, la mancha urbana creció 16 veces, lo que significa a una tasa tres veces mayor que el crecimiento de la población (Fuentes, 2008). El rápido crecimiento urbano con una baja administración del territorio ha tenido importantes repercusiones negativas desde el punto de vista social, económico, urbano etc. Entre las más importantes destacan que el mercado del suelo urbano presenta dificultades para acomodar a sus residentes dentro de las áreas destinadas en los planes de desarrollo urbano, por lo que floreció un mercado informal del suelo4, el cual proporcionó alternativas de vivienda para la                                                              4

Desde principios de la década de los noventas casi 6,000 hectáreas del poniente correspondientes a 118 colonias se han desarrollado a través de invasiones y auto invasiones.

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población de bajos ingresos en la periferia urbana. Lo anterior, como resultado de la gran demanda de suelo urbano producto del rápido crecimiento poblacional, las distorsiones que presenta el mercado del suelo formal5, la incapacidad económica en la adquisición de la misma dado el alto costo que tienen en la frontera recursos como el suelo, aunado a la pérdida del poder adquisitivo del salario de los trabajadores, la falta de terrenos disponibles para la promoción de un crecimiento ordenado y planificado que generó el fenómeno de la invasión de predios en los que se auto-construyeron una gran cantidad de viviendas. Esto ha ocasionado que la estructura urbana presente una alta segregación socio-espacial debido a los altos precios del suelo, lo que se traduce en que la población de menores ingresos tenga un menor acceso a los recursos urbanos como escuelas, vialidades, transporte, parques, etc., (Fuentes, 2004). Producto del rápido proceso de urbanización se cuenta con dos mecanismos para la construcción de la vivienda, los cuales poseen diferentes expresiones en términos de lo físico construido, así como también, marcadas diferencias en lo referente al espacio urbano que construyen y, en particular, al espacio público que generan. En otras palabras, podemos reconocer el mecanismo formal a través de los programas establecidos a nivel nacional estatal y municipal de vivienda y quienes se encargan de desarrollarlos, junto con los otros elementos que traen consigo los proyectos de urbanización como el espacio público y los equipamientos colectivos y que, en teoría, cuentan con las capacidades técnicas y de diseño para buscar la solución de los problemas espaciales. El otro mecanismo, el de la vivienda informal o autoconstruida, que carece en términos generales de las áreas necesarias para solucionar los otros asuntos urbanos y, mucho menos cuenta con las condiciones técnicas y de diseño adecuadas para dar un resultado adecuado a las unidades habitacionales o a su                                                              5

Los más importantes rasgos del mercado formal del suelo son: 1) el desarrollo de la tierra es un proceso político basado en intereses partidistas más que en procesos de planeación urbana; 2) el suelo urbano usualmente está concentrado en las manos de muy pocos propietarios (acaparamiento del suelo por privados); 3) la especulación del suelo es generalmente una práctica común; 4) fuerte competencia por poseer los espacios dotados de infraestructura; 5) presiones por parte de los propietarios de grandes superficies de tierra para conseguir la introducción de infraestructura hacia sus terrenos; 6) falta de suelo público.

