El espacio funerario en el poblado de época visigoda de Gózquez de Arriba (San Martín de la Vega, Madrid)

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Descripción

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ZONA ARQUEOLÓGICA

LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA DE LA ÉPOCA VISIGODA EN LA COMUNIDAD DE MADRID Volumen II

La Ciudad y el Campo

NÚMERO 8 ALCALÁ DE HENARES, 2006

MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL

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Índice Volumen I: Historiografía y territorio La investigación. Los acontecimientos históricos. El territorio La investigación 3

La investigación sobre el mundo visigodo en Madrid desde la Guerra Civil a la transición democrática Salvador Quero Castro

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La investigación de época visigoda en la Comunidad de Madrid desde la transición democrática hasta el presente Jorge Morín de Pablos

23

La época visigoda en la Comunidad de Madrid: Cómo se muestra en la exposición permanente del Museo Arqueológico Regional (Alcalá de Henares) Fernando Sáez Lara

39

El Parque Arqueológico de Recópolis y su función divulgativa: Objetivo principal Laura María García

Los acontecimientos históricos 49

La Carpetania tardorromana y visigoda en relación a Complutum Margarita Vallejo Girvés

El territorio El territorio madrileño 65

Repertorio de yacimientos de época visigoda en la Comunidad de Madrid (ss. V al VIII d. C.) Jorge Morín de Pablos, Rafael Barroso Cabrera, Francisco José López Fraile, Mario López Recio y Fernando Sánchez Hidalgo

103

Caminos sobre caminos: un recorrido por las rutas visigodas en Madrid Carlos Caballero

115

El paisaje de la Comunidad de Madrid en época visigoda Carlos Fernández Calvo

Los territorios limítrofes 129

La época visigoda en la provincia de Guadalajara: pasado, presente y futuro Ernesto Agustí García, Francisco José López Fraile y Álvaro Sanz Paratcha

141

Panorama de la arqueología de época visigoda en la provincia de Cuenca Rafael Barroso Cabrera

161

Arqueología de época visigoda en la provincia de Albacete Blanca Gamo Parras

181

Algunas notas sobre el contexto histórico visigodo en la provincia de Segovia Pablo Guerra García

197

Arqueología del poblamiento visigodo en el occidente de la Meseta Norte (ss. V-VIII) Jorge Morín de Pablos

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Avance sobre las excavaciones arqueológicas en el yacimiento de época visigoda de La Legoriza, San Martín del Castañar (Salamanca) José Antonio Gómez Gandullo

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Ávila visigoda Luis J. Balmaseda Muncharaz

Volumen II: La ciudad y el campo La ciudad. El campo. La sierra. La campiña y las vegas La ciudad 273

La ciudad en el centro peninsular durante el proceso de consolidación del estado visigodo de Toledo Lauro Olmo Enciso

289

Complutum tardoantiguo Sebastián Rascón Marqués y Ana Lucía Sánchez Montes

314

La Villa del Val y la necrópolis del Camino de los Afligidos (Alcalá de Henares) Ana Lucía Sánchez Montes y Sebastián Rascón Marqués

El campo 331

¿Dónde vivían los “Germanos”? Poblamiento, hábitar y mundo funerario en el occidente europeo entre los siglos V y VIII. Balance historiográfico, problemas y perspectivas desde el centro del reino “Godo” de Toledo Jorge López Quiroga

389

Primeros pasos hacia el análisis de la organización interna de los asentamientos rurales de época visigoda Alfonso Vigil-Escalera Guirado

La sierra 399

Los yacimientos arqueológicos de Colmenar Viejo durante la Antigüedad tardía Fernando Colmenarejo García y Cristina Rovira Duque

410

El poblado de Navalvillar (Colmenar Viejo) Concepción Abad Castro

La campiña y las vegas 425

La Vega: un modelo de asentamiento rural visigodo en la provincia de Madrid Mar Alfaro Arregui y Asunción Martín Bañon

441

La Huelga y el Malecón: dos asentamiento altomediavales entre la tradición y el cambio Miguel Rodríguez Cifuentes y Luis Ángel de Juena García

455

Las Charcas, un asentamiento rural visigodo en la vega del Jarama Miguel Rodríguez Cifuentes y Luis Andrés Domingo Puertas

469

Trabajos arqueológicos en el yacimiento “El Prado de los Galápagos” Vicente Marcos Sánchez-Moreno, Lorenzo Galindo San José y Rebeca Carlota Recio Martín

493

Cabañas con cubierta de teja en el yacimiento arqueológico de Frontera de Portugal Vicente Marcos Sánchez-Moreno y Lorenzo Galindo San José

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El Guijo y el Bajo del Cercado, un ejemplo de la ocupación visigoda en la Vega del Jarama (Madrid) Eva Engracia Redondo Gómez, Miguel Roger Dumas Peñuelas, Vicente Marcos SánchezMoreno, Lorenzo Galindo San Jóse

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El Cerro de la Gavia. Una necrópolis tardoantigua en Villa de Vallecas (Madrid capital) Ernesto Agustí García, Rafael Barroso Cabrera, Laura Benito Díez, Marta Escolá Martínez, Francisco José López Fraile, Jorge Morín de Pablos y Amalia Pérez-Juez Gil

527

El yacimiento hispanovisigodo del Barraco del Herrero (San Martín de la Vega, Madrid). Los campos de silos en época visigoda: ¿Continuidad o innovación? Jorge Morín de Pablos, Marta Escolá Martínez, Fernado Sánchez Hidalgo, Germán López López, Mario López Recio, José Yravedra Sainz de los Terrenos, Carlos Fernández Calvo, Lara Benito Díez y Francisco José López Fraile

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El espacio funerario en el poblado de época visigonda de Gózquez de Arriba (San Martín de la Vega, Madrid) Miguel Contreras Martínez y Antonio Fernández Ugalde

559

Los yacimientos de Tinto Juan de la Cruz -Pinto, Madrid-. Nuevos datos para el estudio de la época romana y visigoda en la meseta Sur (ss. I al VI d.C.) R. Barroso Cabrera, J. Morín de Pablos, E. Penedo Cobo, Pilar Oñate Baztán y Juan Sanguino Vázquez

589

La necrópolis hispanovisigoda de La Indiana (Pinto, Madrid) Jorge Morín de Pablos, Eduardo Penedo Cobo, Pilar Oñate Baztán, Gabriel Oreja Martín Maximino Ramírez Molina y Juan Sanguino Vázquez

603

El yacimiento visigodo del PP5, en el arroyo Culebro Eduardo Penedo Cobo, Pilar Oñate Baztán, Juan Sanguino Vázquez

617

El yacimiento visigodo de Buzanca 2 E. Penedo Cobo

627

El yacimiento visigodo de la Recomba E. Penedo Cobo y Juan Sanguino Vázquez

637

La necrópolis visigoda de Cacera de las Ranas (Aranjuez) F. Ardanaz Arranz

651

La necrópolis hispanovisigoda del yacimiento de Equinox, Alcala de Henares. Madrid Jorge J. Vega Miguel, Pilar Martín Ripoll y Roberto C. Menduiña García

675

La necrópolis hispanavisigoda del yacimiento de la Fuente de la Mora. Leganés. Madrid. Jorge J. Vega Miguel y Pilar Martín Ripoll

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Volumen III: La cultura material La arquitectura. La escultura. La cerámica. La toreútica. La cultura material. La epigrafía. El hueso. La industria lítica. La numismática. Estudios antropológicos. Estudios zooarqueológicos y antracológicos La arquitectura 687

Las contrucciones cristianas desde la Tardoantigüedad hasta “epoca Goda” en la Comunidad de Madrid (siglos IV-VII): una arquitectura por descubrir Artemio Manuel Martínez Tejera

La escultura 709

La escultura de epoca visigoda en la Comunidad de Madrid Jorge Morín de Pablos y Rafael Barroso Cabrera

La cerámica 729

La cerámica del período visigodo en Madrid A. Vigil-Escalera Guirado

La toreútica 741

Arqueología funeraria de época visigoda en la Comunidad de Madrid: la toréutica Rafael Barroso Cabrera y Jorge Morín de Pablos

La cultura material 761

Armas en la arqueología madrileña de la Antigüedad tardía Rafael Barroso Cabrera y Jorge Morín de Pablos

775

Los bronces litúrgicos visigodos en la Comunidad de Madrid Luis J. Balmaseda Muncharaz

781

La orfebrería de época visigoda en la Comunidad de Madrid Luis J. balmaseda Muncharaz

La epigrafía 797

La epigrafía de época visigoa en la Comunidad de Madrid Isabel Velázquez

809

Pizarras con inscripción de época Hispanovisigoda en la Provincia de Madrid Aránzazu Urbina Álvarez

El hueso 817

La producción ósea madrileña durante el período hispanovisigodo Ruth Villaverde López

