El espectáculo del rey guerrero. Armaduras reales y pintadas de Felipe III

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Portada El legado*.FH11 4/10/10 8:58 P gina 1 C

4. La Monarquía de las Naciones. Patria, nación y naturaleza en la Monarquía de España. Ed. de Antonio Álvarez-Ossorio y Bernardo J. García García Madrid, 2004. 831 págs. ISBN 84-87-369-31-6 5. El arte en la corte de los Reyes Católicos. Rutas artísticas a principios de la Edad Moderna. Ed. de Fernando Checa y Bernardo J. García García Madrid, 2005. 480 págs. ISBN: 84-87369-35-9 6. Banca, crédito y capital. La Monarquía Hispánica y los antiguos Países Bajos (1505-1700). Ed. de Carmen Sanz Ayán y Bernardo J. García García Madrid, 2006. 535 págs. ISBN: 84-87369-40-5 7. La Pérdida de Europa. La guerra de Sucesión por la Monarquía de España. Ed. de Antonio Álvarez-Ossorio, Bernardo J. García García y Virginia León Madrid, 2007. 929 págs. ISBN: 84-87369-47-6

ISBN: 978-84-92820-24-5

9 788492 820245

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EL LEGADO DE BORGOÑA

3. Familia, religión y negocio. El sefardismo en las relaciones entre el mundo hispánico y los Países Bajos en la Edad Moderna. Ed. de Jaime Contreras, Bernardo J. García García e Ignacio Pulido Madrid, 2002. 461 págs. ISBN 84-87369-25-1

CM

A

lo largo del siglo XV se desarrolla en la corte de los duques de Borgoña una etiqueta palaciega y una estructura de servicio y representación que tendrá gran influencia en muchas cortes europeas, gracias a los lazos de parentesco establecidos con la Casa de Austria. Este volumen analiza a distintos niveles la presencia y adaptación de las tradiciones flamenco-borgoñonas en las fiestas y ceremonias extraordinarias, en los rituales de paso, en la cultura caballeresca y la Orden del Toisón de Oro, y en la conformación de la propia memoria dinástica, considerando un marco cronológico que se inicia con el fabuloso banquete de los Votos del Faisán celebrado en Lille en 1454 y se extiende hasta mediados del siglo XVII.

FUNDACIÓN CARLOS DE AMBERES

2. La Capilla Real de los Austrias. Música y ritual de Corte en la Europa Moderna. Ed. de Juan José Carreras y Bernardo J. García García Madrid, 2001. 517 págs. ISBN 84-87369-17-0

Y

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Volúmenes de la serie 1. El Imperio de Carlos V. Procesos de agregación y conflictos. Dir. por Bernardo J. García García Madrid, 2000. 368 págs. ISBN 84-87369-14-6

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EL LEGADO DE BORGOÑA Fiesta y Ceremonia Cortesana en la Europa de los Austrias

EL LEGADO DE BORGOÑA Fiesta y Ceremonia Cortesana en la Europa de los Austrias (1454-1648) Edición a cargo de Krista De Jonge, Bernardo J. García García y Alicia Esteban Estríngana

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La Fundación Carlos de Amberes es una fundación privada sin ánimo de lucro, inscrita en el Protectorado del Ministerio de Cultura con el número 109, que recibe aportaciones desinteresadas de la Fundación Ramón Areces, del Ministerio de Cultura, de la Consejería de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid y de Fortis.

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de los textos: sus autores, 2010 de las traducciones: sus autores, 2010 de la edición: Fundación Carlos de Amberes, 2010 de la edición: Marcial Pons Ediciones de Historia, 2010 www.marcialpons.es - [email protected]

Preimpresión: Milésima Artes Gráficas, S. L. Cubierta: Sobelman Corta y Pega Impresión: EFCA ISBN: 978-84-87369-64-3 (Fundación Carlos de Amberes) ISBN: 978-84-92820-24-5 (Marcial Pons Ediciones de Historia) Depósito Legal: M–40.866–2010

Patrocina:

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ÍNDICE

Introducción Bernardo J. García García y Krista De Jonge I.

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EL LEGADO DE BORGOÑA: UN MODELO DE CORTE EN LA EUROPA DEL SIGLO XV

El banquete de los votos del Faisán y la fiesta de corte borgoñona Marie-Thérèse Caron (Université de Lille III)

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El legado borgoñón en la vida cortesana de los Habsburgo austriacos Jeroen Duindam (Rijksuniversiteit Groningen)

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II.

ESPACIOS CEREMONIALES DE LA VIDA CORTESANA

Espacio ceremonial. Intercambios en la arquitectura palaciega entre los Países Bajos borgoñones y España en la Alta Edad Moderna (1520-1620) Krista De Jonge (Katholieke Universiteit Leuven) Los usos del Escorial con Felipe II Agustín Bustamante García (Universidad Autónoma de Madrid) La decoración pictórica del Alcázar de Madrid durante el reinado de Felipe II Almudena Pérez de Tudela (Patrimonio Nacional) III.

