Historia Social Argentina – Cat. Mallimaci – 2° Cuatrimestre 2015
Título: “ Democracia efectiva e imaginario social en Oliverio Girondo ” Autores: Gerardo Damián Bensi, Juan Manuel Iglesias Frecha Correos electrónicos :
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[email protected] Resumen Este trabajo se propondrá analizar algunos textos Oliverio Girondo escritos durante el período radical bajo la luz de conceptos sensibilizadores tales como la noción de “campo”, “imaginarios sociales” y “dispositivo de poder”. Se hará hincapié en identificar la presencia de lo popular en los distintos tipos de géneros discursivos seleccionados. Como contexto histórico, se tendrá en cuenta la apertura del proceso democrático iniciado con la Ley Sáenz Peña y los cambios sociodemográficos, políticos y económicos que acompañan el proceso de consolidación del campo intelectual del período. Pierre Bourdieu, Antonio Gramsci y E. Marí serán algunos de los autores con los que emprenderemos el análisis. Como conclusión general podemos afirmar que la obra de Girondo está más cerca de representar una continuidad en relación a un discurso hegemónico de los grupos dominantes que de proponer uno subalterno. Palabras claves : Girdondo, democracia, imaginario social
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Introducción Antes de comenzar con el análisis temático de alguna de las obras de
Oliverio Girondo, nos pareció importante detenernos un momento a reflexionar acerca de la vinculación entre democracia , literatura e imaginarios sociales , ejes centrales que estructuran el siguiente trabajo monográfico . La selección del tema, en este sentido, tenía que estar dada en función de un recorte temporal que comprendiese y articulara estos tres elementos. De este modo, tomamos como referencia el período comprendido entre la primera experiencia democrática argentina en la ciudad de Buenos Aires, tomando como punto de partida la ley de
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Reforma electoral (más conocida como “Ley Sáenz Peña”) y el primer golpe de Estado del 6 de septiembre 1930. Si había algo que había acaparado nuestra atención durante la cursada y que consideramos necesario precisar es el hecho de apreciar cómo algunas 1
producciones literarias a menudo han formado parte de una producción discursiva más amplia, integrando un discurso del orden que es el origen y el resultado de un dispositivo de poder en cuyo seno existen relaciones humanas de subordinación en donde las jerarquías, lejos de considerarse un producto de la agencia humana, se presentan como naturales instaurando o reproduciendo un ordenamiento social de conducta y no de acción deliberada . A comienzos del siglo XX, se da lo que se conoce en la literatura argentina (Viñas et al., 1989) como “el proceso de profesionalización” de sus escritores. Ya no es fácil encontrar a comienzos de siglo productores culturales que se dedican “lateralmente” a la cultura sino que ahora la escritura se vuelve para ellos su tarea central. En este sentido, Viñas (1989) afirma que “es evidente que este proceso está ligado a la nueva actividad editorial y a la conciencia histórica —la cursiva es nuestra— de los intelectuales de la generación del Centenario que se abocan a crear un modelo cultural para el Estado.” El llamado que nos convocaba a hacer este trabajo era el de comprender parte de la obra de Oliverio Girondo como parte de este proceso. Desde un punto de vista gnoseológico nos interesaba indagar en qué medida era el autor, su obra, el portavoz de una nueva concepción del mundo que se reflejaba en la literatura, en sus poemas, sus cartas, sus manifiestos, como integrante de distintas entidades o grupos sociales. Es por ello que decidimos tomar como unidades de análisis la Carta abierta a “La Púa” , el manifiesto de la revista Martín Fierro y los poemas de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía .
En el caso de la crisis económica, social y política de 1890 la novela La bolsa de Julián Martel es un ejemplo paradigmático 1
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Los criterios de legitimación y consolidación que se dan en el campo literario en la década de 1920 van a sufrir un cambio radical con respecto a los del Centenario. Si autores como Ricardo Rojas (1913) a través de su libro Historia de la literatura argentina o Roberto Giusti en colaboración con Alfredo Bianchi a través de la revista Nosotros (19071943) consolidaron un tipo de “apropiación patriarcal” de la cultura, 1916 será un punto de inflexión no sólo para la sociedad política sino también para el campo literario (concepto que desarrollaremos más adelante), por lo que también intentaremos describir o al menos plantear algunas cuestiones referentes a los “nuevos” intelectuales versus los “viejos” intelectuales y las relaciones de éstos con la política y las clases gobernantes.
