El poder y la biopolítica en Michel Foucault: crítica a la Modernidad y ruptura con el marxismo.

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El poder y la biopolítica en Michel Foucault: crítica a la Modernidad y ruptura con el marxismo.

CÉSAR ALONSO PORRAS Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, UCM Grado en Ciencias Políticas y de la Administración Tutora: Mercedes Gutiérrez Curso Académico 2013-2014

RESUMEN: Foucault aborda el concepto de poder de una forma rupturista y controvertida pero novedosa y particular al mismo tiempo. Su genealogía histórica del poder, recogida en este trabajo, recorre las relaciones del poder con el saber, con la verdad, con la política y con el propio cuerpo biológico, representa la evolución de las formas, estrategias y los mecanismos del poder desde el poder disciplinario al biopoder y, finalmente, realiza una crítica a la Modernidad como periodo histórico y al marxismo como identidad e ideología predominante en la izquierda europea.

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ÍNDICE: I. INTRODUCCIÓN………………..…………..……..………….....…………..Página 3 II. CONCEPTO DE PODER EN MICHEL FOUCAULT ………..…...………..Página 5 1. Estrategias y resistencias: del poder como guerra…...……...………...Página 8 2. Poder y política. …………………..……………………………...….Página 11 3. Verdad, saber y poder…...……..……...…………………..…...…… Página 11 4. Poder disciplinario…………...………..…………………..…...…… Página 14 III. BIOPOLÍTICA Y GUBERNAMENTALIDAD...…..…………….…….... Página 16 1. El Estado y el poder pastoral…………………...…………………....Página 16 2. El cuerpo como nuevo territorio sobre el que se ejerce el poder....... Página 17 3. El poder sobre la vida………………………………………...……...Página 18 4. La gubernamentalidad, el gobierno y el liberalismo…………..…… Página 20 IV. CRÍTICA A LA MODERNIDAD Y RUPTURA CON EL MARXISMO..Página 23 V. CONCLUSIONES..…………..……...……………………………...………Página 27 VI. BIBLIOGRAFÍA…….………………………………………………...….. Página 29

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I. INTRODUCCIÓN En los años 60 junto a la emergencia de una nueva derecha europea neoliberal aparecen dos nuevas líneas de pensamiento en la izquierda francesa: por un lado Althusser encarna el marxismo cientificista, por el otro Foucault supone una crítica y renovación de la historia de las ideas y el marxismo (Fontana y Bertani, 2001), inclinándose hacia la genealogía nietzscheana más que a las nuevas reinterpretaciones del neomarxismo. Esta postura de Foucault es fruto de la crítica a la racionalidad, de su distanciamiento del marxismo y de su crítica al liberalismo y la modernidad como etapa histórica y se debe a características epistemológicas comunes, como la importancia de la ideología en relación a los sistemas productivos más que a las tecnologías del poder o los sistemas punitivos. En el mayo del 68 se materializa la ruptura y el cambio en la nueva izquierda francesa, pero la participación de Foucault en ella fue nula y destaca por su acercamiento a la psiquiatría alternativa en su denuncia y crítica al sistema carcelario y punitivo francés (Sauquillo, 2004; Senellart, 2006) Su acercamiento a Nietzsche se muestra al entender que no existe la objetividad ni la verdad en torno al conocimiento sino que existe una lucha social histórica a través de prácticas cotidianas, y que a través de estas luchas se produce verdad. La gran determinación de Foucault respecto a esta irreductibilidad de las fuerzas genera una fuerte crítica hacia el marxismo en cuanto a que no supera el nivel económico como determinación del poder, y también hacia la teoría jurídico-política liberal por su contractualidad1 a la hora de entender el poder. Pero el objetivo de Foucault nunca fue estudiar el poder en sí, si no las diferentes formas de subjetivación del ser humano a lo largo de la Historia y la cultura de las sociedades occidentales ya que, para el autor, el “sujeto” como tal está inmerso en las relaciones de poder y en su ejercicio, está inmerso en la forma en que se conducen las conductas y en las relaciones de producción y significación discursiva en cualquiera de las formas que adopta el poder: disciplinario, pastoral cristiano o en la gubernamentalidad moderna (Foucault, 1988; Fontana y Bertani, 2001). 1

El determinismo contractual supone que el poder deriva del contrato social. Esta forma de entender el poder es la hegemónica en la modernidad que fundamenta la “teoría de la soberanía” desde Hobbes a Rousseau.

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Así pues, el objetivo de este trabajo sería representar la doble crítica al marxismo y a la teoría jurídico-político liberal a través de su controvertida y rupturista forma de comprender el poder y el ser humano. Para poder llegar a ese resultado es preciso entender qué es el poder para Foucault, cómo funciona y cómo evoluciona a lo largo de la Historia, debemos adentrarnos en la genealogía histórica del poder foucaltiana y observar las relaciones entre el poder y la política, el saber o la verdad, ver como a través de su compresión del poder realiza una narrativa alternativa sobre estos aspectos que le llevan a criticar la Modernidad como periodo histórico y al marxismo como ideología predominante en la izquierda europea. Foucault fue un rupturista de los postulados tradicionales sobre el poder (Hobbes, Maquiavelo, Weber…) y contra sus efectos como poder centralizador y contractual vinculado y dependiente de un discurso científico y de las instituciones sociales y políticas de la Modernidad (Fuenmayor, 2007), la importancia de la elección de este autor y este tema para este trabajo radica en este posicionamiento crítico y rupturista de Foucault, que puede aportar al estudio sobre el poder otro punto de vista que no suele contemplarse de manera habitual en los espacios ideológicos tan marcados que existen en este momento histórico y, particularmente, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM. El analizar y representar esta comprensión del poder y, en definitiva, del ser humano y la política, que no ha tenido espacio en los cursos académicos del grado en Ciencias Políticas y de la Administración, es un objetivo personal con el que pretendo completar mi formación académica. Para poder llegar a este resultado, el trabajo realizado ha sido únicamente de carácter cualitativo, es decir, ha sido un proceso de lectura, análisis, comprensión y síntesis que me ha llevado a abordar la obra de Michel Foucault comprendida entre 1975 y 1985, en su mayoría los libros en los que compiló sus cursos académicos en el Collège de France pero también algunas de sus obras más destacadas y controvertidas (como Vigilar y Castigar (2002) o Historia de la Sexualidad. La voluntad del Saber (1998).), sus ensayos y también a una serie de autores (entre ellos, Deleuze o Julián Sauquillo) con los que ha sido más fácil comprender el pensamiento y el contexto de Foucault. Después de las correspondientes lecturas y la compilación de los recursos necesarios, el trabajo consistió en estructurar el pensamiento de Foucault de forma que tuviese coherencia para poder abordar de forma paulatina cada pensamiento o teoría, es 4

decir, el cuerpo que posee este trabajo pretende mostrar punto por punto el poder, su comprensión y su evolución histórica, pretende hilar los conceptos para que tengan un sentido por el cual podamos llegar finalmente a comprender su idea de poder y su crítica a la Modernidad y la ruptura con el marxismo a partir de éste.