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LA CORTE EN LA CALLE

Una novia entre heroínas, bufones y salvajes. La Solemne Entrada de Juana de Castilla en Bruselas, 1496 Paul Vandenbroeck (Katholieke Universiteit Leuven - Koninklijk Museum voor Schone Kunsten, Amberes) «Cosa veramente di gran stupore». Entrada Real y Fiestas nupciales de Juana de Austria en Lisboa en 1552 Annemarie Jordan Gschwend (CHAM, Universidade Nova de Lisboa)

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Celebraciones y ocasiones festivas en el primer viaje de Vincenzo Gonzaga a Flandes (1599). Avances de investigación a partir del Archivo Herla Simona Brunetti (Università degli Studi di Verona)

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La fiesta como estrategia de pacificación en los Países Bajos meridionales. 1598-1621 Werner Thomas (Katholieke Universiteit Leuven)

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Voyez notre belle capacite a gouverner. Sobre las «Fiestas del papagayo de 1615 en Bruselas» en honor de la infanta Isabel Sabine van Sprang (Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique, Bruselas)

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El Possesso de los virreyes españoles en Nápoles (siglos XVII-XVIII) Sabina de Cavi (Vlaams Academisch Centrum, Real Academia de Ciencias y Artes de Bélgica) IV.

EL TOISÓN DE ORO

Ceremonia de la Orden del Toisón de Oro (1501-1598) Rafael Domínguez Casas (Universidad de Valladolid) «Capturaré una piel que nos volverá a la Edad de Oro». Los duques de Borgoña, la Orden del Toisón de Oro y el «Santo Viaje» (La Jornada de Lepanto de 1571) Elena Postigo Castellanos (Universidad Autónoma de Madrid) El diario de viajes del rey de armas Jean Hervart (1605-1633). Un registro particular del ceremonial de los toisones Bernardo J. García García (Universidad Complutense de Madrid y Fundación Carlos de Amberes) El collar del Toisón y la grandeza de España. Su gestión en Flandes durante el gobierno de los Archiduques (1599-1621) Alicia Esteban Estríngana (Universidad de Alcalá) V.

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CULTURA CABALLERESCA, OCIOS CORTESANOS Y VIRTUDES HEROICAS

Pasos de armas, justas y torneos en la corte de Borgoña (siglo XV y principios del XVI). Imaginario caballeresco, rituales e implicaciones socio-políticas Eric Bousmar (Facultés Universitaires Saint-Louis, Bruselas)

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Torneos y fiestas de corte de los Habsburgo en los siglos XV y XVI Veronika Sandbichler (Kunsthistorisches Museum, Schloss Ambras, Innsbruck)

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El espectáculo del rey guerrero. Armaduras reales y pintadas de Felipe III Pierre Terjanian (The Philadelphia Museum of Art)

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Huellas de la commedia dell’arte en Flandes. Reminiscencias de una cultura prototípica Philippe Bossier (Rijksuniversiteit Groningen)

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VI. CEREMONIAS FÚNEBRES: PROYECCIÓN SIMBÓLICA Y MEMORIA DINÁSTICA Funerales apropiados para los duques de Borgoña. Las obsequias celebradas en Bruselas para el emperador Carlos V (1558) y el archiduque Alberto (1622) Margit Thøfner (University of East Anglia)

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Memoria funeral de los Austrias. El discurso histórico y las noticias políticas en las exequias sevillanas de los siglos XVI y XVII José Jaime García-Bernal (Universidad de Sevilla)

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Lista de ilustraciones

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EL ESPECTÁCULO DEL REY GUERRERO Armaduras reales y pintadas de Felipe III* Pierre Terjanian**

A finales de la Edad Media, el soberano no sólo poseía armaduras. También las vestía, ya fuera en la guerra, en los torneos o, incluso, con motivo de acontecimientos solemnes, como su entrada en ciudades bajo su domino o recientemente sometidas mediante el uso de la fuerza. El príncipe vestido de armadura era una imagen familiar. Por eso, con frecuencia aparece así en los manuscritos iluminados, en los retablos, en las fachadas de las iglesias o en su propio monumento funerario. La armadura era mucho más que un equipamiento indispensable para la guerra o los juegos de armas. También era un atributo esencial del príncipe y, en tal condición, ocupaba un lugar en absoluto despreciable en la representación de su autoridad y majestad. Aparte de las que el príncipe se pone, las armaduras contribuyen a construir su imagen por el uso que hace de ellas: las deposita en lugares solemnes para ser allí conservadas y expuestas; también las distribuye entre sus servidores, clientes y aliados más poderosos. Su liberalidad al respecto era sin duda muestra de su poder. En este ámbito, como en muchos otros, los duques de Borgoña descendientes de la Casa de Valois casi no tuvieron igual. Sus personas y su entorno vestían armaduras de gran calidad, hechas en sus territorios patrimoniales de Borgoña y los Países Bajos, en París e, incluso, en Milán. Algunas estaban doradas a fuego, forradas con tejidos suntuosos o enriquecidas con orfebrería, piedras preciosas y perlas. Su prodigalidad no parece haber tenido parangón. Así, con motivo de su matrimonio con Margarita de York, Carlos el Temerario, encargó más de un centenar de armaduras para equipar de nuevo a la mayor parte de sus servidores, de los más humildes a los más grandes1. Los primeros Habsburgo que les sucedieron, continuaron, mientras sus recursos financieros se lo permitieron, esta munificencia. El archiduque Maximi-

