Desde el Riachuelo: arqueología de la basura, práctica teórica, simbolismos disciplinarios y diseños proyectuales para Buenos Aires

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Descripción

Francisco M. Suárez y Pablo J. Schamber (compiladores)

Recicloscopio IV Miradas sobre dinámicas de gestión de residuos y organización de recuperadores

Recicloscopio VI : miradas sobre dinámicas de gestión de residuos y organización de recuperadores / Francisco M. Suárez ... [et.al.] ; compilado por Pablo Javier Schamber y Francisco M. Suárez. - 1a ed. - Los Polvorines : Universidad Nacional de General Sarmiento, 2015. 352 p. ; 21x15 cm. - (Cuestiones metropolitanas) ISBN 978-987-630-207-4 1. Sociología Urbana. 2. Cartoneros. I. Francisco M. Suárez II. Schamber, Pablo Javier, comp. III. Francisco M. Suárez, comp. CDD 305.569 Fecha de catalogación: 16/04/2015

© Universidad Nacional de General Sarmiento, 2015 J. M. Gutiérrez 1150, Los Polvorines (B1613GSX) Prov. de Buenos Aires, Argentina Tel.: (54 11) 4469-7578 [email protected] www.ungs.edu.ar/ediciones Diseño gráfico de colección: Andrés Espinosa - Dirección General Editorial - UNGS Diagramación: Franco Perticaro - Dirección General Editorial - UNGS Corrección: Gabriela Laster ISBN: 978-987-630-207-4 Hecho el depósito que marca la Ley 11723 Prohibida su reproducción total o parcial Derechos reservados Impreso en Docuprint S. A. Calle Tacuarí 123 (C1071AAC) Ciudad de Buenos Aires, Argentina, en el mes de abril de 2015. Tirada: 400 ejemplares.

Índice Presentación / Francisco M. Suárez y Pablo J. Schamber.................................................... 9 Buenos Aires Metropolitano: gestión, trayectorias y flujos....................17 El flujo de materiales en la gestión de residuos de la Región del Gran Buenos Aires (RGBA) / Carlos A. Ruggerio, Jaquelina Tapia, Daniela Caprile................................ 19 Basurópolis / Cinthia Shammah..................................................................................... 45 Institucionalización de la recuperación de residuos en la ciudad de Buenos Aires / Marie-Noëlle Carré................................................................................... 67 Organizaciones y territorios..................................................................91 Procesos de investigación-acción participativa utilizando metodologías audiovisuales con cooperativas de cartoneros/recuperadores/recicladores (2007-2013) / Alex Portugheis......................................................................................... 93 Más allá del “agregado de valor”: cultura material y sociogénesis tecnológica en la Cooperativa Reciclando Sueños (La Matanza, provincia de Buenos Aires) / Sebastián Carenzo................................................................................... 115 José León Suárez, capital de la basura. La política de residuos sólidos urbanos enfocada desde un caso local / Raúl Néstor Álvarez................................................................................. 143 Caracterización de los recolectores de materiales reciclables proveedores de un depósito de Quilmes / Pablo J. Schamber, Miguel Lacabana, Federico Moreno........................... 161 7

Panoramas y contextos........................................................................183 Desde el Riachuelo: arqueología de la basura, práctica teórica, simbolismos disciplinarios y diseños proyectuales para Buenos Aires / Marcelo Weissel....................................................................................... 185 Estrategias de manejo de los residuos sólidos en el Delta. Prácticas de los actores sociales: residentes permanentes y temporarios / Tatiana Manotas Romero........................................................................ 205 “Ayer fábrica, hoy basural, ¿mañana qué?”. Un basural en José C. Paz, Buenos Aires / Eduardo Lamarque, Verónica Meaurio, Matías Monticelli, María del Rocío de Arcos Nieva, Santiago Piaggio, Ludmila Benítez ...... 235 Quilmes Recicla. Aspectos ambientales y sociales de una experiencia municipal de recolección selectiva / Nadia Molina y Anahí Cipolla................................................................. 261 Otras ciudades, configuraciones semejantes........................................277 Ciudad de México: el funcionamiento informal del servicio de recolección y la separación del orgánico / Pietro Luppi, Stefano Mucciarella............................................................ 279 El ecologismo de los pobres: la lucha de los recicladores en Delhi (India) como resistencia a la acumulación de capital / Federico Demaria.................................................................................... 305 Recicladores de base en Chile. Contexto y perspectivas futuras / Álvaro Alaniz........................................................................................... 323

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Desde el Riachuelo: arqueología de la basura, práctica teórica, simbolismos disciplinarios y diseños proyectuales para Buenos Aires Marcelo Weissel* Introducción El presente ensayo está inspirado en una capitalización de saberes arqueológicos y urbanísticos sobre el Riachuelo. Pretende dar cuenta de una visión urbana e industrial de la vida humana en Buenos Aires y de la vinculación entre residuos, ecología urbana y arqueología. En esta línea se conceptualiza la basura en el marco de una arqueología del saber sobre Buenos Aires. Más concretamente, una actividad docente, compuesta de varias sesiones, realizada entre los meses de agosto y diciembre de 2012,1 fue disparadora del texto que aquí se desarrolla. Se trató de un conjunto de sesiones motivadoras de la vinculación entre residuos, ciudad y Riachuelo. *  Study Abroad Program Buenos Aires 2012, Arizona State University-Universidad Torcuato Di Tella, Proyecto Antropodinamia de la Cuenca Matanza Riachuelo, Departamento de Ecología y Ciencias Ambientales, Universidad Maimónides, Ciclo de Licenciatura en Museología Histórica y Patrimonial, Universidad Nacional de Lanús. [email protected] 1  Así se desarrolló el Seminario de Investigación Residuos Públicos: Investigación en Sustentabilidad Socio Material, dictado en idioma inglés por quien escribe, en el marco del curso Proyecto Detrito Urbano: la Ecología del Bienestar Público, del arquitecto Claudio Vekstein. A lo largo del semestre, se desarrolló una estrategia de exploración sobre la gestión de la basura como problema de infraestructura urbana social. Los estudiantes de arquitectura cursaron clases de investigación, talleres, hicieron presentaciones parciales y finales con jurados, relevamientos y visitas a centros verdes modelando propuestas de escenarios a partir de la unión de enfoques disciplinarios de arquitectura, diseño y paisajismo, en un sentido proyectual.

