Desarrollo y Modernidad. Apuntes para un debate.

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DESARROLLO Y MODERNIDAD. Apuntes para el debate

HEGOA 2014-2015 Teorías, medición y estrategias de Desarrollo.

Davide Angelilli Ndeye Katy Embaló Sokhna Núria Duran Placencia

Teorías, medición y estrategias de Desarrollo

Introducción.

El concepto literal de desarrollo se refiere a la evolución, transformación, modificación de algo ya existente. Pero económicamente y políticamente hablando, se trata de pensar en el futuro de una sociedad y en la construcción de lo que esta aspira a ser, es decir, el desarrollo no se enmarca en una definición cerrada y por ello no tiene siempre la misma idea de futuro, así que irá sufriendo modificaciones en función de la sociedad y el momento histórico en el que se encuentre.

La finalidad de este artículo es precisamente analizar cómo esta idea de construcción de un futuro social se va modificando con las transformaciones que se realizan en la sociedad global y, al mismo tiempo, cómo influye en estas. Para hacerlo, partimos de la premisa que, pese a ser el desarrollo un término aplicado a los Estados, este no debe ser entendido al margen de los individuos, por lo tanto, podemos decir que el Desarrollo es un asunto individual y colectivo.

Tras la segunda guerra mundial, en el sistema internacional se han producido muchos cambios, entre otros la descolonización, el surgimiento de nuevas economías, así como la independencia política pero no económica de la mayoría de los países del tercer mundo. El emerger de estos nuevos actores en el escenario mundial, y el interés por sus economías, engendró el sistema de cooperación internacional para el desarrollo, vinculado a las ideas humanistas y de justicia social que han destacado los valores universales existentes entre las personas, y que deberían caminar junto con las políticas de desarrollo.

A raíz de estos cambios y después de la experiencia del crecimiento sin precedentes de la llamada edad de oro en los países industrializados, donde nació una sociedad de consumo de masas, se fue forjando la concepción hegemónica del desarrollo de los últimos 50 años. La superación de la crisis del periodo de entreguerras, unida a la convergencia del progreso científico, a una nueva cultura política, a nuevas formas de producir y de distribuir, implicó que las sociedades europeas industrializadas empezaran a trazar proyectos de futuro para el Sur, a cuestionar qué estructuras había que cambiar para poder avanzar con el desarrollo en estos países.

De la necesidad y el interés para definir y estudiar las herramientas responsables del progreso y del bienestar, surgió la conocida Economía del Desarrollo, que tenía como estudio principal las formas de

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superar las barreras existentes dentro de los países subdesarrollados, que les impedía alcanzar un crecimiento económico sostenido y lo que se consideraba “la Modernización”. El interés se volcaba principalmente hacia los países que habían alcanzado la independencia, dando paso a la división del mundo en dos categorías diferentes: Desarrollados y Subdesarrollados. Los países industrializados pasaban a ser un ejemplo a seguir, la referencia de cómo hacer las cosas, y el crecimiento económico el principal medio para alcanzar la modernidad. Este será el tema principal del primer apartado, donde reflexionaremos sobre la dicotomía Desarrollo/ Subdesarrollo y su influencia en las relaciones Norte-Sur.

Más tarde, y en respuesta a la crisis de los setenta, se realizaron varios cambios estructurales en la economía mundial para recuperar la rentabilidad del capital por la vía de la liberalización de las economías y la ampliación de mercados, surgiendo así el concepto de globalización en los ochenta. Su propagación en los noventa ha sido gracias al derrumbe del bloque soviético, junto al progreso tecnológico en distintos ámbitos, la comunicación, el aumento de los transportes así como también la interconexión entre áreas remotas del planeta y la mayor interdependencia entre diferentes agentes a nivel internacional. Entendida como la fase actual del sistema económico capitalista que se inició hace unos treinta años, en el segundo apartado del artículo analizaremos cómo el avance de la globalización ha influido profundamente sobre los procesos de desarrollo. En el último capítulo, nos centramos en cómo, desde la década de los noventa los debates sobre el desarrollo se encuentran en un momento de cambio de sentido. Se está cuestionando mucho la economía del desarrollo dentro del contexto de interconexión en el que vivimos, y la crisis económica que se padece actualmente viene a reforzar este cuestionamiento. Como resultado de este profundo debate, surgen por un lado concepciones alternativas de desarrollo, y por el otro lado alternativas que intentan ir más allá del concepto mismo de desarrollo. A lo largo de nuestras reflexiones, miraremos como, lejos de ser una cuestión simplemente académica, el debate sobre el desarrollo tiene fuertes repercusiones políticas y sociales.

