El factor extranjero: los Estados Unidos, la Grecia de los coroneles y la integración europea

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Descripción

El factor extranjero: los Estados Unidos, la Grecia de los coroneles y la integración europea Víctor Fernández Soriano Université Libre de Bruxelles V Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Contemporánea, Barcelona, 15-17 de julio de 2015 Mesa taller 22: Encuentros y desencuentros. Las relaciones de Estados Unidos con Europa occidental, América Latina y la cuenca mediterránea desde la 2ª Guerra Mundial hasta la actualidad. Resumen: Con el término “factor extranjero” los griegos hacen referencia a la tutela ejercida por potencias extranjeras sobre la vida política de su país. Durante las décadas que siguieron al final de la guerra civil griega en 1949, el “factor extranjero” se refería a los Estados Unidos, principal valedor de la seguridad y de la economía del país, así como de las élites políticas consagradas por el final del conflicto. La presente comunicación propone examinar, en términos históricos, la actitud de los agentes estadounidenses en el golpe de estado que condujo a los coroneles a hacerse con el poder en Grecia en 1967. Se trata de un tema espinoso, ya que desde el mismo momento en que se produjo el golpe buena parte de la opinión pública helena lo atribuyó al “factor extranjero”. En base a la historiografía reciente y a la documentación actualmente disponible en FRUS, se estimará el grado de conocimiento o de intervención de la administración estadounidense y sus representantes en el golpe de estado de los coroneles. Sin embargo, no es este el principal propósito de la comunicación: se trata más bien de determinar las causas de la actitud estadounidense con respecto a la llegada al poder de los coroneles y de evaluar en qué medida esta influyó directamente en sus socios europeos. Tales consideraciones deberán permitir validar la siguiente hipótesis: la continuidad de Grecia en el proceso de integración europea estuvo también condicionada por un “factor extranjero”, esto es, por la influencia de los Estados Unidos sobre sus aliados europeos. Palabras clave: Grecia. Coroneles. EEUU. Integración europea. Derechos humanos. Abstract: The term “foreign factor” is used in Greece to refer to the aegis that several foreign powers had upon the Greek internal affairs. During the decades following the end of the Greek Civil War in 1949, the “foreign factor” referred to the United States, which tutored the security and the economy of Greece, as well as its political elites. This communication proposes to re-examine in historical terms the behaviour of the American agents with regard to the coup d’état with which the Greek colonels seized power in 1967. It is a thorny matter as, since the very moment in which it occurred, most of the Hellenic public opinion attributed the coup to the “foreign factor”. On the basis of the recent historiography and today’s available FRUS documentation, the responsibility of American agents, representatives and officers in the organization of the colonels’ coup will be examined. The aim is to determine the causes of the attitude of the United States towards the colonels’ seizure of power and to examine how it influenced the West-European governments. These considerations should allow to verify the following hypothesis: the continuity of Greece’s participation into the process of European integration was also conditioned by another “foreign factor”, namely by the influence of the United States upon their European allies. Keywords: Greece. Colonels. USA. European Integration. Human rights.

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El “factor extranjero” (ξένος παράγοντας) es una expresión que forma parte del lenguaje político cotidiano griego. Aparece en los manuales escolares de historia y todo griego de a pie sabe bien a qué se refiere: al tutelaje de la vida política del país por parte de potencias extranjeras. El término suele conllevar una connotación negativa y posee una carga ideológica en clave nacionalista: se interpreta como la injerencia de un estado extranjero en los asuntos internos del país y, por tanto, como una agresión al orgullo patriótico. Si en los últimos años el término es utilizado para aludir al influjo alemán en la gobernanza económica del país a través de la denominada “troika”, en el período que va desde la Guerra Civil (1946-1949) hasta la caída de la dictadura de los coroneles (1974) se refiere al ascendiente con el que contaban los Estados Unidos sobre las élites políticas y militares del país. El papel desempeñado por los Estados Unidos en el establecimiento de la dictadura de los coroneles en 1967 es controvertido. Para buena parte de la opinión pública de la época, no solo griega sino también foránea, la administración Johnson habría estado implicada en la organización del golpe de estado con la intención de frenar el auge político de los partidos de izquierda. El golpe de los coroneles fue justificado por sus propios autores como una reacción del ejército ante una deriva de la política griega hacia el comunismo en un contexto de tensiones políticas previo a unas elecciones convocadas para algunos días después, las cuales previsiblemente iba a ganar una coalición dirigida por Andréas Papandréou, a quien se acusaba de comunistizante. Un país bajo el yugo de los coroneles parecía ser un panorama más adecuado a los intereses estadounidenses que un gobierno dirigido por Papandréou, sobre todo en un momento de desestabilización de la región vecina de Oriente Próximo, y esta razón habría conducido a la administración Johnson a apoyar la conspiración militar. Sin embargo, la investigación histórica no ha permitido confirmar este hecho, a falta de ningún documento que vincule la trama golpista de los coroneles con los agentes de los Estados Unidos presentes en Grecia en 1967. Los especialistas de este contexto apuntan más bien a que el golpe de estado sorprendió también a la administración estadounidense, que no obstante se decantó inmediatamente después por la aceptación del hecho consumado y la connivencia con el nuevo régimen. Más que la hipotética intervención de la administración estadounidense en la preparación del golpe, es esta actitud hacia él el aspecto más relevante ya que tuvo un impacto directo en la actitud de los aliados de los Estados Unidos con respecto a Grecia. Dado que el establecimiento de la dictadura en Grecia tuvo serias repercusiones en las organizaciones intereuropeas a las que el país estaba vinculado (la CEE, el Consejo de Europa, la OTAN), es lícito preguntarse si en las decisiones que en estas fueron tomadas a propósito de la cuestión griega no existió también un “factor extranjero” en razón del influjo que los Estados Unidos ejercían sobre la política exterior de las cancillerías europeas en el contexto de la Guerra Fría y particularmente con respecto a Grecia. La tutela de los Estados Unidos sobre la vida política griega empezó a hacerse patente en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Hasta entonces, una tutela similar había sido ejercida por el Reino Unido, cuyo ejército había liderado las tropas de liberación del país a finales de 1944. Tras la guerra, el Reino Unido ejerció en Grecia un régimen de pseudo-ocupación no institucionalizado, protegiendo a la monarquía y a los gobiernos legitimistas vinculados a ella, a la par que oponiéndose a las fuerzas comunistas. En razón de este régimen, el gobierno de Londres