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Sesión 1. Viaje al interior de la basura y situación ambiental. Ecología urbana en una sociedad de consumo. Del pastizal pampeano a la calle de soja. El residuo sólido de Buenos Aires en el espacio y el tiempo, edificios y personas. Basura in situ / ex situ / de facto. Ejercicio conceptual con fragmentos de basura de Valentín Alsina, Lanús (fotos 1-2). Sesión 2. Los límites de la modernidad. Los otros sociales de la basura. El arte y la basura. Le project du garbaje. Sesión 3. La producción de identidad. Identidad de producción: los comportamientos humanos y sus alcances. Materias primas sociolocales. Urbanas, en movimiento, formación y sin formación, comunicación, arte, arquitectura. Las clases destacaron los alcances sociales de la cultura material para la arquitectura proporcionando los instrumentos básicos para hacer frente a los trabajos de carácter público en las ciudades. Con estos criterios, los estudiantes debían realizar un trabajo final (sesión 4) en el que debían emplear al menos un documento gráfico urbano (un mapa, un plano, un proyecto, un sitio web), una obra de arte o de arquitectura y utilizar asimismo un texto de la bibliografía. Esta metodología de trabajo y los resultados alcanzados destacan el rol crítico de la política y del individuo moderno urbano en la valorización de la basura desde el patrimonio cultural material e inmaterial. Patrimonio, en suma, como derechos esenciales de identidad y de sabiduría ambiental de un pueblo (Robrahn-González y otros, 2012). Estos aspectos sirven para discutir los alcances, la participación y la cooperación en ecología urbana a la luz de los límites prácticos de su filosofía en una sociedad de consumo. Estos planteos se asociaron de manera lógica y ética para revisar algunas dimensiones disciplinares de los estudios de los residuos sólidos de Buenos Aires. En el texto se presentan extractos de los trabajos de los estudiantes, que aparentan confrontar la modernidad alienada y ávida de más alienación: modelos técnicos ideales que buscan reflejar una de las realidades del mundo urbano: la desaparición cotidiana de la basura (Zizek, 2008). Este trabajo sugiere planteos sobre la basura y el paisaje contaminado como problema de gestión para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El esquema de trabajo se planeó a manera de investigación-docencia, su objetivo fue hacer visibles las herramientas de pensamiento, los puntos de partida y la lectura de experiencias creativas en el campo de las ciencias sociales entre las que se incluyó la basurología (Rathje, 2001). No obstante, una de las fuentes de inspiración fueron los lenguajes artísticos, como es el caso del Juanito Laguna

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del artista plástico Antonio Berni, más allá de la perspectiva institucionalizada por Daniel Schávelzon (2009). Las sesiones estuvieron atravesadas por una hipótesis de trabajo: que el diseño de las infraestructuras, circuitos y destinos de producción de basura en la ciudad de Buenos Aires es, al mismo tiempo, una política de espacio urbano y de patrimonio. En otras palabras, la política de la gestión de los residuos es política del patrimonio cultural futuro. Tal como señala uno de los requisitos de la Ley 25743/03 (Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico), se consideran patrimonio arqueológico “los objetos que hayan salido de su contexto de uso cotidiano por descarte, pérdida u otro motivo”. Salir de la vida cotidiana es el punto de unión entre el patrimonio cultural y los residuos.2

Ecología y rehabilitación de simbolismos urbanos Slavoj Zizek dijo en el año 2008: “La ecología contemporánea ocupa el lugar de una nueva religión en occidente. La Naturaleza no existe. […] Acostumbrémonos a vivir con la basura, es lo que aman los verdaderos ecólogos”. “Aquí es donde debemos comenzar a sentirnos como en casa”.3 “LOS MUCHACHOS. Trabajando todo el año, con tino y con voluntad, Venimos en esta Navidad, Pidiendo a Dios, que es Divino, Le otorgue a cada vecino, Salud y Felicidad. LOS RECOLECTORES”. Tarjeta de fin de año, Barrio de Villa del Parque, hacia 1980. 3  La ecología […] a lo mejor, es un nuevo opio de las masas. A propósito, como todos sabemos, Marx definió la religión. Qué podemos esperar de la religión, es una especie de máxima autoridad incuestionable. Es la palabra de Dios, así es. Usted no puede debatirlo. Hoy en día, la ecología tiende cada vez más, a hacerse cargo de este papel de ideología conservadora. Cada vez que hay un nuevo avance científico –biogenético, lo que sea– es como si la voz que advierte que no nos falta violar un límite invisible cierto como: “No hagas eso. Sería demasiado”. Esa voz es hoy cada vez más la voz de la ecología. Como “No te metas con el ADN. No te metas con la naturaleza. No lo hagas”. Este sencillo acto conservador de desconfianza es parte ideológica. Esta es la ecología hoy. […] Otro mito muy popular acerca de la ecología es la idea de que los occidentales en nuestro entorno tecnológico artificial estamos alienados de los entornos naturales –que no debemos olvidar que los seres humanos somos parte de la Tierra–. […] Todos sabemos en qué peligro estamos –el calentamiento global, la posibilidad de otras catástrofes ecológicas y así sucesivamente–. Pero ¿por qué no hacemos algo al respecto? Es, creo, un buen ejemplo de lo que en psicoanálisis llamamos negación. La lógica es la de: “Yo sé muy bien, pero actúo como si no lo supiera”. Por ejemplo, en el caso de la ecología, sé muy bien qué es el calentamiento global, todo va a explotar, será destruido. Pero después de leer un tratado sobre él, ¿qué debo hacer? Salgo. Veo árboles bonitos, pájaros que cantan y así sucesivamente. Y aunque sé que racionalmente todo esto está en peligro, yo simplemente no creo que esto pueda ser destruido. Ese es el horror de visitar sitios de una catástrofe como Chernobyl. […] debemos cortar inclu2 