2. Del colonialismo al subdesarrollo.

Si bien países dominados y países dominantes existían antes de aquel 20 de Enero de 1949, día en que Harry Truman pronunció el célebre discurso - del que citamos una pequeña parte - con el que “presentó” al mundo el “Subdesarrollo”, sus palabras representaron el inicio de un nuevo paradigma para las dinámicas Norte-Sur.

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“The old imperialism—exploitation for foreign profit—has no place in our plans. What we envisage is a program of development based on the concepts of democratic fair-dealing. All countries, including our own, will greatly benefit from a constructive program for the better use of the world's human and natural resources. Experience shows that our commerce with other countries expands as they progress industrially and economically. Greater production is the key to prosperity and peace. And the key to greater production is a wider and more vigorous application of modern scientific and technical knowledge. Only by helping the least fortunate of its members to help themselves can the human family achieve the decent, satisfying life that is the right of all people.” (H. Truman, discurso de Investidura, 1949).

El Estado norteamericano al finalizar la guerra, era la máxima potencia de un mundo que se encontraba en una profunda transformación política y económica. Era necesario propiciar una institución en consonancia con su hegemonía económica, política y militar. Inspirada por la lógica del “liberalismo institucional”, nace la nueva comunidad internacional de las Naciones Unidas. Las reivindicaciones de los pueblos colonizados habían llegado a la “Carta Magna” de las Naciones Unidas, por ello, los estados colonizadores se habían visto obligados a “tener debidamente en cuenta las aspiraciones políticas de los pueblos, y a ayudarlos en el desenvolvimiento progresivo de sus libres instituciones políticas, de acuerdo con las circunstancias especiales de cada territorio, de sus pueblos y de sus distintos grados de adelanto” (Carta de las Naciones Unidas, 1945, art. 73). En este contexto, con su afirmación del deber ético de las naciones ricas a desarrollar las naciones subdesarrolladas, H. Truman no se inventó la división del mundo en buenos y malos, pero sí institucionalizó una nueva forma de legitimar la dominación del grupo más fuerte - los primeros - sobre el más débil. No se inventó el “Desarrollo” como categoría de análisis política y económica - promoviendo la idea de un mundo en estado de “subdesarrollo” - pero cambió su sentido, amplificó su potencia, renovó su papel en la historia. Esta nueva dicotomía expresaba una nueva representación del sistema internacional, caracterizada por “la existencia de países ya desarrollados (cuyo modelo representaba en sí mismo la idea de desarrollo) y otros que se encontraban por debajo de aquellos, en una imaginaria escala por la que todos deberían transitar” (K. Unceta, 2009, 8). Ya “no hay espacio para el viejo imperialismo” - dijo Truman - donde las relaciones Norte-Sur se reflejaban en colonizadores y colonizados. Ahora, “ “desarrollados” y “subdesarrollados” integrarían una única familia de naciones (...) con la diferencia que muchos se ubicaban más atrás en la corrida hacia la perfección que les haría ingresar al club de los “desarrollados”.” (J. de Souza Silva, 2009, 9).

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Las palabras de Truman, entonces, parecían encargar a los Estados Unidos una misión histórica: conformar un sistema de relaciones económicas y políticas que condujese los países atrasados, a través de un proceso dividido en etapas, hacia el Desarrollo.

Según J. De Souza Silva (2009), este pudiente discurso del poder tendría que leerse, en total continuidad con la época del colonialismo, dentro de un nuevo imperialismo sin colonias, para transformar la fuerza del más fuerte en derecho, y la obediencia del más débil en deber1. En el sentido que Truman, inventando el Subdesarrollo como estado inicial de un recorrido hacia el Desarrollo, consiguió dar al proyecto global de expansión del modelo occidental un significado diferente - y más políticamente aceptado - del “colonialismo”.

