Díaz-Andreu, M. 1997. Nación e internacionalización. La arqueología en España en las tres primeras décadas del siglo XX. In Mora & Díaz-Andreu , La cristalización del pasado. Génesis y desarrollo del marco institucional de la arqueología en España. Málaga, Universidad de Málaga: 403-416.

September 22, 2017 | Autor: M. Díaz-Andreu | Categoría: Nationalism, Nationalism and Archaeology, Spain, History of Archaeology
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Descripción

Gloria Mora y Margarita Díaz-Andreu (eds.)

LA CRISTALIZACIÓN DEL PASADO: GÉNESIS Y DESARROLLO DEL MARCO INSTITUCIONAL DE LA ARQUEOLOGÍA EN ESPAÑA

Málaga, 1997

NACIÓN E INTERNACIONALIZACIÓN. LA ARQUEOLOGÍA EN ESPAÑA EN LAS TRES PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX

Margarita Díaz-Andreu (*)

En la España del primer tercio del siglo XX la arqueología experimenta un conjunto de cambios radicales que sentarán las bases de la arqueología moderna (1). El estudio del pasado no es una excepción, sino que las transformaciones en él habidas se han de contextualizar en la reacción de desesperanza sentida por la intelectualidad española tras el fin del sueño colonial. Perdidas Cuba y Puerto Rico, España queda como un país de segunda fila, localizado en la periferia de Europa. El fracaso del proyecto nacional español en la centuria que acaba de terminar se ha visto reflejado también en la arqueología: su docencia todavía sigue impartiéndose en la ya anticuada Escuela Superior de Diplomática, sus trabajos aún los controla la vetusta Real Academia de la Historia y se suceden las protestas contra la exportación de objetos arqueológicos al extranjero. Tampoco la arqueología ha logrado formar parte efectiva de la narración del pasado nacional. La excavación de Numancia sólo se ha subvencionado durante seis años (1861 -66), ha necesitado cuarenta para que consideren al yacimiento Monumento Nacional (1882), y los únicos monumentos conmemorativos allí levantados, alguno ni siquiera terminado por falta de ayuda económica, provienen de la iniciativa privada. La reacción se produce. Frente a este panorama, en el primer tercio del siglo XX se buscará el acercamiento a las corrientes europeas del momento y el establecimiento de contactos personales. En consecuencia comienza la colaboración de arqueólogos españoles en proyectos de carácter internacional. Por otra parte se produce la profesionalizaron completa de la disciplina, que ahora llega a la universidad, la promulgación de un cuerpo legislativo para la defensa del Patrimonio, la creación de instituciones oficiales que permiten ponerlo en funcionamiento y de otras de carácter extra-oficial que aúnan los intereses de una creciente clase media que se integra plenamente en la elaboración del estado moderno, de 1a nación. Sin embargo, un factor es clave para entender este periodo: el fracaso del nacionalismo español en el siglo

(*) Department of Archaeology. University of Durham. (1) Es decir, la entendida como un estudio histórico basado en los restos materiales del pasado.

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XIX ha fomentado la emergencia de los nacionalismos periféricos (2), apoyados por un pasado, una lengua y una cultura propia. Nacionalismos que a medida de su fuerza realizarán proyectos paralelos al estatal y por tanto restarán protagonismo y cohesión a aquél. Será por tanto una época de conflicto pero también de pluralidad, que acabará bruscamente en el levantamiento militar producido por el ejército de África en 1936 y la derrota del gobierno legítimo en 1939.

