Dependencia

October 6, 2017 | Autor: Luciana Accorsi | Categoría: Sociology, Education, Comunicacion Social
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Descripción

Dependencia

¿A qué nos referimos cuándo nombramos la palabra dependencia? ¿Será que
necesitamos saber si somos personas independientes y por eso necesitamos
saber qué significa ser dependientes? ¿O tal vez, conocer las pautas
culturales de nuestra sociedad que definen la palabra dependencia? Si es
que tales existen. Y de esta manera, ¿nos daremos cuenta si somos personas
dependientes o independientes?
Cuando comenzamos la vida, no nos damos cuenta que necesitamos de otros
para hacer ciertas cosas, pero el mundo que nos rodea si se percata de esto
y los que, por "definición" nos deben cuidar e integrar lentamente a
nuestra sociedad, se hacen cargo de esta necesidad. Ahora bien, ¿podemos
afirmar que no detectamos esa necesidad que tenemos de los otros al momento
de nacer? ¿Ese mundo que nos rodea, se da cuenta de nuestras necesidades o
es una premisa impuesta por la cultura social en la que estamos inmersos? Y
por otro lado, ¿esa sociedad no estaría atravesada por parámetros
culturales que influyen en la dinámica de dependencia-independencia? Lejos
de tener las respuestas a todas estas preguntas, podemos partir de un
concepto para tratar de esclarecer un poco el tema: el de Infancia. La
infancia es el momento de la vida en el que comienza el proceso de
humanización (Corea) y nos incorporamos como seres humanos a un cuadro
genealógico y familiar, al que, automáticamente pertenecemos, queramos o
no. Esta infancia se hace clara cuando existe la carencia en ese futuro ser
humano, debido a la incapacidad (entendida como no poder lograr algo por
uno mismo) de hacer y decir. Por ello, como expresan autores como Corea, la
familia como institución es quien incorpora al infante a la sociedad y lo
prepara para vivir en la igualdad ante la ley. Pero es la sociedad la que
le da temporalidad a la infancia guiando a las generaciones con una
marcación de tiempos o etapas por las que los seres humanos atravesamos a
lo largo de la vida. La sociedad pone un principio y un fin a la infancia,
por lo tanto, ¿no estaría delimitando la vida de las personas, incorporando
estándares que rigen la cotidianeidad de la vida? ¿O es la institución,
familia o estado, la que pone los parámetros temporales? ¿O son ambas? Si
fuesen las dos instituciones ¿cuál influye a cuál? ¿Definieron la
temporalidad de la infancia, juntas? ¿Cuándo? ¿Existe algo que
verdaderamente determine el comienzo y fin de esta infancia?
Para delimitar este tiempo de infancia que todos los proyectos de seres
humanos fuimos alguna vez, como dice nuevamente Corea, el juego puede
presentarse como instrumento de paso de hijo a niño. Por ello, cuando
nacemos seriamos tan solo hijos (de alguien) y la introducción del juego a
la dinámica social podría verse como el salto hacía la niñez o infancia.
Como se puede observar, en la etapa de la infancia el ser humano es
totalmente dependiente de otras personas. Pero esta dependencia se da en el
ámbito de lo privado, donde la dependencia y la necesidad de ayuda de otros
son unitivas. En las prácticas de las madres con sus hijos en los primeros
meses de vida podemos observar claramente que todo aquello que la madre
haga para el niño la une a él y viceversa. Al existir dependencia existe
unión. No sucede así en el ámbito público, en el que la dependencia nace
junto a un sentimiento nuevo de los seres humanos: la vergüenza. Vergüenza
creada por las nuevas ideas socioculturales que alegaban, en un tiempo
pasado, que la necesidad de ayuda de otros es algo negativo para el hombre.
Cierta génesis de esto se puede observar desde el modelo de Estado de
Bienestar y sus reformadores en los que se asoman ideas que impulsan a los
hombres a no depender de nadie y a valerse por si mismos, debido a que el
trabajo es aquello que dignifica al ser humano y que lo hace libre. Por
esto, en una época pasada, se impulsaron prácticas en las que este Estado
Benefactor dejaba de ofrecer asistencia social a los más necesitados e
impulsaba la tendencia de obtener un trabajo digno por medios propios. Al
ser mal vista hasta en los poderes públicos, la dependencia (paralelamente
la necesidad de amor, amistad y paternidad) fue mutando y las sociedades
comenzaron a tener como objetivo erradicar estos sentimientos de carencia y
acortar la duración de la etapa de la niñez por ser éste un momento de la
vida totalmente dependiente.
Algunas corrientes que nacieron luego del Estado Benefactor alegaban que la
falta de trabajo degrada algo en el alma del ser humano (Sennett) y que los
mantenidos son degenerados por no tener un trabajo que los dignifique. La
concepción liberal tenía el foco puesto en el autocontrol exponiendo que la
dependencia corrompía el pensamiento racional que hacía al hombre un adulto
completo. Los protestantes por su parte negaban los placeres en pos de una
ética del trabajo que permitía la independencia de los seres humanos. Pero
¿por qué el Estado debe suspender la ayuda social a la gente que la
necesita? ¿Será que quiere enseñar a su sociedad a valerse por sí misma? De
ser así, ¿por qué en algún momento el Estado ayuda a los más necesitados y
ahora decide no hacerlo más? ¿Y por qué pedir ayuda cuándo se necesita con
la clara convicción de que no hay otra vía de lograr eso que se necesita si
no es por medio de la ayuda de otro, no dignifica también? ¿Será que esos
Estados lograron definir lo que es independencia para ubicarla como máximo
valor a alcanzar?

