El aburrimiento

September 27, 2017 | Autor: Yaír Hazán | Categoría: Psychology
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Descripción

AÑO XX Nº 204 NOVIEMBRE | DICIEMBRE 2014

Periódico El Øtro del ámbito «Psi» (Reg. Prop. Intelectual nº 419.367) ISSN 2250-8805 Publicación editada y distribuida por EDICIONES El Øtro (Reg. Nac. Der. de Autor nº 452.270) C.U.I.T 30-69381315-4 Director: José H. Méndez

El Øtro

notas y publicidad del mes

PSICOANALISIS Anticipos

Por Sara Vassallo

“La cuestión de la Gracia es patente – dice Lacan – en cuanto se trata del cristianismo. El interés que nos provoca el cristianismo al nivel de la teoría, se mide precisamente por la función otorgada a la Gracia. ¿Quién no ve que la Gracia mantiene el vínculo más estrecho con lo que, partiendo de funciones teóricas que no tienen nada que ver con efusiones del corazón, yo designo como el deseo del Otro?”1. remos lo que el Otro, por su gracia, quiere en nosotros” (lo cual confirma lo sugerido en las Retractaciones, o sea, que la ausencia del significante gracia no es una razón válida para confundir sus enunciados con los de Pelagio). ¿Qué características debe poseer ese significante para que los textos que lo callan signifiquen a través y a pesar de su ausencia? ¿Y cómo puede mostrarse que es incluso esa ausencia y no su presencia efectiva (que puede ser esporádica, mentirosa o simplemente oportunista, como en la abjuración de Pelagio ante el papa Inocencio I, analizada con implacable crueldad por san Agustín) lo que le da su significado verdadero? A quien propone que la voluntad humana se basta a sí misma para salvarse, san Agustín responde afirmativamente, yuxtaponiéndole inmediatamente una negación que no elimina completamente la afirmación anterior, ya que redunda, como vimos, en un enunciado construido como sigue: la verdadera libertad es un don del Otro. La extraña yuxtaposición de la afirmación y la negación se

Para afirmar que la gracia “cura la voluntad” y la libera, hay que dejar de lado el presupuesto de que las dos voluntades actúan cada una por su lado de un modo separado. ¿Cómo da cuenta el lenguaje de esa relación de inconmensurabilidad? Cuando aborda el tema de la predestinación, por ejemplo, san Agustín no lo reduce a dos alternativas brutalmente opuestas: o nos salvamos por nuestros méritos, sin el Otro, o nos salvamos por la gracia del Otro. Dando parcialmente razón a Pelagio, repite hasta el cansancio que la segunda alternativa no suprime del todo la primera, donde intervienen la volición y el mérito, y que la frase del Libre albedrío: “Por el solo hecho de querer, poseemos ya lo que queremos”, debe leerse como: “Por el solo hecho de querer, que-

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PSICOANALISIS Literatura Posturas

Anticipo del capítulo VII de un libro de próxima aparición: Un sujeto y dos voluntades

A

E R I Ó D I C O D E I S T R I B U C I Ó N L E C T R Ó N I C A R A T U I T A

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La voluntad y la gracia

muchos siglos de distancia, la alucinante controversia de san Agustín con Pelagio y su portavoz Celestius, muestra que el eje que articuló sus innumerables peripecias jurídico-eclesiásticas ante el papa Inocencio I (remplazado luego por el papa griego Zózima, francamente favorable a Pelagio, al que siguieron luego incesantes postergaciones ante los tribunales de Palestina, Constantinopla, Roma o Cartago, que amnistían o condenan alternativamente a Pelagio, hasta el pronunciamiento definitivo de la herejía) tenía que ver con la ambigüedad con que las declaraciones del imputado parecían a veces incluir el querer del Otro en el poder humano o a la inversa, excluir al poder humano del querer divino. Si los argumentos esgrimidos por san Agustín incidieron con mayor fuerza en el resultado final, lo notable era que, lejos de basarse en una lógica de la identidad o no-contradicción, reforzaban la inconmensurabilidad de las dos voluntades.

P D E G

condensa en el quiasmo de la carta nº 89 a Hilario: “El libre arbitrio no es destruido porque sea ayudado [por Dios], al contrario es ayudado porque no es destruido”. Es decir, el Otro no socorre a quien no acepta libremente ser socorrido. El quiasmo oculta una estructura oximórica de tres términos, como lo reitera un pasaje del Espíritu y la Letra, que transcribo en su contexto: “¿Arruinamos el libre albedrío en nombre de la gracia? Para nada, al contrario, más bien lo establecemos. Así como la fe no suprime la ley, tampoco la gracia suprime el libre albedrío sino

que lo establece. Porque la ley no puede cumplirse sin el libre albedrío [...] Por consiguiente, así como la ley no se suprime sino que se establece por la fe (la fe que obtiene la gracia, permite cumplir la ley), del mismo modo el libre albedrío no se suprime con la gracia sino que se establece, ya que la gracia cura la voluntad para que pueda amar libremente a la justicia” (XXX, 52). Para afirmar que la gracia “cura la voluntad” y la libera, hay que dejar de lado el presupuesto de que las dos voluntades actúan cada una por su lado de un modo separado. La transgresión más flagrante al principio de identidad se da en sostener con un empecinamiento inalterable, que la voluntad humana no coincide consigo misma, o sea, que está en el Otro, y que a pesar de ello, el libre arbitrio no desaparece nunca porque puede resistir (decir no) a la gracia del Otro. Obsérvese que como consecuencia de esa contradicción, se pone en el mismo lugar al pecado como inclinación a apartarse del don del Otro, y a la gracia como salida contingente a esa inclinación. Para que el significante gracia abra en la sintaxis un vacío que queda como más allá respecto de su ausencia/presencia efectiva en el discurso, nada se prestaba tanto como el intercambio de enunciados entre dos interlocutores. El método de san Agustín (que Pascal ahondará) consiste en cotejar dos enunciados contrarios. El primero, o sea, el del adversario, será incorporado en el segundo (el suyo propio) aunque no abolido. Por ejemplo: 1) “Nada bueno puede hacerse sino por el libre arbitrio de la voluntad” (frase de Pelagio que Agustín puede compartir a condición de aislarla del contexto). El segundo enunciado (2): “El libre arbitrio no es destruido sino establecido por la gracia”, desmiente a Pelagio, aunque no anule el libre arbitrio. Luego de cotejarlos, se traCONTINúA en PáG.2

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Por Victoria Mora

Rodolfo Walsh y el arte de escribir “Siempre he llevado mi escritura conmigo donde quiera que haya ido”. Marguerite Duras, Escribir

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artre dice que un escritor no lo es por las cosas que ha elegido decir, sino por la forma en que se digan. Frase que apunta a la poética o a la narrativa que detenta un autor, o si se quiere, a su estructura, más allá del contenido (o fenómeno) que se esté describiendo. Desde ya que la marca de la singularidad de un autor puede rastrearse en el modo estructural en el que escribe, sin embargo, me pregunto si el contenido no termina siendo esencial, al punto de determinar al escritor también en su definición. Rodolfo Walsh es quién es, sin dudas, por su modo de escritura. Eduardo Jozami en la biografía del escritor1 la define como una poética de la denuncia. ¿Sería lo mismo si Walsh hubiese escrito sobre otros temas? Me atrevo a responder que no. Walsh es quién es también por las cosas que eligió decir, más allá de haberlos dicho muy bien. La escritura de Walsh incluye cuentos, obras de no ficción, cartas, diarios y dramaturgia. Es una vasta obra que guarda una lógica de prosa y contenido que no puede negarse, aunque al propio escritor le haya costado tanto asumirlo. Durante largo tiempo estuvo atravesado por la disyuntiva entre la militancia, la acción y la escritura. Escribe en sus diarios en Diciembre de 1968:

...hay un cuerpo pulsional que se pone en juego al momento de sentarse a la máquina de escribir y comenzar a tipear Duermo hasta doce horas por día, consumo diarios y revistas en cantidades infinitas, etc. Incluso leo demasiados libros. Escribo menos de media página por día. Estoy cansado y derrotado, debo recuperar una cierta alegría, llegar a sentir que mi libro también sirve, romper la disociación que en todos nosotros están produciendo las ideas revolucionarias, el desgarramiento, la perplejidad entre la acción y el pensamiento. (…) La política se ha reimplantado violentamente en mi vida. Pero eso destruye en gran parte mi proyecto anterior, el ascético gozo de la creación literaria aislada. Así quedaba planteada una diferencia de escritura en lo que hacía a la militancia, que venía de la mano del periodismo, y por otro lado dividida, como si se tratase de una escritura distinta, la literatura. Sin embargo, en una entrevista a la revista Siete días un año después declara: Durante años he vivido ese vaivén entre el periodismo y la literatura, y creo que se alimentan y realimentan mutuamente: para mí son vasos comunicantes. La hipótesis de Jozami, a la que adscribo, plantea que la diferencia entre un género y otro en Walsh radica en el objetivo para el que el texto fue escrito, no en su modo de escribir. La denuncia (que también puede estar presente en los cuentos, aunque de manera velada) toma otra fuerza y tiene otra llegada en la sociedad cuando se escribe como no ficción. Así Operación Masacre, Caso Satanowsky y ¿Quién mató a Rosendo? fueron escritos como periodismo testimonial porque Walsh apostaba a que funcionaran como elementos para la justicia y para la memoria de las víctimas, pero principalmente como herramienta de denuncia. Tristemente la realidad le demuestra que esto no se cumple. Sin embargo, la perdurabilidad de sus efectos es un logro que Walsh no podría vislumbrar entonces. Hoy, a más de treinta y cinco años de su muerte, toda su obra puede ser leída teniendo en cuenta a la palabra y sus efectos de denuncia y de perdurabilidad. Efectos que CONTINúA en PáG.3

