El apostolado de la prensa (1896-1915) la iglesia católica y la promoción de la “buena prensa”

October 8, 2017 | Autor: J. Pacheco Ibarra | Categoría: History, Peruvian History, Press Freedom, Historia, Catholic Church History, Historia de la prensa
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Juan José Pacheco

El apostolado de la prensa (1896-1915). La iglesia católica y la promoción de la “buena prensa” Juan José Pacheco Ibarra1 Agendahistoricaperu [email protected]

Recibido: 16/04/2014 Aprobado: 30/07/2014 Resumen La Iglesia Católica vio las ideas liberales y masónicas como una amenaza a su existencia como institución. Estas ideas fueron difundiéndose por la prensa de Lima a fines del siglo XIX. En este artículo mostraré cómo la Iglesia Católica peruana emprendió medidas para promover la “buena prensa” y luchar contra el anticlericalismo y el modernismo entre 1896 y 1915. Entre las nuevas medidas se contemplaba la creación del Apostolado de la Prensa y la promoción de la prensa religiosa laica. Palabras clave: Perú, “República aristocrática”; Iglesia Católica; Prensa política

The apostolate of the press (1896-1915). The Catholic Church and the promotion of "good press"

Abstract The Catholic Church saw the liberal and masonic ideas as a threat to its existence as an institution. These ideas were spreading in Lima press in the late nineteenth century. This paper shows how the Peruvian Catholic Church undertook measures to promote "good press" and fight anti-clericalism and modernism between 1896 and 1915. Among new measures, it was contemplated the creation of the Apostolate of the Press and the promotion of a religious lay press. Key words: Peru, “República aristocrática”; Catholic Church; Political press

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Historiador. Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Dirige el boletín de historiografía peruana Agenda Histórica.

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Introducción La Iglesia Católica tuvo gran influencia cultural durante la época colonial. Sin embargo, a partir de la Independencia, se inicia un proceso de secularización en las instituciones coloniales y republicanas. Debido a este proceso de secularización, la Iglesia Católica fue perdiendo su influencia en las instituciones de gobierno y en la educación elemental y universitaria. Uno de los factores que permitieron acelerar este proceso de secularización fue la libertad de imprenta. La aparición de periódicos y revistas de tendencia liberal, fomentada por los grupos masónicos, influidos por las nuevas ideas, pronto atacaron a una de las instituciones más importantes durante el periodo colonial: la Iglesia Católica. Frente a este proceso, la Iglesia Católica llevó a cabo dos acciones. La primera, a través de censuras eclesiásticas donde se prohibía la lectura entre sus fieles, de algunos periódicos o libros que se considerasen antirreligiosos. En casos extremos, se llegó a la excomunión de escritores, directores y lectores de estos periódicos. La segunda forma, fue la promoción de la “Buena Prensa”, en la cual el clero peruano se lanzó a la titánica tarea de ofrecer una alternativa que ellos consideraban mucho más sana y noble, frente a la prensa liberal llena de excesos y vicios. Promover la prensa católica, como “buena prensa”, era una tarea difícil, el problema de los periódicos católicos es que eran pocos y no contaban con financiamiento ni suscriptores. Según las estimaciones: “tan sólo quedaba un diario católico (El Bien Social) para cerca de 150,000 católicos en Lima, hasta el año 1898” (La Juventud Peruana, 1898, mayo 15). En varias ocasiones, el arzobispo y los obispos peruanos hicieron llamados a la comunidad para suscribirse a las publicaciones católicas. Almas inmortales perecen a causa de los libros depravados y no hacemos nada para salvarlas. Padres cristianos y madres cristianas asisten á este espectáculo sin palidecer. Sus hijos sufren las más desordenadas excitaciones, y estos padres cristianos no se alarman. Muchas veces se ha hecho grandes esfuerzos por editores beneméritos para vulgarizar la literatura católica y han logrado dotar a nuestro pueblo de obras verdaderamente admirables y á propósito para los gastos de cada una de las clases de la sociedad. Es verdaderamente lamentable que una parte considerable de la comunidad católica haya dejado que se produjeran en vano todos estos laudabilisimos esfuerzos. [...] Comúnmente os quejáis de la falta de interés de estas publicaciones; más ¿quién sino vosotros tiene la culpa de ello? Empezad por animar y favorecer á los editores y á los escritores con vuestro auxilio, y veréis

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cuan pronto os dan más interesantes y más literarias lecturas. Nuestros mejores escritores se ven obligados á trabajar por la prensa mundana. Ciertamente desean consagrar su talento a la defensa de causas más nobles, pero no pueden hacerlo por que no se les sostiene eficazmente en sus reiterados esfuerzos (El Deber, 1884, setiembre 10, p. 3).