NACIÓN Y NACIONES: ARQUEOLOGÍA EN ESPAÑA La transformación institucional. El primero de los cambios experimentados en la arqueología en España será el traslado del lugar de su estudio, que pasa en 1900 a la Universidad, ahora bien, con los mismos profesores en plantilla, como Juan Catalina García López (1845-1911). No será sin embargo hasta 1922 cuando, con Hugo Obermaier (18771946), se incluya la Prehistoria en el curriculum docente, y aun así sólo como cursos de doctorado. Esto no significa que de forma extraoficial sí se haya integrado previamente, de una manera efímera en los cursos dados en 1872 en Sevilla (Ayarzagüena. 1992: 20) y definitivamente desde 1916, año en el que gana la cátedra de Historia Antigua y Media Pere Bosch Gimpera (1891-1974). Este cambio implica la introducción progresiva de las técnicas de campo en Arqueología y el comienzo del abandono de su equiparación con la Historia del Arte. Esta transformación se ve apoyada por otras medidas que provienen del ámbito estatal, como la creación en 1907 de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), institución que, según se explicita en su decreto fundacional, mantiene que "el más importante grupo de mejoras que pueden llevarse a la instrucción pública es aquel que tiende por todos los medios posibles a formar el personal docente futuro y dar al actual medios y facilidades para seguir de cerca el movimiento científico y pedagógico de las naciones más cultas, tomando parte en él con positivo aprovechamiento" (citado en Sánchez Ron, 1988: 6). Esta nueva política enfocada al extranjero influirá poderosamente en la arqueología, como veremos más adelante, ya que gran número de arqueólogos reciben subvención para realizar estancias fuera de nuestras fronteras y ellos serán los que a su vuelta inviertan lo aprendido en la equiparación de la disciplina en nuestro país con los otros países europeos entonces en auge. (2)

Durante la celebración del congreso se creó un cierto debate sobre el término de nacionalismos periféricos (Aceituno et al. 1996: 62). No he modificado mi texto en este punto, pues con periféricos me refiero al hecho de que se hallan fuera del centro geográfico del Estado español, donde además se localiza Madrid, núcleo del nacionalismo español. Lejos de mí queda, por tanto, la intención de usar dicho término con connotaciones negativas.

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De la JAE además dependerán nuevas instituciones como el Centro de Estudios Históricos (1910-), que albergará una sección de arqueología a partir de la década de los veinte, y la Escuela Española en Roma (3), cuya existencia real será breve debido a la ocupación de su sede en 1914 durante la primera Guerra Mundial. En el primero será director de su sección de arqueología un investigador también vinculado a la Universidad (hasta 1934). Manuel Gómez Moreno y Martínez (18701970). También formará parte de la JAE la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas (CIPP) (1912-1939), dirigida por Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo (1845-1922), ayudado por un jefe de trabajos, Eduardo Hernández Pacheco (1899-1965), quien le sucederá en el cargo. Estas instituciones prácticamente estrangularán el poder de la Real Academia de la Historia en lo referente a la arqueología. La transformación institucional se ve acompañada por un cambio legislativo, cuyo jalón fundamental será la ley de Excavaciones de 1911 y su reglamento de 1912. Para posibilitar su cumplimiento se crea en este último año la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades (JSEA), que será la encargada de organizar las excavaciones arqueológicas. La ley de Patrimonio Artístico de 1933 provocará ciertos cambios en la JSEA, que pasará a denominarse Junta del Tesoro Artístico. Sin embargo dicha ley no llega apenas a dar fruto a nivel de leyes de menor rango debido a la sustitución de régimen tras la Guerra Civil. El ánimo de cambio experimentado a nivel estatal español y dirigido desde Madrid choca con fuerzas semejantes pero de dirección contraria: las provenientes de los nacionalismos periféricos. El descontento en estas regiones principalmente en Cataluña. País Vasco y Galicia, por este orden- se ve afirmado por un sentimiento nacionalista apoyado en sus propios territorios. Aunque temporalmente alguna región -Cataluña en concreto- obtenga una mayor autonomía (la Mancomunitat catalana de 1914 a 1923), sólo será durante la República cuando se comience a esbozar un cuadro semejante al que actualmente disfrutamos en España: el del Estado de las Autonomías. Sólo llegará a materializarse en la Gene-

3) La Escuela Española en Roma para Arqueología e historia fue creada por R.D, de 3 de junio de 1910 y entre sus fines estaba el proporcionar a sus miembros medios para las investigaciones arqueológicas e históricas. Al poco de empezar la I Guerra Mundial se cerró, quedando el local bajo la custodia de la Embajada española cerca de la Santa Sede. En 1920 se pretendió abrir pero se encontraron con que la Obra Pía lo había dado en arriendo a particulares, por lo que comenzaron interminables gestiones para obtener otro local a cambio (información obtenida de las memorias de la JAE de los años 1912 a 1923).

