Emilio Crenzel 10 libros escenciales

July 14, 2017 | Autor: Emilio Crenzel | Categoría: Social Memory, Historia reciente, Historia Reciente argentina
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Descripción

Emilio Crenzel
Sociólogo, investigador del CONICET


Nombrar diez "libros esenciales" no es fácil. Mi tentación es
referirme a los que fueron significativos en mi vida académica. Optaré, sin
embargo, por los que me ampliaron las fronteras de la sensibilidad de
manera más abarcadora.
Elijo, en primer lugar, La historia del mundo para niños de Monteiro
Lobato. La leí de niño una y otra vez con fascinación. En especial, me
seducían los relatos de los tiempos prehistóricos y de la Atenas de
Pericles. Luego Robin Hood, de la colección de igual nombre de tapas duras
y amarillas. Me capturó su lucha por la justicia, la historia de amor con
Marian y me conmovió "La última flecha", capítulo que narra su muerte.
Ya adolescente fue el turno de Crónicas marcianas de Ray Bradbury.
Curiosamente "leí" a Bradbury, primero, a través de la radio. En aburridas
tardes tras la escuela secundaria, en dictadura, escuché esos cuentos en la
voz profunda de Guerrero Marthineitz. Bradbury tuvo la capacidad de atrapar
mi curiosidad, de hacerme imaginar, sin resignar la poesía, mundos,
escenarios y personajes, y de mitigar mi dolor por no ser astronauta.
Recuerdo haber leído 20 poemas de amor y una canción desesperada de
Pablo Neruda en una noche fría y estrellada de 1983, camino a San Juan. Mi
juventud descubría la posibilidad, mediante palabras sencillas, de enamorar
y enamorarse.
Hamlet, de William Shakespeare, llegó en un contexto en principio
inapropiado, Río de Janeiro. Sin embargo logró, entre las intrigas
familiares y de palacio, hacerme olvidar del mar y enseñarme a distinguir
la gran literatura de la literatura. Años después en Brasil, pero al sur,
fue el turno de Santo oficio de la memoria, de Mempo Giardinelli. Me
atrajo la capacidad de su autor de multiplicar los narradores y puntos de
vista para narrar, así, la historia de la inmigración en Argentina y los
avatares del país en el Siglo XX. Opto, también, renunciando a toda
originalidad, por Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Quizás
sea el mejor retrato de nuestro continente. Su primera frase: "Muchos años
después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía
había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer
el hielo", anuda los lazos de parentesco, el conocimiento y la memoria, con
la violencia política que lo ha recorrido.
Llegué a Los detectives salvajes al saber de la muerte de Roberto
Bolaño. Recorrí con avidez este retrato de una generación latinoamericana,
disfruté de su inteligencia para desacralizar a las vanguardias estéticas y
políticas y reconocí voces y personajes de mis tiempos de estudiante
universitario. Borges primero me deslumbró con Nathaniel Hawthorne y luego
con el resto y, por último, La escritura o la vida, de Jorge Semprún, libro
que desde su título presenta el desafío a la humanidad del hombre que
supuso el horror nazi y, a la vez, revela que fue posible vencerlo.
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