Ernst Bloch y el sueño de las ciencias humanas

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Descripción

Ernst Bloch y el sueño de las ciencias humanas




El comunismo como superación positiva de la propiedad
privada, como autoalienación humana, y, por ello, como
verdadera apropiación de la esencia humana por y para el
hombre. Por ello, como retorno del hombre para sí en cuanto
hombre social, es decir, humano; retorno pleno que, en cuanto
tal, es consciente y tiene lugar en el marco de toda la
riqueza de la evolución precedente. Este comunismo es en
cuanto naturalismo pleno=humanismo; en cuanto humanismo
pleno=naturalismo; es la verdadera solución del conflicto que
el hombre sostiene con la naturaleza y con el propio hombre;
la verdadera solución de la pugna entre existencia y esencia,
entre objetivación y autoconfirmación, entre libertad y
necesidad, entre individuo y género[i]
Karl Marx






Ontología: la secularización del principio heurístico


Ernst Bloch es el primer filósofo en plantear la necesidad de una
ontología materialista dialéctica. El objeto como mercancía, según demostró
Marx, implica la producción de un valor de uso para otro. Este valor de uso
es social, magnitud cualitativa que no depende de la cantidad de trabajo
puesta en el objeto: "Está condicionada por las propiedades del cuerpo de
la mercancía[ii]"
La ciencia capitalista ha perdido la cualidad propia del valor de uso,
que intentará ser repuesta por Bloch recuperando la dimensión subjetiva.
Solo así podrá emerger el sujeto de la naturaleza que habrá de coproducir
con el sujeto social.
Siguiendo la tensión dialéctica, el valor de cambio es una relación
cuantitativa entre objetos y, abstraído su valor uso, solo queda una
magnitud de trabajo abstracto e indiferenciado que se solidifica en el
material: "El valor de cambio, pues, parece ser algo contingente y
puramente relativo[iii]". Como podemos apreciar, para Marx aquello que
transforma el valor de uso en valor de cambio es el trabajo abstracto.
Partiendo de esta base, Bloch afirma que la abstracción científica
relativiza el valor de lo descubierto y transforma la cualidad del objeto
en una cifra. Este trabajo abstracto se convierte en la sociedad
capitalista en mercancía para generar plusvalía.
El aumento de las condiciones técnicas y sociales a partir de los
adelantos científicos, incrementa la capacidad productiva, haciendo bajar
el valor de la fuerza de trabajo y disminuyendo la parte de la jornada
necesaria para la reproducción de ese valor. Los adelantos técnicos, a la
vez que incrementan exponencialmente la producción, generan una escisión
entre el trabajo y el contenido (la cualidad), y producen una alienación
tangible: "El trabajo mecánico arremete de la manera más intensa el sistema
nervioso, y a la vez reprime el juego multilateral de los músculos y
confisca toda actividad libre, física e intelectual del obrero. Hasta el
hecho de que el trabajo más fácil se convierte en medio de tortura, puesto
que la máquina no libera del trabajo al obrero, sino de contenido a su
trabajo[iv]".
Esta misma alienación sufre la ciencia capitalista en su especialización,
ya que se separa de la naturaleza para realizar operaciones matemáticas
completamente desconectadas de ella. El trabajo científico, alienado en sí,
potencia a su vez la alienación de la sociedad en general y de los
trabajadores en particular, al desarrollar condiciones de producción cada
