El pensamiento ecológico contemporáneo: la ciencia de los ecosistemas

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BONFIGLIOLI, C. P. El pensamiento ecológico contemporáneo: la ciencia de los ecosistemas. Página 1 de 22

El pensamiento ecológico contemporáneo: la ciencia de los ecosistemas*

Cristina Pontes Bonfiglioli

Los valores éticos comúnmente reconocidos como fundadores del pensamiento ecológico contemporáneo pueden ser localizados en un gran número de obras demarcadoras del comienzo de la preocupación con la manutención de las condiciones biológicas, físicas y químicas del ambiente natural. Muchos de esos valores fueron expresados y defendidos, por ejemplo, por pensadores que remontan al Transcendentalismo norteamericano, que así como el Romanticismo alemán, proclama la unidad de la Naturaleza y la importancia del Hombre como parte de ella. Sin embargo, cuando comparado al movimiento europeo semejante, el papel del Transcendentalismo norteamericano parece haber sido mayor para el desarrollo de lo que conocemos hoy como movimiento ambientalista y que, en las décadas de 50 y 60, surge como movimiento político contra-cultural. Tales características intrínsecas al ambientalismo parecen deberse, especialmente, a la importancia de dos escritos de Henry David Thoreau (1817-1862): Walden (1854) y Desobediencia civil (1859). En dichas obras, al mismo tiempo en que defiende la vida simple en contacto con la Naturaleza, Thoreau protesta contra temas espinosos para su época, como la esclavitud y la guerra mejicana. Para Thoreau, existe una valoración positivada en la Naturaleza, entendida como el ambiente natural, o la vida en el campo, el contacto con lo rudo y simple del paisaje natural, en contraste con la vida en la ciudad, con el consumo y con el trabajo, realizados en función de intereses que no honran a la “naturaleza” humana, sino que la corrompen. Fuera de eso, existe en el Transcendentalismo norteamericano, la reivindicación del derecho a la existencia de todas las cosas naturales – desde insectos y aves hasta montañas, piedras y paisajes: “En la historia de cada individuo, y también de la raza hay un período en el que los cazadores son considerados los hombres por excelencia, como los llamaban os algonquinos. No podemos dejar de *

Traducción del original portugués (Brasil) por Omar Ardans. Citaciones, en traducción libre de la autora, del inglés para el portugués constantes en el texto original, fueron cotejadas, para ofrecer la traducción al español, con la versión original inglesa (inseridas por la propia autora en notas de pié de página).  Doctora en Ciencias de la Comunicación por la Escola de Comunicações e Artes de la Universidade de São Paulo, Maestría en Enseñanza de Ciencias por la Faculdade de Educação de la Universidade de São Paulo y Bachiller en Ciencias biológicas por la Universidade Estadual Paulista (Campus de Rio Claro). Investigadora del Laboratorio de Psicología Socioambiental e Intervención (LAPSI-USP) y del Grupo de Estudios “Política Ambiental, ética y psicología” del Instituto de Estudios Avanzados (IEA- USP). Desarrolla parte de sus estudios de post-doctorado en el Núcleo de Estudos Filosóficos da Comunicação (FiloCom) de la Escola de Comunicações e Artes de la Universidade de São Paulo.

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sentir pena del muchacho que nunca disparó un revolver; él no se convirtió en más humano, al paso que su educación fue tristemente descuidada. He ahí mi respuesta al respecto de esos jóvenes que tenían inclinación por la caza, confiando que rápidamente habrían de superarla. Ningún ser humano, pasada la etapa de imprudencia de la infancia, irá irresponsablemente asesinar cualquier criatura que valoriza su vida por medio del mismo título de posesión que él. La liebre, en su hora extrema, llora igual que un niño pequeño. Madres: les advierto que mis simpatías ni siempre hacen las distinciones filantrópicas usuales. (Thoreau, 2001, p. 208-209, énfasis del autor)

Esa visión transcendentalista del mundo produce, todavía hoy, efectos sobre la sociedad contemporánea; varias organizaciones ambientalistas se ocupan de los derechos de los animales, de las plantas, del planeta entendido como organismo Uno, legitimando la concepción de que lo natural tiene que ser protegido de cualquier agresión proveniente del Hombre y que la valoración de los derechos civiles debe ser, entonces, extendida al ambiente natural.1 No es extraño, entonces, que, en 1864, diez años después de la publicación de Walden y dos años antes de la “invención” de la palabra ecología por Ernst Haeckel (1834-1919) haya ocurrido la publicación de la obra antológica de George Perkins Marsh (1801-1882), naturalista británico, en la cual la visión negativa de la presencia del Hombre en la Tierra/Naturaleza, sea presentada como debida del uso “inescrupuloso” de los recursos naturales. Intitulada Man and Nature, or Physycal Geography as Modified by Human Action, el libro es considerado, por muchos filósofos e historiadores de la ciencia, “un clásico, en lo que se refiere al problema de la influencia del hombre en el mundo y en la armonía que debe existir entre él y su habitat. (…) Los conceptos que deben presidir la conservación de la naturaleza en el mundo moderno, fueron todos expuestos en esa obra fundamental. (Dorst, 1973, p. 91) La obra de Marsh (1864) marca el comienzo de la preocupación con el ambiente natural, entendido como espacio a ser protegido de la amenaza de lo urbano, invirtiendo, una vez más, la relación de fuerzas entre la ciudad y el paisaje, en lo que respecta al maniqueísmo típico de los mitos arcaicos judaico-cristianos. Ahora es la ciudad que representa el lugar de la maldad, de la corrupción del alma, de lo irracional; y lo sagrado, como lugar de lo natural, está en riesgo.2 1

El pensamiento casi ‘anarquista” expresado por el ensayo “Desobediencia Civil” (1849) inspiró no solamente a Gandhi, sino a grupos ambientalistas tan diferentes como el Greenpeace, el Sea Shepard y la PETA (People for the Ethical Treatment of Animals). Ese aspecto cultural que marca la aparición del ambientalismo moderno como formación discursiva es, muchas veces, ignorado u olvidado, tanto por periodistas, cuanto por varios estudios sociológicos relacionados al movimiento. 2 En el complejo conjunto de mitologías relacionadas al proceso de neolitización y al pasaje del politeísmo al monoteísmo en el Oriente Medio, la consolidación de las ciudades aparece como principal forma de ocupación del espacio natural y de la organización social, estableciendo una manera de relación con la Naturaleza que no es más pasible de modificación. La relación Hombre-Naturaleza era experimentada y vivenciada a partir de ese espacio transformado por el Hombre – la ciudad – de donde el ambiente natural es observado y se consolida la concepción de algo que es externo al hombre, de lo cual él

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En 1908, esa versión de valores encuentra apoyo en las declaraciones del entonces Presidente Theodore Roosevelt (1858-1919), durante la Conferencia sobre la Conservación de los Recursos Naturales: Nos enriquecemos por la utilización pródiga de nuestros recursos naturales y podemos, con razón, enorgullecernos de nuestro progreso. Llegó, no obstante, el momento de que reflexionemos seriamente sobre lo que sucederá cuando nuestras florestas hayan desaparecido, cuando el carbón, el hierro y el petróleo se agoten, cuando el suelo esté más empobrecido todavía, llevado a los ríos, contaminando sus aguas, desnudando los campos y dificultando la navegación. (apud Dorst, 1973, p. 1)