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Esta cita nos remite a muchas preguntas, por ejemplo: ¿cuántos ecólogos (y/o ambientalistas) viven en el Riachuelo?, ¿dónde empieza y dónde termina el Riachuelo?, ¿cuáles son los problemas del Riachuelo, además de la basura y la contaminación hídrica fluvial?, ¿qué factores son los protagonistas en la definición del problema, o de un estado de la cuestión para enseñar y evaluar estrategias de saneamiento y gestión de la arquitectura, diseño y paisajismo de la basura? Preguntas y más preguntas sociopolíticas, económicas cuantitativas y/o cualitativas de acción estatal (Ojeda, 2011). Las urgencias están claras en una agenda con muchos antecedentes (solo basta recordar la expresión facial fotografiada de Jacques Cousteau, o la de un botero famoso junto al presidente Raúl Alfonsín en un bote en el Riachuelo, o la causa iniciada por Beatriz Mendoza que llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación y obligó al saneamiento y el control estatal de la contaminación). La basura, en palabras de Raúl Néstor Álvarez (2011: 116), se basa en una relación social desigual por medio de la cual: “la basura es el conjunto de objetos y restos materiales que han sido descartados por sus propietarios por considerarlos con un valor de cambio negativo”. Así, la basura se ubica dentro del proceso de producción y reproducción del sistema cultural capitalista de la sociedad de consumo. Sin embargo, los que se acostumbran a vivir en la basura no son ni los consumidores, ni los propietarios, ni los ecólogos; son los damnificados de esa relación desigual, quienes viven cerca de los basurales de la Región Metropolitana de Buenos Aires o de los rellenos sanitarios que contienen los desechos de los habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Porque, por más que sea controlada la disposición en el relleno sanitario, si no se separa previamente, es un basural, lugar de las basuras. En un trabajo reciente, discutimos los alcances del concepto de enterramiento y la gestión semiótica de la muerte del Riachuelo basada en el “redescubrimiento” del daño ambiental (Weissel y Rodríguez, 2012). En ese caso, so más las raíces en la naturaleza. Necesitamos más alienación de nuestro mundo de vida, de nuestra, por así decirlo, naturaleza espontánea. […] Debemos desarrollar, creo, un materialismo abstracto nuevo, una especie de universo matemático en el que no hay nada. No son solo las fórmulas, formas técnicas, etcétera. Y lo más difícil es encontrar la poesía, la espiritualidad, en esta dimensión de no recrear la belleza, sino de desarrollar entonces la dimensión estética de este tipo de cosas, en sí mismas basura. Ese es el verdadero amor del mundo. Porque, ¿qué es el amor? El amor no es la idealización. […] El amor implica la aceptación de una persona con todas sus fallas, estupideces, puntos feos. […] Se ve perfección en la imperfección misma. Y así es como debemos aprender a amar al mundo”. Taylor, Astra. Examined Life, Zizek, 2008 (www. youtube.com/watch?v=iGCfiv1xtoU).

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la objetivación de la muerte del Riachuelo se conformó como un mandato residual de la economía política, que pesó y pesa sobre la sociedad urbana y los productos materiales de sus “ciudadanos”. Buenos Aires tiene una extensa historia de ideas científicas y desempeños técnico-profesionales que produjeron escritos y ejecutaron políticas sobre la infraestructura física de la salubridad durante el siglo xx (Paiva, 2000). La moderna Buenos Aires se construye con la experiencia de criollos e inmigrantes a la luz de las empresas europeas que manejaban la tecnificación industrial de la infraestructura urbana y sanitaria, que se convirtió en lucrativos negocios cuando aún la basura no era protagonista de los presupuestos anuales del estado porteño (Bordi de Ragucci, 1997). La modernidad, que traía frigoríficos, curtiembres y civilización, oscureció el futuro de las aguas y de los habitantes del presente. La basura como tema nos ha ocupado desde hace un tiempo. Los arqueólogos trabajamos materialmente con los restos de las sociedades pasadas, desde el presente y en función de la gestión del dominio público del patrimonio cultural, aunque haya pocos que tomen posición, lo que demora el debate (Funari y Robrahn-González, 2008). Hoy en día, la arqueología es una industria cultural académica, global y hegemónica integrante de la posmodernidad contemporánea (Shanks y Witmore, 2010). Su amenaza más grande es que si no se sitúa a la par de los problemas sociales, corre el riesgo de perder sentido y utilidad. Pensemos que el arqueólogo trabaja con los vestigios de las sociedades del pasado que llegan a nuestros días, sean estos de miles de años o de unas pocas horas, como es el caso del análisis de la arqueología de la contemporaneidad. Ya no hay lugar para la ingenuidad disciplinaria y el dilema es hacer público el compromiso en la gestión política de los recursos culturales arqueológicos. En los últimos veinte años, las mayores referencias teóricas para el estudio de los restos de las ciudades procedieron del hemisferio norte. Los temas abordados fueron denominados con diferentes eufemismos y campos de interrogación, como los estudios de cultura material moderna impulsados por Daniel Miller de la universidad de Londres (Borgerson, 2005), la basurología de raíz teórica en la arqueología conductual desarrollada por William Rathje de la universidad de Arizona a partir de la década de 1970, o la arqueología del mundo moderno impulsada por Charles Orser Jr. (2000) de la universidad Vanderbilt de Tennessee, Estados Unidos. Podemos destacar que estas contribuciones sirvieron de fundamentos académicos y contaron con amplia difusión en el mercado de los conocimientos globales de la cientificidad, pero

