El cine mexicano y la identidad nacional: dos visiones de la pobreza en México. Nosotros los Pobres contra Los Olvidados

October 17, 2017 | Autor: Eloisa Cb | Categoría: Cinema, Mexico, Mexican Cinema, Pobreza, Estudios Sobre Historia Social Del Cine, Cine Mexicano
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Descripción

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Eloisa Cornelio Bautista A01020887 Cultura visual y Diseño Contemporáneos 27 de noviembre de 2014 Ensayo Final

El cine mexicano y la identidad nacional: dos visiones de la pobreza en México. Nosotros los Pobres contra Los Olvidados Índice Introducción Los años 40’s y 50’s, contexto social, económico y cultural Cultura e Identidad Nacional La fuerza de los medios de comunicación en la formación de la identidad nacional. La identidad nacional en el cine mexicano Nosotros los pobres y sus estereotipos Los Olvidados, afrontando los estereotipos y la realidad social de México Conclusiones Bibliografía Introducción El cine, como arte, pone en evidencia las particularidades culturales de la sociedad en la que están insertos los creadores cinematográficos; y como medio de comunicación, lleva un mensaje a la sociedad, su receptora, quien lo absorberá e inconscientemente descodificará ese mensaje, entendiéndolo desde un punto de vista particular, pero a la vez, absorbiendo la generalidad de la idea. Benegas (2011) explica:

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“Desde la perspectiva de que las identidades culturales y nacionales son construcciones imaginarias que se crean y se refuerzan gracias a un sistema de aparatos culturales y entre estos aparatos culturales, el cine es uno de los que proporciona mayores modelos de identificación y proyección de una representación de lo nacional” (Cine e identidad: La construcción de la identidad cultural nacional en tres periodos del cine boliviano, Abstract.) En este ensayo se pretende mostrar como dos películas emblemáticas del cine mexicano se contraponen en la formación del imaginario sobre la sociedad mexicana. Por un lado, Nosotros los Pobres (1948) de Ismael Rodríguez y por otro, Los Olvidados (1950) de Luis Buñuel. También es importante señalar que ambas películas se sitúan en un punto de la historia de México que se debe analizar con atención, pues una película retrata el final de una época (lo 40’s) y la otra, el inicio de una década nueva y de una forma diferente de observar a México. Si bien, la visión que se tenía de México como el país que es ahora (que en muchas ocasiones se percibe con adjetivos más negativos que positivos) no fue inmediata y películas como Los Olvidados marcaron una pauta importante para esta percepción. Es por eso, que en este ensayo, dedicaremos una parte a describir un breve panorama de la situación social y cultural de México en esas décadas. Los años 40’s y 50’s, contexto social, económico y cultural. Durante la época de los 40’s México comienza a urbanizarse, de crecer y enfocarse en las grandes capitales del país, especialmente el Distrito Federal. De igual forma, llega la tecnología y con eso, el país se conecta al mundo, mayormente con Estados Unidos y una gran influencia por parte del norte entra a la nación. En 1940, Manuel Ávila Camacho ocupa la Presidencia de México. Tras haber participado en la Revolución, pretendía unificar al país, primero, mediante el gobierno y la ideologías políticas, por eso el 15 de septiembre de 1942, Ávila Camacho convocó una Asamblea de Acercamiento Nacional, a la que fueron invitados todos los expresidentes: Adolfo de la Huerta, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas. El hecho de reunir en un mismo evento a estos