Así, en 1935, cuando Arthur George Tansley (1871-1955), ecólogo de plantas inglés, introduce la palabra y el concepto de ecosistema en la presentación e su artículo The Use and Abuse of Vegetational Concepts and Terms, en la revista científica Ecology, el campo político que defendía la importancia de la conservación o protección del ambiente natural ya estaba sedimentado. La combinación entre el sesgo político y el científico de la formación discursiva sobre medio ambiente será fundamental para la expansión del discurso ecológico como discurso político contra-cultural en la década de 60, en los Estados Unidos y para la institucionalización de la ecología como ciencia que estructurará tal discurso. La preocupación con el espacio natural pasa a organizarse, entonces, como formación discursiva de un sistema de pensamiento sobre la ciencia ecológica y sobre la necesidad de proteger recursos naturales. De un lado, la necesidad de garantizar la permanencia de un conjunto de condiciones generales físicas, químicas, biológicas, políticas, sociales y económicas necesarias a la supervivencia humana y, también de adherir a una forma de protesta generalizada contra procesos degenerativos (guerras, polución, desigualdad social y económica, sigilo de informaciones) del sistema político dominante, en el período de la Guerra Fría (1947-1991) deflagra los discursos políticos sobre la conservación del mundo depende, pero del cual no forma parte. En aquél período de la civilización, la ciudad era entendida como paraíso y protección, en tanto que la Naturaleza, fuera de los muros de las ciudades era lo inhóspito, el peligro, la prueba y lo infernal. Turner (1990, p. 30) explica:“(...) la aparición de la civilización en Oriente Medio, de la forma como Occidente después lo entendería, tiene el aspecto concomitante y altamente significativo de la superación de sentimientos más antiguos y orgánicos: la gratitud a la Naturaleza y la interdependencia vital de todas las cosas. Esos sentimientos fueron desplazados por las nociones masculinas de enfrentar la fuerza con otra fuerza y de la oposición permanente de Hombre y Naturaleza. La vieja concepción de una tierra-madre y fecunda fue transformada en la simbología de una lucha vencida, con el falo metálico del arado introduciendo su semilla grávida en el sutilmente resistente útero/suelo. Las ciudades verticales y estériles, reluciendo en el paisaje, esculpían leones y bueyes para vigilar sus portones contra todos los peligros exteriores. De la forma que emergió en esa región, la civilización conscientemente crió muros que la separaban de las armonías orgánicas y se definió en términos de oposiciones. Como dice Joseph Campbell (1970), este punto de vista ‘se diferencia de la visión arcaica más antigua por colocar todos los pares de opuestos – macho y hembra, vida y muerte, verdad y mentira, bien y mal – como si fueran expresiones absolutas en sí mismas y no meros aspectos de la entidad más amplia de la vida’. Mumfold (1963) llama a esa mitología de la revolución neolítica de ‘mitología del poder’ y dice que sus culturas tenían ‘personalidades envueltas en armaduras’. Ahora bien, esas culturas ejercían poder no apenas sobre los animales salvajes que por tanto tiempo hostilizaron pastores y agricultores, sino que, empleando sus nuevos músculos, trataban de controlar toda una naturaleza que parecía resistir con sus propias fuerzas a la fuerza de la civilización.” De ahí nuestra afirmación de que esa relación polarizada, cuyo valor se da por oposición maniqueísta entre Naturaleza y Ciudad/Civilización (o Cultura) pasa a invertirse una vez más en el comienzo del siglo XIX.

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natural. De otro lado, y concomitantemente, se estructura científicamente un saber “verdadero”: la ciencia de los ecosistemas. El concepto de ecosistema recibe la influencia directa de otras dos nociones, también extremadamente importantes a la formación discursiva que engendra significaciones sobre todo lo que se refiere al cuidado con el planeta Tierra: 1) la noción de unidad de la Naturaleza tomada del holismo (noción semejante a la idea de monismo), definida por Jan Christiaan Smuts (1870-1950) en 19263 y 2) las varias nociones de sistema abordadas por Karl Ludwig von Bertalanffy (1901-1972), em 19524. Tansley presentó su nueva palabra al mundo de la siguiente manera: “Pero la concepción más fundamental es, me parece, el sistema entero (en el sentido de la física) incluyendo no apenas el organismo-complejo, sino también el total de factores físicos que forman lo que nosotros llamamos de ambiente del bioma – los factores de habitat en el sentido más amplio. Son los sistemas así formados que, desde el punto de vista del ecólogo, son las unidades básicas de la natureza en la Tierra. Estos ecosistemas, como podemos llamarlos, son de los más variados tipos y tamaños. Forman una categoría de multitudinarios sistemas físicos del universo, que varían del universo como un todo hasta el menor de los átomos.” (TANSLEY, 1935, p.299 apud GOLLEY, 1993, p. 8; énfasis de TANSLEY, 1935)5

Ecosistema, como concepto nuevo, participa, antes, de una formación discursiva dominada por la escritura científica ya establecida alrededor de las comunidades vegetales y de las investigaciones bio-geográficas, cuyos resultados fueron discutidos entre investigadores norteamericanos e ingleses durante el final del siglo XIX y principios del XX. Golley (1993) afirma que el desarrollo del concepto de ecosistema solo podía ser posible en los Estados Unidos. Para él, la historia del concepto de ecosistema es una historia americana, debido a las condiciones científicas allí existentes: (…) las condiciones para el crecimiento existieron apenas en los Estados Unidos. El factor más importante fue la Segunda Guerra Mundial, que interrumpió la investigación ecológica en todo el mundo. Después de la guerra, los Estados Unidos experimentaron un rápido desarrollo, que incluyó la actividad científica en ecología. De manera opuesta, Europa y Japón estaban preocupados con la reconstrucción, con el re-examen de los principios de gobernabilidad y con la recuperación de la normalidad de la vida. (GOLLEY, 1993, p. 2)6

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SMUTS, Jan Christiaan. Holism and Evolution. New York: Macmillan, 1926. apud GOLLEY, 1993, p. BERTALANFFY, Karl Ludwig von. Problems of Life: An Evaluation of Modern Biological and Scientific Thought. New York: Harper Torchbooks, 1952. 5 “But the more fundamental conception is, as it seems to me, the whole system (in the sense of physics), including not only the organism-complex, but also the whole of physical factors forming what we call the environment of the biome – the habitat factors in the widest sense. It is the systems so formed which, from the point of view of the ecologist, are the basic units of nature on the face of the earth. These ecosystems, as we may call them, are of the most various kinds and sizes. They form one category of the multitudinous physical systems of the universe, which range from the universe as a whole down to the atom.” 6 “(…) the conditions for growth existed only in the United States.The most important factor was the second world war, which interrupted ecological work worldwide. After the war the United States experienced a period of rapid development, which included scientific activity in ecology. In contrast, Europe and Japan were preoccupied with reconstruction, a reexamination of the principles of government, and the recovery of normal life.” 4

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El autor destaca que muchos investigadores importantes para los comienzos de la fundamentación de la Ecología como campo científico, habían muerto o abandonado sus estudios debido a la guerra. Fuera de eso, y quizá lo más relevante, era el hecho de que las investigaciones sobre ecosistemas estaban muy próximas de las teorías organicistas ecológicas, biológicas y sociales de la pre-guerra, utilizadas por los nazistas. La popularidad de los estudios ecológicos estaba, así, bastante en baja en Europa, de forma diferente a los Estados Unidos: En América el concepto de ecosistema pareció ser moderno y hasta actual. Envolvía sistemas, teoría de la información y utilizaba computadores y modelaje matemático. En resumen, era una teoría de máquina aplicada a la naturaleza. El concepto prometió un entendimiento de sistemas complejos y explícitamente prometió mostrar a los americanos que podían administrar su ambiente por una comprensión de la estructura y la función de los sistemas ecológicos y por predecir sus respuestas a perturbaciones. Además, amplió el concepto holístico para el ambiente moderno de la post-guerra. (GOLLEY, 1990, p. 2; énfasis de la autora)7

El desarrollo de la noción de ecosistema, en la post-guerra, coincide con una serie de eventos relacionados a la divulgación de la investigación ecológica en los Estados Unidos, que dará comienzo a los primordios del movimiento ambientalista. Este término incluye la noción relacional de orgânico-inorgánico, inherente a la Naturaleza, por ser, justamente, uma representación del Todo, tomado como sistema, de la misma forma en que el término fue tomado prestado de las concepciones que lo fundaran: el holismo y la teoría de sistemas. Ecosistema, como concepto, permitió el advento de un nível más complejo de la ciencia ecológica – la Teoría de los Ecosistemas. Esta sí será la “marca registrada” de ese materialismo empírico y su establecimiento como ciencia que se centra en el estudio de las transformaciones dentro de sistemas cerrados, concebidos como modelos puros e ideales del comportamiento del medio natural, en el nivel de las transformaciones microscópicas, de concentración de gradientes de los componentes orgánicos e inorgánicos, sin considerar la intromisión o las alteraciones de las actividades antrópicas. No se pensaba entonces que la actividad antrópica podría causas efectos visibles o mensurables en el ambiente natural. Los modelos eran creados a partir de lagos, lagunas, recortes de la realidad concreta, a partir de lo cual los comportamientos eran generalizados para la biocenosis. 7

“In America, however, the ecosystem concept appeared to be modern and up to date. It concerned systems, involved information theory, and used computers and modeling. In short, it was a machine theory applied to nature. The concept promised an understanding of complex systems and explicity promised to show Americans could manage their environment through an understanding of the structure and function of ecological systems and by predicting their responses to disturbance. Further, it extended the holistic concept into the modern, postwar environment.”