Esta indiferencia de los fieles hacia la prensa católica la hizo fracasar. Muchos de los periódicos católicos que aparecieron a fines del siglo XIX tuvieron una vida efímera. ¿Hasta cuándo no comprenderán los católicos del Perú que el sostenimiento de la prensa periódica religiosa es uno de los más estrictos deberes en el siglo en que vivimos? Hacese cada día más indispensable un diario de Lima; y los que deseamos emprender la obra, nos sentimos acobardados por la indiferencia de muchos que ni siquiera a un semanario se suscriben (Revista Católica, 1895, agosto, p. 443).

1. La prensa católica La lucha de la prensa católica por defender sus doctrinas y sus puntos de vista acerca de la libertad de imprenta estuvo limitada por la falta de medios de publicidad. La prensa religiosa no pudo competir contra la prensa liberal. El Bien Público, único periódico que defendía la causa, pudo hacerlo gracias a una subvención durante el gobierno de Andrés A. Cáceres. En 1895, La Revista Católica sólo tenía un tiraje de 1,120 ejemplares (Revista Católica, 1895, agosto, p. 441), cantidad mucho menor que la prensa satírica representada por La Tunda que en 1893 alcanzó entre 2,000 a 8,000 ejemplares. Otro problema de la prensa católica estuvo en la falta de cohesión interna. Solo los contenidos religiosos católicos mantenían unidas a estas publicaciones, mientras que frente a otros temas tomaban distancia entre ellos. Esto se puede ver en la polémica frente a la expulsión de los jesuitas en 1886, cuando algunos periodistas católicos tomaron posiciones moderadas, mientras que otros fueron más extremos. Al referirse al tema de la guerra entre EEUU y España (1898), algunos jóvenes católicos agrupados alrededor del periódico La Juventud Peruana criticaron la posición de El Bien Social, principal representante de la prensa católica, por su clara posición a favor de España en el conflicto, entrometiéndose de esta forma en asuntos políticos. (…) que bajo ningún pretexto se intente convertir al diario católico, en un órgano político, abanderizado al servicio de algún partido, cualquiera que sea, ni por interés, ni por simpatías personales, sin el consentimiento y la previa autorización, no sólo del actual directorio, que á tanto no se extienden sus facultades, sino también al Consejo Central de la Unión [Católica], único poder,

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que de acuerdo con el promotor eclesiástico, puede innovar el programa. Y las bases del diario católico, el Bien Social, por el fundado y de quien depende (La Juventud Peruana, 1898, mayo 31).

Otra causa que no permitió el desarrollo de la prensa católica en el Perú fue su contenido. Frente a la influencia de las ideas liberales que transformaron la sociedad, el periódico católico vino a representar la reacción frente a los cambios. El contenido de los diarios y periódicos católicos dejó de ser interesante y hasta aburrido para muchos. A fines del siglo XIX, el inicio de la modernización de la prensa hizo que la gente prefiriese leer y comprar periódicos que trajeran noticias curiosas, obras literarias, ilustraciones y datos útiles para el hogar. La competencia entre la prensa católica y la prensa liberal fue desigual. A fines del siglo XIX aparecieron los grandes periódicos ilustrados (Lima Ilustrada, América Ilustrada, Perú Ilustrado, El Rímac, etc.) donde se insertaban artículos sobre diversos temas culturales, sociales, ilustraciones de lugares, cuentos, poemas, juegos, pasatiempos y avisos comerciales de los principales negocios de Lima. Lo contrario sucedía con la prensa católica, que seguía manteniendo su contenido habitual (artículos sobre temas de religión y culto, noticias sobre la vida religiosa en Lima, documentos de la Iglesia y lo que acontecía en otros lugares). Frente a estos cambios, los periódicos eclesiásticos no supieron renovarse y, por consiguiente, para ellos fue muy difícil competir con la prensa liberal. Sin embargo, para los escritores de la prensa religiosa el problema no eran los temas, sino la forma como estos se ofrecían al público. Están en un error; porque los asuntos de religión son de suyo monótonos, fastidiosos, pesados, apáticos y si no se emplea en su defensa, enseñanza y desarrollo un estilo campechano, claro, animado, vivo, dan sueño; no se les encuentra gusto ni satisfacción alguna; se convierten en dormideras ú opiatas que hacen dormitar ó echar la siesta, en lugar de interesar en su lectura y excitar la curiosidad. Resultado práctico: un periodista religioso escrito con estilo y forma didáctica no es leído, no llama la atención, pronto es abandonado por los suscriptores, no llena su cometido, cae y desaparece frustrando las halagüeñas esperanzas que de él se había forjado y concebido, en un principio (Revista Católica, 1895, agosto, p. 441).