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ralitat de Catalunya (1932-1939), y brevemente en el País Vasco (1937) (4), pero no se ha de olvidar que cuando estalla la Guerra Civil ya están si no todos, la mayoría, de los demás estatutos de autonomía total o parcialmente redactados. Durante este primer tercio de siglo el proyecto noucentista catalán y su deseo de la creación de una cultura cívica catalana (Riu-Barrera 1994,: 123) se plasma institucionalmente en la Mancomunitat Catalana (1914-1923), en los organismos que la preceden (creados por la Diputación de Barcelona dirigida por Enric Prat de la Riba i Sarrà [1870-1917], director también de la Mancomunitat hasta su muerte en 1917 y entonces sustituido por el director de las excavaciones de Empúries, Puig i Cadafalch [1867-1957]), y a que esta da lugar: el Institut d’Estudis Catalans (1914-) y su Servei d’Excavacions (1915) y la Junta de Museus de Barcelona. Más tarde se crea el Servei de Arxius, Biblioteques, Museus, Monuments i Excavacions (Barral i Altet 1989: 67). El cambio será profundo y así lo perciben sus propios protagonistas: "Estos años han sido los más fructíferos para la investigación científica en Cataluña -decía Puig i Cadafalch en 1934-. La fundación del Institut d’Estudis Catalans, empezada con la de la Sección Histórico-Arqueológica, fue el miliar áureo de donde salieron las nuevas vías a recorrer. Un nuevo método, auxiliar de mejor utillaje, dio carácter a las nuevas obras científicas. Un grupo de historiadores y de arqueólogos trabaja desde entonces en las diversas ramas de la investigación, desde la Prehistoria hasta la Historia moderna" (cit. en Barral i Altet, 1989: 68). Figura fundamental será la de Pere Bosch Gimpera, fundador de la así llamada Escuela Catalana (o Barcelonesa) de Arqueología (Pericot, 1963; Marc-7, 1989; Riu-Barrera, 1994: 125-6). La organización en los otros nacionalismos periféricos se mostrará más débil en este primer tercio de siglo. En el País Vasco, que carece de estudios universitarios de arqueología, serán tres investigadores los que dirijan la arqueología del lugar. Dos de ellos, Enrique de Eguren Bengoa (1888-1944) y Telesforo de Aranzadi y Unamuno (1860-1945) residen en Oviedo y Barcelona respectivamente. El tercero, José Miguel de Barandiarán y Ayerbe (1889-1991) vive en el País Vasco y, en consecuencia, será el miembro principal de la terna. Será éste último el principal encargado de organizar la infraestructura de la arqueología vasca a partir de 1916, a través del Laboratorio de Etnología y Folklore Euskera (1916), el Seminario de Prehistoria Ikuska (1921), más tarde reemplazado por el Centro de Investigaciones Prehistóricas (1925) dependiente de la Sociedad de Estudios Vascos

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El estatuto se publica en la Gaceta de Madrid del 7 de octubre de 1936 (Corcuera Atienza en Beramendi, 91: 371).

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(Barandiarán, 1988: 44). Barandiarán igualmente promoverá las revistas Euskalarriaren Alde en la que se incluyen artículos de prehistoria y mitología (del Pino, 1978: 72), y el Anuario de Eusko-Folklore (1921), que desde 1927 reserva una sección a la prehistoria. El Rexionalismo gallego del siglo XIX sólo tardíamente llega a dar lugar en el XX a un movimiento semejante a los observados en Cataluña y el País Vasco. En 1920 un grupo de intelectuales nacionalistas gallegos forma Nós, entre cuyas actividades figuran la etnografía, de la que se encarga Vicente Risco y Agüero (1884-1963), quien además dirige el grupo, y la arqueología, organizada por Florentino López Cuevillas (5) (1886-1958). Ambos solicitan a la JSEA, en 1922, un permiso de excavación para el castro de A Cibdade, en San Ciprián de Las. La vida cultural gallega se institucionaliza finalmente en 1923 a través de las actividades del Seminario de Estudos Galegos (Gran, 1984 (28): 115-118), que en 1926 crea sus secciones de Prehistoria y de Arqueología e Historia del Arte, dirigidas por Florentino López Cuevillas y Carro García respectivamente. Este movimiento cultural que se está produciendo en la periferia da lugar a que las grandes obras de referencia que hemos de citar como fundamentales en la producción escrita de estos años ya no sólo han salido de Madrid (Gómez Moreno, Mélida u Obermaier, por ejemplo), sino también del extrarradio: en particular Cataluña, con obras del calibre de la Etnología de la Península Ibérica de Bosch Gimpera (1932) y otras de menor influencia pero sí iguales ambiciones como La Prehistoria de la Península Ibérica de 1923 de Lluís Pericot i García (18991978), y la Prehistoria universal y especial de España de 1929 del padre Jesús Carballo García (1874-1961). El final de esta historia institucional lo supone la Guerra Civil. Todas los centros formados en el primer tercio de siglo desaparecerán tras la contienda o serán transformados en institutos de carácter regional y con mucha menor iniciativa que la demostrada anteriormente. Sería lo que Gonzalo Pasamar (1991) ha denominado "la ruptura de la tradición liberal”.