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De acuerdo con Golley (1993), el desarrollo y rápida aceptación de la noción de ecosistema y de la importancia de la ecología en los Estados Unidos, tuvieron una relación directa con las condiciones culturales de la post-guerra: La noción de Todo tuvo un papel llave en el desarrollo intelectual de la ecología por medio del paradigma del mono-climax y de la sucesión ecológica de Frederic Clements, el famoso ecólogo de plantas del Instituto Carnegie de Washington. El concepto de holismo tuvo importancia cultural más amplia. Postuló la existencia de una entidad compleja, mayor que los seres humanos y la sociedad humana, que era auto-organizada y auto-regulada. En cierto sentido involucró la extensión, semejante a la de Dios, o propiedades parentales, con la naturaleza. Lo más significativo fue haber dado al ciudadano, que enfrentaba complicaciones y dificultades en su vida diaria, la noción de que, en algún lugar, allá afuera, había orden final, armonía, equilibrio y un sistema racional y lógico de relaciones. Esta mezcla de ideas fue llevada adelante, después de la Segunda Guerra Mundial, por la generación que había luchado en la guerra, y dominó los inmediatos años de post-guerra. El concepto de ecosistema se adaptó a él dando una dirección a los científicos ecológicos y evitó disonancias con la cultura total. (GOLLEY, 1993, p. 3; énfasis de la autora)8

A partir de ahí, el proceso socio-histórico de transformación de sistemas de pensamiento y el desplazamaiento para una nueva interpretación de antiguas nociones (o sea, la instauración de una nueva verdad legitimada por un saber) es notorio. El surgimiento del movimiento ambientalista en los Estados Unidos tiene, así, dos elementos importantes: los valores del transcendentalismo y el concepto de ecosistema. Durante la década de 50, nociones relacionadas al funcionamiento e importância de la manutención de los ecosistemas, em los Estados Unidos, empiezan a ser divulgadas por los vehículos de información. La legitimación de este conocimiento científico como fundamento para decisiones políticas se dará por la institucionalización de los espacios discursivos que elaboran informes técnicos para el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) y organizan las Grandes Convenciones sobre Medio Ambiente. El ambientalismo, como movimiento social de contra-cultura, fue caracterizado por los valores del transcendentalismo norteamericano y tenía en el movimiento pacifista hippie su principal fuerza política. Gradualmente, el movimiento pierde ese aspecto definidor y se organiza como biopolítica, a medida que empresas privadas y gobiernos nacionales empiezan a prever o anticiparse a las demandas ambientalistas, introduciendo medidas que mitigan los 8

“The whole played a key role in the intellectual development of ecology through the monoclimax and successional paradigms of Frederic Clements, the famous plant ecologist of the Carnegie Institution of Washington. The concept of holism had wider cultural significance. It postulated the existence of a complex entity, larger than humans or human society, which was self-organized and self-regulating. In one sense, involved the extension of God-like or parental properties to nature. Most significantly, it provided the individual faced with the complications and difficulties of daily life the notion that somewhere out there, there was ultimate order, balance, equilibrium, and a rational and logical system of relations. This mixture of ideas was carried forward past the second world war period by the generation that had fought the war, and it dominated the immediate postwar years. The ecosystem concept fit into it, giving guidance to ecological scientists and avoiding dissonance with the overall culture.”

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procesos deletéreos a los sistemas naturales, reflejando la apropiación del discurso contracultural inicial por el sistema económico dominante. A la vista de un sistema capitalista que prioriza el control de plagas en el agro-negocio por el uso de substancias químicas altamente contaminantes y perjudiciales a los seres vivos9, Rachel Carson10 se manifesta. Organizado em 1962, dos años antes de la muerte de la autora, el libro Silent Spring enfoca especificamente las consecuencias desastrosas del uso descontrolado de DDT11 e de otros pesticidas organoclorados en la agricultura norteamericana y que llevó a la drástica reducción de especies animales – principalmente aves, anfibios y pequeños mamíferos. Parte del libro fue, antes, publicado como una serie de artículos en la revista The New Yorker. Trayendo innúmeras fuentes sobre las primeras “cuestiones ecológicas”, por tratarse de problemáticas en que básicamente investigadores de la ciencia ecológica empezaban a observar en los ecosistemas graves alteraciones en el “equilibrio” de los flujos de materias y energías, el libro de Carson relata, de forma bien documentada, las constaciones científicas a respetco de la real intervención negativa que el Hombre podía ejercer en el ambiente natural de forma drástica. Eso llevaba a los investigadores a creer que habría consecuencias dañinas también para la salud humana. Esa correlacion entre causaefecto, en el campo de la ciencia ecológica, llevó a otras correlaciones que extrapolan el campo de saber ecológico em lo atinente a los efectos concretos y a los de significación y sentido. Surge, así, la ecologia política, permitiendo a Golley (1993) afirmar que la ecología política propiamente dicha, tuvo inicio, exactamente, en la década de los 50: Alrededor de los años 50 los conflictos dentro de la sociedad americana empezaron a invadir las salas de investigación de los ecólogos, no importando cuan escondidos estaban en sus torres de marfil. Rachel Carson inició el movimiento ambientalista con su libro sobre los efectos de los pesticidas y a los ecólogos les fue solicitado testimoniar para ambos lados del debate que siguió. Ambientalistas se aprovecharon del concepto de ecosistema como una forma de mantener su fé en el holismo. El uso de pesticidas por los seres humanos perturbó de manera fundamental el orden natural del mundo. El asunto pasó a ser un problema moral. El ecosistema y, a veces, ‘la ecología’, estaban siendo perturbados y los hombres estaban en peligro por destruir un sistema del cual dependían.” (GOLLEY, 1993, p. 3; énfasis de la autora)12 9

El uso intensivo de agrotóxicos em la llamada “Revolución Verde”, está asociado a la estratégia y táctica de guerra del gobierno norteamericano em las guerras de Corea y de Vietnam, y tuvo el apoyo de la industria química norteamericana, que desarrolló los más diferentes tipos de substancias químicas tóxicas para uso en los combates en oriente y en la agricultura doméstica de los Estados Unidos. 10 Carson, Rachel. (1962). Primavera silenciosa. São Paulo: Melhoramentos, 1969. 11 La década de 50 (en el siglo XX) refleja el auge del uso de los pesticidas organoclorados. Según Acot (1990, p. 106) fue “el descubrimiento de los poderes insecticidas del DDT y de su larga descendencia de pesticidas organoclorados” que desencadenó “la irrupción en gran escala de la lucha química en ecología. Esta, a su vez, “desempeñó, en la historia del control biológico, un rol complejo, no obstante, contradictorio”, por el hecho de que proponía el combate a plagas por el uso de substancias químics que se acumulaban en los fluíos de materia y energía tanto de los ambientes agro-cultivables cuanto de los ecosistemas naturales. 12 “By the end of the 1950s, however, the conflicts within American society began to intrude upon ecological scientists, no matter how deeply they hid within their ivory towers. Rachel Carson ignited the environmental movement through her book on the effects of pesticides. Ecologists were asked to testify on both sides of the debates that followed. Environmentalists

