El desplazamiento Interno y los trabajos de la memoria. Los talleres de la memoria

July 25, 2017 | Autor: Pilar Riaño | Categoría: Memoria Histórica, Talleres, Desplazados Internos
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Descripción

El desplazamiento Interno y los trabajos de la memoria. Los talleres de la
memoria[1]

Pilar Riaño Alcalá
University of British Columbia


Este artículo examina los talleres de memoria como un método de
investigación que responde parcialmente a los desafios éticos y
metodológicos de investigar los efectos de la violencia y el desplazamiento
forzado sin deshumanizar a los sujetos. Se informa de los cuestionamientos
que me surgen acerca del cómo establecer puentes significativos entre la
investigación académica y las complejas realidades cotidianas de aquellos a
quienes involucramos como participantes en la investigación. Los talleres
de la memoria usan un formato interactivo que combina el uso de la historia
oral con las artes verbales y visuales. Las actividades propician el
recuerdo individual y el colectivo a la vez que crean un ambiente para la
escucha, la negociación de los significados de los acontecimientos narrados
y la reflexión sobre los recuerdos compartidos.
Diseñé estos talleres en 1996 con base en una amplia consulta con
investigadores y trabajadores comunitarios de Medellín. Desde ese entonces
he facilitado numerosas sesiones con grupos sociales muy diversos y en
diferentes regiones del país. Este artículo retoma los intercambios y
discusiones que sobre esta metodología han tenido lugar en los talleres y
presenta mis observaciones sobre lo que allí sucede cuando los
participantes son mujeres y hombres desplazados por la violencia. Me
concentro en los resultados sociales y dialógicos del taller (más que en
unálisis del taller en cuanto a metodo de investigación cualitativa) y
exploro los procesos mediante los que los participantes revisten de
significado sus experiencias pasadas, negocian narrativas comunes sobre los
eventos de la guerra y el desplazamiento y reconstruyen un cierto sentido
de pertenencia a cierta comunidad o comunidades. Sostengo que la producción
de relatos orales en un contexto grupal facilita la reconstrucción de un
sentido de historia colectiva y es una práctica que hace pública las voces
acalladas de las victimas de la guerra y el desplazamiento. Este
reposicionamiento de las historias silenciadas y excluidas en un espacio
colectivo y testimonial tiene importancia en Colombia, particularmente
frente al debate que se adelanta sobre la verdad y la justicia, el derecho
a la reparación de parte de los desplazados internos y el proceso de paz
con los grupos paramilitares.

El desplazamiento y las preguntas sobre la memoria



En Colombia los desplazados internos y los refugiados representan el
número mas alto de victimas de un conflicto armado de mas de 40 años y la
ubican como fuente principal de desarraigados en las Americas (ACNUR,
2003; US Comitee for Refugees, 2004).[2] El desplazamiento entendido como
proceso (y no sólo como resultado de la guerra) hace parte de procesos
migratorios mas amplios y de dinámicas históricas que dan cuenta de la
estrecha asociación entre el incremento de la violencia armada, los
desplazamientos masivos de la población rural y la concentración de
recursos, particularmente de la propiedad territorial (Fajardo, 2002).[3]
Para las personas en situación de desplazamiento, el desplazamiento en
cuanto proceso abarca los eventos y circunstancias previas al éxodo; la
jornada y rutas migratorias; la llegada a un nuevo lugar y las diversas
estrategias de reconstrucción de sus vidas y supervivencia en dicho entorno
social. Si bien los efectos de esta forma de violencia colectiva dependen
de las formas organizativas y de cohesión comunitaria existentes y del
conjunto de recursos a los que apelan tanto los individuos como las
comunidades (Bello, 2001), se puede señalar las áreas más comunes de
impacto.:[4]

En Colombia, el uso que los grupos armados hacen de espacios sociales
tradicionales (v. gr. la plaza, la cancha o las calles) como escenarios de
masacres, ajusticiamiento y violaciones produce una fragmentación de los
referentes sociales básicos que sostienen la vida comunitaria. La ruptura
se produce también en las relaciones sociales básicas como resultado de la
destrucción de bienes materiales y la pérdida de vidas y por el efecto
desestabilizador que las prácticas de señalamiento y amenaza tienen sobre
los individuos y sus familias. Estas acciones de parte de los actores
armados tienen un efecto desestabilizador en las comunidades al
estigmatizar a los residentes como asociados o cómplices de alguno de los
actores en el conflicto. En la gran mayoría de las comunidades, el caos que
generan los actos de terror corroe su cohesión social generando
desconfianzas y una vivencia exacerbada del miedo que se acompaña de
sentimientos de pánico e impotencia. La experiencia del desplazamiento
forzado como experiencia límite conlleva entonces pérdidas múltiples del
hogar, la vida, los bienes materiales, los referentes espacio temporales.
La salida precipitada del lugar de residencia ocasiona una serie de
rupturas en las trayectorias de vida de los individuos, las familias y las
comunidades.

