El Perú a través de sus discursos

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Descripción

Celia Rubina y Lilian Kanashiro

El Perú a través de sus discursos Oralidad, textos e imágenes desde una perspectiva semiótica

Índice

Introducción

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Nuestros demonios

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Supay en palabras e imágenes en dos cronistas indios del siglo XVII Celia Rubina

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Danzando como diablos: la diablada en la fiesta de la Virgen de la Candelaria Lilian Kanashiro

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Mitos y figuras

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La figura del zorro y la etiología: de los mitos huarochiranos a los relatos populares del sur andino peruano Celia Rubina

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Marca Perú: el sheriff McNorman y nuestras desventajas competitivas Lilian Kanashiro

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Cuerpo, erotismo y mito en la pintura de Tilsa Tsuchiya Celia Rubina

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Puesta en escena

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Nuestras presencias en conflicto Lilian Kanashiro

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Tantas veces Electra o la dramaturgia clásica revisitada desde una cárcel de mujeres de Lima Celia Rubina

187

Oráculos de la modernidad: mediatización de los sondeos de preferencial electoral Lilian Kanashiro

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Autorrepresentación

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La enunciación fotográfica en los autorretratos de Martín Chambi Celia Rubina

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Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad Lilian Kanashiro

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Introducción

No una, sino varias semióticas Quizás pecó de optimismo el padre de la lingüística contemporánea, Ferdinand de Saussure, cuando en el momento de precisar el objeto de la lingüística delineaba al mismo tiempo los alcances de esa ciencia que recién bautizaba con el nombre de «semiología» («sémiologie»). En su concepción de una disciplina que no existía en ese entonces y que él mismo no se ocuparía en desarrollar, imaginaba la lingüística como parte integrante de la semiología. Proponía entonces que las leyes que pudiese descubrir la semiología tendrían que aplicarse también a la lingüística. Un simple diagrama inclusivo de la teoría de conjuntos podría ser útil para representar de qué modo el maestro ginebrino concebía la lingüística como parte de una ciencia más abarcadora a la que con el tiempo se le llamaría «semiótica». Casi un siglo después de la publicación del famoso Curso de Lingüística general (1916), podemos decir que el desarrollo, tanto de la lingüística como el de la semiótica, ha ido quebrando simples esquemas. Sabemos muy bien del gran impulso y desarrollo de la lingüística e incluso su influjo en otras disciplinas humanas y sociales, así como los diferentes rumbos que tomaron las escuelas, tendencias y perspectivas

Introducción

epistemológicas. En el medio académico universitario peruano, podemos decir que la lingüística se desarrolla en por lo menos tres ámbitos: la lingüística aplicada (al servicio del conocimiento de nuestras lenguas ancestrales tanto andinas como amazónicas y el estudio de las variedades dialectales del castellano), la sociolingüística (que relaciona problemáticas sociales locales con el uso del lenguaje en el marco de la implementación de políticas lingüísticas y educativas) y la lingüística vinculada a la filosofía, a la psicología y al psicoanálisis que estudia procesos cognitivos en el desarrollo de la mente humana. Para el caso de la semiótica podemos decir que las escuelas se han desarrollado muchísimo y su especialización es cada vez mayor según los distintos lenguajes y soportes que aborda. Es decir, la semiótica se ha ido centrando cada vez más en lo específico de cada discurso. En realidad, esto no es el producto de una eclosión desarrollada en los últimos años, sino que estuvo presente desde los inicios de esta ciencia. Recordemos que el comienzo de la semiótica francesa puede situarse a fines de la década de los cincuenta con dos autores cuyas obras señalan dos rutas bien diferenciadas: Mitologías (1957) de Roland Barthes y Semántica estructural (1966) de Algirdas Julien Greimas. La primera hace realidad el anhelo saussureano de estudiar los signos en el seno de la vida social. Por primera vez asistimos a la convocatoria de objetos tan disímiles como un nuevo modelo de automóvil, el espectáculo popular del catch, los ingredientes de un plato de comida, entre varios otros en el marco del estudio del signo. Es decir, el discurso académico abre las puertas a hechos de la vida diaria desde una perspectiva distinta a la antropológica o filosófica, esto es, desde el estudio del lenguaje y la significación. En el caso de Greimas, quien también recoge las propuestas del ginebrino, pero poniendo mayor énfasis en los fundamentos lingüísticos, apuesta desde sus inicios por un modelo científico que pueda definir sus conceptos, sus herramientas metodológicas, su epistemología en el marco de los estudios de las ciencias sociales y humanas. Un momento culminante del ambicioso proyecto en pos de una teoría de la significación, se logra gracias al trabajo conjunto 10

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de Greimas y Courtés con la publicación del Diccionario razonado de la teoría del lenguaje. Semiótica (1979). El recorrido generativo de la significación ilustra cómo la semiótica no solo se basa en la diferencia y en distintos mecanismos de oposición como fundamento de la significación, sino en la concepción de un verdadero proceso de cómo se construye el sentido. Se trata de la articulación de distintas capas de organización sintáctica y semántica que van desde las relaciones más escuetas y abstractas, hasta las relaciones más complejas y concretas. Ya lo señalaba Jean-Marie Floch en Semiótica, marketing y comunicación (1991) desde lo invariante de las estructuras profundas hasta las variaciones de la manifestación. En los estudios que siguen una lógica hipotético-deductiva que van del modelo al objeto y viceversa, se propone una estructura de base en el primer nivel de la sintaxis narrativa y se pasa al revestimiento de dichas estructuras en el nivel semántico, tal como lo propone Enrique Ballón Aguirre en Tradición oral peruana (2006) al estudiar, por ejemplo, las actancias y los distintos roles (figurativos, temáticos, patémicos, entre otros) de los héroes del relato mítico andino. De las muchas posibilidades que se abren en la semiótica contemporánea, nos interesa particularmente el enfoque inaugurado por Eric Landowski con La sociedad figurada (1989) y la sociosemiótica que toma en consideración los fenómenos sociales en tanto procesos en los que intervienen distintos actores sociales que se manifiestan a través de diferentes discursos. Dichos procesos, lejos de estar clausurados, se mantienen abiertos e inacabados. Recordemos que la semiótica desde sus inicios concibió como objeto de estudio a toda entidad textual, entendiendo como «texto» no solo a un discurso verbal, sino también un film, un ritual o un gesto de cortesía, pero siempre cerrado sobre sí mismo. Por ello, al abordar el estudio de fenómenos sociales y políticos, el texto ya no puede concebirse del mismo modo. El investigador requiere de paciencia y sensibilidad en su observación de lo social para poder constituir un corpus hecho de las diferentes manifestaciones de un mismo 11

Introducción

fenómeno. Sin perder de vista que dichas manifestaciones forman parte de un tramado textual, serán abordadas de manera específica como en el análisis de textos. No hemos querido hacer una exposición rigurosa de los presupuestos teóricos y metodológicos de la teoría semiótica como el emprendido por Joseph Courtés en Análisis semiótico del discurso (1991), con una didáctica ejemplar. Nuestra opción ha sido explicitar definiciones puntuales de los conceptos empleados en cada ensayo que permitan esclarecer nuestro recorrido interpretativo, aproximación que bien puede ser complementada por otros estudios. En nuestro trabajo, nos valemos de varias semióticas. Ninguno de nuestros ensayos propone una receta para analizar, no son modelos a seguir; es por el contrario el encuentro con el sentido particular y una posible, pero no única, manera de abordarlo.