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personajes – que a pesar de militar en el mismo Partido de la Revolución, tenían profundas diferencias ideológicas entre sí – llevaba la intención de hacer público el logro de la Unidad Nacional, y de que tal acontecimiento sirviera de ejemplo para quienes aún persistían en la discordia. En materia de Educación, se canceló el modelo socialista, pero no se descuidó la educación ya que el país necesitaba un pueblo preparado para fortalecer la economía. Las escuelas privadas y religiosas se permitieron y la matricula aumentó, lo que permitió la expansión en los niveles educativos. También, bajo el gobierno de Miguel Alemán se crea la Ciudad Universitaria, siendo ésta un pilar en la preparación profesional de México. En cuanto a la economía, gracias a la Segunda Guerra Mundial se vio favorecida la economía mexicana debido a su aportación de materias primas agrícolas y minerales para la producción de materiales de guerra. A cambio, México recibió maquinaria, herramientas, capitales y créditos. De esta manera, el modelo económico capitalista favoreció a la burguesía, que se convirtió en una clase poderosa y rica. A pesar de todo, tras el periodo de auge la moneda se devaluó y hubo una crisis inflacionaria. Bajo el mandato de Miguel Alemán, se modificó el artículo 27 constitucional, en el cuál se otorgó mayor extensión para la pequeña propiedad haciendo que los grandes propietarios incrementaran su patrimonio. Sin embargo, esa política no favorecía en lo más mínimo a los no letrados, permitiendo abusos por parte de los hacendados. En la ciudad de México surgió el concepto de unidades multifamiliares, que eran casas que se otorgaba a los trabajadores del gobierno. De igual forma, las comunicaciones llegaron a México, siendo considerada los 40’s como la Época de Oro del Radio en México. Esto popularizó a cantantes y actores como Pedro Infante y Jorge Negrete, íconos mexicanos; a tríos como ‘Los Panchos’, ‘Los Tres Ases’, ‘Los Dandys’. Así mismo, el hecho de que la comunicación se hizo masiva, ayudó a formar el imaginario social al estar constantemente exhibiendo estereotipos deseados de lo que era ser mexicano, la vida urbana en México, etc…mediante radionovelas, programas de televisión y claro, el cine, que llegaba con mayor facilidad a las masas; pues aunque no todos podían tener acceso a una televisión o un radio, sí era más fácil obtener una entrada al cine.

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Fue justamente en esta época, que el cine Mexicano tuvo un crecimiento exponencial y se le reconoció internacionalmente, incluso llegando a la competencia de Cannes y ganando en 1946 una Palma de Oro por “María Candelaria” de Emilio Fernández, en ese mismo año se crea la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. En aquella época el cine mexicano fue prolífico, abarcado una gran variedad de temas: terror, ciencia ficción, películas de lucha libre, cine de rumberas e incluso llegando al público infantil. Íconos del cine surgieron: Dolores del Río, María Felix, Pedro Infante, Jorge Negrete, Columba Domínguez, Libertad Lamarque, Blanca Estela Pavón, Cantinflas, Manolo Fábregas, entre otros. Esto contribuyó a formar una visión de lo que era México y su gente, lo que trataremos con más detalle en el siguiente subtema. Cultura e Identidad Nacional Dice Digón (2010) “Nosotros los pobres, ustedes los olvidados: unos incluidos en el imaginario de millones de mexicanos; los otros censurados e incomprendidos por el gran público. Para hacer nación se recurre siempre a lo estereotípico.” Tomando este argumento que parece atrevido, podemos pensar en la Época de Oro del Cine Mexicano como un formador de identidad, que definió qué era ser mexicano. Si analizamos otras películas como “Flor Silvestre” (Fernández, 1943) o “Campeón sin corona”(Galindo, 1946), se puede ver cómo los directores de cine retrataban esa desigualdad social en México como un enfrentamiento entre buenos y malos. Se comenta sobre la película Campeón sin Corona: “la película es un retrato de la compleja sociología del mexicano de la clase obrera, para quien el ascenso en la escala social es un sueño casi inalcanzable.” (ITESM) Así, podemos decir que una parte importante de lo que es ser mexicano, o se percibe como ser mexicano es este conflicto de superiores contra inferiores, lo cual, como analiza Zambrano en Cultura e identidad nacional, una mirada desde la historia, vienen desde la raíz de nuestra conquista, en el encuentro de los Españoles y los Indígenas:

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“En el proceso de formación de una nación, los elementos culturales tienen un peso definitivo en la definición de la identidad de un pueblo y en su con formación histórica. En la separación de los dos mundos que mencionamos, este hecho quedó como un registro histórico en la memoria colectiva, como un factor de tensiones y diferencias, que excluyó la posibilidad de un entendimiento, de un consenso entre los diferentes actores de la historia nacional” (Zambrano, 1994, p.3) Por otro lado, comenta como desde la raíz el imaginario colectivo está predispuesto a identificarse como una sociedad de dominados y dominadores: “El conflicto en el reconocimiento de pertenencia y en la formación de imaginarios colectivos, perturbó profundamente la formación de una sólida identidad nacional. La coexistencia de dominados y dominadores se dio en una relación conflictiva y excluyente, y a partir de ese momento, al no resolverse la formación de un solo imaginario, consensual, comenzó a acumularse el fraccionamiento y a adquirir con el tiempo una consistencia estructural. De esta manera se fue formando la nación, sin que ello fuese la consecuencia de un proceso de integración cultural, ni la aceptación explícita de valores que concurrían a conformar una sola identidad” (Zambrano, 1994, p.3) De hecho, la pregunta de qué es ser mexicano y cuál es nuestra identidad no viene en vano, pues en esta época es cuando los intelectuales y artistas entrarán en la crisis de encontrar el sentido de ser mexicano. Octavio Paz, justo en 1950, publica El Laberinto de la Soledad; una serie de ensayos que intenta definir la “mexicanidad”, pues tal parecía que éramos una nación sin raíces, o con éstas demasiado mutiladas para llamarlas nuestras. Éramos producto de la conquista, de la colonia, hijos bastardos de los españoles, los franceses y todo extranjero que se asentó en nuestras tierras o las saqueó. Estas preguntas surgieron en parte, como un movimiento contra el estereotipo que los medios de comunicación fabricaban sobre lo mexicano. Más allá de los trajes típicos o las canciones, se dibuja al mexicano casi como una caricatura de un vagabundo ingenuo, conformista con su estado de pobreza y qué aceptaba la suerte que le tocaba, esperando que

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esta misma le resolviera sus problemas aunque fuese por un momento, sin él tomar acciones concretas para mejorar su situación. Todo esto contribuyó a la creación de un imaginario social, de cómo el mexicano se percibía a sí mismo y como lo percibía el mundo, tema que a continuación discutiremos más a fondo. La fuerza de los medios de comunicación en la formación de la identidad nacional. Surgió en el cine mexicano lo que se llamó “melodrama urbano”, y que fue muy popular en la Época de Oro del cine mexicano. Éste género, a diferencia de otros como el neorrealismo italiano, endulzaba las situaciones precarias de muchos de los sectores de nuestro país, tanto el rural como el urbano, terminando siempre con finales felices, o cargando la película con situaciones cómicas que aligeraban el problema social existente. La popularidad del género en los 40’s y 50’s no fue del todo una casualidad, si bien hay que reconocer que algunas historias eran entrañables y los guiones entretenían a un público general, la producción de este cine se vio altamente respaldada por un gobierno interesado en crear y dar al mexicano un modelo a seguir; la forma más eficiente de hacerlo era mediante la comunicación de masas, pues comenta Naveda (2011): “La identidad nacional es el resultado de precisar en el fuero interno individual la pertenencia a una comprobada condición social. En este carácter los medios de comunicación se tornan en el instrumento indispensable del Estado, idónea de influir en la formación de identidad nacional.” Como explica Arredondo (2005) en Mexicanidad versus identidad nacional, los medios de comunicación son utilizados para representar lo que somos los mexicanos. La televisión y el cine, que tiene tanta o mayor incidencia que la educación en la formación de los estudiantes (el futuro mexicano), envía formas simbólicas de la realidad, mitificada, las cuales son aceptan como generalidades parcializadas sobre el estilo de vida. Una enajenación que acaba por imponerse. Incluso Luis Buñuel llegó a comentar “el cine es una herramienta para la revolución”. Buñuel lo decía porque sabía perfectamente que el impacto del cine sobre el público es impresionante debido a que por medio del séptimo arte se puede llegar a difundir no sólo una ideología sino toda una concepción del mundo. (Govea, 2010).