Al lado de la tragedia humanitaria, el desplazamiento forzado en
Colombia pone en evidencia las fracturas en la memoria histórica y la
dificil relación que la sociedad Colombiana mantiene con su pasado de
violencia y guerra. Las historias orales de los desplazados de hoy
mantienen lazos de continuidad con las historias silenciadas de los
desplazados por la violencia de los años 50. Igualmente, el perfil socio
economico y etnico de los desplazados de hoy guarda similitudes con el de
los campesinos pobres, mujeres, niños, Afrocolombianos e indígenas que
fueron desplazados en previas guerras (Roldán, 2002). La guerra civil no
declarada de los años 50 representó una experiencia de humillación para
estos grupos quienes atrapados en una confrontación política que no les
pertenecía fueron hechos responsables de las barbaridades de este conflicto
(Pécaut, 2002). Cuando los partidos Liberal y Conservador negociaron y
crearon el Frente Nacional, el dolor, las pérdidas y las humillaciones
fueron cubiertos bajo el velo del olvido y los llamados a la reconciliación
nacional. Para la gran mayoría de las clases populares quienes habían
puesto las víctimas, pérdido sus tierras y sufrido el desplazamiento
forzado, este olvido "forzado" pesaría profundamente (Sánchez, 2003). La
agudización del conflicto armado a mediados de los 80 y en los 90, marca
nuevas pérdidas y estigmatizaciones y renueva las heridas sociales en la
memoria pública. De esta manera, las preguntas acerca de la memoria en
Colombia conllevan un sentido de urgencia dado que el olvido forzado de las
atrocidades y humillaciones pasadas permea e informa las nuevas guerras,
los intentos de negociación y diversos aspectos de la vida nacional. ¿Qué
tipo de memoria y conmemoración se requiere en una sociedad fragmentada y
debilitada social y moralmente por la guerra? ¿Qué tipo de memoria puede
permitir a una sociedad distanciarse del olvido que obstaculiza la
formación de una memoria pública que confronta el pasado? ¿Cómo deben
entrar las memorias de los desplazados en el registro de la guerra y las
atrocidades cometidas? Estas preguntas informan la reflexión sobre el
trabajo con la memoria y las practicas de historia oral con desplazados
internos en la ciudad de Medellín.


Los trabajos de la memoria: los talleres


Un taller de memoria consiste de una serie de actividades que tienen
lugar en un formato grupal y bajo la guía de un facilitador.[5] Las
actividades se inician con una pregunta que se le hace al grupo entero y
que busca activar sus memorias sobre acontecimientos, lugares o épocas
significativas de sus vidas. Cada participante relata individualmente su
recuerdo y una vez que todos han compartido su relato, se reflexiona sobre
lo que se ha escuchado. Cuando el método utilizado para la actividad
incluye la elaboración de imágenes o mapas, los participantes primero
trabajan individualmente en la elaboración de sus imagenes y posteriormente
las comparten con el grupo. Las actividades están diseñadas para crear un
producto colectivo: las imagenes son, por ejemplo, reunidas en una hoja de
papel para conformar una colcha de retazos o una biografía visual de un
periodo específico de sus vidas. En el caso de los mapas, los lugares
identificados por cada participante son localizados en el papel tomando
como referencia un mojón que todos los participantes reconocen y ubican. El
acto individual de seleccionar un recuerdo y el compartirlo constituye un
momento crítico de esta metodología. Durante dicho relato, las memorias
individuales entran en un registro grupal en el que el escuchar, el dialogo
y la negociación tienen lugar.
El carácter colectivo del taller permite que los saberes, historias
pasadas y puntos de vista de los participantes se compartan y tomen
visibilidad. Los talleres de memoria utilizan las múltiples dimensiones
sensoriales y encarnadas del recordar—las imagenes, las canciones, los
olores, el paisaje y los cuerpos, con el fín de activar los diversos modos
en que como individuos y colectividades recordamos. Aunque las memorias que
se comparten en el taller son primordialmente de carácter biográfico
(diferenciandose de los relatos miticos o folclóricos), los recuerdos no
son organizados dentro de la temporalidad de la autobiografía o la historia
de vida. Las memorias que se recopilan son mas bien de caracter discreto,
basadas en acontecimientos o momentos específicos en la vida de una persona
o grupo. La dinámica es la de un "taller" puesto que el trabajo de la
memoria se lleva a cabo dentro de un formato grupal e interactivo en el que
se comparte los relatos y se desarrollan relaciones que enfatizan el
diálogo y la descentralización de la relación investigador-sujeto de
investigación.
Una meta de estos talleres es la de crear un espacio temporal,
comunicativo y no violento para la escucha y en el cual es posible la
reflexión, la elaboración del duelo, la expresión de emociones y un cierto
nivel de conflicto. Esto requiere del establecimiento de relaciones previas
con los participantes, la negociación de acuerdos básicos para la
comunicación en el taller y el diseño cuidadoso de la agenda. Las secciones
que siguen ilustran este proceso y presentan mis observaciones sobre lo que
allí tiene lugar. Los relatos provenien de cuatro talleres de cinco horas
cada uno que se llevaron a cabo en Medellín en el 2003. Estas sesiones
hacen parte de un proyecto de investigación comparativa sobre la migración
forzada de Colombianos.[6] Los participantes fueron hombres y mujeres
desplazados de varias regiones de Antioquia que viven en dos asentamientos
nucleados de desplazados en la ciudad de Medellín. La mayoria de ellos
había llegado a Medellín en los últimos cinco años.


