ENSEÑANDO LENGUAS. EL PAPEL DE LA ORALIDAD Y LA LINGÜÍSTICA HISTÓRICA/ TEACHING A LANGUAGE: THE ROLES OF ORAL LANGUAGE AND OF HISTORICAL STUDES
José Ricardo Carrete Montaña Departamento de Lengua Española Universidad de Santiago de Compostela
[email protected] Área temát ica: Dimensión didáctica de la oralidad. Relaciones entre la enseñanza y el aprendizaje de oralidad-escritura Resumen: En este trabajo se realizará un análisis de la situación de la oralidad dentro de la enseñanza Afrontar esta situación supone constatar un problema fundamental que se observa en los planes de estudio: la subordinación frente a la escritura. Las conclusiones a que se pretende llegar apuntan hacia una primacía de los elementos más unitarios y sistemáticos del lenguaje frente a la desatención hacia la variación y hacia los más periféricos. La h ipótesis defendida en estas líneas es que la enseñanza de lenguas debe asentarse sobre la aceptación del concepto de variación. Abstract: This communication is devoted to an analysis of the situation of orality in teaching. Its subordination to literacy is acknowledged as a fundamental problem in curricula. Preferential attention towards the most unitary and systematic co mponents of language is detected, to the detriment of peripheral elements. The thesis is advanced that effective language teaching must necessarily be built upon acceptance of variation.
Palabras clave: oralidad, escritura, lingüística histórica, educación, aprendizaje de la variación. Keywords: oral language, writing, historical studies, education, teaching of variations.
1- Introducción La ciudad de Granada, cuyo papel en la historia del español se caracteriza por el multiculturalismo y el contacto y transmisión de diversas lenguas, supone un marco perfecto para presentar un trabajo cuyo propósito es el de reflexionar sobre el papel que el componente oral debe tener en el proceso de formación de futuros hablantes del español, es decir, en la enseñanza de lengua española. La celebración de un encuentro como este es a mi juicio fundamental para incidir y reivindicar la importancia de este componente, a menudo relegado a un segundo plano en favor de la escritura. Para afrontar la problemática de la oralidad analizaré el problema fundamental que se observa en los planes de estudio: la subordinación frente a la escritura. No se trata de una cuestión menor, pues se puede rastrear, como intentaré demostrar en esta comunicación su influencia en diversos problemas de tipo lingüístico como los prejuicios inter e intralingüísticos que desembocan en actitudes hostiles hacia las lenguas (o variedades) o las dificultades de producción y comprensión en sus múltiples
vertientes (comunicación, lectura, traducción), problemas con consecuencias sociales desde la dificultad en el día a día hasta la marginación social. En este trabajo analizaré las causas y cuál es su origen, lo que me llevará a un breve repaso de las principales corrientes teóricas sobre el lenguaje, especialmente en el siglo XX. Sin adelantar acontecimientos, sí que me gustaría señalar el complejo obstáculo que para la oralidad supone el énfasis en la sistematicidad y la unicidad en la lengua, rasgos asociados frecuentemente a la escritura. Una de las disciplinas más marcadas por el peso de la escritura (y más olvidadas en los planes de estudio) es la lingüística histórica. No cabe duda de la importancia que los testimonios conservados (lógicamente solo a través de ese sistema) tienen para cualquier hipótesis que se pueda realizar sobre la situación y los cambios de un idioma a lo largo de su evolución histórica. Sin embargo, desde estas líneas me propongo reivindicar el papel de esta disciplina como una de las más fundamentadas en la oralidad y como punto de partida válido para un nuevo enfoque didáctico en el que la comunicación sea no un pequeño apartado sino el motor central del proceso y el objeto de estudio mayoritario (sin que ello implique desatender la necesidad de poder comunicarse por escrito). 2- Oralidad y escritura Se trata sin duda de una de las cuestiones que más ha interesado a la lingüística y al mismo tiempo uno de los mayores retos pendientes de la disciplina. En este sentido son muy reveladoras las palabras de Ana Teberosky en los Estudios lingüísticos sobre la relación entre oralidad y escritura de Claire Blanche-Benveniste: La descripción lingüística de oralidad y escritura, a lo largo de la historia, ha dado lugar a una gran contradicción: por una parte, considerar el lenguaje hablado como natural y primigenio, la escritura como una modalidad derivada de lo oral y la práctica de escribir como su mera transcripción, y atribuir por otra parte, al lenguaje hablado las características de erróneo, incompleto, no normativo. Apoyada en la oposición entre oral y escrito, esta descripción implicaba la desvalorización de uno u otro de los polos. La atribución a los usuarios de las características asociadas a lo escrito y a lo oral implicaba también una distribución polarizada de valores: "el lenguaje cotidiano" más próximo a lo oral y por tanto más erróneo e incompleto, para unos hablantes, "el lenguaje académico" más normativo y cercano a lo escrito, para otros. (Blanche-Benveniste, 1998 : 9) Intentaré clarificar cuales son los rasgos tradicionalmente asociados a ambos modos de comunicación y qué motivaciones hay detrás de la división y los rasgos, con el objetivo de justificar mi visión de que la oposición escritura/oralidad encierra en realidad dos oposiciones implícitas que actúan en dos niveles distintos, la primera es la oposición prestigio/no prestigio y esta funciona en el nivel de valoración de lenguas. La segunda, a su vez origen de la primera, se puede enunciar en términos de unidad/variación, actúa en el seno del análisis de una lengua y de la metodología que se debe emplear en dicho análisis. Siempre que hablemos de oralidad en la perspectiva tradicional, tendremos que asociarla inmediatamente con variación/desprestigio y escritura con unidad/prestigio.