ESTUDIO SOCIAL Y OTRA INFORMACIÓN OBTENIDA DE LA JSEA Un tipo de estudio del que se carece en la historiografía de la arqueología española es el análisis social de los individuos que forman el grupo que estamos investigando, o dicho de otra manera, quiénes son los protagonistas de

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Su nombre completo era Florentino López Alonso-Cuevillas.

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aquello que se está institucionalizando. Bien es verdad que para poder llevarlo a cabo es necesario poseer un amplio conocimiento de las biografías de los protagonistas de la historia, obre éstas desconocemos prácticamente todo. A pesar de ello, intentaré una primera aproximación al tema. El grupo que he elegido es el de arqueólogos. El problema que rápidamente se plantea es cómo definimos lo que entendemos por un arqueólogo en el primer tercio del siglo XX. Hay varias formas de hacerlo. En primer lugar tendríamos que apuntar que existe en este momento, de forma mucho más marcada que en la actualidad, la división entre lo que se ha dado en llamar arqueólogos de gabinete (6) y arqueólogos de campo. Los primeros son los que realizan sus estudios basándose en los materiales antiguos pero sin acometer ellos mismos el trabajo de campo. En este grupo se podrían incluir todos aquellos cuyos estudios están íntimamente relacionados con los de historia del arte, todavía manteniendo el peso decimonónico de la tradición (Díaz-Andreu, 1995a) y es éste el que ya se ha institucionalizado en el siglo XIX con los museos y la Escuela Superior de Diplomática. En segundo lugar se debería señalar todos aquellos que llevan a cabo arqueología de campo, conjunto muy heterogéneo cuya disección creo que es muy reveladora porque demuestra los primeros pasos hacia un englobamiento de otros grupos distintos en la institucionalización, y cómo la disección de las fases iniciales muestra la transicionalidad del proceso. Es en este último grupo, el más desconocido, en el que basaré mi investigación. Para hacer este estudio me he basado en los archivos de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades (1912- 1933) y de su continuadora, la Junta Superior del Tesoro Artístico (1933-1939) disponibles actualmente en el Archivo General de la Administración. La composición social del grupo de arqueólogos a los que la JSEA concede un permiso de excavación es muy variada. Hasta donde los datos biográficos por mí recogidos llegan, un 38,9 % (7) (23) trabajan como arqueólogos profesionales (es decir, aquellos que lo hacen en museos [23,7 %] o universidades [13,5 %] e incluyendo a Cabré [1,7 %], a quien se le podría definir como el primer arqueólogo de gestión de la arqueología española), un 15,2 % (9) son profesores de enseñanza primaria y secundaria. 8,5 % (5) nobles sin profesión definida. 6,8 % (4) personas incluidas en el clero y sin otra profesión definida, geólogos (6.8 %), archiveros y bibliotecarios (5,1 %), arquitectos (5,1 %), abogados (3,4 %), ingenieros (3,4 %) y otros (pintor, militar, farmacéutico y ofi-

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La expresión "arqueólogo de gabinete" ya fue empleada por Mélida en la década de 1880 (Almela Boix 1991: 131).

