De tiestos a smartphones: anarquismo, arqueología y el mundo material

September 24, 2017 | Autor: M. Salgado González | Categoría: Arqueología
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Descripción

De Tiestos a Smartphones: Anarquismo, Arqueología y el Mundo Material James Birmingham [*] [Traducción sujeta a revisión] Este capítulo abarca múltiples frentes: remite a la relación actual entre arqueología y anarquismo, detalla el mal uso de la arqueología por parte del primitivismo, examina las respuestas anarquistas a preguntas sobre tecnología y cultura material y, finalmente, propone “pistas” que los arqueólogos pueden seguir para involucrarse con el anarquismo. Afuera lo Viejo, adentro lo Nuevo Mientras que las posibilidades de relación entre la antropología y el anarquismo han llegado a un nivel interesante [1], los beneficios de una relación entre el anarquismo y la arqueología han sido mayormente pasados por alto. Esta sección espera echar luz sobre algunos de estos beneficios y exponer algunas de las ideas emblemáticas del anarquismo que dicen tener sus raíces en la arqueología. Comienzo discutiendo el anarco-primitivismo (o Anarquismo Anti-Civilización) y su uso de la arqueología. Para los propósitos de este capítulo, me referiré a esta rama simplemente como primitivismo, señalando que no incluyo todo el pensamiento comúnmente denominado “Anarquismo Verde” en dicha categoría. Algunos de los principios básicos del primitivismo se asemejan a las ideas de Marx sobre el rol de la tecnología: en épocas tempranas, existía una suerte de comunismo primitivo; la especialización llevó a la esclavitud, y la innovación tecnológica al feudalismo. Hay dos líneas del pensamiento Primitivista tomadas de los estadios de la historia material de Marx: (a) a partir de la obra de John Zerzan, muchos primitivistas creen que el lenguaje, el pensamiento simbólico, como las matemáticas y el arte, así como el concepto de tiempo son desarrollos que limitan la libertad humana y conducen a la alienación; y (b), que más que una transición hacia el comunismo desde el capitalismo, habrá o debería haber (dependiendo a quién se le pregunte) un colapso de la civilización (y con ella el capitalismo) que se espera conduzca a una retorno al “salvajismo” libre de la esclavitud y alienación de la civilización. El Primitivismo contemporáneo comienza a conformarse como una “ideología política” en la década de 1970. El catalizador fue Fifth Estate, un periódico con sede en Detroit – cuyas ideas y argumentos formados desde el pensamiento Marxista en el que la naturaleza de la tecnología en sí, es el núcleo de lo alienante y opresivo del capital – llevaron a un rechazo del proletariado como posible actor revolucionario. Los intelectuales citados generalmente en torno a esta concepción de la tecnología como problema, son Jacques Ellul y Jacques Camatte. Ellul era un anarquista cristiano que veía a la tecnología moderna como amenaza seminal a la libertad humana y la fe cristiana. Camatte es de la opinión que el capital ha llegado a ser tan totalitario en la naturaleza, que la lucha de clases es imposible; por lo cual sólo puede haber una lucha entre la humanidad y el propio capital, pero dado que la lógica del capital nos ha infectado a todos, la única opción posible para la libertad es “dejar el mundo” y vivir cerca de la naturaleza, criando a nuestros hijos de una forma que no mancille su espíritu naturalmente sano. Por los años 1990, muchos primitivistas comenzaron a unirse en torno a John Zerzan, quien se auto posicionó en contra de la civilización y de “la Izquierda”. Zerzan toma una posición anti tecnología radical, llevando a sus extremos el argumento de que todo, desde la domesticación de vegetales, la música, la 1

