Escuchar sus miradas: retos educativos para el XXI_Txus Garcia

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Descripción

Escuchar sus miradas: retos educativos para el XXI Por Txus Garcia, educadora de calle

Ésta es nuestra obligación hacia el niño: darle un rayo de luz, y seguir nuestro camino. (Maria Montessori, 1870-1952. Educadora y médica italiana)

La educación de los hijos ha sufrido multitud de virajes a lo largo de la historia, desde ignorar la fase infantil y obviar la adolescencia, hasta infantilizar al máximo a lxs niñxs evitándoles todo atisbo de responsabilidad personal y educación sociocultural. Toda una nueva ola de supermadres, des de las sangrantes, hiperpreocupadas, teta en ristre y partidarias del laisser faire, que se enfrenta a otra, la caterva de las más rigidas, conservadoras e hiperocupadas. La cosa educativa sería más fácil y sin fisuras ni grupúsculos si únicamente nos pudiéramos centrar en lo más importante: la criatura en cuestión; un ser vulnerable, maleable y carente de derechos propios si no nos preocupamos nosotrxs de otorgárselos. A parte de los Derechos del Niño promulgados por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1990, donde ya se recogen aspectos sobre el derecho a la educación integral para una correcta y sana socialización, educar a lxs niños no es sólo llevarlos al colegio y a inglés, necesitan también formación humana, conocimientos de ética y de normas

cívicas, educación vial y vital y, sobretodo, educación en valores y en la cultura del esfuerzo: autocrítica constructiva, generosidad, respeto a la diversidad, alegría, superación… Es más acertado contener a los niños por honor y ternura, que por el temor y el castigo. (Terencio,195 AC-159 AC. Autor cómico latino)

Hace más de 20 años que me dedico profesionalmente a las “otras enseñanzas”, a gestionar el tiempo libre, las actividades extraescolares, el ocio y el conocimiento “accesorio” de niños y niñas de entre 3 y 16 años. Esta experiencia, que me ha permitido trabajar en centros de enseñanza reglada (colegios e institutos) y en instituciones diversas (centros de acogida, centros abiertos, entidades de educación alternativa), también me ha obligado a lidiar con parentalidades equivocadas (sobreprotectoras y/o represoras) y con gestiones pedagógicas nefastas para el desarrollo emocional de lxs niñxs. Es una obviedad, pero yo al menos, necesito repetirme cosas sabidas para avanzar y no olvidarme de lo importante: cuando estamos al frente de la educación y el cuidado de menores (esta palabra tan cacareada en juzgados e instituciones y que me produce cierto escalofrío), somos absolutamente responsables de su bienestar. Ojo, que no basta vestirlos, asearlos y escolarizarlos. Hablamos de material sensible, de corazones y mentes que necesitan un máximo de atención, respeto y escucha. Porque normalmente, seamos sincerxs-, los discursos de nuestrxs hijxs o alumnxs nos parecen tediosos, y sus preocupaciones, insignificantes. Nosotrxs, lxs adultxs, tan preocupados por la crisis, la política, nuestros bolsillos y la inseguridad ciudadana, y resulta que la primera inseguridad, crisis y problema social lo tenemos en casa. Hagamos eso tan antiguo del exámen de conciencia: ¿Cuánto tiempo dedicamos realmente a practicar una escucha activa de lxs más pequeñxs? ¿sabemos lo que les gusta, lo que no soportan, en quién confían, con quién juegan o qué desean? ¿nos estamos dando cuenta de si sufren acoso escolar, rechazo, marginación o padecen algún tipo de incomprensión en su entorno?

¿Cómo es que, siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres? Debe ser fruto de la educación. (Alejandro Dumas,1803-1870. Escritor francés)

La sordera de lxs adultxs a veces es terrorífica. Bastaría pararnos unos minutos al día, -quince minutos de calidad bastaría, os lo aseguro-, mirando a los ojos a nuestrxs niñxs, para darnos cuenta de la inmensa riqueza que nos pueden ofrecer a cada palabra, gesto o explicación. No importa la edad, no importan sus conocimientos, pero sí deberíamos prestar atención a su lenguaje no verbal, a sus comportamientos y a su forma de mirar. Muchísimas veces, en mi trabajo, una mirada infantil me ha revelado tanto dolor que me ha estremecido profundamente. Un niño aparentemente “normalizado”, la mayoría del tiempo es desoído, ninguneado y considerado simplemente un “educando” o uno más en casa. Es una persona completa, un ser humano con derechos fundamentales (a la intimidad, a la ternura, a ser protegido y escuchado, a ser educado desde la firmeza de valores y no desde el despotismo). Necesita que le mostremos cómo aprender sus límites y a socializar de manera correcta, siendo fuertes y libres para no ceder a sus instintos o caprichos, lo cual le conllevará problemas personales a medio plazo. No vemos más allá de nuestras orejas cuando se nos presenta la diversidad en todo su esplendor y riqueza: la diferencia del niño o la niña discapacitada, o el niño de la inteligencia emocional alta, o la niña del coeficiente intelectual muy desarrollado, o la criatura que aprende más despacio y a su ritmo, la niña transexual, el niño que vive en un centro de acogida porque sus padres no pueden hacerse cargo de él, la niña gordita, el niño gitano que nos cuenta maravillas del culto, la niña de padres bolivianos, el anodino vecinito del quinto. Todxs ellxs son un pozo de sorpresas y aprendizaje para nosotrxs -que estamos de vuelta de todo- y ternura. No la ternura mal entendida, blanda e ineficaz del algodón de azúcar y la película americana, no, la ternura real. La que te eriza el vello cuando te dicen que te quieren, o te abrazan porque sí, cuando te dan las gracias por haberles escuchado, cuando se alegran de verte, cuando ves ese brillo de inteligencia, libertad y felicidad en su mirada. La enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón. (Howard G. Hendricks, Intelectual y escritor estadounidense)

Desde aquí propongo revisar los derechos de lxs niñxs según la escucha activa, la ternura y la firmeza, promulgando: Derecho a que lxs miremos con amor y ternura, sin etiquetas. Prohibido por decreto ley, decirles lo que son según nuestro obtuso punto de vista y sólo porque detectamos actitudes en ellos que no nos gustan, no comprendemos o no tenemos ni idea de cómo proporcionarles herramientas de cambio: “eres malx”, “eres maleducadx”, “tú eres tontx”, “no hagas el idiota”, “haces el ridículo”, “estás loco”, "eres raro"... 