2.1- Una perspectiva tradicional Teberosky ofrece dos rasgos definitorios del lenguaje escrito: su derivación con respecto a la oralidad (que es natural y primigenia) y al mismo tiempo su mejor consideración frente a esta. Ambas ideas apuntan en la misma dirección, esto es, que el lenguaje escrito tiene algún rasgo que lo hace mejor que la lengua oral porque esta carece de él. La lista de adjetivos con que se define al inferior de la pareja apunta en la dirección de que la escritura es de alguna manera más normativa y correcta, frente a lo erróneo e incompleto de lo oral. Parece que la corrección es ese rasgo distintivo sobre el que descansa la oposición. La vinculación del término marcado de la oposición a la escritura no es una sorpresa si se tiene en cuenta un rasgo que hasta hace muy poco era exclusivo de lo escrito: la perdurabilidad. Desde esta perspectiva, la escritura nace como un sistema que pretende paliar un "déficit" de la oralidad, la imposibilidad de conservar los sonidos emitidos. Desde el momento en que se le asigna esta función, surge la necesidad de crear un lenguaje que todos los que lean el escrito puedan entender, lenguaje que necesariamente ha de sacrificar los elementos más personales de cada individuo en favor de la comprensión de grupo si se pretende que el texto sea útil en las tareas que se le asignan a la escritura, tareas todas que tienen que ver con la convivencia del grupo como colectivo con conciencia de grupo complejo, mientras la oralidad solo afecta al grupo como colectivo de personas. Las consecuencias de esta necesidad explicarían fácilmente la oposición oral/escrito. En efecto, en la mente del hablante se crea la conciencia de que hay dos lenguajes, por un lado el que puede utilizar en las interacciones comunicativas, un lenguaje espontáneo y fugaz en el que los significados y contenidos implícitos es negociable y hasta reformulable durante la propia conversación, de manera que los rasgos lingüísticos más personales tienen mayor cabida. Por otro lado estaría el lenguaje de los documentos escritos, que por la ausencia de contacto directo con el interlocutor y el valo r que dentro de la sociedad tiene, exige una mayor adecuación a los criterios de la sociedad. Es lógico pensar que es más útil y correcto el lenguaje que necesitamos manejar para relacionarnos con el colectivo como conjunto y la autoridad que el necesario para nuestro día a día con individuos concretos. La escritura inmediatamente adquiere un estatus de prestigio frente a la oralidad porque será útil para la sociedad y perdurará en el tiempo. En el momento en que se establece la superioridad, aparecen factores que la hacen mayor. El hecho de que el lenguaje escrito sea colectivo implica que estará más férreamente controlado y mejor descrito, a lo que contribuye también su mayor prestigio. El lenguaje escrito invade todos los rincones de la sociedad, se adueña de la educación, los espacios públicos, las tareas administrativas, los asuntos judiciales. Aparecen las primeras personas que reflexionan e intentan describir ese lenguaje correcto y útil propio del colectivo. En definitiva, toda la atención se presta a uno de los dos elementos de la presunta oposición, que se convierte en una ley fija y casi inamovible. La oralidad, por su parte, queda olvidada porque no es tan útil como la escritura ya que no es perdurable, está llena de elementos individuales que la hacen imprevisible, no tiene utilidad en contextos de gran importancia social. Todo ello, unido al inmovilismo del lenguaje escrito, hace que la brecha entre ambos sea cada vez mayor.
En resumen, tenemos dos modalidades perfectamente diferenciadas por seis rasgos distintivos, que presentamos en la siguiente tabla, en orden de aparición en el proceso: Oralidad No perdurabilidad Marca de sociedad no compleja No unidad No utilidad No prestigio No corrección
Escritura Perdurabilidad Marca de sociedad compleja Unidad Utilidad Prestigio Corrección
2.2- Construcción de la perspectiva tradicional. El poder de la unicidad En el apartado anterior he intentado reconstruir el proceso lógico que pudo llevar a la escritura hacia un mayor estatus que la oralidad en la conciencia de los hablantes y de los colectivos, y también he intentado señalar qué rasgos son los que hipotéticamente oponen ambos sistemas. Para que la caracterización de esta perspectiva sea completa, es necesario explicar qué elementos y qué principios sustentan esta visión. Ello me llevará a reflexionar sobre qué es el lenguaje y cómo debe estudiarse. Fundamentaré mi análisis en cinco de las parejas de rasgos con las que he caracterizado ambos sistemas, el tercer rasgo (marca de sociedad compleja/no compleja) sale del ámbito estrictamente lingüístico. En mi opinión todas ellas están relacionadas con la reflexión sobre el lenguaje, en cada una de ellas intentaré destacar dos aspectos principales, su interés para la concepción del lenguaje y para la metodología de análisis del mismo. Simultáneamente justificaré por qué el lenguaje escrito es siempre el marcado en estas oposiciones. Tras un breve comentario de cada una intentaré llegar a una conclusión común para todas. Perdurabilidad/No perdurabilidad: Metodológicamente es evidente que sólo se puede estudiar aquello a lo que se puede acceder, hasta hace poco tiempo era imposible recoger lenguaje oral. Con este panorama, no existe otra manera de estudiar el lenguaje que no sea a partir de su manifestación en los textos escritos, único testimonio que nos queda del mismo. Una lengua o una variedad serán más importantes si conserva muchas manifestaciones escritas (perdurables) y desde la perspectiva del investigador será más fácilmente conocible cuantos más escritos tenga. Obsérvese en este sentido que las principales lenguas del mundo (inglés, español, francés, alemán) son aquellas que disponen de un mayor caudal de documentación. Unidad/No unidad: Una lengua (y cualquiera de sus variedades) es un sistema organizado de signos, y como sistema organizado, será más fácilmente estudiable en los materiales de los que disponemos que no en aquellos de los que solo podemos hacer hipótesis. Lógicamente, la oralidad se apartará del modelo y los rasgos definidos porque estos se han formado analizando solo la escritura. Otra razón para darle mayo r unidad a la escritura es su consideración de lenguaje dirigido a un colectivo frente a la individualidad de lo oral, al ir dirigido hacia un colectivo es verosímil esperar que allí encontremos los rasgos más característicos de la conciencia lingüística de un pueblo, mientras que en la oralidad encontraremos variación debida a factores individuales y de otro tipo.