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liano de Austria, convertido en duque consorte por su matrimonio con María de Borgoña, hija única de Carlos el Temerario, muerto frente a Nancy en 1477, asumió con diligencia las tradiciones caballerescas de sus predecesores borgoñones, transformándose pronto en un gran mecenas de maestros armeros. Durante el periodo que precedió a su acceso a la dignidad de rey de romanos, realizó numerosos encargos a los armeros favoritos de su difunto suegro, sobre todo, en Bruselas. Luego, Maximiliano favoreció a los armeros alemanes, a quienes encargó numerosos regalos para sus servidores, amigos y aliados. Amante infatigable de las justas, fue un monarca guerrero que vestía habitualmente arnés2. Cabe recordar que poseía una armadura de gran talla y colgaba su arnés favorito junto a su cama. Su sucesor en la dignidad imperial, Carlos V, siguió su ejemplo tanto tiempo como su salud se lo permitió. Carlos fue un gran mecenas de armeros. De gusto ecléctico, se hizo fabricar excelentes armaduras en los Países Bajos, en Alemania y en Italia. Cuando se retiró al monasterio de Yuste en 1556, tras su abdicación, llevó consigo una armadura que había vestido en combate de la que no quería separarse. Mientras vivió Felipe III, nieto de Carlos, las armaduras aún se utilizaban en la guerra y en los torneos. Desde el reinado de Felipe II, sin embargo, los monarcas españoles ya no exponían sus personas a los peligros de la guerra; en esto, se produjo una clara ruptura frente al ejemplo que brindaban sus ancestros y otros soberanos coetáneos (sobre todo, los reyes Enrique III y Enrique IV de Francia). No obstante, como sus antepasados, Felipe III y, después, su hijo Felipe IV, aprendieron el manejo de las armas y vistieron armadura durante su juventud. Los dos poseían numerosos ejemplares, siempre de calidad, fabricados para su uso personal y algunos de ellos fueron exclusivamente concebidos para utilizarse en combate. Parece, sin embargo, que rara vez los vistieron. Estas armaduras conservan un lugar escogido en la representación de sus personas y de su poder, pero su función ya no era la misma que en tiempos del emperador Carlos V. La mayoría se conservaban en la Armería Real del Alcázar de Madrid, donde los visitantes insignes podían verlas junto a piezas que habían pertenecido personalmente a todos los Habsburgo que les habían precedido en el trono de España. La reunión de estas armaduras en un solo lugar no es fruto del azar de las herencias, sino de una serie de medidas tomadas sucesivamente por Maximiliano, Carlos V y Felipe II para conservar la posesión de las armas de sus ancestros. Gracias a la intervención de Maximiliano, Carlos V pudo salvar, con dinero, la armería de su padre, Felipe el Hermoso, e incorporarla a la suya en 1510. Más tarde, Carlos trasladó gran parte de su armería desde los Países Bajos, donde había crecido, a España, donde estableció su principal residencia. Fue instalada en Valladolid. Tras la muerte de su padre, Felipe II, que se hizo cargo de esta herencia

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justo cuando estaba a punto de dispersarse para hacer frente al pago de las deudas del emperador, conservó unidas todas las armaduras que habían pertenecido a los Habsburgo llamados a reinar en España antes que él; en 1565 las piezas de la armería de Valladolid fueron a parar a su armería personal de Madrid. Felipe II tuvo un aprecio particular por este reseñable conjunto, como lo atestigua la decisión que tomó de convertirlo, junto con su colección de tapices, en un bien inalienable de la Corona de España, de modo que la armería de su Casa no pudiera nunca ser dispersada3. La Armería Real de Madrid era como un mausoleo a la gloria de la rama española de los Habsburgo. Para los visitantes a quienes se autorizaba la entrada en ella, era posible contemplar, montadas sobre figuras de madera, las armaduras de Felipe II, de su padre y de su abuelo, así como las bardas de hierro con las que se habían engalanado los caballos destreros de cada uno. Dentro de este conjunto se podía admirar la armadura que Carlos V había llevado en la batalla de Mühlberg (1547), o la vestida por Felipe II en San Quintín (1557). Aparte de las armaduras personales de los ilustres miembros de la Casa de Austria, se podían contemplar triunfos asociados a sus grandes victorias: las armas del rey Francisco I de Francia, requisadas tras su captura en la batalla de Pavía (1525); la armadura que llevaba el elector de Sajonia cuando fue derrotado en Mühlberg; o las armas de Alí Pachá, tomadas en Lepanto (1571)4. Mientras vivieron, Felipe III y su sucesor no dejaron de depositar sus armaduras personales en esta galería heroica donde se exponían junto a los arneses de sus valerosos predecesores. Otras de sus armaduras permanecían bajo el cuidado del guardajoyas, quizá porque los soberanos querían conservarlas cerca de sí y, tal vez, usarlas en circunstancias excepcionales. En general, sin embargo, parece que todas sus armaduras —o casi todas—, fueron eventualmente depositadas en la Armería Real, como lo demuestran una serie de inventarios conservados hoy en la Real Armería del Palacio Real de Madrid. El honor de aparecer representado allí sólo quedaba reservado a los monarcas y su familia. Así por ejemplo, Felipe II añadió las armas que habían pertenecido al príncipe don Carlos; más tarde, Felipe IV hizo depositar en ella las armas y la armadura que su hermano, el cardenal-infante Fernando de Austria, había llevado en la batalla de Nördlingen (1634)5. Las armaduras de los soberanos también fueron utilizadas para evocar la autoridad y las virtudes guerreras de los reyes de España en sus retratos. Todos los grandes pintores que efectuaron retratos regios por encargo de la Corona —Tiziano Vecellio (1490-1576), Alonso Sánchez Coello (1564-1627), Pedro Pablo Rubens (1577-1640) y Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660), entre otros—, les pintaron vestidos con armaduras específicas, en la inmensa mayoría de

