El demos populista

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El demos populista Prof. Lic. Alberto Horacio Rodríguez Universidad Nacional de Quilmes Resumen El populismo, y la forma específica que ésta expresión adquirió en América Latina, está íntimamente unida a un enfoque determinado sobre cómo debe ser una democracia. Es parte del capítulo de una confrontación cuya generación puede trazarse hasta los orígenes mismos de la consolidación de los Estados Nacionales de la modernidad política en América Latina. Por ello, la presente discusión sobre el populismo, debe enmarcarse dentro de un debate más general sobre cómo entender la democracia. El ideal populista debe ser delimitado en su demos representativo para poder discernir si éste es democrático o no. El presente artículo tiene por objetivo distinguir y comparar la idea democrática populista con su forma representativa, para así descubrir su demos. Nos centraremos en la construcción teórica del demos populista en Ernesto Laclau. Palabras clave: Laclau, populismo, demos, democracia Abstract Populism, and the specific expression so that it acquired in Latin America, is closely linked to a particular focus on how to be a democracy. It is part of the chapter from a confrontation whose generation can be traced to the very origins of the consolidation of the National States of political modernity in Latin America. Therefore, this discussion of populism, should be framed within a more general debate on how to understand democracy. The populist ideal must be delimited in its representative demos to discern whether it is democratic or not. This article aims to distinguish and compare the populist democratic idea with its representative form, to uncover their demos. We will focus on the theoretical construction of populist demos in Ernesto Laclau. Keywords: Laclau, populism, demos, democracy

I. Introducción La recomposición de la representación política en América Latina y la demanda de una más amplia y efectiva participación ciudadana en el proceso político democrático, son elementos constitutivos de nuevas concepciones y teorías que cuestionan el estilo con el que se han organizado muchas de estas democracias. En la última década se ha extendido el uso del término populismo para caracterizar las dinámicas abiertas por los sectores históricamente menos favorecidos dentro de dichas democracias. Esta adjetivación, argumentaría que estos gobiernos, aún al haber llegado al poder democráticamente, son una amenaza para el régimen democrático. Sus liderazgos carismáticos y de relación inmediata con el demos pueblo, su conflicto con las instituciones liberales del Estado de derecho constituido, y su tendencia a la polarización del espacio ideológico y político serían, según estas críticas, la mejor manifestación de regímenes demagógicos, autoritarios y personalistas. El presente trabajo tiene por objetivo delimitar el demos del catalogado populismo a partir de la construcción y desarrollo teórico del autor argentino Ernesto Laclau. En una primer etapa se desarrollará una breve introducción histórica sobre la delimitación del demos en la democracia ateniense, pasando por la república romana antes de convertirse en Imperio, siguiendo por las repúblicas italianas a partir del siglo XII hasta la configuración del demos de los gobiernos representativos a partir del siglo XVII. Esta introducción es para amigar al lector con el concepto de demos para así adentrarnos en la construcción teórica del demos populista en Laclau.

II. El demos en las democracias y las repúblicas Origen y significado del término dêmokratía La palabra democracia etimológicamente tiene dos componentes, los términos griegos demos y krátos, es decir: pueblo y poder, formando una definición nominal que se suele dar de la palabra misma. Demos compone desde Homero distintas controversias que circunscriben su sentido. Hacia fines del siglo VI a. C. el concepto en singular adquirirá un significado colectivo que comprende a la suma del pueblo, es decir, a todos los que forman parte de una misma comunidad (Guariglia, 2010: 158). Al principio, el término demokratía designaba una inflexión despectiva, sugiriendo un uso beligerante desde los miembros de la oligarquía hacia el poder de las clases más bajas. Con los cambios en la constitución política y en la estructura social de la ciudad-estado, el significado de demokratía obtuvo características como igualdad ante la ley (isonomía), independencia y libertad para hablar y participar (eleuthería, isegoría) La conexión entre el

