El hierro en época romana. Tradición e innovación en los territorios vascos

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Descripción

(Coordinador) TIRSO DE MOLINA, La prudencia en la mujer (1622)

«Next, to be compassed, like a good bilbo, in the circumference of a peck, hilt to point, heel to head» W. Shakespeare, Merry Wives Of Windsor. Act III. Printed for Arthur Johnson (1619)

REAL SOCIEDAD BASCONGADA DE LOS AMIGOS DEL PAÍS EUSKALERRIAREN ADISKIDEEN ELKARTEA COMISIÓN DE BIZKAIA BIZKAIKO BATZORDEA Sección de Ciencias / Zientzia Saila

Historia del hierro en Bizkaia y su entorno • Xabier Orue-Etxebarria Urkitza

«El hierro es vizcaino, que os encargo, corto en palabras pero en obras largo»

Historia del hierro en Bizkaia y su entorno

Editores

Xabier Orue-Etxebarria Urkitza Estibaliz Apellaniz Ingunza Pedro Pablo Gil-Crespo

 

 

El hierro en época romana. Tradición e innovación en los territorios vascos Mertxe Urteaga Fundación Arkeolan & Museo Oiasso, Irun

Resumen El estudio del período romano en los territorios vascos en general, y en particular en los de la vertiente atlántica, ha conocido recientemente grandes avances gracias a la serie de descubrimientos arqueológicos que se han realizado en los últimos años. Entre los hallazgos, destacan los registros de actividades minero-metalúrgicas, con una presencia importante de las evidencias relacionadas con la producción de hierro. Con el fin de ofrecer una lectura global de esos testimonios se realiza un acercamiento arqueológico que incluye una visión general preliminar sobre los orígenes y la expansión del conocimiento del hierro, cuestiones básicas de los procesos de elaboración y las características formales y tipológicas de las instalaciones, además de la presentación geográfica de la industria del hierro en la etapa romana. Tras este recorrido de contextualización se describen una serie de restos reconocidos en el País Vasco, cuya identidad y relevancia se establece en función del marco general previamente expuesto.

Introducción Es cosa sabida que las grandes obras de arte antiguo han tenido —y tienen— prioridad en las investigaciones de Arqueología Clásica: estatuas de mármol o de bronce, mosaicos, pinturas al fresco, epígrafes o edificios monumentales. Sin ir más lejos, una noticia de actualidad es el descubrimiento de los restos de un arco de triunfo dedicado a Tito en el

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Circo Máximo de Roma, que los arqueólogos consideran enmarcaba el itinerario de las procesiones triunfales y la entrada en la ciudad desde la vía Apia por la puerta Capena2. Esta tendencia, sin embargo, se ha visto trastocada en las últimas décadas con la incorporación de investigaciones que, en lugar de los valores estéticos, han primado las informaciones históricas contenidas en objetos de uso cotidiano. De este carácter renovador participan los estudios sobre el hierro, un material relevante tanto para las necesidades de la sociedad civil como para las militares. No es que fueran desconocidos, como lo prueba la trayectoria de los trabajos que se remontan al siglo XIX. Lo que sí se puede decir es que han ido desarrollándose hasta ofrecer un momento de eclosión en la década de los ochenta del siglo pasado. Ahora bien, no todos los territorios se han incorporado a esta dinámica con el mismo nivel de resultados, como vamos a tener oportunidad de comprobar.

Preliminares El hierro Aunque, de forma excepcional (p.e. en algunos meteoritos), se encuentra en estado nativo como el cobre, la plata o el oro, lo habitual es encontrarlo combinado con otros elementos químicos formando minerales, principalmente óxidos y carbonatos, tales como la magnetita (Fe3O4, óxido ferroso férrico), la hematites (Fe2O3, óxido férrico), la goethita, (FeO(OH), hidróxido férrico), y la siderita (FeCO3, carbonato ferroso). En época romana, los minerales más apreciados fueron los óxidos y los hidróxidos, mucho más fáciles de reducir y de tratar que los carbonatos. Sin embargo hay constancia de que en ciertas zonas, como es el caso de Forest of Dean en Britania, se servían de la siderita, oxidándola previamente mediante un proceso de calcinación para obtener Fe2O3. En los óxidos, el hierro se presenta combinado con oxígeno en diferentes proporciones. Para obtener hierro metálico se necesita un proceso químico denominado reducción. A altas temperaturas se usa como agente reductor el monóxido de carbono gaseoso (CO), que en esas condiciones tiende a combinarse con el oxígeno y a liberar el hierro. Con la combustión de carbón vegetal en el horno se aporta la energía térmica necesaria para producir esa reacción química y, además, se produce el monóxido de carbono como

2 El twiter de la asesora de Roma Capitale alla Cultura, Giovana Marinella, en el que ha dado cuenta del hallazgo el 28 de mayo de 2015 ha sido seguido por los medios de comunicación de todo el mundo.

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agente reductor. Esta reducción comienza a partir de los 600-700ºC debido al contacto de las partículas de mineral con los gases reductores. El aumento de temperatura favorece la reacción y, cuanto mayor y más duradero sea el contacto entre las partículas de mineral y gas, más avanzará el proceso de reducción. En torno a los 1.100ºC, los componentes del mineral de hierro que no han sido reducidos (SiO2, Al2O3, CaO y parte de FeO) comienzan a fundirse dando origen a la escoria, que se separa de la “esponja de hierro”. Las infraestructuras de producción de hierro: los hornos de reducción La producción de hierro, en Europa, desde los orígenes hasta bien entrada la Edad Media se realizó a través de la reducción directa en hornos bajos. El proceso indirecto, pasando por el estado de hierro colado (o arrabio), supuso una gran revolución técnica en la evolución del hierro europeo; en la actualidad y gracias a los registros arqueológicos de Lapphyttan (Magnusson, 1995) se ha demostrado que estaba consolidado en Suecia entre los siglos XIIXIV, aunque parece que comenzó a experimentarse hacia el año 1000 AD (Pleiner, 2000: 84). A los territorios vascos, sin embargo, no llegó hasta el siglo XIX con la Revolución Industrial y los hornos altos. Volviendo a los hornos bajos, la primera cuestión a tener en cuenta es si cuentan con sistema de evacuación o sangrado de escoria (tap slag), o disponen de fosa de escoria (slag-pitt); en estos últimos se excavaba una cubeta en la parte inferior que recogía la escoria líquida; cuando se colmataba, se abandonaba el horno. Vienen a suponer en Europa Occidental un estadio precedente al de los hornos de reducción con sangrado y fueron totalmente sustituidos por estos con la integración en el imperio romano. De hecho, el limes del Rin y del Danubio marcaba una línea divisoria que dejaba fuera las regiones con hornos de fosa, las “bárbaras”, mientras que las regiones con hornos de sangrado quedaban dentro de las fronteras romanas. Los hornos bajos, siguiendo a Pleiner (2000) se clasifican en 3 tipos: — El horno abierto (bowl furnace) Aparentemente es el más simple de los hornos de reducción ya que consiste en una fosa excavada en el suelo, aunque hay ejemplos más desarrollados que se mantuvieron en uso hasta el siglo XIX. Se estima que en estos hornos era necesaria la inyección forzada de aire para alcanzar las temperaturas necesarias en la reducción; en los ejemplos más arcaicos, el hierro se separaba de la escoria de forma mecánica en un segundo estadio con una pérdida

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considerable de rentabilidad. En los más evolucionados, como los de las ferrerías hidráulicas vascas o las fargas catalanas, se disponía en la parte baja un canal de evacuación de escorias. — El horno con cúpula (domed furnace) Tienen cierta semejanza con los hornos de cerámica ya que la cámara de reducción se cubre con una copa o domo de arcilla cocida. La planta suele ser oval o circular y presenta unas dimensiones más amplias que los demás hornos. Se considera que pertenecen a la tradición céltica y se han reconocido en la parte occidental y central de Europa. Ha recibido también el nombre de horno tipo Burgenland en la clasificación de Bielenin (1994) por los descubrimientos realizados en la región que lleva ese nombre en la parte oriental de Austria. La excavación de Clérimois, en el valle del Yonne (Francia), que ha permitido reconocer restos de 70 hornos de reducción, muchos de ellos de este tipo (Dunikowski y Cabboi, 1995), constituye a día de hoy la principal fuente de información sobre sus características. La base del horno se presenta excavada en una pequeña plataforma. Sobre esta base, reforzada con muros de piedra, se levantaba la cúpula que pudo llegar a tener hasta 160 cm de alto. En cada lado presenta un hueco para la tobera con la que se inyectaba aire y en la parte superior de la zona trasera, 3 huecos inclinados hacia el exterior para ventilación natural. El horno con cúpula siguió en activo durante el período romano en las áreas de tradición céltica de Occidente. Dentro del grupo se ha reconocido un modelo de grandes dimensiones al que se ha dado el nombre de horno “tipo Laxton” porque fue en ese enclave donde fue reconocido por primera vez. Ha sido recientemente reinterpretado por Crew et alii (2008), quienes proponen una producción en cada hornada de 6 agoas de 20 kg de peso cada una, con un consumo de 1.000 kg de carbón y 600 kg de mineral. Este es el horno de reducción de época romana de mayores dimensiones que se conoce hasta la fecha; el diámetro en la base alcanza los 150 cm. — El horno con chimenea (shaft furnace) Las mejores condiciones para la reducción se dan cuando el mineral desciende paulatinamente desde lo alto exponiéndose a los gases calientes reductores. Estas condiciones se consiguen en hornos con superestructuras de forma cónica o cilíndrica, resultando el modelo más desarrollado tecnológicamente hablando. Los hornos con fosa de escorias también se incluyen en principio en este grupo, aunque en el modelo evolucionado con sangrado, la escoria sale al exterior mediante un arco dispuesto en el frente del horno que se tapa durante el proceso de reducción.

