Cútar,Yumada al-Ula de 905 de la Hégira (diciembre de 1500)

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Descripción

Cútar,Yumdda al-Ula de 9O5 de lo Hégira (diciembre de 15OO) Nicolás Roser NeboL Cuando terminó de escribir esta fecha y la anotación que la acompaña:

f El señor de Castilla/ rompió el pacto y bauízó ala gente de Granada a primeros de yumadñ al- uli, que equivale a mitad del mes de duyanblr (diciembre) del año 905 -¡Dios Altísimo los haga perecer y los trate de la manera como sólo alguien que es digno y capazlo puede hacer!-l. Fue al atardecer de un viernes.", "

Muhammad ben Ali al-Y ayyar, alfaquí e imám de la mezquita de Cútar, en la Axarquía de Málaga, ahogó en su pecho algo parecido a un suspiro que traducia, de algún modo, el dolor y la melancolía que le producían los pensamientos que giraban, quisiera o no, alrededor de esta nota. La había incluido en su aademécumparticular, donde guardaba no sólo todos las referencias legales a la ley islámica que, en su función de alfaquí, podía necesitar, sino, tambiéru todas aquellas cuestiones y noticias que él creía representaban una porción valiosa de su cultura islámica. Esa cultura que, desde hacía ocho años, se hallaba en una situación de agonía, por asfixia lenta, a manos de los conquistadores cristianos del último reducto de al-Andalus, el Reino de Granada. Reino del que dependíary hasta ese mismo momento, los bancales de Cútar y de los pueblos vecinos, su olivos y sus vides paralaproducción de las pasas más famosas del mundo, en üempos de al-Yaryar e incluso ahora. Hacía un mes que la Reina Católic+ Isabel de Castilla,habia ordenado, bajo el influjo de su consejero, el Cardenal Cisneros, la "conversión general" (léase forzosa) de los mudéjares del Reino que había conquistado una década antes. No sabemos por qué lo hizo al-Yayyar; si por miedo a ser descubierto como criptoislamizante, o porque creía, como creyeron también diez años antes sus conciudadanos judíos, que las medidas sobre su conversión forzosa serían pasajeras. Y que, en unos diez años, las cosas, como ya había sucedido en siglos anteriores, volverían a sus cauces naturales, y los seguidores de las tres religiones semitas volverían a coexistir, con sus más y sus menos, en al-Andalus, la tierra que un día fue de los

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Vándalos. Una tierra que los musulmanes consideraban, desde hacía varios siglos, la antesala del Paraíso. Pero no fue así, la intención de unificar a todos los hispanos en una sola fe iba en serio. Así Io comprendieron los criptojudíos que, desde ese momento, y no antes, inician una de las migraciones más singulares de la historia, de este país y del mundo, la de los sefardíes, hispanos judíos que llevaron su particular vivencia de alAndalus a los más variopintos rincones del Mediterráneo, los Balcanes, el Mar del Norte y hasta el Caribe.

Los musulmanes, sin embargo, se aprestaron a poner en práctica, por vez primera desde los inicios de la predicación del Profeta en La Meca, la doctrina coránica dela taqiyya (el disimulo), cuyo desarrollo legal les permitiría asegurar su presencia en el suelo de Hispania por casi dos siglos más, aparentando ser cristianos y practicando, en una semiclandestinidad, el Islam. Tras dejar el cálamo junto al tintero, al-Yayyar, cerró su libro. Se levantó y tomó consigo, además del aademécum, su libro de consulta sobre ley islámica y el lujoso y policromado ejemplar del Corán de su familia y se dirigió a la planta superior de la casa donde le esperaban su esposa y sus hijos. Allí, justo encima de la puerta que, en el piso de abajo, daba al patio, habían habilitado una pequeña alacena. En ese hueco hecho en el tapial del muro habían colocado algo de tierra y de paja. Al-Yayyar colocó los tres libros en el lecho de paja y los cubrió, con paja, primero, y tierra, después. De este modo, rellenaron todo el espacio de la alacena para que, una vez tapiada de nuevo, nada sonara a hueco, y pusiera al descubierto unos libros que significabaru simbólica y materialmente, la fidelidad a unas creencias y una forma de vida que habían sido declaradas non grata en una tierra en la que habían contribuido a su esplendor cultural durante 78L años. En menos de diez años, la familia de al-Yayyar habían pasado de ser musulmanes libres en un estado islámico a ser ciudadanos musulmanes sujetos a una legislación particular restrictiva aplicada por un gobierno cristiano. Es decir, se habían convertido en mudéjares (en árabe, musulmanes domesticados); para terminar siendo, a partir de ahora,lo que, poco después, serían denominados moriscos, o sea, cristianos de origen musulmán y gue, en la mayoría

de los casos, seguían practicando en secreto su antigua religión.

No sabemos 1o que sucedió después. Si al-Yayyar y su familia permanecieron en Cútar, conservando discretamente sus fidelidades islámicas, hasta la expulsión general de los moriscos entre 1.609-1.612. Si, por el contrario, sus descendientes, quedasen o no en Cútar, se integraron con otros cristianos nuevos a Ia masa de los cristianos viejos y searL hoy, los ascendientes directos de algunos de los vecinos de ese pueblo de la Axarquía. O si, como hicieron muchos de sus correligionarios, una vez convertidos por la fuerza al cristianismo oficial, optaron por fugarse al Norte de Africa con la esperanza, lejana quizás, de volver algún día a ser musulmanes en un nuevo alAndalus. No sabemos 1o que pasó. Pero sucedió algo que no esperaba a1-Yayyar. En junio de 2003,1a familia Santiago se aprestaba a remodelar su casa de la calle Hornos en Cútar. La sorpresa de los albañiles, y de los niños que se hallaban presenciado el derribo de la pared que da al patio, fue mayúscula cuando, de pronto, tras los mazazos que iban derruyendo el tapial, aparecierory entre paja y tierra, unos libros en una grafía extraña, en una lengua extranjera a los habitantes actuales del lugar.

Los libros encontrados son tres. El primero es un "libro de oficio", una obra de consulta, el libro de cabecera de un alfaquí que cuando necesitaba aclarar algún caso relativo a su trabajo, acudía a él para solucionar sus dudas. Incluye fragmentos de formularios notariales, de la ciencia de las herencias, de matemáticas, de tradiciones del Profeta y de cuestiones jurídicas sobre el matrimonio. Es bien sabido que los alfaquíes llegaron a tener, una vez desaparecido el poder islámico en la Península, jurisdicción sobre ciertos casos civiles y, mientras que existió una justicia mudéjar, fueron los encargados de administrarla, controlando los bienes habices de las mezquitas y monopolizando, prácticamente, el oficio de notarios en lengua árabe. Por lo que se refiere al Libro II es, a diferencia del anterior, más personal, es donde Muhammad alYayyar nos aporta datos y fechas de su vida y de su comunidad,

aunque también huy poemas con contenidos proféticos,

invocaciones, sermones, hadices y otros capítulos de carácter religioso. Era su ondemécum. En cuanto al Libro III es un ejemplar del Corán, necesario e imprescindible para todo musulmán f , por ende, para un alfaquí. Seguramente se trata del Corán de la familia, 102

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