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con tenues críticas sobre su ubicuidad y proyecto político. Autores como los citados impactaron en la referencia de la mayoría de los investigadores en arqueología histórica en el país, pero estaban distantes de la realidad argentina. La relación entre arqueología y basurología en la Argentina trajo como subproductos la publicación de resultados de excavaciones de arqueología urbana, a manera de gabinete de curiosidades, y la elaboración de estudios de residuos para el manejo ambiental. Estas producciones se hacen desde la academia o desde el sector del ejercicio profesional liberal privado. La Argentina no cuenta con una carrera de estudios de basurología, y esta es citada en los medios de comunicación como una ciencia nueva. Sin embargo, durante los últimos 18 años, el trabajo con la materialidad del Riachuelo permitió revisar las formas en que la sociedad se relacionó con la naturaleza, el trabajo, la industria y la basura. En este sentido, un proyecto de arqueología industrial del Riachuelo aborda lo que podríamos denominar “pensamiento sobre la basura o filosofía de la basura”. En un ambiente global cada vez más contaminado por la antropización, el mundo se acerca a asemejarse al Riachuelo; así, en un ambiente hiperantrópico, económico y político, el valor relativo del patrimonio cultural se equipara a la posibilidad de participar en la gestión de bienes y conocimientos de manera consciente y dirigida con fines sociales. Asimismo, esta participación actúa como conjunto de herramientas culturales útiles para sobrellevar la crisis ambiental y la negación nihilista, es decir, aniquiladora de la voluntad individual o grupal de producir ilusiones sociales que caracteriza la sociedad contemporánea (Diken, 2009). Así, se encuentra una vía para avanzar en la negociación por la toma de decisiones y la reflexión. De este modo, se acorta la distancia que hay que recorrer para viabilizar la gestión democrática cooperativa del patrimonio cultural y el gobierno de los componentes del paisaje urbano cotidiano. Sería algo así como construir imaginarios colectivos o ilusiones de forma participativa. La arqueología es caracterizada como una de las disciplinas de la modernidad, la propia cuestión sobre el pasado humano es de profunda raíz occidental y moderna. Y el uso político de la arqueología es fácilmente comprobable en cómo están conformados los museos de los países imperialistas, también cuestionables en nuestro país (Nastri, 2004). Una pregunta fundante y local, pero de carácter sutil, sobre el uso político de la arqueología surgió en conversaciones de campo en las latitudes australes de la Isla de los Estados, en el Atlántico sur, con la profesora Victoria Horwitz en el año 1988: ¿qué tiene más valor para la

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humanidad, una piedra partida con filo o las pirámides de Egipto? Es decir, nos preguntamos quién, cómo y por qué adjudica valor a los restos del pasado; sean estos documentos o monumentos, fragmentos de objetos o piezas arquitectónicas de costo cuantificable en horas/hombre. Hoy nos preguntamos nuevamente lo mismo: ¿en qué momento, lugar y situación se patrimonializa un objeto? O, viceversa, ¿cuándo deja de ser resto, basura, y pasa a tener valor patrimonial? Deconstruyendo la duda, prima el evolucionismo entre los sujetos y objetos interlocutores: la piedra, la pirámide y los que preguntan, arqueólogos profesionales y estudiantes en el “confín de la tierra” de los años ochenta del siglo xx (en la actual Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur). No hay voces del pasado presentes en la pregunta, solo menciones a los objetos. La pregunta se hace en nombre de la humanidad desde un presente todopoderoso y positivo, desde un presente “evolucionado” en el sentido común de la práctica científica durante una excavación. Más allá de lo exótico de las denominaciones, se observa la influencia del sentido común que forma parte de esta pregunta. El sentido común, la concepción más difundida de la vida y de la moral, es lo que Gramsci (2003) denomina “núcleo de buen sentido”, en función del cual las clases sociales establecen la separación entre el “ellos” y el “nosotros”. Temática abordada también desde los conceptos de la filosofía espontánea y la filosofía de la praxis (Bravo, 2006). El sentido común sobre el patrimonio, la sociedad y la basura es el componente principal de las personas; todos “saben” qué hacer con los desperdicios de cocina, todos “saben” que si algo es histórico, es patrimonio. De la misma manera podemos analizar el sentido común del ciclo de la basura; pero para nuestro caso, lo relevante es conocer el sentido común de las personas a cargo de los organismos de normalización burocrática del patrimonio cultural. Brubaker y Cooper (2002) hablan del poder del Estado para distribuir recursos simbólicos e imponer categorías de identificaciones. Así se normaliza y categoriza desde lo más ínfimo, la basura, hasta las grandes políticas ambientales. Allí se encuentran y ejecutan las definiciones de la legalidad técnica de cada momento histórico, que marca normativamente lo que se puede y no se puede, lo que es basura y lo que es resto arqueológico patrimonial, escindiendo la práctica de la teoría, la historia individual de la historia social general, alienando los discursos dominantes sobre ecología, patrimonio y rehabilitación de simbolismos urbanos.