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Las variantes de este tipo son amplias e incluyen modelos con inyección forzada de aire o con tiro natural. En lo que se refiere a las características de la estructura se conocen varios subgrupos: — hornos de pequeñas dimensiones, autoportantes de paredes estrechas de arcilla (fre-standing shaft furnace). Los ejemplos en su mayoría proceden de la Europa del Este y se consideran los precedentes de los hornos que en tiempos medievales se extenderán ampliamente por el Occidente europeo. En ocasiones aparecen reforzados con estructuras de madera o de piedra, incluso construidos enteramente en piedra como se ha reconocido en Les Martys (Montaña Negra). Una variante de este modelo presenta plataformas de tierra en las que se construye la base para aprovechar las condiciones aislantes. — hornos parcialmente construidos en plataformas o empotrados en muros de mampostería de forma que solo el frente del horno se construye y modela en barro (embanked shaft furnaces). Los hornos de tratamiento del hierro El proceso reductor consiste en romper el enlace que une los átomos de oxígeno con el hierro. En los hornos bajos se produce, además, en estado sólido y da lugar a una esponja formada por la aglomeración de cristales de hierro, rodeados de escoria, carbón y otros elementos (agoa). En esta condición no sirve para fabricar objetos, por lo que es necesario eliminar la escoria y unir las diferentes partículas de metal. Esta operación se realizaba sometiendo la esponja de hierro a un recalentamiento, por encima de 900ºC, temperatura en la que el hierro metálico se encuentra en estado forjable y las escorias fayalíticas (silicato de hierro) asociadas se separan por martilleo. Con este se conseguía soldar las fibras de hierro y los nódulos más compactos, a la vez que se expulsaba la escoria de los poros. El recalentamiento se hacía en un horno con inyección forzada y se martilleaba sobre un yunque, repitiéndose la operación las veces necesarias hasta completar la expulsión de la escoria y la conformación del metal. — Los hornos de recalentamiento (reheating hearths) Las operaciones de post-reducción no son fáciles de identificar en el registro arqueológico ya que son muy variadas y además de la obtención de lingotes o productos semielaborados, también se extienden a la fabricación de objetos y labores de herrería en general. Todas estas fases de trabajo dejan unos residuos muy parecidos; los más característicos son las tortas de

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fondo de horno o PCBs (Plano-Convex Botton slag) que son el típico residuo de los trabajos de forja, y las batituras o partículas que saltan con el golpeteo del martillo sobre el metal. Un factor que contribuye al reconocimiento de este tipo de hornos es su cercanía a los hornos de reducción; si se sitúan en el mismo espacio, es muy probable que sean hornos o fraguas de recalentamiento y refinado de la esponja de hierro. Los análisis químicos de las tortas de escoria también han demostrado ser un indicador de utilidad, pues se ha comprobado que cuando se trata de tortas obtenidas en el refinado, presentan pequeñas proporciones de los elementos químicos (p.e. manganeso, vanadio o cromo) presentes en el mineral reducido. Otros hornos auxiliares Para completar la tipología de hornos que se asocian a los procesos de elaboración de hierro queda tratar los que sirven para las operaciones de calcinación de mineral. Esta acción consiste en someter al efecto de las llamas a los minerales de hierro en condiciones de libre ventilación de aire y a temperaturas que oscilan entre los 400 y los 800ºC. Se hace por varias razones: mejorar la preparación del mineral en pequeñas porciones, eliminar la humedad intersticial del mineral y hacerlo más poroso, facilitando el proceso de reducción. En caso de trabajarse con carbonatos de hierro, esta operación resulta imprescindible para convertirlos en óxidos. En el registro arqueológico se conocen estructuras de calcinación en forma de hoyas circulares, de paredes paralelas formando un recinto rectangular o en zanjas3.

El hierro en Arqueología4 La incorporación de los estudios del hierro en las investigaciones arqueológicas es un fenómeno relativamente reciente que arrancó a finales del siglo XIX, como ya hemos adelantado; en esos inicios no dejaban de ser un complemento a las referencias históricas y etnológicas, manteniéndose la tónica hasta la primera mitad del siglo XX. La aproximación 3 En euskera estas estructuras han recibido el nombre técnico de arragoa, disponiéndose de abundante documentación para conocer las formas de calcinar mineral con motivo de la encuesta realizada por la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País entre 1770 y 1770; Urteaga, 2000. 4 Hemos tomado prestado a modo de homenaje, el título de uno de los trabajos de síntesis de Radomir Pleiner (2000), a quien por otra parte, vamos a seguir en muchas de las informaciones tratadas en este artículo. De esta manera queremos reconocer la gran labor que ha realizado en la investigación arqueológica del hierro. Radomir falleció en Praga el pasado 13 de enero de 2015.

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al hierro se incluía además en el marco general dedicado a los metales en la Antigüedad; como colofón a esta etapa podemos señalar los volúmenes del monumental trabajo de Forbes (1950; 1964). Tras la Segunda Guerra Mundial es cuando se puede establecer el inicio de la línea de trabajos que ha desembocado en la situación actual. Estuvo protagonizada por ingenieros y conocedores de primera mano de la industria moderna del hierro que se interesaron por los orígenes de la actividad; en este contexto destacan las aportaciones publicadas en el Journal of the Iron and Steel Institute de Londres, o el Stahk und Eisen and Archiv für das Eisenhüttenwesen de Düsseldorf; esta situación también se repite en el área vasca donde destacan las contribuciones realizadas por el ingeniero Manuel Laborde (1955). Esta etapa dio paso a una serie de publicaciones preparadas por metalurgistas y por historiadores en las que se apoyaron las primeras investigaciones arqueológicas encaminadas directamente al estudio de yacimientos siderometalúrgicos. En los años cincuenta y sesenta se incorporaron dos líneas de trabajo que han contribuido a dotar a las investigaciones del hierro de personalidad propia. Es el caso de los análisis químicos y estudios mineralógicos o paleobotánicos que comenzaros a realizarse sobre los restos de mineral, escorias, carbones o materiales refractarios utilizados. Estas líneas de investigación se han generalizado, dando lugar a equipos interdisciplinares que tratan los diferentes aspectos de la producción de hierro. Y es el caso de los programas experimentales con el objetivo de reconocer el funcionamiento de los hornos antiguos que, a la larga, llegaron a contar incluso con su propio encuentro científico (Guyan et alii 1973). Con posterioridad, la experimentación se ha extendido prácticamente por todo Europa5, incluso por América y África. El incremento de los estudios dedicados a la historia del hierro, y de los metales en general, se vio correspondido con la edición de revistas especializadas como Historical Metallurgy en el Reino Unido o la Revue d’Histoire de la Sidérurgie en Francia. Tal fue la actividad desarrollada en este campo que, coincidiendo con el VIIth International Congress of the Prehistoric and Protohistoric Sciences (Praga, 1966), se fundó el Comité pour la sidérurgie ancienne de la UISPP (Unión Internacional de Ciencias de Prehistoria y Protohistoria - International Union of Prehistoric and Protohistoric Sciences) como un organismo consultivo de escala mundial que reúne a los grupos de investigación e investigadores de diferentes países; la sede se estableció en el Instituto Arqueológico de Praga, nombrándose secretario a Radomir Pleiner.

5 En el año 1994, llegaron a nuestra geografía los programas experimentales de producción del hierro con el proyecto de recuperación de la ferrería hidráulica de Agorregi (Aia, Gipuzkoa), Urteaga (2002).

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Desde el Comité se han impulsado foros de encuentro que se han multiplicado en los últimos años; entre 1970 y 1995, por ejemplo, se organizaron 45 congresos centrados en el hierro y también en aspectos concretos de la investigación, habiéndose publicado un 65% de los trabajos presentados. Entre los resultados de mayor importancia de esta dinámica puede citarse la labor de catalogación de testimonios arqueológicos que ha sido exhaustiva en muchos países y que ha desembocado en el conocimiento de diferentes tipos de hornos, tecnologías y tradiciones culturales en la producción de hierro. Se ha avanzado, sustancialmente, en el estudio de los orígenes del uso del hierro, en el conocimiento de la introducción, en Europa, del método indirecto de producción, en la clasificación de los desechos y en la identificación, por la naturaleza de estos, de las diferentes fases de trabajo a las que pertenecen: reducción directa, indirecta, afinado, refinado, forja… En este contexto sigue quedando en evidencia la falta de información para la península ibérica.

Una breve historia del hierro, de los orígenes al período romano Tomando como referencia el amplio espacio territorial que se extiende desde India al occidente de Europa, se ha podido determinar que el proceso de introducción del hierro siguió unas pautas comunes, a pesar de que las cronologías resultan variables de un lugar a otro, Pleiner (2000: 20 y sgts). Primera fase La primera fase se caracteriza por el uso esporádico del hierro y su consideración como objeto de gran lujo, mucho más caro que el oro, demandado por las elites económicas. Suele ser hierro de origen meteorítico o producido accidentalmente durante las fundiciones de minerales de cobre. Esta fase, en Anatolia y Mesopotamia, tuvo una duración de 3 milenios, entre el 5000 y el 1500 BC, pero fue mucho más breve en los territorios de los alrededores y en India, por ejemplo, se extendió entre el 1100 y el 700 BC. Teóricamente se distinguen dos subfases; en la primera el hierro se obtenía al fundir minerales de cobre con contenidos de hierro, sin que fuera una acción premeditada; en la segunda se obtenía de manera intencionada en el marco de esa metalurgia del cobre como lo demuestran el alto número de objetos arqueológicos de hierro y las fuentes escritas; en cualquier caso estamos hablando de piezas de hierro de unos pocos gramos de peso.

