EL ESTADO VATICANO: LOS BRAZOS GEOPOLÍTICOS DEL MÁS PEQUEÑO BAJO EL CIELO.

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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS Pregrado en Ciencia Política Curso de Geopolítica | Trabajo Final Jose A. Collazos Molina 05 de mayo de 2014 EL ESTADO VATICANO: LOS BRAZOS GEOPOLÍTICOS DEL MÁS PEQUEÑO BAJO EL CIELO. Contexto General El Estado de la Ciudad del Vaticano fue constituido por el tratado de Letrán entre la Santa Sede y el estado italiano, el 11 de febrero de 1929. Dicho acuerdo estableció la personalidad del Vaticano como Ente soberano de derecho público internacional, con el fin de asegurar a la Santa Sede, en su condición de suprema institución de la Iglesia Católica, "la absoluta y visible independencia, y garantizarle una soberanía indiscutible también en el campo internacional", según se declara en el preámbulo del tratado. La forma de gobierno del Estado es la monarquía absoluta. El Jefe del Estado es el Sumo Pontífice, que tiene plenos poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Durante el período de sede vacante, dichos poderes son ejercidos por el Colegio de cardenales. Al momento de la Elección este ostenta en adelante y hasta el cese de su ejercicio pontificio los títulos de Obispo de Roma; Vicario de Jesucristo; Sucesor del Príncipe de los Apóstoles; Sumo Pontífice de la Iglesia Universal; Primado de Italia; Arzobispo Metropolita de Roma; Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano; Siervo de los Siervos de Dios. Para desempeñar todos estos cargos, el Sumo Pontífice, es elegido durante el cónclave por los cardenales que no han alcanzado los ochenta años de edad, se convierte en Soberano del Estado cuando acepta su elección al Pontificado. La Ciudad del Vaticano es una ciudad-estado enclavado dentro de la ciudad de Roma. Es uno de los seis pequeños estados europeos junto a Andorra, Liechtenstein, Malta, Mónaco y San Marino. La Ciudad del Vaticano tiene una extensión de 44 hectáreas. “Su frontera está delimitada por las murallas y, en Plaza San Pedro, por la franja de Travertino que une las dos alas de la columnata. Además del territorio propio del Estado, la jurisdicción vaticana se extiende a otras zonas en Roma y fuera de ella que gozan del derecho de extraterritorialidad” (Estado Ciudad del Vaticano, 2012). Además alberga una población de aproximadamente 900 habitantes, convirtiéndolo en el país más pequeño por extensión y habitantes. Aunque la lengua oficial es el Latín, las relaciones urbi et orbe1 son en italiano, lengua oficial de la república donde halla residencia y apoyo. La Organización del Vaticano se materializa en la Curia Romana, es decir el órgano administrativo eclesiástico que extiende sus funciones hasta lo civil. Los miembros de ésta se 1

Con respecto a la “ciudad” y al “mundo entero”

escogen “entre los fieles cristianos, clérigos o laicos, que se distingan en virtud, prudencia, experiencia, y necesaria ciencia comprobada por adecuados títulos de estudio; se escojan, en la medida de lo posible, de las diversas regiones del orbe, para que la Curia refleje el carácter universal de la Iglesia” (Juan Pablo P.P. II, 1988).” La Ciudad Estado Vaticano en el mundo El Vaticano, por su minúsculo tamaño no pierde importancia para la geopolítica mundial por dos razones. En primer lugar la Institución administrada por la Santa Sede, la Iglesia Católica, ha extendido sus brazos históricamente por todos los confines del mundo, llegando así incluso a ser, en lugares cristianos, una de las más poderosas e influyentes facciones de la vida política y económica de los pueblos. En segundo lugar, la Iglesia Católica es la institución que posee uno de los bancos más importantes que administra los recursos de la santa sede para suplir las necesidades de evangelización en los lugares más pobres del mundo, cumpliendo así la función que le ha sido encomendada como institución religiosa encarnada en una realidad particular sin embargo, es la posición de la Iglesia aquella de no olvidar su centro que es aquel espiritual de cual emana toda su acción por eso dice el papa León XIII “confiadamente y con pleno derecho nuestro, atacamos la cuestión, por cuanto se trata de un problema cuya solución aceptable sería verdaderamente nula si no se buscara bajo los auspicios de la religión y de la Iglesia. Y, estando principalmente en nuestras manos la defensa de la religión y la administración de aquellas cosas que están bajo la potestad de la Iglesia, Nos estimaríamos que, permaneciendo en silencio, faltábamos a nuestro deber” (Carta Encíclica Rerum Novarum, 1891). En este sentido la Santa Sede se convierte en un actor social y un jugador político que, en su esencia y producto de su conformación como institución temporal desarrolla toda una serie de formas para no quedarse en el silencio de un mundo que gira fuera de control. Si bien es “cierto que no se le impuso a la Iglesia la obligación de dirigir a los hombres a la felicidad exclusivamente caduca y temporal, sino a la eterna; más aún, "la Iglesia considera impropio inmiscuirse sin razón en estos asuntos terrenos" (Carta encíclica Ubi Arcano Dei Consilio, 1922). Pero no puede en modo alguno renunciar al cometido, a ella confiado por Dios, de interponer su autoridad, no ciertamente en materias técnicas, para las cuales no cuenta con los medios adecuados ni es su cometido, sino en todas aquellas que se refieren a la moral” (Pío P.P. XI, 1931). Las relaciones con los demás Estados en tanto a la función social y civil de la Iglesia están reservadas al Papa, quien las ejerce por medio de la secretaría de Estado. “Tanto la Santa Sede, en cuanto órgano soberano de la Iglesia Católica, como el Estado de la Ciudad del Vaticano, han obtenido cada vez más, pleno reconocimiento como personalidad internacional singular” (Estado Ciudad del Vaticano, 2012). Los dos son parte de Organismos internacionales, tienen participación en Conferencias internacionales, principalmente aquellas encaminadas a la cuestión