2. Marco histórico La ley de Reforma Electoral Sáenz Peña 1916, es decir, el voto universal masculino, secreto y obligatorio para las elecciones presidenciales implicó vastas consecuencias en el campo político argentino, marcando un hito en el largo proceso cultural que se estaba desarrollando en el país y cuyos primeros síntomas comenzaban ya a advertirse desde principios de siglo. Según los datos aportados por Botana (1978:235), de 1888 a 1914 el área cultivada pasó de 2.422.922 ha. a 14.313.630 ha. La población se había duplicado de 1895 a 1914, de 3.956.060 habitantes a 7.888.237, de los cuales el 50% en la ciudad de Buenos Aires eran inmigrantes. La red ferroviaria que en 1880 alcanzaba tan sólo 2.313 km y trasladaba 772.717 toneladas de carga, en 1913 se extendía por todo Buenos Aires a través de una red de 33.478 km que trasladaba 42.916.636 toneladas. A todo ello se sumaba el formidable esfuerzo para educar a una población mediante la instrucción pública, que se tradujo en la reducción la tasa de analfabetismo (considerando habitantes de 14 años o mayores) del 77,9% en 1869 al 35% en 1914. Botana (1978) destaca que
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En el terreno abonado por las realizaciones de un programa, la clase gobernante apenas disentía; más bien asentía, casi con la arrogancia que deparaba la fiel reproducción de los modos de un mundo exterior digno de imitarse y aún de superarse. A este optimismo compartido por las élites dirigentes se oponían las observaciones de N. Repetto (1956:50) describiendo que en el período 19001910 se sucedieron una gran cantidad de huelgas inéditas que lejos están de mostrar una sociedad pacificada. El reelecto presidente Roca sanciona en 1903 la Ley de Residencia (1903) en un llamado a la “seguridad y defensa de la sociedad argentina”. El ex presidente es capaz de presentar los intereses del grupo social dominante que él representa como los intereses generales de toda la nación reforzando de modo excepcional el discurso del orden con el dispositivo de poder. En un contexto de aparente “crisis orgánica” tal como la entiende Gramsci (1932) donde la hegemonía gubernamental se ve amenazada por el exterior tanto material como ideológicamente, los imaginarios se contraen, los cuerpos sentidos como extraños se repelen. (...) Las instituciones, y en especial las instituciones políticas, participan así del universo simbólico que las rodea y forman los marcos de su funcionamiento. (...) Cuando una sociedad se siente agredida desde el exterior, pone en movimiento todo un dispositivo de imaginarios sociales con el fin de movilizar las energías de sus miembros, de reunir y guiar sus acciones. (Baczko, 1984:2829). La tensión entre un país que lo promete todo pero entrega poco y nada será el drama que se vivirá durante el período radical. Los inmigrantes que no encuentran satisfechas sus expectativas de progreso económico rápido, los grupos dominantes que viven el auge y la expansión del modelo agroexportador, y los sectores medios que sienten llegada su hora pero que no atisban ninguna concreción, son ejemplos de una sociedad dividida que, si aceptamos la premisa
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de que 1916 da lugar a repensar un “nuevo origen”, encuentra serias dificultades para organizar un futuro. Yrigoyen y la chusma radical modificaron el sistema de fuerzas políticas, desequilibraron el arcaico sistema de valores sociales y rompieron un orden en que la mera presencia de nuevos sujetos sociales y prácticas políticas quebró las certezas de la oligarquía en proceso de retracción. (Viñas et al., 1987) Nuevos sujetos sociales aparecen intrínsecamente ligados a este proceso de transformaciones en la estructura social: los jóvenes y la multitud. Éstos serán los grandes protagonistas de todas las producciones culturales del período. Así como los partidos políticos en el nuevo panorama electoral se van a disputar electores a través de la palabra, los escritores tendrán que dirigirse a un público que también tiene que elegir entre una variedad de proyectos culturales. En efecto —afirma— en el corazón mismo del imaginario social , en particular con el advenimiento y el desarrollo del Estado, se encuentra el problema del poder legítimo , o más bien, para ser precisos, de las 2
representaciones fundadoras de la legitimidad . (Baczko, 1984:30) El tópico de la “vida moderna” o lo “nuevo” será recogido en la mayoría de los grandes textos del período. La velocidad, las luces, los rascacielos y los conflictos sociales serán tematizados por la literatura argentina del período, transformando a Buenos Aires en un sujeto poético, no exento de matices ideológicos. Si el año ‘16 prefigura la introducción de varios de estos cambios, el año ‘18 vuelve a ser clave y a tener a los jóvenes como protagonistas activos. La Reforma Universitaria y el fin de la “Gran Guerra” europea y, un año antes, la Revolución Rusa (1917), serán tópicos que sedimentarán dos discursos que comienzan a circular a principios de siglo y tienen como correlato la inmigración: el de la izquierda y el del nacionalismo de derecha. Se producirá así la escisión entre
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Las bastardillas son nuestras. 4
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“cultura alta” y cultura popular”. Ambos elementos pueden pensarse como distintos modos de posicionarse frente a la cuestión social, sobre todo la referente a la asimilación de un proletariado urbano que es en su mayoría inmigrante y no tiene el derecho a voto. Asimismo la Semana Trágica de 1919 hace que se funde la nueva derecha argentina en una alianza entre sectores tradicionales oligárquicos y parte de la Iglesia católica articulando los discursos antibolcheviques y antisemita. 3
La izquierda, por su parte va a poner en circulación el tema del antiimperialismo
que encontrará eco diez años después con la constitución del grupo FORJA. Es partir de la época de Alvear (19221928) que se produce cierta estabilización política y social y es ese el preciso momento en el que se van a dar las grandes renovaciones culturales de la Argentina radical: la del grupo Martín Fierro , con la incorporación de una nueva estética, y la de los escritores de izquierda que luchan por una democratización y una politización de la cultura frente a cualquier idea de aristocratismo y segregación. Si Lugones ejercía su influencia en determinados círculos posicionándose en la misma línea ideológica de La bolsa (1890), alzándose contra el peligro maximalista, la figura de José Ingenieros era la otra cara de la moneda recogiendo e integrando la inmigración. El tango, el cine y el deporte son otros ejemplos de un nuevo modo de ver , un intento de imponer una nueva concepción del mundo. De allí que se hable de una producción cultural “diversificada” (Viñas et al., 1989:28) cuando se emprende el análisis durante el período radical. Esto no sólo se limitará a la producción literaria en general, sino también a los espacios de difusión de estos mismos productos culturales. Si el lugar predilecto para Lugones eran el “Odeón” y el “Coliseo”, el ademán universitario más desenvuelto se materializará en Ingenieros. En el medio de las revistas Nosotros y extrema izquierda es que se puede ubicar a Martín Fierro , de tono respetuoso frente a la figura consagrada de
Un estudio que trata este tema en profundidad es el libro de Rouquié, A. (1978) Poder militar y sociedad política en la Argentina, Tomo I, Buenos Aires, Emecé, 1981. 3
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Lugones. Las condiciones para “crear” un público lector y a través de ellas ciertas formas de legitimación simbólica estaban dadas.