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Segunda fase En la segunda fase, el hierro sigue siendo un objeto de lujo, pero existe una producción a pequeña escala, aunque regular, auspiciada desde el poder religioso o palaciego; recae en un grupo reducido de artesanos del metal. El hierro, en esta fase, se ofrecía como regalo u ofrenda de la autoridad real y solo estaba a disposición de las élites. Su uso con fines tecnológicos era muy limitado y se medía en shekels (medida de 10 o múltiplos de 10 gramos) y en su fase final llegó a circular en “minae”, poco menos de 0,5 kg, como informan los documentos cuneiformes. Esta fase puede considerarse una Proto-Edad del Hierro que, cronológicamente, coincide con el Bronce Final. En Anatolia se extiende entre el 1300 y 1000 BC, en Mesopotamia y Siria, entre el 1400 y 1100 BC, en Chipre, Grecia y Urartu entre el 1200 y 800 BC, y en India entre el 700 y el 400/200 BC. No está muy claro si el hierro se obtiene independientemente de la fundición de minerales de cobre, pero lo que sí se ha podido confirmar es que, además de hierro dulce, se elaboraba acero. Tercera fase La tercera fase viene a ser la llamada Primera Edad del Hierro, en la que el uso del hierro en la fabricación de instrumental se estandariza, produciéndose sobre todo cuchillos, hachas, cinceles y hoces. El incremento de la producción no rompe el control de las clases altas, manteniéndose la distribución del hierro regulada desde los palacios o los templos, sin acceso al mismo desde el libre mercado. Es en esta fase cuando las clases dirigentes arman a sus soldados y hacen uso del hierro como un instrumento de dominio político y social. Hay una independencia de la metalurgia del cobre que se expresa en el aumento a gran escala de la producción que pasa a medirse en miles de talentos de hierro (un talento viene a tener entre 26 y 30 kg de peso), lo que da lugar a stocks de cientos de toneladas. En los aspectos técnicos se produjeron grandes avances como fueron la producción de hilo de hierro (alambre), chapa y remaches. Igualmente, en forja, se desarrollaron los tratamientos de soldadura, e incluso hay evidencias de endurecimiento por temple. Esta fase se data entre el 1000/900 y el 700/600 BC en Anatolia, Siria, Palestina, Grecia y Urartu; entre el 700 y el 600 BC en Persia, el 700 y el 400 BC en Egipto y el 400/200 y el 100 BC en India. Cuarta fase La cuarta fase es la que se refiere a la incorporación plena del uso del hierro y a la producción masiva en centros especializados situados en las inmediaciones de áreas mineras y de suministro de combustible. En los talleres se llegó a fabricar instrumental con técnicas

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muy sofisticadas, combinando el hierro dulce y el acero, o aplicando tratamientos térmicos de acerado por temple y revenido. La variedad de objetos superó la centena de tipos, incluyendo arados o grapas para la construcción de edificios monumentales. Los herreros se especializaron según los objetos que fabricaban y determinadas producciones de acero empezaron a reconocerse por su calidad, lo que favoreció su transporte a largas distancias. El hierro llegó a ser 300 veces más barato que la plata. Esta evolución en fases se considera la evidencia de que el epicentro del origen de la producción de hierro se sitúa en algún lugar del área comprendida entre el Este del Mar Negro, el Este de Anatolia, y Cilicia en el Oriente Próximo. La expansión del hierro Desde esta zona nuclear, el hierro se extendió rápidamente por el este, centro y norte de Europa, llegando a Escandinavia y Rusia. Primero como objetos de lujo importados (siglos XVII al XV a.C.), para dar luego paso a la producción de la que se conocen evidencias datadas en torno a los siglos XII-X a.C., todavía en el contexto del Bronce Final. La llamada ruta Cimeria del hierro se considera la vía por la que entre los siglos VIII al V a.C se difundió la tecnología por Centroeuropa (Cunliffe, 2008), mientras que griegos y fenicios hicieron lo propio a través del Mediterráneo, alcanzando la costa occidental de la península ibérica en el siglo VIII-VII6. La barrera de los Pirineos se traspasó por las mismas fechas, llegando a Britania, Irlanda y las tierras interiores continentales de Occidente para el siglo VI (Tylecote, 1986). Esta expansión se atribuye a las tribus célticas que, por otra parte, desarrollaron rápidamente una tecnología del hierro que fue puntera en Europa entre los siglos V al II a.C. Los yacimientos minerales de la isla de Elba (la antigua Aithalia) constituyen en la trayectoria que estamos trazando un punto de especial referencia. Los filones insulares se extienden desde el río Albano hacia el Norte, hasta Monte Calamina. El mineral más abundante es la hematites asociada a piritas e hidróxidos, predominando la magnetita. También son abundantes los filones de cobre. Estos últimos fueron explotados desde antiguo por los etruscos y se consideran el contexto en el que pudo desarrollarse la metalurgia del hierro en la zona. La minería del hierro en Elba se documenta desde los tiempos de las primeras colonizaciones griegas, incluso, debido a la calidad y abundancia y a la posición estratégica de la isla, fueron transportados por vía marítima a lo largo y ancho del Mediterráneo occidental. Fueron también

6 Para conocer la evolución de las 4 fases en la península ibérica, véase Madroñero de la Cal y Agreda Suecun (1989).

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reducidos “in situ”, suponiéndose por lo que dicen las fuentes históricas (Diodoro, 5.33) que debido a las necesidades de combustible, se deforestó la isla y, por ello, fue necesario trasladar la producción al borde costero continental más cercano, a Populonia. En este entorno se desarrolló una intensa actividad que dio lugar a escoriales inmensos con los que se cubrieron incluso las tumbas cupulares del período temprano etrusco, del siglo VII. Recientemente se han registrado evidencias de producción de hierro al sur de la bahía de Baratti con cronologías que se extienden del siglo VII al V en Follonica, Talamone y la isla del Giglio (Correti et alii, 2014: 183). La producción continuó bajo la dominación romana calculándose en decenas de miles las toneladas de hierro obtenidas con los minerales de Elba, Populonia y su entorno, a lo largo de los cinco siglos anteriores al cambio de era; fue el foco principal de suministro para satisfacer las necesidades de hierro de la sociedad romana. En cualquier caso, conforme creció la demanda de hierro en Roma, que lo hizo de manera exponencial por el aumento de tropas y las grandes obras públicas, recurrieron a centros productores de fuera de la península itálica; es el caso del ferrum Noricum que se menciona en las fuentes desde finales del siglo I a.C. o del hierro de la Narbonense cuya producción comenzó a escala industrial en la segunda mitad del siglo I a.C. A este respecto, no está de más mencionar la cita de Plinio (NH 3,138, 33,78; 37, 202) sobre un viejo Senatus Consultum que prohibía la explotación de las minas en Italia y que los historiadores (Correti et alii, 2014: 184) consideran pudo ser acordado tras la revuelta de esclavos encabezada por Espartaco (73-71 a.C.).

Las principales regiones productoras de hierro en época romana Ferrum Noricum El inicio de la demanda comercial de hierro (o acero) del Nórico, por parte de Roma, se remonta a la primera mitad del siglo II a.C., cuando era un territorio independiente. Por su calidad llegó a ser un producto muy estimado, hasta el punto de fundarse un puesto comercial para centralizar las compras en Magdalensberg (Austria); finalmente, en el año 15 a.C., en tiempos de Augusto, los romanos se anexionaron el territorio y ese puesto comercial pasó a ser la capital de la nueva provincia. En tiempos de Claudio se fundó una nueva capital, Virunum, en las inmediaciones de la anterior, pero mejor situada con respecto a la red viaria que llevaba al puerto de Aquileia, desde donde se fletaba con destino a todo el Imperio. El centro productor de ese famoso acero se considera que se situaba en la zona minera de Hüttenberg en Carintia (Cech, 2014).

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Panonia, Dalmacia y Dacia La ordenación del Nórico tiene paralelos en Panonia y Dalmacia, destacando un área del Oeste de Bosnia, en los valles de Japra y Sana, que parece haber desarrollado una intensa actividad no muy bien conocida arqueológicamente; igualmente ocurre en Dacia. En estos territorios se conoce por epigrafía la existencia de delegados imperiales, los procuratores ferrariarum, y también de arrendatarios o proveedores privados, los conductores ferrariarum, Pleiner (2000: 43). Galia Una organización similar existió en Galia, siendo Lugdunum la sede administrativa del procurator ferrariarum; incluso se conoce una organización de la aristocracia gala que lleva el nombre de arca ferrariarum (Sablayrolles, 1989). En cualquier caso el desarrollo de las investigaciones arqueológicas en Francia ha servido para reconocer varios yacimientos que han aportado informaciones relevantes. Esta serie de investigaciones comenzó en los años setenta con la excavación del gran escorial de Les Martys en la Montaña Negra (Domergue, 1993). Los registros han permitido conocer que la producción de hierro en esta zona comenzó hacia los años 60 a.C y se prolongó hasta el 270 AD, habiendo producido del orden de 80.000 toneladas de hierro a lo largo de esos siglos. Con anterioridad a esa fecha no hay constancia de una producción local de entidad, suponiéndose que el hierro pudo importarse del centro productor de Sierra Menera, al otro lado de los Pirineos (Pages, 2010). La gran explotación de la Montaña Negra que se mide en decenas de miles de toneladas de hierro fue, por tanto, una iniciativa colonial promovida por Roma en el contexto de la explotación de los recursos de la Narbonense. Otros grandes centros productores se han reconocido en las inmediaciones de la Montaña Negra: Les Corbières, Spinouse o Canigou (Rico, 2011). Fuera de esta antigua provincia romana, se conocen otras zonas productoras de importancia como las del Pays d’Othe (Clérimois), los Pirineos Occidentales (Domergue, 2004: 138) o las de Saint-Michel (Indre), en torno al asentamiento de Argentomagus (Dieudonné-Glad, 2010). Britania La producción de hierro en Britania está muy repartida, pero hay 4 grandes áreas productoras directamente vinculadas a depósitos minerales de entidad (Crew et alii, 2008); la más importante es la de Weald of Kent, en el SE. Siguiendo con la serie, a continuación se colocaría la región de Forest of Dean, incluyendo, la intensa actividad siderúrgica del Sur de Gales que aprovechaba los grandes depósitos de hematites de la zona. En el NW, muy cerca del limes de Adriano, se localiza la zona de Cumbria con importantes depósitos de

