“El nuevo libro de Samuel Silva Gotay” en El Visitante, 7 al 13 de mayo de 2006, año XXXII, núm. 19, pp. 4-6.

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Descripción

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historia EL VISITANTE • 7 al 13 de mayo de 2006

El nuevo libro de Samuel Silva Gotay Gerardo Alberto Hernández Aponte Para El Visitante …la fe y el respeto a la autoridad del autor no son criterios para aceptar sus planteamientos…1 …la historia crítica, sin coartadas… Conlleva reconocer las intenciones escondidas, las excusas y los pretextos en los relatos históricos, y también que pongamos las cartas sobre la mesa y critiquemos, desde la primera hipótesis…2 Catolicismo y Política en Puerto Rico bajo España y Estados Unidos: siglos XIX y XX,3 del conocido sociólogo protestante Samuel Silva Gotay, es el segundo volumen de un proyecto sobre historia y sociología de la religión en Puerto Rico y el Caribe. El primero se tituló: Protestantismo y política en Puerto Rico 1898-1930. Hacia una historia del protestantismo evangélico en Puerto Rico.4 El autor argumenta que la Iglesia Católica Apostólica y Romana era mal vista en Estados Unidos de América, hasta el punto de que se percibía como una amenaza a la seguridad del País. La Iglesia Católica había condenado muchos de los principios liberales y democráticos que el gobierno de Estados Unidos defendía y promovía en su sistema político-social. Pero, según Silva, a partir de 1898 la jerarquía católica estadounidense adoptó una postura distinta de la Santa Sede, trató de reconciliar los principios liberales y democráticos con el catolicismo, y con el estallido de la guerra hispanoamericana se vio precisada a apoyar a su país en el conflicto bélico. El doctor Silva Gotay afirma que previo a la invasión del 25 de julio de 1898, la Iglesia Católica de Puerto Rico estaba atravesando una profunda crisis institucional debida al Patronato Real. Alega que la Iglesia se desvinculó del pueblo por su unión al estado y su participación en el sistema esclavista, y que esta situación hizo que las personas se refugiaran en su propia religiosidad popular. Según el autor, la condena y el ataque al liberalismo y el respaldo incondicional al sistema monárquico potenció la búsqueda de nuevas espiritualidades. De esta forma, argumenta, la Iglesia enajenó a un sector de la elite del país que añoraba reformas gubernamentales, sociales, políticas y económicas acorde con la modernidad y el liberalismo. Silva Gotay expone que con la invasión y el nuevo orden colonial, para la Iglesia poder sobrevivir tuvo, entre otras cosas, que insertarse en la agenda americanizadora de Estados Unidos de América y que en esta agenda de americanización, tanto los obispos como los delegados apostólicos tenían la misión de americanizar la iglesia de Puerto Rico y probar la lealtad de los católicos estadounidenses a los gobernantes de dicha nación, como supuesta misión que emanaba de directrices de la Santa Sede. El libro ofrece un trasfondo político de la España y del Puerto Rico decimonónico que facilita la comprensión del desarrollo eclesial puertorriqueño. Cuenta, además, con una excelente bibliografía sobre masonería, liberalismo, esclavitud e Iglesia y catolicismo estadounidense. Pero para sorpresa del

lector, la obra carece de una relación de las fuentes primarias consultadas. Muchos de los postulados del Dr. Samuel Silva Gotay sobre la supuesta americanización de la Iglesia Católica en Puerto Rico habían sido ya expuestos en 1985, en dos artículos de su autoría5 y debatidos en el 2004 en mi tesis de maestría.6 Silva dice que el Papa León XIII escogió a Mons. Chapelle y a Mons. Blenk para americanizar la Iglesia de Puerto Rico; es decir, configurarla al estilo estadounidense.7 Sin embargo, los documentos que he estudiado prueban que la verdad es diametralmente opuesta a la que él explica. La evidencia documental muestra que la elección, tanto de Mons. Chapelle como de Mons. Blenk, fue una movida eclesial-diplomática de la Santa Sede orientada a salvaguardar la Iglesia Católica de Puerto Rico y su perfil hispanoamericano.8 Para reforzar su argumento de que Blenk era un agente de americanización, Silva se apoyó en un artículo del sacerdote estadounidense Roger Baudier que exponía que el Obispo Blenk americanizó la diócesis de Luisiana.9 Está claramente establecido que no fue él, sino el Arzobispo Francis Janssens el que realmente americanizó dicha diócesis.10 Las interpretaciones históricas de Baudier no son compartidas por los historiadores eclesiásticos estadounidenses.11 La prueba documental utilizada por Silva para respaldar el supuesto propósito de la Santa Sede y de la jerarquía católica de americanizar la Iglesia de Puerto Rico procede de fuentes secundarias y no incluye documentos eclesiásticos que confirmen sus aseveraciones. Si Mons. Blenk hubiera tenido la misión de americanizar, hubiera reestructurado la Iglesia Católica de Puerto Rico al estilo estadounidense. Hacia finales de 1900 surgió un movimiento dentro del clero para que Mons. Blenk convocara un sínodo que fuera cónsono con los decretos del Tercer Concilio Plenario de Baltimore,12 celebrado en los meses de noviembre y diciembre de 1884. Sus decretos eran los que regían la Iglesia Católica en Estados Unidos.13 El Obispo Blenk ni siquiera lo intentó. El doctor Silva Gotay señala que Mons. Blenk y el Delegado Apostólico Mons. Chapelle se opusieron al plan de sustituir el derecho puertorriqueño por el estadounidense por ser la base judicial para solucionar el problema de la expropiación de los edificios religiosos.14 Pero la verdad es que fue gracias al artículo VIII del Tratado de París, bajo el derecho internacional de entonces que se le reconoció a la Iglesia la posesión de los edificios.15 Hasta el momento, todo parece indicar que tanto Mons. Blenk como Mons. Chapelle respetaban y no menospreciaban la cultura e idiosincrasia puertorriqueña; y a la misma vez, recomendaban que, de forma democrática, se tomara en consideración el sentir de los puertorriqueños.16 Silva sostiene que la indiferencia del gobierno colonial ante la militancia municipal retrasó la solución de los pleitos por los edificios religiosos.17 La prueba documental demuestra que el gobierno de Estados Unidos de América hizo todo lo posible por retrasar la solución del problema de la expropiación de los edificios religiosos en Puerto Rico. De esta forma se desenfocó a la Iglesia Católica de su misión evangelizadora, se le colocó en una situación límite y el protestantismo aprovechó la coyuntura para transmitir sus valores estadounidenses y así colaborar con los objetivos económicos y estratégico-militares del nuevo imperio en el país. Por causa de la confiscación de los bienes principales, la Iglesia Católica de Puerto Rico quedó

