\"El Pueblo crucificado\", aspectos bíblicos

July 23, 2017 | Autor: Eduardo de la Serna | Categoría: Teologia biblica, Teologia de la liberacion
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Descripción

á tljL C L io ó

“ EL PUEBLO CRU CIFICAD O ” A s p e c t o s b íb l ic o s

Eduardo de la Serna Proyecto33 (1999) 115-141

a Ignacio Ellacuría, mártir (1989, 10años) a Carlos Mugica, mártir (1974,25años)

La figura de Ignacio Ellacuría concita en sí una doble dimensión sim bó­ lica: es uno de los pensadores m ás conocidos de la Teología de la Libera­ ción, y es a su vez mártir emblemático de una Iglesia que se h a com prom e­ tido con los pobres en la lucha por su vida.

Hacer teología Desde sus inicios, la Teología de la Liberación se ha mirado a sí m ism a como un “acto segundo” 1, o como un “intellectus am oris”2. L a praxis que nace de la fe es el paso primero, la respuesta de la vida. Esa praxis, cierta­ mente, no es cualquier praxis, sino una respuesta de am or al “ am or prim e­ ro” de Dios. L a teología, entonces, nace como com prom iso y espiritualidad. Espi­ ritualidad porque supone una vida guiada por el Espíritu de Dios; compro­ miso porque es fidelidad a la prom esa, a la alianza de am or que hemos sellado con Dios en nuestro bautism o. Es precisam ente esa vida movida por el Espíritu, ese compromiso de amor, lo que m ueve y alim enta la reflexión 1

1

Teología de la Liberación. Perspectivas, Salamanca 1973, 35. J. S o b r i n o , “Teología en un mundo sufriente. La teología de la liberación como ‘ intellec­ tus amoris ” , en El principio-misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados, Bilbao 1992, 47-80.

G . G u tié rre z ,

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E d u a rd o d e la S ern a, "E l pu eb lo crucificado". Aspectos bíblicos

teológica. H acer teología es “hablar de D ios” desde el lugar de la fidelidad. Frente a quienes pretenden “hacer teología” desde un “escritorio” nos per­ mitimos poner en duda la fidelidad, el compromiso y el amor. Sólo desde una respuesta de amor al que “nos am ó prim ero”, se puede com enzar a “hablar bien” de ese Dios que hemos recibido y con el que nos hemos com prom eti­ do. Sólo a pa rtir del encuentro con el Dios de Jesucristo nuestra reflexión, nuestro “hablar de D ios”, será “ortodoxo”, será un “hablar bien” . Ese encuentro, sin embargo, en un continente donde reina la “muerte antes de tiem po”3, donde hay una “justicia demasiado largamente espera­ da”4, no puede encontram os sino “activos en la liberación”5. En un conti­ nente donde la m uerte tiene su origen en los ídolos, que reem plazan el “rec­ to rostro” (orto-faciem ) de Dios, proponiéndose el m ercado, el dólar, el poder, como caminos que llevan a la felicidad, todo “hablar bien de Dios” debe em pezar por un am ar y seguir al verdadero Dios de Jesús; en un amor concreto en la praxis de liberación. El “recto hablar de Dios” se revela no en “dónde estemos sentados” sino en “dónde estamos parados”, hacia dón­ de caminamos. Una vida junto al pobre lleva a hablar de Dios desde el lugar del pobre, a hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Un continente donde reina la muerte, ciertam ente no sigue al Dios de la vida. Dios no reina. Y las palabras podrán ser más o menos bellas, pero no hablarán de Dios si no nacen y provocan un encuentro con el Dios que quiere rem ar en la vida, porque es Dios de la vida6. Y esta vida es asim ismo espiritualidad. No una “espiritualidad” que nace del activismo, sino que nace del encuentro