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conjunto urbano. Según Maycotte (2001), las tipologías de vivienda que han tenido en Ciudad Juárez se pueden agrupar de la siguiente manera: 1) vivienda popular de autoconstrucción, 2) vivienda de interés social, 3) vivienda de interés medio y 4) vivienda residencial. Esta agrupación tipológica sin embargo, no corresponde única y exclusivamente a las características físicas, espaciales, funcionales y constructivas de la vivienda, parámetros más usuales sobre los que se constituye una tipología edilicia. Se pueden agrupar algunas características espaciales de las viviendas como el tamaño y su forma de construcción con características socioeconómicas dadas por su ubicación y formas o modelos de gestión por medio de los cuales la vivienda pudo ser construida. Una ciudad no puede concebirse sin áreas habitacionales, sin vivienda. Para el caso de Ciudad Juárez “El uso habitacional ocupa el 70% de la superficie de la ciudad, es por ello que bajo tales circunstancias no se puede analizar a la vivienda como un objeto aislado de la ciudad, ni de sus espacios públicos, ni de su funcionalidad, ya que el espacio urbano no es un objeto en sí, sino la manifestación espacial de los procesos, económicos, sociales y culturales, que han dejado cicatrices en él. (Maycotte. 2007:4, haciendo referencia al Plan de Desarrollo Urbano 2003 del IMIP). En el momento en el que se desarrolló esta investigación Ciudad Juárez vivía una situación de violencia generalizada y constante, concentrándose en particular los delitos de homicidio, el robo de vehículos y los secuestros, entre otros. Cabe mencionar que la situación se ha extremado de tal modo, que los organismos de control y las instituciones que deben velar los problemas ocasionados por la violencia, han aumentado su tarea, aunque no necesariamente con buenos resultados. Monárrez (2006) afirma que en la década de los 90 se documentaron los primeros asesinatos de mujeres en la ciudad, de tal manera que se dio pie a la conceptualización del feminicidio. El fuerte impacto de este fenómeno tocó las fibras de la sociedad juarense, lo que llevó consecuentemente a buscar una manera de incorporar la perspectiva de género en la justicia de la ciudad, así como también en los procesos de planeación del territorio. Este tipo de violencia se manifiesta en dos elementos del espacio urbano de la ciudad, por una 14   

parte en el espacio colectivo, esto es, en el espacio público y por otra, en el espacio privado, en las propias viviendas. Por su parte, Acosta (2008), hace una geo-referenciación de la violencia a partir de los actores, en otras palabras, intenta ubicar la realidad de la violencia, por medio de la localización en el territorio de los delitos y de los actos violentos. Con este trabajo la autora pretende develar un patrón de ubicación posible de jóvenes criminales y, de esta forma caracterizar las distintas zonas de la ciudad en donde el fenómeno se presenta con mayor reiteración. Encuentra que “En relación con las infracciones juveniles se observa que el 33.13% de las colonias presentan al menos un caso de un menor infractor” (Acosta. 2008:85). Lo curioso de la información obtenida en este proyecto es que la zona suroriental es en particular, una de las zonas desarrolladas a partir de proyectos de vivienda de interés social en

el

marco

de

programas

gubernamentales.

En

otras

palabras,

los

fraccionamientos y en particular las viviendas cumplen (contando con algunas excepciones) con la normativa vigente, y en adición se construyen con las capacidades

técnicas

y

profesionales

necesarias

para

sobrellevar

las

problemáticas que se presentan en los procesos de urbanización, incluidos claro está, el espacio público y los equipamientos colectivos. Se puede precisar entonces que el fenómeno de la violencia no necesariamente está vinculado con los casos de pobreza más extrema en la ciudad o, para el caso particular de este proyecto de investigación, no están ligados necesariamente con los asentamientos habitacionales que se generaron de manera ilegal. La violencia puede tener diversos escenarios y uno de ellos es el de la vivienda de interés social y su contexto urbano inmediato. A partir de esta aseveración surge la necesidad de contrastar justamente dos escenarios distintos, los dos fraccionamientos que son casos de estudio están ubicados en la zona sur oriental de la ciudad y fueron construidos por distintas formas de gestión, uno de ellos de manera formal y el otro de manera informal o ilegal, en adición a esto, ambos fraccionamientos fueron considerados dentro del diagnóstico integral del Plan Municipal de Desarrollo Urbano (IMIP. 2002), como zonas de violencia en las 15   