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los casos, piezas que les habían pertenecido personalmente y que se conservaban en la Armería Real. Cada uno de estos retratos merecería un estudio detallado. En el marco limitado del presente trabajo, no cabe sino considerar algunos ejemplos y proponer varias observaciones al respecto. La representación pictórica o escultórica del soberano con armadura, como ya se ha sugerido más arriba, tiene un antiguo origen, pero el cuadro pintado que representa al soberano de cuerpo entero, vestido con una armadura y en actitud secular, que sujeta el típico bastón de mando en una mano, es una invención del Renacimiento. Aunque pueda constatarse ya a finales del siglo xv, se volverá particularmente popular a partir de la década de 1540 gracias a los cuadros de Tiziano. El primer ejemplo de este tipo elaborado por Tiziano es un estudio preparatorio de un retrato de cuerpo entero de Francesco Maria della Rovere que se encuentra en el Gabinetto Disegni e Stampe degli Uffizi en Florencia6. Sin embargo, este tipo de retrato no carecía de antecedentes; un ejemplo lo proporciona un retrato de Felipe el Hermoso representado de cuerpo entero con armadura y sosteniendo en la mano una espada, pintado hacia 1500 por un artista de los Países Bajos y que ilustra una de las hojas de un retablo (Tríptico de Zieriksee), actualmente en los Museos Reales de Arte y de Historia de Bélgica en Bruselas. Los retratos que Tiziano pintó de Carlos y de su hijo Felipe les muestran invariablemente vestidos con armaduras o con elementos de guarnición (conjunto de piezas decoradas de la misma forma que se pueden combinar de diferentes modos para crear armaduras destinadas a usos distintos: ecuestre o pedestre, para la guerra o diversos tipos de juegos guerreros) que poseyeron realmente. Así, el retrato de cuerpo entero de Felipe II armado, en el Museo del Prado (inv. 411), representa al príncpe llevando una armadura que forma parte de una guarnición hecha para él hacia 1549-1550 y atribuida al armero Desiderius Helmschmid, de Augsburgo, preservada en sus elementos esenciales en la Real Armería de Madrid (inv. A.217-230) y, en parte, en el Museo de Arte de Filadelfia (la gola) y en el Museo Higgins Armory, Worcester, Massachussets (guanteletes). Asimismo, el retrato ecuestre de Carlos V en la batalla de Mühlberg representa, no siempre con la mayor exactitud, las piezas de una guarnición del emperador elaborada después de 1544, y atribuida también a Desiderius Helmschmid que se conserva en la Real Armería (A.164-A.187)7. En este último caso, no parece caber duda de que el propio Carlos había indicado que quería ser representado ataviado con la armadura que había llevado en la batalla8. Los retratos oficiales de Felipe III y Felipe IV —poco importa la razón por la que fueron pintados con mayor o menor minuciosidad— se inscriben en esta tradición realista en la medida en la que representan armaduras que los soberanos

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poseyeron efectivamente, se hallaban entonces en la Armería Real y, en la mayoría de los casos, se conservan todavía hoy en las colecciones de la Real Armería de Madrid. Los autores de los cuadros realizados en la corte de España llaman la atención por la minuciosidad y el detalle con que pintaron a los soberanos, su atuendo y sus joyas. La constante representación de sus armaduras personales, antes que de modelos copiados al azar, indica que el realismo se extendía a la elección de los modelos y no solamente a la ejecución, lo que trasluce, quizá, la propia voluntad de sus comitentes o, al menos, la existencia de una etiqueta que prescribía la elección exclusiva de armaduras que hubieran pertenecido efectivamente a aquellos soberanos. Una preocupación semejante puede encentrarse en la corte de Rodolfo II, en la obra de Martín Rota. Sin embargo, estos cuadros no son siempre fieles a los originales en los detalles más mínimos, tal vez, por descuido o por dejadez de los artistas. Las manipulaciones de los modelos tampoco son raras. Así por ejemplo, el soberano aparece representado vestido con una armadura hecha para él cuando todavía era niño y demasiado pequeño por tanto para llevarla en la época en que fue retratado. La elección de una armadura, antes que otra, entre todas las que poseía el soberano, es un punto que merece atención. Felipe II, Felipe III y Felipe IV poseyeron armaduras de calidad excepcional de las que no se conoce ninguna representación pintada. En cambio, algunas armaduras reaparecen en sus retratos oficiales, pintados en diferentes momentos de sus reinados. Es posible e, incluso, probable que, con frecuencia, los pintores se contentaran con copiar de los cuadros existentes cuando las armaduras constan de las mismas piezas y son representadas en los mismos ángulos. Pero, en ciertos cuadros, una misma armadura es representada bajo ángulos diferentes y formada con piezas diferentes. En este caso, es probable que los artistas las estudiaran en ocasiones distintas. Felipe III poseía, mucho antes de su acceso al trono, numerosas armaduras. Gran parte de ellas, la había recibido como regalo de diferentes cortesanos. De don Carlos de Aragón, primer duque de Terranova, recibió no menos de cuatro armaduras diferentes antes de 1594. Entre ellas, se encuentra una pequeña guarnición de hierro repujado, gravada, pavonada y damasquinada en oro y plata, hecha en Milán, y que comprendía una media armadura equipada de dos golas y de dos cascos, y completada por una rodela (Real Armería, Madrid, inv. B.4-B.5), obsequiada por el duque hacia 1585, cuando era gobernador del ducado de Milán9. En esa misma época Felipe había recibido otra media armadura ricamente decorada, de hierro repujado, gravada, pavonada y damasquinada en oro y plata, también hecha en Milán, que comprendía dos cascos (Real Armería, Madrid, inv. B.1-B.3)10. Se la regaló Juan III Téllez-Girón, segundo duque de Osuna. Felipe viste piezas que

