EL CASTRO DE LAS LABRADAS (ARRABALDE, ZAMORA): UN EJEMPLO EXCEPCIONAL DE LA DEFENSA DE UN TERRITORIO ANTE LA AMENAZA DE ROMA

June 28, 2017 | Autor: Jesus Misiego | Categoría: Edad Del Hierro, Zamora, Roman Archaeology
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Descripción

EL CASTRO DE LAS LABRADAS (ARRABALDE, ZAMORA): UN EJEMPLO EXCEPCIONAL DE LA DEFENSA DE UN TERRITORIO ANTE LA AMENAZA DE ROMA Jesús Carlos Misiego Tejeda* - [email protected] Francisco Javier Sanz García* - [email protected] Miguel Ángel Martín Carbajo* - [email protected] Gregorio J. Marcos Contreras* - [email protected] Manuel Doval Martínez* * STRATO Gabinete de Estudios sobre Patrimonio Histórico y Arqueológico RESUMEN El castro de Las Labradas, en Arrabalde (Zamora), es uno de los emplazamientos fortificados más extensos del noroeste peninsular, contando con una superficie de 23 hectáreas y unas murallas que se prolongan por 2.500 m lineales. La singularidad de su localización, controlando un amplio territorio, junto a la consistencia de las líneas de defensa y la existencia de un importante número de infraestructuras relacionadas con el almacenamiento de agua, reflejan las necesidades de un elevado contingente poblacional en un momento concreto de la protohistoria, muy probablemente como consecuencia de la última fase de la conquista por Roma. Reflejo de la inestabilidad existente en esta etapa son los dos tesoros encontrados en el yacimiento. ABSTRACT The hill fort of Las Labradas, in Arrabalde (Zamora), is one of the most extensive fortified sites of the Northwest Iberia, with an area of 23 hectares and walls that extend by 2,500 meters. The uniqueness of its location, controlling a vast territory, along with consistency of the defence lines and the existence of a significant number of infrastructures, related with water warehousing, reflect the needs of a large contingent of the population at a particular time of protohistory, very likely as a consequence of the last phase of the conquest by Rome. Reflection of the instability existing in this stage are the two treasures found at the site. PALABRAS CLAVE Edad del Hierro, Roma, castro, fortificación, conquista. KEYWORDS Iron Age, Roman, hill fort, fortication, conquest.

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FORTIFICACIONES EN LA EDAD DEL HIERRO: CONTROL DE LOS RECURSOS Y EL TERRITORIO

El castro de Las Labradas se ubica sobre las crestas de la Sierra de las Carpurias, dentro del término municipal zamorano de Arrabalde, dominando la vega del río Eria por el norte y el valle de Vidriales por el sur. Se trata de un emplazamiento marcadamente estratégico, ya que está controlando todo el paso hacia la zona aurífera del noroeste peninsular. Esta privilegiada situación, que se extiende sobre una superficie de 23 ha, se complementó con la erección de varias líneas de muralla que van uniendo los diferentes roquedos naturales, conformando un perímetro cercado próximo a los 2.500 metros. Este enclave tuvo una dilatada ocupación temporal desde la Edad del Bronce (1400 a 900 a. C.), tal y como atestiguan las cerámicas de estos momentos que se han recogido en el yacimiento, aunque en ninguna de las intervenciones llevadas a cabo se ha podido reconocer el punto exacto donde se localizaría el poblado, ya que los materiales aparecen dispersos por la zona suroeste. El castro tomaría relevancia en los últimos compases de la Edad del Hierro y en torno al cambio de era, momento en el que los astures, el pueblo prerromano que habitó estas tierras, asisten a un reagrupamiento de las poblaciones indígenas ante el avance conquistador de las tropas romanas dentro de la fase bélica conocida como guerras de cántabros y astures (29-19 a. C.). A esta etapa deben asociarse tanto las construcciones defensivas como los dos tesoros hallados en el interior del recinto fortificado, unas ocultaciones intencionadas dentro del poblado por el temor al enemigo externo. Con posterioridad, continuó ocupado de for-

01.- Fotografía aérea del castro de Las Labradas (procedencia www.iberpix.es). 480

ma intensa en época romana, tal y como reflejan las diferentes construcciones y hallazgos materiales de esta cronología. Más adelante, en la Edad Moderna, se reocupa erigiéndose una pequeña ermita, bajo la advocación de San Cristóbal, aunque hay algunos indicios que refieren su uso también en la Alta Edad Media. ACTUACIONES ARQUEOLÓGICAS Las primeras referencias al castro corresponden al erudito zamorano Virgilio Sevillano (1978: 46-49) y a las publicaciones de Martín Valls y Delibes en su serie de hallazgos zamoranos (Martín Valls y Delibes, 1981: 153-186). Posteriormente, debido a la aparición del primer tesoro, se planteó una fallida intervención bajo la dirección de G. Delibes, siendo Ángel Esparza quien analizará detenidamente el yacimiento dentro de sus estudios sobre los castros de Zamora, efectuando varias campañas de excavación entre 1979 y 1988 (Esparza, 1986: 202-210; Esparza, 198889; Delibes, Esparza y Martín Valls, 1997: 9). El principal resultado de esos trabajos sería la constatación de la ocupación prerromana del castro y la existencia de hallazgos adscribibles al Bronce Final. Este investigador, junto a Ricardo Martín Valls y Germán Delibes, ha efectuado diferentes estudios científicos centrados en los dos tesoros exhumados, permitiendo su contextualización arqueológica y estilística, así como su ubicación cronológica en el último tercio del siglo I a. C. (Delibes, 1991; Delibes y Esparza, 1989; Delibes, Esparza y Martín Valls, 1997; Delibes y Martín Valls, 1982; Esparza, 1988-89; Martín Valls y Delibes, 1981). Otra serie de estudiosos han tratado el enclave por ser el lugar de procedencia de los tesoros, siendo uno de los escasos yacimientos señalados en trabajos de síntesis, tanto de la Edad del Hierro como del área astur, fuera del mero ámbito provincial (VV.AA., 1995: 43; Sánchez-Palencia, 1996: 45). Entre los años 1998 y 2003 se desarrollaron diferentes intervenciones de excavación y consolidación, actuándose en la zona de las puertas de la cerca occidental exterior e

02.- Estructuras arqueológicas documentadas en el castro de Las Labradas.