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La idea es de Bartolomé de las Casas, G. Gutiérrez la cita desde los comienzos de sus escritos, cf. “D e Medellín a Puebla” en La fuerza histórica de los pobres. Salamanca 1982, 98; sigue usándola en su monumental trabajo lascasiano, En busca de los pobres de Jesucristo, Salamanca 1993; la frase de Las Casas es: “ Toda la concesión y causa de ella de los reyes de España y señorío que sobre estas tierras y gentes tienen, fue y es para la vida de ellas y para la salvación y conversión de sus almas, y háselas convertido en muerte muy acelerada y miserable y final perdimiento”, 40. J u a n P a b l o II, Discurso a los O bispos del C ELAM (Estadio olímpico de Santo Domin­ go), 12.10.1984, m ,l. La imagen parte del dicho “ ignaciano” in actione contemplativus (propiamente de N a­ dal, no de Ignacio, aunque expresa su intuición). Cí. G. G u t i é r r e z , El D ios de la vida, Salamanca 1992; V. C o d i n a , “Dios d e la v id a , dioses de la muerte” en Parábolas de la mina y el lago, Salamanca 1990,47-62.

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y la respuesta al Espíritu. Una Espiritualidad que nos permite ser “contem plativus in liberatione” 7. Ignacio Ellacuría es, precisam ente, un sím bolo vivo de este “hacer teolo­ gía” . Otros teólogos latinoam ericanos han emprendido la tare a con m ás autoridad que nosotros, de señalar a E llacuría como teólogo precisam ente por estar movido p or el Espíritu y com prom etido con el Dios que quiere la vida.

Ser Testigo Pero E llacuría tam bién es mártir, testigo del am or mayor. Ignacio supo responder al am or con amor. H asta el extrem o. En otra ocasión hem os señalado que es un error guiam os por el “odium fidei” para poder afirm ar o reconocer a algunos como “m ártires”8 creem os que eso es poner el acento en el m atador y no en el que entrega generosa y am orosam ente su vida. “M agis am or fid eliu m quam odium fid e i ” hemos dicho (más que odio a la fe, am or de los fíeles). L a actitud de entrega generosa, la disponibilidad hasta el fin - a vivir el am or y el com prom iso al que el Espíritu nos conduce es el verdadero testimonio. Ignacio es testigo de un am or m ayor que lo movió a dejar su tierra natal p ara com prom eterse en su tierra de adopción; testigo de un am or que lo llevó a com prom eterse con la realidad de m uerte que vivió el pueblo salvadoreño; testigo del am or a Jesús que le llevó a “arriesgar la vida” como el pastor bueno (Jn 10,11)... Sin em bargo, y sin pretender ser exhaustivos, tam bién creemos que p u e­ de afirm arse que E llacuría murió por un auténtico “odium fidei” . Como teólogo, Ignacio buscó ilum inar una fe que nace de la caridad y que se expresa en la caridad. Ya lo hemos dicho. Una fe que le exigía com prom eterse e iluminar desde la fe la cruz del pueblo salvadoreño. N o es fe, sino caricatura, una palabra que no hable rectam ente, que deform e el recto rostro de Dios. O m ás que caricatura, idolatría. Ellacuría, con su 7 8

L. B o f f , “Mística y política. Contemplativo en la liberación”: Christus 3 (1991) 27-31. Lo hemos hecho en “El amor mayor, testimonio de una vida plena” artículo de próxima aparición en Concilium. Sin duda que el “odium fidei” puede ser un criterio, y allí donde está evidentemente presente podemos hablar de martirio; pero también podemos ha­ blar de m artirio en otras circunstancias aunque el “ odium fidei” esté ausente. No creemos que sea el criterio mayor. 117