vez más abstractas, más mecanizadas con respecto a la naturaleza y al
producto del trabajo humano.
En contraste, Bloch propone un objeto doble, un Jano bifronte que alberga
en su seno el juego dialéctico entre una apertura condicionada, y a su vez,
inagotable. Condicionada por la coyuntura histórica que la sustenta,
inagotable porque es un principio heurístico que tiende siempre a la
realización de la tendencia. Si Kant ponía en el salto de la Razón,
identificado con la totalidad divina, el principio heurístico que hacía
inagotable al conocimiento; Bloch instala ese mismo principio en el objeto.
Del mismo modo que Aristóteles bajó el en-sí del mundo ideal al material;
el materialismo blochiano coloca el principio heurístico, no ya en una
entidad divina como lo hacía la filosofía anterior, incluido Hegel, sino en
el seno del objeto. Esta secularización del sentido implica la dialéctica
entre los límites propios del material y la posibilidad de su
transformación, que surge del análisis antropológico del trabajo.
Por lo tanto, el objeto no solo abre al sujeto las posibilidades
intrínsecas a su materialidad, sino que abre también un totum utópico que
al igual que el salto de la razón kantiana es inagotable. Esta concepción
del ente abierto e interrelacionado dialécticamente, es esencial a la
teoría marxista y es el sustrato ontológico fundamental que permite el
realismo y la revolución, entendida esta última como una transformación de
las posibilidades dadas, de las cualidades grávidas de futuro de la
materia, de la potencia-possibilitas en un sentido que permita la
realización efectiva de la libertad del ser humano. Materia y anticipación
se realizan en un mismo movimiento que implica una ontología abierta. Lo
posible, es una categoría que ha sido vaciada a lo largo de la historia de
la filosofía y de la ciencia, confundiendo conocimiento parcial de las
condiciones y condiciones parcialmente dadas.[v]
La ciencia actual trabaja con lo posible como una dimensión de su
análisis deductivo e inductivo, pero esa dimensión de posibilidad debe
advenir por la consecución de causas y efectos de la realidad de curso
inmodificable desde el punto de vista de las condiciones socioeconómicas
que favorecen a la clase dominante.
La hipótesis, que posee un principio heurístico por su propia naturaleza;
y la inducción, que necesita confirmación real del salto inductivo hacia
una ley general; ambas dejan abierto el futuro de su posible negación o
confirmación; ambas trabajan en una apertura que debe tener en cuenta lo
posible. Sin embargo ese futuro o ese posible acaecerán irremediablemente.
La deducción y la inducción evidencian una apertura hacia lo posible pero
no hacia la transformación de lo posible. Ante el ente cerrado, Bloch
contrapone un ente abierto a las tendencias-latencias que hacen posible su
transformación.
Ningún aspecto de la ciencia capitalista tiene en cuenta el entramado
dialéctico que interrelaciona a los objetos en su apertura latente hacia el
mejoramiento de las relaciones entre los seres humanos y las relaciones de
éstos con la naturaleza. El "deber ser" no deja lugar al "poder ser"
distinto con respecto al sistema objetual que impone su dominación de
clase. El intento de Bloch es instalar en la discusión filosófica una
ontología en donde el objeto no sea necesario, sino susceptible de
transformación en su misma apertura esencial.