escritura, las matemáticas, el arte y el lenguaje son formas o fuentes de alienación. Toda forma de representación simbólica, cualquiera que no sea la experiencia, pura, directa, sin mediaciones son grilletes a la libertad humana – y estas cadenas sólo pueden ser rotas por medio de la destrucción de la civilización en su totalidad y el retorno a épocas previas a la pérdida de nuestro “salvajismo” [2]. Daré ahora algunos ejemplos de lo que considero un mal uso, por parte de los intelectuales primitivistas, de las ideas de la arqueología y la antropología (tanto biológica como cultural). El uso más extendido y obvio de la arqueología en el discurso primitivista dice que la jerarquía no existía hasta el surgimiento de la agricultura. El lema más escuchado dice que “todos éramos anarquistas hace 10000”. Y para ser justos, quizás de alguna manera esto es cierto, si se concibe a la anarquía simplemente como ausencia del Estado; sin embargo, mientras que la ausencia de Estado puede hacer a la sociedad una anarquía, no significa que ésta sea anarquista en el sentido de tener o promover los valores y creencias de la filosofía política llamada Anarquismo. Otra afirmación común es que antes de la civilización, la guerra y la violencia organizada estaban ausentes y los seres humanos estaban más conectados con la naturaleza, impactando muy poco sobre el medio ambiente. El antropólogo Harold Barclay señala que es como si los primitivistas leyeran los textos arqueológicos y etnográficos con anteojos románticos especiales [3]. Tanto en los registros arqueológicos como en los etnográficos se observa que si bien es cierto que existen sociedades aparentemente más pacifistas y ecológicas que la nuestra, no es en ningún caso, un universal. Parece que el primitivismo pasa por alto o ignora la evidencia que no se presta a sus interpretaciones, ciertos trabajos de Marshall Sahlins, Stanley Diamond, Richard Lee y Jared Diamond, por ejemplo, son mencionados repetidamente, pero los innumerables relatos, tanto arqueológicos como etnográficos, que contienen datos de perversos ataques, asesinatos, patriarcado y desigualdades de género en general (sociedades de lazos matrilineales pero dirigidas por hombres, no padres sino hermanos de las madres), o que describen a cazadores-recolectores como pesadillas ecológicas, o cazadores-recolectores sin clases que practican la esclavitud, son generalmente ignorados a favor de un imaginario más romántico. Esto sucede a pesar del hecho de que para cada ejemplo de sociedad pastoril o forrajera igualitaria aparentemente “mejor imposible”, existe usualmente el contra ejemplo de un grupo que utiliza prácticamente la misma estrategia de subsistencia con resultados muy diferentes en la esfera social. La evidencia simplemente no apoya que la base tecnológica crea la superestructura de una sociedad; siendo mucho más complejo que este tipo de reducción. La antropología biológica también es en parte mal usada. En la versión de la evolución humana de Zerzan, a pesar de las diferencias temporales y anatómicas entre Homo sapiens, Homo habilis, Homo erecturs, Neandertales y otros, todas estas especies poseían la capacidad mental y física del Homo sapiens y, además, vivían en una felicidad primigenia a lo largo de más de dos millones de años. De hecho, afirma que nuestros ancestros eran de muchas maneras más inteligentes que los seres humanos modernos, iluminados por su estilo de vida cazador-recolector; evitando sabiamente el uso de representaciones simbólicas y la tecnología, y eligiendo la naturaleza por sobre la cultura. A juicio de Zerzan, es con la aparición de la cultura simbólica en el Paleolítico Tardío que comienza la alienación de la civilización. Señala la ausencia de evidencias de cultura simbólica antes de esos momentos para asegurar que el lenguaje, el arte, y similares expresiones no existían antes de ese período. La ausencia de evidencia de algo no es evidencia en su contra. Ya sea que el Homo erectus haya o no utilizado su hioides para facilitar el habla no es un tema que actualmente podamos responder. 2

No existe acuerdo dentro del primitivismo en cómo algún mecanismo pueda conducir al colapso de la civilización. La mayoría no desea activamente una gran catástrofe mundial como una guerra nuclear, sino que esperan un proceso gradual de crecimiento negativo de la población. Algunos toman una postura más agresiva y ven a la humanidad como un virus que debe ser mayor o totalmente erradicado. Muchos intelectuales de izquierda, tanto anarquistas como no anarquistas, han señalado que, debido a la capacidad de carga del planeta, la población humana tendría que disminuir al menos un 99 % para que la población restante tenga éxito mediante una estrategia de subsistencia cazadora-recolectora. Algunos