¿Por qué el Perú? Lo expuesto en las líneas precedentes es apenas un esbozo de la pujanza y la actualidad de la semiótica, como lo diría Blanco en Vigencia de la Semiótica y otros ensayos (2009). Todo modelo o estructura semiótica es susceptible de ser rebasada por una manifestación discursiva particular. Aunque la semiótica comparte con la filosofía ciertos enfoques y el permanente afán cuestionador, se distingue de ella en la medida que busca describir y explicar el sentido de discursos particulares; entonces viene la pregunta: ¿cuáles son los discursos sobre los que nos interesa hablar? Nos interesan los discursos construidos por peruanos en diferentes épocas y circunstancias, con diferentes lenguajes, porque son nuestros modos de construir sentido que varían según las voces, los medios, los soportes y las ideologías. Nos interesa el Perú desde su multiplicidad cultural, étnica, desde su pluralidad lingüística. La pluralidad no se traduce en una convivencia armoniosa, más bien se vive a través múltiples tensiones en la vida cotidiana de los peruanos. La fragmentación, la división y la escisión son rasgos que 12

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los estudiosos de la posmodernidad no dejan de señalar en los diferentes aspectos de nuestra vida en sociedad. El Perú es contradictorio, qué duda cabe, habitado por tantas diferencias y negaciones reflejadas en sus discursos. Es en ese discurrir que brota la síntesis, una amalgama de pulsiones de resistencias, intolerancias, restituciones y adaptaciones. La diversidad no es algo nuevo y está representada en la sabiduría de los mitos de origen de las tradiciones orales peruanas, como es el caso de la mitología awajun (aguaruna), según la cual los hombres antiguos se unieron para luchar contra un cangrejo gigante llamado Unkáju que los exterminaba y cada uno peleó de un modo distinto; el rol de los hombres en la guerra contra el cangrejo determinaría las características futuras del animal: los hombres que usaron en la guerra estacas de la madera de pijuayo para cavar hoyos se convertirían en animales excavadores como el Shushui armadillo, mientras que los hombres que utilizaron machetes verían sus armas convertidas en picos como le sucedió al Bashu en su metamorfosis en paujil1. En la imagen del reino animal del rico universo mítico aguaruna podemos tener una imagen de la diversidad humana. La pluralidad puede ser vivida como una contradicción en situaciones de conflicto o como la convivencia de los contrarios. Desde nuestra nación diversa nos planteamos el reto de contemplar al Perú, haciendo composición de lugar y colocándonos al final de la fila, tal vez para reclamar que por qué no avanzamos. La misma experiencia del reclamo ya es un inicio, una experiencia de crecimiento y signo de que vamos ganando la batalla al oscurantismo que nos seduce a acomodarnos en el pensamiento fácil y en las respuestas rápidas. La semiótica aparece aquí como ese ímpetu que nos moviliza, que nos ordena y que nos permite construir un pensamiento, una manera de ver y querer al Perú. 1

Resumen de un mito que aparece en el tomo I del libro «Duik Múun…». Universo mítico de los aguaruna, de Manuel García Rendueles y Aurelio Chumap Lucía, publicado en Lima por el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (1979, pp. 83-101).

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Introducción

No vamos a abordar la pluralidad de Perú en su conjunto, como un conglomerado, sino en relación a algunos pocos discursos que hemos tomado como objeto de estudio. Por ello, no haremos ninguna generalización en nuestros ensayos; sino, por el contrario, subrayaremos algunas de sus singularidades. Cada discurso será abordado como una de las manifestaciones posibles de un país en construcción siendo cada una diferenciada, única, compleja y tantas veces escondiendo contrariedades e incluso contradicciones. Nuestra opción no ha sido casual. Elegimos analizar discursos vinculados al país como una terca apuesta para entendernos; porque, así como una vida que no tiene sentido busca la muerte, un país que no admite su condición y pluralidad semántica pierde la cordura y va camino a la anarquía. Los caminos para trabajar los discursos son múltiples y mejor aún si son interdisciplinarios; queremos pues unirnos a quienes vienen bregando y trabajando sobre el lenguaje, pero también queremos invitar a otros a encontrar renovados intereses en el lenguaje. Porque es justamente en el lenguaje donde encontramos procesos de innovación espontáneos, inesperados y ambivalentes; ese dinamismo hace de este trabajo un libro sin final, siempre por continuar y siempre por mejorar.

¿Cómo leer este libro? El presente libro está organizado en cuatro bloques, en cada uno de los cuales encontrará breves referencias sobre los ensayos que lo componen. Invitamos al lector a leer con libertad, a escoger lo que le antoje. A empezar por el final, a pelearse con los textos, a discutirlos en voz alta, a buscar consensos. No hay mejor conocimiento que aquel que se hace en el libre albedrío. Los ensayos que componen este libro tienen orígenes diversos. Algunos de ellos son síntesis de trabajos que se han desarrollado con mayor amplitud, otros en cambio son las versiones ampliadas de participaciones en congresos u otros foros académicos y algunos de ellos nacieron en el 14

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aula con nuestros estudiantes. Cada ensayo tuvo su propio tiempo de gestación al calor de preguntas, inquietudes y también deslumbramientos o preocupaciones de diversa índole. Algunos responden a preocupaciones de larga data, otros reflejan una mirada más reciente. Todos los ensayos tienen en común una misma pregunta sobre el sentido, propio del hacer semiótico: ¿cómo es que esto significa lo que significa? Para ser capaces de responder esta pregunta, debemos ser capaces de pasar de la inteligibilidad del sentido a la descripción y análisis propiamente dicho de la significación. Queda claro entonces que, aunque emparentados, sentido y significación no son lo mismo. Recordemos que en cada uno de nuestros actos, sean verbales o no, luchamos por hacer sentido; las posibilidades de lograrlo no dependen de nuestras buenas y esforzadas intenciones, sino de nuestra capacidad de ejercer en cada nivel del discurso las selecciones y combinaciones más adecuadas. Nuestra experiencia comunicativa diaria nos muestra cuán expuestos estamos al malentendido, a la incomprensión, al sinsentido y, en el caso más extremo, a la incomunicación. Por ello, nuestros gestos, desde los más corrientes y repetitivos (mas no in-significantes) como un saludo, hasta los que nos involucran más profundamente, como todos los actos que tienen que ver con nuestro ser en el mundo como la creación (artística, intelectual y humana, como el acto de la procreación), en todos ellos está tejiéndose el sentido, es la flecha de la brújula sin la cual no sabríamos a dónde vamos. Recordemos finalmente que lo propio del semiótico es el cuestionamiento permanente sobre el sentido de los discursos y también sobre lo que parece negarlo. Tratamos de evitar la recepción acrítica de los mensajes, de los textos que a diario recibimos por los medios de comunicación, por la ideologías imperantes o por el statu quo. Abrazamos semióticamente nuestro quehacer intelectual y nuestro ser en el mundo. Por último, queremos expresar nuestro agradecimiento a James Dettleff y Abelardo Sánchez León por el apoyo a este proyecto en sus respectivas gestiones en el Departamento Académico de Comunicaciones. En ese mismo sentido, a Rómulo Franco y Juan Gargurevich quienes, 15

Introducción

como Decanos de la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación, animaron esta aventura. A Susana Reisz y Pepi Patrón por el apoyo desde el Vicerrectorado de Investigación y por su auténtico compromiso con la investigación en la PUCP. A nuestros maestros en semiótica, estudiosos de primera línea en el Perú, como Enrique Ballón Aguirre, Desiderio Blanco y Óscar Quezada. A nuestros maestros franceses, Joseph Courtés y Eric Landowski. A nuestros colegas y a nuestros estudiantes, verdaderos interlocutores académicos, con quienes hemos compartido inquietudes, perspectivas, diálogos y discusiones desde y fuera de la semiótica. A nuestras queridas familias, por su cariño y apoyo incondicionales. Lima, 15 de junio de 2015

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Un minuto para votar: De lo políticamente correcto a la excentricidad

Lilian Kanashiro

Los procesos electorales se han vuelto más competitivos y el rol de los medios de comunicación en la campañas electorales se ha convertido en un engranaje esencial que abre y cierra oportunidades. En aras de proporcionar una mayor equidad en la competencia electoral, se ha señalado la importancia de promover que los actores políticos tengan un acceso equitativo a los medios de comunicación. No obstante, poco se ha dicho de que la sola exposición en los medios de comunicación en nada garantiza dicha equidad si es que dicha exposición no está acompañada de un acceso equitativo y eficaz en los recursos del lenguaje del medio. Es así que proponemos como hipótesis para el presente trabajo que el manejo inadecuado del lenguaje de los medios de comunicación en general y de la televsión en particular conlleva una distorsión en el objetivo de ofrecer apertura y oportunidades a los actores políticos en desventaja. Nuestra reflexión sugiere que, por el contrario, intensifica la desventaja a partir de la producción de efectos de sentido adversos.