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cial telegrafista), con un 1,7 % cada uno. Esta lista de oficios aumentaría creo que sustancialmente si se lograra averiguar el de las otras 120 personas (67 % del total) que pidieron permiso de excavación sobre las que la historia de la arqueología nunca ha reparado. Esta diversidad es reflejo de la situación de finales del siglo XIX, descrita por personas que vivieron más cercanas a aquella época, como Alberto del Castillo (1899-1976), quien decía que "las excavaciones las realizaban aficionados sin preparación de ningún género, aunque llenos de entusiasmo y buena voluntad. Habría empezado la era de los 'sabios locales' y del diletantismo. No faltaban en algunos pueblos un cura, un farmacéutico o un médico que se dedicaban a excavar y a estudiar, todo ello a su manera, el pasado del lugar" (del Castillo, 1955: 617). He de comentar, por otra parte, que un colectivo claramente en inferioridad de condiciones lo constituye el de las mujeres. Sólo un 3,9 % (7) de peticiones provienen de ellas y a ninguna se le concede subvención, lo que en parte tiene que ver con su exclusión del mundo profesional (y su inclusión en el doméstico), más acentuado en estos momentos en España que fuera, pues dos de ellas son extranjeras. Una es Margaret Murray (1863-1963), profesora de universidad en Inglaterra, y otra Elena Whishaw, mujer de un periodista norteamericano. Otra de las mujeres, Regla Manjón, era la condesa de Lebrija. De las otras cuatro desconocemos todo. Esta situación comenzará a corregirse en los años treinta (DíazAndreu y Sanz Gallego, 1994 y Díaz- Andreu, e.p.). Pese a la heterogeneidad de oficios que he señalado más arriba, hay que apuntar que los que controlan los permisos o el dinero son los arqueólogos profesionales a los que se añaden dos nobles con gran poder sobre la JSEA, Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo (quien nunca solicita una subvención) y sobre todo Andrés Parladé, conde de Aguiar. Este último se llevará en total 186.000 pts, es decir, el 10% del total de las subvenciones concedidas por la JSEA entre 1916 y 1934(8). Dos personas reciben aún más dinero que él: José Ramón Mélida y Alinari (1856-1933) con un 17,7 % y Rafael Jiménez Amigo, con un 12%. Hay que apuntar aquí que habría que hacer un estudio aparte sobre qué subvención consiguió Pere Bosch Gimpera (1891-1974) (y otros como Josep Colominas Roca (1883-1958), a quien quizá se le pueda calificar como geólogo) en (7) (8)

Estos porcentajes se refieren a las 59 personas de las que sí sabemos la profesión. En la documentación manejada en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares falta todo lo relativo a las excavaciones con subvención entre los años 1912 y 1915. Además parece que la documentación no está completa para lo que se refiere al año 1923. A partir de 1935 carecemos de nuevo de documentación, pues solo he logrado encontrar escasos datos de lo relacionado con la Junta del Tesoro Artístico.

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Cataluña pues, aunque los permisos sí que se le concedían en representación del Institut d’Estudis Catalans (IEC) desde Madrid (únicamente de 1921 a 1924 y en 1927, pues no he encontrado peticiones en los otros años), éstos nunca van acompañados por una solicitud de subvención y por tanto hemos de entender que esta salía directamente de las arcas del propio IEC. El ser arqueólogo profesional sólo en parte se considera un mérito para obtener subvenciones. Ser arquitecto parece que también se tiene en gran estima. La confusión heredada del siglo XIX entre monumentos y arqueología, entre arte y arqueología (Díaz-Andreu, 1995a), hace que se les considere como adecuados para excavar en monumentos cuyo alzado todavía en parte se conserva, caso del yacimiento de Madinat al-Zahra y del delegado director de las excavaciones, el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco (1844-1923) y Rafael Jiménez Amigo. Así pues las excavaciones que a lo largo del periodo del que tenemos datos (1916-1934) reciben más dinero son, por este orden. Madinat al-Zahra (403.750 pts, 21,6 % del total), Mérida (319.000 pts, 17,1 %), Itálica (235.000 pts, 12,6 %), Numancia (108.750 pts, 5,8 %), Sagunto (89.250, 4,8 %). Ninguno de estos yacimientos son de época prehistórica, lo que no nos debe de extrañar, ya que la plena integración de esta época en la profesión sólo tendrá lugar en 1922, año en que se nombra catedrático a Hugo Obermaier. Este, por cierto, no figura en la documentación que he consultado de la JSEA, lo que puede deberse a que otros solicitaran el permiso por él, lo que de hecho parece ser el caso pues sí que participa en la última memoria publicada por la JSEA/JTA, la 136. Como era de esperar, los autores que escriben las memorias son en su mayoría los que han recibido algún tipo de subvención. De los 120 que la JSEA no les hadado dinero, sólo 13, un 10.8 % llegan a publicar algo, y de éstos quizá alguno hubiera tenido algún otro tipo de financiación de la que queda constancia en la documentación manejada. Pero lo más interesante de la elección de las excavaciones a las que se les subvenciona desorbitadamente con respecto al conjunto, es lo que la imagen de éstas supone para la elaboración del nacionalismo español. Ya he tratado en otros escritos el tema de Madinat al-Zahra, Numancia y Sagunto (Díaz-Andreu, 1994, 1995c, 1996a). Queda por reflexionar sobre la legitimación que da tal importancia a excavaciones de época clásica en España. Como Luciano Canfora (1991) apunta, entre otras ideologías la cultura "antidemocrática" otorga a los estudios clásicos un papel relevante (1991: 10, también 23 y 71 -94). Parece ser esta la conexión entre la interrupción de la subvención a Numancia, la continuación de la de Mérida y el comienzo de la dictadura de Primo de Rivera en 1923. Ahora bien, esta relación no