03 y 04.- Excavaciones arqueológicas efectuadas en las murallas del castro. 481

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interior, en la muralla oriental exterior y en el área de hábitat de Los Tres Reyes (Balado, 1999; Misiego et alii, 2002). Durante el año 2002 se realizó una completa documentación de todos los elementos y estructuras visibles en el castro, llevándose a cabo un completo registro planimétrico y fotográfico, a la par que un levantamiento topográfico de todo el entorno, base de un estudio posterior referido a la secuencia crono-cultural del castro (Doval et alii, 2006: 217-236). LA SINGULARIDAD DEL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO: EMPLAZAMIENTO Y DEFENSAS Dos son, sin duda, los aspectos más destacados de la fisonomía de este enclave arqueológico y que propiciaron su ocupación en época protohistórica. Uno es su privilegiada situación, controlando todo el territorio circundante, y otro es su configuración interna, en una extensa zona que fue perimetrada gracias a un destacado conjunto de defensas artificiales. Al respecto del primer argumento no hace falta más que observar la ubicación del castro sobre las crestas rocosas de la sierra de las Carpurias, en una cota absoluta máxima de 996 m s.n.m., para ver su singularidad. Se alza más de 200 m por encima del entorno inmediato, con amplias y extensas panorámicas que alcanzan por el norte y oeste todo el valle del Eria y por el mediodía y este el valle del Vidriales, permitiendo un destacado control visual de estas tierras, a caballo de las actuales provincias de Zamora y León. Los cursos de agua mencionados son los principales de este territorio, desarrollándose en sus márgenes un intenso aprovechamiento agropecuario, que destacaría tanto en tiempos pasados como en la actualidad. Estos recursos naturales se completan con la existencia de zonas de extracción minera en las proximidades del enclave (piedra, mineral de hierro y de cobre). Por si este emplazamiento no fuera de por sí destacado, los pobladores del castro, en un momento dado de la protohistoria, decidie482

ron completar su protección con la erección de un desarrollado sistema defensivo, que abarcaría unos 1.500 m lineales de murallas, uniendo los roquedos y escarpes naturales, para poder delimitar un perímetro de 2.500 m y una extensión superficial de 23 ha. Para la construcción de estas defensas se aprovechó la morfología del terreno, a partir de sus afloramientos rocosos, uniendo los espacios entre ellos con paramentos de piedra local (cuarcita y pizarra, fundamentalmente), reconociéndose a lo largo del castro diferentes zonas de extracción del material utilizado. Se diferencian en Las Labradas dos recintos defensivos, uno interior y otro más externo que engloba al anterior. La línea exterior de defensa, en sus sectores norte, suroeste y sureste, está definida básicamente por los afloramientos berroqueños que sirven como parapeto natural, completándose en el resto del perímetro con tramos de muralla, que en conjunto permiten definir una superficie de 23 ha, extendiéndose por todo el borde de la elevación y las primeras caídas hacia los valles, antes de que la orografía se haga más abrupta y con pendientes más acusadas. El recinto interior del castro restringe el espacio útil a 13,7 ha, acortándose los flancos este y oeste mediante sendos paramentos que discurren paralelos a la cerca exterior por las áreas más elevadas sobre la vaguada de Valdemoratones y bajo el sector de Los Tres Reyes. Con esta reducción se pierde parte del control de las vertientes, delimitando y protegiendo fundamentalmente la parte más elevada del recinto castreño, a la par que se asegura el control de las estructuras y recursos hidráulicos internos. La técnica empleada en los dos recintos defensivos es prácticamente la misma, levantándose dos paramentos o caras de mampostería en seco, mediante aparejo irregular de cuarcita y rellenándose el espacio entre ellos para proporcionarle una mayor solidez. Este sistema se puede constatar en la mayoría de los enclaves de esta cronología en el norte peninsular, desde la Meseta a los territorios astur y galaico. Se advierten, no obstante, algu-

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nas diferencias constructivas; la cerca externa se levanta sobre un basamento ejecutado con piedras de medianas dimensiones y sin ningún tipo de trabazón, que haría la función de asiento y drenaje de la estructura defensiva, mientras que la muralla interior se erige sin ninguna cimentación, apoyándose directamente sobre los afloramientos rocosos, con un ligero acondicionamiento del suelo para evitar corrimientos. El relleno interno del paramento de la cerca exterior se realiza con piedras de mediano y pequeño tamaño, sin ningún tipo de trabazón, mientras que en la muralla interior se ha dispuesto una arcilla compactada. Las dimensiones exteriores de ambas construcciones son variables, oscilando la anchura entre los 4 y 6 m para la exterior y entorno a los 3 m de la interior. Si se procede a una somera descripción de la muralla exterior, puede señalarse que el tramo occidental tiene un desarrollo lineal de 215,5 m y arranca desde los afloramientos al SO del castro, discurriendo en dirección NO hasta la Puerta de la Traición, cerrando el flanco más desprotegido a media ladera. Este tramo fue parcialmente destruido en las inmediaciones de esa puerta en la década de los años 70 del siglo XX con ocasión de una extracción de piedras y ha sido objeto de excavación arqueológica en la zona de acceso al recinto. El tramo oriental, con 547 m, cierra

uno de los flancos más desprotegidos del castro, un espacio de vaguada entre dos crestones rocosos, y donde se encuentra la línea de cortafuegos y el Camino de las Vacas. Por su parte, el lateral meridional se delimita con la erección de otro tramo de cerca sobre la Vaguada de Valdemoratones, teniendo como límites dos farallones rocosos sitos al sur del castro. Discurre de noroeste a sureste, con una longitud total de 177,60 m y una anchura media de 2 m. En la mitad del tramo, y coincidiendo con la cota más baja de la vaguada, se advierte un breve corte en la muralla, de 1 m aproximado de longitud, que pudiera estar relacionado con la canalización y desagüe del cercano Pozo de Negrurías, situado a escasos 58 m al N. El resto de los tramos en la zona suroccidental exterior se abren entre los escarpes rocosos sitos al suroeste del castro, el primero une dos afloramientos y el segundo se levanta de forma paralela a los farallones que se encuentran al sur del yacimiento, creándose entre ambos un pasillo de unos 5 metros de anchura. Ambos tramos discurren de noroeste a sureste, teniendo el primero 139 m de longitud, mientras que el segundo, más extenso, llega a los 150 m. En la zona septentrional, y de forma superficial, se observa el derrumbe de la muralla, formado por cuarcitas de tamaño medio

05.- Desarrollo longitudinal de los perfiles de la muralla exterior oriental, en la zona del acceso al recinto castreño.