Un minuto para votar Las elecciones generales en el caso peruano constituyen un momento intenso en nuestro escenario político, pero una razón que las hace especialmente intensas es la cantidad de procesos electorales que se juntan.

Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

La más importante, no cabe duda, es la elección del presidente, primer y segundo vicepresidentes de la República; pero también coincide con la elección de 130 congresistas y de nuestros representantes al parlamento andino. Tres elecciones en una, lo cual trae consigo que la campaña electoral sea sumamente densa dada la gran cantidad de candidatos postulando para toda esa variedad de cargos públicos. Sin tener información certera de cómo se administran las campañas al interior de las agrupaciones políticas, encontramos spots de televisión cuando se trata de las candidaturas a la presidencia; mientras que los candidatos al parlamento nacional y andino emplean fundamentalmente la publicidad gráfica, además de tener presencia en las giras del candidato presidencial o pasearse por las calles y mercados para recaudar preferencias. Otro canal de publicidad electoral en medios de comunicación de masas es tener cobertura a través de la prensa; pero no todos gozan de este tipo de oportunidad, en especial los candidatos desconocidos. La principal dificultad está en la gran cantidad de postulantes, agravado a su vez por el voto preferencial que no solo los hace competir con los postulantes de otro partido o agrupación política, sino con sus mismos correligionarios. Cada candidato parlamentario es una empresa particular tratando de sobrevivir en una competencia sin piedad. En este marco, el programa político «Prensa Libre» decidió ofrecer, durante el proceso electoral 2011, un espacio denominado «Un minuto para votar», cuya finalidad era dar oportunidades a los candidatos con poca cobertura televisiva para presentar su oferta electoral. El nombre del segmento se inspiró en un programa de concurso recién lanzado por el mismo canal denominado «Un minuto para ganar» e incluso el lanzamiento de este nuevo segmento tuvo como invitada a la conductora de dicho programa de entretenimiento. Con cierto aire de ingenuidad, podríamos decir que la idea original era ofrecer un espacio para una oferta política fresca y novedosa que permitiera a la audiencia informarse de nuevas alternativas y dar cierto

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Lilian Kanashiro

carácter de pluralidad y equidad a la competencia electoral, todo ello en beneficio de nuestra democracia. No obstante, el resultado fue inverso, la oportunidad se convirtió en una exhibición de discursos muy próximos a la parodia política y lo que era una oportunidad no hacía más que banalizar y desprestigiar a los actores de nuestra democracia. La pregunta que nos hacemos es: ¿por qué y cómo sucedió esto? Una primera respuesta superficial es que los candidatos no estuvieron a la altura de esta oportunidad y este segmento no hizo más que desnudar la fragilidad de quienes buscan en los cargos públicos una opción laboral sumamente rentable. Esto puede ser una verdad a medias, porque cualquier persona con las más sinceras intenciones políticas de servir a su país habría tenido el mismo desenlace. Nuestro objetivo es reflexionar sobre las condiciones de producción de sentido del segmento «Un minuto para votar», en especial la construcción de sentido de lo original o excéntrico que en cierta medida promueven la desviación de los objetivos formalmente propuestos para este segmento. ¿Qué sucedió realmente en este segmento? Si observamos con detenimiento las innumerables muestras de este segmento, «inmortalizadas» en YouTube, podemos sacar algunas conclusiones o patrones. Todo parece indicar que la producción del segmento provee al candidato o participante lo siguiente:

• Un minuto de exposición en televisión. • Un set de televisión con un solo tipo escenográfico: una fotografía

panorámica en ángulo picado del hemiciclo congresal. No hay posibilidades de variación, salvo el agregado de un podio o mueble para apoyar papeles o crear la ilusión de un conferencista.

• Una cámara fija en ángulo normal. No hay posibilidades de

variación de ángulos, cambio de posición o movimientos de cámara. En varios segmentos, se observa la utilización del zoom.

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Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

A partir de estos elementos, los candidatos pudieron establecer variaciones o selecciones con respecto a los siguientes aspectos:

• Un guión o texto. • Número de personas que aparecerán en el segmento. • Empleo de fondos musicales. Creemos que estos elementos de intervención propuestos por los candidatos se realizan de forma intuitiva sin asesoramiento especializado o profesional. A partir de este balance elaborado con la sola observación, las condiciones de producción de este segmento resultan en un empobrecimiento del lenguaje audiovisual, quitándole toda su riqueza y posibilidades de recreación y significación. Desde una perspectiva semiótica, se empobrece la manipulación enunciativa, derivando en un enunciado que nadie quería: ni el candidato ni la audiencia. Así, proponemos como hipótesis de reflexión que el manejo inadecuado del lenguaje de la televisión conlleva a una distorsión de los objetivos inicialmente propuestos para el segmento «Un minuto para votar», por el contrario intensifica la situación de desventaja del candidato. A continuación, profundizaremos en las dimensiones semióticas de los elementos involucrados que contribuyen a la elaboración del enunciado resultante. Nuestra reflexión se nutrirá de varias fuentes teórico-metodológicas provenientes de la semiótica: en primer lugar, haremos referencia a las bases de la semiótica tradicional francesa de Joseph Courtés; en segundo lugar, emplearemos conceptos de la semiótica del cuerpo de Jacques Fontanille (2008[2004]); en tercer lugar, los aportes de Eliseo Verón sobre la imagen televisa nos serán sumamente útiles; y, finalmente, trabajaremos con la sociosemiótica de Eric Landowski (2007[1997]).

I. La levedad de la palabra en televisión Una primera debilidad que encontramos en estos segmentos gira en torno a la construcción de un guión para la televisión. La mayoría de 274

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los candidatos elabora sus textos tratando de aprovechar el máximo de tiempo posible para pronunciar sus promesas electorales. Estas promesas electorales remiten a temas sumamente densos, solo alcanzando el tiempo para enunciar el problema y casi nada para explicar las maneras en que se harán realidad las soluciones, suponiendo que ello incluya la factibilidad de sacar una promesa de ese tipo, de las alianzas políticas necesarias para que sean aprobabas y de la puesta en práctica de esta iniciativa. Siendo realistas, sería imposible explicar todos los elementos que suponen enfrentar dicho problema, más allá de si los candidatos tienen claro o no las posibilidades para resolver los problemas, de ser elegidos por los votantes. Pero esa enumeración sin fin de promesas aún sigue siendo contraproducente en televisión. El formato del medio exige ser más conciso aún, reducir lo que sería cinco virtuales años de trabajo legislativo a un conjunto de slogans que además deben reunir la condición de repetirse varias veces. Esto que acabamos de reseñar es una vieja consigna, tan antigua como los primeros modelos de teoría de la comunicación. Lo encontramos en Shannon y Weaver quien, al concebir la comunicación como un proceso lineal, se preocupa en la cantidad y calidad de información que se logra transmitir formulando la noción de redundancia como una característica que debe reunir el mensaje para hacerlo altamente predecible y superar los ruidos o interferencias que se pueden producir en el tránsito del mensaje o la señal (Fiske, 1984[1982], pp. 1-17). Pero, así como lo encontramos en la prehistoria de la teoría de la comunicación, también lo encontramos en las teorías contemporáneas, concretamente en las acuciantes críticas de la Escuela de Frankfurt quienes señalan que la importancia de la fragmentación de contenidos proviene de la desestructuración del discurso y la pérdida de importantes matices intelectuales en la colectividad, producto de la repetición continuada de palabras fetiche (Muñoz, 2005[1989], p. 130). Los candidatos sin experiencia se presentan ante las cámaras a soltar largas disertaciones que nadie entenderá o escuchará a conciencia, considerando además que el segmento solo será emitido una vez por televisión. 275

Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

El uso de la palabra en televisión debe fragmentar el mensaje hasta casi la desaparición del contenido, creando sentido en la repetición de un par de ideas. No obstante, nuestros candidatos hacen todo lo contrario y probablemente son sancionados por la audiencia al ser calificados como caricaturas políticas. Pero en esa sanción reside una paradoja: ¿no nos quejamos que la campaña electoral carece de ideas? Si queremos que una idea política se presente en la campaña electoral a través de la televisión, esta no tiene posibilidad de ser sustentada y ampliada, por tanto pierde toda solidez. ¿Cómo sostener ideas cuando solo puedes repetir un par de frases una y otra vez? Y si tratas de construir ideas sólidas, estas terminan siendo aburridas, tediosas; en suma, insignificantes para la audiencia. Aquí hay un callejón sin salida. Al parecer no será el formato televisivo el que resolverá la ausencia de ideas en una campaña electoral. La pregunta es: ¿dónde? Tradicionalmente eran los partidos en donde se cultivaban y maduraban esas ideas, pero ya sabemos hacia dónde transitó esa historia. O algunos recuerdan que se acudía como visitante a los debates del Congreso para escuchar y aprender de los grandes oradores de la política; pero ya sabemos que hoy en día no encontramos eso en el Congreso. En torno al impacto que la televisión tuvo para la política, algunos autores anunciaron lo que hoy es una realidad: el advenimiento de la era de los soundbites, frases cortas e impactantes diseñadas para la televisión, siendo el resto un relleno del discurso. Los candidatos repiten las frases y los asesores se los recuerdan a los periodistas (Contreras, 1990, p. 21). Frente a los grandes y espectaculares discursos de los líderes en plazas llenas de entusiastas simpatizantes, se ha dado paso a las campañas hechas a base de slogans que pretenden reducir en pocas palabras el espíritu de la propuesta política. Como bien lo plantea Contreras, la palabra se vuelve un relleno del discurso sin peso ni densidad. En la época de los soundbites, construir un guión para este tipo de intervenciones en televisión no puede hacerse de forma intuitiva. Los distintos episodios de este segmento demuestran claramente la visión de concebir que la palabra debe ser utilizada para expresar la mayor cantidad 276

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de información. Así, los candidatos parlamentarios tratan en lo posible de enunciar verbalmente los problemas que consideran prioritario abordar y las promesas de solución. El resultado son discursos que probablemente no logran convencer a nadie. A nivel de producción, es perfectamente comprensible que los encargados del programa no puedan intervenir sobre la calidad de ese variopinto juego de guiones que traen los participantes, ya que se arriesgan a ser acusados de censura o falta de neutralidad. Pero lo que evidencia esta experiencia es la necesidad de saber modelar el lenguaje verbal cuando este se presenta en televisión. Curiosamente, algunos candidatos se acercaron más que otros a la adaptación de la palabra en televisión. De todos ellos, seleccionamos un caso: el del candidato al parlamento José Risco, conocido por su liderazgo en una de las centrales sindicales más importantes del país y del cual presentamos su alocución: Hola, ¿qué tal? Soy José Risco, 100% negro y bien peruano. Nuevamente postulo al Congreso de la República: • • • •

no para comer pollo, no para que me laven las camisas, no para que me laven los pies, no para robar luz.

Voy porque realmente: • necesitamos una ley que elimine efectivamente todas las formas de discriminación, • necesitamos una ley que crea el distrito del cercado de Lima, • necesitamos una ley de renovación urbana y destugurización, • necesitamos una ley general del trabajo, justa y equitativa, • necesitamos una ley que elimine realmente los services y toda forma de contratación que tenemos en nuestro país, • necesitamos una ley que realmente le dea [sic] oportunidad al trabajador de una libre desafiliación,

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• necesitamos una ley que contribuya al desarrollo del país, • necesitamos una ley que le de oportunidad a todos y cada uno de nosotros a tener mejor calidad de vida. Por eso… este 10 de abril, marca la L y escribe el número 13, de este negro José Risco, 100% negro y bien peruano (MrRppc, 2011).

Observamos en esta intervención que el señor Risco habla de una forma coloquial produciendo un sentido de mayor cercanía frente a la audiencia. Su frase: «100% negro y bien peruano» logra aglutinar, en pocas palabras, su oferta electoral como identidad: un candidato en representación de una minoría y de una mayoría a la vez. Pero lo que resulta interesante en la manipulación de su enunciado es la repetición, en un primer bloque, de «no para…» y, en un segundo momento, el «necesitamos una ley…». En el primer bloque de repetición, observamos un procedimiento que en semiótica se denomina «anáfora» y cuya definición es la siguiente: 4) La identidad establecida mediante el reconocimiento o la identificación, es una relación anafórica formalmente entre dos términos, de los que uno está presente o es actual y el otro está ausente, en otra parte o en el pasado: en ese sentido, podrá hablarse de anáfora cognoscitiva. 5) La anaforización es uno de los principales procedimientos que permiten al enunciador establecer y mantener la isotopía discursiva (las relaciones interfrásicas). (Greimás & Courtés, 1990, p. 33).

El candidato, de forma simple y sencilla, establece una crítica a los parlamentarios anteriores. Sus pequeñas expresiones dicen mucho y no necesitan explicación: «[…] no para comer pollo», haciendo referencia al escándalo del congresista José Anaya que sustentó como gastos operativos tres recibos por consumo de pollo a la brasa por una cantidad exorbitante que ningún ser humano puede consumir; era evidente que el documento era para sustentar un gasto que se hizo en otra cosa (Palacios, 2011). Pero, como vemos, es suficiente enunciar «no para comer pollo» para 278

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que todos activemos el recuerdo de tan bochornoso escándalo. El mismo procedimiento se emplea con el «no para que me laven los pies, no para robar luz». Todos ellos eluden a escándalos, sin necesidad de ampliarlos y dar todos los detalles. La consigna política de este candidato es de moralidad. En un segundo bloque, el principio de repetición aparece nuevamente: «[…] necesitamos una ley […]» y la sensación de una levedad de la palabra se intensifica. Probablemente nadie recuerde todas las leyes que dice que va a hacer, pero queda claro que su función será hacer leyes que es lo que hace un congresista. Esta forma de articular su enunciado minimiza los detalles de cada ley a la que se compromete gestionar, hasta el punto que llega a decir: «[…] necesitamos una ley que elimine realmente los services y toda forma de contratación que tenemos en nuestro país». La eliminación del service es un asunto que no tiene discusión dado que son conocidas las maneras de explotación que esconde esta forma de contratación. Pero lo que dice a continuación es que eliminará toda forma de contratación que tenemos en el país, lo cual es una incoherencia. Las formas contractuales son parte de nuestra forma de vida; no obstante, esto pasa desapercibido y nos quedamos con la idea principal: «necesitamos una ley». Este texto o guión se aproxima mucho a lo que puede y debe ser un texto narrativo para televisión. Probablemente muchos de los lectores no estén de acuerdo con esta afirmación; pero, por lo menos, este texto no es peor que el de los demás, en donde es altamente probable que no nos quedemos con nada de la información. El candidato Risco apunta a una estrategia discursiva que funciona muy bien en televisión: trabaja sobre el conocimiento que ya tiene la audiencia sin tener la necesidad de ampliar o desarrollar el contenido, solo es necesario ayudarlo a recordar. No obstante, hay que señalar que entre un bloque y otro hay diferencias. En el primero, el procedimiento de anaforización está vinculado a los escándalos de la política, a la política banalizada. No obstante, en el segundo bloque, los detalles de la oferta electoral se superan y se hacen invisibles. El balance es que recordamos 279

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lo disfórico y, lo que puede ser objeto de una deliberación política a profundidad, se invisibiliza quedando solamente a nivel de isotopía contenidos muy superficiales: la política es escándalo y necesitamos leyes.

