EL COLEGIO DE SAN LUIS GONZAGA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA (CÁDIZ): UN RECORRIDO HISTÓRICO-LITERARIO (1864-1924)

June 5, 2017 | Autor: B. Rodríguez Capa... | Categoría: Jesuits
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Descripción

El Colegio de San Luis Gonzaga de la Compañía de Jesús de El Puerto de Santa María (Cádiz): un recorrido histórico-literario (1864-1924)

Capítulo segundo EL COLEGIO DE SAN LUIS GONZAGA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA (CÁDIZ): UN RECORRIDO HISTÓRICO-LITERARIO (1864-1924)

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El Colegio de San Luis Gonzaga de la Compañía de Jesús de El Puerto de Santa María (Cádiz): un recorrido histórico-literario (1864-1924)

Capítulo segundo

Bernardo Rodríguez Caparrini1

EL COLEGIO DE SAN LUIS GONZAGA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA (CÁDIZ): UN RECORRIDO HISTÓRICO-LITERARIO (1864-1924) No hay biografía de escritor andaluz del siglo XX que leas en la que no aparezca el internado de los jesuitas en El Puerto, la arboleda perdida de las clases de Retórica y el azul de vena o mapa que condenaba a la contemplación del mar y la belleza. Todos tenemos en la memoria una fotografía ideal de un fin de curso en ese colegio jesuítico del Puerto, en la que está un interno que se llama Juan Ramón Jiménez; y un mediopensionista travieso que se llama Rafael Alberti y es maestro en el arte de meter moscas de Picasso en las cazoletas de porcelana de los tinteros; y un guasón muchacho portuense que se llama Perico Muñoz Seca; y un adolescente, ya señor, que le dicen Manolito Halcón y que es hijo del marqués de San Gil... ¿Qué hubiera sido de la literatura española sin el colegio de los jesuitas del Puerto? Los cuadros de Alberti y de Juan Ramón estarían, probablemente, colgados ahora en el Museo de Arte Contemporáneo, pero la poesía española no habría cobrado vida con los animales de fondo y los marineros en tierra que nacieron a la vida y al amor en aquella ribera jesuítica de la mar de Cádiz. (Burgos, 1992). El colegio de San Luis Gonzaga, de la Compañía de Jesús, de cuya fundación se cumplen en este 2014 los 150 años, es conocido como “el colegio de los escritores” o “el colegio de los poetas”. Si preguntáramos a un español de cultura media por los nombres de algunos de los literatos que recibieron parte de su educación en este célebre centro de enseñanza de El Puerto de Santa María (Cádiz), seguramente citaría, en primer lugar, a Juan Ramón Jiménez (1881-1958) y a Rafael Alberti (1902-1999). Creemos que un número inferior de personas serían capaces de aludir, además, a dos antiguos alumnos contemporáneos del poeta de Moguer (Fernando Villalón y Pedro Muñoz Seca) y a otros dos que coincidieron en el colegio con el portuense Rafael Alberti (Manuel Halcón y Pedro Pérez Clotet). Aunque la calidad de la producción literaria de estos escritores, más que su número, bastaría para justificar la peculiar denominación del colegio, lo cierto es que, como pretendemos mostrar en estas páginas, fueron bastantes más de media 65

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docena los literatos que cursaron estudios en el colegio de San Luis Gonzaga desde su fundación en 1864 hasta su conversión en noviciado en 1924 (vid. cuadro n.º 1). En este capítulo nos proponemos hacer un relato histórico del colegio durante este periodo de 60 años, relacionando al mismo tiempo a los literatos que pasaron por sus aulas y aportando -cuando ha sido posible- los recuerdos escolares de estos estudiantes. Incluiremos en nuestro elenco a los alumnos que cultivaron -con mayor o menor éxito- la literatura en cualquiera de sus géneros clásicos (lírico, narrativo o dramático) tras salir del colegio, así como a aquellos otros que, aunque se dedicaran preferentemente al periodismo u otra profesión, nos han dejado también alguna producción literaria editada, ya sea en publicación individual o colectiva. Debemos observar que nuestra relación no pretende ser exhaustiva. Seguramente dejaremos de mencionar, de modo involuntario, a algunos colegiales que ejercitaran el arte literario durante su juventud o madurez, pero que por diversos motivos no llegaron a publicar su obra ni alcanzaron la misma fama que otros antiguos alumnos, razón por la cual no han podido ser detectados. 1. INTRODUCCIÓN La Compañía de Jesús, que había sido suprimida por el papa Clemente XIV en 1773, fue restablecida en la Iglesia por Pío VII el 7 de agosto de 1814. Mediante cuatro decretos sucesivos (1815-1816), el rey Fernando VII la restablecía en España y en los dominios españoles de ultramar. Unos 125 individuos, mayores de 65 años, formaban entonces la renacida provincia jesuita de España. A lo largo de la primera mitad del siglo XIX, la Compañía de Jesús pasará en España por varios períodos alternantes: de restauración, durante los regímenes absolutistas (18151820, 1823-1835) y de supresión, correspondientes a los ciclos liberales (1820-1823, 1835-1852). El artículo 29 del Concordato celebrado en 1851 entre el Estado español y la Santa Sede posibilitaba que la Compañía de Jesús estableciera en la Península “colegios de misiones” para ultramar y casas de religiosos que auxiliaran a los prelados y párrocos. Mediante una Real cédula de 19 de octubre de 1852, la reina Isabel II restablecía la Compañía de Jesús en las Islas Filipinas y designaba Loyola (Guipúzcoa) como casa matriz y colegio de misioneros. Otra Real cédula de 26 de noviembre del mismo año disponía que se estableciera en La Habana (Cuba) un colegio de jesuitas, “con obligación de encargarse de la educación secundaria superior”. Como señala el historiador jesuita Manuel Revuelta (1984: 17), no se trató de un restablecimiento legal de la orden, como se haría con las congregaciones de San Vicente de Paúl y de San Felipe Neri, sino que “la restauración isabelina consistió en una serie de autorizaciones para abrir casas concretas con fines determinados, fundamentalmente misionales”. A comienzos del bienio progresista (1854-1856), el Gobierno ordenó el traslado del noviciado de Loyola a Palma de Mallorca y las Juntas Revolucionarias locales cerraron algunas residencias (entre ellas las de Valladolid, Burgos y La Selva), si bien no se llegó a decretar la supresión de la Compañía. De hecho, durante el lapso progresista se mantuvo el colegio de segunda enseñanza del Sagrado Corazón, instalado en un antiguo convento 66

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benedictino de Carrión de los Condes (Palencia) en 1854, así como el seminario central de Salamanca, puesto bajo la dirección de la orden jesuita al año siguiente. Cuando el general Baldomero Espartero cae del poder, los jesuitas son autorizados -Real orden de 2 de octubre de 1856- a regresar a la casa solar de Loyola. El colegio de Loyola resultará pronto insuficiente para dar cabida al cada vez mayor número de candidatos a ingresar en la orden: 41 novicios en cada uno de los años 1854 y 1855, y 102 en 1856 (Revuelta, 2004: 306). Un nuevo Real decreto -16 de junio de 1857- establecía misiones en las islas del Golfo de Guinea, de las que debía encargarse el restablecido colegio de Loyola. Puesto que la Compañía de Jesús “necesitaba en Cádiz o sus inmediaciones una casa que sirviese de hospicio a los misioneros mientras esperaban el embarque, y para recibir en ella a los que por falta de salud volviesen de las misiones con el objeto de reparar sus fuerzas, como la hubo antiguamente en el Puerto de Santa María” (Zarandona, 1890: 112), a petición del procurador de misiones en Madrid, P. Antonio Zarandona (18041882), el Gobierno moderado de Ramón María Narváez entregó el 31 de agosto de 1857 a la Compañía el antiguo convento de mínimos de la Victoria de dicha población (Gómez Zamora, 1897: 452). Al año siguiente se establece en el mismo edificio de El Puerto de Santa María un noviciado, nombrándose rector y maestro de novicios al P. Victorio Medrano (1811-1880), que ejerce dichas funciones hasta 1863 (Frías, 1914: 123-125). Dado el notable desarrollo que experimentó la Compañía de Jesús en la Península y en ultramar entre 1853 y 1863, en este último año fue necesario dividir la provincia de España en dos, denominadas de Aragón y de Castilla. El decreto de división del Padre general Pedro Beckx (1795-1887) fue promulgado en Loyola el 7 de agosto de 1863 por el flamante provincial de Castilla, P. José Manuel Jáuregui (1804-1864). Contaba la provincia antes de su división administrativa con aproximadamente 900 miembros, de los que unos 560 fueron asignados a la nueva provincia de Castilla, cuyo extenso territorio comprendería Castilla, Vascongadas, Navarra, León, Galicia, Asturias y Andalucía, así como, fuera de España, las misiones de las Antillas, Fernando Poo, Ecuador, Guatemala y Portugal (Zarandona, 1890: 134-135; Frías, 1915: 6-10). 2. ORÍGENES DEL COLEGIO DE SAN LUIS GONZAGA. EL CURSO INAUGURAL EN PUERTO REAL (1864-1865) La iniciativa de la creación del colegio de San Luis Gonzaga partió de un grupo de hombres de negocios de Cádiz y de Jerez, siendo su principal promotor el banquero y comerciante gaditano Antonio de Zulueta Madariaga (c. 1815-1886). El P. José Manuel Jáuregui aceptó verbalmente en 1863 la propuesta del Sr. Zulueta, consistente en establecer un colegio de la Compañía en el sur de España, entre Sevilla y Cádiz, que ofreciera una educación católica de calidad, evitando con ello “la salida de los jóvenes para Inglaterra, Alemania y otras partes donde, en cambio de una instrucción, no siempre perfecta y acabada, dejan los jóvenes la fe y las buenas costumbres” (del Portillo, 1916: 36). Fallecido el P. Jáuregui en febrero de 1864, el nuevo provincial de Castilla -P. Eugenio Labarta (1807-1895)- firmará tres meses después (27 de mayo) un “Convenio con la Sociedad Fundadora del 67

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Colegio de San Luis”, en el que acordará con los representantes de dicha sociedad, Antonio de Zulueta, Juan de Silóniz Ortiz (1805-1887) y Luis Díez Fernández de la Somera (1817-1866), que el colegio sea dirigido y administrado por la Compañía de Jesús y que las clases comiencen provisionalmente en una casa alquilada de la villa de Puerto Real (Cádiz) en septiembre de 1864. También convienen que tanto los gastos de alquiler y arreglo de la casa de Puerto Real como los de construcción del nuevo edificio definitivo, “en el punto que se juzgue más conveniente”,2 corran por cuenta de la Sociedad Fundadora, que a tal efecto aportará un capital de dos millones de reales, a devolver por la Compañía sin interés alguno “a razón de cuatro mil duros al año desde el siguiente a la instalación del colegio definitivo, quedando hipotecado el edificio hasta el reintegro completo, de propiedad de los prestamistas en la suma no reembolsada si por cualquier causa política o social el colegio cesara antes” (Frías, 1944: 404). Era necesario, pues, encontrar en Puerto Real un edificio capaz de albergar el incipiente colegio durante el curso 1864-1865. Esta tarea se presentaba complicada, pues no abundaban en el pueblo inmuebles que pudieran ser adaptados a establecimientos docentes. Sin embargo, en nombre de “los empresarios del Colegio de San Luis Gonzaga”, Antonio de Zulueta presenta el 6 de septiembre de 1864 una instancia ante el alcalde, Manuel Darnell, solicitando permiso para cerrar por ambos lados el tramo de la calle del Rosario que iba desde la calle de la Amargura a la Ribera, “a fin de poner en comunicación interior el solar con el colegio, como sitio de recreo para los alumnos”.3 El mismo Sr. Zulueta manifiesta que los padres-accionistas del colegio pretenden realizar la unión de estas dos fincas con la conformidad de su propietario, el empresario gaditano Antonio Matalobos Azopardo, quien se las había arrendado. El lugar elegido era la casa n.º 55-57 de la calle de la Amargura, a la que se deseaba agregar el solar correspondiente al n.º 53 de la misma calle. Situado en el barrio de San Telmo, se trataba de un edificio de 999 m2, con tres plantas en su fachada sur (c/ Ribera) y dos en la norte (c/ Amargura). Las razones que aduce Antonio de Zulueta para respaldar su pretensión -el hecho de que el cerramiento no perjudicaba a ningún vecino y el escaso tránsito de personas por esa parte de la villa- convencen sin mayores problemas al Ayuntamiento, que en su sesión de 9 de septiembre acuerda autorizar el cerramiento por cinco años, estando obligada la empresa a restablecer el tránsito por la calle del Rosario una vez transcurrido este plazo. Como rector del colegio se nombró -15 de agosto de 1864- al P. Bartolomé Munar Capo (1815-1869), hasta entonces rector de Carrión de los Condes, el mismo que diez años antes había fundado en La Habana el Real Colegio de Belén. El P. Munar, que se encontraba en Puerto Real desde el 31 de julio, ejercerá además como prefecto (de estudios y de disciplina) y dirigirá la congregación mariana. El resto de la comunidad la formaban los PP. Ramón Mendía Aguirre (ministro y procurador) y Francisco Ruiz Mateos (prefecto espiritual); los escolares (“maestrillos”) Venancio Sorondo, Cándido Sanz y Ángel Sánchez Teruel, más los hermanos coadjutores José Leúnda, Pedro Moreno y Felipe Osoro. El curso escolar da comienzo el 20 de septiembre con 50 alumnos,4 que en su mayoría se adscriben a la clase de instrucción primaria. Las localidades de procedencia de los internos eran principalmente las de Sevilla, El Puerto de Santa María, Jerez de 68

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la Frontera y Cádiz. La cifra más alta que se alcanzó durante el curso 1864-1865 fue de 58 alumnos. El primer matriculado fue Antonio de Zulueta González de la Mota; el segundo, Luis Díez Carrera. Eran hijos de los socios fundadores Antonio de Zulueta Madariaga y Luis Díez Fernández de la Somera. También se inscribió Miguel Matalobos Azopardo, hijo del propietario del inmueble.5 3. COLEGIO PROVISIONAL EN EL PUERTO DE SANTA MARÍA Y CONSTRUCCIÓN DEL NUEVO EDIFICIO (1865-1867) Mientras transcurre el curso en Puerto Real, los empresarios del colegio de San Luis Gonzaga siguen buscando el emplazamiento definitivo donde edificar el colegio. Hacia el mes de septiembre de 1864, la empresa propone a los patronos de la fundación benéfico-docente de Francisco de Paula Rodríguez, de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), su participación económica en la construcción -en dicha población- del deseado centro de segunda enseñanza, con capacidad para un máximo de 250 internos “y con clases para número proporcionado de externos”.6 Parece que los patronos de la fundación sanluqueña llegaron a aprobar las condiciones propuestas, si bien el Padre provincial y sus consultores rechazaron finalmente el proyecto a mediados de octubre de 1864 (Frías, 1944: 405). Probablemente influyó en esta decisión, entre otras razones, el hecho de que -ya el 8 de agosto de ese mismo año- el alcalde de El Puerto de Santa María (José Francisco Barreda Pérez) comunicara al P. Bartolomé Munar que una comisión mixta de concejales y vecinos había adquirido el antiguo convento -ya derruidoy huerta de San Francisco, “cuyos locales reúnen a todas las condiciones que pueden apetecerse”,7 y que ofrecían gratuitamente los terrenos a los promotores del colegio para la edificación del mismo. La oferta es aceptada en enero de 1865 (Frías, 1944: 406) y se encarga el proyecto al arquitecto Balbino Marrón Ranero, que lo firma en Sevilla el 1 de junio. Ya en el mes de marzo se habían iniciado los trabajos de replanteo, circunstancia que aprovecha el arquitecto provincial Juan de la Vega para presentar -5 de julio de 1865- un “Proyecto de alineación parcial para la Plaza y Calle de San Francisco”. El 18 de noviembre de 1865, el gobernador civil comunica al Ayuntamiento que la Junta Provincial de Obras Públicas ha aprobado los planos de Balbino Marrón. Cinco días después, el alcalde Francisco de Paula Vergara de la Concha dispone que se traslade el dictamen a la Comisión Fundadora del Colegio de San Luis Gonzaga (Castro, 1994: 36-38; Rodríguez Caparrini, 1997b). Debido al aumento de solicitudes de ingreso, el colegio se traslada a El Puerto de Santa María en el curso 1865-1866. Allí funcionará de manera provisional, durante ese curso y el siguiente, en el antiguo Hospicio misionero de Indias de la Compañía de Jesús, ubicado en la calle Uriarte n.º 12 (hoy c/ de los Moros). Cede el local para tal fin su propietario, el bodeguero Manuel María González Ángel, “en atención al provecho que obtendría el edificio cuando los padres lo dejaran para trasladarse al nuevo colegio” (del Portillo, 1916: 37). Las obras de adaptación del edificio de Puerto Real y del Hospicio supusieron un gasto de aproximadamente 240.000 reales. El número total de alumnos -internos más externos- del curso 18651866 fue de 110. Se admitieron en primer lugar a los niños cuyos padres habían 69

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aportado al fondo de construcción del colegio, de dos millones de reales, un capital no inferior a 20.000 reales. Entre ellos se encontraban la mayoría de los antiguos alumnos de Puerto Real. En una circular del año 1865, el presidente de la Comisión Fundadora, Rafael Rivero de la Tijera (1800-1881), entonces alcalde de Jerez de la Frontera, explicaba que las acciones serían reintegrables en 25 años, “sin ganar interés, pues los que aceptamos este pensamiento no buscamos lucro en él”.8 El resto de plazas se adjudicó, por orden de fechas, a los que aportaron de una vez como donativo una cuota de entrada de 4.000 reales “con destino al reembolso de los gastos suplidos del fondo de construcción, para la preparación del edificio provisional, traslación, etc.”.9 La comunidad jesuita se incrementa en 4 sujetos, pasando de 9 a 13 miembros en el año académico 1865-1866. Diez dependientes, o personal seglar contratado (sastres, camareros, cocineros), trabajan al servicio del internado. En el curso 1866-1867 serán 14 los jesuitas que atiendan a los aproximadamente 123 colegiales. Un brote de “fiebres pestilentes” obliga a interrumpir las clases durante casi dos meses, desde el 21 de diciembre de 1866 hasta el 16 de febrero de 1867. Como el colegio de San Luis Gonzaga estaba incorporado al Instituto Provincial de Jerez de la Frontera, dos catedráticos de este centro se desplazan a El Puerto de Santa María a principios de junio de 1867 para los exámenes de las asignaturas de segunda enseñanza. El 21 de ese mismo mes, día del patrono titular del colegio, hacen la primera comunión unos 25 alumnos. Una semana más tarde, tras la distribución de premios y los actos religiosos, todos los internos marchan a sus casas (“Historia Domus”, folios 2-4; Rodríguez Caparrini, 1997a). A mediados de octubre de 1866 se había ejecutado un tercio de la obra del nuevo colegio, pero se necesitaban 600.000 reales adicionales para su continuación. En una junta general celebrada el 21 de octubre, los socios fundadores autorizaron a la Comisión para que emitiera un empréstito, con interés del 6 %, amortizable en seis años y garantizado por la hipoteca del edificio. El presidente accidental, Bartolomé Vergara Vegas (1802-1875), se suscribió por 30.000 reales; Julián Pemartín Laborde, por 20.000; Manuel María González Ángel aportó 12.000. Diez mil reales fue la contribución de cada una de estas personas: José Pemartín Laborde, Ignacio Fernández de Castro Gutiérrez de Castro, José Romero Gil, José G. de Palacios, Mariano Lassaletta Fesser, Juan Francisco Vergara Marichalar y Juan José Vergara Marichalar. Finalmente, José María Bustamante Padilla y su cuñada Carmen Fernández de Castro Bustamante aportaron 5.000 reales cada uno. Por estas fechas, la provincia jesuita de Castilla había recibido un importante legado de la opulenta santanderina Justa López Martínez (1819-1894). Ascendía a tres millones de reales, que en parte se destinaron a rematar las obras y a la adquisición del mobiliario del colegio y de los utensilios sagrados de la iglesia (Frías, 1944: 407). Con el respaldo de este capital de doña Justa López, a quien el P. Beckx declarará el 15 de diciembre de 1866 fundadora del colegio de San Luis Gonzaga, el rector Bartolomé Munar pudo manifestar en la junta general que tenía autorización para declarar que “quedaba ampliado el contrato de 27 de mayo de 1864 por el importe del empréstito que se realice; ampliando, por tanto, la amortización anual por el periodo que sea necesario para cubrir el total que se expenda en la construcción del edificio y demás gastos sufragados por la Empresa”.10 En la mencionada junta 70

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general se acordó por unanimidad dar un voto de gracias al P. Munar, “así por el excelente estado de la enseñanza y disciplina de los alumnos, cuanto por su celosa cooperación con la Comisión”.11 4. EL COLEGIO EN EL NUEVO EDIFICIO (1867-1868). SU CIERRE TRAS LA REVOLUCIÓN DE SEPTIEMBRE DE 1868 Después de algo más de dos años de obras, aun a falta de algunas dependencias, pero ya en condiciones de habitabilidad para unos 300 internos, la comunidad jesuita de El Puerto de Santa María se establece por fin con sus enseres en el flamante edificio -un rectángulo de 129 x 63,50 m- de la plaza de San Francisco (hoy del Ave María) el sábado 27 de julio de 1867. Unos días antes, el 23 de julio, se publicaba en el diario gaditano El Comercio una crónica de Rafael Robles Carmona, quien narra de esta manera sus impresiones tras haber visitado el colegio: Es, en fin, lo que se llama una obra grandiosa y colosal, donde todo respira suntuosidad, amplitud, comodidad y buen gusto; situada en una posición local tan admirable como conveniente; aislada, pues se halla fuera del pueblo; con vistas deliciosas; y en las mejores condiciones higiénicas de ventilación, con aires purísimos del campo, por hallarse en un punto muy elevado y sano. (ap. Rodríguez Caparrini, 1997b)

En este curso 1867-1868, que da comienzo el 2 de septiembre, la comunidad jesuita casi se duplicará con respecto a los dos cursos anteriores y estará compuesta por 25 miembros: seis sacerdotes, seis escolares y 13 hermanos coadjutores. La nómina de empleados no jesuitas asciende a 21 individuos, en su mayor parte solteros y menores de 30 años. Los alumnos que estrenan el edificio son ya 175 (155 internos y 20 externos), medio centenar de los cuales aproximadamente son asignados a la clase de instrucción primaria, también llamada de “rudimentos” (Rodríguez Caparrini, 2007: 41, 43-44). La pensión anual era de 4.800 reales, a pagar en dos plazos: septiembre y febrero. Aparte había que abonar el lavado y arreglo de ropa y las asignaturas llamadas “de adorno”, como Inglés, Dibujo o Música.12 En el mes de noviembre se organizan ejercicios espirituales durante tres días. Ejerce como Padre espiritual Rafael Izaga Fernández de Gamboa, que es sustituido en el cargo en enero de 1868 por el P. Guillermo Betelu Olasagasti. A principios de febrero se envía a las familias un primer informe sobre la conducta y aplicación de los alumnos durante los cinco meses anteriores. El segundo informe se emite el 21 de junio, cuatro días antes del comienzo de las vacaciones. En él, el rector Munar comunica que el curso siguiente dará comienzo el 3 de septiembre de 1868 y que “todos los alumnos deben pernoctar aquel día en el colegio” (Rodríguez Caparrini, 2007: 46). La Real orden de 24 de junio de 1867 había concedido a la Compañía de Jesús el privilegio de abrir centros de segunda enseñanza con dispensa a sus directores y profesores de los títulos y fianzas exigidos por las leyes vigentes. Esta autorización permitió a los jesuitas españoles afrontar con optimismo las tareas 71