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integraban estos dos regalos en la Alegoría de la Educación de Felipe III, lienzo pintado en 1590 por Justus Tiel, actualmente en el Museo del Prado (inv. 1846)11. El príncipe va tocado con el capacete regalado por el duque de Osuna y armado con la media armadura de gala obsequiada por el duque de Terranova. Felipe fue representado con otras armaduras que recibió del duque de Terranova. Una de ellas era una media armadura de hierro hecha en Milán y decorada con franjas gravadas al aguafuerte y doradas, que iban ribeteadas a los lados con perlas de plata incrustadas y contenían medallones formados por perlas de plata similares (Real Armería, Madrid, inv. B-6)12. Esta armadura, tal y como se presenta hoy en día, es de un tipo utilizado en el combate a pie a la barrera, un ejercicio marcial muy popular en la época que solía disputarse en público. Felipe parece estar vestido con esta armadura en un retrato pintado hacia 1590-1592 por Pantoja de la Cruz, en el Kunsthistorisches Museum de Viena (Gemäldegalerie, inv. 2.581), que procede de las colecciones de los Habsburgo de Austria13. La decoración de esta armadura se corresponde enteramente con la de la armadura que recibió del duque de Terranova; si bien, el casco y el espaldarcete derecho no se corresponden. En realidad, cuando se examina la armadura de la Real Armería, parece claro que sus espaldarcetes eran originalmente simétricos como en el cuadro y que el derecho fue deliberadamente recortado por delante para adaptarlo al combate a pie a la barrera. El casco representado en el cuado parecer haber sido una pieza intercambiable hoy perdida. En este caso, el pintor ha captado una característica original del objeto antes de su modificación. Las armaduras que Felipe recibió del duque de Terranova no le fueron obsequiadas en la misma ocasión. Su talla, en efecto, varía claramente. Así, mientras que la armadura representada por Tiel estaba destinada a un muchacho de alrededor de siete años, la armadura completa de jinete integrada por una arandela de lanza y por una testera, de hierro decorado con franjas que contienen arabescos moriscos negros sobre fondo dorado, hecha en Milán, e igualmente obsequiada por el duque (Real Armería, Madrid, inv. B.9), se hizo a la medida de un adolescente de entre doce y catorce años; probablemente fue regalada a Felipe hacia 1590-159214. Aunque algunas de sus características hayan sido modificadas en los cuadros, esta armadura resulta reconocible en varios retratos del rey pintados entre 1604 y 1608 por Pantoja de la Cruz, en un periodo en el que resultaba demasiado justa para el cuerpo del rey. Uno de los retratos está en El Escorial; el otro, en el Museo del Prado (inv. 2562)15. Las similitudes entre el modelo y sus representaciones en pintura son chocantes a pesar de las divergencias. En un estudio consagrado a una armadura de decoración similar, José A. Godoy ha señalado algunas