nómos (ley), la pólis (Ciudad-Estado) y el demos (pueblo) se cristaliza en una relación conceptual, permanente y constitutiva. (Guariglia, 2010: 162). El más acabado elogio del régimen democrático es puesto por Tucídides en la boca de Pericles: “Si bien en los asuntos privados somos indulgentes, en los públicos, en cambio, ante todo por un respetuoso temor, jamás obramos ilegalmente, sino que obedecemos a quienes les toca el turno de mandar, y acatamos las leyes, en particular las dictadas en favor de los que son víctimas de una injusticia, y las que, aunque no estén escritas, todos consideran vergonzoso infringir.” (Tucídides, Libro II: III) A partir de este texto, la conexión conceptual entre democracia, igualdad de derechos y gobierno de la ley aparece ya completamente consolidada en el pensamiento político griego. A continuación consideraremos el demos dentro de la república romana. El Demos romano Los romanos denominaron a su sistema respublica, por república, del latín res, que significa cosa o asunto, y publicus o pública, que significa público, es decir, una república era una cuestión que pertenecía al pueblo romano, el populus romanus. La ciudadanía romana era otorgada por nacimiento, pero también era concedida mediante la naturalización y la manumisión de los esclavos. Cuando la República Romana se fue ampliando, fue asignando ciudadanía en diversos grados a muchos de aquellos que habitaban sus límites expandidos. Las asambleas romanas siguieron reuniéndose en el Foro de la Ciudad, por lo cual la mayor parte de los ciudadanos que no habitaban dentro o cerca de la misma no podían participar, quedando apartados del demos. (Dahl, 2004:17) El populus de los romanos no era el demos de los griegos. El demos griego no era un todo (el conjunto de ciudadanos) sino una parte del todo. El populus romano eran todos y además un todo extensible, en la medida que el populus pasa a ser un concepto jurídico, extra-moenia, fuera de los muros de la ciudad. Así, mientras el demos terminaba con los límites de la pequeña ciudad, el populus se podía extender a todo el ámbito de la respública. (Sartori, 1991: 124) Ya hemos ampliado los demos en la grecia antigua y romana, consideraremos el demos en las repúblicas italianas. El demos de las repúblicas italianas desde el siglo XII Los italianos dieron a sus Ciudades-Estado el nombre de repúblicas, en lugar de democracias. Si bien la pertenencia al demos se circunscribía principalmente a la nobleza y a los grandes terratenientes, en la primera mitad del siglo XIII y en algunas repúblicas, grupos de clases sociales y económicas, como los nuevos enriquecidos, los pequeños comerciantes y

banqueros, los artesanos capacitados organizados en gremios y los infantes comandados por caballeros, comenzaron a demandar el derecho a participar en alguna forma en el gobierno. Al ser más numerosos que las clases más altas y con la amenaza de levantamientos violentos, muchos de estos grupos tuvieron éxito. Aun con estas complementos, sin embargo, el demos de las repúblicas seguía siendo sólo una minúscula fracción de la población total (Dahl, 2004:18) El cambio de consideración en el demos, será radical con la emergencia de los Estados nacionales. El demos de los gobiernos representativos del S.XVIII Los griegos, los romanos y los líderes de las repúblicas italianas fueron adelantados en la instauración de gobiernos populares. Pero sus instituciones políticas no fueron imitadas por gobiernos democráticos de los Estados-Nación de Europa del norte y de Norteamérica. Como ya consideramos con la expansión de Roma, estas instituciones no concordaban con entidades políticas mucho más grandes que la ciudad-Estado. La diferencia de dimensión entre una Ciudad-Estado y un Estado-Nación rotula una disyuntiva fundamental. Con el tamaño de una ciudad- Estado, los ciudadanos pueden ejercer un influjo directo sobre la conducta de sus gobernantes. Muchas Ciudades-Estado respondieron a este problema creando alianzas o confederaciones con otras ciudades-Estado y con asociaciones políticas mayores. El problema no encontraría una solución sino con la emergencia del gobierno representativo en el siglo XVIII. (Dahl, 2004:19) Los sistemas democráticos modernos se afirman sobre reglas mayoritarias (el mandato es de quien obtiene más votos y el mando es ejercido por quien ostenta más escaños en el parlamento), sobre dispositivos electivos y sobre la cesión representativa del poder. Eso quiere decir que el demos moderno es aquella fracción que entra en las determinada mayorías electorales; éstas cuentan en la acepción parcial del concepto sobre el poder; y una serie de aparatos de conversión separan el gobernar de los gobernados. Pudimos, pues, desarrollar escuetamente un recorrido histórico de la configuración del demos tanto en las repúblicas como en las democracias. El denominado populismo emergerá con la consolidación del demos representativo de los Estados nacionales, en especial en el contexto latinoamericano.