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tiene necesariamente que pasar por Mélida, que no sólo es el director de ambas excavaciones, sino también director del MAN y Secretario General de la JSEA. No parece en absoluto adecuado tachar a Mélida de persona poco liberal. Su vinculación a la Institución Libre de Enseñanza demuestra claramente lo contario. De este panorama de preferencias cambiantes se desprende la imposibilidad de establecer una única relación entre nacionalismo español y una imagen férrea del pasado cristalizado en unos pocos yacimientos. La situación parece, más bien al contrario, mucho más compleja, y como tal es fiel reflejo de las diversas formas de entender España como nación, o dicho de otra manera de los diferentes nacionalismos españoles existentes en nuestro país en el primer tercio de siglo. Otros nacionalismos eligen otras épocas. Si el romanticismo catalanista había apuntado en el siglo XIX a la arqueología monumental ignorando en gran manera lo anterior (Barral i Altet, 1989; Riu-Barrera, 1994: 119), la importancia dada al mundo ibérico por Enric Prat de la Riba en su libro sobre la Nacionalitat catalana de 1906 y su traslación a la arqueología por Pere Bosch Gimpera supondría la integración de la prehistoria, y sobre todo de la protohistoria, a los intereses nacionalistas catalanes. La excavación de Empúries empieza en 1908 bajo la dirección de Josep Puig i Cadafalch. En 1909 se descubren dos estatuas, las identificadas con Venus y Esculapio, que hacen exclamar a algunos que su hallazgo ha dado a Cataluña una nobleza al proveerla de profundidad histórica ("la troballa ens dona una noblesa, ens fa uns homes nous, porque ens fa uns homes antics" (sic, D'Ors 1911: 9) (9). La excavación de Empúries, como la de Numancia, se abandona entre 1924 y 1930. Mientras que el catalanismo (o ciertos sectores de él) retoma la primera, el españolismo abandonará a la segunda. También esta fecha coincide con la interrupción de la excavación del castro de A Cibdade, en San Ciprián de Las, que como anteriormente he aludido, fue otorgada a Vicente Risco y Agüero y a Florentino López Cuevillas en 1922. No es mera coincidencia el comienzo de la dictadura en 1923 y la interrupción de determinadas excavaciones que dotan de un pasado a ciertos nacionalismos contrarios al propugnado por Primo de Rivera, que centrará sus preferencias en aquellos otros yacimientos que refuercen la idea monolítica del imperio rígido, grandioso, uniforme. Durante la república algunos de los antiguos proyectos, Empúries desde luego, se retomarán. Otros ya se habrán de-

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Desde 1910 Eugeni d’Ors era el secretario general del Institut d’Estudis Catalans (Rafel i Fontanals y Dupré i Raventós, 1989: 107).