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imposibilitada de hacer préstamos a instituciones bancarias de su época y reducida por el gobierno a un estado de mendicidad. En la práctica, por varios años se mantuvo en situación de bancarrota económica. En otras palabras, a partir de la invasión, durante los años más confusos e inciertos de la nueva conquista imperial, el gobierno estadounidense estranguló económicamente a la Iglesia Católica de Puerto Rico.18 Aún después de transcurridos diez años de la solución final de los pleitos por los edificios religiosos, la Santa Sede seguía temiendo que Estados Unidos intentara nuevamente la confiscación de las propiedades eclesiásticas.19 Según Silva Gotay, Mons William Jones fue el continuador de la política de americanización.20 Sin embargo, los documentos demuestran que aunque el Papa Pío X nombró un Obispo que simpatizaba con la americanización, le prohibió implantar una agenda hacia ese fin. A través de los decretos del Concilio Plenario de la América Latina, que tenían fuerza de ley en Puerto Rico, la Santa Sede prohibió al clero que hiciera manifestación alguna en asuntos de política y de partidos políticos. Estas instrucciones fueron reiteradas una y otra vez al Obispo Jones durante su episcopado. El Obispo se vio obligado a asumir una posición neutral en cuestiones políticas y políticopartidistas. Sólo tenía permiso para expresarse públicamente cuando los intereses católicos estuvieran en peligro por causa de actos civiles y políticos que atentaran contra los principios fundamentales de la moral cristiana o su conciencia se lo reclamara ante el surgimiento de alguna injusticia. El prelado, el clero y su grey se vieron precisados a juramentar lealtad al gobierno estadounidense en aras de sobrevivir en un orden colonial que fundamentalmente respondía a intereses militares y navales. Era claro que la punta de la bayoneta estaba dirigida a la cabeza visible de la Iglesia. Si la Iglesia colaboró en el proceso de americanización, no lo hizo como una agenda propia, sino en situaciones en que la ley obligaba a cumplir las nuevas disposiciones si no se quería quedar al margen del nuevo orden colonial. La Santa Sede fiscalizó asiduamente todos los actos de Jones a fin de evitar que americanizara la Iglesia, pues parecía temer que lo hiciera. El Obispo debía informar detalladamente cualquier decisión o cambio pastoral que pensara efectuar.21 Para reforzar su argumentación sobre los supuestos actos americanizantes de Mons. Jones, Silva Gotay expone que por esta razón dicho Obispo estableció un Colegio de Consultores decretando de forma indirecta la muerte del Cabildo Eclesiástico.22 En uno de los artículos publicados sobre el tema en 1985, ya Silva argumentaba más o menos la misma cosa. La diferencia fundamental es que en aquella ocasión mencionó que por decreto del 15 de enero de 1909, Mons. Jones eliminó el cabildo para americanizar la Iglesia.23 La documentación que he estudiado muestra otra realidad. Los miembros capitulares fueron mermando poco a poco hasta que en el año 1908 sólo quedaban cuatro miembros, todos mayores de sesenta y cinco años y uno de ellos ciego. Alrededor de ese año, Mons. Jones comenzó a intervenir en los asuntos administrativos del cabildo porque las cuentas de uno de los canónigos, el Lectoral Manuel Díaz Canejas que fungía como colector de fondos, no cuadraban en más de $8,000. Los canónigos: Manuel Díaz Canejas, Baldomero Hernández Santiago, Antonio Álvarez y Santiago Colón no estuvieron de acuerdo con la acción de Mons. Jones