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Así, podemos ver la fuerza de los medios de comunicación como un factor que crea patrones de pensamiento y que identifica y cohesiona a la gente en cuanto formas de hablar, ideologías, percepción de la realidad, etc…lo que termina uniéndolas y creando cultura. Así pues, el cine mexicano proyectaba una imagen de qué era ser mexicano y la gente, poco o mucho iba absorbiendo esas ideas y moldeando su vida alrededor de ella, o al menos, con la producción de aquellos años, era lo que se esperaba. La identidad nacional en el cine mexicano Pero ¿qué era exactamente lo que se esperaba que fuese “lo mexicano”, o qué idea se tenía de México y su gente? Leopoldo Zea mencionó que: "Todos los pueblos, en la medida en que se transforman en naciones, van buscando su definición, o la definición de su cultura, que es la definición de su personalidad" México era un país con una gran extensión territorial y con una diversidad enorme, no sólo porque las costumbres de norte a sur del país en variadísimas y muy distintivas de cada región, así como las gastronomías, los acentos y los climas, sino también porque teníamos una fuerte presencia extranjera en el país, cuyas costumbres y tradiciones se habían mezclado con las nuestras. De igual forma, existía una marcada diferencia de clases lo que conllevaba al descontento social, que culminó en la Revolución Mexicana. Con la llegada de los medios de comunicación, las distancias se acortaron y la difusión de mensajes era más amplia. Justo en un momento crítico del país, llegó el cinematógrafo a nuestras tierras, lo que permitió la documentación de lo que se vivía en aquellas épocas y que podría considerarse el inicio de la producción cinematográfica de México, un elemento que años más tarde sería una forma de cohesionar la identidad del mexicano. Brevemente recapitularemos algunas de las películas producidas en México hasta antes de “Los Olvidados”, pues creo que es importante hacerlo para exaltar cuál fue la importancia de “Los Olvidados” en el momento de su realización, pues ésta rompía con muchos esquemas o la “idealización” que hasta entonces se había sostenido alrededor de la sociedad mexicana.

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Los primeros filmes datan de 1910, siendo la Revolución tema central durante los primeros años del cine en México. Sin embargo, los primeros filmes son más bien documentales breves que captaron hechos reales de la Revolución. En 1935 se filmó lo que a la fecha se ha convertido en una película de culto sobre la revolución ¡Vámonos con Pancho Villa! de Fernando de Fuentes donde se muestra la tiranía del líder de los dorados. Según Govea (2010) “Fue hasta los años cuarenta y cincuenta que las producciones fílmicas se encargaron de mitificar la revolución y a sus supuestos héroes con el objetivo de promover una unidad e identidad nacional.” Y a continuación explica: “Un acontecimiento de gran impacto social como la revolución fue utilizado por el cine nacional con dos objetivos. El primero, el hecho de documentarlo buscando plasmar de la manera más objetiva posible los hechos; el segundo, el de buscar influenciar a los espectadores con la idea de que la revolución fue lo mejor que pudo pasar.” Esta última postura es la que pretendía fomentar la figura del revolucionario como prototipo del verdadero mexicano, el que arriesga su vida por la libertad de su pueblo, el mexicano que se identifica con su entorno, con la tierra, el mexicano que se encuentra así mismo por medio de “Allá en el Rancho Grande” mostraba la imagen típica con la que se asoció al mexicano

la historia. Se busca exaltar el amor a la patria y a la nación para tener una identidad, como explicaba Octavio Paz en El laberinto de la soledad, mediante este hecho el mexicano deseaba “reconciliarse con su historia y con su origen”. En 1936 se estrenó Allá en el rancho grande de Fernando de Fuentes. Se dice que la película no tuvo mucho éxito en México la primera vez que se estrenó, pero

“Los Tres García” fue otra película que marcaba el estereotipo del “macho mexicano”

en Lationoamerica y Estados Unidos fue todo un éxito, por lo que se reestreno y esta vez, logró un éxito inesperado en México siendo hoy en día, un ícono del cine mexicano.

