De la insurgencia de Gil Gómez a Los pasos de López

Share Embed


Descripción

De la insurgencia de Gil Gómez a Los pasos de López

El sentido histórico y el poético no debe, en última instancia, ser contradictorios, ya que si la poesía es el pequeño mito que hacemos, la historia es el gran mito que vivimos. -ROBERT PENN WARRENA Un mito es una construcción idealizada, a partir de un hecho real, que se ha construido en una sociedad. -PACO IGNACIO TAIBO II Sólo la risa puede captar ciertos aspectos excepcionales del mundo. – MIJAIL BAJTÍN

En este último apartado se planteará el diálogo narrativo entre las novelas Gil Gómez, el insurgente y Los pasos de López, siendo el objetivo dialéctico relacionar los puntos convergentes y divergentes de las dos obras y obtener así una reflexión sobre los diferentes acercamientos que desarrolla cada narración en torno a Miguel Hidalgo y el movimiento insurgente que encabezó. También elementos

en

históricos

particularidades momentos

este

de

de

subcapítulo y

narrativos

la

enunciación,

novela pues

se

pretende

involucrados,

histórica cada

una

en de

analizar

los

así

las

como

los

distintos

esos

contextos

involucró convicciones éticas y estéticas importantes para su época. 1

El análisis y representación de la figura de Miguel Hidalgo es

de

gran

importancia

para

esta

tesis.

Hubo

pintores,

dibujantes y escultores que reconstruyeron su imagen como lo prueba el trabajo litográfico de Claudio Linati, desde fecha tan temprana, la de 1828, para la incipiente nación mexicana. En el ámbito literario, aunque previamente la poesía patriótica había planteado imágenes clásicas durante la década de 1820-1830, la construcción

de

esa

“imagen”

solemne

de

Hidalgo

está

bien

marcada por la novela de Gil Gómez, el insurgente o la hija del médico de Juan Díaz Covarrubias. ¿Qué tanta importancia tiene esta novela como fundadora de patria y escultora del Padre de la Patria? La diégesis de la novela Gil Gómez, el insurgente es la proyección

de

momento

lo

Ignacio

Manuel

la

historia

reconocieron

oficial

de

intelectuales

Altamirano,

Juan

México, tan

Antonio

como

ya

en

importantes Mateos

y

su

como

Antonio

Carrión, por poner sólo unos ejemplos. El romanticismo y la novela histórica ayudaron a conformar el siglo de revoluciones e independencias que fue la centuria decimonona; Díaz Covarrubias murió joven, pero tuvo tiempo de escribir su novela durante las Guerras de Reforma. Partiendo de que el relato es el fundamento esencial para escribir una novela, cuento o, incluso, poema; el relato es donde se mezclan aquellas anécdotas e ideas entre sí, para darle un hilo a la narración de alguna historia, ficcional o no. En 2

Gil Gómez tenemos a un narrador omnisciente que se apropia del punto de vista de dos personajes, uno histórico (Hidalgo) y otro ficcional

(Gil

Gómez),

especialmente

de

este

último

a

quien

convierte en un insurgente por los azares del destino; en tanto, en Los pasos de López está Matías Chandón,

narrador en primera

persona que estructura y valora el relato de cómo conoció a Domingo Periñón

–nombre con el que se presente al personaje

principal y que el imaginario cultural e histórico del mexicano permite reconocer como

Miguel Hidalgo- y después, de cómo se

enlista -sin plena convicción- como insurgente al lado del cura Periñón. En ambos relatos vemos los puntos de vista distintos de dos personajes, Gil Gómez y Matías Chandón, que tienen algo en común: vivieron un evento importante en la Historia, aunque no fueron protagonistas de ello. Por lo anterior podemos decir que ambos textos coinciden en utilizar un personaje y/o narrador mediador para mostrar las perspectivas de los distintos bandos en pugna desde su visión del mundo, tal como lo señalaba Lukács en sus reflexiones sobre el tema de la novela histórica (Luckács 1966: 15). De esta modo, como

dice

Luz

“reflexionar

Aurora

sobre

el

Pimentel

en

relato

no

El

relato

sería

en

perspectiva,

entonces,

[…]

una

actividad ociosa, aislada de la ‘realidad’, sino una posibilidad de

refinamiento

de

nuestra

vida

en

comunidad,

nuestra

vida

narrativa” (Pimentel 1998: 7). En otras palabras, el ojo crítico 3

del narrador medio se inmiscuye en el relato por medio de sus personajes, para recordar lo olvidado y para descubrir lo no sabido, o, incluso, también descifrar lo no comprendido. Pero, ¿de qué serviría poner en escena a algunos personajes ficticios

que

históricos?