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y el 15 de enero de 1909 le escribieron una instancia al Delegado Apostólico Mons. Giussepe Aversa. El 25 de junio de 1909, Mons. Aversa escribió a Mons. Jones y al Padre Manuel Díaz Canejas exponiéndoles su interés en que se arreglara el asunto amigablemente entre ambos; de no ser así tendría que recurrir a Roma. El Obispo y el Cabildo, por mediación del Delegado, finalmente llegaron a un acuerdo mutuo. La administración pasaría a manos del Cabildo, pero con la obligación de rendir cuenta anual al Obispo. Además, establecerían un proceso de transición mediante el cual el Cabildo Catedralicio se diluiría en un cuerpo de Consultores.24 Bajo las directrices del Concilio Plenario, toda diócesis que no tuviera Cabildo tenía por obligación que tener Consultores. Estos ejercían básicamente las mismas funciones que el Cabildo en términos de servir como senado del Obispo. La diferencia principal radicaba en que no se dedicaban al esplendor del culto en la catedral.25 A este fin, el 11 de octubre de 1910, Mons. Jones nombró a cinco sacerdotes Consultores. Entre ellos estaban los canónigos Baldomero Hernández Santiago y Manuel Díaz Canejas.26 Baldomero Hernández Santiago fue el último de sus miembros, hasta su muerte el 6 de mayo de 1923.27 De esta forma se redujeron los gastos, pues el cabildo absorbía mucho presupuesto. Ahora el dinero podría dedicarse a asuntos de más importancia y se contaría con más personal eclesiástico. El cabildo catedralicio siguió existiendo hasta la muerte del último de sus miembros en el año 1923. El Concilio Plenario de la América Latina establecía que aunque hubiese sólo un miembro capitular, el cabildo seguía existiendo.28 Otra de las afirmaciones del doctor Silva Gotay es que Mons. Jones organizó económicamente las parroquias al estilo estadounidense.29 La realidad es que con el Sínodo de 1917 reimplantó el organismo conocido como “Junta de Fábrica”. Esta se había suspendido el 23 de mayo de 1899, cuando el Vicario Capitular Perpiñá y Pibernat eliminó los mayordomos de fábrica30 a raíz de la crisis económica.31 La función de dicha Junta o comisión sería administrar la economía parroquial. La Junta estaría compuesta del Párroco como presidente, del mayordomo de fábrica que sería un sacerdote idóneo y de dos a cinco miembros reconocidos de la respectiva parroquia.32 A la misma vez, Silva plantea que el Sínodo de 1917 fue realizado por Mons. Jones para americanizar la Iglesia de Puerto Rico.33 Sin embargo, de la documentación que he estudiado se desprende con absoluta claridad que el patrón seguido como norma y guía en el Sínodo fue el del Concilio Plenario de la América Latina celebrado en Roma en 1899.34 El autor expone que el 20 de febrero de 1903, el Papa León XIII emitió el breve apostólico Actum Praeclare35 concediéndole la independencia eclesiástica a la Diócesis de Puerto Rico y sujetando la diócesis a la Sede Apostólica. No obstante, sin dar las referencias documentales pertinentes, Silva sostiene que este hecho se debió a que la Santa Sede no quiso subordinar la diócesis a la jerarquía estadounidense porque, según él, el Vaticano tenía una débil autoridad sobre ella.36 La evidencia documental que he examinado demuestra que la Santa Sede estudió cuidadosamente la política de los Estados Unidos de América respecto a Puerto Rico. Al percatarse de que los planes eran mantener al país como una colonia, el 20 de febrero de 1903 el Papa León XIII emitió el breve apostólico Actum Praeclare. Mediante la Constitución Actum Praeclare de 1903, el Papa León XIII instauró la independencia eclesiástica de la Diócesis de Puerto Rico, sin que la Diócesis tuviera las prerrogativas propias para ello. En otras palabras, la Diócesis de Puerto Rico fue tratada como Provincia Eclesiástica. Con este acto la Santa Sede se aseguró de que Puerto Rico conservara su identidad religiosa hispana. Sin lugar a duda estableció que ninguna autoridad diocesana de la Iglesia Católica estadounidense tendría autoridad sobre Puerto Rico, que la Iglesia Católica puertorriqueña estaría sujeta al calendario litúrgico latinoamericano y que se regiría por las disposiciones propias para Hispanoamérica promulgadas en Roma en el Concilio Plenario de la América Latina celebrado en 1899. Estableció que, salvo el Papa, nadie tendría ingerencia en los asuntos de la Diócesis. La Santa Sede reconoció que Puerto Rico compartía con América Latina una lengua, cultura y experiencia histórica común de larga duración, en razón de haber sido parte de España. Y aunque Puerto Rico tenía una situación especial por ser una colonia de Estados Unidos de América, su perfil era hispanoamericano en el sentido de que compartía con Latinoamérica un conjunto de experiencias y valores propios tales como el idioma y la cultura. De esta forma, la Santa Sede salvaguardó el perfil hispanoamericano de la Iglesia Católica puertorriqueña, que definía a la diócesis más antigua de América, fundada en 1511, la más grande del continente americano hasta 1790,