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La voluntad y la gracia CONTINúA de PáG.1

ta de imbricarlo uno en el otro haciendo prevalecer uno de ellos (el resultado es la fórmula a Hilario citada más arriba). Todo el sabor de la disputa consiste en interponer un significante, ya sea presente o ausente, entre los enunciados contrarios dividiéndolos desde adentro. Ya que ni uno ni otro enunciado es completo en sí mismo, es como para preguntarse dónde se sitúa el sujeto que los enuncia, y si éste no es nada más que el “rastro dialéctico entre dos enunciados”2. Entre los dos adversarios circula un resto sin el cual ninguno de ellos podría enunciar su verdad y que hace imposible descuartizar, como Pelagio, la voluntad entre un poder entero y un querer entero. En un pasaje del Tercer Escrito sobre la Gracia, Pascal refuerza el carácter contradictorio de esta misma lógica:

sistencia al sujeto ni al Otro, de tal modo que el resultado es un velle no deductible de una relación proporcional entre la voluntad y voluntad Otra3. El enunciado agustiniano – la voluntad humana es un don del Otro – choca con el sentido común, que tendería a atribuir a la acción un sujeto agente. Concebir a la voluntad humana como un don del Otro equivale a desposeerla de todo poder propio. Pero el enunciado de san Agustín desposee también al Otro divino de su poder propio, alienando en una segunda vuelta la voluntad del Otro en la del sujeto. No nos contradecimos, por lo tanto, si decimos que el “y” con que Pascal resume el pensamiento de san Agustín en Escritos sobre la gracia, hace las veces de lo que en la lógica de Lacan remite al vel

Pero el enunciado de san Agustín desposee también al Otro divino de su poder propio, alienando en una segunda vuelta la voluntad del Otro en la del sujeto “Muchos equívocos en san Agustín se deben a que nuestras buenas acciones tienen dos fuentes. Una es nuestra voluntad, la otra es la voluntad de Dios porque como dice san Agustín, Dios no nos salva sin nosotros y si queremos, observaremos los mandamientos y depende del movimiento de nuestra voluntad merecer o no merecer. De tal modo que si uno pregunta porqué un adulto es salvado, uno tiene derecho a decir que porque él lo quiso y también tiene derecho a decir que es porque Dios lo quiso”. Hay, pues, dos voluntades, unidas por un enigmático “y” (un adulto es salvado porque él lo quiso y también porque Dios lo quiso). La conjunción “y” recubre una doble negación: 1) la gracia no suprime el libre albedrío sino que lo establece 2) el libre albedrío no suprime la gracia, sino que la establece. Un mecanismo similar se observa en la fórmula “El deseo del sujeto es el deseo del Otro”, donde la cópula afirmativa es oculta, en realidad, dos negaciones no dichas: 1) el deseo del sujeto no es el deseo del Otro; 2) el deseo del Otro no es el deseo del sujeto. En rigor, la cópula es el resultado ambiguo de poner juntos a dos “no” (y señala el fracaso del principio de no-contradicción). Por un cortocircuito retórico, los dos no redundan en una afirmación: es. De un modo semejante al “y” de Pascal en los Escritos sobre la gracia, el es de Lacan no da con-

alienante, que podríamos condensar en tres pasos: 1) Ni el sujeto ni el Otro (que arruina la idea de una libertad exclusiva como autonomía de un lado u otro). 2) El ni.... ni no indica ni exclusión ni alternancia indiferente sino que termina expresándose con un “y”. Uno y Otro “se reúnen” en función del factor letal: “Lo esencial del vel alienante es el factor letal”4. El tema de la muerte del sujeto por la letra se engarza en la misma paradoja que se expresaría diciendo: si el sujeto se libera de la letra (del significante), es porque está ya muerto a causa de ella. Toda liberación es sujeción. O bien: el verdadero amo es el esclavo. 3) El vel alienante, donde el sujeto es muerto por el significante, se manifiesta – siempre tarde – en la separación respecto del significante del Otro. La homofonía con el velle señalaría de ese modo una elección hecha ya por el Otro. ¿Pero quién puede enunciar que esa elección ya fue hecha por el Otro, sino el sujeto mismo que la sufre? Para mostrar la inconmensurabilidad de las dos voluntades, san Agustín pasaba en revista los deslices, confusiones y ambigüedades del texto de Pelagio. La compartimentación entre posse y velle pasaba de expresiones como “ayudar el poder” a otras como “ayudar el poder del querer”: “[Pelagio] – parafrasea san Agus-

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tín – sitúa el posse en la naturaleza, el velle en el libre albedrío y el ser en la ejecución. El primero pertenece a Dios, los otros dos no pueden sino referirse al hombre porque derivan de su libre arbitrio”. La paráfrasis del discurso del Otro produce la verdad del suyo: “[...] ese elemento [posse] puede existir solo, sin que los otros dos existan. Pero éstos últimos [el querer y el actuar] no pueden existir sin el primero. Así, puedo muy bien no tener ninguna voluntad buena ni realizar ninguna acción buena; pero de ningún modo puedo carecer de la capacidad [posse] del bien, ésta está en mí aunque yo no lo quiera, y la naturaleza no admite nunca estar ausente en ese punto”. Si se reproduce la proposición de Pelagio palabra por palabra, ésta termina por producir la proposición contraria, es decir, la que pone el “hacer y el actuar” del lado del Otro. Si hay polémica, es porque el límite entre el querer y el poder del hombre y el querer y el poder de Dios es resbaladizo. Ambos, Pelagio y san Agustín, tienen razón. Para sentar su posición, san Agustín necesita imperiosamente a Pelagio, cuya posición forma parte de la suya propia. Sin asumir esa doble posición, sería imposible desgajar una verdad. El procedimiento agustiniano consiste entonces en volver a escribir los textos del adversario. Allí donde Pelagio, para congraciarse tal vez con la autoridad eclesiástica, embarulla la distinción entre poder y querer y no separa la gloria del hombre y la gloria de Dios, san Agustín reconstruye la distinción superponiéndolo con el texto que él habría escrito en su lugar: “Es en su buena voluntad y en su buena acción – dice, citando siempre a Pelagio – donde reside la gloria del hombre, mejor dicho, la gloria del hombre y a la vez la de Dios, que dio el poder de querer y de actuar, y que ayuda siempre con su gracia a esa posibilidad”. La frase del adversario es aceptada a condición de que la expresión “y a la vez la de Dios”, no se entienda como un aditamento secundario. ¿Pero cómo saber si para Pelagio es secundario o no, sobre todo si se recuerda que muchos de sus textos no se conocen en su original sino por la crítica de san Agustín? Lo que está claro, pese a todo, es la sospecha de que el discurso de Pelagio naturalice la desproporción introducida por la gracia como don del Otro, reduciéndola a proporciones puramente humanas. Para enfatizar que “solo Dios produce en nosotros el querer y el actuar”, san Agustín recalca que no debe omitirse el significante gracia, que indica la desproporción. Pero a la vez, como esa desproporción es casi inasible, y como la

gracia no se reduce a una palabra, también se puede prescindir de ella... El problema se esclarece si se recuerda que muchos de los pormenores de esta controversia se debieron a la diferencia con que Pelagio y su propagandista Celestius presentaban la relación entre la gracia y el libre albedrío. Celestius los contraponía en forma exclusiva y brutal. Pelagio, en cambio, sostenía más bien que la gracia “esclarece, ayuda, amplía” nuestras decisiones. Pero esa ampliación confundía las dos voluntades de un modo vago. Así, cuando Pelagio decía que “sin la gracia de Dios, el hombre no puede ser sin pecado” (afirmación absolutamente agustiniana) y afirmaba por otro lado que Dios ayuda el poder y no el querer, San Agustín se insurgía más contra la ambigüedad del maestro que contra la claridad tajante del discípulo. Es fácil ver aquí cuál es el riesgo: insurgirse contra las incertidumbres pelagianas, obligando a su rival a definir y hacer ostensible el significante gracia, puede acercar a san Agustín a la claridad brutal de Celestius. La gracia como libre aceptación del don del Otro pierde el lugar intersticial, callado y tercero que ocupaba en la polémica contra los maniqueos y los donatistas. Esta dimensión de fugacidad inasible era la que recuperarían los jansenistas y saint Cyran, fundador de Port-Royal en el siglo XVII, que tanto influyó en Pascal: “Dios no habla al alma con frecuencia – decía saint Cyran – sino por lo general una sola vez, más aún, solo por un

instante, como al pasar....”. Convirtiendo la gracia en un significante visible y sobre todo opuesto, por necesidad polémica, al “libre albedrío de la voluntad”, el enfrentamiento con Pelagio se desliza hacia una acentuación de la dualidad en detrimento de lo trinitario. Cuando la búsqueda puntillosa del sentido se vuelve inquisitorial, la falta de claridad del adversario se transforma en motivo de sanción inapelable. San Agustín, que perdona más la traición abierta que la disimulación, se dedica a cotejar con una minucia obstinada – que muchos calificaron de mala fe – las actas orales de los

gramatical, por ejemplo, pueda elidirse. Lacan hizo uso innumerables veces de esa gramática alterada. ¿Se podría decir entonces que la elisión de un significante remite a la sustracción del sujeto en el enunciado? Sí, a condición de entender que la relación entre uno y otro no es mecánica ni necesaria sino contingente. Hay elisión del sujeto, por ejemplo, en la fórmula El deseo del hombre es el deseo del Otro, donde la cópula afirmativa es, como vimos antes, oculta dos negaciones: el hombre no es el Otro y el Otro no es el sujeto. Algo similar puede decirse de la gramática de Ama a tu prójimo

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juicios conciliares con los textos de Pelagio, para terminar declarando que sus abjuraciones eran mentirosas. El mismo que inspiró varios siglos más tarde la restauración jansenista de la gracia contra la casuística jesuítica, inflige a Pelagio una suerte semejante a la infligida por el cardenal de Richelieu a saint Cyran, acusado de herejía por sus opiniones sobre la atricción y destruido hacia el final de su vida por la prisión dictada en 1638. Así como la polémica con los donatistas (basada en la intercalación de una terceridad en el dualismo integrista entre puros e impuros) desembocó en una persecución activa, así también la disensión con los pelagianos, a pesar de basarse en una presencia impalpable del Otro en la voluntad, desembocó en la excomunión de Pelagio (año 418), exilado en Egipto. Volcada hacia el lado de la presencia, la oscilación presencia/ausencia sustancializa uno de los términos. De un modo semejante a la libertad convertida en Terror, la gracia se aliena en su contrario convirtiéndose en criterio despótico para acusar o absolver. ¿Qué lógica podría dar cuenta de entidades como la voluntad o la gracia, interpuestas en un entre-dos evanescente? Lacan sugiere una respuesta: “Un discurso puede liberarse de la lógica pero no por eso está desvinculado de la gramática”5. Lo interpreto del siguiente modo: lo que se sustrae a la lógica deja marcas en la gramática, aunque se trate aquí de una gramática expuesta a rupturas de la norma, es decir, donde el sujeto

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ZONA CONGRESO (CABA)

El modo agustiniano de encarar el velle por el cual se lo lleva a la imposibilidad de hacerlo correlar con un objeto adecuado del querer, remite a la voluntad como única causa fundante (pero fundante de su propio abismo, ya que se la sustrae a todo amarraje en un objeto previo). Es por esa vía que un término que no formaba parte del vocabulario psicoanalítico, hace de nuevo su entrada en la forma lacaniana del velle. 