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Marco teórico: campo literario, campo de poder, identidad social,
dispositivo de poder El autor que elegimos para el análisis forma parte de la vanguardia literaria argentina de inicios del siglo XX y, más precisamente, del sector de esta última que se dio en llamar “los escritores de Florida”, por oposición a los de Boedo. Los escritores de Florida desvinculaban totalmente la literatura de la política, mientras que los de Boedo planteaban en su producción su inquietud por las problemáticas sociales del período. Una vanguardia constituye una ruptura con la tradición anterior, en la medida en que se propone deslegitimar normas estéticas e institucionales y legitimar otras nuevas. En el origen de la legitimidad otorgada a determinados productos literarios hay un imaginario social, contra el que la vanguardia entabla una disputa simbólica. La identidad de la vanguardia está dada, en parte, por su diferenciación consciente respecto de la tradición dominante, respecto de la cual ocupa (al menos inicialmente) un lugar subordinado dentro del campo (en el sentido en que lo define Bourdieu) de posiciones posibles. Por lo tanto, creemos que es válido analizar el lugar que ocupa Girondo, como representante de la vanguardia, a partir de los conceptos de imaginario social y de campo . Como primer acercamiento al tema , revisando la literatura vimos que Marí (1986) destaca cómo la articulación del discurso del orden y los imaginarios sociales convergen en el dispositivo de poder , constituyendo las condiciones de reproducción de los mismos, a la par que evoca la imagen de un espiral interminable de difícil visibilización. Asimismo, Baczko (1984:27) reconoce en la actividad imaginante un inherente componente social, donde el adjetivo “social” implica su delimitación hacia todo aquello que se relaciona con la sociedad y 6
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emana de ella. Siguiendo este argumento, la producción global de representaciones vincula las “modalidades de imaginar, de reproducir y renovar el imaginario, como las de sentir, pensar, creer” al resultado histórico de una lucha por la imposición de sentidos. En nuestro caso, estos elementos en disputa son sentidos literarios, estéticos, artísticos, etc. Tanto Marí (1986) como Baczko (1984) reconocen en la actividad imaginante o imaginarios sociales, su imbricación con la producción simbólica, la capacidad de conformarse en un elemento constitutivo en la construcción de subjetividades o al menos la fuerza de intervenir en dicho proceso a lo largo de un constante devenir que define tanto las relaciones del individuo con la sociedad al operar también como “pauta cultural” para establecer divisiones internas entre distintos colectivos de agentes. La “función” del símbolo no es sólo la de instituir distinciones como mecanismo de diferenciación entre distintos individuos y/o grupos sociales, sino también la de introducir valores y modelar conductas individuales y colectivas. De ahí que todo símbolo esté inscripto en una constelación de relaciones con otros símbolos, donde las formas simbólicas que van de lo religioso a lo mágico se articulan con lo económico y lo político, formando un campo donde se articulan ideas, imágenes y valores. De este modo, cabe analizar las relaciones que la vanguardia entabla con otros actores de la escena literaria de inicios del siglo XX a partir del concepto de “campo” de Bourdieu. Si bien esta opción reviste cierto grado de arbitrariedad, se fundamenta en una concepción sobre la manera en que el marco histórico influye en la práctica literaria. Creemos, con Bourdieu, que esta influencia no es lineal, sino que está sobredeterminada por las mediaciones del campo intelectual y literario. Es a través de este universo de relaciones que se ejercen sobre la producción cultural las determinaciones externas. En la definición de este autor, Un campo es una red de relaciones objetivas entre posiciones objetivamente definidas —en su existencia y en las determinaciones que ellas imponen a sus ocupantes— por su situación ( situs ) actual y potencial 7
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en la estructura de la distribución de las especies de capital (o de poder) cuya posesión impone la obtención de los beneficios específicos puestos en juego en el campo, y, a la vez, por su relación objetiva con las otras posiciones (dominación o subordinación, etc.). (Bourdieu, 1990:3). Los diferentes grupos que participan del campo literario compiten por la definición de la legitimidad artística. En palabras de Bourdieu, Así, lo fundamental que está en juego en las luchas literarias es el monopolio de la legitimidad literaria, es decir, entre otras cosas, el monopolio del poder de decir con autoridad quién está autorizado a llamarse autor; o, si se prefiere, el monopolio del poder de consagración de los productores o de los productos. (Bourdieu 1990:19) Esta legitimidad puede ser determinada por dos caminos: si la jerarquización dentro del campo depende de criterios heterónomos (exteriores al campo mismo), la legitimidad se define por criterios de mercado, como por ejemplo, la cantidad de obras vendidas, premios, distinciones, etc. Si la jerarquización obedece a principios autónomos , la legitimación consiste en el “prestigio” literario, es decir, en el reconocimiento otorgado por otros a quienes se juzga dignos de reconocer y a los que, por lo tanto, se les asigna autoridad para otorgar reconocimiento. El campo puede ser analizado como un campo de posiciones , que se definen por las propiedades de sus ocupantes, y como un campo de tomas de posición , que se manifiestan en las obras artísticas, pero también en otro tipo de expresiones, como manifiestos y polémicas. Uno y otro son indisociables en el análisis. Cierto sentido de la orientación social lleva a algunos actores a asumir posiciones desinteresadas, económicamente arriesgadas y de largo plazo (las vanguardias), mientras que lleva a otros a tomar posiciones más seguras y a corto plazo. Dado que los escritores de vanguardia no buscan ganancias rápidas, la posibilidad de asumir esta posición más arriesgada y de sostenerla en el tiempo depende de la posesión de un patrimonio que permita desligarse de la necesidad 8
