El proceso de la modernidad. Hipótesis y objetivos de un proyecto de investigación complejo, 2014-2017.

July 21, 2017 | Autor: José María Imízcoz | Categoría: Social Change, Social Networks, Basque Studies, Early Modern History, History of Religion, Religion and Politics, Historiography, Revolutions, Enlightenment, Political History, Modernity, Political Elites, History of Elites, Patronage (History), Basque History, Courts and Elites (History), Modern Spanish History, Family history, Historia Social, Early modern Spain, Modernización del Estado, Redes sociales, Historia Política y Social Siglos XVIII-XIX, Epistolary research, Ideología, Discursos Y Dominación, Monarquía Hispánica, Reformas Borbónicas, Liberalismo, Ilustración, Clientelismo, Historia Social Y Cultural, Spanish Monarchy, Historia del liberalismo español, Historia Moderna De España, Historia del Pensamiento, Carlism, Historia De Los Conceptos, Formación De Conceptos, Historia De Los Discursos Políticos, Religion and Politics, Historiography, Revolutions, Enlightenment, Political History, Modernity, Political Elites, History of Elites, Patronage (History), Basque History, Courts and Elites (History), Modern Spanish History, Family history, Historia Social, Early modern Spain, Modernización del Estado, Redes sociales, Historia Política y Social Siglos XVIII-XIX, Epistolary research, Ideología, Discursos Y Dominación, Monarquía Hispánica, Reformas Borbónicas, Liberalismo, Ilustración, Clientelismo, Historia Social Y Cultural, Spanish Monarchy, Historia del liberalismo español, Historia Moderna De España, Historia del Pensamiento, Carlism, Historia De Los Conceptos, Formación De Conceptos, Historia De Los Discursos Políticos
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Descripción

EL PROCESO DE LA MODERNIDAD.
ACTORES, DISCURSOS Y CAMBIOS DE LA SOCIEDAD TRADICIONAL
A LA REVOLUCIÓN POLÍTICA LIBERAL, s. XVI-1850


El proceso de la modernidad.
Hipótesis y objetivos de un proyecto de investigación complejo.


José María Imízcoz Beunza
(Universidad del País Vasco)


El Proyecto se centra en el proceso de cambio de la modernidad, entre la sociedad tradicional que observamos en las tierras vascas en los siglos XVI y XVII, y las tensiones entre revolución y tradición que marcan la primera mitad del siglo XIX. La reconstrucción de este proceso poliédrico de enorme complejidad parte de la observación del modelo de casa, linaje, jerarquía, comunidad y monarquía agregativa y jurisdiccional, propio del orden tradicional de los siglos XVI y XVII. A partir de él, nos adentramos en el siglo XVIII, siguiendo a los actores de las élites sociales, políticas y culturales que jugaron un papel especial en la producción y difusión, por diversos medios, de los cambios políticos y culturales de la modernidad. Por último, esto nos lleva a observar el choque que se produjo entre estos sectores reformistas e ilustrados del siglo XVIII y los sectores reactivos que se opusieron a la modernidad y generaron contra-discursos tradicionalistas en la primera mitad del siglo XIX.
El campo de observación nuclear de estos cambios es la familia como célula social básica en torno a la cual todo crece, y se concreta en la desagregación y recomposición de los vínculos que articulaban la sociedad tradicional y sus "obligaciones mutuas vinculantes", pasando de un orden doméstico y corporativo, gobernado por Dios, la tradición y el pater familias, a la emergencia del individuo como ente autónomo, sujeto político, sujeto de derechos y deberes, alfa y omega de los nuevos sistemas políticos que se imponen con las revoluciones liberales. En esta centralidad convergemos con los demás grupos del proyecto coordinado y podemos llevar a cabo una investigación pluridisciplinar y comparativa entre sectores sociales y territorios.
La investigación en un proyecto anterior nos ha mostrado las transformaciones que experimentaron determinados grupos familiares de las élites vascas y navarras en sus dinámicas de negocios y carreras en los espacios políticos y económicos de la monarquía de los Austrias y de los Borbones: en la corte, la alta administración, el ejército, la iglesia, las finanzas de la corona y el comercio colonial. En particular, hemos avanzado en el conocimiento de sus dinámicas familiares, de su movilidad geográfica y social, de sus estrategias patrimoniales y matrimoniales, de su política de educación y colocación de los hijos en determinadas carreras, o en sus redes de relaciones entre las comunidades de origen, la corte y América.
