Diversidad cultural en condiciones polémicas

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Descripción

Memorias del Diplomado en Desarrollo Cultural y Políticas Públicas Primera edición: 2014 Centro de Documentación e Investigación de las Artes Secretaría de Cultura de Michoacán www.cultura.michoacan.gob.mx [email protected] Coordinación: Margarita Regina García H. Pimentel Fotografía de portada: Iván Holguín Sarabia Cuidado editorial: Héctor García Moreno y Lenny Garcidueñas Huerta Diseño y formación gráfica: Luis Hernández Revisión ortográfica: Domingo Fuerte Barrera D.R. 2014, por la presente edición Secretaría de Cultura de Michoacán Isidro Huarte 545, colonia Cuauhtémoc C.P. 58020, Morelia, Michoacán, México. ISBN: 978-607-8201-16-7

Directorio CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES RAFAEL TOVAR Y DE TERESA Presidente

SAÚL JUÁREZ VEGA

Secretario Cultural y Artístico

FRANCISCO CORNEJO RODRÍGUEZ Secretario Ejecutivo

RICARDO CAYUELA GALLY

Director General de Publicaciones

GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN FAUSTO VALLEJO FIGUEROA

Gobernador Constitucional del Estado de Michoacán de Ocampo

MARCO ANTONIO AGUILAR CORTÉS Secretario de Cultura

PAULA CRISTINA SILVA TORRES Secretaria Técnica

BISMARCK IZQUIERDO RODRÍGUEZ Secretario Particular

MARÍA CATALINA PATRICIA DÍAZ VEGA Delegada Administrativa

HÉCTOR GARCÍA MORENO

Director de Patrimonio, Protección y Conservación de Monumentos y Sitios Históricos

ARGELIA MARTÍNEZ GUTIÉRREZ

Directora de Vinculación e Integración Cultural

JAIME BRAVO DÉCTOR

Director de Producción Artística y Desarrollo Cultural

FERNANDO LÓPEZ ALANÍS

Director de Formación y Educación

RAÚL OLMOS TORRES

Director de Promoción y Fomento Cultural

LENNY GARCIDUEÑAS HUERTA Jefa del Centro de Documentación e Investigación de las Artes

MARGARITA REGINA GARCÍA HERRERA PIMENTEL Coordinadora del Observatorio Cultural de Michoacán

MEMORIAS DEL DIPLOMADO EN DESARROLLO CULTURAL Y POLÍTICAS PÚBLICAS

ÍNDICE PRÓLOGO Lic. Marco Antonio Aguilar Cortés

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INTRODUCCIÓN Gloria Cáceres Centeno

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PRESENTACIÓN Margarita Regina García H. Pimentel

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CAPÍTULO I DESARROLLO CULTURAL Y POLÍTICAS PÚBLICAS

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¿CÓMO SE CONSTRUYEN LAS POLÍTICAS PÚBLICAS? SU BASE Y SUS FINES. Carlos Javier Villaseñor Anaya EL QUEHACER DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS: ”COMENTARIOS SOBRE UNA REVISIÓN CONCEPTUAL E INSTRUMENTAL PARA SU DISEÑO E IMPLEMENTACIÓN” Rodolfo Aguilera Villanueva

CAPÍTULO II CULTURA Y ECONOMÍA INDUSTRIAS CULTURALES Y CREATIVAS: CONCEPTUALIZACIÓN, MEDICIÓN DEL DESEMPEÑO ECONÓMICO Y APORTACIÓN AL DESARROLLO. Ernesto Piedras Feria LA ERA TECNOLÓGICA: ECONOMÍA, SOCIEDAD Y CULTURA. Julio César Moreno y Sánchez ECONOMÍA Y CULTURA PARA LA VIDA. Ma. Arcelia Gonzáles Butrón y Raúl Vidales Gonzáles

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CAPÍTULO III CULTURA Y DESARROLLO

