El imaginario en torno a la Revolución Mexicana, ¿estrategia de legitimación política o discurso contestatario?

June 12, 2017 | Autor: O. González Salinas | Categoría: Cultural Studies, Identity (Culture), Nationalism, History from Below, National Heroes, National Identity, Social and Collective Memory, Collective Memory, 20th century (History), Social History, 20th Century Mexico, Social Imaginaries, Historia Social, Zapatism, Imaginário, Mexican Revolution, Historia y Memoria, Memoria Histórica, Identidad, Imaginarios sociales, Political Ritual, 20th Century Mexican History, Historia política y social siglos XIX y XX, Mexican History, Identidade, Políticas De La Memoria, História Cultural, Historia Cultural, La construcción de la subjetividad: Identidad y Cultura, Identidad y alteridad en América Latina, Imaginário social, Identidade cultural, Zapatismo, Monuments, Mexican Political History, História Moderna e Contemporânea, Political Rituals, Memoria, Literatura relacionada con la Revolucion Mexicana, Historia Social Y Cultural, Identidade Nacional, Social imaginary, Memória, Modern Mexican Cultural History, Ritual 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Descripción

EL IMAGINARIO EN TORNO A LA REVOLUCIÓN MEXICANA ¿ESTRATEGIA DE LEGITIMACIÓN POLÍTICA O DISCURSO CONTESTATARIO?*

Omar Fabián González Salinas Instituto de Investigaciones Históricas / UMSNH

Estudiar la Revolución mexicana como proceso histórico –desarrollado en el campo militar, político, socioeconómico y, en cierta medida, también cultural, en un periodo que abarcó desde 1910 a 1940–1 es, indudablemente, importante porque en ella encontramos gran parte de las transformaciones que explican el México contemporáneo. Pero también es relevante analizar la Revolución en su dimensión imaginaria, es decir como memoria, mito y conjunto de ideas que se han formado sobre la experiencia revolucionaria iniciada en 1910. Desde el momento mismo en que se desarrollaba la Revolución se comenzó a forjar un imaginario en torno a ésta. A través del campo simbólico y un complejo aparato propagandístico (ritos conmemorativos, discursos, libros, folletos, enseñanza escolar, monumentos, murales y un amplio conjunto iconográfico) se elaboraron –y a veces también se inventaron–2ideas-imágenes y representaciones de la gesta revolucionaria, las cuales sirvieron para legitimar la guerra, justificar una normativa política, dotar de identidad y de modelos formadores de la

* Ponencia presentada en el 1er Coloquio universitario “Producción normativa de los grupos armados de la Revolución mexicana”, Posgrado de Derecho / UMSNH, 4-5 de febrero del 2016. 1 Sobre esta definición véase Knight, Alan, “Revisionismo, antirevisionismo y política. ¿Hay espacio para una nueva interpretación de la Revolución mexicana?” en Knight, Alan, La revolución cósmica. Utopías, regiones y resultados, México 1910-1940, México, FCE, 2015, pp. 19-25. 2 Utilizo el concepto “invención” tal como proponía Eric Hobsbawm para referirse a la intención de forjar nuevos imaginarios y representaciones con fines políticos e identitarios. Hobsbawm, Eric, “Introducción: la invención de la tradición”, en Hobsbawm, Eric y Terence, Ranger, La invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002, pp. 7-21

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sociedad.3 Se creó así, el mito oficial de la Revolución mexicana.4 En las siguientes páginas me ocupo de estudiar cómo el imaginario sobre la Revolución mexicana ha sido utilizado con dos distintos fines: como estrategia legitimadora del Estado,5 pero también como discurso que ha servido como forma de resistencia, lucha y crítica hacia el poder.6 Considero que si nos centramos únicamente en el imaginario oficial sobre la Revolución, podemos caer en el error de sobredimensionar su éxito como forma de dominación, por lo cual este estudio no solo presta atención al aparato ideológico institucional, también, y sobre todo, importa estudiar su efecto entre la sociedad.7 Concretamente la hipótesis que me interesa discutir aquí, plantea que distintos sectores de la población (desde intelectuales, partidos de oposición, 3

