Contra la relectura, el glitch: \"Sostiene Gruñón\" de Efraín Velasco

June 24, 2017 | Autor: Román Luján | Categoría: Poetry, Electronic Literature, Latin American literature, Mexican Literature, Conceptual writing
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Descripción

Contra la relectura, el glitch: Sostiene Gruñón de Efraín Velasco Román Luján

En el capítulo Pink Outs (1967) de The Pink Panther, hay una escena en que La pantera rosa, hambrienta y sin nada qué comer, toma el telón de fondo y lo dobla en dos, cuatro, ocho, dieciséis partes, hasta reducirlo al tamaño de un bocado, que se traga después de echarle un poco de sal. La digestión, sin embargo, no sucede. El escenario comienza a desdoblarse dentro del estómago de la pantera en dos, cuatro, ocho, dieciséis partes hasta cubrir de rosa la pantalla entera. Esta imagen me viene a la mente al releer o, mejor, volver a leer por primera vez, Sostiene Gruñón de Efraín Velasco. Uno de los aspectos más convenientes del libro como artefacto y soporte de información es la facultad del usuario para elegir qué partes leer, saltarse, releer. El canto, bisagra de las páginas, es un mecanismo que permite al lector desplazarse hacia delante o hacia atrás, comenzar a leer donde le plazca —aspecto especialmente agradable en un libro de poemas— para después detenerse y retomar la lectura cuando le convenga. Pongamos por ejemplo que una lectora hipotética, a la que llamaremos Mónica, se encuentra leyendo una novela y descubre, de pronto, una frase poderosa, hermosísima. Por virtud de esa frase el mundo se vuelve tan intenso, tan insoportablemente real, que debe cerrar de golpe el libro. Mónica mira alrededor. Baila un poco en su sala para despejarse. Sale a caminar sin dejar de pensar en lo que acaba de leer. Al regresar, retoma el libro en la página querida, en cuya esquina ha hecho un doblez para no perderla. “Por esa página vale la pena todo el libro”, dirá después a sus amigos. No obstante, la opción para volver a la página donde se interrumpió la lectura es contraria a la naturaleza de este libro electrónico. Sostiene Gruñón es un libro heracliteano. Cada vez que

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se retoma de la biblioteca digital, sus fragmentos e ilustraciones cambian de orden, dejando fuera algunos elementos. Los fragmentos que en una lectura quedan fuera, en la siguiente se reintegran y desplazan otros. Ninguno de los libros potenciales de este libro se puede leer dos veces. Un concepto de Ulises Carrión resulta útil para comprender el entramado de Sostiene Gruñón: “las obras-libro son libros en los cuales la forma del libro, una serie coherente de páginas, determina condiciones de lectura que son intrínsecas a la obra”. Este poemario es una obra-libro, en tanto que la forma en que está articulado crea “condiciones específicas de lectura”; sin embargo, su estructura atenta contra la coherencia de la serie de páginas, proponiendo una coherencia discontinua, no serial: la del error electrónico: el glitch. A diferencia de los libros “elige tu propia aventura”, en los que el lector va construyendo un relato a medida que escoge entre varias tramas preestablecidas que, a su vez, generan distintos desenlaces, el lector de este volumen está impedido para saber qué parte leerá —y en qué orden— la siguiente vez que lo abra. El pacto de estabilidad entre texto y lectura es subvertida a través de un algoritmo chapucero, una anomalía estructural que obliga al lector a abandonar la comodidad de su poltrona para decidir cómo se enfrentará al libro: asumiendo el carácter irrepetible de cada nueva lectura para identificar nuevos detalles, o bien, exacerbando su neurosis sin aceptar que jamás conocerá todas sus variaciones. Agua en las manos. Agua entre las manos. Las imágenes de Demián Flores que acompañan al libro ofrecen diversas entradas al cuento de los hermanos Grimm en el clásico infantil de Disney. No son ilustraciones en sentido estricto, en tanto que no operan como acompañamiento a los poemas de Velasco, sino como su contrapunto. Su objetivo es desestabilizar aún más la estructura aleatoria del texto. Los detalles de códices incrustados como aristas de jade en las caricaturas hacen que el espejo mágico se tri(l)ce. Gruñón deja de ser un amargado entre ingenuos para convertirse, por medio del collage,

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en un guerrero florido y en víctima de la viruela. Y mientras Blancanieves, deidad en lentejuelas, le susurra confidencias a una calandria con cráneo mexica, los enanos, caballeros águila y leopardo, reacomodan los fragmentos del espejo: una manzana ensangrentada aquí, un peine envenenado allá. Heredero burlón del amor cortés, Sostiene Gruñón es un poema desamoroso. El amargo recuento del amor imposible por una princesa que divide su amor entre siete, entre los que lastimosamente se encuentra: Sostiene Gruñón que Blancanieves –al despedirse– entre abrazo y abrazo, murmuraba al oído algunas palabras a cada uno de los enanos. Gruñón es un testigo que preferiría no serlo, salir a la chingada de la friendzone y, sin embargo, no está dispuesto a perder el lugar de centinela de su propio desconsuelo: Y que es el recuerdo de esas palabras la causa de que los pequeños se consumieran ferozmente en los siguientes días. La imposibilidad algorítmica de una lectura total refleja el argumento del relato: un amor que siempre recomienza y un rencor que siempre lo destruye. La presencia hipnótica y esquiva de Blancanieves —snowflake hollywoodense de códice-caricatura— se funde en la estructura de este libro de comienzos sin término, de este poema que se canibaliza.

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Al igual que Carnival, el poema concreto de Steve McCaffery, Sostiene Gruñón es un poema que debe destruirse para ser leído. Desde & mi voz tokonoma y 1836, hasta Un corte de pelo inolvidable y 4’33’’, cada pieza textual, visual y sonora de Efraín Velasco representa un engranaje en el interior de una máquina para desensamblar máquinas, una máquina para desensamblar(se). Como su Gruñón, Velasco es “una suerte de atento espectador” de la escritura experimental contemporánea, un artista para quien las vanguardias, el concretismo, el neobarroco y los conceptualismos son, ante todo, cajas de herramientas que permiten mantener al lenguaje en constante reinvención y estallido, al tiempo que difuminan los bordes de la identidad autoral. Desocupado lector: este un libro contra la relectura. No lo cierres.

West Hollywood. Septiembre de 2015

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