Notas 1. Libro XVI del Seminario, 22/1/1969. 2. Adopto esta fórmula de Juan Ritvo (comunicación personal). 3. Prefiero decir voluntad Otra y no voluntad del Otro, como lo insinúa Moustafa Safouan en «Le structuralisme en psychanalyse» cuando propone leer el genitivo “del Otro” como una aposición del tipo “la ciudad de Nueva Seuil, 1982). 4. Libro XI del Seminario, 27/5/1964. 5. Libro XVI del Seminario, 23/4/1969. Se refiere al enunciado del fantasma construido por Freud: “Pegan a un niño”, que deja en la indeterminación el sujeto del acto de golpear. 6. Antiguo Testamento, Levítico, XIX, 18. 8. Sería demasiado largo justificar la profunda afinidad entre el punto inconmensurable entre la voluntad y la perfección moral, con los desarrollos que coronan la Crítica de la Razón Práctica de Kant (y su prolongación en uno de sus últimos textos, La religión en los límites de la razón). En el foso abierto entre lo fenoménico y lo nouménico, y una vez habiendo demostrado que el alma inmortal, Dios y la libertad son postulados de la razón práctica (y no objetos puros de la razón), Kant presenta el cumplimiento de la ley moral como necesario y a la vez imposible: “La doctrina del cristianismo, aunque no la consideremos en su aspecto teológico, da en este aspecto un concepto de bien supremo (el Reino de Dios) que es el único que satisface la más severa exigencia de la razón práctica. [….] la ley cristiana no deja para la criatura sino el progreso al infinito […] la santidad de las costumbres es una guía en esta vida pero el bien proporcionado a esa santidad – o sea, la bienaventuranza – se les representa solamente como alcanzable en la eternidad... » (“V. La existencia de Dios como postulado de la razón pura práctica” en el capítulo II: De la dialéctica de la razón pura en la determinación del bien supremo, del libro II de la Crítica de la Razón Práctica, Bs. As, Losada, 2007,

[…] todo el cuerpo interviene en el acto de la escritura, el cuerpo material, macizo, sentado en la silla, sin cesar en movimiento y acompañado por sus latidos, sus estremecimientos, sus sobresaltos, al trabajo de escritura. (…) Al mismo tiempo, un cuerpo imaginario, inerte, interno, enturbia continuamente a las imágenes que la escritura trata de dar forma; muchos cuerpos, fragmentarios, fugaces, se presentan a la conciencia, a la memoria o a la imaginación, sin haber obedecido a ningún llamado y como aparecieron desaparecen. La escritura, en el sentido grafológico, perfectamente individualizado, lleva las marcas del cuerpo que la ha sembrado en la página. Y ese cuerpo, cuyos innumerables signos pueden seguirse en los trazos de lo escrito, se deposita poco a poco, a lo largo de los años, en la obra que es, según la vieja denominación latina, también ella, un corpus. Escribir es, así, una especie de traslado en que lo vivido pasa, a través del tiempo, de un cuerpo al otro3. Cuando se intenta definir lo que es escribir desde la literatura siempre aparece un punto de imposibilidad de decir desde dónde viene esa palabra, esa voz que parece escribir más allá de lo que la razón del escritor puede calcular. Volviendo a Duras ella dice en su ya citado libro Escribir: Escribir a pesar de todo pese a la desesperación. No: con la desesperación. Qué desesperación, no sé su nombre. Escribir junto a lo que precede al escrito es siempre estropearlo. Y sin embargo hay que aceptarlo: estropear el fallo es volver sobre otro libro, un posible otro de ese mismo libro4. Entiendo lo que ella llama “ese mismo libro” como la entidad que posee la totalidad de una obra: aunque el escritor escriba distintas cosas siempre es el mismo libro reescrito, el libro que responde al inconsciente de ese sujeto que escribe. Clarice Lispector lo escribe de este modo en “Notas sobre el arte de escribir”: Escribir es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba.

p. 190-191). 9. Epístola a los Corintios, XIII, 9-13 CONTINúA en PáG.5

10. Epístola a los Romanos, V, 29.

Lic. Gabriela Barberan

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El psicoanálisis de orientación lacaniana, aborda la literatura tomando lo que ella enseña al psicoanálisis. Existe un vacío estructural con el que todo sujeto tendrá que vérselas

7. Pascal, op.cit, fr. nº 791.

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una sociedad necesita para no caer en la repetición. Ya lo escribe Walsh en el prólogo a Operación Masacre: escribir para que no se repita. Para eso se requiere de un escritor que ponga el cuerpo en un compromiso pulsional. Quizás la definición de Sartre podría completarse o reformularse si incluyéramos al cuerpo, algo así como que escritor es quién escribe poniendo, también, el cuerpo. Marguerite Duras lo dice en su libro Escribir2: “no se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que lo que se escribe”. Rodolfo Walsh puso cuerpo en su escritura desde la primera palabra de su primer cuento policial, hasta la última de la Carta abierta de la Junta militar. Hay un poner el cuerpo en la literalidad de la escritura, un escritor jugándose por lo que escribe, yendo al lugar donde ocurrieron los hechos que quiere narrar, e incluso llegando a cambiar de domicilio e identidad. Una forma extrema de poner el ser en relación a la escritura. Pero también hay un cuerpo pulsional que se pone en juego al momento de sentarse a la máquina de escribir y comenzar a tipear. Aunque no sea del mismo modo, el compromiso del cuerpo se requiere en ambos casos, tanto para ocupar el rol de un investigador en movimiento como para ser un autor escribiendo cuentos policiales o cuentos sobre recuerdos de infancia o que toquen a la novela familiar. Incluso toda la serie de cuentos que bordean de manera tan inquietante lo ominoso, lo real lacaniano. En una entrevista Saer habla sobre el escritor y el cuerpo, cita que es retomada por Flor Codagnone en el libro Literatura ∞ Psicoanálisis: el signo de lo irrepetible. Allí el escritor santafesino dice:

York” (Qu'est-ce que le structuralisme? Paris,



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Así, cuando san Agustín entroniza la gracia para nombrar lo que une/desune a la criatura y al creador nombra, en el fondo, el enigma de la voluntad. Invocando la epístola de san Pablo a los Romanos, VII, 15: “No sé lo que hago; no hago lo que quiero, y lo que aborrezco, lo hago”, le importaba mostrar que nuestra voluntad puede cumplir con la caridad, justamente porque no coincide con ningún logro exterior fijado por la letra de la ley (según el pasaje citado del Espíritu y la Letra, XXX, 52). Pero también puede no cumplir con ella... Más allá de su degradación semántica (que la identifica con una vaga bondad), la caridad debe entenderse aquí como “función teórica” – como dice Lacan respecto de la gracia – es decir, como criterio de un desajuste radical con un objeto de la Ley (entendido como Sumo Bien)8. De ese desajuste da cuenta en parte la pluralidad semántica de su etimología griega χάρις: belleza, encanto, alegría, placer, brillo, favor, condescendencia, asentimiento, recompensa, agradecimiento, remuneración. Impalpable, subjetiva, puramente “interior” y a condición de estar informada por la gracia, la caridad ni siquiera se reconoce en actos determinados o socialmente visibles. Del mismo modo, el enunciado agustiniano: “La voluntad solo puede tener como origen la voluntad”, no quiere decir “hago lo que quiero” (en armonía con un objeto imaginado al que se adecuaría mi voluntad) sino más bien lo contrario, ya que lo voluntario termina confinando con lo involuntario. De ahí la retórica inconfundible de los textos paulinos, marcada por la desproporción: “Aunque yo hablara la lengua de los hombres y los ángeles, si no tengo χάρις (caridad), soy un bronce que resuena en el vacío. Aunque tuviera el don de profecía, aunque poseyera la ciencia de todos los misterios y el conocimiento entero, aún cuando tuviera una fe capaz de transportar las montañas, si no tengo χάρις, no soy nada. Y aunque repartiera todos mis bienes entre los pobres o entregara mi cuerpo para que lo quemen, si no tengo χάρις, todo eso no me servirá de nada” 9 Otros pasajes de la Epístola a los romanos presentan la gracia como un “más” incuantificable: “La ley intervino para que el pecado abundara, pero allí donde el pecado abundó, la gracia sobreabundó”10. En la medida en que la gracia y la caridad se presentan como indiscernibles respecto del saber de su causa, la voluntad involucrada en ellas participa también de ese rasgo.