se

Se

comuniquen

puede

inferir

con que

otros para

que

son

establecer

realmente un

diálogo

entre íconos e ideas del pasado que han transcurrido como vasos comunicantes

hasta

otras

épocas

posteriores,

incluyendo

a

la

contemporaneidad, para refinar aspectos de la sociedad humana, en

este

México;

caso y

específico en

el

la

caso

historia de

específicamente en el texto de

los

de

la

independencia

personajes

de

históricos,

Gil Gómez, el insurgente, la

novela se revela como un mecanismo fundador de mitos en la época moderna. La narrativa al instaurar y valorar una imagen del mundo, instaura y configura también ese “olimpo” que valida y justifica nuestra realidad socio-cultural presente. (Bobadilla 1999: 74)

Para eso son muy importantes la enunciación, las estructuras temporales, la perspectiva que orienta al relato, cómo se indaga sobre sus métodos de significación y de articulación discursiva (Pimentel 1998: 8). Si en Gil Gómez se añade alguna carta de Miguel Hidalgo o el virrey Venegas, es un elemento epistolar importantísimo para la enunciación y articulación discursiva, donde

claramente

vemos

la

perspectiva

de

cada

personaje,

dependiendo del nivel de ficción que se sumerge en ellos, 4

y se

puede

discernir

que

se

pensó

su

espacio

temporal

o

diacrónicamente. Al mismo tiempo, podrá advertirse que la novela histórica decimonónica requería de apoyos interdisciplinares, en este

caso

de

la

historia

y

el

periodismo,

para

validar

sus

interpretaciones históricas y crear un efecto de verdad. Y, sin más rodeos, se verá que “las estructuras narrativas en



son

ya

una

forma

de

marcar

posiciones

ideológicas”

(Pimentel 1998: 9). O, como dijo Jonathan Culler, en un nivel de recepción, un relato es un contrato de inteligibilidad que se pacta entre el autor y lector, con el objetivo de elaborar una relación de aceptación, cuestionamiento o abierto rechazo entre su mundo y el que propone el relato (Culler 1975: 192). Precisamente, las novelas históricas mexicanas del siglo XIX se apropiaban finamente del relato, ya que erigían monumentos a seres extraordinarios, o en palabras sobrias, los enaltecían en los lindes de la hipérbole, junto a eventos épicos y maniqueos, donde realmente la “actividad del hombre [como individuo] en la historia debe ser eliminada totalmente” (Luckács 1966: 24). En otras palabras: la historia estaba sobre el humano, no el humano sobre la historia; así se verán muchas novelas históricas en que gran parte de sus personajes se vuelven efímeros, pero prevalece el espíritu político y, a veces, antropológico, como en Gil Gómez, donde el personaje evoluciona en un proceso muy parecido al bíldungsroman. 5

Sin embargo, lo importante en la novela es que Gil Gómez experimenta

aventuras

y

desventuras

que

lo

hacen

crecer

y

madurar no ya física sino intelectual, éticamente, pues hay una evolución

de

articulación

un de

código una

de

valores

ideología

casi

inexistente

independentista

y

a

liberal

la bien

sustentada y justificada racionalmente. Además, era necesario el desarrollo de cuentos y novelas que simbolizaran los conflictos éticos

y

estéticos,

políticos

y

sociológicos,

culturales

y

antropológicos de México, porque, con todos estos elementos, se podía

forjar

un

aparato

ideológico

indispensable

para

la

consolidación de México como nación independiente (Aínsa 2003: 7). Ahora bien, a diferencia de la novela histórica del siglo XIX, la nueva novela histórica, que comienza a escribirse a finales