Con ¡Ay Jalisco no te rajes! (1941) de Joselito Rodríguez e interpretada por Jorge Negrete, la imagen del charro cantor se comenzó a difundir como parte esencial de la

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identidad nacional. Las películas de charros que le precedieron tanto a Allá en el rancho grande como a ¡Ay Jalisco no te rajes! siguieron la formula y por ende contribuyeron a la difusión de un estereotipo de lo mexicano que hasta la fecha sigue latente. La personalidad del mexicano en estas cintas es la del macho mexicano, galante, valiente, mujeriego, fuerte, conceptos que se arraigaron a la idea de lo que un “hombre” debía de ser. “Para Enrique Serna, este cine de charros tuvo un gran arraigo en el pueblo no por la difusión que recibieron estas películas, sino porque el espectador de aquella época estaba en búsqueda de un símbolo nacional y de su identidad como mexicano. El atractivo que representaba un héroe justiciero y enamorado parece haber sido suficiente para cautivar, sin embargo no fueron pocos los que rechazan y aún siguen despreciando esa imagen por buscar homogenizar la cultura nacional que es en sí muy diversa.” (Govea, 2011) Más tarde, el cine urbano comenzaría a ganar terreno en la producción fílmica, dejando un poco de lado la imagen del charro. El cine urbano se centraba más en los problemas de crecer en la ciudad (muchas historias tenían como escenario la ciudad de México). Este cine surgió alrededor de los 50’s, época en la que México crecía y se urbanizaba, misma razón por la que alcanzó gran popularidad. A las personas le gustaba ver en pantalla los acontecimientos de la vida diaria, pues se identificaban con ellos. Varios personajes urbanos

“Campeón sin corona” fue una de las primeras películas en representar las dificultades de vivir en la ciudad

enfrascan a las ficheras, niños de la calle, amas de casa inconformes o aburridas, etc… En 1945 se estrenó la película Campeón sin corona de Alejandro Galindo. En esta película, Galindo se centra en el tema de la inferioridad del mexicano y su aspiración a mejorar su posición social: “Esta tardía proliferación de personajes urbanos (de 1946 a 1950), se dio a partir de una película fundacional: Campeón sin corona […] la paráfrasis intelectualizada de

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la carrera del ex campeón mundial de peso welter Rodolfo Chango Casanova. Galindo buscaba, por un lado, explicar las teorías del sentimiento de inferioridad del mexicano propuestas por en 1938 por Samuel Ramos en El perfil del hombre y la cultura en México y, por otro, recrear las costumbres del habitante de los barrios bajos […] (Serna, Enrique citado por Gavea, 2011) Esta película tuvo una fuerte influencia en el arquetipo del mexicano de barrio, de clase baja. Una característica remarcable fue el hecho de que el protagonista hablaba “cantadito”, siendo esa la forma de hablar de los tepiteños. Así, en películas posteriores el acento de Tepito era imitado por los actores, volviéndose éste un símbolo de las clases humildes que vivían en los barrios bajos de México. García Benitez señala en su trabajo La identidad nacional mexicano desde el lente del cine mexicano contemporáneo que la época dorada del cine mexicano proveyó, indudablemente, gran parte de las narrativas desde donde se afianzó la identidad nacional mexicana, en siglo pasado, al respecto, Carlos Monsiváis defiende que la época dorada: “[…] unifica en sus espectadores la idea básica que tienen de sí mismos y de sus comunidades, y consolida actitudes, géneros de canción, estilos de habla, lugares comunes del lirismo o la cursilería, las tradiciones a las que la tecnología lanza en vilo, ‘a todo lo que permite la pantalla’; en suma, todo lo que un amplio número de casos termina por institucionalizarse en la vida cotidiana.” De esta forma vemos como realmente las imágenes proyectadas en pantalla llevaban al territorio tanto mexicano como extranjero, un concepto de qué era lo que se vivía en México y en qué consistía la “mexicaneidad”, elementos que, directa o indirectamente, se arraigaban al subconsciente de nuestra identidad como nación. Nosotros los pobres y sus estereotipos Como hemos discutido, el cine nacional se centró en darle una identidad al mexicano, en este caso, abrazando la figura de la pobreza y retratándola en lo que conocemos como “melodrama urbano”, importante género que fortaleció a la industria fílmica del país.