Esta definición la derivo de Baczko Bronislaw, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1999. 4 Sobre la Revolución como mito político véase Reséndiz García, Ramón, “Del nacimiento y muerte del mito político llamado Revolución Mexicana: tensiones y transformaciones del régimen político, 1914, 1994”, Estudios sociológicos, vol. XXIII, núm. 67, enero-abril, 2005, pp. 143-144; Knight, Alan, “El mito de la Revolución mexicana”, en Knight, Alan, Repensar la Revolución mexicana, México, COLMEX, 2013, t. II, pp. 213-214. 5 En este aspecto me guio por los estudios que han enfatizado en el uso del campo simbólico como estrategia que utilizan los representantes del Estado como forma de legitimar su poder y obtener una lealtad de parte de la población. Al respecto véase BALANDIER, Georges, El poder en escenas. De la representación del poder al poder de la representación, Barcelona, 1994; GEERTZ, Clifford, Negara: el Estado-tearo en el Balí del siglo XX, Barcelona, Paidós, 2000. 6 Recupero los planteamientos que consideran que la “hegemonía” no es un tipo de dominación absoluta, monolítica y estática, sino “un marco común material y significativo” que igual puede dirigirse desde los representantes del Estado hacia la población (“arriba hacia abajo”), pero también se le puede utilizar para resistir y confrontar a quienes ostentan el poder (luchar o negociar “desde abajo”). Al respecto véase Alonso, Ana María, “The effects of truth: Re-presentations of the past and the imaginig of community”, Journal of historical sociology, vol. I, núm. 1, pp. 47-48; Roseberry, William, “Hegemonía y lenguaje contencioso”, en Gilbert M., Joseph y Nugent Daniel (comps.), Aspectos cotidianos de la formación del Estado, México, Era, 2002, pp. 213-226; Sayer, Derek, “Formas cotidianas de formación del Estado: algunos comentarios disidentes acerca de la „hegemonía”, en Ibídem, pp. 227-238. 7 Como apuntan Phiplip Corrigan y Derek Sayer, el Estado “nunca deja de hablar”, es decir, sus formas de “regulación moral” están presentes en la vida social, sin embargo, estudiar únicamente el discurso institucional es sólo la mitad de un trabajo que debe contrastarse con una mirada a las reacciones y propuestas de la sociedad, pues lo que plantea el Estado puede ser entendido de forma distinta “desde abajo”. Corrigan, Philip, y Sayer, Derek, The great arch. English state formation as cultural revolution, Oxford / Nueva York, Basil Blackwell, 1985, pp. 3-6. Reconozco que mi enfoque debe mucho a los estudios de Alan Knight en los que utiliza una doble mirada (“desde arriba” y “desde abajo”) para demostrar que el proyecto de revolución cultural que entre 1920 y 1940 intentó crear a un “hombre nuevo” (alfabetizado, nacionalista, sobrio, con nociones de ciudadanía, laico y con hábitos de higiene y de trabajo duro), muchas veces se topó con una población recalcitrante que resistió o negoció estas estrategias de control. Véase los estudios de Alan Knight “Proyecto revolucionario, pueblo recalcitrante: México, 1910-1940” y “La cultura popular y el Estado revolucionario en México, 1910-1940”, ambos publicados en Knight, Alan, Repensar la Revolución Mexicana, México, COLMEX, t. I, 2013.

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movimientos sociales y hasta grupos guerrilleros) han criticado el mito oficial de la Revolución mexicana y/o han subvertido su simbología como forma de hacer escuchar sus voces disidentes. Esto, en buena medida ha mantenido vivo un imaginario plural y militante en torno a la Revolución. Los usos del imaginario oficial y el popular en torno a la Revolución Mexicana, 1910-2000 Desde el momento de la guerra iniciada en 1910 sus protagonistas comenzaron a reificar la Revolución convirtiéndola en un tipo de fuerza sobrehumana que estaba destinada a cambiar –siempre para bien– el rostro de México. La rebelión no sólo fue vista como un levantamiento contra el gobierno de Porfirio Díaz, sino como continuación de las “grandes luchas nacionales”: la Independencia y Reforma. Con este mito los rebeldes legitimaban la guerra y para ello recurrieron a estrategias propagandísticas o tradiciones inventadas8 (como la conmemoración del 26 de marzo –fecha del Plan de Guadalupe– por parte de los carrancistas). En poco, la Revolución ya no fue vista como lucha armada que había quedado en el pasado, sino como un movimiento autónomo que actuaba en el presente. Se añadieron las ideas de la “Revolución hecha gobierno” y la “Revolución permanente”.9 A través de rituales celebratorios, la inauguración de monumentos, murales, libros, folletos y el cambio de nombres a calles y lugares por otros que hicieran referencia al movimiento revolucionario, se borraron las antiguas diferencias entre facciones y se delineó la idea de una “familia revolucionaria” y la interpretación de una Revolución monolítica que había actuado como lucha nacional en búsqueda de libertad y mejores condiciones. El partido dominante (PNR /

PRM

/

PRI)

se

autodenominó como continuador de esa gran Revolución, motivo por el cual

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Hobsbawm, Eric, op. cit., 7-21. Benjamin, Thomas, La Revolución Mexicana. Memoria, mito e historia, México, Taurus, 2003, pp. 59-74; Palacios, Guillermo, “Calles y la idea oficial de la Revolución mexicana”, Historia mexicana, vol. XXII, núm. 3(87), enero-marzo, 1973, pp. 261-278; GONZÁLEZ SALINAS, Omar Fabián, “Fiesta cívica y culto al „Padre de la Patria‟ en el Estado revolucionario, 1910-1940”, Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 93, 2015, pp. 165-172. 9

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decían ser los únicos capaces para gobernar y crear grandes instituciones.10 El culto a los “héroes” revolucionarios fue manipulado y utilizado para difundir modelos a seguir en la construcción de la sociedad que el Estado buscaba forjar (a cada uno de los personajes se les asignó un ideal que el gobierno supo explotar: Madero el demócrata, Zapata el agrarista, Calles el estadista, Cárdenas el nacionalista).11 A Emiliano Zapata se le manejó como figura ejemplar de hombre trabajador que no bebía, ni tenía vicios, no derrochaba el dinero apostando en peleas de gallos, ni era un religioso que levantaba estandartes de la Virgen de Guadalupe. Zapata dejó de ser el “Atila del Sur”, el indomable justiciero de los campesinos. El estado digirió su imagen y la vomitó como nuevo modelo de ciudadanía y de masculinidad. Era también una forma de mantener controlado al campesinado armado, pues este nuevo Zapata seguía siendo símbolo de lucha agraria, pero cuyas demandas habían encontrado solución a través del Estado.12 Las celebraciones del 20 de noviembre, instituido como día de la Revolución, sirvieron para justificar la autoridad del Estado y para establecer una normativa social. Los desfiles deportivos eran ejemplo de orden y disciplina. Mostraban cuerpos jóvenes y sanos como metáfora de los beneficios de la Revolución y del futuro prometedor que ésta traería. En las provincias los festejos eran organizados por los profesores en conjunto con ligas antialcohólicas; así, el objetivo no sólo era celebrar la Revolución y difundir valores nacionalistas, también se diseminaba una pedagogía cívica que buscaba erradicar los vicios de la sociedad.13