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hematites y más de 300 talleres de producción catalogados, aunque solo unos pocos se han datado en época romana. La última zona es la que corresponde al borde oriental de la isla, que coincide con la explotación de los minerales del Jurásico (Jurassic Ridge); en esta zona se han reconocido los hornos de Laxton a los que nos hemos referido anteriormente. La península ibérica A pesar de ser un territorio con recursos mineros extraordinarios que fueron objeto de explotación desde tiempo inmemorial, los registros arqueológicos siguen siendo escasos. En los últimos años se están produciendo avances importantes en el conocimiento de la producción del hierro en las culturas ibéricas (Auladell, 2005; Gallego, 2014) que vienen a sumarse a las evidencias reconocidas en el entorno de la colonización fenicia (Keesmann, 1989), pero todavía sigue siendo una visión muy puntual de lo que a buen seguro fue una actividad intensa y consolidada a partir del siglo V a.C. De esa fase se conocen varios enclaves con hornos de reducción con fosa de escoria, señalándose también la existencia de un elemento distintivo como es el de las toberas bífidas de tipo “ibérico” (Molist et alii, 2005) a través de las que se realizaba la inyección forzada en el horno mediante fuelles. Estas toberas se han reconocido en una amplia geografía como recoge Gallego (2014: 52) que se extiende desde la Campa de Torres en Gijón, pasando por Numancia (Garray, Soria), Piuró del Barranc Fondo (Mazaleón, Teruel), Olèrdola (S. Miquel d’Olèrdola, Barcelona), Castellet de Banyoles (Tivissa, Tarragona), Mas d’en Gual (El Vendrell, Tarragona), La Monravana (Llíria, Valencia), Cerro de San Cristóbal (Sinarcas, Valencia), o Muela de Arriba (Requena,Valencia). La conquista romana aprovechó inmediatamente estos recursos como puede deducirse de la cita de Livio (34,21,7) señalando que fue C. Catón en el año 195 a.C. quien estableció los primeros impuestos (uectigalia) sobre las minas peninsulares; entre ellas, las ferrariae, término que reúne tanto las minas propiamente dichas como los centros de obtención del metal, resultando ser “la primera referencia en las fuentes antiguas a la producción de hierro en la península ibérica”, como indican Fabre et alii (2012: 43). Dejando a un lado los territorios vascos, que trataremos más adelante, las evidencias sobre la producción de hierro en época romana vienen marcadas en lo que se refiere a las provincias de Hispania por los registros de Sierra Menera (Teruel-Guadalajara), Sierra de la Culebra (Zamora), Sierra de los Filabres (Almería) y Munigua (Sevilla). En Sierra Menera se han censado 92 escoriales de los que 43 se han fechado en época antigua, en un período que arranca a finales del siglo II a.C. y no va más allá del Alto Imperio. En 3 de los 4 escoriales del yacimiento de las Saletas (Villafranca del Campo, Teruel), se han realizado sondeos arqueológicos en 2003 y 2004. Los datos obtenidos han permitido plantear

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las características generales de la producción, sin que se hayan localizado los restos de los hornos de reducción y del resto de las infraestructuras de los talleres (Fabre et alii: 2012). El municipio romano de Munigua (Villanueva del Río y Minas, Sevilla) se ha considerado, en origen, un asentamiento con características de campamento minero-metalúrgico que explotaba las mineralizaciones de cobre del entorno. Conforme se fueron agotando estos minerales, en la segunda mitad del siglo I AD, dejaría de albergar a la población minera de los alrededores para convertirse en la sede de los metalúrgicos especialistas en la elaboración del hierro. Este cambio vendría a coincidir con su conversión en Municipium Flavium Muniguensis. La especialización en el trabajo del hierro ha dejado grandes escoriales en el mismo entorno urbano; del estudio de estas grandes acumulaciones de escoria se ha podido saber que trabajaban con magnetita y hematites procedentes de la comarca del Pedroso que reducían en hornos de sangrado. La esponja de hierro se trataba en hornos de forja “para eliminar la escorificación e incorporarle cierta cantidad de carbono”, siendo el objetivo la fabricación de productos semielaborados o lingotes (Schaltter et alii, 2005: 272 y 275). En la Sierra de los Filabres es el yacimiento de Los Callejones (Almería) el que ofrece testimonios de minería y metalurgia del hierro datados a comienzos del siglo I a.C. Tampoco se han localizado los hornos, pero sí diversos indicadores que permiten plantear que la obtención de la esponja de hierro se llevaba a cabo en hornos de chimenea con fosa de escoria, trabajándose con minerales del entorno inmediato. También hay constancia de operaciones de forja que se supone refinaban “in situ” el hierro en bruto y lo convertían en lingotes (Rovira et alii, 2005:3). La explotación de los yacimientos de mineral de hierro de la Sierra de la Culebra en Zamora en época romana ha sido considerada (Larrazabal, 1996) uno de los vectores de la ordenación del territorio, incluyendo el trazado de la vía que discurría entre Bracara Augusta (Braga) y Asturica Augusta (Astorga). A ambos lados de la sierra se han reconocido 7 grandes escoriales que se han datado en el período imperial. Se sitúan no lejos de las áreas mineras y directamente vinculados a la vía citada. Sus dimensiones oscilan entre los 50 y los 100 m de diámetro, y entre 3 y 8 m de altura.

La producción de hierro durante el período romano en el ámbito vasco El acercamiento a la siderometalurgia romana en los territorios vascos implica tratar los recursos minerales y su explotación, la reducción y obtención de las esponjas de hierro, la elaboración de lingotes y las labores de herrería encaminadas a la fabricación de útiles y herramientas.

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Figura 1: Localización de las principales zonas productoras de hierro en época romana. 1. Nórico 2. Dalmacia (Japra y Sana) 3. Montaña Negra 4. Canigou 5. Pays d’Othe 6. Pirineos Occidentales 7. Saint-Michel (Indre) 8. Weald of Kent 9. The Forest of Dean

10. Cumbria 11. Cresterío Jurásico 12. Sierra Melera 13. Sierra de la Culebra 14. Sierra de los Filabres 15. Munigua 16. País Vasco 17. Isla de Elba

Las actividades extractivas, la minería La zona de estudio está constituida por los macizos paleozoicos vascos (Pirineos) y por su prolongación occidental: los materiales sedimentarios de la cobertera mesozoica. El conjunto dibuja un arco que en la dirección O-E tiene una longitud aproximada de 150 km y unos 50 km de anchura, siendo en su conjunto una zona rica en mineralizaciones cuya explotación

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viene sucediéndose desde tiempos prehistóricos. La minería más reciente ha tenido carácter industrial en los cotos de mayor interés económico, con el consiguiente impacto sobre los trabajos más antiguos. En el caso de la minería de hierro, las trazas dejadas por la utilización de los explosivos permiten diferenciar las labores modernas de las antiguas; sin embargo, en este último apartado, no resulta fácil caracterizar las huellas romanas y diferenciarlas de las medievales o pos-medievales sin recurrir a los registros arqueológicos. La relación de focos mineros romanos que conocemos a día de hoy, y que comentaremos a continuación, constituyen con toda probabilidad una porción reducida de lo realmente conservado y, a buen seguro, esta relación irá incrementándose conforme avancen las exploraciones; de hecho, en Bizkaia donde deben de existir abundantes restos arqueológicos de minería antigua, las prospecciones en este campo todavía no se han iniciado. Los macizos paleozoicos En la cadena de los Pirineos, los macizos paleozoicos de Oroz-Betelu, Quinto Real-Alduides y Cinco Villas (incluyendo Aiako Harria) concentran la mayoría de los yacimientos mineros de interés económico, mientras que los registros arqueológicos más significativos proceden a día de hoy de los dos últimos macizos de la serie. Macizo de Quinto Real-Alduides El censo de labores mineras de época romana es relativamente amplio, incluyendo yacimientos de galena argentífera (PbS), cobre, oro y hierro, apartado este último en el que destacan los registros de las minas de Larla y Lanz. — Minas de Larla La montaña de Larla alcanza los 700 m de altura, dominando el valle de la Nive. Alberga un importante yacimiento de siderita que se extiende por los términos de Saint-Étienne de Baïgorri y de Saint-Martin d’Arrossa. En este entorno trabaja desde 1999 el equipo de Argitxu Beyrie y Eric Kammenthaler. Las evidencias de trabajos mineros antiguos en galería corresponden a un gran hueco de 125 m de largo por 15 m a 30 m de alto y de 1 m a 3 m de ancho, con un desnivel de 65 m y están dirigidos principalmente a la explotación de hidróxidos de hierro (goethita). Los trabajos parecen haber sido organizados atacando el filón en gradas sucesivas, apoyándose en plataformas de madera en las que se depositarían además los estériles. La degradación de éstas se ha traducido en la acumulación de los estériles en la parte baja de la explotación, ocultando las evidencias de la zona inferior de la cantera. No hay indicadores de haber

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9 3 4 6

5

8

7

1 2

1.- Larla (Baigorri) 2.- Lantz 3.- San Fernando (Ingles Gaztelua) 4.- Askain (Meaka) 5.- Somorrostro

6.- Forua 7.- Aloria 8.- Arbiun 9.- Oiasso (Irun)

Figura 2: Relación de yacimientos de los territorios vascos citados en el texto.

utilizado el fuego para atacar el filón, siendo el pico y la punterola las herramientas que han dejado huella (Beyrie, 2008). — Minas de Lantz La villa de Lantz se sitúa al sur del municipio de Baztán, en las inmediaciones de la cadena de montes de Belate. Al sur de una de las cimas de esta cadena, la del monte Saioa, en la periferia de Quinto Real se abre el barranco de Txorrostarriko Erreka donde desde el año 1971 se conoce la existencia de un foco de minería romana (Mezquiriz 1974). Se trata de un complejo minero formado por dos grandes explotaciones a cielo abierto y 10 galerías que llevan los nombres de Ayerdi I, Ayerdi II, Ayerdi III, Ayerdi IV, Ayerdi V, Ayerdi VI, Ayerdi VII, Ayerdi VIII, Txoko y Otaño. Los minerales beneficiados debieron ser los de hierro y las piritas según Tabar y Unzu (1986). En estas galerías se han ido recogiendo diversos materiales

