Desigualdad en la participación. Algunos apuntes para su superación

September 23, 2017 | Autor: P. Martínez García | Categoría: Feminismo, Participación ciudadana, Democracia, Democracia feminista
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Descripción

Desigualdad de género en la participación: algunos apuntes para su superación Patricia Martínez García (II Congreso de Análisis Político Crítico “+ Democracia”) (Doctoranda de la UPV-EHU – Departamento de Ciencias Políticas y de la Administración)

Introducción ¿Qué factores han contribuido a la emergencia de procesos de empoderamiento de las mujeres en iniciativas participativas impulsadas desde la Administración? A pesar de que, en teoría, son reconocidas las ventajas de la participación respecto a la implicación de sectores tradicionalmente excluidos del espacio público, la realidad nos impone una serie de limitaciones que no han sido superadas por los modelos alternativos a la representación. Ha sido constado en varias investigaciones aplicadas que la democracia participativa o deliberativa no conlleva necesariamente la superación de las desigualdades del sistema sexo-género. Más bien, sigue reproduciendo mecanismos de discriminación como ha sido reconocido por varias autoras, como Jane Mansbridge o Iris Marion Young. Sin embargo, se han identificado casos que han conllevado la consecución de ciertas cuotas de empoderamiento por parte de las mujeres implicadas. La cuestión se traslada entonces a identificar cuáles son los factores que han marcado la diferencia en cuanto a la relación entre participación y empoderamiento. En este trabajo se ha ubicado el proceso de las rederas gallegas, considerado exitoso en este sentido, como el punto de partida para señalar posibles variables que influyan en esta conexión. El objetivo es verificar unos criterios válidos para una futura comparación con otros mecanismos desarrollados con mujeres, que permitan contrastar las condiciones previas necesarias para impulsar una participación igualitaria en términos de género.1 Son muchos los estudios que han hecho hincapié en el análisis de los resultados y formas de llevar a cabo una experiencia participativa. Por lo que fijar la atención en los factores previos a los procesos, menos recurrente en las investigaciones en esta área, puede aportar nuevas cuestiones sobre las que reflexionar en cuanto a las experiencias representativa

incorporando

nuevos

que pretenden superar la democracia

valores

de

ciudadanía,

elaboración

e

implementación de políticas públicas y ejercicio de poder en un contexto de gobernanza.

1

Por razones de tiempo, espacio y proceso de investigación, en esta comunicación sólo se atenderá al caso de las rederas gallegas, ya que la comparación con otros casos de estudio se desarrollará en la tesis doctoral de la ponente, todavía en construcción.

Tras un breve desarrollo sobre la crisis en la democracia y sus alternativas, se realizará una aclaración de lo que se entiende por empoderamiento y sus expresiones a nivel individual y colectivo. Expresiones cuya existencia se ha constatado en el proceso de las rederas gallegas, sobre el que se hará una somera reconstrucción para señalar sus fases clave. A partir del mismo se identificarán una serie de factores en base a las dimensiones formales, relacionales y contextuales que permitan establecer una serie de conclusiones en cuanto a la relación de este proceso por invitación y la adquisición de ciertas cuotas de poder por parte de las mujeres en la toma de decisiones. Alternativas a la representación y participación de las mujeres Son muchas las investigaciones que hablan de la crisis en la democracia representativa. Apatía ciudadana hacia la política formal y los mecanismos de democracia representativa; desconfianza de la ciudadanía hacia los actores políticos tradicionales y hacia las instituciones vinculadas al sistema (Suso, Martínez y Gorostidi, 2012) son algunas de las expresiones de dicha crisis. Existe una alarmante ingobernabilidad en las sociedades actuales (Rojo, 2005), donde los gobiernos no tienen capacidad para responder a las demandas sociales ni a la complejidad de las problemáticas. En esta línea, la búsqueda de interacción entre actores parece haberse convertido en una posible solución: hay que construir y coordinar redes de confianza, negociación y acuerdo, estableciendo la cooperación como principio de acción. Es decir, debemos hablar de un gobierno relacional, que actúe de organizador y facilitador de consensos. Una vía que pasa por incorporar nuevos modos de cooperación y formas decisorias, así como un sesgo participativo que complemente la democracia actual (Espiau, Saillard y Ajangiz, 2005). Sin embargo, los beneficios de la participación no parecen abarcar unas verdaderas acciones transformativas respecto a la igualdad de género. Ni las instituciones ni los colectivos reflexionan sobre las implicaciones de las diferencias de poder entre hombres y mujeres y, por tanto, tampoco en cómo corregirlas (Bergantiños, Ibarra y Martínez, 2011: 210), de forma que se relega a las segundas en la participación en el espacio público y en la toma de decisiones. Varios estudios han constatado que el desarrollo de procesos participativos no conlleva efectos transformativos en el sistema sexo – género (Mansbridge, 1990; Phillips, 1996; Young, 1996; Bergantiños, Ibarra y Martínez, 2011; Larrinaga y Amurrio, 2012). Se puede decir, por tanto, que “los modelos que pretenden paliar la crisis de legitimación de la democracia representativa reproducen los desequilibrios de poder entre hombres y