La encina alada


La cosa posee una estructuración interna que la condiciona parcialmente
de acuerdo a una coyuntura histórico-social determinada, pero según Bloch
la apertura nunca se cierra a un condicionamiento total. El ejemplo de la
ciencia nuclear que a partir de la teoría de la relatividad pudo manipular
la materia a nivel atómico, evidencia la enorme posibilidad de apertura del
ente y de su inimaginable capacidad de transformación.
Así como en el objeto hay abierto un posible-latente inagotable, también
en el ser humano se evidencia la misma condición, pero con la diferencia de
poder modificarse a sí mismo. En este sentido, la ontología de Bloch es
subsidiaria de Historia y conciencia de clase, en donde se afirmaba que la
clase proletaria es la única clase capaz de modificar la realidad social
modificándose a sí misma. No es la bellota hegeliana que se agota en la
encina, único futuro determinado y determinante, sino que el ser humano
puede tomar conciencia, transformarse y elevarse por sobre su condición
alienada: "Y en la totalidad inagotable del mundo mismo: la materia es la
posibilidad real para todas las formas que se hallan latentes en su seno y
se desprenden de ella por medio del proceso.[vi]"
Para Bloch, el inventor es el personaje que más se acerca a la concepción
del sueño realizativo, ya que proyecta un mundo diferente y actúa, realiza
y transforma la objetualidad de acuerdo a ese sueño. Es por eso que debe
tener en cuenta las necesidades sociales imperantes en el momento de
proyectar y materializar su invento. Su responsabilidad es enorme: no solo
sueña, sino que su sueño transforma naturaleza y por ende la humanidad.
Sin embargo, la "fábrica científica" hace que la "invención artesanal"
esté prácticamente en extinción. Cuanto más avanza la técnica divorciada de
la relación sujetiva-objetiva con la naturaleza, mayor es el estrago del
hambre y la miseria, ya que no se tienen en cuenta las situaciones
concretas, sino sólo los índices y los valores que permiten especular con
las mercancías: "Comenzó el hambre, esta vez no, como en épocas anteriores,
por causa de las malas cosechas, sino porque los graneros estaban demasiado
llenos. Como salta a la vista y es bien conocido, la economía capitalista
privada que, un día, desencadenó la producción, se ha convertido en el
grillete de esta última. Solo los nuevos medios para matar siguen siendo
interesantes, tanto antes como durante la guerra; la técnica bélica
florece, y la técnica pacífica pende de ella[vii]"
En su esencia, el inventar debería tener en cuenta la economía de las
necesidades; pero aunque así fuera, dentro de un sistema de producción
capitalista, esa economía de las necesidades no redunda en una distribución
social equitativa a causa del ahorro de fuerza de trabajo, sino que se
convierte en neta plusvalía que deja a millones de trabajadores sin empleo,
y esta "fuerza de reserva" baja los sueldos de los que quedan empleados,
aumentando aún más el plusvalor. Paradójicamente, aunque la ciencia
desarrolle tecnologías tendientes a disminuir necesidades, esas mismas
tecnologías al servicio de un sistema capitalista crean necesidades.
Tanto la filosofía como la ciencia capitalistas explotación han
desplazado lo posible al ámbito de lo no comprobable, de lo factible, de la
ficción. El racionalismo irracional desconectado de lo humano, nos arrastra
al maltusianismo, al darwinismo social, al fascismo, al egoísmo que
justifica la explotación porque no proyecta un mundo para todos sino solo
el mundo de una minoría: "La tierra tiene sitio para todos, o lo tendría,
mejor dicho, si fuera administrada con el poder de la satisfacción de las
necesidades en lugar de con la satisfacción de las necesidades del
poder[viii]"
Marx sostuvo que la verdadera revolución no necesita de la ciencia
doctrinaria, porque las condiciones se hacen tan patentes, que solo bastan
los órganos para percibir lo que sucede. "Mientras que buscan la ciencia y
solo construyen sistemas, solo ven miseria en la miseria, y no ven el lado
revolucionario de ella que hará saltar en pedazos la vieja sociedad. A
partir de este momento, la ciencia se convierte en producto consciente del
movimiento histórico y ha cesado de ser doctrinaria: se ha convertido en
revolucionaria[ix]"
El marxismo, según Bloch, debería proyectar una ciencia constantemente
anticipadora de las condiciones reales de la existencia, alumbrar la
dirección como un gran faro del progreso social, captar la esencia latente
de las cosas para prever su desarrollo y acelerarlo si el vislumbre implica
una sociedad mejor.