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06.- Planta y perfiles de la excavación en la muralla oriental exterior del castro.

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y pequeño, que alcanza 1,5 m de ancho medio, disponiéndose entre los escarpes rocosos. Presenta orientación oeste-este y cierra los espacios más accesibles desde el exterior, teniendo en conjunto con los riscos que une una longitud de 163 m. La muralla interior utiliza los laterales norte y sur de la exterior, mientras que por el naciente y poniente se cierra con nuevos tramos, en este caso ligeramente más largos que los exteriores y en su mayor parte de nueva planta, sin apenas apoyos en el roquedo artificial. El tramo occidental acota el castro por la zona elevada de la ladera occidental, dominando todo el interior del recinto y sus vertientes, en la intersección del camino de acceso al yacimiento y la línea de muralla, reconociéndose un vano de acceso en el que aparecen dos cuerpos de guardia en el extremo de los lienzos. Tiene un desarrollo lineal de 342,8 m y una anchura en la zona que se ha excavado de 1,4 m. El tramo oriental de la muralla interior se levantó en la zona más elevada del extremo oriental del castro, cerrando de norte a sur y reduciendo el espacio intramuros. Suma una longitud de 226 metros y su entidad parece menor que la muralla exterior. Este cerramiento puede observarse superficialmente como un suave microrrelieve, definido por un derrumbe pétreo de cuarcitas de tamaño pequeño y medio, de 1,5 m de anchura, aproximadamente. Los accesos al castro muy probablemente siguen la trayectoria de los caminos que aún persisten y que facilitarían la llegada al recinto por tres de sus flancos. En los laterales occidental y oriental se hallan los portillos de entrada, mientras que por el norte hay varios puntos posibles, de difícil precisión; estas puertas han sido objeto de varias intervenciones arqueológicas. Dependiendo de la parte sobre la que se ubique el acceso se evidencian diferentes variedades de puerta, incluso en zonas próximas, reflejando cierto diacronismo en la construcción de las mismas. La puerta exterior occidental está realizada en esviaje, presentando una ruptura del

paramento existente, junto al actual camino de entrada al castro. La de la muralla exterior oriental se encuentra en una de las zonas de más fácil acceso, concretamente, en la misma senda de las Vacas, la cual discurre a través de una fuerte vaguada que debió causar continuos corrimientos del terreno con el consiguiente desplazamiento y alteración de los lienzos de la muralla, lo que determinó la construcción de un torreón que flanqueaba la puerta y, a la vez, aguantaba los empujes de la propia cerca, incorporándola una potente cimentación. En la muralla interior se aprecian otros dos vanos. En el primero, ubicado en la parte occidental, se documentan dos torreones de planta cuadrangular dispuestos como prolongaciones de los lienzos de la muralla, creando entre ellos una entrada en forma de embudo. Por su parte, en la zona oriental del cercado interior es visible una rotura en el muro, conformando un acceso que respondería a la prolongación lógica del camino de entrada proveniente de la puerta en la muralla oriental exterior, articulando de este modo una red o vial interior del castro, que tendría un carácter principal, pues siguiendo un eje este-oeste uniría los dos extremos del recinto. Es difícil determinar cual de las dos líneas de muralla es la más antigua y cual es la más reciente en el tiempo. El sistema constructivo de la muralla exterior presenta un mayor cuidado y una mayor anchura en los derrumbes, con un basamento de piedras que hace la doble función de regularizar el terreno y de drenaje, evitando que las aguas que provienen de las zonas más elevadas se estanquen junto al muro, además de mostrar más espesor y consistencia al estar colmatado el espacio entre los paños exteriores con piedra. Por su parte, la cerca interior es más estrecha, poseyendo un derrumbe de menor entidad, que muy probablemente refleje una menor altura en su construcción. Parece claro que la muralla exterior fue más costosa de realizar y no debió ejecutarse con prisa para una defensa repentina.

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07.- Derrumbe del tramo meridional de la muralla. 09.- Torreones del acceso documentado en la muralla interior occidental.

10.- Planta de la excavación efectuada en la puerta de entrada de la muralla interior occidental.

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08.- La zona interior del castro, con la muralla interior reconstruida.

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Con estas premisas es difícil determinar cual fue la primigenia, ya que cabe la posibilidad de que el castro en origen ocupase toda la superficie englobada por la muralla exterior y que en un estadio de belicosidad (guerras cántabras y astures) se redujese el espacio con una doble muralla que protegiese la zona interior, destinada a habitación y servicios, disponiendo el lienzo en la zona más elevada y erigiendo dos torreones en los puntos estratégicos. Por otro lado, es posible que el yacimiento fuese más pequeño y que en un momento dado se ampliase para acoger la llegada creciente de otras gentes ante la presión ejercida por Roma, siendo necesaria la erección de una segunda cerca que ampliase la zona habitable. Fuera de una u otra forma, parece claro que el cerramiento del castro debe ponerse en relación con la inestabilidad de la zona y el asentamiento y fundación, por la Legio X Gémina, del Campamento de Petavonium, en Rosinos de Vidriales, en la segunda mitad del siglo I a. C., así como el periodo de inestabilidad que se produce hasta principios del siglo I d. C. como consecuencia de la ofensiva de Roma contra los astures (Carretero y Romero, 1997: 11-12). Completarían la defensa del castro otra serie de elementos como es un pequeño campo de piedras hincadas, situado junto al perímetro oriental, en uno de los flancos más vulnerables, aunque aparece fuertemente enmascarado por los derrumbes pétreos existentes en ese punto; o los dos torreones o baluartes evidenciados en sendos puntos estratégicos y elevados, y reconocidos en la actualidad como amplios derrumbes de cuarcitas, con planta circular. El primero de ellos se localiza en el extremo norte del tramo de la muralla oriental exterior, poseyendo un diámetro de 19,40 m, mientras que el segundo se halla en el extremo septentrional de la muralla occidental interior, con un diámetro aproximado de 13,20 m y un espesor de 1,5 m. Se desconoce si estos baluartes se relacionan directamente con las defensas prerromanas del recinto castreño o si, por el contrario, son de cronología posterior, ya romana.

