El tránsito vacilante: Miradas sobre la cultura venezolana contemporánea. Introduction and co-edition with Leonora Simonovis. Amsterdam and New York: Rodopi, 2013.

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El tránsito vacilante: Miradas sobre la cultura venezolana contemporánea

Editado por Patricia Valladares-Ruiz

Leonora Simonovis © 2013

Índice Introducción Patricia Valladares-Ruiz y Leonora Simonovis

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I. Estudios literarios Después de la euforia: algunas reflexiones sobre poesía venezolana reciente Miguel Gomes

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El oído indócil. (Estados de escucha en la poesía venezolana contemporánea) Gina Saraceni

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La política y La enfermedad Paulette Silva Beauregard

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La literatura venezolana contemporánea: entre papel y pantalla Leonora Simonovis

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II. Artes visuales y escénicas 1999 o la desaparición de El Castillete, lugar y obra del artista Armando Reverón (1889–1954) Eleonora Cróquer Pedrón

 

 

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El tránsito vacilante

Disposiciones políticas de las artes visuales venezolanas contemporáneas: archivos de la violencia Sandra Pinardi

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Identidades portátiles: narrativas de la cultura venezolana Víctor Carreño

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III. Cultura y sociedad La mirada de la exclusión en Cerrícolas de Ángel Gustavo Infante María Fernanda Lander

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Signos sobre el cuerpo ausente. Narrativas sobre ‘mujeres delincuentes’ en Venezuela (1951–1959) Celiner Ascanio

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IV. Fracturas, transgresiones y desplazamientos Relatos de desamor y desarraigo. Apuntes para una lectura de la literatura del exilio venezolano contemporáneo María Teresa Vera Rojas

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De la ‘loca’ rebelde al gay integrado: representaciones del sujeto homosexual en la dramaturgia de Isaac Chocrón (1971-2006) Wilfredo Hernández

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Genealogía de una intermitencia: subjetividades afrodescendientes en la cultura venezolana contemporánea Patricia Valladares-Ruiz

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Notas bio-bibliográficas

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Introducción El siglo XXI en Venezuela comienza de forma tumultuosa con las inundaciones de 1999 en el Estado Vargas a causa de lluvias torrenciales que dejaron cientos de muertos y miles de damnificados, además de los cambios en el ámbito político con el ascenso al poder del expresidente Hugo Chávez Frías (también en 1999)1, una fuerte crisis económica y una polarización social acentuada. A pesar de la precariedad zozobrante de la situación, el ámbito cultural contemporáneo se ha destacado por el surgimiento de nuevas iniciativas, tanto en el mundo de las artes plásticas y visuales, como en la literatura. A manera de ejemplo, Miguel Gomes, Carlos Pacheco y Antonio López Ortega afirman que “la primera década del siglo XXI, en especial desde 2004, ha sido uno de los periodos de mayor productividad y calidad de la narrativa venezolana” (2010: 13).2 Esto se debe, en cierta medida, a la aparición de nuevos escritores, la creación de premios literarios, recitales y mesas redondas. También, a la explotación del potencial creativo y divulgador de las nuevas tecnologías, la creciente presencia de intelectuales y creadores en la radio, la televisión y la prensa escrita, así como su participación activa en el actual debate político. Estas iniciativas han coincidido con el surgimiento del llamado ‘boom’ de la novela venezolana que —salvando las diferencias estéticas con su célebre antecesor latinoamericano— también ha sido definido por el éxito editorial y reconocimientos cosechados tanto local como internacionalmente. Tales han sido los casos de autores como Ana Teresa Torres, Alberto Barrera Tyszka, Boris Izaguirre, Eduardo Sánchez Rugeles, Carolina Lozada, Juan Carlos Méndez Guédez, Juan Carlos Chirinos y, entre tantos otros, Camilo Pino. Una revisión de la producción artística de los últimos años revelaría también una participación más protagónica de mujeres y jóvenes creadores, el surgimiento de nuevos colectivos literarios y una exploración más incisiva —particularmente en el cine y en la