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como a ti mismo6 donde los dos términos puestos en escena (el prójimo y yo) ocultan en realidad un tercero simbólico, el Amor, que desdobla a ambos intercalando un vacío. Yo no soy el prójimo y el prójimo no es yo. Esta doble negación da como resultado un tercero invisible (el Otro gracias al cual puedo amar al otro y que si no está simbolizado, me lo revela, en cambio, como un horroroso vacío, que incita a la destrucción, al odio o simplemente a la indiferencia). Ahora bien ¿no estamos ante el mismo fenómeno que venimos siguiendo en la polémica Agustín/Pelagio, es decir, que el significante de la desproporción entre la voluntad del sujeto y la voluntad Otra se pueda omitir? O ante una gramática en virtud de la cual haya que repetir un significante de un modo tal que su primera ocurrencia no signifique exactamente lo mismo que la segunda, como en la carta nº 87: “El libre albedrío no es destruido porque sea ayudado, al contrario es ayudado porque no es destruido”. Esta pregunta equivale a esta otra: ¿hay un enunciado unívoco que diga en qué consiste ser cristiano y no un hereje? El protestantismo, por ejemplo, perseguido por el Concilio de Trento como una herejía, surgió rebelándose contra la tendencia a hacer de la gracia una “ayuda sobrenatural” que una vez infusa en el sujeto, podía volverse una “cualidad del alma” (así como la blancura, como ironizaba Lutero, es una cualidad de la pared). Negando que la gracia se pueda adquirir como un dato definitivo, sin una renovación constante del acto de fe, lo que parece una posición frontal de Lutero frente a los católicos, no hace más que reforzar una de las dimensiones del agustinismo... ¿Dónde se sitúa el clivaje? ¿No es la dificultad de ocultarlo la que lleva a crear a un enemigo? Pascal radicalizará el problema cuando aborde las herejías: “Las dos razones contrarias. Hay que empezar por ahí. Sin eso, no se entiende nada. Y todo es herético. E incluso, al final de cada verdad, hay que agregar que uno se acuerda de la verdad opuesta”7. La disputa Agustín/Pelagio no hace sino afirmar una doble voluntad en el sujeto – doble voluntad por la cual el sujeto se sustrae entre dos significantes. Plantea así un interrogante válido para el psicoanálisis, esto es, ¿cómo nombrar, en el plano del significante, la diferencia por la cual el Otro actúa en el sujeto a condición de que el sujeto lo actúe? Nombrar esa diferencia no solo es indicar una falta en el Otro sino además, un Real de la voluntad.



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Por Lorena Crosta

PSICOANALISIS

Clínica e Intervenciones en un análisis A través de este escrito intentaré transmitir algunas cuestiones acerca de nuestro trabajo como analistas y las herramientas con las que contamos a la hora del encuentro con un analizante.

E

l analista trabaja ante todo con su inconsciente, de allí la importancia del análisis personal en nuestra profesión. Pensar en un analista silencioso e inmóvil, que deja que el análisis se despliegue sin intervenir de ningún modo, es una representación errónea de nuestro trabajo. Aunque operemos con la palabra, siempre estamos poniendo en juego otras formas de incidir en un análisis. Sabemos que no existe una cura tipo ni intervenciones típicas. Sí un lugar de analista como semblante de dirección de la cura y como sujeto supuesto saber, y de acuerdo a la lógica del caso por caso. El concepto de cura en psicoanálisis es diferente a lo conocido por cura en medicina, pero es un tema que amerita un desarrollo que no tomaré en este escrito.

prevalezca la experiencia de corte de acuerdo al caso en su singularidad. “Ese lugar del analista no es un lugar ya, allí, a la espera de recibir un ocupante. Este lugar se produce en tanto un analizante dice y en tanto un analista hace silencio en sí para escucharlo”, nos dice J-D. Nasio en su texto Cómo trabaja un psicoanalista. Correlativamente el analista también paga con palabras (táctica), intervenciones que según su efecto a posteriori podrán verificarse o no como interpretaciones; y también lo hace con su persona ofertada como soporte a la trasferencia (estrategia) bajo una política, una ética. Agrego que la interpretación debe orientarse en el reconocimiento de un deseo, introduciendo algo que haga posible su traducción, su desciframiento.

...no existe una cura tipo ni intervenciones típicas. Sí un lugar de analista como semblante de dirección de la cura y como sujeto supuesto saber, y de acuerdo a la lógica del caso por caso. El concepto de cura en psicoanálisis es diferente a lo conocido por cura en medicina... Continuando con el lugar de analista, agrego que es un lugar de “docta ignorancia”, que habilita un espacio para la producción de un saber, de una verdad, y para ello cuenta con un método que ya todos conocemos y es que el analizante asocie libremente (regla fundamental). Pero ello no es suficiente, que el analizante hable implica a su vez un analista en su acción de escuchar con atención parejamente flotante. La dirección de la cura implica también una lógica de los tiempos. Tiempo en el que domine la escansión, la construcción, la interpretación o donde

Pero un analista interviene de distintos modos, con la palabra no alcanza. Podemos pensar como intervenciones tanto una interpretación, como un chiste, un silencio, un tono de voz, una pregunta, un corte imprevisto, una puntuación, un incremento de honorarios, una cita más, un movimiento corporal, un gesto, recomendar algo, entre otras posibles e infinitas formas, correspondiendo a cada caso. Podemos también pensarlas desde cada cuerda del nudo borromeo, intervenciones desde lo imaginario, simbólico y real, como bien plantea Isidoro Vegh

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en Intervenciones del analista, y cada una anudada entre sí, como un trenzado. J. Lacan refiere en la clase del 18 de noviembre de 1975, del Seminario XXIII que “Es preciso que haya algo en el significante que resuene”, que una interpretación toque el cuerpo significa hacer emerger a través de lo simbólico la dimensión de lo real del goce. Son las intervenciones las que nos definen como analistas, forman parte de nuestro estilo singular e implican un “saber hacer allí”. Breve viñeta clínica: Nicolás llega muy angustiado, acompañado por quien, hasta hace algunos días atrás, era su novia. Tiene 28 años, refiere que consulta porque se lo han recomendado ya que padece desde hace un tiempo “ataques de pánico”. Detalla lo que siente al momento de los “ataques” diciendo que se le cierra el pecho, que es como una presión y le cuesta respirar, dice también que le agarran ganas de llorar desconsoladamente, y agrega, “necesito que me abracen un rato largo, solo así me calmo”, “parezco un pollito mojado”. Nicolás tiene dos hijos con su ex mujer Mariana y están separados desde hace dos años. Actualmente se encuentra separado de Tamara, su última novia, y refiere que ella tiene dudas sobre su amor por él. De su familia de origen manifiesta que son tres hermanos en total, él es el segundo, y que sus padres están separados. Que su madre tuvo varios intentos de suicidio, era depresiva y adicta al juego, y que perdió el trabajo y empezó a vender las cosas de la casa para jugar. Ubica todo esto a partir de un viaje que hace su padre al exterior para probar suerte a nivel laboral. De su padre refiere que a la vuelta del viaje, y durante la enfermedad de su mamá, se “cargó la casa al hombro”,

que hizo todo por ellos hasta que no aguantó más y se fue. Dice que era el “matón del barrio”, que arreglaba las cosas con violencia y considera que por esto era respetado. Del cuerpo tomado a tomar la palabra – Reconstruir su historia En las primeras entrevistas, Nicolás detallaba lo que sucedía en su cuerpo cuando se sentía mal, y no había espacio para que pudiera ubicar algún lazo asociativo con su historia. Me decía, “cuando esta todo bárbaro, de golpe, me pasa y no sé por qué”. La crisis de angustia o ataque de pánico es un fenómeno clínico cercano a las neurosis actuales en las que la angustia se manifiesta como un desborde (sin borde), y se precipita en forma automática, masiva y no a la manera de una señal. Nicolás no puede ubicar en el tiempo el inicio de su padecimiento, pero dice que cree que comenzaron hace tres años. Para ese entonces, su mamá estaba internada en un neuropsiquiátrico y cuando le dan el alta, él decide que se mude con ellos a la casa donde vivía con su mujer, quien no acepta esto y vuelve a la casa de sus padres y él queda con su madre, su hermano menor y su abuela materna. Con el transcurso de las semanas, comienza a desplegar detalles de su historia y poco a poco, fuimos pudiendo ubicar que estos ataques de angustia surgían en escenarios que mantenían algunos elementos que se repetían. Estaba entre mujeres, solo ellas se daban cuenta cuando le estaba por agarrar el ataque y son ellas quienes pueden calmarlo con un largo abrazo, que el pide a gritos que se dan a ver. Por otro lado, cuenta que no le va bien en los trabajos, ya sea como empleado porque es un “sindicalista” que hace respetar sus derechos y por eso lo echan o por ser quien lleva adelante emprendimientos que al tiempo fracasan. Pienso que quizás esta pelea por lo que le corresponde debió darse en otro lugar y señalo algo en relación a esto. Agrego que al momento de la primera consulta estaba desocupado. Esta situación lleva dos meses, aproximadamente, hasta que consiguió un trabajo en una empresa. De esta refiere que son como una familia, que organizan salidas fuera del trabajo y que se siente muy cómodo. En una de las sesiones relata una situación donde un compañero discute con él porque siempre llega tarde y no le dicen nada, y su jefe lo defiende delante de todos. Luego le dice a solas que lo defendió porque es su “Pollo”. Señalo este último significante porque se ha desplazado en la cadena esta vez con un sentido diferente.