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Benjamin, Thomas, op cit., 99-204; Knight, Alan, “El mito…” cit., pp. 207-273; O‟Malley, Illene, V., The Myth of the revolution: Hero cults and the institutionalization of the mexican state: 1920-1940, Nueva York, Greenwood Press, 1986. 11 Knight, Alan, “El mito…” cit., p. 234. 12 Vaughan, Mary Kay, “The construction of the patriotic festival in Tecamachalco, Puebla, 19001946”, en William Beezley, et al (eds.), Rituals of rule, rituals of resistence. Public celebrations and popular culture in México, Wilmington, Scholary Resources, 1999, pp. 226-227; O‟Malley, Illene, V., op. cit., p. 138. Para una interpretación de larga periodicidad sobre la construcción de una imagen oficial de Zapata véase el capítulo “Hegemonic revolutionary nationalism: constructing the official Zapata” en Slaughter, Stephany Lynn, “Performing the mexican revolution in neoliberal times: reinventing iconographies, nation and gender”, Tesis de Doctorado en Filosofía, Universidad Estatal de Ohio, 2006, pp. 45-65. 13 Benjamin, Thomas, op. cit., p. 135-157; Lorey, David E., “Postrevolutionary contexts for Independence Day. The “problem of order and the invention of revolutionary day, 1920s1940s”, en William H. Beezley y David E. Lorey (eds.), ¡Viva México! ¡Viva la independencia!, Wilmington, Scholary Resources, 2001, pp. 233-248; Cálderón Mólgora, Marco A., “Festivales cívicos y

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Considero que los desfiles deportivos en el 20 de noviembre también servían para desvirtuar de la memoria colectiva el elemento bélico de lo que había sido una guerra eminentemente civil. Caso contrario, en los festejos de la Independencia no existe mayor problema en tener un desfile militar, puesto que dicha gesta es interpretada como la confrontación de la nación mexicana frente a sus enemigos exteriores, para lo cual el Estado maneja el discurso militarista para persuadir a la población de que deben tomar las armas en caso de enfrentamiento internacional. Pero en el caso del día de la Revolución, se pensó que lo preferible era no recordar que un llamado a las armas derrocó al gobierno en turno. Los libros escolares para enseñanza de historia creados por la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito (1959), son también una vestigio que nos habla de cómo la Revolución se enseñaba de manera oficial y generalizada a las jóvenes generaciones. En ellos el movimiento revolucionario figuraba como una lucha nacional que hizo justicia al obrero y al campesino, además de traer un desarrollo industrial que indudablemente favoreció a toda la nación. En ningún momento aparece la complejidad y diferencias entre facciones revolucionarias; todo eran lauros para la Revolución y los sucesivos gobiernos.14 Los priístas mantuvieron el mito todavía en fechas tan avanzadas como 1988, cuando el diputado Víctor Hugo Celaya mencionó que el

PRI

representaba

una “nueva etapa de la Revolución mexicana”.15 Esto a pesar de que la Revolución se había extinguido desde en la década de 1940.16 A pesar de que este imaginario político en torno a la Revolución contrastaba con la realidad, algo de eficacia debió tener, ya sea por saber enlazar las historias locales con la nacional o porque existía cierta estabilidad económica que favorecía educación rural en Michoacán: 1920-1940”, Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXVII, núm. 106, 2006, pp. 41-45. 14 SEP, Mi libro de tercer año. Historia y civismo, México, CONALITEG, 1960, pp. 113-124. 15 “Se conmemoró el 141 aniversario de la gesta de los Niños “héroes”, La Jornada, 14 de septiembre de 1988. 16 Alan Knight y Enrique Semo, ambos especialistas en Revolución, han señalado que a partir de la década de los cuarenta, los gobiernos mexicanos fueron conservadores, empresariales, americanófilos, más institucionales y menos revolucionarios. Incluso Semo menciona que a partir de dicha fecha el gobierno, en lugar de representar una revolución, en realidad era parte de una contrarrevolución. KNIGHT, “El gen vivo de un cuerpo muerto”, Nexos, 1 de noviembre del 2009 [http://www.nexos.com.mx/?p=13368]; Véase la extensa cita que Luis Barrón rescata de Enrique Semo en Historias de la Revolución mexicana, México, FCE / CIDE, 2010, pp. 19-20.

