El diseño en la era Obama por: Alfredo Gutiérrez Borrero Una tarde de noviembre de 2008 algunos colegas me explicaron que en África no hay diseño industrial. Me aterró. Un continente, cincuenta naciones ¡sin diseño ni diseñadores! Luego pensé que si entre 44 millones de colombianos solo hay uno capaz de gobernar, resulta comprensible que entre casi ochocientos millones de menos afortunados africanos no haya ningún diseñador industrial. Sin embargo, indagué. Así concluí que hay temas sin relación aparente con otros. Pese a ello, quien busca, o diseña con decisión siempre halla vínculos. ¿Sutiles? Sí. ¿Ridículos? Quizá. Pero los encuentra. Veamos: en latín medieval la Rusia actual se denominaba Ruthenia. En aquel país, el 23 de enero de 1796, nació Karl Klaus (su patria chica, Dorpart, estaba entonces dentro del Imperio Ruso, hoy dicha ciudad se llama Tartu y queda en Estonia). Klaus, creció para convertirse en un destacado químico quien, mientras estudiaba residuos minerales, realizó un hallazgo que lo hizo famoso (así fuera sólo entre científicos). Me interesa sobremanera el año en que sucedió eso: 1844. Durante esos doce meses vinieron al mundo, entre otros, el pionero alemán de la industria automotriz, Karl Benz, y el filólogo bogotano Rufino José Cuervo, célebre (así sea entre lingüistas) como coautor —con Miguel Antonio Caro— de la Gramática de la lengua latina; asimismo fue transmitido el primer mensaje público por el telégrafo que inventó (¿o diseñó?) el estadounidense Samuel Morse; y también debutó con una orquesta sinfónica el saxofón, ideado (¿o diseñado?) por el belga Adolphe Sax. Finalmente, en 1844, fue fusilado en la ciudad de Matanzas, el poeta afrocubano Gabriel de la Concepción Valdez, más recordado por el seudónimo de “Plácido”. Lo cual abre otra divagación. Plácido, quien contra lo consignado en algunas fuentes jamás fue esclavo, era ochavón (un octavo negro y siete español) hijo de la bailarina española Concepción Vásquez y del barbero cubano Diego Ferrer Matoso (a su turno mulato cuarterón: un cuarto de negro y tres de español). Poemas suyos, como la flor del café, impulsaron el criollismo y el siboneyismo, movimientos literarios que animaron a muchos negros cubanos a buscar su emancipación. A raíz de ello, más que por su dudosa participación en una revuelta de esclavos contra la corona española (llamada la “Conspiración de la Escalera”), Plácido fue ajusticiado. Hoy, incluso entre literatos, es poco popular. Pero volvamos a 1844, a cuando Klaus descubrió un metal entre residuos de las vetas de platino. Dicho material resultó muy resistente al desgaste por lo cual se empleó profusamente en joyería. Hoy está, aunque lo ignoremos, en las puntas de nuestros estilógrafos, en piezas no magnetizables de nuestros electrodomésticos e incluso en las coronas de metal-porcelana empleadas para restaurar nuestras dentaduras. En honor a su descubridor y a la tierra en que éste lo halló en 1844, el elemento fue bautizado Rutenio y su número atómico es ¡oh coincidencia! el 44. Dicha cantidad vincula en modo extraño al rutenio, con un hombre envuelto por números 4. Como el 4 de agosto de 1961, fecha de su nacimiento, o el martes 4 de noviembre de 2008, fecha de su gran triunfo electoral. Un político multicultural llamado Barack Hussein Obama Jr., quien el 20 de enero de 2009, una vez tome juramento será el presidente número 44 —y primero con ancestros
africanos— de los Estados Unidos de Norteamérica. Raramente, otra singularidad enlaza los cabos de esta columna, pues el rutenio (de símbolo Ru), es un elemento metálico cuyo color natural es grisáceo ¡el mismo que resulta de mezclar negro con blanco! El tono de la piel de Plácido y de Obama. El matiz de una era tolerante que diluirá los universalismos y permitirá a los diseñadores agudizar la vista y dirigirla a otros lados para advertir que el diseño tiene algunos rasgos casi invisibles. Como género, raza o clase. Pero eso será después. Mientras tanto examino en mi computador la impresionante hoja de vida de la profesora Lilac Osanjo, de la Escuela de Artes y Diseño de la Universidad de Nairobi en Kenia. Al hacerlo recuerdo las palabras de mis colegas sobre el diseño industrial africano, por eso espero que, tras leer esto, alguien se apiade de ella y escriba a su correo electrónico
[email protected]. Es urgente decirle que no existe.
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