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literatura— de subjetividades subalternas, definidas por la orientación sexual, la identidad de género, la raza, la clase y, entre otras claves identitarias, la experiencia migratoria. Asimismo, en la última década hemos asistido a una redefinición del rol del Estado como gestor cultural y, como consecuencia de ello, al surgimiento de nuevas iniciativas para la promoción y difusión de un amplio abanico de producciones literarias, escénicas y cinematográficas. Si tradicionalmente, los estudios culturales venezolanos en la academia internacional estaban reducidos a una serie de esfuerzos tan valiosos como aislados, en los últimos años hemos asistido a un creciente interés por explorar un panorama cultural dinámico y, como lo sugieren varias de las muestras estudiadas en esta antología, fuertemente afectado por la polarización política. Desde luego, un primer intento por explicar esta redescubierta atención por la literatura, el cine y otras expresiones artísticas venezolanas pasa por un afán de conocer los efectos que el advenimiento y desarrollo de la Revolución bolivariana han podido ejercer sobre dichas prácticas discursivas. La curiosidad que ha despertado lo novedoso y polémico ha generado aproximaciones críticas alternativas que han logrado trascender la inmediatez política para provocar sugerentes reflexiones sobre las preocupaciones temáticas y estéticas del arte contemporáneo. Las editoras de este volumen nos hemos propuesto recoger un amplio abanico de acercamientos teórico-críticos, posturas ideológicas, prácticas culturales (poesía, narrativa, ensayo, dramaturgia, cine, artes plásticas y escénicas) que nos permitan establecer un intercambio intelectual que ofrezca luces sobre el desarrollo del pensamiento venezolano del nuevo milenio. Para indagar en estos temas hemos convocado a académicos/as, críticos/as y creadores/as de referencia indiscutible en los estudios venezolanos contemporáneos. Enriquecido por la variedad de enfoques analíticos, este conjunto de ensayos constituye un esfuerzo por contextualizar las nuevas prácticas culturales a partir de su interrelación con los sucesos políticos, económicos y sociales del momento, estableciendo así una conexión significativa entre la cultura (en todos sus ámbitos) y la realidad circundante. La antología está dividida en cuatro partes. Aunque estas secciones examinan distintas prácticas discursivas —además de preocupaciones estéticas y temáticas—, están conectadas a través de un diálogo sostenido entre cada uno de los ensayos que las integran,

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los cuales forman un conjunto plural de voces y espacios que dan cuenta de la diversidad cultural venezolana. La primera parte del volumen contiene cuatro estudios sobre las más recientes tendencias estéticas en la literatura venezolana, tanto en poesía como en narrativa. En este sentido, Miguel Gomes ofrece un agudo análisis de la ruptura paradigmática de la actual poesía venezolana a partir de un recorrido por lo que define como el ‘entusiasmo desarrollista’ del periodo que precede al ‘Viernes negro’ de 1983. Gomes examina concienzudamente algunos elementos esenciales de las propuestas ideoestéticas de grupos literarios de finales del siglo XX como Tráfico y Guaire, concentrándose en dos poetas influyentes de ese periodo: Igor Barreto (fundador del grupo Tráfico) y Harry Almela. En su análisis de la obra de Almela se hilvanan finamente abundantes relaciones significativas con propuestas de otros poetas aparentemente disímiles como Rafael Arráiz Lucca, Leonardo Padrón, Yolanda Pantin y Blanca Strepponi. Una de las aportaciones fundamentales de este ensayo es su capacidad de demostrar cómo estas propuestas estéticas, en lugar de responder exclusivamente a proyectos individuales, reconocen las claves colectivas de un quehacer poético que, entre otros rasgos, alude a la decadencia de lo público desde una introspección que privilegia la hondura y se aparta de la utilería urbana y sus fetichismos poéticos. Por su parte, Gina Saraceni explora los usos del lenguaje en la obra de dos poetas venezolanos contemporáneos —Jacqueline Goldberg y Luis Enrique Belmonte. La autora demuestra cómo a partir del lenguaje se gestan formas innovadoras de reflexión herederas de la tradición de poetas como Enriqueta Arvelo Larriva y Emira Rodríguez. Ambas son pioneras de una estética que conecta sonido y sentido, al tiempo que expande la capacidad del oído en busca de sonoridades que exceden la experiencia de lo vivido y la trasforman en un acontecimiento verbal. Esta forma de expresión poética que “hace del ruido una lengua” (46) pone en evidencia un ordenamiento de la realidad y de los ruidos que esta produce que cuestionan y desestabilizan las categorizaciones impuestas por los cánones culturales establecidos por la hegemonía dominante. En el género narrativo, Paulette Silva Beauregard examina la novela laureada de Alberto Barrera Tyszka, La enfermedad (2006). La autora advierte claves que no solo revelarían el funcionamiento de una alegoría a una nación doliente (como insistentemente ha sido leído por