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la confianza en un gobierno supuestamente revolucionario.17 Sin embargo, quedarse únicamente con la versión oficial sería una mirada “miope” que podría hacer creer que todos los mexicanos pensaron la Revolución tal como el Estado la contaba y que también creyeron que el partido oficial era su continuación. La realidad es otra. Por ejemplo, por concurridos que eran los desfiles del 20 de noviembre, sería aventurado –e ingenuo– creer que todos los que participaban lo hacían con convicción de festejar la Revolución y reconocer al gobierno como heredero de ésta. Los testimonios de algunos burócratas señalan que eran obligados a desfilar o de lo contrario, perderán parte de su sueldo. Los desfiles parecían una forzada actuación de “acarreados”. Lo mismo puede decirse de otras ceremonias oficiales en las que los auditorios solían estar llenos de asistentes aburridos y ansiosos por salir del acto para gozar de su día de descanso.18 Quizás el poder de convocatoria no estaba tanto en el mito, sino en la manipulación de trabajadores a partir de un sistema corporativista y sindicatos “charros”. También existió, señala Alan Knight, una resistencia “desde abajo” al mito oficial de la Revolución. Los corridos y la tradición oral generalmente mantenían una idea de la lucha desde una mirada personal y episódica y no como una gran lucha nacional. Los católicos –cristeros y sinarquistas– se opusieron a los cambios revolucionarios y a su ideología. Veían el movimiento desde una perspectiva negativa y enarbolaban otro relato histórico que no era la ecuación oficial de Independencia-Reforma-Revolución = Hidalgo-Juárez-Zapata-Carranza-ObregónCalles-Cárdenas.19 Frente a esta interpretación ellos preferían la metanarrativa de Monarquía-Colonia e Iglesia-Iturbide-Maximiliano. Y sobre todo, su símbolo de lucha y triunfo era la Virgen de Guadalupe.20 Los profesores rurales mencionaban en sus informes que aunque eran concurridos los festejos de la Revolución, el grupo “fanático” se resistía a participar. Pero si nos ponemos escépticos, también 17

Knight, Alan, “El mito…” cit., pp. 249-252, 256 y 264; Alonso, Ana María, op. cit., pp. 41-45 Véase el testimonio que expone Octavio Rodríguez en “Nuestra Revolución: un recuerdo”, La Jornada, 21 de noviembre del 2013. Véase también Benjamin, Thomas, op. cit., p. 217. 19 Ejemplo paradigmático fue un discurso conmemorativo pronunciado en 1939 en el que Lázaro Cárdenas, entonces presidente, fue comparado con Hidalgo, Morelos, Juárez y Madero; toda una “genealogía revolucionaria” que presentaba a los gobernantes como los herederos de los grandes héroes nacionales. Véase “La mejor manera de servir a la patria en estos momentos es impulsando la producción”, Excélsior, 18 de septiembre de 1939. 20 Knight, Alan, “El mito…” cit., pp. 235-448. 18

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podríamos dudar de que los que asistían, lo hacían por convicción de rememorar una fiesta nacional, quizás su motivación eran las corridas de toros, los bailes o las “pozoladas” que se ofrecían durante el evento.21 Destaca que cuando en 1980 se realizó un rescate de la memoria histórica de quienes habían presenciado el desarrollo del movimiento revolucionario, la población no reprodujo una idea de una lucha nacionalista, progresista y libertadora; lo que había quedado en la memoria de estas personas era la crueldad de la guerra: hambre, muertes, destrucción, y demás atrocidades.22 A decir de Luis González y González, para estos “revolucionados” nunca existió visión global de la gesta revolucionaria, por el contrario, identificaban tantas revoluciones, como movimientos armados. La etapa de la guerra evoca los mayores recuerdos dolorosos, la promulgación de la Constitución de 1917 no ocupa ningún lugar privilegiado entre estas personas, la guerra cristera es una de las más importantes causas de que haya poco aprecio por la Revolución, contrario a la política agrarista de Cárdenas, momento que en general trae buenos recuerdos de los campesinos, aunque una memoria negativa entre antiguos latifundistas.23 Quienes vivieron el movimiento revolucionario han sido los menos propensos a asimilar el mito revolucionario y representan los más complejos y variables imaginarios en torno a la Revolución mexicana. En las artes también surgió una resistencia o crítica al mito oficial. Mariano Azuela en su novela Los de abajo (1915) reprodujo la complejidad de actores e intereses envueltos en la guerra. Martín Luis Guzmán en La sombra del caudillo (1929) mostró el turbio y deshonesto mundo de los caudillos revolucionarios. En el campo de las imágenes visuales, no todo fueron los murales de Diego Rivera representando a la “familia revolucionaria”; José Clemente Orozco pintó en la Preparatoria Nacional (San Idelfonso) una serie de murales que retrataron la Revolución desde una mirada dramática, desoladora y amarga. Las producciones cinematográficas también fueron críticas; en la película ¡Vámonos con Pancho 21

Cálderón Mólgora, Marco A., op. cit., pp. 31-32. Véase los testimonios reproducidos en Krauze, Enrique, De héroes y mitos, México, Tusquets, 2010, pp. 30-34. 23 González y González, Luis, “La Revolución Mexicana y los revolucionados”, Nexos, 1 de agosto de 1986 [http://www.nexos.com.mx/?p=4652]. 22

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Villa! (1935) la lucha revolucionaria y sus líderes no aparecen en absoluto idealizados. En una de sus escenas más dramáticas uno de los personajes reprocha: “¿¡Quemarlo vivo!? ¿¡Pero se han vuelto ustedes locos!? ¿¡Este es el pago a un soldado de la Revolución!? ¿¡Este es un ejército de hombres o una tropa de perros!?” Ante este tipo de críticas el gobierno comenzó a ejercer censura y aceptar sólo las películas de temática revolucionaria que le parecían más convenientes. Ejemplo de ello lo encontramos en la prohibición oficial que durante décadas pesó sobre la versión fílmica de La sombra del caudillo (1960).24 En la década de 1940 Daniel Cosío Villegas y Jesús Silva Herzog, denunciaron la amplia distancia que había entre la práctica y el discurso revolucionario. El primero de ellos advirtió que México se encontraba en crisis debido al agotamiento de las metas revolucionarias. Silva Herzog, de manera lapidaria señaló que “la Revolución ya no existe; dejó de ser, murió calladamente sin que nadie lo advirtiera; sin que nadie, o casi nadie lo advirtiera todavía”.25 Pese a estas protestas, el gobierno mantenía su imaginario político en el que se erigía como continuador de la Revolución. En 1960 el presidente Adolfo López Mateos encabezó los festejos del 50 aniversario de la gesta revolucionaria, durante los cuales se reiteró que los mexicanos debían mantenerse unidos bajo el manto de la “familia revolucionaria”. Más que celebrar a la Revolución como hecho histórico, se enfatizó en los logros del Estado como una prueba de que el movimiento revolucionario surgido en 1910 seguía latente 50 años después.26 No obstante el discurso oficial, varios críticos salieron al paso para denunciar que en México no había tal gobierno revolucionario. Daniel Cosío Villegas