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La industria química norteamericana, insatisfecha con las denuncias científicas que la acusaban de irresponsabilidad, persiguió Carson, buscando desacreditar sus declaraciones. Pero de la vinculación de su discurso ecológico con el discurso del derecho civil (pues sus estudios relacionaban claramente el uso de DDT con la muerte de centenas de animales que tenían derecho a la vida igual que los hombres, como ya defendía Thoreau, nace la enunciación de un derecho específico y crucial: el de la calidad del medio ambiente para garantizar la vida presente y futura. Esta idea hizo crecer la actuación de los gobiernos y de la propia industria química en relación al uso indiscriminado de pesticidas organoclorados. Contra la Revolución verde del agro-negocio, aparece la insurgencia de otra “revolución verde” liderada por ecólogos, instados a revelar el resultado de sus investigaciones sobre la degradación de ecosistemas naturales. El proceso de entrelazamiento de esas “verdades” ecológicas, la ciencia de los ecosistemas y la necesidad de protección del ambiente natural, parece darse por la “denuncia científica”: las verdades de un saber ecológico empiezan a entrar en el espacio de lo político y de lo público, con mayor intensidad, organizando una formación discursiva que integrará, más tarde, una biopolítica global: una propuesta de reglamentación para que la población humana del planeta pueda “dividir” e usufruir, igualitariamente, de los recursos naturales planetarios, garantizando, así, su salud y la salud de las generaciones futuras. En la década de 60, los efectos dañinos del uso de la energía nuclear en la Segunda Guerra Mundial empezaron a ser divulgados por la prensa, pertrechada, también por investigaciones científicas. Surge un “casamiento” entre Periodismo y Ciencia, nunca antes experimentado y que coincide, además, con la turbulencia de los movimientos sociales juveniles de la década de 60, que exigen mayor acceso público a la información de modo general e, inclusive, a los estudios sobre impactos en la naturaleza por el uso de los órganoclorados y por la acción de la energía nuclear.13 Al entrar en la década de 70, la palabra ecología se vuelve corriente para el gran público; es el período que marca el comienzo de la divulgación de accidentes (llamados seized upon the ecosystem concept as a way to maintain their faith in holism. The use of pesticides by humans disturbed in a fundamental way the natural order of the world. The issue was a moral one. The ecosystem, and sometimes, ‘the ecology’ were being disturbed, and humans were in danger of destroying the system upon which they lived.” 13 En las décadas de 60 y 70 surgen Sierra Club, WWF y Greenpeace, algunas de las principales organizaciones ambientalistas de la contemporaneidad. Greenpeace, especialmente, tiene, desde su origen, la marca de las protestas de la contra-cultura de los años 60 y la clara adhesión al transcendentalismo de Thoreau, al defender abiertamente la desobediencia civil en sus acciones. Por otra parte, en este caso es curioso notar como la contra-cultura de los años 60 se opone al consumo, al sedentarismo y a los valores de la clase media dominante, pero percibiendo y utilizando los vehículos de información para hacerse oir.

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“ecológicos), difundidos por los grandes medios. El impacto visual e informativo de los accidentes de Three Miles Island14, Exxon Valdez15, Bhopal16 y Chernobyl17 transformaron radicalmente la visión que se tenia del progreso, del desarrollo tecnológico y del potencial de felicidad, igualdad y fraternidad derivados de ellos. Es en ese período que el quehacer periodístico ofrece otra significación a la noción de ecosistema y confunde el logocentrismo que debería tener por base: John Algeo (1988)18 describe numerosas palabras con sufijo “eco-” corrientes en la literatura y el discurso norteamericanos. Estas palabras incluyen ecotage, ecofix, ecopornography, ecodisaster, ecodefense, ecofact, ecomenu, econote y así por delante. El uso casi siempre implca en alguna conexión con el ambiente natural. Así, ecodisaster significaría um evento serio en el cual um desastre ocurriría en el ambiente natural. La utilización del prefijo “eco-” como referencia al ambiente natural proviene de um equívoco: el uso del vocábulo ecologia como sinônimo de ambiente natural por los medios norteamericanos, a comienzos de los años 60. Aparentemente se trata de que, por ser menor, la palabra ecology cabría mejor que la palabra environment en el ancho de la columna de los diarios. Los diarios impresos, principalmente, fueron impermeables a los repetidos intentos de los ecólogos para corregir ese uso equivocado. Este significado está, ahora, fijado en la lengua. (GOLLEY, 1993, p. 221; itálicos del autor)19

La nueva causa se organiza como discurso político que es pronunciado y reproducido por los vehículos de información. La relación de dependência que el Hombre tiene com la naturaleza empieza a ser significada como uma relación de causa-efecto que puede tener resultados globales debido al papel democratizande de la divulgación de discursos atrubuido a los medios. 14

A las cuatro de la mañana del 28 de marzo de 1979, um reactor de la termoeléctrica nuclear ee Three Miles Island, próxima a Harrisburg, Pennsylvania, repentinamente se recalentó, liberando gases radioactivos. Durante una semana tensa, científicos se movilizaron para prevenir la pesadilla de un colapso del reactor, el gobierno se apresuró a calmar a la población y centenas de residentes se refugiaron en abrigos de emergencia. Fallas de equipamientos, errores humanos y falta de suerte habrían conspirado para crear el peor accidente nuclear de la historia de los Estados Unidos. Disponible en: http://www.pbs.org/wgbh/amex/three/ Acceso en: 04 Dic. 2005. 15 El 24 de marzo de 1989, en seguida de la medianoche, el petrolero Exxon Valdez se desvio de la ruta em Prince William Sound (PWS), Alaska, para evitar icebergs y quedó encallado en Bligh Reef, provocando el derramamiento de 37.000 toneladas de oleo bruto en Alaska North Slope (ANS). Esa cantidad era aproximadamente 20% de las 180.000 toneladas de oleo que el navío transportaba, cuando encalló en el arrecife. Disponíble en:http://www.valdezscience.com Acceso em: 04 Dic. 2005. 16 En la madrugada del 3 de diciembre de 1984, 27 toneladas de metilisocianato, cianuro de hidrógeno, mono-metil-amina y outros gases letales, se filtraron de la fábrica de productos pesticidas organoclorados de la Union Carbide Corporation, em Bhopal, Índia. Ocho mil personas murieron en la primera semana siguiente al accidente. Cien mil habitantes del área afectada poseen lesiones permanentes. Hasta 2003, más de ocho mil personas habian muerto em consecuencia de los efectos de la contaminación. Disponible en: http://www.bhopal.net/ Acesso en: 04 Dic. 2005. 17 El 26 de abril de 1986, a la hora 1:23:44, el reactor 4 de la Usina Nuclear de Chernobyl explotó, durante un test de las turbinas. La realización del test dependía del desligamiento de los sistemas de seguridad de la planta, durante um teste das turbinas. pero el desligamiento de emergencia del reactor, inexplicablemente, tampoco funcionó. De esta forma, la radiación fue violentamente liberada – 100 veces más de la que resultó del lanzamiento de las bombas de hidrógeno sobre Hiroshima y Nagasaki. Disponible em: http://www.chernobyl.info/index.php Acceso en: 29 Abr.2006. 18 Algeo, John. Among the new words. American Speech. 63:345-52. 1988. apud GOLLEY, 1993, p. 221. 19 “John Algeo (1988) describes numbers of eco- words that have become current in American literature and speech. These words include ecotage, ecofix, ecopornography, ecodisaster, ecodefense, ecofact, ecomenu, econote, and so on. The usage almost implies some connection with environment. Thus, ecodisaster would mean a serious event in which a disaster occurred in the environment, causing environmental disturbance. The use of eco- for environment comes from misuse of ecology as a synonym for environment by the American media beginning in the late 1960s. Apparently, the shorter word ecology fit the column width of a printed page better than the longer word environment. Newspapers especially were impervious to repeated attempts by ecologists to correct this misusage. It is, now, fixed in the language.”