Ante este problema, algunos fueron partidarios de imitar modelos extranjeros para salir del estancamiento.

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2. El Congreso Católico y las organizaciones para la “buena prensa” (1896) Ante la situación crítica que vivía la Iglesia Católica frente a los grupos anticlericales se convocó al primer Congreso Católico del Perú en 1896. En esta reunión se conformó una sesión especial sobre la prensa católica. La segunda sección del Congreso Católico estuvo destinada a discutir el tema de la prensa y la propaganda católica. La mesa de discusión fue presidida por Mariano A. Belaunde y en la vice presidencia estuvo conformada por monseñor Carlos García Irigoyen y José A. de la Puente Cortés. Los secretarios fueron el doctor Sánchez Gutiérrez, el doctor Abraham de Vinatea y el prosecretario Abraham Zavala. En este evento se discutió la problemática de la prensa católica y sus posibles soluciones. Fue Miguel Aljovín quien examinó la situación de la prensa católica hasta ese momento: La Prensa no católica comprende dos variedades principales: la netamente anti-católica, y esta es, ante todo, la inspirada por las logias, y demás sociedades secretas del mismo género, y la prensa racionalista ó liberal, que abraza, puede decirse, tantas variedades como individuos: carácter propio del error. La primera es intransigente: nada bueno hay en el catolicismo: y quisiera destruirlo si pudiera: la segunda no lo es tanto; afecta imparcialidad, y hasta razones i más nadie, ni ella misma, sabe si mañana será la misma opinión que hoy: es prensa versátil y sin criterio fijo. Pero hay una variedad de ella muy perniciosa: la que fomenta la duda de las verdades más necesarias al individuo como a la sociedad, e incita al egoísmo. En general, la prensa no católica destruye, no edifica; es demoledora por instinto, por sistema y por impotencia, y rodea de tinieblas al hombre. ¿Ni de dónde le podría venir la luz? Es posible que la pródiga naturaleza, haya dotado de talento y de una sensibilidad más o menos delicada a ciertos escritores; pero sus pasiones, y principalmente el orgullo, han hecho su inteligencia impenetrable a la verdad, y apenas si llega hasta ella uno que otro rayo de luz fosforescente. La sensibilidad pronto desaparece: como se escapa de una bella redoma, abierta y expuesta á sol abrasador, los restos de un delicado perfume en ella contenido (Aljovín, 1897: 166).

Para Aljovín la solución era darle mayor presencia a la prensa católica, para esto propuso lo siguiente: La prensa católica conviene que tenga órganos, unos que se den á luz todos los días, otros en un lapso de tiempo más o menos largo, pero siempre periódico. La primera, está llamada á satisfacer las necesidades racionales de la localidad en que se edite, propugnando al mismo tiempo las ideas cristianas, y defendiéndolas de los ataques de la prensa contraria; debe abarcarlo todo sin ser exclusiva: religión, ciencias, artes y literatura. ¿Se ocupará de política? Creemos que sí. Los católicos no deben prescindir de todo aquello que se relacione con los poderes públicos: pues las buenas autoridades, leyes racionales y prudente administración, son factores indispensables del bien social (La Juventud Peruana, 1898, setiembre 30).