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Azuela de la Cueva, Alicia, Arte y poder. Renacimiento artístico y revolución social. México, 1910-1945, FCE / COLMICH, 2013; Vázquez Mantecón, Álvaro, “Encuadre a la Revolución mexicana”, Proceso Bi-centenario, núm. 13, abril 2010, pp. 26-34; Monsiváis, Carlos, “Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX”, en Historia general de México, México, COLMEX, 2001, pp. 1006-1015, 1050-1057. 25 Cosío Villegas, Daniel, “La crisis en México”, Cuadernos Americanos, México, año VI, vol. XXXII, núm. 2, marzo-abril, 1947, p. 29-51; Silva Herzog, Jesús, “La Revolución mexicana es ya un hecho histórico”, Jesús Silva Herzog. Imagen y obra escogida, México, UNAM, 1989, p. 39 (originalmente este texto se publicó en el año de 1949 en la revista Cuadernos Americanos). 26 Santos, Ana, “El 50 aniversario de la Revolución mexicana: entre la continuidad y el agotamiento de la revolución permanente”, en Erika Pani y Ariel Rodríguez Kuri (coords.), Centenarios. Conmemoraciones e historia oficial, México, COLMEX, 2012, pp. 58, 60 y 62; Garciadiego, Javier, “La política de la historia: las conmemoraciones del 2010”, en ibídem, pp. 346-347.

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denunció: “sinceramente, creo que el pueblo mexicano sabe desde hace mucho tiempo que la Revolución mexicana está muerta, aunque no comprenda, o comprenda sólo a medias, por qué se oculta este hecho en vez de difundirse”.27 Carlos Fuentes acusó la hipocresía de un gobierno que se decía revolucionario, pero que encarcelaban a sus críticos y olvidaba al campesino. Otros reclamaban que sólo se empleaba un discurso revolucionario para burlarse de la Constitución, acrecentar el “charrismo” sindical y ocultar la represión y la injusticia económica.28 Las críticas iban en incremento. Muchos pensaban que no había nada que celebrar en cuanto a la Revolución mexicana. A ellos se sumó el triunfo de la Revolución cubana, lo que hizo pensar a la izquierda radical que la mexicana nada tenía que ofrecer y en todo caso habría que pensar en un nuevo movimiento revolucionario que tomara el ejemplo de Castro y sus rebeldes.29 En el medio académico surgieron corrientes historiográficas que cambiaron la forma de ver el movimiento revolucionario iniciado en 1910. Si bien el gobierno propiciaba una maniquea historiografía sobre la Revolución,30 las corrientes revisionistas y posrevisionistas utilizaron novedosos enfoques, métodos y conceptos que ayudaron a demoler la visión oficial haciendo emerger a la Revolución en su complejidad y diversidad. La academia se distanciaba del mito y de paso ofrecía una mirada crítica sobre el Estado y la sociedad.31 Señala Alan Knight, que todo mito político tiene que estar vinculado con políticas y prácticas efectivas que lo doten de credibilidad, más aún, cuando un partido “afirma que gobierna en nombre de una revolución, no puede burlarse absoluta, flagrante y repetidamente de los preceptos populares legados por esa revolución”, pues cuando esto ocurre, el mito deja de surtir el efecto legitimador y es posible que esa mitología –ideas y símbolos– sea apropiada y resignificada por

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Citado en Santos, Ana, op. cit., p. 67. Ibídem, 70-71. 29 Krauze, Enrique, La presidencia imperial. De Manuel Ávila Camacho a Carlos Salinas de Gortari, México, Tusquets, 2014, 279-281. 30 Florescano, Enrique, Imágenes de la patria a través de los siglos, México, Taurus, 2005, p. 408. 31 Para un balance de la extensa historiografía existente sobre la Revolución mexicana véase Knight, Alan, “Revisionismo…” cit., pp. 15-47; Barrón, Luis, op. cit. 212 pp. 28

