Después de la \"Gramática\"

May 23, 2017 | Autor: O. de Emilio Alarcos | Categoría: Spanish, Linguistics, Grammar
Share Embed


Descripción

f, ~

~

DESPUES DE LA GRAMATICA

EMILIO ALARcos LLORACH Universidad de Oviedo

cas, y, sobre todo, no habiendo sido presentada en España al público en ninguno de esos actos sociales donde se fomenta la venta de los libros amparándolos bajo el verbo benévolo de amigos y simpatizantes; ni tampoco introducida, que yo sepa, con la adecuada propaganda en los países americanos de habla española, tan sensibles siempre a las cuestiones idiomáticas, acaso por culpa de la eficacia del gran Andrés Bello.

1 tíLulo d sta harla, «Después d la Gramática», pr m t mu ho , abarca po o y en ·u ambigü dad líptica es polivalente. No se pretende, desde luego, esbozar ninguna teoría «metagramatical» que analice lo que haya después de la gramática. Lejos de mí semejante petulancia, que no tendría sentido en este ambiente más bien bonancible en que nos encontramos.

E

El enunciado trunco del título es un grupo sintagmático de contenido temporal que presupone, como circunstancia que es, algo enmarcado por esta. Pero también erraría quien lo creyera pretencioso suponiendo que podría catalizarse en él alguna consecuencia contundente y casi catastrófica, paralela a la de la conocida expresión «Después de mí, el diluvio». Me es ajena en absoluto tal presunta jactancia.

Creo, con toda sinceridad, que no pasa ni pasará nada especial, ni en el mundo de la cultura, ni en mi singular y estrecho universo. No dudo de que el después de la gramática es y será igual al antes de su aparición. Recordemos una vez más con Kohelet que no hay nada nuevo bajo el sol (y probablemente tampoco nada por encima de él, si es que en el espacio sideral tienen sentido estas mediciones antropomórficas, o, como diría Gabriel Celaya, "ª escala de hombre»).

Solo aludo, modestamente, a lo que ha sucedido o ha podido suceder durante el período posterior a la publicación, hace más o menos un año, de mi Grámatica de la lengua española, editada, como se sabe, bajo la enseña de la RAE por Espasa Calpe (que antes se escribía con guión y ahora sin él).

Y no pasa nada especial, repito, porque es muy difícil que las cosas de siempre cambien de la noche a la mañana, sobre todo si se tiene en cuenta que mi Gramática tampoco intentaba modificar nada, sino a lo sumo departir de los asuntos gramaticales de nuestra 'lengua sin remontarse al empíreo ni encerrarse en nebulosas nomenclaturas cuasimatemáticas. Lo que se pretendía era la claridad, dentro de las

Al parecer, la obra ha circulado bastante más de lo que podía conjeturarse para una obra de género tan poco correntero y propicio a los éxitos comerciales como son las gramáti7

l·:.1/Jwiul.\1/1111/, rill/l'J'.i].

--------:---rcl-Español aclueL

aire inocente e intencionadamente liviano (aunque no siempre se haya logrado). Reconozco que me aburre bastante explicar los fundamentos de lo que digo, y por lo tanto soy reacio a disquisiciones teóricas muy sostenidas. Con cándido optimismo respecto a la capacidad de absorción mental del lector común, acorde con mi confianza en la rapidez de entendederas del alumnado, he creído siempre (por desgracia sin fundamento) que bastaba sugerir o apuntar.

tinieblas inherentes a todo lo que es abstracción de hechos, y, no digamos, de hechos tan gaseosos como los de la lengua, que solo quedan congelados, para la observación morosa, en la escritura, no siempre fiable, aunque ahora también pueden resucitarse en la disponible alacena de las casetes magnetofónicas. Y, además, podría ahorrarme esta intervención después de haber podido ustedes oír la comunicación del doctor Borrego, que, con paciencia digna de ser premiada con la gloria como la de los benedictinos medievales, ha sabido descubrir con precisión y claridad, casi radiográficamen te, mis intenciones.