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En estas películas, el retrato de la pobreza y la marginalidad era muchas veces endulzada para que el espectador percibiese con empatía ese estrato social que era cada vez más abundante en México. La imagen de la pobreza se veía maquillada por tiernas interpretaciones e historias conmovedoras, sin embargo, la realidad era otra, como explica Digôn Pérez: “La pobreza no es una identidad homogénea porque entre sus miembros existen marcadas jerarquías de dominación y sumisión. Asimismo, la pobreza marginal se rige por otros códigos y valores al margen de las normas legales de ciudadanía que son específicos, endémicos y endogámicos de su contexto social. Los pobres, entre la exclusión y la inclusión fueron acaparados por el discurso nacionalista y sus prácticas culturales, eso si, sin poner al descubierto las sombras de la patria y sin sacar a la luz las esperpénticas miserias y calamidades de los excluidos del bienestar.” (Digôn Perez, p. 583) Filmes como Nosotros los Pobres dan muestra de eso, utilizando diferentes discursos para hacer de la pobreza una realidad en donde lo que predomina es el amor, la solidaridad, la comunidad, entre otros valores deseables para la sociedad. Un primer estereotipo en la película es presentar a la familia de Pepe “el Toro”, aunque quebrantada por la falta de una figura materna, entre él y su hija, Chachita, se muestra un fuerte lazo afectivo. Entre estos dos personajes existe un celo paternal que sólo resalta el amor que los une, así como el respeto hacia la supuestamente fallecida figura materna. Por otro lado, entre las peripecias de la vida en un barrio bajo, se dibuja a Pepe el Toro como un “galán” ideal. Pese a sus flirteos con Celia “La Chorreada”, es siempre discreto, respetando y poniendo antes que todo, los deseos de su hija de respetar la memoria de su madre. Además, Pepe “el Toro” no sólo se da tiempo para el romance y para ser un padre devoto a su hija, sino que es también un trabajador honrado y humilde, que nunca pierde su dignidad y que está dispuesto a ayudar a quien lo necesite.

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Por otro lado, los personajes femeninos juegan un rol importante en representar idealizaciones de la mujer de aquella época, y deseable en aquél estrato social. Celia, es aquella mujer abnegada y entregada al amor. Honesta y pura, que ama desinterasadamente. “Chachita”, la hija obediente que vela por su padre y que al final, sacrifica el amor a su difunta madre por la felicidad de su padre. Es también, quien perdona incondicionalmente, pues tras descubrir la mentira sobre su madre, vuelve a querer a su padre como siempre lo ha hecho. Finalmente, “la paralítica”, la abuela de “Chachita”, es la figura de la resignación, retrato de la famosa idea de que en vida a los pobres les toca sufrir pero que serán recompensando en el Reino de los Cielos. También contamos con la presencia de “La guayaba” y “La tostada”, personajes secundarios que sirven de comic-relief dentro del filme en los momentos más dramáticos, pero que son de vital importancia en cuanto a esta dulcificación de la pobreza. “La guayaba” y “La tostada” son dos mujeres cuya condición socio-económica las ha empujado al vicio y que beben para olvidar muchas de las penas que trae consigo la pobreza. Sin embargo, se presentan no sólo como personajes que más que desprecio o lástima, generan la risa y la comedia y que además, llegan a hacer comentarios atinados e inteligentes, casi críticos, en momentos clave de la película. Es así como el vicio se vuelve virtud. Tal y como se anunciaba en la película, los personajes que habitan el universo de Nosotros Los Pobres son: «como la verdad inquietante de un puñado de seres, que carentes de todo nada piden porque todo lo tienen [...] Nosotros los pobres drama de los bajos fondos donde se sabe sufrir sin quejas, llorar sin lágrimas, reír en silencio, amar sin besos, vivir sin pan y justicia, pero donde se es feliz.» De igual forma, la importancia de las acciones en la película, refuerza este estereotipo del pobre honrado, desgraciado pero feliz, pues las principales desgracias de estos personajes, se desencadenan con la entrada de personajes ajenos a ese universo de pobreza ideal. Son “El Licenciado” y la madre de “Chachita” quienes rompen la armonía de los pobres, siendo este otro interesante discurso en el cine de aquella época: los pobres