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Fotos 1-2. Materiales de trabajo en clase extraídos de una excavación en la desembocadura del arroyo San Martín, Valentín Alsina, partido de Lanús. Estudio de excavación para colocación planta AySA, Proyecto Antropodinamia de la cuenca Matanza Riachuelo 2012

Foto: Marcelo Weissel.

Así, observamos cómo la mediación semiológica y la tormentosa historia explican la existencia profusa de los contradictorios paisajes contaminados del Riachuelo, de la carga negativa que estigmatizó a los habitantes con sus historias. Allí donde los seres humanos fueron y son protagonistas polisémicos de la historia cultural del Riachuelo como artífices de su historia tecnológica que se extiende sin solución de continuidad, entre grandes acontecimientos socioambientales y millones de experiencias identitarias personales y grupales. Experiencias cotidianas embebidas en los procesos históricos de portuarización, industrialización y urbanización, todos juntos en el marco de la modernidad de la cultura occidental, con sus ideales y expectativas de limpieza, disciplina y normalización económica como principales formas de vida de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, la basura y la suciedad están ahí, son parte constitutiva del mercado comercial y de las prácticas de responsabilidad y consumo. Al mismo tiempo que la sociedad quiere ser limpia y ecológica, se apoya sobre patrones de conductas que crean más y más basura (Moore, 2009). Vivimos en este doble proceso a través del cual la modernidad produce un ambiente imaginario de orden, limpieza y espacio racional; pero al mismo tiempo se afirma en la obsolescencia planificada de los productos y en la constante expansión del consumismo. Por tanto, la modernidad excede materialmente la capacidad de los gestores de residuos para expulsarlos y “purificar” el espacio de la ciudad. Esta estrategia abarca decisiones sobre el uso “higiénico” y segregacionista del espacio urbano

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(Thomasz, 2010) efectivizando formal y empíricamente la verdad subjetiva de la situación cultural de la contaminación. Como argumenta Mary Douglas (1966), la eliminación de suciedad y sustancias contaminantes del espacio de una sociedad es, de hecho, un acto productivo que la sociedad reordena para ajustarse a una idea normativa. Pero, a ojos vista, esta explicación no alcanza. A partir de este resumen de trabajos de estudiantes, se destacan los niveles de análisis técnico: el valor de cambio negativo como una vacancia que debe ser empleada por nuevas empresas o iniciativas privadas de reciclado o de diseño urbano, como el caso de las grandes estructuras urbanas abandonadas, o bien como necesidad de desarrollo de campañas de educación de la población. El uso de la basura en las políticas de valorización energética también busca llenar ese pasivo que significa el valor de cambio negativo de la basura. De cualquier manera, se destaca que, en este caso, las presentaciones de los estudiantes abonan la fuerza de la abstracción técnica indicada por Zizek. En esta perspectiva, la ecología parece ser una nueva religión y sus dioses son quienes toman las decisiones. ¿Podríamos pensar en un valor totémico de la ecología? Sin dudas, el Riachuelo, su basura y todo lo que allí se encuentra tienen valor totémico para la mayoría de la gente. Un valor que se extiende en la percepción del paso del tiempo en un espacio cada vez más cargado de significaciones ecológicas con luchas morales sobre lo que está bien y lo que no.

Institucionalismo cultural de la basura La basura, como materia fuera de lugar, es la amenaza incontenible e incontrolable a la integridad de la ciudad, así como a la higiene de sus ciudadanos, que deben ser higiénicos y normalizados por la rutina de las instituciones. Debido a que la basura está de por sí fuera de lugar, los residuos representan un riesgo para las sociedades urbanas modernas. El higiensimo, la neohigiene y la normalización de los sentidos comunes son campos de una arqueología del saber (Foucault, 2002). El estudio del ambiente desde diferentes campos profesionales presenta una historia para contar. Las visiones profesionales del ambiente concentran la abstracción disciplinaria reduciendo los sentidos polisémicos y, por tanto, polifónicos instalando el carácter hegemónico o desfasado de la institucionalidad, en el sentido que le otorga la ciencia al intervencionismo físico en la construcción regenerativa de la ciudad (Paiva, 2000). Mas en esta breve revisión debemos incorporar las visiones que, divididas entre los paradigmas técnicos (monopolizados por ingenieros sanitarios y ecólogos de las ciencias 193