primitivistas niegan la gravedad de estos números, mientras que otros sostienen que una reducción de esa magnitud es deseable o es un “sacrificio” necesario para el bien del planeta y la oportunidad de verdadera libertad para la humanidad. Casi todos los primitivistas denunciarán la clásica estrategia anarquista de “construir una nueva sociedad en la cáscara de la antigua” como Izquierdismo anticuado, argumentando que sólo la destrucción completa de todas las estructuras e instituciones existentes, seguido de un regreso a nuestro “salvajismo” instintivo, podría brindarnos liberación real. Dicho esto, en la práctica, muchos de los primitivistas autoproclamados que conozco son activistas anarquistas que trabajan en el amplio espectro que va desde Food Not Bombs a IndyMedia. Teniendo en cuenta las ideas del primitivismo se podría esperar que alguien con estas creencias estuviera viviendo como superviviente en la espesura del bosque o en una isla remota intentando revivir tecnologías de la edad de piedra. Frente a esta aparente contradicción, estoy de acuerdo con el planteo de David Graeber de que es difícil evitar hacer la misma pregunta que hizo Evans-Pritchard sobre la brujería Zande: “¿Cómo puede la gente, para otras cosas razonable, asegurar creer en este tipo de cosas?” [4]. El anarquismo en general, en sus formas clásicas y contemporáneas, no está exento de la necesidad de intervención antropológica. Las obras de Proudhon, Bakunin, Kropotkin y Goldman, por ejemplo, tienden a tratar a la humanidad como una entidad pura que está siendo mancillada por el gobierno, la tecnología y afines. Esta noción esencialista de la humanidad necesita ser eliminada de la teoría anarquista, ya que limita y contradice lo que sabemos de ella por medio del trabajo de la antropología. Lo que la arqueología y la antropología ofrecen al anarquismo es el regalo de la posibilidad --al mostrar que la humanidad es amorfa y adaptable-- de que un nuevo mundo puede ser construido en el cascarón del viejo, como tantas veces ha ocurrido antes. No deberíamos estar luchando por recuperar lo que perdimos, ya que somos capaces de mucho más que eso. Tecnología y Bienes Los anarquistas y el anarquismo a menudo tienden a posiciones extremas, algo que no es diferente cuando se trata de cuestiones tecnológicas. Hay discursos primitivistas obvios, que rechazan la tecnología alegando que nos desconecta de alguna libertad esencial, mientras que al mismo tiempo, la colocan en un “pedestal de condena” al hacer de su adopción la fuerza que pivotea la causa del nacimiento de las jerarquías de explotación y virtualmente de todos nuestros males. De maneras igual de extremas existen tendencias trans y post humanistas que colocan a la tecnología en un marco casi mesiánico: de acuerdo con estas formas de pensar, la tecnología hará libres a los trabajadores y creará redes que permitirán libertades nunca antes posibles. Tanto las tendencias primitivistas como las transhumanistas, en una forma vulgar de Marxismo, dan a la tecnología un papel principal en la lucha de la humanidad por la liberación de 3

un thelos que se cumplirá indefectiblemente. Una teoría política que recae en un thelos es, por donde se mire, una política perezosa. Sin embargo, el anarquismo más tradicional (o, en realidad, la izquierda en general) usualmente no es mejor cuando de “bienes” [5] se trata. Hay una actitud general común en toda la izquierda respecto a que los “bienes” son algo malo que debe evitarse siempre que sea posible, conflictivos productos del capitalismo que debemos rehuir todo lo que podamos. Los bienes son ciertamente extendidos y problemáticos, pero cualquier preocupación que tengamos al respecto no será problematizada si tenemos una actitud que simplemente se les opone, como si cuanto más pensemos en los bienes como alienantes, más sacrosantamente puros nos convertiremos. La idea que de alguna manera los bienes drenan nuestra humanidad, como si nos disolviéramos en una masa pegajosa de plástico y otras mercancías, es en realidad un esfuerzo por quedarse en una visión simplista de la antes pura humanidad [6]. Este mito dañino que se impregna más que solo en los textos primitivistas, es una suposición que nos sugiere que porque las sociedades “tradicionales”, también