El fuego o el hielo: erigir o destruir la morada

El centro neurálgico en la filosofía de Bloch, y uno de sus aportes
más significativos, es el concepto de lo aún-no-consciente. Siguiendo a
Marx en la distinción que realiza en los Manuscritos entre animalidad y
humanidad, Bloch sostiene que el ser humano es el único que puede imaginar
una realidad aún no advenida y operar prácticamente para que lo soñado se
conforme. Los bocetos del novum, de la nueva realidad, están dibujados por
los sueños diurnos.
El contexto material e ideológico de la sociedad burguesa aliena y genera
artificiosidad en el natural desenvolvimiento del desarrollo técnico. En la
posmodernidad ya no existe ninguna similitud entre la maquinaria y el
cuerpo humano. Se ha quebrado la línea biológica directriz y la línea
física directriz. Nuestra relación materialista con la naturaleza, que se
origina en el trabajo, es enajenada al ser traspuesta al universo
infinitesimal o infinito de las abstracciones científicas desconectadas de
lo real
Producto de un artificio que esconde las verdaderas relaciones de
producción, se igualan los emergentes caóticos de esta irracionalidad: los
accidentes técnicos y las crisis económicas. Ambos son fruto de la
alienación con respecto a un proyecto de desarrollo que tenga en cuenta las
relaciones dialécticas entre los seres humanos y la naturaleza fuera de un
sistema de explotación y dominación.
La excesiva idealización de los modelos matemáticos se aleja de la
realidad. Esta disociación entre sujeto y objeto es llamada por Bloch: no
mediación. La relación es alienada, desrealizada y carente de función
social. El "cálculo vaciado de contenidos cualitativos[x]" quiebra la
relación entre el hombre y la naturaleza. Para liberar a esta última es
preciso liberar al trabajador proletario e incluir al excluido
distribuyendo de manera igualitaria los beneficios de la técnica
usufructuados solamente por la clase dominante, desarrollando así las
capacidades de todos los individuos a partir de una relación conciente con
la naturaleza, una disminución de la fuerza de trabajo para la
satisfacción de las necesidades del conjunto social y un aumento del tiempo
ocioso para la realización de actividades culturales no alienadas.
La ciencia tiende cada vez más a lo in-natural cuyo término más extremo
es la técnica no euclideana que paradójicamente, en la misma medida en que
aumenta su poder de transformación de la naturaleza pierde una relación
concreta con ella. La sociedad capitalista ha abierto con la energía
atómica una posibilidad que hace equilibrio entre la destrucción y la
utopía, ha generado una abstracción tan grande de las condiciones de la
práctica observacional que la alienación entre sujeto y objeto es
insalvable.
A pesar de ello no hay que negar el avance concreto aunque sea producto
de una ajenidad con respecto a la naturaleza. De la misma forma que Marx no
renegaba de la cultura burguesa precedente, sino que proponía dentro del
advenimiento del socialismo una utilización no alienada de la misma; Bloch
ve a la ciencia nuclear como una posibilidad concreta de adquirir energía
ilimitada para generar grandes producciones que habrán de ser comunitarias:
"la técnica, según la hermosa frase de Engels, convierte las cosas en sí en
cosas para nosotros. Y la des-organización tiene que conservar, por la
misma razón, el contacto reproductivo con el objeto, con sus leyes
dialécticas reales, tal como la naturaleza y la historia los une en una
misma conexión.[xi]"
En su abstracción extrema, la ciencia capitalista hace lo mismo que el
capital: no se interesa por el objeto sino solo por la cifra que lo
representa. En la primera es la ecuación teórica, en el segundo es el
precio. Ninguno de los dos tiene en cuenta la cualidad del objeto. Esto