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El Congreso Católico de 1896 fue un evento que permitió conocer la problemática de la prensa católica en el Perú. En esta reunión se llegaron a los siguientes acuerdos: 1. Proclamar el deber ineludible que tienen los católicos, prestar apoyo moral y material a la buena prensa; 2. Establecer inmediatamente la Asociación llamada Apostolado de la Prensa, eligiendo al efecto, cinco miembros encargados de su dirección quienes redactarán el reglamento respectivo. 3. Autorizar á la comisión permanente de los congresos católicos, para que llenen las vacantes que ocurran en el directorio; 4. Poner esta obra eminentemente católica, bajo la protección del episcopado y clero peruanos y de la Unión Católica de caballeros y señoras, de los centros de la juventud católica y asociaciones de obreros; 5. Trabajar empeñosamente porque se funde en todos los lugares que sea posible, bibliotecas populares ó salas de lectura, especialmente para la clase obrera, conforme á las instrucciones que dicte el Apostolado de la prensa. (Unión Católica del Perú, 1898).

Para llevar adelante estos acuerdos, se fundó la liga contra la “mala prensa”: EL CONGRESO CATÓLICO DEL PERÚ: Considerando: 1°. Que la mala lectura es fuente de perniciosos errores, y fomenta la depravación de las costumbres; 2° Que, por ley natural y por terminantes disposiciones de la Santa Sede y de los señores obispos, todo cristiano, debe abstenerse de dichas lecturas; Protesta á nombre de los verdaderos católicos del Perú contra los escritos impíos é inmorales que, parte de la prensa de la capital y de provincias está hace tiempo, publicando; Declara solemnemente su acatamiento y obediencia a las repetidas disposiciones con que la Santa Sede y los señores obispos han manifestado á los católicos que no es lícito leer ni sostener, de cualquier modo que sea, los libros y periódicos que ofendan la religión y la moral.

Para hacer más eficaz el fácil cumplimiento de tan estricto deber, encarga al Apostolado de la prensa la fundación de una Liga contra las malas lecturas. A través de estas dos organizaciones la Iglesia iniciaba una campaña para difundir la buena prensa y defenderse del ataque de los sectores anticlericales.

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3. El Apostolado de la Prensa (1896-1915) Uno de los acuerdos más importantes del primer Congreso Católico fue la creación del Apostolado de la prensa, institución que tuvo como objetivo “prestar apoyo moral y material a la buena prensa”. Artículo 1. El Apostolado de la Prensa es una institución de propaganda eminentemente católica, y su objeto es la conservación y desarrollo de la fe y de la moral en las familias y en el pueblo, por la constante difusión de impresos buenos y la destrucción incansable de los malos.

El Apostolado de la prensa estuvo conformado por las siguientes obras: La prensa periódica, las bibliotecas parroquiales, la obra de los buenos libros, el reparto gratuito de libros, folletos y hojas sueltas; la Obra de San Roque y la Obra de la Virgen del Morro. Los primeros años de vida de esta institución se caracterizaron por una escasa actividad. Fue recién en los últimos años del siglo XIX cuando se inició un período de mayor actividad y difusión. En 1902 se conoció oficialmente la obra desarrollada desde su fundación hasta esta fecha, cuando se hizo pública la memoria de la institución. A partir de esta época el Apostolado de la Prensa tuvo una acción más intensa. La directiva de esta organización era la misma que fue elegida el 30 de enero de 1898. El 20 de marzo de 1902 fue aprobado un nuevo reglamento del Apostolado de la Prensa que luego de algunas correcciones fue publicado en 1905. Según la estadística presentada en la memoria de 1902, hasta el 31 de diciembre de ese año la institución estaba conformada de la siguiente manera: La estadística hasta el 31 de diciembre del año que acaba de espirar, acusa un total de socios inscritos de 496, que se descompone de la manera siguiente: Sección de hombres, 15 coros, con 150 socios. Sección de mujeres, 16 coros, con 330 socias. Socios honorarios, 16 (García Irigoyen, 1902: 118-125.)

El Apostolado de la Prensa contaba con bibliotecas parroquiales, siendo las más importantes: Santa Ana, San José, San Lázaro, San Marcelo y San Sebastián. Además desarrolló una labor difundiendo lecturas católicas en los hospitales y casas de huérfanos. La obra de San Roque La sección más importante del Apostolado de la Prensa fue la “Obra de San Roque”. Esta obra se inauguró el domingo 4 de julio de 1897, en una ceremonia celebrada en la Iglesia de la Caridad. La obra tomó el nombre de San Roque, santo francés que fue conocido por su labor durante las epidemias medievales. Bajo esta comparación era vista la prensa impía, como una peste que debía ser combatida.