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la crítica), sino que plantean relaciones significativas entre el cuerpo, la enfermedad y el poder. Esta lectura biopolítica de una de las novelas venezolanas más exitosas de los últimos años expone señas cruciales para la comprensión de la política contemporánea —tanto nacional como global— que nos remiten al conocido debate foucaultiano sobre las tecnologías del poder. Por último, Leonora Simonovis reflexiona acerca de las transformaciones que ha experimentado la literatura ––especialmente la narrativa–– venezolana en décadas recientes, a partir del auge de plataformas virtuales, revistas literarias en línea y publicaciones electrónicas. Simonovis hace un recuento de las prácticas editoriales en Venezuela desde principios del siglo XX, pasando por la fundación de la editorial más importante en el país, Monte Ávila Editores, para subrayar la conexión que siempre ha existido entre literatura y poder político. La autora entrevista a distintos escritores para analizar la situación actual de las editoriales en Venezuela, así como la búsqueda de medios alternativos de publicación y difusión. En la segunda parte de esta antología, los ensayos desarrollan perspectivas críticas diversas que dan cuenta de las relaciones entre formas de expresión artísticas y cinematográficas y el contexto político y cultural venezolano. Así, Eleonora Cróquer Pedrón aborda el tema de la fractura en el ideario de modernización venezolano a partir de la destrucción —por fenómenos naturales— de El Castillete, obra de arte, residencia del ya fallecido artista plástico Armando Reverón y parte vital del patrimonio nacional. Cróquer Pedrón hace una aguda crítica del significado de El Castillete y de la transición que implica su desaparición, puesto que esta tiene lugar durante los primeros años del gobierno de Hugo Chávez, de la reconstrucción de la Nación y del surgimiento de un nuevo proyecto estético nacional. El simbolismo que acompaña esta obra de arte se traduce en un cuerpo único de la Nación que ha quedado en ruinas y que remite a un pasado que se irá borrando con el tiempo. Por otra parte, Sandra Pinardi realiza un minucioso estudio acerca del carácter de ‘dispositivo político’ que poseen algunas obras de arte contemporáneo en Venezuela. Para la autora, estas piezas recuperan, en primer lugar, el proyecto moderno de tradición geométrica, el cual constituye una crítica hacia las tendencias nacionalistas del proyecto político bolivariano y hacia las formas estéticas ‘ruralizantes’ que este promueve. Y, en segundo lugar,