del

siglo

XX

-desde

1980

aproximadamente-,

pone

al

hombre sobre la historia, e imponiendo a un personaje sobre el relato,

fundiéndose

y

recreando

una

perspectiva

humana

y

contemporánea, o relativamente postmoderna, pues coincide con los valores epistémicos del momento de la enunciación. Aquí se puede inferir que hay relatos donde sólo se sabrá lo que venga del

interior

plantean

del

personaje

explicaciones

principal,

íntimas,

o

secundario,

psicológicas

a

los

pues

se

sucesos

determinantes de la historia (Barrientos 2001: 14). Se considera también que, en un sentido un poco más allá delo simplemente 6

literario, la nueva novela histórica capta el ambiente social de cada uno de sus personajes, aquí tiene que ver en parte la polifonía, que expone las conflictos ontológicos de la sociedad en la que el autor se adscribe (Menton 1993: 32). En cambio a períodos anteriores, sobre todo de los del siglo XIX,

la

estético.

nueva Las

novela

histórica

novelas

de

hace

una

formación,

las

ruptura

del

solemnes,

modelo las

de

narrativa épica, patriótica (modelo romántico), o las que son fiel a la crónica (modelo realista), de formulación estética (modelo modernista) o experimental (vanguardista), “han cedido a una

polifonía

de

estilo

y

modalidades

narrativas

que

pueden

coexistir, incluso de forma contradictoria, en el seno de una misma

obra”

(Aínsa

2003:

97),

que

conduce

a

reconocer

el

carácter contestatario de cada una de las novelas hacia algún partido,

eventos

o

interpretación,

pues

cada

texto

tiene

elementos históricos de los cuales se apropia para responder a un tú cercano o lejano. Además, no hay que dejar atrás que las nuevas novelas históricas pertenecían a un nuevo siglo, al siglo de la contemporaneidad, del postmodernismo, donde la recuperación de la marginalidad, el uso de filosofías políticas que dejan espacio a la heterodoxia y la disidencia, el concepto de la literatura como una experiencia comunal abierta a la participación del lector, y la reescritura paródica de las tradiciones históricas y literarias, con la intención de desmitificar los sistemas de representación dominantes. (Navarro 2002: 14)

7

Como ya se ha dicho, por lo general la cultura y la historia oficial

mexicana

liberalismo héroes,

un

provienen

decimonono, imaginario

directa

que

comenzó

nacionalista

e a

indirectamente forjar

fundacional

un

del

olimpo

para

la

de

nueva

nación que era México desde mediados del siglo XIX. En este sentido, la novela histórica decimonona mexicana se dio a la tarea

de

crear

explicaran, México

desde

un

entramado

de

acciones

y

perspectiva

liberal,

el

desde

la

la

guerra

de

independencia

personajes nacimiento

iniciada

por

que de

Miguel

Hidalgo en 1810. Estas ideas se concibieron para la tarea de legitimar íconos revolucionarios, asiendo de la literatura esos relatos, otorgándoles categoría no de ficción literaria sino de conclusiones científicas, históricas, realmente fidedignas, así como pasó con Juan Díaz Covarrubias con su novela Gil Gómez, el insurgente; El libro rojo de Riva Palacio; Sacerdote y caudillo de Juan A. Mateos; entre otros casos más de igual interés. A diferencia de lo sucedido durante el siglo XIX, en el siglo

XX

se

oficialismo,

fungió la

la

aberración

a

posmodernindad,

todo

lo los

que

connota

al

movimientos

contraculturales, el todavía preguntarse qué es ser mexicano, las canciones de protesta, el existencialismo y, en particular, el antipriísmo que prevalecía en la sociedad y cultura mexicana de las décadas comprendidas entre 1960 y 1980, impulsaron una nueva forma de ver al mundo y vivir en él. En medio de estas 8

múltiples

manifestaciones

culturales

surge

la

nueva

novela

histórica, de la que Ibargüengoitia se apropió en Los pasos de López,

al

igual

que

en

otras

de

sus

novelas,

haciendo

una

subversión de la historia oficial, donde lo solemne está de menos y la comicidad se acentúa. Así se revisaba la mexicanidad desde

sus

inicios

independentistas,

por

medio

de

interpretaciones literarias de un pasado colectivo (Rodríguez 2002:

2),

como

también

atentando

contra

al

orden

político

autoritario del PRI. En pocas palabras, “gran parte de las novelas históricas producidas durante las tres últimas décadas se caracterizan por una paradoja combinación de autoconciencia narrativa” y, algo insoslayable, la “reflexión historiográfica”; estos son textos “intensamente autoreflexivos (exponen abiertamente su condición de artefactos lingüísticos), que aluden a una realidad histórica específica” (Navarro 2002: 17), como aquí lo es en específico la primer insurgencia de independencia, la del cura Miguel Hidalgo. Hasta estilística

aquí y

se

ha

tropos

hablado

de

los

literarios

de

propósitos, Díaz

la

vida,

Covarrubias

e

Ibargüengoitia. Derivado de lo anterior, cabe preguntarse cuáles eran sus limitantes, qué tantos rasgos tenían en común o cuáles eran totalmente dispares. Como se ha visto a lo largo de este capítulo, cada novela tiene sus cualidades y sus similitudes espacio-temporales,

aunque

es

interesante 9

cuando

un

autor

dialoga

sobre

su

novela,

utilizando

argumentos

en

los

que

defiende o debate sobre la trama de su creación y su objetivo intrínseco. En este contexto es menester hablar que Díaz Covarrubias no le

fue

suficiente

solamente

con

plantear

su

interpretación

literaria de la historia, sino que añadió un apartado que se llama “Al lector”, prolegómeno y/o paratexto de la novela Gil Gómez, el insurgente, el cual invita al lector a entender al joven escritor liberal, y, a la vez, también explica la razón por

la

que

escribió

una

obra

literaria

de

intencionalidad

histórica que le fue provechosa. Como una plática amena, sin más que dar alguna simple explicación, Díaz Covarrubias habla sobre cómo le llegó la idea de escribir una novela histórica, la cual, según él, fue la primera de su clase en México. He aquí la cita, una de las más importantes para asir el espíritu de la novela: Pero pensé que en vez de cultivar con tanto ahínco, una poseía tan exagerada y tan viciosa como es la mía [en las lides románticas], que escrita en horas de amargura, en momentos de duda y desesperación, no podía menos de sembrar malos gérmenes en el corazón de la juventud, que hojea generalmente esta clase de libros; valdría más que dedicase a la novela histórica, género mucho más útil y en el cual se pueden más ensayar las fuerzas. (Díaz 1959: 3)

Díaz Covarrubias, conforme maduró literariamente, llegó a la conclusión de que la poesía no era lo que México necesitaba para su

desarrollo

elemento

o

cultural proceso

nacional,

ya

que

individualista,

de

la

poesía

era

un

entretenimiento

y

desahogo; en cambio, la novela, el texto en prosa, es un camino 10

excelente para el ensayo sociopolítico mexicano, ya que, por medio de la historia y la literatura, se practican aspectos antropológicos que forman una racionalidad ética-estética, así como una política. Aquí hay que tener presente las convicciones éticas y estéticas que había en el papel de la novela como género

literario

intelectuales

y

emergente,

escritores

hecho

tan

que

importantes

bien como

ilustran

Altamirano

y

Luis de la Rosa. Debe

decirse

que

dentro

de

la

novela

Gil

Gómez,

el

insurgente se reconoce que la fundamentación para la escritura de

esta

novela

historicista,

fue

diciendo

por

medio

que

él

de ha

una

ardua

procurado

investigación

“para

la

parte

histórica, reunir el mayor número posible de datos y documentos de la época” (Díaz 1959: 148), así como también en los relatos populares que le contaron gente anciana y otras que vivieron a flor de piel la revolución de Independencia. Si

bien

Ibargüengoitia

no

plantea

en

un

prólogo

su

concepción ni la intención de la novela, sus particularidades estilísticas

revelan,

en

cambio,

una

concepción

novelística

basada en el humor y en la sátira. En este sentido, la novela habla por sí misma y revela una concepción de la construcción del discurso literario, donde su credibilidad y verosimilitud “se ve determinada por los intereses individuales del narrador, su imaginación, las estrategias discursivas, y el artificio del 11