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En 1901 la obra fue establecida de forma permanente a través del decreto arzobispal del 4 de febrero de 1901. En abril de ese mismo año fue aprobado su reglamento. En el reglamento se resalta el compromiso de los asociados a esta obra a no leer libros irreligiosos o inmorales. Artículo 71. Pertenecen á la Obra de San Roque todas las personas que de alguna manera la estimulen y apoyen, movidas por el celo de la salvación de las almas, que se pierden á millares por las malas lecturas y que firmen la siguiente fórmula de inscripción: “Me comprometo á no leer jamás y á procurar que no sean leídos los libros y periódicos irreligiosos ó inmorales”.

Según la memoria de la obra de San Roque de 1902, estaban inscritos 686 personas, “de las que 385 corresponden á Lima y 101 a la nueva ciudad de Chorrillos”. Para pertenecer a la obra de San Roque se debía pasar por una ceremonia especial donde los futuros celadores o miembros voluntarios hacían un juramento ante el altar, por el cual llevaría adelante una lucha contra las malas lecturas. Durante la ceremonia de consagración, los celadores debían repetir el siguiente juramento: Todopoderoso y sempiterno Dios, yo… aunque indignísimo de comparecer ante vuestra divina presencia, movido del deseo de serviros y de que os sirvan todos los hombres, teniendo en cuenta la oleada de infernales escritos que nos inunda y la multitud innumerable de periódicos, novelas y toda clase de impresos que invade nuestros hogares, en presencia de la Inmaculada Virgen María, del Glorioso Patriarca San José y del Apóstol San Pablo, nuestro Patrono, me consagro, en unión del Divino Apostolado que ejercéis en las almas, cuanto soy y puedo á vuestro santo servicio, y os ofrezco para este fin todo cuanto me pertenece, todos mis bienes, los merecimientos que he adquirido ó puedo adquirir con vuestra divina gracia, y prometo propagar el Apostolado de la Prensa, cuanto mis fuerzas lo permitan. Además escojo á la Bienaventurada Virgen María, Reina del Apostolado y refugio de los pecadores para que de una manera especialísima sea mi madre. Y espero, Jesús mío, que así como me habéis dado vuestra gracia para haceros este ofrecimiento y consagración me la daréis también para cumplirlo. Divino Corazón de Jesús, Rogad por nosotros. Oh María concebida sin pecado, Rogad por nosotros. Glorioso Patriarca S. José, Rogad por nosotros. S. Pablo Apóstol, Rogad por nosotros. El Director bendice inmediatamente las cruces con la fórmula del Ritual Romano, las rocía con agua bendita y las entrega á cada Celador diciendo:

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Recibid esta insignia y llevadla sobre vuestro corazón para que os recuerde sin cesar la obligación que tenéis de defender y propagar la doctrina y enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

En seguida da á cada celador un diploma firmado por el presidente y secretario del Consejo Central, diciendo: Recibid el diploma por el cual seréis en adelante Celador del Apostolado de la Prensa.

Y concluye la ceremonia con esta oración: Dignaos, Señor, admitir bajo vuestra bandera á estos hijos vuestros deseosos de consagrarse á la defensa de vuestros intereses y á la propagación de vuestra gloria por medio de la buena prensa. Sírvales esta insignia, con que los habéis condecorado, de aliento en la lucha contra vuestros enemigos visibles é invisibles y de prenda del triunfo eterno. En el nombre del Padre, etc.

Como distintivo llevaban un una cruz colgada de una cinta. A los colaboradores más activos se les otorgaba medallas y diplomas. Sin embargo, a pesar de ser una organización conformada en su mayoría por laicos, todos los directores de los consejos distritales debían ser sacerdotes. Una de las acciones más radicales de esta agrupación fue la difusión de las “buenas lecturas”. Para esto se convocó un certamen en 1900, el cual consistía en recoger los libros que la Iglesia Católica consideraba “malas lecturas” y canjearlos por libros de autores católicos y moral eclesiástica. El ganador de este certamen sería quien recogiera la mayor cantidad de libros y los entregara a los organizadores del concurso. En la lista se incluía a escritores liberales, masones, protestantes y cualquier escrito que pudiera ser considerado inmoral o impropio para la educación del pueblo. Entre estas figuraban autores como Alejandro Dumas, Emilio Zola, Benito Pérez Galdós, Víctor Hugo, Paul de Koch, entre otros. En Diciembre de ese año se premió a los ganadores con una medalla de oro. Las obras recogidas fueron incineradas en público. Ésta sería una actividad que comenzó a difundirse en estos años. La obra de San Roque no pudo continuar con su labor por falta de fondos para adquirir obras para cambiarlas por los libros que serían incinerados. Además la lectura repartida a cambio de las obras literarias y filosóficas, en su mayoría folletos, hojas volantes, opúsculos y hojas de propaganda, eran poco atractivas para la población laica. Para llevar a cabo la obra se pidió colaboraciones y donaciones en dinero a través de circulares a la comunidad católica. Obra es ésta no solamente católica sino también eminentemente patriótica. Objeto primordial de ella es difundir los más rectos principios de la más sana