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educativas en el colegio de Carrión de los Condes y en el de El Puerto de Santa María (pertenecientes a la provincia de Castilla), así como en el de San Ignacio, encomendado por el Ayuntamiento de Manresa (Barcelona) en 1864 a la provincia de Aragón. En septiembre de 1868 se fundarán otros tres establecimientos docentes en Valls (Tarragona), Graus (Huesca) y Orihuela (Alicante). Entre 1857 y octubre de 1868, los jesuitas españoles han pasado de 466 a 1.300 sujetos, de los que 550 residen en las casas que la provincia de Castilla tenía en España (en ultramar vivían algo más de 300 jesuitas castellanos). Los residentes en Andalucía -noviciado y colegio de El Puerto y residencia de Sevilla- son 117 (Revuelta, 1984: 17-23). Este progreso de la Compañía de Jesús en España iba a verse detenido por las circunstancias políticas del país. El viernes 18 de septiembre de 1868, quince días después de la apertura del curso en San Luis Gonzaga, tiene lugar en la bahía de Cádiz el pronunciamiento de la escuadra al mando del brigadier Juan Bautista Topete Carballo (1821-1885), comandante y capitán del puerto de Cádiz: En la misma mañana los buques de guerra surtos en este puerto, con todas las fuerzas del resguardo marítimo, se colocaron en línea de combate a la boca del mismo ocupando toda la bahía. A eso de la una hicieron una salva, con la marinería en las vergas, oyéndose distintamente el eco de sus entusiastas aclamaciones desde las murallas por el numeroso vecindario que había acudido a contemplar el hermoso panorama que presentaba la bahía. (Rosetty, 1869: 53) Se iniciaba así la revolución “Gloriosa” de septiembre de 1868, fruto de una gran coalición entre los partidos Progresista, Demócrata y de la Unión Liberal, unidos con el objetivo común de derribar la monarquía de Isabel II. Este movimiento revolucionario, de carácter liberal-burgués, pretendía además acabar con el monopolio de poder de que disfrutaba el partido Moderado, incapaz de resolver los graves problemas políticos, sociales y económicos de la nación. La guarnición de Cádiz se une el sábado 19 a la revolución, que se extiende rápidamente a toda Andalucía. Esa misma tarde llega al colegio de San Luis Gonzaga para entrevistarse con el Padre rector el capitán de fragata Emilio Barreda Pérez, uno de los oficiales de la fragata blindada Zaragoza. Traía un mensaje urgente del brigadier Topete avisando del peligro de que fuesen asaltados por la multitud tanto el colegio como el noviciado de la Victoria y ofreciendo un vapor para conducir de madrugada a los jesuitas al amparo de las fragatas fondeadas en la bahía. El rector Munar, que se encontraba gravemente enfermo, ordenó la salida de los alumnos y de los religiosos, quedando el colegio protegido por una guardia de carabineros. Casi medio centenar de jesuitas de las dos comunidades de El Puerto zarparon el día 21 con rumbo a Gibraltar. Hasta entonces estuvieron refugiados en los domicilios particulares de Bartolomé Vergara, Carmen Ortiz, Faustino de Arbe Carrasquedo y Francisco de Paula Costas Barreda (médico cirujano). En la quinta El Cerrillo, propiedad del bodeguero Tomás Osborne Böhl de Faber, permanecerían alojados durante 15 días el escolar Rafael de los Reyes y cuatro novicios (de los Reyes, 1892: 123-164; Revuelta, 1984: 33-42). Tomás Osborne Guezala, primogénito del anterior y de Enriqueta Guezala Power, había ingresado en el colegio de los jesuitas aquel mismo curso de 1868-1869: 72

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Cuando los alumnos del colegio de S. Luis salieron y se repartieron en algunas casas de la ciudad, un hijo de este caballero, niño de nueve años, (...) entró llorando en la casa que sus padres tenían en la ciudad, y se halla muy próxima al colegio. Aquí le recogió su padre y le condujo a la quinta. Cuando los vio entrar la señora, dijo al marido que cómo no traía consigo algunos religiosos de la Compañía sabiendo que las dos comunidades del colegio y del noviciado estaban dispersas.13 Otros 50 jesuitas -escolares en periodo de formación en su mayoríapermanecieron en El Puerto hasta el 4 de octubre de 1868, ocultos en las casas de las familias que les habían dado acogida. Salieron pocas horas antes de que la Junta Revolucionaria local que se formó en los primeros días de la revolución, “por aclamación del pueblo”, acordara por unanimidad -siguiendo el ejemplo de la Junta de Sevilla- expulsar de la ciudad a los miembros de la Compañía de Jesús, dándoles 48 horas de plazo, pasado el cual sería declarado rebelde todo jesuita que permaneciese en la población. Tomó también la Junta el acuerdo de “incautarse a nombre del Estado de todos los bienes de la Compañía de Jesús, sin perjuicio de que al retirarse los individuos de la misma puedan llevar consigo las ropas y demás objetos de su uso”.14 La orden de expulsión fue comunicada oficialmente ese mismo día al P. José María Mon, que actuaba como superior, al haber salido de El Puerto los rectores del colegio y del noviciado. Solo permanecían entonces en la ciudad el hermano enfermero Ramón Gorosta y otro coadjutor, que fueron autorizados por la Junta a quedarse en casa del médico Francisco de Paula Costas (calle Cielos, 75) para cuidar de otros dos jesuitas gravemente enfermos. En la composición de la Junta Revolucionaria portuense -que sustituye al Ayuntamiento que hasta entonces había presidido Juan de Mata Sancho Díez de Alda-Sopranis (1822-1886)- predominaban los miembros del partido Demócrata, siendo la Unión Liberal la segunda fuerza política. Además de la expulsión de los jesuitas, la Junta tomó otros acuerdos de carácter anticlerical entre el 21 de septiembre y el 12 de octubre de 1868: expulsión de los franciscanos, incautación del convento de San Juan de Dios, derribo de la iglesia y ex convento de los Descalzos y expulsión de los misioneros de Filipinas (Iglesias, 1985: 103-104). La decisión de expulsar a los jesuitas de El Puerto no se debió probablemente al anticlericalismo de la mayoría de los junteros (a pesar de que la ideología del partido Demócrata era marcadamente anticlerical y, en algunos casos, anticatólica), sino a una exigencia de sectores exaltados de la población, cuya actitud hostil hacia los jesuitas hacía presagiar graves alteraciones del orden público a los nuevos responsables del Gobierno local. De no estar convencidos de que se trataba de un mal menor, difícilmente hubiesen secundado el acuerdo de expulsión los vocales pertenecientes a la Unión Liberal, el menos anticlerical de los partidos implicados en la conspiración y que, en líneas generales, venía manteniendo relaciones cordiales con la Iglesia. Ya hemos hecho referencia a la actitud protectora de Juan Bautista Topete, destacado líder unionista de la revolución, cuya intervención personal evitó que algunos sacerdotes jesuitas fuesen agredidos en su huida de El Puerto. El historiador Manuel Revuelta (1984: 33) afirma que los dos hijos de Topete fueron alumnos del colegio de San Luis “hasta pocos días antes de la revolución”. Emilio Barreda 73

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Pérez, uno de los dos vicepresidentes de la Junta Revolucionaria portuense y representante directo del brigadier Topete, era tío carnal de José Barreda Bonmati, alumno que en vísperas de la revolución cursaba tercer año de bachillerato en San Luis Gonzaga. También eran entonces alumnos internos allí los hermanos Joaquín y Manuel Gaztelu de la Vega, hijos de Mariano Gaztelu Hinojosa, vocal de la Junta y socio fundador del colegio. Habíamos dicho que el curso 1868-1869 arrancó en San Luis Gonzaga el 3 de septiembre de aquel decisivo año de 1868. El cronista de la comunidad jesuita del colegio escribió que este curso dio comienzo “con mucha alegría y con gran concurrencia de alumnos” (“Historia Domus”, folio 5). Puesto que el plazo legal para realizar la matrícula en los centros de segunda enseñanza finalizaba el 15 de septiembre, no hubo seguramente tiempo de enviar al Instituto Provincial de Jerez de la Frontera la relación de los alumnos matriculados en el colegio de San Luis Gonzaga. Tampoco hemos encontrado ningún listado de la matrícula en el archivo histórico del colegio. Resulta por ello difícil establecer con exactitud el número de escolares que cursaban estudios en los jesuitas de El Puerto en el momento del estallido de la revolución. La revista católica La Cruz, al informar del suceso, da la cifra de 270 alumnos -“expulsados entre los gritos de los amotinados” (ap. Revuelta, 1984: 33)-, lo cual representaría un notable incremento del 54  % con respecto al curso anterior. Sabemos que en el mes de marzo de 1869, el antiguo Padre ministro y procurador del colegio -Ramón Mendía- se encontraba en el domicilio de Bartolomé Vergara, en la calle Larga n.º 72.15 Su retorno a El Puerto de Santa María, seguramente desde Gibraltar, fue posible gracias al decreto del Gobierno Provisional, suscrito por el unionista Antonio Romero Ortiz, ministro de Gracia y Justicia, el 12 de octubre de 1868. En virtud de este decreto quedaba suprimida la Compañía de Jesús en toda España e islas adyacentes, se cerraban sus colegios e instituciones y se requisaban todos sus bienes, pero dejaba sin vigor las expulsiones ordenadas por las juntas revolucionarias, pues permitía la permanencia de los jesuitas en España como ciudadanos particulares, aunque, en contra de los principios revolucionarios, se les negaban las libertades de reunión y asociación. Un efecto inmediato del decreto de Romero Ortiz fue la dispersión por España de los jesuitas que ya eran sacerdotes, mientras que muchos jóvenes novicios y estudiantes -con mayor riesgo de desvincularse de la Compañía- fueron conducidos por sus superiores a un exilio voluntario en casas o comunidades de Francia (Revuelta, 1984: 101-105, 139-140). El decreto de supresión de 12 de octubre de 1868, convertido en ley en junio del año siguiente, impedía cualquier posibilidad de que la orden reiniciara la actividad docente en el colegio de San Luis Gonzaga. Tras ser suprimidas las juntas revolucionarias por el Gobierno Provisional el día 20 de ese mismo mes de octubre, algunos ministros -entre ellos el de Marina, Juan Bautista Topete- intentaron que el gabinete suavizara su política religiosa. Al parecer, el Gobierno dio permiso verbal a los jesuitas para que volvieran a sus colegios sin usar el hábito religioso, invitación que, de ser cierta, no fue aceptada entonces por la Compañía (Cárcel, 1979: 236; Revuelta, 1984: 108-109). Decretado el reinicio del curso 1868-1869 para el primer día hábil del mes de noviembre de 1868, los alumnos del colegio de San Luis Gonzaga de El Puerto -cuya educación había quedado interrumpida- tuvieron 74

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que buscar un centro de enseñanza alternativo donde continuar sus estudios. Hemos podido determinar el destino, a lo largo de ese turbulento curso, de 62 de los 175 alumnos que estuvieron matriculados en San Luis Gonzaga durante el año académico 1867-1868: 28 de ellos pasan al Instituto Provincial de Jerez de la Frontera; 20 se matriculan en el colegio de los escolapios de San Francisco Javier de Sanlúcar de Barrameda (las Escuelas Pías fueron consideradas como centros de instrucción pública); seis se distribuyen entre distintos centros de enseñanza (Gibraltar, Cádiz, Arcos de la Frontera y Sevilla); cuatro marchan a internados jesuitas en el extranjero (dos en Inglaterra y dos en Francia); otros dos -los portuenses José María Py Puyade y Ramón Tejada Jiménez- eligen la enseñanza libre; Francisco Lassaletta Fesser es admitido en Oscott College (Birmingham), mientras que los padres de Cristóbal Colom Bermejo lo envían a una escuela de comercio de Bélgica (Rodríguez Caparrini, 2007: 53-54; 2011: 171, 180, 182). Inmediatamente después de que la Junta Revolucionaria portuense se incautara del edificio, la biblioteca y los enseres del colegio de San Luis Gonzaga, previo inventario realizado entre el 26 de octubre y el 9 de noviembre de 1868 (Conde, 2012: 39-40), la junta de accionistas que lo había erigido solicitó al gobernador civil de Cádiz -10 de noviembre- la posesión pacífica del mobiliario y útiles del colegio, acogiéndose a las cláusulas de la fundación. En marzo y noviembre de 1869 volverá a reclamar Bartolomé Vergara la entrega del edificio con su contenido a los legítimos propietarios (Revuelta, 1984: 41). 5. EL COLEGIO DE JEREZ DE LA FRONTERA (1870-1875). SU TRASLADO A EL PUERTO DE SANTA MARÍA (1875) Durante el sexenio democrático (1868-1874), los jesuitas españoles -a pesar de estar legalmente suprimidos- llegaron a abrir 11 colegios de segunda enseñanza en España y dos en Francia (Revuelta, 1998: 15). La base legal para estas fundaciones fue el decreto firmado el 21 de octubre de 1868 por el ministro de Fomento, el progresista Manuel Ruiz Zorrilla, quien dispuso la enseñanza libre en todos sus grados y la autorización para que cualquier español fundara establecimientos de enseñanza sin requisito previo. El colegio “libre” de la Purísima Concepción, de Jerez de la Frontera, fue uno de los cinco que se abrieron en el curso 1870-1871 (los cuatro restantes, en Manresa, Valencia, Orduña y Villaba). Se encargó de establecerlo el P. Pedro Sáenz de Cenzano (1827-1901) y comenzó a funcionar en octubre de 1870 con 12 jesuitas y 36 alumnos, algunos de los cuales ya habían sido colegiales en El Puerto. En el curso 1871-1872 se alquila una nueva casa con una bodega anexa junto al edificio que hacía las veces de colegio (en la Puerta de Sevilla, n.º 1, cerca de la Alameda de Cristina), lo que permitió que el número de alumnos subiera hasta los 90. El final del curso siguiente se adelantó por decisión del rector al 9 de junio de 1873 con el envío de los colegiales a sus casas. Se anticipaba así el P. Sáenz de Cenzano a los posibles peligros de la insurrección cantonal que afectó a Jerez aquel verano, en plena Primera República. En ese mismo año 1873 se crea la congregación mariana, cuyo director era el P. Pascual Barrado (1829-1906). La cifra de 90 alumnos se mantendrá durante el curso 1873-1874 -cuando los internos son 70 y los externos 20- y el siguiente. Varios sacerdotes del colegio -entre ellos los 75

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ya mencionados PP. Cenzano y Barrado, más el P. Patricio Merlín y el P. Manuel Cadenas- llevaron a cabo una intensa actividad pastoral en Jerez durante estos años. Mientras tanto, en El Puerto de Santa María encontramos, desde principios de 1869, al P. Rafael Sanjuán (1834-1886) como capellán de las monjas capuchinas, residiendo con el hermano Pablo Uribe en una casa contigua al convento. En 1871, se nombra capellán y superior de la residencia portuense al P. Miguel Mora, que al año siguiente es destinado al colegio libre de Sevilla (Inmaculado Corazón de María). Hasta 1875 ejerce como superior de aquella reducida comunidad -seis sujetos en 1872-1873- el P. José Cabello (1840-1894), luego popular misionero jesuita (Revuelta, 1984: 204, 209, 213, 329, 390, 414, 484-487). Por su parte, los fundadores del colegio de San Luis Gonzaga han seguido intentando recuperar el edificio y el mobiliario que había quedado embargado en su interior. El 12 de abril de 1872, el Ayuntamiento portuense -presidido entonces por Juan Manuel Calvo- reclamó al Ministerio de Hacienda los enseres, mostrando su extrañeza por la tardanza. Pero la devolución no se hará efectiva hasta casi tres años más tarde, a mediados de marzo de 1875, algunos días después de que unos 156 vecinos de El Puerto hubieran solicitado al municipio su intermediación ante el ministro de Hacienda para que “la Empresa vuelva a obtener lo que le pertenece y pueda abrir de nuevo su Colegio”.16 También lo había pedido entonces Rafael Rivero, como presidente de la sociedad fundadora. Bartolomé Vergara, artífice de que el ajuar del colegio se librara de ser subastado, no llegará a ser testigo del reinicio de las clases, pues morirá el 18 de marzo de 1875. En ese mismo mes, el provincial de Castilla, P. Juan Nepomuceno Lobo (1816-1882), acordó con los padres accionistas trasladar el colegio libre de Jerez a El Puerto de Santa María. Reunidos el provincial y sus consultores el 19 de abril de 1875, pusieron algunas condiciones para encargarse de nuevo de la enseñanza: los accionistas debían elegir a un “director legal” del colegio que se entendiera con el Gobierno, si bien los jesuitas exigían total libertad de acción para dirigirlo; finalmente, mientras que la Compañía no estuviese legalmente reconocida en España, “pagar simplemente un arriendo moderado, proporcional al número de pensionistas” (Revuelta, 1984: 481). Ya el 2 de abril, el P. Lobo había enviado a los coadjutores Hilario Epalza y Francisco Calleja para que hicieran algunas obras. Los profesores de los colegios de Sevilla y de Jerez pasan las vacaciones de verano en el recuperado edificio de El Puerto. El 17 de agosto se incorpora como superior y prefecto de estudios el P. José María Vélez. Poco después llegan los PP. Pedro Castelló (prefecto espiritual) y Juan Oca (inspector), así como el hermano Trinidad Sahagún, profesor de Historia de España y de Geografía (“Historia Domus”, folio 6). 6. VICERRECTORADO DEL P. JOSÉ MARÍA VÉLEZ, 1875-1881 A partir del año 1875 empieza para los jesuitas de España un largo periodo que coincide cronológicamente con la restauración de la monarquía borbónica en la persona del joven rey Alfonso XII (1857-1885). Gracias al clima de tolerancia religiosa y de concordia política de su reinado, aún a falta de una restauración oficial de la Compañía, “pequeños grupos de jesuitas se fueron manifestando como tales, de manera gradual y progresiva, como los caracoles que salen al sol 76

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después de la tormenta” (Revuelta, 2004: 314). En este contexto se reabre el colegio de San Luis Gonzaga -con 108 internos y 40 externos- el 16 de septiembre de 1875, según se indica en la “Historia Domus” (folio 6). Treinta de estos 148 alumnos ya habían estado escolarizados en el colegio libre de Jerez el curso anterior. Entre los discípulos del curso inaugural 1875-1876 figuraba un niño de 12 años que mucho después -en 1928- habría de ser nombrado Hijo Adoptivo y Predilecto de El Puerto de Santa María: el filántropo gaditano Elías Ahuja Andría (1863-1951). Elías Ahuja ingresó interno, con su hermano Francisco, el 21 de septiembre de 1875 y ambos salieron del colegio justo un año después (Rodríguez Caparrini, 2006a: 57). El periódico jerezano El Guadalete había publicado durante la primera quincena de septiembre el siguiente anuncio: Colegio de segunda enseñanza de San Luis Gonzaga, en el Puerto de Santa María. Fundado este Colegio en el magnífico edificio, construido al efecto, por una Sociedad de padres de familia, cuyo objeto es proporcionar buena enseñanza literaria y general, sobre la base de sólida educación católica, vuelve a reanudar sus tareas, en el presente mes, abriendo el curso el día 15 de septiembre. La instrucción comprende todo lo correspondiente a la segunda enseñanza, y también lenguas vivas, dibujo, música, etc. La pensión es de 4.400 reales, pagaderos, mitad al ingreso y mitad en Febrero. Para obtener plaza deben tener los alumnos más de 8 años y no pasar de 12. Sufrirán examen de ingreso para ser colocados en la clase que les corresponda; sea cualquiera la que hayan aprobado en otros Colegios. Dirigirse al Rector Presbítero D. José Vélez, en el Colegio. (Pueden obtenerse prospectos, del Secretario de la Empresa de padres de familia, D. Antonio de Zulueta, Nieves 3, Cádiz).17 El P. José María Vélez (1843-1902), primer superior -con el título de vicerrector- de esta segunda época del colegio de San Luis Gonzaga, era un joven dinámico y algo brusco. Algunos miembros de la comunidad jesuita pensaban que les posponía a los seglares. Le acusarán de excesiva tolerancia con determinados alumnos insolentes. No obstante, el P. Vélez era en general apreciado por su vasta cultura y por sus conocimientos de inglés, idioma que enseñará durante su mandato (Revuelta, 1984: 777-778). En el mes de octubre de 1875 llegan los PP. Dionisio Sierra (procurador), Francisco Castellanos (prefecto de externos) y Joseph Krieg (profesor de Alemán), más los escolares Tomás Bergamín (inspector y encargado del museo de Historia Natural) y Rufino Aparicio. En el P. José Hernández recaen los cargos de ministro y prefecto del colegio. Forman la comunidad 28 personas en total: 13 sacerdotes, seis escolares y nueve hermanos coadjutores. Los ejercicios espirituales, para internos y externos, los dirige en noviembre el célebre misionero Francisco de Paula Maruri (1820-1893), que era entonces superior de la residencia jesuita de Murcia. A principios de ese mismo mes, varios alumnos internos son confirmados por el flamante obispo de Santander, Ldo. Vicente Calvo 77

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Valero (1838-1898), que visitó el colegio durante media hora. El 8 de diciembre se constituye la congregación de San Luis y la Bienaventurada Virgen María de la Anunciación, destinada a los internos, cuyo prefecto es el alumno malagueño Fernando Topete Bustillo (1859-1924), futuro sacerdote jesuita. Las instalaciones docentes se amplían con la construcción de un aula de estilo gótico y de armarios del mismo orden para guardar los instrumentos de Física, así como de un buen laboratorio de Química. El miércoles 21 de junio de 1876, día de san Luis Gonzaga, preside la solemne distribución de premios el Dr. Ildefonso Joaquín Infante Macías (1813-1888), administrador apostólico de Ceuta, quien solo unos días antes había sido consagrado obispo de Claudiópolis in partibus infidelium en la catedral de Cádiz (“Historia Domus”, folios 6-8). El colegio adquirió pronto un gran renombre, tanto es así que el rey Alfonso XII lo visitó durante su breve estancia en El Puerto de Santa María el 25 de marzo de 1877, tras haber almorzado en la bodega del diputado José Moreno de Mora, en la calle de los Moros (Rodríguez Caparrini, 2002). El plan de estudios que se seguía entonces era el que el provincial Juan N. Lobo había prescrito en el memorial de su visita (14 de abril de 1876), un bachillerato de siete años que se ajustara lo más posible al Ratio Studiorum: “Sin embargo, esos siete años quedaban reducidos a cinco, pues los dos primeros eran de instrucción primaria. Los cursos siguientes, del 3.º al 7.º, equivalían plenamente a los cursos 1.º al 5.º del bachillerato oficial” (Revuelta, 1998: 206). Mientras que la comunidad jesuita, con 26 miembros, se mantiene estable en este curso 1876-1877, el número de alumnos aumenta hasta los 184 (130 internos y 54 externos) (Revuelta, 1984: 776), cifra que en el curso siguiente se incrementa hasta los 228, según Castro (1994: 306). Se conserva en el archivo histórico del colegio el programa de una academia lírico-poética -“Sevilla reconquistada por El Santo Rey Fernando el Tercero”- que los alumnos dedican el 24 de junio de 1878 al Dr. José María de Urquinaona Bidot (1813-1883), obispo de Canarias y electo de Barcelona (Zamora, 2013: CD Anexos). Teniendo en cuenta que la joven reina María de las Mercedes de Orleans Borbón -primera esposa de Alfonso XII- se encontraba entonces gravemente enferma, de hecho fallecería dos días después de la fecha programada para la academia, nos preguntamos si esta llegaría realmente a celebrarse. En el curso 1878-1879, el superior José María Vélez deja la prefectura de estudios y asume el cargo el P. Matías Abad (1844-1912). Con este nombramiento y con la expulsión de algunos estudiantes conflictivos mejora la convivencia en la comunidad jesuita -31 miembros- y en general en el colegio (Revuelta, 1984: 778). La población estudiantil es ahora de 211 alumnos, el 80 % de ellos en régimen de internado (Castro, 1994: 306). Entre los 46 externos destacaremos a uno que ingresa este mismo curso y sale en 1883: el portuense José Carrajal García (c. 1869-después de 1942). Aunque Carrajal se dedicará profesionalmente al periodismo, lo incluimos en nuestro elenco de literatos del colegio de San Luis Gonzaga como autor de Granos de arena (c. 1902), una “colección de novelas, cuentos y poesías”.18 El nuevo provincial de Castilla, P. Juan José de la Torre (1830-1915), que visita el colegio entre el 1 y el 10 de febrero de 1879, pide que se registren las faltas de asistencia de los externos y que se fije “un número de ellas, pasado el cual no 78