825

Comentarios arqueo-zoológicos sobre el aerófono de la Necrópolis de Afligidos, Villa Romana del Val (Alcalá de Henares, Madrid) Marta Moreno García y Carlos M. Pimenta

La industria lítica 835

Rebuscado en la terrera: la producción lítica hispanovisigoda en la región de Madrid G. López López

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La numismática 843

La numismática visigoda en la Comunidad de Madrid Luis González Carrasco

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El bol del vidrio litúrgico Ana Lucía Sánchez Montes

Analíticas y técnicas Estudios antropológicos 863

La necrópolis infantil del Cerro de la Gavia (Villa de Vallecas, Madrid) María Elena Nicolás Checa Anexo I. Representación gráfica de los restos humanos Anexo II. Registro fotográfico de los restos humanos recuperados Anexo III. Radiografías

951

Estudio antropológico de los restos óseos humanos excavados en la necrópolis visigoda de Prado Galápagos (Madrid) Jesús Herrerín López

Estudios zooarqueológicos y antracológicos 983

Zooarqueología visigoda en el yacimiento visigodo de Barranco del Herrero Miguel Contreras Martínez y Antonio Fernández Ugalde

991

Restos animales y vegetales del yacimiento visigodo de Prado de los Galápagos, interpretación ambiental Víctor García-blanco y Sara Vila

1003

Estudio arqueofaunístico del yacimiento arqueológico “La Huelga” Alejandra Alarcón Hernández

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Resumen El inicio de la Edad Media en Europa está marcado por importantes cambios en las relaciones políticas, sociales y económicas. En este sentido, el cementerio del poblado de Gózquez de Arriba es fiel reflejo de ese cambio de mentalidad, puesto que el recinto funerario penetra en el poblado compartiendo espacio con las actividades y estructuras de la vida cotidiana. El mundo de los muertos deja de entenderse ahora como un mundo con entidad propia, independiente del mundo de los vivos, y pasa a ser concebido como un elemento cercano y familiar. El cementerio fue ocupado de forma ininterrumpida entre los siglos VI y VIII de nuestra Era, tal y como demuestra el análisis de los materiales arqueológicos encontrados en las sepulturas. El estudio de las tumbas, de los enterramientos y de los materiales arqueológicos nos ha permitido documentar tipos de sepulturas hasta ahora no documentados en otros cementerios de época visigoda en la Península Ibérica y establecer pautas sociales que explican diferencias en la construcción de las sepulturas y en el adorno del difunto. La presencia de elementos de vestido y adorno del difunto refleja también cambios en el rito de enterramiento a lo largo de los tres siglos que dura la ocupación. Palabras clave: Poblados rurales. Cementerios. Época visigoda. Gózquez de Arriba (San Martín de la Vega, Madrid). Siglos V – VIII d.C. Alta Edad Media. Abstract The beginning of the Middle Age in Europa is indicated by considerable changes of political, social and economical relationships. In this sense, the cemetery of Gozquez de Arriba village is a faithful reflection of this change of mentality, since the funeral enclosure penetrates into the village sharing space with the activities and structures of daily life. Now, the world of deads can be understood as a world with its own identity and it becomes a nearby and homely element. The cemetery was occupated in a continous way between the VI and VIII centuries A.D., such as shown by the study of the archaeological remains found into the graves. The study of graves, burials and archaeological remains allows us to document types of graves unknown in others cemeteries of visigothic age in the Iberian Peninsula and discover social models which explain differences in the construction of the graves and the adornment of the dead. The presence of elements of clothing and adornment of the dead reflects also changes in ritual of burial along three centuries of this cemetery use. Key words: Rural villages. Cemeteries. Visigothic age. Gózquez de Arriba (San Martín de la Vega, Madrid). V – VIII centuries A.D. Early Middle Age.

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Miguel Contreras Martínez* y Antonio Fernández Ugalde**

La región madrileña presenta, desde la tardoantigüedad (Ss IV-V) hasta momentos avanzados de la Alta Edad Media (Ss. IX – X), un complejo panorama funerario formado por necrópolis rurales o necrópolis en plein champ -Daganzo de Arriba (Fernández Godín y Pérez de Barradas, 1931), Cacera de las Ranas (Ardanaz Arnanz, 2000) o Tinto Juan de la Cruz (Barroso et alii, 2002)-, pequeños agrupamientos de inhumaciones repartidos por todo el lugar habitacional -tercera fase de La Indiana (Morín et alii, 1999) (Vigil-Escalera, 1999)- y tumbas aisladas asociadas a villae o pequeños lugares de hábitat -necrópolis de El Jardinillo (Priego, 1980) o la Torrecilla (Priego y Quero, 1977)-. En este sentido, la larga tradición en la localización de las necrópolis fuera de los espacios destinados al hábitat inicia, desde los primeros momentos de la Alta Edad Media, un lento y no siempre lineal recorrido de acercamiento que culminaría con la penetración de “los cementerios en las ciudades o los pueblos, en medio de los habitáculos de los hombres” (Azcárate, 2002: 137). Esta progresiva imbricación entre el mundo de los vivos y el de los muertos constituye uno de los principales indicadores del cambio entre la Antigüedad y la Edad Media (Brogiolo y Cantino, 1998). La importancia y singularidad de la intervención arqueológica en el yacimiento de época visigoda de Gózquez estriba en que, por primera vez, ha podido documentarse estratigráficamente en gran extensión un conjunto habitacional formado por poblado (c. 10 ha) y necrópolis (ha. 356 sepulturas, 247 de ellas

* Museo Arqueológico Regional, Pza. de las Bernardas, s/n. 28801 Alcalá de Henares – Madrid. E-mail: [email protected]. Tfno: 91 879 66 80. ** Museo Histórico Municipal de Écija. C/ Cánovas del Castillo, 4. 41400 Ecija – Sevilla. E-mail: [email protected]. Tlf: 95 590 29 19.

excavadas arqueológicamente). El poblado de Gózquez de Arriba es uno de los conjuntos arqueológicos excavados en los últimos años que más datos están aportando para conocer las características y modos de vida en los núcleos rurales del interior peninsular durante estos “oscuros” primeros siglos de la Alta Edad Media. Su excavación y estudio está revisando y abriendo nuevos frentes en la investigación sobre la arqueología de época visigoda en nuestro país: nuevos métodos de análisis de los materiales cerámicos (Vigil-Escalera, 1999), documentación de nuevos tipos constructivos en arquitectura doméstica, (Vigil-Escalera, 2000) e, incluso, planteamiento de nuevos procesos de excavación e interpretación de yacimientos (Fernández Ugalde, 2004). El artículo que se presenta viene a completar la investigación sobre este importante yacimiento de nuestra región con la descripción y análisis del conjunto cementerial; recinto perfectamente imbricado espacial y funcionalmente con el resto del poblado, cuyo estudio se hace imprescindible para comprender la estructuración interna del mismo y la escasamente conocida interrelación entre los espacios de hábitat y los recintos funerarios en los asentamientos de época visigoda. Tradicionalmente, la investigación arqueológica sobre yacimientos rurales de época visigoda en nuestro país y, por añadidura, en la región de Madrid, presenta una línea de trabajo diferente para los lugares de hábitat, por un lado, y para los conjuntos funerarios, por otro. Esta separación se produce cómo consecuencia directa del hecho de que en casi ninguna de las necrópolis excavadas existan lugares de hábitat directamente relacionados (Ripoll López, 1998: 248), lo que ha provocado que la mayoría de los estudios presenten los recintos funerarios

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Fig. 1. Planta general de las estructuras localizadas en el poblado de Gózquez de Arriba.

como yacimientos con entidad propia, sin relación aparente con los espacios de hábitat de los que proceden. En el poblado de Gózquez de Arriba ambos espacios -lugares para el hábitat y recinto cementerial- deben tratarse como partes integrantes de una unidad mayor: el poblado. Desde el punto de vista metodológico, ambos conjuntos forman un único espacio de asentamiento con una interrelación directa y clara. Solamente la diferente naturaleza del registro arqueológico (constituido en el

poblado por grandes cantidades de fragmentos cerámicos y elementos de uso común difícilmente adscribibles a tipologías de vajillas de lujo o piezas especialmente relevantes en cuanto a su decoración o tipología de fabricación; mientras que en la necrópolis está formado por un número abundante de objetos de orfebrería y piezas de adorno que cuentan con una abundante tradición en la bibliografía arqueológica en la que abundan los intentos de clasificación cronotipológica de estos elementos)

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nos permite proponer dos líneas de análisis diferentes para ambos espacios y presentar inicialmente los resultados en foros separados. 1. Espacio funerario y espacio de hábitat en Gózquez de Arriba Con una superficie aproximada de 10 ha, el poblado de Gózquez de Arriba constituye uno de los asentamientos de carácter rural de