¿Podemos entender la vergüenza a esta dependencia también como un rasgo
cultural?, esta pregunta surge ya que sabemos que en algunas sociedades el
pedido de ayuda a otros no está mal visto ni se considera una degradación.
De hecho, en Japón, el que es indiferente a un pedido de ayuda es el que
debe avergonzarse. ¿Las sociedades en las que vivimos como seres sociales
pautan los sentimientos que debemos tener? ¿Por qué en algunas partes del
mundo el pedido de ayuda a otros es bueno y positivo y en otras partes del
mundo es visto como algo malo? La desigualdad mata al respeto e incorpora
la humillación en el juego de la comparación. Cuando se ataca al amor
propio y a la autoadmiración de los logros realizados autónomamente de un
ser humano entra en juego un sentimiento de inferioridad del hombre que no
se logra resolver exitosamente en la mayoría de los casos terminando en el
desánimo y en la denominación propia de manera negativa.
Con este sentimiento de inferioridad frente a otras personas nacen nuevas
"experiencias" como la envidia, la insuficiencia y la falta de autonomía
que debilitan progresivamente a las personas. El desamparo que se sufre por
la falta de protección y de ayuda puede repercutir en los años venideros de
la vida de alguien y en especial en la incorporación del conocimiento.
¿Esta vergüenza es generada por el entorno (o un funcionalismo capitalista
según Adler) o, como plantea la psicología, viene desde adentro del ser? Y,
por otro lado, ¿se podría afirmar que no es un sentimiento negativo, ya que
el ser humano que siente vergüenza de algo, la dependencia por ejemplo, se
encuentra movido a hacer algo para cambiar su estado, por lo tanto, se
puede arribar a la conclusión de que esa vergüenza ha sido el motor a
erradicar esa dependencia que lo humilla y lo denigra? Entonces ¿la
vergüenza sería buena y positiva? ¿Lograría que los seres humanos sean
autónomos en todos sus aspectos? En palabras de Winnicott, lograr autonomía
significa entender lo diferente del otro consiguiendo un respecto hacía
éste. Concedemos autonomía a los otros cuando aceptamos el saber de estos
aunque nosotros no podamos entenderlo. De esta manera la autonomía es una
vía de acceso a la igualdad, entendiendo la autonomía del otro como igual a
la nuestra y ¿de qué manera esto influye en la dependencia del hombre? en
que esta dependencia significa una incompletitud del ser, el cual será
ayudado por otro ser que con sus recursos, que podemos tal vez no entender,
logrará cubrir esas necesidades.
En palabras de Durkheim: la dependencia se resolverá con interdependencia y
así la autonomía en la que reside el respeto al otro puede concederse
libremente (Durkheim).




