El topos: forma y contexto de los discursos

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Descripción

Forma y Contexto Congreso de Tucumán, 2009

EL TOPOS: FORMA Y CONTEXTO DE LOS DISCURSOS MARTÍN M. ACEBAL Y NIDIA B. MAIDANA

Nombre: Martín M. Acebal, Profesor y Licenciado en Letras (n. Santa Fe, prov. de Santa Fe, Argentina, 1975) Dirección: Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad Nacional del Litoral, Ciudad Universitaria, Ruta Nac. Nº168, Santa Fe CP 3000, Argentina. E-mail: [email protected] Nombre: Nidia B. Maidana, Profesora de Letras, (n. Santa Fe, Prov. de Santa Fe, Argentina, 1964) Dirección: Programa de Imagen y Comunicación Institucional, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad Nacional del Litoral, Ciudad Universitaria, Ruta Nac. Nº168, Santa Fe CP 3000, Argentina, E-mail: [email protected] Áreas de interés: Semiótica, Comunicación, Análisis del Discurso, Argumentación.

Resumen: El presente trabajo propone una revisión de tres modos de abordar la noción de lugar o topos: la correspondiente a su origen retórico, la que la vincula con cristalizaciones discursivas y la que la inscribe dentro de una teoría lingüística de la argumentación. El objetivo es señalar la alternancia que ha experimentado la noción como forma de argumentos persuasivos y como contexto de los encadenamientos argumentativos. Finalmente nos interesa reemplazar la lectura histórica por una de orden lógico-semiótica, en la cual se haga evidente las relaciones de dependencia entre los diferentes abordajes, así como su funcionamiento integrado.

1 EL TOPOS EN LA INVENCIÓN ORATORIA La noción de lugar o, en su forma griega, topos forma parte de un conjunto de instrumentos constitutivos del arte, en tanto tekhné, de la retórica, desarrollados para la elaboración de un discurso persuasivo. Su primera formulación corresponde a Aristóteles, quien la elabora en un inicio en el marco de la dialéctica y posteriormente para la práctica retórica. Los lugares o topoi pueden definirse como enunciados muy generales que colaboran a la invención de los argumentos persuasivos. En este sentido,

forman parte de una serie de procedimientos destinados, como dirá Barthes (1985 [1993]:121), a transformar fragmentos brutos de razonamiento en un pieza oratoria persuasiva. Aristóteles reconoce dos clases de lugares: a) los comunes, susceptibles de ser aplicados a cualquier discurso; a) los especiales, relacionados con temas y ámbitos particulares (fundamentalmente con los tres géneros de la retórica: epidíctico, judicial y deliberativo). Los comunes pueden ser considerados según una formulación más moderna, como es la que ofrecen Perelman y Olbrecht-Tyteca (1959 [1989]). Estos autores mencionan: el lugar de la cantidad, el de la cualidad, el del orden, el de lo existente, el de la esencia y el de la persona. Si tomamos como ejemplo el de la cantidad, su enunciación podría ser la siguiente: algo vale más que otra cosa por razones cuantitativas. Rápidamente se reconoce el nivel de abstracción que el enunciado supone: ¿qué es ese algo? ¿cuál es la otra cosa?, y, lo que es más importante, ¿qué es lo que se va a cuantificar? Esta vaguedad es lo que le hará decir a Cicerón que los lugares o loci, en latín, son “«como las letras para la palabra que es necesario escribir»”, a lo que agregará Barthes, “un cuerpo de formas privadas de sentido en sí mismas, pero que concurren al sentido mediante selección, combinación, actualización” (1985 [1993]:135). Los lugares comunes constituyen, así, la pura posibilidad para el surgimiento de un argumento persuasivo, el cual no puede tampoco funcionar hasta que no es puesto en forma por uno o varios topoi, loci o lugares. Los lugares especiales consisten en esa primera actualización de la que hablaba Barthes, el pasaje de la pura posibilidad a la de un enunciado capaz de dar forma a un argumento. Pero esta actualización sólo es posible por la intervención de un determinado contexto, que funciona como un criterio para la selección, la combinación y la consecuente actualización. En tanto dimensión formal de los argumentos, los lugares son susceptibles a las valoraciones formales presentes en el contexto, esto es, a las estéticas. Así, Perelman y Olbrecht-Tyteca reconocen en el clasicismo un lugar (especial) formulable de la siguiente manera: es preferible lo que es más duradero y más estable, a lo que es menos. El enunciado, dependiente del lugar de la cantidad, todavía conserva su generalidad -no se especifican los términos comparados-, pero ya se produjo una primera actualización que arrancó al topos del sinsentido o la trivialidad: el tiempo y la estabilidad aparecen como aquello que puede ser cuantificado.