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económica. Como señala Bourdieu, la indiferencia a la economía requiere de ciertas condiciones económicas. En los primeros años del siglo XX, la toma de posición de los escritores en el campo literario vendrá acompañada, y será posibilitada, por un proceso paulatino de conformación de la identidad social del escritor en cuanto tal, fenómeno que es paralelo al proceso de profesionalización que aludíamos más arriba. En este sentido Tajfel (1984) define la identidad social como "aquella parte del autoconcepto de un individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo (o grupos) social junto con el significado valorativo y emocional asociado a dicha pertenencia". Asimismo, este concepto aparece estrechamente vinculado al de categorización social, donde la noción de “grupo” es también parte de la conformación de un proceso identitario que implica —en parte— definir un “nosotros” a partir de la diferenciación de unos “otros” significativos. Es interesante detenerse aquí y analizar el proceso de consolidación de este grupo social de apariencia autónoma en diálogo con la clase social dominante. Todo grupo social como nace en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea al mismo tiempo y orgánicamente una o más capas de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de su propia función, no sólo en el terreno económico, sino también en el social y político. (Gramsci, 1932) Pero, a su vez, (…) todo grupo social “esencial”, al surgir en la historia a partir de la estructura anterior [se refiere a la estructura económica] y como expresión del desarrollo de ésta, ha encontrado, al menos en la historia hasta el momento ocurrida [escribe en 1932], categorías de intelectuales preexistentes y que hasta parecían representar una continuidad histórica ininterrumpida, a pesar de los cambios más complicados y radicales de las formas sociales y políticas. (Gramsci, 1932) 9
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Girondo y la toma de posición en el campo
4 (a) Alternativas del campo en los primeros años del siglo XX. La consolidación de la literatura como esfera de actividad cultural autónoma. Si se parte de la base de que la vanguardia argentina constituye una toma de postura dentro de un campo intelectual y artístico, y si su rasgo más esencial es la ruptura con los cánones previos, para definir a la vanguardia es preciso remontarse a los momentos de la escena intelectual argentina que preceden a su aparición. De acuerdo con Sarlo y Altamirano (1997), es posible distinguir en la escena literaria de inicios del siglo XX tres momentos. El primero es el del escritor “gentleman”: el individuo dedicado fundamentalmente a la política para quien la escritura es un asunto de ocio y cuya identidad social no pasa principalmente por el acto de escribir. Tal como señala Viñas (1996:5), la escritura es uno más entre los varios privilegios de la renta. Más adelante, entre 1900 y 1920, se va configurando otro tipo de escritor, el escritor “profesional”, denominación que no responde al hecho de que obtenga sus medios de vida de la venta de sus publicaciones, sino a que su identidad social está netamente ligada a la práctica de la literatura. En el cambio de siglo, la profesionalización del escritor se ve propiciada por diversos factores sociales y políticos. En primer lugar, la incipiente clase media es impulsada a la conducción de los asuntos políticos por el triunfo radical de 1916 (Prieto, 1956:73). Este cambio se proyecta en la dimensión cultural: numerosos hijos de inmigrantes estudian en la universidad y ejercen la docencia, y la nueva burguesía adquiere protagonismo en el clero, el ejército y la administración. Este es el período de apogeo de de la clase media y el radicalismo, ya que los otros sectores sociales están en un momento de escaso desarrollo o de declive: el proletariado es poco numeroso y los sectores tradicionales pasan a un segundo plano (aunque más adelante resurgirán en el golpe de Uriburu). En los ideales y 10
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en los hábitos de vida de esta floreciente clase social, el libro adquiere un poderoso valor. Asimismo, es imposible ignorar la importancia de la ley de educación común, que ahora daba como fruto el crecimiento de un público lector, poco exigente, pero que estimulaba la tarea del escritor. Este es el período en que empiezan a circular revistas como Caras y Caretas , Arlequín , Gil Blas , El Gladiador . También son los años en que Manuel Gálvez publica lo que serán sus éxitos literarios: El mal metafísico (1916) y Nacha Regules (1919), obra que tuvo en el año de su publicación 4 tiradas de 3.000 ejemplares cada una (Prieto, 1956:74). También logran amplia circulación las obras de Enrique Larreta y Gustavo Martínez Zuviría. En suma, la profesionalización del escritor corre paralela al ascenso de la clase media. Este proceso no estuvo desprovisto de aspectos negativos, ya que la aparición de revistas con fotografías e ilustraciones desincentivó el gusto por la lectura de libros y por el conocimiento de los autores argentinos. Fue así como los escritores de la vanguardia, tanto de Florida como de Boedo, experimentaron una escasez de lectores que no se condecía con el supuesto desarrollo de la cultura del país y con la magnitud de su población (Prieto, 1956:74). Por otra parte, en los primeros años del siglo XX, los escritores reciben apoyo del Estado: en 1910 se crea la ley de propiedad literaria, que otorga derecho al escritor a percibir el diez por ciento de las ventas de sus obras, y se los protege con el corte de la importación teatral europea desde 1914. A partir de 1913 se establece por ley el otorgamiento de “Premios nacionales de literatura” que no se implementa hasta 1916. El monto es altísimo: 30.000 pesos para el primero, 20.000 para el segundo y 10.000 para el tercero. Se ponen en juego una disputa por diversos capitales, económicos y culturales. Estos interactúan a la vez que configuran y dan cuenta de la progresiva profesionalización del campo de la cultura. La aspiración al prestigio y al dinero hace que los resultados de estos premios no estén exentos de varias críticas a los integrantes del jurado.