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mayor extensión de los conocidos hasta ahora dentro y fuera de nuestras fronteras. Este yacimiento, ya registrado en la Carta Arqueológica de la Comunidad de Madrid desde inicios de los años 90, fue delimitado y excavado como parte de las medidas correctoras para paliar la afección al Patrimonio Arqueológico de las obras de construcción del denominado “Parque de Ocio de la Comunidad de Madrid”. Se efectuaron en este contexto diferentes fases de localización, valoración y excavación arqueológicas pro-

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Fig. 2. Planta general del recinto cementerial.

movidas por la empresa ARPEGIO y la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid entre los años 1997 y 2000. Los restos del poblado se distribuyen por un área alargada, sobre una serie de lomas y cerros de suaves pendientes. El recinto funerario ocupa, en el centro de éste espacio, la ladera de una pequeña elevación que desciende hasta las tierras de la vega del Arroyo de Gózquez, cauce estacional que discurre en dirección Noroeste-Sureste hasta llegar al río Jarama, a menos de 2 km de distancia. Comparte, pues, características topográficas definidas para estos emplazamientos en otros yacimientos, como la ubicación «sobre la ladera de una colina, no lejos de una corriente de agua o vía de comunicación» (Ripoll López, 1998: 248). Éstas deben tomarse, no obstante, como características propias del hábitat, del cual el espacio funerario forma parte. El recinto cementerial de Gózquez de Arriba ocupa una superficie poligonal de casi media hectárea. Los trabajos de limpieza superficial y de delimitación del conjunto permitieron localizar un total de 356 tumbas excavadas en el suelo con orientación Este/Noreste – Oeste/Suroeste. De ellas se excavaron un total de 247, repartidas por todo el conjunto. Los criterios de selección de las tumbas a excavar se basaron, principalmente, en el grado de afección del proyecto constructivo. Así, se primaron criterios de conservación de las tumbas para, posteriormente, centrarnos en

aspectos tales como la representatividad de todos los sectores, la distribución de los tipos constructivos o elementos de datación, posibles espacios con diferencias en aspectos rituales, concentración de tumbas con reutilizaciones, etc. Aunque los trabajos de excavación pudieron localizar, como se ha expuesto antes, un espacio cementerial formado por 356 tumbas, el conjunto original debía extenderse un poco más hacia el norte y se vio afectado desde tiempos inmemoriales por las diferentes tareas de construcción y acondicionamiento del Camino de Gózquez de Arriba, tal y como se pudo observar en alguno de los perfiles del mismo. Así pues, en origen se puede estimar que la necrópolis debía contar con alrededor de 450 tumbas. En el caso de Gózquez de Arriba, la ubicación del cementerio rodeado de estructuras de habitación, almacenaje y producción impone una delimitación espacial preestablecida de antemano para el conjunto funerario. Los límites del área destinada a las sepulturas debían estar predefinidos desde un principio con el fin de organizar y planificar el crecimiento o utilización del todo el espacio durante, al menos, tres siglos de ocupación. Tal hipótesis parece reforzarse con la existencia de una serie de sepulturas con una estructura de forma cuadrangular de piedra encima de la lápida que se distribuyen por los límites del recinto cementerial y podrían haber actuado como hitos o mojones de delimitación espacial. Seguramente la definición previa del espacio

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Fig. 3. Tabla tipológica de tumbas

destinado a cementerio provocó que la ocupación del mismo no se hiciera de forma radial, sino que la constante reutilización de las tumbas por grupos de carácter social o familiar afín parece provocar un crecimiento aparentemente desordenado, sólo articulado por ciertas agrupaciones de tumbas de similares características en cuanto al rito, tipología funeraria, vestido y adorno de los finados, etc. Tampoco en el espacio funerario de Gózquez de Arriba se documenta ningún resto de edificación o espacio en torno al cual se distribuyan las tumbas, a modo de iglesia o edificio de culto.

En este caso este edificio podría haberse situado no dentro del cementerio, sino en la cima del cerro que domina la ladera en la que se ubica el cementerio. No obstante este extremo no pudo ser comprobado al ser ésta una zona fuertemente alterada debido a su uso como cantera de yeso desde, al menos, el siglo XIX. La distribución espacial de las sepulturas no parece obedecer a una cuidada alineación en calles (Reihengräberfelder o cimetières par rangées), sino más bien a la aproximación de grupos de sepulturas con algún tipo de relación social o familiar. Sólo una orientación similar de las sepulturas, unida a la necesidad de

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espacios para la circulación de personas, parece en algún momento señalar una cierta alineación de las tumbas, muy lejos de las perfectas formaciones de las necrópolis merovingias que dan nombre a las necrópolis de tumbas alineadas en calles. La señalización exterior de las tumbas ha suscitado diversas interpretaciones, la mayoría de ellas ampliamente cuestionadas ante la falta de testimonios arqueológicos fiables. Parece evidente que las tumbas se distinguirían de alguna manera al exterior, tal y como demuestra el hecho de que todas aprovechan espacios vacíos y ninguna corta a otra anterior. Además, el hecho de las frecuentes reutilizaciones de fosas afianza la idea de que su localización debía ser evidente y sencilla (Ardanaz Arranz, 2000, 230). En algunas sepulturas localizadas en los límites exteriores del recinto cementerial se han localizado indicios de la existencia sobre la lápida de una estructura cuadrangular realizada con mampostería irregular. Por otra parte, un gran número de tumbas poseen una sección con rebaje lateral profundo, en la que la lápida se sitúa aproximadamente entre 0,40 y 0,50 cm de profundidad respecto a la superficie del terreno. Encima, pues, de la lápida de cierre de la sepultura se colocaba un relleno de tierra que previsiblemente podría coronarse al exterior con un túmulo. En algún caso, se han podido documentar la existencia de acumulaciones y enterramientos secundarios encima de la lápida que debía sellar la última utilización de la sepultura. Así, pues, aunque se carece de indicios de elementos señalizadores de las sepulturas, tales como tejas o piedras, no parece descabellado pensar en un coronamiento exterior formado mayoritariamente por túmulos y, en algún caso, elementos más complejos tales como estructuras de fábrica en puntos concretos del cementerio. 2. Cabañas y casas para la vida, nichos y fosas para la muerte La arquitectura funeraria en Gózquez de Arriba debe ser estudiada en el conjunto de la arquitectura doméstica del poblado. La articulación de los espacios de hábitat en Gózquez se caracteriza por las cabañas semiexcavadas en el suelo (Grubenhäuser), con construcciones aéreas de material lígneo, y las casas con zócalo de piedra, alzado de tapial de yeso y cubierta de tejas (Vigil-Escalera, 2000). Conceptos tales como la monumentalización o la utilización de elementos constructivos en las tumbas, tan usados en contextos funerarios, deben ser entendidos en el contexto de una arquitectura basada mayoritariamente en el uso de materiales perecederos y casas de aspecto “pobre” en los que la madera y el tapial de yeso son los elementos predominantes. También en este contexto constructivo debe encuadrarse el hecho de que no se hayan encontrado materiales exógenos empleados en la construcción de las tumbas. No hay, como en otras necrópolis cercanas (Camino de los Afligidos, Cacera de las Ranas, Carpio del Tajo, etc.), materiales anteriores reutilizados –tegulae, lápidas de mármol, sillares de piedra caliza, etc.-. El único material constructivo que se utilizó en el cementerio de Gózquez es el yeso –en lajas o en pequeños sillarejos irregulares, que se encuentra en las inmediaciones e, incluso, en el sustrato

Fig. 4. Planta y sección de la sepultura 80.

geológico en el que estaban excavadas algunas tumbas. En este sentido, de las 247 tumbas excavadas, sólo 119 presentan algún elemento constructivo; elemento que se reduce, en la mayoría de los casos, a una o varias lajas de yeso que se utilizan como lápida de la sepultura. Únicamente 16 de estas 119 tienen las paredes recubiertas de algún tipo de material–lajas de piedra (10 tumbas), o recubrimiento de piedras (6 tumbas) y sólo una presenta, además el suelo recubierto de fragmentos de teja plana reutilizados. La arquitectura funeraria en Gózquez de Arriba muestra una amplia variedad, con tipos hasta ahora no documentados en las necrópolis altomedievales de nuestro país. Sin duda son reflejo de una sociedad con ricos contactos culturales entre grupos. En todo caso, la arquitectura doméstica de cabañas y casas con zócalo y cimientos de piedra y alzado de tapial parece ser predominante en espacios rurales desde tiempos ancestrales y, de la misma manera, el enterramiento en nichos laterales excavados en la pared de una fosa se conoce desde la prehistoria. No siempre los factores exógenos son los causantes de la diversificación tipológica, sino que a veces enmascaran procesos internos nunca desterrados totalmente, aunque ocultos detrás de nuevas concepciones arquitectónicas y espaciales más brillantes. La riqueza tipológica de la arquitectura funeraria en Gózquez de Arriba ha hecho necesario elaborar una nueva clasificación

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Fig. 5. Plantas y sección de la sepultura 199.