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están mejor sin los ricos. Esto, demuestra lo que explicábamos anteriormente sobre la coexistencia de dominados y dominadores y su aparente relación inconciliable. Los Olvidados, afrontando los estereotipos y la realidad social de México Tras la popularidad de esta película y del género en el cine mexicano, fue un extranjero quién decidió mostrar la verdad que el melodrama urbano pintaba como una fábula con final feliz. Los Olvidados, de Buñuel, según algunas historias, se inspira en el neorrealismo italiano y la denuncia que se hacía de la Italia devastada por la guerra, en donde la pobreza y el dolor invadía las calles de los ciudadanos. Tras ver, “El Limpiabotas” de De Sica, y el desgarrador desenlace de la película, orillado por la corrupción, la mentira y el engaño que existe en ambientes de esa índole, Buñuel decidió tomar el tema de la niñez en las calles como protagonista de una historia igualmente cruda. Comenzando por tener como ejes centrales de la historia a niños pre-adolescentes y jóvenes, empieza a desmitificar la imagen del niño como un ser “inocente” e incapaz de hacer daño puesto que la maldad aún no existe en él. Muchas acciones deplorables en la cinta de Buñuel son precisamente realizadas por sus jóvenes protagonistas: peleas callejeras, robo, abuso de poder, deseo sexual, consumo de sustancias mostradas tal cual era. Luis Buñuel destruía muchos de los valores paternalistas que la visión estereotipada de los pobres mostraba en pantalla en cintas como las de Ismael Rodríguez. Buñuel, por ejemplo, atacaba la idea de la unión de la familia. Primero, iniciando la historia con “Ojitos”, el chico que es abandonado por su padre en un mercado, probablemente por la imposibilidad de seguir manteniéndolo y en segundo lugar, exhibiendo el desapego emocional de la madre de Pedro hacia sus hijos. Sin embargo, la diferencia de Buñuel con Rodríguez radica en el tratamiento de sus personajes. Estos no son ni buenos ni malos, son simplemente producto de las circunstancias que les ha tocado vivir: es imposible ser humilde y abnegado, la pobreza corrompe, la pobreza orilla a hacer lo necesario por sobrevivir, es imposible tener sentido de comunidad, de un “nosotros”, cuando no se tiene a nadie que vea por uno mismo.

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Esas arduas críticas, le valieron a Buñuel la censura y casi llegar a ser expulsado del país, pues como comenta Digôn sobre Los Olvidados: “excluidos en la vida real por la miseria y excluidos en la pantalla por la censura; en definitiva, excluidos del y por el nacionalismo cultural.” (p. 590) Conclusiones A lo largo de la historia de cine mexicano, lo que se intentó formar fue la identidad de México, un país que erraba entre sus orígenes aztecas, su conquista española, un imperio austriaco, una dictadura afrancesada y finalmente, un caudillo que destruía todo lo anterior y clamaba “Tierra y Libertad” para sí, para el pobre y el marginado. Desde el cine de rancheros, inspirado en los países revolucionarios el los héroes nacionales hasta el desarrollo de las ciudades en el “melodrama urbano”, la figura del mexicano marginal fue prominente. El ranchero, el Cantinflas, la rumbera, la fichera, la madrecita, el pobre que conquistaba al rico y sacaba su lado más humano, eran temas populares en la Época de Oro y que perfilaban la identidad del país. Nosotros Los Pobres, una de las películas más taquilleras en la historia del cine mexicano, debe su éxito a que supo darle a la gente lo que deseaba: encaminada al público más humilde, exaltaba el valor del pobre, más allá del monetario, el intrínseco: abnegado, humilde, digno, amoroso. Hizo que un estrato social se sintiese identificad y aclamado. Por otro lado, Buñuel llegó a romper con esa tradición con Los Olvidados, en donde sus personajes no reían, ni lloraban, solo resentían y sobrevivían. Al mostrar lo más crudo de las urbes, ese lado al que nadie miraba cuando se paseaba por la ciudad de México, en ese entonces llena de promesas de bienestar para el país y sus ciudadanos, desafía sin duda, lo que es ser pobre en México. Pero no tan sólo lo critica la pobreza, sino que pareciera truncar la posibilidad de cualquier mejora o movilidad social, con aquél final en el que el Pedro, el niño por un instante creyó poder salir de aquella marginalidad, es asesinado por los suyos y termina tirado en un basurero, “sin una tumba para llorar[le]” y sin nadie a quien le importe demasiado.