Quizás apoyaría esa duda la constancia de un tercer torreón, denominado topográficamente como La Torre, situado en el inmediato castro del Marrón, a apenas un centenar de metros al sureste de Las Labradas, y separados únicamente por la vaguada de Valdenegrillos. En el interior de este segundo castro, en una posición dominante y central, se reconocen los derrumbes de un gran torreón de planta circular (38 m de diámetro) y que destaca unos 4 m sobre el resto del enclave. El castro del Marrón (Esparza, 1986: 135), también entre las tierras de Arrabalde y Villaferrueña, es un recinto amurallado, de menor extensión, 3,8 ha, que se ha puesto en relación con Las Labradas ante la posible existencia de un muro que unía ambas construcciones, que no se ha registrado en los últimos trabajos efectuados, pero por el contrario si es visible un canal tallado a los pies del cerro, y que ha sido vinculado con el lavado de los terrenos de coluvión que hay en ese punto, al sur del castro, muy cerca de un posible filón de hierro. Aunque no hay materiales arqueológicos que lo avalen, pero si diferencias constructivas y morfológicas, quizás nos encontremos en el caso de El Marrón ante un emplazamiento de cronología posterior, muy posiblemente romana, que serviría de control y vigilancia tanto del propio recinto de Las Labradas como de los afloramientos minerales inmediatos. Si esto fuese así, bien podría plantearse para las torres detectadas en Las Labradas una función similar, máxime teniendo en cuenta que tienen idénticas características y se localizan en puntos estratégicos del recinto principal, pero no en la misma línea de muralla, aspecto éste último que habría indicado una mayor vinculación con las defensas prerromanas. EL INTERIOR DEL CASTRO. INFRAESTRUCTURAS HIDRÁULICAS Y ZONAS DE VIVIENDAS Este enclave castreño se extiende sobre una amplia superficie, presentando en su interior varias zonas amesetadas que conforman un espacio trapezoidal, desarrollado a 487

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ambos lados de la vaguada de Valdemoratones. En esta vaguada central se localizan una serie de infraestructuras vinculadas con el agua, mientras que en sus costados este y oeste se debieron emplazar las principales zonas de habitación de Las Labradas. Un aspecto esencial para comprender la idoneidad del asentamiento y su capacidad para acoger un contingente importante de población es la existencia de diferentes estructuras naturales y antrópicas que posibilitan el almacenamiento durante largos periodos de tiempo del agua de lluvia o procedente de manantiales. La zona de Valdemoratones se localiza en la parte central del castro y dentro del recinto defensivo interior, caracterizándose como una vaguada de origen natural con caída hacia el sur. En ella abundan los manantiales y se constatan una gran cantidad de elementos vinculados con el agua dado su carácter de lagunas, pozos o aljibes, como son las Lagunas del Sol, la Laguna Menta, la Laguna de las Salamanquesas y el Pozo de Negrurías. Mención especial merece el Pozo de Negrurías, una gran charca de planta circular, que posee unos 40 m de diámetro, y una sección cuenquiforme, de 5 m de profundidad. Presenta al norte un embudo para captar el agua y al sur un cono de deyección que permite embocar la salida del agua hacia un posible canal que evacuaría las aguas sobrantes al exterior del castro y que discurriría por debajo del tramo de muralla meridional. Salidas de agua, mediante canales o atarjeas, a través de murallas se constatan en varios yacimientos de la Edad del Hierro, como Los

Villares de Ventosa de la Sierra, Suellacabras o Contrebia Leukade (Lorrio, 1997: 110). En Las Labradas parece que una serie de fallas del terreno evidencian la existencia de un canal para evacuar las aguas sobrantes bajo la muralla meridional. Por otro lado, puntos para la captación de agua se han registrado en asentamientos de idénticas cronologías aunque con unas características morfológicas muy variadas. Un estanque monumental similar a los de Las Labradas se halló en Laguardia, Álava (Pereda, 2001: 62), mientras que otro, de diferente tipología, se ha registrado en el oppidum de Bibracte (Almagro, 1988: 36-39). De cualquier forma, sí está claro que hay una concentración de este tipo de construcciones o infraestructuras hidráulicas en una zona concreta del recinto castreño de Las Labradas, y que su utilización debe vincularse, necesariamente, con una gran población aquí asentada, tal y como debió acontecer con la llegada, presión y conquista romana de este territorio. Por otro lado, y en relación a ese comentario de la población, pocos son los datos que se poseen sobre la organización interna del poblado, ya que sólo se ha actuado en la zona oeste del castro, conocida como Los Tres Reyes, hallándose los restos de tres estructuras de planta cuadrangular en las excavaciones de Esparza en 1996 y Strato en 2002 (Esparza, 1986; Doval et alii, 2006: 225-230). Se trata de una serie de alineaciones murarias que conforman recintos cuadrangulares que se organizan a lo largo de una calle con dirección este-oeste y crean manzanas. Se han exhumado vivien-

11.- Excavación arqueológica de la puerta de la muralla interior occidental.

12.- Torreón existente en el extremo noroccidental del recinto de Las Labradas.