En la necesidad de que alguien llene de conocimiento la mente del otro,
supuestamente inferior en cuanto a saberes, se esclarece la relación
aprendiz-pedagogo que se impuso en muchas sociedades a lo largo de varias
décadas. Claro está que la edad cronológica de una persona marca una
diferencia en la capacidad práctica de poder hacer o no algo, pero aún así,
del otro lado de la moneda está el poder o no hacer intelectualmente. ¿Es
posible asegurar que los más grandes están por arriba de los más chicos?
¿Qué enseña y qué aprende el pedagogo en el acto intercambiable de saberes
con ese inferior? O mejor dicho, ¿qué cree saber y transmitir a ese otro
supuestamente débil de saberes? ¿Ese saber es absoluto o está atravesado
por sesgos personales y experiencias particulares? Ese pedagogo envuelto en
conocimientos, ¿lleva la luz de la sabiduría (como aseguran algunos o
muchos) para iluminar la oscura ignorancia del inferior? Sería muy
pretencioso querer responder a estos cuestionamientos en unos simples
renglones. Consideramos que la "iluminación de las mentes" es algo más
complejo que un simple análisis educativo. Pero si es necesario conocer que
muchas de las causas de los males intelectuales son la falta de
reconocimiento, entendido como saber que él otro existe. La consideración
de una persona a otra es el punto de partida para lograr grandes cambios y
la dinámica educativa, al menos en la actualidad, no está basada en este
concepto. Por ello, la aceptación de la dependencia, tan despreciada por
muchos, como necesaria en el acto educativo sería un paso hacía ese
reconocimiento de la existencia de otro. ¿Cómo logra un aprendiz absorber
los conocimientos de su maestro si éste no lo reconoce como tal? ¿Cómo se
llega a esa confianza en si mismo? ¿Por medio de la admiración al maestro?
De ser así, ¿esta admiración conlleva una dependencia? ¿Sería positivo
pensar en la existencia de la necesidad de ayuda de otros?
Como seres humanos pensantes debemos reconocer que tenemos vicios que van
modificando nuestras acciones a lo largo de la vida, así también pasa en
los ámbitos educativos. Los vicios se van incorporando sin que nos demos
cuenta y van modificando las tareas y quehaceres pedagógicos del día a día
dejando de lado las consideraciones esenciales que hacen al verdadero acto
de reconocimiento.
Conceptos que son considerados negativos y necesarios de ser erradicados
por completo en los seres humanos se pueden transformar en la piedra
angular de todo acto humano logrando entender que como en el comienzo de la
vida la dependencia y necesidad de ayuda de otro se convierte en el empujón
hacía la emancipación intelectual que todo ser humano pretende alcanzar.
Los pedagogos que se incorporan en el camino del aprendizaje deberían
ayudar a descubrir las esencialidades necesarias para la autonomía
intelectual. Para llegar a ciertos destinos es necesario partir de bases
sólidas y de creencias que ayudaran a la independencia intelectual. Para
lograr ser parte del proceso de emancipación del aprendiz hay que lograr el
desprendimiento para con este sin caer en el desprecio y la
desconsideración. ¿Un maestro considerado es aquel que ignora, por ejemplo,
la desigualdad? ¿Desigualdad como antónimo de igualdad: somos todos iguales
ante algo o alguien? ¿Existe cierto goce de demostrar que un inferior
necesita de un superior? ¿Existe un concepto de superioridad que pretende
someter al débil con objetivos supuestamente positivos y dadivosos? Pero en
la dádiva ¿hay o no intercambio, es decir, el aprendiz le brinda algo al
maestro como éste le brinda al aprendiz: saberes? ¿Reconocimiento?
Claro está que los males pedagógicos y/o educativos deben verse como
consecuencias de análisis más profundos. La centralización del problema
intelectual debe situarse más allá de conceptos y dinámicas educativas.
¿Sería la consideración la solución al desprecio? ¿El maestro emancipador
es aquel que ignora la desigualdad?
Lejos de encontrar grandes soluciones y respuestas, vamos descubriendo más
preguntas y cuestionamientos que negarlos sería dar vuelta la cabeza y
mirar hacía otro lado.


Glosario:


Infancia: es el estado por el que transita todo ser humano en sus primeros
años de vida. Es un período por el que transcurre el hombre que le es
estipulado por instituciones como la familia, la sociedad o la cultura. Una
temporalidad determinada e institucionalizada que presume dar soportes
sociales a los seres para que, en un futuro ciertamente incierto, logren
formarse como individuos inmersos correctamente en la sociedad a la que
pertenecen.

Dependencia: necesidad de algo que debe cubrir otro. La dependencia nace
con la carencia o imposibilidad de hacer o sentir de un ser humano y que
debe ser completada por otro ser. Es aquello que hace niño a un adulto y
evita el pensamiento racional de los mismos. Es un estado incompleto del
ser, haciendo alusión al estado primitivo de la vida: infancia.
Puede acarrear inmadurez, falta de autocontrol, sentimiento de
inferioridad, humillación, desigualdad y falta de autonomía.

Vergüenza: sensación de displacer que invade al ser humano cuando se
encuentra "desnudo" frente a otros. Puede ser provocada por situaciones
creadas por uno mismo o por otros seres humanos. Es la creación sensitiva
que viene de adentro del ser y que se puede exteriorizar de diferentes
formas. Puede ser causada por el sentimiento de inferioridad, dependencia,
humillación, comparación con otras personas, necesidad de ayuda, etc.

Bibliografía

COREA, C.; LEWKOWICZ, I. (1999), ¿Se acabó la infancia? Ensayo sobre la
destitución de la niñez. Buenos Aires: Lumen-Humanitas.

SENNETT, (2003), El Respeto. Cap. 4. Barcelona: Anagrama.

RANCIERE, J. (2007) El maestro ignorante: cinco lecciones sobre la
emancipación intelectual. Buenos Aires. Libros del Zorzal.
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