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la población para abanderar sus luchas.32 Fue precisamente lo que ocurrió con el imaginario sobre la Revolución mexicana, mismo que ha sido retomado y subvertido por diversos grupos, desde campesinos hasta guerrilleros. Por ello, Thomas Benjamin precisa la Revolución se ha convertido en un mito que “como espada de doble filo, corta en dos sentidos: subvierte y sanciona”.33 A pesar de que el gobierno amoldó la imagen de Emiliano Zapata para convertirlo en modelo para imponer una normativa social, al pasar de los años Zapata se ha convertido en un símbolo que los movimientos campesinos han retomado para reivindicar sus luchas y criticar al Estado, al que acusan de traicionar la revolución agraria. Está el caso del Frente Urbano Zapatista, grupo insurgente de la década de los setenta. Líderes campesinos inconformes con el servilismo de la Confederación Nacional Campesina seguían blandiendo la bandera de Zapata como símbolo de lucha agraria. Rubén Jaramillo, veterano de la revolución zapatista, conservó su militancia en favor de los campesinos, causa en la que Zapata estaba presente como bandera de la lucha agraria.34 Muchos otros antiguos revolucionarios, quienes convirtieron la imagen de Zapata como un símbolo de su lucha por la tierra y de afrenta contra el Estado, al que en repetidas ocasiones desafiaron por considerarlo traidor a los ideales revolucionarios. 35 Esto da pie a pensar que no todos los casos en que se tomó la simbología revolucionaria como elemento contestatario tuvieron como antecedente el mito oficial, sino que paralelo a éste, en la memoria colectiva de algunos sectores, hubo otra mitificación de la Revolución y sus personajes; un imaginario popular en el que la lucha revolucionaria nunca fue vinculada con el Estado.

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Knight, Alan, “De campesinos a patriotas: reflexiones sobre la construcción de la nación mexicana”, en Repensar….cit., p. 37; Knight, Alan, “Armas y arcos en el paisaje revolucionario mexicano”, en Gilbert M., Joseph y Nugent Daniel, op. cit., pp. 98-99. 33 Véase el capítulo “La Revolución afirmada y subvertida” en Benjamin, Thomas, op. cit., pp. 209219 (cita textual p. 218); Knight, Alan, “El mito…” cit., pp. 255, 264. 34 Krauze, Enrique, La presidencia imperial… cit., pp. 259-261, 342. 35 Algunos de los antiguos zapatistas mostraron una perpetua convicción por luchar y hacer cumplir el Plan de Ayala y los ideales del zapatismo. Desconfiaban del gobierno y muchos de ellos dejaron de militar en organizaciones como el Frente Zapatista de la República cuando se enteraron que ésta tenía una vocación de servilismo con el partido oficial. Hubo otros que simpatizaron con el levantamiento del EZLN y mostraron su apoyo al subcomandante Marcos, al que animaban a seguir defendiendo los ideales de Zapata. Al respecto véase García Jiménez, Plutarco (coord.), Cuatro testimonios de veteranos zapatistas, México, Cámara de diputados–LVII legislatura, 2000.

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El ejemplo más conocido de subversión de la mística del zapatismo, es el del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que hizo su aparición pública en 1994 declarando la guerra al Estado mexicano y proclamando los derechos de los indígenas y grupos más vulnerables del país. En sus comunicados evocaban a Villa y Zapata y de ninguna manera veían al gobierno como heredero de la Revolución, sino como parte de una dictadura formada por “traidores”, “conservadores” y “vendepatrias”, incluso señalaban a los gobernantes como los mismos que formaron la dictadura de los científicos porfiristas.36 El

EZLN

creó una

contramemoria que ha reinventado la figura de Zapata para emplearla como un puente simbólico que une y actualiza demandas de derechos indígenas, conflictos agrarios y democratización.37 Si bien es cierto que ha habido grupos contestatarios que han retomado el icono de Zapata, en no pocas ocasiones el Estado se ha mostrado renuente a dejar que haya quienes le disputen el monopolio sobre su imagen y el simbolismo que el caudillo representa. Durante el movimiento estudiantil de 1968, mientras que el Consejo General de Huelga utilizaba en su “marcha del silencio” las imágenes de Villa y Zapata; a la misma hora, pero en Palacio de Bellas Artes, el presidente Gustavo Díaz Ordaz encabezaba una ceremonia en la que se usaba como telón de fondo una gran manta con la imagen de Emiliano Zapata. Una situación similar sucedió en 1994, cuando Carlos Salinas de Gortari apareció en cadena nacional televisiva anunciando una tregua con el

EZLN;

presidente apareció con un gran retrato de Zapata como fondo.

en el evento el

38

Existen otras organizaciones que también han tomado los nombres de revolucionarios como símbolos de su lucha contra o a pesar del Estado. Es el caso del Frente Popular Francisco Villa México Siglo

XXI,

el cual nació en 1989 con

36

EZLN, “Primera declaración de la Selva Lacandona”, consultado en portal de Aristegui Noticias: http://aristeguinoticias.com/3012/mexico/documento-primera-declaracion-de-la-selva-lacandona/ 37 Slaughter, Stephany Lynn, op. cit., 75-76. Sobre los recursos discursivos del EZLN véase Molinero Zapata, María, “La dignidad rebelde. Los discursos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (1994-1996)”, Tesis de Grado en Historia, Universidad Autónoma de Madrid, 2014. 38 Del Castillo Troncoso, Alberto, “Las imágenes disputadas de la Revolución”, Proceso Bicentenario, núm. 4, julio 2009, pp. 29-33.