Recordando el pasado y reconstruyendo significados

La experiencia del desplazamiento forzado y el refugio implica una
vivencia individual y colectiva del terror enmarcada por la ruptura de los
referentes de orden, localidad y sentido a los que los sujetos están
habituados. En el caso Colombiano aunque la violencia y la confrontación
armada han estado presentes por mas de cuatro décadas en la vida de muchas
comunidades, el desplazamiento forzado constituye el evento límite que
anuncia la ruptura de los pocos elementos que mantenían cierta cohesión
social y una apariencia de normalidad. Los eventos que precipitan el
desplazamiento forzado crean una disyunción entre lo que para estas
personas constituye su modo familiar de relacionarse con el entorno y la
realidad presente. La decisión del éxodo implica el abandono del hogar, la
tierra, comunidad y bienes materiales y la incertidumbre sobre los
resultados de la jornada hacia el campo de refugio, la cabecera municipal o
a la ciudad. Dichas experiencias de pérdida y sufrimiento marcan una
experiencia "límite" que erosiona las bases del cómo el individuo se
relaciona con el mundo y cómo lo ve (Daniel y Knudsen, 1995).. Las
historias que cuentan los desplazados sobre los momentos de terror y huída
y sobre su llegada a municipios y ciudades dan cuenta de estos
dislocamientos y reubicación del ver. En esta sección discuto los modos en
que el contar, el escuchar y otros modos de interacción en el taller pueden
facilitan el trabajo de dar significado a dichas experiencias pasadas y
presentes.
William[7] es un joven que con su familia vive en uno de los más de 50
asentamientos de desplazados que se expanden en las laderas montañosas de
la ciudad de Medellín. William y su familia son cirqueros por tradición,
viajando de pueblo en pueblo y ahora de barrio en barrio con sus trucos,
piruetas y animales. La familia tuvo que desplazarse cuando "los armaos"
intentaron reclutar a los jóvenes de su familia y ellos se negaron a
vincularse: "ahi llegaron los … los armaos pues y comenzaron a invitarnos
todos, a todos los pelaos de allá […], entonces unos, no nos quisimos ir ni
nada, pero dijeron … 'ah después venimos por ustedes'".. Ante esta amenaza,
William y su familia escapan del pueblo. William contó esta historia en una
sesión con otros diez hombres que fueron desplazados de varios pueblos en
las principales regiones expulsoras del departamento--Urabá, Oriente y el
Noroeste:
William: ...Por lo que donde uno estaba, uno como iba a decirle a
esa gente "no, lárguense de mi casa" o a echar uno a alguien ahí, se
mete uno en la grande, entonces ya que tenía que hacer uno, se callaba
y entonces ya por eso, ya estaba uno convertido en un... nada más por
esa gente pasar por el lado de la casa de uno, ya estaba peligrando
la vida de uno, por ojos de las demás personas. Entonces uno que tiene
que hacer? Quedarse... si pasan los paramilitares, quedarse uno
callado, si era la guerrilla, quedase uno callao, porque si uno echa
esa gente lo matan, si no lo echan, los otros ya están mirando a uno
por colaborarles, es que le dicen a uno; entonces hay está uno... la
vida de uno está es... es... como dice la biblia que los ... en los
tiempos del final de los... los del campo morirán por armas y los de
la ciudad morirán de hambre; entonces ya estamos en esa situación
que... que entre nosotros mismos nos estamos acabando; porque yo veo
que... que dios no tiene nada que ver en eso; entre nosotros mismos es
que estamos acabándonos. [énfasis mio]

Los controles que ejercen los grupos armados sobre la población (v.gr.
restricción a la circulación, toque de queda no oficial, normas de
convivencia), las amenazas y los miedos exigen un cambio en los modos que
los individuos organizan su vida diaria. Como lo sugiere la historia de
William, estas presiones conllevan cambios en los modos de mirar y
relacionarse con el medio ambiente; un cambio que requiere de un ver
estratégico que a veces mira pero calla, mira pero no ve, mira para
aprender a sobrevivir, mimetizarse o esconderse.
De manera similar, Doña Rosa, una mujer desplazada del Oriente
Antioqueño y quien ahora vive en uno de los asentamientos de desplazados de
Medellín, nos contó en un taller con mujeres su experiencia y la de su
pueblo. Sufrieron tres incursiones consecutivas de los paramilitares y de
la guerrilla en las que su vivienda fue destruida, varios habitantes del
pueblo asesinados y muchos otros huyeron. Desde la primera incursión
paramilitar, los habitantes del pueblo fueron presionados al éxodo pero
Rosa se negó a salir. Trás la incursión paramilitar, llegan las fuerzas
armadas a "darles moral" pero no se quedan y en esa misma semana llega la
guerrilla:
Rosa: … nosotros estábamos escondidos en una casita, donde una amiga,
en una casita de palma, porque nosotros sabíamos que esa próxima ya
era pa´ nosotros […] nosotros lloramos, ´tros rezamos, ´tros fumamos,
´tros charlamos, ´tros hacíamos de todo, pero de los nervios, ¿cierto?
Y petardo uno que otro, bombas una que otra, granadas una que otra, y
nosotros escuche […] nosotros ahí en la casita, nosotros lo que
hicimos es que abrimos las puertas, porque ellos puerta que
encontraban cerrada, eso era run run ráfaga de fúsil, de una la
abrían, […] abrimos las puertas, nos tiramos en el piso debajo de una
cama, escuche bala, escuche granada, escuche de todo y pase por donde
nosotros […]cuando ya como a las 9 a.m. […] entonces me dijo la
señora: "me voy a asomar"…

Cuando el terror y la violencia dominan la vida cotidiana, la mirada se
ubica en el lugar del que se esconde, huye o evade: desde abajo o desde la
rendija. Doña Rosa, sus vecinos y William manejan estas estrategias y
aplican una economía del ver, racionándolo y administrándolo
cuidadosamente. Esto le permite a Rosa sobrevivir la segunda y tercera
intervención y al final escapar escondida en un camión que transportaba a
los muertos.
En los talleres, las historias de Rosa y William generaron otros
intercambios y reflexiones. William contó su historia en dialogo con otros
hombres quienes habían evocado el momento de la huida por la violencia
paramilitar, guerrillera o de las fuerzas armadas. Cesar, otro de los
participantes, anotó que el aspecto común de sus experiencias era que todos
habían tenido que huir por las amenazas de algún grupo armado y concluyó
que en últimas "en todos los casos es lo mismo." William habló después y
anotó sobre los dilemas que se confrontan cuando la vida cotidiana está
directamente controlada por los grupos armados y comentó sobre las
implicaciones morales de su situación como civiles en medio del conflicto.
Este tipo de intercambio puede facilitar cambios en como los
individuos miran sus experiencias pasadas en la medida en que la historia
individual se escucha en relación con la de otros permitiendo establecer
una conexión entre los eventos del pasado y su situación en el presente.
Este proceso mediante el que se reviste el pasado de sentido tiene lugar
cuando el individuo –por medio del contar y el escuchar—identifica la
naturaleza colectiva de su experiencia de desplazamiento. Este diálogo con
otros le permite mirar el pasado con una cierta distancia crítica frente a
los eventos tragicos y reconocerlos como experiencia compartida de
sufrimiento social .
Las historias que se compartieron en los cuatro talleres sobre la
llegada a Medellín y los intercambios que generaron ilustran como durante
el taller los individuos negocian nuevos significados de sus experiencias y
dirigen su mirada hacia el presente. En los talleres, los participantes
recordaron su desorientación y miedo al llegar a la ciudad,
Liliana: Estudiaba en Angostura, mi mama trabajaba con el exmarido, y
ya consiguió una casa acá por Acevedo, cuando terminé el colegio me
vine para 'onde ella, yo hacía que Medellín era como el pueblo, así
pequeñito, sin nada de carros con muchos árboles, pero al llegar a
Medellín veía muchos carros toda asustada…