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se había visto involucrado en el estallido de la Guerra Civil en marzo de 19461. Sin embargo, un año después, el gabinete laborista de Clement Attlee, asolado por una difícil situación económica interior y en un contexto de repliegue de su imperio, decidió cancelar su apoyo financiero y logístico al gobierno de Atenas, lo cual hizo efectivo a partir de febrero 19472. En este marco, entraron en juego los Estados Unidos, sustituyendo a los británicos como soporte financiero y logístico del gobierno de Atenas en su guerra de guerrillas contra los comunistas. La Guerra Civil Griega fue el primer conflicto armado con unas características propias de la Guerra Fría en un momento de escalada de tensiones y de definición de los dos bandos en litigio, y la intervención estadounidense estuvo destinada a anular la posibilidad de un vuelco hacia el comunismo en un país estratégico que se consideraba área de influencia anglo-americana3. Una vez finalizada la guerra, con una victoria abrumadora del gobierno de Atenas que motivaría una serie de leyes particularmente represivas con toda manifestación de simpatía comunista, los Estados Unidos consolidaron su presencia en Grecia a través del mantenimiento de una importante misión militar y de una estación de la CIA en Atenas junto a la representación diplomática oficial. La misión militar, JUSMAGG (Joint United States Military Advisory and Planning Group Greece), que había sido fundada en 1947, pronto pasó a ser integrada en el marco institucional de la OTAN junto a otra misión homónima creada en paralelo para Turquía. A través de ellas, los Estados Unidos impulsaron el ingreso de los dos países en la OTAN en 1952, el cual, en el caso griego, subrayaba el triunfo del anticomunismo en la guerra 4. Desde aquellos años, los representantes militares y diplomáticos del gobierno estadounidense en Atenas se convirtieron en consejeros habituales de primeros ministros, líderes políticos y altos mandos del ejército, así como de la casa real (la cual solía interferir a menudo en la política gubernamental) 5. En los años sesenta, la administración Kennedy intentó reducir el influjo estadounidense en Grecia retirando, en 1963, buena parte de las ayudas financieras al gobierno de Atenas; no así las militares. Sin embargo, en el momento en que se produjo el golpe de estado, en abril de 1967, los representantes estadounidenses seguían siendo muy influyentes en los círculos del poder. A este respecto una fuente particularmente útil son las memorias relativas a este período de Robert V. Keeley, un diplomático estadounidense que entonces comenzaba su carrera como junior officer de la consejería de asuntos exteriores de la embajada de Atenas. Keeley desempeñó dicho cargo de 1966 a 1968. Más de cuarenta años después (tras haber ocupado el puesto de embajador en Atenas entre 1985 y 1989) publicó sus memorias de aquellos años. Su libro es interesante no solo porque refleja la perspectiva de un agente diplomático estadounidense en aquel momento, sino también porque presenta un relato alejado de líneas oficiales, que no elude la crítica a la actitud de los Estados Unidos en aquel contexto y que parece sincero. Según Keeley, los agentes del Departamento de Estado (US Foreign Service) en Atenas, capitaneados por el embajador Philips 1

El alzamiento comunista que da comienzo a la Guerra Civil Griega en marzo de 1946 se dirige tanto a las fuerzas conservadoras del gobierno de Atenas como a las fuerzas británico presentes en Grecia: FONTAINE, Joëlle: De la résistance à la guerre civile en Grèce, 1941-1946, París, La Fabrique, 2012. 2 WOODHOUSE, Christopher Montague: The Struggle for Greece 1941-1949, Londres, C. Hurst & Co., 2001. 3 JONES, Howard: “A New Kind of War”: America’s Global Strategy and the Truman Doctrine in Greece, Oxford University Press, 1997(1989). 4 CHOURCHOULIS, Dionysios: The Southern Flank of NATO 1951-1959: Military Strategy or Political Stabilization, Lanham, Lexington Books, 2015. 5 MILLER, James Edward: The United States and the Making of Modern Greece: History and power, 1950-1974, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2009.

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Talbot y por su número dos Norbert Anschuetz, eran interlocutores privilegiados de los líderes políticos griegos, sobre todo de aquellos relacionados con la Unión Nacional Radical o ERE (Εθνική Ριζοσπαστική Ένωσις), partido conservador fundado por Konstantínos Karamanlís en 1955 y primera fuerza política del país entre 1955 y 1963. Talbot y Anschuetz también solían frecuentar los pasillos del palacio real. Al mismo tiempo, los representantes de los servicios de información estadounidenses asesoraban de forma permanente al estado mayor y a los servicios de seguridad griegos. Según Keeley, los agentes de la CIA consideraban Grecia su propio territorio y actuaban en el país sin injerencia de las autoridades locales. Keeley destaca tres nombres: John Maury, jefe de la estación de la CIA en Atenas; el general Samuel Knox Eaton, jefe de la JUSMAGG; y el coronel Oliver K. Marshall, agregado de la Defensa de los Estados Unidos en Grecia. Estos hombres habían contribuido en los años previos al golpe de estado a la formación de los efectivos del Servicio Central de Inteligencia, la KYP (Κεντρική Υπηρεσία Πληροφοριών), que la CIA misma había fundado en los años cincuenta y financiaba desde entonces 6. John Maury mismo confirmó en octubre de 1977, en una conferencia pública en la American University de Washington DC, que la estación de Atenas era usada como una base de operaciones de la CIA 7. Cuando se produjo el golpe de estado de los coroneles el 21 de abril de 1967, declarando la ley marcial e imponiendo mediante la fuerza de los tanques un régimen militar en Grecia, las sospechas de una implicación estadounidense en su preparación se pusieron inmediatamente de manifiesto8. Muchos analistas trataron en ese momento y en los años sucesivos la involucración estadounidense en el golpe ya no como una sospecha, sino como una evidencia 9. Por un lado, la cabeza más visible del golpe y líder del nuevo régimen que este impuso, Giórgos Papadópoulos, había dirigido la KYP de 1959 a 1964. Por otro, una implicación de los Estados Unidos encajaría en la lógica intervencionista de sus servicios de inteligencia en el extranjero en el contexto de la Guerra Fría: la CIA había participado, desde su creación, en numerosos golpes de estado allá donde los intereses estadounidenses se habían visto amenazados por una deriva revolucionaria (el ejemplo más reciente era entonces el representado por los acontecimientos en República Dominicana, donde la CIA había participado en la organización de un golpe de estado en septiembre de 1963 y el ejército estadounidense había reprimido una insurrección contra el gobierno militar derivado del golpe en abril de 1965) 10. En Washington, la existencia de complots militares en Grecia previamente al golpe no era ningún misterio. El Departamento de Estado estaba al corriente de que un grupo de generales del estado mayor heleno dirigido por el teniente general Griogórios Spantidákis estaba listo desde comienzos de marzo de 1967 para iniciar una acción militar contra el gobierno. Y estaba al corriente de ello porque Spantidákis mismo había informado de sus intenciones a la inteligencia

