El feminicidio como desacuerdo

June 7, 2017 | Autor: A. Quiroz Hernández | Categoría: Jacques Rancière, Feminicidio, El Desacuerdo
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Descripción

El feminicidio como desacuerdo Alejandra Quiroz Hernández

Rancière expone en El desacuerdo una mirada crucial sobre la política para los tiempos que vivimos. Esto no exime la posibilidad de observar el pasado a través del horizonte que abre para el análisis de los acontecimientos. A grandes rasgos, pone de manifiesto el hecho de que la comunidad es vista y vivida de manera doble: reconocemos que es un conjunto al mismo tiempo que vemos cada una de sus partes. Así, Rancière nos hace ver a la comunidad como un conflicto. Es necesario entender y distinguir los diversos escenarios de la policía y la política, siendo la primera aquel orden general de la comunidad, de los cuerpos: “que define las divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir, que hace que tales cuerpos sean asignados por su nombre a tal lugar y a tal tarea; es un orden de lo visible y lo decible que hace que tal actividad sea visible y que tal otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido.” (Rancière, 1996:44) En cambio, la política, como ya habíamos indicado, “rompe la configuración sensible donde se definen las partes y sus partes o su ausencia por un supuesto que por definición no tiene lugar en ella: la de una parte de los que no tienen parte.” (Rancière, 1996:45) Un componente primordial en la obra de Rancière es la aparición del desacuerdo. Habitualmente, comprenderíamos esta noción como aquel punto en el que las partes no pueden llegar a una conclusión debido a las opiniones encontradas. La importancia del análisis de Rancière radica en el hecho de mostrar que el desacuerdo se refiere, más bien, a no identificar el problema del que se habla debido a que parten de racionalidades diferentes, lo que también perfila la comprensión de la política como un desorden, una fractura en las relaciones de los sujetos. Allí donde uno reconoce que no es tomado en cuenta, se da el fenómeno del desacuerdo y, por lo tanto, de la política. En palabras del propio autor: “el desacuerdo no es el desconocimiento” (Rancière, 1996: 8) Hablar desde racionalidades diferentes. Partiendo de la exposición de Rancière, es posible reconocer que al tratar el concepto y la implicación del feminicidio, el desacuerdo se pone de manifiesto en el sentido de que “… al mismo tiempo que entiende claramente lo que le dice el otro, no ve el objeto del

que el otro le habla; o, aún, porque entiende y debe entender, ve y quiere hacer ver otro objeto bajo la misma palabra, otra razón en el mismo argumento.” (Rancière, 1996: 9) Es arriesgado y controversial situar a las mujeres como una minoría. Ya se han suscitado numerosos debates que omitiremos en este espacio pero que, como resumen, critican la tendencia a hablar de minorías cuando, en realidad, las mujeres son el 51% de la población mundial. El problema no debería atenerse a cuantas mujeres hay en el mundo si no con lo que les ocurre y la manera en que la política se comporta respecto de lo que les sucede. Ha sido constante la demanda de tipificar el feminicidio dentro de los códigos penales a nivel local y nacional, por hablar del caso mexicano. Como consecuencia del desacuerdo, el esfuerzo casi siempre se concentra en la tipificación local de este delito, especialmente en aquellos estados en los que las cifras son exorbitantes. A la fecha, solamente 29 estados de la República Mexicana contemplan este delito en sus códigos penales. Lo problemático es que no hay uniformidad en la definición por lo que los feminicidios no se sancionan ni se identifican de la misma manera. Esto es conflictivo pues el desacuerdo no sólo existe entre quienes no ven el problema sino incluso en las diferentes maneras de ver el problema. En el desacuerdo, lo que ocurre es que entre los interlocutores, uno entiende lo que dice pero no ve lo que le está diciendo o sobre lo que se hable. En el caso del feminicidio, el otro entiende que se está hablando del asesinato de mujeres pero no ve la cuestión de género en el asesinato de las mismas. Pensar que da lo mismo si la víctima es hombre o es mujer implica la ignorancia de un componente determinante en el asesinato de mujeres. Si bien no todos los asesinatos de mujeres constituyen un feminicidio, es importante distinguir aquellos que por sus características sí lo son. La forma de ejercer la violencia contra las mujeres se ha especializado y caracterizado de tal manera que es imposible obviar la diferencia. No solamente se comete la muerte sino que se construye todo un sistema de agresiones al cuerpo de la mujer que pone de manifiesto las motivaciones del crimen. Entre otros aspectos, la violación, la mutilación y la tortura ejercida principalmente sobre los senos y los genitales son signos claros de que ha ocurrido un feminicidio.