Utilidad/No utilidad: El hecho de que una lengua o una variante sea empleada en contextos considerados propios de una sociedad compleja (como las relaciones con la administración, la justicia, etc) hace de ellas objetos de estudio mucho más interesantes que la oralidad porque permiten conocer los rasgos idiosincrásicos de un colectivo. Al mismo tiempo, al ser documentos escritos es mucho más fácil que se conserven, ya que su contenido es de gran valía para una sociedad. Prestigio/No prestigio: Consecuencia del rasgo anterior. Una vez una lengua o una variante se considera más útil que otra, adquiere un estatus mucho mayor que las que quedan relegadas a la oralidad. Un investigador que quiera dar cuenta de los usos lingüísticos de una comunidad deberá centrarse en aquella variedad que goza de mayor consideración entre los hablantes. Corrección/No corrección: Es el paso final del proceso y una suma de la atribución de los rasgos de utilidad y prestigio. La lengua propia de los textos escritos se convierte en paradigma de una comunidad y en el modelo que condiciona a cualquier emisión lingüística que se produzca. Cualquier modelo de análisis y de estructuración de la lengua debe estar basado en la variedad más correcta, aquella que goza de consideración y rige la vida social de la comunidad. En las cinco parejas de rasgos se observan continuamente dos tendencias, por un lado, la búsqueda de la unicidad, de lo no variable. La preferencia por la escritura se debe a que es el sistema donde hay una menor variación y donde es más fácil encontrar los rasgos que se consideran propios de la lengua de un colectivo, rasgos que muchas veces son elaborados a partir de la misma variedad. La marginación de la oralidad se explica por sus diferencias con el modelo escrito y por su enorme tendencia a la variación. Por otro lado, vemos una concepción prescriptiva sobre el lenguaje, es decir, existen usos que son mejores que otros por su mejor consideración. En esta línea, la escritura vuelve a ser la opción privilegiada porque es la utilizada en los contextos más importantes de una comunidad. Esta visión de las cosas se ve apoyada además por los modelos de descripción del lenguaje, especialmente de aquellos que se desarrollaron en la primera mitad de siglo, como el estructuralismo, el distribucionalismo o los primeros pasos de la gramática generativa (en este caso ya en la segunda mitad). Los tres, con sus diferencias, sí que tienen un rasgo en común, su desinterés por la variación (salvo modelos más tardíos de la gramática generativa) y su obsesión por hallar los rasgos constantes y definitorios del lenguaje, ya sea como sistema (estructuralismo) como secuencias de elementos (distribucionalismo) o como capacidad cognitiva innata (gramática generativa). Aunque no son métodos prescriptivos, lo cierto es que su nulo interés por la variación es una forma de prescribir, (si no interesa es por algo). 2.3- Reaccionando contra la visión tradicional. De la unicidad a la variación En la segunda mitad del siglo XX aparecen los primeros autores que reaccionan contra esta visión tradicional sobre la relación entre oralidad y escritura. En sus trabajos realizan estudios sobre la distribución de fenómenos en el lenguaje escrito y el lenguaje oral y llegan a la conclusión de que las distancias no son tan firmes como la línea tradicional nos quería hacer ver. Hay un cambio patente en visión sobre el lenguaje y sobre la forma de investigarlo.
En efecto, a mediados de la pasada centuria aparecen voces (Wittgenstein 1953) que reclaman un mayor énfasis en el papel del lenguaje como instrumento de comunicación y no solo como transmisor de información (enfoque predominante en la visión tradicional). Las nuevas investigaciones consideran que el lenguaje no es un elemento uniforme y que debe adaptarse a las circunstancias para cumplir su misión, ser eficaz comunicativamente. Se llega al punto de considerar que el lenguaje puede ser acción y que existe una relación entre él y el entorno en que se produce, sea este social, comunicativo... Las consecuencias no se hacen esperar. Aparecen nuevas disciplinas dedicadas al lenguaje. Son dos las que me interesan en este momento. La primera de ellas es la sociolingüística, dedicada al estudio de la influencia de los factores sociales en el lenguaje. Ya en los años 60 aparecen los primeros trabajos relevantes como los de William Labov, quien llega a trazar perfiles sociales de hablantes basados en estudios de lenguaje oral. Posteriormente el matrimonio Milroy realizará, entre otras aportaciones, un estudio de cómo la organización social tiene también un efecto en la lengua. La otra gran disciplina de creación reciente es la pragmática, que estudia la relación entre el lenguaje y la situación comunicativa en que se emite. Sus principales hallazgos se basan en la constatación de que los hablantes tienen en cuenta el contexto comunicativo y tratan de adecuar sus emisiones al mismo en la búsqueda de la mayor eficacia. En este sentido se debe enmarcar la constatación de que existe significado expresado no verbalmente y reglas de comunicación (principio de cooperación de Grice, cfr. Grice 1975) de reglas sociales (teorías de cortesía) y búsqueda de la eficacia comunicativa (teoría de la relevancia de Sperber y Wilson, cfr. Sperber y Wilson 1986). Desde otras disciplinas llegan aportes que serán fundamentales para la nueva visión de las cosas. En los años 70 aparecen en psicología los trabajos de Elea nor Rosch (cfr. Rosch 1973) en los que defiende un nuevo proceso de categorización del mundo basado en la existencia de prototipos y elementos periféricos frente a las tradicionales categorías discretas con rasgos definitorios. Incluso la tecnología contribuye con el desarrollo de la informática y otros procedimientos que permiten lo antes imposible, convertir el lenguaje oral en perdurable e incluso crear grandes bases de datos (corpus) de testimonios de oralidad. Esta revolución epistemológica llega a los estudios gramaticales con el modelo funcionalista, cuya premisa fundamental es la caracterización de las lenguas como instrumentos de comunicación y la de las estructuras como unidades definidas por su función comunicativa. El interés por la sistematicidad se reduce en favor del reconocimiento de la variación y de los elementos que no permiten una categorización fácil porque no son prototipos. Aparecen también estudios basados exclusivamente en corpus orales, grupos de investigación sobre la oralidad, congresos sobre la oralidad (como este que celebramos en Granada). En definitiva, la escritura deja de ser el centro de atención y las oposiciones tradicionales desaparecen o se redefinen. Veamos las implicaciones de estas novedades revisando las mismas cinco oposiciones que analizamos desde la perspectiva tradicional. Perdurabilidad/No perdurabilidad: Esta oposición, origen de todo el proceso de marginación de la oralidad, pierde todo valor en el momento en que se inventa la tecnología capaz de recoger testimonios de habla oral. Las jerarquías de lenguas se hacen sobre la base del número de hablantes, los principales medios de comunicación