Fig. 6. Plantas y sección de la sepultura 215.

que incluyera los nuevos tipos aparecidos, así como la presencia o no de elementos constructivos en las tumbas. Todas las tumbas documentadas en la necrópolis de Gózquez se encuentran excavadas en el suelo, por lo que el criterio fundamental debía ser la sección de la fosa, estableciendo variaciones de los grupos en función de la presencia o no de materiales constructivos. Se pueden establecer, así, tres grupos de sepulturas: a) tumbas con sección simple, b) tumbas con sección en “T”, y c) tumbas con nicho lateral.

A. Tipo I. Tumbas con sección simple Es el grupo de tumbas más numeroso (138 tumbas excavadas) y el mejor representado en todas las necrópolis de época visigoda excavadas en nuestro país y fuera de él. a. Tipo Ia. Tumbas con sección simple sin elementos constructivos Son las más abundantes dentro de este grupo y las más sencillas desde el punto de vista constructivo. Corresponde a los tipos Ic

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Fig. 7. Planta y sección de la sepultura 180.

Fig. 8. Planta y sección de la sepultura 110.

de Ripoll y II de Cacera de las Ranas y, pese a su sencillez presenta variantes en cuanto a la existencia de dos pequeñas lajas en los extremos de la base de la fosa para apoyo del ataúd.

da también a un especial tratamiento del difunto en cuanto a vestido y adorno, lo que representa un rasgo distintivo del individuo respecto al grupo. Corresponde al tipo VIIc de Ripoll.

b. Tipo Ib. Tumbas con sección simple y lápida superior Constituido por una simple fosa con una lápida a base de lajas de yeso, a veces una sola o a veces varias alineadas hasta cubrir la fosa. Corresponde al tipo Vc de Ripoll y se documenta en casi todas las necrópolis de época visigoda. Pese a su sencillez, la presencia de un elemento constructivo de estas características en un asentamiento en el que priman los materiales perecederos y el tapial de yeso puede ser un elemento socialmente distintivo; hecho que se refuerza con el dato de que casi todas las tumbas con finados que presentan elementos de vestido y adorno se encontraban cubiertas por una lápida.

d. Tipo Id. Tumbas infantiles con cubierta y base de teja curva Aunque este tipo se incluye dentro del grupo de las fosas simples, tienen una entidad propia y permite intuir un tratamiento especial para los recién nacidos o miembros menores de la familia. Posiblemente la ausencia de bautismo debió ser la causa de que los niños no se entierren en el interior de la sepultura familiar, aunque sí existe una relación directa de proximidad entre las dos tumbas. Dados los espaciales problemas de conservación de los restos óseos infantiles, en ninguno de los casos se pudieron localizar vestigios en el interior de la sepultura, formada por dos tejas curvas, una en la base y otra como cubierta. Son frecuentes este tipo de enterramientos en los cementerios de época tardorromana y visigoda y su inclusión en el recinto cementerial muestra una gran sensibilidad social hacia el grupo familiar; debe recordarse que en momentos más recientes, los niños no bautizados se aíslan del resto de las tumbas y se excluyen del recinto “cristiano” del cementerio.

c. Tipo Ic. Tumbas con sección simple, lápida superior y paredes recubiertas de lajas Son tumbas con un especial tratamiento en paredes y cubierta. Son poco abundantes y el cuidado en la construcción se trasla-

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Fig. 9. Planta y sección de la sepultura 112.

B. Tipo II. Tumbas con sección en “T” Constituye el otro gran bloque de tumbas en Gózquez de Arriba. Las sepulturas con rebajes laterales para encajar la tapadera no suponen, desde el punto de vista constructivo, un gran aumento del esfuerzo, pero indican, desde el origen, la existencia de tipos peculiares de sepulturas. En un contexto arquitectónico en el que predominan los materiales lígneos y el tapial de yeso, el uso de lápidas de yeso debió suponer una importante inversión, toda vez que facilita la reutilización de las tumbas en diferentes momentos. En este sentido, de las 99 tumbas con rebajes laterales, 57 presentan enterramientos con elementos de vestido y adorno y otras 10 más, aunque tienen sección simple o sin determinar, tienen lápida como cubierta (Tipos Ib y Ic). Las tumbas con sección en “T” o con rebajes laterales pueden subdividirse, según la profundidad de rebaje en dos subtipos: tumbas con sección en “T” simple (subtipos II1) y tumbas con sección en “T” profunda (subtipos II2). a. Tipo II1. Tumbas con sección en “T” simple 1. TIPO II1A. TUMBAS CON SECCIÓN EN “T” SIMPLE Y LÁPIDA SUPERIOR. En este caso, la ausencia de lápida en algunas tumbas de este tipo puede deberse a la pérdida de este elemento debida a las sucesivas reutilizaciones y a un menor cuidado en las siguientes fases, posiblemente causado por una menor atención a este tipo de elementos. Sólo en un caso (tumba 31) se ha podido documentar una cubierta de madera. 2. TIPO II1B. TUMBAS

CON SECCIÓN EN

“T”

b. Tipo II2. Tumbas con sección en “T” profunda Estas tumbas presentan un rebaje lateral de más de 0,50 cms. de profundidad respecto a la cota de excavación y constituyen el grupo más elaborado desde el punto de vista arquitectónico. Suponen el 50% de las tumbas con sección en “T” de la necrópolis y en ellas se puede documentar, sobre la lápida que cubre el enterramiento, un túmulo que en ocasiones aloja restos de una o varias acumulaciones. Es en esta tipología donde se encuentran las reutilizaciones con mayor número de individuos (tumba 136 con restos de 9 individuos -3 enterramientos principales, 3 reducciones y 3 acumulaciones-; tumba 162 con restos de siete -2 enterramientos principales, 2 reducciones y 4 acumulaciones, dos de ellas en el túmulo sobre la lápida) 1. TIPO II2A. TUMBAS

CON SECCIÓN EN

“T”

PROFUNDA Y LÁPIDA

SUPERIOR.

Es una variante del tipo Vc de Ripoll que incluye, como elemento característico, un espacio entre la lápida y la superficie del terreno que se cubre de tierra y, en algunos casos (Tumbas 73, 124, 131, 136, 162 y 186), alberga acumulaciones de restos de enterramientos anteriores. 2. TIPO II2B. TUMBAS

CON SECCIÓN EN

“T”

PROFUNDA, LÁPIDA

SUPERIOR Y PAREDES RECUBIERTAS

Las paredes del enterramiento pueden recubrirse de lajas de yeso o de un murete construido a base de piedra irregular sin trabar. Este tipo de sepulturas, pese al gran esfuerzo constructivo que suponen, no presentan, salvo en un caso –tumba 33- un especial cuidado del difunto en cuanto al adorno y vestido

SIMPLE, LÁPIDA SUPERIOR

Y PAREDES RECUBIERTAS DE LAJAS

3. TIPO II2C. TUMBAS

Sólo hay una tumba de este tipo (tumba 48), y, pese al gran esfuerzo constructivo no se documenta un especial cuidado de los finados en cuanto al vestido y adorno personal. Tampoco se reutiliza la tumba en momentos posteriores.

SUPERIOR Y ESTRUCTURA CUADRANGULAR ENCIMA DE LA LÁPIDA

CON SECCIÓN EN

“T”

PROFUNDA, LÁPIDA

Es, junto con las tumbas en nicho, el tipo más novedoso en la necrópolis. Se trata de tumbas con un claro elemento señalizador –una estructura cuadrangular construida de sillarejo irregular tra-

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Fig. 10. Planta final de la sepultura 65.

Fig. 11. Plantas y sección de la sepultura 108.

bado con barro- encima de la lápida que cubre el enterramiento. Sólo 5 de las 247 tumbas presentan este elemento y se localizan en los límites meridional y occidental del cementerio; límites opuestos a las vaguadas o vegas que forman los otros dos límites. Son, pues, las zonas más fácilmente visibles desde las zonas de hábitat del poblado. De todas las tumbas de este tipo, sólo una de ellas -Tumba 103- fue reutilizada en varias ocasiones, albergando, además, una acumulación de restos en el interior de la estructura superior. No se conocen paralelos para este tipo de tumbas en los cementerios de época visigoda en la península ibérica. Posiblemente, la integración del espacio funerario dentro de la zona de hábitat del poblado hizo necesario establecer visualmente los límites del recinto a partir de construcciones sobresalientes integradas dentro de la necrópolis. Aunque el tratamiento de los restos no refleja rasgos distintivos que pudieran denotar una especial relevancia social o de otro tipo de los individuos allí enterrados las características sobresalientes de las sepulturas plantean la posibilidad de

que estuvieran reservadas a personajes con especial significado dentro del grupo. En un poblado en el que las estructuras de hábitat parecen presentar una distribución espacial organizada en torno a modelos familiares de ocupación (Vigil-Escalera, 2000: 250), la pauta representada en el espacio funerario es la agrupación de sepulturas y la reutilización de las mismas por un grupo, hipotéticamente familiar. Este tipo de tumbas, aparentemente aisladas del funcionamiento y estructuración del espacio interno acaso podrían reflejar la relevancia de determinados individuos con respecto al conjunto del poblado, más allá de sus relaciones familiares internas. La existencia de este tipo de tumbas que marcan los límites del ámbito funerario, un espacio predefinido desde el principio, en cuyo interior se ocupan espacios de forma sólo aparentemente desordenada, refuerza el modelo de ocupación del conjunto del hábitat “…con unos límites fijados desde el inicio (…) en el que las nuevas construcciones se insertan en la disposición original procurando rellenar huecos…”(Vigil-Escalera, 2000: 250).