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KEELEY, Robert V.: The Colonels’ Coup and the American Embassy. A Diplomat’s View of the Breakdown of Democracy in Cold War Greece, University Park, Pennsylvania State University Press, 2010, pp. 1-26 y 50. 7 MARAGKOU, Konstantina: “The Foreign Factor and the Greek Colonels’ Coming to Power on 21 April 1967”, Southeast European and Black Sea Studies, 6/4 (2006), p. 437. 8 Ibid., pp. 427-443; KLAREVAS, Louis: “Were the Eagle and the Phoenix Birds of a Feather? The United States and the Greek Coup of 1967”, Diplomatic History, 30/3 (2006), pp. 471-508. 9 ATHENIAN” [Ródis ROÚFOS]: Inside the Colonels’ Greece, Londres, Chatto & Windus, 1972. 10 BLUM, William: Killing Hope:US Military and CIA Interventions since World War II, Londres, Zed Books, 2003, pp. 175-184.

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estadounidense en Atenas el 9 de marzo de 196711. En Washington también se sabía que el rey Constantino II12 apoyaba esta trama conspirativa: en un encuentro entre John Maury y el jefe de gabinete del rey Dimítrios Bítsios, este último había afirmado que la influencia creciente de Andréas Papandréou, de quien decía estar al servicio de Moscú, requería la intervención del ejército: I added that there was the further question of whether a dictatorship could be effectively imposed in the face of the kind of strikes, violence and general resistance measures with which Andreas might react. Bitsios said that if a dictatorship were decided upon, “Andreas would not be around.” In response to my further question, Bitsios said that for the present the loyalty of the army could be relied upon to support a 13 temporary dictatorship, but a few years hence “it might be too late”.

El 29 de marzo de 1967, el rey mismo había preguntado a Philips Talbot si el gobierno de Estados Unidos estaba dispuesto a apoyar un golpe de fuerza del ejército griego con el fin de evitar “el riesgo de que la Grecia libre fuera destruida permitiendo a Andréas Papandréou tomar el poder”14. Dean Rusk, Secretario de Estado de Johnson, respondió que había que aconsejar firmemente a las autoridades griegas en contra de una “posible desviación constitucional” que pudiera convertir a Papandréou en un mártir político, pero que Washington se reservaba su eventual reacción ante tal movimiento, la cual establecería llegado el caso en función de las circunstancias 15. Sin embargo, el golpe de estado del 21 de abril de 1967 no fue la consecuencia de la trama planificada en los despachos del estado mayor y del palacio real, sino de otro complot organizado por un grupo de militares de menor rango, casi todos ellos coroneles, dirigidos por Giórgos Papadópoulos. El propio general Spantidákis fue, al parecer, sorprendido por el estallido del golpe y solo se sumó a él en un momento posterior, pasando a ser el ministro de defensa de la primera junta militar 16. En la documentación publicada por el Departamento de Estado apenas hay rastro de los tejemanejes del entorno de Papadópoulos. En 1966, el nombre de este último aparece relacionado con un “grupo militar griego conspiratorio de derechas”, que existiría desde 1963, época en la que Papadópoulos aún estaba vinculado a la KYP, con el fin de prepararse ante un posible pacto de Giórgos Papandréou17 con la izquierda filo-comunista18. Esta célula habría sido reactivada con el nombre de “consejo revolucionario” en una reunión secreta en diciembre de 196619. Sin embargo, en la documentación de 1967 anterior al golpe, el nombre de Papadópoulos solo aparece asociado al grupo de Spantidákis, confundiendo o incluyendo su célula en este20. Para Keeley, los agentes estadounidenses no habrían estado implicados directamente en la preparación del golpe de estado. A la posibilidad de que oficiales de la CIA, al menos de grado inferior, 11

Foreign Relations of the United States [en adelante: FRUS], 1964-1968, vol. XVI, Cyprus; Greece; Turkey, doc. 260: “Intelligence Information Cable”, Atenas, 9-3-1967. 12 Hermano menor de la reina Sofía, había accedido al trono en 1964 con 23 años. 13 FRUS, 1964-1968, vol. XVI, doc. 251: “Memorandum of Conversation”, Atenas, 28-1-1967. 14 Ibid., doc. 265: “Letter from the Ambassador to Greece (Talbot) to the Country Director for Greece (Brewster)”, Atenas, 30-3-1967. 15 Ibid., doc. 267: “Telegram from the Department of State to the Embassy in Greece”, Washington D.C., 3-4-1967. 16 WOODHOUSE, Christopher M.: The Rise and Fall of the Greek Colonels, Londres, Granada, 1985, pp. 18-28. 17 Padre de Andréas y Primer Ministro entre 1963 y 1965. 18 La Izquierda Democrática Unida o EDA (Ενιαία Δημοκρατική Αριστερά), partido que en el parlamento de 19641967 contaba con 22 de 300 escaños. 19 FRUS, 1964-1968, vol. XVI, doc. 225: “Field Information Report”, Atenas, 7-3-1966; y doc. 245: “Field Information Report”, Atenas, 20-12-1966. 20 FRUS, 1964-1968, vol. XVI, doc. 260: “Intelligence Information Cable”, Atenas, 9-3-1967.