son orales frente a la prensa escrita, la escritura en ese sentido ya no es más que la oralidad. Unidad/No unidad: Otra oposición desmontada. El reconocimiento de que la lengua se adecua a su contexto rompe con la idea de que la lengua escrita era menos susceptible a la variación. Proliferan los estudios que quieren establecer tipologías textuales (y tradiciones discursivas) en la escritura. La demostración de que la variación también se puede estudiar y hasta sistematizar, así que este no es un motivo válido para estigmatizar la oralidad. En la gramática, la teoría de prototipos supone un mayor reconocimiento para elementos de la lengua marginados por su poca consistencia frente a los modelos teóricos de antaño. Ya no hay patrones fijos, sino tendencias. Tanta variación hay dentro del conjunto de actos comunicativos orales como escritos. Utilidad/No utilidad: El énfasis en la función comunicativa del lenguaje, supone que la consideración de utilidad se aparta de los contextos de las relaciones sociales complejas (justicia, administración, etc) y toda variedad lingüística utilizada es útil desde el momento en que sirve para comunicarse. Tan útil es la variedad de contextos formales como la de contextos informales. La oralidad se hace incluso más útil que la escritura porque es el canal que utilizamos fundamentalmente en nuestro día a día. Prestigio/No prestigio: Pasa de ser una consideración del estatus de una lengua a referirse gradualmente a la preferencia del hablante por unos elementos a otros desde un punto de vista del uso estadístico. Todas las soluciones son igual de válidas, pero unas tienen más prestigio que otras. Se puede observar que muchos giros del lenguaje oral son más prestigiosos que los del lenguaje escrito. Incluso dentro de cada uno de ambos términos de la hipotética oposición se puede rastrear lo más o menos prestigioso. Corrección/No corrección: Ahora es reformulada en términos de adecuación/no adecuación y ya no opone oralidad y escritura, sino cualquier emisión lingüística que se adapte a las circunstancias comunicativas o no y siempre de forma gradual. Tan correcto puede ser un discurso oral en un parlamento como un texto escrito dirigido a personas con poco nivel educativo. En definitiva, la oposición oral/escrito desaparece y ahora tenemos que verlos como dos medios de transmisión de lo mismo (el lenguaje). Este cambio fue consecuencia de una modificación en la visión de la lengua. La unicidad de la vieja perspectiva dio paso al reconocimiento de la variación y el interés en ella como un hecho natural, existente y necesario en el análisis de la lengua. Oralidad y escritura ya no son dos tipos de lenguaje asociados a dos modos de transmisión, sino que estos canales de comunicación transmiten siempre lo mismo, lenguaje, admitiendo que cada acto comunicativo tiene sus propias características y valorando siempre en términos de adecuación al contexto y nunca como corrección. 2.4-¿Oralidad o comunicación oral? Un principio del buen proceder investigador nos dice que la terminología que se usa no debe ser en sí misma un obstáculo ni un motivo de problemas de otro tipo. Sin embargo, en la práctica la realidad es distinta y los conceptos son a menudo objeto de debate y también de crítica. En este apartado, quiero reflexionar sobre si el mantenimiento de oralidad es conveniente o no.
Creo que a la hora de valorar un término son dos los aspectos que hay que tener en cuenta. El primero es su adecuación a la realidad descrita. No cabe duda de que cualquier nombre que se le asigne a una realidad debe describirla lo más precisamente posible y al mismo tiempo no ser contradictoria con el propio concepto. Pero por muy obvio que parezca, lo cierto es que en la práctica contamos con ejemplos de terminología poco menos que imprecisa o directamente contradictoria. Dentro de la investigación gramatical podemos hablar del uso de rasgos articulatorios y acústicos para describir unidades de naturaleza mental como los fonemas (caso de imprecisión) o el uso de aproximante (con las implicaciones de fricación que el término incluye) para realizaciones de una unidad mental cuyas manifestaciones físicas se consideran oclusivas (lo cual es contradictorio) En el caso de la oralidad, no cabe duda de que desde esta perspectiva es un concepto adecuado. Su etimología, (latín os-oris) alude a una parte de las diversas que componen el aparato fonador, responsable de la producción de sonidos. La boca es el punto en el que nuestros interlocutores perciben la emisión de lenguaje, así que es bastante lógico el uso de una palabra derivada para hacer referencia a todo contenido lingüístico producido por el mencionado aparato fonador. El otro factor importante es la propia historia del uso que se le ha dado al término. A pesar de que este y la realidad a la que designa son entidades independientes, lo cierto es que si el uso es muy recurrente termina produciéndose una asociación, casi intuitiva, entre el término y los rasgos que definen al concepto al que da nombre. Esta conjunción de los dos elementos puede llegar a ser muy difícil de separar, como se observa por ejemplo en el término tiempo verbal y su insistente asociación con la tria tempora varroniana, no superada hasta muy recientemente. En este aspecto, me parece que oralidad es un término poco recomendable por el enorme peso de la visión tradicional y principalmente por el vasto conjunto de prejuicios que soporta en este modelo teórico. Decidirse por él supone en cierta medida continuar oponiéndolo a la escritura, lo cual puede ser útil siempre y cuando esa confrontación sea entendida como la de dos medios de expresión del lenguaje, y no como dos concepciones del mismo ni tampoco como dos maneras d iferentes de investigarlo. A mi juicio, es más adecuada una terminología que sea capaz de manifestar que son dos vertientes de la misma realidad y que al mismo tiempo presente algún tipo de diferencia entre ambas. De acuerdo con este presupuesto, me decanto por el término comunicación oral en lugar de oralidad y comunicación escrita en vez de escritura, en el resto de este trabajo emplearé siempre la nueva terminología salvo cuando quiera referirme a la visión tradicional, donde mantendré oralidad y escritura (haciendo constar siempre este dato). 2.5- Algunas reflexiones sobre presupuestos y metodología De acuerdo con lo que acabo de exponer, en este apartado quiero referirme a cómo debería plantearse a mi juicio un estudio de las diferencias entre la comunicación oral desde este nuevo enfoque basado, en líneas generales y por no redundar en lo ya expuesto, en el reconocimiento de la variación lingüística y en la importancia de la comunicación.