El hilo metodológico de nuestra investigación es intentar explicar los procesos de cambio de la modernidad desde los actores sociales que los produjeron con su acción. En el proyecto anterior pudimos comprobar que los sectores de las élites especialmente vinculados a las carreras y negocios de la monarquía, ya en el siglo XVIII, se transformaron al filo de estas experiencias y se convirtieron en los sectores de mayor modernidad política y cultural de la centuria, como muestra su perfil de administradores reformista y de actores ilustrados, creadores de nuevas formas de sociabilidad política y de nuevos conceptos y discursos. Parece que es en estos entornos donde emergen nuevos valores que terminarán teniendo un gran significado histórico para establecer un nuevo orden: los valores de la autonomía individual y la libertad de elección frente a las constricciones de la familia y la sujeción al "pater familias"; la razón individual e ilustrada frente a un mundo gobernado por la tradición y los argumentos de autoridad; las afinidades voluntarias frente a las vinculaciones heredadas y sus servidumbres; la educación que capacita para servir al rey y al total de la nación, frente a las pretensiones de la herencia del linaje; el mérito individual al servicio del bien público, frente al honor estamental; la libertad económica y la movilidad del dinero frente a la vinculación de bienes y las manos muertas; el Estado público y la ciudadanía frente al señorío de familias particulares y sus vasallajes y dependencias personales; la unidad legal de la nación frente a las leyes particulares del entramado corporativo; la racionalidad reformista frente a la tradición religiosa.
El proyecto anterior nos ha servido para contrastar estos cambios con las prácticas propias de la cultura de casa y linaje que revelan las élites vascas de los siglos XVI y XVII, así como para percibir algunos efectos en la sociedad vasca del XVIII y buscar su proyección hacia la primera mitad del siglo XIX, en que observamos nítidamente las resistencias al cambio, la confrontación entre las prácticas y valores de un signo y otro, y la reformulación y defensa de modelos supuestamente "tradicionales" de familia, comunidad y religión, en un momento en que quiebran las bases que habían sustentado la hegemonía e influencia social de las élites administrativas e ilustradas de corte moderno (quiebra de la monarquía y pérdida del imperio) y en que parece producirse un repliegue de sus familias hacia el espacio provincial, en una dinámica convulsa y conflictiva, hasta alcanzar un nuevo reacomodamiento en él, tras la primera guerra carlista.
Sobre la base de estas observaciones, el nuevo proyecto se orienta a profundizar en algunos aspectos iniciados y, sobre todo, a explorar otros nuevos. Los aspectos más importantes a completar son tres:
1. En cuanto a las élites de la monarquía, quedan aspectos por abordar en los siglos XVI y XVII. En cuanto al siglo XVIII, conocemos mejor las élites del reinado de Felipe V, en la primera mitad de la centuria. Ahora se trata de estudiar en profundidad los entramados familiares de las élites administrativas y militares de la segunda mitad del siglo XVIII, en particular las endogamias sociales y profesionales que se tejieron en el seno de estas administraciones, unas vinculaciones que estarían en la base de la formación de una "clase política" con rasgos semejantes, relativamente cohesionada entre sí y desconectada de las élites políticas tradicionales (aristocracia, letrados, clero no-regalista). Así mismo, queremos seguir la evolución de estas familias de la modernidad dieciochesca, de mediados del siglo XVIII a mediados del siglo XIX, para observar en qué medida estos sectores de las administración reformista borbónica son los que producen las élites políticas liberales de la primera mitad del XIX.
2. Concluir el estudio de las redes entre las provincias, la corte, el imperio y la economía atlántica, cuyo estudio se ha iniciado en el proyecto anterior, estudiando con mayor profundidad los recursos que circulaban a través de ellas, en particular la economía de vasos comunicantes que canalizó estos recursos hacia las familias de sus comunidades de origen, que alimentaron con ellos la construcción de su hegemonía social. También, esta perspectiva tiene aplicaciones importantes para mostrar la articulación socio-política de la monarquía agregativa, los flujos de estas familias en la primera globalización atlántica y la circulación de ideas, valores y novedades a través de su circulación y sus intercambios epistolares. En este sentido, planteamos la disyuntiva de enclavamiento vs. globalización que se relaciona con el núcleo de nuestra problemática: la tensión entre entornos densos y redes abiertas, entre el horizonte de la aldea y el horizonte de la monarquía, de los valores tradicionales de la comunidad y de la apertura al mundo de la modernidad, de la adopción de las pautas de las élites cosmopolitas occidentales o del repliegue en unas identidades y formas de vida amenazadas.