A partir de esta escena Nicolás se esfuerza por llegar temprano pero no puede, y no sabe por qué le pasa eso. En una sesión lo relaciona con su vida, “siempre llegue tarde a todos lados” “Llego cuando ya perdí todo” y agrega: “siempre le quise decir a mi viejo que se despierte y me venga a ver a fútbol y no lo hice, ahora ya no me callo nada”. ¿Se trata de reclamar un lugar que no ha tenido en el Otro? ¿O llegar tarde y que ya no haya nada que hacer, es en relación a los intentos de suicidio de su madre? Actualmente, la mamá de Nicolás vive con su madre y, según él, toda la vida fueron muy unidas, “no cortaron el cordón ellas, madre y abuela, “son las dueñas de la verdad”. De su infancia recuerda que era “la piel de judas”, “no sabían que hacer conmigo”, refiere. Cuenta que un día estando solo prendió fuego un colchón y una cortina. Refiere que estas mujeres le pegaban, y que su hermana lo agarraba y le ponía la rodilla en el pecho y le hacía presión. En este tiempo, a los 8 o 9 años, lo mandaban a diferentes actividades fuera de la casa: escuela jornada completa, grupo de boy scout, futbol. En estos primeros años, Nicolás se nombra como el que molestaba, el que no tenía lugar, al que se sacaban de encima. Objeto desechable para un Otro que se presenta sin falta. Objeto en el que queda ubicado con su última novia, cuando ella tiene dudas sobre su amor y piensa irse a otro país y dejarlo, haga lo que haga por ella. Estas crisis de angustia, donde el sujeto se presenta en una posición de extrema indefensión, pareciera ser el único medio del que dispone para su desesperado llamado: “Necesito que me abracen, un rato largo. Abrazo en el que por un largo rato los cuerpos se funden, con calor, se colman, una envoltura necesaria y que a su vez conlleva el peligro de perderse en el otro. Alienación y separación, operaciones fundantes, necesarias para la estructuración psíquica que Nicolás actúa en este pedido al Otro, fort- da que se eterniza. Abrazo que no le dieron, abrazo que le piden a él. Podemos ubicar que esta mamá se ha presentado desde los inicios sin fisura, Otro dueño de la verdad, donde la única ley a la que se sometía era a la de su madre. “En estos casos, cuando la madre tiene el sesgo de amo `la operatoria materna´ no resulta normativa pues no es `pasante del nombre del padre´

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PSICOANALISIS Lic. Margarita Idelsohn Psicóloga Psicoanalista Ciudad Jardín del Palomar

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Rodolfo Walsh y el arte de escribir e impide de este modo al niño restarse, separarse, no le ofrece, ya desde la alienación, un lugar de falta, dando mas lugar a la aparición de fenómenos, que de síntomas en el sujeto, debido a que la intrusión resulta arrasadora”1. Es en su adolescencia y en relación a la posibilidad de acceder a una mujer por una vía exogámica, que se pone en evidencia que Nicolás no cuenta con títulos masculinos donados por el padre, solo amarras precarias e inconsistentes. Se dice violento, explosivo, mujeriego y así se presenta, pero lo descubren una y otra vez en otra posición. El mismo llama a esto una máscara. En ese momento, se encontró con un Otro materno caído de la escena, que no sólo no podía escuchar las demandas de su hijo sino que se sostenía de él, pidiendo que la abrace cuando estaba triste, usándolo como objeto instrumental, de acuerdo a sus necesidades y exponiéndolo a situaciones límites, ya que cuando se quedaba sola intentaba suicidarse.

la y su madre. Vive solo ahí, pero mantiene habitualmente contacto con ellas. Comienzan a surgir escenas donde relata que le molesta la visita de su madre, que deja olor a cigarrillo y el dejó de fumar, que entra sin tocar timbre, y que le usa la computadora. Ante esto digo que ahora prefiere estar al lado, que ya no hace falta estar juntos y que también está pudiendo ubicar que se siente molesto cuando invaden su intimidad. ¿Podemos pensar que en este momento se trata de una angustia que ya no es masiva, arrasadora, sino que funciona como señal de que hay algo que no está bien? Al final de esta sesión me dice que me extrañó y cuando lo saludo me abraza, situación que acompañé. Refiere a la sesión siguiente que decidió separarse de Tamara, que es él quien

Podemos pensar como intervenciones tanto una interpretación, como un chiste, un silencio, un tono de voz, una pregunta, un corte imprevisto, una puntuación, un incremento de honorarios, una cita más, un movimiento corporal, un gesto, recomendar algo, entre otras posibles... Angustia ante la presencia de este objeto de goce que se es para el Otro. Otro inconsistente, donde lo que pide es todo o nada de él, que no esté presente cuando era niño, que la acompañe a su antojo en la adolescencia. Angustia que a su vez posibilita, tanto el comienzo de un tratamiento como también el poder interrogar esta posición. Donde un primer movimiento subjetivo podríamos ubicarlo en el pasar de ser el pollito mojado al pollo del jefe, cambio de posición, donde hay un otro que reconoce capacidades en él, que le da un lugar de privilegio. Un Otro que hace una apuesta y al que Nicolás le hace falta. Edificando bordes, por el camino del deSeo… Desde la dirección de la cura, podemos ubicar un primer momento donde se apunta a que se instale la transferencia, alojando, escuchando, y haciendo semblante de sostén, ofreciendo que me llame cuando se sienta angustiado. Analista que hace semblante de un Otro barrado, mostrándome preocupada y ubicándome en posición de un Otro que no lo goza. Algunos meses después, Nicolás se muda a una casa al lado de la de su abue-

le pide distancia. Ellos se seguían viendo, a veces dormían juntos, sin mantener una relación de pareja. “Me canse de andar pidiendo amor”, refiere. En una sesión cuenta que se peleó con su mamá, ya que acordaron algo y ella no aparece en el horario pautado. Discuten por mensaje de texto, y a partir de esto no se habla con ella, dice que él no está enojado pero tampoco la quiere ver ni llamar por ahora. Se insultan en los mensajes, refiere “que su madre y su abuela creen que conocen todos sus pasos, que opinan sobre lo que está bien y lo que no, que con ellas no se puede, que ellas no ven sus propios fracasos, y que su madre cada vez que se manda una cagada da vuelta todo y miente”. Cuestiona también que su madre muchas veces le miente a su abuela, para que esta no se enoje por algo. Comienza a vacilar la consistencia de este Otro materno, que a su vez es dependiente de su madre. Se trata de ir construyendo un borde al goce materno, que pueda caer de este lugar de dueña de la verdad y donde Nicolás encuentre otros significantes que lo representen. Apuesta analítica al surgimiento de un sujeto deseante, cuya posición de goce sea conmovida, posibi-

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litando que encuentre otros caminos de satisfacción ligados a su deseo. En una sesión aparece por primera vez la figura de su abuelo paterno, también llamado Nicolás, quien falleció hace un año y medio. Se angustia, cuenta escenas de su infancia. “El me contaba historias, algunas eran mentiras pero yo le creía porque era mi abuelo” Muerte real de un padre, conmoción a nivel simbólico que confronta al sujeto con su desamparo, y aun más, en este caso donde la posición fallida del padre lo ha dejado sin recursos para responder. Los ataques ceden en los últimos meses. Nicolás comenzó a tomar clases de baile, refiere que le gusta la salsa y que para fin de año van a preparar una presentación con el grupo. Por otro lado comenzó a jugar al futbol con unos amigos que no veía hacía mucho tiempo y están participando de un torneo los fines de semana. Mantiene una mejor relación con la madre de sus hijos, y con ellos, ya que refiere que a veces salen los cuatro, que él está ayudando a pintar la casa donde viven, que son como una familia aunque no estén juntos como pareja. En una de las últimas sesiones refiere que comenzó una relación con una chica menor que él y que se están conociendo. Podemos ubicar un antes y un después en el tratamiento de Nicolás a partir del momento en que aparecen recuerdos, puede establecer asociaciones, y se va trazando una trama fantasmática a través de la cual algo de lo real que irrumpía tomando el cuerpo, es simbolizado en sesión a través de la palabra. Pero todavía queda mucho camino por andar y desandar, fenómenos que ceden, y un síntoma por construir, en análisis.  Bibliografía - Lacan, Jacques – “El Seminario X, La Angustia (1962-1963)” – Buenos Aires, 2011, Ed. Paidós - Bauab de Dreizzen, Adriana -“De la angustia al deseo” – Buenos Aires, 2011, Ed. Letra Viva - Tomas, Silvia – “La función materna” – Buenos Aires, Ed. Letra Viva, 2011, Pág. 126 - Nasio, J.D. – “Como trabaja un psicoanalista”, Buenos Aires, 2010, Ed. Paidos - Davidovich, Mariana (compiladora)-“Los desbordes pulsionales” – Buenos Aires, 2007, Ed. Letra Viva y Centro Dos - Vegh, Isidoro – “Las intervenciones del analista” – Buenos Aires, 2004, Ed. Agalma - Lacan, Jacques – “El Seminario XXIII, El Sinthome (1975-1976) Versión Crítica Actualizada de Ricardo E. Rodríguez Ponte para circulación interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.

Acá aparece la escritura como un modo de “entender” la vida, o si lo pensamos en esa línea, para poder recubrir lo real que hay en ella, eso imposible de soportar y que no cesa de no escribirse. Y aún el intento de cubrirlo ha dado a la humanidad las grandes obras de la literatura. Nuestra Alejandra Pizarnik, que tan bien ha sabido dar cuenta del vacío al que nos empuja la escritura, escribe en sus diarios el 11 de Mayo de 1962: Deseos de escriturarme, de hacer letra impresa de mi vida. Instantes en que tengo tantas ganas de escribir que me vuelvo impotente. Digo escribir por no decir bailar o cantar, si se pudieran hacer estas dos cosas por escrito. El lenguaje me desespera en lo que tiene de abstracto5. El psicoanálisis de orientación lacaniana, aborda la literatura tomando lo que ella enseña al psicoanálisis. Existe un vacío estructural con el que todo sujeto tendrá que vérselas. Hay un punto de extracción en la constitución subjetiva que dejará la marca de un vacío imposible de recubrir. No todo puede ser recubierto por lo simbólico, hay un núcleo real que permanecerá. El escritor es alguien que frente a ese vacío escribe y así cada escritor encontrará su propia manera de habitar el lenguaje, como todo sujeto. Lacan se ocupa de lo que la escritura es a un sujeto en distintos momentos de su enseñanza. Voy a detenerme en lo que plantea en el Seminario 18 en su clase Lituraterre. Este término remite a la Tierra del litoral. La letra es el litoral entre saber y el goce. Allí se ocupa de definir la letra y dice que es lo que dibuja el borde del agujero en el saber. Ese agujero que no puede ser recubierto. La lógica del no-todo, de la no relación sexual, demuestra que no todo puede ser recubierto por el significante. El inconsciente, definido por Lacan como estructurado como un lenguaje, y entonces, como efecto del mismo, rige la función de la letra para cada quién. Otra mención que quisiera subrayar del texto Lituraterre de Lacan, es su referencia a la vanguardia. Allí Lacan dice que la literatura de vanguardia está hecha de litoral. Rodolfo Walsh en cierta oportunidad declara: La vanguardia es entonces el modo que asume el realismo en una coyuntura