E d u a rd o d e la S ern a, “E l pueblo crucificado”. Aspectos bíblicos

“hablar de Dios” desenm ascaró los falsos dioses a los que dan culto los ejecutores de la m uerte9. Frente a tantos que “los matan creyendo que dan culto a Dios” (Jn 16,2). Ellacuria desenmascaró a esos tales como falsos dioses, enemigos del Dios de Jesucristo. Difícilmente se pueda negar que esos ídolos, y sus sacerdotes y acólitos, odian visceralmente la fe en un Dios que dice “sólo a Dios am arás”, “palabra liberadora por excelencia” (DP 491). Esos ídolos odian tanto a ese Dios que los desenm ascara y des­ arm a volviéndolos absolutam ente inútiles, que quieren que nadie predique en su nom bre10. Una “teología” pensada desde el poder, desde el “am or al dinero”, que es la raíz de todos los m ales (1 Tim 6,10), y auténtica idolatría (Col 3,5), es una teología idolátrica, y una teología que busca combatir, como los “am igos” de Job, un “hablar de D ios” que busque dar respuesta al sufri­ miento del inocente. Es un auténtico “odium fidei”, ya anunciado por Jesús: “am ará a uno y aborrecerá al otro” (M t 6,24). Ellacuria habló del Dios liberador, del Dios de Jesús, y alcanzó el aborrecimiento de los seguidores de Mammón. Repetimos que no creemos que este “ odium ” sea lo más importante. Ignacio es “modelo” para nuestro tiempo, no por sus asesinos, sino por su am or; es testigo por su fidelidad, no por la violencia de las fuerzas armadas al servicio de los ídolos. Y, aunque no es lo m ás importante, en el caso del “teólogo m ártir” el aborrecim iento a la fe se hace muy evidente. Y acá queremos notarlo. Sin embargo, tam bién esto ha sido reflexionado profundam ente por otros autores (incluso en este mismo núm ero) con m ás autoridad que en estas páginas.

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Ct. J. S o b r i n o , Compañeros de Jesús. E l asesinato-martirio de los jesuítas salvadore­ ños, Bilbao 1989, 27: “vivieron y lucharon por su erradicación”. Dejamos de lado la capacidad o incapacidad, maldad o ignorancia humana, los ídolos si saben lo que hacen ". Su problema es que no saben hacer otra cosa que dar muerte, de allí que matando a Jesús encuentran su propia muerte. Los instrumentos humanos, en cambio, pueden saber o no. La proliferación del egoísmo, la centralidad del dinero, su enorme capacidad de muerte nos hace dudar que —al menos siempre—“ no sepan lo que hacen”.

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PU E B L O C R U C I F I C A D O

Lo que aquí queremos señalar, sin pretensiones de ab a rca r todas sus dimensiones es detenemos en uno de los “caballitos de b atalla” predilectos de Ignacio Ellacuría para “hacer teología” desde la realidad de muerte de Am érica Latina, y ahondar en su dimensión bíblica. Nos referim os a la categoría de “pueblo crucificado” 11. Es sabido que tal idea fue suprim ida del documento de trabajo prepara­ torio a Santo Domingo. Quizás precisam ente por sus resonancias a Teolo­ gía de la Liberación. Es m ás, la misma palabra “Teología de la Liberación” fue suprim ida de este documento (ver el documento de trab ajo 201-205; m ientras que la única referencia explícita a la Teología de la Liberación la encontram os en el Discurso inaugural de Juan Pablo II). Así decía el D ocumento de Trabajo'. La gran muchedumbre de crucificados latinoam ericanos que cam ina por esta vida en condiciones infrahum anas, desilusionada con las prom esas de sus gobernantes y experim entando dificultades socio-económicas crecientes, se siente muy próxima a Jesucristo, el Sierv o pobre y sufriente, que también vivió situaciones angustiosas y pasó sufrimientos (DT 365).

Esto fue reem plazado por la idea, que ya provenía del Documento de Puebla de “ los rostros” (DP 31-39): Descubrir en los rostros sufrientes de los pobres el rostró del Señor (cf. Mt 25,31 -46) es algo que desafía a todos los cristianos a una profunda conversión personal y eclesial. E n la fe encontram os los rostros desfigurados por el hambre, consecuencia de la inflación, de la deuda externa y de injusticias sociales; los rostros desilusionados por los políticos, que prom eten pero no cumplen; los rostros hum illados a causa de su propia cultura, que no es respetaday es incluso despreciada; los rostros aterrorizados por la violencia diaria e indiscrim inada; los rostros angustiados de los menores abandonados que cam inan por nuestras calles y duermen bajo nuestros puentes; los rostros sufridos de las mujeres hum illadas y postergadas; los rostros cansados de los m igrantes, que no encuentran digna acogida; los rostros envejecidos por el tiempo y el trabajo de los que no tienen lo mínimo para sobrevivir 11

Cf. I. E l l a c u r í a , “El pueblo crucificado” en I. Liberationis, Madrid 1990,11 189-216.