II. CONCEPTO DE PODER EN MICHEL FOUCAULT ¿Qué es el poder?: “el poder se ejerce y solo existe en acto, (…) es una relación de fuerza en sí mismo, (…) es esencialmente lo que reprime” (Foucault, 2001:28). Partimos de que el análisis del poder, para el autor, debe ser el análisis de los “mecanismos de represión” y debe ser analizado como una lucha, una guerra de fuerzas enfrentadas; además, el poder no se fundamenta en ningún tipo de voluntad o interés, se constituye a partir de la lucha entre una multitud de fuerzas y los efectos que estas producen. El poder se ejerce a través de mecanismos, efectos, relaciones y dispositivos. El poder no se cede, se intercambia o se conquista, solo existe en acto. Para entender el cómo del poder debemos distinguir el hecho de que se ejerza de las propias estructuras y mecanismos del poder; entender que es un tema de capacidad en la puesta en juego de relaciones de fuerza entre individuos (Foucault, 1979; 1998; 2001; 2007). Foucault concibe que el “poder” es la relación de fuerzas, o más bien toda relación de fuerzas es una relación de poder. Toda fuerza es relación, es decir, poder: la fuerza no tiene otro objeto ni sujeto que la fuerza (Deleuze, 1987: 99). El objetivo de análisis son, por tanto, las relaciones de poder, no un poder fundamental. Para el estudio del poder, ¿qué herramientas son las necesarias? Las dimensiones de la legalidad e institucionalidad son limitadas y deben extenderse hacia las nuevas necesidades conceptuales, es decir, debemos comprender cuales son las condiciones históricas que construyen y motivan nuestra conceptualización. Para estudiar el poder es necesario crear una “nueva economía de las relaciones de poder” donde poder analizar la racionalización y su relación con el poder (político). La razón y la racionalidad, elementos fundamentales de la Ilustración, las sociedades, los Estados y los sistemas jurídico-políticos de la modernidad, no deben tomarse como un todo pues debe 5

analizarse este proceso de racionalización desde los diferentes campos, objetos, coyunturas o contextos sobre los que se produce y, sobre todo, debe llevarse a los procesos más cercanos e íntimos, a las experiencias locales (Foucault, 1988). El ejercicio del poder es un modo de acción, una práctica para la cual es necesario que existan individuos (no hay poder sin sociedad); el poder solo existiría en forma de acto inscrito en campos de posibilidades múltiples y dispersas apoyándose sobre estructuras más o menos permanentes. Este modo de acción lo es sobre las propias acciones de los otros, articulándose sobre dos características: que se reconozca el objeto de este acto, es decir, que exista un sujeto sobre el que recae la acción (concretamente, la acción recae sobre las acciones de este sujeto) y que de este primer paso se abra un abanico de efectos, respuestas… por lo que el consenso y la violencia nunca son esencia o principio fundamental del poder sino que son meros instrumentos que utilizan los individuos en este sistema de relaciones (Foucault, 1988). Aunque estas primeras aproximaciones parezcan ofrecer una definición de “poder” demasiado horizontal y difusa, la profundización de Foucault en los mecanismos, estructuras y estrategias del poder en una determinada sociedad y en un determinado momento histórico le han permitido obtener una serie de puntos o variables fundamentales que limitan o potencian la capacidad de cada individuo en las relaciones de poder: primero, son un sistema de diferenciaciones que permiten actuar sobre las acciones de otros; segundo, hay que distinguir los diferentes tipos de objetivos que se persiguen en estas acciones; tercero, existen modalidades instrumentales (instrumentos) tales como los sistemas de vigilancia, las diferencias económicas o los efectos de la palabra que facilitan estas acciones o las complican; cuarto, existen diferentes formas de institucionalización en las relaciones de poder: desde la costumbre a las estructuras jurídicas o la propia estética; y quinto, los grados de racionalización, es decir, cuando se ejerce el poder se hace en función de los instrumentos que se poseen, la certeza de victoria o el coste que conlleva (Foucault, 1988). Es muy importante que para analizar el poder entendamos estas características ya que las relaciones de poder están arraigadas en el tejido social y, por tanto, existen diferentes formas de poder todas ellas dependientes a su vez de las diferenciaciones que existen en torno a estas características enunciadas: según sus objetivos, sus instrumentos o mecanismos empleados, si se institucionalizan en mayor o menor medida, dependientes de la disparidad individual… 6

El poder, de este modo, es coextensivo a todo el cuerpo social, no hay poder sin sociedad, las relaciones de poder imbrican otro tipo de relaciones, es decir, las “relaciones de fuerza” que no obedecen a ninguna forma generalista como la dominación o el castigo sino que tienen múltiples formas y se entrecruzan para poder formar esta dominación, que es en esencia una estrategia que en un inicio es dispersa pero que tiende a ser global y unitaria. Las relaciones de poder, por tanto son útiles en la medida en que se integran en estrategias de este tipo para lograr ciertos objetivos y de este modo no podrán existir relaciones de poder donde no existan resistencias a este en los puntos más débiles, fronterizos, opacos y difusos de donde se ejerce este poder (Foucault, 1979). Foucault, en Microfísica del poder (1979) y en Defender la Sociedad (2001) propone 5 grandes precauciones metodológicas para acercarnos al análisis del poder: •

En primer lugar, hay que estudiar el poder desde sus extremidades, y sus fronteras, en su ejercicio. Allí donde el Derecho no ha sido capaz de llegar y delimitar normas, allí donde la violencia se ejerce como resultado de la lucha entre los mecanismos y técnicas que se emplean por diferentes fuerzas y las resistencias que conllevan.



Hay que olvidar cualquier tipo de intencionalidad, hay que estudiarlo únicamente como práctica real y efectiva que produce efectos totalmente reales y analizables. A partir de ésto, podemos analizar la constitución de sujetos a partir de estas prácticas y los procesos de sometimiento que se llevan a cabo.



El poder no es un efecto global, un poder de dominación masiva ni un bien o derecho capaz de poseer, alienar o ceder. El poder es circular, es decir, se ejerce y no está localizado, funciona en forma de red transversalmente donde no existe un núcleo. El individuo, los sujetos, son los primeros efectos de las relaciones de poder.



El análisis que debemos emprender para estudiar el poder debe ser en forma ascendente, ver como los mecanismos y ejercicios más locales y coyunturales se transforman y se construyen nuevos mecanismos más amplios y extensos, con mayores estructuras que pueden llegar a ser formas de dominación global. Los mecanismos de dominación, represión y control comienzan desde abajo y más tarde se engloban sobre una misma lógica de poder. La burguesía occidental comenzó utilizando mecanismos de vigilancia y mecanismos de exclusión social 7

para obtener de estos una mayor rentabilidad económica y un mayor control político; más tarde, a partir de una coyuntura determinada y tras diversas transformaciones

históricas,

estos

mecanismos

se

transforman

y

se

globalizan/generalizan a través del Estado como institución. La aparición de la burguesía representa para Foucault el surgimiento de nuevas formas de dominación y sometimiento en las sociedades occidentales de los siglos XVIII y XIX (Foucault, 2001: 33-47). •

Por último, necesitamos entender que todo ejercicio y mecanismo de poder conlleva la producción ideológica, es decir, las ideologías son instrumentos útiles para la formación del saber y por tanto para la producción de verdad.