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desviaciones entre la armadura de adolescente de Felipe III y estos retratos, especialmente la eliminación, en los cuadros, de los orificios existentes en el peto para fijar un ristre de coraza y la sustitución de la figura de un príncipe coronado por dos Victorias en la gola por una imagen de la Virgen con el Niño con la luna bajo sus pies, coronada por ángeles. Estas transformaciones sugieren que el pintor había estudiado la armadura, pero no había pretendido representarla con exactitud, quizá porque algunos de sus detalles no parecían importantes o, quizá también por todo lo contrario, en el caso de la figura representada en el cuello del peto, es decir, porque había recibido orden de efectuar los cambios que parecían significativos. Probablemente, la figura profana del príncipe no era del todo a gusto de Felipe III, que era muy piadoso. De forma general, y siguiendo en esto el ejemplo de su padre y de su abuelo, Felipe III fue representado en sus retratos oficiales vestido con armaduras que realmente existieron y que fueron suyas. Es cierto que la fidelidad de estas representaciones varía, en parte porque algunos cuadros eran copias de cuadros o de dibujos y los errores se deslizaban a las copias; sin embargo, los elementos distintivos de las armaduras del rey, en particular, su decoración, fueron plasmados, por lo general, con suficiente detalle como para que pudieran ser identificadas. Un buen ejemplo de un tratamiento particularmente cuidado de una armadura de Felipe III lo proporcionan dos retratos similares, el primero pintado hacia 1601-1604 por Pantoja de la Cruz, en el Kunsthistorisches Museum de Viena (Gemäldegalerie, inv. 9.490), y el segundo, pintado en la misma época por su taller, en la Alte Pinakothek de Múnich (inv. 6.916)16. La armadura que lleva el rey es una media armadura de a pie con capacete y rodela, de hierro decorado con franjas que contienen figuras doradas en medallones y lazos negros sobre fondo dorado, alternando con franjas que contienen trofeos de armas dorados unidos por cintas. La forma y la decoración de esta armadura, cuyo modelo parece perdido, indica que fue hecha en Milán hacia 1600, cuando Felipe tenía alrededor de veintidós años. Así pues, estos retratos fueron pintados poco después de la realización de la armadura. Los dos parecen haber sido regalos diplomáticos enviados a las cortes de Austria y Baviera, respectivamente. El hecho de que el fondo del cuadro pueda ser identificado como la representación del sitio de Ostende, que se prolongó de 1601 a 1604, resulta especialmente interesante. En la medida en que no es probable que se eligiera este tema cuando el resultado del asedio aún era incierto, es posible que los retratos fueran pintados inmediatamente después de la toma de Ostende, o en una fecha anterior muy próxima. Es posible que esta representación se inspirara en los retratos de Carlos V y Felipe III, en los que ambos aparecían con las armaduras que habían llevado en Mühlberg y en San Quintín. Felipe III

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no había tomado parte personalmente en el sitio de Ostende, pero los retratos en cuestión aportan una credibilidad mucho mayor a la asociación de su persona con este acontecimiento militar que representaban con minuciosidad cada detalle de una armadura que debió poseer. El rey poseía, como se ha dicho, numerosas armaduras. Las circunstancias de su adquisición quizá no eran conocidas por todos sus cortesanos, pero es probable que Felipe no las olvidara. Ya en vida de sus ancestros, las armaduras de lujo sólo se encargaban cuando se preveía hacer uso de ellas con ocasión de acontecimientos específicos: ceremonias y festividades que acompañaban matrimonios y bautismos principescos, campañas militares o torneos de importancia. Cada armadura tenía su propia historia antes incluso de ser utilizada. Un retrato del rey pintado por Bartolomé González, en el Museo del Prado (inv. 6.189), le muestra vestido con una armadura de jinete milanesa, de hierro pavonado, decorado con franjas que contenían medallones sobre fondo dorado, con la mano derecha apoyada sobre el casco cerrado que completaba la armadura. Este cuadro proporciona una excelente representación, aunque no del todo fiel en los detalles menores, de una armadura existente en la Real Armería de Madrid (inv. A.347-349), que Felipe recibió en Valencia en 1598-1599 de su primo y cuñado, el archiduque Alberto, con motivo de su acceso al trono de España (1598) o, más probablemente, de su matrimonio (1599)17. Fue el regalo de quien se había desposado con su hermana, la infanta Isabel Clara Eugenia, y que, por añadidura y en virtud de ese matrimonio, se había convertido en soberano de los Países Bajos, separados de la Corona de España por voluntad de Felipe II. No es probable que el rey hubiera olvidado los orígenes de esta armadura cuando fue elegida para figurar en sus retratos. El rey aparecía en una postura y en un marco similares, pero vestido con otra armadura, en un retrato pintado en 1621 por Bartolomé González, en el palacio de El Pardo (inv. 10072954)18. No cabe apenas duda de que esta espléndida armadura milanesa, hoy perdida, existió en realidad, ya que su decoración poco habitual incluye una estrella gravada y dorada sobre el ala de cada codal, que se encuentra sobre este mismo elemento, en el único fragmento conocido de una armadura milanesa de calidad conservada en el Museo de Arte e Historia de Génova (inv. AD 5149), probablemente realizado en el taller del mismo armero. La armadura del rey ya estaba anticuada en la fecha del retrato, pues su forma sugiere, como fecha de fabricación más probable, el año 1600, poco más o menos19. En presencia de estos cuadros, cabría pensar que formaban una galería completa de armaduras hechas para vestir el cuerpo del rey. Nada más lejos. Con-