A la vista está que es un error, un craso error por mi parte. Pero tarde piace. Y me satisface y agradezco que, a pesar de ello, haya tantas personas bien intencionadas y dispuestas que, con buida agudeza y harta inteligencia, se han molestado en afilar al máximo lo que yo he dejado, con escueta e inmisericorde concisión, apenas desbrozado o casi sin desbastar.

Por otra parte, puede pensarse asimismo que mi título alude a lo que yo esté haciendo después de publicada, comentada y reseñada mi gramática. La verdad es que, después de la publicación, hace un año, el primer arrebato mío fue, como Yahvé salvando las distancias, descansar en ese séptimo día de la tarea cumplida, harto de leer tantos textos para espigar ejemplos idóneos. Pero aunque se haya dado cuenta por escrito de la aparición e incluso de la bondad de mi libro, todavía no ha aparecido ninguna reseña en revistas del gremio, esas reseñas compactas more germanico, con minuciosa señalación de pasajes discutibles, mejorables o vituperables. Habrá que esperar a que algún hispanista alemán o estadounidense, lento y concienzudo, desarme los capítulos con minucia y con ojo convenientemente crítico. Entre tanto, por suerte, estos días hemos oído aquí importantes y sagaces opiniones que he de tener en cuenta y que desde luego agradezco muy halagado y satisfecho.

Pero para hablar del después de la gramática, es preciso también conocer las raíces del presente. En el prólogo del libro ya se explica cómo nació la Gramática. Refundiré aquí lo expuesto en otra parte, aclarándolo y ampliándolo. Empezando, como Dios manda, por el principio, recordaré que la idea de escribir una gramática del español se me ocurrió en los primeros años sesenta, después de explicar un curso de sintaxis española en la Universidad de Texas ( 1961), y de encargarme en Oviedo, desde el curso siguiente, de la nueva asignatura de Lengua española, que como se sabe, se daba por consabida en los viejos planes de estudio, implícita en la positivista Gramática Histórica de la lengua española, disciplina a la que en tiempos oposité y de la he sido catedrático numerario, como se decía administrativamente, hasta mi jubilación anticipada y mi ingreso en el estado beatífico de la emeritud. Ahora ha sucedido y sucede lo contrario: en las múltiples oficinas expendedoras de la ciencia, prolifera el estudio de la sincronía, mientras la añosa diacronía se repliega, junto con el latín, a reducidos cuarteles invernales, de donde cualquiera sabe cuándo saldrá.

Vaya, pues, ante todo, mi gratitud a esta Universidad de Salamanca, la de mi pueblo, la que también fue la primera en adscribirme a su claustro como doctor honoris causa. Y en primer término manifiesto muy encarecidamente mi reconocimiento al inventor de la idea, al animoso e incansable doctor Luis Santos Río, así como al promotor doctor J. J. Gómez Asencio. Ha sido para mí muy halagüeño que la Universidad, con benévola disposición, me haya honrado consagrando todo un cursillo al análisis de mi labor gramatical.

Escribí entonces gran parte de un manual enfocado primordialmente a futuros especialistas, en el cual se empezaba por el análisis sintagmático de los enunciados (oraciones y frases) para desembocar, por sucesivas particiones, en los tipos de unidades caracterizados

En las lecciones del cual, se habrán podido descubrir los muchos secretos a voces calladas que guarda mi Gramática entre sus líneas de 8

por sus funciones oracionales y en los componentes intrasintagmátícos de aquellas. De tal primeriza versión surgieron por especificación algunos de los artículos que fui dando a conocer por aquellos años, luego recogidos en los Estudios de gramática funcional del español de 1970, que vamos a ampliar y refundir muy pronto. Mi deseo era arropar el libro con una introducción al funcionalismo tal como lo he venido practicando, pero la abulia corrosiva fue entonces más poderosa, y, en definitiva, la conclusión de la gramática proyectada quedó aplazada sine die.

apresurar el planteamiento de la reforma»). Así se propuso paladinamente en el congreso de Academias de 1956 (había que tener en cuenta «las concepciones que acerca del lenguaje, sus funciones e instrumentos están hoy vigentes en la lingüística»). Y así se trató de hacer en 1973 con la redacción que, al fin y a la postre, quedó en mero Esbozo de una nueva gramática de la lengua española. ¿Quién ponía el cascabel al gato? ¿Quién remozaba la concepción arcaica gramatical sin que se conmoviesen los cimientos de la tradición secular y circunspecta?