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En relación a la ecología, ésta se presentó inicialmente tanto como uma disciplina científica especializada em los estúdios de ecosistemas naturales, cuanto como um fenómeno marginal cuya sensibilidad tenia como eje la naturaleza, la defensa del medio ambiente y de las especies vivas amenazadas de extinción. Durante mucho tiempo, este fenómeno fue sentido por la clase política como regresivo, reduciéndose a un “retorno a la naturaleza” en detrimento de los problemas humanos. Por otra parte, la ecología solo dejó de ser asunto restringido a algunos pocos círculos, a partir del momento en que las agresiones al medio ambiente, como la polución atmosférica, la destrucción de las florestas, la amenaza a la capa de ozonio, los accidentes nucleares, aparecieron ante la opinión pública como importantes atentados a la supervivencia de la humanidad. En los años 80, los medios masivos de comunicación ya están sensibilizados por estos temas, contribuyeron para el aumento del público de los movimientos de la ecología política. (GUATTARI, 2000, p. 15) Siguiendo esta tendencia, surgen, a partir de la década de 70, los primeros grandes documentos y foros internacionales para la discusión de los impactos humanos em el meio ambiente: el Club de Roma, el PNUMA, la Rio 92 y las varias convenciones y tratados internacionais dedicados para cada uno de los temas ambientales – el Protocolo de Montreal, el Protocolo de Kyoto, la Convención de Londres, el Comité de Pesca dde la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentacion, la Convención sobre la Biodiversidad, la Convención de Basilea, la Convención sobre Comercio Internacional de Especies de la Fauna y de la Flora Amenazadas de Extincion – CITES, la Comisión Ballenera Internacional – CBI, el Tratado Antártico, la Convención de Estocolmo sobre Poluentes Orgánicos Persistentes (POPs) – “marcan la producción de un discurso ecológico a partir de un determinado lugar de representación política: el espacio internacional” (SILVA, 1995): La realización y la elaboración, a través de la ONU, de Conferencias y Documentos que remiten a la problemática ambiental es [sic] representativa de un proceso de formalización/institucionalización de este asunto. En este espacio político – significado inicialmente a través de un discurso de desarrollo que excluía la cuestión ecológica – un discurso de medio ambiente y desarrollo se constituye en el sentido de una universalización para los sentidos de la ecología. (…) Por medo de uma determinada “visualización” de los prejuicios ecológicos, el sentido universal trabaja entonces el tema ambiental de modo a producirle una legitimidad y una legalidad: una ética ambiental, y un derecho ambiental, son, así, simultáneamente constituidos. (SILVA, 1995, p.7-8)

Esos foros institucionalizan el discurso ecológico y lo legitiman porque llevan el tema a las instituciones sociales que, ahora, son responsables por actuar em nombre de la población – el lugar “oficial” de donde el discurso ecológico pasa a ser proferido. Todas estas características sociales, históricas, culturales y semânticas, construyen uma complejidad discursiva única, que se expresa em los productos de comunicación:

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El capitalismo post-industrial que, de mi parte, prefiero calificar como Capitalismo Mundial Integrado (CMI) tiende, cada vez más a descentralizar sus focos de poder de las estructuras de producción de bienes y de servicios para las estructuras productoras de signos, de sintaxis y de subjetividades, por intermedio, especialmente, del control que ejerce sobre los medios, la publicidad, las encuestas, etc. (GUATTARI, 1990, p. 31).

En el contexto contemporáneo, el discurso ecológico organiza el gesto de búsqueda y la biopolítica por medio de un modelo de desarrollo científico, económico, social y cultural que incluya la “realidad ambiental”, promoviendo un nuevo concepto de “calidad de vida”. El gesto de búsqueda y la biopolítica significan la posibilidad de que el sistema de producción capitalista se transforme en un modelo económicamente viable, ambientalmente correcto y socialmente

justo,

para

producir

una

relación

Hombre-Naturaleza

supuestamente

“equilibrada”: la noción de que la problemática ambiental no es puramente una cuestión de ecosistema, sino el resultado de la interacción entre éste y las actividades humanas. Mientras tanto, la Ciencia ecológica o ecosistémica indica que el grado de producción y de consumo (en términos de materia y de energía) motivado por el desarrollo de nuevas tecnologías de apropiación de los recursos naturales, contradice la realidad de los ecosistemas que no más han sido capaces de mantener su equilibrio natural. Se vuelve posible, entonces, establecer que el ambiente natural no puede ser reconocido apenas como proveedor de alimentos, aire y agua para la humanidad y hábil depurador de las toneladas de residuos extraños en el lanzados. El modo como nuestro sistema productivo se apropia de la Naturaleza podrá llevar al fracaso de la sociedad que en ella se sostiene, caso no tengamos éxito en el establecimiento de una re-estruturación amplia del modelo actual de desarrollo. Tal creencia en el poder de la Ciencia, típica de la modernidad, no consigue cumplir la promesa de “libertad de la escasez, de la necesidad y de la arbitrariedad de las calamidades naturales”. (HARVEY, 1993, p. 23) Cualquier lectura superficial de los noticieros televisivos y del periodismo impreso o virtual, muestra, claramente, el fracaso de ese emprendimiento filosófico. De inundaciones en ríos y arroyos de São Paulo, pasando por los vendavales y tifones en Santa Catarina, “lenguas negras”20 en Rio de Janeiro, hasta terremotos en Oriente Medio y tsunamis en Asia, la crencia en la omnipotencia tecno-científica no fue apenas puesta a prueba, sino evidenciada también en el campo de la ecología, como un mito más del racionalismo moderno. 20

“lenguas negras” es el nombre dado, en Rio de Janeiro, a sectores, de la arena de playas, que reciben agua y residuos lanzados en redes urbanas de alcantarillados clandestinos y también pluviales, capaces de producir diversos tipos de contaminación a bañistas y transeúntes que con ellas tomen contacto.

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El pensamiento ecológico se establece, así, por medio de la fijación de un vocablo, en todas las lenguas capaces de traducir ecology, reduciendo la complejidad inherente al discurso científico y a la escritura que lo constituye: La ecología, por ejemplo nunca es “ecología como tal”, sino qúe está siempre encadenada en una serie específica de equivalencias: puede ser conservadora (defendiendo el retorno a comunidades rurales equilibradas con estilos tradicionales de vida), estatal (solo una reglamentación estatal fuerte es capaz de salvarnos de la catástrofe inminente), socialista (la causa primordial de los problemas ecológicos reside en la exploración capitalista de los recursos naturales dirigida a la obtención de lucro), liberalcapitalista (los daños ambientales deben ser incluidos en el precio del producto, dejándose al mercado la tarea de regular el equilibrio ecológico), feminista (la explotación de la naturaleza sigue la actitud masculina de dominación), auto-gestión anarquista (la humanidad solo podrá sobrevivir si se organiza en pequeñas comunidades autónomas que vivan en equilibrio con la naturaleza) y así por delante. (ŽIŽEK, 1996, p. 17)

Es en ese sentido que Viola y Leis (1992) organizan el conjunto de sistemas discursivos discontínuos (Coutinho, 1994) como tendencias mundiales del ecologismo, asumiendo que la temática de la sostenibilidad es multi-sectorial: (…) el campo denotado por la expresión “ecologismo” es vasto y complejo, y comprende: 1) asociaciones auto-denominadas ambientalistas y el movimiento ecológico stricto sensu; 2) sectores ecológicos de la comunidad científica presentes hoy en las universidades e institutos de investigación, 3) individuos colectivos, formadores de opinión, que tienen una orientación ecologizante, partidos verdes, 5) pequeños y medios empresarios que incorporaron la dimensión ecológica en su racionalidad micro-económica, 6) grupos y redes orientados al desarrollo de potencial humano, 7) la comunidad de los técnicos de las agencias estatales dirigidas para el medio ambiente, 8) movimientos sociales que no se identifican como movimientos ecológicos, pero que tienen orientaciones valorativas y prácticas ecologizadas, 9) sectores minoritarios ecologizados de macro-estructuras: agencias estatales, corporaciones multinacionales, partidos políticos, asociaciones profesionales (sindicatos y otros), asociaciones empresariales y organizaciones religiosas, 10) campesinos cuyo modo de producción leva en consideración la dimensión ecológica, sea por una lógica histórico-tradicional, sea por un proceso de aprendizaje reciente. (VIOLA e LEIS, 1992, p. 24)

Así como Viola y Leis (1992), Castells (2002) propone una tipología de los movimientos ambientalistas, organizándola en función de sus objetivos, considerando que para cada “tipo” de actuación corresponde una “identidad”. Las “identidades” propuestas por Castells (2002) se refieren a enunciados que participan del discurso ecológico como formaciones discursivas que se complementan o que se oponen, como vectores de fuerza característicos del propio discurso que engendran.