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arqueológicos: varias lucernas y un entalle que lleva grabado un busto femenino, datados entre mediados del siglo I y el siglo II AD. El macizo de Cinco Villas - Aiako Harria o Peña de Aia La parte norte de esta zona está ocupada por el granito de la Peña de Aia (Aiako Harria) con su aureola de metamorfismo térmico de contacto. En aquellas zonas donde se ha beneficiado la galena argentífera y los minerales de cobre, se han reconocido explotaciones de época romana que vienen a sumar varios kilómetros de galerías. En lo que se refiere a los filones de hierro, sin embargo, la catalogación de testimonios se reduce por el momento a los cotos de San Fernando y Askain, en Irun, aunque en Arditurri (Oiartzun) es de suponer que hubo también una minería romana de hierro de importancia, cuyos restos principales han desaparecido por efecto de los trabajos modernos o que todavía no se ha sabido identificar. — Minas de San Fernando El coto minero de San Fernando se asocia a labores de explotación de filones de óxidos e hidróxidos de hierro situados en la zona de contacto de las pizarras de la aureola metamórfica con los granitos del macizo de Aiako Harria. Los trabajos arqueológicos de prospección, realizados bajo la dirección de Txomin Ugalde se han centrado en 23 complejos de galerías de las que 9 unidades mineras se han clasificado en el grupo de los trabajos romanos. Son de reducidas dimensiones y responden a un modelo simple en el que, a una galería de acceso inclinada —excavada en las pizarras o en los granitos hasta encontrar los filones de hierro— le sigue la zona de explotación con galerías de escasa sección y desarrollo. Todas se encuentran agrupadas y dispuestas en la ladera, de manera que desde cada una de ellas se ataca un sector del filón (Ugalde et alii, 2008). — Minas de Askain El complejo minero se sitúa en la colina de Askain, en la zona sur del municipio de Irun, en la parte septentrional del macizo de Aiako Harria y se desarrolla sobre los granitos de grano medio y grueso. La cima es redondeada, con una importante alteración de su relieve original. Los vaciados de mineral y las entradas a las minas, han dejado grandes surcos, hondonadas, estériles y movimiento de tierra y rocas, configurando un paisaje muy humanizado. El mineral principal es la goethita que se presenta como bolsadas en el granito, siendo explotadas tanto en minería interior, con galerías amplias donde todavía se aprecian restos de mineral, como al aire libre mediante movimientos de tierra. Ha sido explorado también bajo la

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dirección de Txomin Ugalde. Se han estudiado 5 galerías y varias explotaciones al aire libre en pequeñas canteras con frentes verticales de 2 o 3 m. Las explotaciones son de tipo artesanal, apreciándose la impronta de los picos sobre el mineral y la roca encajante, por lo que se han clasificado entre los trabajos antiguos (Ugalde, 2012). La cobertera mesozoica En el territorio de Bizkaia ha habido infinidad de explotaciones mineras repartidas prácticamente por todos los macizos de entidad. En varias de ellas se han extraído minerales de plomo y cobre, lo que podría considerarse un indicador de la existencia de trabajos antiguos por tratarse de minerales de alto valor económico en el contexto del Imperio. Sin embargo, el foco de atención puede centrarse en la llamada Cuenca Minera Vizcaína donde se ha explotado una masa de mineral de hierro que se extendía desde Basauri7, a 4 km al SO de Bilbao, hasta la comunidad de Cantabria (Minas de Dícido y Setares). Su coto mayor se encuentra en Somorrostro, donde destacan los focos de Triano y Matamoros. A este foco principal de la Cuenca Minera pueden unirse otros que pueden pasar desapercibidos, como es el caso de los asociados a las karstificaciones de los macizos calizos del territorio. A este respecto puede señalarse el caso de las minas de Arritzaga en Aralar en cuyos conductos kársticos se sabe que se han explotado antiguamente minerales de cobre de muy buena calidad, pero también minerales de hierro (Urteaga et alii, 2010). — Minas de Somorrostro Para Somorrostro se esgrime la relación con el mons praealtus de la cita de Plinio (N.H XXXIV, 149)8 que señala la existencia de una montaña toda de hierro cerca de la costa de Cantabria, descripción que se ajusta a las características de este coto pero que también se ha trasladado a las minas de Peña Cabarga en el entorno de la Bahía de Santander. Al margen de este problema de identificación, contamos con ciertas evidencias arqueológicas que demuestran la extracción romana de minerales en este gran foco minero; las pruebas se 7 En el entorno de Basauri se encuentra el asentamiento fortificado en altura de Malmasín, de la Edad del Hierro, que podría estar relacionado con la explotación de las minas. 8 “De todas las venas metalíferas, la más abundante en Cantabria es la de hierro. En la zona marítima que baña el Océano hay un altísimo monte que, parece increíble, todo él es de metal, como ya dijimos al hablar del Océano...”, N.H., XXXIV, 149. Domergue (1990:212) propone que la descripción puede corresponder a Somorrostro, aunque advierte sobre la falta de evidencias arqueológicas.

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Figura 3: Minas de Askain 1, 2 y 3, Irun. Exploración y topografía realizadas por la sociedad Felix Ugarte Elkartea.

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refieren a un taller de tratamiento de hierro en el lugar de Oiola II, con una fase de trabajo datada entre los siglos II y IV (Aldama y Lorenzo, 1991), y una galería de mina en Setares (Mantecón, 2000). Esta última se localiza en la zona de trabajo de la antigua Compañía de Minas de Setares, en el área de Castro Urdiales donde se fundó la colonia de Flaviobriga, citada también por Plinio (NH IV, 110). La fundación de la colonia puede contextualizarse en una ordenación que responde a la riqueza minera del territorio. La producción de hierro La abundancia de recursos minerales se ha traducido en el reconocimiento arqueológico de un número importante de establecimientos en los que se elaboró y procesó el hierro; en algunos casos se sitúan en los mismos cotos mineros, en las inmediaciones de los filones; en otros, ocupan dependencias integradas en aglomeraciones de cierta entidad, buscando la cercanía de los mercados. Los hay dedicados en exclusiva a la reducción, mientras que contamos con ejemplos en los que la reducción y el refinado se realiza en los mismos talleres. La casuística se amplía si añadimos el volumen de las operaciones, las dimensiones de los yacimientos o la identidad de los yacimientos en los que se han reconocido las evidencias. La clasificación por la que hemos optado tiene en cuenta estos aspectos y los derivados de la cadena operativa de la siderurgia antigua. — El distrito siderúrgico de Larla. En el área minera de Larla se han registrado arqueológicamente 55 zonas de reducción de hierro, lo que nos sitúa ante un distrito siderúrgico de tamaño medio. Los talleres de reducción según Kammenthaler y Beyrie se agrupan en tres sectores: Sector I. Cuenta con 18 escoriales o talleres y se relaciona con el filón principal de la explotación. Sector II. Situado en la parte meridional, dispone de 24 talleres. Sector III. En este sector vinculado a los filones secundarios se han censado 12 lugares de reducción. Del conjunto, 9 talleres han sido objeto de trabajos arqueológicos, habiéndose descubierto los hornos de reducción, todos ellos de tipología similar. Se trata de hornos bajos, semienterrados y diseñados para el sangrado de escorias. Presentan forma alargada con un corredor que precede a la boca del horno, cuyo fondo es de forma circular, con unos 60 cm de diámetro, y se encuentra revestido de arcilla refractaria. En el frente dos lajas

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verticales marcan la posición de la abertura y sirven, además, de apoyo a la superestructura. De esta solo se conocen partes amortizadas, pero en la hipótesis de reconstrucción de Beyrie y Kammenthaler se ha diseñado a modo de chimenea que va perdiendo sección en altura, habiéndose levantado con arcilla y bloques de esquisto y de pizarra. A pesar de que el período cronológico de la actividad se extiende desde el siglo III a.C. hasta el final del alto imperio, no se perciben modificaciones en la tipología de los hornos, deduciéndose que se mantuvieron modos de producción idénticos durante siglos. Las campañas de arqueología experimental realizadas en 2007 han permitido concluir que este tipo de hornos funcionaba con ventilación natural (Beyrie y Kammenthaler, 2008). — El centro siderúrgico de Forua Desde el año 1985 vienen produciéndose descubrimientos arqueológicos relacionados con la producción de hierro en el yacimiento de Forua (Bizkaia) que ha sido excavado por Mikel Unzueta y Ana Martínez. Los testimonios se ampliaron notablemente en la campaña de 1987 y también en las siguientes de 1988, 1989, 1991, 1992 y 2004. El conjunto se reparte principalmente en 4 estructuras, aunque se señala que “Todos los edificios estudiados hasta el momento fueron dedicados en algún momento de su vida, a la transformación del mineral de hierro”, Martínez (1997: 571). Estructura 1; de ella apenas contamos con documentación, limitándose las informaciones publicadas a dar a conocer la existencia de un taller metalúrgico en el siglo III que se estableció sobre un ambiente doméstico de la época de Claudio-Nerón, Martínez y Unzueta (1998: 525 y 526). Estructura 2; corresponde a un recinto de planta rectangular de unos 12 metros cuadrados de superficie, que ha resultado alterado en su lado sur por el trazado de la carretera que une el barrio de Elejalde de Forua con la general Gernika-Bermeo; en este recinto se han descrito “Cinco hornos siderúrgicos, cuatro de planta oval y uno circular”, Martínez y Unzueta (1998, 527) datados en el siglo II. Se ha considerado un taller de forja9. Sin embargo, observando la documentación publicada, el considerado horno circular no sería tal, sino una estructura auxiliar. Hay que tener en cuenta que presenta un diámetro de 4 m y que cuenta con lajas de piedra sobre la base, indicadores que no pueden ponerse en relación ni con operaciones de 9 http://web.bizkaia.net/home2/bizkaimedia/Contenido_Noticia.asp?Not_Codigo=3220&SelTab=V&idioma=C A&dpto_biz=4&codpath_biz=4|295#iconos