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Fig. 12. Diferentes tipos de broches de placa rectangular documentados en Gózquez de Arriba.

C. Tipo III. Tumbas con nicho lateral Este es el tipo de sepultura más novedoso en Gózquez de Arriba. Al exterior, estas tumbas presentan un aspecto similar al de cualquier sepultura de la necrópolis, carente, incluso, de cualquier lápida o elemento que resalte, aparentemente, su relevancia desde el punto de vista constructivo. El hueco principal de la fosa presenta una sección simple y en ninguno de los casos ha sido utilizado o reutilizado para deposiciones, reducciones o acumulaciones de restos sirviendo de paso al nicho lateral que sirve de cámara funeraria. En algunos casos, el acceso al nicho lateral se encontraba sellado por una laja de yeso (Tumba 57) o una especie de murete de piedras (Tumba 91, 116, 126, 152, 156, 180 y 216). La construcción de este tipo de sepulturas necesita un sustrato geológico estable, no demasiado difícil de excavar debido a lo reducido del espacio; por esto todas las fosas en nicho se encuentran excavadas en el sector suroccidental de la necrópolis, en un sustrato de limos yesíferos. No se han encontrado, en toda la bibliografía consultada, paralelos a este tipo de sepulturas en las necrópolis peninsulares e, incluso, en las publicadas en Europa Occidental. Los únicos paralelos publicados se pueden encontrar en la tumba 315 de la necrópolis de Eski-Kernen (Ucrania) en la Península de Crimea (Ajbabin, 1994: 130) o en la tumba 116 de la necrópolis de Gródek nad Bugiem (Polonia) (Bierbrauer, 1994: 69). Las tumbas en nicho suponen el 2,4% del total (sólo 10 tum-

bas de 247 excavadas) y sólo una de ellas presenta un doble nicho lateral a. Tipo IIIa. Tumbas con nicho lateral simple Se concentran el sector suroccidental de la necrópolis y sólo 3 casos (tumbas 91, 116 y 216) han sido reutilizados en momentos posteriores, siempre con reducciones de los restos anteriores depositadas junto al último individuo. Los individuos no suelen presentar elementos de vestido o ajuar, a excepción de una tumba con un fragmento distal de un broche de cinturón de placa rígida calada en bronce. b. Tipo IIIb. Tumbas con nicho lateral doble Sólo hay un caso de este tipo en el que se localizaron los restos de dos individuos adultos, un hombre y una mujer, ambos con un broche de cinturón de placa rígida en bronce. 3. Tumbas de tipo individual con enterramientos múltiples El conjunto funerario de Gózquez de Arriba debió de estar formado por alrededor de 450 sepulturas, de las cuales se excavaron un total de 247, en las que se han documentado un número mínimo de 369 individuos. Esto supone una ratio de 1,49 individuos por tumba, lo que llevaría a un total de 670 personas enterradas en un espacio de tiempo aproximado de 250 o 300 años (finales del siglo V/comienzos del siglo VI hasta mediados o finales del siglo VIII d.C.).

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Fig. 13. Ejemplos de broches de cinturón de placa rígida.

El único rito utilizado en el cementerio de Gózquez de Arriba es la inhumación. Todas las tumbas se orientan de Este a Oeste, aunque con pequeñas variaciones en el ángulo de orientación causadas, posiblemente, por las diferentes épocas del año en que fueron excavadas. El finado se encuentra, siempre, con la cabeza en el extremo occidental de la fosa, mirando hacia la salida del sol, según la norma cristiana. Sólo una de ellas (tumba 96) tiene una orientación Noroeste-Sureste; orientación que no puede ser causada, en ningún caso, por la falta de espacio puesto que en los alrededores de esta tumba se documenta un amplio espacio vacío. Las conclusiones de tipo antropológico se basan en los estudios del material óseo llevados a cabo por Cristina Sampedro durante el momento de la excavación y confirmados después, en trabajos de laboratorio. Los datos de carácter antropológico no se centran, de forma exclusiva, en aspectos de tipos físico de la muestra, sino que reflejan también cuestiones sobre las posiciones y las reutilizaciones de los restos. Metodológicamente, para la identificación y análisis de los materiales se han utilizado parámetros recogidos en Bass (1987), Mc.Minn y Hutchings (1990), y Ubelaker (1989). Los métodos empleados para la determinación del sexo utilizando la cintura pelviana y otras partes esqueléticas, fundamentalmente el cráneo, han sido los descritos por Ubelaker (1989). Para estimar la edad de los subadultos (menores de 20 años) se ha utilizado el desarrollo dentario en Ubelaker (1989) y la aparición, fusión de las epífisis y maduración ósea atendiendo a los criterios de Steele and Bramblett (1988). La determinación de la edad de los adultos se ha llevado a cabo utilizando el mayor número de métodos posible para cada individuo. En los casos en los que ha sido posible se han observado los cambios de la superficie auricular (Lovejoy et alii, 1985), el índice de obliteración de las suturas craneales (Meindl y Lovejoy, 1985) y el grado de atrición dentaría (Brothwell, 1987). La determinación de la estatura se ha llevado a cabo bajo las recomendaciones de Bass (1987) con el método de Trotter y Gleser (1958). Solamente se han utilizado fémures y tibias ya que estos huesos presentan mayor fiabilidad que los de las extremidades superiores. Las anomalías y/o patologías se han identificado en base a Ortner y Putchar (1985), Roberts y Manchester (1995) y Rogers y Waldron (1995). Todas las sepulturas, a excepción de una –tumba 112-, presentan tipología de fosa individual, independientemente de que

en origen fueran inhumados simultáneamente uno, dos o incluso tres individuos. Sólo dos tumbas parecen haber sido construidas para albergar inicialmente más de un finado: la tumba 112, que presenta una anchura mayor en la base de la tumba (aprx. 1,20/1,30 mts.) al resto de las sepulturas, en la que se depositaron dos individuos –una mujer adulta y una adolescente-, y la tumba 110, que aunque en superficie tiene tipología de fosa individual, en la base se construyeron dos nichos para enterrar a un hombre y una mujer adultos. Pese a su tipología individual, la reutilización de las tumbas es una práctica común en todas las necrópolis de esta época. En Gózquez de Arriba se clasifican las deposiciones de restos atendiendo a dos factores: la manipulación de restos en momentos posteriores a la deposición original, por un lado, y el cuidado y relación de la deposición secundaria con el enterramiento posterior. Así, se han podido distinguir tres tipos de deposiciones de restos: a. Deposición principal. Constituida por el enterramiento que no ha sufrido manipulación en momentos posteriores y que ocupa el espacio principal de la sepultura. El enterramiento principal puede ser individual (91,9% de los casos) o múltiple (dos o tres individuos). Es en el caso de los enterramientos principales múltiples donde se puede apreciar fácilmente el carácter familiar de la sepultura. En esta línea, de los 20 enterramientos múltiples, 13 de ellos están formados por los enterramientos simultáneos de un individuo adulto y un infantil de 1 a 5 años, con una relación presuntamente familiar; además en los siete restantes, tres de ellos se han podido identificar como dos adultos -hombre y mujer-, acaso marido y mujer. b. Reducción. La reducción de los enterramientos anteriores es una práctica habitual en los cementerios de esta época en toda Europa. Consiste en el levantamiento de los restos, la selección de los huesos principales –cráneo y huesos largos fundamentalmente- y la colocación ordenada en relación con el nuevo enterramiento. En Gózquez de Arriba, un 21% de las fosas excavadas presentaban reducciones, la mayoría de ellas sobre los pies del nuevo enterramiento, aunque también se observan reducciones a la altura del tórax y en los laterales. c. Acumulaciones. Este término define las concentraciones de huesos que han sido extraidos de su posición originaria y han sido depositados sin cuidado aparente y sin relación directa con