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“duras”) y la “antropología del cirujeo”, presentan voces de difícil comparación heurística. Escindidas entre los datos “duros” y las más amplias de la experiencia de vivir la basura. Con una perspectiva foucaultiana, Álvarez (2011) destaca la necesidad de emancipar las conductas ciudadanas normalizadas en disciplinas, campos profesionales y formas de vida, como relación política en la basurización. Situando la basura de Buenos Aires en una línea de tiempo (Suárez, 1998), los ejes simbólicos de producción de la basura se imaginan en los comienzos del fogón indígena 8000 años atrás, se estimulan con la primera Buenos Aires (año 1536) y se hacen arrabaleros o “huequeros” desde 1580 con la presencia de esclavos e indigentes. También marcan de manera nítida que la basura, además de ser algo de valor, lo es en términos de su privacidad. La basura no es el descarte de algo que no sirve, sino que se lo entierra cerca y es para que otros no la usen. Hechos que se encuentran en el registro arqueológico de los siglos xviii y xix (Weissel y otros, 2000). Más tarde vendrá la quema, la aparición de los cirujas y del trencito de la basura, conducta repetida luego en todas las líneas de trenes en su etapa constructiva de terraplenes, o del barrio de las latas o de las ranas hacia 1870. Esta organización perdura a escala municipal con eje en la política higienista y se extiende a lo largo de las épocas. Mas El ciruja, tango de 1926 (música de Ernesto de la Cruz y letra de Alfredo Marino), continúa instalando aquello que rebotará en la explicación etimológica académica del “atorrante”. Vivir en los caños de marca A. Torrent fue descartado. Entonces, ¿qué etimología nos queda? Vivir en la basura, ser un atorrante, ser una basura. Ochenta años después de 1870, alrededor de 1950, podemos imaginar a la madre de Juanito tal como lo hace el artista Daniel Santoro escenificando su presencia en cuadros de la lucha simbólica y política sobre el bienestar. Será la llegada de Juanito Laguna en 1961, de la mano de Antonio Berni, la que visibilice la realidad de la basura en las galerías de arte argentino. Algo que se potencia hasta el presente en muchas clases de educación plástica en escuelas primarias (la pregunta es ¿cuántos años tendría hoy Juanito?, ¿qué fue de su vida?), después de pasar por la mano de Horacio Ferrer y de Ástor Piazzola con el tango Juanito Laguna ayuda a su madre (1968, ver letra en pp. 200-201). Aparecerán luego personajes populares que retraten a ese y otros seres, como seguirá siendo el linyera y el ciruja, “sé igual” parodia Minguito en 1974. Ya luego vendrá la “creación institucional” del CEAMSE, en 1977, como relación política de la basurización. El protagonismo de los cartoneros y del Tren Blanco entre 2001 y 2008, y el texto espejo de Daniel Samoilovich, “El carrito de

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Eneas”.4 Las relaciones de la basurización se extienden a cooperativas, empresas y gobiernos que tienen la palabra sobre los mayores presupuestos sanitarios de la historia de la ciudad. Hoy en día, los cartoneros ya no son llamados así oficialmente, sino que se los busca formalizar como recuperadores urbanos. Estas características ayudan a pensar la sociedad en términos de oposición entre naturaleza y cultura –refundadas en la posmodernidad y la descolonización del pensamiento latinoamericano– discutiendo el reduccionismo del análisis de los urbanistas neoliberales como los procesos orgánicos, de movilidad urbana, etcétera. Pensar en naturaleza y cultura en la Argentina nos remite directamente a otro par opuesto: barbarie y civilización. El cartonero ¿es una recreación de la barbarie que al infringir la norma del colonizado (recuperar y revolver donde otros descartan) hace manifiesta su descolonización y su no modernidad y afronta el estigma del bárbaro? Podemos deconstruir esta aparente paradoja de ser al mismo tiempo naturaleza y cultura. Mas civilización y barbarie es un contrapunto aún más grotesco en su sentido político (heredado de la cultura griega respecto de lo que deben ser las “personas” en la organización de una orbe, primero, y de una sociedad cívica, luego). Una herencia en la que el espacio de la ciudad es un espacio ordenado de estatus y actividades. En esa mirada, lo mejor es que las profesiones manuales y, por lo tanto, más sucias, no entren en la urbe… La modernidad en su historia local impulsó procesos urbanos de descartes, pozos de basura y descarga en los huecos y arroyos. Mientras que la urbanidad instantánea del siglo xix e inicios del xx, descripta por Francisco Liernur, impuso prácticas de cegado y recubrimiento sanitario con cenizas y cal, esta indica el comienzo de las estrategias de incineración que llegan a la quema y los incineradores en dominios de propiedad horizontal como mejoramientos temporarios del bienestar de clase social y “solución” doméstica. Mas el deterioro social y el “orden” cívico dictatorial llevaron a la creación del CEAMSE y el comienzo del relleno sanitario. Los picos de consumo posteriores se acercaron a la crisis financiera y a la descollante aparición de nuevas situaciones de convivencia entre los cartoneros y el relleno sanitario, que hace pocos años atrás dejaron de utilizar el tren “blanco” para convertirse en los “nuevos recuperadores urbanos”. “El carrito de Eneas”, Daniel Samoilovich, 2009: “…PLAZA CONSTITUCIÓN. Mira con cuidado ese carro: / has de saber que a pedido de la diosa / lo forjó Vulcano en sus talleres / bajo el sículo monte, camino a los infiernos. / Vulcano ha grabado en el barral izquierdo / con gran arte y contento, una legión / de tenderetes obviamente ilegales / mas no por ello menos coloridos […]”. http://librosenlatas.blogspot.com.ar/2009/11/el-carrito-de-eneas-daniel-samoilovich.html 4 

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En síntesis, las narrativas del institucionalismo cultural de la basura toman los discursos de las disciplinas “duras”, en tanto las narrativas antropológicas destacan las características de la historia de la basura como objeto del hecho artístico o simbólico y como relaciones sociales de poder. La disputa paradigmática entre un enfoque tecnológico y otro social está en marcha. El escenario institucional y académico es el ámbito de confrontación. Los trabajos de los estudiantes destacan el nexo político del arte y de la educación como caminos institucionales y lenguajes polisémicos de abordaje. El arte como mediación entre la teoría del valor y los sistemas sociales que afectan el entorno físico y las formas de relacionarnos como humanos.5