Otro aspecto muy a tener en cuenta es que desde el momento en que aceptamos que oralidad y escritura son solo dos medios de transmisión del lenguaje, metodológicamente ya no podemos ofrecer rasgos organizados en parejas opositivas Si/No rasgo como he hecho en 2.2 al presentar la perspectiva tradicional, es decir, como oposiciones privativas, sino que ahora lo único que se pueden apuntar (la inmensidad de tipos comunicativos es aun casi desconocida) son tendencias, de manera que cualquier rasgo ha de presentarse como +/- y admitiendo que ninguno de ellos es imprescindible y que por tanto su aparición no es obligatoria ni en los contextos en los que aparece más frecuentemente, esto es, que en la escritura podemos encontrar un acto comunicativo que la visión tradicional describiría con los rasgos de oralidad y viceversa. Sin embargo, hay una gran dificultad a la hora de abordar un estudio de estas características. Al establecer tendencias, implícitamente estamos también estableciendo que dentro de la comunicación oral y de la escrita hay unos tipos y que entre ellos hay algún tipo de jerarquía. En el primer aspecto la investigación es todavía demasiado joven y los avances de momento escasos y cautelosos. Me parece muy interesante en esta línea el concepto de tradición discursiva (Jacob y Kabatek 2001) que hace referencia a un conjunto de actos comunicativos que presentan unas características lo suficientemente recurrentes en todos los niveles gramaticales (fónico/morfológico/sintáctico/léxico) y pragmático-discursivos como para diferenciarlos de otros conjuntos. Es cierto que actualmente se aplica fundamentalmente a la comunicación escrita, pero pienso que debe ser utilizado también para la oral. El reconocimiento de una jerarquía entre tradiciones discursivas es una cuestión muy problemática, pues la elección de una de ellas como dominante en cada una de las dos modalidades de comunicación determinará decisivamente la detección y la orientación de posibles tendencias. En este sentido, me parece fundamental huir de la visión tradicional que nos hace identificar la comunicación oral con la informalidad y la escrita con la formalidad. En mi opinión creo que la opción más adecuada es la de estudiar las diferencias que puede haber dentro de cada tipo de tradición discursiva porque así se respeta el hecho de que ambos modos de comunicación dan cabida a todo tipo de actos discursivos y al mismo tiempo es posible, poniendo en conjunto todos los datos, ver tendencias generales.
3- Comunicación oral, educación e historia de la lengua 3.1- El modelo educativo europeo En este apartado me centraré en cómo está planteada la enseñanza de lenguas y lo haré a través del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas: Aprendizaje, Enseñanza y Evaluación, documento que fija las directrices que se deben seguir en la Unión Europea. A partir de este momento, me centraré exclusivamente en la comunicación oral. Este documento defiende en su capítulo 2 un enfoque orientado a la acción, en la medida en que: Considera a los usuarios y alumnos que aprenden una lengua principalmente como agentes sociales, es decir, como miembros de una sociedad que tiene tareas (no sólo relacionadas con la lengua) que llevar a
cabo en una serie determinada de circunstancias, en un entorno específico y dentro de un campo de acción concreto. Aunque los actos de habla se dan en actividades de lengua, estas actividades forman parte de un contexto social más amplio, que por sí solo puede otorgarles pleno sentido" (2002; 23). En la misma página se dice también: El uso de la lengua –que incluye el aprendizaje– comprende las acciones que realizan las personas que, como individuos y como agentes sociales, desarrollan una serie de competencias, tanto generales como competencias comunicativas lingüísticas, en particular. Las personas utilizan las competencias que se encuentran a su disposición en distintos contextos y bajo distintas condiciones y restricciones, con el fin de realizar actividades de la lengua que conllevan procesos para producir y recibir textos relacionados con temas en ámbitos específicos, poniendo en juego las estrategias que parecen más apropiadas para llevar a cabo las tareas que han de realizar. El control que de estas acciones tienen los participantes produce el refuerzo o la modificación de sus competencias Este planteamiento es asociable a la segunda perspectiva que he descrito en este trabajo. Incide en la necesidad de que el lenguaje se adapte a las circunstancias en que se emite para cumplir su cometido de ser eficaz comunicativamente, y también subraya el hecho de que el lenguaje es acción y no transmisión de información. La mención de actos de habla y de contextos sociales es importante en este sentido al igual que la de estrategias comunicativas y competencia comunicativa en lugar de mencionar aspectos de corrección o utilidad que pertenecerían a la perspectiva tradicional. Los contextos tradicionalmente asociados al concepto de oralidad entran de lleno en la educación y por lo tanto es necesaria la práctica de la comunicación oral. En este texto, en el que no me puedo detener por razones de espacio, se describe con precisión en qué consiste la competencia comunicativa (conocimiento lingüístico, conocimiento sociolingüístico, conocimiento pragmático), se reconoce además una gran variedad de contextos y estrategias comunicativas para utilizar en estas situaciones. No falta tampoco una detallada descripción y reflexión sobre cómo debe planificarse y realizarse la enseñanza y el aprendizaje del alumno teniendo en cuenta hechos como la variedad de los discentes y de los ejercicios a realizar. En definitiva, está claro que el énfasis se pone en la comunicación y que la comunicación oral es un elemento importante en la educación como una de sus modalidades clave. 3.2- Límites y dificultades de este modelo. La desnaturalización de la comunicación oral. A pesar de que he señalado en el apartado anterior la relación de esta propuesta con la perspectiva comunicativa, lo cierto es que al mismo tiempo hay motivos que me hacen ver conexiones con la visión más tradicional. En líneas generales, creo que algunas de las parejas de rasgos que he descrito en 2.3 siguen vigentes a pesar de que el espíritu del documento es sin duda el de la segunda propuesta, el enfoque comunicativo y la importancia de la comunicación oral. Eso sí, su permanencia está en la metodología y no en el lenguaje, lo cual es un avance teórico importante pero no lo es a efectos prácticos porque las decisiones metodológicas tamb ién dejan entrever una ideología en la que la comunicación oral se convierte en algo artificial, es decir, se desnaturaliza.