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LA DIMENSIÓN SOCIOCULTURAL EN LA EVALUACIÓN. Rigoberto Fabelo Pérez e Hilda Esther Julia Méndez LOS NUEVOS DESAFÍOS DE LA GESTIÓN CULTURAL Y DESARROLLO. José Antonio Mac Gregor Campuzano EL PAISAJE, HERENCIA CULTURAL. GESTIÓN, SALVAGUARDA Y SUSTENTABILIDAD. Francisco Javier Fuentes Farías DIVERSIDAD CULTURAL EN CONDICIONES POLÉMICAS. Ana Cristina Ramírez Barreto

CAPÍTULO IV

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ESTRATEGIA DE DIFUSIÓN A TRAVÉS DE NUEVAS TECNOLOGÍAS, PARA LA PROMOCIÓN DE EVENTOS Y SITIOS DE LA SECRETARÍA DE CULTURA DE MICHOACÁN. Ensayo seleccionado de los alumnos del diplomado. Yazmin Isabel David Parra y María Eugenia Fuentes Lanning

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Diversidad cultural en condiciones polémicas Ana Cristina Ramírez Barreto

El discurso de los derechos [de animales] lucha con este legado [colonial y humanista de las herramientas de la analogía]. Mi esperanza para las especies en compañía es que podamos batallar con demonios diferentes a aquellos producidos por la analogía y la jerarquía vinculando todos los otros-ficticios del hombre. Donna Haraway (When Species Meet, 2008:309)

Frecuentemente se asume que la diversidad cultural es un bien en sí mismo; que es políticamente importante porque obliga al reconocimiento y aceptación de los matices y diferencias en los modos de vida y que es económicamente relevante porque lo diferente (exótico) atrae al turismo nacional y extranjero, siendo así una fuente de ingreso de enorme importancia en nuestro país. “Cultura”, entonces, se convierte en una palabra mágica que santifica lo que toca y lo vuelve respetable de por sí, en contraste con las expresiones de violencia, crueldad y barbarie a las que presuntamente se opone por lógica o por definición. Pero no hay nada en las definiciones de cultura, como no sea una insostenible tautología, que la conviertan en la antítesis de lo violento y reprochable. Esto es especialmente notable cuando consideramos los juegos agonísticos con ganado mayor, como la lidia a muerte contra toros bravos, el jaripeo o la charreada, juegos bastante populares en nuestro contexto nacional y estatal, e indudablemente violentos (Ramírez 2002, 2005 y 2011). El supuesto de que si algo es “patrimonio cultural” tiene que ser conservado sin reservas y no sometido a escrutinio crítico tiene que revisarse a fondo para que podamos abrirnos a discusiones que en México y Michoacán no se han dado todavía en la esfera pública, para gran vergüenza nuestra y más todavía de la clase política que gobierna. “Cultura” no puede entenderse ya más como un blindaje que hace incuestionable una práctica y la empaqueta para su consumo o su venta como si de algo inocuo se tratara.