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Tipología de los movimientos ambientalistas Tipo (ejemplo) Preservación de la naturaleza (Grupo de los Dez, EUA) Defensa del propio espacio (“no em el fondo de mi casa”)

Identidad

Desarrollo no controlado

Vida salvaje

Comunidad local

Agentes poluentes

Calidad de vida/salud

Industrialismo, El ser “verde”

feminismo)

tecnocracia y

“Ecotopia”

patriarcalismo Internacionalistas en la

Save the planet (Greenpeace)

Objetivo

Amantes de la natureza

Contra-cultura, ecología profunda (Earth first!, eco-

Adversario

lucha por la causa ecológica

Desarrollo global desenfrenado

Sostenibilidad

Ciudadanos preocupados “Política verde” (Die Grünen)

con la protección del

Establecimento político

Oposición al poder

medio ambiente

Diegues (2004), a su vez, define “escuelas” de pensamiento ecológico, derivadas de dos movimientos antagónicos, que fundan el “ambientalismo” a partir de la creación de áreas naturales protegidas en los Estados Unidos, resultado de la importación de un modelo europeo de demarcación de áreas verdes para ócio público: el conservacionismo versus el preservacionismo de los recursos naturales. La idea de estos conceptos, utilizados hasta hoy, es distinguir21 la manera como los recursos naturales son dispuestos. La creación de áreas protegidas por ley, en los Estados Unidos, tales como Yellowstone (1872), Adirondacks (1885) y Yosemite (1890) (Nash, 1989) fundamenta esa diferencia. Eses espacios naturales, destinados al uso público, fueron “conservados” de los procesos de ocupación humana destinados a la industria y al comercio. La intención era atender las demandas de ócio de la población y de conservación de fuentes de agua, marcas del sesgoo utilitarista que dominaba la noción de protección de la naturaleza y que persiste desde entonces. De manera más radical, era también sugerida la creación de espacios naturales cuya delimitación defniría áreas aisladas del acceso público, para garantizar la “preservación” (la no utilización ni siquiera como “paisaje” a ser “apreciado”) de la diversidad de especies animales y vegetales y de formaciones minerales únicas, cuyo “uso” podría determinar la desaparición de tales especificidades del ambiente natural. En esos locales, ninguna actividad de ócio es permitida, 21

Algunos especialistas, no obstante, defienden que esa distinción cayó em desuso, ya que el aislamiento idealizado de las áreas de preservación es totalmente imaginario y la fiscalización para mantenerlas aisladas comprobadamente ineficaz.

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de forma a evitar cualquier tipo de perturbación al medio natural. Esas “unidades delimitadas” son denominadas “áreas de preservación permanente”, al contrario de “áreas de conservación”, porque em éstas últimas, el uso para ócio es permitido. Esa distinción sobre las estratégias de manutención del ambiente natural y del acceso a sus recursos, nace, según Diegues (2004) de la oposición de “escuelas” así denominadas: la Ecología Profunda (Deep Ecology), la Ecología Social, el Eco-Socialismo/Marxismo y el Neo-Naturalismo NeoMarxista de Serge Moscovici22. Todas estas formaciones discursivas y las diferentes formas de traducirlas, están sintetizadas em el vocablo ecología que moviliza el discurso ecológico contemporáneo, definiendo la necesidad, para determinados sectores de la sociedad, de “esclarecer a la opinión pública” sobre los efectos dañinos del desarrollo, en cuanto, para otros, hay necesidad de “esclarecer a la opinión pública” sobre los esfuerzos de las grandes empresas y del gobierno para evitar tales efectos dañinos. Ese embate de intereses es tanto emblemático cuanto contradictorio, constituyendo la realidad discursiva en que estamos sumergidos: Así, para donde miremos, re-encontramos esa misma penetrante paradoja: de un lado, el desarrollo continuo de nuevos medios técnico-científicos potencialmente capaces de resolver las problemáticas ecológicas dominantes y determinar el re-equilibrio de las actividades socialmente útiles sobre la superficie del planeta y, de otro lado, la incapacidad de las fuerzas sociales organizadas, y de las formaciones subjetivas constituidas, de apropiarse de esos medios para hacerlos operativos. (GUATTARI, 1990, pg. 12).

Desde ese punto de vista, puede ser importante evaluar, por qué, hace cerca de 30 años, em el contexto de Brasil, que vivia el auge de la política de substitución de importaciones realizada pelo II PND (LAYRARGUES, 1998), la imagen de un árbol derribado en la floresta amazónica estaba relacionada a las ideas de desarrollo, progreso y riqueza. La misma imagen hoy es interpretada de manera completamente diferente y trae consigo una significación bastante negativa o, por lo menos, que no refleja uma interpretación unânime como la de aquella época. Com el auxilio de los médios, los distintos “tipos” de discurso sobre la sostenibilidad, son transformados em narraciones cuyo embate refleja disputas de poder por diferentes grupos de subjetividades, que promueven agenciamientos sociales y políticos buscando la manutención del sistema productivo hegemônico. Guattari (1990), cuando se refiere a las crisis contemporâneas, em las cuales incluye la problemática ambiental, afirma que las mismas resultan de um comprometimiento “de la relación de la subjetividad com su exterioridad – sea ella social, animal, vegetal, cósmica – en 22

Moscovici, Serge. Hommes domestiques et hommes sauvages. Paris: Union Générale d’Éditions, 1974.

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una espécie de movimiento general de implosión e infantilización regresiva.” El autor recuerda no apenas la existencia de un orden que organiza el nivel del lenguaje en la especie humana, sino especialmente el orden que también establece relaciones y causa efectos vivenciados social y culturalmente: Las formaciones políticas y las instancias ejecutivas parecen totalmente incapaces de aprehender esa problemática en el conjunto de sus implicaciones. A pesar de que están empezando a tomar una conciencia parcial de los peligros más evidentes que amenazan el medio ambiente natural de nuestras sociedades, ellas generalmente se satisfacen en abordar el campo de los daños industriales y, todavía así, únicamente en una perspectiva tecnocrática, en cuanto que solamente una articulación ético-política – a la que llamo ecosofía – entre los tres registros ecológicos (el del medio ambiente, el de las relaciones sociales y el de la subjetividad humana) es que podría aclarar convenientemente tales cuestiones. (GUATTARI, 1990, p. 8)

Aún así, surge uma nueva práctica social y cultural, que empieza a buscar uma alternativa al modelo económico vigente, y que está marcada por la necesidad de establecer reglas y acuerdos para la implementación de critérios y límites que re-dibujen el nuevo desequilíbrio de fuerzas representadas em la relación Hombre-Naturaleza. Esas medidas buscan permitir el desarrollo y la manutención de esa relación de “intercambio”, em el contexto sócio-económico em que es mantenida, teniendo como objetivo alcanzar calidad de vida para los que aquí están y para las generaciones futuras. Así ampliada, la noción de sostenibilidad no se organiza más apenas por la escritura científica que conceptuó los términos ecosistema o ecología, ni por la escritura del transcendentalismo norteamericano que defendió el derecho de todos los seres vivos a la vida, sino que se re-diseña como expresión de un fundamento biopolítico en moldes foucaultianos: En los mecanismos implantados por la biopolítica, se tratará sobre todo, claro, de estimativas, estadísticas, mediciones globales; (…) se trata de establecer mecanismos reguladores que, en esa población global, con su campo aleatorio, van a poder fijar un equlilibrio, mantener una media, establecer una especie de homeostasis, asegurar compensacioes; en suma, de instalar mecanismos de previdencia alrededor de ese aleatorio que es inherente a una población de seres vivos, de optimizar, si ustedes lo prefieren, un estado de vida: mecanismos, como ustedes ven, como los mecanismos disciplinarios, destinados a maximizar fuerzas y extraerlas, pero que pasan por caminos enteramente diferentes (…). Se trata de actuar de tal manera que se obtengan estados globales de equilibrio, de regularidad; en resumen, de tener en cuenta la vida, los procesos biológicos del hombre-especie y de asegurar sobre ellos no una disciplina, sisno suna reglamentación. (FOUCAULT, 2002, p. 293-294)