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Ambas películas contraponen un mismo tema y nos hacen reflexionar sobre un mal social que se quería exaltar como una virtud: “En la construcción de una identidad nacional es imprescindible ensalzar lo que une y no lo que divide; mostrar aquello de lo que se quiere que el público se sienta orgulloso y ocultar todo lo que pueda manchar el honor de la nación. En este caso en particular, había que evitar todo lo que atacara la integridad de la santa mexicanidad.” Sin duda alguna, el cine mexicano sí trascendió en el imaginario de la sociedad y unificó a la nación, siendo esa una imagen que incluso internacionalmente se asocia con el mexicano. Recurriendo a lo estereotípico y lo pintoresco, se creó una visión de lo que era el país, las costumbres y la idiosincrasia de su gente. Sin embargo, hoy en día es palpable cómo Buñuel captó lo que éramos en realidad y como esa idealización del pobre no fue más que el inicio de un proyecto nacional condenado al fracaso. Finalmente la realidad se impone ante el cuento con final feliz y el México de hoy es testigo de eso, pero ideas como la de la madrecita como el pilar de la familia mexicana o el macho mexicano que es un conquistador, se han quedado arraigadas a nuestra identidad e innegablemente también describen muy bien actitudes sociales que por generaciones han existido. Así, el cine no solo entretiene, es también una herramienta social que educa, que unifica, que denuncia, que genera cambios o implanta ideas.

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Bibliografía Arredondo, M. (2005). Mexicanidad versus identidad nacional. México: Plaza y Valdés Editores. pp.127-130 Benegas, C. (2011) Cine e identidad: La construcción de la identidad cultural nacional en tres periodos del cine boliviano. Recuperado de https://www.academia.edu/3517145/Cine_e_Identidad_en_el_cine_boliviano el 11 de septiembre de 2014 Digon, M. (2010) Nosotros los pobres, ustedes los olvidados. Recuperado de https://www.academia.edu/7188745/Nosotros_los_pobres_ustedes_los_olvidados el 11 de septiembre de 2014 Govea, H. (2010) Identidad Nacional en el cine mexicano (1era parte). Deliberación. Recuperado de http://www.deliberacion.org/2010/06/identidad-nacional-en-el-cinemexicano-1ra-parte/ el 11 de septiembre de 2014 Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (2006) Por fin: la Época de Oro en Más de cien años de cine mexicano. Recuperado de http://cinemexicano.mty.itesm.mx/epocaoro.html el 11 de septiembre de 2014 Zambrano Pantoja, F. (1994). Cultura e identidad nacional, una mirada desde la historia. Nómadas (Col), (1) Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105115239005 el 11 de septiembre de 2014 Benitez, C. (2010) La identidad nacional mexicana desde la lente del cine mexicano contemporáneo. Recuperado de http://nuevomundo.revues.org/58346 el 25 de octubre de 2014 Paz, O. (1998) “De la Independencia a la Revolución” en, El laberinto de la soledad, p. 160. México:FCE.

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