2 EL TOPOS Y SU CRISTALIZACIÓN EN CLICHÉ En un segundo momento, los lugares también pueden pensarse como actualizaciones en existentes cristalizados: formulaciones repetitivas y comunes que durante el S. XIX adquieren la denominación de cliché y, en la actualidad, de estereotipo. Ambos términos comparten la misma connotación peyorativa y crítica actual. El término cliché, para designar a expresiones verbales desgastadas, surge al establecerse un paralelismo con un nuevo procedimiento de la imprenta diseñado a mediados del S. XIX consistente en la reproducción masiva de un modelo fijo, sustituto los caracteres móviles. En la misma época se emplea también para designar al negativo fotográfico del cual se podían obtener un número indefinido de copias (Amossy y Herschberg 1997 [2003]:15). Es posible, entonces, establecer continuidades entre la reproductibilidad de fórmulas lingüísticas, la que por entonces ofrece la tecnología y el incipiente surgimiento de las industrias culturales. La literatura de folletín, la prensa escrita, se valen de los clichés

para cubrir una demanda de lectura cada vez mayor a partir de lo cual contribuyen a su difusión y fijación. Ya hacia finales del XIX R. De Gourmont considera que el cliché representa la materialidad de la frase; el lugar común, la trivialidad de la idea y lo vincula con la reproducción masiva: “No nos hemos ocupado lo suficiente de los malos escritores. (…) deberíamos castigarlos con mano más firme, de la literatura de folletines, que parece un „cerebro anónimo‟ y de los imitadores de los grandes escritores, que transforman en clichés sus procedimientos. El lenguaje de la prensa también está en la mira...” (en Amossy y Herschberg 1997 [2003]:16). Esta idea puede hacerse extensiva a los procesos de fijación de los lugares que realizan los medios masivos de comunicación de hoy. Podemos tomar como caso la publicidad que propicia toda forma de repetición, multiplicando tanto la igualdad (las mismas palabras expresan las misma ideas), como la de equivalencia (palabras similares expresan la misma idea) (Block de Behar 1973 [1992]: 83).

3 EL TOPOS COMO GARANTE DE LA ARGUMENTACIÓN Por último, el término topoi se inscribe en los desarrollos iniciados por Oswald Ducrot y Jean-Claude Anscombre en los años 80‟, en lo que se llamó la Teoría de la Argumentación en la Lengua (en adelante, TAL). La tesis central de esta teoría afirma el carácter inherentemente argumentativo y no informacional de la lengua. La TAL consiste en una refutación de cierta concepción tradicional de la argumentación según la cual el movimiento argumentativo supone dos pasos independientes: en primer lugar, la indicación que realiza un enunciado argumento A de cierto hecho F de la realidad; en segundo lugar, el sujeto hablante supone que el hecho F –y no su representación lingüística- implica la verdad o la validez de la conclusión C. Como señala Ducrot (1988:66), en esta concepción, no se le atribuye a la lengua un rol esencial en la argumentación. Sin embargo, cuando es posible demostrar que dos de esos enunciados que realizan el mismo señalamiento de un hecho factual, es decir, que son informativamente equivalentes, no autorizan la misma conclusión, logra ponerse en evidencia que la argumentación está determinada por las elecciones lingüísticas. Ahora bien, resta explicar aún qué es lo que permite que una expresión como “El artículo hace una presentación sencilla de la teoría” habilite conclusiones como “Es conveniente para los alumnos” y “No conviene citarlo como fuente”. Para esto es que Ducrot y Anscombre postulan el concepto de topos. El término recoge la tradición aristotélica (Ducrot y Anscombre, 1988 [1994]:217) y en su formulación general alude a un principio argumentativo que permite el paso del argumento A a la conclusión C. El topos funciona como un garante (Nicolet, 1993) entre A y C. Así, la posibilidad de relacionar los dos primeros enunciados que acabamos de mencionar se debe a que el hablante presupone la existencia de un topos que establece que lo sencillo es conveniente para los aquellos que se están formando. Como puede verse, los topoi no aspiran a una irrefutabilidad, sino que hacen manifiesto su carácter parcial, cultural. Por esto, Anscombre dirá que son “principios ideológicos, compartidos por una comunidad lingüística más o menos extensa, y que (…) sirven para la construcción arbitraria de representaciones ideológicas.” (1995:301). Junto con esta cualidad, Ducrot reconoce dos más. Por una parte, el topos es general, esto significa que debe ser considerado válido para una multitud de situaciones análogas (1988:72). Por otra parte, los topoi son graduales, esto es, “ponen en relación dos escalas, dos gradaciones, entre las que