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pueden ganar curso, a lo menos en nuestras clases” (ap. Gómez Fernández, 2006: 80). Impone también el provincial un nuevo plan de estudios, de ocho años de duración, cuyas principales novedades eran que introducía el Latín en el curso preparatorio -o rudimentos (preparatoria ínfima de la Ratio)- y añadía un año más a los cinco del bachillerato oficial (Revuelta, 1984: 778-779). El plan de estudios estipulado por el P. de la Torre entrará en vigor en el curso 1879-1880. Es entonces, concretamente el 16 de septiembre de 1879, cuando solicita su ingreso en primera enseñanza como alumno externo un niño de 8 años, natural de Grazalema (Cádiz), llamado Dionisio Pérez Gutiérrez: “Hijo de un pedagogo muy distinguido y de una familia de esa típica, noble, honrada, inteligente y bondadosa clase media española” (Sánchez de los Santos, 1910: 613). Su padre, Rafael Pérez Cruces († Barcelona, 1902), había tomado posesión como maestro de la escuela pública de San Casiano el 28 de febrero de 1878 (Gómez Fernández, 2006: 143). Una vez admitido en San Luis Gonzaga, Dionisio se matricula en rudimentos y va a permanecer en el colegio como mínimo hasta el curso 1882-1883, cuando hace el tercer año de bachillerato.19 En 1881 ingresa -también externo- Luis Pérez Gutiérrez († 1928), mientras que otro hermano, Ernesto, será alumno interno de 1882 a 1889. Con el paso del tiempo, Dionisio Pérez (1871-1935) se convertirá en un renombrado y prolífico periodista, así como novelista, ensayista y político.20 Aunque la novela antijesuítica Jesús (Memorias de un jesuita novicio), que Dionisio Pérez publicará en 1898 con su nombre y con el seudónimo de “Dr. Pedro Recio de Tirteafuera”, no es una autobiografía propiamente dicha, el autor reconoce que “contiene muchas emociones de mi propia vida y es algo de mi propia carne” (ap. Molina Martínez, 1998: 275-276). En los cuatro primeros capítulos de la novela, el protagonista y narrador -Jesús- menciona, además de al rector y al prefecto, a varios sacerdotes de cierto colegio de jesuitas de Andalucía (los PP. Jimeno, Gil, Diéguez, Menard y Velázquez). Se trata de personajes ficticios, como también lo es su condiscípulo Salvador, con el que después marchará al noviciado, pero que sin duda representan a personas a las que el novelista conoció. El balance que Dionisio Pérez hace en Jesús de sus años colegiales es ciertamente negativo: Contemplo tantos días dedicados al exterminio de mi voluntad naciente, al desarrollo de una prematura sensualidad, al afianzamiento de un misticismo soñador y enervante, a la gimnasia desatinada de la memoria, al adormecimiento de todos los afectos terrenales, al aprendizaje del disimulo como norma de conducta… ¡y lloro! (Pérez, 1898: 7). La casa editorial Henrich y Cía., de Barcelona, publicará en 1902 -como quinto volumen de la serie “Biblioteca de Novelistas del Siglo XX”- la novela costumbrista de Dionisio Pérez titulada La Juncalera, cuya acción se desarrolla en El Puerto de Santa María. Con un tono mucho más amable hacia la Compañía de Jesús que el empleado en su novela de 1898, Pérez Gutiérrez recuerda en el arranque de la narración “un día que hicimos rabona a la clase de la tarde en el Colegio de Jesuitas, Juanito Ávila [Juan Ávila González, 1871-1946] y yo” (Pérez, 1902: 10). A continuación, el capítulo segundo se abre con una descripción de la plaza de San Francisco: 79

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La plaza de San Francisco, ante la que se alzaba la imponente mole del Colegio, a medio edificar, semejaba un sorbete que se derritiera de un lado y permaneciera incólume del otro. Formaba la explanada una pendiente y en medio de ella estaba construida la plaza con un muro circular, que junto al Colegio tenía el mismo nivel del suelo y en frente se alzaba cerca de dos metros. Un asiento con baranda de hierro ocupaba toda la circunferencia, asemejándola a un redondel, donde, a falta de toros de verdad, corríamoslos nosotros todas las mañanas y todas las tardes, cuando hacía buen tiempo o cuando no habíamos de confesar y comulgar. (ib., 11). Los jesuitas recordados, esta vez personas reales, son el “bondadoso padre Merlín” (ib., 12) y el “padre Meda”: (…) jesuita francés expulsado por la ley Ferry, con su cara gordota y bonachona, su boca, siempre contraída por una sonrisa cándida y sus ojillos grises, de expresión rencorosa y vengativa, haciendo grandes esfuerzos para enseñarnos su idioma y aprender el nuestro. A los demás alumnos parecía divertirles el espectáculo de aquel pobre hombre, con el bonete en la coronilla, el pelo lacio y fino, pegado por el sudor a las sienes, los ojos llenos de ira, los puños crispados y la boca balbuciente. (ib., 17). El P. Patricio Merlín (1836-1898) estuvo destinado en San Luis Gonzaga entre 1878 y 1882, siendo profesor de rudimentos, prefecto de externos y director de la congregación de estos. Por su parte, el joven jesuita Urbano Méda (18561914), que aun no era sacerdote, llegó al colegio en el curso 1882-1883, e impartió Francés e Historia Universal hasta su marcha en 1885. El vigésimo quinto aniversario de la declaración dogmática de la Inmaculada Concepción se celebra en diciembre de 1879 con una academia poética presidida por el obispo de Cádiz, Dr. Jaime Catalá Albosa (1835-1899): “Tratábase de cantar las glorias de la Virgen, y los niños de aquel colegio las cantan en castellano, en francés, en italiano, en inglés, en latín, en griego; y escriben versos en idiomas extraños, vivos y muertos, como en su propio idioma” (El Siglo Futuro, 13 de diciembre de 1879). En junio de 1880, la gran provincia de Castilla se divide en dos, Castilla y Toledo, quedando el colegio y la residencia de El Puerto asignados a la provincia de Toledo, que entonces se crea. El P. Juan José de la Torre, primer provincial de Toledo, será sustituido por el P. Agustín Delgado (1826-1894) a finales de enero de 1881 (Revuelta, 1984: 631-646). El P. Delgado ordenará el cierre de la residencia portuense de las Capuchinas, que dejará de funcionar al concluir el curso 18801881, habiendo tenido ininterrumpidamente como ministro, desde 1876, al P. José Cabello. Este curso será también el último del P. Vélez como superior. Las cifras de la comunidad jesuita y del alumnado se mantienen estables, con 33 miembros (16 sacerdotes, cinco escolares y 12 hermanos coadjutores) y 200 alumnos (162 internos y 38 externos) (Castro, 1994: 306). El martes 28 de diciembre de 1880, a 80

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las seis de la tarde, fray Joaquín Lluch Garriga (1816-1882), arzobispo de Sevilla, preside en el colegio una academia poética. Entre otros alumnos, interviene el sevillano Eugenio Sedano González, con la traducción “Jesús niño”.21 Sedano vuelve a ser uno de los protagonistas de la “Fiesta religiosa y de familia” en honor de san José, con la que se obsequia al rector por su onomástica los días 19 y 20 de marzo de 1881 (Zamora, 2013: CD Anexos). Nacido el 25 de enero de 1869, Eugenio Sedano era hijo de Fermín Sedano León († Cazalla de la Sierra, 1903), funcionario del Cuerpo de Telégrafos destinado en Sevilla. Eugenio debió de empezar sus estudios en San Luis Gonzaga, como externo, en este mismo curso 1880-1881, aunque no es seguro que terminara aquí el bachillerato. En Electrón, revista del Cuerpo de Telégrafos, aparece como ingresado el 6 de agosto de 1884 (con 15 años cumplidos) en -entendemos- la escuela de formación de dicho cuerpo.22 Lo cierto es que a principios de 1886, Eugenio ya había realizado en El Puerto de Santa María “una instalación micro-telefónica en el edificio bodega de los señores Bela Nerini hermanos, prestándoles este medio de comunicación utilísimo servicio” (La Palma de Cádiz, 6 de febrero de 1886). El periodista y escritor Manuel Ossorio (1903: 426) lo incluye en su catálogo de periodistas españoles del siglo XIX: “Escritor sevillano, que en 1901 se encargó de la dirección de «El Porvenir», decano de los diarios de Sevilla”.23 Sedano compaginó la labor periodística con la de narrador, dedicándose especialmente a la novela de costumbres y a la crítica. Entre sus obras podemos citar la novela El bueno de Pérez (Relato en cuartillas) y el relato corto Cuatro tiros, publicadas ambas en Sevilla en 1892 (Labandeira, 1982: 70). De 1895 data su juguete cómico Al que se muda. Al año siguiente dará a la imprenta sevillana de El Orden una colección de “artículos-siluetas de pintores y escultores sevillanos” titulada Estudio de estudios. 7. RECTORADO DEL P. MIGUEL SÁNCHEZ PRIETO, 1881-1888 Otros diez rectores gobernarán el colegio de San Luis Gonzaga hasta el año 1924. El P. José María Vélez es sucedido por el salmantino P. Miguel Sánchez Prieto (1841-1920) -hasta entonces prefecto del colegio de Sevilla- el 5 de julio de 1881. Cinco días después, el P. Vélez toma posesión como rector en Sevilla, “con la difícil papeleta de tener que cerrar aquel Colegio para final de curso, y emprender rumbo a Málaga” (Calvo, 1982: 15), donde el 2 de octubre de 1882 se inauguraría el colegio de San Estanislao (Soto, 2007: 51-79). En el curso 1881-1882 se producen algunos cambios en la comunidad jesuita, compuesta por 32 personas. Se incorpora un nuevo ministro y profesor de Inglés, el P. José María Mendía (1841-después de 1908), “un aristócrata portugués, antiguo diplomático y como tal muy relacionado con la alta sociedad. Era hombre de gusto artístico exquisito, gran políglota y de espléndida generosidad” (Revuelta, 1984: 839). Inicia también ahora su largo mandato -16 años- como prefecto de disciplina y de estudios el P. José María de la Torre (1848-1919), quien más tarde será rector. Se alcanza la cifra de 272 alumnos (217 internos y 55 externos), la más alta del periodo que historiamos (Castro, 1994: 306). Uno de los externos admitidos este curso es un portuense -de unos 12 años de edad- llamado Mariano López Muñoz (1869-1941), que va a permanecer en San Luis Gonzaga solo dos 81

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cursos. Con 20 años fundará en Sevilla un periódico gratuito para los niños pobres llamado El Amiguito (Chaves, 1896: 337; Ossorio, 1903: 234). Además de para la prensa,24 Mariano López escribió para el teatro el monólogo en prosa Un buen partido (estrenado en 1905) y el apropósito lírico La vuelta del repatriado, con música de Francisco Javier Caballero, en cuyo estreno hizo el papel de protagonista su paisano Pedro Muñoz Seca (Cuenca, 1937: 279; Buhigas, 1998: 100). Es asimismo autor de tres obras de género narrativo, todas ellas publicadas en Sevilla en 1924: un libro de narraciones (Muñecos) y dos novelas (Ya ha nacido el trigo nuevo: novela de los campos de humildad y desesperanza, dedicada a los campesinos andaluces, y El fauno herido). En 1926 aparece Las Trovas del Guadalete (Tipografía Luis Pérez, El Puerto de Santa María), colección de crónicas sobre su ciudad natal, escritas “con el mismo espíritu fatalista y el mismo amor a la tierra que encontramos en los más representativos escritores de la Generación del 98” (Martínez Alfonso, 1962: 341). En el colegio se sigue el modesto plan de estudios oficial del ministro Fermín de Lasala Collado (Real decreto de 13 de agosto de 1880), que contempla los estudios generales de segunda enseñanza (bachillerato clásico, de cinco años de duración) y los estudios de aplicación (bachillerato técnico). En la Navidad de 1881 hubo numerosas representaciones teatrales por parte de los alumnos (Zamora, 2013: 357-358). A la segunda proclamación de dignidades de este curso, que tiene lugar el 19 de febrero de 1882, le precede una academia de Matemáticas protagonizada “por los alumnos de carreras especiales”. El programa impreso (Zamora, 2013: CD Anexos) destaca la participación en esta academia de dos internos: el gaditano Juan Martín Barbadillo Herrera Dávila y el jiennense José del Prado Palacio.25 El 27 de febrero de 1882, durante su viaje por Andalucía, vuelve a visitar el colegio Alfonso XII, acompañado por la reina María Cristina de Habsburgo (1858-1929), la infanta D.ª Eulalia (1864-1958) y los duques de Montpensier, siendo recibidos por el provincial Agustín Delgado. El granadino José de Roda López (c. 1869-1961), alumno de tercer año de bachillerato y sub-brigadier de la 2.ª división, dirigió unas palabras al rey en nombre de los colegiales. Don Alfonso y la comitiva estuvieron después en la capilla y en el gabinete de Física, donde el jesuita francés Víctor Choné (1852-1911) hizo varios experimentos: “Los ministros de Estado y de Marina no entraron en el colegio” (Revuelta, 1984: 277). Un mes más tarde se recibe la visita de las infantas D.ª Isabel (1851-1931) y D.ª Paz (1862-1946) de Borbón, que llegan el sábado 25 de marzo con numeroso acompañamiento. En el Diario manuscrito correspondiente a este curso, conservado en el archivo del colegio, se indica que D.ª Isabel se mostró muy afable y que los niños “no echaron vivas sino después de haber oído al R. P. Rector que las infantas concedían un día de vacación y esto fue a la salida” (ap. Revuelta, id.). A pesar del auge y prestigio del colegio de San Luis Gonzaga, no se libraba este de algunas dificultades, “creadas por algunos sectores aristocráticos o latifundistas de mucho dinero y poca inquietud cultural, de los que procedía un alumnado proclive a la indolencia y al descontento” (Revuelta, 1984: 780). En la carta que dirigió el 7 de mayo de 1882 al asistente de España en Roma, P. Fermín Costa (1806-1894), el rector Sánchez Prieto le explicaba que los alumnos tenían mucha aversión a los estudios de Humanidades, pues “la mayor parte de los de este país no siguen carrera literaria, sino que se dedican o a carreras especiales 82

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o al comercio o a recibir cierta instrucción para quedarse luego al cuidado de su hacienda, y así entran con mucha prevención a estudiar latín, dando por razón, lo mismo los niños que sus padres, que no les ha de servir de nada tal estudio. Prefieren y están pidiendo el estudio de lenguas vivas” (ap. Revuelta, 1984: 779). En el apartado de obras, a finales de este curso se cambia el pavimento del gabinete de Física y se termina la capilla de las Congregaciones, que será decorada y pintada en 1890 (Zamora, 2013: 390). En el curso 1882-1883, el provincial Delgado envió a El Puerto, “medio desterrado” (Revuelta, 1984: 674), al escritor jesuita Miguel Mir (1841-1912), quien no mucho después (1886) sería recibido en la Real Academia Española. Es probable que el P. Mir asistiera en el colegio a la academia poética en celebración del tercer centenario de santa Teresa de Jesús, que tuvo lugar -según el programa impreso (Zamora, 2013: CD Anexos)- el 22 de octubre de 1882. En este acto académico, Eugenio Sedano recitó el romance titulado “La transverberación”. También interviene, declamando el soneto “Amor al divino Esposo”, un interno que ha ingresado ese curso y que será alumno hasta 1886: el sevillano Fernando Halcón Sáenz de Tejada (1871-1949), más tarde (1892) marqués de San Gil y padre del novelista Manuel Halcón Villalón-Daoiz. Incluimos a Fernando Halcón en nuestra relación de escritores -su hijo Manuel asegura que fue “un poeta que no perseveró” (Ruiz-Copete, 1973: 55)- como autor de un libro de sonetos inspirados por la muerte de su esposa en 1901 y publicado un año después en Sevilla con un prólogo del erudito Francisco Rodríguez Marín (Vallecillo, 2001: 24). El número total de alumnos baja ahora hasta los 238, un descenso que en parte se debe a que 23 de los 272 que habían estado escolarizados el curso anterior en El Puerto han pasado al nuevo colegio edificado en Málaga (Soto, 2007: 74). Precisamente desde el colegio malagueño llega destinado al de San Luis Gonzaga en septiembre de 1883 el P. Julián Pereda, encargándose de la biblioteca y de la secretaría del que consideraba “uno de los mejores Colegios de Europa”, aunque, por otra parte, no le gustaba “la demasiada importancia que se daba a las fútiles quejas de las familias de los niños en lo referente a lecciones, tiempos de clase, comidas, etc., y la poca atención en cambio de las quejas de los profesores” (ap. Revuelta, 1984: 780). De la residencia de Jerez de la Frontera viene, como prefecto espiritual de los alumnos, el P. Fernando Cermeño (1841-1921), pasando el anterior espiritual, P. Pedro Castelló, a ocupar el cargo de ministro. El martes 22 de abril de 1884 se celebra una academia de Agricultura, asignatura de quinto año que impartía el escolar jesuita Cesáreo Eguidazu (1857-?). En el acto académico, dedicado al gobernador civil de Cádiz (Fernando de Gabriel Ruiz de Apodaca, 1828-1888), los alumnos Francisco Picardo, Juan de Dios Pequeño, Francisco Vergés y Rufino de Amusátegui disertan durante dos horas sobre una cuestión de preocupante actualidad: la filoxera. Leemos en el diario La Palma de Cádiz (24 de abril de 1884): “Para mayor explicación intuitiva el programa fue expuesto valiéndose de proyecciones que reproducían perfectísimamente los seres animales o vegetales, objeto de la conferencia”. Entre los jesuitas que residieron en el colegio en esta época destaca el venerable P. Francisco de Paula Tarín Arnau (1847-1910), famoso misionero y predicador, que desempeñó en el curso 1884-1885 la función de director de la 83

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congregación de San Estanislao, para los colegiales medianos y más pequeños, y -durante ese mismo curso y el siguiente- la de ayudante del prefecto, encargándose de los alumnos mayores (1.ª división). Durante algunos meses fue además profesor de la asignatura de Física y Química. El P. Tarín prestó una ejemplar atención a los enfermos del cólera, epidemia que se dejó sentir en El Puerto en septiembre de 1885 y que no remitió hasta dos meses más tarde, afectando de lleno a la vida escolar. El Ayuntamiento portuense que presidía Francisco de Miranda Hontoria acordó por unanimidad el 20 de noviembre de ese año dar oficialmente las gracias a los Padres de la Compañía de Jesús por “la virtuosa y ejemplar caridad y cristiana abnegación que han demostrado tan especial y señaladamente” (ap. Ayala, 1951: 154). Un mes después, el 18 de diciembre de 1885, la propuesta del rector de que se instalara el alumbrado de gas en todo el colegio es aprobada por los Padres consultores, “con la condición de que la empresa de gas se encargara por su cuenta y riesgo de la instalación de la tubería” (Zamora, 2013: 392). Para esta última fecha ya había ingresado, como externo inicialmente, el futuro comediógrafo José Ignacio de Alberti Gómez, pues se conservan en el archivo histórico del colegio calificaciones suyas desde el curso 1885-1886 hasta el 1888-1889. Por algún motivo, pasó a ser interno en marzo de 1887, que es la fecha de ingreso que consta en un registro manuscrito de alumnos internos del mismo archivo.26 Aunque en este documento podemos leer que José Ignacio de Alberti había nacido en El Puerto de Santa María el 31 de julio de 1877, el escritor Francisco Cuenca asegura en Teatro andaluz contemporáneo que José Ignacio era natural de Granada, y lo presenta así: “Distinguido literato muy conocedor de la dramática extranjera, ha dado al teatro español una serie de obras originales y adaptadas que han logrado resonantes éxitos” (Cuenca, 1937: 20). Rafael Alberti (1978: 75) parece confirmar el origen granadino de su pariente José Ignacio cuando escribe: “En Granada había querido ser pintor, pero las aficiones literarias fueron pudiendo más en él, haciéndole abandonar su juvenil deseo”. En julio de 1914, el periódico El Eco Portuense retratará a José Ignacio de Alberti como “distinguido joven y conocido escritor (…), autor de notables producciones teatrales que han alcanzado grandes éxitos en los coliseos de las principales capitales de España y en América”.27 A comienzos de febrero de 1885, los consultores habían aprobado la erección de una escuela para niños pobres, “como el mejor modo de ejecutar la intención de un donante que había dejado un legado de limosna para los pobres” (Castro, 1994: 125). Cuando termina el curso 1887-1888, el último del P. Sánchez Prieto como rector, el colegio sostenía dos escuelas gratuitas en la ciudad, una de 300 niñas y otra de 200 niños: “El colegio de El Puerto, por tanto, se ocupó de la docencia a sectores desfavorecidos desde 1885, cuyo alumnado superaba al del colegio” (Revuelta, 2008: 795). 8. RECTORADO DEL P. ILDEFONSO DEL OLMO, 1888-1892 Durante el mandato del P. Ildefonso del Olmo (1848-1928), que toma posesión el 5 de agosto de 1888, no hubo problemas dignos de mención. La comunidad jesuita sigue contando en el curso 1888-1889, como en el anterior, con 33 sujetos, entre los que podemos destacar a Juan Nepomuceno Oliver Copons 84

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(1851-1926), Padre espiritual y director de las congregaciones de San Luis y de San Estanislao (hasta 1897), gracias a cuya labor surgirán entre los alumnos numerosas vocaciones a la Compañía de Jesús, entre ellas las de Carlos Piury Dagnino, Manuel González de Aguilar Villavicencio, Enrique Martínez Colom, Ricardo Tena Montero de Espinosa, José Joaquín Vergara Gordon, los hermanos Mariano y Pedro María Ayala Fernández, Manuel Abreu Herrera, José Agustín Pérez del Pulgar y Félix García Polavieja. El historiador Manuel Revuelta (1991: 1300) aporta la cifra de 190 alumnos -170 internos y 20 externos- “en 1889”, mientras que Agustín Castro (1994: 306) indica que eran 198 los internos que había en el curso 1888-1889. A finales de marzo de 1889 tiene lugar una academia poética, dedicada por los alumnos congregantes a la Inmaculada, seguida de la segunda proclamación de dignidades. Pronuncia el discurso preliminar Manuel Abreu Herrera, prefecto de la congregación de San Luis y poco después novicio jesuita. Es probable que asistiera al acto el obispo de Tuy, Fernando Hué Gutiérrez (18341894), quien ya había confirmado a varios escolares en la iglesia de San Francisco. El obispo Hué coincide por entonces en el colegio con el cardenal dominico fray Ceferino González Díaz Tuñón (1831-1894), arzobispo de Sevilla, acogido por la comunidad jesuita durante ocho días para hacer ejercicios espirituales (“Historia Domus”, folio 8; Molina García, 2008: 88-89). En septiembre de 1889, la entrada de los alumnos se llevó a cabo en tres días consecutivos. El P. Juan Bautista Moga Mora (1843-1911), célebre predicador jesuita, dirige los ejercicios espirituales durante seis días (“Historia Domus”, folio 9). Es en este curso cuando ingresa como externo el portuense Rafael García Rodríguez († después de 1942), que va a permanecer en San Luis Gonzaga como mínimo hasta 1894. La publicación mensual gaditana Renovación se hará eco en su primer número (1927) de la aparición del libro Cuentos y crónicas de este periodista que firmaba con el seudónimo “Erregé”: “Rafael García, poeta y literato que ha pasado la línea equinoccial, fue una víctima de la vocación periodística. Si la gloria le fue adversa, no es porque le faltara cerebro, sino porque prefirió continuar vegetando en el terruño que le vio nacer, derrochando sus energías en las planas de los periódicos de su provincia”.28 Rafael García es autor de Jarabe de pico, entremés en prosa estrenado con éxito en el Teatro Cómico de Cádiz el 3 de noviembre de 1905. En colaboración con su buen amigo, y quizás compañero de colegio, Pedro Muñoz Seca, escribirá el paso de comedia La mujer, que se estrenará en el Teatro de la Comedia de Madrid en marzo de 1920. Un año después, en noviembre, se representa en Cádiz su comedia De guante blanco. Como poeta, García Rodríguez participa en diversos certámenes, obteniendo el primer premio del tema segundo en los Juegos Florales celebrados en Chiclana de la Frontera en julio de 1924. Según Francisco Cuenca (1937: 172), Rafael García publicó “algunos libros de versos”, si bien no hemos podido obtener datos sobre los mismos. El P. Francisco de Sales Muruzábal (1842-1895) -que era provincial de Toledo desde febrero de 1887- es sustituido en el cargo por el P. Juan de la Cruz Granero (1848-1917) el 29 de junio de 1890. Dos meses antes, la sociedad fundadora del colegio se había constituido en sociedad anónima, “con lo que quedaba asegurada legalmente la propiedad del edificio” (Revuelta, 1991: 1303). En septiembre de 1890 es admitido en San Luis Gonzaga como interno un niño de nueve años 85

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que será poeta: el sevillano Fernando Villalón-Daoiz Halcón (1881-1930), hijo primogénito de los condes de Miraflores de los Ángeles. En este curso el colegio tiene 197 internos y 24 externos, 221 alumnos en total, mientras que la comunidad jesuita la forman 35 personas (Castro, 1994: 306). Destinado a su llegada a la clase de instrucción primaria (cuarta división), Fernando Villalón -alumno brillanteobtendrá el grado de bachiller en julio de 1896 con la calificación de sobresaliente. Aunque nace en mayo de 1881, por el carácter de su producción poética y por las fechas en que la saca a la luz, se adscribe a Villalón a la Generación del 27. Su primer libro de poesías -el modernista Andalucía la Baja (Poemas en verso)- no aparecerá impreso, en Sevilla, hasta 1926, cuando el ganadero poeta tiene 45 años. Ese mismo año colabora en el quinto número de la revista sevillana Mediodía con un texto en prosa titulado “Mañana de San Juan”. Con Adriano del Valle y Rogelio Buendía funda en Huelva -1927- la revista Papel de Aleluyas, donde publica versos que se recogerán en los otros dos libros que dejó escritos antes de su muerte: La Toriada (1928) y Romances del 800 (1929). Este último lleva la siguiente dedicatoria: “A J. R. J. en recuerdo de nuestra niñez encarcelada en los Jesuitas del Puerto, y al R. P. José M. de la Torre, que Dios Nuestro Señor tenga a su vera, dedico estas impresiones de nuestra Andalucía la Baja, durante el año del Señor de MCMXXVII” (ap. Jiménez, 1936). Fernando Villalón es también autor del drama romántico en tres actos Don Juan Fermín de Plateros, “que tenía entregado para su representación al ilustre actor Ricardo Calvo” (Cuenca, 1937: 522). En el curso siguiente, 1891-1892, encontramos a Fernando Villalón en la tercera división del colegio. La entrada de los alumnos se programa de forma escalonada para los días 21, 22 y 23 de septiembre, si bien muchos de ellos se incorporan más tarde, con el consiguiente enfado de los profesores (“Historia Domus”, folio 10). Es probable que el P. Oliver Copons, que dirige en noviembre los ejercicios espirituales, reconviniera a los que se habían retrasado. El 6 de diciembre de 1891, el obispo de Cádiz, Vicente Calvo, preside la academia poética en honor de san Luis Gonzaga y la primera proclamación de dignidades (Molina García, 2008: 92-93). Entre los internos que declaman encontramos a los sevillanos Pedro León Manjón (1878-1913) -prefecto de la congregación- y Joaquín Valdés Auñón (1879-1952), que serán tío y padre, respectivamente, de dos futuros colegiales: Rafael de León Arias de Saavedra y Joaquín Valdés Sancho. El día 8, festividad de la Inmaculada, se tienen cultos solemnes en la iglesia del colegio, realizando el panegírico de la Virgen el P. José María Balboa (1862-1942), confesor y profesor de gramática ínfima. En el curso 1892-1893, el P. Ildefonso del Olmo permanece al frente del colegio solo durante el primer trimestre. Probablemente, uno de los últimos actos que presidió -antes de ser destinado al Perú hacia finales de diciembre de 1892 (Zamora, 2013: 254)- fue la academia poética en honor de Cristóbal Colón, que tuvo lugar el día 8 de ese mes.