II. La excentricidad del cuerpo en pantalla Quedarnos solo en una evaluación crítica de la palabra en televisión es evadir la esencia del código televisivo: la imagen. Y es que no solo se construye sentido con las palabras, sino con el cuerpo. En un análisis en torno a los debates electorales televisados, Verón logra sintetizar toda la riqueza expresiva del cuerpo en la pantalla: En la interacción cara a cara, cada «maniobra» es un paquete extremadamente complejo de elementos verbales y no verbales: rodeando la palabra del enunciado, los movimientos de los brazos, los gestos de las manos, la expresión del rostro, el grado de tensión o de serenidad transmitido por la postura, todos estos indicadores «paralingüísticos» sirven para reforzar, atenuar, precisar, dramatizar, asumir o, por el contrario, distanciar lo que se dice. Cuando un locutor habla, los signos emitidos por la imagen de su cuerpo le sirven para modalizar su propia palabra; son de hecho, con respecto de estos, metasignos, meta-comunicación (Verón, 2001, p. 59).

Para que la palabra en televisión tenga sentido, el enunciador manipula instalando actores en su enunciado. En la totalidad de los segmentos, el actor por excelencia es el candidato; pero, en un gran número de los casos, estos vienen acompañados de familiares, colaboradores, mascotas de campaña, etc. Sea quien sea, esos cuerpos instalados son una fuente de sentidos poco controlados por los propios actores y es que hay que entender que el oficio de actuar es todo un saber. El cuerpo puesto en escena debe ser dirigido para que exprese naturalidad y sinceridad, y la dirección de actores se halla sumamente limitada a la inexperiencia de los que aparecen ante cámaras. Un video en la red en el que el mismo

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programa emite, a modo de clausura de la «temporada», el detrás de cámara de lo que significó producir dicho segmento, plantea que la producción sí intentó redirigir los cuerpos (MrRppc, 2011). No obstante, existe algo que se llama casting, cuya finalidad es seleccionar los mejores cuerpos posibles a ser presentados en televisión. En esta ocasión no hay casting, los actores buenamente ofrecen sus cuerpos para la campaña electoral. Pero otro aspecto que hay que subrayar es que hacer que el cuerpo hable en las diferentes puestas en escena (teatro, televisión, etc.) es todo un arte que requiere largos años de preparación, talento y vocación. Por más que la producción se esfuerce en dirigir esos cuerpos, estos no son entrenados para este tipo de oficio y ese déficit influye en la calidad del enunciado puesto en escena durante estos segmentos. Aún cuando se evidencia esa falta de preparación de los cuerpos, de ellos emanan sentidos que con seguridad colaboran en el absurdo de la representación. La ausencia principal es justamente no encontrar el equilibrio que permita al cuerpo en escena modalizar la palabra. El cuerpo está allí para hacer creíble la palabra, para adjetivarla ya sea positiva o negativamente. Algunos lo hacen de forma natural, al parecer pueden haber nacido con el don y talento para ello; pero otros necesariamente son asesorados por los cosmetólogos corporales de la política. Lo que estos segmentos nos muestran es una desconexión entre cuerpo y palabra: el cuerpo /no hacecreer/ en la palabra, desautoriza el valor de la palabra ya desacreditada construyendo un cuerpo que no cree en lo que dice. Un caso particular lo observamos en el segmento del candidato Arturo Ku, quien probablemente, reconociendo sus pocas dotes para la actuación, no tuvo mejor idea que invitar a un conocido cantante del medio (Guajaja) para que reemplace esa falta de gestualidad. El resultado es desastroso; ya que el contraste deja en evidencia las pocas facultades comunicativas del candidato. Por otro lado, la candidata Rossy Guzmán demuestra su capacidad de modular su cuerpo y voz; no obstante, su performance peca de exceso. Al otro extremo podemos mencionar a la candidata Maali del Pomar cuya monotonía de la voz es acompañada por la inercia de su 281

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cuerpo. Finalmente, no podemos dejar de mencionar a quien decidió crear un relato dentro del relato principal del segmento escenificando, bajo una metáfora futbolística, los problemas que la potencial congresista enfrentará (MrRppc, 2011). Y los ejemplos no dejarían de brotar y es que los cuerpos parecen no encontrar el justo equilibrio que un formato de este tipo pide. Cabe preguntarnos: ¿qué tienen en común los ejemplos presentados? Nos presentan cuerpos originales desde el punto de vista de los actores o cuerpos excéntricos desde el punto de vista de la audiencia. Tanto la excentricidad como la originalidad constituyen una figura semiótica del cuerpo. En ese sentido, el modelo teórico formulado por Fontanille acerca de las figuras semióticas del cuerpo nos permitirá evaluar esa experiencia, como una semiótica en acto que va construyendo un actante para ser narrativizado. Dicho modelo está compuesto por tres ejes: el Mí-referente, el Sí-Idem y el Sí-Ipse, que se resume en el siguiente esquema: Cuerpo del actante

Carne

Cuerpo propio



Sí-idem

Sí-ipse

(Instancia de referencia)

(Instancia de «captación»)

(Instancia de «mira»)

Fuente: Fontanille, 2008[2004], p. 34.

El esquema anterior presupone un conjunto de conceptos trabajados por Fontanille en su obra Semiótica del discurso (2006). Tomando tales antecedentes, el modelo propuesto define la carne como: «[…] aquello que resiste o colabora con la acción transformadora de los estados de 282

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cosas y que cumple también el rol de centro de referencia» (Fontanille, 2008[2004], p. 33). Los distintos personajes presentados en los ejemplos mencionados anteriormente presuponen una instancia de referencia (Mí): Arturo Ku, Guajaja, Rossy Guzmán, etc.; estos, en tanto carne, están sometidos al principio de resistencia/impulso. Tomando como ejemplo el segmento en que el aparece el candidato Arturo Ku y el cantante Guajaja, podemos observar la diferencia de ambos principios. Por el lado de Arturo Ku, podemos presuponer un principio de resistencia: un cuerpo que se resiste a bailar y a gesticular demostrando que no es una experiencia cotidiana y resultando en una especie de cuerpo endurecido; esta forma de bailar endurecida o acartonada va al encuentro de lo excéntrico. En el lado contrario, el artista es la manifestación del impulso como principio: su cuerpo se halla acostumbrado a esa dinámica de movilidad, la carne solo tiene que dejarse llevar por sus impulsos naturales; esa impulsividad rítmica es parte de la originalidad con la que se busca plantear el spot. Si bien cada cuerpo resiste o se impulsa, entre ambos también hay una tensión de fuerzas que terminan por neutralizarse entre sí. La incapacidad de uno es la disposición del otro y viceversa. Estos cuerpos (Mí) proyectan el Sí del actante, denominado «cuerpo propio»; ya que la relación entre ambos es de presuposición y definición recíproca. Este cuerpo propio instalará, a modo de toma de posición, lo que posteriormente será la expresión y el contenido. La resistencia/impulso se proyectará como intensidad y como extensión a partir de operaciones de mira y captación: Pero habrá que distinguir aquí, al modo de Ricoeur, dos modos de construcción de la identidad «en Sí»: por un lado, una construcción por repetición, por recubrimiento continuo de las identidades transitorias, y por similitud (el Sí-idem), y por otro lado, una construcción por mantenimiento y permanencia de una misma dirección (el Sí-ipse) (Fontanille, 2008[2004], p. 34).