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das de planta cuadrangular compartimentadas en varias estancias y que aprovechan los farallones rocosos que bordean este espigón del castro, apoyándose sobre ellos. Estas construcciones están realizadas con aparejo irregular de cuarcita, de unos 45 cm de anchura y los muros maestros se apoyan directamente sobre la base geológica, mientras que las medianerías se levantan sobre un preparado de arcilla apisonada que, a la vez, hace las labores de pavimentación de la vivienda. A partir de estos escasos datos, procedentes de las reducidas excavaciones efectuadas, puede deducirse la existencia de un poblamiento aparentemente evolucionado, con calles longitudinales en cuyos costados hay diferentes construcciones. Las edificaciones poseen ya una planta rectangular o cuadrangular, distante del patrón de cabaña circular imperante en la Primera y buena parte de la Segunda Edad del Hierro en la zona astur. Los paralelismos a este tipo de construcciones se pueden encontrar, adecuadamente, en la fase IIb de Manganeses de la Polvorosa (Misiego et alii, 2006: 127-128; Misiego et alii, 2013: 257330), donde se han podido constatar con una cierta extensión, o en los niveles prerromanos y romanizados de los castros leoneses del entorno de Las Médulas (Sánchez-Palencia et alii, 1996). Para este sector de Las Labradas, o quizás para buena parte del extenso castro, se puede pensar en un momento de ocupación romanizado, o al menos con un importante grado de aculturación romana, tal y como atestiguan tanto las compartimentaciones de las estancias de estas construcciones domésticas como por la presencia de producciones cerámicas

13.- Fotorrestitución de los perímetros de los castros de Las Labradas y El Marrón, mostrando su relación espacial.

romanas, entre las que destacan las cerámicas comunes y de cocina. Sin embargo, y de ahí viene la falta de definición temporal de la ocupación, no se reconocen materiales claramente filiables, ni de época celtibérica ni romana.

14.- Torreón conservado en el castro de El Marrón.

15.- Lagunas en la vaguada de Valdemoratones.

16.- Pozo de Negrurías, ubicado en la zona centro-meridional del castro. 489

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Vinculados directamente con la zona de habitación se encuentran los conocidos tesoros de Arrabalde, quizás uno de los hallazgos más singulares de la arqueología prerromana de la región, pero sobre los cuales sólo deben señalarse unas pinceladas, sin entrar a analizar sus composiciones, ampliamente estudiadas por diferentes investigadores (Delibes y Martín Valls, 1982; Esparza, 1986; Delibes, Esparza y Martín Valls, 1997). Ambos conjuntos de joyas y monetales son claros ejemplos de las circunstancias de la inestabilidad existente en este territorio astur en las décadas finales del s. I a. C. Las piezas ocultadas reflejan un gran rango social de sus propietarios, aspecto que incide aún más en la singularidad del lugar de reunión, el castro de Las Labradas. El modo más tradicional de ocultación se realizaba enterrando el tesoro bajo los suelos de las viviendas (en ocasiones dentro de un recipiente cerámico o de otro material más débil), para que una vez llegados los momentos de tranquilidad

pudieran volverse a recoger. Sin embargo, eso no se produjo en estos casos, lo que ha propiciado que los tesoros llegaran hasta nuestros días, en diferentes circunstancias. La inestabilidad del territorio, motivada por la presencia de las tropas romanas, acontece en esta zona antes del cambio de era, siendo la etapa más conflictiva la que ocupa el periodo comprendido entre los años 29 y 19 a. C., coincidente con las campañas contra cántabros y astures. Las cronologías propuestas para el primer tesoro de Arrabalde reflejan un momento muy avanzado de la Segunda Edad del Hierro, si se atiende a una datación de C-14 de la zona donde se halló (cal BC 102 – cal AD 5/cal AD 110, aproximadamente 60 a. C., en fecha equivalente) (Esparza, 1986). En relación con ese primer tesoro se halló un interesante lote de monedas, cuyo término post quem estaba marcado por una moneda legionaria del triunviro Marco Antonio, emitida en el 32-31 a. C. (Santos Yanguas, 2004).

17.- Reconstrucción de una ocultación de tesoros (procedencia: Aula Arqueológica de Arrabalde). 490

EL CASTRO DE LAS LABRADAS

LA CONQUISTA ROMANA HECHOS Y SUCESOS Para comprender el periodo en el que los habitantes de las Labradas moraron en el castro y como lo acondicionaron para su defensa hay que hacer un repaso del momento histórico en el que esto sucede y plantear diferentes interrogantes, que ya se han hecho muchos investigadores y para los cuales aún no se cuenta con todas las respuestas precisas, pero a las cuales debemos intentar acercarnos. ¿Que ocurre para que, de repente, un pueblo acometa en este enclave, que cabe señalar que no cuenta con una ocupación humana precedente destacada, estas grandes, complejas y costosas obras, como son los destacados recintos defensivos o los sistemas de aprovisionamiento y almacenaje de agua? La respuesta lógica es pensar en acontecimientos extraordinarios, nada habituales, y la conquista romana bien pudo ser el causante de estas circunstancias. La presión sobre los contingentes astures derivó en un desplazamiento de gentes, que debieron reunirse en uno o varios puntos de su territorio; uno de ellos hubo de ser, sin duda, el castro de Las Labradas Las Guerras Cántabras y la conquista del norte peninsular por Roma tenían, aparte del propio avance conquistador, un trasfondo estratégico y económico (principalmente el aprovechamiento de los importantes recursos mineros). El conflicto duró entre los años 29 y 19 a. C. y tuvo una gran repercusión en Roma, ya que fue dirigida personalmente por el emperador Augusto. La presión romana sobre este territorio aumenta a fines del siglo I a. C., en especial en la zona astur, con la presencia cada vez más numerosa de huestes y legiones. Estas circunstancias derivan en el abandono de ciertos enclaves y la reagrupación en otros mayores, con mejores condiciones defensivas. Algo similar parece haber sucedido en el castro leonés de Borrenes, si bien en este caso las investigaciones apuntan a que el enclave no llegó a ocuparse.