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hubieran estado al tanto del complot de Papadópoulos y los coroneles a través de sus conexiones con la KYP, Keeley opone dos argumentos: en primer lugar, un agente de la CIA difícilmente habría ocultado esta información a sus superiores, en Washington o en Atenas, dado que las carreras en la CIA se construyen en función de la calidad de las informaciones transmitidas. En segundo lugar, el efecto sorpresa resultaba más provechoso para los golpistas, quienes podían esperar que si situaban a las autoridades estadounidenses ante el hecho consumado, reducirían su capacidad de intervención y favorecerían la adopción de una postura de laissez-faire por parte de Washington. Parece que este efecto se consiguió: de acuerdo con distintos testimonios, Philps Talbot y John Maury fueron sobresaltados mientras dormían por las llamadas telefónicas que les anunciaron el golpe durante la madrugada del 21 de abril de 1967 21. Por tales motivos, según Keeley, Papadópoulos y sus secuaces ocultaron sus planes a los agentes estadounidenses22. La documentación actualmente consultable tiende, en efecto, a confirmar la no implicación de los agentes estadounidenses presentes en Grecia en la preparación del golpe de los coroneles. No obstante, este hecho no podrá ser afirmado de manera categórica hasta que la documentación de la CIA al respecto no sea accesible en su totalidad 23. Incluso en ese caso, habría que tener en cuenta que no todas las comunicaciones de los servicios de inteligencia dejan rastro escrito o aun incluso que la destrucción de documentos comprometedores es una práctica a la que los servicios de inteligencia recurren con frecuencia 24. Dicho esto, la aceptación inmediata del nuevo régimen griego por parte de la administración Johnson y la actitud cooperativa desarrollada seguidamente por la administración Nixon convierten al gobierno de los Estados Unidos en cómplice indirecto de los coroneles en razón de la influencia determinante que este ejercía sobre sus aliados europeos. La reacción de los Estados Unidos ante el golpe estuvo encaminada a restablecer lo antes posible la normalidad en las relaciones con Grecia: se aceptó sin más al nuevo gobierno sin una transición entre un reconocimiento de facto y otro de iure y se instó a sus representantes diplomáticos a retomar la senda de la constitución, recalcándoles que lo contrario iba en detrimento de los intereses tanto griegos como estadounidenses25. Aunque no aparece así referido en la documentación, es muy probable que el gobierno estadounidense se esperase una evolución de la situación política similar a la que había ocurrido en Turquía tras el golpe de estado militar del 27 de mayo de 1960, también orquestado por un grupo de coroneles: tras una fase represiva de estado de excepción bajo la autoridad de una junta militar, habría de iniciarse una transición constitucional al cabo de unos meses26. Sin embargo, los coroneles griegos, Papadópoulos a la cabeza, no tenían ninguna intención de dejar el poder. La única medida destacable tomada por los Estados Unidos en contra de los coroneles fue la suspensión, en mayo de 1967, de las ventas de armamento pesado a Grecia, principalmente tanques, aviones de guerra y vehículos 27. Se trataba de una medida más bien cautelar, que en nada socavaba la autoridad de los coroneles. De acuerdo con la documentación de 21

MARAGKOU, Konstantina: “The Foreign Factor…”, p. 430. KEELEY, Robert V.: The Colonels’…, pp. 87-88. 23 KLAREVAS, Louis: “Were the Eagle…”, pp. 475-476 y 506-507. 24 MARAGKOU, Konstantina: “The Foreign Factor…”, pp. 435-436. 25 FRUS, 1964-1968, vol. XVI: doc. 283 y 288: “Telegram from the Department of State to the Embassy in Greece”, Washington D.C., 2-5-1967 y 10-5-1967. 26 ZÜRCHER, Erik J.: Turkey: A Modern History, Londres y Nueva York, I.B. Tauris, 2004, pp. 241-250. 27 WOODHOUSE, Christopher M.: The Rise and Fall…, p. 40. 22

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archivo, la administración Johnson perseguía con ella un doble propósito: apaciguar las voces críticas en el Congreso y advertir a los coroneles que su apoyo no era ilimitado 28. La administración Nixon, indisolublemente asociada a la figura de Henry Kissinger, adoptó una posición más benevolente con el régimen griego, más preocupada por la seguridad en el flanco oriental del Mediterráneo que por la situación política en Atenas. Levantó el veto a la venta de armamento pesado y multiplicó los gestos de simpatía con respecto a Grecia. Contó con un especial apoyo en la figura del nuevo embajador en Atenas, Henry Tasca, quien defendió la política de Washington en Grecia ante los medios de comunicación y el Congreso de los Estados Unidos: si bien el gobierno estadounidense deseaba el restablecimiento de la democracia en Grecia, el régimen de los coroneles garantizaba la estabilidad en la región y favorecía los intereses de los Estados Unidos29. Además, durante su primer mandato Nixon hizo tándem con el primer vicepresidente greco-americano de Estados Unidos: Spiro Agnew, cuyo padre había emigrado a América a comienzos del siglo XX. En este contexto, resultó ser una figura muy influyente Tom Pappas, cabeza visible del lobby griego en Estados Unidos y amigo personal tanto de Nixon como de Agnew. Pappas, quien había nacido en Grecia, militaba también en el Partido Republicano y había sido embajador en Atenas con Eisenhower. Durante los años de la dictadura, era el representante en Grecia de Coca Cola y de Esso, y apoyaba fervientemente a los coroneles 30. Una conversación que mantuvo con Nixon en marzo de 1971 a propósito de Tasca ilustra bien su influencia en la política griega de Washington: el Departamento de Estado tenía entonces planeado enviar a Tasca a la embajada de Roma, pero Pappas instó al presidente Nixon a que lo mantuviera en Atenas: “Pappas: “Nobody could save Greece but Tasca […] and I don’t give a damn what the State Department or anyone else says […]. You got the generals or the Commies. […] 31 Nixon: “You see, look, I am the best friend they got.”