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La construcción de lo excéntrico u original estará dado por el distanciamiento de ambos elementos. Si entendemos el Sí-idem como una repetición o similitud, entendida como una adecuación a lo que siempre se hace en un spot político-electoral, los candidatos buscarán alejarse de esta tendencia y dejar de repetir lo mismo, dejar de adecuarse. Por eso, cada uno de ellos tratará de ser único y hará que sus cuerpos demuestren esa singularidad: si todos los candidatos (cuerpos) hablan con seriedad, ellos, para ser excéntricos/originales, bailarán, teatralizarán, pondrán un títere (pinocho), etc. Por el lado del Sí-ipse encontramos el mismo alejamiento. Mantener la misma dirección o sentido que promueven los spots político-electorales es plantear, en cierta medida, la compostura o distinción política. Si los candidatos se hacen representar bajo los contenidos de seriedad, necesidad y compromiso, ellos plantearán, a modo de excentricidad/originalidad, un alejamiento de dicha compostura conformado por lo inmoderado, la imprudencia, la ligereza, la broma, el regocijo, el alboroto, la frivolidad y el desenfado. En resumen, la construcción de lo excéntrico/original supone la quiebra de la norma y se propone una forma nueva de hacer mensaje político. Un alejamiento de la adecuación político televisiva convencional para repetir en varios segmentos innovaciones poco comprendidas y ciertamente toleradas por la audiencia. Esta excentricidad que apreciamos en la mayoría de estos segmentos no es producto solo de una inexperiencia, hay un considerable número de candidatos que lo juzga como una estrategia discursiva electoral válida para salir del anonimato o de la ausencia del campo de sentido. Reproducimos el modelo que nos guía en nuestras conclusiones:

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Mí -referente

Adecuación

Compostura

Sí -idem

Sí -ipse Excentricidad Originalidad

Fuente: Fontanille, 2008[2004], p. 55.

La paradoja vuelve a aparecer respecto del cuerpo. Lo que estos segmentos demuestran es un intento de originalidad que deviene en excentricidad, pero también es verdad que pervive en el ambiente una crítica por la política tradicional. Los candidatos han tratado de salir de la adecuación y compostura política tradicional para ir construyendo una originalidad. Creemos que la ruptura del campo semántico de lo tradicionalmente político es muy agresiva y caen en la desmesura, en lo impropio, sino es en lo grotesco. Y valgan verdades, ni los candidatos presidenciales escaparon de ello. Quizá podemos concluir que los modos de construir lo políticamente correcto están desacreditados, a la vez que la credibilidad de lo que se representa.

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III. Dos formas de espacializar: contacto vs. contexto El segmento al parecer está concebido para que se presente un candidato que le hable a la audiencia. En ese sentido, está previsto que todos los candidatos tendrán como telón de fondo una foto gigante de una panorámica del Congreso. Los candidatos no pueden variar esa fotografía de fondo, no tienen posibilidad de intervenir escenográficamente. En algunos casos, los candidatos decidieron aparecer acompañados por sus familiares y colaboradores o la mascota de campaña. Dicho cambio produce una alteración en el encuadre, abriendo de un plano medio a un plano conjunto para que puedan entrar todos los invitados. Esta alteración produce en varios casos que se evidencie la existencia del atril que sostiene la fotografía gigante del congreso rompiendo la ficción y desnudando la realidad de un set de televisión. Semióticamente, estos aspectos están referidos a una de las coordenadas de la manipulación enunciativa denominada «espacialización» 1. El enunciador niega su espacio, su «aquí» para proyectar un «allá»: «La política, en ese sentido, es representación (dramática) de una representación (jurídica)» (Landowski, 2007[1997], p. 212). En el caso del segmento «Un minuto para votar», este despliegue del allá se pierde al aparecer estos errores de producción. No obstante, más allá del accidente de la fotografía, tenemos la disparidad del sentido producido por el encuadre que capta el espacio. La diferencia de los planos produce efectos de sentido diferentes sobre el enunciado. El plano medio establece una relación medianamente cercana con el que habla, básicamente porque se hace posible y notoria la mirada hacia la cámara; mientras que el plano conjunto no construye ninguna 1

Sobre la espacialización, la formulación de Joseph Courtés puede ubicar a nuestro lector: «[…] distinguiremos las especializaciones enunciva y enunciativa. Una cosa es articular los espacios en un relato dado, para inscribir allí los hechos y gestos de los actores del enunciado, y otra cosa la manera de presentarlos al enunciatario, de hacérselos ver desde un punto de vista determinado. […]» (1997[1991], p. 384).

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relación, lo que hace es contextualizar y ubicar a los personajes en una diégesis concreta. Al respecto, Verón plantea una perspectiva novedosa al precisar que la televisión es el medio del contacto por excelencia. Si bien con respecto al medio televisivo se pone más énfasis en la imagen, sostiene que lo esencial es el registro del contacto y la economía de la mirada. Según las normas que la televisión para el gran público ha dado en el curso de la historia, el periodista es el gerente del contacto con el telespectador, solo él puede mirarme a los ojos (Verón, 2001, pp.  18-50). En el caso concreto de nuestro análisis, la periodista del programa ha tenido la generosidad de prestarle a cada candidato, por un minuto, el monopolio de la mirada, permitiendo que cada uno mire a la audiencia haciéndonos soñar que están en el Congreso. El candidato está puesto allí para mirarnos y decirnos lo que va a hacer. A diferencia del régimen periodístico, este segmento parece hallarse más en el campo de la propaganda en donde la mirada está en el contexto de una diégesis ficcional difusa. Es ficción, pero realidad a la vez; en ambos casos, ficción/realidad representada. Cabe aquí detenernos en el caso de la candidata Rossy Guzmán quien, al emplear el plano medio, entabla contacto con la audiencia y la explota hasta el exceso. Las reflexiones de Landowski resultan pertinentes e interesantes: «[…] si las buenas maneras de la clase política son solo una máscara engañosa, entonces es preciso ser mal educado para devolver al juego político un mínimo de autenticidad» (2007[1997], p.  230). La candidata en mención es tal vez el mejor ejemplo de una búsqueda paradójica de autenticidad y sinceridad que colinda con lo grotesco. Dos elementos llaman la atención:

• La candidata muestra una truza roja para representar la firmeza de

las mujeres, estableciendo un paralelo con la figura de los hombres que llevan bien puesto los pantalones; entonces, las mujeres deben llevar bien puesto la prenda íntima mostrada.

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• La candidata manipula un títere y lo hace hablar, simulando con su

voz que el títere menciona el nombre de la candidata y el número que el elector debe marcar. Dicho títere representa a Pinocho2.

Intenta no solo diferenciarse de la clase política tradicional, sino que emplea símbolos decididamente excéntricos en la gestación del contacto con la audiencia a quien quiere convencer de convertirse en sus votantes. Tal como lo menciona Landowski, «[…] aplica su ingenio a rebajar el juego político en su conjunto, caricaturizándolo según una estética del mal gusto» (2007[1997], p. 230). A pesar de este caso, la originalidad de los candidatos al incorporar más actores en escena no solo transforma el encuadre; sino también pierde ese recurso de la mirada que solo lo mantendrán aquellos que mantienen el plano medio. El contacto se pierde, alejando a los personajes de la audiencia, lo cual trae como consecuencia el abandono de la representación de una relación y lo que tenemos es la representación de un set de televisión con un grupo de personajes cuyas acciones no comprendemos bien qué tienen que ver con la política o el futuro del país, o en el peor de los casos personajes sin acción cual foto de familia cuya representación es una mueca congelada, pero en movimiento. El resultado es la construcción de escenarios vinculados con el entretenimiento haciendo de los candidatos una suerte de bufones políticos, puestos ahí para divertir. Una suerte de perfil del bufón político se encuentra reseñada a continuación: «Bromas pesadas, vulgaridad deliberada en la expresión y en el porte, crudeza y hasta declaraciones inconvenientes (en el límite de lo permitido y a veces, más allá), ninguno de los dos reconoce la etiqueta de medio político ni las convenciones del debate público sino es para violarlas de manera calculada» (Landowski, 2007[1997], p.  229). Subyace a ello una fascinación premeditada por lo feo, lo inconveniente, lo escandaloso, todas ellas a favor 2 Resulta paradójico la utilización de la figura de Pinocho que, como bien sabemos, es la representación del niño que le creció la nariz por mentiroso.

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de construir una excentricidad que cada vez reconoce menos sus límites. Hay que considerar, en este fenómeno, las influencias propias del medio televisivo a nivel de producción. Los testimonios de dos candidatos que participaron de este segmento señalaron que la producción del programa insistía en que tenían que ser entretenidos y llamar la atención (Cassano, 2011). En todo caso, la presencia del bufón político coincide con la función social que la televisión desarrolla; esto es, un medio de comunicación de masas para el entretenimiento. Asimismo, podemos observar que el objetivo informativo se diluye hasta su desaparición.