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E lla c u ría

- J.

S o b rin o

(Ed.), Mysterium

dignamente (cf. C e l a m , Documento de trabajo, 163). El amor misericordioso es tam bién volverse a los que se encuentran en carencia espiritual, moral, social y cultural (DSD 178).

La idea de “los rostros” es de indiscutible riqueza y fuerza, pero corre el riesgo de hacem os perder una doble dimensión que la idea de “pueblo cru­ cificado” enriquecería: por un lado, “pueblo” remite a una dimensión com u­ nitaria (ciertamente m uchos ’de los “rostros” señalados, refieren a grupos, más que a personas), pero la idea de “pueblo” es polivalente. Si se hubiera usado en Puebla, por ejemplo, no hubiera sido necesario “alargarla” (DSD 179) ya que el término incorporaría a todos estos sectores y a los nuevos que la realidad cada vez m ás m ortal hiciera necesario agregar. Pero la se­ gunda dimensión que nos hace preferir el tem a de la “cruz” es porque “cru­ cificados'’ supone “ crucificadores” . La dimensión de violencia causada, de m uerte provocada, rem arca una dimensión de “conflicto” que parece h a­ berse buscado evitar, o al menos suavizar. Decir, por ejemplo, que la deuda extem a engendra rostros sufrientes no es lo mismo que decir que la deuda extem a mata, crucifica. Dicho esto, pretendemos ahora m ostrar en qué medida esta imagen de "pueblo calcificado” tiene sus raíces en la Biblia, y por lo tanto, es im por­ tante mantenerla. A. La d im e n s ió n c o n f lic tiv a de la c r u z Ya en los prim eros escritos del N T se nos señala que la predicación de la cruz es un auténtico escándalo (1 Cor 1,23; Gal 5,11). Una predicación que sólo desde una “llam ada”, una vocación, perm ite superar el desconcierto y verla como liberación (1 C or 1,24.30). No es im probable que Pablo haga m em oria de una cierta nota autobio­ gráfica al recordarnos que el crucificado es “m aldición” (Gal 3,13-14). Un crucificado, para un judío es signo evidente y patente de que Dios ha malde­ cido a este “colgado de un m adero” 12, y sólo desde la particular luz que da l_

La posibilidad de que los judíos contemporáneos a Jesús viesen a los crucificados como “malditos de Dios” releyendo Dt 21,22-23 no sólo se refuerza por su uso en Qumrán, sino por la lectura de Tritón en diálogo con Justino: “ ... de lo que dudamos (los judíos) es de que el Cristo hubiese de morir tan ignominiosamente, pues en la ley se dice que es 120