Es además significativo porque dentro del concepto de feminicidio yace una intención de dar voz a los cuerpos violentados. Pareciera que sobre un grupo sin logos, se pone otro que también carece de logos. En otras palabras, lo que estas voces dicen es escuchado como ruido puesto que en la comunidad ocurre una: distribución simbólica de los cuerpos que los divide en dos categorías: aquellos a quienes se ve y aquellos a quienes no se ve, aquellos de quienes hay un logos –una palabra conmemorativa, la cuenta en que se los tiene- y aquellos de quienes no hay un logos, quienes hablan verdaderamente y aquellos cuya voz, para expresar placer y pena, sólo imita la voz articulada. (Rancière, 1996:37) Al discutir el término “feminicidio”, vemos entonces un rasgo importante que se da en el marco del desacuerdo: “x no ve el objeto común que le presenta y porque no entiende que los sonidos emitidos por éste componen palabras y ordenamientos de palabras similares a los suyos.” (Rancière, 1996: 10) Se habla de asesinato, de móvil, de intención pero no se comprenden los rasgos distintivos que estos conceptos toman en un feminicidio. Para una de las partes, basta la aparición de un cuerpo asesinado para hablar de homicidio. Para la otra parte, el escenario en el que dicho cuerpo aparece es lo que le imprime una señal distinta, lo que lo hace ver como feminicidio. Aunque el feminicidio ya esté tipificado en los códigos penales locales, hace falta lograr la unificación del término así como los procedimientos penales que se verán implicados. Son significativos los esfuerzos de la sociedad civil por introducir el concepto en la sociedad así como la sensibilización y educación que procuran sobre este tema entre otros caminos de los estudios de género. Sin embargo, hace falta que la voz que defiende esta concepción resuene en los ámbitos de la legalidad y que reconozcan la singularidad del crimen además de proveer y procurar los medios que permitan el acceso a una vida libre de violencia para las mujeres. La universalización de cualquiera. En el intento, como decíamos antes, de dar voz a quiénes no la tienen, se han configurado numerosas organizaciones que buscan dar justicia a las víctimas de los feminicidios. En palabras de Rancière: “la actividad política es siempre un modo de manifestación que deshace las divisiones sensible del orden policial mediante la puesta

en acto de un supuesto que por principio le es heterogéneo, el de una parte de los que no tienen parte, la que , en última instancia, manifiesta en sí misma la pura contingencia del orden, la igualdad de cualquier ser parlante con cualquier otro ser parlante.” (Rancière, 1996: 45) Habitualmente, los reclamos de los sin parte o de los que no cuentan se presentan como irrupciones en el orden de la comunidad. Rancière explica que “un acontecimiento es una transformación del tejido común, mientras que la cuestión de la organización consiste en cómo prolongar esa transformación de lo que es visible, sensible, de lo que se revela como posible para quienes eran considerados incapaces, encerrados en su impotencia.” (Garcés, 2006) Podemos pensar en las madres y amistades de las desaparecidas y “muertas de Juárez” que se organizaron para fundar Nuestras hijas de regreso a casa A.C. como parte del seguimiento que merece la demanda de justicia jurídica y social. Estas personas se toman en serio la noción de que “cualquiera es capaz de acción política” (Garcés, 2006) Estas organizaciones consisten en “un crecimiento de las capacidades en todos aquellos lugares en la que éste puede afirmarse” (Garcés, 2006). Debido a esto podemos reconocer el compromiso y la solidaridad enarbolada por las diversas asociaciones que suman esfuerzos cuando un bien mayor los convoca. Podemos traer a colación el Movimiento por la Paz con Dignidad y la Justicia en cuya marcha del 8 de mayo de 2011 se sumaron numerosos contingentes. Es innegable el hecho de que el movimiento ha carecido de uniformidad y constancia, lo que constituye uno de los problemas que reconoce Rancière. Como señala el autor, “no hay que entender... que la política existe porque unos grupos sociales entran en lucha a causa de sus intereses divergentes.” (Rancière, 1996: 33) Esta divergencia debe ser capaz de superar la particularidad que los define y abrazar otras causas, enarbolar otras banderas. Al cabo de un rato, la organización debe ser “capaz de manifestarse sobre cualquier cosa … para expresar, en todo lugar, la capacidad de cualquiera” (Garcés, 2006) esto será la clave para la constitución de un movimiento que transforme el escenario de la política.

BIBLIOGRAFÍA Garcés, Marina, et. al. “Universalizar las capacidades de cualquiera (entrevista a Jacques Rancière) [http://ayp.unia.es/index.php? option=com_content&task=view&id=276] Laporta, Elena, (2012) “La tipificación del feminicidio en México” [http://www.feminicidio.net/noticias-de-asesinatos-de-mujeres-en-espana-y-americalatina/datos-informes-y-cifras-de-feminicidios/2235-LA%20TIPIFICACI%C3%93N %20DEL%20FEMINICIDIO%20EN%20M%C3%89XICO.html] Rancière, J. (1996) El desacuerdo. Política y filosofía, Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.

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