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9. RECTORADO DEL P. PEDRO CASTELLÓ, 1893-1897 El veterano P. Pedro Castelló (1845-1919) llega al colegio de San Luis Gonzaga una vez concluido su rectorado (1888-1892) en el noviciado de San Jerónimo (Murcia). Toma inicialmente posesión como vicerrector, hasta ser nombrado rector el 10 de diciembre de 1893. El 23 de abril de 1893 se celebra una academia de Geometría y Trigonometría, que se dedica al patriarca san José. Veinte días después, el 13 de mayo, el P. Castelló y los consultores deliberan sobre la conveniencia de levantar la fachada del colegio o bien construir una capilla para los alumnos. Ante la diversidad de opiniones, el provincial Granero se decanta por acometer las obras del pabellón de la fachada, que comenzarán oficialmente -según proyecto del mismo rector- el 9 de junio de 1893, día del Sagrado Corazón (Conde, 2012: 47). Las obras se financian mayoritariamente con recursos propios del colegio, derivados de las pensiones que pagaban los internos, cuyo número en el curso 1892-1893 era de 216 (Revuelta, 1991: 1299, 1303; Castro, 1994: 306). El curso 1893-1894 comienza el 21 de septiembre, jueves. El día antes ingresa como interno un niño nacido en Moguer (Huelva) el 23 de diciembre de 1881 llamado Juan Ramón Jiménez Mantecón, a quien en octubre de 1956 -sesenta años después de su salida del colegio- se concederá el Premio Nobel de Literatura por su poesía lírica, “que en la lengua castellana constituye un modelo de alta espiritualidad y pureza artística” (ap. Salvaggio, 1980: 391). Alumno de la segunda división, Juan Ramón se matricula ese año escolar de las asignaturas de tercero de bachillerato: Retórica y Poética, Aritmética y Álgebra, Francés (primer curso). En su autobiografía, publicada en 1907 en la revista Renacimiento, escribió: “Los once años entraron, de luto, en el colegio que tienen los jesuitas en el Puerto de Santa María; fui tristón, porque ya dejaba atrás algún sentimentalismo: la ventana por donde veía llover sobre el jardín, mi bosque, el sol poniente de mi calle. El colegio estaba sobre el mar y rodeado de grandes parques; cerca de mi dormitorio había una ventana que daba a la playa y por donde, las noches de primavera, se veía el cielo profundo y dormido sobre el agua, y Cádiz, a lo lejos, con la luz triste de su faro” (Caballero, 1979: xix). Mientras que Juan Ramón fue admitido por unanimidad el 10 de noviembre de 1893 en la congregación de San Luis Gonzaga, en la que tuvo los cargos de consiliario y capillero, su compañero Fernando Villalón será suspendido (2 de mayo de 1894) y finalmente expulsado de la misma (23 de mayo de 1895), al parecer a causa de algunas malas notas en conducta y en deberes religiosos.29 Tras los muros del colegio escribe Juan Ramón Jiménez sus primeros poemas, como por ejemplo “Epitafio”, manuscrito en un libro de texto durante el curso 1894-1895 y firmado con las iniciales “J. R. J.”: “Aquí yace de un hipócrita/ el cuerpo malvado y necio/que por no sufrir desprecio/bueno quiso aparecer./ Teniendo manchada el alma/con la lepra del pecado/ahora ya está condenado/a las penas del infierno” (ap. Urrutia, 2003: 33). Un año después consiguió el primer premio en la asignatura de Dibujo y Figuras, que tenía carácter voluntario. Idéntico galardón había ganado en conducta en marzo de 1894 (le dieron una medalla especial). Ese mismo año alcanzó la dignidad de edil y en 1895 la de tribuno (Palau de Nemes, 1974: 50; Castro, 1994: 55, 158). 87

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Podemos encontrar en la atractiva prosa juanramoniana varios fragmentos en los que evoca sus años escolares en El Puerto. Así, en “El submarino Peral”, un emotivo ensayo escrito en 1927 que se dio a conocer seis años más tarde en el diario madrileño El Sol y que el autor de Platero y yo integró posteriormente, con algunas variaciones, en su admirable libro Españoles de tres mundos (1942), Juan Ramón Jiménez escribe: “Y en el colegio del Puerto, aquella noche primera en que encendían los grandes focos del patio para deslumbrarnos la nostalgia, todos los niños contaban de Isaac Peral, del submarino Peral” (Jiménez, 1933). Tres alumnos de Cádiz -citados solo por sus apellidos, Picardo, Duarte y Topete- aseguraron entonces que el Peral estaría en La Carraca al día siguiente, domingo. El primero de ellos podría ser cualquiera de los hermanos Picardo Blázquez (Ángel, Luis o Agustín); identificamos luego a Luis Duarte Lacave (1881-1920), siendo el último José Ignacio Topete Bustillo (1879-después de 1925). Aunque el colegio de San Luis Gonzaga no iba a disponer de una instalación eléctrica estable hasta comienzos de 1895, un dato nos induce a enmarcar el episodio rememorado por Juan Ramón en septiembre de 1893 o, tal vez, de 1894, y no del año siguiente: el gaditano Luis Duarte estuvo interno en El Puerto solamente durante los cursos 1893-1894 y 18941895, por lo que no podía figurar ya entre los alumnos del curso posterior. La corriente de esos focos a los que alude Juan Ramón procedería entonces de un generador privativo del centro de enseñanza jesuita. El colegio de San Luis será después uno de los primeros edificios a los que la Sociedad Electra-Peral Portuense -operativa desde el 8 de diciembre de 1894- suministre el alumbrado eléctrico. La “fábrica de electricidad”, ubicada en la que ya se llamaba plaza de Isaac Peral, tendrá como presidente-fundador, precisamente, al inventor del torpedero submarino (Rodríguez Caparrini, 2013). En el artículo “Sonrisas de Fernando Villalón, con soplillo distinto” refleja Juan Ramón varias anécdotas de la vida colegial con su compañero. Así, una leve travesura en la clase de catecismo del “Padre Carles” les costó a ambos ser castigados de rodillas y con los brazos en cruz a la entrada del comedor: “¡Qué frío! Pan y agua sobre el banquillo verde de los expulsados” (Jiménez, 1936). El sacerdote al que alude es sin duda el P. Mariano Carlos Alix (1853-1916), que estuvo destinado en El Puerto los cursos 1893-1894 y 1894-1895. Recuerda también al “Padre Zebriani” (en realidad, el escolar Rogelio Fedriani, profesor de Física), que “era escurridizo y largo, se peinaba a raya brillante, como nosotros, olía a almizcle” (id.); al rector, “el excelente Padre Castelló, tan fino, bondadoso, caballero” y al prefecto del colegio, al que retrata con estas palabras: “Alto, altísimo, el Padre de la Torre andaba con miedo, caída la cabeza morena contra el corazón, como un ahorcado, mirando siempre, para no tropezarse, a todos los techos. A todos los techos de frente, y de lado a todos nosotros, en raro escorzo de equilibrista del patín de ruedas. En realidad, parecía que resbalaba por el techo con la nuca” (id.). Cuenta Juan Ramón que una noche de enero, “nuestro Prefecto, nos llamó de filas a Fernando Villalón y a mí y nos llevó a la secretaría segunda, aquel cuarto misterioso, galería de la montaña rusa, especie de escritorio despensa, donde el Prefecto tenía el vino dulce, el café, las pasas, el chocolate, las nueces ... y el tabaco” (id.). Acto seguido, el P. José María de la Torre les hizo escribir una carta a sus respectivas familias en Moguer y Morón, pues los dos colegiales habían estado hablando de novias y 88

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burlándose de Juan Oca (1834-1894), Padre ministro. Juan Ramón escribió en el sobre “Moguer” y debajo “Huelva”. El Padre le arrancó el sobre de las manos y lo rompió en cuatro pedazos: “¡Se pone ‘Provincia de Huelva’, y aquí arriba, a la izquierda del sello” (el sello estaba ya pegado a la derecha). “¿Todavía no sabe usted esto? ¿Por qué lo pone usted entonces así? ¡Conteste!” Yo, muy serio, dije sencillamente: “Porque me gusta más”. Pero Villalón, que lo había puesto “mejor que yo”, intercedía ya con la atrevida jactancia del sano y salvo: “Padre, eso es porque Huelva está al suroeste de Moguer. Por eso lo pone abajo y a su izquierda”. Villalón, ya más atrevido y con nueva disculpa para mí: “Morón está debajo de Sevilla y por eso lo he puesto yo bien”. Y me miraba con su sonrisita de soplillo pillete. (id.) En los últimos años de su vida, Juan Ramón recordaba con cariño algunos rincones del colegio: “1. La glorieta del jardín con unos bancos que hay frente a las escaleras; 2. La montaña rusa; 3. El patio central del colegio; 4. La clase de pintura; 5. La iglesia (no la capilla); 6. El comedor; 7. La escalinata que sale a la enfermería; 8. Una vista de la bahía de Cádiz desde la enfermería; 9. Salón de actos y fiestas; y 10. El jardincito de la puerta de la iglesia que da frente a la sala de visitas” (ap. Carretero, 1964: 23). En su biografía de Juan Ramón Jiménez, la profesora Graciela Palau de Nemes no ha dudado en afirmar que el poeta estuvo a punto de ser jesuita: “Y del [colegio de] «San Luis Gonzaga» se llevó, con el grado de Bachiller, una gran preocupación por el alma y el cuerpo: una obsesión con la carne y un ansia incomprensible de pureza” (Palau de Nemes, 1974: 65). Durante el primer curso de Juan Ramón Jiménez tiene lugar en la iglesia del colegio un solemne triduo (30 de mayo a 1 de junio de 1894) que los jesuitas y el Apostolado de la Oración dedican al Sagrado Corazón. Pronuncian sermones los PP. Ramón Martínez (profesor de Física y Química), Francisco de P. Tarín y Juan N. Oliver Copons ((Zamora, 2013: CD Anexos). La Revista Portuense (12 de junio de 1894) informa de la salida de los alumnos tras la distribución de premios de final de curso: “La orquesta, hábilmente dirigida por el profesor del colegio, señor [Nazario] Mendiola, ejecutó en los intermedios escogidos números”. En el curso 1894-1895 estuvo vigente el plan de estudios de segunda enseñanza del ministro liberal Alejandro Groizard (Real decreto de 16 de septiembre de 1894), que reformaba el plan de Lasala de 1880 ampliando a seis años la duración de los estudios. Sin embargo, otro decreto dictado por Groizard menos de un mes después (2 de octubre) permitirá que los alumnos concluyan el bachillerato en cinco años: “Las modificaciones requeridas por esta reducción fueron dictadas por el siguiente ministro, Joaquín López Puigcerver, que asumió la cartera de Fomento el 5 de noviembre de 1894” (Revuelta, 1998: 227). La comunidad jesuita tiene este curso 40 miembros. Uno de los 14 sacerdotes es el P. Juan Manuel Ruiz Cobo (1848-1934), que llega en sustitución del anterior Padre ministro, Juan Oca, fallecido en el colegio el 30 de diciembre de 1894. Hay en total 213 alumnos, 191 de ellos internos (Castro, 1994: 306). Entre los 22 externos hay que incluir al 89

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portuense Pedro Muñoz Seca (1879-1936), que ingresa entonces procedente del colegio privado de San Cayetano. Saldrá del colegio en junio de 1896 y en los exámenes para la obtención del grado de bachiller -que realiza en el Instituto Provincial de Jerez- obtiene sendos aprobados, las mismas calificaciones que Juan Ramón Jiménez. El que habría de ser fecundo y popular comediógrafo tuvo como compañeros de curso los dos últimos años de bachillerato a Fernando Villalón y al poeta de Moguer. También coincidió Pedro Muñoz Seca con dos alumnos, de menor edad que él, que en septiembre de 1894 comenzaban su primer año de bachillerato en el colegio: Juan Gavala Laborde (1885-1977) y Félix Sancho Peñasco (1885-1958), quienes destacarían posteriormente en sus respectivas profesiones de ingeniero de minas e ingeniero agrónomo. A Félix Sancho dedicará Muñoz Seca su entremés en prosa Mentir a tiempo, estrenado en Madrid el 25 de enero de 1908. Las inquietudes literarias de Pedro Muñoz Seca se habían puesto de manifiesto desde su niñez, cuando -dice él mismo- “aprendí a leer de corrido en las obras de Julio Verne” (Caballero Audaz, 1919: 10). En enero de 1898, siendo ya estudiante de Derecho y Filosofía y Letras en Sevilla, debuta como actor en una zarzuela que se representa en el Círculo Católico Obrero de El Puerto de Santa María. Un año después se estrena con gran éxito en dicho Centro Obrero su sainete en verso República estudiantil: “Pero, además, desde febrero de 1899 comenzó a publicar en la Revista Portuense poemas, cuentos, ‘novelas rápidas’, ‘novelas cortas’, ‘poemas dialogados’ y otros textos entre los que se encuentran algunos ya con estructura teatral” (Buhigas, 1998: 101). Entre 1907 y 1911, encontramos al menos 23 colaboraciones de Muñoz Seca en tres importantes revistas madrileñas: Blanco y Negro, Nuevo Mundo y La Ilustración Española y Americana. Se trata de “escritos de distintos tipos, en verso y en prosa, en forma de cuento o de escenas teatrales” (García Pinacho, 1998: 118). Como autor dramático es autor de casi 400 títulos (Tejada, 2005: 67) de todos los géneros, sobre todo el sainete, la comedia de enredo y el astracán. Francisco Cuenca (1937: 326-336) relaciona un repertorio de más de dos centenares de obras representadas: desde la primera, Las guerreras (en colaboración con José Luis Montoto de Sedas, 1901), hasta la última (¡Zape!, con Pedro Pérez Fernández, 1936), pasando por El roble de la Jarosa (1915), La venganza de Don Mendo (1918), La barba de Carrillo (1919) o ¡Usted es Ortiz! (1927), por citar solo algunas. Siguiendo con nuestro relato, reseñaremos la academia de Organografía y Fisiología Humanas -seguida de la segunda proclamación de dignidades- que se celebra el 2 de febrero de 1895. Al día siguiente aparece en la Revista Portuense la crónica del acto escrita por el antiguo alumno José Carrajal, quien informa de la proyección de imágenes “por aparato eléctrico” y de los fuertes aplausos que recibe el joven José Joaquín Vergara Gordon (1879-1952) -pronto novicio jesuita- al ser proclamado príncipe del colegio. En el mes de marzo se colocan en la nueva fachada unas letras grandes doradas con el nombre del colegio. La solemne inauguración de esta fachada y nueva entrada del edificio -vestíbulo, salón de actos, biblioteca y varios aposentos- tiene lugar a primera hora del domingo 12 de mayo de 1895, cuando el obispo Vicente Calvo bendice las obras. Terminada la ceremonia, el prelado celebra una misa y da la primera comunión a 26 alumnos. A la una y media de la tarde da comienzo la academia poética “Glorias de la Bética Católica”, dedicada a los beatos fray Diego José de Cádiz y Juan de Ávila. Durante 90

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la función religiosa de la tarde, el P. Oliver Copons “hizo un sermón notabilísimo, como todos los suyos, siendo todo ello digno remate de tan glorioso día” (Revista Portuense, 14 de mayo de 1895). A principios del mes siguiente comienzan en el colegio los exámenes oficiales de fin de curso, para lo que se desplazan a El Puerto ocho catedráticos del Instituto de Jerez. Entre los examinados de la asignatura de Matemáticas III, tanto Juan Ramón Jiménez como Pedro Muñoz Seca obtuvieron sobresaliente (ib., 12 de junio de 1895). El decreto de 12 de julio de 1895 del ministro conservador Alberto Bosch había derogado las reformas de Groizard y Puigcerver, restableciendo el plan de estudios de segunda enseñanza de 1880. Se trataba de un plan poco novedoso y bastante sencillo, pues no incluía los estudios de aplicación: bachillerato de cinco años con tres asignaturas en los cuatro primeros cursos y cuatro en el último (Revuelta, 1998: 231). La Religión pasó a ser obligatoria en el primer año, excepto para quienes declararan por escrito que no profesaban la religión católica. En el colegio de San Luis Gonzaga el nuevo curso comenzó, con la entrada de los alumnos, el 27 de septiembre de 1895. Un futuro rector, el P. Agustín Lara, que había sido profesor los dos cursos anteriores, tiene ahora el cargo de director de la conferencia de San Vicente de Paúl, dedicándose además a visitar el hospital y el penal de la Victoria. En el acto de la primera proclamación de dignidades del mes de noviembre, que estuvo precedido por una academia de Geometría, fue elegido príncipe del colegio el gijonés José María Gil-Domínguez Labarrieta (Revista Portuense, 26 de noviembre de 1895). Durante la novena en honor de la Inmaculada, el P. Oliver Copons pidió a la Virgen “especial protección para los que pelean en Cuba por la integridad de la Patria” (ib., 10 de diciembre de 1895). La segunda y tercera proclamación de dignidades tienen lugar el 2 de febrero y el 12 de abril de 1896, respectivamente (Zamora, 2013: CD Anexos). En el curso siguiente, 18961897, último del P. Castelló como rector, el número total de alumnos es de 188, disminuyendo con respecto al curso anterior la cifra de internos (de 174 a 154), mientras que aumenta algo -de 26 a 34- la de externos (Castro, 1994: 306). Es ahora cuando ingresa el portuense Valentín Galarza Morante (1882-1951), futuro militar y político que llegaría a ser ministro de la Gobernación durante la dictadura del general Francisco Franco. La comunidad jesuita sigue contando con 38 miembros, figurando entre ellos el P. Manuel Cadenas (1841-1913), experimentado misionero que asume las mismas funciones que había tenido el P. Lara, a la vez que imparte catequesis a los niños pobres. Una celebración destacada de este curso fue el triduo (8-10 de febrero de 1897) con que se festejó la reciente beatificación (1895) del jesuita italiano Bernardino Realino, con asistencia del arzobispo de Sevilla, el hoy beato Marcelo Spínola Maestre (1835-1906): “Los alumnos celebraron una academia poética sobre el nuevo Beato, y otra sobre los Rayos X, al final de la cual el arzobispo manifestó su admiración” (Revuelta, 1998: 331). 10. RECTORADO DEL P. JOSÉ MARÍA DE LA TORRE, 1897-1904 El P. Luis Martín -general de la Compañía de Jesús desde 1892 hasta su muerte en 1906- nombra rector al P. José María de la Torre el 10 de septiembre de 1897. Tres meses antes, la orden jesuita había logrado ser reconocida como corporación docente, por lo que sus miembros quedaban dispensados del título 91

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de licenciado para formar parte de los tribunales de exámenes de los colegios incorporados (Revuelta, 1998: 253). Sustituye al P. de la Torre como prefecto y secretario del colegio un sacerdote natural de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), el P. Manuel Morgado (1860-1921), quien no sintoniza con el nuevo rector (Revuelta, 1991: 1303). Se incorpora también este curso el P. José María Gálvez (1863-1924), ministro y prefecto espiritual de los alumnos. El P. José María Balboa se hace cargo de la dirección de las Hijas de María, una congregación mariana femenina establecida en el colegio tres años antes. Forman la comunidad jesuita 43 personas, la cifra más alta durante el periodo que historiamos. Un total de 201 alumnos -160 internos y 41 externos- comienzan el curso el 1 de octubre de 1897. Les imparte los ejercicios espirituales el P. Sánchez Prieto, desde el 16 al 18 de noviembre. Algunos días después es vitoreado durante su visita al colegio el “general cristiano” Camilo García de Polavieja (1838-1914), ex gobernador y capitán general de Filipinas, que se encontraba en Andalucía reponiéndose de una afección en la vista (La Correspondencia de España, 28 de noviembre de 1897). La segunda y tercera proclamación de dignidades tienen lugar el 6 de febrero y el 17 de abril de 1898, respectivamente. Este último acto, al que precede una academia de Organografía y Fisiología Humanas, lo preside el arzobispo Marcelo Spínola (Zamora, 2013: 318). En su edición del 17 de mayo, coincidiendo con la distribución de premios de final de curso, la Revista Portuense incluye una fotografía de la fachada principal del colegio de San Luis Gonzaga, al que califica como “uno de los primeros colegios de la península”, a la vez que elogia los gabinetes de Física e Historia Natural, “dos verdaderas maravillas donde puede admirarse cuanto de notable y grande encierran estos ramos del saber” (id.). El nuevo plan de estudios de enseñanza media del ministro liberal Germán Gamazo solo estará vigente durante el curso 1898-1899. Hay nuevos cambios en la comunidad jesuita: se marcha el P. Morgado y ocupa el cargo de prefecto el P. Gálvez, que sigue siendo ministro, aunque cede la prefectura espiritual al P. Joaquín Sánchez Rosique (1863-1923). Por su parte, el P. José María Remesal Rubio (18661910), además de continuar como encargado de la biblioteca, dirige la congregación de los externos. El domingo 27 de noviembre de 1898, inmediatamente antes de la primera proclamación de dignidades, se celebra un solemne “certamen artístico” en conmemoración del tercer centenario de la muerte del rey Felipe II, que preside el vicealmirante Alejandro de Churruca Brunet (1833-1913), capitán general del departamento de Cádiz (El Siglo Futuro, 30 de noviembre de 1898). Otros actos académicos de este curso son la concertación de Historia Universal -y segunda proclamación de dignidades- del 12 de marzo y la academia de Zoología “con proyecciones foto-eléctricas” del 23 de abril, a la que asiste José María Rancés Villanueva (1842-1917), obispo de Cádiz (Zamora, 2013: CD Anexos). Hacia el mes de mayo se reanudan las obras de la biblioteca, que habían quedado suspendidas (“Historia Domus”, folio 15; Conde, 2012: 47). La comisión de catedráticos que se desplaza al colegio a final de curso regresa a Jerez el 11 de junio, “después de haber celebrado cerca de quinientos actos de exámenes” (El Guadalete, 12 de junio de 1899). Algunos días después, durante el cierre general de comercios que tuvo lugar en protesta contra la reforma fiscal del ministro conservador Raimundo Fernández Villaverde, una turba se dirigió al colegio con la intención de asaltarlo: 92