llamadas igualitarias no tenían muchos bienes, eran necesariamente menos materialistas. Sin embargo, como sabemos, algunas de las relaciones más sofisticadas con las cosas pueden ser halladas entre los pueblos tales como los aborígenes australianos o los nativos americanos del Norte o la Costa Oeste [7]. El modelo del noble buen salvaje, no materialista, es políticamente inútil, porque se basa en la suposición de una pureza perdida. A menudo, en el activismo anticorporativo las empresas son desafiadas confundiéndolas con los objetos que producen, provocando sentimientos negativos sobre los mismos en lugar de (o además de) el método con el que son producidos. Mientras tipeo esto en mi iMac, reconozco los problemas con Apple, el comercio, al tiempo que aprecio la utilidad de la herramienta. Nosotros, como anarquistas, necesitamos usar y abrir nuestra imaginación como muchos de nosotros que ya disfrutamos de las diversas comodidades y objetos que se nos ofrecen a través del capitalismo mundial y la alta tecnología. El problema con el producto computadora X no es tanto el objeto como tal, sino el hecho de que es producido virtualmente en condiciones de trabajo esclavo con metales raros que fueron extraídos de África sin tenerse en cuenta el impacto ecológico de su extracción o el drenaje de las riquezas de esos pueblos. Por lo tanto, no es a la idea del objeto a la que debe apuntarse, sino que depende de nosotros imaginar formas en que estas maravillas se puedan producir de una forma adecuada a nuestra ética, tanto social como ecológicamente. Una buena antropología tiene el potencial de dragar el problemático discurso universalista que prospera en los círculos radicales de izquierda en particular y por lo tanto en un espacio donde las prácticas tienen la posibilidad de producir algún cambio. El neoliberalismo es casi universal, pero hay neoliberalismos regionales. Coca-Cola y McDonalds están en todas partes, pero significan cosas diferentes en distintos lugares. Los regalos se basan en la obligación de devolver otro regalo, pero esto funciona de modo diferente dentro del sistema chino Guanxi que en el Maori Hau [8]. El mundo es un lugar complicado y sólo a través del entendimiento y la confrontación de dichas complejidades cualquier política preconfigurativa puede ser exitosa. La antropología y la arqueología ciertamente tienen el potencial para ayudar al anarquismo a madurar de un discurso de absolutos y universales a uno de particulares, estrategias y contextos. Tres pistas hacia una Arqueología Anarquista: Tiestos, Adoquines y Marionetas Tiestos 4

El registro material de sociedades del pasado distante puede formar un modelo anarquista para las sociedades que queremos crear ahora y en el futuro. Muy a menudo el anarquismo convencional de izquierda, en sus críticas al primitivismo, tiende a “tirar al bebé junto con el agua del baño” [9], por así decirlo: las sociedades de un pasado distante (al igual que las recientes o contemporáneas llamadas igualitarias o “tradicionales”, normalmente mencionadas por los primitivistas) potencialmente tienen mucho que enseñarnos. Necesitamos abarcar seriamente los aspectos agradables y desagradables de las sociedades igualitarias del pasado y del presente; y necesitamos también compararlas seriamente con otras economías pre-capitalistas y entender las estructuras de explotación de estos otros modos de subsistencia, no sea que en nuestra resistencia al capitalismo, caigamos en trampas que de lo contrario podríamos haber evitado. Los anarquistas deberían comenzar analizando y examinando las estructuras políticas, sociales y económicas de las sociedades pasadas con el fin de informar al anarquismo actual, teorías y prácticas referidas a la organización de una sociedad anarquista. El registro arqueológico proporciona evidencia sólida de que otros mundos son posibles, solo necesitamos empezar a explorar estos “otros mundos” del pasado y desentrañar lo que pensamos que funciona y no funciona para nuestras visiones de una sociedad anarquista aquí y ahora. Adoquines Esta pista es una llamada a examinar el pasado relativamente reciente, el reino de la arqueología histórica. La arqueología a menudo ha hecho un trabajo decente iluminando acciones políticas colectivas