Una breve sucesión cronológica de los principales hechos acaecidos en las guerras de Roma contra cántabros y astures (29-19 a. C.) es la que se señala a continuación, estructurada por los sucesivos años1: • 29 a. C. Inicio del conflicto. Los cántabros y los astures acuden en auxilio de los vacceos, siendo derrotados por Estatilio Tauro. • 28 a. C. El cónsul Augusto establece el inicio de las confrontaciones (de forma ceremoniosa abre las puertas del templo de Jano). • 28 y 27 a. C. Campañas dirigidas por Cayo Calvisio Sabino y Sexto Apuleyo contra las zonas meridionales de los astures y los cántabros. • 26 a. C. Bellum Cantabricum. Campaña dirigida directamente por Augusto contra los cántabros, pasando posteriormente el mando al general Antistio. Sucesos como las luchas del Mons Vindius y la toma de Aracelium, en el 25 a. C., propician la derrota indígena. • 25 a. C. Bellum Asturicum. Se organiza un ejército astur, que sería derrotado por el legado Publio Carisio. Los astures se refugian en Lancia, que resiste al asedio romano durante un tiempo, para finalmente rendirse. • 24 a. C. Emboscadas de cántabros y astures, que fueron cortadas por el contragolpe dirigido por Lucio Emilio y Publio Carisio. • 22 a. C. Sublevación de los astures contra Publio Carisio, secundado por los cántabros. Asedían algún campamento, pero finalmente son derrotados. • 19 a. C. Nueva rebelión cántabra, que fue contraatacada por Roma, estando

Para un análisis detallado e intenso del desarrollo de las guerras contra los astures debemos remitir, necesariamente, al estudio de J. L Vicente González sobre el Bellum Asturicum (2011), quien reúne toda la bibliografía existente sobre el tema y efectúa un acercamiento bastante certero de la confrontación.

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al frente del ejército Marco Vipsanio Agripa, quien con sus métodos drásticos logra poner fin a la inestabilidad y finaliza la conquista de este territorio. • Consecuencia directa de la conquista fue el sometimiento y ocupación del territorio astur, que dentro de la distribución provincial de Hispania quedó englobado en el Conventus Asturum, cuya capital sería Asturica Augusta (Astorga), localidad que tiene su origen en un establecimiento campamental creado en el transcurso de la campaña. • Poco después se cierran las puertas del templo de Jano y se inicia la construcción del Ara Pacis en conmemoración de la Pax Augusta.

Las Labradas siempre ha sido considerado por los investigadores como un enclave destacado por su extensión y por sus defensas, siendo vinculado genéricamente con el conflicto con Roma, aunque sin muchas precisiones. En los últimos años, una serie de autores (Santos, 2004; Vicente, 2011, y, en menor medida, Vidal, 2013) señalan que la Lancia mencionada en las fuentes clásicas por el historiador Lucio Anneo Floro, quien escribe a finales del mandato de Adriano su conocido Epítome o Compendio de historia romana, y por Dión Casio, pudiera corresponderse con este emplazamiento castreño del norte de la provincia de Zamora y no tanto con el yacimiento existente en tierras de Villasabariego (León). Estos autores se basan en que las fuentes clásicas (Floro, Dion Casio y Orosio) reflejan los avatares bélicos del Bellvm Astvricvm y la

18.- Reproducción de la ocultación del tesoro 1 de Arrabalde (procedencia: Aula Arqueológica de Arrabalde). 492

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campaña de Publio Carisio contra los astures (25 a. C.). Señalan a Lancia como “la mayor aldea de los astures”, una ualidissima ciuitas (ciudad muy fortificada) y el lugar de refugio de los astures derrotados en las diferentes confrontaciones con los romanos. La sitúan geográficamente próxima al río Astura (Esla u Órbigo, según diferentes hipótesis) y en las cercanías de Brigaecium (Dehesa de Morales, en Fuentes de Ropel), cuyos habitantes se pusieron del lado de los romanos en los conflictos con los astures. Por otro lado, hay una serie de campamentos romanos próximos a Arrabalde, entre los que se señalan un castra hiberna en Petavonium (Rosinos de Vidriales) y dos castra aestiva, uno suficientemente conocido, La Chana (Castrocalbón), y otro posible por ubicaciones geográficas, Valmoro (Cunquilla de Vidriales). Estos enclaves estarían apoyados por varios emplazamientos auxiliares (El Castro, en Milles de la Polvorosa, y Los Tesoros, en Villaveza del Agua), y a su vez estarían comunicados a través de la calzada que uniría Mérida con el río Esla y el norte. Señalan, por otro lado, la inexistencia en El Castro de Villasabariego de unas murallas destacadas y de un referente indígena claro, con algunas referencias epigráficas algo confusas, mientras que Las Labradas y su entorno inmediato se ajustarían a las descripciones relatadas por los historiadores romanos, presentando una amplia superficie y grandes defensas, a la vez que se encuentra en un entorno geográfico similar y muy cerca de las tribus astures señaladas. A este respecto, el equipo de arqueólogos que excava en la ciudad prerromana y romana de Lancia (Villasabariego, León), dirigido por J. Celis y J. Liz Guiral, han contestado en diferentes medios impresos a esas apreciaciones anteriores, reflejando que los campamentos de Petavonium y Castrocalbón no se saben si son de conquista, que El Castro de Villasabariego tiene una extensión de 30 ha, mayor que Las Labradas, y que el emplazamiento se ubica en el punto exacto de la vía Asturica Augusta-Burdigala, entre Camala y Legio, que se localiza en el Itinerario de An-