Las relaciones entre Norte/Centro y Sud/Periferia, salían así profundamente modificadas. Se pasaba de la confrontación más abierta y violenta de las relaciones coloniales a una situación nueva, donde los países subdesarrollados no eran el opuesto de los desarrollados; perdía importancia la identidad cultural de los primeros porque su inevitable destino les llevaba, por las “leyes naturales del Desarrollo”, hacia el modelo social y político del Norte. Todo el mundo venía a ser parte de una misma comunidad, solamente había unos países que se habían quedado atrás y por esto tenían que alcanzar los demás.

La relación Desarrollo/Subdesarrollo vino involucrando en su naturaleza distintos elementos que dieron lugar a una nueva idea en la confrontación Norte-Sur. Creemos que es importante resaltar dos elementos principales.

En primer lugar, es importante destacar la centralidad de la dimensión económica. La brecha entre subdesarrollados y desarrollados se podía eliminar siempre y solo con el crecimiento económico. “De esta manera, el subdesarrollo vendría a ser, más que cualquier otra cosa, la expresión de una escasa capacidad productiva y de un débil crecimiento económico” (K.Unceta, 2009, 9) La poderosa máquina capitalista de los Estados Unidos necesitaba, antes que todo, exportar sus capitales y expandir sus empresas, bajo el paraguas ideológico en el que el incremento de la producción se justificaba como motor de la paz y de la prosperidad para la humanidad. Precisamente en estos años,

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“El más fuerte no lo es jamás bastante, para ser siempre el amo o señor, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber” (J. J. Rousseau, El Contrato Social, 1985,38)

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grandes empresas norteamericanas se trasladaban a América Latina y Europa Occidental para cubrir sus protegidos mercados internos.

En segundo lugar, el discurso de H. Truman afirmaba que la desigualdad mundial era consecuencia solamente de los modelos atrasados del Sur, sin mencionar la injusticia del sistema económico internacional. Los obstáculos que impedían a los Estados subdesarrollados a alcanzar altas tasas de crecimiento económico eran de naturaleza endógena, ello oscurecía los mecanismos asimétricos del orden internacional. Se individuaba la causa del subdesarrollo en los atrasos tecnológicos, la corrupción, y el neopatrimonialismo de los Estados del Sur que, en consecuencia, debían tomar el “exitoso” sistema occidental como modelo.

3. ¿Más allá de la dicotomía Subdesarrollo/Desarrollo?

Una vez descrito los principales elementos de la dicotomía desarrollo/subdesarrollo, reflexionaremos sobre que enfoque adoptan las principales corrientes críticas al respecto.

Por un lado los estructuralistas y los dependentistas aceptaron la noción del subdesarrollo “si bien negando que fuera la expresión de un retraso propio de sociedades tradicionales, sino principalmente la consecuencia misma del éxito de los países desarrollados” (K.Unceta, 2009, 10).

Por el contrario, las teorías posdesarrollistas buscan una alternativa al desarrollo, porque consideran esta como una “aproximación occidentalizadora a la realidad”, y definen el subdesarrollo cómo una categoría inventada para justificar la expansión del modelo occidental.

Otras corrientes defienden un “desarrollo alternativo” que tome en consideración los fracasos del pasado. Si bien creen en la existencia de valores universales y por ello en una idea universalmente válida de desarrollo, creen que esta “no puede descansar en la aceptación de la dicotomía desarrollo/subdesarrollo como expresión de dos realidades, una de las cuales sirve de modelo para la otra (K. Unceta, 2009, 23). Según estos autores las causas de la desigualdad mundial forman parte de la misma realidad global, pero estas tienen una influencia distinta en los diferentes países.

Pese a estas y otras múltiples críticas, y considerando las posiciones de los organismos hegemónicos, como Naciones Unidas, han ampliado y en parte adoptado una concepción alternativa del desarrollo, sigue abierto el debate sobre la cuestión. A la hora de participar en este debate, nos ayudan las

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reflexiones previamente desarrolladas para reflexionar sobre el significado y las implicaciones de ir más allá del Subdesarrollo como categoría de análisis política o económica.