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vocación de reivindicar a la clase trabajadora y grupos desprotegidos.39 Pero no sólo se han subvertido las imágenes de los caudillos revolucionarios, también los lugares de memoria.40 En 1993, varias organizaciones campesinas marcharon desde el monumento a la Revolución hasta el zócalo para protestar contra la reforma al artículo 27 constitucional que impulsaba Salinas de Gortari. Su objetivo era frenar las modificaciones a la ley para poder salvaguardar y reivindicar el “contenido agrarista de la Revolución Mexicana”.41 Hacia finales de siglo –y de sexenio– se criticaba los embates del gobierno priísta a la economía mexicana, con lo cual estaba claro que los impulsos de la Revolución se habían agotado, pero no sus ideales, pues en tiempos de carestía éstos seguían latentes y por cumplirse para la población.42 Ya en la última conmemoración de aniversario de la Revolución encabezada por Ernesto Zedillo, y sabiendo que el próximo presidente sería un panista, la ceremonia oficial en el monumento a la Revolución destacó por la sobriedad y brevedad. La prensa señaló que se trataba más de una despedida, que de un festejo. Zedillo sabía que el

PRI

ya no gobernaría, pero aun así enfatizó en los principios revolucionarios

como guías del pueblo mexicano: “A pocos días de concluir el mandato que me confirió el pueblo de México, afirmo mi confianza de que la gran mayoría de los mexicanos seguiremos siendo fieles a los principios de la Revolución”.43

Imaginarios sobre la Revolución Mexicana en el pasado reciente, 2000-2015 En el año 2000, el

PRI

salió de la presidencia y Vicente Fox, candidato del Partido

de Acción Nacional (PAN), se convirtió en el primer presidente de la llamada “transición democrática” mexicana. El nuevo gobierno reinterpretó la mitología de la 39

Para mayor información sobre esta organización véase su sitio web: http://www.frentepopularfranciscovilla-mexicosxxi.org/quienes_somos 40 Me refiero a los lieux de mémoire [lugares de memoria], mediante los cuales, según Pierre Nora (“La aventura de Les lieux de mémoire, en Ayer. Revista de historia contemporánea, núm. 32, 1998, pp. 17-34), se construye y difunde una memoria pública. Nora señala que entre estos medios podemos encontrar los de tipo material e inmaterial, tales como las conmemoraciones, los monumentos, las imágenes, los textos, etcétera. 41 Benjamin, Thomas, op. cit., p. 218. 42 Montes, Eduardo, “Lejos y cerca de la Revolución”, La Jornada, 21 de noviembre de 1998. 43 “Silencioso, sin nostalgia, el acto de la Revolución”, La Jornada, 21 de noviembre del 2000.

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Revolución y la utilizó su favor. Fox encabezó los festejos del 20 de noviembre en Los Pinos frente a la estatua de Francisco I. Madero, personaje al que dedicó su mayor atención, ya que según el presidente y los portavoces del nuevo régimen, el triunfo electoral del

PAN

había consolidado lo que ellos consideraban como el ideal

más importante de la Revolución: el construir un México democrático.44 En buena medida, este mismo discurso fue retomado por su sucesor, el también panista Felipe Calderón Hinojosa, quien señaló que “el México moderno de hoy se asienta sobre los ideales de igualdad y democracia por los que luchó la generación de los revolucionarios de 1910.”45 El gobierno de la alternancia inició en medio de un gran optimismo, sin embargo, las altas expectativas y los pobres resultados –léase, las casi nulas diferencias con el viejo régimen– provocaron un clima de descontento. Lo mismo sucedió con Calderón, quien llegó al poder en medio de una fuerte crisis de legitimidad tras el conflicto postelectoral del 2006, a lo que se sumó la violenta guerra contra el narcotráfico que encabezó y de la cual perdió el control. La alternancia no trajo el gran cambio que muchos esperaban y las críticas fueron duras. Para algunos Fox no era el hombre que concretó la democracia que buscaba

Madero,

por

el

contrario,

lo

calificaran

como

parte

de

una

contrarrevolución.46 Grupos campesinos levantaron la voz en nombre de los ideales de la Revolución, los cuales, dijeron, no habían sido resueltos, pues seguía habiendo injusticias, represiones y abusos de poder contra el campesinado.47 Para el gobierno calderonista las cosas no fueron distintas; sus detractores reiteraron que seguían vigentes y sin cumplir las metas de la Revolución, además de criticar a los gobiernos neoliberales, a los cuales, decían, era necesario hacerles

44

Véase “Madero, clave para la democracia: Fox”, El Universal, 21 de noviembre del 2001; “Deposita Fox una ofrenda en el monumento a Madero”, El Universal, 21 de noviembre del 2002; “Democracia y libertad se consolidan”, El Universal, 21 de noviembre del 2003; “Celebran 94 años de la Revolución”, El Universal, 21 de noviembre del 2004; “Lo importante es la dignidad al oponentes”, El Universal, 21 de noviembre del 2005. “Fox lanza nueva crítica a “caciques y caudillo”, El Universal, 21 de noviembre del 2006. 45 “Ideales de la Revolución, bases del México de hoy: Calderón”, La Jornada, 21 de noviembre del 2008. 46 Labastida, Horacio, “Contrarrevolución en marcha”, La Jornada, 21 de noviembre del 2003. 47 “El aniversario de la Revolución, ocasión para promover la resistencia en San Salvador Atenco”, La Jornada, 21 de noviembre del 2001.