social, y posee, por ser un Estado reconocido, facultades para adherirse a Convenciones internacionales. En cuanto Organizaciones internacionales puede destacarse su participación con observadores permanentes en la Organización de naciones unidas, en la organización de las naciones unidas para la alimentación y la agricultura y la UNESCO. Además, es miembro activo de la AIEA -Agencia Internacional para la Energía Atómica-, y la OMT -Organización Mundial del Turismo-. Participa además de las siguientes uniones de carácter internacional: Unión Postal Universal (UPU); Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT); Consejo Internacional del Trigo; Organización Mundial para la Propiedad Intelectual (OMPI); Unión Internacional de Berna para la protección de las obras literarias y artísticas; Unión Internacional de París para la protección de la propiedad industrial; Asociación Médica Mundial; Organización Internacional de Telecomunicaciones por vía Satélite (INTELSAT); Organización Europea de Telecomunicaciones por vía Satélite (EUTELSAT) (Stato della Città del Vaticano, 2012)

Finalmente, la Santa Sede o el Estado de la Ciudad del Vaticano están adheridos también a numerosas Convenciones internacionales entre las cuales se enlistan: La Convención internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial; Convención internacional sobre los derechos del niño; Convención única sobre estupefacientes y protocolo de enmienda; Convención sobre las sustancias psicotrópicas; Tratado sobre la no proliferación de armas nucleares; Convención sobre la exploración y la utilización pacífica del espacio atmosférico; Protocolo sobre la prohibición de gases tóxicos y medios bacteriológicos; Convenciones de Ginebra (para mejorar en tiempo de guerra la condición de los heridos y enfermos; sobre la protección de civiles; sobre el tratamiento de prisioneros; sobre el status de los refugiados) y otros protocolos adicionales; Convención internacional para la protección de bienes culturales en caso de conflicto armado; Convención de la UNESCO sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural; Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas; Convención cultural europea; Convenciones en materia de derecho marítimo; Convenciones sobre la circulación viaria (Stato della Città del Vaticano, 2012).

La nunciatura Apostólica “El Cardenal Secretario de Estado puede considerarse el máximo exponente de la actividad diplomática y política de la Santa Sede, representando, en circunstancias particulares, a la persona misma del Sumo Pontífice” (Secretaría de Estado Vaticano). Sin embargo esta función es meramente local en tanto representa a la figura monárquica del papa en cuanto Jefe de Estado y de gobierno de la Ciudad del Vaticano. Esto no es limitante para que la jurisdicción del obispo de Roma encierre su función de lo temporal y lo espiritual a los muros de la urbe. Así, la presencia de la Iglesia por medio de la Santa Sede y su secretaría de Estado se extiende a la mayoría de los países por medio de la figura diplomática más particular que tiene: El nuncio apostólico. Este cargo es elegido por el Santo Padre que, generalmente, escoge entre el episcopado a eminencias en servicio social, don de gentes y conocimiento de las relaciones