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reducción, ni de forja. De los otros cuatro hornos hay dos que se presentan agrupados, con la base también excavada en el terreno y unas dimensiones de 1 metro de largo por 0,5 de ancho. Tanto la forma como el hecho de aparecer dispuestos por pares invitan a pensar que se trata de hornos de reducción. El tercer horno de la serie presenta una planta muy alterada, en la que parece observarse un elemento nuclear de dimensiones parecidas a los hornos de reducción antes señalados, mientras que para el cuarto no se dispone de informaciones de utilidad para su clasificación. A favor de la propuesta de un taller de reducción y no de forja también juega la presencia de zanjas perimetrales que desembocan en una balsa de 10 metros cuadrados de superficie y 1 metro de profundidad. El recurso a balsas y canales para alimentación de agua se ha reconocido en otros enclaves siderúrgicos de importancia como es el caso de Semlach/Eisner, Austria (Cech, 2014) o de Les Forgues en Les Martys, Francia (Decombeix et alii, 2000). Estructura 3; Según Martínez y Unzueta (1998: 528) se trata de un establecimiento organizado en 4 recintos de 25 m2, rodeados de una zanja de drenaje o defensiva . Para sus excavadores se trata de una construcción de carácter público u oficial en la que, una vez abandonada, en la segunda mitad del siglo II, se instalaron en su lado oeste dos hornos metalúrgicos que quedaron inactivos entre el fin del siglo III y los inicios del siglo IV AD. De estos dos hornos conocemos una imagen (Figura 2 de Martínez 1997: 570) de la que se deduce que presentan planta circular, con un diámetro interior de unos 1,20 m. Procedentes de esta estructura 3, hemos podido reconocer en los fondos depositados en el Arkeologi Museoa restos de mineral de hierro de extraordinaria calidad (óxidos masivos sin ganga apreciable) escorias de sangrado, escorias del interior del horno y material refractario de los hornos. Estas informaciones permiten plantear que estamos ante hornos de reducción. La asociación por pares resulta habitual, respondiendo al hecho de que, cuando la operación de reducción acababa en uno de ellos, se recuperaba el carbón vegetal y se utilizaba para la primera carga del horno contiguo (Crew et alii, 2008: 9); además por la planta circular y el tamaño, sería posible relacionarlos tipológicamente con los hornos cupulares de tradición céltica, tipo Burgenland. Estructura 4; dicen Martínez y Unzueta (1998: 529 y 530) que “esta construcción, organizada en dos grandes estancias de 44 y 60 metros cuadrados, albergó durante el siglo II d. C. un taller metalúrgico formado por 6 hornos —cinco de planta oval o alargada y uno circular— abiertos en un suelo de tierra pisada”. Señalan también la existencia de una fragua. La actividad del taller metalúrgico cesaría en la primera mitad del siglo IV.

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El horno 1, de planta circular con un diámetro interior de 0,70 m, podría identificarse también con los hornos cupulares de tradición céltica comentados en la estructura 3, aunque también podría tratarse de una pequeña carbonera si tenemos en cuenta lo representado en la foto número 5 de Martínez (1997: 572). Parece tratarse de una estructura relacionada con la producción de carbón vegetal, siguiendo el modelo del horno FR1 del taller de Latté en Oulches (Francia) según Dieudonné-Glad (2010: 272). En la imagen que manejamos, en

Figura 4: Los hornos de las estructuras 3 y 4 de Forua (Bizkaia). Base tomada de Martínez, 1997: 570.

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la misma estancia y a su lado se representa un pequeño horno de planta alargada, horno 2, excavado en el terreno con unas dimensiones de 1,10 m de largo y 0,40 m de ancho. El horno 3, que aparentemente ocupa una pequeña dependencia separada por un tabique de la anterior, es también de planta alargada aunque de mayores dimensiones, con una longitud de 2 m y una anchura de 0,40 m. En la parte central, coincidiendo con el eje transversal, la anchura se amplía hasta 0,70 m aproximadamente. Pudiera deberse a una reutilización del horno como también parece advertirse en el horno número 5. Los demás hornos se presentan agrupados en la otra estancia, estando orientados en perpendicular a los anteriores. El horno número 4 es también de planta alargada con unas dimensiones de 1,5 m de largo y 0,40 m de ancho; se presenta asociado a una fragua. El horno 5, repite la misma planta, siendo su longitud mayor, con una zona excavada que casi alcanza los 3 m de longitud; la anchura en algunas zonas supera los 0,50 m. No hemos conseguido reconocer el sexto horno al que aluden los autores de la descripción, pero si se advierte que el número 5 se dispone superpuesto a los restos de lo que pudiera ser otro horno. Los hornos alargados se han reconstruido en las propuestas de divulgación del yacimiento de Forua siguiendo el modelo reconocido en les Martys (Montaña Negra, Francia)10, aunque hay otras hipótesis de reconstrucción más ajustadas a sus características. En Forua, si tenemos en cuenta la documentación publicada y la colección arqueológica depositada en el Arkeologi Museoa de Bizkaia, se ha descubierto –en nuestra opinión– un centro productor de hierro de primer orden que estuvo operativo en los siglos II, III y comienzos del IV AD. Este centro trabajó con un mineral de mucha calidad que pudo haber sido extraído de los antiguos conductos kársticos de las zonas calizas de las inmediaciones. Contaría con talleres de reducción y de forja, separados o bien asociados en el mismo recinto; también contaría con estructuras de calcinación y hasta de fabricación de carbón vegetal. Sabemos que hubo operaciones de reducción porque hemos reconocido escorias de sangrado entre los materiales recuperados en la excavación (Véase figura 5.2). Estas escorias sin duda alguna pueden asociarse a hornos en los que se operaba con procesos de reducción en los que se evacuaban las escorias en estado fluido. En esta misma propuesta de operaciones de reducción podrían incluirse un buen número de tortas de escoria que parecen proceder del fondo de los hornos y que presentan características macroscópicas distintas a las ofrecidas por las escorias de forja o PCBs. 10 http://web.bizkaia.net/home2/Archivos/DPTO4/Noticias/Imagenes/Horno%20fundici%C3%B3n.jpg

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En las excavaciones de Forua también sabemos que los arqueólogos reconocieron restos de toberas; hablan de “tuberías de arcilla de las que han podido recuperarse varios fragmentos”, Martínez (1997: 571). — El centro siderúrgico de Oiasso (Irun, Gipuzkoa) La antigua “polis” de Oiasso citada por Estrabón, Plinio y Ptolomeo se ha reconocido finalmente en el casco urbano de Irun, donde vienen realizándose excavaciones arqueológicas de entidad desde su descubrimiento en el año 1969. A partir de esa fecha se han ido sumando diferentes hallazgos, caso de la necrópolis de Santa Elena, del complejo portuario, de habitación, termas, almacenes y demás registros que indican que fue una aglomeración urbana de importancia. Hasta ella llegaba la calzada procedente de Tarraco (Tarragona) que enlazaba el Mediterráneo con el Atlántico en este punto, contando además con un puerto regional con infraestructuras para las embarcaciones. Se ha considerado que fue la sede del distrito minero de Aiako Harria en el que se obtenía plata, plomo, cobre y hierro. A diferencia de Forua, las excavaciones realizadas en Oiasso a partir del año 1992 apenas ofrecen registros de instalaciones siderúrgicas. Coincidiendo con la excavación de las termas de Oiasso, en el año 2005, se localizaron una serie de hornos en un espacio marginal del establecimiento, pero no fueron excavados al no contarse con un plan de estudio e investigación espécifico que justificara la destrucción de los sedimentos arqueológicos y de sus archivos correspondientes. Sin embargo, en la mayoría de las intervenciones arqueológicas es habitual la recuperación de escorias y desechos de operaciones relacionadas con la producción y trabajo del hierro. Escorias de sangrado, tortas de forja, instrumental de trabajo de los herreros e incluso lingotes de hierro. El volumen de las operaciones de forja debió de ser destacado entre las actividades que tenían lugar en Oiasso. En las excavaciones de los horrea de la calle Bidasoa, por ejemplo, varias de las dependencias fueron pavimentadas con escorias, ocupando una superficie de 24 metros cuadrados, lo que se traduce en 1.500 kg de desechos de operaciones metalúrgicas. Entre los desechos hemos identificado las características tortas de fondo de fragua que son resultado de operaciones de forja de hierro. Tienen forma redondeada con unos 15 cm de diámetro y un peso de 1,3 kg (véase la figura 7). De la abundancia y características de las escorias de hierro en Oiasso deducimos que había abundantes fraguas para el procesamiento del metal, trabajándose, probablemente, con esponjas de hierro en bruto obtenidas en las inmediaciones de las zonas mineras. Si bien no puede descartarse la realización de operaciones de reducción en el entorno urbano por la recuperación de escorias de sangrado en este ámbito, lo cierto es que si cuantificamos los

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registros, la inmensa mayoría corresponden a trabajos de forja. Como ya hemos adelantado, también contamos con lingotes de hierro que consideramos prueban que en Oiasso se obtenían productos semielaborados con destino a las redes comerciales. El herrero de la calle Beraketa De entre todos los restos de forja y herrería recuperados en Oiasso hemos elegido el conjunto del herrero de Beraketa por varios motivos: ofrece la visión temprana de la actividad, presenta un conjunto de instrumentos con los que es posible identificar el tipo de piezas elaboradas en el taller y además se trata del primer registro de este tipo en el panorama peninsular. Se localizó, como se deduce de su nombre, en la calle Beraketa, en un entorno urbano situado a unos 50 m de distancia de las termas del Juncal, en la zona septentrional de la aglomeración de Oiasso, en un sondeo realizado en el año 1997. Junto a los utensilios de trabajo del herrero se descubrieron restos de cimentaciones de edificios e incluso materiales de la fase más antigua de la ocupación romana del lugar: una moneda de Augusto acuñada en Celsa (12 al 6 a.C.), Urteaga (1997). La práctica totalidad de los objetos de hierro recuperados se encontraron entre los rellenos de un pequeño hueco excavado en las arcillas naturales del terreno, junto a una olla de cerámica que contenía un pequeño stock de tachuelas en su interior. En la parte del cuello presenta un grafito con el texto AVF. Junto a ella se recogieron abundantes tachuelas, varios clavos y dos piezas de características muy similares que sirvieron para la elaboración de clavos; estos yunques claveros fueron reproducidos y con la ayuda del herrero J. Mediavilla de Legazpi se utilizaron en el año 2006 en un programa de arqueología experimental, gracias al que se ha podido reconstruir la forma en la que fueron usados. Los dos yunques tienen cabeza cuadrada con sección plana y orificio central. En el yunque 1, la cabeza es de 29 mm de anchura y se prolonga reduciéndose la sección en anchura y haciéndose ovalada (15,5 mm x 11,5 mm). Alcanza una longitud total de 115 mm, aunque se aprecia que el extremo inferior no presenta el acabado original, advirtiéndose la marca de una rotura posterior. En el yunque 2, la cabeza de 25mm x 27 mm se separa nitidamente del vástago que presenta sección cuadrangular de 7 mm de lado y que se hace apuntada en el extremo. Tiene una longitud total de 89 mm. Las diferencias en el vástago se ha podido confirmar que responden a la forma del enmangue; en el caso del yunque 1, se tomaba directamente con la mano, mientras que en el 2 el vástago se protegería con una pieza de madera, sirviendo la punta del mismo para favorecer el enganche en la contera. Una vez calentada en la fragua la varilla de hierro a temperatura de forja, se martilleaba el extremo hasta adelgazarla y obtenerse la sección cuadrada de dimensiones previstas; se