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el enterramiento principal. Pueden aparecer en el relleno de la fosa, o sobre la lápida de la cubierta. Los enterramientos en ataúd o parihuela fueron también una práctica habitual en Gózquez de Arriba -el 40,9% de los enterramientos presentan restos de madera o clavos procedentes del ataúd-. El uso o no de ataúd debe interpretarse, no como una evolución del rito de enterramiento, sino, acaso, como un indicio de la posición social del difunto y su grupo o de la modalidad de enterramiento. De esta manera, en casi todas las tumbas con un especial cuidado en el adorno y vestido de los finados se documenta el uso de ataúdes o parihuelas. Es frecuente, en los enterramientos con ataúd, la localización de dos pequeñas lajas de piedra en los extremos de la fosa -cabeza y pies del finado- para apoyo del ataúd, posiblemente con la finalidad de facilitar la recuperación de las cuerdas que sirven para descenderlo. 4. Vestido, adorno y objetos de ofrenda Tradicionalmente, la bibliografía arqueológica sobre necrópolis de época visigoda denomina con el término ajuar al conjunto de objetos encontrados junto a los restos óseos en la sepultura. En este sentido, se entiende por ajuar funerario el conjunto de ofrendas que acompañan al difunto en su paso al más allá, a la vida más allá de la muerte; definición en la que se incluyen todos los objetos funerarios que acompañan al finado, independientemente de su función o uso. No obstante, es importante resaltar que los conjuntos están compuestos, en su mayor parte, por objetos de vestimenta y adorno personal, que no se pueden considerar ofrendas como tales, sino parte del ritual de enterramiento. Precisamente son los elementos metálicos de vestimenta y adorno personal una de las señas de identidad de la nueva etapa. Broches de cinturón, fíbulas, hebillas, collares, pendientes, etc., son en época visigoda los exponentes más sobresalientes de una cultura material en la que las cerámicas carecen de tratamientos decorativos, las vajillas de vidrio, pese al gran desarrollo tecnológico de este material patente en los broches de cinturón, collares y pendientes, presentan tipologías muy sencillas y la arquitectura doméstica en los poblados se fundamenta en cabañas semiexcavadas en el suelo y casas de cimientos de piedras y alzado de tapial. Debe destacarse en Gózquez de Arriba el importante contraste entre el registro material de los espacios de hábitat, en los que sólo se encontraron dos elementos de vestido -un broche de cinturón y un fragmento de hebilla de hierro-, y los espacios funerarios, en los que el 34% de las tumbas presentaban algún elemento de vestido y/o adorno personal. En este sentido puede llevar a error extrapolar el alcance del cambio entre época tardorromana y visigoda basándonos sólo exclusivamente en datos del registro funerario. La presencia en necrópolis hispanas de objetos con amplia difusión en Europa es un dato ampliamente constatado en momentos de la presencia romana y no necesariamente unido a penetraciones de grupos foráneos. No debe olvidarse que la cultura de la Europa bárbara mantiene abiertas las vías comerciales del Imperio Romano. Con el fin de poder analizar los elementos que acompañaban al difunto en un contexto más amplio que su posición en la

Fig. 14. Fíbula de arco y placas de la sepultura 112.

tumba, se han agrupado en tres conjuntos: elementos de vestimenta, piezas de adorno personal y objetos de ajuar. a. Elementos de vestimenta BROCHES DE CINTURÓN

Los broches de cinturón son uno de los elementos mejor estudiados en las necrópolis de época visigoda. Los más antiguos son los broches de cinturón de placa rectangular que Ripoll incluye cronológicamente en su “nivel II” -480/490 hasta 525 d.C.-. En Gózquez de Arriba se encontraron 10 ejemplares que van desde los más sencillos –placa rectangular en bronce con o sin decoración y hebilla ovalada en hierro o bronce (Tumbas 31, 52, 157 y 194, ) – hasta aquellos con hebilla y placa de bronce con decoración sencilla de cabujones (Tumbas 14, 49, 112 y 173). A este grupo de broches con decoración más sencilla, sucede otro grupo con las mismas características técnicas –hebilla ovalada en bronce de placa rectangular con decoración de cabujones de pasta vítrea- pero con una composición más elaborada a partir

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de frisos concéntricos de celdillas y la ocupación total del espacio de la placa con cabujones de colores. Este tipo de broches de placa rectangular pervive hasta bien entrado el siglo VI d.C. Se asocia con las fíbulas de arco y placas de técnica trilaminar, anillos de sección octogonal, pendientes rematados en formas geométricas y ricos collares de cuentas de pasta vítrea. El segundo bloque de broches de cinturón documentado en el espacio funerario de Gózquez de Arriba está formado por los broches de cinturón de placa rígida. Se documentan un total de 17 broches de este tipo, que se caracteriza por presentar una hebilla rectangular y una placa alargada, con decoración o sin ella, que forman parte de la misma pieza, sin articulación. Ripoll clasifica este tipo de materiales en su nivel IV (560/80 – 640 d.C.) y los relaciona con la llegada de una nueva moda latino-mediterránea que frena la producción de los talleres visigodos y marca el auge de otros centros hispánicos de carácter local (Ripoll López, 1998, 58). Este tipo de broches tienen una amplia distribución geográfica en necrópolis peninsulares y es frecuente encontrarlas en los cementerios de época visigoda de la Meseta como El Carpio del Tajo (15 ejemplares), Daganzo de Arriba (2 ejemplares), Camino de los Afligidos (1 ejemplar), Cacera de las Ranas (8 ejemplares) y Duratón . En las tumbas con broches de cinturón de placa rígida documentadas en Gózquez de Arriba se observa claramente una disminución de los objetos de adorno y vestido que acompañan al finado. Sólo dos tumbas con este tipo de elementos –tumbas 33 y 136- presentan muertos ricamente decorados con collares, fíbulas, pendientes, etc. y, además, tipos simples de broches de placa rígida que Ripoll fija como elementos de transición entre el Nivel III y IV. Así, pues, con este tipo de elementos se documenta un claro descenso en el número de adornos y elementos de vestido, posiblemente un cambio de tendencia en el rito de enterramiento. En los enterramientos con este tipo de materiales aparecen acompañados únicamente con pendientes, en algunos casos, hebillas, o cuchillos; éstos últimos nunca asociados a broches de cinturón o a elementos del siglo VI d.C., Destaca en Gózquez de Arriba la ausencia de broches de tipo liriforme en contextos funerarios. Este tipo de broches, fechados en el siglo VII d.C., son los de más amplia difusión geográfica en el ámbito del mundo visigodo (Ripoll López, 1986: 60). No debe explicarse esta ausencia con el abandono del poblado, puesto que se documentó un broche de esta tipología en contextos de hábitat, y el estudio del poblado revela cambios en la estructuración cómo la sustitución de algunas cabañas por casa con zócalos de piedra en momentos avanzados del siglo VII d.C. (VigilEscalera, 2000: 249). Debe pensarse, más bien, en una evolución del rito funerario que pasa de enterrar a sus muertos con sus mejores vestidos y adornos personales, durante el siglo VI d.C., a una mayor sobriedad en el adorno, aunque no en el vestido, durante la primera mitad del siglo VII, hasta llegar, en momentos avanzados del siglo VII y gran parte del siglo VIII d.C., a enterrarlos en sudarios, sin elementos personales.

Fig. 15. Tipos de anillos documentados en el cementerio.

FIBULAS

La más antigua desde el punto de vista tipológico aparecida en el espacio funerario de Gózquez de Arriba es un ejemplar de fíbula en omega (Tumba 45). Este tipo de fíbulas, que tiene un origen plenamente romano, alcanza su máxima difusión en contextos de los Ss. II al IV d.C. Aparecen, no de forma abundante, pero sí testimonial, en casi todas las necrópolis de época visigoda peninsulares en contextos de los Ss. V y VI d.C. como elementos de pervivencia (Méndez y Rascón, 1989: 137; Ardanaz Arranz, 2000: 269). No se encuentran aquí elementos asociados que puedan reforzar su cronología. Más abundantes en número son las grandes fíbulas de arco y placas de técnica trilaminar (tumbas 14, 28, 49, 112, 136 y 192). Este tipo de fíbulas, construidas en bronce y latón –Blëchfibelncon una técnica de ensamblaje de láminas, se interpreta como elementos de importación del repertorio visigodo con origen en la zona de Crimea y Hungría (Martínez Santa-Olalla, 1934), si bien la ausencia de decoración en las fíbulas hispanas lleva a pensar que se producirían en talleres locales imitando los modelos centroeuropeos, aunque simplificando su decoración (Ripoll López, 1986: 60) Se asocian a broches de cinturón con placa rectangular con decoración de cabujones de pasta vítrea y los ejemplares mejor conservados se encuentran en las tumbas con mayor relevancia desde el punto de vista del tratamiento a los difuntos –tumba 112, con dos individuos femeninos ricamente ataviados con elementos de vestido y adorno, y tumba 136, la tumba con mayor número de individuos (9 en total), con, al menos, cuatro superposiciones de enterramientos ricamente ataviados y decorados-. Cronológicamente se encuadran en contextos funerarios de fines del siglo V y principios del siglo VI d.C. (Ripoll López, 1985 ; Ardanaz Arranz, 2000: 264), evolucionando rápidamente hacia las fíbulas fundidas de una sola pieza. Las fíbulas de arco en bronce fundidas en una sola pieza son, como ya se ha apuntado, una evolución tipológica y tecnológica de las grandes fíbulas de placas ensambladas. En Gózquez de Arriba se encontraron tres ejemplares en dos tumbas (tumba 19, con dos fíbulas idénticas, y tumba 182). Esta evolución se observa claramente en la fíbula de la tumba 182 que conserva la decoración de palmetas en la zona de contacto entre el arco y las placas, que originariamente servían para disimular los remaches de unión entre las placas (Méndez y Rascón, 1989:

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Fig. 16. Pendiente rematado en extremo geométrico de la sepultura 112.