Cuando, ya en el decenio de los ochenta, Dámaso Alonso, impulsado por el afán reformista, me indicó que me encargase de redactar una nueva gramática para la Academia, me mostré bastante renuente, porque yo pretendía independencia y libertad dentro de un orden. Pensaba en lo que habían sido las gramáticas de la Academia, desde la primera de 1771, y en los dos polos entre los que se han movido los gramáticos: atender al uso y acometer su descripción, y al mismo tiempo aconsejar una norma correcta según elección ponderada y razonable.

A mí me preocupaba sobre todo el temor que aquejaba a los antiguos académicos, y no quería en ningún modo «ofuscar ni confundir>> a los destinatarios, pero tampoco me satisfacía reducir mi labor a enjaretar una retahíla de normas de uso, clasificándolas en apartados y subapartados con los guarismos arábigos o romanos y con las letras del abecedario latino, y en su caso del alfabeto griego, o, conforme al mimetismo americano de hoy, con la pesada numeración llamada decimal. Al final, vencidas las vacilaciones y animado con entusiasmo razonable, llegué con Dámaso Alonso a un acuerdo para que la nueva gramática resonase según bases teóricas modernas de la lingüística, aunque se procurara la máxima claridad terminológica aceptando o adaptando la nomenclatura más tradicional conocida. Corno no constan protocolos escritos fehacientes de nuestros diálogos, y, por desgracia, una de las partes intervinientes ya no puede atestiguar lo convenido entonces, lo que ahora afirme la parte supérstite no tendrá más valor que el puramente testimonial de la absoluta minoría.

La norma resulta de la jerarquización juiciosa de los usos en concurrencia, pero si se aplica con rigidez, se desarrolla el virus peligroso del dogmatismo intransigente, y puede producir una secuela funesta: la de inmovilizar y sujetar la lengua como si fuera una lengua muerta. Y no olvidemos que, casi como Coseriu, los antiguos académicos del siglos XVIII sabían muy bien la diferencia tajante entre lenguas vivas y muertas. Estas, escribían en el prólogo del diccionario, «permanécen en su inmutable sér, sin que el que las usa tenga libertad de inventar», mientras que una lengua viva «Se nutre aumentandose con nuevas Voces, suavizando, o perficionando las que posee, se purga olvidando algunas menos expressivas, y limpiando algunas durezas y barbaridades».

Rehíce, pues, mi esquema inicial conforme estas ideas y cambié el orden analítico de mayor a menor por el tradicional de comenzar la exposición con las unidades y terminar con sus combinaciones. Omití o reduje las novedades y discusiones, procurando en todo momento «no ofuscar» al lector. También me preocupé de señalar las normas generalmente aceptadas por la lengua culta, sin condenar usos muy frecuentes tildados de incorrectos. Quise lograr un combinado díficil: ser nuevo sin estridencias y tradicional sin sobrecargas ni lastres. Como el libro ya circula a la luz públi-

Por otra parte, me acordaba de los propósitos reiterados (aunque no del todo cumplidos) de la Academia de tener en cuenta las novedades de la teoría lingüística. Así se hacía constar en la edición de 1920 (donde se alude a que «los positivos adelantos que en estos últimos tiempos ha realizado la ciencia del lenguaje ( ... ) pusieron de manifiesto la conveniencia de 9



ca, cada uno juzgará según estime oportuno en qué medida he conseguido cumplir con mis propósitos. No debo, pues, exponer ahora en esquema lo que ya está patente en su desarrollo.