1. Estrategias y resistencias: del “poder” como “guerra” Para Foucault el sujeto es definido como una producto a partir de relaciones de sujeción donde la guerra (la lucha de fuerzas) es la única irreductibilidad posible de la política y donde un saber crítico es la única posibilidad de actuar, es decir, de subjetivarse. La guerra es la relación histórica de las relaciones de poder2; la “guerra silenciosa” es la forma de mantener la relación asímétrica de fuerzas y el sujeto es el que interviene a través de la palabra. De la obra y pensamiento de Foucault podemos extraer tres hipótesis metodológicas recogidas en su obra comprendida entre 1970 y 1982: primera, que la paz civil no implica la supresión de la guerra, esta es permanente y se inscribe en los cuerpos, oculta por el derecho y las instituciones permitiendo las desigualdades. Segunda, la historia es solo la historia de la guerra permanente, y por último es que la política termina en relación a cuando termina esa guerra (Fuenmayor, 2007; Sauquillo, 2004). Aparecen, en el siglo XIX dos hipótesis fundamentales del análisis político: la “hipótesis de Reich” que entiende el poder sustancialmente como represión, el poder sería un derecho originario que los individuos han cedido en un contrato social y que

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“Las relaciones de poder que funcionan en las sociedades occidentales se han instaurado bajo una determinada relación de fuerzas establecida en un momento determinado históricamente localizable que es la guerra” (Foucault, 1979:175).

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conforma la soberanía3. Por otro lado, la “hipótesis de Nietzsche” entendería el origen del poder como una lucha bélica entre fuerzas de la sociedad, donde el Estado Moderno es un Estado de paz enmascarada (Sauquillo, 2004). Entre estas dos hipótesis modernas sobre el poder, Foucault se acerca a la segunda, deduciendo que la represión es el corolario político de la guerra silenciosa y estableciendo un esquema de “guerrarepresión” o “dominación-represión” donde la represión en un estado social de paz civil es un mecanismo de dominación social a partir del estado de guerra latente, por tanto se aleja del esquema jurídico-político moderno que concibe al poder contractualmente a partir del modelo contrato-opresión de la soberanía y le será útil para comenzar su crítica a la concepción jurídico-liberal de la política moderna (Fuenmayor, 2007). ¿Es por tanto el poder analizable en términos de guerra, de batallas? Sería para, Foucault, la política la continuación de la guerra, de la guerra originaria aunque la pregunta siempre quedó abierta en su obra y las respuestas son más que difusas pues, ambos términos, política y guerra, son para el autor dos estrategias diferentes que integran esas relaciones de fuerzas desequilibradas y heterogéneas (Fontana y Bertani, 2001). Para poder adentrarnos en la “nueva economía de las relaciones de poder” es fundamental partir de las resistencias al poder que son las que en primera instancia nos permiten visibilizar estas relaciones ocultas, por lo que no debemos analizar el poder desde su racionalidad central y global, deben ser las resistencias al poder el objeto desde el que partir en el análisis (Foucault, 1988). Pero, ¿qué son estas resistencias al poder? Foucault las entiende como luchas transversales y a la vez como efectos de las mismas relaciones de poder: donde hay poder hay resistencia (Foucault, 1998: 57) . Son luchas inmediatas y cercanas que cuestionan el statu quo del individuo y se producen contra los privilegios del saber y la ciencia, es decir, cuestionan la circulación y el funcionamiento del saber vinculado a las relaciones de poder contra el “régimen del saber”. Las resistencias, finalmente, atacan a los propios mecanismos y estrategias de una determinada forma de poder, una forma de poder cotidiana e inmediata sobre los individuos en torno a categorías, que impone “la verdad” suprimiendo las identidades y

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Esta interpretación del poder corresponde con la teoría hobbesiana recogida en el Leviatán y muy interiorizado por el saber humanístico en lo que se refiere a la teoría de la soberanía, un modelo de “guerra de todos contra todos” (Foucault, 2001).

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subjetividades: convierte individuos en sujetos a partir del sometimiento y la dominación (Foucault, 1988: 6-7). Los puntos de resistencia al poder existen siempre, múltiples focos y prácticas sobre toda la red de poder. La resistencia desborda por completo el marco del Derecho y la legalidad al igual que el poder, sobrepasa cualquier tipo de “Derecho de resistencia” que haya sido codificado y no posee un principio de existencia en la soberanía (Fontana y Bertani, 2001). Ambos, poder y resistencias, combaten continuamente a lo largo de la Historia sobre diferentes campos de relaciones de fuerza que no poseen lógica alguna más que la lucha de las fuerzas. Foucault le otorga un inmenso valor a la sublevación como una ruptura con el continuismo de la Historia, un fenómeno que exalta la subjetividad individual o un principio de ética estoica (Senellart, 2006). Esta subjetividad es lo que da sentido al individuo y la resistencia es más que necesaria en sociedades donde el control de la población se convierte en un mecanismo global. El concepto de estrategia es vital para comprender el análisis del poder que realiza el autor ya que “toda estrategia de enfrentamiento sueña en convertirse en relación de poder y toda relación de poder se inclina a convertirse en estrategia victoriosa” (Foucault, 1988:20). Las estrategias de poder son los medios que se ponen en juego para mantener unos dispositivos de poder determinados, éstas siempre se definen por la elección de soluciones ganadoras. Todo mecanismo de poder conlleva una estrategia de poder, su relación es total y tampoco existirá relación de poder sin la insumisión de la libertad, es decir, la resistencia. Estas estrategias concluyen en el momento en que los mecanismos se estabilizan y sustituyen la lucha entre fuerzas antagónicas (Foucault, 1988). Las estrategias actúan en forma de frontera pues son allí donde se encuentran estos puntos de rebeldía o sublevación de las subjetividades: los límites del poder. Ni la dialéctica ni la semiótica nos permiten analizar el poder porque este debe analizarse en términos de guerra, batalla y lucha en función del modelo de la guerra, donde se utilizan tácticas y estrategias y donde el azar y la violencia rigen la historia belicosa de las sociedades occidentales (Foucault, 1979).

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2. Poder y política La política, para Foucault, es enfocar u orientar un campo de relaciones de fuerzas hacia una dirección determinada, es por lo tanto una estrategia donde no caben reducciones económicas, institucionales o ideológicas; es una estrategia global o local donde siempre está la presencia de relaciones de fuerza sin ningún fundamento, el dominio de la política se extiende a todos los campos de una sociedad donde existan relaciones de fuerza (Foucault, 1979, Sauquillo, 2004). “Todo es político” (Foucault, 1979:158-159), es una de las frases más características de Foucault, se refiere a la necesidad de que si toda relación de fuerzas implica una relación de poder, y cada relación de poder corresponde a un determinado campo político, si existe en todo campo político una relación de fuerza implica que todo es político. Así pues, el poder político es “la guerra proseguida por otros medios” (Foucault, 2001:156), es simplemente el mantenimiento de un statu quo que permite el desequilibrio de las fuerzas de una guerra que se libra silenciosamente y oculta, que se inscribe en todos los ámbitos y espacios de la sociedad y las instituciones: economía, lenguaje, cuerpos, educación… (Foucault, 2001). Es necesario liberarse de esquemas economicistas para estudiar el poder.