La mayor muestra de apoyo simbólico del gobierno estadounidense a la dictadura griega tuvo lugar cuando Spiro Agnew visitó Grecia durante un viaje oficial por Oriente Próximo. Agnew fue recibido en el aeropuerto de Atenas por Papadópoulos y por su gobierno al completo32. Para Agnew, se trataba de su primer viaje a Grecia y, con tal ocasión, el régimen le organizó una visita fastuosa al pueblo natal de su padre, Gargaliánoi, en el Peloponeso33. Agnew se abstuvo entonces de hacer cualquier declaración a la prensa, a la par que evitó todo contacto con la oposición, mientras que en privado volvió a esgrimir ante los miembros de la junta militar la necesidad de

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Documentación de los Archivos Nacionales de Estados Unidos citada en PEDALIU, Effie G. H.: ““A Discordant Note”: NATO and the Greek Junta, 1967-1974”, Diplomacy and Statecraft, 22 (2011), pp. 102-103 y 118. 29 Tasca compareció el 27 de marzo de 1973 ante una comisión parlamentaria presidida por el representante demócrata Benjamin Rosenthal y su intervención fue preparada en privado Washington por el equipo de Kissinger: FRUS, 1969-1976, vol. XXX, Greece; Cyprus; Turkey, doc. 12: “Minutes of Secretary of State Kissinger’s Regional Staff Meeting”, Washington D.C., 20-3-1973; Wikileaks, Public Library of US Diplomacy, “Ambassador Tasca’s appearance before Subcommittee on Europe”, 26-3-1973. 30 “T.A. Pappas, 89, Dies: Was Envoy to Greece”, The New York Times, 17-1-1988; BIRBIL, Greg: “Opening an agency in Greece” en An Ad Man in Greece… Observations of a Displaced Brooklynite [blog], 29-11-2010. 31 FRUS, 1969-1976, vol. XXIX, Eastern Europe; Eastern Mediterranean, doc. 309: “Recording of conversation among Nixon, Mitchell, and Pappas”, Oval Office, 25-3-1971. 32 “Greece Gives Agnew Favorite Son Welcome”, International Herald Tribune, 18-10-1971, pp. 1-2. 33 GROSES, Peter: “Greek Town welcoms Agnew”, The New York Times, 20-10-1971, p. 2.

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formar un gobierno compuesto enteramente por civiles, esgrimiendo como razón las dificultades con las que los Estados Unidos se encontraban a la hora de defender a Grecia ante sus aliados 34. En realidad, los aliados de Estados Unidos estaban divididos en dos grupos con respecto a Grecia. Por un lado, los principales aliados europeos (Reino Unido, la República Federal Alemana, Francia e Italia) siguieron el dictamen de Washington, comprometidos ellos también por sus intereses geoestratégicos y económicos en Grecia. Por otro, un grupo de países (Suecia, Dinamarca, Noruega y los Países Bajos) con escasos intereses en Grecia y partidarios de una política internacional más humanitaria se desmarcaron de la línea marcada por los Estados Unidos y abogaron por una condena al régimen de los coroneles en los organismos inter-europeos. Desde casi todas las cancillerías europeas se reaccionó de la misma forma a las noticias del golpe del 21 de abril de 1967: se dio instrucciones a los representantes diplomáticos en Grecia de que no establecieran contacto con las nuevas autoridades hasta que no se aclarara qué postura se habría de adoptar, a la espera de la reacción de los gobiernos aliados. En Londres, Bonn, París o Roma, en donde las noticias del golpe motivaron una serie de manifestaciones y declaraciones de condena por parte de partidos políticos, intelectuales y grupos de la sociedad civil, los gobiernos optaron por una actitud de prudencia y evitaron pronunciarse al respecto. En realidad, en sus respectivos procesos de toma de decisión, la actitud de los Estados Unidos tuvo un peso determinante hasta el punto de que todos estos gobiernos se alinearon con ella a pesar de que las presiones internas para que condenaran el régimen de los coroneles fueron múltiples e intensas. Así, en el Reino Unido, antiguo factótum de la política griega y país garante, junto a Grecia y Turquía, de la política chipriota, el gabinete laborista de Harold Wilson hubo de actuar en un contexto muy hostil a todo gesto a favor de los coroneles. Una parte importante del partido, que tenía una larga tradición opositora a regímenes como el de Franco en España o el de Salazar en Portugal, con Michael Foot a la cabeza, tomó la iniciativa de protestar mediante telegrama al rey Constantino35 y esperaba una toma de posición contundente por parte de Wilson y del Foreign Office, entonces dirigido por George Brown. Mientras este último declaraba en los Comunes que el gobierno no se planteaba aún la cuestión de reconocer, sí o no, a la junta militar griega 36, en el seno del gabinete Wilson cobraba fuerza la idea de seguir el ejemplo de Washington y normalizar cuanto antes las relaciones diplomáticas con Atenas en aras de la cuestión chipriota 37. El 3 de mayo de 1967, Brown reunió a los representantes de todos los departamentos del Foreign Office para precisar la actitud con respecto a Grecia. Allí se validó lo que era ya la postura oficiosa del gobierno: mantener las relaciones diplomáticas con Grecia para evitar perjudicar los intereses británicos en el país –e irritar a sus socios de Washington– bajo la cobertura moral de que el gobierno de Su Majestad poco podía hacer para revertir la situación en Atenas 38. Si bien las relaciones diplomáticas entre ambos países no fueron retomadas plenamente hasta enero de 1968, esta actitud le valió una lluvia de críticas al gobierno de Harold Wilson, el cual se escudó en un primer momento en una actitud de silencio. Preguntado sobre la cuestión en los Lores en junio de 34