Cuando un escritor escribe revela quién es y lo que ha vivido, lo que ha marcado su existencia histórica de agotamiento. Esa coyuntura no se puede forzar ni es obligatorio que cada etapa tenga una vanguardia. (…) En América Latina el escritor realista está en la vanguardia cuando hace patente lo que esté invisible: el imperio, la lucha de clases, el sentido de las relaciones humanas y de los sentimientos de los hombres. Carlos Fuentes y Vargas Llosa, el mejor Cortázar, son realismo y son vanguardia, son contradicción en los términos6. La vanguardia se piensa como lo que surge frente a cierto punto de coyuntura social y desde el psicoanálisis lacaniano como aquella que está hecha de litoral, de límite entre saber y goce, que intenta pero nunca podrá recubrirlo todo, el modo en que se bordea ese agujero en el saber hará la diferencia. Cuando un escritor escribe revela quién es y lo que ha vivido, lo que ha marcado su existencia. No me refiero a la constatación o el rastreo de lo efectivamente ocurrido o el dato biográfico que pueda leerse en la letra de un escritor. Más bien, lo que queda revelado es la singularidad propia del autor ligada a una ética, una poética y un compromiso con la palabra escrita que es irrepetible. El oficio de escribir se encarna en un cuerpo que hace de la marca de su singularidad una narrativa propia, una voz propia. Dice Cecilia Collazo en su libro La rosa de cobre. Psicoanálisis y poesía7: Sabemos que el poeta para escribir sus poemas, hace un trabajo minucioso y detallado en relación a la voz. Quien escribe se construye una voz en el estilo literario que utiliza, en tanto transita alrededor de ese objeto con la palabra (…) la invención de un sujeto sobre lo trágico, sobre el vacío acuciante, sobre el trabajo con el objeto voz, como plus de goce para la tarea de la pulsión. El objeto voz es uno de los objetos, junto con la mirada, que Lacan suma a los objetos de la pulsión definidos por Freud (oral, anal y fálico). Los objetos voz y mi-

*Licenciada en Psicología (UBA),

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PSICOANALISIS | Depresión Teoría y Clínica

La devaluación del falo en la neurosis Voy a referirme específicamente a la denominada depresión en donde encontramos tristeza, melancolía, desanimo, desgano, cuestiones que siempre han existido y pueden catalogarse como expresiones distintas del afecto. Hay una distinción importante: la depresión es contemporánea, los afectos no, debido a que estos están dictados por un complejo tejido integrado por la subjetividad, época y culturas. del deseo, con las modalidades propias de la historia singular de cada sujeto. Es allí donde la clínica de la escucha tendría chances de construir algo de los bordes del fantasma del paciente. Entonces la dirección será identificar el modo de implicación del sujeto en esa respuesta, indagar los motivos del por qué esa forma depresiva y no otra, y qué implicación hay en esa modalidad; es decir, por qué, la “depresión” es tomada como la respuesta a una determinada pregunta. Si pensamos a la depresión como una forma de afecto, podríamos contraponer el concepto de angustia en el sentido de un afecto que no engaña. Entonces, es una respuesta que enmascara el deseo, una forma engañosa de mostrar algo y un afecto depresivo no tiene la categoría de síntoma pues no está configurado de entrada, habrá que construirlo con el discurso del paciente, por lo cual, inicialmente no tiene un sentido para nuestra escucha.

... el problema surge que bajo el nombre de “depresión” se licuan diversas revelaciones singulares, y se dispersan conceptos decisivos propuesto por el psicoanálisis parlêtre (sujeto+cuerpo+goce). Así, la depresión no es un diagnóstico para el psicoanálisis, tampoco una estructura, sino una variante, en especial, en la neurosis. Obviamente no estoy refiriéndome a la melancolía psicótica, donde pudor y vergüenza están ausentes y encontramos a un sujeto anclado en la identificación con el objeto perdido. En el caso de la neurosis, estoy señalando a la depresión como una modalidad de goce, de un sujeto en particular, como respuesta al enmascaramiento de su deseo. Es decir, desde una posición neurótica, una evitación

En Duelo y melancolía Freud señala los efectos depresivos como consecuencia del trabajo del duelo (pérdida del interés por el mundo exterior, pérdida de la capacidad de escoger algún nuevo objeto de amor y el extrañamiento respecto de cualquier trabajo productivo que no tenga relación con la memoria del objeto perdido), en el intento de simbolizar la pérdida del objeto y una operación de redistribución libidinal. El duelo concluye cuando el sujeto se alivia del peso del objeto, pero cuando esto no se logra sobrevienen los efectos depresivos.

Lacan Detengámonos ahora en la conocida frase de Lacan [...Se califica por ejemplo a la tristeza de depresión, cuando se le da el alma por soporte, o la tensión psicológica del filósofo Pierre Janet. Pero no es un estado del alma, es simplemente una falla moral, como se expresaba Dante, incluso Spinoza: un pecado, lo que quiere decir una cobardía moral...]. Cuando Lacan habla de falla se refiere a la posición ética del sujeto (léase deseo) y la implicación en el goce. Esta frase acerca de la tristeza como cobardía moral está soportada por la culpabilidad y la evitación de la responsabilidad de la misma. Es decir que en las delicias de la depresión sería la voluntad de ser sin saber de la falta. Ser, obviando la castración. No consentir a la pérdida que permite al sujeto dar entrada en el campo del Otro; así, se niega a buscar su lugar en el saber del inconsciente y el sujeto retorna en la pérdida misma, a esa convocatoria que lo coagula de un significante amo. Entonces, detenido en el instante de la pérdida, sin consentir el saber del inconsciente donde se agita el camino del deseo. Claro está que la llamada depresión no se interpreta desde la culpa ni de la cobardía, y desde nuestra perspectiva se trata –nada menos- que del dolor de existir en lugar de un pecado. Por lo cual lo moral debemos encuadrarlo en el campo del dolor de existir o sea de pensar el deseo con el goce. Así, la cobardía moral real acompaña el dolor de existir en los terrenos de la ética del deseo. Así la cobardía es equivalente del dolor traducida en el campo del afecto pero el detalle singular es que el dolor tiene su límite en el desvanecimiento del sujeto, de allí la devaluación fálica. Viñeta clínica Si retomamos la frase lacaniana se trataría de una renuncia del sujeto que cede en su deseo frente al goce, aban-



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fue sostenida mediante alguna terapia anterior, y los psicofármacos a lo largo de tantos años. Encontramos, así, un sujeto desmoronado narcisisticamente, destituido de su posición imaginaria, considerándose despreciado y despreciándose mostrando que no es sobre el objeto, sino sobre el propio sujeto como objeto que alcanza la desinvestidura libidinal. Con un camino trabajoso se logaron aislar hechos, motivos y reconstruir historia perdidas en el olvido, un primer momento que nos permitió una implicación simbólica del sujeto con su goce. Y aún estamos construyendo el síntoma analítico. La traducción de esto fue una precaria, pero sostenida, revalorización fálica del trabajo, la familia y el amor. Lugares frágiles y sin profundizar demasiado por el momento pero que nos apartó del camino estigmatizado de la depresión. Concluyo, siempre provisoriamente –y en el caso por caso- que la amnesia sostenía el goce abonado con “depresión”, y que mantenía en suspenso la implicación subjetiva pues cuando un sujeto cede en su deseo por el goce, se deprime; es la depresión estructural de la neurosis, versión de la cobardía moral. Mucho camino para recorrer todavía, la apuesta continúa sobre la escucha de discurso en su vertiente inconsciente y la construcción del síntoma analítico, para una posibilidad –lejana- de asomarnos al fantasma. Una vez más la práctica del análisisdesde un lugar pequeño- desmonta los

El duelo concluye cuando el sujeto se alivia del peso del objeto, pero cuando esto no se logra sobrevienen los efectos depresivos En su juventud tuvo un episodio “involuntario” de muerte del cual es sobreseído. Una de las características notable es la amnesia de recuerdos familiares e infantiles. Muchas sesiones se agotaron en descripciones de sus estados de ánimos e imposibilidades. Los pensamiento suicidas cobraron su espacio de desesperación, producto de alguna medicación mezclado con una culpa no tramitada. Hubo contados momentos en los cuales F. se presenta lúcido en dónde se pudo construir algo de la culpa neurótica obsesiva: aquel lejano y lamentable suceso fue tapado por una amnesia que desimplicaba al sujeto de su goce. Paulatinamente -y a lo largo de tres complicados años- y trabajosamente, se pudo construir la culpabilidad del hecho y la implicación subjetiva del paciente. Se fueron aislando los momentos y situaciones que desencadenaron su “depresión” la cual

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dono de lo simbólico para prevalecer en el goce afectado, entonces, bajo el modo depresivo, y, más allá de la cobardía moral, el Otro es dejado como testimonio de un puro rechazo del inconsciente, así, el afecto acontece como perturbación del humor. F. se presenta con un cuadro depresivo que en el transcurso de su tratamiento se agrava progresivamente y es la medicación que consume hace 14 años que -en alguna medidalo sostiene apenas. En el transcurso del análisis, con varios cambios de psiquiatras, las medicaciones van sucediéndose una a las otras hasta lograr una estabilización farmacológica de efectos medianamente razonables.



Psiquiatría, Psicofarmacología, Psicoanálisis, Freud… Este cuadro, ante la clínica de la mirada (léase Psiquiatría), suelen extenderse a exámenes médicos recalando en el fármaco y evaluación de respuesta de combinatoria química y posterior ajuste del diagnóstico según las evidencias. Desde nuestra perspectiva es algo así como un empeño de olvidar al sujeto en su propio goce. En la clínica de la escucha -Psicoanálisis- es posible una perspectiva distinta a la universalización diagnóstica que propone el discurso médico, el problema surge que bajo el nombre de “depresión” se licuan diversas revelaciones singulares, y se dispersan conceptos decisivos propuesto por el psicoanálisis. Freud no habla de depresión –concepto surgido en los años 50’-, y en Duelo y melancolía (1917) distingue – desde la perspectiva libidinal: a) melancolía, duelo y manía como modalidades causadas por una pérdida, b) el objeto de pérdida y c) las formas compensatorias del yo. Así, nos permite pensar la depresión como una respuesta del yo frente al “malestar de la cultura”, pero no como una causa de sufrimiento. Pero ¿frente a qué pregunta el sujeto surge con esa respuesta? Si contemplamos a la depresión como causa del sufrimiento invertimos la concepción de respuesta. Esta, como incógnita subjetiva, la otra, como respuesta universal. Si es causa hay que curarla, si es respuesta del sujeto frente al objeto causa de deseo, habrá que buscarla en su valor de goce. Entonces, ¿qué pregunta se oculta en la depresión?: algo a descifrar en el

Por José Méndez

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mitos mediáticos y aúna esfuerzos temporarios con la farmacología. No todo es psiquiatría, ni todo es psicoanálisis, cada uno en sus funciones logran caminar con algunas respuestas que permite reaparecer la valoración fálica del paciente. 