3. Verdad, Saber y Poder La verdad, tal y como se comprende por las sociedades occidentales, es el fruto de la guerra y las luchas, de las fuerzas resultantes de la victoria que construyen la racionalidad y la normalización a través del derecho y la cultura. La verdad será para Foucault el resultado de una lucha de relaciones de poder, donde esa desigualdad en la posición de cada individuo genera aislamientos en la producción y representación de la acción política. Se produce pues, un paso de las relaciones arbitrarias de clara dominación a unas relaciones legítimas donde el poder, ocultamente, “hace creer” a los dominados a través de la teoría de la soberanía popular (Moreno, 2006). La importancia de esta concepción es la apertura hacia una moral antiestratégica donde la denuncia de las relaciones de saber y poder, de verdad y cuerpo y del régimen dominante de producción de verdad abren un abanico de posibilidades de subjetivación 11

de los individuos, de participación política localizada y específica, (Sauquillo, 2004; Foucault, 1978) de una continua problematización y crítica del presente histórico ante la evidencia secular del origen de nuestras convicciones, subjetividades, verdades, es decir, de la propia episteme que caracteriza las culturas de las sociedades. El poder se vuelve opaco a través de una “microfísica del poder”: múltiples y nuevos dispositivos y tecnologías disciplinarias que permiten al poder penetrar en el cuerpo; se institucionalizan las normas y creencias culturales, se genera la concepción de “lo verdadero” y “lo falso” y todo a través de una descentralización de la economía de las relaciones de poder a través del cuerpo social (Moreno, 2006). La Historia es, junto al discurso científico de la modernidad, un discurso de poder. Si lo entendemos como una representación que construye verdad, es un operador de poder a través de los procesos de subjetivación de las sociedades (Fuenmayor, 2007; Foucault, 2001). Según Foucault, existen dos tipos de historia de la verdad, por un lado la historia interna de la verdad que goza de sus propios mecanismos de autocorrección a través del saber científico, por otro lado, la historia externa de la verdad que surge a partir de las diferentes subjetividades locales y externas a las reglas del juego, son diferentes tipos de saber. Son las prácticas jurídicas las que recogen y definen un tipo determinado de subjetividad, de relación entre las personas y “la verdad”. Para el autor, la relación que se establece a través de estos discursos, entre las cosas y el conocimiento es una relación de poder y violencia que tiene su origen en la lucha entre fuerzas, así pues, siguiendo la tradición Nietzscheana, del resultado de una lucha nace un vencedor, el cual establece un saber o un conocimiento como verdadero, solo a través de la victoria que establece un equilibrio o paz momentánea (Fuenmayor, 2007). La episteme propia de cada cultura y momento histórico es el principio a partir del cual interpretamos “lo real”, que nos permitirá, a través de ciertas relaciones culturales, construir y representar lo que es “la realidad” sobre la que se construyen leyes y normas sociales gracias a un poder que las legitima desde este nivel epistemológico (Fuenmayor, 2007). En este sentido y desde esta interpretación, “la verdad” y “la realidad” no son ajenas al poder sino que son íntimas y dependientes. Los dos límites del poder son las “reglas del Derecho” y los “efectos de verdad” que el poder produce: las relaciones de poder construyen el cuerpo social, y en toda 12

relación existe una economía de producción de discursos de la verdad, es decir, sencillamente el poder siempre genera verdad que a su vez se formaliza a través de la ley y de la ciencia en forma de discurso. El supuesto de la “soberanía” será el elemento sobre el que se discrepe y el Derecho tratará de ocultar y legitimar el hecho de la dominación. Pero como forma de dominación, la que importa para el autor es la de los propios sujetos entre ellos que ejercen de forma recíproca a través de diferentes técnicas que no poseen una centralidad institucional sino múltiples formas y mecanismos. La ruptura del autor a la hora de comprender la relación entre Derecho y poder se centra en negar que el Derecho se base en la soberanía y la obediencia y que, sin embargo, se construya a partir de la dominación y el sometimiento (Foucault, 2001). Esta ruptura con respecto a la forma de compresión del poder será la que sustente desde un principio su crítica a la concepción jurídico-política liberal del poder. Foucault aprecia la distancia entre la jurisprudencia y las doctrinas políticas ya que ambas no son capaces de ver que las relaciones de poder y las relaciones de fuerza están en enfrentamiento con los saberes y luchas reales, ver cómo se aísla y calla a los saberes menores en pos de la normalización social, la disciplina, la centralización y los saberes dominantes (Fontana y Bertani, 2001; Foucault, 2001). La ideología, en concreto el marxismo y el liberalismo, siempre se ha encontrado en clave de enfrentamiento con la noción de verdad. Sin embargo, los efectos de verdad se han construido históricamente a partir de ciertos discursos que, en esencia, no son ni verdaderos ni falsos (Foucault, 1979). La ideología siempre constituye sujetos, no da cabida a la individualidad y además se mantiene en segundo plano bajo lo que siempre se denominan con estructuras o determinantes económicos. “La verdad” no está ni fuera ni sin el poder, pues se produce gracias a las imposiciones, sus efectos son efectos de poder y establece regímenes de verdad, es decir, para Foucault, existen políticas de verdad a través de discursos, sanciones positivas y negativas, mecanismos e instituciones determinadas, técnicas y estrategias… (Foucault, 1979). La tecnología utilizada hasta el siglo XIX en la producción del poder es sustituida por una “nueva economía del poder” que tendrá unos efectos mucho más individualizadores sobre el cuerpo social. Esta nueva economía permitirá al poder penetrar en el cuerpo social con una mayor circulación y adaptación, nuevas tácticas y 13

estrategias que no habían sido anteriormente utilizadas (Foucault, 1979). A la par que esta nueva economía existe una “economía política de la verdad” que es producida por la academia y sus instituciones, siempre bajo una estructura o determinantes económicos e ideológicos que ocultan las relaciones de poder. Ésta, tiene múltiples formas de ser consumida y difundida a lo largo de la historia, pero si ha tenido el control, en mayor o menor medida, de los grandes aparatos y estructuras políticas. Existe, en definitiva, una lucha por la verdad o en torno a ella, al entender por verdad “el conjunto de reglas por el cual se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos políticos de poder” (Foucault, 1979: 188).