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Esta segunda etapa de la configuración de la escena literaria se caracteriza por una falta de diferenciación de las tendencias, que aún no entablan entre sí una lucha por la legitimidad, debido a que el campo intelectual es todavía reducido y de escasa complejidad. Este momento sin actores diferenciados se refleja en la publicación de la revista Nosotros , que da lugar en sus páginas a las obras de escritores de diversas tendencias. Por último, en un tercer momento, en esta escena cultural, aparece la vanguardia, que busca diferenciarse tanto de los escritores modernistas como de los populares. En la vanguardia argentina de comienzos de los años veinte, a la que Girondo pertenece, puede observarse una toma de posición en el campo literario del momento, que se manifiesta en varios sentidos. Esta toma de posición se canaliza, por un lado, a través de las obras mismas, pero también ocupa un lugar significativo en las revistas que eligen como órgano de difusión. En primer lugar, la toma de posición se expresa en el rechazo a la estética modernista, particularmente, la de Lugones, si bien los escritores martinfierristas mantendrán con este escritor una relación ambigua: aunque se opondrán a su práctica literaria en forma obsesiva, no dejarán de reconocer su lugar central en la cultura argentina. En segundo lugar, la vanguardia se pronuncia en contra de los mecanismos de consagración tradicionales. La revista Martín Fierro mantiene un enfrentamiento con la revista Nosotros en cuanto a los principios e instituciones de legitimación literaria. Si bien esta revista parece organizar en 1923 una encuesta como una forma de seducir a los escritores sin espacios de publicación para integrarlos en su seno, fracasa en su intento paternalista. Es más, en el mismo año Alfredo Bianchi (director Nosotros ) impulsa la fundación de la revista Inicial para que se nucleen los escritores de vanguardia, la dirijan y la tengan como espacio propio bajo su padrinazgo. Esta lucha obedece a que, precisamente, el objeto que entra en disputa y en torno del cual se organiza el campo es la legitimidad. Como dice Bourdieu ( 1990:10) , “ la obra de arte sólo existe como objeto simbólico dotado de valor si es conocida y reconocida, es decir, instituida
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socialmente como obra de arte y recibida por espectadores aptos para reconocerla y conocerla como tal” . La aspiración de la vanguardia de proponer una nueva legitimidad explica sus ansias de diferenciarse del modernismo y de los escritores de Boedo, a los que se considera conservadores desde el punto de vista estético y de los escritores de Extrema izquierda por politizarlo todo. Por añadidura, la vanguardia también expresa su reivindicación de una legitimidad propia en su rechazo a la literatura de consumo masivo, que es sinónimo de su rechazo a la consagración mercantil. Esa tensión con el mercado está en la raíz de su ambición de crear un nuevo tipo de lector. El mercado de bienes literarios en que nace Martín Fierro había experimentado, desde 1915, el surgimiento de publicaciones de tirada semanal a precios accesibles a los sectores medios y bajos, y cuyos relatos de ficción incluían, además del folletín o de la novela sentimental y de aventuras, cuentos como los de Horacio Quiroga o Ricardo Güiraldes, traducciones de la literatura francesa y rusa e incluso las polémicas de los escritores con inquietudes sociales de Boedo. Todas estas expresiones literarias son condenadas por la vanguardia por dos motivos. En primer lugar, por estar movidas por el lucro: la verdadera literatura es desinteresada. Este rechazo de la consagración por vía del mercado se puede entender como una aspiración de la vanguardia a estructurar el campo de acuerdo con lo que Bourdieu (1990 :11) denomina “principio de jerarquización autónoma”. En segundo lugar, la condena proviene de que se trata de literatura que no reproduce fielmente el habla argentina, sino que está deformada por la pronunciación inmigrante. En este punto, la vanguardia identifica la literatura “de masas” con el origen de clase de sus productores y de su público. “La oposición lucroarte se ha transformado en la contradicción (social) argentinos viejosinmigrantes” (Sarlo, 1997:232). Esta vanguardia, sin embargo, no está exenta de contradicciones. Si bien su espíritu es marcar una ruptura con el campo literario establecido, es preciso
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definir con exactitud los límites que moderan este distanciamiento y las causas subyacentes de este “moderatismo”. En primer término, como forma de rechazo a las formas de legitimación tradicionales, los vanguardistas, desde Martín Fierro , reclamaron el cierre de la revista Nosotros , órgano de consagración literaria hasta el momento, pero no dejaron de participar en sus páginas hasta no tener una publicación propia desde la cual impulsar su propia estética. Al mismo tiempo, aunque se opusieran a la “carrera literaria” tradicional, reconocían “la legitimidad de la intervención estatal como reguladora y patrocinadora de las artes: incluso que los presidentes de la nación intervengan en favor del desarrollo artístico” (Sarlo 1997:223224). Este reclamo del patrocinio del Estado encuentra su causa en el hecho de que, siendo reducido el mercado de lectores, los escritores no pueden aspirar a la literatura como medio de vida, cuestión que resuelven reivindicando la necesidad de protección estatal. La propuesta de la dirección de la revista para generar un nuevo circuito de consagración acepta el mecanismo del