Filosofía y sustentabilidad sociomaterial: muchos museos de la basura La discusión de una arqueología de la basura, como filosofía, es una cuestión ética que se da en la economía mundial capitalista. Vivimos dentro de ciertos límites sociales, rodeados de ideas y materiales que se integran en el entorno físico, donde la relación de las personas con los objetos hace la diferencia social, económica y cultural. Tal como profundiza Julio Cortázar en “Instrucciones para dar cuerda al reloj”, llevamos las marcas de aquello que podemos consumir y desechar en un ser de identidad económica y cultural. Los residuos públicos, como descartes de identidad y patrimonio cultural, son miembros de la sociedad moderna. “Ser depende de tener” (Rowlands, 2004). El que no tiene se ve obstaculizado, negado o aniquilado en su deseo de identidad, y experimenta diferentes situaciones que, a la luz de la filosofía de la ilusión, abren la puerta a que muchas personas se vean fuera (Diken, 2009). Esta unidad entre identidad y tener fue reconocida en 1976 por un grupo de especialistas de la UNESCO, que advirtió, al tratar temas de restitución de restos humanos, que los bienes culturales son elementos básicos de la identidad de las personas, que la posesión de identidad está asociada a la posibilidad de tener y usar cosas 5  Los estudiantes plantearon sus propias reflexiones: Idaly Corella, “A new perception on waste”; Thomas Fischer, “Collage disjunct phenomena, trash art and principles of social and value philosophy”; Shaheen Gazvini, “Buenos Aires waste crisis”; Cara Kamienski, “Exposing the waste stream”; María Alejandra Lozada, “One door closes another one opens”; Stacey Mc Clure, “Publicresidue + interventiontactics”; Anita Keitel, “Transforming material l idea”; Alisha Roland ,“Basura Cero”; Susan Sontag, “Waste management education in Buenos Aires”; Martín Ramírez, “The power of rubbish”; Stephen Wanderer, “Infrastructure, waste, space”.

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materiales en las diversas sociedades globalizadas del mundo de hoy (1976). Y los residuos forman parte de toda sociedad humana, ya sean estos descartes (de certezas, siguiendo al filósofo del mismo nombre) o materias primas para nuevos productos, paisajes y construcciones humanas. El derecho a tener y usar cosas materiales: ¿cuál es el límite? es tanto un dilema de las composiciones utópicas como de la racionalidad científica ecológica que predica frente al desarrollismo de la sociedad de consumo. La sostenibilidad es nuevamente una relación política de carácter ético. Allí se sitúa la miseria como consecuencia del ejercicio de la violencia por parte de grupos de poder que degradan el hábitat de reproducción de la sociedad. Preguntarnos sobre filosofía y sustentabilidad social y material nos lleva a lo más simple, como qué entendemos por saneamiento ambiental. La discusión del saneamiento ambiental nos conduce a acordar que su definición es una relación política que acuerda sobre aquellas acciones tendientes a mejorar la calidad de vida mediante la provisión de agua potable, desagües pluviales y cloacales, la gestión integral de residuos sólidos urbanos y la mejora en la calidad edilicia y ambiental (Monzón, 2013). No por nada hemos abandonado la edad del holoceno para adentrarnos en el antropoceno, una era caracterizada por el dominio de las transformaciones antrópicas del ambiente. Si bien la perspectiva para el análisis sociomaterial es arqueológica, la visión de una filosofía de la basura nos remite a exceder los límites de las disciplinas y emanciparnos de sus razonamientos para manipular los controles colonizadores del pensamiento en otras direcciones. Las disciplinas son un desgranado de la herencia de la sociedad industrial, que podrían ser tomadas como un problema de antropología, disciplina hija del mismo proceso. Esto implica examinar los significados de las vidas cotidianas que esperan que sus lugares de vida, trabajo, recreación y escolaridad estén libres de basura; y estén con sus cosas ordenadas y limpias. Es decir, nos enfrentamos a una sociedad real material que se refiere a un ideal de gestión del patrimonio de una ciudad. Patrimonio en todas sus escalas, desde personas hasta basuras. Y entonces, ¿qué es el patrimonio de una ciudad y quién lo define ?, ¿cuáles son sus activos y pasivos patrimoniales? Acaso el basural de la ciudad de Río de Janeiro, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, ¿está fuera del patrimonio? La ciudad se convirtió en el año 2012 en el primer lugar urbano del mundo en recibir dicho título. El sitio votado por unanimidad fue inscripto por un grupo de especialistas en el patrimonio mundial, que destaca la dimensión de la ciudad como asentamiento urbano excepcional más que por el patrimonio construido que contiene.

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El carácter público de los residuos presenta oportunidades conceptuales que pueden ser reconocidas como simbolismos y condiciones de vida urbana, cuestiones claves para investigar la sustentabilidad sociomaterial de las grandes ciudades. Siguiendo el planteo de Becker y Jahn (1999), la sustentabilidad es una clave social a la luz de las cuestiones éticas planteadas para el análisis de la arqueología (Funari y Robrahn-González, 2008). Tanto en la Argentina como en Brasil, la arqueología permaneció mucho tiempo restringida a la investigación académica o a la docencia. Mas en los últimos años, los arqueólogos comenzaron a introducir una agenda de arqueología pública con actividades educativas, la interacción con la comunidad y la protección y preservación de recursos arqueológicos. Comenzaron así a asumir su responsabilidad social de relacionar la experiencia del pasado con el presente y contribuir con el futuro. Así la discusión y la práctica de la arqueología pública busca un objetivo mayor: la definición de instrumentos y estrategias para la sustentabilidad socioambiental en un contexto capitalista. Por esto, el discurso sobre sustentabilidad es centralmente social. En este aspecto, los arqueólogos de la basura pueden contribuir al incremento de la cohesión social construyendo lazos entre el presente y el pasado a través de la preservación de la historia y de las tradiciones, al valorizar el patrimonio cultural. Esto conduce a cuestiones éticas, como la necesidad de zanjar las diferencias de comprensión y valorización del pasado entre los grupos sociales. Así, la arqueología y la educación pueden aliarse e interactuar –especialmente en museos, aulas y libros didácticos– buscando la sustentabilidad y la manera de problematizar la discriminación urbana y el relegado del saneamiento a través de la crítica del sentido común. Pensar en la relación de identidad, de posesión material, de filosofía del conocimiento como una relación que se expresa en la basura remite nuevamente al acuerdo político sobre las definiciones concretas y no abstractas del lenguaje.