cional, si bien, dada la escasa fe del autor en la eficacia de las disposiciones autoritarias sobre el idioma, se apuntan, sin excesivo celo corrector, las divergencias tenidas por ilegítimas. Es cierto que existen usos bastantes generalizados que me soliviantan sin remedio. Pero contengo mis furias puristas, pensando en que quién sabe lo que triunfará el día de mañana. No puedo soportar, por ejemplo, tanto escuchar por oír como oímos habitualmente, aunque en este caso el delito atañe al léxico y no a la gramática. En resolución, mi gramática sigue siendo normativa como la de casi todos los gramáticos, aunque no maneje el látigo iracundo del purismo atenazador. Y, desde luego, acepto los usos trasatlánticos consagrados en la lengua escrita literaria y hasta menciono particularidades tenidas por vulgares.

Presentado que fue el texto a la Academia en 1993, las circunstancias habían cambiado. Se demoró mucho el comienzo de las discusiones en la comisión de gramática. Se hicieron en ella observaciones de índole varia, que (aceptadas o desoídas) agradecí, y, tras los meses de obligada y madura reflexión veraniega, se resolvió muy comedidamente que el discutir punto por punto mi texto hasta lograr una versión que, edulcorada con enmiendas, contraenmiendas y remiendos, obtuviera el consentimiento de los académicos de la comisión y luego el beneplático del pleno y el de las academias asociadas, sería el cuento de nunca acabar.

Como he dicho, la hebra con que he armado mi cuento gramatical es claramente funcionalista. Sin embargo, he procurado que esas veleidades doctrinales quedasen más o menos ocultas so capa de una organización capitular casi tradicional. Eso para no «ofuscar». Y en consecuencia se habla de sustantivos y de adjetivos, de verbos y de adverbios, de preposiciones y de conjunciones, y hasta de interjecciones.

He repetido que en el terreno de la lengua es válido el dicho de que «cada maestrillo tiene su librillo». Y así, aunque en esta gramática se mantiene y recomienda, con el fuego que me caracteriza, la norma académica, no he podido, desdichadamente, ofrecer la doctrina gramatical de la Casa, por la sencilla razón de que la Academia como tal en ti dad carece de criterio gramatical o lingüístico definido, lo que no descarta que cada uno de los sapientes filólogos en ella asentados posea una teoría lingüística particular más o menos aceptada por los demás.

Lo que al parecer produce a algunos cierto sarpullido epidérmico es el tratamiento de los llamados pronombres. Sigo empleando este término, pero se distinguen entre sí unos de otros y se agrupan según sus funciones, y cuando es necesario se les aplica aclaratoriamente otra nomenclatura, como cuando denominamos a los pronombres personales tónicos con la etiqueta más explícita de sustantivos personales, o a los personales átonos con la de incrementos personales del verbo, que es como realmente funcionan.

En esta situación, y como el hilo conductor de la gramática presentada es el funcional, y este criterio no es concorde con el de otros señores académicos, se recurrió sensatamente al procedimiento cervantino del «baciyelmo», acordándose que la gramática apareciese como publicación de la Academia, pero no como la «gramática oficial y normativa» de la Casa. Es decir, ocurrió lo mismo que veintiún años atrás con el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española, de los señores Fernández Ramírez y Gili Gaya, con la diferencia importante de que entonces los autores quedaron en el anonimato, y ahora el redactor puede dar la cara con nombre y apellidos desde la portada y con las debidas consecuencias pragmáticas.

Las discrepancias son más radicales cuando se nos ocurre incluir entre los accidentes del sustantivo al artículo (el definido, claro es), tal como ya hacía el maestro Gonzalo Correas. Y para no complicar las cosas identificamos en este libro demótico (como lo llamajosé Polo) el viejo término de «accidente» con el novísimo y plurivalente de «morfema», aunque sea equiparar terminologías dispares y producir el escozor de mentes estrictas.