Así, la organización del Club de Roma (1968), de la Conferencia de las Naciones Unidos sobre Desarrollo y Medio Ambiente en Estocolmo (1972) y del Informe “Nuestro Futuro Común”/Comisión Bruntland (1987) pasan a ser entendidas como formas de disciplnar la relación Hombre/Naturaleza en el sentido de la biopolítica foucaultiana. Son procesos políticos que se imponen por la escritura, hacieno legítima la implementación y el desarrollo de interdicciones en el campo jurídico, en el campo de la actuación política y de la vida

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cotidiana contemporãnea, mas allá de agenciar discursos burocráticos alrededor de negociaciones textuales que operan lo que es política y económicamente viable, aceptable, ejecutable. En espacios considerados públicos y trans-nacionales, el discurso ecológico contemporáneo, transformado en práctica discursiva burocrática, gira alrededor de sí mismo, preso a ese nuevo tipo de escritura biopolítica. El discurso ecológico contemporáneo parece, entonces, organizarse como nueva metanarración, de tal forma que durante mucho tiempo el pensamiento ecológico fue entendido como una reorganización de los movimientos socio-políticos de izquierda23, después de la caída del muro de Berlin en 1989. Parece tener mucho más sentido ver optimismo en relación a la Ciencia, como saber-poder capaz de solucionar tecnológicamente todos los problemas de la humanidad y la creencia en la legitimación y en el potencial de acuerdo de los espacios trans-nacionales de discusión pública de las negociaciones de la “Rio-92” como substitución o metáfora de las meta-narraciones propuestas por el ideario de Hegel (1770-1831), Marx (1818-1883) y Engels (1820-1895) esbozados, en la práctica socio-política por el comunismo y el socialismo, que aceptar “el fin de la historia” propuesto por Fukuyama24. Los vehículos de informacion – por ser considerados médios a los cuales se atribuye la mision de “traducir en cambio chico”25 la complejidad de los eventos que suceden en la vida diaria, con el objetivo de promover el libre acceso a la información y a la crítica de los diversos fenómenos sociales de que se dicen testigos – operan simplificaciones de discursos científicos y políticos y acaban por inventar (la substitución de ecosistema por ecología es apenas uno de ellos), hasta forjar las más diferentes relaciones (de causa-efecto inclusive) entre formaciones discursivas relacionadas a la temática “ambiental”, pues establecen significados distintos de la manera como los conceptos científicamente construidos y políticamente comprometidos, fueron originalmente propuestos. Por ser el espacio que legitima la noticia y su valor de verdad, los médios entrelazan formaciones discursivas diversas que constituiyen el tejido social a partir del cual se puede hablar sobre la cuestión ambiental y se pueden instituir derechos y deberes en relación al ambiente natural. Los medios vehiculan una manera de pensar la Naturaleza, entendida como 23

El dibujante de historietas Laerte ilustró esa idea, de manera divertida, em el Cuaderno “Folha Ilustrada” del periódico Folha de S. Paulo en 1991, utilizando la dupla Gato & Gaga, de la serie “Piratas do Tietê”: Gato (camina agitado, lleva las manos a la cabeza): "El comunismo acabó… ¿y? ¿Adónde fue a parar la lucha contra la miseria? ¿Adonde fue a parar la lucna contra la opresión?¿La lucha por libertad? Gata (muy calma, en frente a la computadora): “Fue todo reprogramado para ‘ecología’.” 24 FUKUYAMA, Francis. O fim da história e o último homem. Rio de Janeiro: Rocco, 1992.

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ambiente natural, pero también los demás espacios “naturales” donde vive el Hombre moderno. Al legitimar la “nueva” idea de sostenibilidad, los medios hacen circular una “relectura” del fundamento ecológico de la unidad, que ahora, acopla al concepto de ecosistema, otras nociones como las de agro-ecosistemas (el ambiente”natural” dominado por el Hombre del campo) y de los ecosistemas urbanos (la ciudad). Esta “fragmentación discursiva, como indican Žižek (1996), Viola y Leis (1991), Castells (2002), Coutinho (2002) y Diegues (2004), establece nuevos “aparatos” o “sistemas” de producción de formaciones discursivas sobre el discurso ecológico “original”, reunidas, entonces, como temática de sostenibilidad. El aparato mediático interfiere en la estructuración y organización de las formaciones discursivas, en la medida en que legitima los diferentes grupos de subjetividades que las enuncian: entidades ambientalistas, sectores legislativos y jurídicos de gobierno, agencias ambientales, entidades del sector privado, científicos y tecnólogos. Esos grupos productores de subjetividades movilizan el discurso de la sostenibilidad, la nueva imagen de mundo posible, [re]organizándolo y [re]significándolo, en vista de procesos de subjetivación económicos y políticos, estableciendo oposiciones que “al contrario de un eterno debate filosófico, expresan la constitución de sistemas discursivos discontinuos y muy diferentes, bajo contextos sociales específicos”. (Coutinho, 2002) Así fragmentada en su régimen, al mismo tiempo de operador y operado, la temática de la sostenibilidad desarrolla y expresa una “gama heterogenea de estilos de vida y juegos de lenguaje”, como dice Eagleton26 (1987, apud HARVEY, 1992, p. 20) al referirse al postmodernismo. Orientada por, pero también orientando, sistemas burocráticos, científicos y políticos, la temática de la sostenibildad es mantenida por un complejo conjunto de elementos significantes que giran en la industria cultural y reafirman la metafísica de la presencia que constituye la temática. Simultaneamente, los sistemas de formaciones discursivas sobre la temática de la sustentabilidad disputan la “centralidad simbólica” del discurso ecológico, que, al contrario, del amplio movimiento cultural que lo originó, todavía no “renunció al impulso nostálgico de totalizar y legitimar a sí mismo.” (LAYRARGUES, 2000). La meta de esta sección no fue recorrer y desdoblar extensivamente estos vestígios, mucho menos emprender uma de-construcción de los textos fundantes del saber ecológico, 25

La expresión brasileña “trocar em miúdos” ou, como consta en el texto, “traducir en cambio chico” entre otros significados quiere decir cambiar un billete por monedas (cambio chico) lo que en el contexto de la frase debe ser entendido como transformar una información compleja en otras más simples, sin perder, claro, o valor. (N. de T.) 26 EAGLETON, Terry. As ilusões do pós-modernismo. Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 1998. apud HARVEY, 1992.

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sino explorar algunas de las consecuencias de esos textos en la construcción de una formación discursiva, entendiendo que la Historia de la Ciencia pocas veces es blanco de un estudio “del tipo” arqueológico o genealógico como sugiere Foucault: (...) la historia de un concepto no es, de ninguna manera, la de su refinamiento progresivo, de su racionalidad continuamente creciente, de su gradiente de abstración, sino la de sus campos de constitución y de validez, la de sus reglas sucesivas de uso, la de los médios teóricos múltiples em que fue realizada y concluída su elaboracion. (...) prescriben de esta forma, para el análisis histórico, no más la investigación de los comienzos silenciosos, no más la regresión sin fin em dirección a los primeros precursores, sino la identificación de um nuevo tipo de racionalidad y de sus múltiples efectos. (FOUCAULT, 2000, p. 4 - 5)