4. Poder disciplinario En los siglos XVIII y XIX aparece una nueva mecánica del poder junto a nuevas técnicas, estrategias y procedimientos que serán incompatibles con las relaciones establecidas en torno a la soberanía. Esta nueva mecánica se ejerce sobre los cuerpos, a través de la vigilancia y las coacciones, por medio de la exclusión, esta nueva economía del poder pretenderá normalizar, es decir, hacer creer a aquellos que son sometidos por una nueva y mayor eficacia (Foucault, 2001). La mecánica propia de la teoría de la soberanía se ejercía sobre el principio de la tierra, el territorio, pero esta nueva mecánica se instituirá sobre los cuerpos y sobre sus actos y prácticas, lo que permitirá que la vigilancia sea más precisa e incisiva que sobre la tierra, es decir, facilita a la sociedad burguesa un sometimiento más eficaz a la hora de constituir el capitalismo industrial del siglo XIX (Foucault, 2003). Estos nuevos mecanismos corresponden al poder disciplinario (no al poder soberano), pero entonces, ¿por qué no desaparece el edificio jurídico de la soberanía? Este sistema jurídico ha sido útil para ocultar la dominación y ha garantizado a través de esta soberanía colectiva sobre el Estado el ejercicio de la coacción disciplinaria es decir, ha sido capaz de ocultar el ejercicio efectivo del poder y la dominación social tras la soberanía popular en las sociedades modernas occidentales: el discurso y su articulación se elaboran en torno a un principio del cuerpo social que delega su derecho soberano sobre el Estado y de esta forma se ocultan las coacciones disciplinarias que cohesionan a la sociedad (Foucault, 2001).

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Las disciplinas, a su vez, son mecanismos que construyen discursos, saber y verdad a través de lo que se concibe como conocimiento y ciencia, se apoderan de ambas a través de “la norma” o “la regla” como naturalidad, la normalización no corresponde al nivel del Derecho sino al nivel epistemológico y cultural de un tipo determinado de sociedad en un momento o coyuntura dada (Foucault, 2001). Esta será una sociedad caracterizada por los fuertes procesos y efectos de normalización disciplinaria que a través del Derecho soberanista se legitiman pese a parecer sistemas incompatibles: son las dos caras de una misma moneda. Las disciplinas se introducen en las sociedades modernas en Europa en el siglo XVIII como método de racionalidad económica para lograr un mayor control y ajuste de los individuos (Foucault, 1988).

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III. BIOPOLÍTICA Y GUBERNAMENTALIDAD El problema del biopoder y la biopolítica lo plantea Foucault en Seguridad, territorio y población y en Nacimiento de la biopolítica. Estudiará la historia de la gubernamentalidad desde el cristianismo centrándose en el análisis de la gubernamentalidad liberal a partir del XIX para poder analizar cómo se conforma en occidente el poder sobre la vida y las formas de racionalidad que se construyen para constituirla. La relación Estado-población cobrará un nuevo papel basado en la seguridad en contraposición al protagonismo que jugaba antes el territorio. Bajo la reinterpretación de la pregunta kantiana “¿Qué es la Ilustración?” 4 , Foucault emprende la crítica a la Modernidad y su análisis de la gubernamentalidad.

1. El Estado y el poder pastoral En el siglo XVI se desarrolla un nuevo poder y nuevas formas de relaciones sociales y políticas, el poder del Estado, que posee una doble forma: individualizadora y totalizadora, combinando complejas técnicas y mecanismos en la estructura del propio Estado moderno occidental, adaptando la antigua técnica del poder pastoral junto a nuevos mecanismos y estrategias. El poder pastoral se caracteriza por la preocupación por la salvación del individuo pero también por el control de la comunidad, el rebaño debe estar siempre dispuesto al sacrificio por Dios, que concretamente se encarna en el trono real, y sobre todo penetra en las conciencias, en la constitución subjetiva del individuo (Foucault, 1988, 2006). Se verá necesaria la mayor implicación en la conducción de los sujetos, sus vidas y el conjunto de las poblaciones. La razón de Estado será el primer mecanismo por el que el nuevo arte de gobernar se ejercite siguiendo una nueva racionalidad enfocada en torno al Estado y la soberanía, nuevos pilares de la racionalidad política. El soberano, continuando con la metáfora que utiliza Foucault, sería un pastor o conductor del rebaño, por ello el autor denominará a esta forma de poder como poder pastoral, que ya 4

“¿Qué es la Ilustración?” (Foucault, 1994) es, además de la pregunta con la que comienza este análisis, el título de un ensayo que elabora en torno a la pregunta que responde Kant en el periódico Berlinische Monatschrift “was ist Aufklärung? (¿Qué es la Ilustración?).

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no es un poder que se ejerza específicamente sobre un territorio sino sobre un grupo poblacional, un rebaño al que se garantiza seguridad, salvación, pero además es un poder que individualiza a los sujetos al dar el mismo valor a uno de ellos como al grupo en sí. En este nuevo contexto, el desarrollo y crecimiento del Estado será el principal objetivo, cuya racionalidad se construirá sobre dos conjuntos de tecnologías políticas: la tecnología diplomático-militar y la policía, que confluyen en torno al comercio y la circulación monetaria interestatal, es decir, dos principios económicos sobre los que se construyen los nuevos sistemas políticos y sociales (Foucault, 2006). Tanto las poblaciones como la riqueza o crecimiento económico serán las dos grandes ambiciones que tendrá la nueva razón de Estado sobre las que mantener el control y su crecimiento. Los sistemas coercitivos no serán ya eficaces para mantener el control ni aumentar la producción además del problema de las poblaciones5; la policía será la nueva institución interna por la que se tratará de desempeñar esta función.

2. El cuerpo como nuevo territorio sobre el que se ejerce el poder En el siglo XVIII nos encontramos con una nueva organización y distribución del poder pastoral donde la individualidad, dentro del Estado moderno, adquiere una nueva forma de poder pastoral; se extiende a todo el cuerpo social y penetra más incisivamente en los individuos. Se potencian ambas caras de una misma moneda a partir de ciertos rasgos que lo caracterizan, se pretende asegurar a los individuos en este mundo, no salvarlos, aumentan los emisores del discurso o, como los llama el autor, los funcionarios del poder pastoral, a través del Estado y sus mecanismos e instituciones, y por último se concentra el desarrollo del conocimiento gracias al papel globalizador y totalitario y al papel más individualizador (Foucault, 1988). La familia, la medicina, la empresa, la educación, la psiquiatría… son instituciones y mecanismos de poder fundamentales que funcionan en las sociedades modernas y que permiten esta profundización y cambio en el poder.

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Las poblaciones no se conciben como grupos de sujetos con Derechos sino como grupos de seres vivos donde su movimiento puede llevar consigo la necesidad de intervenciones concretas y puntuales sobre ellas (Foucault, 2006: 415).