En efecto, reconocer la existencia de diferentes contextos comunicativos y de que la lengua ha de adaptarse a las circunstancias para ser eficaz (cfr. Halliday 2007) es un logro de vital importancia para la educación en el sentido de que prepara al alumno para la vida real y su enorme diversidad. Al mismo tiempo, hace ver al alumno el hecho de que la lengua no es una estructura completamente rígida, sino que ofrece variación. El problema está en cómo trabajar las situaciones comunicativas. Presentar una situación comunicativa y una lista de rasgos o elementos que se usan no supone avanzar demasiado con respecto a los viejos ejercicios estructuralistas (e incluso conductistas de repetición de estructuras hasta la saciedad) porque supone mantener las opos iciones correcto/incorrecto y unidad/no unidad que vimos en el primer modelo, con la novedad de que ahora la comunicación oral también es el término marcado junto a la escrita. En este sentido, un método más correcto sería en mi opinión contrastar no solo qué elementos utilizaría cada alumno para esa situación, sino también poner en común sus experiencias personales, de manera que por ellos mismos se diesen cuenta de la existencia de variación en la lengua y de que no hay soluciones correctas o incorrectas por ellas mismas, lo que hay son opciones más o menos adecuadas para cada situación, es más, incluso se comprobaría que un mismo elemento lingüístico puede ser más o menos adecuado en la misma situación. Un método que pretenda dar cuenta de la variación no puede simplemente sistematizarla en x compartimentos con sus x rasgos (lo que supone no afrontarla) sino que ha de asumir esa falta de unidad como un hecho y preparar a los alumnos para afrontarla mostrándoles que no hay una tan pretendida respuesta totalmente correcta. La comunicación oral es la principal víctima de este afán por la unicidad y la corrección. El alumno a la hora de la verdad, es decir, en la vida real, se enfrenta a las situaciones comunicativas armado únicamente con los modelos que ha aprendido en la escuela, y obtendrá fracasos comunicativos en el momento en que no sepa reaccionar a los posibles cambios en el contexto o sus interlocutores lo saquen de su modelo. Las consecuencias de este hecho no son ni mucho menos leves, al contrario, pueden llevar a serías dificultades en el día a día (relación con otras personas o con entidades como la administración) o a la marginación social en casos más extremos (cfr. Lippi- Green 1991, Stubbs 1983 y Thorton 1986) La otra consecuencia de la desnaturalización es la formación de prejuicios lingüísticos, de actitudes negativas e incluso hostiles hacia lenguas o variantes de lenguas sin fundamentos lingüísticos detrás. El hecho de que algunos elementos repetidamente no formen parte de esos supuestos modelos comunicativos para cada situación comunicativa puede significar que en la mente del alumno actúen oposiciones de la visión tradicional como utilidad/no utilidad, prestigio/no prestigio y correcto/incorrecto. La discusión sobre la adecuación de una forma al contexto no ha de girar en torno a su corrección o no, sino al carácter convencional que justifica la elección de esa forma, es decir, la elección de un elemento lingüístico sobre otro para un contexto es siempre una decisión basada en acuerdo social y no en la calidad intrínseca del elemento. En definitiva, aunque este modelo tiene un espíritu y unos presupuestos adecuados, lo cierto es que falta una correcta acomodación del concepto de variación a la comunicación. Todavía hay un cierto afán de practicidad que se observa en establecimiento de situaciones comunicativas y principalmente de modelos de respuesta. Pero incluso resolviendo este problema, la elección de unas formas sobre otras sigue siendo un tema complicado, ya que aun aceptando que es convención social, sigue
prestándose a una interpretación en términos de corrección o prestigio. Una solución al problema es plantear al alumno lo convencional de sus propias elecciones. Hay disciplinas que podrían ofrecer una solución al problema, en concreto aquellas que se dedican al estudio de la variación. Es conocida la distinción que Coseriu estableció entre cuatro de ejes de cambio: temporal, espacial, social y personal. De esta manera, se puede estudiar la variabilidad diacrónica (a través del tiempo), diatópica (en el espacio), diastrática (en la sociedad) y diafásica (en la persona con respecto a las situaciones comunicativas). Las disciplinas que estudian esta variación ya han aparecido nombradas en este artículo, en concreto las que se interesan por los dos últimos tipos de cambio, la sociolingüística y la pragmática respectivamente, como fundamentales en la visión tradicional. El marco europeo hace referencia continuamente a ambas, pero en la práctica vemos que no son suficientes. La dialectología, disciplina que estudia la variación diatópica de la lengua, podría ser una solución en este sentido porque pone sobre la mesa el hecho de que no en todos los lugares donde se habla una lengua las elecciones de los hablantes son las mismas. En efecto, los estudios muestran que el léxico puede variar enormemente su significado entre las diferentes regiones y los paradigmas gramaticales pueden cambiar la realización de sus componentes. Por poner un ejemplo, la acepción con connotaciones sexuales que el verbo coger tiene en tierras hispanoamericanas (sin entrar ahora en detalles sociolingüísticos ni pragmáticos) o que la forma de tratamiento usted no tiene el mismo valor pragmático debe hacer ver al estudiante que las palabras no tienen un único significado y que tendrá que estar preparado para que sus