Derecho a la individualidad y a la diversidad (funcional, emocional, de género, de sexualidad, de inteligencias, de habilidades). Intentemos no usar lenguajes o expresiones sexistas, racistas u homófobos, y procuremos no decir nunca más: “ya podrías parecerte a fulanx”, “tienes que ser como los otros críos”, “eres un inútil”, “eres lento”, “eres torpe”, “las niñas no juegan con estas cosas”, “los niños no pueden dar besos a otro niño”, “yo a tu edad era muy bueno en eso”, “pareces tonto”, “vas sucio como un gitano”, “lloras como una nenaza”, “eso es de mariquitas”, “siempre dando la nota”... 

Derecho a ser escuchados y a que sus inquietudes y gustos sean respetados y alentados. Desterremos frases como: “no tengo tiempo para tonterías”, “eso cuéntaselo a tus amigos”, “qué bobada es esa”, “deja de hacer eso constantemente”, “cuando yo era pequeño eso no se hacía”, “eso no es un problema, es una chorrada”... 

Derecho a su intimidad, a su sexualidad y a su desarrollo natural. Quizás deberíamos replantearnos la excesiva sexualización de juguetes, juegos y lenguajes para nuestrxs hijxs. Deberíamos dejarles ser lo que son, niñxs. No les agarremos de cualquier modo y en cualquier sitio, no les avergoncemos tocándoles sin pudor, no les alentemos a tener actitudes, gustos o ropa de adultos, dejemos que crezcan sanos, seguros, confiados, respetados y sin prisa. Respetemos también su desarrollo sexual sin intimidarlos ni censurarlos, ellos no entienden todavía de tabúes ni de contenidos o "actos prohibidos", sólo facilitemos herramientas para protegerse de abusos y ataques a su intimidad, pero sin hostigarles ni atemorizarles. Intentemos no lanzar mensajes como: “ya eres muy mayor para eso”, “¿quién es tu novix?”, “haz pipi aquí, que no pasa nada”, “no te toques que es de guarros”, “las niñas no hacen eso”, “te he comprado un top como una mayor”, “saca morritos”, “si te has hecho pipi en clase te cambias aquí en medio de todos”, “deja que te abrace el tio, que te quiere mucho”, “no digas tonterías, papá sólo quiere ducharse contigo”, “hoy puedes ver esta película de mayores”, “dame tu muñeco que ya eres mayor”, “a ver, saca musculitos para que te veamos todos”...  Derecho a la estimulación de todas sus aptitudes, particularidades y habilidades. No deberíamos proferir bestialidades como: “harás lo que hacen todos”, “no quieras ser diferente”, “te gustan cosas muy raras”, “eso no sirve para nada”, “búscate algo útil para hacer, con eso no te ganarás la vida”, “el niño nos ha salido hippy”... 

Derecho a explicaciones, opiniones y a ser escuchados. Nuestrxs niñs piensan por si mismxs, desarrollan inquietudes personales, familiares y sociales, sobretodo si son convenientemente estimuladxs. Contemos con ellxs en todo momento, procuremos explicarles el porqué de las cosas, y desterremos frases como: “porque lo digo yo”, “tú que sabrás”, “qué tonterías son esas”, “cuando seas mayor lo entenderás”, “porque si”, “yo soy quien manda aquí”...  Derecho al afecto real, sano y equilibrado, a la ternura sencilla. De nada nos sirve comernos a besos a los infantes si, a al cabo de media hora, cuando se les cae el vaso al suelo o no actúan como esperamos, les pegamos un manotazo o un grito desmesurado. O al revés, ser estrictos hasta la naúsea, no dejarles respirar y pedirles que se comporten como adultos. Los niños necesitan equilibrio, saber que cuando les damos afecto es real y sin histrionismos sociales, deben aprender de nosotrxs a ser sinceros, auténticos y profundos en el amor. No debemos chantajear sus emociones ni obligarles a sentir o a hacer cosas que no desean. También necesitan que les mostremos los límites y les ayudemos a entender cómo funciona el mundo, pero de un modo razonado, firme e inclusivo, sin violencia verbal, física o ideológica, sin política del terror o de la amenaza. Dejemos de considerarnos "figuras de autoridad" y seamos sólo referentes y espejo. Dejemos de ser “jefes” para ser líderes, dejemos de ser “padrazos”, “supermadres” o “educadores perfectos” para ser simplemente personas que les guían y les aman como son desde nuestra imperfección. Pongamos fin a esa manera de hablar que tanto les daña: “si haces cosas malas no te quiero”, “no seas maleducado y dale un beso a esta señora”, “a la próxima te doy”, “cuando lleguemos a casa te vas a enterar”, “rompes mi corazón cuando te portas mal”, “como se lo diga a tu padre verás”, “así aprenderás que no se pega”, “esto por listo”... 

Corto y cierro, que necesito prestar atención a la mirada de mi hijo. Rechazo toda violencia en la educación de un alma tierna que se adiestra para el honor y la libertad. (Michel de Montaigne,1533-1592) Escritor y filósofo francés)

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