El cuerpo en la red: el ser descorporizado

June 7, 2017 | Autor: Andrea Angulo | Categoría: Self and Identity, Internet Studies, Body Image, Representation
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Descripción



El cuerpo en la red: el ser descorporizado
Por: Andrea Angulo

El mundo occidental ha buscado por varios siglos representar al hombre y a la mujer en torno a un ideal de perfección. En ese afán han incursionado la pintura, la escultura, la fotografía, el cine, la televisión y actualmente el internet. Estas tecnologías de la visión han desarrollado modos de ocultamiento, que van desde el maquillaje hasta el Photoshop. Su finalidad ha sido repetir los cánones de belleza establecidos por el régimen visual eurocéntrico. Debido a ello, ha surgido una obsesión por la construcción de cuerpos artificialmente perfectos, lo cual ha cambiado nuestra percepción y relación con nuestra propia imagen personal.
Dentro del ciberespacio, concebido como una suerte de alter-ego del mundo material, la visibilización del cuerpo atraviesa por un proceso diferente. Aquí, son los mismos sujetos los que (re)crean una imagen de su fisionomía de acuerdo con lo que buscan mostrar a los cientos de personas que navegan en la web. En este escenario, el cuerpo deja de ser representado para ser simulado.
Por medio de una foto de perfil o un avatar, el usuario de Internet, en especial de los espacios sociales como Facebook, Twitter o Instagram proyecta una imagen que excede su forma física. Las sonrisas fingidas, los cuerpos esbeltos, los peinados perfectos, entre otros adornos son construcciones que pertenecen al terreno de lo hiperreal, que según Hal Foster (2001) "es más que un engaño del ojo. Es un subterfugio contra lo real, un arte empeñado no sólo en pacificar lo real sino en sellarlo tras superficies, en embalsamarlo en apariencias" (2001, 144).
La hiperrealidad que habita en redes sociales, encubre el verdadero rostro y cuerpo de los usuarios, que son concebidos a partir de lo que Foster denomina como "real traumático". La operación surge a partir de la representación del trauma, mediante una imagen preproducida de la corporalidad del usuario, que aparenta ser natural. Es aquí en donde se asienta el engaño del simulacro de Internet, o como diría Foster la pantalla tamiz que separa al sujeto de lo real. Sin embargo, el autor explica que este artificio va desapareciendo en el momento de la repetición, es decir, cuanto más se exhiba la apariencia, más brota lo real. (2001, 136). Por ejemplo, una joven que únicamente muestre fotos de su cara (en todas las gestualidades posibles), denota que el trauma subyace en su cuerpo, ya que es lo que no está expuesto. De esta manera se rompe con el tamiz de la simulación.
Por otro lado, el velo elaborado por el usuario no necesariamente se ajusta al ideal de lo bello, pues está atado a la subjetividad. Así, la imagen construida puede exhibir un ser perfecto o a un ser desfigurado ('real' o ficcionado), lo cual es aceptado dentro la web. La dinámica del ciberespacio es pendular, en el sentido de que combina tanto lo existente como lo imaginario, por esta razón el sujeto es libre de exhibirse, con base en sus propias normas.
De acuerdo con ello, podría decirse, en términos de Georges Bataille (2007), que el sujeto de internet es un ser transgresor. Para comprender esto, es necesario explicar antes que la web es interpretada, desde el capitalismo, como en nuevo espacio de lo sagrado. La red figura como la ruptura de la continuidad del mundo del trabajo (lo profano), porque es el (no) lugar del entretenimiento. En ese sentido, su carácter sacro proviene de su semejanza con el mundo de la fiesta, en donde "lo que está habitualmente prohibido puede ser permitido, o incluso exigido, en toda ocasión." (2007, 72). La red posibilita salir de la racionalidad a través de la apropiación de las herramientas digitales para la construcción de una personalidad alterna que se manifiesta en la interacción en redes sociales, foros, salas de chat y en videojuegos.
La transgresión por medio de la simulación del ser representa la negación del yo, conducta que en términos de Julia Kristeva (1988) ubica al sujeto dentro de la categoría de lo abyecto (1988, 8). En este punto nace la interrogante: ¿cuál es el abyecto: el ser de carne y hueso o el avatar de redes sociales? En una primera instancia sería el yo digital, pero, según la psicología de cada individuo, es el yo real. Como he mencionado en líneas anteriores, lo que el usuario quiere encubrir tras su foto de perfil es a sí mismo: el imperfecto, que no encaja dentro de los modelos de belleza del régimen de visión contemporáneo.
En ese afán por ser el otro mejorado, el usuario de redes sociales se transforma en un ególatra, ya que como menciona Kristeva "la abyección es una especie de crisis narcisista" (1988, 24). A partir de un me gusta de Facebook o Instagram, el individuo satisface su deseo de aceptación y entierra su verdadera forma. El ser se convierte en una suerte de espéculo, que se forja con la opinión ajena.
El abyecto de redes sociales es además un cínico, ya que es capaz de cualquier estrategia para encajar dentro de la comunidad virtual. En ese sentido, "no abandona, ni asume una interdicción, una regla o una ley, sino que la desvía, la descamina, la corrompe." (Kristeva 1988, 25). La transgresión se revela en la inocente modificación del retrato personal, hasta la usurpación de imágenes de figuras públicas que deambulan en Google, sin restricciones de uso. Por esta vía, asegura su permanencia dentro del círculo sagrado de la web.
La construcción artificial del yo trae a colación otro dilema de la representación del cuerpo en la web: la inmaterialidad. Para Judith Butler (2002) lo corporal cobra forma a partir del discurso (2002, 54), sin embargo, dentro del ciberespacio, ese recurso se diluye en la ficcionalización de la identidad del sujeto. Por tanto, se desdibujan las categorías clasificatorias de sexo/género, raza o clase social que rigen en la realidad, ya que estamos hablando de seres abyectos, los cuales, de acuerdo con Kristeva no pueden ser nominados (1988, 23). Esa característica abre la posibilidad de resignificar las determinaciones lingüísticas que han recaído sobre la corporalidad –en especial de las otredades- mediante la inmaterialidad.
Los cuerpos abyectos de la racionalidad falocéntrica pueden interpelar a los discursos hegemónicos a partir de la táctica de la imitación que propone Butler, que coincide con la dinámica de desdoblamiento de los sujetos de Internet. "La tarea consiste en reconfigurar ese 'exterior' necesario como un horizonte futuro, un horizonte en el cual siempre se estará superando la violencia de la exclusión" (2002, 91) Para cumplir ese cometido, la hiperrealidad de la que habla Foster, puede servir como encubrimiento de la imagen lingüística y simbólica discriminatoria, para la consolidación de una nueva representación de los cuerpos de las otredades.
En suma, Internet y su imagen simulacral, han desarraigado a los individuos de su propia corporalidad, en el sentido de que les ha facilitado construirse como espectros de sí mismos, a partir de la negación de su propia imagen. Esta dinámica, si bien implica un comportamiento esquizoide con relación a la identidad de los sujetos, representa el terreno idóneo para la construcción de nuevos sentidos sobre los cuerpos que han sido desplazados por la racionalidad.

Referencias:
Bataille, Georges. 2007. El Erotismo. Barcelona: Tusquets.
Butler, Judith. 2002. Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del "sexo". Barcelona: Paídos.
Foster, Hal. 2001. El retorno de lo real. Madrid: Akal.
Kristeva, Julia. 1988. Poderes de la perversión. México: Siglo XXI.


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