En Defensa del Judaísmo Laico

July 9, 2017 | Autor: Marcos Peckel | Categoría: Israel, Judaismo, Sionismo
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Descripción

En Defensa del Judaísmo Laico

Marcos Peckel

"A partir de la fecha, se ordena a todos los miembros del pueblo incluidos los esclavos guardar un descanso absoluto el día del Shabat, séptimo de la semana. No se prenderá fuego, ni se acarreará leña, ni se arará la tierra." Ministro de Trabajo, Pueblo Judío, Sinaí, año 2488. Comuníquese y cúmplase.

"Para salvaguardar la salud del pueblo se prohíbe terminantemente consumir carne de cerdo, consumir productos de mar y de rio que no tengan escamas y mezclar carne con leche."
Ministro de Salud, Pueblo Judío, Sinaí, año 2488. Comuníquese y cúmplase.

"A partir del sexto día del mes de Siván se cosecharán los plantíos y se repartirán las primicias al pueblo. Cada siete años se dejará descansar la tierra para que pueda seguir dando frutos en el futuro."
Ministro de Agricultura. Pueblo judío, Sinaí, Año 2488. Comuníquese y cúmplase.

Los hebreos (habirú en acadio, lenguaje de las tablillas que poseen evidencias históricas narradas en el Éxodo) se constituyeron en pueblo luego que una multitud de esclavos salieron de Egipto liderados por Moisés. En el camino seguramente se unieron otros esclavos provenientes de otros lugares de la región incluyendo Canaán. Diversas evidencias se han presentado respecto a la presencia del pueblo judío en Egipto, su relación con el faraón, las diez plagas y el éxodo (The Mosses Legacy – Graham Philips).

La Torá es posiblemente el primer gran libro de leyes en la historia de la humanidad y tanto en su período oral como en su forma escrita, tenía el objetivo de organizar una sociedad alrededor de un conjunto de leyes que rigen la convivencia en una sociedad; del matrimonio, familiares, comerciales, penales, agrícolas, de género, de la guerra y otras.

La Torá, escrita muy probablemente durante un largo período de tiempo, comenzando quizás por Ezra y Nehemia al regreso de los judíos del exilio de Babilonia, circa 3224 calendario hebreo, (536 AEC), contiene tanto la epopeya de nacimiento de la nación judía como la legislación que rige el comportamiento del pueblo y sus dirigentes. La Torá en ese sentido se asemeja a creaciones épicas de otros pueblos como el Ramayana y el Mahabarata hindúes o el Corán musulmán.

La creencia en un solo dios, sin imagen, es un gran aporte del judaísmo a la humanidad. En esos tiempos de politeísmo, los judíos siguieron la creencia en una sola deidad cuya existencia no podía ser probada ni negada. De esta manera se removían los límites impuestos a la ciencia por otras culturas que convertían en Dioses lo que no podían entonces explicar. Es menester aclarar que hubo reductos politeístas dentro del pueblo judío casi hasta el exilio de Babilonia y posiblemente también posterior a este.

Las leyes incorporadas en la Torá, conocidas como mitzvot, excepto las pocas relacionadas con ese Dios, son leyes terrenales apartadas de lo divino, enfocadas a organizar un colectivo humano en una sociedad. De las 613 originales hoy en día sólo se pueden cumplir poco más de dos centenares lo que demuestra la temporalidad de esas leyes y su carácter terrenal. De los diez mandamientos sólo uno hacer referencia a Dios mientras que los restantes son mandatos de convivencia social.

Al provenir el pueblo judío de un grupo de esclavos liberados, muchas de sus leyes y costumbres se relacionan con la libertad, la búsqueda del conocimiento, el trabajo, la centralidad del ser humano, la tolerancia, el rechazo al lujo y a los excesos, y de ahí que estas leyes sean la base de los grandes principios humanistas legados por el judaísmo a la humanidad.

Fue la sabiduría de los profetas la que forjó la esencia de la Torá y el secreto de la supervivencia del pueblo judío. En particular, gracias al profeta Ezequiel los judíos sobrevivieron a la destrucción del Templo y a su destierro en Babilonia. La sinagoga (beit kneset) institución creada probablemente en Babilonia, donde se leía y se hablaba de la Tora y se popularizaba a todo el pueblo, ha servido durante casi dos milenios como cimiento de perduración de la tradiciones judías, sin templo y sin tierra.