Partiendo de la premisa que ciertamente es útil superar la concepción del desarrollo como un valor que pueda medirse cuantitativamente con el PIB, con el crecimiento económico y en general sin salir de la dimensión económica, queremos puntualizar que el subdesarrollo no es algo exclusivamente económico.

También creemos correcto superar la concepción hegemónica que ubica las causas del subdesarrollo de los países del Sur solamente en su interior, ya que el atraso que sufre un país es causado tanto por su estructura interior como por la asimetría del sistema internacional. La equivocada estrategia de la “exportación del modelo económico del Norte” con finalidad de eliminar la pobreza en los países del Sur no considera estas asimetrías internacionales. Por el contrario, la visión de las corrientes dependentistas, además de quedarse atrapadas en la visión economicista del Subdesarrollo, se olvidan que hay un Norte también en el Sur. Para poner un ejemplo, el patrón del comercio internacional es desventajoso para las clases pobres de un país mono-exportador, pero no para las élites económicas que viven en el lujo dentro de este país, precisamente gracias a su modelo económico “deformado” por el colonialismo y el imperialismo.

Decir que la dicotomía Subdesarrollo/Desarrollo vino - desde el principio de su elaboración - compuestas por estas aproximaciones a la realidad erróneas e imparciales no significa que se pueda renunciar a encontrar parámetros universales para analizar la realidad mundial. Como dijo Josué de Castro, ex presidente de la FAO, el hambre “una manifestación biológica de una enfermedad sociológica”, que es mundial, para combatirla necesitamos de parámetros que tengan alcance global.

Tampoco creemos que superar la dicotomía Subdesarrollo/Desarrollo sea, de por sí, un paso hacia una mejor estrategia para eliminar la desigualdad internacional. Como argumenta G. Esteva (2009, 5) mirando a los paradigmas emancipatorios surgidos en la última década en América Latina, “el supuesto de que los ‘subdesarrollados’ deben y pueden llegar a ser como los ‘desarrollados’ no tiene ya sustento y se le reconoce cada vez más como una amenaza a la naturaleza y a la convivencia. Ha llegado el tiempo de deshacerse radicalmente del mito colonizador”. Pero, si no se eliminan las estructuras desiguales, éstas encontraran otro mito u otra legitimación. Si se quiere acabar con ellas hay que basar el análisis sobre la convicción que la evolución del sistema capitalista tuvo unos determinados efectos sobre el centro y otros sobre la periferia.

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Por lo que se refiere a la búsqueda de un desarrollo alternativo, como precisa K. Unceta (2009, 23) “existe el riesgo de que la adopción de un enfoque más integral sobre el desarrollo, capaz de dar cuenta de los problemas globales y de los existentes en distintos tipos de sociedades, pudiera llegar a ocultar en parte las grandes limitaciones que se derivan de la mencionada asimetría. En este sentido, la reivindicación de un nuevo concepto de desarrollo, aplicable a unas y otras sociedades, debería acompañarse de cambios profundos en la distribución mundial del poder y de los recursos.”

Por otro lado, los intentos de encontrar alternativas a la “invención del subdesarrollo” - construida por los colonialistas y adoptada por los colonizados - corren el riesgo de priorizar la colonización cultural, política e ideológica sobre la económica, y perder de vista el impacto real del subdesarrollo económico. Usando una reflexión de Claudio Katz (2014, 3), “esa visión conduce a presentar el status objetivo del atraso latinoamericano como un simple imaginario, difundido por los poderosos y convalidado por los subordinados. Olvida que el subdesarrollo no es una creencia, un mito o un discurso, sino una terrible realidad de hambre, baja escolaridad y pobreza.”

