El recorrido de las lentejas de The Unreality of Time de Marina Mascarell. Del Parque España al barrio Qom

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Descripción

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Escribe Laura Catelli (UNR, CONICET)

El recorrido de las lentejas

Del auditorio a las bocas. Eran cien kilos de lentejas. Formaron parte de la puesta en escena de The Unreality of Time (o La irrealidad del tiempo) de Marina Mascarell, en el marco del 14º Festival El Cruce. Siguieron un camino que se abrió gracias al COBAI, Njambre (Extensión UNR) y miembros del Programa Intercultural para Estudiantes de Pueblos Originarios. Miles de redondas lentejas recorrieron las calles de Rosario desde uno de los más reconocidos escenarios de la ciudad, el del Centro Cultural Parque de España (CCPE), ubicado en Mitre y el Río, hasta la Asociación Civil El Tacalá y la Cooperativa El Maná, ubicadas en la mucho menos visible Barrio Qom de Roullión al 4500. Ahí se fueron regalando a muchas familias para ser deglutidas por muchas bocas. Lentejas que acabaron siendo comida, pero comenzaron su recorrido siendo otra cosa.

ración de los efectos de diferentes concepciones del tiempo sobre los cuerpos y las experiencias subjetivas. En ese sentido podría pensarse que la obra de Mascarell articula una idea de qué es la cultura: la experiencia de la interacción y el contacto de los cuerpos con el mundo material y sus construcciones simbólicas. Claro que esta experiencia no es la misma para todos y todas.

De lentejas-tiempo a lentejas-comida. En la puesta de Mascarell, las lentejas simbolizan y materializan el tiempo. La obra sugiere que el tiempo no es una abstracción sino una materia que se mueve, se manipula, se acumula, se divide, se organiza. La interacción y el contacto constante de los cuerpos de los bailarines con las lentejas como materia simbólica permite una explo-

Me recuerdo a mí misma arropada en la cómoda butaca del auditorio. Ese puñado de lentejas es un puñado de tiempo que retengo entre mis dedos, una materia que despierta sensaciones de movimiento en mi cuerpo. Con solo tocarlas levemente se produce una experiencia, pequeña y fugaz, pero poderosa. Cuando supe que habían sido donadas a

Los lugares y las experiencias. Estuve en el CCPE cuando se presentó The Unreality of Time. La obra me gustó tanto que cuando terminó me acerqué al escenario y tomé un puñado de lentejas. Sigo llevándolas en el bolsillo del piloto que llevaba esa noche fría y lluviosa. Cuando llueve y paseo envuelta en él, meto la mano en el bolsillo, siento la suavidad tersa y redondeada de las lentejas e imagino algo de la sensación de los cuerpos de los bailarines.

43 la comunidad Qom, no pude dejar de pensar que los lugares que se conectaron con el recorrido de estas lentejas son tan desiguales que es casi como si hubiesen viajado por el espacio, una especie de Vía Láctea de legumbres, uniendo dos planetas diferentes. No obstante, se unieron dos puntos dentro de la misma ciudad, dos caras de la misma realidad, del mismo tiempo-espacio. La cultura como materialización, en ciertos lugares, de ciertas ideas. ¿Qué tiene que ver cada lugar donde estuvieron las lentejas en distintos momentos con ese cambio de materia simbólica a comida? Todo. La cultura, en sus posibilidades y condiciones de materialización, es determinante y puede cambiar el sentido de los objetos, de los cuerpos, como muestra la obra de Mascarell al materializar el tiempo. En otras palabras, nos muestra que un constructo, en este caso el tiempo, es capaz de ser materializado e impactar directamente en nuestra experiencia. Sin embargo, y esto es central, también sugiere que podemos ser agentes en ese proceso de “hacer cultura”. En definitiva,

que podemos tener injerencia en ciertos aspectos del mundo material que son determinantes para nuestra experiencia del mundo. Ahora, cuando toco ese puñado de lentejas que llevo en mi bolsillo en días grises, desde donde siguen recorriendo la ciudad como pequeños testigos, se me aparecen con claridad algunas asimetrías, demasiado persistentes, del mundo de la cultura. ¿Con qué me deja la experiencia completa del recorrido de las lentejas, desde El Cruce hasta las mesas imaginarias (para mí) de las casas del barrio Qom? Con el deseo, si no la necesidad, de que hagamos llegar muy pronto un día a esta ciudad en que las lentejas no tengan que hacer ningún recorrido entre mundos paralelos, y que las posibilidades de materialización de la cultura sean tan simétricas que permitan que quienes quieran bailar sobre lentejas, que bailen, quienes quieran comérselas, que se las coman, y quienes quieran bailar con el tiempo y comérselo, que puedan hacerlo, sea en el Parque España o el barrio Qom.

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