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“La fuerza de la guardia civil, que rodeaba el edificio, les impidió acercarse, y el alcalde [Francisco Puente], por fin, logró calmar los ánimos, haciendo que la manifestación se disolviese” (El Siglo Futuro, 28 de junio de 1899). El plan de estudios del marqués de Pidal (26 de mayo de 1899) gustó en general a los jesuitas, por ser “el que mejor cuadraba con la Ratio Studiorum, por el énfasis que se daba al estudio del Latín, por la larga duración del bachillerato, por la simplicidad de las asignaturas, (…) e incluso por el método de enseñanza cíclica” (Revuelta, 1998: 235). Solo tuvo un año de vigencia, el correspondiente al curso 1899-1900, que comienza en el colegio de San Luis Gonzaga el 30 de septiembre con un nuevo ministro y prefecto, el P. Eusebio Goñi (1864-1926). Es moderador del Apostolado de la Oración el sacerdote Gabriel Baena Fernández, que saldrá de la Compañía en mayo de 1902. A la primera proclamación de dignidades (17 de noviembre) le precede una academia de Química, siendo muy aplaudidos los alumnos tras sus explicaciones de las propiedades del oxígeno y del hidrógeno (“Historia Domus”, folio 15). El 21 de enero de 1900, el alumno sevillano Eugenio Miguel Antón Montero (futuro ingeniero de Minas) dirige el acto denominado “Examen de Física”, en el que intervienen 30 compañeros que estudiaban esa asignatura (Zamora, 2013: CD Anexos). Algunos de estos mismos alumnos dedicarán -domingo 13 de mayo- al arzobispo Marcelo Spínola una academia de Física Experimental, dividida en dos partes (ondas luminosas y ondas eléctricas): “No se sabía qué apreciar más, si la verdad de las pruebas que presentaban los alumnos, o la precisión con que las ejecutaban” (El Guadalete, 15 de mayo de 1900). El curso 1900-1901, a caballo entre dos siglos, comienza con 173 alumnos internos y 35 externos. Había entrado en vigor el decreto de reforma de la segunda enseñanza (19 de julio de 1900) de Antonio García Alix, puesto por Francisco Silvela al frente del nuevo Ministerio de Instrucción Pública tres meses antes. García Alix “procedió a reestructurar el plan de estudios, procurando equilibrar las asignaturas de carácter científico con las literarias, sin que predominasen unas sobre otras, para que así el bachillerato cumpliese con el doble objetivo de ofrecer ‘un tinte de cultura general’ y servir de preparación elemental para las distintas carreras” (Díaz de la Guardia, 1988: 197). Un importante decreto para los jesuitas -21 de agosto de 1900- del mismo ministro había confirmado a la Compañía de Jesús como corporación docente, junto con los escolapios y los agustinos (Revuelta, 1998: 236). En el colegio de San Luis Gonzaga empieza su primer año de magisterio el antiguo alumno Pedro María Ayala (1876-1949). El P. Diego Alpañés dirige los ejercicios espirituales de este curso, que finalizan el Día de Todos los Santos. Le sigue, el 18 de noviembre de 1900, un certamen de Religión y de Latín, que los alumnos de primer año consagran a san Estanislao de Kostka declamando versos y representando una escena lírica (Zamora, 2013: CD Anexos). El día de la Inmaculada se celebra con especial brillantez, por cumplirse los 25 años de la institución de la congregación mariana. En la Nochevieja se canta un tedeum por los beneficios recibidos el siglo anterior. A mediados de febrero se celebra la segunda proclamación de dignidades, que estuvo precedida de una academia de Geometría. Visitó por entonces el colegio el P. Jaime Vigo (1861-1910), provincial de Toledo de 1897 a 1903, que defenderá al rector de las acusaciones de los PP. Vicente Ortega y José María Balboa: “Sucede con él lo que quizá se ha visto 93

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con muy pocos superiores de la Compañía: que aunque reprende y corrige a los alumnos, éstos le respetan y le quieren” (ap. Revuelta, 1991: 1303). A principios de mayo de 1901, tras el estreno de la Electra de Galdós en el Teatro Principal, hubo un intento frustrado de apedrear el colegio (Molina García, 2008: 106-107). La muerte -con solo 25 años- del hermano coadjutor Domingo Gómez el 26 de mayo causó una gran impresión a los alumnos. Como consecuencia del decreto del conde de Romanones (12 de abril de 1901), que anulaba el privilegio de poder examinar sin “título suficiente” a los miembros de las corporaciones reconocidas como docentes y suprimía las comisiones de examen, los profesores del colegio no pudieron formar parte de los tribunales de exámenes de fin de curso, que se celebraron por imperativo legal en el Instituto de Jerez (“Historia Domus”, folio 17; Revuelta, 1991: 72). Terminado el curso, Romanones reformó el plan de estudios de segunda enseñanza mediante el decreto de 17 de agosto de 1901, que respetó esencialmente el plan anterior, pues prescribía un bachillerato ecléctico de seis años de duración. Sin embargo, sí introdujo algunos detalles significativos: supresión de la obligatoriedad de la asignatura de Religión, división del Latín y Castellano en dos asignaturas distintas y aparición de la Caligrafía (Díaz de la Guardia, 1988: 262-263). Nada más empezar el curso 1901-1902 se declaró una epidemia de sarampión que obligó a aislar a los alumnos de la tercera división (Zamora, 2013: 397). Entre los cambios de personal que se producen señalaremos la llegada del P. José María Ruiz, nuevo ministro y prefecto, que “aunque tenía mal genio, procuraba vencerse, era muy activo y ayudaba mucho al Rector, con el que se entendía muy bien y cuyas deficiencias suplía en parte” (Revuelta, 1991: 1304). Se incorpora además como Padre espiritual Francisco de la Cruz (1870-1916), quien entre el 15 y el 17 de noviembre de 1901 predica los ejercicios a los alumnos con tanta vehemencia que algunos no pueden evitar derramar lagrimas al oírle (“Historia Domus”, folios 18-19). El 11 de enero de 1902 fallece, con casi 80 años, el P. José Cánovas Aledo, “uno de los más antiguos que residían en el Colegio de San Luis Gonzaga” (El Guadalete, 13 de enero de 1902). Pasado un mes, el 15 de febrero, muere también -con 55 años- el P. Vicente Ortega, fundador y director de la Asociación Auxiliadora de Enfermos Pobres (Revuelta, 2008: 652-655). En el curso siguiente -1902-1903- se rebaja la pensión anual de los internos, que pasa de 1.100 a 900 pesetas, “lo que favoreció el aumento del alumnado” (Revuelta, 1991: 1300): se contabilizan 218 alumnos en total, 53 más que en el curso anterior (Castro, 1994: 306). Entre los que ingresan internos el 30 de septiembre de 1902 podemos señalar a los jóvenes portuenses Hipólito Sancho Mayi (1893-1964) -posteriormente insigne historiador-, que finalizará el bachillerato en 1909, y Tomás Osborne Vázquez (1892-1909) -hijo de Tomás Osborne Guezala, segundo conde de Osborne-, que continuó los estudios en el internado jesuita de Beaumont (Old Windsor, Inglaterra) de 1904 a 1909. Pero, dada la orientación que estamos dando a este trabajo, no podemos omitir a otro interno que ingresa el mismo día que los dos anteriores y será alumno hasta el 12 de junio de 1908: el sevillano José Manuel Pabón Suárez de Urbina (1892-1978).30 Pabón sobresaldrá como latinista y helenista (será catedrático en las universidades de Salamanca, Granada y Madrid), si bien figura en nuestro elenco como autor de, al menos, un libro de poesía, 94

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Poemas de la ribera (Barcelona, 1940), que recibió “sinceros elogios nada menos que de Dámaso Alonso, su compañero de fatigas en la Valencia bélica” (Fernández Galiano, 1979: 194). En cuanto a la comunidad jesuita, el provincial Vigo observa: “Se ha recuperado la paz, la caridad y la concordia que se echaban de menos en los años anteriores” (ap. Revuelta, 1991: 1304). El cargo de ministro es ocupado por el P. Sinforiano Fernández y el de prefecto por el P. Martín Mendoza, futuro rector. A principios de noviembre de 1902, antes de partir de viaje a la misión argentinochilena, se aloja en el colegio durante dos días el provincial de Aragón, P. Luis Adroer (1852-1915). El día 12 de ese mismo mes llega el prelado portugués Antonio Sebastián Valente (1846-1908), arzobispo de Goa y patriarca de las Indias, quien repondrá fuerzas en el colegio durante seis meses (Zamora, 2013: 320). Es probable que el arzobispo Valente presidiera la academia de Cosmografía y primera proclamación de dignidades el domingo 16 de noviembre, así como la academia “crítica literaria” que los alumnos de Historia de la Literatura dedican el 19 de marzo de 1903 al papa León XIII en el XXV aniversario de su pontificado (Molina García, 2008: 110). Es en este curso cuando ha comenzado su magisterio en el colegio el escolar jesuita Antonio Osborne Guezala (1878-1964), que imparte Preceptiva, Geografía Comercial y Lengua inglesa. A expensas de la herencia del hermano Antonio Osborne se inician en febrero de 1903 las obras de ampliación de La Inmaculada, la casa de campo junto al mar que el colegio había comprado en 1897 a la familia Amusátegui (“Historia Domus”, folio 21; Revuelta, 1991: 934, 1304). Gabino Bugallal, ministro de Instrucción Pública en el gabinete de Fernández Villaverde, simplificó el plan de estudios de segunda enseñanza del conde de Romanones mediante el decreto de 6 de septiembre de 1903 (en vigor hasta 1926): “Se redujeron las asignaturas secundarias de Dibujo (de tres años a dos), Gimnasia (de seis años a dos) y Caligrafía (un año). La Geografía se redujo a dos años (se suprimía la Geografía comercial y la Cosmografía). La Lengua Castellana a uno. El Inglés y Alemán se suprimieron por falta de presupuesto” (Revuelta, 1998: 241). En este mes de septiembre, las obras de colocación de un nuevo pavimento en el patio central del colegio costaron 7.500 pesetas (Zamora, 2013: 393). En la comunidad jesuita -39 personas- encontramos en el curso 19031904 en el cargo de prefecto a otro futuro rector, el P. Francisco Socorro. El nuevo espiritual -llegado desde la residencia de Granada- es el P. Juan Pujante, que acabará saliendo de la Compañía. El P. José María Pagasartundúa (1860-1919), provincial de Toledo desde el 21 de septiembre de 1903, llega al colegio el 6 de noviembre siguiente (“Historia Domus”, folio 21). Poco después -el domingo 15- tiene lugar la primera proclamación de dignidades del curso, desatacando en este acto por sus dotes de orador el alumno Agustín de Ondovilla Sotés, hijo del registrador de la propiedad de Jerez de la Frontera (El Guadalete, 17 de noviembre de 1903). Para entonces se había organizado ya en el colegio una Escuela Nocturna, a la que asistían unos 120 obreros y en la que se instalará una Caja de Ahorros: “Les movió a ello [a los jesuitas] el deseo de contrarrestar la influencia de los protestantes, que habían puesto con anterioridad una escuela semejante” (Revuelta, 1991: 1305). El 24 de enero de 1904 se celebra una academia literaria, dedicada a la definición 95

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dogmática de la Inmaculada Concepción. Presidida por el arzobispo Spínola y amenizada por la banda del regimiento de Infantería de Marina, sobresale en ella el alumno sevillano José Luis Illanes del Río (El Globo, 31 de enero de 1904). El 10 de mayo de 1904, el rector y el prefecto acompañan a las dignidades de las distintas divisiones hasta Jerez de la Frontera para ver al rey Alfonso XIII, que visitaba ese día la vecina ciudad (“Historia Domus”, folio 22). Era entonces príncipe del colegio el interno -natural de Alájar (Huelva)- Atilano Alonso González. Un importante acto religioso fue el triduo del 29 al 31 de mayo: hubo predicación del P. Oliver Copons y procesión en la que participan los alumnos, las Hijas de María y el Apostolado de la Oración, sacándose a la calle las imágenes de san Luis, san Estanislao, la Inmaculada Concepción y el Sagrado Corazón (Ayala, 1905: 8-9). En la solemne distribución de premios del último día de mayo, José Manuel Pabón -congregante de San Estanislao- obtiene uno de los primeros premios de conducta de la tercera división, así como un accésit en Aritmética. El 1 de junio de 1904 comienzan los exámenes en el que ya se llamaba Instituto General y Técnico de Jerez, distinguiéndose en ellos el mencionado alumno Atilano Alonso. 11. RECTORADO DEL P. AGUSTÍN LARA, 1904-1907 El P. Agustín Lara (1855-1927) es nombrado rector del colegio el 21 de junio de 1904, el día en que se celebraba la festividad de San Luis Gonzaga. Venía de ejercer el mismo cargo -desde 1901- en Villafranca de los Barros (Badajoz), donde ocupa su puesto precisamente el P. José María de la Torre. Entre los sacerdotes que llegan al colegio de El Puerto este curso 1904-1905 encontramos a los PP. Eduardo Dodero (prefecto), Francisco Lirola (director del Apostolado de la Oración), Fermín Ruiz Vela (operario) y José Carretero (profesor de Matemáticas y director de la Escuela Nocturna). Ayudan al P. Carretero en esta escuela para obreros los escolares José Bausili, Rafael Valdivia, Pedro María Ayala y Antonio Osborne, así como el hermano coadjutor José Martínez (profesor de Dibujo), tres seglares y algunos internos. El número total de alumnos, sumados los 23 externos, es ahora de 209 (Castro, 1994: 306). A los que se incorporan a tiempo para comenzar el curso el 1 de octubre se les premia con un día de campo (“Historia Domus”, folio 22). Los actos más destacados del curso fueron sin duda los que se celebraron en diciembre de 1904 para conmemorar los cincuenta años de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Las celebraciones duraron cuatro días (desde el jueves 8 al domingo 11) e incluyeron actos religiosos, festivos y académicos. La Litografía Alemana, de Cádiz, editó el programa de las fiestas (Zamora, 2013: CD Anexos). Sobresalió por su novedad una danza alegórica de diez pajes, a imitación de los seises de la catedral de Sevilla. En el concurso floral que tuvo lugar la noche del 10 de diciembre se concedió el premio de la Rosa de Oro y el diploma de honor a la poesía en romance titulada “Tarde y con bulla”, de Pedro Muñoz Seca, “a pesar de sus pocos años, conocido ya en la república de las letras por sus triunfos literarios” (Ayala, 1905: 53). Antes de recitar el poema premiado, Muñoz Seca proclamó “Reina de este solemne Concurso” a la Inmaculada, cuya imagen se adelantó -entre grandes aplausos- en el escenario dispuesto en el salón de visitas. El segundo premio -la Azucena de Plata- lo obtuvo el jesuita Mariano Ayala Fernández, por 96

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su composición “Loor y gloria a María Inmaculada”. También resultó premiado Rafael García Rodríguez, que participó con otro tema en verso: “La Inmaculada inspiradora de las artes y literatura españolas”. Entre los 160 antiguos alumnos que estuvieron presentes, además de los ya citados, se encontraba José Carrajal García. Otros 109, Fernando Villalón entre ellos, justificaron su ausencia por diversos motivos. No nos consta la asistencia ni la adhesión de ninguno de los otros escritores que llevamos nombrados: Dionisio Pérez, Eugenio Sedano, Mariano López Muñoz, José Ignacio de Alberti o Juan Ramón Jiménez (aunque sí concurrió su hermano Eustaquio). El 19 de marzo de 1905 -presidida por el rector Lara y con la asistencia de tres profesores del Instituto de Jerez- se celebra la segunda proclamación de dignidades, a la que precede una academia de Álgebra y Trigonometría (“Historia Domus”, folio 22; La Correspondencia de Cádiz, 20 de marzo de 1905). En abril de ese año se habilita una bodega contigua al colegio y se abre una escuela elemental diurna, a la que asisten unos 150 niños de la ciudad (Revuelta, 1991: 1305). La distribución de premios de fin de curso se efectúa el 31 de mayo a la una y media de la tarde. Recibe el premio de excelencia el alumno -natural de La Palma del Condado- Ignacio de Cepeda Soldán (1890-1967), más tarde ingeniero de Montes (Revista Portuense, 1 de junio de 1905). Y en los exámenes que se celebran en el Instituto de Jerez los días 6, 7 y 8 de junio, José Manuel Pabón, alumno de tercer año de bachillerato, aprueba con sobresaliente las asignaturas de Francés, Historia de España y Latín (El Guadalete, 7 y 9 de junio de 1905). En el curso 1905-1906 la comunidad jesuita tiene 40 miembros, el mismo número que en el anterior. El P. Francisco Socorro regresa ahora como ministro, prefecto y secretario. El nuevo Padre espiritual, Rafael Cordón (1866-1923), que llega desde Villafranca de los Barros, logra que se adscriban a las congregaciones marianas 142 de los 178 alumnos internos. El P. Diego Quiroga se hace cargo de la Escuela Nocturna, a la que asisten 135 obreros, mientras que la escuela diurna tiene 200 niños. El rector Lara dirige la congregación de las Hijas de María y la de la Buena Muerte, teniendo la última de ellas unas 40 asociadas. A finales de marzo de 1906, 22 niños se vieron afectados por un brote de sarampión (“Historia Domus”, folios 24-25). En la academia de Óptica Geométrica que precede a la segunda proclamación de dignidades el domingo día 25 de ese mes, el discurso preliminar corre a cargo del interno tarifeño y alumno de quinto año Domingo Derqui Derqui, quien seguirá la carrera militar. La dignidad de príncipe del colegio correspondió a Tomás Cólogan Zulueta (Revista Portuense, 27 de marzo de 1906). Cólogan (18901954), futuro jesuita, recibirá el premio de excelencia cuando se celebre el 31 de mayo de 1906 la distribución de premios de fin de curso. No podían imaginar los asistentes al acto académico que en Madrid, simultáneamente, se atentaba contra la vida de Alfonso XIII y de su esposa Victoria Eugenia cuando el cortejo nupcial regresaba de la iglesia de San Jerónimo. Los recién casados salieron ilesos, pero la bomba arrojada por el anarquista Mateo Morral dejó más de 20 muertos y un centenar de heridos (Rodríguez Caparrini, 2006b). Entre los jesuitas que llegan al colegio en el curso 1906-1907 se encuentra el P. Miguel Martínez Ropero (18561933), médico, que enseñará Historia Natural y Fisiología y se encargará del museo de Ciencias Naturales. La construcción de un nuevo dormitorio para los criados costó 12.000 pesetas (“Historia Domus”, folio 28). 97

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12. RECTORADO DEL P. FRANCISCO SOCORRO, 1907-1909 El P. Francisco Socorro (1867-1944) gobernará inicialmente -desde el 30 de junio de 1907- con el título de vicerrector, siendo nombrado rector el 15 de agosto del año siguiente. En el P. Juan Antonio Domínguez (1871-1934) recaen los cargos de prefecto de disciplina, subprefecto de estudios y secretario del colegio. Como ministro, y director de la conferencia de San Vicente de Pául, tenemos al P. Francisco Gómez (1870-1935). En el curso 1907-1908 habrá 197 alumnos (Castro, 1994: 307). De los 169 internos, serán expulsados siete por mala conducta. A principios de diciembre tiene lugar una academia de Geografía, seguida de la primera proclamación de dignidades. Poco después se crea un Centro Católico Obrero, con casi 200 asociados. El escolar jesuita Luis Pérez Hitos escribe: “Hemos conseguido que los obreros acojan a los nuestros con mayor cariño, y esto lo manifiestan con signos exteriores” (“Historia Domus”, folio 28). El P. Manuel Díaz de Arcaya, octogenario misionero alavés, fallece en el colegio el 26 de enero de 1908. El 19 de abril -Domingo de Resurrección- se celebra una academia dedicada “A los héroes inmortales de la Independencia Española”, en la que varios alumnos recitan patrióticas composiciones en prosa y verso indicadas en el programa (Zamora, 2013: CD Anexos). A continuación, en la segunda proclamación de dignidades, es designado príncipe del colegio José Manuel Pabón Suárez de Urbina. Se pone fin al acto con la interpretación al piano de “Aires Andaluces”, de Eduardo Lucena (Revista Portuense, 20 de abril de 1908). El 2 de mayo se celebra con unos ejercicios militares de los alumnos en torno al monumento alusivo levantado en el patio central. En los exámenes de fin de curso ante el tribunal de catedráticos de Jerez de la Frontera, José Manuel Pabón es calificado con sobresaliente (con derecho a matrícula de honor) en Ética y Rudimentos de Derecho, asignatura de sexto año (El Guadalete, 2 de octubre de 1908). Pabón fue probablemente uno de los 12 alumnos que -se nos dice en la “Historia Domus” (folio 29)- hicieron ejercicios espirituales en la finca de La Inmaculada durante cuatro días tras haber obtenido el grado de bachiller. A lo largo de este curso, más de 300 obreros harán también los ejercicios de san Ignacio en la casa de campo. En el último curso de mandato del P. Socorro hay un ligero descenso numérico, tanto en la comunidad estudiantil -pasa de 197 a 181 (151 internos y 30 externos)- como en la jesuita, con 33 miembros, frente a los 37 de los dos cursos anteriores. Es ahora cuando ingresa interno -el 1 de octubre de 1908- el niño de 12 años José Montes Torres, natural de Marchena (Sevilla), que destacará profesionalmente como pintor y escultor. Entre los nueve sacerdotes que se incorporan está el P. Luis M. Capitán, espiritual de los alumnos, y el P. Agustín Moral, director del Apostolado de la Oración. En esta época comienzan los alumnos, cuyos padres así lo desean, a irse a sus casas durante las vacaciones de Navidad, que hasta entonces se habían pasado en el colegio (Molina García, 2008: 117). Las relaciones con el Instituto de Jerez parecen ser cordiales: junto con los PP. rector y prefecto, presiden la academia de Física y segunda proclamación de dignidades del domingo 18 de abril de 1909 los Sres. Juan Argullós Sedano, Cayetano Castellón y Horacio Bel (director, secretario y catedrático de Matemáticas del centro docente jerezano, respectivamente). Resultó entonces proclamado príncipe del colegio el sevillano Francisco Aponte Ferrer (El Guadalete, 21 de abril de 1909). 98

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En el apartado de obras, la construcción de un cobertizo en uno de los patios de recreo costó alrededor de 7.000 pesetas (“Historia Domus”, folio 29). 13. VICERRECTORADO Y RECTORADO DEL P. RODOLFO VELASCO, 1909-1912 Y 1912-1915 El P. Francisco Socorro es trasladado a la casa de probación de Granada como maestro de novicios, cargo que desempeña hasta 1912. El 19 de julio de 1909 toma posesión como vicerrector del colegio de San Luis Gonzaga el P. Rodolfo Moro Velasco (1868-1940), que será nombrado rector el 14 de abril de 1912. El nuevo prefecto de disciplina, subprefecto de estudios y secretario es -solo durante el curso 1909-1910- el P. Benito Jaro López (1866-1950). Bastante más tiempo -hasta 1913- perdura en su cargo el P. Mariano Ayala Fernández (1872-1954), destinado ahora a su antiguo colegio como espiritual de los alumnos. Como director de las congregaciones marianas, el P. Ayala tuvo un papel destacado en la organización de las solemnidades religiosas que se celebran los días 3, 4 y 5 de abril de 1910, en las que participan el P. José María Valera (provincial de Toledo, 1909-1915), el Dr. José Roca Ponsa (magistral de la catedral de Sevilla) y el P. Eduardo Dodero. La parte académica consistió en una “Conferencia de Química Experimental”, seguida de la segunda proclamación de dignidades (Zamora, 2013: CD Anexos). El príncipe del colegio y prefecto de la congregación de San Luis es el alumno Carlos Nuñez Manso (1894-1964), futuro alcalde de Tarifa (Cádiz) y diputado de la CEDA (1933-1936). En las elecciones a Cortes del 8 de mayo de 1910, los superiores piden a los jesuitas que apoyen al conde de Osborne (Tomás Osborne Guezala, 18611935), candidato católico independiente por el distrito de El Puerto de Santa María (“Historia Domus”, folio 30), quien resultará derrotado por el liberal canalejista Dionisio Pérez Gutiérrez. En el curso 1910-1911, la comunidad jesuita se compone de 29 miembros, cuatro menos que el año anterior. Llega como nuevo prefecto el sacerdote granadino Luis Maestre (1863-1946). El número de alumnos es de 203 (Castro, 1994: 307). Entre los 161 internos encontramos al niño de nueve años Manuel Halcón VillalónDaoiz (1900-1989), quien el 6 de septiembre ha solicitado su ingreso para cursar la instrucción primaria. El futuro escritor y periodista31 no llegará a obtener el grado de bachiller. En su expediente académico se refleja que cuando sale del colegio al terminar el curso 1916-1917, solo ha aprobado -con la nota mínima- 13 de las 23 asignaturas de las que se matricula a lo largo de seis cursos, no presentándose a las restantes: “Tan indisciplinado y desaplicado era -dirá años después- que nada esperaban de mí mis profesores y compañeros. Era, además, un niño enclenque” (AA. VV., 1961: 39-40). Lo cierto es que Manuel Halcón recibirá al terminar la instrucción primaria un segundo premio de conducta y un primer premio de aprovechamiento (en Doctrina Cristiana). Sobre su estancia en San Luis Gonzaga recuerda Halcón: Para mí fue el colegio una cárcel sin otra ventaja que el clima y la luz del Puerto de Santa María. Y aquellas vistas de Cádiz desde las altas ventanas de la enfermería. Pero no quiero dejar de pasar por alto la 99

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presencia en el colegio de dos santos varones. Justo en los dos extremos de la jerarquización. El Rector Rufo [Rodolfo] Velasco y el hermano coadjutor, Javier Aixpuro [Francisco Javier Aizpuru, 1876-1952], enfermero. (…) El hermano enfermero tenía una llave que abría todas las puertas del colegio (había sido herrero de oficio) y yo siempre le tuve como un ser distinto, a quien los carceleros le dejaban abrir las rejas para sacar a los niños débiles a tomar el aire. (Ruiz-Copete, 1973: 54).