4. El Impacto de la Globalización en el Desarrollo

Después de haber analizado la dicotomía subdesarrollo/desarrollo y su influencia en las relaciones Norte-Sur, reflexionaremos sobre el impacto que ha tenido la globalización en los procesos de desarrollo para tener una visión holística, de esta manera intentaremos acercarnos a las propuestas que se están debatiendo actualmente. Se entiende por globalización el proceso de expansión mundial de las relaciones capitalistas, que incrementa el grado de interdependencia entre diferentes agentes a nivel internacional. Si la analizamos como un proceso histórico, ésta ha sido influenciada por la teoría neoliberal, conllevando una desregulación, una ampliación de los mercados a una dimensión mundial y una expansión de las relaciones económicas internacionales. Es un proceso donde no todos los actores salen ganando por igual, la diferencia recae en los flujos económicos que se concentran mayoritariamente en los países del Norte y en algunas economías emergentes, en comparación con la fragilidad de algunos Estados frente a la creciente presencia de las empresas multinacionales que acumulan cada vez más poder.

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La globalización ha favorecido el crecimiento económico de muchos países que supieron aprovechar las ventajas que ha ofrecido este fenómeno pero al mismo tiempo ha generado fuertes desigualdades en la distribución de la riqueza tanto a nivel global como dentro de los mismos países. Hemos querido agrupar diversos aspectos que se han visto influenciados por la globalización, generando cambios en los procesos de desarrollo ya sea en sus dinámicas o referencias conceptuales.

En primer lugar destacar que la globalización potencia una visión occidentalista y antropocéntrica del desarrollo.

Como hemos visto en el anterior apartado, el desarrollo ha sido formulado, estudiado, instaurado y promocionado desde un prisma occidental, y para Occidente. Se podría decir que la globalización impulsó la difusión y adopción de este prisma, de las teorías y conocimientos surgidos de la Ilustración y de la Revolución Industrial, pilares culturales de las sociedades del Norte. Por tanto, se generó un pensamiento global basado en una visión antropocéntrica, propia de Occidente, en la que no se tuvo en cuenta la relación del ser humano con la naturaleza, vital en otras culturas, ni la importancia de la existencia de otras especies para el equilibrio de la biodiversidad. Por ello se defendió un modelo de desarrollo basado en un crecimiento infinito, sustentado por la creencia en la existencia de recursos naturales ilimitados.

En segundo lugar, la globalización genera la aparición de nuevos actores que se mueven más allá de los límites territoriales. Las acciones de estos tienen repercusión internacional, por ello se generan nuevas dinámicas y normativas en relación al desarrollo.

En las dinámicas anteriores se centraba la atención en aquellas actividades generadas dentro del Estado- Nación, pero con el avance de la globalización en los fenómenos económicos, sociales y culturales se genera el surgimiento de una dimensión global que antes no existía, aparecen nuevos escenarios de producción económica, como el mercado financiero respaldado por nuevos actores como las Empresas Transnacionales. El desarrollo pasa a ser un proceso multiescalar: ya no se puede vincular exclusivamente con el Estado-Nación sino que tiene que ver con diferentes ámbitos y escalas.

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Estos cambios diluyen los límites territoriales y generan que muchos otros factores y actores tomen partido. Por ello las políticas o decisiones concretas de un país no se puede entender si no se sitúa a este en un contexto internacional, visto que sus procesos están relacionados con fenómenos que se dan y actúan en diferentes niveles y escalas.

En tercer lugar la globalización desencadena una interdependencia negativa con relaciones de marginación y explotación que se generan en los países “subdesarrollados”, a costa de mantener el progreso en los países “desarrollados”.

La ruptura de los límites territoriales, como anteriormente hemos mencionado, genera una relación negativa entre regiones, ya que para que pueda darse un mundo más globalizado bajo el modelo capitalista occidental es necesario que existan regiones bajo explotación y marginación, que pasen a depender de los países desarrollados. Estos necesitan sentir que sus potencias son dominantes y que con las políticas de “ayuda” para alcanzar el modelo de desarrollo ideal, ejercen un control de dominación. Hay que destacar que los procesos de globalización tienden a hegemonizar grandes culturas, integrando en territorios costumbres, idiomas y pensamientos típicos de otras regiones. Creemos que se puede extraer aspectos positivos de este proceso, como el acceso a la información, al conocimiento o la convivencia con distintas culturas y tradiciones en mismos territorios, pero no hay que obviar que generan relaciones de marginación, ya que en determinadas situaciones esta cultura hegemónica, que bebe de las tradiciones occidentales pero sobretodo anglosajonas, pretende acabar con las identidades de aquellas poblaciones que no se identifiquen con ella o que no la acepten. El nuevo paradigma tecnológico hace más pequeñas la distancia entre lugares lejanos en el mundo, pero los diferentes proyectos de los grupos que lo habitan se alejan cada día más. La identidad de las diferentes religiones, etnias y naciones del mundo, se convierte en factor y motor de conflictos. Esto, por ejemplo, es el caso de las sociedades islámicas que ven el proyecto de la modernidad occidental como una amenaza para su identidad musulmana.