hace que tanto la ciencia como la producción capitalistas no se interesen
en la relación orgánica con la naturaleza que puede generar un desarrollo
ecológico sustentable, sino solo en el interés de dominación y acumulación:
"En su totalidad, el pensamiento burgués se ha alejado de las materias que
trata. En su base se halla una economía que, como dice Brecht, en ningún
momento se interesa por el arroz, sino solo por su precio. […] A ello se
corresponde un cálculo, no solo alejado de los hombres, sino también de las
cosas, un cálculo indiferente al contenido de éstas. Desde finales de la
acumulación originaria de capital, es decir, desde la producción
concentrada de mercancías y desde su correspondiente pensamiento en
mercancía, se extiende así un sentido no-orgánico, descualificador.[xii]"
La omnipotencia del dominio total de la naturaleza por parte de la
técnica, especialmente en épocas en donde se cree poder controlar todos los
aspectos de la vida a partir de las abstracciones genéticas, no tiene en
cuenta que al mismo tiempo se está destruyendo la ecología y la humanidad
en todo el sentido que esa palabra implica. Incluso lo más esencial para la
vida, la satisfacción de necesidades primordiales, queda sepultado bajo la
abstracción divorciada de lo real.
La indigencia es un eufemismo económico que designa la indiferencia del
sistema ante las necesidades básicas insatisfechas. Necesidades que son
enormemente más amplias de lo que figura en los tratados de economía. Este
índice no tiene en cuenta lo concreto del hambre, la miseria y la
animalización cotidiana de millones de seres humanos que sufren, lloran,
sienten, aman, creen, sueñan. El todo es evaluado como una variable, un
índice abstracto que se utiliza perversamente para fabricar miseria que
baja los sueldos de los trabajadores, compra voluntades a bajo precio y no
consume "recursos" indispensables para que los países desarrollados sigan
sustentando su explotación y su colonialismo hipócrita. Paradójicamente,
los "servicios" no nos sirven sino que nos conquistan y el poder financiero
desangra el producto del trabajo concreto a través de abstractos números.
Esta disociación que cada vez acentúa más la brecha ente lo orgánico y lo
teórico, hace que Bloch vuelva a buscar refugio en los orígenes de la
filosofía occidental, en el "fuego" de Heráclito, esa fuerza inteligente de
la naturaleza que debe entrar en relación dialéctica con el sujeto
socialista: "solo la total penetración en la necesidad esencial de los
procesos podría salvar la des-organización de la no-relación con el «fuego»
del agente natural.[xiii]". De ahí también la metáfora que utiliza para
describir la situación de la naturaleza actual como congelada. El hielo se
quiebra y se fragmenta, es inmóvil e inmoviliza, mientras que la llama es
el centro natural alrededor del cual se han congregado nuestros antepasados
para alimentarse física y espiritualmente.
A lo que Bloch apunta no es a una dominación de lo natural, sino a una
"supranaturalización", a un desarrollo beneficioso para todos los seres
humanos y los seres de la naturaleza, un ecosistema en continuo desarrollo
armónico. Si todo es relativo no hay un fin común para nadie, no hay un
lugar al cual dirigirse, no hay organización posible para cambiar la
realidad y humanizarla.
La ciencia que trabaja en consonancia con el capitalismo ha violado en su
anhelo de dominación de las leyes sociales y las leyes de la naturaleza.
Ningún animal acumula millones de veces por encima de sus necesidades
concretas y vitales, e incluso por encima de las necesidades de sus
descendientes; solo el ser inhumano lo hace en detrimento de su propio
medio ambiente, de su sociedad actual y de sociedades futuras.
La ciencia capitalista reduce todo a una fuerza de abstracción mecánica,
y en esas proposiciones cuantitativas, se pierde la calidad de cada