Al defender la idea de que, para tratar de los discursos de los hombres con cuidado de método es preciso aceptar el tratar apenas “de una población de acontecimientos dispersos”, Foucault (2005) entiende el discurso como un conjunto de enunciados que son irrupciones de acontecimientos no necesariamente semejantes o fácilmente inter-ligados. Es necesario desalojar las formas prontas e inmediatas de la continuidad, de la sucesión y de la identidad de los enunciados. El discurso tiene su unidad en el conjunto “constituido por todos los enunciados efectivos (que hayan sido hablados o escritos), en su dispersión de acontecimientos y en la distancia propia de cada uno”. (FOUCAULT, 2000, p. 29-30). Su proyecto es el de una “descripción de los acontecimientos discursivos como horizonte para la búsqueda de las unidades que ahí se forman” lo que se distingue fácilmente del análisis de la lengua. Ese proyecto entiende el análisis del campo discursivo como la comprensión del enunciado “en la estrechez y singularidad de su situación; de determinar las condiciones de su existencia, de fijar sus límites de la forma más justa, de establecer sus correlaciones con los otros enunciados a los que puede estar relacionado, de mostrar qué otras formas de enunciación excluye.” (idem, p. 31) De esta forma, Foucault destaca la importancia del enunciado como irrupción histórica, restituyendo a él su singularidad como acontecimiento y mostrando que la discontinuidad “no es solamente uno de esos grandes accidentes que producen falla em la geologia de la historia, sino ya en el simple hecho del enunciado”, pois, por más banal que sea, por menos importante que lo imaginemos en sus consecuencias, por más facilmente olvidado que pueda ser después de su aparición, por menos entendido o mal descifrado que lo supongamos, un enunciado es siempre un acontecimiento que ni lengua ni sentido pueden agotar enteramente. (FOUCAULT, 2000, p. 31)

Llamaremos de discurso ecológico al conjunto de acontecimientos que demarcan la aparición de um estatuto, o sea, que imponen una regla o un reglamento para fijar y constiye

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la idea de lo ecológico en cuanto tal. Este estatuto, el estatuto ecológico, permea todos los enunciados independientemente de su irrupción histórica. El estatuto ecológico es el reconocer en los seres vivos, y por lo tanto, en sus cuerpos, una característica común, o sea, una base química y orgánica cuya manutención está fundada en la co-dependencia y en la interacción de hecho de los ciclos de materia y energía que mantienen la vida biológica. Este reglamento remonta al pensamiento griego, pero se organiza como enunciado técnico-científico a partir del concepto de ecosistema, establecido en los comienzos del siglo 20, siglo que concebirá la compleja temática de la Sostenibilidad en su segunda mitad. En esa misma dirección, a pesar que desconfiando de la carga de sentido estructuralista puesta en la palabra, Derrida (2005, p. 229) retoma la posibilidad del acontecimiento en la historia de un concepto como “la forma exterior de una ruptura y de un re-doblamiento”. En lo que tiene que ver con el pensamiento ecológico, esa ruptura, ese redoblamiento, que por la escritura funda su premisa-llave, se dio en tres momentos de temporalidedes muy diferentes y conexiones elípticas, refiriéndose al aparecimiento del concepto de ecosistema. Es com base em este fundamento de unidad, en que unidad corresponde, al mismo tiempo, a las partes correspondientes del todo (los organismos vivos, los componentes minerales del planeta, las reacciones químicas que permiten la transferência de matéria y energia entre ambiente y seres vivos), como al conjunto resultante de la reunión de las partes (ecosistema), cuyo valor es mayor que el de las partes, permite que la palabra ecología se vuelva sinónimo de ecosistema y “emigre” para significar campos de saber tan diferentes como los que, hoy, llamamos Ecologia política, Justicia ambiental, Biología de la Conservación, Derecho ambiental, Ambientalismo27, Desarrollo sostenible. Estabelecer, pues, una historia de las ciencias que tratan de las relaciones entre seres vivos y su medio ambiente – que es como, convencionalmente, se define el “objeto” de la Ecología – implica la búsqueda por los vestigios de los saberes que se configuraron, en ese trayecto, como saberes de una Historia de los Sistemas del Pensamiento Ecológico, por medio de la escritura que legitima esos discursos. Se destaca, así, el logocentrismo característico de 27

Existe una preocupación em la producción acadêmica brasileña em precisar las significaciones para los términos “ambientalismo” y “ecologismo”. Se percibe una tendencia del uso de “ecologismo” como sinônimo de “ecologismo profundo”, que defiende la ruptura com los modos de producción y de consumo del capitalismo avanzado, considerado subversivo y radical, em oposición al uso de “ambientalismo”, referido como el discurso ecológico empresarial o gubernamental, o sea, el discurso ecológico apropiado por las instituciones del sistema económico hegemónico. Estas diferencias de significación aparecen en LAYRARGUES, 2000; VIOLA y LEIS, 1991; y LEIS, 1991.

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esos dos aspectos ontológicos del pensamiento ecológico – su competencia como Ciencia positiva y su historicismo, debido a factores sociales, económicos y culturales específicos cuya confluencia favoreció su surgimiento. Los saberes (FOUCAULT, 2000) que definem la Ecología como Ciencia (relaciones entre seres vivos y su medio ambiente) y como Política Pública (la creación de leyes, tratados y acuerdos y la reivindicación de la ratificación internacional de algunos de ellos, bajo la alegación de la necesidad de “garantizar un futuro ecológicamente saludable para las generaciones futuras”) se organizan, entonces, por la escritura y por los textos que encadenan y sostienen discursos. Al mismo tiempo en que la escritura fija acontecimientos, hechos y conceptos, los textos y discursos constituidos pueden ser analizados, de-construidos, revisitados, interpretados y re-interpretados, permitiendo que aquello que estaba fijado pueda moverse en el tiempo debido a la propia práctica discursiva y a la escritura de nuevos textos. En ese sentido, desde el pensamiento griego hasta la actualidad, hay caminos históricos, discontinuos y complejos, que tejen el trayecto de institucionalización de sistemas de pensamiento por la escritura, culminando com la acepción moderna de lo Natural entendido como sinónimo de Ecosistema, uno de los términos-llave para pensar el discurso ecológico contemporáneo y las representaciones que de él se hacen los vehículos de información. El pensamiento ecológico resulta, entonces, de um arreglo, em la Historia, de uma ciência y de um saber específicos, que fueron fundamentados como verdades. Esas verdades vuelven legítima, en la actualidad, la creación de leyes, tratados y acuerdos y la reinvindicación de la ratificación internacional de algunos de ellos, bajo la alegación de la necesidad de “garantizar un futuro ecológicamente saludable para las generaciones futuras”. La preocupación con el ambiente es entendida, así, como la necesidad de manutención de um tipo de salud – la “salud ambiental” – y de um tipo de equilíbrio, ajuste, adaptación – el “equilibrio ecológico” –, de los cuales la existência da especie humana es dependiente, a punto de justificar la implementación de interdicciones en el campo jurídico, en el campo de la actuación política y de la vida cotidiana contemporánea y, en consecuencia, su explotación textual e imagética por los vehículos de información. Protocolos, Tratados y Convenciones internacionales representan, así, la escritura de la ciência ecológica y el texto jurídico que define metas en el orden político y económico mundial, trayendo en sí el fundamento de la sostenibilidad como unidad planetaria. Esos acuerdos internacionales son regímenes disciplinarios porque legislan e imponen una visión

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planetaria como meta comunitaria, obligatoria e institucionalizada por la ONU, en la figura del PNUMA, ya que bajo la alegación de que hay riesgo de barbarie, o sea, de catástrofes ambientales capaces de desestabilizar el sistema económico y financiero hegemónico, la noción de sostenibilidad se impone como solución lógica y “obvia”. Cada uno de esos contratos socio-ambientales mundiales no son textos encerrados en sí mismos, sino algunas, entre muchas expresiones escriturales posibles, de una formación discursiva más amplia. Cada uno de ellos es un “nudo en una red” que “está preso en un sistema de remisiones a otros libros, otros textos, otras frases.” Y esto constiuye un “juego de remisiones” que “no es homólogo, según se refiera a un tratado de matemática, a un comentario de textos, a una narración histórica, a un episodio en un ciclo romanesco; en cualquier caso, la unidad del libro [de cada texto de Convención Socio-ambiental], aún entendida como haz de relaciones, no puede ser considerada como idéntica. (…) solo se construye a partir de un campo complejo de discursos. (FOUCAULT, 2005, p. 26). Es, exactamente, el fundamento de la unidad, encerrado en la significación actualizada de la palabra ecología, que justifica y condiciona las operaciones Del discurso ecológico contemporâneo, constituyéndolo como uno de los principales enunciados-acontecimientos Del siglo XX, cuyos efectos continúan a repercutir em este comienzo del siglo XXI.

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