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moral católica entre las muchedumbres de nuestra querida Patria. Objeto suyo es la repartición gratuita de opúsculos, libritos, periódicos, hojitas, etc., entre las clases populares para contrarrestar de algún modo los malos efectos de la prensa impía y racionalista. Y por último, empeño especial pone en la destrucción de libros, novelas, periódicos y cualesquiera otra publicación que directa ó indirectamente ataquen la buena moral, cambiándoles por libros y folletos de amena literatura y basados en los más sanos principios católicos. (Circular del apostolado de la prensa y la obra de San Roque. El amigo del Clero, Nº 343. 1901. p. 733).

La obra de San Roque enfrentó una titánica tarea donde era muy poco lo que se podía hacer. Además de esto la prensa liberal y masónica seguía difundiendo de manera masiva a los autores prohibidos por la Iglesia. Casi todos los diarios y semanarios publicaban novelas de folletín y obras literarias por entregas. De esta forma quien tuviera una suscripción a un periódico tenía acceso a este tipo de lecturas. El Apostolado de la Prensa tuvo muchas dificultades para cumplir con su misión, en su mayoría de índole económica e interna: falta de organización y de financiamiento entre otros. Fue así que el 11 de febrero de 1905 se declaró a esta institución en proceso de reorganización. A partir de esto su existencia fue accidentada hasta el 1 de Diciembre de 1915 en que fue remplazada por “La obra de la buena prensa”.

4. La Unión Católica Paralelamente a estas acciones, la Unión Católica dividida en tres secciones: Unión Católica de Caballeros, la Unión Católica de Señoras y la Unión Católica de Jóvenes, ya había emprendido una campaña a favor de las “buenas lecturas”. En el reglamento de la Unión Católica se definía como uno de sus objetivos “Sostener y difundir los periódicos católicos, los libros útiles, y establecer una biblioteca popular católica”. La sección de señoras de la Unión Católica fue la más activa de todas. En Lima, las damas se reunieron en veladas literarias donde promovieron la sana lectura. Colaboraron con las actividades emprendidas por el Apostolado de la prensa, recogiendo libros y repartiendo hojas con lecturas cristianas. Además acordaron impedir la entrada a sus hogares de lecturas anticlericales, liberales y masónicas. Participaron en las reuniones y protestas contra las reformas que afectaban los intereses de la Iglesia Católica. En el caso de la modificación del artículo 4 sobre la libertad de cultos y también en el caso de la ley de divorcio y matrimonio civil.

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En Arequipa y en Lima combatieron las “malas lecturas”, acatando las excomuniones contra la prensa liberal dictadas por la Iglesia. Una de las formas de difundir la “buena lectura” fue a través de las bibliotecas ambulantes. Esto se dio con mayor intensidad en Arequipa donde la comunidad católica podía acceder a lecturas sanas con enseñanzas morales del catolicismo y vidas ejemplares a través de una cuota mensual. Con este dinero se prestaban libros a domicilio y se aumentaban los fondos de la biblioteca. Libros de lectura moral, amena é instructiva que se llevan a domicilio por un sol el primer mes y cuarenta centavos los demás. En pago de la suscripción de recibir libros para la biblioteca (Revista Católica, julio 20, 1895).