concurso, pero advierte contra los favoritismos de los premios municipales y propone que los premios de literatura sean otorgados por el Ministerio de Instrucción Pública, inscribiéndose así en una tradición que la precede: la de que es función del Estado proteger a los artistas. Al mismo tiempo, si bien la vanguardia ejerce una crítica de la ideología burguesa, lo hace en términos puramente estéticos: no contradice su moral, ni su hipocresía social, sexual o ideológica. Esta moderación indica que la vanguardia no puede sustraerse a la ideología de la sociedad argentina de ese momento. La vanguardia de Martín Fierro no es de carácter radical, porque su finalidad es modificar el gusto, crear un ambiente literario, reformar la sensibilidad. Ninguno de estos objetivos implica una modificación política o social de envergadura. Si Martín Fierro discute contra el jurado del Premio Municipal y sus abstrusas decisiones de “consagrar al consagrado”, Castelnuovo, el vapuleado director de la revista
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Extrema Izquierda , enemigo estético, demodée, será el amigo a quien se felicita de corazón por obtener un tercer premio en narrativa. El odi et amo de que los martinfierristas sostienen con Lugones es otro indicio de posición mutante que ocupan los contendientes en el campo literario. Cuando, finalmente, se trata de defender el orgullo nacional contra el imperialismo hispanista de los escritores peninsulares que quieren coronarse con los laureles conquistados por la cultura argentina, todos ( Nosotros, Martín Fierro y Boedo), estrecharán filas defendiendo el patrimonio nacional por sobre la afrenta de quienes se animasen a proclamar a Madrid el “meridiano intelectual” de Hispanoamérica. Allí jóvenes, viejos, vanguardistas, veristas, puristas, eclécticos y ultraístas se ofenden al unísono contra el enemigo exterior. Prima, ante todo, un fuerte “espíritu de cuerpo”, porque si hay un “otro” del cual diferenciarse, ése es precisamente el público. Siguiendo a Bourdieu (1990:11) , para quien “ se trata de comprender la obra de arte como una manifestación del campo en su conjunto, en la que se hallan depositadas todas las potencias del campo, y también todos los determinismos inherentes a la estructura y al funcionamiento de éste”, pasamos a analizar cómo se manifiestan concretamente, en diferentes obras de Girondo, los rasgos de la vanguardia argentina de comienzos del siglo XX. 4 (b) La toma de posición explícita (I): el manifiesto martinfierrista El manifiesto de Martín Fierro aparece en el número 4 de la revista y su autor es Girondo. En él se manifiesta, por ejemplo, la tendencia al nacionalismo cultural: “Martín Fierro tiene fe en nuestra fonética, en nuestra visión, en nuestros modales, en nuestro oído, en nuestra capacidad digestiva y de asimilación”. En este interés de la vanguardia por la “voz nacional” se observa un eco de la problemática sobre la identidad argentina nacida al calor de la ola inmigratoria, y que tuvo entre sus exponentes a Ricardo Rojas, Manuel Gálvez y Leopoldo Lugones. La vanguardia asume también esta tarea de definición legítima de lo 15
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nacional: esta es la aspiración que subyace al nombre con que se bautiza a la revista. “ Martín Fierro acepta las consecuencias y las responsabilidades de localizarse, porque sabe que de ello depende su salud” dice también su manifiesto. A pesar de esta preocupación de los martinfierristas por dotar de “argentinidad” a su movimiento, no dejarán de ser acusados de “cosmopolitismo” por los escritores de Boedo, quienes serán blanco de la misma crítica (por distintos motivos) por parte de los primeros. El ansia de renovación estética respecto del campo literario preexistente se manifiesta en declaraciones como la que sigue:
“Martín Fierro siente la necesidad imprescindible de definirse y de llamar a cuantos sean capaces de percibir que nos hallamos en presencia de una NUEVA sensibilidad y de una NUEVA comprensión, que, al ponernos de acuerdo con nosotros mismos, nos descubre panoramas insospechados y nuevos medios y formas de expresión.” La toma de distancia respecto del naturalismo y de la estética del boedismo se observa en frases como “Frente al recetario que inspira las elucubraciones de nuestros más ‘bellos’ espíritus y a la afición al ANACRONISMO y al MIMETISMO que demuestran”, donde se anuncia que la producción vanguardista no consistirá en la reproducción de lo real en la escritura, sino en ofrecer una nueva visión del mundo, no meramente descriptiva. Para los martinfierristas, nada está más alejado de lo verdaderamente literario que la imitación de lo real: “ Martín Fierro sabe que ‘todo es nuevo bajo el sol’ si todo se mira con unas pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo”. Aquí se anticipa el propósito de observar lo cotidiano con nuevos ojos y presentarlo bajo una perspectiva original e inesperada, proyecto que Girondo plasma en los Veinte poemas .
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Al mismo tiempo, el carácter moderado de la revista se anuncia cuando dice “poseer como las mejores familias un álbum de retratos, que hojea, de vez en cuando, para descubrirse al través de un antepasado... o reírse de su cuello y de su corbata”. Los martinfierristas no reniegan de los vínculos que los unen a la tradición cultural anterior, pero tampoco aceptan esa herencia de manera acrítica. El proyecto de nacionalismo cultural, que nace mucho antes del martinfierrismo pero es retomado por el movimiento, es una de las maneras en que se manifiesta esta tensión entre lo antiguo y lo nuevo.