mujeres” (Suso, Martínez, y Gorostidi, 2012: 1). Estas cuestiones han despertado una crítica feminista a las implicaciones de los mecanismos de deliberación y participación de los modelos alternativos a la representación. Sin embargo, se reconoce la capacidad de la participación para modificar comportamientos de las mujeres, pudiéndose establecer una relación entre implicación en redes de políticas públicas y adquisición de poder por parte del colectivo femenino. Asumiendo sus limitaciones, la participación implica para muchas mujeres romper el cerco del encierro doméstico, y una adquisición de autoestima y empoderamiento (Larrinaga y Amurrio, 2012). Otras investigaciones, como la de Eva Alfama sobre el movimiento generado contra el Plan Hidrológico (2010) secundan esta premisa. Muchas mujeres, mediante su acción, producen un desbordamiento de la dominación por cuestiones de género en el espacio público adquiriendo protagonismo en los procesos y, modificando, a su vez, el ámbito doméstico y privado. Cuestión también abordada por Fátima Cruz en el estudio de la Asociación de las Mujeres para la Equidad en la Montaña Palentina (2007). Esta línea es la defendida en el presente trabajo. El estudio de las rederas gallegas ha permitido observar que existen ciertas ofertas participativas institucionales que se han caracterizado por adquirir cierto éxito en la adquisición de poder por parte de las mujeres (Martínez, 2012; 2010). La investigación sobre el proceso impulsado con este colectivo feminizado del sector pesquero posibilita la relación entre la participación en políticas públicas en contextos de gobernanza y empoderamiento en torno a su posición en la comunidad. Lo dicho en estas líneas exige precisar cuál es la concepción de empoderamiento de la que se parte en este trabajo, concretándolo en el caso de partida del estudio, las rederas gallegas, que servirán de indicadores para una futura comparación. Empoderamiento en torno a las rederas gallegas Lo dicho anteriormente exige precisar cuál es la concepción de empoderamiento de la que se parte en este trabajo, concretándolo en el caso de partida del estudio, las rederas gallegas, que servirán de indicadores para una futura comparación. Empoderamiento es una estrategia de creación de condiciones personales y colectivas que posibilitan el acceso de la mujer al espacio público, equilibrando las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Es decir, se trata de una herramienta contra la desigualdad y la discriminación, potenciando el papel de las mujeres en dos direcciones: hacia la autonomía individual y la organización colectiva (De León, 2001). Por lo que implica trabajar tanto en el ámbito individual de la concienciación, formación

y autoestima como en el ámbito de lo socioeconómico, lo cultural y lo político, asumiendo las premisas que destacan la actuación sobre este plano colectivo como el prioritario (Miyares, 2003; De León, 2001, Martínez y Zilbeti, 2007). En este sentido, este estudio se apodera del marco analítico que incide en la importancia de la distribución pero también del reconocimiento para explicar la posición subsidiaria de las mujeres en todos los ámbitos de la vida (Young, 2000; Fraser, 1997). Cabe citar las palabras de Alicia Miyares (2003: 57) a este respecto: Las mujeres están expuestas a la coacción de la división sexual del trabajo, a la coacción reproductiva, a la coacción salarial, a la coacción del mercado, a la coacción empresarial. Pero sobre las mujeres pesan también las coacciones normativas y culturales [...]. La libertad de las mujeres se ve constreñida por un déficit en los recursos y por un superávit de necesidad, moral y costumbres. Atendiendo, por tanto, a los diferentes niveles podemos señalar una serie de indicadores que nos orienten sobre la clasificación de exitoso respecto a su impacto sobre el empoderamiento en ciertos procesos de participación institucionales. -

Nivel político: Organización (creación de colectivos y redes); influencia en la toma de decisiones (interlocución con la administración y otros colectivos en todas

las

escalas

territoriales);

autonomía

organizativa;

y

capacidad

movilizadora. -

Nivel económico. Acceso y control de recursos productivos; iniciativa y autonomía económica; calidad y dignificación del empleo.

