El combate urbano en el Siglo XXI

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Descripción

EL COMBATE URBANO EN EL SIGLO XXI
Guillermo Lafferriere
El hombre a lo largo de los siglos ha peleado en casi todos los ambientes geográficos y ha adaptado los procedimientos a los mismos, teniendo siempre en cuenta al enemigo que enfrentaba, sus propios medios y el objetivo que lo impulsaba a luchar. En esa larga historia de luchas, ha habido un tipo de combate que por lo general se trataba de eludir: aquel que se llevaba a cabo en poblaciones. El evitarlo responde a varias razones y como si fuera un juego de opuestos, existían también fundamentos para combatir en ellas. Veamos algunos aspectos de casa uno de ellos.
Se trataba de evitar combatir en poblaciones porque los ejércitos en general se han entrenado para combatir en espacios más o menos amplios. Es decir aquellos que les permiten desplegar la mayor cantidad posible de sus medios. Esto, en una mirada teórica, permite contar con mayores posibilidades de afectar al enemigo y por otro lado otorga también distintas variantes para hacer frente a las distintas contingencias que la lucha puede ofrecer. Una fuerza militar que debe combatir en una población debe necesariamente, renunciar a pretender desplegar sus fuerzas ampliamente. Esto no se lo permite la naturaleza propia del terreno urbano: calles relativamente estrechas, distintos tipos de construcciones que evitan que la fuerza pueda desplegarse y quien la conduce mantener el control de las mismas, dificultades para mantener el contacto entre quien dirige las operaciones y las diferentes tropas que conduce; las que a su vez tienen similares dificultades para mantener enlace con otras fuerzas que les pueden servir de apoyo. Por supuesto, todo esto lleva a que las acciones de las tropas se vean reducidas a las que pueden llevar adelante fracciones relativamente pequeñas de las mismas; en directa relación con el espacio que la población en su diseño permita para que una fuerza determinada pueda desplegarse y combatir.
Las circunstancias que acabamos de describir tan someramente, colocarán a la fuerza atacante en el riesgo de diseminarse en los distintos recovecos que la población presente, combatiendo cada fracción separada del resto de las fuerzas, sin un control de las mismas relativamente confiable, todo lo cual tendrá una natural tendencia a que las tropas operen según el criterio que las mismas vayan adquiriendo de la situación en función directa con las particularidades que cada una de ellas vaya viviendo . En esa dinámica, es dable de esperar que quien se defendía en una población podía pretender sacar ventaja de esa situación, aprovechando la dispersión de las fuerzas enemigas y su imposibilidad de desplegarse en fuerza para intentar destruirla por medio de acciones veloces, extremadamente violentas y que sacaran provecho de los innumerables lugares que una población ofrece a quien pretenda usarla inteligentemente para defenderse.
Mencionamos también que a pesar de los inconvenientes planteados, no pocas veces los ejércitos no solamente no reusaron combatir en zonas urbanizadas, sino que decididamente buscaron ese combate. Ello en general no fue porque se minimizaran los inconvenientes que este tipo de acciones poseen, sino porque en esas localidades se encontraban elementos de gran valor para quien pudiera controlarla, y este valor en el pasado incluso era uno tan intangible como el símbolo que la misma ciudad tenía para quienes por ella luchaban.
Ahora bien hubo distintas aproximaciones al hecho de tener que ofrecer combate en un terreno urbano. No pocas veces en el pasado, sobre todo en tiempos remotos, aunque existen antecedentes mucho más cercanos, se recurría al sitio de esa localidad. Una mirada a esa resolución podía indicarnos que era una manera lógica de actuar: se evitaba el combate y solamente era cuestión de esperar que la falta de recursos y el aislamiento obligaran a la población a rendirse. Ese tipo de decisiones requería de contar con mucho tiempo para ser llevada a cabo, establecer un cerco que el enemigo no pudiera romper para ayudad a la población sitiada, y que tampoco el enemigo contar con otras fuerzas móviles capaces de accionar sobre las fuerzas que establecen el cerco o sobe su línea de comunicaciones: pudiéndose dar el caso de una fuerza sitiadora que resultara ella misma aislada de sus fuerzas o del canal que la sostenía. En otras circunstancias, se buscaba atacar a la población forzando a la misma a través del empleo de una fuerza brutal. Ese proceder, no pocas veces se vio coronado por el éxito, aunque al costo de miles de vidas civiles y no menores bajas propias.
Todo lo que hasta aquí hemos mencionado, pareciera una suerte de brevísima aproximación a comprender lo que actualmente se conoce como combate urbano, y un lector desprevenido podrá considerar que los avances que la tecnología ofrece en nuestros días debe haber hecho lo suyo también con este asunto del combate en ciudades. La respuesta podrá parecer extraña, pero el combate urbano sigue siendo hoy en día tan complejo para una fuerza que debe emprenderlo como lo era en tiempos pretéritos. Emprender una acción de este tipo en el Siglo XXI es un muy difícil decisión y las razones no son solamente las que hemos mencionado; es que en ciertos aspectos esos mismo problemas se han potenciado.
