Cuando las imágenes del pasado se desvanecen. Impresiones de un triste reencuentro con la portada de Cerezo de Río Tirón

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Descripción

Navidad 2014

61 Cerezo de Río Tirón

Asociación Cultural Cerasioo

¡¡¡ÚLTIMA HORA!!! Juan Antonio OLAÑETA MOLINA

CUANDO LAS IMÁGENES DEL PASADO SE DESVANECEN Impresiones de un triste reencuentro con la portada de Cerezo de Río Tirón En abril de 1995 viajaba en mi moto camino de León para pasar la Semana Santa con unos amigos. Al atravesar Burgos decidí detenerme en el parque de la Isla, a la vera del Arlanzón, para contemplar y fotografiar la portada de la iglesia de Cerezo de Río Tirón. Desde aquel momento, la imagen que ha quedado grabada en mi mente de dicha portada ha sido la de unas figuras con pliegues finamente trabajados y abundantes restos de policromía. Me llamaron especialmente la atención las capas de pintura blanca que cubrían los rostros de algunos de los personajes de la arquivolta. La distorsionada y falsa visión que tenemos actualmente del arte románico, nos lleva a pensar que edificios y esculturas se mostraban desnudos, dejando al descubierto el color de la superficie pétrea. Este gusto por la piedra vista nos ha llevado durante decenios a despellejar los edificios y arrebatarles la capa de revoco y de color con la que se protegían de las inclemencias meteorológicas y de la humedad. Sin embargo, la portada de Cerezo de Río Tirón era uno de los escasos testimonios que nos demostraban que el color en la escultura monumental románica jugaba un importante papel, pues además de preservar la obra, cautivaba a quienes la contemplaban con su abundante y llamativa policromía. A pesar de las traumáticas y azarosas vicisitudes por las que había pasado este venerable vestigio del pasado, desde su localización original en la iglesia de Nuestra Señora de la Llana de Cerezo de Río Tirón hasta su ubicación en un parque de claras reminiscencias románticas, parecía que, tras ser salvado en 1931 del expolio, se conservaba en un estado relativamente razonable. Casi veinte años más tarde, el pasado 24 de noviembre, me acerco, en compañía de Marino Pérez, a las orillas del Arlanzón para volverme a reencontrar con esta magnífica portada. Por medio de la Asociación Cultural Cerasio y, en particular de Marino, Amigos del Románico habíamos tenido noticia del grave y rápido deterioro que la escultura de la portada estaba experimentando en los últimos años. Para poder valorarlo llevo conmigo copia de las fotos que realicé en 1995. La comparación de aquellas fotografías con el estado actual de la escultura nos muestra de forma cruel la cruda y desoladora realidad: las imágenes que yo recordaba de mi anterior visita se han desvanecido hasta el punto que de algunas de ellas, como las cabezas del rey y de la reina, tan solo queda una masa informe que a duras penas permite adivinar los rasgos que había tenido. Apenas se conservan restos de la antaño abundante policromía, y bastantes de los delicados detalles de la talla se han difuminado. Al igual que la toma de la muralla, en el sitio de una ciudad, suponía la caída de la plaza en cuestión de horas, la perdida de la policromía y de la capa superficial de la escultura lleva de forma inevitable a un vertiginoso deterioro.

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Resulta dificultoso discernir la imagen del ciervo de uno de los capiteles, aunque en las fotografías de los años 1930 se conservaba en buen estado. Los antaño blancos rostros de algunos de los ancianos del Apocalipsis han perdido totalmente su epidermis y sus minuciosos rasgos faciales. Es como si un velo

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de desidia y abandono los hubiera cubierto para diluir y ocultar sus facciones. Un velo que no podremos volver a levantar. Una de las figuras de los ancianos, la que aparece tocando con dos plectros un salterio que sostiene sobre sus piernas –en mi opinión una de las más sobresalientes y delicadas piezas del románico castellano–, conservaba en 1995 su blanco rostro y el delicado ornamento reticulado en la orla de su túnica y en su corona. Prácticamente nada queda de ello. Se ha convertido en una triste caricatura de sí misma.

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Mientras se nos saltan las lágrimas al pasar revista al parte de daños, no paramos de repetirnos la misma pregunta: ¿cómo es posible que se haya deteriorado en tan poco tiempo?

La acción humana sin duda es en buena parte la causante de este desaguisado. Así, Marino me explica que en julio de 2013 en la parte posterior del arco aparecieron unas pintadas, obra de algún vándalo cuya escasa inteligencia y sentido le llevaron, por lo menos, a elegir los sillares modernos. El resultado de este deplorable acto se solucionó de una forma no menos cuestionable, mediante aire comprimido y chorro de arena. Estamos en estas disquisiciones cuando pasa a nuestro lado Angelina, socia de la asociación Cerasio, que suele pasear por el parque a Blas, su simpático y vivaracho perro. Ella ha sido, día tras día, testigo del deterioro de la portada. Nos narra cómo los niños utilizan el vano del arco como puerta en la que jugar al fútbol –¡la de balonazos que habrán recibido los apocalípticos ancianos o las fantásticas sirenasave”–. Pero los daños que se observan no parecen el resultado de una intensa actividad balompédica por parte de niños emulando a Messi o a Cristiano Ronaldo. Es posible que los sillares modernos que cubren la parte trasera del arco tengan algo que ver con este vertiginoso desgaste, al igual que la humedad propia del lugar donde se levanta. Tampoco cabe descartar que la aceleración de la degradación de la portada tenga algo que ver con las consecuencias de alguna de las últimas intervenciones. Es sin duda necesario un estudio detallado y riguroso del tema.

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Ante este desolador reencuentro con la portada de Cerezo de Río Tirón diecinueve años después, viene a mi cabeza una paradójica e inquietante pregunta: ¿No habría sido preferible que el arco, en lugar de ser incautado en Vitoria en 1931, hubiera llegado a su destino en EE.UU.? Quizás así se conservaría, como el relieve de la Epifanía, en buenas condiciones en algún museo americano. Lamentablemente, para algunas obras el expolio ha supuesto su salvación. Ello nos debe llevar a reflexionar sobre como conservamos y tratamos nuestro patrimonio. De continuar así las cosas, mucho me temo que seguiremos viendo como algunas imágenes de nuestro patrimonio seguirán desapareciendo y desvaneciéndose ante la atónita vista de quienes somos conscientes de la importancia que tienen las obras de arte que nos han legado nuestros antepasados. Sin embargo, por fortuna, parece que alguna luz de esperanza ilumina el destino de la portada de Cerezo de Río Tirón. Esperemos verlo en los próximos meses.

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