MILLER, James Edward: The United States and…, p. 168. “MPs send a telegram of protest”, The Times, 22-4-1967, p. 1. 36 Hansard, vol. 745, HC Debate 24-4-1967, cc. 1159-1160. 37 CONISPOLIATIS, Helen: “Facing the Colonels: How the British Government dealt with the Military Coup in Greece in April 1967”, History, 92/308 (2007), pp. 527-532. 38 PEDALIU, Effie G. H.: “Human Rights and Foreign Policy: Wilson and the Greek Dictators, 1967-1970”, Diplomacy and Statecraft, 18 (2007), pp. 190-193. 35

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1967, Brown se limitó a contestar: “There is time to speak and there is time to be silent” 39. La cuestión griega se mantendría así como una fuente de dolor de cabeza para el gabinete Wilson, al que de un brazo tiraban sus aliados internacionales y del otro las voces críticas de su partido y una opinión pública desfavorable a cualquier entendimiento con los coroneles. En junio de 1968, a Wilson se le escapó ante los Comunes decir que la dictadura griega perpetraba “bestialidades” 40 y tuvo que pedir excusas formales ante el gobierno de Atenas41. En diciembre de 1969, algo parecido sucedió cuando Wilson anunció que su gobierno votaría a favor de la expulsión de Grecia del Consejo de Europa y otra vez en los Comunes afirmó que lo que había ocurrido en Grecia era “una afrenta a todo amante de Grecia, del pueblo griego y de la democracia en sí” 42. En Bonn, donde gobernaba una gran coalición de democristianos y socialdemócratas, la retórica anti-golpista de estos últimos contrastaría con la línea de Realpolitik con la que el gobierno abordó la cuestión griega. El 2 de mayo de 1967, en una conferencia de prensa, Willy Brandt, entonces al cargo del ministerio de Asuntos Exteriores federal, afirmó refiriéndose al nuevo régimen griego que “no hay futuro para las dictaduras en esta parte del mundo” 43. En cambio, en el seno del gobierno se tomó en paralelo la decisión de suscribir las tesis de Washington44. El 7 de mayo de 1967, el mismo Brandt anunció, con ocasión de la reunión del Consejo de la OTAN, que el gobierno federal alemán no modificaría sus relaciones con Grecia a pesar del golpe de estado y que tampoco reduciría su asistencia financiera, que seguiría rigiéndose según los parámetros de un acuerdo bilateral firmado entre ambos países en octubre de 196545. En París, donde el general De Gaulle llevaba un tiempo empeñándose en desmarcarse de la geoestrategia estadounidense, la línea que este finalmente adoptó, sin embargo, también coincidía con la de Washington. En los días que siguieron a la llegada de la noticia del golpe, diversas agrupaciones de la sociedad civil francesa se movilizaron para protestar contra la nueva junta militar griega, respaldados por un número sustancial de diputados de la Asamblea Nacional, entre ellos varios gaullistas46. Desde el Quai d’Orsay, se dio en principio instrucciones a la embajada griega de no solicitar audiencia a las nuevas autoridades griegas. A pesar de ello, pocos días después se retomó el curso normal de las relaciones bilaterales, de forma tal que Francia sería un importante socio comercial y su gobierno incluso valedor de los intereses griegos en las organizaciones internacionales durante aquellos años47. Durante los primeros años de la dictadura, Francia fue, de hecho, el principal proveedor de armamento pesado a los coroneles 48.

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MARAGKOU, Konstantina: “The Wilson Government’s Responses to ‘The Rape of Greek Democracy’”, Journal of Contemporary History, 45/I (2010), p. 168. 40 Hansard, vol. 767, HC Debate 25-6-1968, c. 241. 41 PEDALIU, Effie G. H.: “Human Rights and…”, pp. 199-200. 42 Hansard, vol. 793, HC Debate 8-12-1969, c. 40. 43 “Brandt drängt nach einer europäischen Sicherheitsordnung”, Frankfurter Allgemeine Zeitung, 3-5-1967, p. 3. 44 STERGIOU, Andreas: “Ce que révèlent les relations germano-grecques”, Outre-Terre, 31 (2012/1), p. 314. 45 “Der Nato-Rat vermeidet Debatte über Griechenland”, Frankfurter Allgemeine Zeitung, 8-5-1967, p. 3; “L’Allemagne fédérale et le Canada ne réduiront leur assistance militaire à Athènes”, Le Monde, 11-5-1967, p. 3. 46 “Deux cents députés français expriment leur réprobation”, Le Monde, 29-4-1967, p. 2. 47 Ministère des Affaires étrangères de France, Commission des Archives diplomatiques: Documents diplomatiques français, 1967, t. I, Bruselas et al., Peter Lang, 2008, doc. 164, pp. 459-462: “Note de la Sous-direction d’Europe méridionale. Situation en Grèce”. 48 WOODHOUSE, Christopher M.: The Rise and Fall…, p. 40.