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No es sólo una cuestión de gustos, sino de la sociabilidad que queremos para nuestros habitáculos más que humanos. Las nociones de “cultura” y “promoción cultural” tienen que reconocerse en esta dimensión compleja y polémica, nombrando y descentrando los supuestos acríticamente consagrados. Esto es indispensable para empezar a abrir otras posibilidades para las acciones culturales que puedan ser proyectadas. Seis ideas erróneas sobre “cultura” Esteban Krotz ha puesto en claro cinco ideas erróneas sobre “cultura”, a saber: se puede tener y no tener cultura; hay una jerarquía natural entre culturas (y entre subculturas); hay culturas “puras” y culturas “mezcladas”; los recintos propios de la cultura son los museos, los teatros y las bibliotecas y, finalmente, que la existencia de la cultura depende del Estado (Krotz 1994). Remito a la lectura directa del texto de Krotz al escéptico o a quien crea que, por ejemplo, sí hay una cultura superior (o alta) -que casualmente es la suya-, y que deben destinarse recursos, sea de modo oficial o de modo velado, para mantenerla en curso. Argumento aquí que existe una sexta idea errónea: la Cultura existe, es incuestionable, sumamente valiosa y todo depende de ella. Al sostener que esta idea básica es errónea estoy deconstruyendo el concepto salvífico de cultura, algo que el filósofo español Gustavo Bueno (1994) argumenta contundentemente: desde el siglo XVIII el concepto de cultura reemplazó al concepto medieval de Gracia Divina; la cultura refuncionalizó, en el terreno secular y laico, el misterio inexplicable de que algo sea “sagrado”, sobrenatural y participar de ese misterio es lo que nos hace humanos, es decir, esencialmente diferentes y superiores a los demás animales -incluidos algunos grupos humanos entre ellos-. Llamamos “post-humanista” a una visión que desmonta este credo “humanista” y denuncia su carácter dogmático, su circularidad argumentativa y su falta de atención a los procesos de entrecruzamiento, imbricación, intercambios y arbitrariedad histórica y conceptual de las llamadas identidades (sean culturales, étnicas, religiosas, de clase, sexo, preferencia sexual, etc.). El post-humanismo cuestiona la afanosa búsqueda moderna por encontrar la identidad de la especie humana para ofrecerla como el sumo valor. ¿Para qué, para quién, a qué precio, etc. importaría hallar la an-

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helada “gran diferencia” entre los humanos y los otros animales? ¿Qué reflexiones se cancelan cuando se identifica esa diferencia como “cultura”? El siguiente esquema refleja la construcción del concepto de cultura por la vía de machacar una y otra vez que cultura, sea-lo-que-sea, existe en un proceso de diferenciación y jerarquía. El mismo machacar la distinción queda invisibilizado porque, sin nombrar a ningún dios que “nos” elija, es lo más convincente para justificar la creencia de que nos ubicamos como algo aparte en un mundo natural al cual caímos o del cual nos elevamos. Distinción y jerarquía de lo Humano, con respecto a la Naturaleza

... del “mismo” grupo: diferencia sexo / género, clase socioeconómica

... del “distinto” grupo: diferencia étnica, racial, nacional

... en el mismo grupo: educación, refinamiento Figura 1. Concepto de cultura: dimensiones en las que suele distinguir y elevar a unos por encima de otros y a unos por encima de otras. Elaboración propia.

Así, el concepto de cultura está montado sobre distinciones y jerarquías que en absoluto se derivan de un proceso “natural” o siquiera suave y cordial. Depende de esa violencia simbólica cuya piedra de toque es que alguien o algo quede por debajo de otro. Se nutre del artificio burocrático que día con día pone en la categoría de noticias culturales cierto tipo de eventos, pero no otros, además del dogma cuasi religioso de que lo que la cultura toca es valioso, importante, saludable, en el cual se constata el reconocimiento implícito de que no se está destinado al mundo, aunque aquí estén las raíces de nuestra existencia.

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El justo valor de la diversidad cultural En el resumen del Informe Mundial de la UNESCO. Invertir en la diversidad cultural y el diálogo intercultural se entiende que “la cultura es, a un tiempo, la diversidad creativa plasmada en ‘culturas’ concretas y el impulso creativo que se halla en el origen de esa diversidad de ‘culturas’” (Arizpe et al. 2009:8). Esta visión toma por cultura ambos momentos: el de la múltiple concreción en la diversidad de formas de vida y el del único y originario impulso creativo. Enfatizar uno u otro lado tiene implicaciones graves. Algunos antropólogos ya han señalado que la “diferencia cultural”, al tiempo que se le reconoce como fuente de expresiones exóticas y comercializables, se ha convertido en una nueva versión del viejo racismo y la xenofobia (Stolcke 1995). Ahora bien, este documento de la UNESCO alienta a los Estados a invertir recursos para fomentar la diversidad cultural, pero y esto es notable con respecto a décadas anteriores, ya no bajo la idea del cultivo de las diferencias por el valor abstracto atribuido a la diferencia per se, sino porque centra la atención en el diálogo intercultural y en la dinámica que produce cambios: “Repensar nuestras categorías culturales, reconociendo las múltiples fuentes de nuestras identidades, ayuda a dejar de insistir en las ‘diferencias’ y a prestar atención, en su lugar, a nuestra capacidad común de evolucionar mediante la interacción mutua” (Arizpe et al. 2009:9). Este documento reconoce implícitamente la excesiva valoración de las diferencias en tanto diferencias. Pide dejar de insistir en ellas y atender a la capacidad común de evolución mediante la interacción mutua. Se trata de una medida urgente que quizá llegue bastante tarde, cuando toda la maquinaria para blindar diferencias comercializables o criminalizables ya se ha echado a andar desde décadas atrás (Stoczkowski 2010). A pesar de ello, este posicionamiento de la UNESCO implica que debe atenuarse el discurso conservador/conservacionista de la diversidad cultural en favor de un discurso progresista intercultural. El diálogo y la crítica multilateral deben ocurrir. ¿Es esto lo que han entendido los promotores culturales y encargados de la política cultural en nuestros contextos estatales y nacionales? Mucho me temo que no. A continuación presento un ejemplo.