esquemas semánticos y léxicos sufran modificaciones tan pronto como salga de sus fronteras más inmediatas. Sin embargo, es mi opinión que la variación dialectal no es lo suficientemente amplia como para hacer que el alumno se cuestione sus fundamentos lingüísticos. Ofrecer una lista de léxico cambiante y de paradigmas con distintas formas es presentar la variación pero como un conjunto de fenómenos esporádicos y de impacto relativamente leve en el sistema. Puede ser un útil complemento a una disciplina que estudie campos más profundos y desde luego tiene valor para evitar malentendidos en la expresión oral, aquella en la que más nos vamos a encontrar con el fenómeno de la variación, pero no es capaz de hacer dudar al aprendiz de sus propias elecciones. De los cuatro ejes propuestos por Coseriu, dos de ellos han supuesto un cambio paradigmático en la perspectiva de la comunicación oral y otra es un excelente instrumento para entender la variación que en ella (y en la escritura también) se produce, pero nos falta una disciplina que además sea capaz de sacudir las más íntimas convicciones lingüísticas. La respuesta vendrá del último eje que nos queda, el histórico. 3.3- Historia de la lengua y comunicación oral. Una relación compleja. La disciplina que se ocupa de la investigación del eje diacrónico del cambio recibe el nombre de lingüística histórica. A priori, resulta difícil pensar en ella como favorable a la comunicación oral. La razón es evidente, hasta que muy recientemente se ha inventado el instrumental necesario para recoger muestras de habla, toda la investigación sobre la evolución histórica de la lengua española se ha hecho mediante el análisis de lenguaje cuyo modo de transmisión es escrito, ya que era el único perdurable. Desde la visión tradicional de la relación oralidad/escritura, es una disciplina que margina al máximo la comunicación oral porque privilegia la escritura, único lenguaje que ha perdurado y por tanto único testimonio útil para el conocimiento del pasado.
Tal es esta situación que hasta muy recientemente, siempre dentro de esta disciplina, la oralidad era una especie de cajón de sastre para todo fenómeno de cualquier plano gramatical que no hallaba justificación comparando ninguno de los testimonios escritos conservados. Este detalle, aunque en realidad se trata de un presupuesto metodológico válido (la constatación de un fenómeno para cuyo origen no se puede citar otro testimonio escrito y que por tanto debe buscarse en otro lugar) lo cierto es que contribuye a la marginación de la oralidad tan pronto como se convierte en la solución fácil para explicar fenómenos que sí tienen explicación en otros actos comunicativos bajo otros presupuestos lingüísticos. El resultado es que la propia historia de la lengua desde la perspectiva clásica construyó una idea de la evolución histórica que nos lleva otra vez al predominio de la unidad, en el sentido de que tenemos bastante definida la evolución de la lengua gracias a la numerosa documentación que afortunadamente se co nserva. Muchos fenómenos son fácilmente explicables mediante la comparación de diferentes textos pertenecientes a varias épocas del español, pero nos queda otro conjunto para el que se recurre a la oralidad. Es decir, en cuanto se ve variación con la propia tradición escrita, aparece la referencia a la oralidad, que como a su vez no tenemos documentada, es una hipótesis cómoda (difícil de refutar e imposible de comprobar). Afortunadamente, el cambio de perspectiva obligó a un cambio en la metodología y los presupuestos del investigador. La imposibilidad de estudiar la comunicación oral no es un obstáculo para conocerla, ya que sea por el habla o por un soporte como el papel, en ambos vamos a encontrar el lenguaje que era comunicativamente adecuado en las distintas épocas del recorrido de un idioma. Evidentemente, no podremos buscar aquellas tendencias que pudieron ser más acusadas en la comunicación oral, pero sí que es posible ofrecer una caracterización general de lo que se habló en esa determinada época. Una vez reorientada la disciplina, en el siguiente apartado intentaré justificar por qué me parece un punto de partida útil para un nuevo modelo educativo en el que la comunicación oral sea un pilar esencial. 3.4- Historia de la lengua, educación y comunicación oral Creo que he insistido repetidamente a lo largo de estas páginas en el hecho de que cualquier modelo educativo sobre una lengua debe enfrentarse a la variación como una realidad constante en el uso de cualquier código comunicativo. En ese sentido, una de las mayores trabas está en la reticencia del alumno a asumir elementos de la lengua que no considera como propios, justificada por el sentimiento de pertenencia que todos los individuos tienen a diferentes grupos sociales de diverso orden, colectivos todos ellos que utilizan las elecciones lingüísticas como marcas diferenciadoras. La única forma de superar esta reticencia es a mi juicio mostrarle al alumno lo convencional de esas elecciones, desde los elementos que puedan parecer (no lo son) más superficiales (léxico) hasta los más profundos (morfología y sintaxis). En el apartado 3.2 hice referencia a otras disciplinas que estudian la variación y llegué a la conclusión de que, sin dudar de su utilidad en el reconocimiento de la falta de unidad en la lengua, no eran capaces de mostrar con la suficiente intensidad el alcance de estos cambios. La historia de la lengua es en este sentido la disciplina que da cuenta de las mayores alteraciones en la estructura del sistema y permite incluso un debate sobre la convencionalidad de las elecciones que los hablantes hacemos entre las posibilidades de