-

Nivel social y cultural. Reconocimiento de sus aportaciones a la comunidad; valoración

social;

visibilidad;

y

comunicación

(acceso

a

canales

de

información). -

Nivel individual: psicológico – personal. Autoestima –confianza en las capacidades

propias

y

priorización

de

intereses-;

confianza

externa;

autonomía; y habilidades sociales (hablar en público, liderazgo, formación...). Siguiendo estos premisas, se ha podido observar que existen procesos que cumplen estos requisitos. En este estudio nos hemos centrado en las rederas gallegas, un colectivo feminizado que parte de una situación de extrema gravedad dentro del sector pesquero y cuya problemática atiende a todo un conjunto de factores económicos, políticos, sociales y culturales. .

Estas profesionales parten de unas condiciones de invisibilidad, marginalidad y precariedad que comprometen el futuro del sector. Como grupo afectado no contaba con la influencia suficiente para presionar a la administración de cara a una actuación pública. Ellas mismas reconocen que son un “pequeño grupo de mujeres“ frente a un entramado de intereses compuesto por armadores y empresas de efectos navales; lo que se ve agravado por la escasez de redes organizativas y de recursos colectivos entre las rederas, debilitándolas todavía más. Esta circunstancia las coloca en una posición de debilidad a la hora de interaccionar con representantes políticos o con otros actores, como las cofradías de pescadores; y las limita a la hora de presentar un liderazgo fuerte y una línea estratégica definida. La escasa valoración de su oficio y la consideración de actividad no central en la comunidad pesquera al no ser extractoras las aísla todavía más, ubicándolas en el último eslabón de la cadena. Además de una marginalidad en la comunidad pesquera en general, las rederas sufren una discriminación de género respecto a los hombres que se dedican al mismo oficio. Se trata de una consideración muy importante no sólo en términos de justicia social, sino también porque provoca una diversificación de los intereses dentro de la profesión, ya que no están afectados por los mismos problemas y los rederos se desmarcan de las reivindicaciones de sus compañeras. De esta manera, el acercamiento al problema de las rederas no es una cuestión fácilmente manejable, debido a su amplitud, al aislamiento de las rederas en la comunidad pesquera, a una situación de grave marginalidad, y a la existencia de una discriminación de género. De esta manera, la nota predominante de su realidad era la invisibilidad; una ausencia absoluta del ámbito político, económico y social. Pero la situación ha cambiado y las aproximadamente 700 rederas legales se han implicado en el desarrollo de un proceso compartido con la administración. Se han hecho visibles, su presencia ya se ve en proyectos, estudios y medios de comunicación y sus voces son escuchadas, pero muchos de los desafíos a los que tienen que enfrentarse siguen persistiendo a lo largo del tiempo. El principal, el intrusismo, calculándose una cifra en torno al 65%, que las obliga a trabajar por menos de tres euros para competir con este mercado sumergido, en jornadas de trabajo que llegan a las 10 y 12 horas. Un proceso de profesionalización y dignificación Con el objetivo de organizar y racionalizar la profesión de las rederas se inició el proceso de la mano de los y las agentes de Extensión Pesqueira de la Consellería de Pesca e Asuntos Marítimos, siguiendo el modelo desarrollado con las mariscadoras. Desde finales de 2002, comienzan su andadura por los puertos, contactando con las