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FORUA ESTRUCTURA 3 MINERAL ESCORIA SANGRADA REFRACTARIO

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Figura 5: Materiales procedentes de la estructura 3 de Forua (Bizkaia); 1. Mineral de hierro (óxido férrico); 2. Escoria de sangrado. 3. Material refractario; en la imagen aumentada, derecha, se observan las abundantes inclusiones de cuarzo de formas angulosas y de tamaño medio-grande.

cortaba con la longitud deseada y, al rojo, se introducía por el orificio del yunque. En esta posición con la ayuda de los golpes del martillo se realizaba la última operación de fabricación de los clavos que consistía en transformar el extremo de la pieza en una cabeza plana. El instrumental del herrero, junto con la olla, debió de enterrarse por razones desconocidas a lo largo de la primera mitad del siglo I AD. — El yacimiento de Arbiun, Zarautz. Un posible taller de tratamiento de hierro Arbiun es una pequeña colina con una cima relativamente llana situada en término municipal de Zarautz, muy cerca de la confluencia con los municipios de Getaria y Aia, desde la que se domina la costa. En este yacimiento se han realizado entre 1992 y 1998, 6 campañas de excavación dirigidas por Milagros Esteban que sumadas unas a otras ofrecen una superficie aproximada de 150 metros cuadrados de terreno estudiado. La excavación

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5 Figura 6: Tortas de escoria de pequeño tamaño de Forua (Bizkaia).11 En el corte de las número 2 y 3 se observa que son escorias porosas sin añadidos de restos de arcilla o arena como es habitual en las escorias de forja; en la número 2 se aprecian las huellas dejadas por el instrumental utilizado para su extracción del horno en caliente. 11 La número 1 lleva el código de excavación: 48 B2, plano 8; la número 2: C47 A1; la número 3: 48 B2, plano 8; la número 4: C48, nivel 10, y la número 5: 48 A2, plano 8.

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se ha saldado con el descubrimiento de una alineación de piedras que podría corresponder a una estructura, una placa de escoria de forma estrecha y alargada, 1,40 m x 0,75 m y con un extremo rematado en semicírculo (Esteban, 1993)12, fragmentos de cerámica, unos pocos objetos de hierro y varios kilos de escorias de hierro. Los restos de mineral recogidos son pocos, de tamaño reducido, y pertenecientes al grupo de los óxidos. La cronología se ha establecido por C14 entre fines del siglo III y comienzos del IV (Esteban, 1994). Las escorias que hemos revisado en Gordailua, el centro de Patrimonio Mueble de Gipuzkoa, son de forma redondeada y pequeño tamaño, con un diámetro de en torno a los 6 cm. Aparentemente corresponden a las tortas de fondo de fragua, plano-convex botton slag o PCB. El reducido tamaño puede considerarse indicativo de la entidad de las operaciones ya que cada torta representa una unidad de trabajo, al haberse formado entre el encendido y apagado de la fragua (Serneels y Perret, 2015). — Otros registros: el asentamiento de Aloria (Amurio, Álava) y la mutatio de Mariturri (Vitoria, Álava). Los talleres de forja y herrería de Aloria El yacimiento romano de Aloria se sitúa en el valle de Arrastaria en término de Amurrio (Álava), pero a pocos metros del límite con el territorio vizcaíno. Excavado entre 1989 y 1999 bajo la dirección de Juan José Cepeda, se ha considerado un enclave rural habitado en época imperial romana (Cepeda, 2001). Se compone de varios recintos y dependencias, ordenadas siguiendo una trama ortogonal, destinadas a funciones productivas y de almacenamiento. En el conjunto se distingue un núcleo original de época flavia y sucesivas ampliaciones y reformas que dan lugar en el siglo II a un establecimiento dedicado a la actividad ganadera. En varios recintos de este establecimiento se han producido hallazgos relacionados con el trabajo del hierro; es el caso de los recintos W e Y. El recinto W, de planta cuadrangular de 8,25 x 7,68 m, se construyó en época flavia. Fue usado como taller metalúrgico, tal y como revela la cantidad considerable de escorias de hierro localizadas en su interior y la existencia misma de un horno de cubeta con varias reutilizaciones. En su interior se conservaban aún las escorias dejadas en el momento de su abandono, reconociéndose además “dos pequeños calzos de poste para fijar el fuelle”, Cepeda (2001: 56 y 57, figura 38). 12 En la memoria de la excavación (Esteban, 1993) se señala que 3 muestras de la capa de escoria fueron analizadas en el Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas de Madrid, informándose que “parecen provenir de un proceso de beneficio de mineral de hierro”.

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El recinto Y se añadió a finales del siglo I. Presenta planta rectangular de 7,70 x 3,62 m, adosándose por el SW al recinto W. En su interior se localizaron hasta 7 hogares y pequeños hornos con abundante cantidad de escoria de hierro que J.J. Cepeda ha considerado de “afinado”. En uno de los extremos se descubrió una estructura rectangular formada por una placa de arenisca en su base, fragmentada y rehundida por efecto del calor, rodeada en tres de sus lados por toscos muretes levantados con lajas calizas, Cepeda (2001: 59, 60 y 82). Los trabajos metalúrgicos del establecimiento de Aloria corresponden a labores de forja y de herrería habiendo dejado como residuos varias tortas de fondo de fragua como la que se documenta en la figura 80 (página 83). Son tortas de buen tamaño, con un diámetro de 15 cm y 1,5 kg de peso (véase figura 10). El patio de forja de la mutatio de Mariturri El inicio de las obras de urbanización del barrio de Zabalgana en Vitoria-Gasteiz estuvo acompañado de una serie de trabajos arqueológicos que se desarrollaron entre 2003 y 2005 por una superficie de unos 26.000 metros cuadrados en el enclave de Mariturri. Las excavaciones, dirigidas por Francisca Sáez de Urturi y Julio Nuñez, pusieron al descubiero el paso de la vía Ab Asturica Burdigalam y junto a ella, un vicus, un recinto ganadero y una mutatio probablemente relacionada con el cursus publicus o sistema de correo postal (Nuñez y Urturi, 2005); en este último establecimiento se ofrecería servicio también a los viajeros que transitaban por la vía. De las diferentes dependencias identificadas nos interesa el lugar que se ha considerado patio de forja, la zona 5 de la excavación; tenía su pequeño pórtico y contaba con sus bancos de trabajo. Ocupaba un espacio rectangular de 21,5 m x 18,50 m, con la parte central excavada en la roca de manera que los bancos de trabajo quedaban elevados sobre la cota de la zona de operaciones. Esta se encontraba colmatada por un relleno de color rojizo, fruto de la oxidación de la cantidad de elementos de hierro acumulados en la misma y característico de los denominados “workshop floor” o “sol d’atelier”. Además, en una atarjea cercana se han localizado desechos de forja colmatando la conducción; en este caso se trata de escorias de “fondo de forja” de morfología semiesférica (Núñez y Urturi, 2005:197); es decir, las plano-convex botton slags que ya hemos tenido oportunidad de comentar. El patio de forja debió estar en activo desde la fundación de la mutatio en la segunda mitad del siglo I hasta su abandono a finales del siglo IV (Núñez y Urturi, 2005: 206).

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Figura 7: Torta de fondo de forja procedente de los horrea del puerto de Oiasso (Calle Santiago-Bidasoa 2008, Irun, Gipuzkoa).

Un ensayo de síntesis y de punto de partida para el progreso de las investigaciones Si bien hemos clasificado por separado los testimonios ligados a las labores extractivas de mineral, los de la reducción y producción de hierro en bruto, y por último los trabajos de forja, lo cierto es que en los ejemplos descritos estas actividades se presentan interrrelacionadas; en Larla, por ejemplo, junto a las labores mineras se han localizado los hornos de reducción, y en el yacimiento de Forua (Bizkaia), aparecen asociadas las labores de reducción y producción de hierro en bruto con las de refinado en forja. En Oiasso también podemos defender la asociación minero-metalúrgica, si tenemos en cuenta la relación de la aglomeración urbana con el entorno minero de la Peña de Aia, relación que se ha considerado formando parte de una ordenación territorial más compleja, Urteaga (2008). Por otra parte, cuando nos hemos referido a la siderometalurgia de Larla, lo hemos hecho bajo la categoría de distrito siderúrgico, mientras que Forua y Oiasso se han presentado como centros siderúrgicos. Estos términos han sido elegidos conscientemente porque corresponden exactamente a distritos y centros siderúrgicos, tal y como han sido clasificados en el modelo de medios de producción dispersos o concentrados, Pagès (2010: 18-20).

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Figura 8: Útiles, clavos y tachuelas del herrero de Beraketa (Irun, Gipuzkoa). 1 y 2, yunques claveros; 3- vasija con stock de tachuelas; 4-clavo largo con cabeza cuadrada; 5, clavo mediano con cabeza redonda; 6- tachuelas de cabeza plana y cónica.