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jado a un lado, en parte por muerte de alguno de sus excavadores (Mélida), en parte por cambios de ideologías de otros investigadores que preconizáran el ambiente que luego se respirará tras la Guerra Civil.

INTERNACIONALIZACIÓN. EL GRAN PASO ADELANTE DE LA ARQUEOLOGÍA ESPAÑOLA

En el primer tercio del siglo XX se equilibra en cierta manera la balanza de relaciones entre arqueólogos de fuera de nuestras fronteras y españoles, rompiendo la enorme desigualdad existente en la centuria anterior. Entonces arqueólogos como los hermanos Siret (sobre todo Louis (1860-1934)), Pierre Paris (1859-1931), George Bonsor (1855-1930) y otros vienen y son capaces de excavar e incluso de exportar piezas sin que haya ningún control o impedimento sobre sus acciones. Tras la ley de 1911 todos ellos tienen que dar cuenta de sus actos a la JSEA, a la que incluso excepcionalmente piden (y obtienen) subvención (como Siret en 193 1 y 1933). La proporción de extranjeros que solicitan permiso de excavación para excavar a la JSEA/JTA asciende a un 6,1% del total. Entre ellos se encuentran además del caso del belga Louis Siret ya comentado (1931, 1933), franceses (Marcelin Boule, 1912; Henri Breuil, 1914; Pierre Paris, 1914. 1916, 1923-4, 1931, George Bonsor, 1922), alemanes (Adolf Schulten, 1927, 1933), estadounidenses (Earnest Albert Hooton, 1916- 17; Elena Whishaw, 1924, 1927), e ingleses (L.C. Clark y Margaret Murray, 1929). La relación con el exterior será, sin embargo, más positiva que lo que se refiere al simple control (el mismo que se hacía con los españoles) de las acciones de estos extranjeros. La JAE, fiel a sus principios mencionados más arriba, dota unas pensiones para enviar a investigadores españoles al extranjero. Lo nuevo no es el hecho mismo de la subvención, pues esto ya en parte se había hecho antes (Mélida había recibido en 1883 cierta cantidad para ir a París y otra en 1898 para ir a Grecia y Turquía (Almela Boix 1991), y Juan Catalina García López en 1900 para Francia, Bélgica, Suiza e Italia, por ejemplo). Lo innovador será, por una parte, que esta política de pensiones al extranjero mantendrá una continuidad, ya que durará más de dos décadas. Por otro lado, estas medidas por primera vez fundamentalmente se dirigirán a jóvenes promesas, mucho más permeables a lo que reciben del exterior y que, efectivamente, serán mucho más eficaces a la hora de aplicar lo aprendido en el momento en que alcancen alguna posición importante. De las becas de la JAE se benefician al menos 23 arqueólogos, que escogen como países preferentes donde realizar sus estudios Italia, donde la Junta

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tenía desde 1910 hasta la I Guerra Mundial la Escuela de Arte y Arqueología de Roma, y Alemania, entre los que se halla Pere Bosch Gimpera, que será el que más beneficio saque de su estancia. Será Alemania el país que más influya sobre la arqueología española, gracias a la labor de los becarios Bosch Gimpera, y de sus posteriores discípulos y a su vez pensionados Alberto del Castillo Yurrita, Luis Pericot García, y de Hugo Obermaier y sus alumnos, Encarnación Cabré Herreros y Martín Almagro Basch (para más información ver Díaz-Andreu, 1995b y 1996b). Sin embargo, Francia será el país elegido por los paleolitistas (caso de Luis Pericot) y por los gallegos (caso de Fermín Bouza Brey, quien dirigirá sus pasos a Bretaña en 1933 (Otero Pedrayo, 1974, 4: 31-32) (10). No son los únicos contactos los establecidos a través de la JAE, pues sabemos que al menos Julio Martínez SantaOlalla fue profesor en Bonn de 1927 a 1931 (Enciclopedia, 1908-: 210), y que parte de la estancia en Alemania de Alberto del Castillo no se la subvencionó la JAE (Díaz-Andreu. 1996b). Los contactos a nivel internacional realizados en el primer tercio de siglo tendrán una continuidad (aunque sin ir a más) en la época franquista, de manera que veremos a los que por entonces eran jóvenes relacionándose como pueden con sus antiguos colegas extranjeros. A mi parecer estos vínculos sólo muy excepcionalmente pasarían a la generación posterior, que es en la que se produciría el aislamiento que hemos percibido los arqueólogos del post-franquismo. Del avanzado grado en la internacionalización en el primer tercio del siglo XX son muestra los proyectos internacionales en los que la arqueología española se ve inmersa. No sólo se producirán aquí actos del calibre del IV Congreso Internacional de Arqueología, celebrado en 1929 en Barcelona, sino que también se contará con la presencia de españoles en proyectos de tipo internacional, como el del Corpus Vasorum Antiquorum (Olmos 1989) o la Tabula Imperii Romani (Olmos et al. 1993: 58). La Guerra Civil y luego la II Guerra Mundial harán añicos mucho de lo conseguido en estas tres primeras décadas en la arqueología española. La vuelta