IV. Manicomio electoral: candidatos en segregación No podemos dejar de reflexionar, desde una perspectiva sociosemiótica, los regímenes de interacción proyectados en la enunciación de «Un minuto para votar». Para ello conviene detenernos en la presentación que la periodista Rosa María Palacios hace sobre la finalidad del segmento haciendo evidente la manifestación de buenas intenciones que transcribimos a continuación: Nosotros vamos a inaugurar una sección en este programa y hemos invitado a una persona que sabe mucho de minutos y que esta hoy en día en la noticia porque ha regresado al mediodía, se trata de Johanna San Miguel, que está aquí con nosotros, vamos a conversar con ella en un instante pero primero contarles de que se trata esto. Como ustedes saben hay trece listas parlamentarias presentando 130 candidatos a nivel nacional, eso es 1690 candidatos. También tenemos elecciones al Parlamento Andino, vamos a elegir cinco representantes pero cada agrupación política puede presentar quince candidatos, lo que suma 195 más. En total, 1885 personas postulando a un cargo, además por supuesto de los once candidatos presidenciales. Todos ellos llenan las calles con sus paneles, con su propaganda. Unos lo pueden hacer y otros no tienen ni siquiera el dinero suficiente para hacerlo. Pero todos quieren salir en televisión y es físicamente imposible hacerlo.

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Así que en este programa nos vamos a concentrar en entrevistar a un grupo de candidatos designados por sus partidos en un minuto, no los puedo entrevistar a todos, entrevistamos a muchos todas las noches pero esta vez les vamos a dar un minuto a cada uno y como estábamos buscando un nombre divertido para este segmento le hemos puesto «Un minuto para votar». Y por eso Johanna San Miguel está con nosotros pues es la reina de «Un minuto para ganar». Yo no les garantizo a estos señores que ganen, pero por lo menos que los escuchen. Adelante con el segmento (Prensa Libre, 2011, 14 de marzo).

Cabe aclarar lo que la periodista denomina incorrectamente como «entrevista». Los segmentos presentados dentro de «Un minuto para votar» no son entrevistas (tal vez hubiese sido bueno que lo fueran), sino que se asemejan a los formatos de publicidad electoral y muy próximos a la trillada franja electoral. A partir de esta presentación, podemos postular que la periodista Rosa María Palacios constituye el «Nosotros de referencia», representando un perfil de normalidad característico a lo que Landowski denominó como el «Sr. Todo el Mundo»3. La periodista presenta características de seriedad y mesura, asumiendo un discurso por momentos sumamente racional para justificar la generosidad con la que 3 «Espécimen humano que a veces se puede observar in vivo […], o simple tipo ideal si no encuentra localmente un cuerpo en que encarnarse, […] es un individuo que se caracteriza esencialmente por su sentido de adecuación: sabe ofrecer a cada instante las marcas de una perfecta adhesión a las normas de su grupo de pertenencia. Mejor aún, manifiesta tal soltura que uno se podría preguntar si en lugar de plegarse a los usos, no es él más bien el que, en realidad, los inventa y el que marca la tónica, proporcionando con sus comportamientos, con sus “buenas maneras” en el discurso y en los modales, la ilustración en carne y hueso de “lo mejor” que son capaces de producir los ideales, o al menos los estándares éticos y estéticos del grupo de referencia. Sin embargo, su capacidad de hacer exactamente, y mejor que nadie, lo que hay que hacer en cada circunstancia en su propio ambiente, no tiene propiamente por resultado colocarlo por encima de las gentes de su mundo. Lo que lo hace sobresalir no responde al orden de la singularidad y de la excepción individual, muy por el contrario, con el valor superlativamente ejemplar de su normalidad» (Landowski, 2007[1997], pp. 53-54).

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plantea el segmento: ella es la «Sra. Todo el Mundo» en la medida que generosamente ofrece el espacio que todo el mundo quiere. Señala que algunos candidatos no cuentan con recursos para la publicidad electoral y ella les da el espacio para sustituir esa carencia. En esta construcción, está implícita una imagen del «Otro» carente de recursos y de espacio en la televisión. La interacción entre la «Sra. Todo el Mundo» y los candidatos que participan del segmento es planteado por este «Nosotros de referencia» como un régimen de asimilación4; esto es, les concedo el espacio anhelado bajo las reglas que naturalmente el programa impone y que, como precisamos líneas anteriores, se centran en los siguientes puntos:

• • • •

Solo un minuto. Solo una cámara fija. Solo un tipo escenográfico. Sin musicalización de ningún tipo.

Asimilar estas reglas permitirá acceder y, en cierta medida, ser como nuestra «Sra. Todo el Mundo». Bajo este régimen, el segmento aparece como una oportunidad tanto para los candidatos para presentarse en televisión como para la audiencia para escuchar propuestas políticas que por la falta de recursos no logran suficiente exposición. Oportunidad que supondría un beneficio para la democracia en la medida que ofrece equidad en la competencia electoral, tema muy discutido en el ámbito académico 4

«El grupo dominante, como buen asimilador, no rechaza a nadie; se siente, por el contrario generoso, acogedor, abierto al exterior. Pero al mismo tiempo, cualquier diferencia de comportamiento algo marcado, por el cual el extranjero traiciona su origen, constituye para él una extravagancia carente de sentido. En actitud opuesta al antropólogo, cuyo comportamiento parte del postulado de que las conductas de los grupos humanos […] tienen un sentido, es decir, obedecen a una lógica, el Sr. Todo el Mundo, por su parte, da por sentada la irracionalidad (sino la perversidad intrínseca) de aquellos que piensan y actúan en función de visiones del mundo diferentes a la suya» (Landowski, 2007[1997], p. 20).

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político. No obstante, se asume al «Otro» (candidato carente) como un snob5 que debe y quiere adaptarse a las normas del régimen asimilador. Los dichos populares suelen guardar verdades que sorprenden. Uno de ellos dice: «Hecha la ley, hecha la trampa». Y, en cierta medida, los candidatos, sobre la base de las reglas establecidas por el canal, superaron estas limitaciones proponiendo modos diferentes de emitir sus enunciados. Hemos precisado anteriormente cómo los candidatos aparecen bajo la presencia de lo excéntrico u original. Este perfil es lo que en el modelo elaborado por Landowski se entiende por un «Oso», en la medida que decidieron por su cuenta y riesgo innovar la publicidad electoral (bailar, presentarse con la familia, escenificar situaciones, mostrar objetos de los más grotescos hasta disímiles, etc.). Estas innovaciones generan, como consecuencia del segmento, que estos candidatos sean categorizados como parte de una parodia electoral que, desde el nombre, cualquier persona o cosa que se presentara en dicho segmento dejaría de ser serio políticamente hablando. Esta construcción de lo excéntrico/original reconfigura casi de forma natural la interacción que inicialmente se planteó como un régimen de asimilación a uno de segregación. El segmento se convierte, así, en un espacio de locos (osos) y extravagantes que desean postular a un cargo público. Recordemos que en el régimen de segregación6 se ubica al «Otro» 5 A partir de un análisis de la mundanidad, se define al snob como sigue: «[…] ve en la silueta del gentleman (o del que para el hace sus veces) un modelo que imitar, y solo aspira a unirse a la “élite” que a sus ojos él encarna, aunque los esfuerzos que hace para conseguirlo son demasiado evidentes para no traicionar su verdadera pertenencia, la cual remite a otra parte […]» (Landowski, 2007[1997], pp. 54-55). 6 «Esta posición se puede definir como situándose a medio camino entre las fórmulas del tipo conjunción-asimilación, consideradas en este caso como inaplicables o inapropiadas (porque el Otro es considerado ahora como decididamente demasiado diferente para que su integración propiamente dicha al grupo sea siquiera imaginable) y las del tipo disyunción-exclusión, vistas igualmente, aunque por otras razones, como inaceptables (por tentadoras que pudieran parecer en algunos aspectos)» (Landowski, 2007[1997], p. 31).