Esta medida también fue promovida en Lima por los periódicos y revistas católicos dirigidos a la juventud y al hogar. Uno de ellos fue el editor Primitivo San Martí, editor de la Revista Católica, dueño de una imprenta y librería ubicada frente a la Iglesia de San Pedro quien impulsó estas bibliotecas ambulantes. En breves líneas esto es parte de la actividad desarrollada por la Unión Católica de Señoras. Hubo otro tipo de acciones más radicales como la quema de los “libros impíos”, que no eran otra cosa que lecturas de autores liberales y escritores europeos críticos y anticlericales. Muchos de estos libros fueron recolectados por las damas que integraban la Unión Católica de Señoras. La quema de libros era una actividad coordinada junto con el Apostolado de la Prensa. Al lado de la Iglesia Católica estuvieron las autoridades locales. En especial en ciudades como Arequipa, Cusco y Ayacucho. En octubre de 1895, el alcalde de Huamanga retiró las obras del sacerdote liberal Vigil. En Arequipa el alcalde Carlos R. Polar hizo lo mismo con las obras de autores liberales que se encontraban en las bibliotecas, para evitar que la juventud tuviera acceso a las “malas lecturas”. El muy digno señor Alcalde Municipal de Arequipa, Dr. Carlos R. Polar, comprendiendo que los malos libros son veneno corrosivo para toda inteligencia, y en especial para los jóvenes inexpertos, ha sacado de la biblioteca pública los muchos que en ella existían, sustrayéndolos así á la avidez ó curiosidad de la juventud que á ella concurre para ilustrarse. Ha obrado en esto como católico y en virtud de un acuerdo que hizo el honorable concejo provincial, hace años, para que esas obras sólo se dieran á los lectores que se presentaran munidos de una licencia de la autoridad eclesiástica (Revista Católica, 1895, julio 6, p. 315).

El Prefecto de Arequipa también apoyó a la prensa católica abonando parte de su sueldo a la causa católica. Alejandro L. de Romaña, Prefecto de ese departamento ha distribuido su sueldo del presente mes en esta forma: cien soles para los padres mendicantes; cien para la imprenta de El Deber, de cuya nueva prensa fue padrino; y cincuenta para la Unión Católica destinados á una obra pía (Revista Católica, 1895, octubre 12, p. 510). Nueva corónica 4 (Julio, 2014) ISSN 2306-1715

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De esta manera podemos ver, que la Unión Católica, en especial la sección conformada por señoras tuvo una participación activa y fue el principal apoyo del Apostolado de la Prensa en su lucha contra las “malas lecturas”. El mayor interés de la Iglesia estuvo enfocado en las obras en forma de libro, más que en la prensa periódica, por ser los libros el medio donde se exponía con mayor detenimiento los principios de la doctrina liberal y anticlerical. Los periódicos, en su mayoría de tendencia política y satírica, criticaban al gobierno y no a la Iglesia. La única prensa anticlerical en esencia fue la masónica. Por lo tanto, el interés de la iglesia por censurar y excomulgar a la prensa periódica pasaba a un segundo plano, por ocuparse ésta última de asuntos políticos.

Palabras finales En estas líneas he mostrado algunas de las actividades de la Iglesia Católica a favor de la “buena prensa”. Todas estas acciones no habrían sido posibles, sin la participación de los grupos clericales y laicos que llevaron a cabo todas las iniciativas y campañas. Estamos en la época de la República Aristocrática, momento en el cual la prensa peruana va a modernizarse en su forma y contenido. Ante este reto, la prensa católica no supo adaptarse al nuevo contexto y en su lugar prefirió llevar adelante una campaña por el mejoramiento de la prensa según sus propios criterios y valores. La institución del Apostolado de la prensa nos muestra una experiencia interesante que no había sido estudiada anteriormente: la pretensión de los sectores clericales, unidos a la población laica para lograr conservar los valores morales de la sociedad decimonónica utilizando a la prensa eventual como medio. Sin duda, el estudio de la libertad de imprenta en el Perú debe considerar a estos actores que interactuaron y buscaron mejorar la sociedad peruana. Algo que más adelante sería propuesto por Víctor Andrés Belaunde en su idea de peruanidad. Es el componente religioso lo que serviría de base para construir una nación después de la derrota de la guerra del Pacífico.

Fuentes y bibliografía ALJOVÍN, Miguel (1897). Discurso de Miguel Aljovín. Anales del Primer Congreso Católico del Perú. AMIGO DEL CLERO, EL; órgano oficial del arzobispado de Lima. Lima: Tipografía Católica. 1901-1904.

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Juan José Pacheco

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Nueva corónica 4 (Julio, 2014) ISSN 2306-1715

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