rederas de diferentes lugares preguntando por las cofradías, por los pueblos, intentando establecer un diálogo directo con las profesionales ya que muchas de ellas trabajaban en sus casas y eran pocas las que se reunían en el muelle. Tras este importante trabajo de campo, imprescindible para concienciar a las afectadas que todavía no lo estaban e incorporarlas al proceso, se reunieron en Santiago de Compostela aquellas rederas que estaban interesadas en dar un paso más para mejorar su situación. Se trataba del I Encuentro de Rederas, celebrado en abril de 2003, desde el que surgieron varias propuestas: reunir a profesionales de distintos puertos y artes; conseguir que fueran conscientes de la importancia del sector para incrementar su autoestima; darle la oportunidad para dialogar sobre sus problemas; y abrir las puertas hacia el asociacionismo local. A partir de estas premisas, durante la jornada se desarrollaron una serie de charlas informativas y mesas de trabajo para que los grupos debatieron la problemática que les afectaba con la presencia de representantes del ámbito político y técnico. Todo ello siguiendo un modelo participativo, en el que las rederas se implicaran y se convirtieran en las protagonistas. Al principio se insistió en las peculiaridades de cada puerto, viendo la situación de forma particular, pero a medida que se desarrollaban los debates y las intervenciones se imponía una visión común de su realidad en torno a una identidad y mentalidad colectiva, llegándose a una serie de conclusiones que definirían la estrategia a seguir los próximos meses: la petición de colaboración a la administración para eliminar el intrusismo; la homologación de titulaciones, organizando cursos por niveles y el reconocimiento de la experiencia profesional, intercambiándola por módulos profesionales; la fijación de precios mínimos y la constitución de asociaciones a nivel local para desarrollar, con posterioridad, entidades en ámbitos superiores. Para lograr estos objetivos, también establecieron las dificultades a las que se enfrentaban, entre las que se señalaron cuestiones objetivas y subjetivas. Entre las primeras, se encuentra su posición al final de la cadena del sector pesquero, en una situación de crisis y de subsistencia permanente, junto a la existencia de una división interna que las sitúa en diferentes esferas, ya que unas trabajan para barcos propios o familiares y otras lo hacen para armadores. Por su parte, las dificultades subjetivas parten de su infravaloración y de la falta de reconocimiento de su trabajo, lo que se entiende desde una perspectiva de género, ya que no ocurre lo mismo en el caso de los rederos, sufriendo las profesionales femeninas la segregación vertical junto a la

horizontal. Pero señaladas las dificultades, se mostró el acuerdo de que para superarlas era necesaria la unión. Seis meses después, con la celebración del II Encuentro en Santiago, ya se habían creado ocho asociaciones y tres estaban en proceso. Se produjo un intercambio de las experiencias vividas en la creacion de cada asociación, narrando las dificultades y ventajas que se encontraron. Y se sentaron las bases para la creación, a finales del año 2004, de la Federación Galega de Redeiras Artesás O Peirao, con los siguientes objetivos: Dignificar socialmente la profesión de rederas; hacerse visibles ante la sociedad; luchar contra el intrusismo profesional; mejorar las condiciones laborales y los ingresos; garantizar el relevo generacional para la profesión; buscar nuevas salidas profesionales para el oficio; mejorar la formación; y el reconocimiento como titulacion académica. Estos encuentros, que se han estado celebrando regularmente hasta la actualidad, junto al trabajo de la Federación, han permitido reunir a las profesionales en un mismo espacio y permitir el debate entre las afectadas, actuando como germen para mantener continuos contactos, reuniones y organizar viajes conjuntos de las asociaciones, en los que se iba formando una identidad colectiva. Proyectos llevados a cabo desde la Administración, como el Plan “Arlinga” impulsado desde la Secretaría Xeral de Igualdade en 2008, se centraron en profundizar en la formación; en fomentar el cooperativismo y en visibilizar el oficio de las rederas. El resultado ha sido la creación de trece asociaciones, de las que nueve actualmente integran la Federación, con 137 rederas miembras. También se creó una cooperativa, pero ante la incapacidad de competir con los bajos precios de las redes irregulares tuvieron que abandonarla. Hay un antes y un después en lo que respecta a la visibilidad del sector, ya que se han hecho un hueco en los medios de comunicación, han sido reconocidas por la sociedad y son tomadas en cuenta por la administración, convirtiéndose en interlocutoras políticas implicadas en su problemática. Resultados más objetivos han sido el reconocimiento profesional de su oficio mediante la cualificación (unas doscientas mujeres han conseguido el certificado de profesionalidad en su primera convocatoria), así como de muchas de sus enfermedades profesionales. En los distintos parlamentos se habla de sus propuestas, como la del sello homologado para identificar las redes legales o el problema del intrusismo; participaron en la elaboración del Libro Verde la Pesca; el sector pesquero las llama para opinar; se han incorporado a proyectos tan novedosos como el de EcoRedes, para el cuidado del medioambiente. Han establecido conexiones con rederas