Bibliografía consultada - Freud, Sigmund, Duelo y melancolía. Amorrortu Editores - Lacan, Jacques. Radiofonía & Televisión. Ed. Anagrama - Emilio Vaschetto (compilador) Depresiones y psicoanálisis. Ed. Grama - Eric Laurent. Los objetos de la pasión. Ed. Tres Haches

* Psicoanalista, docente, supervisor y

Director Editorial de Ediciones El Øtro Psi.

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TA PA S · C ON T R ATA PA S

Desafiar el relato de los poderosos

Cómo disminuir la agresividad en los niños

Ken Loach

Elvira Giménez de Abad

Paidós | Págs.116 | Fuera de colección

Colección: Consultorio Paidós | Págs. 216

¿Cuál es el rol del arte en la sociedad posmoderna? ¿Cómo se articulan la producción cinematográfica, el Estado y la prensa? El multipremiado cineasta británico Ken Loach nos acerca en esta serie de breves artículos algunas respuestas a estos interrogantes. A través de una reflexión sobre su propia práctica, construye un nuevo mapa de su trayectoria cinematográfica, marcada por la estética del realismo socialista y por la exposición de la desigualdad social y las falencias estatales. Con una confianza absoluta en el arte, defiende el rol de la cultura como objeto subversivo y reivindica la dimensión humana como horizonte tanto de la conformación del grupo de trabajo como de su método de producción. Desafiar el relato de los poderosos traduce el lenguaje de sus aclamadas películas a una serie de principios fundamentales que funcionan en clave de dogma y decálogo, y cuyo fin último es desbaratar el sistema cultural y político vigente que subyace a la práctica cinematográfica y domina a la sociedad en su conjunto. Ken Loach es sin duda uno de los cineastas británicos más prestigiosos de nuestra era. Conocido por su impronta realista y sus fuertes convicciones políticas, comenzó su carrera en la década del cincuenta como director teatral y a comienzos de los sesenta se trasladó al ámbito televisivo con la serie Z Cars. En los setenta y ochenta se encargó activamente de militar en contra del gobierno de Margaret Thatcher, produciendo documentales en los que exponía las fallas del sistema laboral, denunciaba la explotación y otorgaba la palabra a aquellos que jamás habían sido escuchados en televisión, como mineros en huelga y familias desmembradas a causa de los servicios sociales. A pesar de haber sido fuertemente censurado y criticado por la prensa británica, ha obtenido todas las distinciones posibles por parte de la crítica cinematográfica internacional. En el 2006 fue galardonado con el Globo de Oro en Cannes por su filme The Wind that Shakes the Barley (El viento que acaricia el prado), centrado en la guerra civil irlandesa, y en el año 2014 fue premiado en el Festival de Cine de Berlín con un Oso de Oro honorífico por su trayectoria. Militante socialista y ferviente activista político en la lucha de clases, fundó en marzo de 2013 un nuevo partido de izquierda llamado “Left Unity”.

Una sociedad altamente tecnologizada es también una sociedad más compleja. Además de facilitarnos algunas tareas, la tecnología ha creado nuevas modalidades de agresión –ya no solo física o verbal–, que se manifiestan en todos los ámbitos y actividades de la vida cotidiana. Ya no nos asombramos: nos hemos acostumbrado y naturalizado el maltrato. A diario, nuestros niños se enfrentan con situaciones de conflicto en las calles, en las redes sociales, en las escuelas, en los programas de televisión y en los videojuegos. ¿Qué podemos hacer con la agresividad que manifiestan hoy los niños? ¿Cómo ayudarlos a dominar sus impulsos agresivos? ¿Cómo enseñarles la tolerancia y el cariño? Elvira Giménez de Abad nos invita a introducirnos de lleno en esta problemática para reflexionar acerca de los mensajes cargados de violencia que escuchan nuestros hijos y repensar conductas y vínculos familiares. Cómo disminuir la agresividad en los niños pretende generar espacios de pensamiento y debate que nos ayuden a encontrar el camino hacia el diálogo y no hacia la confrontación; hacia la tolerancia de la diversidad y no hacia su rechazo. Somos adultos referentes, tenemos la misión de formar al niño. Como dice la autora: debemos avanzar hacia las diferentes opiniones y no hacia la descalificación. Elvira Giménez de Abad es psicopedagoga egresada de la Universidad del Salvador (Buenos Aires). Desde hace años se dedica a la atención de niños, adolescentes y adultos con dificultades de aprendizaje, así como a la orientación familiar. Ha realizado cursos de posgrado tanto en el país como en el exterior, y ha escrito numerosos artículos sobre la problemática infantil y familiar. Se ha desempeñado en diferentes instituciones y formado parte del Equipo de Niños del Hospital Ramos Mejía de la ciudad de Buenos Aires. Es autora de, Cómo poner límites a los hijos, Hablemos del divorcio y Límites para los adolescentes de hoy, todos libros publicados por Paidós.

El hombre ebrio

A mediados del siglo XVII, Descartes instauró la separación abismal entre el cuerpo y la mente. En la misma época, Spinoza supo ver el error que cometía el filósofo francés y abolió dicha división, consciente de que en las emociones se encontraba el fundamento de la supervivencia y la cultura. Spinoza abría así el camino a la moderna neurofisiología. A través de la obra de Spinoza, Antonio Damasio, autoridad mundial en neurociencia, emprende un viaje que nos proporciona los conceptos y perspectivas necesarios para el progreso del conocimiento de nosotros mismos y aporta las claves para comprender qué son los sentimientos. «Los sentimientos son los cimientos de nuestra mente, revelaciones del estado de la vida en el seno del organismo entero». Antonio Damasio es Profesor David Dornsife de Neurociencia, Neurología y Psicología en la Universidad de Southern California, donde dirige el Instituto del Cerebro y la Creatividad. También es profesor adjunto en el Salk Institute y en la Universidad de Iowa. Ha recibido numerosos premios – muchos de ellos compartidos con su esposa, Hannah Damasio, también neuróloga y neurocientífica–, de los cuales uno de los más recientes es el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica (2005).

En busca de Spinoza

Neurobiología de la emoción y los sentimientos Antonio Damasio Paidós | Págs. 384

Estudios sobre toxicomanía y alcoholismo Bernard Lecoeur USAM | Págs. 104

La toxicomanía y el alcoholismo son temas extensamente tratados en la literatura analítica. Sin embargo, en El hombre ebrio, Bernard Lecoeur sitúa la ebriedad como un problema contemporáneo, precisamente en el entrecruzamiento de los efectos de una sociedad de consumo con el ideal de todo saber surgido del discurso de la ciencia en relación con el lazo social. ¿Qué puede hacer el psicoanálisis? Haber indicado que el alcoholismo y la toxicomanía son las nuevas formas del síntoma. Saber que el dispositivo tradicional del discurso del analista, en el que el síntoma encuentra su verdad en su desciframiento, no hace efecto en estos casos. Y más, que el síntoma no es allí metáfora sino que se trata en estos casos de un hacer que le permite al embriagado darse un nombre. Nos encontramos frente a un libro destinado a todos aquellos lectores preocupados por estas problemáticas propias de nuestra época.

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PSICOLOGIA ADLERIANA

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Por Yaír Hazán

El aburrimiento Las etimologías suelen ser engañosas y peligrosas como los traductores. Esperamos que en este caso no lo sea. Aburrimiento viene del latín ab horrore (para el horror). La física clásica enseñaba que “la naturaleza tiene horror al vacío” aunque sea ley vigente o no pueda ser transferible al psiquismo es algo que trataremos de ver.

P

ichon Riviére, por la lectura de Adler, según documenta Emilio Rodrigué arribó al psicoanálisis. Hizo algo más: postuló la depresión como la enfermedad única o el componente de todos los malestares psíquicos. Adler había pensado lo mismo pero cría que neurosis y psicosis era sinónimos de desaliento. El desaliento o el desánimo es la falta de sentido. El mundo ni la vida tienen de por sí necesariamente sentido, pero sin él no se puede vivir. Malraux en conversaciones póstumas con De Gaulle le dice: “¿Es realmente necesario, general, que el mundo tenga sentido?” Lo notable es que el sentido cambia o se pierde, precisamente por desánimo. Una paciente monja, de indudable fe que atravesaba según el psiquiatra “un momento depresivo verbalizaba en sesión: “Hacen casas lindas y se compran cosas y yo me pregunto para que…?!”

veces se interrumpen y en su lugar aparece el aburrimiento, teniendo así una relación similar a la que tienen la angustia y el miedo, entendiendo la angustia como un miedo inconsciente. El aburrimiento se ha relacionado siempre con el tiempo libre que como ha dicho magistralmente Servan-Schreiber: “El tiempo libre comienza cuando la elección final se reduce a una sola posibilidad”. Esto motiva que los analistas adlerianos estemos siempre ayudando al paciente a descubrir nuevas posibilidades porque como alguna vez afirmara Lacan en la misma línea que Merleau Ponty: “La enfermedad es la vida”. Salir de esta situación, madre de las llamadas enfermedades mentales, requiere un esfuerzo consciente de integración y de colaboración con los demás. A veces un pequeño cambio, como le gustaba decir a Milton Erickson en sus seminarios: “Si ustedes logran