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Las posturas adoptadas por estas cancillerías y por otras que, como las de Italia, Austria, Bélgica o Irlanda, siguieron su estela, tuvieron asimismo el efecto de condicionar la posición oficial de las organizaciones inter-europeas en las que Grecia participaba. La Comunidad Económica Europea, a la que Grecia estaba vinculada por un acuerdo de asociación que preveía el establecimiento de una unión aduanera y la participación de Grecia tanto en la Política Agrícola Común como en los proyectos del Banco Europeo de Inversión, optó por una solución intermedia, según la cual se mantendría el mismo ritmo en el desarme de las aduanas, pero se paralizarían las demás negociaciones y se congelarían las ayudas financieras. La cuestión era mucho más delicada en el Consejo de Europa, organización que exigía la posesión de un sistema de democracia parlamentaria para su pertenencia, de la que Grecia no solo era miembro, sino también país signatario de la Convención Europea de Derechos Humanos y por tanto sometido a la autoridad judicial del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. El Consejo de Europa nunca se había visto en la tesitura de tener que evaluar la posibilidad de que uno de sus miembros fuera expulsado – entre otras razones, porque había renunciado a planteársela tras el golpe de estado de 1960 en Turquía– y carecía por tanto de una jurisprudencia al respecto. Solo en septiembre de 1967 se formalizó una denuncia contra Grecia por violación de la legislación del Consejo de Europa, introducida por los países decididos a aislar diplomáticamente a los coroneles (Noruega, Dinamarca, Suecia y los Países Bajos), la cual fue examinada por la Comisión Europea de Derechos Humanos (la antesala del Tribunal) a través de un proceso largo y complejo. Finalmente, una vez que esta Comisión concluyó que Grecia violaba sistemáticamente casi todos los derechos humanos enumerados y descritos por la legislación del Consejo de Europa, la mayor parte de los gobiernos miembros se mostraron dispuestos a expulsar a Grecia de la organización, en diciembre de 1969. Entre ellos, se hallaban los del Reino Unido, Italia y la República Federal Alemana, pero no así el de Francia. Sin embargo, antes de que se procediera a votar la expulsión, el propio gobierno griego anunció que se retiraba él mismo voluntariamente del Consejo de Europa49. La tribuna en la que más claramente se puso de manifiesto el influjo de los Estados Unidos sobre sus aliados con respecto a la dictadura griega fue, evidentemente, la OTAN, organización a la que Grecia también pertenecía. En esta, la primera reunión a nivel ministerial después del golpe de estado de los coroneles estaba prevista para el uno de mayo de 1967 en París. Se trataba de una reunión ordinaria del Comité de Planes de Defensa, pero las diferencias con respecto a Grecia hicieron que se retrasara varios días: el gobierno danés pretendía introducir una discusión en torno a los acontecimientos en Grecia en el orden del día, pero la delegación griega, rápidamente renovada con hombres afines a los coroneles, protestó amenazando con retirarse de los trabajos del Comité. El secretario general de la OTAN, Manlio Brosio, tuvo que retrasar la convocatoria de la reunión, mientras las demás delegaciones, con la de los Estados Unidos a la cabeza, convencían a los daneses de renunciar a su iniciativa. Finalmente, el Comité se reunió el 9 de mayo de 1967 y no abordó en ningún modo la cuestión griega, si bien extra-oficialmente el ministro de Defensa danés hizo circular entre sus colegas un comunicado llamando a un rápido restablecimiento de la democracia en Grecia50. En este mismo contexto, se produjo una reunión de pasillo entre el secretario de Defensa estadounidense Robert McNamara y Griogórios Spantidákis, en la que el 49

FERNÁNDEZ SORIANO, Víctor: Le fusil et l’olivier: les droits de l’homme en Europe face aux dictatures méditerranéennes, Bruselas, Éditions de l’Université de Bruxelles, 2015 [en preparación]. 50 MARAGKOU, Konstantina: “Cold War in the Aegean. Favouritism in NATO’s Southeastern flank: The case of the Greek Colonels, 1967-74”, Cold War History, 9/3 (2009), pp. 352-353.

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primero advirtió al segundo del riesgo de que situaciones como aquella se repitieran en las siguientes reuniones de la OTAN si no cambiaba la situación política en Atenas. Spantidákis le dijo que el golpe había sido una “acción de reorganización del estado griego” y que los nuevos dirigentes del país tenían firmes “convicciones democráticas”, afirmando que había más democracia entonces en Grecia que antes del 21 de abril. McNamara le contestó que el gobierno estadounidense podría incluso reconsiderar su ayuda militar si la normalidad constitucional no era pronto restaurada51. Un mes más tarde volvió a repetirse una situación similar con motivo de la reunión del Consejo del Atlántico Norte: los representantes permanentes de Dinamarca, Noruega, Países Bajos, Bélgica e incluso la República Federal Alemana, Italia y Canadá, preocupados por las protestas contra los coroneles que no habían cesado en sus respectivos países desde el 21 de abril, quisieron llevar la cuestión al orden del día de la reunión prevista para el 13 de junio de 1967 en Luxemburgo. La diplomacia estadounidense volvió a intervenir para persuadir a sus colegas de tratar la cuestión en el marco de las relaciones bilaterales o en otras tribunas distintas a la OTAN. Entre medias, estalló la Guerra de los Seis Días en Próximo Oriente, dando a esta un argumento de peso. De ese modo, la cuestión griega tampoco fue abordada en esa ocasión 52. Los Estados Unidos lograron en lo sucesivo cortocircuitar toda iniciativa de incluir la cuestión política griega en los debates ministeriales de la OTAN, hasta que esta saltó por sí sola en una reunión del Consejo del Atlántico Norte en Bruselas del 15 de noviembre de 1968. En esta ocasión los ministros de Exteriores discutían sobre la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia cuando el ministro danés hizo una alusión a la “credibilidad democrática” de la OTAN, que el ministro griego se tomó como un ataque a su gobierno, reprochando al gobierno de Copenhague querer inmiscuirse en la política interior de su país53. No obstante, la cuestión se mantuvo al margen de la agenda oficial hasta que a principios de 1970 los Estados Unidos quisieron aprobar un informe recomendando el suministro inmediato de armas a Grecia y Turquía para paliar una serie de deficiencias militares en el flanco sudoriental de la Alianza, geoestratégicamente fundamental en ese momento probablemente más que en ningún otro. Este informe llegó a la mesa de los debates ministeriales de la OTAN en un momento poco propicio, ya que la retirada de Grecia del Consejo de Europa había insuflado el ímpetu anti-junta de los gobiernos danés, noruego y neerlandés, los cuales, como era de esperar, se resistieron a aprobar el documento. El gobierno griego amenazó entonces con abandonar la OTAN de la misma manera como había abandonado el Consejo de Europa54. Una vez más, el gobierno de los Estados Unidos intercedió, ganándose primero el apoyo del secretario general Brosio y a continuación de algunos gobiernos dubitativos como el italiano y el belga. El gobierno neerlandés terminó por acceder a la firma del informe. A los daneses y noruegos no les quedó más remedio que desbloquear la aprobación del informe, la cual finalmente se produjo el 18 de septiembre de 1970 en Bruselas, con únicamente una nota a pie de página indicando las objeciones de estos dos gobiernos 55. No obstante, ambos gobiernos continuaron su tira y afloja, a menudo secundados por los Países Bajos, señalando con el dedo a los delegados griegos en las reuniones de los diversos consejos de la 51

FRUS, 1964-1968, vol. XVI, doc. 286 : “Telegram from the Mission to the North Atlantic Treaty Organization and European Regional Organizations to the Department of State”, París, 9-5-1967. 52 PEDALIU, Effie G. H.: ““A Discordant Note…”, pp. 104-105. 53 Archivo de la OTAN, Bruselas (en adelante AOTAN): CVR(68)62 (15-11-1968). 54 AOTAN: CVR(70)28 part II, (Roma, 26-5-1970). 55 PEDALIU, Effie G. H.: ““A Discordant Note…”, pp. 110-111.