El futuro historiador, profesor, político y académico de la Historia sevillano Jesús Pabón Suárez de Urbina (1902-1976) llega al colegio en septiembre de 1911 y coincide con Manuel Halcón en primero de bachillerato. Es coprotagonista del relato de 1949 “Los dos macferlanes” (publicado diez años después en Narraciones), en el que Halcón cuenta cómo Pabón y él, únicos portadores de unos abrigos desfasados, tuvieron que defenderse de las burlas y agresiones de varios alumnos. Así nació una amistad profunda y duradera entre ambos. En la emotiva crónica de guerra “El amigo enemigo” (1936) ya había evocado Manuel Halcón a algunos de sus compañeros de colegio: “La campana que tocaba Paco Oliva [Francisco de Paula Oliva Mack], las razones que llevaba Pepe Rojas [José María Rojas-Marcos Lobo, 1901-1980], las declamaciones de Jesús Pabón, las travesuras de Juan Antonio Estrada [Moreno]” (Halcón, 1936). Tanto Halcón como Pabón debieron de asistir el domingo 3 de diciembre de 1911 a la academia de exaltación pontificia -dedicada a Pío X “en el cincuentenario de la usurpación sacrílega de los Estados Pontificios” (Zamora, 2013: CD Anexos)- y a la posterior proclamación de dignidades, en la que se designa príncipe al alumno de Trigueros (Huelva) José Sánchez Infante. El nuevo prefecto de disciplina, subprefecto de estudios y secretario del colegio es ahora el P. Manuel Abreu Herrera (1874-1929), antiguo alumno y fundador en 1908 del Patronato de Obreros del ICAI. Tanto el P. Abreu como su compañero y primer rector del ICAI, P. Ángel Ayala Alarco (1867-1960), fueron alejados de Madrid -Ayala a Ciudad Real- a petición del rey Alfonso XIII, pues se les acusaba de pretender la formación de un partido político católico antidinástico (Revuelta, 2008: 891). El P. Abreu, persona laboriosa y activa, concibe en enero de 1912 la creación de una Asociación de Antiguos Alumnos y de una congregación mariana, formada esta por ex colegiales residentes en El Puerto de Santa María. La presentación en público de la congregación -cuyo patrono era S. Francisco de Borja- tendrá lugar el 7 de abril de 1912 (Domingo de Resurrección), cuando el arzobispo de Sevilla, cardenal Enrique Almaraz Santos (1847-1922), visita el internado jesuita en compañía del obispo de Beja -Sebastián Leite de Vasconcellos (1852-1923)- y de numerosas autoridades. También funda el P. Abreu la Hermandad del Niño Jesús, cuyo objetivo era asistir a los niños pobres de la población e inculcar en los alumnos la caridad para con los desfavorecidos. El Eco Portuense, semanario católico fundado en 1910, sirve como medio de comunicación entre los miembros de la Asociación de Antiguos Alumnos, que dispone de una sección fija en el periódico. Con ocasión del arranque de esta Asociación y como preparación para las cercanas bodas de oro de la fundación del colegio, los días 17, 18 y 19 de agosto se celebran unas “fiestas de familia”, a la que asisten unos 275 alumnos, actuales y antiguos (José Carrajal entre los últimos), mientras que 100

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otros 200 envían su adhesión. Durante el banquete que tiene lugar en el comedor del colegio el segundo día de las fiestas, es ovacionado el popular ex rector José María de la Torre (de Alberti, 1912). En el brindis del prestigioso abogado sevillano y gran orador Manuel Rojas Marcos (1869-1920) -padre de José María, citado arriba- resuenan los ecos del supuesto anticlericalismo del presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas (1854-1912): “Hay un proyecto en las Cámaras para despojar a los católicos de sus derechos, debemos combatir ese proyecto; el que sepa hablar, que hable; el que escribir, que escriba; el que tenga dinero, que lo dé; y el que no, que dé su persona para la defensa de nuestra causa” (El Correo de Cádiz, 19 de agosto de 1912). La apertura del curso 1912-1913 tuvo lugar en el colegio el domingo 6 de octubre, a las nueve de la mañana: “Por concesión especial se permitió a los alumnos, el salir este día para que pudieran asistir con sus padres o encargados a la corrida de toros” (El Eco Portuense, 13 de octubre de 1912). El rey Alfonso XIII iba a presidir esta “corrida regia” organizada en conmemoración del centenario de la Constitución de Cádiz, si bien el monarca no estuvo finalmente presente debido al luto por la muerte de su hermana la infanta doña María Teresa de Borbón. Ingresa ahora interno el niño sevillano Eduardo Llosent Marañón (1902-1969), que permanecerá en el colegio hasta al menos 1915, finalizando el bachillerato en su ciudad natal. Futuro escritor, poeta, crítico de arte y periodista, Eduardo Llosent será en junio de 1926 uno de los fundadores y director de Mediodía, revista literaria en la que colaborarán, entre otros muchos, Juan Ramón Jiménez, Fernando Villalón, Manuel Halcón y Rafael Alberti. En ese mismo año había publicado Llosent versos en la Revista del Ateneo (Jerez de la Frontera) y también encontraremos colaboraciones suyas en la revista gaditana Isla, entre 1938 y 1940.32 En el caso de que Llosent se incorporara puntualmente al internado, disfrutaría el viernes 25 de octubre en Sanlúcar del día de campo concedido por el rector Velasco. Esa misma semana había comenzado a regir una nueva distribución horaria, “habiendo cuatro horas de clases diarias, alternadas con las horas de estudio” (El Eco Portuense, 27 de octubre de 1912). El 12 de noviembre, el P. Abreu interrumpió la cena de los alumnos para comunicarles el asesinato -esa misma mañana- del presidente Canalejas, víctima de un atentado anarquista. Luego, puestos todos en pie, rezaron por su alma. Jesús Pabón reflexionará sobre los hechos en el prólogo al libro de Diego Sevilla Canalejas (1956): De una parte, Canalejas, el terrible hombre de izquierda, el gobernante que encarnaba y obedecía al desorden, había caído por obra del anarquismo. Algo no era correcto en mi opinión infantil sobre él. Por otra parte, la Iglesia, sin duda combatida por Canalejas durante su vida, ante su muerte me enseñaba a rezar por él: toda la Iglesia estaba, para mí, en la plegaria del Padre Abreu. (…). Transcurrieron los años y los años. Hablé con familiares, con amigos y con partidarios de Canalejas. Estudié lo que él escribió, dijo e hizo, y cuanto se escribió sobre su vida y sobre su obra. Guiado siempre e invariablemente por las dos verdades que el Padre Prefecto del Colegio del Puerto me enseñó con ocasión de su muerte: le había asesinado la 101

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anarquía; y yo debía rezar por él, ejercitar la caridad al recordarle. (ap. Rodríguez Caparrini, 2012). Coincidiendo con la festividad de la Inmaculada de ese año 1912, se celebra por la tarde en el nuevo salón de actos instalado a la derecha del vestíbulo un mitin de protesta contra las escuelas laicas organizado por el Padre ministro, Gabino Márquez (1871-1954), en el que interviene Jesús Pabón Suárez de Urbina, entre otros alumnos (id.). A continuación lee el prefecto Abreu la primera proclamación de dignidades del curso, siendo nombrado príncipe del colegio “el estudioso joven Don Alfonso Sancho y Peñasco [1896-1971]” (El Correo de Cádiz, 9 de diciembre de 1912). Su padre, el bodeguero Alfonso Sancho Mateos, será elegido vicepresidente de la junta de gobierno del Sindicato Agrícola que se constituye en el seno de la Asociación de Antiguos Alumnos a finales de ese mes de diciembre, en la que figuran además el abogado Juan Francisco Py Puyade (presidente), el conde de Osborne (cajero) y Guillermo de Alberti (secretario). El Lunes y Martes de Pascua de 1913 (24 y 25 de marzo) encontramos de nuevo al cardenal Almaraz en las solemnes fiestas religiosas y literarias que se celebran en el colegio (Zamora, 2013: 319-320). Tras visitar el colegio, el provincial Valera detecta algunas carencias, según se refleja en su memorial de 9 de junio: “Urgir el estudio y fomentar el amor y afición hacia él. Se nota falta de sólida piedad en los niños (...) es necesario ir acortando los actos exteriores que detienen a los alumnos en la capilla largo tiempo y los cansan; insistir más en la formación interior del espíritu de fe y santo temor de Dios, de amor al vencimiento y al trabajo, de celo en el cumplimiento del deber, compostura en la capilla (...)” (ap. Molina García, 2008: 122). En el curso 1913-1914 tenemos una comunidad jesuita de 28 miembros (tres menos que el anterior), mientras que el número de alumnos aumenta en 31 y alcanza los 233 (210 internos y 23 externos). Viene destinado de nuevo el veterano P. Fernando Cermeño, que dirigirá la conferencia de San Vicente de Paúl. El P. Manuel Abreu asume el cargo de Padre espiritual que desempeñaba Mariano Ayala, quien a su vez le sustituye como prefecto. Manuel Halcón, que está ahora en tercero de bachillerato, tiene como profesor de Latín al jesuita peruano Gustavo Salaverry (1885-1925), a quien describe en Los Dueñas (1956) -su novela más autobiográfica- como “terror de los alumnos”. En su misma clase encontramos al jerezano Julián Pemartín Sanjuán (1901-1966), que ingresa ahora y termina el bachillerato en el curso 1916-1917. Nieto de uno de los primeros accionistas del colegio, Julián Pemartín publicará esporádicamente poemas en la Revista del Ateneo de su ciudad natal, entre 1927 y 1933. Aunque gran parte de su producción poética permanece inédita, Pemartín llegó a publicar los libros Diez décimas y otros versos de circunstancias (Madrid, 1951) y Mi aportación lírica a la Fiesta de la Vendimia Jerezana (Jerez de la Frontera, 1955), así como el pliego -ilustrado por Teodoro MicianoAleluyas del Vino de Jerez (Jerez de la Frontera, 1957). Antes había aportado a la literatura infantil el cuento Garbancito de la Mancha (Madrid: Saturnino Calleja, s. f., c. 1943), obra en la que se basa la película del mismo título que se estrenará en Barcelona en 1945 y que constituye el primer largometraje europeo en color de dibujos animados.33 Es también a principios de octubre de 1913 cuando ingresa en primero de bachillerato -como externo- el que luego será famoso poeta de El 102

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Puerto de Santa María, Rafael Alberti Merello (1902-1999), quien durante el curso 1916-1917 interrumpirá sus estudios en San Luis Gonzaga para trasladarse con su familia a Madrid. Los testimonios de Alberti sobre el colegio y sobre los jesuitas que lo dirigían en sus tiempos de estudiante son contradictorios. Si en el excelente “Retorno de los días colegiales” (Retornos de lo vivo lejano, 1943-1953) volvía su mirada nostálgica hacia su niñez perdida y en la última etapa de su vida afirmaba que “yo soy un alumno modelo y gracias a ellos [los jesuitas] soy lo que soy” (ap. Castro, 1994: 22), que “le tengo un grandísimo afecto al colegio” (ap. Molina García, 2008: 127), o también que “me alegro de haber pasado por el colegio” (Mateo, 1996: 22), la imagen global que nos formamos del colegio portuense y de la Compañía de Jesús en el amargo poema “Colegio (S.J.)” (De un momento a otro, 1934-1939)34 o en La arboleda perdida es francamente mala. En el libro primero (1902-1917) de estas memorias, publicado en México en 1942, afirma Alberti que en el colegio “tuve que soportar, junto a ocios y rabonas reveladores, humillaciones y amarguras que hoy todavía me escuecen” (Alberti, 1978: 33) y que “no aprendí casi nada durante cerca de cuatro años de externado” (ib., 37). En su estudio pionero Rafael Alberti, entre la tradición y la vanguardia (1977), el también poeta portuense José Luis Tejada distingue dos fases, de aproximadamente dos cursos cada una, de “un estudiante desigual”: durante los dos primeros años de bachillerato (1913-1915), Rafael Alberti “fue un buen estudiante, aplicado, piadoso, puntual y correcto” (Tejada, 1977: 24). Fue admitido en la congregación de San Luis -no en la de San Estanislao, como dice en La arboleda perdida- el 21 de febrero de 1914 (Castro, 1994: 55). Pero a partir del tercer curso, ya con trece años y en el crítico despertar de una precoz adolescencia, Rafael se va rebelando, tomándole el gusto a las “rabonas” (…), al dorado refugio de las dunas que separan la playa de la Puntilla de un denso bosque de pinos piñoneros, a las primeras experiencias eróticas, a las torpes “corridas” de vacas y becerros en el ejido de su tío, a sustituir, en fin, (…), el “Colegio del Puerto” por ese otro colegio del puerto, con minúsculas; a cambiar el estudio por el juego prohibido o peligroso, la inocencia por la malicia, la disciplina por la más desenfrenada libertad”. (Tejada, 1977: 24-25). José Luis Tejada llega a la conclusión de que la supuesta expulsión de Alberti de San Luis Gonzaga, a la que el poeta se refiere dramáticamente en sus memorias (Alberti, 1978: 82-84), acaso “fue más fingida que real, convenida entre el colegio y la familia con la intención de impresionar al niño. De cualquier modo, no hubiera podido terminar allí su cuarto curso” (Tejada, 1977: 30). Por su parte, el jesuita Agustín Castro Merello afirma en el documentado libro sobre los años escolares de su pariente Rafael Alberti: “Toda la batería crítica religiosa albertiana tiene visos de ser, no las reminiscencias del niño que viviera una vida traumatizada, -social y religiosamente-, sino la proyección ideológica del hombre comprometido con su nueva ideología y militancia. Desde esta nueva posición parece que no pierde ocasión para combatir su antiguo mundo social y religioso, con una reiteración casi purificadora o justificante” (Castro, 1994: 99). Apelando a la verdad histórica, Manuel Revuelta (1998: 158) asegura: “No fue Alberti tan 103

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mal colegial como él dice. Ni su colegio fue tan tenebroso como nos lo pinta. Ni la polarización de internos y externos era tan maniquea como nos la describe”. Rafael Alberti obtendrá en 1925 el Premio Nacional de Literatura (al alimón con Gerardo Diego) por su Marinero en tierra. Como prólogo de casi todas las ediciones de esta obra ha figurado una famosa y alentadora carta de Juan Ramón Jiménez, fechada en Madrid el 31 de mayo de ese mismo año, dando su aprobación a las poesías incluidas en el libro (aún inédito), del que Juan Ramón imagina enviar ejemplares “al hermano enfermero del Colejio del Puerto, para que se lo lea al colejial mientras le corta unas sopas de pan y yerbabuena, viendo los dos Cádiz por todas las ventanas abiertas de la enfermería colgada de canarios cantando; al viejo de la abandonada Plaza de Toros vecina del Colejio, en cuyo ruedo sembrado de trigo, daba, los domingos de invierno, el sol solitario de aquel modo” (ap. Martínez Alfonso, 1962: 165). Le impresionó tanto a Alberti la visita que hizo a Juan Ramón Jiménez en la “sola azotea” de su casa madrileña, un día antes de que éste le dirigiera la halagadora carta que hemos mencionado, que 20 años más tarde le inspiró el poema titulado “Retornos de un día de cumpleaños”, del que reproducimos algunos versos: “Le llevaba también / tardes de su colegio, / horas tristes de estudio, / mapas coloreados, / azul niño de atlas, / pizarras melancólicas, / blancas del sufrimiento de los números”. A la identidad poética que hermanaba a Juan Ramón y a Alberti, “venía a sumarse una nueva identidad: la de haberse sentido niños cautivos de una misma disciplina y atisbadores curiosos, a través de cualquier amplio ventanal del enorme edificio, de un mundo de color y libertad que los circundaba” (ib., 164). Una complicidad similar se estableció entre Rafael Alberti y Fernando Villalón. En el libro segundo (1917-1931) de La arboleda perdida cuenta Alberti como, nada más conocerse ambos en Sevilla, en 1927, “nos marchamos, sin más preparativos, en un absurdo automovilillo que el propio Villalón guiaba, al Puerto de Santa María, en visita al colegio de San Luis Gonzaga, mi colegio, y suyo también, veinte años antes, con Juan Ramón Jiménez como condiscípulo” (Alberti, 1978: 243-244). Una de las primeras cosas que hizo Rafael Alberti al retornar a El Puerto en mayo de 1977, tras casi 40 años de exilio, fue visitar su “viejo y queridísimo” colegio de San Luis, estampando una dedicatoria al rector P. Luis Conradi (1924-2011) en el tomo de sus Obras Completas, que él mismo había regalado al colegio (Castro, 1994: 87). Retomamos nuestro relato mencionando la distribución final de premios del curso 1913-1914, que tiene lugar el domingo 7 de junio. Uno de los alumnos más galardonados fue Julián Pemartín Sanjuán, merecedor de la calificación de sobresaliente en todas las asignaturas de tercer año (segunda división). Eduardo Llosent Marañón, estudiante de segundo año (tercera división), recibe un segundo premio en Religión, mientras que Rafael Alberti obtiene tres accésits en su primer año de bachillerato: en Geografía General y de Europa, en Religión y en Nociones de Aritmética y Geometría (El Eco Portuense, 11 y 18 de junio de 1914). Uno de los internos recordados por Alberti en La arboleda perdida es precisamente Eduardo Llosent, “siempre con camisas flamantes y corbatas deslumbradoras” (Alberti, 1978: 39). El 25 de agosto se celebran en la iglesia de San Francisco solemnes funerales por el Padre general de la Compañía Francisco Javier Wernz, fallecido el 19 de ese mes, un día antes de la muerte del papa Pío X. Los Padres de la comunidad 104

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jesuita de El Puerto asisten a las honras fúnebres por el difunto papa, que tienen lugar en la Iglesia Mayor Prioral el 31 de agosto (El Eco Portuense, 27 de agosto y 3 de septiembre de 1914). En el curso 1914-1915, el último del P. Velasco como rector, se cumplían dos aniversarios: el centenario de la restauración de la Compañía de Jesús y los 50 años de la fundación del colegio. Aunque durante el verano de 1914 -en el que estalla la Primera Guerra Mundial- se tienen reuniones preparatorias para celebrar las bodas de oro, previstas para los días 19-21 de diciembre, finalmente se decide cancelarlas “por las circunstancias de la actual guerra” (El Eco Portuense, 22 de octubre de 1914). Al ser destinado a la residencia de Jerez el P. Abreu, asume el cargo de prefecto espiritual de los alumnos el P. Francisco Lirola (1866-1928). Hay 31 jesuitas en la comunidad, aumentando también el número de alumnos hasta los 260 (Castro, 1994: 307). Uno de los 230 internos es el niño de 11 años Pedro Pérez Clotet (1902-1966), natural de Villaluenga del Rosario (Cádiz), que es admitido una vez que ha aprobado -24 de septiembre de 1914- el examen de ingreso en el Instituto de Jerez. Poeta perteneciente a la Generación del 27, Pérez Clotet publicará en 1929, en Málaga, su primer libro de poemas (Signo del Alba) y tres años más tarde creará la revista Isla (Cádiz, 1932-1936; Jerez, 1937-1940), en la que colaborarán destacados poetas -entre ellos los antiguos alumnos Fernando Villalón, Eduardo Llosent y Manuel Rojas-Marcos Lobo-, “lo que la convierte en uno de los cauces de difusión e intercomunicación poética más importante de la década de los treinta” (García Tejera, 1999: 298).35 Pérez Clotet sobresalió por su piedad y su bondad durante su estancia en el colegio, que se prolonga hasta que acaba el bachillerato en el curso 1919-1920. El profesor José Antonio Hernández Guerrero (2003: 11-12) ha escrito: “El padre [Mariano] Ayala, prefecto del colegio, se desplazó a Villaluenga para proponer a su padre el ingreso de Pedro en el Noviciado Jesuita, pero éste, con sencillez y con claridad, después de haber reflexionado detenidamente, respondió: «Estoy decidido a ser un cristiano consciente y responsable, pero no siento vocación de sacerdote ni me considero capaz para entregarme a la vida religiosa»”. En la proclamación de dignidades del domingo 6 de diciembre de 1914 resulta elegido príncipe del colegio Luis Gordillo Díaz (futuro jesuita, asesinado en Málaga el 23 de julio de 1936), mientras que Pedro Pérez Clotet es -junto con Pedro Núñez de Prado Bustillo- uno de los depositarios de la tercera división. Antes se había celebrado un acto dedicado “A la santa memoria de Pío X”, en el que un grupo de alumnos representa las obras cortas “Una venganza de Sarto” y “El poder de la infancia” (El Eco Portuense, 10 de diciembre de 1914). La primera obrita era original del P. Alberto Risco (1873-1937), escritor y profesor de Literatura y de Geografía de España. Es probable que Julián Pemartín Sanjuán, discípulo del P. Risco en la asignatura de Preceptiva (cuarto año), vea ahora publicado su primer soneto, “A Jerez en la Batalla de los Cueros”, que aparece en la edición de El Eco Portuense de 24 de diciembre de 1914. Por una carta del P. Ayala, fechada dos días antes, sabemos que se han hecho algunas reformas en el edificio: los arcos del corredor de entrada al colegio se han cubierto con cristaleras y se han alicatado las paredes, que aparecen adornadas con bustos de los Reyes Católicos, Felipe II, el Gran Capitán y el cardenal Cisneros, así como con grabados 105

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de Rafael y fotografías de grupos de alumnos de distintas épocas. En cada una de las 12 columnas que sostienen los arcos se han colocado cuadros con vistas de otros tantos colegios de la orden en España. Se han pintado los dormitorios del convictorio y sustituido, además, todas las camas y mesas de noche. También disponen los alumnos de la segunda y tercera división de dos nuevos locales con capacidad para 30 bicicletas cada uno, mientras que los de la primera división disfrutan de un salón de billar recientemente ornamentado (Molina García, 2008: 123). Tenemos noticias del “día de campo” concedido por el rector una semana después de la vuelta de las vacaciones de Navidad, el 18 de enero de 1915, cuando los alumnos “fueron a Jerez, visitando las importantes bodegas de los señores González Byass y C.ª y de don Pedro Domecq, siendo en ambas espléndidamente obsequiados” (El Eco Portuense, 21 de enero de 1915). Justo tres meses después, presididas por el cardenal arzobispo de Sevilla, Enrique Almaraz, se celebran solemnes fiestas religiosas y un acto literario-musical para la entronización, en el salón de visitas, de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Ese domingo 18 de abril son confirmadas las dignidades de Luis Gordillo (príncipe) y de Pedro Pérez Clotet (depositario), mientras que Rafael Alberti es proclamado jefe de filas. La crónica de los actos que escribió el alumno ursaonense Cristóbal Govantes Peñalver, subrigadier de la segunda división, se publicó en la revista intercolegial Páginas Escolares (Gijón, junio de 1915), donde podemos leer: “Rezó las oraciones que en tal solemnidad se acostumbran, su Eminencia, y nos habló con crecido afecto, diciéndonos, en resumen, que la entronización del Sagrado Corazón en el Colegio significa la entronización del mismo en cada uno de nuestros corazones”. Tras realizar la visita al colegio la semana posterior a la entronización, el provincial José María Valera observó (25 de abril): “Noto desorden general y falta de disciplina tanto entre los nuestros como entre los niños. Póngase remedio tanto en el vestido como en la ‘escandalosa’ comida. Y que los alumnos se acuesten a tiempo” (ap. Molina García, 2008: 124). Estas apreciaciones no impidieron que los alumnos disfrutaran el 28 de abril del día de campo concedido por el cardenal Almaraz, “yendo unas divisiones a Utrera y otras a Jerez y Puerto Real” (El Eco Portuense, 29 de abril de 1915). Entre los alumnos que resultan premiados en la distribución del 8 de junio encontramos a Julián Pemartín Sanjuán, de la segunda división (Conducta: segundo premio. Aprovechamiento: Academia de Religión, accésit; Religión, segundo premio; Preceptiva y Composición, accésit; Álgebra y Trigonometría, accésit); Pedro Pérez Clotet, de la tercera (Premio de excelencia. Aprovechamiento: Religión, primer premio; Lengua Castellana, primer premio; Geografía General y de Europa, primer premio; Nociones de Aritmética y geometría, primer premio; Caligrafía, accésit) y Rafael Alberti Merello, división de externos (Premio de conducta. Aprovechamiento: Religión, segundo premio). El 5 de agosto de 1915 fallece en el colegio, con 79 años de edad, el P. Antonio Labrador, curtido misionero llegado a El Puerto desde México en 1912 como espiritual de la comunidad jesuita, visitador del penal y director de la Asociación Auxiliadora de Enfermos Pobres y de la congregación de la Buena Muerte.