5. Desarrollo alternativo o alternativas al Desarrollo. Elemento de confluencia y disputa entre ambas aproximaciones

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Como hemos visto en el anterior apartado, la globalización tuvo importantes consecuencias sobre la concepción del desarrollo. En este escenario, el pensamiento neoliberal ha tenido plena confianza en los mercados financieros, dejándolos actuar sin control con la convicción que esto llevaría a buen puerto el progreso. Del fracaso social de esta estrategia surgen nuevas cuestiones para el debate. En la década de los noventa se empezaban a cuestionar los procesos de desarrollo y su incidencia en el bienestar humano: el desarrollo, la pobreza y la desigualdad caminaban en sentido inverso, es decir los incrementos en el PIB no conllevaban reducciones en la pobreza, desempleo etc… sino que en muchos países estos problemas aumentaban. El fracaso del desarrollo se expresaba por la falta de capacidad del mismo en incluir la equidad de género, el respecto por los derechos humanos, la libertad de las personas, la consideración de capital social, natural e institucional. A este fracaso social, se suman problemas como el deterioro del medio ambiente y de los recursos naturales que son consecuencia de la tecnología y el modelo de crecimiento empleado.

De la consideración de todos estos problemas surge la conceptualización del maldesarrollo. Un concepto que supera la definición de subdesarrollo, evidenciando que tanto en países del Norte como del Sur se reflejan problemas que son globales. Cabe puntualizar que, aunque la base de los problemas sea la misma, los efectos son diferentes dependiendo de las regiones. Por ejemplo, la dependencia del petróleo propia del capitalismo mundial, es un problema global pero en función de los países afecta de forma distinta. Un país mono-exportador sufre las consecuencias económicas, ecológicas y sociales que lleva la extracción (que van desde los conflictos ambiental a la explotación de la mano de obra sin derechos) mientras un país receptor, de capitalismo avanzado, sufre problemas vinculados a la contaminación como resultado del consumo de masas.

Como ya hemos mencionado, las principales corrientes críticas se diferencian en buscar un “desarrollo alternativo” o una “alternativa al desarrollo”.

Estos últimos rechazan rotundamente el concepto de desarrollo, partiendo de la necesidad de criticar la base, las prácticas, las instituciones y los discursos hasta ahora instaurados. Surgen a nivel teórico de la crítica postestructuralista y apuestan por un modelo posdesarrollista, a nivel político toman fuerza a

principios del siglo XXI con el progreso del poder de las izquierdas en Sudamérica, como consecuencia de dos procesos. En primer lugar por las presiones que generan los pueblos indígenas y su deslegitimación hacia el desarrollo convencional que bebe de una cultura occidental, y en

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segundo lugar, por el auge de la crítica a los patrones de consumo occidentales y sus consecuencias en el medio ambiente, preocupación que no queda reflejada en el desarrollo convencional

Entre estas corrientes posdesarrollistas, situamos – entre otras - el Buen Vivir como un planteamiento que pretende abrir su participación a todos los sectores y ámbitos de la sociedad, ya sea localmente como globalmente, así como también nutrir de equidad estos procesos. Tiene la finalidad de revalorizar de nuevo los saberes que han estado oprimidos, a partir de los saberes indígenas; apuesta por un cambio profundo de la economía, generando dinámicas constructivas entre sus tres actores principales: mercado, sociedad y estado. En los casos de Bolivia y Ecuador (países que han adoptado prácticas del Buen Vivir) se pueden notar distinciones dentro de esta corriente, ya que en estas sociedades conviven diferentes culturas, cada una de estas adapta sus traiciones y saberes en la búsqueda de lo que consideran buena vida. En común, tienden a rechazar el consumo material, y a revalorizar los aspectos afectivos y espirituales. También, podemos decir que en el pensamiento del Buen Vivir, como una plataforma política que fomenta el debate público para cuestionar lo que se entiende por desarrollo y buscar un bien común, hay una fuerte influencia de corrientes occidentales (como el ecofeminismo, la lucha antipatriarcal…).