del País Vasco, Asturias y Cantabria en un esfuerzo común para mejorar su situación. Están participando en planes de diversificación de su oficio; han pasado a formar parte de Artesanía de Galicia y un largo etcétera. Sus comentarios, vivencias y trabajo aparecen continuamente en los medios de comunicación y están impulsando su visibilidad en las redes sociales (Martínez, 2012). Y tienen claro cuál son sus retos y planes de futuro: incrementar su colaboración con las organizaciones de pescadores como socias o miembras; diversificar el sector; ampliar su formación para ayudarlas en este objetivo o que atiendan a cuestiones de nuevas tecnologías, para crear páginas web, dar a conocer su oficio, etc.; unificación total y general de precios para evitar una competencia entre las profesionales; y coordinación con la administración y la federación para erradicar el intrusismo: creación de un censo profesional de rederas; reconocimiento de enfermedades laborales y del coeficiente reductor; ayudas económicas para la cotización o el alquiler de naves; o la subvención mediante los fondos europeos de la “carta de artesanía” en torno al sello diferenciador y marca de garantía de calidad. Estas y otras cuestiones son en las que tienen que trabajar las rederas, en colaboración con el resto de actores, para dignificar y profesionalizar definitivamente el colectivo, garantizar el relevo generacional, trasladando su entusiasmo por el oficio; y ver reconocida su aportación a las desarrollo sostenible de las comunidades pesqueras. De esta manera, las rederas han desarrollado un proceso de empoderamiento en los términos que se han citado anteriormente, abarcando tanto aspectos políticos y sociales como culturales e individuales. El punto de atención se ubica, así, en observar las cuestiones que han podido influir en esta adquisición de poder tanto individual como colectiva por parte de estas mujeres. ¿Qué factores han incidido en el proceso de empoderamiento? El objetivo de esta comunicación es realizar una primera aproximación de aquellos factores que pueden influir en la consecución de cierto éxito en el empoderamiento femenino en los procesos de participación por invitación. Así, en un análisis inicial se toman en consideración diversas variables que se agrupan en tres dimensiones: -

Dimensión formal: características objetivas del proceso: tamaño (número de participantes); destinatarias e implicadas en el proceso; problema al que se quiere dar respuesta; objetivos (motivación); presupuesto; escala territorial;

convocatoria y mecanismo. Es decir, se trata de manejar la documentación interna (informes, documentos, convocatoria...). -

Dimensión relacional: dinámicas individuales y colectivas desarrolladas en el proceso: formación y habilidades sociales; repertorios de organización y asociación (funcionamiento interno, pertenencia a redes, movilización); interlocución, iniciativa y autonomía respecto al resto de actores.

-

Dimensión contextual-institucional: estudio de los marcos estructurales y contextuales en los que se desarrollan los procesos: situación de partida de las destinatarias (descripción de su realidad); contexto participativo previo (experiencias anteriores, redes existentes, fortaleza del grupo líder); estructura de

oportunidad

política

(apertura

del

sistema,

diseño

institucional,

alineamientos políticos); la propia experiencia (impulsor de la participación – liderazgo-, recursos, capacidades y estrategias; estructura de la red); tecnificación y politización.Sin embargo, ante la imposibilidad de desarrollar un análisis exhaustivo de cada uno de estos aspectos en la presente comunicación, se insistirá en aquellos que parecen tener una incidencia mayor y más directa sobre el empoderamiento. Si bien el hecho de que esté dirigido a un sector profesional concreto con intereses similares parece facilitar la puesta en marcha de un proceso colectivo, es relevante centrarse en alguna de las cuestiones relacionales y contextuales. El contexto previo parte de una desorganización y atomización graves. Sólo existía una cooperativa aislada en Portosín y cada puerto e, incluso, cada redera realizaba su trabajo de forma individual, agudizado por el hecho de que muchas de ellas trabajaban en sus casas. Por el contrario, también hay algunas de ellas, con cierta capacidad de liderazgo, que son conscientes de la necesidad de una actuación por parte de la administración para mejorar sus condiciones laborales y que se convierten en la vanguardia de las reivindicaciones. El trabajo de estas líderes se ve facilitado por una flexibilización de la estructura de oportunidad política provocada por la apertura del sistema derivada del proceso previo con las mariscadoras. Se relaciona con la policy window que Kingdom teorizaba atendiendo a situaciones en las que la arena política está más abierta, convirtiéndose en marcos de oportunidades para que actores menos influyentes puedan incorporar sus reivindicaciones. O lo que Cobb y Elder llaman patrón de receptividad en la tarea gubernamental, derivado de las prácticas institucionales establecidas o de las rutinas administrativas que ofrecen buenas oportunidades,