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En nombre de la diversidad cultural, inmunidad ante la crítica La discusión no es en absoluto nueva. En nuestro país, en 1945, cuando Ralph Steele Boggs, profesor de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, fue invitado por las Facultades de Filosofía y Antropología de la Universidad Nacional Autónoma de México para ofrecer cursos e iniciar investigaciones en la ciencia del folklore, en la revista de medicina Nuevas Ideas se publicó un texto, firmado por Teyssier, que pretendía refutar que el conocimiento de los modos de vida de la gente, sus lenguas, sus costumbres, sus canciones, etc., fuera útil o pertinente en ningún sentido. “[...] si algo ha destruido poderosamente la moral, relajado las costumbres, dignificado al vicio, exaltado estúpidamente el provincialismo, llenado de orgullo loco y ridículo a los rancheros, y hasta a los charros músicos, exaltando las bajas pasiones, la agresividad matónica y cruel, aumentado el desprecio a la vida y alentado a los vagos y malvivientes en sus empresas amorosas, es precisamente la llamada canción vernácula, esa cuyos nombres figuran en la obra de Mr. Boggs con el título de Folklore Mexicano cuando no son las expresiones de la colectividad mexicana ni de nuestro espíritu, ni de nuestro arte, ni de las rígidas costumbres del mexicano educado, sino el desahogo de poetastros y compositores menos que mediocres al servicio de la radio, el entretenimiento de los mariachis y el producto de artistas sin inspiración pero que la buscan en los vicios de todo género (Teyssier 1945 : 98)

Sin negar los aspectos cuestionables, el machismo y otras formas de abuso, violencia y desigualdad social presentes en los materiales de estudio, Boggs estaba convencido de que sólo su conocimiento y documentación podrían ayudar a la mejor comprensión del presente y la coexistencia futura. Hizo una formidable labor como curador del folklore de las Américas (bibliógrafo y editor de la revista Folklore de/of/das Américas) y varias bibliotecas del continente le tendrían que agradecer su dedicación para incrementar los acervos sobre folklore, antropología e historia.36 Pero acaso el mismo Boggs no estaría satisfecho con las consagraciones culturales que estamos presenciando en los últimos años y las que habrán de venir. La posibilidad de reconocer tradiciones, bienes perecederos (alimentos), festivales Las bibliotecas de UNC en Chapel Hill, UT en Austin, UCLA, la del Congreso de Estados Unidos, la Benjamin Franklin en México, varias en Argentina, Brasil, Perú y República Dominicana, entre otras. 36