cuando su jurisdicción e influencia continental se redujo a los límites geográficos de nuestro archipiélago puertorriqueño. Así pues, quedó claramente establecido que la Iglesia Católica de Puerto Rico se dirigiría por las directrices del Concilio Plenario de la América Latina celebrado en Roma y, por consiguiente, la Iglesia Católica puertorriqueña nunca formó ni forma parte de la estadounidense.37 Silva Gotay sostiene que la Santa Sede estableció una política para americanizar la Iglesia Católica de Puerto Rico, así como al país, asemejándola a la labor de americanización del protestantismo.38 Los estudios realizados por el Dr. Arturo V. Dávila Rodríguez prueban totalmente lo contrario.39 Resulta extraño que Silva no consultara ninguna fuente escrita por Dávila para el período del catolicismo después de la invasión, a pesar de que reconoce en su texto que es un eminente historiador y conocedor de la historia eclesiástica.40 Alega haber consultado el Episcopologio de Puerto Rico VII: los obispos norteamericanos de Puerto Rico (1899-1964) de Álvaro Huerga y Floyd McCoy, obra que menciona, analiza y explora algunos de los importantes hallazgos e investigaciones de Dávila pertinentes al catolicismo después de la invasión.41 Si Silva hubiera hecho una investigación amplia en los archivos del país, habría encontrado que la Iglesia Católica logró consolidarse, reestructurarse y mantener su perfil hispanoamericano basado en el Concilio Plenario de la América Latina.42 Es evidente que si la Santa Sede hubiese querido americanizar la Iglesia Católica puertorriqueña o apoyar al gobierno estadounidense, la hubiera configurado y organizado bajo los decretos del tercer Concilio Plenario de Baltimore, decretos que regían la Iglesia Católica de ese país desde finales del siglo XIX.43 Como en el texto no existen referencias bibliográficas, ni notas al calce explicativas de un asunto tan medular como este, no me queda más que concluir que Silva no consultó los decretos de los concilios que regían a Estados Unidos y Latinoamérica respectivamente. Resulta indispensable la consulta de esos documentos para apoyar solidamente los planteamientos que hace. En uno de sus artículos anteriores el Dr. Silva Gotay sostenía que Mons. Blenk cerró el Seminario y envió a los seminaristas a estudiar a EE. UU. para americanizar a la Iglesia.44 Ahora en su nueva publicación, guarda silencio al respecto y expone el hecho verídico de que esto fue realizado debido a la crisis económica. No obstante, persiste en el argumento de que se enviaron para americanizar al clero.45 La documentación que he examinado indica que no todos los seminaristas se enviaron a EE. UU.; y que razones eclesiales–diplomáticas obligaron a diversificar las áreas adonde se enviaban a formar los futuros sacerdotes.46 Por otro lado, el autor alega que no será hasta 1914, que regrese el primer sacerdote enviado a EE. UU., y que en 1920 fue ordenado por primera vez un sacerdote puertorriqueño por un obispo estadounidense.47 La prueba documental demuestra, a todas luces, que el primer seminarista (de los que se enviaron) que regresó de Estados Unidos fue José de las Mercedes Rivera y Vélez. El 29 de diciembre de 1901 recibió el orden sacerdotal por manos de Mons. Blenk. El 6 de enero de 1903 fue ordenado Ramón Martínez y Jirau; y el 12 de julio del mismo año, Andrés Echevarría Díaz, ambos por el Obispo Blenk. El 22 de diciembre de 1907, Mons. Jones ordenó a los presbíteros: Juan Vicente Rafael Rivera Viera y Mariano Bartolomé Vasallo Juliá. El 14 de junio de 1914, el Obispo Jones ordenó a Gonzalo Antonio Noell Aguayo; y el 25 de marzo de 1919 a José Canuto Delgado Delgado. Este último, además de cursar estudios sacerdotales en los Estados Unidos, como los anteriores, realizó también cursos en la Universidad Pontificia de Burgos en España.48 Silva Gotay insiste en que, como la mayoría del clero era estadounidense, la Iglesia en Puerto Rico estuvo sujeta a un proceso de americanización.49 Sin embargo, los documentos demuestran que el clero español siguió siendo mayoría.50 Finalmente, si la Iglesia Católica hubiera querido traer órdenes religiosas con el propósito de americanizar, ¿por qué no envió más sacerdotes estadounidenses? Ante la crisis política de Filipinas, la Santa Sede se comprometió a enviar religiosos europeos y estadounidenses porque la violencia contra los españoles lo hacía necesario.51 De igual forma pudieron haber procedido en Puerto Rico, si hubieran tenido el propósito de americanizar. El libro contiene también al menos dos errores fundamentales en torno al catolicismo del siglo XIX. Afirma que la Iglesia Católica española, junto al Monarca y al Consejo de Indias, tomaba decisiones sobre la Iglesia en Puerto Rico.52 La verdad es que bajo el Sistema del Patronato Real, eran el Rey y el Consejo de Indias los que tomaban las decisiones. La Iglesia Católica española no jugó papel alguno en las decisiones.53 Silva define censos como : “…una especie de hipoteca a cambio de