Fig. 17. Pendiente con cilindros ensartados de la sepultura 138.

137). La otra pareja de fíbulas de este tipo tiene la placa del resorte rematada en cinco apéndices semicirculares y decoración geométrica a bisel; decoración que se extiende a la placa del enganche con doble recorrido en zig-zag con separaciones lineales. Estas fíbulas son frecuentes en los cementerios de época visigoda en el siglo VI, desapareciendo a principios del siglo VII (Ripoll López, 1985). Debe destacarse la ausencia en el conjunto funerario de Gózquez de Arriba de dos tipos de fíbulas que aparecen con frecuencia en las necrópolis de esta época dentro y fuera de nuestro país: las fíbulas discoidales, ampliamente representadas en Cacera de las Ranas (Ardanaz Arranz, 2000), El Carpio de Tajo (Ripoll López, 1985), Afligidos 0 (Méndez y Rascón, 1989) y Duratón (Molinero Pérez, 1948), entre otras; y las fíbulas aquiliformes. Aunque las primeras hunden sus raíces en el mismo mundo romano de los Ss. II y III, ambos tipos tienen una personalidad fuertemente centroeuropea y serían fabricadas en talleres locales de la Meseta imitando las de procedencia exterior. Su difusión abarca, fundamentalmente, los años centrales del siglo VI d.C. (Ripoll López, 1998). La ausencia de este tipo de objetos debe entenderse en contextos de relaciones comerciales o de difusión de productos de unos u otros talleres, toda vez que el espacio cronológico en el que se difunden este tipo de fíbulas está cubierto en la necrópolis por broches de cinturón de placa rectangular y decoración de cabujones, o fíbulas de arco de una sola pieza.

torno lento de la fase III del poblado – segunda mitad del siglo VII y siglo VIII- (Vigil-Escalera, 2000: 237), es el elemento de vestido que con más frecuencia aparece solo (22% de las tumbas con hebillas) o acompañado únicamente de otras hebillas de similares características (18,4%). Posiblemente este hecho sea fruto de las diferencias sociales entre los difuntos. En una sociedad en la que se tiende a enterrar a los muertos con las mejores galas, los ricos broches de cinturón de cabujones o de placa rígida acaso fueran sustituidos en los grupos menos pudientes por simples hebillas que cumplen la misma función, pero requieren una menor inversión económica. Esta es, quizá una de las causas de su gran proliferación en las necrópolis de época visigoda compuestas por una mayoría de población de recursos limitados. Su invariabilidad tipológica a lo largo del tiempo es quizá, consecuencia también de su uso ampliamente extendido por la población media. Sólo pequeñas aportaciones en la decoración del hebijón o en el tamaño de la hebilla podrían ser, por tanto, indicios de la posición social del difunto. No debe olvidarse, no obstante, que se trata de materiales de contextos funerarios, y que este tipo de materiales no tienen prácticamente representación en contextos de hábitat hasta el momento.

HEBILLAS DE CINTURON O CORREAJE Son las piezas más abundantes en casi todas las necrópolis de época visigoda tanto dentro como fuera de la península ibérica. Tipológicamente están formadas por una anilla ovalada de sección semicircular con la base recta para sujetar el hebijón, que puede ser de sección escutiforme o recta, con o sin decoración. Pese a su abundancia en contextos funerarios de época visigoda no se conocen con exactitud los orígenes de este tipo de piezas, que debieron evolucionar de las hebillas ovaladas romanas usadas desde época republicana (Mendez y Rascón, 1989: 256). Aunque en Gózquez de Arriba aparecen asociadas a elementos de diferentes cronologías –broches de cinturón de placa rectangular con decoración de cabujones –fines siglo V y siglo VI d.C.-, broches de cinturón de placa rígida, calada o no –segunda mitad del siglo VI hasta primer cuarto del VII d.C.-, cerámicas a

Fig. 18. Recipientes cerámicos localizados en las sepulturas.

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Las pequeñas hebillas rectangulares en bronce también se documentan en Gózquez de Arriba, con un amplio abanico de asociaciones. Debieron formar parte de algún correaje suplementario (Ardanaz Arranz, 2000: 258) para albergar elementos tales como cuchillos, sondas de oído, etc. En este grupo deben incluirse también los numerosos hebijones, casi siempre de base escutiforme, encontrados en el cementerio. Debieron formar parte de hebillas o correajes realizados con materiales más endebles, que hoy se han perdido, tales como hierro. APLIQUES Los apliques, pese a tener una función dudosa como objetos de adorno o de sujeción, son elementos muy comunes en las necrópolis españolas. Los más comúnes son los apliques escutiformes con un enganche para la fijación al tejido en el reverso de la pieza. Aparecen en número de tres en tres tumbas (tumbas 97, 106 y 148) asociados a hebillas ovaladas y broches de cinturón de placa rígida. Otro tipo de apliques documentado en Gózquez de Arriba son los que presentan forma de casquete esférico con la base octogonal. En la tumba 112 se encontró un aplique de esta tipología utilizado como pendiente que conservaba todavía el arete de bronce que lo unía a la oreja. b. Piezas de adorno personal Los elementos de adorno personal muestran un tratamiento diferente del finado. Su presencia o ausencia no debe tomarse en sentido estricto como un indicador cronológico, aunque su mayor incidencia parece marcar ciertas pautas sociales. Su mayor profusión corresponde a los primeros momentos de la necrópolis, descendiendo notablemente hacia mediados del siglo VI d.C. ANILLOS En Gózquez de Arriba se han encontrado 15 anillos, todos en bronce, que se agrupan tipológicamente por la forma y la sección. Así, se encuentran anillos de forma octogonal y sección plana, mayoritariamente asociados a tumbas con individuos ricamente decorados con presencia de broches de placa rectangular con decoración de cabujones y fíbulas de arco y placas de técnica trilaminar; anillos de forma circular y sección circular, muy sencillos técnicamente y sin decoración; y anillos de forma circular y sección aplanada. Son éstos últimos los que presentan algún tipo de decoración incisa, bien en todo el campo del anillo (tumbas 112, 209 y 222), o bien en un engrosamiento del extremo (tumba 138). Los anillos son frecuentes en los cementerios hispanos y centroeuropeos y parecen corresponder todos a una evolución de los tipos romanos. En época visigoda se generalizaría su uso introduciendo pequeñas variaciones en su ornamentación (Ardanaz Arranz, 2000: 271). COLLARES Y CUENTAS En Gózquez de Arriba se han localizado cuentas de collar en 15 sepulturas, en diferente número, aunque en la mayoría de los

casos -tumbas 14, 33, 112, 136, 169 y 173- se puede hablar de collares propiamente dichos, formados por cuentas de diferentes formas, colores y tamaños. Las cuentas son de ámbar -generalmente de sección irregular y de tamaño pequeño-, pasta vítrea -de diferentes colores y formas (gallonadas, cilíndricas, verdes, blancas, etc.)- y, en un caso, de piedra -calcedonia-. Los collares se encuentran en las tumbas con los individuos más ricamente decorados, y solamente en un caso (tumba 112) se pudo determinar el sexo del finado que corresponde, en este caso a dos mujeres. Las cuentas de ámbar son las más abundantes en las necrópolis de época visigoda, mientras que las de pasta vítrea presentan una mayor calidad en su factura. Generalmente aparecen asociadas en collares formados por gran número de cuentas. Cuando las cuentas parecen en número escaso siempre son de pasta vítrea. PULSERAS Sólo hay un ejemplo de pulsera en el cementerio de Gózquez (tumba 226). Se trata de una pulsera de bronce de sección circular ligeramente engrosada en la zona frontal. Este tipo de adornos no son frecuentes en las necrópolis de época visigoda, pero cuentan una importante tradición en las tumbas de época romana. No se tienen otros elementos que nos puedan proporcionar paralelos para establecer la cronología de este elemento en nuestra necrópolis. PENDIENTES Se han encontrado pendientes en 14 tumbas, todos ellos en bronce. El tipo más común documentado en las necrópolis peninsulares son los de extremo engrosado con forma geométrica. Este tipo de pendientes se asocian a grandes fíbulas de arco y placas de técnica trilaminar (tumba 14), broches de cinturón de placa rectangular decorada con cabujones de pasta vítrea (tumbas 112, 169 y 173), collares y anillos de forma octogonal. Se trata de pendientes de tradición hispanorromana (Caballero Zoreda, 1984), aunque conocen una gran expansión durante el siglo VI d.C. (Ripoll López, 1985). Existe otro tipo de pendientes, herederos de éstos, que presentan un remate en forma de celda geométrica que contiene un cabujón de pasta vítrea (tumba 112). El segundo gran grupo de pendientes presenta una factura, si cabe, más sencilla que la anterior. Presentan un arete de sección circular rematado en punta en uno de los extremos y con una o dos piezas cilíndricas que se superponen en el extremo opuesto. Se encuentran asociados, en algún caso, a broches de placa rígida calada (tumba 135), aunque también en tumbas sin elementos asociados (tumba 138) y en un caso (tumba 112) convive con pendientes de extremo cúbico facetado con decoración de cabujones. c. Objetos de ajuar Se recogen en este apartado aquellos objetos depositados en la tumba como elementos de ofrenda o deseo de que sirvan de complemento al difunto, independientemente de su adorno y vestido personal, en su viaje al más allá.