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y sabidurías, bajo la etiqueta de “patrimonio cultural intangible” (Herrejón 2007, Arizpe 2009) para que así queden “cobijados” por normas y se favorezcan con recursos, de hecho está implicando la fijación de los indicadores para su conservación, el impulso a reproducirlo siguiendo estándares y en general, un posicionamiento por encima de las observaciones críticas que se le podrían hacer a dicha práctica, una vez catalogada como patrimonio cultural intangible. El igualitarismo de la crítica, la “caja negra” del proceso y el resultado “racista” Paradójicamente, el resultado previsible de un proceso de reconocimiento y aprecio de las diferencias culturales vía las declaratorias de patrimonio cultural intangible es la anulación de la capacidad de evolución por el diálogo crítico y vivo. Los espectáculos y eventos donde se involucra la violencia hacia los animales enfrentan una disyuntiva: inmunizarse contra la crítica consiguiendo una declaratoria o continuar defendiéndose de los ataques que reciben en términos de barbarie, incultura, salvajismo, inhumanidad, entre otros, afrontando la incertidumbre de si esta crítica crecería lo suficiente como para obstaculizar la realización de eventos. El caso más reciente y sonado es el fin de las corridas de toros en Barcelona en 2011, entre otras razones, por tratarse de una pugna política entre partidarios de la autonomía catalana (cuyo emblema es el burro) y los partidarios de la unidad nacional española (cuyo emblema es el toro de la casa Osborne). Sin tanta prensa ni difusión, algo parecido ha ocurrido en varios estados de la Unión Americana, que desde hace un siglo han prohibido los juegos sangrientos con animales (corridas de toros al estilo andaluz, peleas de gallos, de perros, entre otros) señalados como propios de poblaciones bárbaras, incultas y marginadas, como las de origen mexicano o hispano en general (Kim 2007:236-8). Desde hace varias décadas se dificulta la realización de los eventos charros que, sin ser sangrientos, sí resultan violentos.37 Al denominar a estos eventos “prácticas inmigrantes con animales” [immigrant animal practices] Kim (2007:235) enfatiza así su carácter foráneo y tardío, lo cual es rechazado por algunos agentes defensores de dichas prácticas, que piden se les En 1994 California prohibió derribar equinos en la faena charra llamada “manganas”. La medida fue seguida en la inmensa mayoría de los estados de la Unión Americana. Desde 2000 se perfila que otra faena charra, el coleo o coleadero, donde se derriba un novillo jalándolo por la cola, puede ser prohibida también.

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reconozca como originarias en ese territorio y tan legítimas como cualquier otra. Señalan que la raíz del ataque a su patrimonio cultural no es otra cosa sino racismo (Gracia Duarte 2008, 2009). Kim no sostiene que este componente esté ausente, pero reclama que el multiculturalismo (la aceptación de tradiciones por el hecho de serlo, al que apelan los defensores de estas prácticas violentas con animales) deje de atender el legítimo reclamo de los activistas pro-animales: la crueldad es crueldad no importa en qué cultura se dé. Efectivamente, el activismo pro-animal en Estados Unidos dirige sus críticas hacia todas las formas de abuso y crueldad.38 En esto no tienen fundamento los reclamos por racismo que los afectados esgrimen en su defensa. Sin embargo, durante el trabajo de campo en California realizado entre 2009 y 2010, pude constatar que, si bien el inicio del proceso de señalamiento por abuso y crueldad sí es igualitario para actividades como el rodeo (anglo) y la charrería (mexicana), los resultados no lo son. Explico esto: las instancias encargadas de formular y aplicar leyes y reglamentos no necesariamente lo hacen en función de las denuncias que reciben por parte de activistas. Éstas son un elemento a considerar, pero, con mucho, no el único ni el más importante. Las instancias de decisión toman más en cuenta denuncias que apelan al impacto económico, por ejemplo, afectación en la vitalidad comercial de una zona o al valor en el mercado de los bienes raíces relacionados. Desde luego, también importa el cabildeo y el respaldo jurídico, político y empresarial que sea capaz de poner en juego la parte afectada: su capital simbólico, en términos de Bourdieu. Tal fue el caso de la prohibición de la suerte de colas o coleo en el condado de Santa Clara, cerca de San José, California. Rancho Grande Rodeo empezó como un lienzo charro de traspatio en Morgan Hill en los años 70, cuando Ronald Reagan impulsó la dotación de arenas para la charrería en Estados Unidos como una medida para restarle adeptos al movimiento de trabajadores agrícolas e inmigrantes de César Chávez.39 Desde los años 80, Rancho Grande Rodeo renovaba regularmente Entrevista con Alfredo Kuba, presidente de la coalición pro-animal en Mountain View, California, 13 de abril de 2010. 39 Entrevistas con el Dr. Juan Ignacio Rodríguez Cervantes (México marzo 2001, vía telefónica octubre 2009), notable charro, ex-director del Museo de la Charrería y miembro de la asociación de Rancheros Visitadores, a la cual también perteneció Ronald Reagan. Rodríguez Cervantes fue quien sugirió a Reagan esta medida que, con toda lucidez, pretendía atraer a los jornaleros agrícolas y así mermar la fuerza del movimiento de United Farm Workers, el sindicato fundado en 1962 por Chávez para defender a los trabajadores agrícolas (en su mayoría inmigrantes mexicanos, “ilegales”) de abusos sistemáticos. 38