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viene constatar como curiosidad que Felipe III poseía armaduras con las que jamás fue representado. Del duque de Saboya, recibió, por ejemplo, un conjunto de extraordinario lujo en 1603, cuando el duque le visitó y dejó a su cuidado la educación de sus tres hijos, venidos con él. El conjunto en cuestión consistía en una pequeña guarnición que incluía una armadura de jinete y piezas para el servicio a pie; dos bardas de caballo; y dos juegos de piezas labradas a la turca, cada una con un casco, una gola, una tarja y un sable. Estas piezas eran de hierro repujado, cincelado, plateado y dorado, y algunas estaban engastadas con cristales y piedras semipreciosas. Lo esencial de todas ellas se encuentra hoy en las colecciones de la Real Armería (inv. A.291-294, D.55-58, D.78-79, G.62)20. Sus formas indican, sin embargo, que habían sido fabricadas en Milán mucho tiempo antes de 1603 (probablemente hacia 1585) y, por tanto, que no habían sido encargadas para ser ofrecidas a Felipe III. Este regalo del duque de Saboya se inscribe en una antigua tradición, según la cual, los príncipes europeos entregaban a veces, a modo de presente, sus armas personales o las de sus ancestros, en el marco de los intercambios diplomáticos. Es probable que el duque esperara que estas armas se colocaran en un lugar destacado de la armería real y que su nombre permaneciera ligado a ella. En esto, no se equivocó. Se ha comprobado que en las décadas siguientes, algunos visitantes se percataron del origen de este espectacular conjunto, como Francesco Barberini en 162621. No obstante, Felipe nunca fue retratado en asociación con una de estas piezas, seguramente porque no resultaba decoroso para el rey aparecer vestido con piezas originalmente hechas para otro y de rango inferior, por añadidura. En todos sus retratos oficiales, Felipe III viste armaduras de Milán. La mayoría de las que poseía eran efectivamente de fabricación milanesa. Milán era uno de los centros armeros más distinguidos de Europa; para la Monarquía y la nobleza española, allí estaba la fuente ideal, puesto que el ducado de Milán formaba parte de las posesiones españolas de la península italiana. Sin embargo, Felipe poseía armaduras hechas fuera de Italia; al parecer, todas ellas eran de fabricación española. Felipe también poseía armaduras hechas en Eugui, cerca de Pamplona, por un grupo de armeros originarios de Milán e instalados en Navarra en 1596 por encargo de Felipe II, para establecer allí un taller de corte, aparentemente destinado a fabricar armaduras de guerra para los ejércitos, pero capaz de elaborar, a petición del monarca, armaduras de la mayor calidad y ricamente decoradas, según la mejor tradición milanesa. Estas dos armaduras, de hierro bruñido, dorado y picado de plata, permanecieron al cuidado de su guardajoyas hasta

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Pierre Terjanian

1620, fecha en la que fueron remitidas a la Armería Real. Una de ellas era una armadura de jinete (Real Armería, Marid, inv. A.350-353/F170) que, en función de criterios estilísticos, se puede fechar hacia 1600; por tanto, es posible que hubiera sido realizada con motivo del acceso al trono de Felipe, o de su matrimonio. La otra, es una pesada medio armadura de peón, con capacete y rodela, para la guerra de sitio (Real Armería, Madrid, inv. A354-355), algo posterior, datada hacia 1610-1615, y nada se sabe sobre las circunstancias de su fabricación o de su adquisición22. Felipe III poseía otras piezas fabricadas en España, como un juego de capacete y rodela, fabricado también por los armeros de Eugui (Museo del Ejército, París, inv. H.223; Real Armería, Madrid, inv. D.73)23. Estos objetos se cuentan entre las más raras armaduras españolas jamás poseídas por los Habsburgo. Es evidente que Felipe III tenía de ellas una buena opinión; el hecho de que estas piezas no fueran remitidas a la Armería Real hasta 1620 sugiere que quería mantenerlas a su disposición. Se sabe también que Felipe eligió el taller de armeros de Eugui cuando deseó encargar, hacia 1615, dos juegos de tres armaduras para el combate a la barrera, una ricamente decorada con oro y plata, y la otra sobria, destinadas a sus tres hijos (Real Armería, Madrid, inv. B.13-20). Sin embargo, ni él ni ninguno de sus hijos parecen haber sido representados con ninguna de estas armaduras españolas. En suma, las armaduras de Felipe III testimonian bien, a su manera, el carácter de su reinado. El rey parece haber elegido aquellas con las que quería aparecer en pintura y, en ciertas ocasiones, haber sugerido la forma en que debían ser representadas. Es poco probable que Pantoja de la Cruz se tomara la libertad de reemplazar en su retrato la figura secular del príncipe que figuraba sobre el cuello del peto de una de sus armaduras por una representación de la Inmaculada Concepción sin las órdenes o el consentimiento de su patrono real. El hecho de que las dos armaduras fabricadas en Eugui para vestir el cuerpo de Felipe, aunque realizadas con unos quince años de diferencia entre sí, fueran las dos decoradas precisamente con esta representación sugiere que el rey tenía algo que ver en ello. Es probable, por eso, que fuera él quien prescribiera el cambio en el cuadro. Ciertamente, los contemporáneos prestaban atención a esta clase de detalles. Así, durante su visita a la Armería Real de Madrid, el cardenal Francesco Barberini notó que cada armadura de Carlos V estaba decorada en el peto con la figura de «la Virgen con el Señor en brazos, rodela de esplendor»24. Felipe III tal vez deseaba que sus armaduras no desmerecieran en nada a las demostraciones de piedad aportadas por los arneses de su valeroso abuelo. Sin embargo, pocas parecen haber sido fabricadas por encargo suyo y la gran mayoría datan de su minoría de edad

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o de los primeros años de su reinado. Felipe III no era, desde luego, un monarca guerrero a imagen y semejanza de su abuelo, pero, a lo largo de todo su reinado, tuvo cuidado de presentar una apariencia convincente mediante retratos en los que figuraba vestido con armadura y mediante la armería excepcional de sus ancestros, que casi no tenía equivalente en Europa.