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14. RECTORADO DEL P. RAIMUNDO ZAMARRIPA, 1915-1916 Solo durante un curso -20 de septiembre de 1915 a 20 de julio de 1916ejerce el P. Raimundo Zamarripa (1868-1953) como rector del colegio portuense. Recordado por Alberti (1978: 38), en una de sus descripciones más amables, como “vasco rojizo, larguirucho y helado, cortante y temible como una espada negra, aparecida siempre en los momentos menos deseables”, el P. Zamarripa venía de desempeñar el cargo de rector y maestro de novicios en Granada. El P. Mariano Ayala es destinado a Madrid, sustituyéndole como prefecto el P. José Carretero (1872-1951). El número total de alumnos baja hasta los 235, de los que 205 son internos. Ingresa este curso el sevillano Rafael de León Arias de Saavedra (19081982), primogénito de los diez hijos que tuvieron el antiguo alumno José María León Manjón (1879-1942) -séptimo marqués del Valle de la Reina- y María Justa Arias de Saavedra Pérez de Vargas (1883-1951), octava condesa de Gómara. Rafael de León será conocido sobre todo como letrista de coplas tan populares como “Rocío” (1933), “María de la O” (1933), “Ojos verdes” (1935), “¡Ay, Maricruz” (1936), “Tatuaje” (1941), “La Zarzamora” (1947) o “¡Ay, pena, penita!” (1952), entre otras muchas que escribió solo o en colaboración. De él ha dicho Antonio Burgos (2005: 51) que “dignificó literariamente la canción andaluza, llevándola a cotas de calidad y perfección insuperables. Hay un antes y un después de Rafael de León en la canción”. Su obra poética para ser leída se concentra en el libro Pena y alegría del amor (Madrid, 1941), seguido por Jardín de papel (Barcelona, 1943) y Simple idea (Málaga, 1959). La estancia de Rafael de León en el colegio es intermitente, pues tras el curso 1915-1916 se ausentará varios años, para volver en 1919-1920 y, de nuevo, en 1923-1924. Según Acosta, Gómez y Jiménez (1997: 21), en 1920 pasó al externado jesuita de Villasís (Sevilla), estuvo en el de San Estanislao de Málaga y después en el de los salesianos de Utrera, donde concluyó el bachillerato. Algo mayor que Rafael de León era el portuense Juan Modesto Guilloto León (1906-1969), alumno externo de primero de bachillerato en 1915-1916. Domiciliado en el n.º 9 de la calle Cantarería, Guilloto era el mayor de los ocho hijos que tuvieron el arrumbador Benito Guilloto Vaca y Milagros León Obregón, costurera. Juan Modesto Guilloto, más conocido por “Modesto”, será militante comunista y líder militar del Ejército Popular Republicano durante la Guerra Civil Española (Negrín le ascendió a general en marzo de 1939). Lo incluimos en nuestro elenco de escritores como autor de diversas publicaciones, entre las que sobresale su libro de memorias Soy del Quinto Regimiento (París, 1969), subtitulado Notas de la Guerra Española. Sobre su estancia de dos cursos incompletos en San Luis Gonzaga escribió Modesto en estas memorias: Me ahogaba en el colegio, no obstante lo espacioso de sus instalaciones. Me sentía en un mundo feo y triste comparado con mi mundo interior y anterior. Ese ambiente, las pesadas ceremonias religiosas a que debíamos asistir, el desencanto de que todo lo que se presenta como divino, incluso lo que se dice sagrado, es obra de los humanos mayores y niños, como veo y palpo: el ayudar a misa que hacíamos obligatoriamente por turno todos, me dejó tan ahíto, que desde que salí del colegio nunca 107

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más frecuenté la iglesia ni asistí a ningún acto religioso. Sin desgarraduras ni fanfarronería, a los 11 años me hice indiferente. (ap. Martínez Mairena, 2001: 126).

En la primera semana de diciembre visita el colegio el nuevo provincial de Toledo (1915-1919), P. José María Gálvez, que llegó acompañado por su socio el P. Velasco, anterior rector (El Eco Portuense, 7 de diciembre de 1915). Por su parte, el alumno de segundo de bachillerato Pedro Pérez Clotet pertenece ahora a la junta directiva de la congregación de San Estanislao -es elegido secretario de la misma el día de la Inmaculada de 1915- y también es celador del Apostolado de la Oración, que dirige el P. Francisco Gómez. En este curso parece aflorar la vocación literaria de Manuel Halcón, a quien le producía “una emoción más intensa aún que los versos” (Ruiz Copete, 1973: 54) la novela de Pedro A. de Alarcón El final de Norma, que el P. Alberto Risco les leía por capítulos en la clase de Literatura. También situaremos en este contexto la narración de Halcón “El pecado insepulto” (1959), que tiene como protagonistas a sus condiscípulos en la clase de Física del “inefable anciano” P. Plácido Hurtado (1849-1932), entre ellos a “tres P señeras” de la segunda división: Jesús Pabón, Julián Pemartín y Joaquín María Peñuela (1902-1969): “Peñuela había de llegar a príncipe del Colegio [1916-1917], la más alta dignidad del alumnado, y a continuación ingresaría en la Compañía de Jesús, donde brilla sin alarde por su mucho saber en materia de lenguas orientales. Y bien, el futuro P. Peñuela, allí estaba de rodillas, como yo, el más desaplicado de la clase” (Halcón, 1959: 58). Los alumnos de segundo año dedican la concertación de Geografía de España del 30 de marzo de 1916 al provincial Gálvez (Zamora, 2013: CD Anexos). Con toda probabilidad destacaría en este acto Pedro Pérez Clotet, quien en la distribución de premios de final de curso obtendrá segundo premio tanto en la asignatura mencionada como en Aritmética, además de primeros premios en Religión, Latín y Solfeo, concediéndosele además uno de los diez premios de excelencia. El palmarés de Julián Pemartín Sanjuán, alumno de quinto año, consistió en dos premios de aprovechamiento (accésits): en Academia de Religión y en Psicología y Lógica. Sale ahora del colegio el sevillano Francisco Javier Sánchez-Dalp Marañón (1900-1982), que será polifacético artista, cultivador de la pintura al óleo, la aguada, el aguafuerte, la escultura, la pintura decorativa y la ilustración (Rodríguez Caparrini, 2006: 67). 15. RECTORADO DEL P. MARTÍN MENDOZA, 1916-1920 El jesuita burgalés Martín Mendoza (1867-1933), antiguo prefecto del colegio en el curso 1902-1903, toma posesión como rector el 20 de julio de 1916. Venía de ejercer este último cargo (1911-1916) en el colegio de San Calixto (La Paz, Bolivia) y anteriormente (1904-1910) había desempeñado con acierto el rectorado en el internado de Málaga. Entre los 32 componentes de la comunidad encontramos al P. Francisco Javier Maruri Orueta (1880-1954), que se incorpora como prefecto de disciplina y secretario, y al P. Salustiano Legórburu (1862-1943), que lo hace como espiritual de los alumnos. Es difícil precisar el número total de alumnos en 108

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este curso 1916-1917: mientras que Agustín Castro (1994: 307) da la cifra de 160 y Leonardo Molina (2008: 124) la de 215, Manuel Revuelta (1998: 42) la eleva hasta los 240, de los que 210 son internos. En cualquier caso, este será el último año de permanencia en el colegio de Manuel Halcón, Julián Pemartín, Rafael Alberti y Juan Modesto Guilloto. En el curso siguiente -1917-1918- se renuevan los cargos de prefecto de disciplina y de espiritual de los alumnos, que pasan a desempeñar los PP. Francisco Gutiérrez (1882-1945) e Ignacio Zurbano (1881-1965), respectivamente. En el claustro de profesores encontramos a los seglares Esteban Fernández Yáñez (Ortografía), Eleuterio Legarra (Música) y Antonio Pizarro Montaño (Gimnasia). El Sr. Legarra era profesor de música del colegio desde al menos el curso 1904-1905 -sucedió al Sr. Mendiola- y ya en 1908 impartía la asignatura de Gimnasia el Sr. Pizarro. Éste fue el profesor que tuvo Rafael Alberti, quien recordaba al final de su vida la importancia que se daba a los deportes en San Luis Gonzaga: “Los jesuitas cuidaban mucho de nuestra preparación física. No creas que sólo era rezar, aunque rezábamos muchísimo. Teníamos un gimnasio muy grande que, según me contaron, más tarde desapareció. Practicábamos muchos deportes: fútbol, tenis, jockey, patinaje. También daban clases de esgrima, algo que añadía a la educación física cierta variedad. Además, se organizaban carreras de bicicletas, de caballos ... Pero a mí lo que más me gustaba era patinar en aquel magnífico patio, tan amplio” (Mateo, 1996: 23). El 2 de abril de 1918 -Martes de Pascua- los alumnos de sexto año protagonizan una academia de Química Orgánica bajo la dirección del rector Mendoza, profesor de la asignatura. Ocupan la presidencia José González Billón († 1946), director de la Escuela Naval Militar de San Fernando (Cádiz), y el subdirector Juan Cervera Valderrama (1870-1952), con otros dos profesores de la escuela. En la segunda proclamación de dignidades resulta reelegido príncipe del colegio el cordobés Antonio C. Herruzo Martos. El domingo 14 de abril serán los alumnos de sexto los que se desplacen en tren al establecimiento militar de San Fernando con el escolar jesuita Raimundo Bautista, invitados a la jura de bandera que se celebró ese día. El interno Francisco Villanueva Gómez, que escribió la crónica de la jornada para Páginas Escolares (junio de 1918), recuerda: “Se dio fin al solemne acto de la jura con un vistoso desfile y nosotros marchamos poco después a la morada del Sr. Subdirector, donde almorzamos, siendo objetos de las más delicadas atenciones”. El 1 de junio comienzan en el colegio los exámenes de fin de curso, trasladándose para tal fin nueve catedráticos del Instituto General y Técnico de Jerez (El Guadalete, 1 de junio de 1918). El provincial Gálvez no observa deficiencias graves en la visita que realiza del 8 al 16 de junio, aunque sí advierte en su memorial contra la “inmoralidad en la conversaciones, la insubordinación y la falta de piedad en los actos religiosos” (ap. Molina García, 2008: 125). El comienzo del curso 1918-1919 es anómalo debido a la epidemia de “gripe española” que afecta a la ciudad de El Puerto, obligando al rector a cerrar provisionalmente el colegio -como medida preventiva- a finales de octubre (Revista Portuense, 25 de octubre de 1918). Aunque el curso se reanuda el 10 de enero de 1919, la epidemia no se dará por terminada hasta principios de febrero (Herrera, 1996: 50), cuando encontramos a uno de los sacerdotes de la comunidad jesuita, el P. Francisco Meseguer (1870-1933), predicando en la Prioral durante la función 109

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religiosa en señal de acción de gracias. Ha ingresado ahora en segundo de bachillerato (tercera división) el jerezano Juan Miguel Pomar García (1908-1984). Poeta como su amigo y compañero Pedro Pérez Clotet, Juan Miguel Pomar escribirá Esbozos líricos (Jerez, 1927), Policromías (Málaga, 1930) y Reflejos (Málaga, 1932, con prosas de Ramón de Rato). Publicará versos en la Revista del Ateneo de Jerez (1926) y en el primer número de la revista jerezana Cauces (junio de 1936). Será uno de los académicos fundadores de la de San Dionisio de Jerez. El nuevo provincial de Toledo, P. Juan Cañete (1862-1945), hace su visita al colegio del 5 al 16 de julio de 1919, recomendando: (…) todos trabajen con gran empeño en infundir en estos niños el espíritu de sólida piedad en todos los actos religiosos (...) este es el fin principal de los colegios (...) inculque, sobre todo el P. Espiritual, horror al pecado, la práctica de las virtudes en especial de la pureza y el trabajo, la devoción al Corazón de Jesús y a la Virgen (...) apoyar muy especialmente la congregación mariana (...) enseñen la [asignatura de] Religión que esta materia es principalísima entre las que se enseñan en el colegio”. (ap. Molina García, 2008: 130). Pomar permanece en el colegio hasta la conclusión del curso 1919-1920, en el que ha tenido lugar un nuevo cambio en la prefectura de disciplina, cargo desempeñado por el P. Isidoro Grech (1879-1966), mientras que el P. Meseguer ha sustituido al P. Zurbano como espiritual de los alumnos. Entre los escolares jesuitas se encuentra el vasco Valerio Dacoba (1869-1943), ayudante del prefecto de externos. La pensión anual que debían pagar los internos ha subido en 1919 a 1.100 pesetas, mientras que a los mediopensionistas se les cobra 87 pesetas mensuales. Los externos de preparatoria abonaban 15 pesetas al mes y 20 los de segunda enseñanza: “Se añade que los externos podían quedarse a desayunar en el colegio abonando 12 ptas. mensuales” (Castro, 1994: 72). El Carnaval de 1920 se celebra desde el domingo 15 al martes 17 de febrero con sesiones de cine, funciones de teatro y kermeses (Zamora, 2013: CD Anexos). Hay nuevas recomendaciones del P. Cañete tras la visita que realiza del 15 al 23 de mayo de 1920, en el sentido de que “se atienda más a nuestros criados, tratándolos como a parte de nuestra familia, instruyéndolos cristianamente, animándoles a los sacramentos y dándoles un sueldo tal que cubra holgadamente sus necesidades dadas las circunstancia presentes” (ap. Molina García, 2008: 131). 16. RECTORADO DEL P. NICOLÁS CAMPOS DE TORREBLANCA, 1920-1924. CIERRE DEL COLEGIO Llegamos así a la etapa final de la segunda época del colegio de San Luis Gonzaga. El P. Nicolás Campos de Torreblanca (1881-1963) -hijo de Antonio Campos Garín (1842-1896), presidente de la sociedad constructora del colegio de San Estanislao de Málaga- toma posesión como rector el 30 de octubre de 1920. Durante estos cuatro cursos (1920-1924) hubo una media de 17 jesuitas trabajando en el colegio -muchos menos de los 40 que tuvo en el primer quinquenio del siglo110

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y la media total de alumnos descendió a 150 (entre 1921 y 1924). Ya en agosto de 1920, el P. Martín Mendoza había remitido a los padres de familia una circular en la que informaba de que, debido a la escasez de personal jesuita, en adelante solo se admitirían alumnos de instrucción primaria (preparatoria) y de primer año de bachillerato, “dejando suprimidos hasta nuevo acuerdo todos los demás” (Revista Portuense, 22 de julio de 1924). El 13 de abril de 1921, los alumnos de preparatoria protagonizan una concertación que dedican “Al Glorioso Patriarca San José, en el año quincuagésimo de su proclamación por Patrono de la Iglesia Universal”, con el correspondiente desafío entre los bandos de Roma y Cartago. Después tiene lugar la segunda proclamación de dignidades (Zamora, 2013: CD Anexos). Del P. Nicolás Campos parte la idea de consagrar la ciudad al Sagrado Corazón de Jesús y levantar un monumento conmemorativo, para lo cual solicita -y obtienea principios de abril de 1922 el apoyo del alcalde (Manuel Ruiz Calderón) y del arcipreste (Francisco Núñez Galván). El director del Apostolado y espiritual de los alumnos es ahora el P. Jesús María de la Mata (1879-1949). También consigue el rector Campos de Torreblanca revitalizar el antiguo Centro Católico Obrero, rebautizado ahora “Sindicato Católico de Oficios Varios”, que cuenta con más de 200 obreros y muchos patronos. Los alumnos han observado en general buen comportamiento, por lo que se les recompensa con un día de campo y una sesión cinematográfica (Molina García, 2008: 135). El diario católico madrileño El Siglo Futuro, bajo el epígrafe “Colegio de San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María (Cádiz)”, inserta en su edición de 1 de junio de 1922 el siguiente suelto: Siendo este Colegio de la Compañía de Jesús uno de los más acreditados de España por su antigüedad, situación, higiene y grandiosidad, y por haberse formado en él gran parte de la nobleza andaluza, y deseando muchas familias de antiguos colegiales saber si se restablecen los cursos hace dos años suprimidos, nos hemos puesto al habla con su Rector, quien nos ha manifestado, que el próximo curso habrá, en tan acreditado establecimiento, además de Preparatoria, los años primero, segundo y tercero del Bachillerato, pudiéndose presumir que el número de alumnos se aproximará mucho al que tuvo en tiempos pasados, cuando estaban los cursos completos. Y no sólo a las familias de los antiguos alumnos, sino a todas las que quieran que sus hijos reciban una sólida y esmerada formación, les recomendamos este establecimiento de enseñanza de los mejores montados que tiene la Compañía de Jesús en España. En ese mismo mes de junio, durante su visita a la diócesis, se aloja en el colegio Eustaquio Ilundain Esteban (1862-1937), arzobispo de Sevilla (Revista Portuense, 22 de junio de 1922). Tras varios años de ausencia, en el curso 1922-1923 regresa al colegio el P. Francisco Javier Maruri, esta vez como espiritual de los alumnos. Se reincorpora el ex rector Francisco Socorro, con el cargo de Padre espiritual de la comunidad jesuita, a la vez que dirige el Apostolado de la Oración, la congregación de las Hijas de María (establecida en el colegio de las carmelitas) y el Sindicato 111

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Católico. Hay ahora diez profesores seglares, mientras que la suma de sacerdotes y escolares jesuitas es nada más que nueve. Los alumnos reciben 15 o 16 horas semanales de clase, todo lo más 21 (Molina García, 2008: 132). En septiembre de 1922 ingresa interno el niño Joaquín Valdés Sancho (Sevilla, 1914-Madrid, 1994), de padre sevillano -el antiguo alumno Joaquín Valdés Auñón, como ya dijimos- y madre portuense (Milagros Sancho Delgado, 1883-1927). Dada su corta edad, es asignado a la clase de instrucción primaria, en la que permanece también durante el curso 1923-1924, para terminar el bachillerato en el colegio de Villasís (Sevilla) en 1930. Licenciado en Derecho por la Universidad hispalense, Joaquín Valdés será aprendiz de poeta, tenaz periodista e importante editor.36 Con el seudónimo de “Jorge Villarín” publicó, entre otras obras, Guerra en España contra el judaísmo bolchevique. Crónica del frente (Cádiz, 1937), Abriles de España (Toledo, 1937; en colaboración con Miner Otamedi), la comedia La venta de Jeromo (Toledo, 1938; con Miner Otamendi), la novela La enfermera de Ondarroa (Sevilla, 1938) y De los ángeles (siete crónicas) (San Sebastián, 1938). El 21 de enero de 1923, domingo, se celebró en San Luis Gonzaga el brillante acto de nombramiento de “Príncipe de Honor del Colegio” de D. Carlos de Borbón y Orleáns (1908-1936),37 alumno entonces en el externado de Villasís. Era el hijo mayor de los infantes D. Carlos de Borbón Dos-Sicilias (1870-1949) -capitán general de Andalucía de 1921 a 1930- y D.ª Luisa de Orleáns (1882-1958).38 El joven príncipe -de 14 años- llegó ese día en tren desde Sevilla, acompañado por el comandante de Estado Mayor Joaquín Aramburu Luque, ayudante de campo del infante don Carlos. En la estación de ferrocarril le esperaban el rector Campos y algunos mandos militares. Se desplazan al colegio en el automóvil del conde de Osborne, siendo escoltados por varios alumnos montados en bicicletas, que formaban parte del flamante regimiento “Gonzaga”. El pergamino que recibió D. Carlos había sido decorado por Juan José Bottaro Palmer († 1970), artista y profesor entonces del colegio. En el patio central desfilaron un centenar de cadetes del regimiento Gonzaga. Hubo carreras de cintas, globos y títeres. La banda de música de Cádiz amenizó la merienda-cena, a la que asistieron los alumnos en mesitas colocadas alrededor de la Montaña Rusa, llamada entonces de San Ignacio (Molina García, 2008: 134). Despiden a don Carlos en la estación el rector y “el joven alumno, dignidad de Príncipe del Colegio, Sr. [Álvaro] Fernández de Castro y Cabeza” (Revista Portuense, 23 de enero de 1923). En el curso 1923-1924 se incorpora el P. Juan Blardony, que impartirá las asignaturas de Historia Universal y Lengua Castellana. Es ahora cuando ingresa interno en primero de bachillerato el sevillano Manuel Rojas-Marcos Lobo (19112000), uno de los 11 hijos del eminente jurista fallecido en enero de 1920 -a quien ya vimos participar en las fiestas colegiales de 1912- y de Ignacia Lobo Vergara († 1962). No es mucha la información que tenemos sobre la actividad de Manuel Rojas-Marcos como poeta, si bien sabemos que publicó poesías en -al menos- las revistas Isla (n.º 7-8, 1935), Mediodía y Nueva Poesía (Sevilla, 1935-1936). Ha sido admitido de nuevo en el colegio -como alumno de cuarto año de bachilleratoel sevillano Rafael de León Arias de Saavedra, que tiene ya 15 años. Con Jorge Marenco Figueroa, Luis Suárez Rodríguez y otros alumnos participa Rafael de 112

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León en la redacción de una revista literaria, “de cuyo contenido nada se conoce” (Suárez, 1997). El portuense Luis Suárez Rodríguez (1910-1977), condiscípulo de Rafael de León, es uno de los 31 externos que hay en el colegio en este curso previo a la clausura. Luis Suárez finalizará en 1931 la carrera de Derecho en Granada y se dedicará profesionalmente a la abogacía. En marzo de 1928 encontramos a Suárez Rodríguez como director artístico y colaborador de Ensayos, flamante “revista mensual ilustrada” de vida efímera (Guardiola, 1991: 28) que editaba en El Puerto -c/ Larga, 116- Gráficas Andaluzas (viuda de Luis Pérez Gutiérrez). Los periodistas José Piodela y Francisco Pérez Pastor eran, respectivamente, director gerente y director literario de esta publicación, en la que colaboran -entre otroslos antiguos alumnos Pedro Muñoz Seca y Rafael de León. Parte de la producción poética de Luis Suárez Rodríguez aparecerá publicada en la Revista Portuense, El Alcázar o en el órgano de Acción Católica en El Puerto de Santa María, Cruzados (1939-1969). Nada parecía indicar el inminente cierre del colegio cuando la Revista Portuense publica el viernes 30 de mayo de 1924 una crónica de los “brillantes” y “solemnes” actos de fin de curso celebrados el día anterior, consistentes en una velada literario-musical y distribución de premios. Son las seis de la tarde y en el abarrotado salón de visitas los alumnos y sus familias esperan la llegada de la presidencia, cuya entrada es saludada con la “Marche Lorraine” (Ganne), que ejecuta al piano el maestro Legarra. Además del rector Campos presiden el acto el alcalde (Alfonso Sancho Mateos), el Padre ministro (Francisco Gómez) y el delegado gubernativo (José Iribarren Jiménez, teniente coronel de Ingenieros). Concurren también los PP. Francisco Socorro, Miguel Martínez Ropero y Juan Lambertini. La distribución de premios comienza tras la intervención del dúo formado por los Sres. Victorino Elías (contralto) y Jerónimo Posadas (bajo). El Padre rector da lectura a la extensa lista de premiados por su conducta y aprovechamiento “a mayor gloria de Dios, para esplendor de las ciencias, cultura de las letras y honrosa memoria de los alumnos del Colegio de San Luis Gonzaga”. Es proclamado “Excelencia de honor” José Ramón Lorente Pellicer, de cuarto curso, obteniendo premios de excelencia los estudiantes de segundo curso Álvaro Fernández de Castro Cabeza y Luis Arroyo Aznar. Los tres son muy aplaudidos al ocupar sus respectivos puestos en la tribuna destinada al efecto. Se intercalan piezas musicales, interpretadas por el coro de seises del colegio. Entre los galardonados figuraban portuenses como Juan Bootello Campos, Luis Suárez Rodríguez, Manuel Rioja Barreda, Luis Cuvillo Sancho, Ramón Jiménez Loma, Luis Merello Álvarez-Campana, Jesús Merello Álvarez-Campana, Eligio Pastor Nimo o Juan Piury Quesada. El sevillano Joaquín Valdés Sancho se alza con un primer premio de conducta en la 1.ª sección de la clase de instrucción primaria, más un segundo premio en Catecismo. Por su parte, Luis Suárez Rodríguez obtiene también un primer premio de conducta en la división de externos, y además premios de aprovechamiento en las asignaturas de cuarto año Preceptiva (segundo premio), Historia Universal (accésit), Francés (segundo premio) y Dibujo Lineal (primer premio), así como un segundo premio en Latín de segundo, asignatura de tercer año de bachillerato (Revista Portuense, 31 de mayo y 1 de junio de 1924). Cierra el acto el alumno de in113