III. El demos populista El enfoque populista de Laclau Laclau dialogará principalmente con dos interlocutores opuestos: el liberalismo y el marxismo. (Laclau 2009, 105). El autor será crítico del liberalismo, con su fe científica, su discurso individualista, su defensa del gobierno limitado y la economía de mercado. En reemplazo, Laclau postula una estructura de conocimiento basada no en la ciencia sino en la mística, los sueños, el inconsciente, así como la naturaleza conflictiva de la vida social y el apoyo a una fuerte intervención económica estatal. Estas premisas descansan en su integrismo metodológico y filosófico, según el cual: “(…) los individuos no son totalidades coherentes, sino sólo identidades de referencia que han de ser separadas en una serie de posiciones localizadas de sujeto. Y la articulación entre estas posiciones es un asunto social y no individual, la noción misma de "individuo" no tiene sentido en nuestro enfoque.” (Laclau, 2009: 196). Laclau ha subrayado en desechar el análisis de lo político de categorías esencialistas como el concepto marxista de lucha de clases, y en rechazar de plano el determinismo económico según el cual la infraestructura de las relaciones de producción determina todas las esferas sociales. (Laclau 2009: 184) A partir de los ’80; Laclau adoptará una perspectiva post-marxista, inspirado por el concepto de hegemonía de Gramsci, el post-estructuralismo de Derrida, el simbolismo de Lacan y los juegos del lenguaje de Wittgenstein (Laclau 2003: 283-284). Laclau piensa al populismo como una dimensión propia de la acción política, donde se sistematizan las ideas, intereses, conocimientos y afectos del demos llamado el pueblo. Destacará dos atributos principales reunidos en el populismo: la supremacía de la voluntad popular, y la relación directa de un líder con el pueblo. Aplicando la perspectiva psicoanalítica de Lacan, para Laclau la identificación entre líder y pueblo manifestaría el lazo libidinal central a la experiencia populista. (Laclau, 2009:10 y 282) Para Laclau la maniobra política primordial sería construir y definir una identidad popular. Los soportes metodológicos y filosóficos de esta afirmación yacen en los aportes de la teoría del discurso. Los aportes de la teoría del discurso no se limitan al habla o a la escritura sino que se aplican a un sistema de significación extensible a la vida social, en la cual los grupos se definen en base a diferencias constituidas “(…) a través de procesos esencialmente tropológicos que no se refieren a ningún fundamento último trascendental”. Esas diferencias están sometidas “a constantes desplazamientos en términos de cadenas de combinaciones y sustituciones” (Laclau, 2003:293).

En el campo específico de lo político, la teoría del discurso se traduce en la existencia de un sistema de identidades colectivas (significaciones equivalenciales), cuya forma presenta alineaciones cambiantes y cuya unión o lazo no se construye en torno a ciertas características compartidas sino que nace de la oposición a un “otro antagónico” (Laclau, 2009: 122ss). La expresión pueblo no expresa una entidad preexistente sino que es la creación discursiva de identidades populares. Por lo tanto, estamos ante una función performativa del discurso político, definiendo el demos pueblo como “un actor colectivo resultante del reagrupamiento equivalente de una pluralidad de demandas alrededor de un punto nodal o significante vacío” (Laclau, 2006:32). Por ello, la representatividad democrática se logra cuando alguna de esas identidades, una particularidad, asume de modo temporario un nuevo rol de encarnar la totalidad de las identidades e instaurar una relación hegemónica con el resto “Los medios de representación disponibles son, sin embargo, sólo el diferencias particulares, y el proceso de la representación sólo puede consistir en una de estas diferencias se dividen entre su carácter diferencial y un nuevo papel por el cual asume la representación de esa totalidad imposible. Esta relación, por el cual una cierta particularidad, asume la representación de una totalidad totalmente inconmensurable con ella es lo que, en la teoría del discurso, es llamado una relación hegemónica.” (Traducción del autor del presente trabajo) (Laclau 2004b). Es en cada momento hegemónico que una parte asume la representación universal de las demandas equivalentes frente al poder opresivo. En el proceso de la totalización, una particularidad se desprende de su carácter de tal para representar esa plenitud (Laclau, 2003:302). El populismo, según Laclau, se construye a través del discurso emitido por una instancia representativa hegemónica, que construye la identidad popular mediante la articulación de demandas sociales sin contenidos específicos. Esas demandas se desplazan contingentemente, unidas por su común insatisfacción frente a otro antagónico. Así retratada, la política se convierte en la arena donde se suscita una competencia entre los distintos discursos que luchan por encarnar la hegemonía. Demos populista e instituciones democráticas La vida democrática en Laclau ronda en las tensiones entre las demandas populares y su integración institucional y social, es decir, una oposición es entre populismo e institucionalismo. Como dijimos, el populismo tiende a crear la equivalencia entre una pluralidad de demandas sociales, en tanto que el institucionalismo tiende a su absorción