Proyecto 3 3 ( 1 9 9 9 ) 1 15-141

la resurrección podem os ver en el “m aldito” una “bendición”, sólo desde un Dios que transform a la maldición en vida podemos decir que la cruz es “fuerza de Dios” . E sta dimensión de la cruz, por otra parte, tiene enemigos por doquier. N o sólo enemigos de Jesucristo crucificado, sino de la m isma cruz (Fil 3,18). La eficacia de la cruz puede quedar aniquilada en la m edida en que m uchos se anteponen y anteponen su propia vida (Gal 2,21). Pero, a su vez, la cruz es presentada como auténtica sabiduría en contraposición a las sabidurías “de este mundo” (1 C or 1,20-21). M ás de una vez hemos señalado que la cruz, la m ism a cruz, tiene una doble dimensión de m uerte y de v ida13. Sin embargo, la insistencia en la cruz como “dadora de vida” (algo que deberá precisarse), no puede elim i­ nar la otra cara de la m ism a moneda: la cruz es dadora de muerte. L a cruz de Jesús es un crimen, un asesinato, y como tal, un pecado. H ubo un juicio injusto, falsos testigos, una premeditación para eliminar a Jesús que debe recordarse. La predicación de Jesús parece haber sido lo suficientemente conflictiva como p ara que las m áxim as autoridades religiosas y políticas decidan eliminarlo. El “principio C aifás” es expresión de un modo político de entender la dimensión religiosa, el preferir que m uera uno -a u n q u e ino­ cen te- por el pueblo, guiado por criterios de “prudencia política” no es sino un gráfico negativo de la figura del pastor que no teme dejar las 99 ovejas en el desierto para buscar la perdida14. L a cruz es -indudablem ente- un crimen, un pecado, y como tal algo no querido por Dios. Aunque él, creador “ Señor y dador de vida” sepa sacar vida de la muerte. Dios - y sólo E lpuede sacar vida de la cruz, de allí la resurrección. M ientras en la cruz los asesinos dicen su últim a palabra, la m áxim a que pueden decir los violentos, Dios todavía se reserva la suya, después de haber callado en la cruz. L a resurrección es “la” palabra de Dios frente a la violencia criminal de quienes pretenden silenciar a Jesús. El “reino de D ios” y el “Dios del R eino” proclam ados por Jesús parecen callar y m orir con el maldito el que muere crucificado (’emKaTápcrros yáp 'o aTaupoúp.et'os)” (Dial 89,2; 90,1); como se ve, sin embargo, el uso de ’erriKaTápcrros invita a sospechar que Justino estaría influenciado por Pablo. Cf. C. M. T u c k e t t , “Deuteronomv 21,23 and P au l’s Conversión”, en A. V a n h o y e e t a l . , L ’A pótre P aul, BETL, Louvain 1986, 345-350. 13 E. d e l a S e r n a , Con los pies en el barro, Montevideo 1993, 32-38. 14 Cf. R. E. B r o w n , An Introduction to the New Testament (ABRL), Doubleday 1997. 192.

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E d u a rd o d e la -Serna, " b l pu eb lo c r u c ific a d o A s p e c to s bíblicos

crucificado, pero sin embargo, Dios “apuesta”, confirma, ese Reino y ese Dios-Padre anunciado. Es desde aquí que la cruz se transform a en Buena Noticia. El máximo acto criminal puede ser leído desde una nueva óptica, m irada de vida, desde que Dios pronuncia su palabra y desautoriza a los Pilatos y Caifás. Desde el prim er Viernes Santo de la historia, los violentos no tienen más la últim a palabra ya que en la Pascua Dios apuesta por su Hijo y sus hijos: “ustedes lo m ataron... Dios lo resucitó” (Hch 2,23-24). N unca m ás actual la doble referencia a “m uerte” y “vida” en el Discurso de M ons. Romero al recibir el Doctorado “honoris causa” en la Universidad de Lovaina: “el pe­ cado es lo que da muerte al Hijo de Dios y da muerte a los hijos de D ios” y “la gloria de Dios es el pobre que vive” . Los modernos estudios bíblicos han sabido devolver a la cruz y a la resurrección su verdadero lugar en la historia de la salvación, después que siglos de predicación parecían llevar a la gente sufriente a identificarse pasiva y resignadam ente- con la cruz esperando para un futuro incierto la resu rrecció n 15. Los modernos estudios de escatología han sabido dar su justo lugar a la esperanza, que no es “adorm ecedora” que aguarda un m añana que sólo llegará después de la muerte m ientras los fuertes y poderosos, los asesinos parecen seguir teniendo la últim a palabra. Los pobres sufren ahora pero m añana reirán, m ientras que los que son ricos gozan ahora pero serán duramente castigados m añana; los que ahora sufren la cruz mañana goza­ rán de la pascua, m ientras que los que ahora ríen llorarán m añana, se decía en u na curiosa lectura de las B ienaventuranzas que “les venía muy bien” a los ricos, a los violentos y a los que ríen. Además que siempre, nueva curio­ sa lectura m ediante, se les había dicho que aunque ricos podían ser “pobres de espíritu” sin dejar de serlo, así que ni siquiera “m añana” se verían perju­ dicados. Es real que hay una identificación entre “el” crucificado y “los” crucifi­ cados, y esa identificación es im portante p ara los segundos. Pero no para 15