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Desde el siglo XIX el cuerpo de la sociedad se convierte en el principio que hay que proteger a través de la eliminación por medio del suplicio: eliminar a los enfermos, excluir a los delincuentes, controlar a los contagiosos… esta eliminación se sustituirá, durante la modernidad por mecanismos de asepsia6. La materialidad del poder, que se constituye sobre los cuerpos de los individuos, es la que hará surgir el consenso y la homogeneización del cuerpo social, no a la inversa. El poder ocupa el cuerpo y de ahí se adquiere una cierta conciencia de este último y la consecuente resistencia del propio cuerpo ante el poder, el control, la objetivación y la vigilancia que se establece sobre el cuerpo es lo que provoca una resistencia antiestratégica de los individuos como respuesta. Es, por tanto el cuerpo, el epicentro de la lucha y la sublevación, de tipo sexual o laboral, por ejemplo, a la que el poder, nuevamente responde con la explotación y sublevación económica o ideológica, es decir, de la primera inversión nuevamente se produce otra, respondiendo a la nueva forma “control-estimulación” en vez de a la antigua forma “control-represión”. Esta es una característica fundamental de las nuevas estrategias y mecanismos de poder en la Modernidad en contraposición con las anteriores de la Edad Media: en la política aparece el problema del cuerpo (Foucault, 1979). El poder sobre el cuerpo, es decir, la vigilancia, el sometimiento y la dominación, cambia de forma a partir del siglo XIX por un poder que pretende penetrar en la materialidad de estos; es el biopoder que se teje en forma de red pero penetrando en el tejido social y en los cuerpos de los sujetos. El nacimiento de la sexualidad o de la locura, como fenómenos modernos, es un producto de estas nuevas estrategias y tecnologías desarrolladas a partir de este siglo (Foucault, 1979). Por cada lugar del cuerpo social penetran estas relaciones de poder, proyección del poder soberano que necesita de las relaciones de dominación para hacer efectivo el funcionamiento del Estado.

3. El poder sobre la vida El discurso de la guerra de razas, que aparece en el siglo XVII rompe con el discurso de la continuidad histórica de la teoría de la soberanía al entender la historia 6

La asepsia se llevará a cabo sobre las poblaciones a través de las instituciones científicas, médicas, psiquiátricas, es decir, cualquier forma de saber e institución estructurada sobre el Estado.

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como el resultado de las luchas, las guerras, que se inscriben en ella entre diferentes grupos del cuerpo social (razas, como concepción previa a la modernidad). Éste sufrirá una transformación en el siglo XIX hacia un “racismo de Estado” que se caracterizará fundamentalmente por la intervención del poder y sus mecanismos en la administración de la vida de los individuos, es decir, se produce por primera vez la estatalización de lo biológico (Sauquillo, 2004). Cuando el poder jurídico decae (como consecuencia del nuevo discurso de guerra de razas) aparece el avance del poder normalizador de la vida de las personas a través de la racionalización de éstas. Por primera vez es un poder individualizador que penetra de forma incisiva en los cuerpos: Foucault lo llama poder sobre la vida, y que posee una doble cara: por un lado las disciplinas individualizadoras que, aunque ya existentes, se potencian como estrategias y mecanismos de poder sobre los cuerpos y por otro lado la biopolítica, que pretende la regulación biológica de las poblaciones a través de los cuerpos y que funciona de forma íntima junto a un discurso determinado (Fontana y Bertani, 2001; Foucault, 2006; Moreno, 2006). La racionalización que pone en juego este nuevo poder sobre la vida se centra en identificar los elementos peligrosos de aquellas poblaciones que se gobiernan gracias a nuevos mecanismos de vigilancia y organización del espacio, de esta forma se pretende proteger la seguridad del grupo frente a los peligros externos en contraposición a las anteriores tecnologías de poder que pretendían asegurar el territorio sin salvaguardar la seguridad de sus poblaciones, es decir, a partir del siglo XIX podemos hablar de una sociedad de seguridad (Sauquillo, 2004; Senellart, 2006). Es el nuevo fenómeno en el siglo XIX, las poblaciones junto con las que aparece el biopoder como estrategia de lucha. El biopoder se centra en lo biológico, lo corporal, es decir, en aspectos antes no regulados como el sexo, la natalidad, la salud pública, vivienda o emigración, por ejemplo. Como afirma Julián Sauquillo (2004: 289) en su comprensión de qué es la biopolítica: la biopolítica de las poblaciones aseguró la racionalización económica del crecimiento del cuerpo social a las necesidades del capital a través de un diverso conjunto de instituciones que confluyen en esta regulación común sobre las poblaciones en torno a las necesidades del capital. Además, Foucault lo define como el conjunto de una serie de discursos que, de forma positiva, permiten que se ejerza un control y una normalización por parte de aquellos que lo emiten sobre los individuos de toda una población (Fontana y Bertani, 2001) y, en palabras del autor: la biopolítica es “la manera como se ha procurado, desde el siglo 19

XVIII, racionalizar los problemas planteados a la práctica gubernamental por los fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como población: salud, higiene, natalidad, razas…” (Foucault, 2007: 359). Así pues, lo biológico se convierte en eje central del control sobre la vida y el saber a través de mecanismos de poder: el biopoder es la nueva estrategia de control y mantenimiento de las relaciones de poder del siglo XIX y XX. Lo biológico es el principal espejo de lo político, la vida es su principal objeto y el nuevo Estado moderno se caracteriza por ser administrador de la vida.

4. La gubernamentalidad, el gobierno y el liberalismo Estos problemas se desarrollan en un marco de racionalidad política y económica: el liberalismo que es en sí una práctica, un modo de acción que se orienta hacia ciertos objetivos. Debemos analizar el liberalismo únicamente como un principio de racionalidad gubernamental que se rige sobre la regla de maximizar la economía (Foucault, 2007). El liberalismo romperá con la razón de Estado bajo el discurso de que “siempre se gobierna demasiado” y su crítica siempre se llevará a intentar prescindir del Estado en el mayor número de ámbitos que existan en una sociedad determinada, sobre todo en materia económica. El liberalismo en sí es una práctica crítica de una gubernamentalidad anterior que pretende reconstruir y racionalizar sin límites en materia económica, por ello el “mercado” cobrará un papel fundamental en esta crítica y se concibe a este como realidad natural y a la economía política como la herramienta teórica por la cual abordarlo y construir un discurso para enunciar los abusos y excesos que se han procurado por parte del Estado sobre el mercado (Foucault, 2007). El discurso liberal pretende, paradójicamente, que a través de la ley se regule gubernamentalmente en este sentido (el de maximizar la economía y reducir el Estado) y los fisiócratas del XIX ven, los parlamentos democráticos la forma más eficaz, junto a los sistemas legales basados en la soberanía, de regular la política siempre en torno a la economía. Para el liberalismo de la segunda mitad del siglo XX (el ordoliberalismo alemán y el neoliberalismo americano –conocido como la “Escuela de Chicago”–), estos excesos de gobierno fueron tanto el nazismo como el socialismo de Estado y sus críticas siempre se harán en torno al nacional-socialismo, el socialismo soviético y el intervencionismo 20