En la Gramática, según apreciará quien la leyere, se conserva el criterio normativo tradi-

Debo advertir, aunque no sea necesario en esta ilustrada convención, que, para mí, morfe10

ma es unidad solo del contenido y solo de los inventarios gramaticales (opuesto, pues, de una parte a lexema, y de otra, a los formantes del signo morfológico o gramatical). No soporto la idea de agrupar en un mismo cajón funcional de «determinantes» el átono y humilde artículo con unidades provistas de contenido léxico (por mínimo o escueto que sea) como los demostrativos, los posesivos etc. (que pueden ser autónomos y pueden funcionar como sustantivos o como adjetivos). En esta cuestión del artículo llamado definido tenía más razón Cuervo que Bello.

nos lleva a distinguir entre oraciones simples y grupos oracionales, como se hace con otras unidades sintagmáticas (agua y vino, llueve y nieva). El procedimiento de la transposición permite considerar las llamadas oraciones compuestas por subordinación como oraciones simples en las que las funciones adyacentes están desempeñadas por oraciones degradadas o transpuestas en lugar de sintagmas autónomos. Este análisis, por lo que sé de quienes lo han aplicado en la enseñanza, resulta más simple que el tradicional. Aun seguros de la variabilidad no pertinente de la sustancia del contenido, no nos hemos atrevido a suprimir toda la terminología de. esa índole que se utiliza casi desde siempre para designar las diferentes construcciones en que aparecen oraciones degradadas, y así se sigue hablando de comparativas, consecutivas, concesivas, condicionales, etc. Pero se apunta en cada caso lo que se cree.

Parecen apartarse especialmente del tratamiento habitual los capítulos dedicados al verbo. Perduran en el fondo mis antiguas interpretaciones de 1948, pero he procurado mantener en el todo el máximo de sencillez. Intención que me ha guiado también en la ordenación simplificadora de las irregularidades morfológicas de la conjugación verbal. Otra pseudonovedad archiconocida es la equiparación de las estructuras pasivas sintagmáticas con las construcciones copulativas. Es uno de los casos en que más fácilmente se confunden las relaciones sintácticas con las relaciones semánticas entre los lexemas y las que establecen los objetos aludidos en la realidad, considerando las unas fiel reflejo de las otras. No es el momento ni de poner ejemplos ni de enredarse en debates infructuosos.

Volviendo al origen, intención y destino de esta gramática, insistimos en que objetivamente es imposible la existencia de una gramática oficial de la Academia en que se unifiquen los pareceres teóricos de sus componentes. Porque no cabe duda alguna de que por votación mayoritaria no se puede defender ninguna teoría lingüística y declararla válida, y menos por decisión personal, tal como hizo Stalin en sus buenos tiempos. Lo único aceptable por votación mayoritaria es solo que se aconsejen unos usos y se condenen otros.

En la enumeración de las funciones que los sintagmas (a los que llamo, para no asustar, simplemente palabras) desempeñan en las estructuras oracionales como términos adyacentes del núcleo verbal, cito como referencia mi habitual terminología (sujeto léxico, implemento, complemento, suplemento, etc.), pero utilizo, convenientemente ftjada, la tradicional de objeto directo, indirecto, preposicional, etc. Se me ha ocurrido últimamente que para la función de suplemento el término objeto preposicional es poco preciso, y que hubiera sido mejor llamarlo objeto oblicuo, según hace Ángel López. Es todo ello una concesión a la galería; si bien, por otra parte, lo importante no es la etiqueta, sino la determinación exacta de la noción.