3. Las consecuencias en las comunidades. En esta vertiente, la intención del nuevo proyecto es investigar en profundidad algunos elementos percibidos anteriormente, pero en una nueva dirección. Dentro del proceso de "construcción de hegemonías", nos vamos a centrar en los elementos que sustentaron el poder de influencia de las élites en sus comunidades. Si hablamos de estas élites como agentes principales de cambio, el análisis de las bases que hicieron efectiva su influencia social nos perece capital. Aquí nos adentramos en unos planteamientos historiográficos novedosos que tienen muy poco recorrido en nuestra historiografía, pero que nos parecen muy necesarios. Partimos de la idea de que el poder no es solamente algo dado (un estatus, una posición, unos cargos) sino una relación entre actores sociales, en el sentido en que el poder efectivo (el verdadero poder) no es dar órdenes, sino que estas se cumplan efectivamente. Esto es, son "los otros" quienes hacen que un poder sea efectivo, o al contrario.
Nuestro objetivo es, pues, analizar no tanto el poder coercitivo de la fuerza o de la coacción económica impuestas desde arriba, leitmotiv habitual de nuestra historiografía, y por lo tanto muy conocido, sino otro tipo de elementos, propios del "poder blando", apenas estudiados. Se trata de observar las "relaciones verticales" recíprocas entre élites y pueblo llano, y los elementos de todo tipo que hicieron que estas élites tuvieran una influencia efectiva en sus comunidades. En particular, sus relaciones de patronazgo y clientelismo, su política donativa y de mecenazgo, los discursos religiosos y civiles que legitimaban su autoridad, los elementos simbólicos que reforzaban su prestigio, etc.
En este campo, nos interesamos especialmente por el modo en que las familias locales especialmente conectadas, a través de sus redes de parentesco, con los recursos materiales e inmateriales de la monarquía y el imperio, utilizaron estos recursos, mediante prácticas donativas y clientelares, para elevarse en sus comunidades y construir su hegemonía e influencia social y cultural en ellas. La idea es percibir a través de qué prácticas de influencia y de imitación se difundieron en aquella sociedad determinadas modas, gustos y usos, aprendidos, muchas veces, de los modelos que circulaban en la corte y en los territorios de la monarquía, e introducidos en la comunidades locales de la periferia por las familias locales más conectadas con ella.
La sociedad comunitaria era una sociedad ciertamente jerárquica y patriarcal, pero en la cual la diferencias internas se daba dentro de un espacio común e inclusivo, el de la comunidad vecinal, y de unas prácticas ampliamente compartidas entre élites y pueblo llano, en que la jerarquía no se traducía mediante una separación física, sino, al contrario, por una inmediatez que subrayaba las posiciones respectivas de preeminencia y subordinación.
Sin embargo, a lo largo del siglo XVIII el proceso de modernidad comportó un cambio de las prácticas de las familias de las élites más vinculadas a la corte e integradas más precozmente en el "proceso de civilización" difundida desde esta (N. Elías) A través de las conexiones de estar redes entre la corte y las comunidades observamos la parición de elementos de "distinción" materiales e inmateriales (en el vestir, en los modales, en el idioma, en la educación, en los gustos) que fueron, al mismo tiempo, elementos de "segregación" que agudizaron el distanciamiento de las "élites civilizadas" respecto al pueblo llano y, sin duda también, respecto a los sectores tradicionales de los notables locales, que permanecen más arraigados en los saberes y las prácticas tradicionales. Las revueltas sociales a partir del motín de 1766 muestran como a los factores tradicionales de confrontación, como el mal gobierno, la especulación y los abusos, se une con fuerza el rechazo de estas prácticas de distinción y segregación que rompían el vínculo tradicional de comunidad, jerárquica pero compartida.