servicios sacramentales a ser prestados por la Iglesia.”54 Los censos sólo eran hipotecas a favor de instituciones o corporaciones de la Iglesia. Las capellanías eran las rentas a cambio de las cuales los sacerdotes celebraban misa.55 La obra de Silva Gotay revela errores en fechas y nombres de personas. ¿Cómo es posible que el autor alegue que las monjas Carmelitas Calzadas de la Antigua Observancia llegaron de España a Puerto Rico en 1920?56 Es un hecho conocido que esta comunidad la fundó la sanjuanera, viuda, y sin hijos, Ana de Lansós y Menéndez de Valdés, en 1645. A mediados del siglo XVII, las monjas formadoras no vinieron de España, sino transitoriamente de La Española.57 Por otro lado, dice que la orden de los Capuchinos fue la primera en venir de España después de la invasión, y que también en 1915 llegaron de Pittsburg.58 La realidad es que la primera orden en llegar de la península fue la de los Agustinos.59 Los Capuchinos vinieron de Venezuela en 1904 y se establecieron en 1905 en San Juan60 y no es hasta 1930 que, por orden del Superior General en Roma, los frailes estadounidenses de Pennsylvania sustituyeron a los españoles.61 Silva expone que los padres paules llegaron de España a Puerto Rico en 1813.62 La prueba documental arroja que dicha congregación llegó al país en 1873.63 Dice que las Hermanas Misioneras Auxiliares del Sagrado Corazón (Mission Helpers of the Sacred Heart) llegaron a Puerto Rico en 1906.64 Esta comunidad llegó al archipiélago puertorriqueño en 1902.65 Menciona el hecho de que el Boletín eclesiástico de la diócesis de Puerto Rico cesó su publicación en 1899.66 La evidencia documental demuestra que fue en 1900 que finalizó.67 Otro error es llamar al primer obispo después de la invasión, Joseph Blenk,68 cuando su nombre es James Hubert Blenk.69 Así mismo llama José María Berríos70 al conocido sacerdote Pedro María Berríos.71 Llama al primer Delegado Apostólico Louis Ambrose Chapelle,72 cuando su nombre es Placide Louis Chapelle.73 Afirma que Juan Perpiñá y Pibernat, Vicario Capitular era chileno, y que abandonó Puerto Rico el 18 de octubre de 1898.74 La realidad es que Perpiñá y Pibernat era español y nunca abandonó la Isla hasta después de haber llegado el nuevo Obispo.75 Más grave aún es la conjetura que hace sobre el Padre Santiago Colón Bonfiglio, en el sentido de que era español. El autor cita un texto de una carta que dicho sacerdote escribió al Obispo William Ambrose Jones como ejemplo de la mentalidad del clero español.76 La prueba documental demuestra que Colón Bonfiglio nació en Arecibo.77 Por otro lado, al citar un texto del semanario El Ideal católico dice que fue escrito por el padre Omega.78 La realidad es que Omega era el seudónimo usado por el escritor puertorriqueño Manuel Zeno Gandía.79 Otro error que existe en el texto es la afirmación de que los Dominicos se marcharon de Puerto Rico el 16 de octubre de 1898, en un barco con el general Macías.80 Es un hecho conocido que esta orden religiosa se extinguió en el primer tercio del siglo XIX, con los procesos de exclaustración y desamortización eclesiástica.81 Silva Gotay sostiene que el 18 de octubre de 1898 se realizó la separación de la Iglesia y el Estado.82 Sin embargo la separación se efectuó de forma implícita a través del Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, y se consolidó con la ley Foraker. En otras palabras, fue un proceso jurídico paulatino.83 Alega que la primera manifestación de los predicadores laicos fue Elenita de Jesús conocida como Vuestra Madre en el este de Puerto Rico.84 Según la prueba documental analizada hasta el momento, la quebradillana Eudosia fue la primera predicadora laica e inauguró su labor el 15 de agosto de 1898. Hasta el momento, todo parece indicar que Elenita comenzó su actividad después del 8 de agosto de 1899.85 Silva Gotay afirma también que a finales de 1915 Mons. Jones comenzó la investigación en torno a los Hermanos Cheos.86 Los documentos prueban que Mons. Jones comenzó a examinar esta manifestación laica hacia finales de 1913 y principios de 1914.87 Otros problemas metodológicos que aparecen en el libro son citas textuales sin referencia exacta y notas al calce incompletas, imprecisas y equivocadas.88 Cita textualmente un fragmento de una carta de Mons. Blenk, y da como referencia el libro de Alfonso López Yustos titulado: Historia documental de la educación en Puerto Rico.89 En la referencia dada por el autor no aparece la referida cita. La cita, o fue sacada de El Ideal católico o de El Águila de Puerto Rico.90 Da una referencia sacada, según el autor, con fecha del 30 de octubre de 1930, de El Nacionalista de Puerto Rico.91 Dicho órgano no publicó ese número. El último publicado en octubre fue el del 18 de octubre de 1930, año VII, número 287 y el siguiente fue el del 1 de noviembre de 1930, año VII, número 288. Otras cuestiones del libro del doctor Silva Gotay que merecen rectificación son las menciones de las tesis de maestría de

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Jaime Partsch McMillan y Ángel Luis Ortiz como presentadas en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras,92 cuando en realidad pertenecen al Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Silva utiliza una tesis de maestría de título: El Seminario Conciliar San Ildefonso durante la primera década 1832-1841, escrita por Leatric Silva de Cibes en la Universidad de Puerto Rico en 1958.93 En el Sistema de Bibliotecas de la Universidad de Puerto Rico no existe ningún registro de dicha tesis. Por otro lado, fue en 1963 que el Recinto de Río Piedras comenzó el programa conducente a otorgar la Maestría en Artes con concentración en Historia.94 Peor aún resulta el título que usa en la nota al calce número 100 y en la bibliografía de la tesis de maestría de Luis Pío Sánchez Longo Notas