Por eso, a pesar del cómodo tanto por ciento que, sin comerlo ni beberlo, se lleva la Academia en las ventas de la Gramática, ahora, reduciénqose, supongo que tras humilde examen de conciencia, a sus posibilidades reales, pretende redactar una gramática exclusivamente normativa que defina sin ambages la postura oficial de la institución en cuanto a los usos gramaticales correctos, recomendables y desaconsejables. Eso es lo único para lo que tiene competencia, y mucha, la Academia. Lo cual, sin embargo, no implica que los hablantes y los escritores la acepten sin más. Es decir, parece prepararse un Appendix Probi más amplio y apelmazado, que, según apunto en el prólogo, sin duda obtendrá el mismo éxito que logró su antiquísimo precedente. Para esos fines de enseñar al

El convencimiento de que el enunciado llamado oración es unitario, constituido por un verbo con sus correspondientes adyacentes, 11

t,

_------,--la--=----Español acluaL

comunal y curioso. La comodidad me inclina sin duda a la primera decisión. Acaso también la conveniencia. Para volver al proyecto de antaño me faltan entusiasmo y sobre todo paciencia. ¿Quién se pone ahora a resumir y a discutir tantos puntos de vista y a anotar toda la bibliografía que a diario nos asedia incesante, sin que quede nada fuera después de la obligada y policiaca pesquisa exhaustiva? Por el momento, después de la gramática, lo más prudente es esperar.

curioso que se debe decir esta aula y no este aula, que lo correcto es trastrueque, no trastoque, que es un error afirmar que han habido muchas dificultades en lugar de ha habido muchas dificultades, o si tend1ia tiempo por si tuviese tiempo, etc. etc., existen ya acreditadísimos diccionarios de dudas gramaticales de mucho más fácil manejo que unas ristras de ejemplos mareantes ordenados por temas. Es plausible el proyecto, pero no puede llamarse gramática. Yo, por mi parte, después de esta mi gramática demótica, no sé si debo dejarla seguir su curso al parecer apacible y fluido, o bien ponerme a rehacer el primitivo proyecto de los años sesenta con destino a especialistas, exponiendo los fundamentos de la doctrina a que me ajusto, discutiendo los problemas debatibles, relegando al margen la excesiva atención a la norma, reasumiendo la terminología más precisa que uso habitualmente y prescindiendo de concesiones para el lector

Entre tanto, convendrá reunir lo disperso, con la colaboración de Josefina Martínez, y refundir los Estudios de Gredas que se covertirán en una Suma de estudios funcionales de gramática española. Y sobre todo, en estos momentos, repetir mi gratitud a la Universidad y a los eximios actuantes; y, muy de veras, hacerla extensiva a cuantos han tenido la paciencia de acudir a estas sesiones tan asiduamente y con tanta atención.

UNA REVISTA PARA LA LENGUA DE MAYOR PROGRESIÓN o

si

Deseo recibir 6 números consecutivos (un año) de la revista CUADERNOS CERVANTES DE LA LENGUA ESPAÑOLA al precio de 5.250 ptas. más gastos de envío.

POR FAVOR, COMPLETE Y ENVIE ESTE BOLETIN DE SUSCRIPCIÓN A: CUADERNOS CERVANTES Travesía de Andrés Mellado, 9 28015 Madrid. ESPAÑA O ENVÍELO POR FAX AL N.º: 34 -1- 543 47 06 Nombre ............................................................................. Dirección .......................................................................................................................... . Código Postal. ..... ..................... País ...... ., ................................... ., ..... ,., ... , ...Tel. o Fax N.º (marque con un circulo) ............. .................... ,. .............. . Total suscripción por un año: 5.250 ptas. Añadir gastos de envío. Gastos de envío: ESPAlilA: incluidos en el precio de suscripción/ EUROPA: 900 ptas./ USA y CANADÁ: 2.500 ptas./ NORTE DE ÁFRICA: 2.500 ptas./ RESTO DEL MUNDO: 3.000 ptas.

o

Envío cheque pagadero a CUADERNOS CERVANTES en ptas. O Envío giro posta l.

O

Autorizo a cargar el importe total de ................. ........................ ptas. en mi tarjeta de crédito. O VISA O MasterCard O American Express

Tarjeta N.º [

_.__,__.___...__.___._..__.__.[.l] 1 LJ=i

. I __

Fecha de caducidad .............................

Firma ..................................................................... .

12

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.