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en un espacio concreto, cual manicomio, porque resulta insoportablemente diferente, tan diferente que no merece ser entrevistado cara a cara por nuestra periodista. ¿Cómo una periodista de la trayectoria de Rosa María Palacios dialogaría con esta gama de locos? La razón ella la expresa: es físicamente imposible dado el poco tiempo que hay en televisión. Pero hay algo que no debemos perder de vista: en este manicomio de candidatos electorales reside una necesidad que justifica su presencia en la televisión y por la cual, en la clausura del segmento, nuestra «Sra. Todo el Mundo» los trata con amable indulgencia: estos candidatos divierten. Tanto es así que editaron un vídeo en donde se exponen todas las limitaciones que mostraron nuestros candidatos para producir el segmento y suponemos que eso hizo reír a la audiencia. No se les elimina o censura de las pantallas dadas todas las limitaciones para el manejo como imagen televisiva, porque en el fondo se les necesita como una válvula de escape catártico y de entretenimiento a toda tensión propia de una competencia electoral, porque finalmente en las elecciones nos jugamos el futuro de nuestra nación. Frente a este fenómeno de excéntricos/originales en la política, hay una mirada reprobatoria por la banalización de lo político y por el ridículo que hacen; pero también hay una mirada complaciente, compasiva y benevolente sobre estos inexpertos candidatos que aseguran cierta cuota de entretenimiento y goce en la pantalla. Hay crítica, pero también hay fruición. Hay reprobación, pero también hay complicidad. La presentación del segmento que transcribimos líneas previas ya anuncia elementos que van en la línea de ese divertimento: el nombre del segmento, la invitación de una conductora de concursos y la risa cómplice de ambas mujeres al señalar que «no puedo asegurar que ganen, pero sí que los escuchen» (Prensa Libre, 2011). Extendiendo los límites de nuestro discurso, un régimen final de interacción emerge el día de la votación: la exclusión. Este régimen aparece bajo la lógica de que el «Otro» es insoportable y por tanto solo queda su desaparición. El voto ciudadano elimina a estos candidatos de la agenda política y, aunque dicen que nadie muere en política, sería interesante 293

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investigar cuántos de estos candidatos siguen en actividad. Ante una democracia sin partidos en donde las agrupaciones políticas funcionan como vientres de alquiler durante la campaña electoral, es altamente probable que estos candidatos continúen sus vidas como ciudadanos honestos y que la campaña electoral de 2011 solo haya sido una aventura política. Habíamos argumentado que la necesidad motivaba en cierta medida el régimen de segregación acabada la campaña electoral; ya no tiene sentido la existencia de estos candidatos, solo tuvieron tribuna en la medida en que era necesario divertir durante las elecciones. No podemos afirmar que este segmento sea la causa del fracaso electoral de muchos de los candidatos. Sin embargo, creemos que contribuye a su exclusión de la competencia política. Nos preguntamos: ¿este segmento fue una ventaja o sentencia de muerte para estos candidatos? Ahora bien, no perdamos de vista que en estas interacciones dichos candidatos excéntricos se construyen bajo el perfil del «Oso»7, según el modelo que guía nuestras reflexiones. Este «Otro», fabricado con este segmento, cubre la paradoja de querer ser parte de la política, alejándose de ella porque se afirma que no son como los políticos tradicionales. Esta constante y antigua negación de la política dada en el contexto de la crisis de los partidos tradicionales ha convertido a la política en una empresa sujeta a las leyes del mercado. Porque, en cierta medida, en la configuración de los segmentos reside una racionalidad en torno a la cual hay que llamar la atención, como si se tratara de una estrategia de publicidad negativa: hazte feo y te recordarán.

7

El perfil del «Oso» es definido como sigue: «Ese solitario —ese loco o genio— al que nadie más que él mismo puede indicar el camino que debe seguir, y al que, una vez en marcha, nadie desviará de su propia trayectoria, pase lo que pase, a riesgo de abandonar poco a poco la mayor parte de los lazos que lo unen a su esfera de pertenencia» (Landowski, 2007[1997], p. 55).

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Conclusiones Nos planteamos como hipótesis de trabajo que el manejo inadecuado del lenguaje de los medios de comunicación conlleva una distorsión en el objetivo de ofrecer apertura y oportunidades a los actores políticos en desventaja. Nuestras reflexiones nos conducen a la conclusión de que el emprobrecimiento y mal manejo del lenguaje audiovisual para la televisión intensifica la desventaja del actor político. Nuestros hallazgos sugieren que el manejo intuitivo de un guión o texto para la televisión, en la esfera de la propaganda política, promueve el énfasis en lo disfórico dejando la sustentación del contenido político propositivo. En segundo lugar, observamos las consecuencias de poner en escena un cuerpo no entrenado para modalizar la palabra, deviniendo en la configuración de un cuerpo excéntrico. En tercer lugar, el manejo inadecuado del lenguaje de la imagen televisiva, objeto soporte del medio, conduce a la construcción del bufón político con el solo objetivo de entretener, diluyendo el carácter informativo. Finalmente, encontramos el tránsito de un régimen de admisión original (oportunidad para el actor político) hacia un régimen de segregación (exposición para no votar por ellos). Este conjunto de hallazgos constituyen premisas para sostener que, la oportunidad para los candidatos con poco acceso a la televisión, no solo debe extenderse al tiempo de exposición en el medio. Se hace necesario proveer de recursos semióticos, en especial de los recursos del lenguaje televisivo. Esta recomendación es aplicable no solo a segmentos como los que acabamos de analizar, sino también extensible a la franja electoral. La equidad supone la construcción de un régimen de admisión8 en donde coexisten las diferencias y una variedad de alternativas en lo 8

«[…] la admisión, por su lado, en cuanto forma general, participará de la no disjunción, y solo podrá ser viable como régimen de relaciones intersubjetivas entre individuos o entre comunidades sobre la base de la reminiscencia contraria: la de haber estado disjuntos. […] lo que abordamos ahora puede conducir, sino al mejor de los mundos, al menos a cierta forma de coexistencia pacífica en la medida en que, favoreciendo en principio

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político que asegure cierto balance en el poder. Durante muchos años, la crítica estuvo centrada en el monopolio de los medios de comunicación que les daban más preferencias a unos competidores por otros. Si bien estamos de acuerdo que ello era y es parte del problema, debemos y ha sido una de las motivaciones de este ensayo señalar que, así como hay el riesgo de un monopolio del espacio, también lo hay del lenguaje. De nada sirve ofrecer espacio en la televisión si no se ofrecen los recursos que permitan un uso eficiente del lenguaje audiovisual. Porque, si se trata de dar oportunidades para todos o para una mayoría, esas no dejan de ser oportunidades para significar, para dar sentido. Sin los recursos en el manejo del lenguaje, ninguna oportunidad se construye en este plano. Y curiosamente son aquellos que cuentan con recursos los que pueden contratar esa asesoría profesional en el manejo del lenguaje en los diversos medios y son, por último, los que han hecho de las campañas electorales un negocio muy lucrativo. Si de buena fe se quiere ofrecer una oportunidad a candidatos con pocos recursos para sus campañas y fortalecer la equidad en la competencia electoral, los recursos semióticos son parte de esa oportunidad que les permita competir en igualdad de condiciones. Los recursos semióticos vinculados a la producción del lenguaje audiovisual son necesarios para cumplir con los fines que proponen segmentos de este tipo e iniciativas que estuvieran por venir. Sin control de los efectos de sentido, el segmento termina debilitando su finalidad política original y solo alimenta el espectáculo y el descrédito de la clase política.

al acercamiento entre identidades distintas, es decir, orientándose globalmente hacia un movimiento centrípeto, contiene también el principio contrario: el de una resistencia a los efectos últimos de ese movimiento, al adelgazamiento de las diferencias y a la reducción de lo múltiple y de lo diverso a lo uno y a lo uniforme» (Landowski, 2007[1997], p. 36).

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