periódicamente, para colocar asuntos nuevos en la agenda política. El trabajo previo con las mariscadoras había concienciado a la Consellería de Pesca de que para desarrollar una política eficaz, eficiente y legitimada por el colectivo necesitaba la implicación de las afectadas y de los niveles administrativos más próximos al sector. De esta forma, la política se convirtió en un proceso continuo de interacción y negociación entre los representantes de la Xunta y las implicadas, produciéndose una doble estrategia de adaptación mutua entre la Consellería y las rederas y entre el centro político del departamento y sus niveles operativos (Mahou, 2008) para aproximarse a la complejidad y diversidad de intereses y planteamientos que rodean a la problemática de las atadoras. En este sentido, la centralidad del equipo técnico del Servicio de Extensión Pesquera, que ya había trabajado con las mariscadoras, fue imprescindible para el inicio y desarrollo del proceso. Siendo todas mujeres y bajo un compromiso feminista, “vieron” a estos colectivos de mujeres cuando nadie lo hacía e imprimió un estilo distinto a la hora de implementar políticas públicas, interaccionando con el entorno e incorporando a las propias afectadas en la toma de decisiones. Estas trabajadoras públicas se convierten en verdaderos policy-makers, que actúan bajo un grado elevado de discrecionalidad. Son los Street Level Bureaucrats a los que hace referencia Lipsky ya en la década de los ochenta (en Mahou, 2008). Los niveles intermedios de la Consellería tienen mucha influencia en el proceso de rederas, ya que poseen una serie de recursos fundamentales: capacidad profesional y conocimiento directo de la política y sus efectos, aciertos y errores; posesión de una red de contactos tanto dentro de la administración como entre las propias afectadas y otros actores clave; y tienen una considerable influencia sobre el colectivo, para que acepten y se impliquen en las medidas institucionales. Es decir, se produce una contingencia que se encuentra en la confluencia de un personal técnico implicado, interesado y con recursos suficientes para movilizar al resto de actores; una institución dispuesta a iniciar otro proceso con colectivos feminizados del mar con el objetivo de aumentar la eficiencia de la política de mejora de las circunstancias de las rederas y dinamizar el sector; y unas profesionales comprometidas. Esto permitió una política llevada a cabo en un contexto de red, manteniendo la postura incrementalista y participativa por parte de la Consellería en lugar del enfoque racional gerencialista de etapas anteriores, adaptándose a un escenario plural y fragmentando pero repleto de voluntad de consulta, diálogo y negociación con unas profesionales involucradas en la dignificación de su trabajo.

La insistencia en la organización ha sido otro de los factores relevantes. Aunque en los inicios del proceso, las rederas centraban la definición de las causas de su problemática en el intrusismo, durante la negociación se acordó que la organización y la formación eran métodos que atajaban de forma más profunda la marginalidad del sector. Se coincidió en que un mero incremento de las inspecciones únicamente agravaría la excesiva dependencia del colectivo hacia las instituciones, de manera que la solución pasaba por atender a los problemas de dispersión y aislamiento. Su agrupación en asociaciones y su perfeccionamiento profesional las dota de capacidad para interaccionar con los otros actores de la red y de identidad y conciencia colectiva para visibilizar y reforzar sus reivindicaciones. Del mismo modo, se fomenta un funcionamiento autónomo, con pero también al margen de las instituciones, delimitando sus propias actuaciones y movilizando sus recursos sin condicionamientos institucionales. Por otro lado, el énfasis en la formación ha proporcionado, en muchos aspectos, una adquisición de habilidades sociales, políticas y profesionales. Éstas permiten ahondar en sus capacidades para la negociación y el emprendimiento, incrementando su confianza personal y grupal y fomentando la creatividad en la búsqueda de una mayor diversificación de su sector, ampliando los horizontes de su profesión. El logro del reconocimiento de su oficio ha incrementado su autoestima y la implicación en el proceso les ha permitido priorizar sus intereses y valorar su propia aportación en su entorno más cercano y a la comunidad en general. De hecho, son muchos los proyectos comunitarios que inician su andadura, en los que colaboran con los Grupos de Acción Costeira en diferentes puertos. Su continua aparición en los medios de comunicación las ha dotado de visibilidad y, con todo ello, han reforzado el orgullo hacia su profesión, incrementando las posibilidades de futuro de esta profesión tan vinculada a la tradición e imaginario de la pesca gallega. Conclusiones La puesta en marcha de mecanismos de democracia participativa ha demostrado que son pocas las veces que se tienen en cuenta las desigualdades entre hombres y mujeres. De hecho, en la mayoría de las ocasiones ni siquiera existe una reflexión transformativa respecto a la discriminación de género. En muchos procesos se facilita su acceso a la participación pero sin cuestionar su posición tradicional en la sociedad, primando una estrategia de “mujeres en la participación” sobre la estrategia de “género en la participación” (Espiau, Saillard y Ajangiz, 2005).