Por el contrario, las teorías orientadas a la conceptualización de un “desarrollo alternativo” no niegan el concepto de desarrollo sino que pretenden reformularlo profundamente, basándose en tres referencias principales. “La necesidad de superar el utilitarismo convencional en la definición del bienestar; los imperativos que se derivan de una base de recursos limitada y finita; y la inexcusable toma en consideración de los fracasos cosechados y de las innumerables víctimas producidas en nombre del desarrollo” (K. Unceta, 2009, 23). Entre estas corrientes, la más importante y reconocida es la propuesta de Amartya Sen por reformular el enfoque convencional, superando la medición del desarrollo con el crecimiento económico e involucrando nuevos elementos no materiales como las capacidades, con el objetivo de volver a poner las necesidades del ser humano en el centro.

Aunque estas corrientes partan de distintas bases y orientaciones, confluyen en algunos aspectos. En primer lugar, ambas visiones no creen que el bienestar pueda ser entendido por igual en todas las regiones y por ello niegan una idea estándar de bienestar válida para todas las culturas.

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En segundo lugar, tanto las alternativas al desarrollo como el desarrollo alternativo evidencian que el crecimiento económico no puede ser el objetivo primario del desarrollo. Partiendo de esta premisa, hacen una crítica a la relación medios y fines en la concepción convencional del desarrollo, si bien con enfoques totalmente distintos. Los posdesarrollistas defienden que el problema de esta relación surge del propio concepto de desarrollo, de su errónea formulación, por ende no se puede redefinir. Por el contrario, los segundos creen que es un error haber asumido una relación automática entre el bienestar y el crecimiento económico, hasta hacer de este último el fin y no el medio para alcanzar el progreso de una sociedad, y pretenden reordenar esta relación.

Ambas corrientes critican que, frente a la independencia de los países del Sur con la descolonización, las potencias occidentales impusieron su modelo como referencia a seguir en todos los países. Por ello, la modernización occidental paso a ser sinónimo de desarrollo para todas las sociedades, con la consecuencia de imponer la primacía del paradigma científico-técnico frente a otros conocimientos.

Por último el desarrollo entendido como progreso lineal es cuestionado por las dos teorías. El enfoque que las alternativas al desarrollo adoptan puede verse reflejado con una cita de Evo Morales (2011, 11) que refleja la ruptura del modelo actual de acumulación a costa de la naturaleza. “No creemos en la concepción lineal y acumulativa del progreso y el desarrollo ilimitado a costa del

otro y de la naturaleza. (…) Vivir Bien es pensar no sólo en términos de ingreso per-cápita, sino de identidad cultural, de comunidad, de armonía entre nosotros y con nuestra Madre Tierra. El “Vivir Bien” es un sistema que supera al capitalista, pero que además plantea un desafío que también pone en jaque algunos preceptos clásicos de la izquierda que en un ánimo desarrollista se planteaba el dominio de la naturaleza por el ser humano.” Las corrientes de desarrollo alternativo critican que la idea convencional del desarrollo no tuvo en cuenta que los recursos naturales no eran ilimitados, y por ello se había legitimado un modelo de crecimiento infinito. De la consideración de esta finitud de los recursos, plantean una sostenibilidad de los procesos basada en una idea de desarrollo que tenga en cuenta tanto el presente como el futuro, rompiendo con la concepción lineal del progreso.

Sin embargo, también existen divergencias.