Conclusiones heterogéneas Estas notas buscaron ser la unión de una serie de pensamientos, sentimientos y experiencias recogidas en el curso, seguimiento y participación en las revisiones del estudio de la ciudad. Así, algunos estudiantes diseñaron campos hidrológicos y estaciones verdes en terrenos del ferrocarril. Otros aplicaron sus propuestas educacionales a perspectivas topográficas en formatos edilicios nuevos y en situaciones urbanas particulares de mapeo y diálogo de referencias locales. Otro grupo propuso desarrollar la idea de un Cartonero Social Club, 198

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la creación de un espacio institucional siguiendo la idea de los viejos clubes de barrio o la experiencia de las asociaciones de socorros mutuos creadas por los inmigrantes europeos y de países vecinos a la Argentina, esta vez para los cartoneros, en otro espacio ferroviario del barrio de Colegiales. Finalmente, el desarrollo de una nueva infraestructura municipal en un espacio contiguo al centro verde de Barracas plantea el diseño de una máquina regenerativa: una planta de valorización energética transitable por quien quiera visitarla y localizada junto a la autopista 9 de Julio Sur. No encontramos alusiones antropológicas a la arquitectura de la basura en los trabajos de los estudiantes, sino más bien la permanencia del problema planteado: los simbolismos de las disciplinas que estudian la ciudad cambian la escala en que se resuelve el espacio. Sin embargo, la pregunta de quién, para quién y cómo sigue vigente. El análisis de la sustentabilidad sociomaterial indica lo clave del “tener”. Tener es ser. Tengo basura = soy. El razonamiento puesto en perspectiva simbólica indica la permanencia de las visiones evolucionistas entre los sujetos y objetos interlocutores de la basura, que emiten juicios sobre el valor patrimonial, la identidad, la ecología urbana y la filosofía de la ilusión en la sociedad de consumo (Diken, 2009). El problema se complejiza en función de la mayor voluntad urbana de consumo y abstracción lingüística técnica alla Zizek. La ecuación ecología y rehabilitación no cierra solo en función ecológica de recuperar lo “verde”, es importante pensar las formas de emancipación de las personas respecto de la ciudad y de sus redes de problemas, como afirmar las políticas públicas sobre saneamiento y deconstruir el control del deseo visible en el institucionalismo cultural de la basura. Este texto surge de una situación de trabajo que buscó la comunicación con instituciones gubernamentales. Quizás los participantes y el medio deberían ser otros para afirmar que el uso de simbolismos técnicos, como los presentados por los estudiantes, sirven para discutir los alcances de la ecología urbana y los límites prácticos de su filosofía en una sociedad de consumo que produce un inmenso excedente material de valor negativo. La profesionalidad de los estudiosos de la ciudad frente a la basura solo utiliza sus concepciones para demarcar lenguajes y modelos técnicos de lo que “debería ser” en urbanismo, escritos de un neoevolucionismo disciplinario de poder del sistema económico político en que se representa autoritariamente el rol de los habitantes. Los arqueólogos de la basura emancipados y decolonizados tienen un trabajo por hacer allí donde la unión del arte y la creación ambiental se presta para convivir

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en muchas identidades y narrativas estéticas, como uno de los caminos posibles que mostró Antonio Berni: Yo a Juanito y a Ramona los hice precisamente en collage, con materiales de rezago, porque era el entorno en que ellos vivían; y así no apelaba justamente a lo sentimentalista. Yo les puse nombre y apellido a una multitud de anónimos, desplazados, marginados niños y humilladas mujeres; y los convertí en símbolo, por una cuestión exactamente de sentimiento. Los rodeé de la materia en que desenvolvían sus desventuras, para que, de lo sentido, brotara el testimonio (Antonio Berni, 1999).

Por eso: será mi basura cuando sea Juan. La idea es que cuando Juanito crezca, podrá pensar como Juan, como adulto responsable de su basura. Pero ¿quién será responsable de la ciudad de Juan? ¿Tendrá lugar el propio Juan para pensar su ciudad? Cuestiones de enseñanza y simbolismos disciplinarios sobre la gestión pública del urbanismo, el diseño y el paisaje de la basura de Buenos Aires. Juanito Laguna ayuda a su madre. Letra de Horacio Ferrer. Música de Astor Piazzolla (1968) Nacido en un malvón, le hicieron el pañal con media hoja de Clarín. Su barrio de latón le dio para jugar los cuentos de una fea caperucita rea. Juanito que es rabón, que es bueno como el pan, a veces come su bondad. Y aguanta sin beber, sabiendo cuánta sed da el agua de la inundación. Caracol, caracol tan chiquito y tenaz, con la cuna a cuestas, arrorró sin sol, Juanito ayuda a su mamá. Pichón de varón; corazón, corazón 200

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de pulgarcito de arrabal, baldea y viene y va y si ella al fin le pide el sol, Juanito cruza el mar en un jabón de lavar. Por la noche, mamá le da un dulce jornal de mil besos y lo hace dormir. “Larará, larará, larará, larará. Dormite, Juanito, ya me olvidarás, Juanito Laguna cuando seas Juan”.

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