Jacinta: yo me vine de Salgar Antioquia con mis cinco hijos, llegamos
al Popular No 1 donde una cuñada, me toco, pues llegué muy
desorientada, viendo mucho vicio, pues muchas plomeras en ese barrio,
pues yo estaba sumamente mal, ehmm…

Fredy: Bueno yo llegué al Popular No2, claro que a mí, no me ha ido
muy mal aqui, porque yo ya tenía familiares en Medellín y bueno, la
familia siempre le colabora mucho a uno, poray conseguí trabajo … en
construcción, pero entonces siempre es un problema, porque uno no
conoce mucho la ciudad, entonces uno se pierde. Me consiguieron un
trabajo la misma semana que llegué y todos los días me perdía en el
centro (risas). Bueno hasta que a lo último siempre aprendí a caminar
solo en el centro…

Juan: llegue así de forastero, pero bueno, parao y me metía a
cualquier parte de la ciudad y yo si me perdía, pero con la moral de
volver a salir por donde me había metido…

Juan: Bueno, cuando yo llegué acá, llegué directamente donde... claro
que también llegué perdido, pero no perdido en el centro, sino que...
cuando yo me fui, la mamá mía vivía en una casa, fuera del Pacífico
y... pues yo me fui y no le avisé a nadie que venía, ni yo sabía
donde...pues, la mamá mía no sabía donde estaba yo, entonces... yo
cuando vine llegué a la terminal, a las dos de la mañana eh... me fui
a buscar a la mamá mía a la casa y ella ya había vendido la casa,
entonces me fui para donde un hermano, cuando llegué a la casa del
hermano resulta que ese barranco se le había llevao la casa; entonces
yo por ahí como a las tres de la mañana, mas desubicao, no sabía donde
llegar, con... traía un bulto de revuelto, me tocó dejalo por ahí,
cuando me encontré la mamá mía, cuando volví por el bulto de revuelto
ya se lo habían robao Ah? …

En el nuevo contexto urbano ver y escuchar son a su vez centrales para
la supervivencia y para involucrarse en las redes de solidaridad,
información y de acción social de los desplazados. El ver se constituye asi
en un acto central para el desempeño en el ámbito público urbano, en la
calle y en las relaciones con sus habitantes. Al llegar a un nuevo entorno,
la persona que ha sido desplazada tiene que re-dirigir una vez mas la
mirada con miras fundamentalmente a la supervivencia y la integración
local. Aquí, como lo anotan Meertens (2003) y Castillejo (2000), el
desplazado se enfrenta al desafío de como ajustar su mirada para imbuir de
sentido el nuevo entorno en el que la desorientación, el desconocimiento y
la desconfianza permean la percepción. Para los participantes en los
talleres, la llegada a la ciudad los fuerza a manejar todos los recursos
posibles para enfrentarse con el susto, el desconocimiento, y la hiper-
información que les plantea la ciudad:
Fredy y Juan compartieron sus recuerdos de la llegada en un taller con
hombres desplazados. Despues de que varios de ellos habian reconstruidos
estos acontecimientos, Manuel anotó que la experiencia era "la misma cosa
… se perdía uno por ahí" a lo que otros participante respondió "cuando uno
no conoce dice 'me pierdo, pero mas conozco' (risas)". Aquí el hilo
narrativo del perderse en la ciudad se conecta con el acto del descubrir,
mientras que el sentimiento de desorientación se enmarca como aprendizaje.
Estas cortas intervenciones reflexivas ubican a las experiencias en sus
aspectos positivos a la vez que facilitan el proceso de reconstrucción de
sentido.
Al compartir las memorias en un contexto colectivo se posibilita la
creación de un un espacio común para la documentación de historias y
experiencias. Durante uno de los talleres con un grupo de mujeres, Maria
Eugenia habló sobre los miedos nocturnos de su hijo pequeño, "cuando se
acuesta por la noche, uno le dice que tenga feliz noche entonces el dice
que no, que como va a tener porque él ve ese barranco que va a venir y le
va a venir aquí." Otra participante y residente del mismo barrio comentó
sobre este miedo, "Hablando pues de que si, que uno siente mucho temor allá
por lo que, por el caso pues por el morro que eso izque filtra agua por
abajo […] entonces dicen que eso está izque esta peligroso pues, que si
llueve mucho seguido pues que se puede venir quizque todo ese morro de
arriba." Sus comentarios activaron otros acerca de los miedos a las
balaceras y las violaciones en el asentamiento en el que viven y sobre su
miedo "mayor", un miedo que Nelly nombró como, "[el miedo de lo] que
pasaría con nosotros en caso de un segundo desplazamiento."
El barrio en el que ellas viven esta ubicado en una área de alto
riesgo de deslizamiento y allí la amenaza de una avalancha que puede
destruir sus precarias viviendas es muy grande. Para ellas, el miedo a un
segundo desplazamiento está tambien relacionado con los enfrentamientos,
reclutamiento forzados, violaciones y drogadicción que tienen lugar en este
asentamiento. El compartir historias individuales y miedos en un ambiente
marcado por el respeto y la escucha crea un espacio testimonial que
reconoce lo que ha sucedido pero tambien en este caso lo que podría
suceder. Al contar experiencias pasadas mientras que se comparte los
temores presentes y futuros crea un canal para el reconocimiento entre
quienes cuentan y escuchan historias. Es en este reconocimiento en el que
el contar se transforma en un acto testimonial.
La reconstrucción del pasado, de las trayectorias y biografías
individuales se señala como una condición básica en el reestablecimiento
emocional y del proyecto de vida de la población desplazada dado que para
quien ha perdido su hogar, bienes y a seres queridos ésta es la fundación
sobre la que un nuevo significado del mundo puede construirse (Camilo,
2000; Suárez-Orozco y Robben, 2000). La llave está no solo en la apertura
de caminos para generar un proceso creativo de reconstrucción de
significados pero también para confrontar y reconocer las emociones de
miedo, dolor, rabia, desolación e impotencia y los mecanismos que la
internalizan. De esta manera en el taller con mujeres, ellas pudieron
establecer como los riesgos ambientales y sociales amenazan su residencia
en los asentamientos y el estado permanente de miedo en que ellas y sus
hijos viven. Esta identificación les permitió colectivizar temores que no
son facilmente compartidos y reconocer las emociones que les acompañan y
que con frecuencia obstaculizan la reconstrucción de sus proyectos de vida.