de Estado keynesiano, considerándolos en conjunto como un adversario al no atender e intentar regular el mercado y sus mecanismos (Foucault, 2007; Senellart, 2006). La aparición de las grandes poblaciones tendrá importancia tanto a nivel político como epistemológico; aparece el concepto de gobierno al analizar los supuestos dispositivos de seguridad que existen sobre las poblaciones, y este concepto, que para el los autores que representan al liberalismo económico es como un “arte de gobernar”, será restringido a esta concepción sin ahondar en esta noción desde otras perspectivas más liberadas de un determinismo económico, institucionalista o funcionalista. Por primera vez en la obra de Foucault, se asume al Estado como parte fundamental a la hora de construir aquellos procesos biosociológicos que afectan a las masas de población, por lo que biopolítica y Estado son necesariamente dependientes en este momento histórico. La gubernamentalidad, inscrita en el análisis del biopoder significaría la extensión del poder al gobierno, implicando al Estado en este proceso donde el sistema de análisis disciplinario se quedaría obsoleto para el autor (Foucault, 2001; Senellart, 2006). A partir del siglo XIX existirán dos principios clave que regirán la gubernamentalidad de los Estados modernos: el Derecho (como principio de limitación externa) y la economía (como principio de limitación interna). La nueva racionalidad en el arte del gobierno en contraposición a la razón de Estado, el liberalismo también será un elemento clave de la biopolítica . El mercado se constituye como “la verdad” a partir de esta nueva gubernamentalidad (Senellart, 2006). La gubernamentalidad, en palabras del autor, es un régimen de poder introducido en el siglo XVIII que tiene por blanco principal la población, por forma mayor de saber la economía política y por instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad (Foucault, 2006:136). Es una construcción específica de las sociedades occidentales que guarda relación con un momento histórico determinado (s. XVI-XIX) y la formación del Estado moderno. Este término, escueto para Foucault, se amplía a la manera como se conduce la conducta de los hombres (Foucault, 2006). La gubernamentalidad, por tanto, no es ningún tipo de estructura sino que es un tipo específico de racionalidad inmanente a los micropoderes en cualquier escala posible (Senellart, 2006). Por lo tanto, cualquier análisis sobre gubernamentalidad, al igual que el poder, no puede ir disociado 21

de un análisis de las resistencias o contraconductas. La política, para Foucault, nunca puede ir separada de las formas de resistencia al poder: todo es político por naturaleza de las cosas; todo es político por la existencia de los adversarios (…) nada es político, todo es politizable, todo puede convertirse en política. La política es, ni más ni menos, lo que nace con la resistencia a la gubernamentalidad, la primera sublevación, el primer enfrentamiento (Foucault, 2007; citado en Senellart, 2006:451).

En cuanto al ejercicio del gobierno, Foucault ve en el liberalismo una práctica más que una ideología, un método por el cual se produce una racionalización del ejercicio del gobierno (Sauquillo, 2004), es la crítica económica y jurídica a la razón de Estado a partir de una nueva razón gubernamental. El gobierno expresa su máxima de regulación de las poblaciones a través del poder pastoral. Foucault es capaz de entender que el gobierno no es solo una cuestión de estructura política sino que pertenece también al ámbito de la conducta de los individuos: el gobierno, a través de formas legítimas normalizadas o institucionalizadas dirige o pretende dirigir estas conductas, es un modo de acción sobre las conductas de otros individuos, en palabras del autor: “Gobernar (…) es estructurar el posible campo de acción de los otros” (Foucault, 1988:15), el gobierno sería “la actividad que se propone conducir a los individuos a lo largo de toda su vida, poniéndolos bajo la autoridad de un guía responsable de lo que hacen” (Foucault, 2006:411).

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IV. CRÍTICA A LA MODERNIDAD Y RUPTURA CON EL MARXISMO Su crítica parte de las dos formas de comprender el poder en las sociedades occidentales: por un lado la concepción jurídico-político liberal del poder , concibe el poder como un derecho que todo individuo posee

que se cede para concebir la

soberanía política, por el otro lado, la tradición marxista, con la que rompe Foucault en su auto consideración como persona de Izquierdas. La importancia de esta ruptura desde la Izquierda y la crítica a la modernidad (como momento histórico donde predominan los principios de la Ilustración) es su crítica al finalismo (Sauquillo, 2004), ya que no concibe que exista una finalidad predestinada sino que las dinámicas y las relaciones de poder bajo la operatividad de tecnologías y aparatos es ciega y no existe un determinismo de ningún tipo7. La fuerte determinación de Foucault respecto a esta irreductibilidad de las fuerzas genera una fuerte crítica hacia el marxismo en cuanto a que no supera el nivel económico como determinación del poder, y también hacia la teoría jurídico-política liberal por su contractualidad8 a la hora de entenderlo. La concepción del poder de Foucault se desvincula de la concepción represiva de la teoría jurídico-político liberal y del marxismo, pues ambas sientan sus bases en cierto economicismo9 en su noción de poder: sencillamente el poder actúa como represor de aquellas conductas que no garantizan la función económica, el marxismo entiende el poder como un mecanismo que perpetua el sistema productivo capitalista y las desigualdades y dominio de clase y el liberalismo jurídico-político entiende que el poder debe garantizar el buen funcionamiento de la economía a través del libre mercado de bienes (Foucault, 2001; Sauquillo, 2004). Para el autor es fundamental la necesidad de desligarse de la concepción jurídica del poder que propone la teoría de la soberanía que a través del Derecho juega una 7

En este aspecto critica la fuerte determinación económica que existe en el marxismo en torno al poder y la afirmación mileniarista y determinista históricamente de la revolución del proletariado. 8

El determinismo contractual supone que el poder deriva del contrato social. Esta forma de entender el poder es la hegemónica en la modernidad que fundamenta la teoría de la soberanía desde Hobbes a Rousseau. Foucault es muy crítico respecto a entenderlo como un contrato, pues, como explico anteriormente, para el autor todo deriva de luchas y relaciones de fuerza. 9

Economicismo o funcionalidad económica del poder al entender que todo poder político tiene en la economía su razón de ser histórica, lo que se convierte en un determinismo económico (Fuenmayor, 2007).

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doble función en la operatividad del poder: por un lado ideológica (basada en las ideas de pacto social y soberanía popular) que presupone a los individuos como poseedores de derechos naturales o poderes esenciales, y por el otro lado “disciplinaria”, al ocultar bajo la legalidad toda una serie de mecanismos e instituciones que mantienen la desigualdad y la dominación. Es, esta doble función la que opera en la organización política de las sociedades modernas a partir del s. XIX: funcionamiento jurídico formal institucional y dominación disciplinaria efectiva (Sauquillo, 2004). La teoría jurídico-política de la soberanía, fundamental para poder comprender qué es la modernidad y cuáles son los principios que se heredan de la Ilustración, ha jugado cuatro papeles vitales en la Historia de las sociedades occidentales desde finales de la Edad Media para poder, finalmente, legitimar los nuevos Estados modernos: en un principio fue un mecanismo de poder muy efectivo para legitimar las monarquías feudales, más tarde se globalizó y pasó a serlo para la construcción de nuevas monarquías estatales. En tercer lugar, la teoría de la soberanía, en forma de paradoja, ha servido tanto para limitar como para perpetuar el poder real, ha sido en este sentido un elemento fundamental de la lucha pero siempre en torno a esta concepción del poder criticada por Foucault. Por último, esta teoría ha sido crucial a la hora de construir nuevos modelos en oposición a las monarquías autoritarias a partir del siglo XVII y XVIII: los sistemas parlamentarios de las nuevas democracias occidentales (Foucault, 2001). Existe un reduccionismo del poder en la ley que posee tres funciones muy importantes: en primer lugar, este favorece que se perciba el poder de forma homogénea y en forma de dominio en cualquier lugar, momento y nivel. En segundo lugar habilita a representar el poder en términos únicamente negativos, como si el enfrentamiento a este fuese un acto de transgresión. En tercer lugar permite pensar el acto fundamental del poder como un acto de palabras (Foucault, 1979). Aquí, en estas tres funciones encontramos la del poder como prohibición, que es la que conocemos en las sociedades modernas a partir del siglo XIX. Para establecer esta prohibición se pone en juego una doble subjetivación fruto de concebir un “gran sujeto” fuente de todo poder y de construir la aceptación de esta prohibición por parte de un tejido social educado en el sufrimiento (Foucault, 1979). Este poder que se transmite como negativo supone, a efectos subjetivos y epistemológicos de los sujetos y las sociedades occidentales que: 24