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Pinardi discute la construcción, por parte de artistas venezolanos contemporáneos, de un archivo que representa los efectos de la violencia —y los modos en que esta se ejerce— en la vida de los venezolanos. La autora comenta la importancia de este archivo en la renovación y regeneración de las artes plásticas venezolanas en las obras de artistas como Juan José Olavarría, Teresa Mulet, Juan Carlos Rodríguez, Iván Amaya y Argelia Bravo. En el último ensayo de esta parte, Víctor Carreño delinea una arqueología de las narrativas del desplazamiento (desde el periodo colonial hasta la actualidad) y del tratamiento creativo de los imaginarios de viajes en la literatura, artes visuales y escénicas venezolanas. Partiendo del concepto de ‘identidad portátil’, caracterizada por la fluidez y movilidad, Carreño revisa la metáfora fundacional de la Nación que encontramos en la ‘ciudad portátil’ con la que José de Oviedo y Baños describiera los tumultuosos orígenes de la ciudad de Trujillo (1556) en su Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela (1723). En su ambiciosa indagación de la representación artística del desplazamiento (tanto del lugar de enunciación como de los tropos de la Nación), Carreño propone lecturas de textos como los de José Ignacio Cabrujas, que le permiten analizar la transición de la economía agrícola a la petrolera y la consecuente movilidad social que experimentan tanto los sujetos nacionales como extranjeros. También incorpora en su análisis referencias a obras teatrales, cine (documental y de ficción), artes plásticas y danza para trazar la articulación de sujetos fragmentados por la subsistencia de prácticas discriminatorias y autoritarias. En el primer ensayo de la tercera parte, María Fernanda Lander explora las manifestaciones discursivas y estéticas de la marginalidad, la exclusión y la violencia urbana a partir de su lectura de Cerrícolas (1987) de Ángel Gustavo Infante. Lander examina la construcción narrativa de un espacio ‘otro’ que alberga una gama variopinta de sujetos al margen de la norma, pasivos, subalternos, rechazados por los grupos dominantes y, en consecuencia, confinados al espacio hermético del cerro. Si bien se apoyan en la preconcepción socialmente reproducida de estas barriadas como terrenos propicios para la violencia social, económica y genérica, los relatos de Infante alcanzan a trascender esta visión para inscribir sujetos no violentos y detenerse en la enmarañada naturaleza de las relaciones humanas que establecen estos personajes disidentes.

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Celiner Ascanio ofrece una sugerente mirada sobre la representación de mujeres delincuentes en diferentes prácticas discursivas, en un periodo histórico marcado por la represión política y el afán modernizador: la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1952– 1958). Partiendo de las reflexiones de Michel Foucault sobre los ‘cuerpos políticos’ y los ‘cuerpos anormales’ y las aportaciones de Josefina Ludmer sobre la conducta criminal como instrumento conceptual, Ascanio analiza la evolución de la noción de ‘delito’ en Mujeres tras los barrotes (1951) de Carmen Clemente Travieso, Anastasia (1955) de Lina Giménez e Investigación integral de un grupo representativo de la delincuencia femenina en Venezuela (1959) de Fernando Rísquez. La autora subraya cómo las recepciones sociales y políticas han afectado, por una parte, la representación de subjetividades femeninas y, en un plano más amplio, el efecto que han tenido en el ejercicio nacional de disciplinas como la criminología, la psiquiatría, el periodismo y la literatura. La cuarta y última parte del volumen explora un abanico de temas diversos como la representación literaria de la experiencia migratoria, la homosexualidad y la raza. María Teresa Vera Rojas ofrece un agudo análisis de cuatro novelas de Juan Carlos Méndez Guédez: (Retrato de Abel con isla volcánica al fondo [1997], El libro de Esther [1999] y Tal vez la lluvia [2009]). En estos textos se representan historias que narran el desarraigo y el desamor de sujetos cuyo desapego por la ‘tierra’ —la patria— supone un cuestionamiento de los discursos y acuerdos de construcción de la Nación, tanto en el pasado como en el presente. Vera parte de las reflexiones de Fernando Coronil y Doris Sommer sobre los relatos fundacionales, así como de Roger Bartra y Giorgio Agamben sobre la relación entre política, ciudadanía y la construcción de una identidad nacional en la Venezuela actual. Desde su lectura, los textos de Méndez Guédez rompen con la idea tradicional del vínculo individuo-Nación en la medida en que deshacen los pactos sociales y afectivos que los unen y los reconstruyen a partir de la condición migrante de los personajes protagónicos. Por su parte, Wilfredo Hernández reflexiona sobre el tratamiento del homoerotismo masculino en dos obras dramáticas de Isaac Chocrón: La revolución (1971) y Escrito y sellado (1993). Hernández destaca el carácter pionero de La revolución, por ser el primer texto venezolano en representar dos personajes homosexuales