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un permiso del Ayuntamiento que lo obligaba a respetar una decena de condiciones como el horario de realización de los eventos (de 2 a 7 pm), la cantidad de vehículos en el estacionamiento, el nivel ruido, la seguridad y la venta de alimentos y bebidas alcohólicas. En aquellos años la zona estaba escasamente poblada y poco urbanizada. Los permisos para realizar eventos debían renovarse cada tres años, o podían revocarse, de haber quejas de vecinos. En 2007 el Ayuntamiento otorgó a Rancho Grande el permiso por quince años (hasta abril de 2022). Para entonces el vecindario ya era bastante diferente a lo que había sido treinta años atrás. Se había convertido una exclusiva zona residencial donde empresarios de Silicon Valley habían comprado costosas mansiones; que no baje el valor comercial de sus propiedades es ahí un tema crucial. A inicios del 2008 activistas de la región solicitaron a las autoridades que se prohibieran los coleaderos, (los charros derriban novillos jalándolos de la cola) y se supervisaran las demás faenas charras. En noviembre de ese mismo año se realizaron audiencias para escuchar testimonios de las partes: activistas que promovían la regulación y charros objetores de la misma. La actividad de uno y otro bando fue intensa y ruda. El resultado, para inicios de 2009, fue desalentador para todos. Las autoridades consideraron que esta regulación no era una prioridad y que hacerla valer implicaría gastar recursos económicos con los que no se contaba (Moore 2009). Los activistas reprocharon la escasa altura ética del gobierno, que no seguía el ejemplo de otras localidades californianas que ya prohibían los coleaderos (Alameda y Contra Costa). Por su parte, si bien los charros se sintieron un tanto aliviados en lo inmediato, no recibieron una garantía de no persecución ni el reconocimiento formal y público de las bondades de su afición. La presión sobre sus actividades no se ha retirado. Contrastemos lo anterior con la otra vía, que involucra intereses económicos que pueden afectarse: en 2007 los vecinos del mismo Rancho Grande interpusieron quejas por ruido, basura y afectación en los frentes de sus casas, luego de que una charreada cancelada en San José “enviara” a los paisanos a la charreada en Rancho Grande; la afluencia de vehículos desbordó las capacidades del estacionamiento y otros “problemas” se hicieron visibles para los vecinos del lienzo, que manifestaron su preocupación por si el Ayuntamiento estaba preparado para enfrentar lo que pudiera ocurrir en ésa y en las siguientes reuniones de “mexicanos” en dicha zona residencial.