Los trabajos con la memoria y las actividades de historia oral que
tienen lugar en los talleres de memoria ofrecen un espacio colectivo para
el recuerdo y la posibilidad de construir un espacio testimonial y
dialógico entre los participantes. Los actos de recordar activan una
resignificación de la experiencia mediante la reconstrucción del pasado y
el reposicionamiento de la mirada. El contar las historias individuales en
un ámbito colectivo marcado por el respeto y la escucha permite un
reconocimiento horizontal entre quien cuenta y quienes escuchan. Bajo esta
base común de reconocimiento se activa una mirada que relaciona la
experiencia pasada con el presente y con las experiencias de otro(a)s y de
esta manera busca colectivizar las heridas sociales de los eventos
traumáticos vividos.



La reconstrucción de los tejidos sociales y la memoria



El poder de la historia oral practicada en un contexto comunal esta
ligado a su potencial de mantener una "memoria vida del pasado" y
reconstruir un sentido de comunidad (Slim and Thompson, 1995:11). Las
experiencias de violencia y desplazamiento erosionan esta base común puesto
que constituyen procesos profundamente culturales que llevan a los
refugiados, en tanto víctimas y sobrevivientes individuales y colectivos
del caos masivo, a tener que resolver el problema del significado y a
afirmar la explicabilidad última de la experiencia (Daniel and Knudsen,
1995). Los procesos de reconstrucción de los proyectos de vida y las luchas
por el reestablecimiento de sus derechos como sujetos sociales y de derecho
están, por consiguiente, profundamente ligadas a la labor de
resignificación del pasado. Los modos en que durante los talleres de
memoria se recuerda y reconstruye las experiencias de desplazamiento y
refugio permiten activar un campo transitorio de comunicación e interacción
donde es posible dicha labor de resignificación y de reconstrucción de un
sentido posible de lo colectivo (que incluye un sentido o proposito como
miembro de una comunidad).
Durante uno de estos talleres al que asistieron trece mujeres que
fueron desplazadas de zonas rurales en el Urabá, Noroeste y Occidente del
departamento de Antioquia y quienes actualmente residen en uno de los
asentamientos de desplazados en la zona centro oriental de Medellín, ellas
compartieron sus recuerdos sobre la llegada a Medellín:
Mujer joven: Cuando llegamos por primera vez acá a Medellín, yo venía
con mi mamá y eran las 10 p.m. cuando llegamos a la terminal del
norte, mi mamá no conocía casi, [hace] 20 días había llegado, me había
dejado a mi por allá, cuando le dieron el primer pago fue por mí,
entonces llegamos, yo no conocía nada y estábamos perdidas en la
terminal, eran las 10 p.m. y donde pasaban los colectivos donde
nosotros íbamos a esa hora no cuadraban ahí, entonces nos tocaba subir
al edificio "Los Espejos" y ella no sabía donde era, y subíamos y
bajábamos, hasta que [a] lo último llegamos, entonces cuando llegamos
a Tres Esquinas [un asentamiento de desplazados] se armo una balacera,
mi amá no sabía que hacer conmigo, no sabía donde meterme hasta que a
lo último llegamos a la casa, eran ya como las 12m, a esa hora se
tenía que ir para el trabajo, me dejo donde una tía que yo ni siquiera
conocía, llore toda la semana.


Mujer, 35 años: Nosotros llegamos a Moravía, nosotros no tenemos mayor
cosa, nosotros llegamos a Moravia ¿qué? tipo 8p.m. sin sabe a ´onde
ir, y llegamos a ´onde un familiar del papá de la niña, y no, fue muy
duro porque yo viví allá uno o dos meses, a esos dos meses nos botaron
de allá, nos toco dormir en un puente, en el puente de… ¿cómo? se
llama, uno que queda por allá por Moravia, ("¿el del mico?" Dice otra
mujer) no, más pa´ cá ("Acevedo ó el mico, entonces el puente que va
pa´ la terminal" responde la otra mujer) bueno, […]dos puentes que hay
para allá, no sé, nos toco dormir en el puente porque nos había botado
pues de la casa, esa vieja pues furiosa nos boto fueron las 7 p.m. a
mi me toco salir con los niños y una señora muy amable nos dejo
guardar unas cositas, y me dejo dormir los niños…


Mujer, 36 años: Yo, nosotros nos vinimos de Carepa, nos vinimos a la 1
a.m. llegamos a la terminal a las 5:30 nos vinimos pa´l centro yo no
conocía nada porque yo no conocía nada aquí en Medellín, el marido mío
si medio distinguía aquí en Medellín, pero yo no distinguía, y
amanecimos en el centro en una cera con todas las niñas, yo venía en
embarazo, me faltaban como, como 15 días (llanto) [pausa]. Entonces
llegamos aquí a Medellín, eh, pues ahí en el centro amanecimos ahí en
el centro, entonces acabamos de amanecer, entonces una señora, donde
amanecimos en esa cera, ella nos dijo: "ustedes porque están
amaneciendo en esa cera, ustedes con tanto niño," "ah, nosotros nos
vinimos, es que a nosotros nos toco venirnos desplazados de abajo y no
tenemos a donde llegar," entonces ella me dijo "yo le voy a dar $5.000
y mañana se va pa´ un semáforo en el Poblado y por allá se va a
vender, alguna cosa que venda los hijos, pa´ dale comida a los niños,"
la señora nos arreglo comida, nos dio y nosotros nos fuimos por allá
pa´l Poblado a vender.