Basta ver a modo de ejemplo el prólogo de la obra de X. L é o n D u f o u r , Jesús y Pablo ante la m uerte, Madrid 1982, 14: “El lenguaje corriente es el que manifiesta, por ejemplo, en America Latina a través de los Cristos de los dolores, que ostentan llagas sanguinolentas para invitar a los pobres a soportar con paciencia la opresión que los mantiene en la miseria...”. 122

resignar sus esperanzas o proyectarlas p ara “m añana”, sino para ver en ellos un “sacram ento”, un “test” de nuestra fidelidad16. L a cruz de nuestros hermanos es una invitación urgente a la m isericordia “ como es m isericor­ dioso el P adre” (Le 6,36), y esa invitación es p ara “hoy” . H oy tengo un compromiso con el hermano crucificado, un com prom iso que se revela en aliviar su cruz. Probablem ente no haya texto donde se revele con m ayor claridad la dimensión conflictiva de la cruz que en el citado texto de la carta a los Gálatas. Perm ítasenos un breve comentario: Dentro de una unidad m arcada p or la novedad traída p o r Jesús el Cristo (3,1.14), novedad señalada en la repetición de “fe” y “E spíritu” (3,2.14) y la novedad de la "caiz" (3,1.13), Pablo nos recuerda que la fe en la predica­ ción (3,2.5) nos da el Espíritu. A braham es modelo porque creyó y eso le fue reconocido como justicia (3.6-7). En este lugar Pablo m arcará su E van­ gelio, y a su vez se defenderá de quienes lo han cuestionado: si no es la ley la que justifica, sino la fe, pudo afirm ar que “nosotros hemos creído” (2,1517), y ahora recordará que “el ju sto vivirá por la fe” (3,11). L a fe fue la que justificó a A braham y, por lo tanto, le alcanzó la bendi­ ción a todos los pueblos (Gn 12,2-3). Fue su fe la que le alcanzó la bendi­ ción, y no la ley; ésta, por el contrario, acarrea m aldición17. Es esa maldición que im pera la que fue asum ida por Cristo “haciéndose él mismo m aldición” en la cruz; “pues dice la Escritura: m aldito el que está colgado de un m ade­ ro . Así, en la fe, estando 'en Cristo” recibimos la bendición y el Espíritu (3,14). No es la única vez que Pablo recurre a una paradoja p ara señalar la redención (iv a) obrada por Cristo, en 2 Cor 5,21 había dicho que a Jesús Dios “lo hizo pecado”, “por nosotros” (únep 'qpcñv). 16

l!

La distinción entre “yo” y “ los otros” es muy im portante. “ Yo” puedo asum ir el sufrimiento, por amor, y dar la vida, incluso soportar la injusticia para que “los otros” tengan vida. Pero “yo” debo luchar para que la injusticia cometida a “los otros” cese cuanto antes. Del mismo modo, “yo” puedo querer permanecer en la cruz para que otros vivan, y eso es amor. Pero precisamente por amor debo trabajar y dar la vida para aliviar la cruz de “los otros”, o “ bajar de la cruz a los pueblos crucificados” . Pero también dentro del “yo” es importante hacer una distinción entre el auto-sacrificio y el “don de sí”, como lo hace F. Hinkelam mert en Sobre ídolos y sacrificios. René Girará con teólogos de la liberación (H. A s s m a n n e d .), San José de Costa Rica 1991,43. Como se ve, y volveremos sobre esto, la maldición en este caso viene “de la Ley” y no “de Dios” .

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E d u a rd o d e la S em a, “E l pu eblo crucificado”. Aspectos bíblicos

2 Cor 5,21 A quien no co­ noció pecado, le h izo pecado por n o so tro s (u'trép 'ripwv), a fin de que (iva) viniésemos a s e r justicia de Dios en él.

2 Cor 8,9 Pues conocen la generosidad de nuestro Señor Je­ sucristo, el cual, siendo rico, por u s te d e s se h izo pobre a fin de que (iva) se enriquecie­ ran con su pobre­ za.