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Gervasio Luis García, Armar la historia. La tesis en la región menos transparente y otros ensayos. Río Piedras, Puerto Rico: Ediciones Huracán, Inc., 1989, pág. 69. 2 Gervasio Luis García, “Historia y hechicería” en OP. CIT. Revista del Centro de Investigaciones Históricas. Número 11, 1999, pág. 66. 3 Samuel Silva Gotay, Catolicismo y política en Puerto Rico bajo España y Estados Unidos: siglos XIX y XX. Río Piedras, P. R.: La Editorial Universidad de Puerto Rico, 2005. 4 Samuel Silva Gotay, Protestantismo y política en Puerto Rico 1898-1930. Hacia una historia del protestantismo evangélico en Puerto Rico. Río Piedras, P. R.: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1997, pág. 20. 5 Samuel Silva Gotay, “La Iglesia Católica en el proceso político de la americanización de Puerto Rico, 1898-1930 (I) en Revista de Historia. Asociación Histórica Puertorriqueña. Año I, Núm. I, enero-junio de 1985, págs. 102-120; (II), Año 1, Núm. 2, julio-diciembre, 1985, págs. 168-187. 6 Gerardo Alberto Hernández Aponte, Lucha, sobrevivencia y estabilización de la Iglesia Católica en Puerto Rico ante la invasión de los Estados Unidos de América (1898-1921). Tesis de Maestría, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, Departamento de Historia, 2004, págs. 10-11 y 135-272. 7 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 73, 218, 220-221, 224-225, 237, 239 y 341. 8 Hernández Aponte, op. cit., págs. 135-272. 9 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 341 y 360. 10 Annemarie Kasteel, “Archbishop Francis Janssens and the Americanization of the Church in Louisiana” en Glenn R. Conrad (editor general), Cross Crozier and Crucible. A Volume Celebrating the Bicentennial of a Catholic Diocese in Louisiana. Louisiana, EE. UU.: Archdiocese of New Orleans in cooperation with the center for Louisiana Studies of the University of Southwestern Louisiana, 1993, págs. 156-169. 11 Charles E. Nolan, “Louisiana Catholic Historiography (1916-1992)” en Conrad, op. cit., págs. 594-600. 12 El ideal católico, 8 de diciembre de 1900, pág. 192; 15 de diciembre de 1900, pág. 202. 13 John Tracy Ellis, The Life of James Cardinal Gibbons Archbishop of Baltimore 1834-1921. Milwaukee, EE. UU. The Bruce Publishing Company, 1952, tomo I, págs. 203-290. 14 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 248249. 15 En la Corte Suprema de Puerto Rico: la Iglesia Católica Apostólica Romana en Puerto Rico con el Pueblo de Puerto Rico pleitos nos. 1,2,3,7,9, y 10. Alegato del demandante contra las excepciones previas del demandado. Juan Hernández López, abogado de la parte demandante. San Juan, P. R.: tipografía del Boletín Mercantil, 1904, págs. 3-12; “Municipality of Ponce v. Roman Catholic Apostolic Church in Porto Rico” en United States Reports. Volumen 210, págs. 310-324. 16 Hernández Aponte, op. cit., págs. 139-149. 17 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 248. 18 Hernández Aponte, op. cit., págs. 90-96. 19 Carta del Delegado Apostólico, 1 de junio de 1918, en el Archivo Histórico Diocesano (en adelante AHD) del Archivo Histórico Arquidiocesano (en adelante AHA), Fondo: Diocesano, Sección: gobierno, Serie: correspondencia, Caja G-12, legajo 1918. 20 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 344359. 21 P. Floyd L. McCoy, Bishop William Jones, O.S.A.: His Background in the United States and Cuba (1865-1906) and His Work in Puerto Rico (1907- 1921). Tesis The Catholic University of America, 2000, págs. 158, 224, 231, 248, 273, 277-278 y 325; El ideal católico, 13 de abril de 1907, pág. 215; Actas y decretos del Concilio Plenario de la América Latina. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1999 (edición facsimilar), págs. 367-368; Borrador de una carta de Mons. Jones a alguna congregación del Vaticano, data de 1915, está incompleto y un poco ilegible en AHD del AHA, Fondo: Diocesano, Sección: gobierno, Serie: correspondencia, Caja G-11, legajo 1915. Véase el texto de este documento en el apéndice núm. XVI de Hernández Aponte, op. cit., pág. 304. 22 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 347348. 1

de León: La reconstrucción de la Iglesia durante el régimen de Mons. William Jones,95 cuando su verdadero título es La Iglesia Católica Puertorriqueña ante el nuevo marco de Iglesia/Estado y el papel de William Jones frente a dicho proceso 1898-1921. Este señalamiento preocupa, si consideramos el hecho de que Silva Gotay fue el director de dicha disertación. En la historiografía de Puerto Rico, la historia eclesiástica ha sido una de las menos estudiadas, aunque en los últimos años se han hecho reconocidos esfuerzos de investigación, entre ellos el último libro del Dr. Samuel Silva Gotay. Mediante este comentario he querido contribuir al debate de las interpretaciones conflictivas que suscita la lectura de la obra en cuestión en torno al catolicismo en Puerto Rico después de la

Silva Gotay, “La Iglesia Católica…, op. cit., II,

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invasión estadounidense de 1898, y así animar a otros a emprender nuevos estudios que ayuden a esclarecer los procesos institucionales y las prácticas religiosas y eclesiásticas que son parte de la historia puertorriqueña. (El autor es estudiante de doctorado en historia en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.) NOTA: Las notas al calce correspondientes a esta lectura puede encontrarlas en www.elvisitante.net.

Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 339-

pág. 170.

340.