lenguaje convirtiendo el material historiográfico en un texto ficcional

que

es

a

la

vez

recreación

histórica

y

creación

estética” (Rodríguez 2002: 3), como se puede vislumbrar en la obra de Jorge Ibargüengoitia. El espíritu liberal de Díaz Covarrubias intercalaba varias intenciones

en

principalmente moralmente,

su era

como

discurso, la

de

también

pero

instruir que

el

hay

a

los

mundo

que

destacar

mexicanos,

entero

que

ética

reconociera

y la

historia de México como una línea del tiempo solemne, original y progresista1, propósito con el cual Ibargüengoitia se encontraba distante, pues su concepción de la historia estaba basada en la reescritura

de

deconstrucción

la

misma,

postmoderna,

en

la

revisión,

que

lo

conducía

en a

la

duda

replantear

y los

cauces de la revolución de independencia, pero esta vez con risas

y

tragedias,

aciertos

y

equívocos,

para

despertar

un

espíritu crítico entre los lectores de su literatura, en el sentido

de

que

se

cuestionaran

las

interpretaciones

establecidas, se diera cabida a otras posibles motivaciones y significaciones, enriqueciendo así el acto de la recepción del discurso literario. 1

[…] creemos y nos atrevemos a decir, que el principal dote de un historiador es la imparcialidad, y más nosotros mexicanos que necesitamos desvanecer las malas ideas que acerca de nosotros se tienen en Europa, ideas esparcidas por ingratos literatos extranjeros, que después de recibir en nuestro país una franca y generosa hospitalidad, nos han vendido como villanos al volver a su patria. (Díaz 1959: 208)

12

Un punto que se debe de analizar es la figura de Miguel Hidalgo entre las dos novelas. Según la novela Gil Gómez, el insurgente, Hidalgo era “un anciano de más de sesenta años, de genio afable aunque naturalmente melancólico” (Díaz 1959: 210); desde estos momentos se nos presenta a un caudillo romántico hasta la médula, pero es irónico que parece ser el prototípico Miguel

Hidalgo

demuestra

en

que la

en

los

Historia

libros de

de

México.

educación Sigamos

básica con

se

otras

características físicas de Hidalgo en Gil Gómez: Era Miguel Hidalgo un anciano que representaba tener más de sesenta años, su frente y la parte anterior de su cabeza desprovistas enteramente de pelo, estaban surcadas por esas huellas que dejan sobre algunos hombres extraordinarios, más que el tiempo, el estudio y la meditación; su tez era morena, pero extremadamente pálida, con esa palidez casi enfermiza que causan las vigilias y las amarguras que la vida; sus ojos lanzaban miradas ardientes y profundas, que algo amortiguaban sin embargo la melancolía y la benevolencia, su nariz recta, su boca pequeña con ese recogimiento particular hacia las comisuras que imprime la fruición interior del alma; y aquel rostro tan todo severo, tan noble, tan profundamente pensador, por decirlo así, estaba inclinado sobre el pecho como si el peso de la reflexión o del martirio de la existencia lo hubiese doblegado. (Díaz 1959: 219-220)

Hidalgo es un hombre de fisonomía heroica, pero, lo más destacable es que Díaz Covarrubias lo dibuja como hasta en la actualidad y oficialmente es visto: un cura anciano de mediana estatura, cabello níveo, frente amplia, mirada profunda, boca discreta y siempre con su vestimenta de sacerdote. ¿Qué recuerda esto? Puede que a los antiguos filósofos griegos, tal vez hasta a héroes míticos o solamente la descripción de un noble cura 13

criollo

portavoz

de

las

almas

humilladas

por

la

colonia

española. Además, la descripción física de Miguel Hidalgo no es gratuita ni ociosa: Covarrubias, aparte de preocuparse por la Historia y, por lo tanto, la historia de su novela, también pinta

a

Hidalgo

imaginario

del

con

solemnidad

lector,

como

para

también

que

se

interne

aprovechando

el

en

el

medio

literario para aportar su versión de la Historia y de cómo pudo haber sido el cura Hidalgo. A diferencia de otros casos, en el que Miguel Hidalgo es un hombre militar, con bicornio y espada; otro en que Hidalgo es un sacerdote militar con un estandarte de la Virgen de Guadalupe; otro que se atrevió en ponerle kilos de más y mostrando un sacerdote con sobrepeso2; Covarrubias acertó con la arquetípica figura de Hidalgo que hasta la fecha se sigue utilizando con rigor, como bien se ve hasta en los muralistas del siglo pasado3. Ibargüengoitia, en cambio, no sólo creó una imagen plástica del personaje histórico, sino que lo planteó como un humano que comete acciones inmorales. Véase que en