En el grupo de los medios dispersos se incluyen el taller y el distrito. El taller aislado viene a ser la unidad elemental de producción de escala reducida y corta duración que puede contar con horno bajo de reducción, forja, escorial y dependencias auxiliares. El distrito resulta de la agrupación de talleres aislados en una unidad topográfica caracterizada por la presencia de un coto de mineral de hierro de importancia. Si la duración del distrito resulta mediana o larga, es debido a los desplazamientos realizados para posicionarse mejor con relación al abastecimiento de mineral y combustible; en ese caso puede hablarse de distrito siderúrgico

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crónico o permanente. Si es de corta duración, se debe a la intención de explotar los recusos, limitando el transporte y multiplicando la actividad en un mismo punto. Cuando los distritos cuentan con una docena de talleres, se considera que son pequeños; si son varias docenas, medianos, y con cientos de docenas se considera que son grandes distritos. En el caso de Larla nos encontramos ante un distrito de mediana entidad, son más de 50 talleres, y de larga duración, entre el siglo III a.C. y el III AD. En el grupo de los medios concentrados se distinguen el centro y el complejo siderúrgico. El centro se caracteriza por la agrupación de infraestructuras siderúrgicas. Se materializa en la instalación de hornos bajos en bateria y por el establecimiento permanente de anexos asociados en los que se realizan operaciones de forja, almacenaje de carbón vegetal, tratamiento de materias primas, etc.; suponen una mano de obra importante y cierta concentración humana. Viven los metalurgistas y sus familias, pero también hay edificios para el control de la actividad. Cuando se multiplican las unidades de producción de hierro, hablamos de complejo. No tiene una sola ubicación, como ocurre con los centros alfareros de sigillata, sino que responde al modelo de red industrial que agrupa empresas diversas y diversificadas en torno a la mineria, el carboneo, la reducción o los medios de producción. Es muy probable que en el entorno de la Peña de Aia y Oiasso existiera un complejo industrial de estas características, ya que se dan las condiciones para ello, aunque habrá que esperar a contar con registros arqueológicos para desarrollar este planteamiento; sin embargo, en Forua —tal y como hemos adelantado— se cumplen plenamente los requisitos para considerar que fue un centro siderúrgico. Como hemos tenido oportunidad de mostrar, contamos con hornos bajos en batería, anexos asociados para operaciones de forja y otras operaciones, además del entorno adecuado para el hábitat. Al margen de esta clasificación quedan los testimonios de Aloria y Mariturri ya que no se pueden incluir entre las unidades productoras de hierro; en el caso del patio de forja de Mariturri esta condición es manifiesta, tratándose de un taller de herrería dedicado a dar servicio a los medios de transporte utilizados por los viajeros que frecuentaban la vía. No sabemos cuál era la cualificación de los operarios, si se limitaban a resolver las necesidades básicas o eran capaces de fabricar piezas complejas o realizar tratamientos sofisticados. A buen seguro que el protocolo de muestreo seguido en la intervención y la exquisita recuperación de las batituras, según informan los excavadores, Nuñez y Sáez de Urturi (2005), permitirá resolver estas cuestiones. El yacimiento de Aloria, considerado un establecimiento rural, ha ofrecido estructuras identificadas con fraguas y restos de tortas de escorias de forja identificadas con labores de

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refinado. En algunos casos estas tortas alcanzan dimensiones notables, como la que hemos recogido en la figura 9. Ya hemos adelantado la dificultad de determinar —en general— sin contar con análisis metalográficos, si una torta de escoria responde a operaciones de tratamiento de esponjas de hierro o de trabajo con productos semielaborados o de fabricación de objetos, forja y herrería. Volviendo a los análisis de escorias, no está de más insistir en la necesidad de tratar las materias primas, desechos y demás residuos de los trabajos del hierro que se recogen en las excavaciones arqueológicas, siguiendo un plan que permita reconocer sus componentes y características, estableciendo su clasificación y obteniendo de esta manera informaciones relativas al tipo de trabajo del que proceden. Podríamos distinguir si son resultado de operaciones de reducción, de refinado o de forja; las temperaturas alcanzadas en cada fase de trabajo, los rendimientos, la tradición siderúrgica, las fuentes de aprovisionamiento de mineral y otros detalles de interés a la hora de reconstruir el panorama de la producción y tratamiento del hierro en aquellos tiempos. De todas maneras, la información disponible, aún siendo insuficiente en general, alcanza para percibir que la imagen de los territorios vascos en lo relativo a la producción del hierro presenta facetas diferentes. Tomaremos como base del planteamiento las características y la datación de los talleres y del distrito de Larla. Beyrie y Kammenthaler han establecido que son hornos en los que se sangraba la escoria y que, prácticamente, durante 6 siglos no hubo modificaciones en su diseño. Contando con que los más antiguos se han datado en el siglo III a.C. y los más modernos en el siglo III AD, el período de vigencia incluye la etapa de producción indígena, el momento de la conquista romana, y la posterior integración de la actividad en el sistema del Imperio. La conquista de este extremo del Pirineo se realizaría entre los años 70 y 50 a.C., pero su dominio efectivo se produciría en tiempos de Augusto, hacia el cambio de era. La referencia al sangrado de escoria es otro factor a tener en cuenta, ya que se constata su dominio en fechas tempranas: el siglo III a.C. No está de más recordar la referencia citada para Los Callejones (Almería) en la que a comienzos del siglo I a.C., todavía se seguirían utilizando hornos de chimenea con fosa de escoria (Rovira et alii, 2005, 3). O la del célebre centro siderúrgico de Clérimois en el que se conoce una fase con hornos de fosa de escoria cuya datación más moderna se extiende hasta los años 150-50 a.C. Estos hornos de fosa serían, por otra parte, contemporáneos de los de cúpula en los que la evacuación de las escorias se hacía de manera normalizada y cuya instalación en el enclave se ha datado a finales del siglo II a. C. (Dunikowski y Cabboi, 1995, 40 y 107-108).

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Figura 9: Tortas de escoria de fondo de forja de Arbiun, Zarautz (Gipuzkoa). En esta escoria se aprecian a simple vista añadidos que pueden asociarse a labores de refinado en forja.13

Figura 10: Torta de fondo de fragua de Aloria, Amurrio (Álava).

13 La número 1 lleva el código de excavación: 5X, estrato I, lecho 6; la número 2: 5X, estrato I, lecho 6; la número 3: 11V, lecho 4

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FORUA 1

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1 TIPO LARLA

3 Figura 11: Reconstrucción de los hornos de reducción de Forua (Bizkaia) y Larla (Baigorri, Baja Navarra). En el primer caso los autores de la propuesta han tomado el modelo de Les Martys (Montaña Negra, Francia) y lo han empotrado en un talud, cuando los registros arqueológicos de Forua se refieren a hornos con planta excavada en suelos nivelados. El tipo de horno de Larla que aparece en la figura es el reconstruido en el programa de arqueología experimental realizado en mayo de 2015 en Legazpi como resultado de la colaboración entre los equipos de Iker Archéologie y Burdiñola. En la imagen 1, en primer plano se ve a Eric Kammenthaler quien, junto a Argitxu Beyrie, ha dirigido las operaciones; se aprecia el corredor excavado que da acceso al horno. Esta planta alargada se aproxima mejor a las características de las evidencias de Forua. En la 2, una vista frontal del horno, funcionando con ventilación natural, con el detalle de la boca de acceso abierta y la chimenea. En la 3, restos de mineral previamente calcinado para la operación experimental.

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El distrito de Larla, de carácter disperso y con una tradición siderúrgica avanzada, como indica el diseño de los hornos con sangrado de escoria, que se remonta al período prerromano, dibuja una de las facetas de esa imagen múltiple que comentábamos. En este caso, el paso al dominio romano se realizó sin cambios aparentes. Una realidad muy distinta es la que ofrece el centro siderúrgico de Forua, en la que destaca la existencia de baterías de hornos de reducción, incluso podría aventurarse que fueran del tipo cupular. Este tipo se considera que pertenece a una tradición céltica, pero en Forua aparecería instalado en plena etapa romana, siglo III, sin datos previos que sirvan de precedente. Pleiner (2000, 163), traza los orígenes de este tipo de horno, indicando que “Domed-furnaces occur in the archaeological record, however, at a very early date”, señalando el ejemplo de Hillesheim, datado en el período Hallstatt/La Tène inicial, como el más antiguo de los descubiertos. La presencia geográfica se extiende por el Oeste y centroeuropa, incluyendo Britania, la parte occidental de Alemania, la oriental de Francia y de Austria, lugar este último donde se reconoce con la denominación de Burgenland que ya hemos mencionado. En los territorios conquistados siguieron en activo durante las primeras fases de la ocupación, aunque en Laxton se propone que lo hicieron hasta el siglo II AD, en Clérimois hasta el III AD y en Latté hasta mediados del siglo IV. El contexto arqueológico del yacimiento es, por otra parte, el de un lugar abierto a los intercambios, con una cultura material homologable a la de otros enclaves de la costa del Atlántico (Martínez, 2004). Y entre el distrito de Larla, colocado en las estribaciones del Pirineo, con su tradición indígena, y el centro productor de Forua con un modelo implantado desde la ordenación romana, da la impresión de existir otras situaciones como la representada por Arbiun: un pequeño enclave, de economía básica a juzgar por la cultura material reducida a lo elemental en los repertorios cerámicos, en el que las operaciones de forja parecen ser el factor más representativo de su identidad. Lo que, por otra parte, no va más allá de unas pocos kg de tortas de escoria de pequeñas dimensiones. BIBLIOGRAFÍA Aldama, J.P. y Lorenzo, F.A., (1991). “Sondeo arqueometalúrgico en Loiola (Trapagaran): contribución al estudio de las ferrerías de monte por el método arqueológico. Zonas, fases y primeros resultados”, Kobie paleoantropología 19, 209-211. Auladell i Marqués, J., (2005). Tecnologia del treball del ferro al Nordest peninsular en L’ibèric antic i ple,Tesis Doctoral realizada bajo la dirección de Francesc Gracia Alonso y Julia Simon Arias, 2 vol., Universidad de Barcelona.

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