tonino junto al río Astura (Esla), donde se libró la batalla entre astures y romanos previa a la toma de la ciudad por estos últimos. Argumentos que, según ellos, rebaten las teorías anteriormente mencionadas. El reducido registro arqueológico con el que se cuenta de Las Labradas impide, por el momento, dar una adecuada respuesta a estos planteamientos contrapuestos, auque no deja de ser sugestivo pensar en la equiparación del castro de Arrabalde con el antiguo emplazamiento de la Lancia prerromana o, quizás, con otra ubicación donde se reagruparan las poblaciones astures para afrontar la guerra contra los romanos. De cualquier forma, con el final del conflicto no se acaba la vida en el yacimiento, sino que se reconocen en su superficie diferentes construcciones que reflejan la intensidad de ese ulterior poblamiento, muy posiblemente en los siglos I y II d. C. Gracias a la fotografía aérea realizada por Julio del Olmo (Olmo y Strato, 2003) se ha podido comprobar la existencia de un importante conjunto edificado junto a la laguna de Valdemoratones. Se trata de edificaciones de planta cuadrada que se encuentran en el entorno de la Casa del Jefe, del Campo de Deportes y del pozo de Negrurías. Es difícil realizar una aproximación funcional de estos edificios, pero todo parece indicar que se trata de estructuras de cronología romana, que ocupan este espacio tras afianzarse el control del territorio, pudiendo corresponderse con un complejo termal o un conjunto similar al hallado en La Caridad de Caminreal, Teruel (Lorrio, 1997: 100-103), o tener semejanzas con los constatados en Fuente de Ropel, Zamora (Olmo, 1996: 57-68). El conjunto edilicio de Las Labradas presenta una clara similitud con las características de una casa romana articulada sobre un espacio central, donde se localizaría el impluvium. ANÁLISIS Y EVALUACIÓN DEL ENCLAVE Desde que Virgilio Sevillano, allá por el año 1978, hiciera las primeras referencias al 493

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respecto de Las Labradas hasta la actualidad se ha avanzado en el conocimiento de este asentamiento castreño, destacándose su ocupación durante la Segunda Edad del Hierro y la etapa romana. Se han realizado excavaciones arqueológicas puntuales en diferentes ámbitos del castro, exhumando y poniendo en valor tres de las puertas y varios tramos de sus murallas, a la vez que se han documentando parcialmente varias construcciones domésticas y se ha sacado a la luz la planta completa de la ermita de San Cristóbal. El castro ha dejado de ser un mero complemento de los dos excepcionales tesoros allí localizados, y en cierto modo ha pasado a ser un referente de la arqueología protohistórica del noroeste peninsular por su singularidad y excepcionalidad. El enclave se emplaza en un lugar idóneo, una elevación situada a 966 metros de altitud que destaca sobre los 758 m de la vega del Eria al norte y los 787 m del flanco sur, lo que permite tener un intenso control visual de todo el entorno. La topografía del terreno se manifiesta como una gran plataforma superior en la que destacan diferentes riscos y farallones rocosos que, con dirección de naciente a poniente, protegen la zona superior,

quedando abiertos los flancos occidental y oriental hacia la sierra de las Carpurias. La superficie ocupacional del castro asciende a 23 ha, que aparece remarcada por una combinación de defensas naturales y artificiales a lo largo de 2,5 km, entre las que destacan varias líneas de imponentes murallas, especialmente los tramos de los laterales más cortos y vulnerables, al naciente y al poniente, que a su vez coinciden con las zonas de acceso al recinto fortificado y donde se han ubicado las puertas, algunas de ellas de cierta monumentalidad por su envergadura. Por sus dimensiones es uno de los emplazamientos prerromanos más extensos de la Edad del Hierro de este territorio, con una extensión distante de otros destacados yacimientos como la Dehesa de Morales de las Cuevas en Fuentes de Ropel (10 ha), La Magdalena en Milles de la Polvorosa (6 ha) o La Corona/El Pesadero en Manganeses de la Polvorosa (10 ha), en Zamora, o los castros de Regueras y San Martín de Torres (15 ha) y El Moreón (7,5 ha), en León. El proceso de reagrupamiento de las poblaciones en enclaves de mayor extensión y mejor defensa, los conocidos oppida, es un

19.- Perspectiva general del interior de Las Labradas (1/2), con localización de estructuras. 494

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hecho suficientemente contrastado durante la Segunda Edad del Hierro del interior peninsular Duero (Sacristán et alii, 1995). Tanto por el desarrollo interno de las propias etnias prerromanas como por la presión del avance conquistador romano, este reagrupamiento se hizo cada vez más intenso en función de la belicosidad o no de un territorio determinado. Para el ámbito astur esta concentración de poblaciones está señalada en las referencias de los historiadores romanos que reflejan el Bellum Asturicum, aconteciendo en los casos de Lancia, Brigecio o Beduina (Celis, 1996: 57; Vicente, 2011). La conjunción de diferentes elementos vinculados al castro de Las Labradas reflejan, sin lugar a dudas, la singularidad de este enclave y, muy probablemente, su excepcionalidad frente a la amenaza del ejército romano. De este modo, pueden señalarse las destacadas infraestructuras de carácter colectivo y público existentes en este recinto (caso de las líneas defensivas, agrupadas en dos recintos yuxtapuestos, o del conjunto de lagunas y charcas de la vaguada de Valdemoratones), las cuales debieron ejecutarse con un elevado contingente poblacional. A tenor de los hallazgos deparados por las excavaciones,

la principal habitación del castro se produce en los compases finales de la Segunda Edad del Hierro, y es lógico pensar que el asentamiento contase desde un primer momento (posiblemente, los siglos III y II a. C.) con una barrera física perimetral. La muralla exterior, que aprovecha en su desarrollo los farallones rocosos, uniéndoles con tramos artificiales de parapeto de cuarcitas, y que se realiza con más calidad y con idénticas características en todo su recorrido, tal y como puede advertirse en los flancos sur, este y oeste, respondería a este cerramiento inicial del enclave. Las grandes dimensiones del recinto (23 ha) deben vincularse, siguiendo esta interpretación, a que el enclave era ya desde ese momento un foco de atracción y visita de las tribus astures, a modo de centro neurálgico de esta etnia prerromana, si bien desconocemos el nombre por el que era conocido el lugar. Las potentes infraestructuras defensivas y de almacenamiento de agua no son construcciones que se levanten en pocos años, sino que serían el resultado de un duro proceso de ejecución, que muy probablemente se llevase a cabo durante varios decenios, tal y como se desprende de las conclusiones de diferentes análisis de arqueología experimental. Por

20.- Perspectiva general del interior de Las Labradas (1/2), con situación de estructuras. 495