4 (c) La toma de posición explícita (II): la Carta abierta a “La Púa” Los Veinte poemas empiezan con una carta abierta a la revista “La Púa”, escrita por Girondo en 1922 en oportunidad de la publicación de los poemas. La carta contiene la posición de Girondo en torno de las convenciones estéticas predominantes en el campo literario, los mecanismos de consagración y el nacionalismo cultural. En este sentido, puede leerse como un manifiesto personal del propio Girondo. El texto resume el debate interno del poeta en torno de la decisión de publicar los Veinte poemas . El origen de esta tensión parece ser la conciencia de que publicar implica tomar posición en el campo e intervenir en la lucha por el “prestigio” o la “estima”. El problema es que Girondo no desea la estima de los actores del campo a los que les disputa la legitimidad de lo literario. Por eso se invierten los significados: el éxito es signo de mediocridad y ser admirado es signo de estupidez: ¿Un éxito eventual sería capaz de convencernos de nuestra propia mediocridad? ¿No tendremos una dosis suficiente de estupidez como para ser admirados?” (...) Yo no tengo, ni deseo tener, sangre de estatua. Yo no pretendo sufrir la humillación de los gorriones. Yo no aspiro a que me babeen la tumba de lugares comunes, ya que lo único realmente interesante es el mecanismo de sentir y de pensar. (Girondo, 1922)
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La concepción de la toma de posición estética y moral como parte de una lucha en el campo se manifiesta de manera casi explícitamente en este pasaje de la carta en que Girondo recrea un diálogo en el que se propone declararle la “guerra” a las formas estéticas predominantes: Hasta que uno contesta ante la insinuación de algún amigo: ‘¿Para qué publicar? Ustedes no lo necesitan para estimarme. Los demás…’ Pero como el amigo resulta ser apocalíptico e inexorable, nos replica: ‘Porque es necesario declararle como tú le has declarado la guerra a la levita, que en nuestro país lleva a todas partes; a la levita con que se escribe en España, cuando no se escribe de golilla, de sotana o en mangas de camisa (…) (Girondo, 1922)
A renglón seguido, se establece un vínculo directo entre esta lucha contra los cánones de escritura reconocidos y el nacionalismo cultural: (...) Porque es imprescindible tener fe, como tú tienes fe, en nuestra fonética, desde que fuimos nosotros, los americanos, quienes hemos oxigenado el castellano, haciéndolo un idioma respirable, un idioma que puede usarse cotidianamente y escribirse de , con la nuestra de todos los días…’ Y yo me ruborizo un poco al pensar que acaso tenga fe en nuestra fonética y que nuestra fonética sea acaso tan maleducada como para tener siempre razón. (Girondo, 1922) Este pasaje indica cómo el proyecto renovador de la vanguardia está estrechamente ligado al nacionalismo cultural, que se manifiesta en el empeño por encontrar una forma de escribir “argentina”. La calificación de esta empresa casi como un “acto de fe” indica que asumir esta tarea equivalía a hacer literatura “sin red” (en términos de la legitimidad que ese tipo de escritura podía llegar a obtener o no). De acuerdo con este movimiento, escribir de “americana” es internarse en un terreno hasta entonces desconocido para la literatura argentina. 18
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4 (d) La toma de postura en Veinte poemas para ser leídos en el tranvía Si en el manifiesto de Martín Fierro Girondo proclama el surgimiento de una “nueva sensibilidad”, en sus Veinte Poemas asistimos a la constitución de un nuevo tipo de observador donde se destaca la preponderancia extrema de lo visual constituyendo un rasgo característico de la nueva experiencia urbana. 4
“Desde su título, su primera obra poética no sólo se leen en el tranvía , sino que se compran en una “edición tranviaria a veinte centavos” (Viñas, 1987:195). De este modo, Girondo instituye un nuevo espacio para la poesía, al mismo tiempo que un nuevo sentido de la temporalidad, sumergiéndola al ritmo de la ciudad moderna y diseñando una nueva imagen de lector funcional a la este mismísimo espacio urbano emergente. Leemos en Sarlo (1997:251) que: "Por paradoja, la construcción 'metáfora' más 'populismo urbano de vanguardia' une elementos que toda la vanguardia europea había conservado escindidos y cuya fusión es contraria a su programa, que incorpora el tema urbano pero como exaltación de la técnica y la modernidad (...). Populismo urbano y construcción formal son la originalidad de esta primera vanguardia (...). Asimismo, en esta renovación de la percepción también puede reconocerse un gesto característico del arte de vanguardia europeo. El “extrañamiento” del formalismo ruso, el “efecto de shock” presente en el surrealismo o el “distanciamiento” brechtiano, describen diferentes inflexiones en este proceso de desfamiliarización mediante el cual el arte puede desautomatizar los hábitos perceptivos y restituir una experiencia consciente. En un membrete de la revista Martín Fierro , Girondo reflexiona:
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La cursiva es nuestra. 19
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La vida es un largo embrutecimiento. La costumbre nos teje diariamente una telaraña en las pupilas. Poco a poco nos aprisionamos a la sintaxis, el diccionario; los mosquitos pueden volar tocando la corneta y carecemos del coraje de llamarlos arcángeles. Como veníamos diciendo, lo urbano es una presencia constante en los Veinte poemas , desde los títulos de los poemas: “Caféconcierto”, “Apunte callejero”, “Plaza”. En ese panorama urbano, el “populismo” se manifiesta en ciertas escenas urbanas de lo popular. Para nuestro análisis, aislamos dos textos de los Veinte poemas : “Milonga” y “Corso”. Fiel a la estética martinfierrista, la situación de la milonga se describe con metáforas novedosas e inesperadas, y los objetos se humanizan o cobran vida: Sobre las mesas, botellas decapitadas de ‘champagne’ con corbatas blancas de payaso, baldes de níquel que trasuntan enflaquecidos brazos y espaldas de ‘cocottes’. El bandoneón canta con esperezos de gusano baboso, contradice el pelo rojo de la alfombra, imanta los pezones, los pubis y la punta de los zapatos. (...) De pronto se oye un fracaso de cristales. Las mesas dan un corcovo y pegan cuatro patadas en el aire. Un enorme espejo se derrumba con las columnas y la gente que tenía dentro; mientras entre un oleaje de brazos y espaldas estallan las trompadas, como una rueda de cohetes de bengala. (Girondo, 1922) Del mismo modo, “Corso” recoge la escena del festejo del carnaval en el Buenos Aires de la época: La banda de música le chasquea el lomo / para que siga dando vueltas / cloroformado bajo los antifaces / con su olor a pomo y sudor / y su voz falsa / y sus adioses de naufragio / y su cabellera desgreñada de largas tiras de papel / que los árboles le peinan al pasar / junto al cordón de la vereda / 20
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donde las gentes / le tiran pequeños salvavidas de todos los colores / mientras las chicas / se sacan los senos de las batas / para arrojárselos a las comparsas / que espiritualizan / en un suspiro de papel de seda / su cansancio de querer ser feliz / que apenas tiene fuerzas para llegar / a la altura de las bombitas de luz eléctrica . (Girondo, 1922) En el procesamiento poético de estas escenas se condensa la contradicción de la vanguardia martinfierrista. Por un lado, se produce una ruptura estética con los modos previos de escribir poesía. Girondo abandona la métrica y la rima: de hecho, calificará a la métrica como “adminículo de tendero” y a la rima como “tambor indígena” (Barrera, 1997:400). Estas cuestiones formales constituyen materia de debate entre los martinfierristas y Lugones (Sarlo 1997:252). Pero, al mismo tiempo, se observa en los poemas el “moderatismo” de Girondo, característico de toda la vanguardia martinfierrista. Los poemas constituyen una observación de escenas en las que se actualizan prácticas populares (el baile, el carnaval, la comparsa), pero prácticamente no hay ningún planteo explícito sobre las condiciones materiales de vida de quienes protagonizan tales escenas como sí las hay en Extrema izquierda . Girondo es capaz de describir a esa porción de la sociedad con originalidad e incluso con ternura, pero sus composiciones no tienen (ni pretenden tener) ribetes políticos. Por otra parte, si se tiene en cuenta la distinción de los martinfierristas entre gusto vulgar / no vulgar y su “categorización” del público (que es consecuencia de su toma de posición en el campo), debemos concluir que los individuos tematizados son el asunto de los poemas, pero no sus destinatarios . En otras palabras: Girondo escribe sobre las personas que acuden a la milonga o festejan el carnaval, no para ellos. No es ése el público del que va en busca. 5.