la lengua. Utilizaré para ello dos ejemplos del castellano, uno que ilustra los enormes cambios estructurales de la lengua y otro que evidencia la diversa consideración que puede tener un determinado elemento en un momento de la lengua y otro, y cómo ese cambio puede ser rápido. En latín es bien conocida la existencia de tres géneros gramaticales (masculino, femenino y neutro) y en la historia de la lengua está bien documentado el conjunto de procesos que en castellano condujo a la desaparición del neutro. Sin embargo, las gramáticas que estudian la lengua actual siguen hablando de una serie de elementos (artículo lo, demostrativos esto, eso aquello, pronombre personal ello) que parecen seguir funcionando con género neutro. Al mismo tiempo, todo un conjunto de palabras que en latín eran neutras y que forzosamente tuvieron que adaptarse a la nueva situación, como puede ser el caso de mar (latín MARE-MARIS), que acabó en el masculino, pero que desde principios documenta vacilación de género. Al alumno debe planteársele la existencia del neutro, las consecuencias de la desaparición del neutro, su asignación al paradigma masculino y la vacilación de género y comprobar cómo hubiese reaccionado él en caso de ser el hablante español que se fuese percatando de estos procesos durante la sustitución del latín por el castellano. Dentro del paradigma de las conjunciones concesivas, no cabe ninguna duda de que en la lengua de hoy hay un elemento cuya presencia es notablemente superior al resto de elementos del conjunto, me refiero evidentemente a aunque. La historia de la lengua nos indica que hasta finales de la Edad Media era un elemento marginal en el sistema concesivo frente a la hoy desconocida y antaño casi exclusiva maguer. Estudios detallados (Montero Cartelle 1992) indican que lo que nos parece exclusivo forma parte de un conjunto de hasta veintisiete unidades creadas como posibles sustitutos. En la tradición escrita, tenemos testimonios posteriores al medievo donde se considera maguer como arcaica o rústica. A la vista de estos datos, al alumno se le podría plantear que se comparase con un hablante medieval que tenía la misma actitud sobre un elemento diferente y una totalmente opuesta (era una forma muy minoritaria) acerca de lo que hoy es una elección lingüística con un dominio aplastante frente a sus competidores. Con ejemplos de este tipo, la historia de la lengua pone en cuestión la seguridad de las convicciones lingüísticas del alumno en el sentido de que muestra que ninguna unidad, por muy firme que parezca, está libre de sufrir a lteraciones, y de que no debe discriminar ningún elemento por su bajo uso en un momento determinado, ya que en cualquier momento las convenciones sociales pueden convertirlo en dominante. 4- Conclusión En este trabajo he querido mostrar todo el marco teórico (abundante en mi opinión) que hay detrás de los que ven o han visto una oposición entre escritura y oralidad, y he planteado una nueva perspectiva donde los conceptos (con las precisiones terminológicas pertinentes) pierden toda carga teórica adicional y recuperan su condición etimológica de modos de transmisión de lenguaje. En este enfoque no tradicional la unicidad y las consideraciones de corrección dejan paso al reconocimiento de la variación y del lenguaje como valorable únicamente por su adecuación y éxito en la comunicación. Desde esta visión de las cosas he querido analizar el estado de la educación y proponer un nuevo modelo en el que la comunicación oral tiene un papel fundamental (cfr.
Unamuno 2003) como aquella que realizamos más frecuentemente (pero sin olvidar la escrita) y aquella en la que el alumno ha de recibir mayor formación para cumplir el propósito de la eficacia comunicativa. Para cumplir este objetivo, he propuesto la historia de la lengua como un punto de referencia válido dado su interés por la variación y que sus hallazgos ponen en cuestión nuestros principios lingüísticos más asentados. 5- Bibliografía Blanche-Benveniste, C (1998): Estudios lingüísticos sobre la relacion entre oralidad y escritura. Barcelona: Gedisa SL. Consejo de Europa (2002): Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas: Aprendizaje, Enseñanza y Evaluación (MCERL). Madrid: Instituto Cervantes. Grice, H.P (1975): "Logic and conversation" en P. Cole & J. L. Morgan (Eds.), Syntax and semantics (Vol. 3, pp. 41-58). Halliday, M.A.K (2007): Language and education. Volumen IX de Collected Works of M.A.K Halliday. London: Continuum. Jacob, D y J. Kabatek (2001): Lengua medieval y tradiciones discursivas en la Península Ibérica: descripción gramatical, pragmática histórica, metodología. Madrid: Hispanoamericana. Lippi- Green, R (1997): English with an accent. Language, ideology, and discrimination in the United States. London: Routledge. Milroy, L (1980): Lenguage and social networks. Oxford, Basil Blackwell. Montero Cartelle, E (1992): "Tendencias en la expresión de la concesividad en el castellano medieval" en Verba 19, pp 107-128. Rosch, E (1973): "On the Internal Structure of Perceptual and Semantic Categories." en T. Moore (ed.), Cognitive Development and the Acquisition of Language, New York: Academic Press. Sperber, D y D. Wilson (1986): Relevance: Communication and Cognition. Oxford: Blackwell. Stubbs, M (1983): Language, schools and classrooms. Second Edition, London: Methuen. Thornton, G (1986): Language, ignorance and education. London: Edward Arnold. Unamuno, V (2003): Lengua, escuela y diversidad sociocultural. Hacia una educación lingüística crítica. Barcelona: Graó. Wittgenstein, L (1953): Investigaciones filosóficas. Madrid: UNAM-Crítica 1988.