Salir de esta situación, madre de las llamadas enfermedades mentales, requiere un esfuerzo consciente de integración y de colaboración con los demás Jung había arribado a conclusiones parecidas cuando dijo que “la neurosis es el sufrimiento del alma que no ha encontrado el verdadero sentido”. La teóloga Simone Weil dice que “cualquier dolor es soportable en la claridad”. Lo hace cuando le escribe a un religioso preguntándole por ciertos sentidos y le remarca que no le pide una respuesta rápida sino una respuesta categórica sin arreglos como “me parece que”, “podría ser”. Para nosotros el verdadero sentido de la vida aun coincidiendo con Adler en que “Todo puede ser de otra manera” está en la colaboración en “llevar alegría, paz y felicidad a los demás”. Es precisamente esto lo que ha hecho que nuestra psicología sea axiológica, porque se fundamenta en un valor ético. No nos importa que alguien que todavía no descubrió la subjetividad hable horrorizado de “juicios de valor”. Que como dice Borges en su apología de Victoria Ocampo: “Como si querer algo fuera una culpa”. No todo el aburrimiento es negativo. Negativo es quedarse en él no usarlo como trampolín para un cambio necesario. Kierkegaard analizó el Génisis y arribó a la conclusión de que el aburrimiento es el responsable de la creación del mundo, debido al aburrimiento de Dios, que después de crear al hombre también se aburría y así ad infinitum. Y muy cercano a la psicología profunda, Arthur Schopenhauer afirmó que el dolor y la miseria a

que se produzca un pequeño cambio, por pequeño que sea…” Un político el siglo pasado cuando vio languidecer una velada prendió fuego a las cortinas de la casa que recordaran que ese día había ocurrido algo extraordinario. Nos encontramos en la antítesis del “zapping”, donde no nos podemos detener ni disfrutar del cambio. A veces para disfrutar a veces hay que detenerse a “saborear”, lo que va contra nuestra época enferma de prisa. Una imagen patética es el hombre con el control remoto en la mano pasando por una centena de canales donde ve películas, deportes, periodísticos, sin poder detenerse allí parafraseando a Machado “todo pasa y nada queda”. Lo mismo ocurre con el dial de la radio, la internet y sus redes sociales, los mensajes de comunicación virtual por fobia a la comunicación real. Por eso todo el mundo ahora está de acuerdo con Symon: “La riqueza de información produce pobreza de atención”. Digámoslo claro no sea que venga algún psicodiagnosticador y nos estigmatice con el rótulo de déficit atencional y nos hagan tomar en controvertido fármaco. Este estado anímico va siempre unido a la falta de entusiasmo. Recuerdo que cuando era estudiante de formación docente, una profesora mayor en años y conocimientos, Mafalda Boniatti, me dijo con amabilidad: “Entre a la clase con más entusiasmo”. Como el entusiasmo es con-

tagioso como el bostezo, pensé en cómo se decía en griego (en Theós = llenarse de Dios), precisamente lo opuesto de estar vacío. El Papa Francisco decía, días pasados en el Parlamento Europeo que “una de las enfermedades que más se ha difundido hoy en Europa es la soledad propia de quien no tiene vínculos”. De nuevo la “cura” viene por el lado del interés social y el sentimiento de comunidad. Y desde luego el lado del compromiso. El profesor Giurcovich escribía: “Abramos las puertas que muero de asfixia, no quiero una vida de inercia y flaqueza ante el desborde de tanta malicia.” Todo lo antedicho tiene que ver con el mundo del sentido y el mundo de la interpretación. Observemos la lengua alemana por donde pasan todas las psicologías profundas: Interpretación se dice “Deutung” y significado “Bedeutung, de este modo, con los caracteres a la vista, es lícito pensar que interpretar no significa otra cosa que dar sentido. Posiblemente por eso las interpretaciones son operantes. Koestler, muy influido por Adler, en base a cuya teoría trabajó en educación sexual, analiza los problemas de libertad y del determinismo de esta manera: “El determinista de un hombre que habita dos mundos a la ve. Uno observa las reglas lógicas del por qué; el otro los normas de conducta del como si. Pero no llega nunca al final de su ‘por qué’, y en cambio necesita emplear sin cesar su ‘como si’.” Aquí es necesaria una inmersión en la realidad y en el sentimiento de pertenencia, recordando a Renán quien decía: “No hay nada como el trabajo para infundir amor a la vida.” En épocas de reduccionismos siempre se piensa en disciplina salvadora, en un tiempo era la biología, en otro la lingüística y en otro la teoría de la comunicación. En una maravillosa obra de Gheorghiu, cuando un escolar debe realizar de prisa una composición que responda a la pregunta de cuál ha sido el invento más importante de la historia, el niño escribe que es el teléfono porque terminó para siempre con la soledad entre los hombres. Se creía en la salvación por la tecnología, cuando en realidad lo que se necesita es contacto humano. Al decir de Nietzsche: “Humano, demasiado humano”. 

Rodolfo Walsh y el arte de escribir CONTINúA de PáG.5

rada son la invención de Lacan que él introduce en el Seminario 10. El objeto voz es marca de la presencia del Otro que nos habla, ya desde la constitución subjetiva, para que sea posible, luego, escuchar a los que se constituirán como otros e incluso escucharse a uno mismo. La alteridad será posible si primero hay otro que nos hable e introduzca en el mundo del lenguaje. No sólo es necesario ser mirado por el Otro sino que también es sustancial la voz del Otro que habla al sujeto, así lo desarrolla Lacan en el Seminario 11 respecto a las operaciones de alienación y separación constitutivas del sujeto. La voz puede pensarse como lo más íntimo y lo más social, de hecho, vehiculiza el lazo social. Es fundamental pensar la voz más allá de las significaciones que soporta, una voz que se ubica en las palabras dichas pero no se detiene allí. El objeto voz, como tal, no forma parte de los efectos de significación, sino que posee un punto de irreductibilidad. La voz aparece en el entrecruzamiento entre cuerpo y lenguaje, es imprescindible la conjunción de ambos para que su presencia sea posible. Es notable como, tanto su escritura como quienes lo conocieron, dan testimonio del lugar que tuvo para Rodolfo Walsh la voz. Las voces de los otros, de los desclasados, esas voces de las que se hace responsable, y que a su vez confluyen en la propia voz que él construye del lado del estilo en su palabra escrita. Otro rasgo era la forma en que sabía escuchar y el lugar que Walsh daba a los silencios, a las pausas de la voz. Así su escritura no se parece a ninguna, ya sea en sus textos de ficción como en los de no ficción. No es intención hacer un análisis de la psicobiografía del autor, lo que quiero resaltar es aquello que retorna en su escritura que hace marca de identidad y que se encuentra presente en toda su obra, es decir, su modo de habitar el lenguaje, que se traduce en aquello que escribió: la marca del misterio y el enigma, la violencia, lo testimonial, las voces de los protagonistas en su singularidad máxima, en ese detalle que hace marca de identidad de quién habla, y que debe ser escuchado si se quiere contar su historia, el uso de distintos registros discursivos como resultado de la sociedad que los produce, la memoria, su escritura siempre contra el olvido. Walsh poseía una poética propia que los verdugos de la última dictadura militar estaban decididos a acallar. Su muerte fue el castigo por lo que Walsh había escrito desde que su pluma empezó a rodar. No se le perdonó que pusiera en primer plano las voces de las víctimas que el poder militar había querido aniquilar: la del obrero subversivo, la del luchador guerrillero. Las patotas de la ESMA lo asesinaron por lo que escribió pero apuesto a que también lo hicieron por lo que podría haber escrito después de la Carta Abierta a la Junta Militar, que sería el epílogo a su vida. ¿Qué hubiese escrito Walsh de no haber sido asesinado y desaparecido? No hay ninguna certeza, aunque quiero imaginar respuestas: hubiese dado lugar a las voces de las víctimas, de los sobrevivientes, de los familiares de los desaparecidos, hubiese escrito un testimonio de época que hubiese trascendido más que cualquier documento histórico, hubiese, quizás, escrito cuentos, como aquel que su compañera Lilia recuerda, que fue parte de los papeles secuestrados de su última morada de San Vicente: el cuento “Juan se iba por el río”. Sin dudas, hubiese escrito mucho más de lo que puedo imaginar. Sin embargo, desaparecer un cuerpo no alcanzó para borrar una existencia. Walsh vive en cada una de las palabras que dejó, en el recuerdo y el testimonio de quienes lo conocieron. Nada puede frenar una escritura tan potente como un viento que no cesa de soplar. Como dice Marguerite Duras: “la escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada excepto eso, la vida”. La vida retratada y escrita por Rodolfo Walsh permanece, como una tinta indeleble que ningún poder borrará jamás. 

NOTAS 1. Jozami, Eduardo, Rodolfo Walsh. La palabra y la acción, Buenos Aires, Página 12-Grupo editorial Norma, 2011 2. Duras, Marguerite, Escribir, Buenos Aires, Tusquets, 2010 3. Codagnone, Flor, Cerruti, Nicolás, “Literatura ∞ Psicoanálisis: el signo de lo irrepetible”, Buenos Aires, Letra Viva, 2013. 4. Duras, Marguerite, Escribir, Buenos Aires, Tusquets, 2010 5. Pizarnik, Alejandra, Diarios, Buenos Aires, Lumen, 2012. 6. Gilman, Claudia, Entre la pluma y el fusil 7. Collazo, Cecilia, La rosa de cobre, Buenos Aires, Letra Viva, 2014

* Psicoanalista, docente y escritora. Un mundo oscuro Victoria MorA Colección narrativa - 41 - 78 páginas

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Psicólogo clínico, Psicoterapeuta,

director del Centro de Estudios Adlerianos (República Oriental del Uruguay) ex Profesor de Psicología de Aprendizaje (Instituto de Profesores Artigas), conferencista y supervisor de psicoterapeutas adlerianos, analista didacta, docente. Mail: yairhazan@ centroadleriano.org

Los textos de Victoria Mora conmueven por sus personajes solitarios y entrañables; por la precisión y belleza de las palabras que elige, por la contundencia medida con la que narra. Una niño que no quiere ensuciar con barro su único par de zapatos cuando va al colegio, o aquel otro que se pregunta por ese hermano que está en medio de una final de fútbol que nadie quiere interrumpir, son dos de los mejores ejemplos del mundo literario de Mora que merece ser leído.

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