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OTAN –y, por extensión, también a los delegados portugueses, que hasta entonces habían salido airosos de las discusiones de marcado contenido político, pero no así a los turcos, cuyo país sufrió un nuevo golpe de estado militar en marzo de 1971– e insistiendo en que la Alianza debería dar la espalda a los estados no democráticos 56. Conclusión El factor extranjero, la impronta de los Estados Unidos en el golpe de estado griego de 1967, no resulta significante en lo que se refiere a la organización del golpe en sí. A diferencia de otros contextos, bastante numerosos, como Irán en 1953, Guatemala en 1954, República Dominicana en 1963 o Chile en 1973, no parece que la CIA estuviera implicada en el golpe de estado griego o si lo estuvo, no parece que desempeñara más que un papel marginal del que, a diferencia de los otros casos mencionados, no existen testimonios ni hay constancia documental hasta la fecha. En lo que se refiere a la colaboración de los Estados Unidos con la dictadura de los coroneles, este factor extranjero es trascendente en diferentes aspectos. En el plano interno, contribuyó a reforzar la autoridad de los coroneles, que se pudieron sentir así respaldados por las fuerzas de seguridad estadounidenses, cuyo contingente en el país era de especial relevancia sobre todo con relación a la capacidad operativa de las fuerzas armadas helenas. El apoyo de los Estados Unidos a los coroneles, pese a los matices con que se prestaba en privado, sería por esta razón percibido por gran parte de la opinión pública griega como una de las principales razones por las que la dictadura pudo asentarse en el poder hasta que ella misma se buscó su propia perdición en las costas de Chipre. En el plano internacional, permitió a la dictadura griega a encontrar cierto acomodo en el contexto de las relaciones inter-europeas. La principal aportación de Grecia, un país con pocos recursos tanto naturales como industriales, era de carácter geoestratégico, gracias a su emplazamiento en un área de alta relevancia en el tablero de la Guerra Fría. La actitud de los Estados Unidos estuvo así también encaminada a persuadir a sus aliados europeos de que esta era la premisa que habían de tener en cuenta por encima de toda variable política. Con ello se ponía de manifiesto que también existía un factor extranjero en la cooperación entre países europeos no comunistas, igualmente ejercido por los Estados Unidos y que debía necesariamente afectar las relaciones entre uno de estos países y el resto. En realidad, la inclusión de Grecia, así como de Turquía, en las organizaciones de cooperación europea llevaba respondiendo desde finales de los años cuarenta a esta premisa geoestratégica –y así seguiría siendo también tras la caída del régimen de los coroneles57–, la cual era revestida en el caso griego de una pátina política simbólica en base a la idea mítica de que Grecia era la cuna de la democracia moderna. Con su presión, más indirecta que directa, el gobierno de los Estados Unidos impulsaba a los países europeos a apartar esta pátina política a favor del trasfondo geoestratégico a la hora de determinar sus relaciones con el nuevo régimen griego. Solo en el caso del Consejo de Europa se verían los intereses de los coroneles sustancialmente perjudicados. Difícilmente habría podido ser de otro modo, ya que esta era la única organización inter-europea que entonces había integrado los derechos humanos en su derecho primario y que había hecho de estos su principal razón de ser. La desvinculación de Grecia del Consejo de Europa tampoco supuso una alteración sustancial de su posición en la 56 57

AOTAN: CVR(71)30 part II (Lisboa, 3-6-1971). KARAMOUIZI, Eirini : Greece, the EEC and the Cold War 1974-1979, Londres, Palgrave Macmillan, 2014.

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política internacional, en la que esta organización tenía poca relevancia, y no parece que la administración estadounidense le prestara mucha atención a la continuidad de Grecia en ella. Gobiernos como los del Reino Unido, la República Federal de Alemania o Italia pudieron utilizar el Consejo de Europa como lugar en el que purgar su imagen ante el régimen de los coroneles sin tener que modificar el funcionamiento de sus relaciones diplomáticas o comerciales, mientras que para estos, según las palabras de uno de ellos, el Consejo de Europa molestaba tanto “como un mosquito en los cuernos de un buey” 58. Que los Estados Unidos fueron responsables de la legitimación del régimen de los coroneles es algo que su propia administración acabó admitiendo con el tiempo. En 1999, Bill Clinton, durante una visita oficial a Grecia, pidió perdón públicamente por la conducta de su país durante aquellos años: “Twice since World War II, battles between democracy and despotism have again been played out on Greek soil; each time, thank God, democracy emerged victorious. I have been thinking about that history today again in both its painful as well as its proud aspects. When the junta took over in 1967 here, the United States allowed its interests in prosecuting the Cold War to prevail over its interests - I should say, its obligation - to support democracy, which was, after all, the cause for which we fought the Cold War. It 59 is important that we acknowledge that.”

Con esas palabras, Clinton fue el primer presidente estadounidense que trató de reconciliar a su país con la opinión pública griega, en la que el factor extranjero sigue siendo aún hoy una leyenda negra moderna que lastra su imagen. Y como toda leyenda negra que se precie, también esta contiene muchos elementos de verdad histórica.

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WOODHOUSE, Christopher M.: The Rise and Fall…, p. 52. LACEY, Marc: “Clinton tries to subdue Greeks’ Anger at America”, The New York Times, 21-11-1999.

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