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strucción primaria Pedro de León Arias de Saavedra (1914-1938), hermano menor de Rafael, que declama la famosa poesía titulada “Despedida a la Virgen”, original del P. Julio Alarcón (1843-1924). El público se traslada después a la iglesia del colegio, donde tiene lugar un tedeum. Terminado éste se organiza una procesión de todos los alumnos, que portan veladores encendidos. El príncipe del colegio, José Ramón Lorente, lleva la bandera de la congregación. Otros niños portan los pasos de san Estanislao y de la Inmaculada. Entre el ruido de cohetes llegan las imágenes al patio central. La banda municipal ejecuta entonces la Marcha Real y se incorpora a la procesión en su recorrido hasta el jardín. Allí, ante la gruta de San Ignacio, se hace estación y se cantan unos villancicos de Eslava. Vuelven al patio por la galería opuesta. Nueva estación y cantos corales. De regreso en el templo, finaliza la ceremonia con el “Adiós a la Virgen”, “cantado con singular expresión por los tan repetidos coro y solistas” (Revista Portuense, 30 de mayo de 1924). Era, simbólicamente, el anuncio del cierre de San Luis Gonzaga. Efectivamente, el rector Nicolás Campos de Torreblanca hace pública dos meses después -21 de julio de 1924- la decisión de la Compañía de Jesús de clausurar el colegio como centro de segunda enseñanza: “Por disposición superior, queda suprimida para el próximo curso y siguientes, mientras que circunstancias menos adversas no aconsejan otra cosa, toda enseñanza relativa al Bachillerato en este Colegio de San Luis Gonzaga” (ib., 22 de julio de 1924). La Compañía alegaba motivos estrictamente coyunturales de escasez de personal docente debidamente formado y la necesidad de emplear el edificio para noviciado de la nueva provincia de Andalucía, que se crearía por decreto -31 de julio de 1924- del Padre general Wlodimiro Ledóchowski (1866-1942): “Renacía así en la Compañía restaurada la antigua provincia de Andalucía erigida en los tiempos mismos de S. Ignacio. El decreto ordenaba que la división comenzase a tener valor en la fiesta de la Asunción de la Virgen María” (García Gómez, 1974: 1). El Diario de Cádiz se lamentaba: “No pierde en importancia la residencia, pero ... ya no se verán los hoteles del Puerto de Santa María llenos de familias que acudían a las proclamaciones de dignidades, a las fiestas de fin de curso. La clausura del Colegio de Jesuitas ha de ser efemérides triste en el Puerto de Santa María” (ap. Revista Portuense, 25 de julio de 1924). Se produjo, como es lógico, un movimiento de resistencia por parte de la ciudad. En defensa de los intereses de la localidad, el antiguo alumno Alfonso Sancho Mateos (1858-1952) -alcalde de El Puerto desde solo tres meses antes- escribió en los primeros días de agosto un telegrama al P. Ledóchowski, que se encontraba entonces en el norte de España, rogándole que no se cerrase un colegio que “tanto honor da [a la] población y bien material a industrias y oficios” (ib., 9 de agosto de 1924). Tras la respuesta imprecisa del general de los jesuitas desde Comillas (10 de agosto), el alcalde le remite una carta en la que argumenta que la clausura del colegio, además del perjuicio para la economía local, significaría “restar ambiente de cultura a la ciudad; las familias pobres carecerán de Centro donde poder dar a sus hijos esa enseñanza cristiana y sólida en el saber, que dan los religiosos jesuitas a la juventud, con el sabio sistema de sus procedimientos educativos”, por lo que le pide que haga todo lo que esté en su mano para evitar el cierre (ib., 13 de agosto de 1924). Siguieron telegramas del Sr. Sancho al infante 114

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D. Carlos de Borbón (cuyo hijo era, recordemos, príncipe de honor del colegio), al presidente del Directorio -general Miguel Primo de Rivera- y a la reina madre D.ª María Cristina, solicitándoles su mediación para impedir la clausura. A esta iniciativa del alcalde se sumaron los padres de alumnos (25 de agosto) y, dos días después, la corporación municipal y los antiguos alumnos del colegio, además de la Revista Portuense, el Diario de Jerez y el Diario de Cádiz. De la respuesta del P. Ledóchowski al alcalde Alfonso Sancho, fechada en Madrid el 18 de septiembre de 1924 y publicada el 24 del mismo mes en la Revista Portuense, extraemos estos párrafos: La Clausura a la enseñanza del Bachillerato en el Colegio de San Luis Gonzaga de esa Ciudad obedece a causas que podríamos llamar de momento; ni podían ser de otro carácter. La falta de personal docente, motivada por la escasez muy sensible por cierto de vocaciones a la vida religiosa, ha sido la causa principal, por no decir la única, que ha motivado esa clausura. Es mi deseo, que no tengo que comunicar a los Superiores que he nombrado en la restablecida Provincia de Andalucía, por ver que son también los suyos, que una vez que con la ayuda Divina se modifiquen aquellas causas, se abran de nuevo las aulas a la juventud estudiosa de esa Noble Ciudad. Es tan profundo nuestro agradecido recuerdo y tan principal, como con tanta exactitud aduce V. E. en su comunicación, el puesto en nuestra historia, que se ha granjeado el Puerto de Santa María; que este nuestro deseo lo veremos felizmente realizado; y en ello tendré suma satisfacción. Esto será, Dios mediante, cuando, dentro de pocos años, los jóvenes que este año empezarán a habitar el Colegio de San Luis Gonzaga, se formen en virtud y Ciencia, y se encuentren en disposición de regentar Cátedras. Una promesa que no se pudo cumplir, pues, como es bien sabido, el Gobierno de la Segunda República que presidía Manuel Azaña decretó el 23 de enero de 1932 -basándose en el polémico artículo 26 de la Constitución de 1931- la disolución de la Compañía de Jesús en todo el territorio nacional y la incautación de sus bienes, que pasaban a propiedad del Estado para fines benéficos o docentes (Revuelta, 2004: 351-354). Tras ser incautado por el patronato constituido al efecto, el edificio de San Luis Gonzaga permanece cerrado hasta 1939,39 cuando vuelve a instalarse en él el noviciado y juniorado de la provincia de Andalucía. En 1962, después del traslado de la casa de formación a Córdoba, recupera su primitiva función como colegio.

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Cuadro n.º 1- Nómina parcial de alumnos escritores del colegio de San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María (1864-1924)

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El Colegio de San Luis Gonzaga de la Compañía de Jesús de El Puerto de Santa María (Cádiz): un recorrido histórico-literario (1864-1924)

NOTAS: 1 Profesor de Inglés del I.E.S. Santo Domingo, El Puerto de Santa María (Cádiz). Doctor por la Universidad de Cádiz. Miembro del Grupo de Estudios Históricos Esteban Boutelou (Universidad de Cádiz). 2 “Convenio con la Sociedad Fundadora del Colegio de San Luis”, Archivo Provincial Histórico de Toledo de la Compañía de Jesús (Alcalá de Henares), E-2: 5, legajo 774,5, folio 1. 3 Archivo Municipal de Puerto Real (Cádiz), legajo 134-2 (1864), expediente n.º 15, folio 1. 4 “Historia Domus” (traducción del original latino), Archivo Histórico del colegio de San Luis Gonzaga (El Puerto de Santa María), armario 1, balda 3, caja 3, folio 1. 5 Véase “Lista de los alumnos del colegio de San Luis Gonzaga en Puerto Real durante el curso 18641865”, Archivo Provincial Histórico de Toledo de la Compañía de Jesús (Alcalá de Henares), E-2: 5, legajo 774,6; Rodríguez Caparrini (1998: 199-200). 6 “Proposición que hace la Empresa del Colegio de 2.ª enseñanza de San Luis Gonzaga (interinamente establecido en Puerto Real) a los Patronos de la fundación de D. Francisco de P. Rodríguez, de Sanlúcar de Barrameda”, Archivo Provincial Histórico de Toledo de la Compañía de Jesús (Alcalá de Henares), E-2: 5, legajo 774,4, folio 1. 7 Comunicación de José Francisco Barreda al P. Bartolomé Munar (El Puerto de Santa María, 8 de agosto de 1864), Archivo Provincial Histórico de Toledo de la Compañía de Jesús (Alcalá de Henares), E-2: 5, legajo 774,5, folio 5. 8 “Comisión fundadora del Colegio de San Luis Gonzaga (interinamente establecido en Puerto Real)” (circular, 1865), Archivo Provincial Histórico de Toledo de la Compañía de Jesús (Alcalá de Henares), E-2: 5, legajo 774,4. 9 “Comisión Fundadora del Colegio de Segunda Enseñanza de S. Luis Gonzaga” (circular sin fecha, c. marzo de 1865), Archivo particular del autor (El Puerto de Santa María). 10 “Acta de la Junta General celebrada por los Sres. fundadores del Colegio de S. Luis Gonzaga” (21 de octubre de 1866), Archivo particular del autor (El Puerto de Santa María). 11 id. 12 “Colegio de segunda enseñanza de S. Luis Gonzaga” (prospecto sin fecha, [1867]), Archivo particular del autor (El Puerto de Santa María). 13 “Relato Primero del H. Rafael Reyes durante la revolución de septiembre escrito en Murcia en 1892”, Archivo Histórico de la Provincia Bética de la Compañía de Jesús (Granada), Fondo S.J., 9-9, transcripción mecanografiada, folio 4. En realidad, Tomás Osborne Guezala tenía entonces 7 años, pues había nacido en la calle San Francisco la Nueva, n.º 8, el 2 de marzo de 1861. Véase Archivo Parroquial de la Iglesia Mayor Prioral (El Puerto de Santa María), libro 137, folio 73v. 14 Junta Revolucionaria 1868 (sesión n.º 12, 4 de octubre de 1868, punto 3.º), Archivo Histórico Municipal de El Puerto de Santa María, legajo 137, folio 59. 15 Circular del P. Ramón Mendía (El Puerto de Santa María, 1 de marzo de 1869), Archivo particular del autor (El Puerto de Santa María). 16 Instancia dirigida al Excmo. Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, 2 de marzo de 1875. Desamortización, Archivo Histórico Municipal de El Puerto de Santa María, legajo 1778, n.º 4. 17 El Guadalete, 2 de septiembre de 1875, p. 3. 18 ib., 6 de enero de 1903, p. 2. De julio a noviembre de 1885, José Carrajal trabajó como auxiliar de practicante en el hospital portuense de San Juan de Dios. Entre 1889 y 1892 fue ayudante en la escuela privada de la Santísima Trinidad y en la pública de San Casiano, ambas en El Puerto (Gómez Fernández, 2006: 347). Nombrado auxiliar de Secretaría del Ayuntamiento en 1899, en julio de 1925 pasa a encargarse del Archivo y Secretaría particular de la alcaldía. Entre agosto de 1931 y diciembre de 1935 ejerce como oficial mayor de la Secretaría. En el ámbito del periodismo, Carrajal fue colaborador de la Revista Portuense, director (1891-1893) de la misma y corresponsal (desde 1903 al menos) de Diario de Cádiz en su ciudad natal. En abril de 1908 comenzó a dirigir La Voz del Puerto (subtitulado “Eco imparcial de la opinión pública”) y, en julio de 1915, El Diario del Puerto, periódicos que debieron de tener corta vida. 19 Lo cierto es que el 24 de septiembre de 1884, con 13 años, Dionisio Pérez solicita el ingreso en la Escuela Normal de Maestros de Cádiz. Tras aprobar los dos cursos y la reválida del grado elemental, más el tercer curso del grado superior, en octubre de 1887 supera los exámenes escritos y orales para la obtención del título de maestro de primera enseñanza superior. Véase “Expediente personal de D. Dionisio Pérez Gutiérrez”, Archivo de la Universidad de Cádiz, EN 23-28. 117

Aportaciones al estudio histórico del colegio San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María. 1864-2014 20 Dionisio Pérez fundó en 1889 la Revista Portuense y diez años más tarde comenzó a dirigir la revista noventayochista madrileña Vida Nueva. Fue colaborador en numerosos periódicos y revistas, como Diario de Cádiz (a partir de 1889), El Correo, La Iberia, El País, El Heraldo de Madrid, El Globo, Diario Universal, El Imparcial, La Esfera, Nuevo Mundo, Mundo Gráfico, ABC, El Sol, La Nación, o La Voz de Galicia. Además de las dos novelas que citamos en el texto, escribió, entre otras obras, Gente conocida (retratos de políticos, 1895), España ante la guerra (artículos publicados en Mundo Gráfico, La Esfera y El Mundo, 1914), Por esas tierras (1915), En el lendel de la vida (novela, 1926), Guía del buen comer español (1929), La Dictadura a través de sus notas oficiosas (1930) o Isaac Peral. La tragedia del submarino Peral (1935). Resultó elegido diputado a Cortes por El Puerto de Santa María, por el partido liberal, en 1910 (1910-1914) y 1918 (1918-1919). En 1921 obtiene el premio Mariano de Cavia por su artículo “La musa de Joaquín Costa”. Véase Ossorio (1903: 339-340); Martínez Alfonso (1962: 332-337); Pérez-Rioja (1968: 71); Molina Martínez (1998: 275); López Pérez (2002). 21 Véase Asta Regia. Semanario de Ciencias, Letras, Artes e Intereses Locales, 27 de diciembre de 1880, pp. 7-8. 22 Véase Electrón. Revista decenal ilustrada del Cuerpo de Telégrafos, 30 de diciembre de 1897, p. 182. En el mismo ejemplar figura Eugenio Sedano como aprobado en los exámenes para aspirantes segundos del cuerpo, celebrados en Madrid en junio de 1897. 23 Eugenio Sedano era ya en 1901 corresponsal en Sevilla del diario madrileño La Correspondencia de España. Con anterioridad había colaborado en diversos medios de la capital andaluza, como La Andalucía, El Orden, Sevilla Cómica o Andalucía Ilustrada. Fue director de los semanarios republicanos El Zorrillista (1890-1891) y La Juventud Demócrata (1891-1893), así como del periódico literario El Indispensable (1891). Véase Chaves (1896: 145-146, 255-256, 290, 299, 302, 305, 312). 24 Colaborador asiduo de la Revista Portuense, Mariano López Muñoz dirigirá en su ciudad natal (1917), y luego en San Fernando, El Justiciero (órgano del regionalismo andaluz en la provincia de Cádiz, de vida efímera) y al año siguiente se hará cargo del semanario sevillano El Regionalista. En 1920 toma posesión como redactor y representante en El Puerto de Santa María del diario El Noticiero Sevillano. Colaboró además en Sevilla Federal, La Conferencia (Jerez) y La Unión (Sevilla). Bajo sus auspicios nace en Sevilla, en 1923, la revista Guadalquivir. Mariano López trabajó durante cuatro décadas en el Ayuntamiento de El Puerto, siendo oficial de Intervención desde julio de 1924 a agosto de 1936. 25 José del Prado Palacio (Jaén, 1865-Espeluy, 1926), ingeniero agrónomo y político conservador. Fue alcalde de Jaén (1891-1892). Resultó elegido diputado por esa circunscripción desde 1899 hasta 1910 y por la de Lugo en 1914, siendo nombrado senador vitalicio al año siguiente. Director general de Agricultura (1903-1905), subsecretario del ministerio de Gobernación (1913-1914), alcalde de Madrid en dos ocasiones (1915 y 1917) y ministro de Instrucción Pública (1919) en el gabinete de Sánchez de Toca. Creado marqués de Rincón de San Ildefonso en 1920. Autor de publicaciones de carácter político y económico, como El porvenir de una región (1897), El presupuesto de la opinión (1905) o Hagamos patria (1917). José Antonio Zamora (2013: 442-443) lo incluye entre los alumnos insignes del colegio de San Luis Gonzaga. 26 Véase “Alumnos internos del colegio de San Luis Gonzaga desde su segunda época en 1875 hasta la fecha [1912]”, Archivo Histórico del colegio de San Luis Gonzaga (El Puerto de Santa María), armario 1, balda 1. 27 El Eco Portuense, 2 de julio de 1914, p. 3. Para esta fecha, José Ignacio de Alberti ya había estrenado obras originales como Los Jácaros (1910, en colaboración con Ramón de Godoy; premio del Ayuntamiento de Madrid), El diamante azul (1913, con R. de Godoy y Miguel de San Román) y El viaje entretenido (1913, con R. de Godoy); también tenía en su haber la traducción y adaptación de obras extranjeras: Primerose (1912), Jimmy Samson (1912), La morera de plata (1913) o Fígaro, barbero de Sevilla (1913, con Enrique López Alarcón). Después de 1914 estrenará las comedias policiacas Sebastián el Bufanda (1916) y El collar de esmeraldas (1918), escritas ambas con E. López Alarcón, así como el drama romántico Manos blancas (1919) y la comedia La diosa olvidada (1926, con Juan Chacón Enríquez). Para la escena española traducirá comedias de P. Weber y H. de Gorsse (La chiquilla, con José Rosales, estrenada en 1917), J. B. Molière (El ricachón en la corte, publicada en 1920) o G. de Champris (La gorriona, estrenada en 1921). José Ignacio de Alberti obtuvo el segundo premio del Concurso Nacional de Literatura (1935), al alimón con José García Mercadal, por un ensayo cuyo tema era “Las características del romanticismo español”. Empleado del ministerio de Gobernación desde -al menos- 1901, en octubre de 1937 asciende a jefe superior de Administración Civil por su “competencia, lealtad y laboriosidad, al servicio de la causa legítima de la República” 118

El Colegio de San Luis Gonzaga de la Compañía de Jesús de El Puerto de Santa María (Cádiz): un recorrido histórico-literario (1864-1924) (Gaceta de la República, n.º 275, p. 32). En agosto de 1939 fue separado del servicio en aplicación de la Ley de 10 de febrero de ese año, que fijaba las normas para la depuración de funcionarios públicos. 28 Renovación, octubre de 1927, p. 5. Rafael García fue colaborador de la Revista Portuense, Diario de Cádiz, El Noticiero Gaditano, La Información (Cádiz) y Mundo Gráfico (Madrid), así como corresponsal en Cádiz de los diarios madrileños El Heraldo de Madrid, El Liberal, La Voz y El Sol. Formó parte del comité organizador del Primer Congreso Periodístico Español celebrado en Cádiz en 1912. Véase Pérez-Rioja (1968: 79, 90). 29 Castro (1994: 154-155, 162-165). El acta de admisión de Juan Ramón Jiménez está firmada por el P. Oliver Copons (director) y los alumnos Ricardo Tena Montero de Espinosa (prefecto) y Rodrigo Fernández de Mesa Porras (secretario). Ricardo Tena -nacido en Azuaga (Badajoz) el 28 de diciembre de 1877- ingresaría en la Compañía de Jesús en agosto de 1894 y sería asesinado en su localidad natal el 8 de septiembre de 1936, víctima de la persecución religiosa en la zona republicana. Véase Xavier (1997: 487-491). 30 Véase “Alumnos internos del colegio de San Luis Gonzaga desde su segunda época en 1875 hasta la fecha [1912]”, Archivo Histórico del colegio de San Luis Gonzaga (El Puerto de Santa María), armario 1, balda 1. 31 Manuel Halcón es autor, entre otras, de las novelas El hombre que espera (1922, Premio Ateneo de Sevilla), Recuerdos de Fernando Villalón (biografía novelada, 1941), Aventuras de Juan Lucas (1944), La gran borrachera (1953), Los Dueñas (1956), Monólogo de una mujer fría (1960, Premio Nacional de Literatura) y Manuela (1970). Socio fundador de la revista poética Mediodía en 1926, durante la Guerra Civil dirigió el diario FE (órgano de la Falange sevillana) y la revista de divulgación cultural Vértice. Fue subdirector de ABC de Madrid (obtuvo el Premio Mariano de Cavia en 1940) y director de las revistas Semana y Moneda y Crédito. En 1962 ingresó en la Real Academia Española con el discurso “Sobre el prestigio del campo andaluz”. Su última obra, Cuentos del buen ánimo, se publicó en 1979. 32 “Durante la Guerra Civil Española participó en la propaganda franquista. Fue director del Museo Nacional de Arte Moderno desde el final de la contienda hasta octubre de 1951 y miembro de la Academia Breve de Crítica de Arte. Fue uno de los fundadores y el director de la revista cultural madrileña Santo y Seña, en la que escribió de arte y literatura. Hizo crítica de arte en Arriba y otras publicaciones madrileñas. (…) Su esposa fue la escritora Mercedes Formica” (Díaz Sánchez y Llorente Hernández, 2004: 528). 33 Al dar la noticia de su muerte, el ABC de Madrid (1 de mayo de 1966) resume así la actividad de Julián Pemartín como político: “Era pariente y amigo de José Antonio Primo de Rivera. Estuvo entrañablemente unido a la historia del Movimiento Nacional y desempeñó, con rigor y eficacia, los puestos de responsabilidad que le fueron encomendados. Difíciles puestos, desde la Vicesecretaría General de Provincias hasta la Dirección del Instituto Nacional del Libro [1941-1966], donde su labor fue brillantísima y fecunda (…). Como jefe del Sindicato de Papel, Prensa y Artes Gráficas [1949-1962], resolvió con tino los graves problemas que esa sección sindical plantea. Fue también director de la Academia de Mandos ‘José Antonio’, consejero nacional del S.E.U., consejero asesor de la Obra Sindical de Educación y Descanso y miembro de la Junta de Recompensas de la Sección Femenina. Asimismo, procurador en Cortes y miembro del Instituto de Estudios Políticos y de la Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores”. 34 El hispanista británico Cyril B. Morris (1960: 223) ha definido De un momento a otro como “una colección de poesías y dramas, en su mayoría no muy logrados, que escribiera Alberti en parte encandilado por el comunismo de Stalin y Zhdanov y en parte con el dolor y la ira por la derrota de la República” (la traducción es nuestra). 35 Pérez Clotet es autor, además, de la siguiente obra poética: Trasluz (Cádiz, 1933), A la sombra de mi vida (Madrid, 1935), Invocaciones (Cádiz, 1941), A orillas del silencio (Málaga, 1943), Presencia fiel (Sevilla, 1944), Soledades en vuelo (Madrid, 1945), Noche del hombre (Madrid, 1950), Como un sueño (Madrid, 1956), Primer adiós (Cádiz, 1974, ed. de la familia del autor). Su obra en prosa es: La «Política de Dios», de Quevedo (Madrid, 1928), La sierra de Cádiz en la Literatura (Cádiz, 1937), Tiempo literario I (Cádiz, 1939), Romances de la sierra de Cádiz (Jerez, 1940), Algunas notas sobre la Andalucía del P. Coloma (Cádiz, 1940), Tiempo literario II (Cádiz, 1945), Bajo la voz amiga (Cádiz, 1949). 36 Colaboró en la Revista Portuense y Cruzados. Fue redactor jefe del semanario tradicionalista El Observador (1932-1934); redactor de tribunales del diario La Unión (1932-1939); corresponsal de ABC (Sevilla) y colaborador de Domingo (1936-1939); director de El Alcázar (1936-1939); redactor 119

Aportaciones al estudio histórico del colegio San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María. 1864-2014 jefe de Brújula (1947); subdirector de Gran Mundo (1951); director de Diez Minutos (1951-1974; subdirector, 1974-1978), Informador de Empresa (1960), El Europeo (1964-1981) y Alcubilla (1975). Propietario de la editorial Gráficas Espejo (Madrid) hasta 1989. Información facilitada por el Dr. Jordi Rodríguez Virgili, profesor del Departamento de Comunicación Pública de la Facultad de Comunicación (Universidad de Navarra). 37 Nació el 5 de septiembre de 1908 en Santillana del Mar (Cantabria). Después de cursar el bachillerato en el colegio de Villasís (Sevilla), don Carlos hizo la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Murcia. Tras el 14 de abril de 1931 se exilió con su familia a Francia, donde perfeccionó estudios de Arte. Nada más comenzar la Guerra Civil se presentó voluntario en Pamplona, siendo destinado como alférez al Grupo Mixto de Zapadores. Murió en combate cerca de Eibar (Guipúzcoa) el 27 de septiembre de 1936. 38 Don Carlos y D.ª Luisa, abuelos maternos del actual rey D. Juan Carlos I, habían visitado el colegio de San Luis Gonzaga la tarde del domingo 16 de octubre de 1921, depositando flores ante el altar del Corazón de Jesús ubicado en el salón de visitas. Los infantes asistieron ese mismo día por la mañana a la entrega del estandarte que la ciudad de El Puerto de Santa María regalaba al Tercer Regimiento de Artillería Pesada. Véase Revista Portuense, 18 de octubre de 1921. 39 Durante la Guerra Civil, el colegio-noviciado fue un hospital militar “dedicado en particular a la curación y convalecencia de los soldados musulmanes heridos y enfermos de la campaña” (Cruzados, 28 de mayo de 1941).

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