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Como ya hemos mencionado en el primer apartado a la hora de reflexionar sobre la dicotomía subdesarrollo/desarrollo, los posdesarrollistas insisten en la negación total de un desarrollo universal sobretodo porque afirman que esto impone los valores occidentales. Por lo tanto, creen que una visión alternativa al desarrollo tiene que profundizar en las distintas visiones locales, destacando las peculiaridades sociales y culturales de cada lugar y cada pueblo, para una mejor consecución del bienestar humano. De aquí, surge la apuesta alternativa para las iniciativas locales, deslegitimando los procesos “totalizadores” marcados en ámbitos institucionales y estatales, y apuntando a las comunidades, movimientos sociales, ONG, como sujetos del cambio. Por el contrario, las teorías para un desarrollo alternativo creen en la existencia de valores universal como referencias en la redefinición de una idea de progreso, además, siguen considerando el Estado y sus instituciones como agentes importante, si bien con nuevas formas y contenidos de acción. En relación al papel del localismo y comunitarismo, resulta interesante destacar una reflexión de C. Katz (2014, 4) en el contexto del actual debate político latinoamericano. “Si estas iniciativas no se inscriben en proyectos estratégicos de transformación social, pierden fuerza y consistencia. La acotada perspectiva localista no permite gestar las iniciativas requeridas para resolver los grandes problemas de la región. Estos temas involucran acciones en vastos terrenos como la energía, las finanzas o la industrialización, que no pueden implementarse sólo a escala local.”

6. Conclusiones

Nos parece importante concluir este ejercicio de análisis con unas reflexiones sobre el contexto de crisis e incertidumbre en el que la modernidad se encuentra. ¿La globalización está profundizando la modernidad, o está asentando las bases de un paradigma más allá de la modernidad? Las distintas teorías críticas al desarrollo convencional parecen contestar de forma diferente a estas preguntas. Todos los movimientos, las organizaciones y los teóricos que quieren construir un mundo más allá del desarrollo respaldan la idea de proyectar las sociedades más allá de la modernidad. Al contrario, todas y todos los que quieren redefinir el desarrollo, también creen que tenemos y podemos recuperar aquellos aspectos positivos que ha brindado la modernidad. Cualquiera que sea el proyecto de futuro que queremos emprender, más allá de la modernidad o redefiniéndola profundamente, tenemos que basarlo sobre las condiciones objetivas de nuestra realidad.

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Hay que poner en el centro la desigualdad existente entre y dentro de los países, pero sobretodo sus causas: la asimetría en las relaciones de poder tanto en el sistema económico mundial como dentro de los Estados. Esta injusticia en la distribución del poder y de los recursos mundiales ha permitido un modelo de desarrollo ventajoso para una minoría y su imposición. No estamos totalmente de acuerdo con quienes afirman que el subdesarrollo sea una invención, porque consideramos que éste es una realidad producida por la explotación, la marginación y la opresión. Por tanto, con el pensar nuevas formas de participación social, local y comunitaria, es imprescindible centrar los esfuerzos en romper estos mecanismos materiales de dominación con proyectos de trasformación tanto nacional como global. Al mismo tiempo, los nuevos enfoques de un desarrollo alternativo, más allá del crecimiento económico, no pueden olvidar que en unas regiones es fundamental ampliar las capacidades económicas para satisfacer las necesidades materiales de las personas. Partiendo de estas premisas, frente a la crisis civilizatoria que nos ampara, hay que buscar una alternativa que sea sostenible socialmente y ambientalmente. A nivel social, la alternativa tiene que trabajar para eliminar las desigualdades entre clases y género, para construir un sistema de relaciones de cooperación y no competición entre las personas. Además, es vital y urgente que la relación de la sociedad humana con la naturaleza cambie en función de la preservación de los recursos y de la conservación de la biodiversidad. Un modelo de desarrollo alternativo tiene que permitirnos dejar a las futuras generaciones un mundo con mejores condiciones de lo que hemos heredado. Esta alternativa tiene inevitablemente que estar fundamentada sobre una apropiada organización material, económica y productiva global. Para encontrar esta forma de organización, resulta útil superar algunos elementos de la dicotomía Subdesarrollo/Desarrollo pero no renunciar a esta; resulta útil vincularla menos a la cuestión del crecimiento y más a la de la distribución; pensar en el Subdesarrollo no como estado embrionario en un “sendero obligatorio hacia el Norte” sino como consecuencia de una Historia que se puede corregir.

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BIBLIOGRAFIA

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