El eje más novedoso del nuevo proyecto es el estudio de los discursos y contra-discursos que produjeron actores sociales y culturales de diferente signo, en el contexto de estos procesos de tradición, modernidad y anti-modernidad. En primer lugar, se trata de analizar el "discurso tradicional", propio de las élites de los siglos XVI y XVII, un discurso depositario de unos valores sociales claramente pre-modernos que nos permiten comprender las raíces "familiares" y religiosas del universo tradicional y cómo, desde ellas, se llega a la articulación de un imaginario social y político que, precisamente, se entiende como proyección del espacio doméstico y de los valores católicos. Unos discurso que, al mismo tiempo, consolidaban tanto una particular manera de situar a los territorios vasco-navarros en la monarquía, y daban carta de naturaleza a la posición privilegiada de las familias de la élite en ambos espacios.
En segundo lugar, se trata de analizar (y contrastar con los anteriores) la formación de discursos reformistas ilustrados y de analizar sus contenidos y significados. Pensamos que estos discursos se generan en un doble contexto convergente, el "proceso de civilización" que se difunde a partir de la sociedad cortesana y la confluencia del Estado reformista y de los valores ilustrados, en que las familias de las élites administrativas participaron activamente.
Los hijos cuyas familias destinaban a las carreras en la corte, la administración y el ejército borbónico necesitaban, para estas carreras un moldeamiento de las costumbres: debían aprender castellano, vestir en consonancia, tener comportamientos refinados, dominar prácticas de sociabilidad cortesanas, bailes, esgrima, equitación. La interiorización de este tipo de comportamientos por parte de las elites se dio gracias al "proceso de la civilización" del que habla N. Elías y se llevó a cabo mediante discursos civilizadores, de los cuales los manuales para formar cortesanos, como El Cortesano, El Galateo o Avisos para palacio, son buenos ejemplos.
Por otro lado, el punto álgido de este proceso se produjo en el siglo XVIII, en que la voluntad de civilizar se mezcla con el afán de reformar, en el contexto de la monarquía reformista e ilustrada. Los ilustrados vascos buscaron transformar la sociedad a través de una serie de reformas económicas, educativas, literarias, como muestra la acción de la Sociedad Bascongada de Amigos del País, la primera creada en España y modelo de las demás, y el Seminario de Nobles de Vergara. Entre sus principales objetivos estaba el de corregir y pulir las costumbres de la nación vascongada, para lo que produjeron discursos civilizadores para educar al pueblo.
Sin embargo este discurso se verá contestado y entrará en crisis en la primera mitad del siglo XIX, desplazado por "discursos vascongados" de tipo tradicionalista. Ya desde comienzos del siglo XIX encontramos una serie de discursos que irán cobrando, poco a poco, fuerza entre las elites vascongadas hasta constituir el eje central del nuevo discurso civilizador que heredarán en la segunda mitad de siglo. Este "discurso vascongado" pone como modelo al campesino que ha mantenido inalteradas las auténticas tradiciones vascas: su lengua, su fe, su familia, sus buenas costumbres, componiendo el tópico del "buen vasco" (B. Altuna) que permanecerá vivo hasta el mundo actual. Somos así testigos de uno de los cambios intelectuales más importantes de la historia de las elites occidentales: el paso de la ilustración al romanticismo. Ahora son las elites las que, tras los excesos de la razón ilustrada, deben volver la vista hacia el pueblo y aprender de él. Hay que analizar, sin embargo, hasta qué punto esta defensa de las tradiciones vascongadas no tuvo su parte de reinvención de la tradición.
Creemos que, a partir de la quiebra de la monarquía carolina y de las bases que habían producido las élites vascas cosmopolitas, reformistas e ilustradas que dominaron las provincias en el siglo XVIII, este tipo de discurso irá haciéndose fuerte a medida que avanza el siglo, a medida que estas elites, tras diferentes conflictos que parecen no terminar nunca, se van replegando sobre sus tierras de origen y perdiendo poco a poco el contacto con ese mundo cosmopolita al que históricamente habían pertenecido. Tras la primera guerra carlista, la unanimidad en la defensa del fuero queda consolidada (C. Rubio), reconciliándose diferentes sectores de las elites que pocos años antes habían estado dirimiendo sus diferencias en el campo de batalla. Las elites vascas, unidas, retomarán con fuerza la defensa del fuero como defensa de las tradiciones vascongadas.







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