que las autoridades deberían prestar atención inmediata para la solución de una problemática que hasta la fecha del análisis, se estaba incrementando. La problemática del espacio público en Ciudad Juárez es aguda y generalmente va de la mano con la problemática de la vivienda. El Instituto Municipal de Investigación y Planeación de la ciudad estableció para el año 2002 que la densidad de espacio público por habitante6 se encontraba en 4.6 metros cuadrados, un valor muy pequeño, comparado con otras ciudades a nivel mundial como Curitiba y Vancouver que poseen 50 y 36 metros cuadrados por habitante respectivamente. En adición a esto, esta fuente establece que la ciudad posee 654 parques con un total de 412 hectáreas cifra que según la Organización Mundial de la Salud (OMS)7 debería ser al menos de 1500 hectáreas. La característica más apremiante de la problemática que presenta el espacio público de la ciudad es que los espacios recreativos y las áreas verdes que posee carecen de las instalaciones suficientes y los elementos de diseño necesarios para su buen funcionamiento, como son la arborización el mobiliario urbano, la iluminación, entre otros. Los elementos más relevantes para entender cuáles son las deficiencias del espacio público en Ciudad Juárez son la falta de infraestructura, una inexistente cultura de la recreación saludable, escasos elementos consolidados, la incapacidad para ampliar y sostener en el tiempo los elementos existentes y la inestabilidad institucional8 (IMIP. 2002). Sumados a todos esos elementos, podemos considerar que la relación entre las carencias que posee el espacio público, junto con las necesidades de la sociedad, son expresiones de un escenario de violencia urbana que cada vez se hace más complejo. El dinamismo de esta complejidad, sus mutaciones, imposibilitan que las soluciones previstas a cada uno de estos problemas se den de manera exitosa.                                                              6

Esta densidad se da al dividir la cantidad de metros cuadrados del área definida como espacio público entre el número de habitantes de la ciudad 7

Otros estándares que deben considerarse a este respecto son los 10 m2 de espacio público por habitante determinados por la Agenda de Naciones Unidas o el de 9 m2 del BID. 8

Esta inestabilidad genera que los proyectos de inversión pública relacionados con la generación de áreas recreativas y de espacio público en general no sean llevados a cabo.

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Reflexiones finales La complejidad de lo urbano es muy amplia y se agudiza aún más cuando en su contexto hay manifestaciones de violencia. Habitar la ciudad parece ser hoy por hoy una necesidad de la sociedad, pero ese habitar tiene diversidad de formas y de interpretaciones. Es un hecho que el uso y la percepción de los entornos urbanos dependerán básicamente de las condiciones de convivencia y de habitabilidad que existan en ellos. En una ciudad con manifestaciones de violencia urbana, la sensación de temor y de inseguridad son tal vez los elementos que más cohíben a la población de salir a la calle y, a la vez, hacer una utilización consciente, continua y responsable de los espacios públicos urbanos en distintos niveles. Temor e inseguridad son más proclives cuando no existen mecanismos de control que permitan a la población que habita en las ciudades, el disfrute sin restricciones de los beneficios que el espacio urbano puede brindarles en su desarrollo individual y social. Las reflexiones presentadas en este texto no buscan explicación determinista acerca de cómo debe ser entendida la violencia desde una escala general a una particular, pero lo que sí se ha pretendido es direccionar el entendimiento de que la barbarie que trae consigo la violencia, vista desde la perspectiva de la globalización, se ha derramado y es incontrolable, teniendo múltiples efectos e incidencias en la sociedad y el territorio. Y esto, en efecto, puede verse expresado en las manifestaciones globales de la violencia, la diversidad de guerras, o la lucha contra el narcotráfico (como ejemplos), pero a la vez se vive localmente, en nuestras propias ciudades. Por lo tanto, no somos ajenos a la presencia de la violencia urbana en nuestras vidas y hacemos parte del conflicto. Como posibilidad, como esperanza, las palabras de Concha-Eastman (2000:39): “la violencia (…) es un problema social creado por el ser humano, es producto de la sociedad y en tal sentido tiene raíces culturales, económicas y estructurales. Por lo mismo, es susceptible de ser evitada, prevenida, controlada y ojalá abolida”.

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