diferencial y, en su forma más acabada, a reemplazar a la política por la administración. Para Laclau, la forma extrema de institucionalismo sería un gobierno puramente tecnocrático (Laclau, Mouffe 1987:131-133, 293). Laclau y Mouffe tienen como empresa explicar que las instituciones políticas no son nunca neutrales, sino una realización de las relaciones de fuerza entre los grupos; por tanto, todo atisbo de cambio social, colisionará con el orden institucional vigente. Volvemos a las lógicas: en el institucionalismo prima la lógica de la diferencia, en cambio en la lógica populista, la de la equivalencia. En la práctica, todo régimen político se construye en algún punto al interior de este continuo y combina, en proporciones diversas, a ambas lógicas. No puede existir un régimen tan puramente institucionalista que se imposible las equivalencias populares, ni uno tan populista que carezca de todo anclaje institucional. Como se ha explicado, la política siempre estará marcada por el conflicto causado a partir de esas tensiones. La relación entre la lógica populista y la lógica institucional democrática estarán inmersa en una dinámica de proporcionalidad inversa, en la cual cuanto mayor sea la insatisfacción popular, mayor será el debilitamiento de las instituciones y mayor el crecimiento del populismo (Laclau 2009, 127, 222 y 229). En otras palabras, en la medida en que el sistema institucional democrático presente atiende y satisface las demandas del demos, se debilita el recurso populista. Por lo tanto, el populismo es una forma de constituir la unidad de un grupo llamándola práctica articulatoria populista. En este sentido, la unidad más pequeña para dicha articulación la constituyen las demandas democráticas. La emergencia de una demanda democrática supone algún tipo de exclusión o privación, ya que es formulada por un actor excluido del sistema sobre la base de un principio de igualdad. Por otro lado, la pluralidad de demandas que, a través de su articulación equivalencial, constituyen una subjetividad social más amplia, conformando las demandas populares. Entonces el populismo supone la formación de una frontera antagónica interna que separa al pueblo del poder y además, una articulación equivalencial de demandas, siendo éstas una pluralidad de posiciones subjetivas. La división antagónica de la sociedad supone la presencia de algunos significantes privilegiados que condensan en torno a sí mismos la significación de todo un campo antagónico. Volviendo a la noción de hegemonía, ésta supone que dichos significantes se constituyan en un terreno en el cual las demandas no obedecen a una lógica determinada a priori. La contingencia se inscribe en dicha lógica.

IV. Conclusion Si aceptamos que no existe un demos determinado a priori por su posición en el sistema democrático y si entendemos que la sociedad está regida por una pluralidad de lógicas de acción, entonces nos veremos ante el problema de que las luchas no convergen naturalmente o

espontáneamente. Por lo tanto, para hacer que estas demandas confluyan en una voluntad común se volverá imprescindible establecer un sistema de equivalencias democráticas que respondan a la presencia de un nuevo sentido común que transforme la identidad de los diferentes grupos sociales componente del demos. Para ello se requiere de la definición de un nuevo principio de equivalencia democrática, en la medida en que la unidad de los grupos no puede depender ni de la mera negociación, ni de la simple alianza de sectores o clases sociales, sino de un proceso de modificación de la identidad del demos. La participación ciudadana profundiza la democracia porque permite abrir los espacios de decisión a un demos más amplio de la sociedad. La participación ciudadana contribuye a la democratización política y a la reducción de las brechas sociales que fragmentan el demos. Frente a quienes miran con desconfianza las nuevas formas políticas que nacen de la irrupción histórica de un demos populista en el escenario público, Laclau ve en este movimiento el mejor impulso de transformación de las estructuras sociales y políticas en un sentido emancipador, de una democratización efectiva que tenga en la mejora de las condiciones de vida de las mayorías sociales como su mejor expresión y su mejor garantía.

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