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Las autoridades ordenaron una revisión de las condiciones en que operaba Rancho Grande y observaron que sólo faltaba cumplir cabalmente con un par de ellas: la inspección por parte del departamento de bomberos y la reducción del ruido, pues el monitoreo de este último arrojó un resultado nada cómodo para los dueños del lienzo. La emisión de ruido durante los eventos charros sobrepasaba con 7.5 decibeles los estándares admitidos. En función de eso, las autoridades decidieron que el permiso de Rancho Grande sería revisado anualmente y no sería renovado si las quejas continuaban. Cabe mencionar que el “ruido” así mencionado es la música de banda amplificada en bocinas, un elemento indispensable en años recientes en el negocio de estas tradiciones populares y al cual difícilmente se puede renunciar sin anticipar pérdida en las entradas al evento. Buena parte de los asistentes van porque tocan música de banda y se puede bailar, no porque sigan deportivamente a un equipo charro. Esta es una notable diferencia con lo que ocurre en el rodeo (anglo), pues ahí el público acude para ver las competencias, la música de fondo no se toca a un volumen alto y, si llega a haber espectáculo musical es en otro espacio y momento. En la práctica, los charros se sienten discriminados y señalados como “mexicanos indeseables”, ilegales, sin importar que sean ciudadanos americanos nacidos allá y que invoquen la historia de la primera colonización de ese territorio (“[los hispanos] llegamos primero” -dicen algunos, incurriendo en el mismo nativismo que los discrimina-). Puede verse entonces que, si bien el señalamiento de crueldad hacia los animales se da de manera igualitaria, sin discriminación étnica o racial, contra eventos de rodeo y contra eventos de charreadas, no obstante, el proceso de denuncia llega a una especie de “caja negra” de la administración pública donde las valoraciones de quienes están en los lugares de decisión no son fáciles de seguir y de auditar. El resultado, como vemos, bien puede leerse en una lógica racista y xenofóbica, aunque apele al sentido de orden y civilidad. En México, casi lo peor de lo posible En las últimas cinco décadas los estudios culturales y antropológicos nunca han dejado de subrayar que no es válido, en ningún modo, considerar que las culturas son esferas cerradas, distantes e independientes unas de otras. Sin embargo, éste es el tratamiento inmediato que le da el hábito político y el prejuicio. Sin la menor docu-

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mentación ni debate alguno, la clase política mexicana ha promulgado leyes de protección a los animales que estando vigentes son letra muerta y lo han hecho siempre condicionando su promulgación a que se incluya un artículo que haga excepción en la prohibición de azuzar animales y ofrecer eso como espectáculo: no se prohíben peleas de gallos, corridas de toros, novilladas, jaripeos y charreadas.40 Nunca se ha ofrecido una discusión seria al respecto. Las leyes han pasado con la condición de que esto no se toque “porque es parte de nuestra cultura”. Se ha dado la peor de todas las combinaciones posibles: ignorancia, falta de debate, imposición vertical, inoperancia de la ley para proteger animales no humanos y arbitrario estatus de privilegio de determinados juegos violentos con animales. Las palabras no alcanzan a describir el clima de malestar y decepción que, con estas formas de proceder, esta clase política (la de 60 años a la fecha) ha generado entre la comunidad que simpatiza con la protección animal en México (CRIAA 2011). Una política cultural que contribuya a fortalecer los valores democráticos no debe propiciar que determinadas prácticas queden inmunes a la discusión pública y al conocimiento de lo que ha ocurrido y ocurre en ellas, así sean “oficialmente” declaradas “el deporte nacional” (como la charrería), se vivan con profundo arraigo en los pueblos (como el jaripeo y las peleas de gallos), se busquen como espectáculo de masas con cada vez más ramificaciones productivas y eslabones comerciales (como la corrida de toros al estilo andaluz o el jaripeo “profesional”, es decir, con venta de boletos) o bien sean novedades del capitalismo sin “tradición” ni afición real, pero que ocurren y se arraigan por el adormecimiento cívico de la población y la inanidad de los gobiernos municipales -como es el caso del espectáculo de toros caballeros o toros matacaballos-. Para ello es necesario que los diferentes agentes sociales hagan lo que les corresponde. Que el diálogo sea posible, fructífero y bien encaminado a cambiar las circunstancias de animales humanos y no humanos, incluso en prácticas arraigadas, tradicionales y que son susceptibles de comercializarse como “representación” de una identidad, sea nacional, étnica o sexual. Directamente esto implica que se hagan investigaciones serias sobre el maltrato animal en cada actividad y práctica y por qué -para algunas personas- este daño vale la pena frente a un valor Art. 11 de la Ley de protección a los animales para el estado de Michoacán, vigente desde 1988. Esta excepción aparece en 1981 en la ley homóloga para el Distrito Federal, y se replica con leves modificaciones en todas las leyes estatales que, según la letra, protegen animales no humanos.