En un combate urbano, es muy difícil que la población civil haya podido ser retirada de la localidad. En el pasado, no era raro que se permitiera el retiro de la misma, pero por lo general gran parte de la población permanecía en la ciudad. Esto hace que las tropas al combatir contra su enemigo en un ambiente urbano, por más que no sea objeto de su acción hacerlo, termina causando un enorme número de bajas a la población civil. ¿Por qué? Pues porque los combates se desarrollan aprovechando las mismas construcciones que habita la gente y por lo tanto se exponen ellos a ser alcanzados por las armas en cualquier encuentro entre los bando en pugna. Esto que es "comprensible" de ser entendido por los profesionales, en modo alguno es aceptable por el público en general cuando accede a las noticias y puede ver escenas extremadamente gráficas de las bajas civiles causadas por una fuerza militar en el ataque a una ciudad. Esas imágenes podrán tener una acción de prensa de la fuerza que desarrolló el ataque tratando de explicar que se minimizaron las bajas civiles, que se puso en riesgo a las tropas para evitar dañar a la población y que en definitiva no pudo evitarse el causar las mismas. Todo ello servirá de poco, y seguramente habrá un costo político por este tipo de acciones. Uno que el decisor responsable final de toda la guerra deberá evaluar cuidadosamente mucho antes de actuar.
El combate urbano en el Siglo XXI demanda de quien debe operar ofensivamente en el mismo que restrinja al máximo el empleo de armas pesadas, como la artillería de campaña o los cohetes, así como el uso de bombardeos aéreos. Esto es porque a pesar del avance en la precisión que puede esperarse en el empleo de las municiones que estas plataformas emplean, las mismas simultáneamente suelen ocasionar un número importante de víctimas entre la población civil, aspecto este que acabamos de tratar, y al mismo tiempo, la destrucción que causan logra dos efectos contraproducentes más. El primero es la creación de mayores lugares donde el enemigo puede ocultarse y desde los cuales lanzar ataques emboscado contra las propias tropas. El segundo es que esa destrucción altera por lo general la diagramación de los caminos donde se puede avanzar, cubriendo los mismos con escombros que se convierten en obstáculos que nuevamente el enemigo puede emplear para canalizar el avance del atacante a potenciales zonas de destrucción.
Otro peligro que el combate urbano está presentando en nuestros días es el empleo de armas químicas por alguno de los bandos. El terreno urbano por la compartimentación que hemos descripto, es apto para que se empleen armas químicas. Esto en razón que la tendencia a la poca permanencia de las mismas sobre el terreno se disminuye, al actuar en contra de ello los obstáculos que las instalaciones y construcciones ofrecen. De esa manera, el que emplea armas químicas logrará de las mismas una mayor acción de estas y obligará a tomar medidas preventivas activas a quien deba operar en un ambiente tan hostil.
El terreno urbano seguirá ofreciendo dificultades para mantener el enlace por medios radioeléctricos y aun disponiendo de sistemas satelitales de comunicaciones. Esto podrá mitigarse empleando drones que actúen como "repetidoras" en el aire que posibiliten contacto con comunicaciones más seguras. De todas maneras, el sempiterno problema de conducir tropas en ese ambiente será una constante, que requerirá a su vez de una gran flexibilidad en quienes conducen y simultáneamente el ejercicio de una iniciativa creativa de los comandos de niveles más bajos.
Está muy difundido el hecho que la población mundial tiene una creciente tendencia a radicarse en centros urbanos. Ese aspecto, sumado a que las urbanización actúan como una suerte de nivelador de fuerzas para quienes no pueden librar un combate en terreno abierto contra sus enemigos, está haciendo que todo lo relativo al combate urbano sea visto con mucha atención por los responsables del planeamiento del empleo del recurso militar. Y esto será algo que podrá darse tanto en la lucha contra irregulares como contra organizaciones de origen estatal.
Comprender esta tendencias, es parte del necesario proceso de acumulación de experiencia que sobre los conflictos en desarrollo se realiza en los países que desean contar con herramientas militares eficientes en caso de una crisis. Y para acercarse a ese conocimiento no se requiere viajar al lugar del combate. Una lectura atenta de las crónicas y la búsqueda de la más que abundante información abierta disponible alcanza para ello. Como siempre, será la voluntad de comprender que la guerra tiene una infinita capacidad de adaptación y de reinvención la clave para que esos cambios no sorprendan a los decisores estratégicos contando con recursos que resultan inapropiados y lo que es peor sin la doctrina necesaria para enfrentarlos.





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