diplomáticas para que cumpla la función de representar a la Santa Sede, en tanto jurisdicción del obispo de Roma, en los Estados que han ratificado convenios internacionales como La Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas desde 1961. Tiene el rango diplomático de Embajador de la Santa Sede y le corresponde en caso de que la Santa Sede no tenga relaciones diplomáticas con algún Estado ser el representante del papa con las Iglesias locales (diócesis). La mediación en conflictos a la luz de la doctrina católica y la reivindicación de las minorías desprotegidas son también funciones de la mano con del Pontificio Consejo de Justicia y Paz. Éste tiene como finalidad promover la justicia y la paz en el mundo según el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia, recogiendo informaciones y resultados de encuestas sobre la justicia y la paz, el desarrollo de los pueblos y las violaciones de los derechos humanos, los evalúa y, según los casos, comunica a las asambleas de obispos las conclusiones obtenidas; “fomenta las relaciones con las asociaciones católicas internacionales y con otras instituciones existentes, incluso fuera de la Iglesia católica, que trabajen sinceramente por alcanzar los bienes de la justicia y de la paz en el mundo. Trabaja con afán para que se forme entre los pueblos una sensibilidad respecto al deber de promover la paz, especialmente con ocasión de la Jornada para lograr la Paz en el mundo”. (Juan Pablo P.P. II, 1988) El reciente asunto económico del Banco Vaticano A la Prefectura de los asuntos económicos de la Santa Sede “le compete la función de dirigir y controlar las administraciones de los bienes, que dependen de la Santa Sede o que ella preside, cualquiera que sea la autonomía de que puedan gozar (Juan Pablo P.P. II, 1990). Como cualquier institución, la Santa Sede y su Secretaría de Estado han de administrar sus recursos, aquellos destinados en primer lugar para el sostenimiento de la obra de la Iglesia, el cual ha sido obtenido históricamente por medios que no son materia de análisis en este opúsculo, y actualmente se sostiene y alimenta por medio de los fieles cristianos que guardan en mandato de “Ayudar a la Iglesia en sus necesidades” (Benedicto P.P. XVI, 2005). Así, los asuntos de la economía de la Iglesia son frecuentemente objetivo de críticas y especulaciones. No son solo las limosnas de las 44 hectáreas del Estado Ciudad del Vaticano los que se reúnen en una sola arca sino las binaciones de las Iglesias particulares dispersas por el mundo que llegan para subsidiar a aquellas tierras de misión o que por diversas circunstancias se amerita un apoyo económico para sostenerlas. Según los datos estadísticos del Annuarium Statisticum (Formenti, 2013) calculado hasta el año 2011, evidencian que el número de católicos en el mundo, del 2010 al 2011, creció de 1.196 a 1.214 millones permaneciendo estable la presencia de católicos en el mundo, en un 17.5% de la población total. “El análisis territorial muestra un aumento del 4.3% de los católicos en África, cuya población ha aumentado en un 2.3%. En Asia también se ha registrado un aumento de los católicos superior con respecto al crecimiento de la población, 2% frente al 1.2%. Sin embargo,