manifestación particular y de cada germen latente en el objeto. Los seres
humanos pasaron a ser tan solo cifras dentro de una estadística en la que
hay que mejorar el balance.
Del mismo modo que el capitalismo al mecanizar el trabajo del obrero lo
aliena con respecto a la totalidad del objeto que produce; el científico,
en su trabajo alienado en la formalización matemática, no puede comprender
la manifestación abierta y cualitativa del objeto.
Al igual que la revolución social debe seguir la tendencia objetiva de la
producción social humana, la revolución técnica debe seguir la tendencia
objetiva de la producción de la naturaleza: "La libertad socio-política que
toma en sus manos las causas sociales, se prosigue así en la política de la
naturaleza. Esta mediación es, en efecto, la contrafigura técnico-
filosófico-natural de lo que en las relaciones interhumanas llamaba Engels
el salto desde el reino de la necesidad al reino de la libertad.[xiv]"
Un ejemplo concreto de la técnica divorciada de la humanidad y la
naturaleza, es la Revolución Industrial, que al mismo tiempo que permitió
un despliegue enorme de las fuerzas productivas, generó la miseria y la
contaminación del medio ambiente que se potencia día a día
Bloch toma la concepción de juicio estético de Kant, de su obra la
Crítica del Juicio, y proyecta esa inteligencia artística kantiana a la
inteligencia técnico-concreta de la ciencia materialista, la nueva ciencia
debe producir como la naturaleza:
"Kant caracterizó el genio como aquella capacidad que crea como la
naturaleza. No en el sentido de que produzca lo suyo necesaria y
arbitrariamente como ésta, sino en el sentido de que aun cuando superen, y
aunque han de superar la naturaleza, «causan el efecto de la naturaleza y
pueden considerarse como naturaleza». La inteligencia técnica no es, desde
luego, inteligencia artística, su propósito es el logro de una fuerza
suplementaria, no de una belleza suplementaria, pero, sin embargo, es
también una inteligencia conformadora del alumbramiento suplementario y de
la nueva conformación en el material[xv]"
Hay que entender esta concepción como un desarrollo ecológico integral.
Producir como la naturaleza implica no alterar su modo esencial de
funcionamiento, es decir, establecer una relación ecológica con los demás
entes orgánicos e inorgánicos. La etimología de la palabra naturaleza
implica lo que nace y se desarrolla, para Bloch, ese desarrollo tiene sus
particularidades y no puede ser subvertido. El idealismo romántico alemán
considera tradicionalmente a la naturaleza como negatividad con respecto al
hombre, lo que abre un dualismo del que Bloch no puede apartarse, si bien
las relaciones dialécticas lo atenúan.
Para el filósofo, la naturaleza es la morada del hombre. A diferencia de
la burguesía que destruye su propio hogar, él propone la edificación de una
casa más grande, sin atentar contra los cimientos de lo natural,
reforzándolos para que el hombre y la naturaleza se eleven juntos. Como
vemos la naturaleza es para el hombre, al igual que su morada. Esto no se
separa de la concepción idealista alemana, pero sin duda es un avance
enorme con respecto a la teoría que destruye su propio hogar y su familia
humana.
En el modelo de Bloch la naturaleza llega a su verdadero acontecer solo
mediante la relación con el ser humano libre. Si bien es un sistema
dualista, no fuerza a la naturaleza en contra de su normal desenvolvimiento
como sí lo hace el sistema administrativo-capitalista. Tener en cuenta los
modos de producción de la naturaleza respetándolos e intentando cambiar
los modos de producción humanos era sin duda una reflexión que percibía y
proyectaba lo que estamos sufriendo hoy en día: la destrucción del medio
ambiente, la ecología y las relaciones sociales.