Una tras otra compartió su historia de la llegada, algunas contaron los
eventos que precipitaron su huída con detalle minucioso mientras otras
contaron su llegada al asentamiento en el que viven y como construyeron sus
casas de deshechos, cartones, plástico y latas con detalle. Algunas
hablaron por cerca de quince minutos y otras menos de cinco. El conjunto de
sus historias evoca una forma de historia oral colectiva que se construye
alrededor del sufrimiento individual y colectivo y de sus estrategias de
supervivencia e integración local. La última en contar su historia de
llegada a Medellín concluyó con las siguientes palabras: "pues gracias a
Dios ya, como dice ella, salimos adelante y a comparación, pues viéndolo
bien no tenemos nada pero a comparación de otros, tenemos mucho." Después
de ella, Amparo reflexionó sobre las historias que escuchó:
Amparo: Yo creo que depende de cada persona, como la reciban, pues si
hay personas que lo reciben o lo rechazan a uno por lo que uno vivió,
por lo que a uno le ha pasado, pues uno se siente mal de arrimado en
otra parte, hay personas que le dan la mano a uno y comparten con uno
lo que uno ha vivido.


Su comentario generó el siguiente diálogo:

Maria: No, y perdón uno también encuentra, toda persona, yo creo que
toda persona sin diferenciar aquí, yo creo que todas las compañeras
han encontrado a alguien que les dé la mano, que les dé una voz, una
palabra de aliento…,
Griselda: Vea yo con esa parte yo digo que sí, lo que doña Amparo dice
es la verdad porque vea cuando yo llegué allí... Y yo llegué y tire
mis cositas ahí donde mismo estaba la otra, ay no yo más aburrida, yo
lloraba, entonces una noche salió esta muchacha la hermana de G, salió
un sábado por la noche y nosotros pues estábamos apilonados ahí, y
como yo era nueva pues, yo, uno que va a tener confianza pa´ todo,
entonces cuando llegó esa muchacha a media noche y dijo quizque "ay
no, que pereza" [que estuviera ella con su familia ahí] ciertamente es
que verdad "vea que desplazamiento tan horrible" así dijo esa
muchacha, y a mí me dio una tristeza, y yo me puse a llorar, verdad,
entonces en esos días, en esos días llegó, ah, estaba doña M, yo le
contaba mi.. la situación mía a ella, entonces ella lo poco que le
daban a ella lo compartía conmigo…


Este diálogo anudado a las historias que se comparten previamente
sugiere cómo el desplazamiento y la llegada a la ciudad constituyen una
situación liminal de caos y creatividad y la capacidad de enfrentar la
adversidad de parte de las mujeres en este grupo. En el proceso de contar y
compartir, estas mujeres se reconocen como sujetos activos que usan y
adaptan de manera creativa los pocos recursos existentes. Los relatos del
momento de caos y crisis—el desplazamiento—y del momento de desorientación
y comienzo—el de la llegada a la ciudad—permiten la reconstrucción de una
cierta historia oral colectiva y el desarrollo de una estrategia de
comunicación que ancla el eje narrativo del sufrimiento social con el eje
narrativo de la reconstrucción de sus vidas. El recordar ofrece las bases
desde las que estas mujeres negocian una cierta comprensión de su situación
y se ubican como sujetos recursivos. La selección de historias, las formas
narrativas empleadas, las interrupciones de otros y sus reflexiones morales
construyen lentamente un consenso parcial acerca del significado de su
experiencia. La construcción de una comprensión común hace visible los
recursos individuales y grupales y potencialmente fortalece el tejido de
relaciones sociales.
La experiencia del taller está localizada en el tiempo y en el
espacio, es decir en un aquí y un ahora. En dichas coordenadas, los
participantes adquieren status temporal de colectividad y convienen en
constituirse como grupo, local y transitorio, durante el lapso de tiempo
que dura la sesión del recuerdo. Se construye entonces un "nosotros"
temporal que como en todo grupo esta marcado por los diferentes grados de
participación, es decir los modos en que cada participante se siente y
define como miembro de este (grados de cercanía, lejanía; interés,
desinterés). Durante el taller se generan un conjunto de relaciones y
reacciones posibles frente a dicha co-presencia convenida y pactada
(aceptación que incluye la resistencia o el no querer estar ahí o el
considerarlo inútil y el poder que tiene el investigador-facilitador). Como
podemos observar en la interacción que tiene lugar en el taller de mujeres,
el contar las historias "de llegada" permite compartir sus recuerdos y sus
interpretaciones de lo sucedido, específicamente, el papel que las redes
sociales de apoyo tienen en la supervivencia en la ciudad y a reconstruir
sus experiencias en tanto sufrimiento social pero también en su dimensión
relacional (Riaño, 1999).
Si bien no todos los talleres generan consensos interpretativos de las
experiencias vividas o un sentido generalizado de una historial común
vivida, la dinámica de interacción entre un contar que activa el recuerdo
de otros eventos, la reflexión y la negociación del cómo leer
acontecimientos pasados específicos tienen lugar en cada uno de estas
sesiones. El reconocimiento del desacuerdo, los silencios y las suspicacias
es importante puesto que toma en cuenta la frágil situación social y
emocional en la que se encuentran los participantes y las dinámicas propias
que tienen lugar en cualquier grupo humano.
Para alguno(a)s de los participantes del taller, el contar era
prácticamente imposible. La vivencia de un terror y desplazamiento marcados
por la incertidumbre y lo impredecible desafían hasta lo más profundo las
operaciones mediante las cuales los individuos le dan sentido a su vida
diaria de la misma manera que el pasado traumático bloquea la expresividad
narrativa. La participación en el taller permite poner en juego otra serie
de posibilidades expresivas y narrativas mediante la operación de la
escucha. El escuchar a otros permite una cierta organización de esa
experiencia y el identificar (aún cuando no se cuente) lo común del
sufrimiento, la dimensión humana y personal de la experiencia, los recursos
y estrategias empleadas que permiten la supervivencia y así mismo dotarse
de nuevos entendimientos de su situación. Este reconocimiento de la
historia personal en la historia de los otros esta directamente encadenado
a una labor de reconstrucción de la confianza. Sicólogos sociales y
antropólogos han anotado como el trabajo de fortalecimiento emocional y de
reconstrucción de los proyectos de vida incluye un esfuerzo por restaurar
cierta semblanza de confianza básica que es la que le permite a los
individuos mantener un sentido de control de las ansiedades creadas por un
medio ambiente impredecible (Robben, 2000; Suárez-Orozco y Robben, 2000).
Los intercambios que tienen lugar cuando un grupo de individuos se reúne a
recordar incursionan temporalmente en este complejo y largo proceso de
reconstrucción y elaboración del duelo.