Hernández Aponte, op. cit., págs. 182-183; Relatio Dioecesana Portoricensis et Visitatio S.S. Liminum MCMXIV, págs. 5-6 y 12-13, en AHD del AHA, Fondo: Diocesano, Sección: gobierno, Serie: Ad-Limina, Caja G-58, legajo 1914-1959. 25 Actas…, op. cit., págs. 151-153. 26 Boletín eclesiástico de la diócesis de Puerto Rico, 15 de octubre de 1910, pág. 223-224; Libro 1°. de Actas de la Junta de Consultores, folios 3-4 en el AHD del AHA, Fondo: Diocesano, Sección: gobierno. 27 Feliciano Barragán Landa, “El Clero de la diócesis de San Juan de Puerto Rico (1874-1924)” en Anuario de Historia de la Iglesia. Volumen 7, 1998, pág. 114; Registro del Personal eclesiástico de la diócesis de Puerto Rico. Tomo I, pág. 47 en el AHD del AHA, Fondo: Diocesano, Sección: gobierno. 28 Actas…, op. cit., págs. 136-137; De licentiis. tomo II, 2 de enero de 1897-11 de mayo de 1976, pág. 35v. en Archivo de la Cancillería de la Arquidiócesis de San Juan. 29 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 300301. 30 Estos se encargaban de administrar la economía parroquial. 31 Boletín eclesiástico de la diócesis de Puerto Rico, 31 de marzo de 1899, págs. 32-33. 32 Ibid., febrero de 1917, págs. 245 y 247; José Torres Díaz (compilador), Sínodo diocesano del obispado de Puerto Rico, celebrado en los días 9, 10, y 11 de enero del año 1917 por el Ilmo. Y Rdmo. Sr. Obispo Dr. D. Guillermo A. Jones, O.S.A. San Juan, P. R.: Tip. Cantero, Fernández & Co., 1917, págs. 81-84. 33 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 389391. 34 Torres Díaz, op. cit., págs. 12-13; Hernández Aponte, op. cit., págs. 172-173. En la páginas 323 y 343, Silva Gotay se contradice al aceptar que dichos decretos regían la Iglesia de Puerto Rico. 35 Cf. León XIII, Breve apostolicum “Actum Præclare”. Habana, Cuba: Apud Rambla & Bouza Typographos, 1903; El Ideal católico, 2 de mayo de 1903, págs. 245-248. 36 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 323324 y 343. 37 Arturo V. Dávila, “El Vaticano y la Crisis del 98” en Luis González Vales (ed.), 1898: enfoques y perspectivas. Simposio internacional de historiadores en torno al 1898 Cuba, España, Estados Unidos, Filipinas y Puerto Rico. San Juan, P. R.: Academia Puertorriqueña de la Historia, 1997, págs. 371 y 377-378; (del mismo autor), “I centenario de la Delegación Apostólica. El histórico vínculo con la Santa Sede: 1898-1999” en El visitante, 19 de junio de 1999, pág. 12; (del mismo autor), “La Santa Sede y Puerto Rico” en El visitante, 6 de octubre de 1984, pág. 8; (del mismo autor), “La Santa Sede y la identidad de los pueblos: Puerto Rico” en El visitante, 7 al 13 de diciembre de 2003, pag. 17; McCoy, op. cit, págs. 109, 123-125 y 246-247; Roberto Beascochea Lota, “Cincuentenario de la independencia eclesiástica de Puerto Rico” en El imparcial, 21 de marzo de 1953, págs. S-12 y S-15; Aníbal Colón Rosado, “Un centenario importante” en El visitante, 20 al 26 de abril de 2003, pág. 18; El ideal católico, 2 de mayo de 1903, págs. 245-248; Álvaro Huerga y Floyd McCoy, Episcopologio de Puerto Rico VII: los obispos norteamericanos de Puerto Rico (1899-1964). Ponce, P. R.: Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, 2000, págs. 24, 26-27 y 80-81. 38 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 73, 218-239 y 325-465. 39 Dávila, “El Vaticano…, op. cit., págs. 371 y 377378; (del mismo autor), “I centenario… op. cit, pág. 12; (del mismo autor), “La Santa Sede y Puerto…, op. cit., pág. 8; (del mismo autor), “La Santa Sede y la identidad … op. cit., pag. 17. 40 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 11 y 91. 41 Ibid., págs. 420 y 423. La referencia del episcopologio no aparece en la bibliografía, pero sí en dos referencias de notas al calce. 42 Hernández Aponte, op. cit., passim; Beascochea Lota, op. cit, págs. S-12 y S-15; Colón Rosado, op. cit, pág. 18; El ideal católico, 2 de mayo de 1903, págs. 245-248. 43 Ellis, op. cit., tomo I, págs. 203-290. 44 Silva Gotay, “La Iglesia Católica…, op. cit., I, pág. 116.

Hernández Aponte, op. cit., págs. 176-180. Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 339. Registro del Personal eclesiástico de la diócesis de Puerto Rico. tomo I, págs. 38, 90, 150, 218, 246, 278 y 298 en el AHD del AHA, Fondo: diocesano, Sección: gobierno. 49 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 324. 50 Barragán Landa, op. cit., pág. 121. 51 Annual Reports of the War Department for the Fiscal Year ended June 30, 1902. Report of the Secretary of War and reports of Bureau chiefs. Washington, EE. UU.: Government printing office, 1903, volumen 1, pag. 241; Garel A. Grunder y William E. Livezey, The Philippines and the United States. Oklahoma, EE. UU.: University of Oklahoma press, 1951, pág. 129; Richard L. Deats, Nationalism and Christianity in the Philippines. Dallas, EE. UU.: Southern Methodist University Press, 1967, págs. 40-47; S. E. R. Mons. Agostino Cacciavillan, “La Chiesa nelle Filippine al tempo del Concilio Plenario dell’America Latina” en Los últimos cien años de la evangelización en América Latina. Centenario del Concilio Plenario de América Latina. Simposio histórico: Ciudad del Vaticano, 21-25 de junio de 1999. Actas. Roma, Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 2000, págs. 531-548. 52 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 104. En las páginas 17-18, al tratar el tema del Patronato Real, no menciona nada de la supuesta injerencia de la Iglesia española. 53 Álvaro Huerga, La implantación de la Iglesia en el Nuevo Mundo. Ponce, P.R. : Universidad Católica de Puerto Rico, 1987, págs. 32-38; Pedro Pérez Herrero, La América colonial (1492-1763): política y sociedad. Madrid, España: Editorial Síntesis, S. A., 2002, pág. 167; Alberto de la Hera, Iglesia y corona en la América española. Madrid, España: Editorial MAPFRE, S.A., 1992, págs. 177-190; Quintín Aldea Vaquero, Tomás Marín Martínez y José Vives Gatell (directores), Diccionario de historia eclesiástica de España. Madrid, España: Instituto Enrique Flores y Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1973, tomo III, pág. 1948. 54 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 247. 55 Fernando Picó, S.J. Amargo café (los pequeños y medianos caficultores de Utuado en la segunda mitad del siglo XIX). Río Piedras, P. R.: Ediciones Huracán, Inc. 1981, pág. 70; Almudena Hernández Ruigómez, La desamortización en Puerto Rico. Madrid, España: Ediciones Cultura Hispánica, 1987, pág. 46. 56 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 308. 57 “Monasterio Carmelita de San José 350 aniversario de su fundación” en El visitante, 24 al 30 de junio de 2001, pág. S-1; Sor Blanca María Ocasio, O. Carm., «Ana de Lansós “fuerte por la conciencia de su entrega”» en El visitante, 18 al 24 de julio de 2004, págs. E-3-E-5; Cristina Campo Lacasa, Historia de la Iglesia en Puerto Rico (1511-1802). San Juan, P.R.: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1977, págs. 228-235. 58 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 308 y 311. 59 P. Paulino Sahelices González, O. S. A., Los agustinos en Puerto Rico. Cien años de historia 1896-1996. Bayamón, P. R.: Impresos Quintana, 1999, págs. 82-83 y 104. 60 M. R. P. Estanislao de Peridiello, La Misión de Venezuela, Puerto Rico y Cuba. Cuarenta años de apostolado de los padres Capuchinos de la provincia de Castilla. Caracas, Venezuela: tipografía americana, 1930, págs. 111–116. 61 P. Francisco Russo, OFM Cap, Los Frailes Capuchinos en Puerto Rico. 1905-1930-1980. [s.i.: s.n.]; 1980, pág. 5. 62 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 308. 63 Centenario de los padres Paúles en Madrid. Libro conmemorativo en que narra el crecimiento de los misioneros y de las hijas de la Caridad por ellos dirigidas. Madrid, España: Voluntad Serrano, 1928, pág. 417. 64 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 308 y 311. En la página 304 dice que llegaron en 1902 pero en vez de llamarlas “hermanas,” las llama “hermanos”. 65 La verdad, 22 de julio de 1916, pág. 475. 66 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 246. 67 Else Zayas León, “El Boletín eclesiástico en el tiempo” en Boletín Eclesiástico. Año II, número I, 2002, págs. 80-82. 68 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 73, 77,