del pasado; las estrategias de los pueblos marginados en diversas situaciones económicas y políticas han sido documentadas; eventos como las huelgas de Ludlow y las resistencias de las comunidades esclavas africanas han sido cubiertas. Sin embargo, hay mucho trabajo por hacer en estas áreas, en las que una perspectiva anarquista sería fructífera para abordarlas. Ha habido numerosas comunas y otras comunidades deliberadamente “utópicas” que un arqueólogo anarquista podría estudiar para lograr algo de entendimiento de lo que funcionó y no funcionó en ellas con el fin de informar a futuras sociedades anarquistas. Y, por supuesto, están también los “grandes” eventos en la historia anarquista, la Comuna de París, la Rebelión de Krondstadt, la Revolución Española, el Mayo de 1968, etc. Me enfocaré en el ejemplo de la Guerra Civil Española como una posibilidad para futuros arqueólogos anarquistas. Deben pervivir aún registros arqueológicos de la distribución de granos y otros bienes en los sitios de los colectivos anarquistas, o puede haber evidencias de las zonas libres de alcohol, etc. Son campos interesantes que creo ofrecen un gran potencial para la historia anarquista, y deben ser explorados. Sin embargo, creo que la batalla real --una batalla de naturaleza ideológica-- está en el campo del cómo la Revolución Española es recordada, y el arma de esa batalla es la arqueología pública. La arqueología pública actualmente hace un trabajo admirable por llevar la historia de la lucha contra el fascismo a la esfera pública, pero al igual que gran parte de las representaciones y relatos de la Guerra Civil Española (tanto populares como académicos) tienden a centrarse en, y reducir el conflicto a, izquierda versus derecha; democracia versus fascismo; el bien contra el mal. En este capítulo, propongo un enfoque hacia una “arqueología pública de la vida cotidiana” destacando y llevando al discurso público el día a día doméstico, económico, etc. del conflicto.

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En su libro Arqueología Histórica: ¿Por qué el pasado importa?, Barbara Little lleva a cabo un trabajo ejemplar en la formulación de preocupaciones y métodos de la arqueología pública histórica. El capítulo que trata del “pasado doloroso” es particularmente oportuno para el tema de esta sección. Comprometerse con los horrores del Franquismo y las masacres de la Guerra Civil Española es, en mi opinión, la principal responsabilidad de una arqueología pública de la Guerra Civil Española. GonzálezRuibal [10] discute proyectos arqueológicos contemporáneos relacionados con la Guerra Civil Española; los cuales ciertamente se comprometen con el público y llevan a la historia fuera del campo del olvido, incluso si los españoles se ven reacios en excavar recuerdos conflictivos. Sin embargo, aunque contar los relatos de la lucha contra el fascismo es sin duda alguna algo sumamente importante, propongo un proyecto que podría llevarse de forma simultánea, uno que se centre en posibilidades de alternativas, en la revolución de la vida cotidiana, y el poder tanto de explicar como de emancipar. En su libro Arqueología de la Acción Colectiva, Dean Saitta [11] esboza una serie de preguntas y métodos que podrían ser la base del proyecto que propongo. En lugar de centrarse en las fosas comunes y en los campos de batalla, quiero examinar la vida cotidiana de los anarquistas en la guerra, y ver cómo sus prácticas cotidianas sirvieron de resistencia tanto al Liberalismo como al Fascismo que los rodeaba. A principios de 1977, se firmó una ley de amnistía que garantizó la impunidad a los violadores de los derechos humanos bajo el régimen de Franco. Esto llegó a ser conocido como “el pacto del olvido” [12]. A pesar de dicho pacto y del rechazo a confrontarse con los horrores del pasado reciente; libros, películas, documentales de televisión y eventos públicos que tratan de la Guerra Civil Española (tanto desde la perspectiva de la izquierda como de la derecha) continúan librando las batallas ideológicas de la guerra. El conflicto español se libra de nuevo como una guerra de palabras [13]. A medida en que la arqueología contribuya al debate y al discurso público [14] en esta “guerra de palabras” que rodea la Guerra Civil Española, se