Comunidad emocional desde el recordar


Cuando un grupo de individuos se reúne para recordar bajo el formato
del taller de la memoria, lo que tiene lugar en el taller no es simplemente
una interacción investigativa, o un momento dialógico de recolección de
información o contar historias. El recordar como individuo en un contexto
grupal en el que la gran mayoría de los otros participantes han vivido
situaciones similares permite la conformación de una comunidad temporal de
sentimientos y emociones compartidas (Portelli, 1991). En el caso de los
desplazados Colombianos estos lazos temporales están enmarcados por los
modos en que el evento del desplazamiento forzado se ha constituido en un
hito temporal (el que marca un antes y un después) y en el evento
emblemático de las complejas emociones y sufrimientos sociales de aquellos
quienes son forzados al exilio o la huída.
La determinación de seguir adelante y continuar viviendo es una opción
clara para las mujeres y hombres con quienes venimos trabajando en la
investigación sobre desplazamiento forzado en Medellín. Su disposición a
participar en un taller de memoria y a compartir su experiencia es de
partida un acto de re-establecimiento de confianza y una manera de romper
con el silencio y secrecía al que han tenido que acudir con mucha
frecuencia para proteger sus vidas (Osorio, 1993). Los comentarios que se
hicieron hacia el final de uno de los talleres con mujeres revelan que una
dimensión fundamental en la reconstrucción de la experiencia y el
reestablecimiento emocional es la del reconocimiento de un sufrimiento
social que anuda sus historias individuales:
Mujer adulta:…conocí otras cosas de algunas mujeres que, habían cosas
distintas […] y que sí, todas tenemos casi como el mismo dolor, y
estamos unidas por la misma causa.

En este movimiento entre el recordar y el reflexionar se construyen
conexiones entre la dimensión intrasubjetiva de las experiencias de
pérdida/desplazamiento y la dimensión colectiva del exodo como la
manifestación humana del impacto de la guerra y la violencia armada. Así
mismo, el recordar se convierte en un ejercicio de reconocimiento de la
singularidad de lo que se ha vivido. Al recordar como grupo en un espacio y
tiempos definidos puede activarse un reconocimiento de la dimensión
colectiva y pública de la experiencia a través del hacer-contar-escuchar
que tiene lugar en el taller. Es en el contar, en tanto acto colectivo que
requiere de otro que escuche y en el modo y manera en que se cuenta, donde
tiene lugar el reconocimiento y la conversación. Al contar y al reconocer
que se es escuchado se precipita un proceso de colectivización de las
heridas sociales y un ejercicio de construcción de relaciones que facilitan
la elaboración cultural del duelo.
Regresando a la anotación acerca de los procesos de desplazamiento
como profundamente culturales podemos establecer aquí como esta labor de
dotar de sentido a la experiencia durante el ejercicio colectivo del
recuerdo resignifica a su vez los significados iniciales con los que cada
individuo ha imbuido la experiencia. Esta labor de resignificación esta
mediada por el repertorio de prácticas culturales de los individuos
(rituales, creencias, sistemas de valores), sus historias de vida y el
conjunto de recursos individuales y sociales con los que cuenta cada sujeto
(Bello, 2001). Mediante este proceso se activa un dispositivo de
reconocimiento que conforma un nosotros temporal entre quienes comparten
sus historias y recuerdos. Y es este dispositivo el que activa una
comunidad de memoria, la conformación de un nosotros temporal que se
encuentra como comunidad de escucha y de habla y que se constituye en los
actos del recordar (Riaño, 2000). Al reconocer la base común de emociones y
experiencia se construye así mismo la posibilidad de transformar los modos
de ver hacia una mirada que dota de sentido la experiencia porque establece
relaciones entre el presente y el pasado, entre lo que se recuerda, se
cuenta y se escucha y entre lo individual e intimo de la experiencia y lo
colectivo y público del sufrimiento. El establecimiento de dichas
relaciones permite a su vez un posicionamiento de los sujetos en tanto
testigos sobrevivientes cuyos actos de contar dan testimonio de "lo que
pasó."