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ello, es factible plantear que en ese periodo de los siglos III y II a. C. se ejecutasen en su mayor parte, para dar servicio a una población cada vez más agrandada, máxime si se tiene en cuanta el proceso de presión y conquista que Roma ejerce en la Península Ibérica. Sin embargo, los acontecimientos bélicos debieron precipitarse en los tres últimos decenios del s. I a. C., tal y como se señalaba en un capítulo precedente, con ocasión de las guerras contra cántabros y astures. El periodo entre los años 29 y 19 a. C., y especialmente desde el 25 a. C., es el de mayor inestabilidad en el territorio astur, y cuando las fuentes clásicas señalan el refugio y la agrupación de poblaciones, siendo el ejemplo más conocido el de Lancia. En Las Labradas, este proceso creemos que se reconoce principalmente por dos aspectos concretos; uno es la erección de la muralla interior, principalmente en los flancos occidental y oriental (puesto que el resto es común con la cerca exterior), que son los más vulnerables, levantándose una defensa ligeramente más estrecha que la anterior, con menor cimentación y preparado del terreno, pero que alcanzaría unos 5 m de altura, a tenor de los derrumbes asociados. Esta cerca interior, que restringe el espacio controlado, protegía directamente la zona central de ocupación y las lagunas centrales, básicas para abastecer a la población que allí se agrupara con ocasión del conflicto bélico. El otro aspecto que redunda en esta situación son los conocidos tesoros hallados en el castro, dos ocultaciones de joyería celtibérica de primerísimo orden, que refieren la importancia y el orden social de sus propietarios, en primer lugar, y en segundo la necesidad de ocultar estas propiedades ante las más que inminente caída del enclave a manos de los romanos. Otros restos metálicos localizados en el enclave, relacionados con la panoplia militar romana, y diferentes elementos monetales redundan en estas fechas del tercer y segundo decenio antes del cambio de era (Delibes, Esparza y Martín Valls, 1997: 9). En consecuencia, y a partir de los datos presentados, puede establecerse un argumen496

to claro, en virtud de los hallazgos exhumados y de las construcciones existentes, y no es otro que el castro de Las Labradas debió ser un referente espacial de primer orden para las poblaciones astures, bien como lugar de concentración, agrupamiento y refugio de sus poblaciones, bien como lugar de presencia de alguna de sus elites sociales o, por que no, religiosas. Únicamente con un importante colectivo humano pudieron llevarse a cabo las costosas obras colectivas levantadas en el yacimiento y esa presencia debe vincularse a ese agrupamiento, que como planteábamos antes no debió ser únicamente durante los acontecimientos del Bellum Asturicum, sino que tuvo que producirse desde tiempo atrás. Pese a todo, la documentación deparada por el asentamiento castreño no permite conocer el nombre original de la población ni su vinculación real o no con los hechos comentados en las fuentes clásicas al respecto del Bellum Asturicum. Si podemos acercarnos a trasponer los acontecimientos acaecidos con los restos conservados, dada la entidad, cantidad y calidad de los mismos, pero faltan hallazgos y datos que los ratifiquen por completo. Es muy sugerente pensar, como bien apuntan Santos Yanguas y Vicente González, que Las Labradas pudieran ser el lugar de ubicación de la Lancia prerromana, pero los argumentos que señalan no son tajantes y a pesar de sus acertadas evaluaciones, también son válidas las opiniones contrarias, las que abogan porque Lancia realmente se ubicara en el Castro de Villasabariego, en León. De una u otra forma, el valor del lugar debió perdurar en el tiempo, por cuanto se ha demostrado la intensidad de la ocupación romana en Las Labradas, que reaprovecha parte de las anteriores infraestructuras (pozos y lagunas), desarrolla en algunos puntos un urbanismo característico e, incluso se refuerza el control espacial del territorio, muy posiblemente con la construcción de los torreones circulares en sendos extremos del recinto castreño, así como con el bastión del inmediato castro de El Marrón, el cual parece relacionarse más con el control de las áreas

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mineras cercanas que con el propio asedio al emplazamiento inmediato. Estas valoraciones no son más que un punto y seguido en la investigación de este singular enclave. Queda mucho por descubrir y excavar en su solar, queda mucho por interpretar para que podamos acercarnos a descubrir la realidad de la gente que habitó Las Labradas y al sufrimiento acontecido ante la conquista, pero lo que no cabe duda es que el castro de Arrabalde debió ser un ejemplo excepcional de la defensa del territorio ante el avance de Roma. BIBLIOGRAFÍA M. ALMAGRO-GORBEA: “Excavaciones arqueológicas en Bibracte”. Revista de Arqueología, nº 84, Madrid, 1988, pp. 34-45. A. BALADO PACHÓN: “Excavación arqueológica en el castro de Las Labradas. 1998”. Anuario 1999 del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, Zamora, 1999, pp. 17-42. S. CARRETERO VAQUERO y Mª V. ROMERO CARNICERO: Los campamentos romanos de Petavonium (Rosinos de Vidriales (Zamora). Serie Monografías y Estudios, Segundo Congreso de Arqueología Peninsular, Fundación Rei Afonso Henriques, Zamora, 1997. J. CELIS SÁNCHEZ: “Origen, desarrollo y cambio en la Edad del Hierro en tierras leonesas”. ArqueoLéon. Historia de León a través de la arqueología, León, 1996, pp. 41-68. G. DELIBES DE CASTRO: “Joyería celtibérica”. Orfebrería prerromana. Arqueología del Oro, Madrid, 1991, pp. 20-23. G. DELIBES DE CASTRO y A. ESPARZA ARROYO: “Los tesoros prerromanos de la Meseta Norte y la orfebrería celtibérica”. El oro en la España Prerromana, Monografías de la Revista de Arqueología, 4, Madrid, 1989, pp. 108-129. G. DELIBES DE CASTRO, A. ESPARZA ARROYO y R. MARTÍN VALLS: Los tesoros prerromanos de Arrabalde (Zamora) y la joyería celtibérica. Serie Monografías y Estudios del II Congreso de Arqueología Peninsular, Fundación Rei Afonso Henriques, Zamora, 1997. G. DELIBES DE CASTRO y R. MARTÍN VALLS: El tesoro de Arrabalde y su entorno histórico. Zamora, 1982.

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