Los pasos de López,

desde que aparece Periñón, se dice que no llevaba sombrero y también tenía una calva, pero ésta estaba “requemada por el sol”

2

Esta información se puede abstraer de Brenes Tencio, Guillermo. Los rostros de Hidalgo: iconografía del héroe nacional, padre de la patria mexicana (siglos XIX y XX). 3 Para más información consultar el artículo de Guillermo Brenes Tencio Los rostros de Hidalgo: iconografía del héroe nacional, padre de la patria mexicana (siglos XIX y XX). Acta Republicana: Política y Sociedad, año 9, 2010.

14

y con ingenio el narrador pone en duda el oficio de Periñón diciendo que “se sabía

que era padre por el alzacuello, pero en

vez de sotana llevaba pantalones y botas con espuelas” y por último cabalgaba “dejando colgar el brazo izquierdo en cuya mano llevaba

siempre

(Ibargüengoitia

la

vara

1986:

que

8).

usaba

A

para

espantar

diferencia

de

perro”

Covarrubias,

Ibargüengoitia se fija más en las acciones que en los rasgos físicos

de

Periñón

(Hidalgo),

aunque

estos

aparentemente

son

similares al Miguel Hidalgo prototípico. Esto es particularmente importante pues de esa manera se configura

a

un

personaje

vital,

dinámico

a

diferencia

del

construido por la literatura decimonona, en la cual el personaje aparecía como un ser pétreo, inamovible, como un paradigma o modelo fijo a seguir. En este contexto, debe decirse que se configura a un ser para el cual la

acción

es un efecto de

movimiento que pertenece únicamente a los seres vivos, a lo que habría que sumar el reconocimiento de acciones no necesariamente heroicas como la indolencia, la holgazanería o el hedonismo, todas ellas características que asocia Ibargüengoitia a Hidalgo. Particular importancia tiene el reconocimiento de Hidalgo como un hombre lascivo y sensual, pues de esta manera se le humaniza y desacraliza, como puede verse en la siguiente escena en la que Periñón

quiere

ir

de

parranda,

después

presentación teatral, y surge este acto: 15

de

una

fallida

Caminamos en la oscuridad tormentosa. Los truenos del cielo se confundían con los cohetes de la fiesta de los pobres. Periñón conocía el camino del callejón del Coyote mucho mejor que Adarviles y llegamos en poco tiempo a la casa de la tía Mela. Tal como había ocurrido en mi primera visita, la puerta estaba cerrada y se oían murmullos adentro. Periñón dio, como siempre, los cuatro golpes pausados y, como la primera vez, la voz cascada advirtió: -Aquí no hay nadie, ya todas las muchachas se fueron. Entonces Periñón anunció: -Es López: Inmediatamente se descorrieron cerrojos, se abrió la puerta, salieron a la calle media docena de putas, se hincaron en el empedrado y besaron la mano de “López”. (Ibargüengoitia 1986: 72)

Periñón tampoco sabía qué hacer con Nueva España si llegara a ser esta independiente, algo que razonablemente pudo haber sucedido a Miguel Hidalgo, ya que su revolución fue súbita y caótica, casi sin tiempo para planear un nuevo gobierno, tal como se ve en un diálogo de Periñón que dice que Nueva España puede ser “una república como tienen en el Norte o bien un imperio

como

tienen

los

franceses,

pero

es

cuestión

que

francamente no me preocupa, porque sería raro que llegáramos a ver el final de esto que estamos comenzando” (Ibargüengoitia 1986: 76). En el Grito de Dolores, grito de propaganda, grito que tiene una gran cantidad de versiones, se construye una escena especial de tal acontecimiento en las dos novelas. Por ejemplo, en Gil Gómez,

el

insurgente

la

escena

se

desarrolla

tan

ceremoniosamente que parece poco natural. Cuando la conjura es descubierta, Miguel Hidalgo, besa “humildemente las plantas de la virgen de Guadalupe” (Díaz 1959: 223), escena que en el caso 16

de Los pasos de López el narrador describe de una manera por demás

realista

y

directa,

sin

artificios

ni

idealizaciones:

Periñón “descolgó la imagen de la Virgen Prieta que estaba en el cuadrante, arrancó tres palos y el bastidor y amarró el cuadro a una lanza, convirtiéndola en estandarte” (Ibargüengoitia 1986: 108). Como señalábamos antes, en Gil Gómez la descripción es más detallada

y

significativamente

más

artificiosa,

extendiéndose

bastante, agregándole más drama al acto, al grado tal que Miguel Hidalgo hace juramentar a Gil Gómez ante la Virgen de Guadalupe, y Gil Gómez lo hace a fe ciega. También, en Gil Gómez hay dos referencias hagiográficas hacia Miguel Hidalgo, la primera es la escena en que parece que Hidalgo es poseído por el espíritu santo: De repente se puso de pie como impulsado por un resorte, irguió su abatida cabeza, su frente iluminada por la luz de una idea gigantesca se volvió al cielo, sus ojos se humedecieron por el entusiasmo, sus labios se abrieron por una sonrisa de superioridad y volviéndose a Aldama, que de pie en medio de la estancia había observado con silencio respeto aquella lucha terrible de su corazón retratada en su rostro […]. (Díaz 1959: 221)

Y

con

la

afirmación

de

“como

si

el

cielo

favoreciese

sus

proyectos” (Díaz 1959: 226), el narrador otorga una dimensión divina a la gesta, como si la insurgencia estuviera apoyada por Dios; pero la hipérbole religiosa llega también a deificar a Hidalgo, caracterizándolo como literalmente un dios desde las páginas 211 a la 212. En

Los pasos

representación mística de Hidalgo. 17

no se optó por ninguna

Después del acto preparatorio al grito, Miguel Hidalgo en Gil Gómez da este breve discurso: -Os he llamado, hijos míos, para haceros saber que he pensado sacudir el yugo que pesa sobre vosotros hace tres siglos. De hoy en más, si la Virgen de Guadalupe ampara nuestra causa, saldremos de este estado terrible de esclavitud en que hasta aquí hemos vivido. Decid conmigo: ¡Viva la América! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! (Díaz 1959: 227)

En Los pasos de López, en cambio, el narrador-personaje Matías Chandón, hace una breve aclaración antes de pasar al relato del Grito de Ajetreo4: El episodio que sigue es tan conocido que no vale la pena contarlo. Voy a referirme a él brevemente nomás para no perder el hilo del relato y precisar algunos puntos que la leyenda ha borroneado. Es el que empieza con mi cabalgada nocturna y termina con Periñón en la iglesia dando lo que ahora se llama “Grito de Ajetreo”. (Ibargüengoitia 1986: 107)

Es sustancialmente importante la gravedad sintética discursiva de este párrafo. Y es que es aquí donde Ibargüengoitia utiliza a Matías Chandón para decir “lo que ya se dijo mucho” pero “en una versión más cercana a la realidad”, afirmación subversiva que reconoce la existencia de otras palabras, de otros discursos históricos, a los que descalifica dado que expresa la necesidad de “precisar algún algunos puntos que la leyenda ha borroneado”, dado que reconoce que esos discursos han articulado “una visión inexacta” acerca del hecho histórico en cuestión. Ahora bien, en ese juego semántico-simbólico que implica la ironía, es pertinente reflexionar acerca del nombre que la obra 4

“Ajetreo” es Dolores.