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CUCHILLOS En Gózquez de Arriba aparecen 13 cuchillos de hierro de un solo filo. Mayoritariamente se encuentran asociados a una o dos hebillas ovaladas de bronce (53,8 % de los casos) o bien aparecen como único elemento que acompaña al difunto (23,1%). Sólo en tres sepulturas (tumbas 79, 97 y 162) se encuentran asociados a broches de cinturón que siempre corresponden a tipologías de placa rígida calada. Nada se puede concluir sobre el uso de este tipo de elementos por hombres o por mujeres, puesto que, en ningún caso, las condiciones de conservación de los restos han permitido averiguar su sexo. Sí se ha encontado un ejemplar asociado a un enterramiento juvenil (10-20 años). Este tipo de materiales son frecuentes en las necrópolis peninsulares de época visigoda -27 en Cacera de las Ranas (Ardanaz Arranz: 2000: 274), 72 en Duratón (Molinero Pérez, 1948)-. Estos cuchillos carecen en todos los casos de elementos decorativos o de la calidad suficiente para ser considerados como armamento. Se trata, más bien, de elementos domésticos (Ardanaz Arranz, 2000: 276) relacionados con la actividad agrícola o ganadera de las personas que habitaron el poblado. Debido al deficiente estado de conservación no se puede saber si los cuchillos fueron piezas que el difunto usó en vida, o bien tienen únicamente un carácter simbólico o de prestigio. RECIPIENTES CERÁMICOS El hallazgo de recipientes cerámicos en las tumbas es habitual en las necrópolis de inhumación de época tardorromana (Ss. II al IV d.C.), pero desaparecen en los cementerios durante los primeros momentos de la época visigoda. En Gózquez se han localizado dos ofrendas de ajuares cerámicos (tumbas 206 y 230) Ambos recipientes, una olla de cuerpo globular correspondiente al grupo TL2 y un jarrita piriforme de pasta anaranjada y torno rápido, se incluyen en el período III del poblado, fechado durante la segunda mitad del siglo VII y el siglo VIII d.C. (Vigil-Escalera, 1999). En el caso de los recipientes cerámicos sí parece que han sido utilizados en vida, puesto que ambos presentaban ligeras fracturas, posiblemente fruto de algún tipo de ritual funerario. 5. A modo de conclusión El proceso de penetración de los recintos cementeriales en los espacios de habitación humana es un fenómeno poco conocido para la investigación arqueológica en nuestro país. La influencia de los estudios sobre conjuntos funerarios en los grandes núcleos urbanos, herederos de una estructuración espacial impuesta por concepciones diferentes sobre la muerte, y la ausencia en el mundo rural de espacios de hábitat directamente relacionados con las necrópolis dibuja un panorama en el que la investigación sobre poblados y cementerios de época visigoda recorren vías difícilmente convergentes. Los cementerios de época visigoda reflejan un cambio de concepción de la muerte: la “mort apprivoisé” (Aries, 1983), la muer-

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te “próxima, familiar”, socializada, claramente diferenciada de la mentalidad sobre la muerte en el mundo romano (Azcarate, 2002: 122). Este cambio se materializa en el paso la “necrópolis”, entendida como conjunto de inhumaciones aisladas, al “cementerio”, donde el recinto funerario entra a formar parte de las zonas urbanizadas (Galinié, 1997: 18) actuando como verdadero articulador del territorio. El recinto cementerial del poblado de época visigoda de Gózquez de Arriba es un claro exponente de esta nueva concepción de la muerte. Ubicado dentro del espacio de hábitat, el cementerio actúa como verdadero articulador del poblado. Las estructuras de hábitat –cabañas, casas, silos, recintos adyacentes a las casas, etc.se distribuyen alrededor del recinto funerario según un patrón ordenado que parece establecer previamente los límites del espacio a ocupar (Vigil-Escalera, 2000: 250). La estructuración interna del uso del cementerio repite este proceso de ocupación en el que las sepulturas se disponen dentro de un espacio acotado de antemano, respetando escrupulosamente las anteriores, muchas de las cuales debieron reutilizarse durante bastante tiempo a juzgar por las numerosas reducciones y acumulaciones de restos documentadas en su interior. El espacio cementerial presenta un uso continuado desde finales del siglo V/comienzos del VI d. C. hasta el siglo VIII d.C. sin interrupciones aparentes. Aunque la mayoría de las sepulturas excavadas sólo presentan una utilización (68,83% de las sepulturas excavadas), son frecuentes las reutilizaciones en uno o varios momentos. Sin duda, la reutilización de sepulturas parece obedecer a factores sociales y económicos más que a cuestiones de rito, de la misma manera que debe interpretarse el uso o no de ataúd y la presencia de elementos constructivos tales como lápidas o lajas en las paredes de la fosa. La presencia de tumbas de estructura simple, sin elementos de adorno, junto a sepulturas ricamente elaboradas es producto de esa socialización de la muerte que se citaba anteriormente. Del mismo modo, las diferencias en el tratamiento de los difuntos parecen reflejar una importante jerarquización social de los grupos campesinos que habitan el poblado. Durante tres siglos de ocupación ininterrumpida del cementerio se puede observar, junto con elementos de tipo social, una evolución lineal en el rito de enterramiento. Esta evolución se documenta, de manera sustancial, en las tumbas con mayor tratamiento de los difuntos, puesto que las tumbas más sencillas no es sencillo observar cambios, en el contexto de en un registro funerario pobre, en el que pueden confundirse comportamientos rituales –ausencia de elementos de adorno y vestido debido a la costumbre de enterrar a los muertos despojados de todos sus bienes y envueltos en un sudario, rito posiblemente generalizado a partir de la segunda mitad del siglo VII d.C.- con las limitaciones impuestas por la falta de resalte del difunto –que conlleva ausencia de elementos de vestido y adorno-. Pese a esto, se pueden constatar cambios en el ritual de enterramiento: a. Algunas tumbas con materiales asignables a finales del siglo V y durante el siglo VI –fíbulas de placa y técnica trilaminar,

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broches de cinturón de placa rectangular- contienen enterramientos con alto contenido en piezas de adorno personal –collares, pendientes, anillos, etc. b. La presencia de broches de cinturón de placa rígida generaliza enterramientos más austeros en los elementos de adorno. Desaparecen ahora los collares y el adorno se reduce a la presencia de pendientes o anillos, pero sin tanta profusión cómo en momentos anteriores. c. A partir de mediados del siglo VII parece instaurarse el rito de enterramiento sin vestidos “sobresalientes”, según parece reflejar la ausencia de elementos de vestido tales como broches de cinturón o fíbulas. Además, parece volverse a instaurar la presencia de elementos de ajuar tales como recipientes cerámicos, descartada desde momentos tardorromanos. El cementerio del poblado de época visigoda de Gózquez de Arriba presenta una importante riqueza de elementos y permite plantear nuevas concepciones, métodos y análisis arqueológicos. La interpretación de nuevos poblados campesinos con una ocupación y articulación diferente de los espacios debe encuadrarse en contextos propios de nuevas concepciones del territorio y nuevas relaciones sociales de producción (AZCÁRATE y QUIRÓS, 2001: 52) surgidos al amparo de importantes cambios en las estructuras políticas y económicas tras la desaparición del Imperio. La presencia de nuevos tipos de sepulturas –tumbas con sección en nicho- o de elementos en las mismas –estructuras de mampostería sobre la lápida- permite volver a replantear la cuestión de los contactos entre grupos de la Europa bárbara durante los primeros siglos de la Alta Edad Media. La reinterpretación de los cementerios de época visigoda a partir de estas nuevas premisas metodológicas permitirá en un futuro no muy lejano la necesaria convergencia entre las investigaciones sobre cementerios y sobre lugares de hábitat de época visigoda. Sólo así se irá rellenando de contenido una parte de la arqueología medieval todavía por escribir: la articulación del territorio y las relaciones sociales en el mundo rural durante los primeros siglos de la alta Edad Media. Futuras investigaciones en yacimientos de esta época nos acercarán a los cambios de mentalidad apenas esbozados en este yacimiento.

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