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que deben enfrentar —cada uno con sus particulares herramientas— la homofobia dominante. La imposibilidad de asumir abiertamente la sexualidad de un personaje y la muerte del otro son algunos de los rasgos comunes con la tradición literaria de tema homoerótico que prevaleció a lo largo de buena parte del siglo XX en América Latina. En contraste, Escrito y sellado, en palabras de Hernández, es “una de las primeras obras publicadas en Venezuela en que aparece claramente documentado el cambio sistemático sobre la homosexualidad que se estaba operando en segmentos importantes de la población desde fines de los setenta, especialmente en la clase media de las grandes ciudades” (270). Su lectura de este texto revela el creciente predominio de miradas más transgresoras sobre sexualidades anormativas, así como el consecuente distanciamiento del régimen sexual hegemónico que, en el caso de Chocrón, traza el final de un ciclo cuyas muestras más ejemplares fueron las novelas Pájaro de mar por tierra (1972) y Toda una dama (1988). El último ensayo, escrito por Patricia Valladares-Ruiz, examina la representación de subjetividades afrodescendientes en la literatura venezolana. Más precisamente, la autora examina, en la primera parte, el uso de las herramientas retóricas que han favorecido la reproducción de estereotipos racistas y que han constreñido la inscripción de personajes negros y mestizos a ciertos contextos espacio-temporales, como puede apreciarse en varios textos literarios canónicos del siglo XX. En la segunda parte de su estudio y teniendo como telón de fondo el advenimiento de la Revolución bolivariana y la entrada al nuevo milenio, Valladares-Ruiz analiza la articulación de un discurso etnopopulista de vocación integradora que supone una fractura en el tratamiento del ‘tema racial’, tanto en la sociedad venezolana como en las prácticas culturales contemporáneas. La pluralidad de perspectivas representadas en esta antología dan cuenta del ímpetu creativo que ha desatado la Revolución bolivariana en los distintos ámbitos de la cultura, bien sea para expresar adhesión, rechazo o negación del proyecto político, económico, social y cultural que esta encarna. Dicha conexión entre el poder político y la actividad creadora subraya una evolución en cuanto a la visibilidad de las artes plásticas y escénicas, la literatura y el cine venezolanos tanto en el país como fuera de él, así como un mayor consumo de estos productos culturales, especialmente de la ficción, el ensayo y el cine nacionales. La reflexión acerca de procesos políticos,

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históricos y sociales ya no queda solo en manos de los intelectuales, sino que en ella también interviene un público más amplio que busca espacios propicios para el diálogo activo y plural.3 Las editoras Notas 1 Al momento de escribir esta introducción nos enteramos de la muerte de Hugo Chávez Frías; sin embargo, los ensayos que conforman esta antología fueron escritos cuando Chávez todavía estaba vivo y a cargo de la presidencia de Venezuela. Así, pues, las referencias a la Revolución bolivariana que aparecen en algunas de estas contribuciones corresponden al periodo comprendido entre 1999 y 2012. 2 Miguel Gomes, Antonio López Ortega y Carlos Pacheco (eds), 2010. La vasta brevedad. Antología del cuento venezolano del siglo XX (I). Caracas: Editorial Santillana. 3 La publicación del presente volumen ha sido posible gracias al apoyo financiero del Centro de Investigaciones Charles Phelps Taft de la Universidad de Cincinnati, así como al Departamento de lenguas y literaturas de la Universidad de San Diego.

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