Memorias silenciadas y producción de historia
El contexto colectivo del taller permite un movimiento entre el
recordar y la reflexión. En este movimiento, se establecen conexiones entre
la dimensión subjetiva de la experiencia de perdida y desplazamiento y la
dimensión colectiva del éxodo como manifestación humana del impacrto de la
guerra y las violencias. De manera similar, se produce un reposicionamiento
en los modos del ver, la mirada se mueve desde un lugar donde predomina el
sinsentido hacia un ámbito donde se mira al pasado desde un cierto sentido.
Este movimiento en el que los sujetos se ubican como testigos sobreviviente
del drama colectivose produce cuando se logra elaborar el significado
emocional y simbólico de los eventos críticos dentro de un ámbito colectivo
que potencia a los sujetos como testigos-sobrevivientes del drama y las
atrocidades vividas y como sujetos de acción que utilizan recursos y
estrategias para sobrevivir y confrontan el pasado mediante procesos de
elaboración del duelo. Este acercamiento a la experiencia de ser testigo
expande su campo de acción hacia una multitud de esferas que incluyen lo
local e íntimo asi como lo colectivo y lo público. El individuo y el grupo
social se sitúan como testigos de un pasado violento y de esta manera
confrontan el pasado a través del testimonio, el reconocimiento del dolor y
el dialogo (Humphrey 2002). Las prácticas colectivas de la historia oral y
las metodologías de la memoria pueden así potenciar un proceso de re-
conocimiento humano y de dotar de sentido a la mirada hacia el pasado, el
entorno y la situación del desplazamiento. En este desplazamiento de la
mirada que ubica a los sujetos como agentes sociales y testigos reside el
valor y potencial transformador del recordar en grupo. La práctica de la
historia oral y el trabajo con la memoria pueden comprometerse con los
procesos de recomposición de sentido de las personas en situación de
desplazamiento al posibilitar un espacio narrativo, testimonial y dialógico
que reconoce la historia personal en el marco de sufrimiento colectivo y la
capacidad de los sujetos para reconstruir sus proyectos de vida, emprender
acciones colectivas y luchar por su supervivencia.
Esta proyección del trabajo de memoria e historia oral como practicas
sociales de producción histórica que re-crean los sentidos del ser
comunidad y posicionan a los sujetos marginales en el ámbito de las
memorias sociales tiene implicaciones particulares para una sociedad como
la Colombiana en la que el olvido y la supresión permean la historia
oficial. Las narrativas de las poblaciones en situación de desplazamiento
dan testimonio de la violencia en Colombia y de las críticas fracturas
sociales que resultan del conflicto y la guerra. Estas narrativas exponen
las heridas profundas—las memorias heridas—que marcan la relación de la
sociedad Colombiana con su pasado y el olvido que ha sido impuesto sobre
las pérdidas y humillaciones causadas por la violencia y la guerra. Las
voces de estos hombres y mujeres deben entrar el record histórico si es que
este país va a asumir seriamente su relación con un pasado de atrocidades y
con las tareas presentes hacia una solución negociada del conflicto y las
demandas por justicia y reparación moral y económica. La reflexión sobre
las interacciones comunicativas que tienen lugar en los talleres de memoria
sugiere algunas de los modos en los cuales podemos comenzar a explorar una
relación diferente con el pasado, una relación que en las palabras de Nadia
Seremetakis (2000) permita a "los olvidados escapar a la superficie social
de la conciencia como un mecanismo oxigenador de la vida. Este es el
momento de su emergencia del polvo histórico."




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[1] Publicado en Bello, Martha N. 2006. Investigación y desplazamiento
Forzado. Reflexiones éticas y metodológicas. Bogotá: Red Nacional de
Investigadores Desplazamiento Interno Forzado y Colciencias.
[2] Para ACNUR, organismo que tiene bajo su protección a 5.8 millones de
desplazados en el mundo, el mayor número de estos (950.000) se encuentra en
Colombia (ACNUR, 2003). Se calcula que hoy existen alrededor de 3 millones
de Colombianos desplazados dentro del país y cerca de 260,000 refugiados
(o en situaciones similares) en países vecinos y otros mas distantes
(ACNUR, 2003; Codhes, 2002; US Comité for Refugees, 2005).
[3] Fajardo (2002:69) anota como estos procesos de concentración
territorial han sido dinamizados desde los 80s por tres factores: la crisis
permanente de la agricultura, el desarrollo del narcotráfico y la creciente
influencia y presencia del capital transnacional.
[4] Me apoyo para esta caracterización en los siguientes autores: Arias y
Ceballos, 2000; Bello, 2001; Bello et al., 2002; Camilo, 2000; Meertens,
2003; Osorio, 1993 y los materiales inéditos producidos durante la
investigación sobre el miedo y desplazamiento.
[5] Los talleres de memoria se diseñan con base en contribuciones de la
historia oral (Cohen, 1994; Cruikshank, 1991; 1998; Finnegan, 1992; Gluck
and Patai, 1991; Slim and Thompson, 1995); la investigación acción
participativa (Fals-Borda, 1984; 1997; 2001; Ibañez-Carrasco, 2004;
Maguire, 1987; 2001; Riaño, 1991); la educación popular (Ghiso, 1997; Boal,
1994; Nadeau, 1996; Riaño, 1996) y el trabajo con la memoria (Haug, 1986;
Schratz, Walker, and Schratz-Hadwich, 1995).
[6] La investigación sobre desplazamiento forzado se propone examinar los
modos en que el miedo, los usos de la memoria y las representaciones
sociales de y acerca de los migrantes forzados inciden en la reconstrucción
de sus proyectos de vida, sus identidades sociales y los procesos de
integración a la nueva sociedad de los desplazados internos en Colombia y
los refugiados Colombianos en Canadá y Ecuador. Una primera etapa de esta
investigación sobre el tema de "Miedo y Desplazamiento" fue desarrollada
por un equipo interdisciplinario de la Corporación Región y con
financiación de Colciencias (Colombia). El material que se cita en este
artículo hace parte de la información recopilada durante esta primera fase.
Las investigadoras vinculadas a esta primera fase de la investigación
fueron: Marta I Villa, Ana María Jaramillo y Luz Amparo Sánchez. Mi
reflexión se beneficia de nuestro continuo intercambio de ideas y del
excelente material de sistematización y análisis de estas investigadoras.
[7] Todos los nombres son ficticios.
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