El profeta Isaías, quien formuló el concepto de la era mesiánica, sembró para siempre la esperanza y el apego a la libertad dentro de la idiosincrasia judía.

Por la libertad lucharían los judíos a través de su historia y las persecuciones padecidas por el pueblo judío en el mundo cristiano y en menor escala en el musulmán tenían tanto que ver con sus creencias, tradiciones y costumbres, como con su eterna lucha por la libertad.

Después del exilio romano en el año 70 el pueblo judío se consolidó, entre la gran comunidad de Mesopotamia, remanente del primer exilio, y los judíos que salieron de Palestina a los confines del imperio romano. El Talmud fue ya producto de la diáspora y una demostración de la gran capacidad de creación del pueblo judío, alejado de su tierra y dispersado por los cuatro puntos cardinales.

La gran comunidad judía de España floreció dentro del entorno del judaísmo pluralista y laico siendo cuna de significativos aportes universales en el área de las propias tradiciones judías, además de las humanidades y las ciencias. El principal exponente de esta civilización, Maimónides, fue médico, filósofo, escribía en árabe, tuvo fuerte influencia de Aristóteles en su obra, rechazó la cábala y estableció su residencia en Egipto donde falleció. En su momento fue rechazado por los sectores más radicales del judaísmo rabínico imperante.


Fue sin embargo la ilustración (o iluminismo), iniciada por Moisés Mendelson en Alemania, que sacó a los judíos del gueto y los condujo a la modernidad. Rescató la historia del pueblo judío, su cultura, sus valores universales, su legado jurídico y su profundo sentido de comunidad y de pertenencia a la civilización humana. La ilustración sentó las bases del judaísmo moderno, sin jerarquías, sin dogmas, deliberante, pluralista e incluyente.

El judaísmo se reinventaba una vez más asegurando su supervivencia y su progreso. La dinámica de creación e innovación desatada por la ilustración dio origen al judaísmo reformista, conservador y ortodoxo moderno (Samson Raphael Hirsh) y cien años más tarde al movimiento sionista, la máxima expresión del judaísmo laico y el más importante desarrollo histórico del pueblo judío en 2.000 años. Influenciado por los movimientos nacionalistas de otros pueblos y con base en la historia, la tradición, la religión y la ética judías, surge la simple idea de volver a crear el estado judío donde el pueblo que ama la libertad la encontraría sin limitaciones.

El Estado de Israel es producto de una visión del judaísmo centrada en el ser humano como punto de partida y en un proyecto común de pueblo y nación que surge de los valores de libertad, pluralismo y la pertenencia del pueblo judío a la familia de las naciones.

El judaísmo laico y humanista le ha dado al pueblo judío dos centenares de premios Nobel en diferentes áreas de la ciencia y el conocimiento, además de grandes actores, escritores, periodistas, científicos, artistas, filántropos, cineastas y humanistas. Contribución que sigue ofreciendo el pueblo judío a la humanidad toda.

El judaísmo laico no rechaza la religión, ni las creencias, ni mucho menos se abroga el derecho a definir quién es y quien no es judío. Se basa en una fuerte identificación con la historia y la cultura judías, apoya al Estado de Israel como centro de la vida judía moderna, emplaza al ser humano como único forjador de su propio destino y fomenta y preserva los valores humanos y éticos que fueron dados a la humanidad por los profetas de Israel.

Por lo tanto, la educación, valor tan importante en el pueblo judío a través de las generaciones, debe privilegiar la formación universal y los valores humanistas del judaísmo, el conocimiento profundo y amplio de la historia del pueblo judío, la visión histórica de sus fiestas y su aporte a la preservación del pueblo, la libertad de cada judío de vivir su judaísmo a su buen saber y entender, la deliberancia, el rechazo a los dogmas y a las doctrinas empaquetadas y enlatadas, el repudio a los guetos no amurallados y debe fomentar en cada judío la búsqueda permanente de nuevos caminos para enfrentar los desafíos que el destino desde tiempos inmemoriales le ha impuesto al pueblo judío.












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