exista un soberano que detenta este poder y posee en esencia el papel de prohibir y por parte de los sujetos estaría el papel de aceptar y obedecer estas prohibiciones, el Derecho sería así el arma con el cual se materializa de forma efectiva el poder monárquico en Europa que, en los siglos XVIII y XIX evoluciona hacia las nuevas formas de soberanía popular pero que mantendrán esta esencia jurídica y los mismos mecanismos de poder y dominación (Foucault, 1979). Este es el principal modo de representación del poder para Foucault. El diálogo que establece Foucault con Marx con respecto a las relaciones entre poder y economía lo orienta en torno a éstas como coacciones que existen desde los procesos económicos sobre los espacios de disciplina: la crítica a Marx se enfoca para entender que las relaciones de dominación, que en Marx se crean a partir de una relación entre capital y trabajo que establece la burguesía a través de mecanismos, disciplinas y vigilancias, son heredadas y modificadas de los propios mecanismos del siglo XVII y XVIII (Fontana y Bertani, 2001). Por otro lugar, no existiría un único núcleo desde el que se emite el poder, como podría ser la burguesía capitalista del XIX, sino que se basa en un modelo de red, de entrelazamiento que permite esta dominación de clase. El capitalismo sería, de este modo, un sistema de producción pero sobre el que se inscriben estas relaciones y mecanismos de poder heredados y que a su vez los codifica y reproduce a través de la división del trabajo, las reglamentaciones, disciplinas, jerarquías, sometimiento del cuerpo… es decir, sería invertir el análisis marxista: no sería la existencia de trabajo lo que crearía las disciplinas sino que la previa existencia de aquellas sería lo que habilita que exista el trabajo tal y como lo conocemos en una economía capitalista (Fontana y Bertani, 2001). El interés de Foucault en Marx sería el método estratégico que desarrolla en torno a las luchas (de clase). Para poder superar las perspectivas marxistas sobre el poder y la dominación no debemos estudiar el poder al nivel ideológico o económico, pues ya en Marx, para Foucault, existía la noción del poder sobre el cuerpo en el trabajo, la fábrica. Por otro lado es imprescindible re-conceptualizar la noción de represión exagerada en el marxismo en la medida en que tiene una connotación únicamente negativa y el poder posee muchos estímulos de control en forma positiva, es decir, en forma de deseo o saber (Foucault, 1979). La lucha de clases no es esa esencia de las relaciones de poder, 25

como puede enunciar el marxismo, pero cierto es que es un principio fundamental de intangibilidad de algunas estrategias de poder (Foucault, 1979). La forma estratégica que han tenido las luchas ha sido desconocida para buena parte de los análisis y estudios del poder, hay que pensar la lucha en sus formas y prácticas, objetivos y medios, fuera de cualquier tipo de determinismo ideológico o económico para observar que el contrato es el principio básico por el cual el pensamiento político Burgués se afianzó, que el pensamiento revolucionario siempre ha utilizado la forma lógica de la contradicción, es decir, han planteado la lucha coyunturalmente en contraposición a los Estados modernos del XIX y XX que se procuraron de un pensamiento estratégico (Foucault, 1979: 172). A lo largo de los siglos XIX y XX, a la hora de plantear el poder, el marxismo siempre lo ha hecho en términos de aparato del Estado y el liberalismo, sobre el cual se centraba la Derecha europea, lo hacía en términos de Derecho y soberanía, en clave constitucional. Ninguno de los dos discursos esenciales ha sido capaz de plantear el problema de las tácticas o las estrategias, de su especificidad y sus mecanismos, nunca se ha planteado el “cómo se ejerce”.

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V. CONCLUSIONES

La visión del ser humano de Foucault es totalmente diferente de las formas tradicionales en las culturas occidentales; la distinción entre individuo y sujeto pasa por la existencia de relaciones de dominación y sujeción, estando presente el poder o las relaciones de poder desde el nivel en que se construyen y producen las subjetividades en individuos y grupos sociales. El poder es, en Foucault, un concepto difícil de definir y de comprender; no participa de la conceptualización tradicional del poder y además metodológicamente también se distancia de las técnicas de investigación más comunes decantándose por la genealogía histórica, en este caso, del poder. El recorrido realizado en este trabajo en torno al poder, su desarrollo y su evolución a lo largo de la Modernidad en las sociedades occidentales nos permite observar que, en la conceptualización de Foucault, el poder es una práctica y no un bien o posesión; que es irreductible a las fuerzas y por lo tanto no existe verdad, saber o realidad alguna más que la que resulta victoriosa de una guerra permanente; que el poder se debe concebir como una red horizontal de múltiples fuerzas, estrategias y mecanismos que cambian, se transforman y evolucionan para mantener un statu quo determinado; que concretamente, a partir del siglo XIX, la materialidad del poder cambia de técnicas y estrategias coercitivas a las disciplinarias y que éstas, gracias a mecanismos como el derecho, el saber científico y la recuperación del poder pastoral, conformarán lo que Foucault denomina como biopolítica en un nuevo contexto donde la centralidad del Estado y la racionalidad económica liberal serán fundamentales para mantener el control y la dominación de las grandes poblaciones. A partir de este trabajo en torno a la genealogía histórica del poder, Foucault llega a su crítica a la soberanía y a la teoría jurídico-política liberal al ver el Derecho y los nuevos sistemas políticos como técnicas y mecanismos de una determinada estrategia que tiene por objetivo mantener las relaciones de dominación y sometimiento en los nuevos Estados modernos por lo que, para Foucault la modernidad es una nueva etapa caracterizada por mantener la dominación gracias a las disciplinas y el

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ocultamiento más que el castigo, el poder penetra en el tejido social y es capaz de mantener este control de una forma más eficaz y legitimada gracias a la norma y la ley. Su crítica al marxismo aparece después de construir sus estudios y las teorías que desarrolla, y solo a través de la comprensión de las interpretaciones de Foucault sobre el poder, la biopolítica, el ser humano, la verdad o el Derecho es posible entender ésta crítica al marxismo y también a la teoría jurídico-política de la soberanía. Es ese atrevimiento de Foucault, a la hora de desarrollar estas conceptualizaciones y estas críticas, lo que otorga un gran valor a su trabajo además del rigor científico que emplea para desarrollarlo.

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