en América y en Europa se asiste a un crecimiento igual del católicos y de población, tan sólo del 0.3%” (ZENIT, 2013) . La cuestión de los recursos de la Iglesia es entonces concentrada en una corporación fundada por el papa Pío XII en 1942 para ejercer el servicio de conservar y administrar los bienes confiados al Instituto por personas físicas o jurídicas que tengan por objetivo actividades religiosas o caritativas. El Instituto para las obras de Religión o Banco Vaticano “administra fondos por un valor de 7 000 millones de euros y cuenta con casi 19 000 usuarios, de los cuales unos 5 200 son instituciones católicas, que tienen la titularidad de más del 85% de los fondos administrados; y 13 700 son personas entre las que se encuentran religiosos, empleados de la Ciudad del Vaticano y otros autorizados, como pueden ser los enviados diplomáticos ante la Santa Sede” (von Freyberg, 2013). En marzo de 2013 se eligió un nuevo obispo para Roma en el último Conclave, a la par se abrió, lo que para muchos vaticanistas es, un nuevo ciclo para la Iglesia. Jorge Mario Bergoglio ha emprendido la misión de reconstruir una Iglesia pobre y para los pobres. Así ha iniciado a ejecutar la fiscalización de aquellos recursos que desde la creación del IOR se habían destinado para tal fin y que por la falta de publicidad en los actos, necesaria en cualquier organización (Ramió, 2006) parecían fugados a otros bolsillos. Creó entonces “el Consejo de asuntos económicos, compuesto por quince miembros, ocho de los cuales son elegidos entre Cardenales y Obispos, de modo tal que quede reflejada la universalidad de la Iglesia, y siete, expertos laicos de diversas nacionalidades, tiene la tarea de supervisar la gestión económica y vigilar las estructuras y actividades administrativas y financieras de los Dicasterios de la Curia Romana, de las Instituciones relacionadas con la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano” (Francisco P.P., 2014). Esta reforma en la administración del Vaticano corresponde a la exhortación del Papa a un "cambio de mentalidad" a fin de garantizar que las finanzas de la Santa Sede sean eficientes, transparentes y fundamentalmente destinadas a ayudar a los más necesitados; “ofreciendo el apoyo técnico del asesoramiento especializado y elaborando soluciones estratégicas de mejora, adecuadas para evitar dispendios de recursos económicos, favorecer la transparencia en los procesos de adquisición de bienes y servicios, perfeccionar la administración del patrimonio mobiliario e inmobiliario, actuar con prudencia cada vez mayor en el ámbito financiero, asegurar una correcta aplicación de los principios contables y garantizar asistencia sanitaria y previsión social a cuantos tienen derecho” (Francisco P.P., 2013). Así la publicidad y la transparencia de los actos administrativos y financieros de la Santa Sede se abren camino en un mundo que fija sus ojos en ella por ser referente material para muchos de moral y sana conducta y tener el deber de responder por sus actos ante Dios y ante el pueblo.

Conclusión: el Vaticano y la economía mundial Es clara la postura eclesial en reconocer que “cuando el Estado armoniza la propiedad privada con las necesidades del bien común, no perjudica a los poseedores particulares, sino que, por el contrario, les presta un eficaz apoyo, en cuanto que de ese modo impide vigorosamente que la posesión privada de los bienes, que el providentísimo Autor de la naturaleza dispuso para sustento de la vida humana, provoque daños intolerables y se precipite en la ruina: no destruye la propiedad privada, sino que la defiende; no debilita el dominio particular, sino que lo robustece” (Pío P.P. XI, 1931). No es un pecado el mercado sino que es una misión de los Estados como administradores de lo temporal defender una economía que tienda a la igualdad y a la justicia social. La Iglesia con su misión salvífica y santificadora a lo largo de la historia se ha convertido en aquella voz que alienta al pueblo y exhorta a los gobernantes a trabajar por ellos. La oración de la Iglesia recuerda a las naciones y a sus gobernantes en su oración universal constante “para que Dios, nuestro Señor, según sus designios, los guíe en sus pensamientos y en sus decisiones hacia la paz y libertad de todos los hombres; que trabajen decididamente al servicio de una vida más digna para todos, una distribución más inteligente de las riquezas, y una justicia transparente y eficaz” (Solemne Oración Universal de la Acción litúrgica en la pasión del Señor). Es, en teoría, la materialización de la voz de la conciencia que es la voz de Dios que resuena en el corazón del hombre indicándole lo que es bueno y saludable. En relación a la presencia internacional de la Iglesia, ha sido en cierto modo beneficiosa por la misma razón arriba anotada, sin embargo este papel del Vaticano que tras la relación diplomática ha adquirido concesiones y privilegios han edificado la inconformidad de muchos que ratifican lo que han dicho los papas: la misión de la Iglesia no es la administración de los temporal y menos la resolución de los conflictos de los Estados. Pero gracias a esta presencia se evidencia un “resurgimiento del mundo rural, de la promoción obrera o de la solidaridad internacional de los cristianos en el plano intelectual, moral, social o económico, importa que se desarrolle según los deseos expresados en la encíclica, una cooperación cada vez más extensa entre los movimientos católicos, no solamente entre países, sino entre continentes” (Card. Cicognani, 1962) Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de muchos pontífices, purpurados, clérigos y laicos, por construir una Iglesia que sea recta y sabia, no pueden ocultarse las incoherencias morales que existen en la práctica y el ejercicio de administradores de lo temporal. Frente a ello se han diseñado y ejecutado estrategias que den un nuevo impulso y una nueva cara a esta institución divina legada a la humanidad, por iniciativa de la misma Santa Sede en busca de su mayor santificación y más eficiente administración. Las reformas a la Curia Romana, al Estado Vaticano y a la Santa Sede son evidencia de la nueva tarea en lista que es aquella de la reivindicación de los errores que el pasado ha dejado como una cicatriz permanente y que reluzca más ante los ojos de la razón.

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