establecen una correspondencia (…) monótona” (Ducrot, 1988:73). Lo que Ducrot llama la “aprehensión argumentativa” de una situación consiste en la elección de un topos que habilitará determinados encadenamientos y cancelará otros. Y la representación lingüística lo que hace es evocarlos, con cierta intensidad, y así inscribir a esa situación en el contexto de un determinado sistema de creencias, es decir, hacerlo entrar en una determinada categoría. En este sentido, argumentar tiene el mismo grado de repetición y de falta de innovación que la frase hecha. A esto es a lo que Ducrot denomina la “banalidad” y el carácter “anti-poético” de la argumentación (1988:72).

4 CONCLUSIÓN La noción de topos nos permite revisar cualquier reificación o sustancialización de las nociones dentro del par forma / contexto. Como hemos visto en este desarrollo, esta noción ha alternado y superpuesto su función de forma y de contexto de los discursos. Desde un punto de vista retórico permitió dar forma a razonamientos crudos, y se transformó en la instancia habilitante para el surgimiento de concretos argumentos. Desde un punto de vista lingüístico-argumentativo, la noción funcionó como el contexto ideológico presupuesto por el hablante para el encadenamiento de sus discursos. Pero este funcionamiento contextual, lejos de anular el formal lo incorporaba en su carácter general y su trascendencia a situaciones análogas. Otro tanto podría decirse del lugar como cliché o estereotipo. Tal como lo señala Anscombre (1995:303-306), el topos argumental también comparte rasgos con estas nociones y puede asociarse a cristalizaciones igualmente repetitivas, como las paremias y los proverbios. Así el topos puede pensarse, a una vez, como forma habilitante, práctica económica-tecnológica y estrategia político-argumental de los discursos persuasivos (Guerri, 2003).

Referencias Anscombre, J-C. (1995) “Semántica y Léxico: topoi, estereotipos, y frases genéricas, en Revista Española de Lingüística, 25, 2. pp. 297-310. Amossy R. y Herschberg A. (1997) Estereotipos y clichés. Buenos Aires: Eudeba.2003. Barthes, R. (1985) La aventura semiológica. Barcelona: Paidós. 1993. Block de Behar, L. (1973) El lenguaje de la publicidad. Buenos Aires: Siglo XXI. 1993. Ducrot, O. (1988) “Argumentación y topoi argumentativos”, en Lenguaje en Contexto, 1, 63-84. Ducrot, O. y Anscombre, J-C. (1988) La argumentación en la lengua. Madrid:Gredos. 1994. Guerri, C. (2003) “El nonágono semiótico: un ícono diagramático y tres niveles de iconicidad” en deSignis 4. pp 157-174 Nicolet, D. (1993) “Topos et forme logique dans la théorie aristotélicienne de l’argumentation", en Plantin, Ch. (dir) Lieux communs. Topoi, stéréotypes, clichés. París: Kimé. Perelman, Ch. y Olbrechts-Tyteca, C. (1958) Tratado de la argumentación. La nueva retórica. Madrid: Gredos. 1989.

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