Conclusión
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Como decíamos anteriormente, la actividad imaginante no constituye una facultad psicológica autónoma. Esta delimita un aspecto de la vida social de los agentes, cuyas particularidades sólo se manifiestan en la diversidad de sus productos. En el caso de Girondo, se observa una continuidad entre el imaginario que sostiene desde la vanguardia martinfierrista y el del campo intelectual preexistente. “Si Ud. juzga que a Lugones se le debe contestar con insultos, no lea MARTIN FIERRO” (Viñas et al. 1989:61) será uno de sus lemas. Pese al “populismo urbano” de Martín Fierro , el imaginario acerca del pueblo está lejos de reivindicar a éste último como un sujeto capaz de legitimar la producción literaria o como una fuente donde buscar una “voz nacional”, ya que la voz del pueblo está deformada por el acento inmigrante. En otras palabras: no observamos un cuestionamiento al statu quo , sino que el contenido mismo de la poesía de Girondo, pese a tematizar algunas prácticas populares, no se dirige hacia este sector como así tampoco habla desde la perspectiva de este actor. Sin embargo, creemos de todos modos que la aparición de la poesía de Girondo, así como de toda la vanguardia martinfierrista, guarda un vínculo con la democratización de los años 19161930. Si bien este vínculo es complejo e indirecto, no se puede entender la entrada en escena de estos escritores sin considerar el contexto histórico que le sirve de marco. Teniendo en cuenta que “la vanguardia es posible cuando tanto el campo intelectual como el mercado de bienes simbólicos han alcanzado un desarrollo relativamente extenso” (Sarlo 1997:227), es posible trazar un eslabonamiento que se inicia con el proyecto educativo de la Generación del Ochenta. La ley 1.420 genera las condiciones para un mayor nivel de alfabetización y para la formación de una incipiente clase media. Se crean así las condiciones de aparición de un público lector y de un sector social para el que el libro y la lectura constituyen bienes culturales valorados. Este público estimula la acción de los escritores, que gradualmente adquieren la identidad social de profesionales, al tiempo que van constituyendo un campo intelectual. El campo que se constituye a través de este proceso tiene sus 22
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instituciones de legitimación y mecanismos de consagración. Podemos observar, a través del análisis del manifiesto de Martín Fierro , de la Carta abierta a “La Púa” y de los Veinte poemas que Girondo se determina a sí mismo como lo contrario de esas instituciones y mecanismos. Es gracias al desarrollo y a la multiplicación de expresiones literarias que puede aparecer una generación de escritores jóvenes con ansias de diferenciarse de sus predecesores, al menos estéticamente. Es posible trazar, entonces una línea de continuidad entre el proyecto de homogeneización cultural de la Generación del Ochenta que, pasando por la profesionalización del escritor, crea las condiciones necesarias para la primera ruptura de las letras argentinas con su pasado estético. El error de la revista Nosotros fue no advertir precisamente que una “nueva sensibilidad” se estaba creando y que ella requería nuevas modalidades, además de sangre joven. De este modo, a pesar de los intentos reconciliatorios, Nosotros será el primer “cadáver” de los jóvenes martinfierristas porque en la década del veinte la revista no supo demostrar más que una “impermeabilidad hipopotámica” (Viñas et al., 1989:39) Viñas et al. (1987:29) afirman: En los años del radicalismo no hay sólo un patrón estético (si bien tampoco lo hubo en un único sentido en los períodos anteriores), sino que proliferan las ofertas en favor de varias propuestas que disputan o conviven con un único lema común: ir contra lo que ha sido ya instituido. Los "nuevos" escritores se sienten en el origen de la historia y esto significa que virtualmente no hay límites para innovar ni para destruir los muros de la vieja cultura. Si bien esta actitud tuvo sus idas y vueltas (y fue más discursiva que otra cosa), introdujo la irrespetuosidad como valor, tal como lo muestra la encuesta de la revista Nosotros (1923) que pregunta a los jóvenes literatos por aquellos escritores mayores de treinta años que “más respetan”. La cuestión del “origen” y la “irrespetuosidad” son dos marcas culturales nuevas pero precisamente porque existen nuevas formas de apropiación de la cultura. Las polémicas no sólo 23
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representaron formas de enfrentamiento entre “nuevos” y “viejos” escritores, entre “jóvenes” y “consagrados”, sino que además dieron el tono y la pauta de interrelación entre los mismos jóvenes que se disputaron mediante la lucha discursiva un espacio de legitimación intelectual cuyo rasgo común fue la esfera autónoma de la literatura dentro de las otras prácticas sociales. Mientras que las rupturas estéticas adquirieron más fuerza en la poesía, las novelas y los relatos no se distanciaron formalmente de los tradicionales.
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