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frente retomando los principios de la Revolución Revolución hubo fuertes críticas por cómo el

48

PAN

Llegado el Centenario de la interpretaba y festejaba el

proceso revolucionario. Muchos no veían con buenos ojos que se pusiera mayor énfasis en el Bicentenario de la Independencia, o que predominara la figura de Madero sobre las de Villa y Zapata.49 Hacia el 2012 con el regreso del

PRI

a la presidencia, hubo priístas que

retomaron la mitología de la Revolución para propiciar el consenso con el nuevo gobierno. Hubo quien planteó que el proceso revolucionario seguía vivo y en dicho contexto habría que apoyar al nuevo presidente Enrique Peña Nieto, pues así México se beneficiaría.50 No obstante esta idea, en lo que va del sexenio, los festejos de la Revolución han sido mínimos.51 Para las voces críticas de la actualidad, queda claro que hoy más que nunca la Revolución o está muerta, o al menos no se encuentra representada en la clase política, ya que las reformas políticas en materia económica y de signo neoliberal han provocado que se señale la muerte de la herencia de la Revolución mexicana.52 Para algunos este contexto es la causa de lo improvisadas y poco vistosas celebraciones del 20 de noviembre.53 Pero si el gobierno priísta se ha olvidado de la Revolución, no ha ocurrido lo mismo con los grupos disidentes, quienes siguen apelando a esta mitología. Empleados, estudiantes y movimientos sociales críticos a los embates neoliberales contra la educación y los recursos energéticos, han utilizado la conmemoración del 20 de noviembre y el monumento a la Revolución como símbolos de crítica al 48

“Aún vigentes, las demandas que causaron la Revolución: AMLO”, La Jornada, 21 de noviembre del 2009; “Reinaugura Marcelo Ebrard la Plaza de la República con llamado a una nueva revolución”, La Jornada, 21 de noviembre del 2010. 49 “Los panistas no entienden ni les gusta la Revolución Mexicana”, La Jornada, 27 de septiembre del 2010; “El gobierno, sin capacidad para celebrar la gesta de 1910: expertos”, La Jornada, 19 de noviembre del 2010; “Reducen siglos de historia a show de luz, sonido, baile y demagogia”, La Jornada, 21 de noviembre del 2010; 50 Aguilar, Marco Antonio, “Revolución mexicana: una abuela activa, casi olvidada”, Siempre! 17 de noviembre del 2012. 51 Hernández López, Julio, “Astillero”, La Jornada, 21 de noviembre del 2013. 52 Avilés Favila, René, “¿Qué hacemos con la Revolución mexicana?”, Siempre! 23 de noviembre del 2013; “El PRI, ni revolucionario y menos institucional”, Siempre! 7 de diciembre del 2013; Suárez del Real, José, “Acta de defunción de Independencia y Revolución”, Siempre! 26 de julio del 2014. 53 “El presidente rescata la ceremonia del aniversario de la Revolución”, Siempre! 30 de noviembre del 2013.

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Estado y reivindicación de sus luchas.54 El imaginario en torno a la Revolución mexicana se niega a desaparecer, sigue reinventándose y alejándose cada vez más del Estado para acercarse a las luchas populares. Acerca de quienes han subvertido la mitología de la Revolución, sería ingenuo pensar que son movimientos homogéneos, donde todos comparten la misma ideología y ánimos combativos. Al menos en movimientos sociales, como el magisterial que ha convertido al monumento a la Revolución en sitio de su protesta, es visible que entre los profesores disidentes hay quienes asisten por convicción y conocimiento pleno de su lucha, y otros más que de forma obligada se presentan en las manifestaciones para no perder derechos o, incluso, privilegios. 55

Conclusiones El mito de la Revolución tuvo cierta internalización en la sociedad. El mexicano común considera la Revolución como una gran lucha regenerativa y popular e ignora que ésta se compuso de una serie de revueltas, con distintos ideales, con traiciones y sumamente violenta y destructiva. Pero aquí también se encuentra el principal fallo del mito: la población aprendió a ver la Revolución como ideal de lucha popular, como levantamiento en armas de los subalternos, un imaginario que fácilmente podía ser subvertido y utilizado con fines contestatarios. A ello debe sumarse que el descontento hacia los distintos gobiernos ha alimentado la idea de que las metas de esa lucha nacional han quedado sin cumplir. El resultado ha sido que la sociedad evoque la lucha revolucionaria de 1910 como forma de protesta y recordatorio de que una movilización social puede derrocar al gobierno. El efecto legitimador del mito oficial ha sido sobrevalorado, y tanto este como otros discursos oficiales, bien pueden encontrarse apropiados y subvertidos por 54

“En el 102 aniversario de la Revolución, protestan en el aeropuerto”, La Jornada, 21 de noviembre del 2012; “Estudiantes del IPN marchan hacia el monumento a la Revolución”, Siempre! 3 de octubre del 2014; “Reconoce GDF llegada de maestros al monumento a la Revolución”, Siempre! 21 de enero del 2014; “Cárdenas monta guardia de honor en monumento a la Revolución”, Siempre! 18 de marzo del 2014; “Durante el desfile del 20 de noviembre en Guerrero demandan paz y justicia”, La Jornada, 21 de noviembre del 2015. 55 La revista Siempre! Informó sobre las formas de control que la CNTE mantiene sobre sus agremiados para movilizarlos en plantones y marchas. Véase “Marchar y bloquear sumaría puntos en la CNTE”, Siempre! 3 de agosto del 2015.

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grupos disidentes. Contemplar su uso de parte del Estado y de parte de la sociedad ayuda a dimensionar y comprender mejor las formas de control, pero también de resistencia popular. La pervivencia de la Revolución en el imaginario colectivo se ha prolongado por mucho tiempo y a su manera ha trastocado al país. Es indudable que en el campo de la política y la protesta social, la Revolución sigue presente. Surge la duda si acaso este imaginario de amplia fuerza movilizadora podrá inspirar o servir de sustento ideológico a otra revolución que, al igual que a iniciada en 1910, moldee una nueva cara de México. Fuentes y bibliografía Hemerografía ABC.es, 2001 El Universal, 2001-2006 Excelsior, 1939 La Jornada, 1988, 2001, 2008-2010, 2012-2015 Proceso, 2010 Siempre! 2013-2014

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