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Esta elección tiene evidentes connotaciones nacionalistas. Sin embargo hay que tener en cuenta que la Universidad de Santiago también beca al catatan Luís Pericot, por entonces catedrático de dicha institución, para disfrutar una pensión en el curso 1926-27 para estudiar "durante dos meses y medio en Francia. Inglaterra, Escocia e Irlanda las relaciones entre Galicia y las comarcas atlánticas durante las épocas prehistóricas" (información proveniente del de 15 de febrero de 1931 a la JAE). También afirma en esta instancia que "por su cuenta y acompañando al profesor Bosch Gimpera ha realizado en 1923 y 1925 dos viajes al sur de Francia visitando las colecciones y estaciones prehistóricas de las regiones de Narbona y Beziers y por cuenta de la institución Estudios Superiores de la Mancomunitat de Cataluña (sic), otro viaje visitando museos y colecciones de Narbona, Tolosa y Bayona". Conoce "los idiomas francés, inglés, alemán e italiano".

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atrás hacia el anticuariado, sin embargo, ya no es posible, por lo que asistiremos a lo que será un renqueante seguir hacia delante. La institucionalización, ya puesta en marcha en el siglo XIX y que en el primer tercio de siglo ha recibido un gran empuje, se verá en gran manera refrenada en la etapa franquista. La arqueología española pasa de estar representada en los foros internacionales a replegarse de nuevo sobre sí misma y a dejar que otros -sobre todo alemanes y franceses- se permitan como antes ser los maestros de los cambios. Se producirá, por tanto, un progresivo olvido de estos primeros años del siglo en los que el impulso hacia la modernización de nuestra disciplina fue impresionante y muestra de la capacidad de regeneración a la que el ambiente intelectual dio lugar.

AGRADECIMIENTOS La parte más innovadora de este trabajo se ha realizado sobre la base de la documentación guardada en el Archivo General de la Administración. Doy en especial las gracias a Juana Molina, de la sección de Ministerio de Educación y Ciencia, por la valiosa ayuda prestada en la búsqueda de la misma. BIBLIOGRAFÍA ACEITUNO BOCANEGRA. F. J.; COLLADO PALOMO. J. M.; DÍAZ-GUARDAMINO. M.; GARCÍA SÁNCHEZ, E.;MANSILLA CASTAÑO, A. M. y URIARTE GONZÁLEZ. A., 1996 "II Congreso Internacional de Historiografía de la Arqueología en España (siglos XVIII- XX)". Revista de Arqueología, 178: 62. ALMELA BOIX, M. A., 1991 "La aportación de José Ramón Mélida a la consolidación de la Arqueología como disciplina científica en España", en J. Arce y R. Olmos (eds): Historiografía ele la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos XVIII-XX). 131-4. Ministerio de Cultura. Madrid. AYARZAGÜENA SANZ. M., 1990 La arqueología prehistórica y protohistórica española en el siglo X I X . Ed. Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid. BARRAL I ALTET, X., 1989 La arqueología en Catalunya. Destino. Barcelona. BARANDIARÁN, I., 1988 Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco. I. Prehistoria: Paleolítico. Ed. Auñamendi. San Sebastián. CANFORA, L., 1991 [1980] Ideologías de los Estudios Clásicos. Akal. Madrid. CASTILLO, A. del, 1955 "La vida y la obra de Jorge Bonsor y la arqueología de su tiempo". Revista de

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