Gal 3,13 Cristo nos res­ cató de la m aldi­ ción de la ley, ha­ ciéndose él mismo maldición por no­ so tro s (uuép 'rpwv), pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un m a­ dero, a fin de que (iva) llegara a los gentiles, en Cristo Jesú s, la b e n d i­ ción de Abraham, y por la fe recibié­ ramos el Espíritu de la Promesa.

Rom 8,3-4 Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impo­ tencia por la carne. Dios, habiendo en­ viado a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado,y en orden al pecado, conde­ nó el pecado en la carne, a fin de que (i v a ) la justicia de la ley se cumpliera en no so tro s que seguimos una con­ ducta, no según la carne, sino según el espíritu.

En nuestro texto, lo im portante es que “de hecho, es el único texto de las Escrituras en el cual Pablo interpreta la muerte de C risto”18. Nos interesa, entonces, tener en cuenta cómo lee Pablo el texto que cita. El texto de Dt 21,22-23 habla de un criminal que es condenado a muerte y luego su cadáver es colgado de un árbol todo un día (no a la noche) expuesto como “m aldito de D ios”; Pablo abrevia el texto de modo que aho­ ra parece decir que “el m aldito” es matado en el árbol (una relectura seme­ jante puede verse en Qum rán, llQ T em ple8 64,6-13; cf. 4Q pN ah 1,8). _ En segundo lugar, omite la referencia a que es maldecido “por D ios”, permitiendo que se afirme que en este caso es “maldito de la Ley” . En tercer lugar, Pablo reem plaza el participio perfecto K £ ?U X T r|p a!i.£ VOt; (maldecido) por el adjetivo é J ttK a x Ó p a x O Q (maldito) de modo de unir la m aldición con aquella de D t 27,26 que había citado en v. 10, uniendo una vez m ás la m aldición a la Ley.

Is

J. L.

M a rty n ,

Galatians (AB 33A), Doubleday 1998, 319. 124

rru yecio o d ( i W K J ) 1 15-141

Veamos los tex to s en u n a sinopsis, lo que nos p e rm itirá d e sc u b rir m ás claram ente lo que hem os dicho: Dt 21,22-23 (TM)

Dt 21,22-23 (LXX)

Si un hombre, con pe­ cado de muerte, ha sido matado, lo colga­ rás de un árbol. No dejarás sin enterrar en el árbol; lo enterrarás ese día. Un colgado es maldi­ ción de Dios.

Si hay uno cuyo pe­ cado merece la muer­ te, y lo matan y lo cuel­ gan de un madero, no dormirá su cuerpo en el madero sino que en­ terrarán el cadáver en aquel día, maldito (keK ax qpo tpev oq ) de Dios todos los colga­ dos de madero y no m ancharás la tierra que el Señor Dios te dio en herencia.

Así no harás impura la tierra que Yahveh tu Dios te da en he­ rencia.

Dt 21,22-23 (Pablo)

...dice la Escritura:

Maldito (ÉTttKaxópaxoq) todo el que está col­ gado de un madero.

Pero p ara com prender la paradoja, la clave está en que C risto se hace maldición W tép f)|lC0P (por nosotros). Sería extraño a Pablo entenderlo como un “pago”, “en cumplimiento de la ju sticia exigida por la ley” 19. La maldición es una separación de Dios y una ruptura con los dem ás, es la cim a del conflicto universal, pero en este caso nos encontram os con un beneficio, un acto liberador “en favor de” los dem ás20, un acto de am or

19 20

Así lo entiende H. S c h l i e r , La carta a los G álatas, (BEB 4), Salamanca 1975, 163 “Gal 3,13 y 2 Cor 5,21 son pasajes en los que Pablo desarrolla el significado expiatorio de la muerte y pasión de Jesús con la ayuda de un modo tipológico de pensamiento. El primero representa el efecto liberador del acto de salvación, análogo a la redención de un esclavo (...) El uso de las palabras eú ^O Y Ía y etoxyYeMoc muestra intrínsecamen­ te que el uso de w re p q¡a.
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