transforma en un arma distintiva. Es a través de la arqueología que podemos iluminar la vida cotidiana de los españoles fuera de los campos de batalla, específicamente a través del examen del espacio doméstico que nos encontraremos con la cultura material que puede arrojar luz sobre la resistencia ideológica y las diferencias entre varias facciones, tanto de la izquierda como de la derecha. Esto incluye la posibilidad de emancipar de la historia de la Guerra Civil Española de dos metanarrativas, una centrada en la noción dualística de “democracia versus fascismo”, y la otra de la configuración de la Guerra Civil Española como “un simple preludio de la Segunda Guerra Mundial”. Marionetas Por último, está la cultura material del anarquismo en el aquí y ahora. El poder de una marioneta en una protesta; los pros y los contras de la máscara negra; la prevalencia de jeans negros delgados; la vestimenta y los accesorios punk rock; los montones de pegatinas, pins, insignias, revistas, libros, y otros objetos por los cuales nos hallamos rodeados; la bicicleta y el skate; el inmobiliario improvisado y las comidas de la basura. Siento que a través del lente de los estudios de la cultura material de los anarquistas se pueden tamizar estos variados conjuntos y hacer sólidas contribuciones a la teoría y la práctica anarquista. Actualmente estoy trabajando en un proyecto que busca el athurmata del anarquismo como medio político. Clásicamente, athurmata refiere a las innumerables baratijas que los fenicios llevaban a bordo de sus barcos, muchos de estos objetos provenientes de lejanas y “exóticas” locaciones. A través del lente de la obra de Greg Urban [15], estoy haciendo un trabajo de mapeo etnográfico y 6

arqueológico de objetos que los anarquistas tienden a acumular e intercambiar, y como estos objetos conectan a la gente. Busco explicar cómo la cultura material crea y mantiene relaciones sociales entre estos anarquistas y cómo estos objetos construyen y refuerzan sus identidades políticas. Estoy llevando a cabo este proyecto mediante entrevistas, catalogación, fotografía y video. Espero que esto pueda servir como ejemplo de cómo los estudios arqueológicos y la cultura material pueden ayudar a los académicos anarquistas contemporáneos. Conclusión Espero que este capítulo sirva como un breve pero inspirador grito de guerra para los anarquistas que puedan ser atraídos por la arqueología. Mi escritura fue intencionalmente programática –-creo que éstas son las sendas que este campo emergente debe seguir–- aunque hay probablemente muchas más pistas que resultarán fecundas. La arqueología es un campo del conocimiento y la metodología que está llena de potencial político; es un campo que puede y debe colaborar con la teoría y la práctica anarquista. Notas [*] James Birmingham es un antropólogo de cuatro campos, con un interés especial en la cultura material. James es un cofundador de la Conferencia Todo el Poder a la Imaginación en el New College of Florida. A James le gusta cocinar, coleccionar libros, trivia pub y tiene la custodia dividida de un galgo llamado Finnegan. [1] Ver el trabajo de David Graeber, Pierre Clastres, Harold Barclay, James C. Scott, y otros. [2] David Graeber, Direct Action: An Ethnography (Oakland, CA: AK Press, 2009), pp. 216217. [3] Harold Barclay, People without Government: An Anthropology of Anarchy (Seattle, WA: Left Bank Books, 1990). [4] Graeber, p. 218. [5] D. Miller, Stuff (Cambridge: Polity Press, 2010). [6] Ibid., p. 5. [7] Ibid. [8] Ibid, p. 9. [9] Algo así como desmerecer algo en su totalidad, sin rescatar nada significativo (N. del T.). [10] A., González-Ruibal, “Making things public: Archaeologies of the Spanish Civil War,” Public Archaeology.6:4 (2007), pp. 203-226. [11] D. Saitta, The Archaeology of Collective Action (Gainesville, FL: University Press of Florida, 2007). [12] P. Preston, The Spanish Civil War: Reaction, Revolution, and Revenge (London: W. W. Norton and Company, 2006), p. 324. [13] Ibid., p. 325. [14] Saitta, p. 112. [15] G. Urban, “Objects, Social Relations, and Cultural Motion,” in Social Archaeologies of Trade and Exchange, ed. A. Bauer and A. Agbe-Davies (Walnut Creek, CA: Left Coast Press, 2010).

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