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231, 234-235, 238 y 330. Sin embargo, en la página 237 y en las notas al calce de las págs. 342-343 lo llama James. En la página 235 lo llama de las dos formas. 69 Huerga, Episcopologio…, op. cit., págs. 59-60; Sister Miriam Therese O’Brien, “Puerto Rico’s First American Bishop” en Records of the American Catholic Historical Society of Philadelphia. Volumen 91, marzo-diciembre de 1980, págs. 4 y 32. 70 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 342. 71 Registro del Personal eclesiástico de la diócesis de Puerto Rico. tomo I, pág. 9 en el AHD del AHA, Fondo: diocesano, Sección: gobierno. 72 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 76 y 232. En las páginas 330 y 340 lo llama Luis Ambrosio Chapelle. En la página 220 Louis Chapelle. En las páginas 73 y 220 lo llama cual su nombre es. 73 Huerga, Episcopologio…, op. cit., págs. 23, 27 y 51; Dávila, “I centenario…, op. cit., pág. 12; (del mismo autor), “La provisión de la sede vacante de Puerto Rico, 1898-1899” en Cuadernos de la facultad de Humanidades. III, (1979), pág. 60. 74 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 234, 236 y 257. Hay que aclarar que en la página 234 dice que abandonó el país antes de la llegada del Obispo Blenk, sin embargo, en las páginas siguientes relata hechos de 1899, en los que aparece en la isla. 75 Libro biográfico de los sacerdotes de esta diócesis de Puerto Rico, tomo II, fol. 171, en el AHD del AHA, Fondo: diocesano, Sección: gobierno; Boletín eclesiástico de la diócesis de Puerto Rico, 31 de marzo de 1900, págs. 35-36. 76 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 349350. 77 Libro biográfico de los sacerdotes de esta diócesis de Puerto Rico, tomo II, fol. 19, en el AHD del AHA Fondo: diocesano, Sección: gobierno. 78 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 297. 79 Cesáreo Rosa Nieves, Plumas estelares en las letras de Puerto Rico. (Tomo I- siglo XIX). San Juan, P. R. : Ediciones de la Torre, Universidad de Puerto Rico, 1967, pág. 254. 80 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 240241. 81 Hernández Ruigómez, op. cit., pág. 139. 82 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 234 y 239. 83 Constantino Álvarez Arias, “Relaciones IglesiaEstado. Situación actual en Puerto Rico” en Revista de derecho puertorriqueño. Número 26, año VII, octubre–diciembre 1967, págs. 128-131. 84 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 313. 85 Rev. P. Esteban Santaella Rivera, Historia de los Hermanos Cheos: recopilación de escritos y relatos. Rincón, P. R.: MB Publishers de Puerto Rico, 2003, págs. 48-57. 86 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 322. 87 Hernández Aponte, op. cit., págs. 259-260. 88 Muestra de ello son las notas al calce de citas textuales del capítulo tres, números: 41, 43, 97, 119, 120, 121, 135, 136, 179, 181, 191, 192, 194, 221. Lo son también en el capítulo cuatro, las: 6, 7, 8, 9, 55, 95, 100, 143, 162. Véase: Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 218, 219, 243, 253, 254, 258, 274-275, 279, 281, 289, 328-329, 348, 366, 368, 383 y 388. 89 Ibid., pág. 277. 90 El Ideal católico, 10 de octubre de 1903, pág. 607; El Águila de Puerto Rico, 2 de octubre de 1903, pág. 1. 91 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., pág. 440. 92 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 242, 251 y 490. 93 Ibid., págs. 155 y 498. 94 Nélida Muñoz de Frontera, Facultad de Humanidades: 45 años de docencia (1943-1988). Río Piedras, P. R.: Oficina de Publicaciones de Humanidades del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico y la Sociedad para el Fomento de la Investigación y las Artes, 1988, pág. 262. 95 Silva Gotay, Catolicismo…, op. cit., págs. 244 y 497.

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