* **

Traducción de Alicia Esteban Estríngana.

dez Ferrero, C. Herrero y J.A. Godoy, Tapices

Agradezco la ayuda prestada por algunos

y Armaduras del Renacimiento. Joyas de las colec-

colegas y amigos, particularmente, Álvaro Soler

ciones reales, catálogo de exposición, Barcelona-

del Campo, Dirk Breiding, Bernardo J. García

Madrid, Lunwerg, 1992, p. 125, nota 2.

García y Krista De Jonge. 1

6

H.T. Goldfarb, «Titian: Colore and In-

A. Greve y E. Lebailly (eds.), Comptes de

gegno in the Service of Power», en Titian and

l’argentier de Charles le Téméraire, duc de Bour-

Rubens: Power, Politics, and Style, catálogo de

gogne, vol. I. Année 1468. Le registre B 2068 des

exposición, Isabella Stewart Gardner Museum,

archives départementales du Nord (Academie des

Boston, 1998, pp. 4-7.

Inscriptions et Belles-Lettres. Recueil des Historiens de la France, Documents financiers et ad-

7

A. Soler del Campo, «La batalla y la

armadura de Mühlberg en el retrato ecuestre de

ministratifs, 10/1), París, Imprimerie nationale,

Carlos V», en F. Checa Cremades (ed.), La res-

2001.

tauración de El Emperador Carlos V a caballo en

2

Véase al respecto la contribución de Vero-

nika Sandbichler en el presente volumen. 3

A. Soler del Campo, «La Armería de Fe-

Mühlberg de Tiziano, Museo del Prado, Madrid, 2001, pp. 87-102. 8

S. Ferino-Pagden, «Des Herrschers “na-

lipe II», Reales Sitios, n.º 135, 1998, pp. 25-37,

türliches” Idealbild: Tizians Bildnisse Karls V»,

y P. Terjanian, «La Armería de Felipe el Her-

en Kaiser Karl V (1500-1558). Macht und Ohn-

moso», en M.A. Zalama y P. Vandenbroeck

macht Europas, catálogo de exposición, Kunst-

(dirs.), Felipe I el Hermoso. La belleza y la lo-

und Ausstellungshalle der Bundesrepublik Deuts-

cura, catálogo de exposición, Madrid, Fundación

chland, Bonn, 2000, p. 70.

Carlos de Amberes, 2006, pp. 144-149. 4

9

J.A. Godoy, «Notices», en J.A. Godoy

A. Anselmi (ed.), El diario del viaje a Es-

y S. Leydi, Parures Triomphales. Le maniéris-

paña del cardenal Francesco Barberini escrito por

me dans l’art de l’armure italienne, catálogo de

Casiano del Pozzo, Madrid, Doce Calles, 2004,

exposición, Musée d’art et d’histoire, Ginebra y

pp. 244-246, y A. Soler del Campo, «Los tro-

Milán, 2003, nota 81, ils.

feos de Lepanto en la Real Armería», en Oriente

10

Godoy, op. cit. (nota 9), nota 83, il.

en Palacio. Tesoros asiáticos en las colecciones

11

Godoy, op. cit. (nota 9), nota 82, il.

reales españolas, catálogo de exposición, Palacio

12

Valencia de don Juan, op. cit. (nota 5),

Real, Madrid, 2003, pp. 45-47. 5

Valencia de don Juan, Conde de, Catálo-

p. 123. 13

Pintura española de los siglos

XVI

al

XVIII

go histórico-descriptivo de la Real Armería de Ma-

en colecciones centroeuropeas, catálogo de ex-

drid, Madrid, Hauser y Menet, 1898, pp. 89, 158,

posición, Museo del Prado, Madrid, 1981-1982,

y J.A. Godoy, «La Real Armería», en J. Hernán-

nota 34, il.

El legado de Borgoña.indb 635

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636

Pierre Terjanian 14

J.A. Godoy, «Emmanuel-Philibert de

18

J.A. Godoy, «Notes sur quelques armu-

Savoie (1528-1580): un portrait, une armure»,

res du “Maestro dal Castello”», Genava, n.s., 35

Genava, n.s., 32 (1984), pp. 75-77, fig. 10.

(1987), figs. 27-28.

15

Godoy, op. cit. (nota 14), p. 76, fig. 11.

16

S. Schroth y R. Baer (eds.), El Greco to

19

Godoy, op. cit. (nota 18), pp. 11-13,

figs. 1-2, y pp. 31-34.

Velazquez. Art during the reign of Philip III, catá-

20

Godoy, op. cit. (nota 9), nota 87, ils.

logo de exposición, Museum of Fine Arts, Boston,

21

Anselmi, op. cit. (nota 4), pp. 245-246.

2008, nota 7, il, y H. Soehner, Bayerische Staats-

22

J.A. Godoy, «Dos armaduras de Eugui

gemäldesammlungen, Alte Pinakothek, München,

para el rey Felipe III (1598-1621)», Reales Sitios,

Spanische Meister, Múnich, 1963, pp. 148-151.

94 (1987), pp. 37-44.

17

Valencia de don Juan, Conde de,

op. cit. (nota 5), pp. 103-104.

El legado de Borgoña.indb 636

23

Godoy, op. cit. (nota 9), nota 90, il.

24

Anselmi, op. cit. (nota 4), p. 244.

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