El macrismo y sus metáforas: \" la fiesta \" (publicado el 5/4/2016)

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Descripción

El macrismo y sus metáforas: “la fiesta” Héctor A. Palma El título de esta nota merece alguna aclaración. Dado que la metáfora es, quizá, una de las funciones superiores del lenguaje, una exquisitez (a veces, cuando son buenas), es muy extraño que se hable de las metáforas del Sr. Macri, un sujeto que, valga la metáfora, se encuentra en emergencia lingüística, dado su bagaje de escasas 200 palabras (incluidos los artículos), sus errores en la conjugación de verbos, aun en el modo indicativo y su enorme confusión expresiva al mínimo uso de frases subordinadas. Lo cierto es que las metáforas del macrismo, ni exquisitas, ni bellas ni lúcidas, están ahí. Para analizarlas tenemos que aportar una fuerte cuota de caridad interpretativa, olvidar que muchas veces estas metáforas son meros eufemismos, es decir una forma de decir algo “suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante” (Real Academia Española) y también que son parte de la política cínica, es decir la que expresa la falsedad más flagrante sin avergonzarse ni disimularlo y hasta desafiando. Hablamos todo el tiempo con metáforas, probablemente nuestro lenguaje mismo tenga origen metafórico. La literatura nos ha entregado una enorme cantidad de bellas, potentes y memorables metáforas. Es una de sus formas preferidas de decir. La política también ha generado múltiples metáforas: cabeza de Estado, contrato social, cuerpo político, partidos de izquierda, partidos de derecha, etc. Todas con una larga tradición y toneladas de escritos al respecto. Dejo de lado esas desafortunadas metáforas bélicas como llamar “bunker” a los espacios de encuentro que los partidos políticos arman el día de las elecciones con un objetivo mediático. Incluso la ciencia, aunque muchos renieguen de ello, está plagada de metáforas: el código genético, la mente es una computadora, la computadora es una mente, los agujeros negros, el mercado económico, por citar solo algunas actuales. Los gobiernos también incluyen metáforas en sus respectivos “relatos”, que no tienen nada de malo como nos quisieron hacer creer los que ahora también tienen uno. Es que este tipo de metáforas nunca son solo inocentes “formas de hablar”, meros ornamentos, sino que ellas construyen realidad. Recordemos, a modo de ejemplo, cuando en 2008 los multimedios y la oposición consiguieron que la metáfora “campo” en lugar de designar solo a los grandes productores de soja de la pampa húmeda, se incluyera a cualquiera que tuviera al menos un malvón en el balcón de su departamento. Alli se vió claramente también que las metáforas provocan, definen y organizan conductas, es decir acciones (en lenguaje técnico se llama capacidad “performativa”). Veamos las del macrismo. Dejemos de lado la metáfora que en 2010, profiriera el actual presidente: “Nos vamos a subir (al tren), aunque tengamos que tirar por la ventana a Kirchner porque no lo aguantamos más”. También dejemos grotescas y burlonas metáforas como “pobreza cero”, “aislados del mundo”, etc. Una metáfora mediática previa al gobierno actual pero que éste la ha aprovechado al máximo es la de “cepo al dólar” o “cepo cambiario”. El cepo siempre es algo negativo, carcelario, contra la libertad, aunque se trataba, en verdad, de controlar la venta de dólares a particulares para atesoramiento, muchos de ellos sin demostrada capacidad financiera, en un contexto de restricción externa. Pero como prevaleció mediáticamente la connotación negativa, el ministro Prat Gay puede anunciar como una buena noticia el “levantamiento del cepo”, en verdad anunciaba una devaluación

inédita. Correlativamente, “sinceramiento de precios” refería a una brutal inflación como resultado de la devaluación concretada. La metáfora cuasi médica de la “emergencia” en distintos sectores que le hace a uno creer que allí las cosas no solo están muy mal sino que es necesario resolverlas rápidamente. Sin embargo se hacen lentamente pero, sobre todo, sin los controles administrativos y legales habituales. Pero los funcionarios de este gobierno, herederos degradados intelectualmente de las derechas del siglo XIX que usaban hasta con cierta elegancia las metáforas organicistas (la sociedad es un organismo, el conflicto social es una enfermedad, etc.) vuelven con otras metáforas biológicas agresivas y violentas. El ministro de economía es un especialista: "No vamos a dejar la grasa militante…". Poco después “Hasta ahora estuvimos reacomodando la basura”. La grasa y la basura es lo que sobra, lo que no sirve, lo que hay que eliminar. Como quiera que sea no es raro que se ocupe de reacomodar la basura alguien que (valga la metáfora) ha sido siempre un especialista en lavado (por lo cual está siendo investigado) Quiero terminar con la gran metáfora que define al macrismo, la más agresiva, pero más sincera (aquí sí, hay sinceramiento), la que muestra con mayor crudeza el lugar que se le otorga al pueblo, a las clases populares y medias. Hace unos días el ministro Frigerio, en referencia a los ajustes de tarifas, usó la metáfora de “la fiesta”. Dijo “…Fueron muchos años de fiesta y alguien tiene que pagar esta fiesta de no reconocer la realidad”. ¿Qué tiene de malo la fiesta? Es alegría, baja el estrés y el nivel de violencia, cuando la gente se ríe vive mejor, es feliz y ve con esperanza el futuro, tiene planes. Pero la restauración conservadora no tolera esa fiesta. Ni siquiera es, en el fondo, cuestión de dinero, es una cuestión de clase que se empieza a mostrar en toda su crueldad y brutalidad: los pobres no pueden tener fiesta, no deben vivir bien. Las fiestas que llenan las revistas de actualidad y las notas de color son las de los otros, de los que pueden pagarlas, no de aquellos que según el presidente y otros funcionarios han vivido con más de lo que merecen. Aun más, siguiendo con la metáfora: no solo se les quita la fiesta, también se los castiga por haberla hecho, se los disciplina sobreactuando un ajuste que el mismo gobierno provocó como respuesta a una crisis inexistente que también el gobierno había generado. La fiesta debe ser de los que las pueden pagar, y para ello el gobierno de Macri ha transferido (y lo sigue haciendo) enormes porciones de la renta nacional a los sectores concentrados y las corporaciones. Ahora hay fiesta, pero es de ellos. Y no solo eso, sino que curiosamente, en la metáfora macrista, el pueblo debe pagar la fiesta que tuvo, pero también ahora paga la fiesta de los ricos y poderosos.

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