El sacrificio


Todo el movimiento teórico de Bloch hay que entenderlo en el contexto
sociopolítico de su tiempo. El afán por eliminar la fatalidad de la
historia es su médula. Lo fatal es aquello de lo que no nos hacemos
responsables por falta de conocimiento o por manipulación ideológica de las
clases dominantes. Tanto en su época como en la nuestra acechaban las
"fatalidades" y la única forma de desarmar el destino mítico es oponiéndole
un razonamiento crítico.
Una de los proyectos de la filosofía de Bloch –al igual que la de Korsch
y la del Lukács de Historia y conciencia de clase- se propone como objetivo
político superar el cientificismo propio de marxismo vulgar y de la
filosofía burguesa contemporánea, poniendo en la arena a la conciencia
subjetiva desplazada por la abstractividad y la formalización alienada. En
ambas, el sujeto es solo espectador de un mundo cosificado. Este estatismo
lo identifica el filósofo con la muerte, y de hecho, la produce. El
naturalismo y el empirismo matan, diseccionan, trabajan sobre cadáveres sin
futuro: "Allí donde se prescinde del horizonte perspectivista, la realidad
aparece solo como llegada a ser, como muerta, y son aquí también los
muertos, naturalistas y empiristas, los que entierran a sus muertos. Allí
donde el horizonte perspectivista se incluye en la visión, lo real aparece
como lo que efectivamente es: como un entresijo de procesos dialécticos que
tienen lugar en un mundo inacabado, en un mundo que no sería en absoluto
modificable sin el inmenso futuro como posibilidad real en él.[xvi]"
La crítica tiene como objetivo demoler el proyecto de los
socialdemócratas y de la Segunda Internacional de limitar el materialismo
dialéctico a la economía política. La base material propuesta por el
marxismo vulgar ejerce una tiranía similar a la del destino irrevocable de
la moira griega. Está viciada de un objetivismo que es idéntico al de la
ciencia capitalista, ya que ambas se retrotraen al pensamiento mítico en su
espera del destino sin intervenir en las condiciones materiales para
propiciar su transformación. Esta idolatría objetivista anula la libertad y
los sueños de acción del individuo. Por eso Bloch acuña un término central
en su filosofía, el de sobrecompensación: las condiciones nunca estarán
totalmente maduras para no necesitar un sueño o una praxis revolucionaria.
En síntesis: la posibilidad no implica para Bloch realidad; implicación
que si era sostenida por el marxismo de la Segunda Internacional.
Objetivismo y espacialismo son cánceres de la ciencia moderna y del
marxismo vulgar que permitieron la escalada del fascismo. La propaganda de
éste último no propuso teorías indescifrables e incomprensibles sino que
tuvo en cuenta el elemento afectivo, el mismo que hoy es aprovechado por el
marketing imperialista.
Según Bloch, en una formación social específica persisten restos de modos
de producción anteriores. Del mismo modo, en determinadas clases sociales
perviven restos de conciencia de sociedades precapitalistas. A la nostalgia
por un pasado anterior al surgimiento de las contradicciones y la
alienación Bloch la llama "asincronía". Esos elementos nostálgicos deben
ser reelaborados, refuncionalizados para que sean factores de progreso y
revolución. De lo contrario pueden ser utilizados para políticas tiránicas.
De ahí el interés de Bloch por recuperar elementos escatológicos de la
teoría marxiana y de proponer una praxis subjetiva propia de la filosofía
de Fitche para quien la acción es el fundamento del espíritu y de la
conciencia. La propuesta es simple: no debemos descuidar los sentimientos
humanos si queremos luchar por la libertad que recupere y construya la
humanidad.
Con objetivación de las leyes externas no se puede aprehender la
necesidad natural ni la social, y se genera, por esa omisión: necesidad,
miseria, desolación, arrasamiento. Por eso la ciencia se retrotrae al
pensamiento mítico; está lejos de la técnica coproductiva concreta de la
libertad en donde el destino como fatalidad queda superado, ya que es
construido según las necesidades sociales y las necesidades de la
naturaleza.
El pensamiento mítico siempre necesitó vidas para sacrificar a su Dios.
Calmaba así la ira de este último producida por los errores humanos. Esto
sucedía en ocasiones especiales: catástrofes, liturgias. La ciencia
capitalista se presenta como la gran desarticuladora y superadora del
pensamiento mítico; sin embargo esta ciencia abstracta de las estadísticas
y la tecnocracia, con su necesidad voraz de recursos naturales que
destruyen para nuestra generación y las siguientes el ecosistema y las
posibilidades de vida, con sus progresos materiales a costa de la
materialidad humana, con la manipulación de los medios masivos que crean
necesidades ficticias creando necesidades concretas, ese Dios, diseñó un
sistema que impone el sacrificio de millones de seres humanos: cadáveres
sepultados, cadáveres en vida, cadáveres que aún no han nacido.


Juan Manuel Cabado
Profesor Superior en Letras – UBA


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[i] Marx, Karl, Manuscritos Económico-filosóficos de 1844, traducción de
Miguel Vedda Fernanda Aren y Silvina Rotenberg, Colihue Clásica, Bs.As.,
2004, p.142
[ii] Marx, Karl, El Capital, Tomo 1, Vol.1, Siglo XXI, Bs.As., 2002, pág.44
[iii] Ibídem, pág.45
[iv] Marx, Karl, El Capital, Tomo 1, Vol.2, pág.516
[v] Bloch, Ernst, El Principio esperanza, Tomo 1, Traducción de Felipe
González Vicén, Aguilar, Madrid, 1977, pág. 235
[vi] Ibídem, pág. 229
[vii] Bloch, Ernst, El Principio esperanza, Tomo 2, pág. 230
[viii] Ibídem, pág. 31
[ix] Marx, Karl, Manifiesto Comunista, citado en Bloch, Ernst, El Principio
esperanza, Tomo 2, pág. 147
[x] Bloch, Ernst, Entremundos en la Historia de la Filosofía, Taurus,
Madrid 1984, págs. 278 y ss.
[xi] Bloch, Ernst, El Principio esperanza, Tomo 2, pág. 237
[xii] Ibídem, pág. 238
[xiii] Ibídem, pág. 242
[xiv] Ibídem, pág. 271
[xv] Ibídem, pág. 266
[xvi] Ibídem, pág. 216
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