18

de Ibargüengoitia da al lugar y acción que se asume como la cuna de la independencia, esto es la representación literaria que se hace del pueblo Dolores, nombrado ahora como “Ajetreo”. ¿Por qué “Ajetreo” en vez de “Dolores”? Precisamente, aquí es donde de forma magistral se elabora la carnavalización de lo solemne, de lo histórico, donde lo mítico se vuelve cómico y humano. Y es que

de

esta

manera

donde

se

hace

énfasis

en

el

carácter

meramente circunstancial que tuvo el inicio de la guerra de independencia y las acciones desarrolladas por su promotor, el cura

Hidalgo,

pues

se

subraya

ese

carácter

y

significación

casual, informal del movimiento que forjó a la nación mexicana. En las variaciones narrativas e históricas que se han podido divisar entre las dos novelas, las interrogantes de cómo fue el levantamiento de Miguel Hidalgo y cómo fue Miguel Hidalgo son las

constantes

personaje

o

que

evento

aportan que

premisas

tengan

en

sustanciales.

común

las

dos

Ningún

novelas

se

desenvuelven con el mismo proceder; sin embargo, cada paso, cada cambio, recrea un momento de la Historia, revolviendo las piezas del rompecabezas y armando la figura de otra manera, según la perspectiva México

y

la

del

usuario.

Historia

en

Se

puede

general,

decir es

que

como

la

un

historia

sólo

de

monumento

enorme que se disecciona para armarlo o completarlo, sea desde un

descubrimiento

fehacientes

de

un

arqueológico,

como

también

las

palabras

historiador

las

hipótesis

que

plantean

o 19

novelas fundamentadas en la Historia; y así, pausadamente, se le da más brillo al monumento. Es posible que Miguel Hidalgo nunca fuera como lo describen en los libros de Historia de educación básica, como tampoco fue el otro Hidalgo que en los textos contraoficialistas se pintó; pero, a la vez, es todo lo que se ha dicho, ya que Miguel Hidalgo al transcurso de los siglos, se convirtió en mito y tragicomedia. función

Para

de

las

eso,

es

necesario

necesidades

de

la

releer

la

historia

en

porque

la

actualidad,

relectura, en cualquier ámbito, llega a responder esa necesidad de recuperar un origen, justificar una identidad (Aínsa 2003: 93), actualizarse y reactualizarse posteriormente, todo a base de,

repito,

las

necesidades

de

la

sociedad,

intrínsecamente

ligadas a la evolución del pensamiento y la psicología, y así, descubrir cuáles son sus puntos de poder en ella. Para

eso

se

creó

la

nueva

novela

histórica:

creaba

un

acercamiento al pasado como actitud “niveladora y dialogante” que elimina la “distancia épica” y mitificadora de la novela histórica tradicional, esto es la del siglo XIX. De esta manera se genera una exploración crítica sobre los arquetipos, íconos y mitos que se han construido por medio de la historia de una nación (Aínsa 2003: 95). Por eso se puede decir que Miguel Hidalgo es tan Domingo Periñón, como Domingo Periñón es López. 20

Bibliografía: Aínsa, Fernando. Narrativa hispanoamericana del siglo XX: del espacio vivido al espacio del texto. España: Prensas Universitat Zaragoza, 2003. Barrientos, Juan José. La nueva novela histórica hispanoamericana. Cd de México: UNAM, 2001. Bobadilla, Gerardo. Historia y literatura en el siglo XIX. México: Instituto Sonorense de Cultura, 1999. Culler, Jonathan. Press, 1975.

Structural

Poetics.

Ithaca:

Cornell

University

Díaz, Juan. “Gil Gómez el insurgente o la hija del médico”. Obras completas. Tomo II. México: UNAM, 1959. Ibargüengoitia, Jorge. Los pasos de López. México: Océano, 1986. Luckács, George. La novela histórica. México: Ediciones Era, 1966. Menton, Seymour. La nueva novela histórica de la América Latina 19791992. México: Fondo de Cultura Económica, 1993. Navarro, Santiago Juan. Postmodernismo y metaficción historiográfica: una perspectiva interamericana. Valencia: Departament de Filología Anglesa i Alemanya, Universtitat de Valencia, 2002. Pimentel, Luz Aurora. El relato Veintiuno Editores, 1998.

en

perspectiva.

México:

Siglo

Rodríguez Cadena, María de los Ángeles. Los pasós de López y el “relajo literario” de la independencia de México de 1810. Liverpool: Bulletin of Hispanic Studies, 2002.

21

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.