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que también se genera en dicha práctica; que se difundan esos conocimientos para ubicar responsabilidades y tomar decisiones. Desde luego, la clase política debe dejar de “reservarse” artículos que blindan tales o cuales prácticas y atreverse a ponerlas a discusión abierta, además de dar condiciones para hacer cumplir las leyes que emiten que es lo menos que se les puede pedir. Finalmente, pero no con menor importancia, también implica que los activistas pro-animales no anulen las vías del diálogo declarando la inhumanidad o irracionalidad de los humanos que realizan actos que los activistas consideran aberrantes, ya sea matar toros en público o en mataderos legales y para consumo humano. Es muy posible que gane adeptos el discurso que reconoce derechos a los otros animales, trabajando incluso sobre la analogía de hablar por la “víctima sin voz”, el animal que es inocente y bondadoso como no lo es la embrutecida “prole” que lo tortura. No es una vía que yo comparta plenamente. Hay varias lecciones históricas -como la prohibición nacional de las corridas en el gobierno de Benito Juárez- que nos muestran que sólo es posible proteger a los animales (humanos o no humanos) si contamos con la colaboración de los humanos que los acompañan. No me parece sensato el dejar de hablarles y pretender enviar a las fuerzas del orden que conocemos en México para que los patrullen y conduzcan al camino de la compasión y la humanidad que supuestamente les hace falta.41

41 Este trabajo fue posible gracias al apoyo CONACYT para estancia sabática en la Universidad de California en Santa Cruz, 2009-2010. Gracias a Ramón Muñiz y Julieta Piña por sus preguntas y sugerencias a una versión previa de este texto.

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Moore. 2009. “No animal cruelty ordinance in economic downturn”. Gilroy Dispatch. 20/01/2009, accesible en http://www.gilroydispatch.com/news/253219-no-animal-cruelty-ordinance-in-economic-downturn Acceso: 11/12/2011. Ramírez Barreto, Ana Cristina. (2002) 2009. “Defendiendo animales, redefiniendo tradiciones”, en De humanos y otros animales. México: Dríada. -------. (2005) 2009. “La dama en los toros. El devenir de la experiencia de Frances Inglis de Calderon como expectadora de tauromaquias según Life in Mexico, 1843”, en De humanos y otros animales. México: Dríada. -------. 2011. “Herder en el jaripeo. Explicación, crítica y comprensión”. En Ramírez Barreto (Coord.), Filosofía desde América. Temas, balances y perspectivas. Simposio ICA 53, pp. 192-208. Quito: Abya Yala. Sanchez, Sheila. 2008. “Charros charge discrimination”. Gilroy Dispatch, 10/03/2008, accesible en http://www.gilroydispatch.com/printer/article.aspc=238022 Acceso: 11/12/2011. Stoczkowski, Wiktor 2009. “UNESCO’s Doctrine of Human Diversity: A Secular Soteriology?” Anthropology Today 25 (3). Stolcke, Verena. 1995. Talking Culture: New Boundaries, new rhetorics of exclusion in Europe. Current Anthropology 36(1). Teyssier, E. 1945. “El folkore y el crimen”, en Nuevas Ideas, México. 19, 214, abril, 97-98. Tomado de Ralph Steele Boggs papers #4503, Southern Historical Collection, The Wilson Library, University of North Carolina en Chapel Hill.

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“MEMORIAS DEL DIPLOMADO EN DESARROLLO CULTURAL Y POLÍTICAS PÚBLICAS”, se terminó de imprimir y encuadernar en los talleres de Impresos Sandoval, Cd. Nezahualcóyotl, tel. 5793-4152, en el mes de mayo de 2014, con un tiraje de mil ejemplares.

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