Por ello, determinar los factores que pueden influir en el desarrollo de procesos de empoderamiento para las mujeres puede ser un paso hacia delante para corregir esta deficiencia en las formas alternativas a la representación. Así, el análisis del caso de las rederas gallegas, identificado como exitoso en este sentido, puede ofrecernos algunas pautas a tener en cuenta en otros mecanismos, aunque el objetivo de este trabajo se limita a ser un compendio de observaciones someras para un desarrollo más profundo en un futuro. En este estudio previo se han señalado una serie de indicadores que influyen en la adquisición de poder por parte de las mujeres. Una experiencia anterior exitosa que permite una flexibilización de las estructuras políticas, abriendo el sistema a las demandas de las rederas. Un equipo técnico, concienciado respecto al género y entrenado en procesos implicativos respecto a los sectores afectados, que dialogan directamente con las atadoras y se desprenden de los intermediarios. Una negociación cara a cara para conocer sus problemas, necesidades e intereses y una puesta en común de los mismos para crear una conciencia colectiva. Unas profesionales implicadas en la mejora y reconocimiento de su oficio, que invierten esfuerzos y desarrollan cambios personales para llevarlo a cabo. La insistencia en la formación para la adquisición de habilidades sociales y políticas; y el fomento de la organización para aunar las voces de las rederas en una sola, lograr su autonomía y promulgar su movilización, así como facilitar el establecimiento de redes con otros colectivos, adquiriendo mayor fuerza en sus reivindicaciones. De esta manera, ha habido un antes y un después desde el inicio del proceso y, sobre todo, desde la creación de la Federación Galega de Redeiras Artesás, sobre todo en lo que respecta a la visibilidad del sector, ya que se han hecho un hueco en los medios de comunicación, han sido reconocidas por la sociedad y son, en cierta medida, tomadas en cuenta por la Administración. Esto no se traduce en un éxito pleno: el combate contra el intrusismo no es todavía eficiente, ya que los intereses de intermediarios, armadores y efectos navales se imponen a la hora de tomar medidas por parte de la administración. Su situación de aislamiento no se ha corregido totalmente, si bien es cierto que cada día las rederas participan con las organizaciones de pescadores en la promoción de sus comunidades y en la dinamización y diversificación del sector; y respecto a los profesionales masculinos muestran cada vez un mayor interés en implicarse en las reuniones y en las organizaciones de sus homólogas, vistos los resultados que están consiguiendo, si bien son muchos los que mantienen el recelo.

También existen reticencias en el interior del colectivo Muchas de ellas únicamente

buscan

beneficios

inmediatos

y

no

muestran

respaldo

a

las

reivindicaciones. Por ello, la influencia del contexto debe ser tenida también en cuenta en la elaboración de políticas y las comunidades pesqueras gallegas se han caracterizado por un individualismo y un cortoplacismo que está costando mucho transformar, pero va cambiando. Por otro lado, la incertidumbre ocasionada por la falta de respuestas institucionales, sobre todo en torno al intrusismo, agrava la desvinculación de muchas rederas, ya que el paso del tiempo sin resultados materiales –ingresos, carga de trabajo...- acaba por minar el compromiso de algunas. Aunque son muchos los desafíos a los que tienen que enfrentarse las rederas, a través de la organización, la lucha colectiva y la confianza en sus propias capacidades seguirán avanzando hacia sus objetivos. Las rederas, de la mano de otros actores institucionales y técnicos, han dignificado y visibilizado su realidad, efectuando los primeros pasos en su camino hacia el empoderamiento.

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Iustitia

interrupta:

Reflexiones

críticas

desde

la

posición

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